Natural History Museum Library V- REVISTA DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES. I REVISTA DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES. Toivno xv. POR AGUADO, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1865. ÍNDICE de las materias contenidas en este tomo. CIENCIAS EXACTAS. Página . Mecánica celeste . Investigaciones suplementarias acerca de las desigualdades de la longitud de la Luna, debidas á la acción perturbadora del Sol; por Mr. Delaunay 1 Astronomía. Sobre las estrellas fugaces y sobre la altura de la atmósfera 65 Sobre las ofuscaciones del Sol atribuidas á la interposición de las estrellas fugaces; por Mr. Faye. 129 Investigaciones acerca de la naturaleza del Sol; por MM. Warren de la Rué, Balfour Stewart y Benjamin Loewy.. . 193 El Observatorio de París y sus astrónomos, desde su fundación hasta nuestros dias; por Mr. Camilo Flamma- rion 257, 321, 385, 449 y 513 CIENCIAS FISICAS. Economía industrial. Noticia sobre los petróleos de los Estados-Unidos 5 Economía doméstica. De los efectos del calor para la conser- vación y mejora de los vinos; por Mr. de Vergnette-La- motte., . . 143 VI Química. Preparación del bronce de aluminio; por MM. Sainte-Claire Deville y Debray. . 70 Sobre una propiedad del azufre. Nota de MM. Montier y Dietzenbacher, presentada por Mr. Ch. Sainte-Claire De- ville . . 264 Sobre los fosfatos de talio; por Mr. Lamy.. 335 Química orgánica. Nuevo procedimiento para la preparación del yodhidrato de trimetilamina 77 Análisis de la leche 139 Química aplicada. Procedimiento práctico de conservación y mejora de los vinos; por Mr. L. Pastear 148 Nuevo método de valuación de los sulfures. Extracto de una nota de Mr. Verstraet, presentada por Mr. Pelouze. . 267 Sobre los depósitos que se forman en los vinos; por Mr. L. Pasteur 462 Química metalúrgica. Constitución del acero 271 Química industrial. Exposición universal de 1862. — Informe sobre los productos químicos industriales (clase II, sec- ción A); por Mr. A. W. Hoffmann, presidente de la Socie- dad química de Londres 526 Física. Investigaciones acerca de los cambios de tempera- tura producidos por las mezclas de líquidos de natura- leza diversa; por MM. Bussy y Buignet 198 Física del globo. De la acción eléctrica de las aguas mine- rales sulfurosas de Bonne y de Eaux-Chaudes. Noticia de Mr. B. Schepp 467 Higiene pública. Composición de los vasos de estaño del servicio de los hospitales militares; por Mr. Roussin, far- macéutico mayor de primera clase 470 Meteorología. Sobre la inversión diurna y nocturna de la temperatura hasta los límites de la atmósfera, y su repar- tición desde el horizonte hasta el zenit; por D. Andrés Poey, Director del Observatorio físico-meteorológico de la Habana 83 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes ’de noviembre de 1864 10 Id. id. en el mes de diciembre.... 90 Id. id. en el mes de enero de 1865 156 Id. id. en el mes de febrero. 218 Id. id. en el mes de marzo 237 Vil Id. id. en el mes de abril. ............. 280 Id. id. en el mes de mayo 292 Id. id. en el mes de junio. . . 349 Id. id. en el mes de julio. 361 Id. id. en el mes de agosto 402 Id. id. en el mes de setiembre . 478 Id. id. en el mes de octubre 488 Id. id. en el mes de noviembre 549 Id. id. en todo el año 1864 20 Id. id. en Bilbao en 1864 99 Id. id. id. en 1865 558 Id. id. en la torre del telégrafo de Manila en todo el año de 1864 151 Jardín botánico de Madrid . Plantas floridas durante el mes de noviembre de 1864 19 Id. id. en el mes de enero de 1865 165 Id. id. en el mes de febrero 227 Id. id. en el mes de marzo 237 Id. id. en el mes de abril 280 Id. id. en el mes de mayo 301 Id. id. en el mes de junio. 349 Id. id. en el mes de julio 361 Id. id. en el mes de agosto 411 Id. id. en el mes de setiembre 487 Id. id. en el mes de octubre 497 Id. id. en el mes de noviembre 557 CIENCIAS NATURALES. Paleontología. Descubrimiento de un hombre fósil pitecoi- deo en una caverna de las cercanías de Gibraltar 50 Noticia acerca de las nuevas observaciones relativas á la exis- tencia del hombre en el centro de Francia, en una época en que dicha región se hallaba habitada por el rengífero y otros animales que no viven en ella en la actualidad; por MM. Lartet y Christy 110 Observaciones sobre algunos resultados de las excavaciones practicadas hace poco tiempo en la caverna de Brnniquel; por MM. Milne Edwards y Lartet 119 Fisiología general . Investigaciones sobre los micrófitos y los microzoarios; por el Dr. Mr. Lemaire 105 Investigaciones experimentales acerca de las generaciones espontáneas. Tomado de una nota de Mr. Fromentel.. . . 245 Observación de un sueño letárgico de largo período , y nuevas aplicaciones zoológicas de la teoria del sueño. Extracto de una memoria de Mr. Blandet 246 De la influencia de las bebidas alcohólicas, tomadas en dosis moderadas, sobre el movimiento de la nutrición: investigaciones experimentales. Noticia de Mr. Perrin presentada por Mr. Bernard 303 Nota sobre la acción fisiológica del ácido carbónico; por Mr. Demarquay 310 Fisiología animal . Observaciones sobre el aparato respira- torio de algunas aves; por Mr. Alf. Milne Edwards 239 Fisiología comparada. Memoria sobre la demostración expe- rimental de la producción de electricidad por un aparato propio de los peces del género de las rayas; por Mr. Char- les Robin 370 Zoología. Insectos nuevos ó poco conocidos de la fauna española; por D. Laureano Perez Arcas 166 y 413 Toxicologia. Envenenamiento por la aplicación de las hojas de tabaco sobre la piel. Noticia de Mr. Gallavardin, pre- sentada por Mr. Bernard 249 Mineralogía . Sobre una nueva especie mineral del Cor- nouailles, la devillina. Noticia de Mr. Pisani, presentada por Mr. H. Sainte-Claire Deville 313 Agricultura. Sobre la composición de los quesos. Informe de Mr. Boussingault adoptado por la Sociedad imperial de agricultura, acerca de una memoria de Mr. Brassier.. 363 Botánica. Sobre las relaciones sexuales entre las tres formas del Lythrum salicaria 375 Geología . Sobre las ofitas de los Pirineos. Noticia dada por Mr. A. F. Nogués y presentada por Mr. d’Archiac á la Academia de Ciencias de París 379 Economía rural . Observaciones sobre la enfermedad de los gusanos de seda; por Mr. L. Pasteur 498 Observaciones relativas á la enfermedad de los gusanos de seda; por Mr. E. Mouline 505 ix Organografia vegetal. De la existencia de líquidos y sustan- cias concretas en los tráqueas de los vegetales; por Mr. Them. Lestiboudois - 564 VARIEDADES. Real Academia de Ciencias . Elección de Sres. Académicos. . . 122 Programa de premios para 1866 126 Real Academia de medicina de Madrid 56 Sociedad económica matritense ... 58 Nueva especie del género Gynocephalium 55 Encinas y otros vegetales de Filipinas.. 55 Prodromus systematis naturalis regni vegetabilis 56 Hulla del Brasil 59 Las islas del guano y sus habitantes 59 Descubrimiento de un ave gigantesca que probablemente vive todavía en nuestro globo 61 Sobre el aerópilo 61 Aclimatación . 62 Envenenamiento por la anilina 63 Danza de semillas vegetales .... 63 Procedimientos para conservar las carnes alimenticias 122 Plantas útiles 123 Cultivo de las alcachofas 124 Té hecho con las hojas del café 124 Sobre las generaciones espontáneas 124 Sobre la causa física del período glacial 125 Conservación del hielo en pequeñas cantidades 187 Los hombres peludos de Yesso 187 El jardín de aclimatación del Coronel von Siebold, en Leyden. 1 88 Necrología, MM. Yalenciennes, Dufour é Hiffelsheim 188 Muerte del almirante Fitz-Roy 189 Sobre el aceite de las semillas de algodonero 189 Sobre un nuevo gusano de seda de la América meridional.. 190 Nueva urticácea de Filipinas 191 La rana campanera. ... 192 Sobre la gramínea llamada Dava en Filipinas 251 Experimentos sobre el desarrollo de las yemas 251 X El cable telegráfico trasatlántico 255 Efectos fisiológicos del tabaco 255 Desecación de las flores y conservación de sus colores na- turales 255 Procedimiento para fabricar la manteca .... 315 Guano de los murciélagos 315 Protección de las aves .... 316 Acción del ozono sobre la germinación de las plantas 317 Mármoles parisienses 317 Costumbres de las cornejas.. 318 Exploración botánica y flora de la provincia de Angola.. . . 318 Sobre el llamado Eozoon Canadense 383 El tabaco en la China 383 Fabricación de los azúcares 445 Muerte de Sir William Hooker 446 Nueva mecha para las lámparas de aceite de esquisto ó de petróleo 446 Electricidad en las mariposas 446 La pólvora privada de su propiedad explosiva 447 Sobre la variación del plumaje de las aves 510 Vinos imitados 569 Aserrin de madera trasformado en pólvora 571 Hierro contenido en la sangre 571 Huevos de algunas aves 572 Modo de extraer el aceite de las sustancias vegetales. ..... 572 Sobre el aragonito de Kammsdorf, cerca de Saalfeldt 573 Población de Londres 573 Algodon-pólvora 574 Espejos platinados 575 N." l.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Enero de 18G5. CIENCIAS EXACTAS. MECANICA CELESTE. Investigaciones suplementarias acerca de las desigualdades de la longitud de la Luna debidas á la acción perturbadora del Sol: por Mr. Delaunay. (Comptes rendus, 30 enero 1865.) En la determinación analítica de las desigualdades de un as- tro, debidas á las acciones perturbadoras á que dicho astro se halla sometido, se ha tratado siempre de llevar la aproxima- ción bastante adelante, para que los valores numéricos que de aquí resulten respecto de todas estas desigualdades, tengan toda la precisión necesaria para las comparaciones que debe hacerse de la teoría con las observaciones. Pero respecto de las desigualdades de la longitud de la luna, á pesar de los considerables trabajos emprendidos y ejecutados por di- versos sábios, no se ha llegado todavía á conseguir completa- mente dicho fin. La magnitud de la acción perturbadora del sol hace que las séries por las cuales se hallan representados los coeficientes de las diversas desigualdades lunares, no ofrezcan en general mas que una pequeña convergencia; y aunque, respecto de las mas importantes de estas desigualdades, se ha- yan determinado analíticamente bastante número de términos de las séries de que acabamos de hablar, se reconoce, calcu- lando los valores numéricos de dichos términos, que entre los TOMO XV. 1 2 que les siguen inmediatamente y que no se han determinado, debe haber algunos cuyo valor no es despreciable. Para tener en cuenta en lo posible estos términos que no se conocen, y cuya escasa importancia se sospecha, sin emprender los con- siderables cálculos que pueden dar á conocer su verdadero valor, se ha recurrido á un procedimiento muy sencillo, que tiene el defecto de alterar el carácter de exactitud de las inves- tigaciones teóricas que está destinado á completar. Consiste dicho procedimiento en lo siguiente: en cada se- rie que represente el coeficiente de una desigualdad, se colocan los diversos términos que se han determinado según el orden analítico de cada uno de ellos, comenzando por los del orden menos elevado, que serán por ejemplo del orden n; así se tie- ne un grupo de términos del orden n + 2 etc. Calculando el valor numérico de cada uno de estos grupos, se obtiene una série de números, de los cuales por lo menos los últimos van decreciendo; se supone entonces, que la disminución observada en estos números se prolonga mas allá del punto en que se ha detenido en la determinación de los términos de la série , y fun- dándose en esta hipótesis, se asigna por inducción cierto valor al conjunto de los términos que no se han calculado (1). Para hacer desaparecer este complemento por inducción, es para lo que me he decidido en gran parte á emprender de nuevo completamente la teoría de la Luna, llevando bas- tante adelante las aproximaciones, para que las diversas desigualdades se determinen entera y esclusivamente , por el cálculo riguroso de lodos sus términos, que no son despreciables. En el gran trabajo cuya terminación anuncié para mayo de 1858, y cuya impresión va á terminar, me he propuesto determinar todas las desigualdades lunares debidas á la acción perturbadora del sol, hasta las cantidades de 7.° orden inclusive, reservándome llevar después la aproximación, siempre que se reconozca su necesidad. ( Teoría del movimiento de la Luna , prefacio, p. XXVI.) (1) V. la gran obra de Plana titulada Théorie du mouvement de la Lune , t. 1, p. 605. 3 En eslos últimos tiempos me he ocupado activamente en verificar las investigaciones suplementarias, cuya necesidad había presentido, y hoy acabo de dar cuenta de ellas á la Aca- demia. Reduciendo á números los resultados de mi primer tra- bajo, he reconocido que en lo relativo á la longitud de la Luna, la aproximación en que me he detenido no es suficiente para ciertas desigualdades, para las cuales es necesario calcular tam- bién las cantidades de octavo orden y aun las de noveno. Por consiguiente, he tratado de agregar estos dos nuevos órdenes á los que ya había determinado; pero únicamente en las partes de la longitud en que podían ser de alguna utilidad. Desde luego he observado que esta nueva aproximación, no era necesaria mas que para los términos que son independien- tes de la inclinación de la órbita de la Luna, y que contienen á lo mas la primera potencia de la escentricidad de la órbita de la tierra. Conformándome con esta restricción, he tomado suce- sivamente las diversas operaciones cuyo conjunto constituye el método que he adoptado para integrar las ecuaciones dife- renciales del movimiento de la Luna; y en cada una de ellas he llevado la aproximación de modo que se obtuviesen lodos los términos hasta el noveno orden inclusive, en las desigual- dades de la longitud de la Luna. Además, después de haber completado de tal manera las fórmulas producidas en estas diversas operaciones, he fijado en cada una de las desigualda- des de la longitud de la luna el cuadro de los diversos cálculos detallados que hay que efectuar, para obtener los términos de octavo y noveno orden que entran en el coeficiente de esta de- sigualdad. Me hallo por consiguiente en camino de efectuar directamente y en poco tiempo, según la desigualdad de que se trate, la nueva aproximación que yo tenia á la vista; lo cual me permitirá obtener sin inducción los valores numéricos de todas las desigualdades lunares debidas á la acción pertur- badora del sol. En la teoría de la luna, las determinaciones mas sencillas en apariencia exigen cálculos inmensos y un tiempo conside- rable, especialmente en las investigaciones suplementarias que tienen por objeto llevar las aproximaciones más allá del térmi- no distante en que se han fijado por primera vez. También, aunque yo haya prescindido de todos los términos que depen- den de la inclinación de la órbita de la luna, ó de una fuerza de la escentricidad de la órbita de la tierra superior á la pri- mera, los cálculos que tengo que efectuar para llevar la aproximación hasta cantidades de noveno orden son sumamen- te largos, y se han necesitado por lo menos 18 meses de un trabajo asiduo, para hacer todos los preparatorios de que acabo de hablar. Han trascurrido ya mas .de cuatro años desde que se pu- blicó el primer volumen de mi Teoría del movimiento de la Luna. Aunque el manuscrito hacia tiempo que estaba prepara- do, no se pudo emprender la impresión del segundo volumen hasta el año 1865 . Este largo retraso, que he sentido mucho, tendrá al menos una ventaja; me permitirá publicar el resul- tado de mis nuevas investigaciones acerca de la longitud de la Luna, inmediatamente después de las fórmulas que prime- ramente obtuve , y en las cuales me había detenido en cantidades del séptimo orden. CIENCIAS FISICAS ECONOMIA INDUSTRIAL. Noticia sobre los petróleos de los Estados- Unidos . Al regresar de un viaje á los Estados-Unidos MM. Spta» fer y G. Saulter, acaban de publicar una noticia acerca del actual estado de la explotación de los aceites de petróleo. Di- chos viajeros han recorrido los estados que poseen los criade- ros mas abundantes , y en el espacio de algunas páginas ofrecen los datos numéricos y técnicos mas preciosos para los que se interesan en esta nueva industria. No tratamos por consiguiente de hacer una historia de los manantiales de pe- tróleo de origen americano, sino que presentamos los hechos mas culminantes de un trabajo muy detenido. Los terrenos conocidos con el nombre de terrenos de hulla de Alleghanv ocupan una superficie de 66.000 millas cua- dradas, repartidas en el territorio de los ocho estados. Alabama 1.300 Georgia 130 Tennesea. .......... 1.300 Kentuckv.. . 9.000 Virginia. 21.000 Maryland 530 Ohio 11.900 Pensil vauia lo. 000 6 Las escavaciones practicadas en diferentes parages en este inmenso territorio, han hecho descubrir casi todas algu- nos depósitos de petróleo, pero los mas importantes se han hallado al Oeste de Pensilvania. Los montes Alleghany cubren este estado de una multi- tud de cadenas de coliuas poco elevádas; por entre ellas pasan varias corrientes de agua, de las cuales la principal es la de Alleghany, que corre de Norte á Sur hasta Pittsbourg, en cuyo punto se une con Monongahela para formar el Ohio. Varios afluentes, conocidos con el nombre de creeks ó arroyos» se unen a él por cada lado; uno de estos es ci Qil-Creek, que desemboca en el Alleghany á 180 kilómetros antes de Pitts- bourg. En su confluencia se eleva Oil-Gily, ciudad del petró- leo, y en sus orillas, en un valle de medio kilómetro de ancho y 22 de largo, se hallan aglomerados los principales pozos. Las colinas del Alleghany están formadas por terrenos de hulla, y rodeadas de rocas calizas en cuyas hendiduras se ha- llan los depósitos de petróleo. Dichas hendiduras tienen una inclinación variable, pero generalmente pasan de 45°. La parte inferior se halla ocupada por agua; el petróleo sobre- nada, y los compuestos gaseosos se acumulan en la superior. En el caso en que el agujero de sonda llegue al agua, es pre- ciso agotar ésta antes de recojer el petróleo que venga á reemplazarla; en el caso contrario en que se llega al nivel del aceite, brota por la presión de los gases. Los primeros pozos se llaman pumping-ivells , los segundos flowing-tvells, y estos son los mas comunes. Los pumping-wells se abren primero hasta 25 metros de profundidad; pero se ha reconocido que penetrando mas abajo se obteuian productos mas abundantes, y con menos mezcla de agua: asi es que en la actualidad se abren pozos á 150 ó 180 metros; y hay una compañia que llega hasta hacerlos de 400 metros de profundidad. Los aceites que se recojen á orillas Fde! Oil-Creek se en- vían en barriles á Oil -City ó Titusville, á los dos extremos del valle, y desde dicho punto toman el camino de los mercados del interior y del litoral. Nueva-York y Filadelfia son los dos grandes mercados del Este para la exportación y el consumo. i El número de los pozos aumenta, pero su producto dismi- nuye (1); sin embargo no se teme que se agoten los manan- tiales, y por el contrario se trata de aumentar su número. La perforación de un pozo cuesta cerca de 15.000 fran- cos. Si el pozo exige el uso de la bomba de extracción , es menester añadir los gastos que resultan; si es manantial, se limitan á recojer el aceite que sale por el cráter. El aceite se vende allí mismo, y los compradores le ponen en seguida en barriles. Generalmente se calcula el valor de un pozo en 5.000 francos por cada barril del aceite que cada dia produce; pero es menester tener en cuenta que el producto es muy variable, y que algunos pozos pueden agotarse en seguida. Al lado de los sitios en que se extrae la materia bruta, se lian establecido las fábricas de depuración. Las principales están próximas á Pittsbourg, toman el aceite por el A-ll.eg.hany, y tienen el carbón cerca de ellas. Existen muchas muy impor- tantes en Oil-Creek, cerca de Nueva-York y de Filadelíia, y en el Oeste de Cleveland y de Búfalo. Los refinadores ameri- canos casi no hacen ningún caso de los productos secundarios de la destilación, y tratan de obtener la mayor proporción posible de aceite para el alumbrado: algunos han llegado á pro- ducir cerca de 90 por 100. El término medio puede fijarse en 75 por 100 (3 barriles para 4 de aceite bruto). Con frecuen- cia también se emplean las naftas y otros residuos como com- bustible. Fácil es comprender cuáles son las ventajas del refinador americano sobre el francés; y los derechos de bandera (2) quizá no basten para proteger la industria del país contra la importación de los productos depurados, hecha con regulari- dad. Los aceites de petróleo en bruto deben marcar 795 á 827 en el densímetro; el aceite destilado no debe inflamarse á menos de 44° centígrados: los accidentes que con tanta fre- cuencia sobrevienen, consisten exclusivamente en los fraudes (1) El Noble-Well, que data de mayo de 1862, y que producia 2000 barriles cada dia, no da mas que 400 á 500 barriles. (2) 4,50 frs. y 7,50 frs. los 100 kilogramos. 8 que tienen por objeto mezclar las esencias con el aceite pro- piamente dicho. Véanse las siguientes cifras de estadística comercial. Se han exportado de los Estados-Unidos á diversos paises las cantidades siguientes de petróleo en bruto depurado: En 1861 3.198.380 kilóg. — 1862 31.367.170 — 1863 81.277.285 — 1864 (los seis primeros meses). . 34.438.360 Los seis primeros meses de 1863 re- presentaban. 50.069.390 Hay por lo tanto un déficit de.. 15.631.030 kilóg. en el primer semestre de este año. El término medio de los precios por cada litro en 1863 y 1864 es el siguiente: 1863 1864 Aceites depurados en Nueva-York. ....... 30c89 31 c24 — * en bruto. 19,54 20,86 Aceites depurados en Francia (en junio). . . 64 c 71 c 05 — en bruto (en junio). 41 c 48 c Por consiguiente, desde abril de 1863 se ha reconocido el alza. No parecerá inútil agregar á la análisis de este trabajo enteramente industrial, algunas líneas comparativas entre los derivados útiles de la hulla y los del petróleo. Sábese que la hulla se trasforma por destilación en nu- merosos productos gaseosos, líquidos y sólidos, que tienen sus grados de utilidad. El aceite de petróleo no es menos rico en productos secundarios. Destilado á 100° en presencia del vapor de agua, da una mezcla de hidrocarburos líquidos, incoloros, muy fluidos, no solidificables, y que forman la cuarta parte de la masa total. Este primer producto deja separar por una segunda destilación 9 esencias ligeras, susceptibles de las mismas aplicaciones que la bencina y el sulfuro de carbono (1). Los aceites propios para el alumbrado destilan á los 120°, y constituyen cerca de las 60 centésimas en volumen de] aceite en bruto de Pensilvania. A mas de 220° se deposita en los conductos una sustancia sólida {la Belmontina ) que pue- de servir para fabricar bugías muy buenas, quemándose y produciendo una llama muy clara y limpia; pueden con faci- lidad sostener la competencia con las bugías de lujo prepa- radas con la espermaceti (aceite de esperma de ballena). Además, á dicho producto sólido acompaña una grasa líquida, que puede ser muy preciosa para el engrasado de los metales, pues no es nada oxidable; y también podría quemarse en las lámparas de Argand. En cuanto al aceite de petróleo del co- mercio, sabido es que debe quemarse en lámparas de mechas planas; y todos pueden juzgar de la cantidad de luz que pro- duce, sin mas que mirar por la noche ias tiendas en que se ponen muestras de él. Mucho se ha hablado del peligro que ofrece el uso del pe- tróleo; veamos su verdadera causa. La mayor parte de los aceites brutos contienen un gas muy inflamable, que empieza á desprenderse á los 35° poco mas ó menos; pero si la destilación se conduce mal, los aceites destinados al alumbrado retienen cierta proporción de él, que con frecuencia basta para hacerlos tan inflamables y á veces mas que el alcohol ó la esencia de trementina. Desde luego se conciben los peligros á que puede exponer su uso. La primera condición de los aceites de petróleo destinados á quemarse en lámparas de mechas planas, consiste por consi- guiente en el grado que marquen en el densímetro; y nos complacemos en reconocer que las principales fábricas que se dedican á esta nueva industria, ejercen una activa vigilancia sobre la naturaleza de los productos que hacen entrar en la circulación. (1) Seria interesante reemplazar esta sustancia tan insalubre y perjudicial en razón de su fácil combustibilidad. 10 Hemos extractado casi lestualmente del folleto de MM.Slap- fer ySaulter los puntos mas culminantes; pero no hemos po- dido hacer mas que resumir los cuadros numéricos que ofre- cen la marcha comercial ascendente y después descendente del petróleo: la diferencia tan grande acaecida en este último año, no puede explicarse sino por haber disminuido algún tanto el entusiasmo que primero hubo por dicho sistema de alumbrado. Por el contrario, es probable que este producto natural tenga un gran porvenir, pues sus derivados, que loda- via están mal estudiados, son ciertamente de un gran interés industrial. En cuanto al disfavor naciente del aceite del alum- brado, proviene, como ya hemos dicho, del fraude, ó del poco cuidado de ciertos fabricantes: el producto puro no ofrece ningún peligro en su uso y proporciona una economía indu- dable. El petróleo bruto es por lo tanto una mina fecunda, cuya explotación exige el auxilio ilustrado de la ciencia. METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de noviembre de 1864. Aunque en la primera década de noviembre dominara el viento del N. E., en ocasiones fuerte y seguido, fluctuara la presión barométrica al rededor de 70omn\ y disminuyera la temperatura, no por eso se despejó el cielo, ni cesó de llover con frecuencia en los cinco primeros dias. En los siguientes, 6 y 7, sí que desaparecieron las nubes, mostrándose entonces la inmediata cordillera coronada ya de nieve, y, en el se- gundo de aquellos dias, cubierto de escarcha el suelo al ama- necer. Pero en el 8 volvió á bajar el barómetro, se inclinó 11 hacia el S. la veleta, y comenzó á entoldarse el cielo; en el 9 aumentaron las nubes y se sintió un intenso frió; y en el 10 lloviznó y hasta cayeron menudos copos de nieve. En los tres primeros dias de la segunda década anduvo el viento indeciso, el cielo se conservó un poco anubarrado, es- carchó al amanecer, y, Iras la salida del sol, se formó, por efecto de esto mismo, una neblina baja y densa. El 14 fué dia muy nuboso y revuelto, y lo propio, y además de lluvia, el 15; é igualmente nubosos, revueltos á ratos y algo lluviosos, los restantes hasta el 20. Durante este período soplaron los vientos del S. E. al N. O., por el S.; y el barómetro se elevó, desde 697mra de altura, correspondiente al dia 14, á 712, 7jue marcó en el 20. En la tercera década fueron dias revueltos, ó agitados por un viento constante y fuerte del O., los comprendidos entre el l.° y el 27, y algo mas apacibles los 28, 29 y 30, en los cuales sopló el viento del E. y S. E.; y, en particular, nebu- losos, nubosos y variables los 21 y 22; muy nebuloso y húme- do el 23; de lluvia antes de amanecer, y fresco y variable luego, el 24; poco nuboso y de lluvia también el 25; revuelto y nuboso el 20; tranquilo y despejado el 27; y de escarcha, neblina pol- la mañana y nubosos luego hasta la noche, los tres últimos, 28, 29 y 30. Desde el 21 al 25 la presión barométrica descendió de 714mm á 694, para volverse á elevar otra vez á 714 en los 5 dias restantes. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 CUADRO 12 BAROMETRO. TERMOMETRO. Am A. máx. A. mín . T 1 m T. máx. T. mín. mm 705,1o mm 705,93 mm 704,72 12 °0 14*2 10?0 704,16 704,69 703,34 12,0 15,5 10,2 704,18 704,92 703,34 11,8 16,0 9,0 703,36 704,56 702,24 11,9 14,0. 9,2 704,18 705,58 702,58 12,1 17,0 9,2 705,65 706,19 704,69 9,2 16,0 3,2 704,91 705,50 704,13 4,0 9,2 0,5 704,22 705,20 703,64 2,2 9,0 -1,9 702,50 703,42 701,87 3,0 9,2 —2,3 701,45 701,87 700,97 3,8 9,4 —0,3 702,11 702,61 701,36 4,3 10,6 —1,0 703,87 705,20 702,91 5,3 11,6 0,2 704,37 705,25 703,19 6,9 13,2 -i,o 698,78 701,92 696,89 10,5 14,7 7,0 698,92 700,48 697,40 8,9 12,3 5,8 701,49 702,58 700,53 10,5 13,8 5,4 704,74 705,10 703,95 11,5 14,6 8,5 709,33 711,07 706,31 9,4 14,0 3,0 707,47 709,62 706,14 7,2 10,5 1,0 710,11 712,18 707,48 8,0 12,0 5,5 712,52 713,66 710,53 9,2 12,8 5,3 712,33 713,02 711,78 7,7 14,4 2,8 707,70 710,95 702,98 6,2 14,4 2,6 700,84 701,92 697,75 5,7 9,0 3,8 698,22 702,40 693,59 8,8 12,7 4,0 703,66 706,44 702,17 10,5 15,5 6,3 710,29 711,09 708,85 8,6 14,5 4,0 712,95 713,73 711,65 5,2 6,7 2,2 713,67 714,29 712,91 7,9 13,0 2,8 713,40 714,23 712,94 5,6 12,0 1,7 PRIMERO PSICROMETRO. Hm ! Tn U1 m 1 ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 94 mm 9,8 mm 0,5 mm 0,4 N.E. 9 1 95 10,1 0,8 2,5 N.E. 9 2 88 9,0 1,5 1,4 N.E. 9 3 87 8,9 2,1 3,0 N.E. 8 4 90 9,5 1,5 12,8 E.N.E. 8 5 74 6,5 2,6 » N.N.E. 0 6 68 4,8 1,7 » N.N.E 1 7 83 4,4 1,5 )) N.E-S.O. 3 8 84 4,7 1,0 )) N.N.O-S.O. 5 9 91 5,5 0,6 0,4 S.S.E. 7 10 88 5,4 0,9 » N-S.E. 4 11 85 5,6 0,0 » N.N.E-S.O, 2 12 81 6,0 1,0 » s.s.o. 8 13 95 9,0 1.4 >) o.s.o. 9 14 73 6,1 2,4 1,7 0. 4 15 88 8,4 0,8 2,5 0. 10 16 90 9,2 0,9 » o.s.o. 6 17 73 6,3 1,7 1,0 O.N.O. 0 18 89 6,8 0,8 0,1 N.O-S.S.E. 8 19 67 5,2 2,2 ' 0,4 O.N.O. 2 20 73 6,4 1.6 » O.N.O. 4 21 77 5,9 1,0 » O.S.O. 3 22 95 6,7 U 0,4 S.S.O-N.O. 10 23 75 5,1 1,1 9,5 O. 4 24 72 5,9 1,6 2,7 0. 2 25 I 69 6,4 2,5 » 0. 2 26 81 6,8 0,9 » 0. 0 27 99 6,6 0,4 0,1 S.S.E. 9 28 85 6,7 0,9 » E.S.E. 3 29 90 6,1 0,4 » E.N.E. 0 30 14 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Ain á las 6 m. ............ . mm 704,08 mm 703,70 mm 708,11 mm 705,30 Id. á las 9 704,60 704,59 708,86 706,02 Id. á las 12 704,01 704,01 708,69 705,57 Id. á las 3 t 703,35 703,47 708,40 705,08 Id. á las 6 703,72 704,02 708,55 705,43 Id. á las 9 n 704,07 704,51 708,66 705,74 Id. á las 12 704,01 704,55 708,65 705,73 K 703,98 704,12 708,56 705,55 A. máx. observadas (1). .... . 706,19 712,18 714,29 714,29 A. mín. observadas (2) ; 700,97 696,89 693,59 693,59 Oscilaciones extremas 5,22 15,29 20,70 20,70 Om diurnas. 1,63 2,97 3,66 2,76 O. máx. (3) 3,00 4,93 8,81 8,81 O. mín. (4) 0,90 1,15 1,24 0,90 (1) Dias y horas de la Observación. . 6-9 n. 20-12 n. 29-9 m. 29—9 m. (2) Id 10 3m. 5 14—3 t. 23—6 m. 25—6 m. (3) Dias de la observación 14 25 25 (4) Id 10 17 22 10 (*) Ax = 705mm,50 + 0,02 sen. (a? + 180° 0') + 0,41 sen. (2 x + 160° 150. 15 CUADRO TERCERO. Tm á las 6 ra Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 t. Id. á las 6 . . Id. á las 9 n Id. á las 12. . T Oscilaciones T. máx. al sol (1). Id. á la sombra (2) Diferencias medias. T. mín. deVaire (3). Id. por irradiación (4) .. . Diferencias medias Om diurnas. O. máx. (5) 0. mín. (6). (1) Dias de la observación (2) Id (3) Id (4) Id .. (3) Id , (6) Id . ......... TERMOMETRO* 1.a década. 2.a 3.a Mes 0. 5o, 9 5o, 1 4o, 6 5°, 2 8 ,1 7 ,0 6 ,2 7 ,1 11 ,2 10 ,5 9 ,9 10 ,5 11 ,3 11 ,4 10 ,9 11 ,2 8 ,2 9 ,0 8 ,3 8 ,5 5 ,8 7 ,7 7 ,2 7 ,2 5 ,9 7 ,0 5 ,7 6 ,2 8 ,2 8 ,3 7 ,5 8 ,0 19 ,3 15 ,7 13 ,8 19 ,3 26 ,8 25 ,2 22 ,1 26 ,8 17 ,0 14 ,7 15 ,5 17 ,0 8 ,7 5 ,6 4,3 6 ,2 —.2 ,3 -1 ,0 1 ,7 -2 ,3 —8 ,7 —5 ,0 0 ,0 -8 ,7 2 ,9 2 ,7 2 ,0 7 ,5 8 ,3 9 ,3 8 ,9 8 ,8 12 ,8 14 ,2 11 ,8 14 ,2 4 ,2 6 ,1 4 ,5 4 ,2 5 íi 97 y 30 5 5 14 96 5 9 11 y 13 30 9 9 13 93 y 98 9 6 13 93 13 1 17 98 1 (*) Tx = 7°,69 + 2,77 sen. (® + 48° 4') + 0,98 sen. (9 x + 51° 37'). n CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1 1.a década. 1 2.a 3 a Mes (*). flm á las 6 m 91 89 92 90 Id. á las 9 89 87 88 88 Id. á las 1 2 77 76 73 75 Id. á las B t 78 72 70 73 Id. á las 6 86 81 77 81 Id. á las 9 n ... . 89 87 83 86 Id. á las 12. ..... . 89 88 88 88 H. media 85 83 82 83 (*) Hx = 84,0 + 7,7 sen. (a? + 226° 36') + 3,8 sen. (2® + 213° 160- 1." década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Tm á las 6 m. ....... . 7,2 6,0 5,7 6,3 Id. á las 9. 7,5 6,6 6,3 6,8 Id. á las 12. 7, 9 7,2 6,6 7,2 Id. á las 3 t 8,0 7,3 6,7 7,3 Id á las 6. 7,8 7,0 6,2 6,9 Id. á las 9 n 6,9 7,0 6,2 6,7 Id. á las 12 . . . 6,5 6,7 6,0 6,4 Tn media. 7,3 6,8 6,3 6,8 (*) Tx— 6mm, 73+0,32 sen. (a? + 52° .84'} + 0,11 sen. (2# + 84°50'). 17 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. 43 E 161 29 E 58 s 60 S. 0 150 0 102 N. 0. ... ... 117 Dirección de la resultante 73° N. O. Intensidad (horas) 112 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media lmBQ,3 Id. máxima (dia 6) 2 ,6 Id. mínima (dias 28 y 30) 0 ,4 Dias de lluvia 15 Agua recogida 38mm,4 Id. en el dia 22 (máx.) 12 ,3 Dias despejados 5 Id. nubosos 16 Id. cubiertos. 9 Dias de calma 2 Id. de brisa 5 Id. de viento 14 Id. de viento fuerte. 9 TOMO XV. 2 CUADRO SEXTO. 18 cj « ss v. ec O O en &e *-*T- 50 ^ JO *!Í ®q fl5 O ◄ o ■^OO^COOlsO^CO s • oooooocsasooir^ir^ 2 53 O g^l>50 00^0I>t> q5 a so oc co so co" r-T co" so" ce H -< es ¡2 H o oe co r- ei oo es es co" ®~ r-* so oc es r-" U3 Cu s ca H hfl5(N®IOhOt' © acscot^soo^soso 55 S CO ^ t-h" co oc co" co [2 00-^00000 en O E— .W . M .O .Ó Z . W # c/5 . O > Z c/i c« Z t» ce o ©IrHíOíOO^ÍOTH o «Jj r^^r^rH^l^OCC >- ce fie en ce o Miguel Merino. 19 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de noviembre de 1864. Arbutus IJnedo, i,. Viola tricolor, L, Viola odorala, L. Poa annua, L. Rascas aculealus, L. Campanilla obliquifolia, Ten. Alyssum maritimum, L. Senecio reclinalus, L. fil. Alercurial is annua, L. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid durante el año del mismo nombre de 1864. El siguiente resúmen de. las observaciones meteorológicas, efectuadas en Madrid desde el l.° de diciembre de 1863 al 30 de noviembre de 1864, ó sea durante el año meteorológico de este último nombre, consta de diversos cuadros de números, formados de la manera que se explica á continuación. El l.° comprende las alturas medias mensuales de Ja co- lumna barométrica á diferentes horas del dia; su promedio, ó altura media convencional, muy aproximada á la verdadera, de los meses; las alturas máximas y mínimas observadas en cada mes; las diferencias de estos últimos números, ú oscila- ciones extremas del barómetro; el promedio de las oscilacio- nes diurnas; y las oscilaciones máximas y mínimas de esle nombre, con expresión de las fechas á que las observaciones directas corresponden. El 2.° contiene el mismo género de datos que el anterior, pero con referencia á las cuatro estaciones del año y á esta unidad total. El 3.° resume y completa la primera parte de los ante- riores, pues comprende las fórmulas del movimiento diurno del barómetro por meses, estaciones y año. Los primeros tér- minos de estas fórmulas expresan los valores medios de la presión barométrica en los distintos periodos á que se refie- ren, contando con la observación probable de las 3 de la ma- drugada, obtenida por interpolación, y que puede deducirse de aquellas mismas fórmulas, atribuyendo al ángulo x el valor 225°. Esta cantidad variable, ¿c, deberá recibir á medio dia el valor particular 0o; el de 45° á las 3 de la tarde; y así sucesivamente en las demás horas. Los cuadros 4.°, 5.® y 6.°, relativos á las indicaciones del 2i termómetro, están formados bajo el mismo plan que los prece- dentes, y no demandan aclaración alguna particular. En el 7.° figuran las temperaturas medias por décadas, deducidas de la observación del termómetro ordinario, colo- cado al aire libre, y de otros cinco termómetros enterrados en el suelo á las profundidades de 0m,6 el primero, y de 1n\2, lm,8, 3m,0 y 3m,7 los restantes, en el orden en que se hallan indicados en el cuadro. Estos cinco termómetros solo se ob- servan una vez á medio dia. Los seis cuadros que siguen al anterior son relativos al psicrómetro, y tan parecidos á los seis primeros, que su pronta y acertada inteligencia no debe ofrecer la menor dificultad después de lo ya dicho. La fracción de humedad, señalada con la letra H, y la tensión del vapor de agua existente en la atmósfera, con la inicial Tn, se han calculado con auxilio de las tablas psicrométricas insertas en el Anuario del Observa- torio. El cuadro 14 comprende, en primer término, la expresión de las horas que en los 12 meses del año han soplado los ocho vientos principales; en segundo la relación de los vientos del N. al S. y del E. al 0.; y en tercero, la dirección é inten- sidad aproximada de la resultante. Los primeros números se han deducido de las indicaciones continuas de un anemóme- tro del sistema de Osller; los segundos proyectando los vien- tos intermedios N. E., S. E., etc., sobre las direcciones de los principales N., E., S. y O., y dividiendo después los números correspondientes á los dos primeros de estos vientos por los que representaban los valores de los opuestos; y los últimos, considerando á cada viento como una fuerza de intensidad igual al número de horas que reinó, supuesto únicamente aproximado á la realidad de las cosas. Por no haber funcio- nado siempre bien el aparato, fallan entre los primores nú- meros algunas horas, cuya influencia en los resultados finales debe considerarse como insignificante ó despreciable. El cuadro 15 es una simple reducción del anterior. El 16 consta de dos partes algo distintas. En la primera, ó de la izquierda, figuran los cambios parciales de dirección del viento, ó pasos de un rumbo á otro inmediato, con expre- n sion del sentido en que se efectuaron; y en ia segunda esto mismo relativamente á los giros totales ó vueltas de horizonte completas. Para deducir de las hojas anemométricas los pri- meros resultados, ha sido menester: l.° prescindir de los cam- bios de rumbo muy frecuentes ó de corta duración, de la propia amplitud y recíprocos; 2.° prescindir igualmente de aquellos cuya amplitud no abarcaba medio cuadrante; y 3.° anotar, por el contrario, en cada vuelta de horizonte los ocho vientos, por mas repentino que fuese el giro. Aun ateniéndose á esta pauta, queda siempre en el recuento de los cambios de rumbo algo de arbitrario ó indeterminado, que es muy difícil evitar. La indecisión, sin embargo, debe influir mucho mas en los valores de las relaciones de los números correspon- dientes á cada inicial N., N. E., etc., que en los de sus dife- rencias. El número de giros completos y la expresión de su sentido se han deducido del examen atento de las hojas ane- mométricas, sin omisión alguna, al menos voluntaria. En el cuadro 17 se hallan reunidos los elementos necesa- rios para formarse idea del estado de la atmósfera en el curso del año. Figuran en él , en primer lugar la evaporación media del agua, y la máxima y mínima correspondientes á dos dias de cada mes, expresadas en milímetros; luego los dias de lluvia, y aquellos en que hubo tempestad ó amagos de haberla, cuando menos; la cantidad de agua recogida en cada mes y la máxima en un solo dia; los números de dias despejados, ó en que las nubes no entoldaron ni dos décimas partes del cielo visible, los nubosos, ó en que las nubes se extendieron sobre mas de dos y menos de ocho décimas, y los encapotados ó cubiertos; y, últimamente, los dias de calma, brisa, viento y viento fuerte, que prudencialmente se contaron en cada mes. Los cinco cuadros que siguen á éste indican por estaciones y al cabo del año la dependencia que entre los varios fenó- menos meteorológicos ha existido. La primera columna con- tiene el número de observaciones, de donde se han deducido los resultados de la derecha; concordando el total con el de observaciones efectuadas en aquellos periodos, á razón de 7 cada dia. La segunda expresa el orden de sucesión de los n vientos; orden á que los demas fenómenos se han referido. Y las restantes comprenden los valores medios de la presión ba- rométrica, de la temperatura, humedad, tensión y cantidad de nubes, obtenidos sumando los números correspondientes á las diversas observaciones efectuadas, y dividiendo las sumas pol- los números del márgen. Y, en fin, en los cuadros 23 y 24 se hallan recopilados, con la necesaria claridad, por décadas, meses, estaciones, y al cabo del año, los principales resultados meteorológicos com- prendidos en lodos los anteriores. CUADRO I. Barómetro en milímetros y á 0o de temperatura. 24 ® ©i f>* oo e© «a* e© osqwo^t^^ 2© a© 05GC ©* WF a© re- ® F OO OS a a ^«¡ÍO© F" F* «aX OS «a* HC5« t» S© t- ec / / 1 •oisoSy c© rere :© oo ©s ® f ©ii©XF^aís» oo oo' oo' I " a© tO F''" F~f O O' O O O O O l>F'L''I>l>F'F> 707,64 712,79 701,04 11,75 O reH os c© a© oo ©fe© o 10. .9 m 19. 6 t 1 20 i) i i •°;inf eocoo^ooos a© F^ ©5 e© rere 00 reH F l " 1 " GS a© C© f' O O O O O O O F F F F F F F 707,01 o c© -5# O C© í©^ o© o©f F- F o e© «© 0_©_F ©f a© O a- ©«en 05 eo a© «a* e© f a© o© a© «©©J^MnH a© OS OO re- ©©^OS *5#. os o a© -a# F^O a- \ oiunf OO OO X t> F" OO oo' ® ® O © O ® o F F F F F F F oo o F- -aÍF^C© reH OS reH F- í© ©f a©' rere t> oí ( ©JOW^FHX re- *aX OO OS F a© F a© a© a© «ai «WT a© a© O O' O O O W o F- F» F^ C^> F^ F^ F^ 705,64 712,00 695,49 16,51 a© ©l e© -aH re-H e©^ ©í «aí rere' a- 05 ÍO^^. ©á o¿ w ss 1 -re \ 53 \ p— ¡ I i«jqv ©1 ©1 ÍO *-< F’ «© a©^os eo^aa^a© oo^ a© a©' a©' a©' ^ a© a© o o o o o o o F^ F'- F^ F^ F- F- F”» 705,25 710,91 699,85 11,06 ® e© «aH , ® ©l_OC ©fe© ®' 1 a- 05 ^ \ gí jó Ore f OZJBJtt a© ©i f- ^re re os os «s^O^F^?© OO^í© rre ©1 o O re" v— 1 O O O O O O O FFFFFFF 701,41 713,33 687,93 25,40 OS *s* OS e© OS^rere^ e©' 00 reH a - ci © ■re * ® r#> o 2 ^ "ó -d -o j-} w o'3 . c S £ G .Oí rx re s.g S g . — -cu ■° a a . oo • a .JO ."S ¿ • © ►■a» a c« O) ce ai 5352 J 25 CUADRO II. Barómetro en milímetros y á 0o de temperatura. A m á las. Id ...... . 9... Id 12... Id 3 1. . Id 6... Id 9 n. Id .. 12... A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2). Diferencias extremas. . . O.1 2' máxima diaria (3) O. mín. diaria (4). . , (1) Fecha de la observación. (2) Id Invierno. Primavera. Verano. Otoño. © < 709,12 704,37 708,05 705,24 706,70 709,68 704,78 708,29 705,79 707,13 709,32 704,31 707,79 705,27 706,68 708,41 703,36 706,86 704,51 705,78 708,72 703,36 706,70 704,82 705,90 709,20 704,16 707,56 705,34 706,57 709,24 704,34 707,72 705,36 706,66 709,10 704,10 ,707,57 705,19 706.49 717,43 713,33 714,39 714,29 71 743 690,26 687,93 697,98 686,24 68 624 27,17 25,40 16,41 28,05 31 19 2,20 2,62 2,26 2,73 2,45 7,49 8,94 6,70 8,82 8,94 0,63 0,84 0,76 0,90 0,63 Ener. 24 Marz. 12 Junio 17 Nov. 29 Ener. 24 Febr. 20 Marz. 20 Junio 12 Oct. 27 Oct. 27 (3) Id, (4) Id, Febr. 11 Marz. 26 Dic. 6 Abril 14 Junio 11 Oct. Julio 15 Nov. 22 Marz.20 10 Dic. 6 Fórmulas barométricas . 26 ^ C> w *3# *5* 2© 50 ?o oo oc oo 'v 1 T 1 T 1 'V 1 \ i ©— 1 > ' ^ \ I > 1 ©— 1 A 1 V l \ I T"~ I ^ 1 +++ +++ + + + +++ ++++ X! X! Xí XI xí ©? ©* ©í ©í CM XI XI xi ©I ©* ©í X! X! X! ©*©«©! X Xí X XI ©J ©1 ©I ©3 c © *«* **•< X! X! X) c © ¡s cae ® ® ce ©I ©J oo w >5í M cea © a o? en en en oo so <— ^ ^ casa Oí © © © en en en en te ^ t'- «sj< *3* C© *3* O O O O + + + + + + + + + + + + + + + T O 2© ©l ©í 2© O O O o te ©i OC t" 30 + + + +++ + + + XI X! X! X! Xí x © I O •3-1 «3* o o © oo st te ^ oo ^ ©I +++ XXX + + + + XX X! XI cae © © © en en en OO 05 ©I ©J O *3* 2© *3* O C© 2© ©í O ^ ^ — O I> C' 1> a c a © © © en en en O «O O c © a © © © en vi zn co ^ O *3* 50 OO cea © © © en en en OO O ©I te ©i o caca © © © © en en en en 2© 05 o o te OO I '' o te o t-« t" r- i'' — ® te ce se oo ^ 2© ® O o L"' t" te o oo ® 2© íH ® ^ 2© O o o o r> i> ■f + + + + + + + + + + + + + + + + © « • I 1 ó • 2 ce ■_ • . • © • * * ¿ © -9 © © s • © © © © • • O ‘ . a s s 5 J2 © © > ce © '• c © © '© Q •— •_ © a a © a a N t-i ce s Abril May( Junic Julio Agos © © © Cfl O Z © J ’S a es »© •— © © *s O © Í5í J (x-t-1800 0')— | — 0,42 sen. (2x-f-154°39') CUADRO IV. Termómetro centígrado. r¡ ONOIO •¿aqaidiAOjfl ©J c»= SO GN SO ©1 ©1 O OMCC 0© ©i ©J so t” o «— oo r- «o oo ©í as oo" **4 v-f <-< ^ j ^ r-r a « ^ -aaqniDO h«waooeJo ©i ® so «sti so ih os" ©4 so r4 *j4 ©4 *-4 ce" so *s4 o as so r-H ri tH CO CO |> ® be as Ld Sí» •ojsoSy ©i r- oo oq -H ©j, o©ioo soso**# oo" «sfT as" —4 oo" *s4 rn" so as" r-4 t-" so ©ios r-t ©| OI CO ©I ©1 ©q ©1 C© rH ©1 rH ©1 ) ■°Hnr / ... »^rH j-^e^s©*s*s© oq sooor^ os o «o oo" so" as ^h" as r-4 so" oo" *-4 so so *-4 ^4 rH ©J ©í C© ©1 ©1 ©1 ©1 C©r-i©I r-i©l rH ■oiunf oohohx^ so, ® ^ ®> ascer^ so — " so so ®" r-4 th" so" oo" r^" so" ©4 so" *-! ©1 ©J ©» ©1 T“( <-« ©1 C© ©1 *1©l r- C) — o !■ ozjejfl \ so so th as oo so t'' os i©>soe© ®rno© ‘fl# t4\^" ©4 ® OO SO oo" r4® ©4 rioó'ío HHH ©1 j ©J T— 1 r- i i> se io ® i se ' es . Es9 ^ •oaaaqaj Qq,rH©s©soq. sorH ©i seceso ©J,ce,oq ®" se" r4 ®" so **4 ce" so" as"oo"r4 ©4r4r-4 r- j ©1 ^HrH jíí eo — (N 1 oaaua *5# oo os ©i ® os, rr Gí^-Hce as as ce r4 ©4 so r4 so ce ©4 *«4 ce" as ©4 t> fe ce rH | ©1 rH 00WWM (N so oo v* so * X! ©1 ©í + ©o ©I ©1 « o o 8) l?l O! so i> m O CO ÍO X X 50 I''" M SO !Í5 Oí CN )" ,% M r( « 05 o o o o 30 OI SO 50 X O O M T + + T + T + i + i T i i i + i X X X Oí ©í OI XXX (01 (Oí ©5 i* X * ©1 ©1 ©I X X X X ©1 ©I ©1 ©1 © © (» ce © ce © ce © ce e © ce © © © ce ce ce © ce © © ce ce © ce © ce © ce c © ce 5© ©1 C© 5®^ OC eo^ O o i© OO o 1+ SO -+ ©I c© oo^ o X M X v# o co X »íH *H SO Oí X x ^ iii © ® iii ® ® iii *“■< O iii o O iii+ ©XX 5b WWW OI v# so X ® ^ ^ 81 ^ 50 ^ 8í H X o o*" o c© c© O o c OO ©» ©i o o o rt X X o o o o i© ©i V# V* H~ 4 ”t~ x x x + T 1~ XXX + ~b + XXX + + + XXX SO v?( v# + i + + X X X X ©' e o v © © © ce ce ce ñ o a © © as ¡e ce ce O so ®1 o 30 *4 # as vi ©i so" SO vi JO i + + + + + 5© OO s© OO 3© 00 1- OO »> X ©í © ^ « ■* oc" so" ri © © © © © >• o © < O Z — s- >■ Ano 13,62+4,72 sen. (x-|-42025')-H>,98 sen. (2x+54°32’) 30 CUADRO Vil. Temperatura de la tierra. MESES. a cd o -0) Q Temper media del aire. TERMÓMETROS ENTERRADOS PROFUNDIDAD DE Á LA 0n\6 r\2 ln\8 3n\0 3m,7 / 1.a 7°,0 7°, 4 9o, 7 10°, 9 12°, 6 13°, 4 Diciembre. J 2.a 4 ,7 4,1 7 ,3 9 ,5 11 ,9 12 ,8 3.a 3,7 3 ,3 6 ,2 8 ,2 11 ,1 12 A 1.a 2 ,4 2 ,3 5,1 7 ,2 10 ,3 11 ,4 Enero. 2 a S ,8 5 ,1 5 ,8 7 ,0 9 ,9 11 ,0 3.* 4,2 4,6 6 ,3 7 ,3 9 ,6 10 ,6 1.a 2 ,5 2 ,2 5,1 6 ,8 9 ,2 10 ,1 Febrero 2 a 8 ,0 6 ,0 5 ,8 6 ,6 8 ,8 9 ,9 3.a 5 ,0 3 ,9 5 ,5 6 ,7 8,7 9 ,5 Ia 8 ,6 7 ,2 6 ,9 7 ,2 8 ,8 9 ,5 Marzo. 2.a 9 ,3 7 ,2 7 ,4 7 ,6 8 ,8 9 ,5 3.a 8 ,7 9 ,5 7 ,8 8 ,2 8 ,3 8 ,9 1.a 15 ,0 11 ,8 9 ,6 9 ,0 9 ,2 9,7 Abril 2 a 12 ,2 11 ,7 11 ,3 10 ,5 9 ,8 10,1 ' 3.a 14 ,6 12 ,7 11 ,7 11 ,2 10 ,5 10 ,5 í 1.a 16 ,1 14 ,3 13 ,1 12 ,1 11 ,1 11 ,2 Mayo j 2.a 18 ,6 15 ,6 13 ,8 12 ,9 11 ,4 11 ,3 ; 3.a 20 ,2 18,6 16 A 14 ,6 12 ,1 11 ,9 j r 1.a 18 ,2 17 ,4 16 ,5 15 ,3 12 ,9 12 ,4 Junio. . , < 2.a 21 ,8 19 ,0 17 ,1 15 ,8 13 ,5 13 ,0 l 3.a 24 ,6 22 ,1 19 ,5 17 ,3 14,1 13 ,5 1 f 1.a 25 ,6 23 ,3 20 ,8 18 ,6 15 ,0 14 ,2 Julio < 2.a 23 ,2 21 ,4 20 ,6 19 ,1 15 ,7 14 ,8 .1 { 3.a 28 ,2 24 ,5 21 .7 19 ,7 16 ,3 15 ,5 1 í 28 ,2 25 ,7 23 ,2 20 ,9 17 ,0 16 ,0 Agosto i 2.a 25 ,8 24 ,5 23 ,3 21 ,5 17 ,7 16 ,6 & 1 3.a 22 ,6 21 ,7 22 ,2 21 ,2 18 ,0 17 ,0 [ 1.a 24 ,5 22 ,7 21 ,8 20 ,7 18 ,1 17 ,3 Setiembre. . . 2.a 17 ,5 19 ,5 21 ,1 20 ,5 18 ,0 17 ,3 i { 3.a 21 ,1 19 ,6 19 ,6 19 ,5 17 ,9 17 ,3 f 1.a 15 ,7 17,1 18 ,8 18 ,9 17 ,6 17 ,2 Octubre 2.a 13 ,0 13 ,7 16 ,1 17 ,2 17 ,0 16 ,8 i ' 3.a 11 ,0 11 ,5 14 ,2 15 ,5 16 ,3 16 ,3 ( 1.a 8 ,2 9 ,9 12 ,9 14 ,3 15 ,4 15 A Noviembre 2.a 8 ,2 7 ,9 10 ,4 12 ,5 14 ,6 15 ,0 i ( 3.a 7 ,5 7,6 9 ,8 11 ,6 13 ,7 14 ,6 Promedios generales 14 ,2 13 ,2 13 ,0 13 ,5 13 ,1 13 ,2 Diferencias extremas 25 ,8 23 ,5 18 ,0 14 ,9 9 ,4 7 ,8 Psicrómetro.— Humedad relativa. 31 OTOÑO. / ajqiuaiAO^ OOOWÍIÍHWOO CC ® ©1 ® OO 00 OO OO 30 ® Síí / -aaqmoo (N OO IXSí 05 W 05 CO O® ® oo r" r-* t'* oo oo oo ®so i \ •0jqai8i'i8S v Oí l> OO l>(?l ® oo® t"- ® SO ® SO ® oo^oo n eo. e© os so os oo o so ©i ^ ©í h ^ ©í©i©T h ©T h eo eí o e©'©T^Tc© ©* + + + + + + + + + + + + + + + + + os oo es c i- ;L r + + + + + + -f + + + + + + + OO ^ *a# SO oo OO O ©I ^ W EO SO 00~ EO oo t" EO F" hQ So® .2 ^ S 3 ® j=» • « a 05 Q W &H o N ra r© O a 3 a ,2 S a *p — S -< ® fe* as S S as ® 2 > o o O 55 o ® > es > -i £ Oh § 2 «3 ifl fe* O ® t- > O TOMO XV. CUADKO XI. 34 35 CUADRO XII. Psicrómetro.— Tensión del vapor. In\ ierno. Primavera. | Verano. Otoño* © )C •< Olas 4,6 7,5 10,9 7,9 7,7 Id 9... 5,2 9,0 13,0 9,0 9,0 Id 12... 6,3 10,1 13,6 9,6 9,9 Id 3 t. . 6,5 10,1 13,5 9,9 10,0 Id 6... 5,7 9,2 12,4 8,9 9,1 Id. 9 n.. 5,3 8,2 11,3 8,6 8,3 Id 5,0 7,7 11,0 8,2 8,0 rptl 5,5 8,8 12,3 8,9 8,9 Id. máxima 11,2 17,7 20,2 16,1 20,2 Id. mínima 2,2 3,1 6,4 3,7 2,2 Fórmulas psicr ométricas. — Tensión.— 1864. * X X (N Sí o *3# o o W *?ü w *5ÍÍ ■>¡5H »s* + + + X X X c c c ® © ® ai te 7! i i© ©I ©O ^ § § § 03 03 03 ff© ©O c c a c © © © © OI OI 03 03 ©5 0© ©O ©O ©O ©I ©O ©I ■f + 'f +"l_"f +i+ + + + + + + + + 0© oo ©I ^ «JJ! + + + XXX + + + XXX L^< Q5 •'SH a© ^ a© + Í ^ M X X O ©Í tO 03 <-H ©I f-l O o O © a© zc o© oo a© «© a© + + + + M X X * 2T7 + c c ¡= O 02 02 03 03 03 ©i a© ©1 H W OO C 3 33 O 02 ©2 03 03 03 ©J O O OO O S S 03 03 03 !"■ *=# ® ©O 03 CSC © © © 03 03 03 *s# a© ©i ©o oa a© ¡=3 c c s= © © © © 03 OI 03 03 (N OO w ^ OO ^ ÍO © ■f + + + + + T + + + + + + + + + + ,-As nr\ ^mU ene! ©3^3 ©3^ Ai /*A Al l «iA ' ©O © OO ©O *5#l I t-H ©I C© ©I ©O £© 0© ©í OO O SO© .2 S-I S-I o 02 JC 2 c © o W h o n re es ^ es S S O 5aC .Q 02 'e afee = ^2 02 .© s -r 02 o o £ O ¡z; 02 > o 05 c S £ '§ U, 02 Om > O Anemómetro. — Vientos reinantes en cada mes , espresados en horas. 37 •alquiaiAOíj OrHOSOOOOffir' M#0(?llOOWOrH r— ( 0,98 S *-• co c— •aaqnioo 0?OI>0(N©J©1I> Or-iH»!ÍtOaCOOI> ©i <50 O 0,49 <=>o OQ OO oo •<í* 9aqai3i)9S OíOXrHHvü^OS os^e^cMoososo^ rH r-! T— H ©1 oo o 0,54 ^cc co co © ^ oo co oisoSy ÍOCC»HOt>®05 01050 0 05^00^ °!lnf 3C I ^ 1" <— r- r— i ©1 OlUilf »^^OIr^OOv5lOOSO rtl>OM0005®l OS I- ©i t'» OO ©J - ®1 OjÍBftí ujqy ^HOeOr-r'-JT'-^H® f SO ‘«X 05 rH O rH ■<— I OS r-T o- "OZJBJ^J OÍOSOOOMOOSI T- SO *Jj( ^ OO OO l'' v# co . co •ojájqaj (MOÍ0X»nh9I05 05 05 ^ eo ©J OO r-l 1> •oaaug ^{©©«OOfOSCOO HC0 05r^05t>COX aaquiaioiQ COOOSOCOCS©!©*©^ «050W ©1 C© *-l w M O X3 tí 02 S.-s m ’fl o S25 2;wc/3'c/3c«0^: ¡zicflWi©: cc¿í 38 CUADRO XV. Resúmen del cuadro anterior. Invierno. Primavera. Verano. Otoño. © «= < N •2í21' 217h 245h 196h 900b N. E 761 267 244 320 1592 E 240 174 252 74 740 S. E 187 177 149 224 737 S 220 343 205 303 1071 S. 0. 176 455 475 486 1592 0 179 224 281 238 922 N. 0 179 346 345 343 1213 N s 1,90 0,82 1,02 0,83 1,06 0 E 2,12 0,62 0,62 0,56 0,82 Resultante 48° N.E. 65° S.O. O o I- oo 69° S.O. 72° N.O. Intensidad 645h 333h 332b 391h 544h CUADRO XVI. Anemómetros. — Giros parciales y completos del viento. 39 GSZ OD O QJ *r\ u (MHr-nOriHOOCOC •ai ©I rH O IT- 3 S O fH ©©OT© nSín «O <=> t rií^íOMJí0 35C5!í5 9ííf5COC0 rH r— ( r— 1 rH >ri rH •ai IT- í© •ai rH C© »ai ©1 rH CM es’ i «#rH^ri?OOí-(?líííffOt^H ri H rl tH 151 Sí rH rH rH 5© 0© rH C© *ai »ai C© c© 6© rH t o“?|iíDeootf5soeiío^oeí •ai OO C© I© O© Sí© t- •ai rH O ©1 oeoo5 rH rH rH rH rH rH rH rH r- ® ©i ©j ©1 •=# o© o© o© t 05(M^I>!Í5-Hr> O l> rH Ir- <0 rH rr rn rH ©>íí5oooOíoco rH rH rH nnH e© o© ® ® ©1 C© rai C© 126 OQ i e^lOíOCO^^tMCOÍOHOíN O rH 00 O© rH rH ©i c© t rH «ai ©I 05 rH ©1 C© rH 86 &a i eoffieí©eí(N(M9ioí©H(^ F- •ail^* O© &a t <^^co<£*coot-*®^^s^co r— i r^H H ©OOH© H ©© ©1 78 - 1 OÍSlWO^OOSÍfNeiHHW XO©l> rH CO t ©ít>eo9i©^r'HfO(Noi> rH hH rH rH ©1 ©1 rH Sí© rH ©I ©© ©1 ® 05 52h i r-i rH rH c© rH Ir- rH ©1 ©1 62 • o • • • • • . S 1 ® tn N.h P.2 O ® * 3' o oí .c¡ *5 c ® \3 -h o o fe «o.n o ■C a 2 'i £’E © -h >5 0*^0 o (3 CUADRO XVII. Evaporación. — Lluvia. — Estado de la atmósfera. 40 1 É— •ojqaia|AOfc[ too 0^05 Sneio rn Soo©i <-i ce 0O ©IOOtH *s#05WCi: goOrHCO SOOt'- rHrr rH r-H ( °!inr i© *5* S^.®A Or-iO rHt^XW Sooe^so S©|^ ^ ^ oiunf £0<0 coto©! ©t-OOM S;©®rH rH S©5©5 Hri rn r-H íOn PRIMAVERA. / OiÍB g^^C© E2®®* t-CDOO ©lOOr-^ B «© oo rn S r- oo r-H <— *^H rH < iRqv |L'T^CC^ ©S¡© 05 ©«05 ©ICO^OO SCO?©® Broce rH r— JO ©I \ OZJBfl[ \ | eo S oo ©i i— Sf-^o rH Bcooe Hn r— H s-e es 3 &É3 / 'Oiajqaj | ^ OOC |‘^®V 00 t- *«# ® í© ^ ® Bh®J© S©nr- rr rHr-r ©1 \ -oiaug | °°J t"V°. rH o 1 «© ©5 «© ©1 © 5© CO BorHO r-t So©©! h hh A aaqoiaioia \ ! ©1 *"!**£ ’rH© StT1'^ rHOO oo©iceoo SH«© Boo ©In Evaporación media Id. máxima diaria [d. mínima id Oias de lluvia . . [d. tempestuosos Agua total recogida [d. en un solo dia — . . Dias despejados [d. nubosos Id. cubiertos Dias de calma. Id. de brisa. Id. de viento Id. de viento fuerte.... L— X CO 'co íH co ÍO 05 9) vi i» ® oooooooscriosoot- CO CO CO **4+ SO W W* ® » «D O ÍO 05 CO ©* 05 CO ©J v 1 =t-T ví >íÍ »■ Í5 » ^ S°- SCO 9) C5 fH O vi O vi L " t"> í "" CO IT'- t"- CO O o o o t'» r^ o H . w w o . 6 ¡5 Z . w s. 0 > ¡2; CW C/2 szj coir'-cocovieoco©! 42 X X o as O ¡3 5© 05 00 ® OO 05 O© eí m co « t> ia « es ^H00 05©^?0*^00<— i t^5c?oooooi>r^r' goo o© o ei h «o o oo SoO os" 0©~ os" 00 05 o t-h <— i O© OO Sao a^r O' OO c© *3# OO 05 OO OO OO 00 05 «o a© eí ,-4 OO ©í o©"1 o o o o O <© O t- t" F" F' t" F- t ¿ o i W . w . 6 . O E* J5 23 w en O W > X en en X o© t" o© ao c© oe m x ^ n ©i 43 ec w h ^ oe os h h h1 ei m* ©í M eí cooeccsocso^ao Wífi!fi<00!050» a©? í©^ S© ® OO O ©I Ssí^-Tsíco'císsísír^' C©S©G©r-a©OSOO©5 Oí ©1 Vi Oí ©1 ©I ©1 ©4 *-H C© Vi ©1 (?) ffl (N (M s© :© oí ^©^eoooco g oí ©^ i> vi oí a© r- S©S OS Os QO ZO lO ifi tr¿ O O ® O O O o o i'5 f' i> i/^ t'* r" r- w w . O . O W tfi O . Z c/i Z 2 «O 90 c a© a© «ai ©í tr* tr* «o a© o© oc 44 o O H r— <0 O 05^ í© co eí vjT ir-T «© *af co 050H®5^M>?H05 j - oe 1- 1- se 1- 1- <© gtc O CC SO !Í5 h ^ 91 S 00 00 tr¿ OO 05 es" OO 00" oeoo©5«©oe®eo05 °eo* ©í r—, *5* 05 c© 05" oo~ Si- a «© c© O 30 ©í t— 6© 05 05 OO 05 ©1 C© 05 £0 as I- 05 co ©í í© O ® ® O 0 O O L- t- L— i— L— t- L— bü W . O • O . M c n % O C/2 1/1 CUADRO XXII. Correlación de las observaciones meteorológicas. año 1864. 45 íft X 1> ^ O © W3# eí ©i ©T so «© ¡o ao co so o ©i oo o I> OO íO ÍO 9s©^ ©I CO ©I 05 ^ M 9 30 I - » oí 05 o ® » ©I SO JO ©5 ©5 ©¡T co ^ co ©T co co ©f oo co co 05 *3# 1^ c© ©i 30 © flO rata c© SO^ c© vsH O "til os" QO I'-' *3* *3* «© ca ® ® 0 <© ® ® O es ir- I'' I -x 1^ r- !>• IT- til © . W . w . O . d H Z K , w _ in O U > lÁ C/2 © c© L , 00 í© c© ©l 01 ©i 00 c© 00 *3* c© i'' ©1 >• co co ©1 CO ©1 co eC a tu © © CUADR! Resúme 1X1 Diciembre.. Enero. Marzo. Abril. Mayo. Junio. Julio. Setiembre. ■í BARÓMETRO. TERMÓMETRO. A m A máx. A mín. Tm T. máx. T. mír mm mm mm o 1.a 713,98 717,28 708,53 7> 18°3 -2,4 2.a 711,08 717,18 705,81 4,7 15,1 -3,3 3.a 711,28 713,67 706,01 3,7 13,8 -4,9 1.a 706,01 709,35 701,76 2,4 11,3 -9,1 2.a 711,71 716,47 707,07 5,8 10,9 + 1,1 3.a 714,04 717,43 709,16 4,2 13,2 -2,4 1.a 706,72 715,98 694,52 2,5 12,3 -8,1 2.a 706,31 714,74 690,26 8,0 19,3 -5,8 3.a 700,08 704,87 693,79 5,0 14,9 -8,3 1.a 701,25 709,15 691,05 8,6 18,2 +1,2 2.a 703,95 713,33 687,93 9,3 21,7 -0,6 3.a 699,24 708,98 690,39 8,7 18,5 —0,4 1.a 707,21 710,91 702,19 15,0 24,2 +2,5 2.a 702,81 706,26 699,85 12,2 23,7 5,1 3.a 705,73 709,82 701,58 14,6 24,4 5,6 1.a 705,34 712,00 695,49 16,1 29,2 5,1 2.a 707,66 710,81 703,97 18,6 31,0 5,1 3.a 704,08 708,22 699,67 20,2 31,8 9,1 1.a 707,03 711,85 702,17 18,2 27,8 8,4 2 a 707,46 714,39 697,98 21,8 36,0 9,4 3> 709,67 713,76 706,51 24,6 36,0 11,1 1.a 706,08 708,88 700,36 25,6 35,8 12,2 2 a 707,12 709,64 704,38 23,2 34,2 11,8 3.a 707,75 713,00 701,61 28,3 38,5 14,3 1.a 708,36 712,79 704,89 28,2 39,0 14,1 2 a 706,45 711,17 701,04 25,8 37,8 14,5 3.a 708,07 712,08 703,24 22,6 34,1 11,2 1.a 710,12 714,11 706,54 24,5 35,4 13,6 2.a 706,98 712,05 699,41 17,5 31,6 5,5 3.a 708,92 712,41 703,95 21,1 31,6 9,8 1.a 703,48 707,05 703,71 15,7 25,0 10,6 2 a 704,16 708,35 701,22 13,0 22,3 4,6 3.a 696,85 706,41 696,32 11,0 18,8 5,5 1.a 703,98 706,19 700,97 8,2 17,0 -2,3 2.a 704,12 712,18 696,89 8,2 14,7 -1,0' 1 3.a 708,56 714,29 693,59 7,5 15,5 + !»1 1 47 x ii. ¡h décadas. ñ KÓUETRO. ATMÓMETRO. PLUVIOMETRO. ANEMÓMETRO. — — VIENTOS. NUBES. E m 0 A ra Em Lluvia. Dirección. ^ Intensidad. mm mm mm 8 6,2 1,0 0,7 49° N. E. 137 2 1.a) 8 5,8 1,7 )) 39 N.E. 233 2 2.a > Diciembre. 8 4,8 0,9 » 67 N.E. 190 2 3.a) 8 4,7 1,1 22,4 32 N.E. 122 6 1.a) 9 6,5 0,6 35,6 38 S.E. 51 9 2.a ¡Enero. 8 5,5 0,7 0,7 55 S.E. 29 6 3.a) 8 4,5 1,8 1,6 1 N.E. 111 3 1.a) ■3 6,2 2,1 D 37 N.O. 37 5 2.a ¡Febrero. 9 6,0 0,9 20,9 24 S.O. 114 7 3.a) 8 7,4 1,1 42,8 26 S.O. 170 8 1.a) 7 6,7 1,8 20,6 O. )) 3 2.a ¡Marzo. ' 7 6,6 2,6 9,7 80 S.O. 154 5 3.a) "6 7,9 4,3 )> 12 N.O. 52 2 1.a) + 8 8,8 1,9 37,8 47 S. 0. 57 7 2.a Abril. : 7 9,6 3,2 16,1 65 N.E. 33 6 3.a) 7 9,8 4,8 33,0 29 N.E. 12 5 1.a) 6 10,2 5,9 0,4 38 N.O. 29 2 2.a ¡ Mavo. 1 7 12,4 5^6 14,4 67 S.O. 48 7 3.a) ‘ 7 11,0 4,9 9,3 86 S.O. 139 5 1.a) 6 11,7 7,2 24,5 48 N.O. 88 3 2.a Junio. 1 5 12,4 8,7 5,7 66 N.E. 129 2 3.a) 5 12,1 8,8 11,4 69 S.O. 62 2 1.a) t 5 11,1 8,1 1,2 84 N.O. 116 1 2.a ¡Julio. 1 4 i 12,9 9,7 )> 87 S.O. 52 1 3.a) 4 13,3 10,2 )) 63 N.E. 63 2 1.a) í 5 13,6 8,5 0,9 76 S.O. 97 2 2.a ¡Agosto. 1 6 ii 12,1 6,2 7,8 11 S.O. 65 3 3.a) 1 5 i 6 11,7 8,0 )) 78 S.O. 24 2 1.a) 8,9 6,5 7,3 70 N.O. 119 4 2.a ¡Setiembre. 5 10,6 5,6 » 7 S.O. 85 3 3.a) 8i 11,3 1,8 27,0 40 S.O. 83 8 1.a ) 1 7* Oí 8,2 2,6 14,1 43 N.E. 37 3 2.a ¡Octubre. 8! 8,8 0,8 32,4 52 S. O. 137 8 3.a) 8; 7,3 1,4 20,0 43 N.E, 132 6 1.a) 8{ 6,8 1,3 5,7 72 S.O. 127 5 2.a ¡Noviembre. -1 8í 6,3 1,1 12,7 72 S.O. 82 4 3.a) 48 CÜADr J Resun BARÓMETRO. i rERMÓHETRt 1. Kn A máx. A mín. T T máx. T míi mm mm mm 0 0 0 Diciembre 712,08 717,28 705,81 5,1 ¡ 18,3 -M Enero. ........ 710,70 717,48 701,76 4J 13,2 -9,1 Febrero. ...... 704,52 715,98 690,26 5,2 19,3 -8,í Marzo 701,41 718,88 687,93 8,9 21,7 -0,1 Abril 705,25 710,91 699,85 13,9 24,4 V Mayo. 705,64 712,00 695,49 18,4 31,8 5, Junio 708,05 714,89 697,98 21,5 36,0 8, Julio 707,01 718,00 700,36 25,8 38,5 11, Agosto .... 707,64 712,79 701,04 25,4 39,0 11, Setiembre. .... 708,67 714,11 699,41 21,0 35,4 5, Octubre 701,85 708,35 686,24 13,2 25,0 4, Noviembre. . . . 705,55 714,29 693*, 59 8,0 17,0 Invierno 709,10 717,43 690,26 4,8 19,3 —9, Primavera. .... 704 JO 713,33 687,93 13,7 31,8 -0 Verano. . 707,57 714,39 697,98 24, '2 39,0 +8 Otoño 705,19 714,29 686,24 14,1 35,4 -2 Año 706,49 717,43 686,24 14,2 39,0 -9 ~§ W1 # 49 _ PSICRÓMETRO. ATS1ÓMETR0. PLUtléllETRO. ASEMÓMETRO. ' |m T° m Em Lluvia. Viento. NUBES. _ mm mm mm 1 5,4 1,2 0,7 51° N.E. 2 Diciembre. "í| :9 5,6 0,8 58,7 67 N.E. 6 Enero. 1 ¡3 5,6 1,6 22,5 61 N.O. 5 Febrero. ' 1 6,9 1,9 73,1 51 S.O. 5 Marzo. 5 8,7 3,1 53,9 40 N.O. 5 Abril. 9 10,9 5,4 ' 47,8 74 N.O. 5 Mayo. 3 11,7 6,9 39,5 43 N.O. 3 Junio. I 1 12,1 8,9 12,6 86 S.O. 1 Julio. 1 5 13,0 8,2 8,7 23 S.O. 2 Agosto. 6 ^ 10,4 6,7 7,3 68 S.O. 3 Setiembre. 3 9,4 1,7 73,5 48 S.O. 6 Octubre. ' 3 6,8 1,3 38,4 73 N.O. 5 Noviembre. ' 4 5,5 1,2 81,9 48 N.E. 4 Invierno. 5 8,8 3,5 174,8 65 S.O. 5 Primavera. 6 12,3 8,0 60,8 87 N.O. 2 Verano. í 8,9 3,2 119,2 69 S.O. 5 Otoño. l 8,9 4,0 436,7 72 N.O. 4 Año. FOMO XV, 4 CIENCIAS NATURALES. PALEONTOLOGIA. Descubrimiento de un hombre fósil pitecoideo en una caverna de las cercanías de Gibraltar. ( Archiv . des scienc. phys ., t. 20, n. 80.) Los partidarios de las ideas de Darwin, que atribuyen al hombre y al mono un origen común, esperan con impaciencia el momento en que nuevos descubrimientos den á conocer un mono mas antropomórfico que los del mundo actual, ó un hom- bre mas pitecoideo que las razas vivas, es decir, con caracteres que le aproximen bastante al mono. Tal resultado es el que se prometía haber obtenido el doc- tor Busk, por el descubrimiento hecho en Gibraltar, de crá- neos aún mas aplastados que los de Neander-Thal. Vamos á hacer una traducción de la carta que dicho sabio geólogo ha escrito al redactor del periódico The Reader, el cual cree que estos curiosos descubrimientos constituyen lo mas resistente en el programa de la próxima reunión de la asociación británica de Balh. «El 30 de enero último tuvisteis la bondad de permitirme publicar el descubrimiento en Gibraltar , de una caverna ó mas hiende una série de cavernas y grietasen Windmill-Hill» halladas por el capitán Mr. Brome, gobernador del presidio 51 militar de la fortaleza; añadiendo que el mismo capilan había remitido algún tiempo antes una grande y rica colección de diversos fragmentos animales y humanos, la cual nos dedicá- bamos á estudiar el doctor Mr. Falconer y yo. Después nos ha enviado Mr. Brome, una segunda porción muy considerable de fragmentos análogos procedentes de la misma localidad, arre- glado y rotulado lodo con el mayor esmero, según lo había he- cho con la remesa anterior. Con posterioridad, el capitán Sa- ver nos ha traído huesos humanos y otros sacados de diferen- te sitio, á unos doscientos pies debajo del llano de Windmill- Hill. Según hemos podido comprender, los referidos restos fue- ron recojidos hace algunos años por Sir James Cochrane en una caverna muy profunda, y hasta entonces inexplorada, que tenia la entrada por su jardín. En los últimos dias hemos re- cibido nuevamente huesos humanos, entre ellos algunos remi- tidos por Mr. Brome; pero no sabemos exactamente la localidad de que provienen. También hemos obtenido de Mr. Masve dos pe- dazos de brechas óseas que contienen muchísimos fragmentos, entre los cuales es el mas importante una gran porción de la coraza de una especie de tortuga. Por último, el capilan Dou- glas Saltón nos ha enviado dos grandes fragmentos de brecha ósea procedente de Camp-Bay, muy cerca de la bahía de Rossia. En mi carta anterior he dado una lista provisional de los principales animales cuyos huesos se habían encontrado en la primera remesa de Mr. Brome, y he mencionado algunas parti- cularidades notables en muchos de los huesos humanos. En el segundo envío de M. Brome no aparecen muchas especies dife- rentes délas del primero, pero ha sido muy útil para suminis- trar los medios de identificar bien la mayor parle de ellas. Se han hallado huesos humanos en gran cantidad, tanto en la pri- mera comoen la segunda remesa; pero reducidos á fragmentos, especialmente en lo que respecta al cráneo. En estas dos colec- ciones hemos visto cerca de d 00 fragmentos de cráneo, la ma- yor parte muy pequeños, y que parecían haber sido rotos en tiempo remoto. De toda la masa referida no he podido recomponer mas que la mitad del cráneo de un individuo, y pequeñísimas por- 52 ciones de oíros tres ó cualro cráneos; pero el ejemplar mayor basta para dar alguna idea del contorno general y de la di- mensión de todo el cráneo; y estudiándolo reunido con los de- más, y con fragmentos de huesos frontales y maxilares, puede adivinársela configuración de la cabeza de algunos de los seres humanos que han vivido en el peñón de Gibraltar. Una de las conclusiones á que yo había llegado, era que por lo menos las mandíbulas inferiores han debido pertenecer á dos tipos dife- rentes; idea confirmada por el hecho de que otros huesos del esqueleto ofrecen caracteres distintivos muy marcados. Entre los huesos del muslo y de la pierna, que quizá per- tenecen á 35 ó 36 individuos diferentes, hay algunos muy sin- gulares, y puede decirse bastante monstruosos en su forma para haber excitado la admiración de todos los naturalistas que los han reconocido, y á pesar de todas nuestras investigacio- nes, nunca hemos visto ni oido hablar de huesos semejantes en las colecciones de dicho país. En París , gracias á la atención de Mr. Bruner Rey y de M. Lartet, el doctor Falconer ha obte- nido, con objeto de compararlos, huesos de Argelia y alguno procedente de Langeria, en el valle de la Yezére, que se acer- can al mismo tipo. En tales circunstancias , debíamos tener por sumamente importante cualquiera adición á nuestros materiales antropo- lógicos de Gibraltar, y en efecto ha sido una buena adquisición el cráneo humano traído por el capitán Sayer de la caverna inferior ó caverna de Sir J. Cochrane, hallándose por fortuna perfectamente conservado, aunque la mandíbula inferior per- tenece á otro individuo, lo cual no nos permite determinar el carácter de este importante hueso. El mismo cráneo, como la mayor parle de los huesos que le acompañan, estaba incrus- tado en una masa estalagmítica gris y muy dura, de algunas pulgadas de grueso en ciertos parages, y que evidentemente resulta de un depósito muy lento y muy antiguo. Una vez qui- tada dicha sustancia, aparecieron los huesos tan frescos y bien conservados como si hubiesen sido cuidadosamente macerados y limpios. El cráneo es pequeño, de forma redondeada y simé- trica; y aunque todavía no !o hemos estudiado suficientemente para que podamos formular una opinión acerca de sus afinida- 53 des mas probables, ofrece de interesante que se halla reunido con varios huesos de la pierna, que presentan una forma com- primida muy notable, á la cual hemos aludido anteriormente, y entre aquellos hay algunos que, por la condición del propio hueso y la perfecta semejanza de la incrustación caliza que lo cubre, pertenecen probablemente al mismo individuo que el crá- neo. Esto nos puede suministrar un dato acerca de la confor- mación del cráneo de la raza plaíycnémica, ó de tibia corlante, lo cual sería muy interesante. La adición mas importante que hemos recibido respecto de los huesos humanos de Gibraltar, se ha encontrado en la última remesa de mi amigo Mr. Brome. Dicha colección contiene, además de varios huesos de cuadrúpedos, la porción mayor de un cráneo humano, y una mandíbula inferior de otro indi- viduo. El cráneo se parece en lodos sus puntos importantes al famoso cráneo de Neanderthal, pero bajo muchos puntos de vista ofrece mayor interés, porque ha conservado la región occipital entera, abrazando en ella el borde posterior del fora- men magnum , una gran parte de la base, un hueso temporal entero (dando así la posición precisa del conducto auditivo), y por último casi toda la cara, comprendiendo en ella la mandí- bula superior con el mayor número de dientes, que están su- mamente gastados y de un modo bastante curioso. Como estas porciones fallan en el cráneo del Neanderthal, del cual bajo cierto punto de vista parece ser la otra parle, no podría nunca estimarse bastante el valor de este descubrimiento para el es- tudio del hombre antiguo; añade también mucho al interés científico del ejemplar del Neanderthal, mostrando que este no representa, como algunos lo han creído, una simple particula- ridad individual, sino los rasgos quizá característicos de una raza que se ha estendido desde el Rhin hasta las columnas de Hércules; pues sea lo que quiera del descubrimiento hecho á orillas del Dussel, el profesor Mr. Mayer apenas admitirá que algún cosaco raquítico enterrado en la campaña de 1814, haya podido quedar en una grieta cerrada del peñón de Gibraltar. Como dicho cráneo creo que se va á describir y dibujar pronto, no entraré en mas detalles; pero añadiré que bajo va- rios puntos de vista, y quizá precisamente por ser mas eoraple- 54 lo, ofrece caracteres pitecoideos mejor marcados todavía que el ejemplar de Neanderthal; y además, según el estado mineral de la materia ósea, y aun aparte del carácter intrínseco de su forma, no puede haber ninguna duda acerca de su enorme an- tigüedad. Los otros huesos que le acompañan, y que provienen de la misma localidad, tal vez no son especies extinguidas, sino pertenecientes á una especie de revezo, cuyo resios son muy abundantes sobre la roca en las brechas mas antiguas. Pero es- tas brechas contienen una ó quizá dos especies extinguidas de rinocerontes, y las de otros muchos animales que se han ex- tinguido en Europa. Séame permitido aprovechar esta ocasión, para anunciar que estando casi terminados el estudio y la determinación de las especies de las grandes colecciones de Windmill-Hill, pen- samos en cuanto sea dable comunicar los resultados principa- les en la próxima reunión de la asociación británica. Entonces podrá apreciarse el gran valor de estas colecciones, no solo bajo el punto de vista antropológico, sino también bajo el de la distribución y las afinidades de la antigua fauna del Sur de Europa. Diré también que si alguna persona estuviese en posesión de pedazos de brechas óseas ó de fragmentos sacados de las ca- vernas ó grietas de Gibraltar, todavía no publicados, nos sería muy útil tener conocimiento de ellos y poder examinarlos. Abrigamos la intención de ir dentro de poco á Gibraltar, para reunir en lo posible lodos los elementos de tan importante es- tudio, y para examinar en aquel sitio las condiciones en que se hallan las diferentes clases de fósiles de las cavernas. 55 Nueva especie del género Gynocephalium. He aquí la des- cripción de una especie del expresado género, hallada en Filipinas, y caracterizada por el P. Fr. Antonio Llanos, activo corresponsal de esta Real Academia de Ciencias, en la forma siguiente. Gynocephalium Luzoniense Llanos. Frutex íislulosus, scandens, foliis allcrnis, cordatis (longitudine 8 digit., latit. majori 5 digit.), multinerviis, acutis, integerrimis, supra glabris, infra (viridibus) villosis. Flores monoici? Mas- culi Fceminei capitato-congesti supra receptaculum commune globosum. Calix 4 fidus, laciniis dorso submucronatis. Stam Pist Ovula Drupse angulato-congestae, densse, setosse, nuce uniloculari, scrobiculata. Semen inversum. Albumen nullum. Embryo ortholropus, cotyledonibus maximis, carnosis, contortuplicatolobatis , multiglandulosis. Radícula bre- vis, supera.— Hab. apud sylvas mont. oppid. de Angat in provincia de Bulacan, ins. Luzoniae, in Philippinis. Mihi missum, viride, cum fructu, mense septembri 1864, et quia species nova videtur, nomen speciíicum imposui, et ad botánicos communico. Magnitudo caulis, ferentis ílores, á me visa, circiter unius digiti erat, sed in figura, hic conjuncta, imminuta est, et sic factum in fructibus, qui ad dimidium leré reducti sunt. El observador no pudo ver las flores masculinas, así es que dejó in- descritos los estambres, é igualmente respecto de las femeninas los pistilos; pero el ejemplar fructífero, cuyo dibujo ha remitido con importantes detalles, será debidamente apreciado por los botánicos tan luego como se publique. Encinas y otros vegetales de Filipinas. El P. Fr. Antonio Llanos, celoso corresponsal de esta Real Academia de Ciencias en Manila, ha remitido últimamente una importante nota, con curiosas observaciones, sobre las especies del género Quercus halladas hasta el dia en aquella región. Enumera las descritas por el P. Fr. Blanco en la segunda edición de su Flora de Filipinas (1845), y añade una Q. acuta, que cree ser la de Thunberg, propia del Japón, y la cual en todo caso debe distinguirse de la q. cooperla de Blanco, á pesar de inclinarse á lo contrario el digno sucesor de este botá- nico: es efectivamente dudosa para los europeos la especie filipina últi- mamente indicada; y según Alfonso Decandolle , acaso pertenezca mas bien al género Castanopsis, sin determinar cuál sea. Tiene mucha razón el 56 P. Fr. Llanos, en lo que apunta respecto de la diferencia que hay éntrela q. concéntrica de Blanco y la de Loureiro, propia de Cochinchina, y con justicia merece la de Filipinas recibir el nombre de Q. Llanosii, con que la designa Alfonso Decandolle en la parte del Prodromus recientemente publicada, donde se halla también la Q. ovalis de Blanco, que puede con- siderarse como variedad de la anterior. Nuevas observaciones, que pro- bablemente hará un corresponsal tan activo como ilustrado, aclararán cuanto falta para resolver las cuestiones suscitadas, y entre tanto contri- buirán á ello los buenos dibujos de las especies Llanosii , ovalis y acuta? que acompañan á la nota referida. Convendría además examinar la Q. glabra de Blanco, inclusa en la primera edición de la Flora citada, y que Alfonso Decandolle denomina Q. Blancoi; é igualmente debería buscarse la Q. phi- lippinensis del mismo autor, que la describe según ejemplares cogidos por Cuming y Perrotet. Finalmente, si la Q. Cerris indicada por el P. Fr. Blan- co como hallada en Filipinas, lo es realmente, puede tenerse por intro- ducida ó cultivada , supuesto que tal especie no es propia de aquellos remotos países.— Con los indicados dibujos han llegado otros que repre- sentan los frutos de tres especies del género Díptero carpus, á saber, gran- difloras, thurifer y Guiso, contenidas en la Flora de Filipinas, y asimismo uno del Sorgho azucarado , ya conocido y cultivado en Europa. Prodromus systematis naturalis regni vegetabilis. Acaba de publicarse un fascículo de la parte déeimasexta, y en él se hallan las Cupuliferas, que lo ocupan principalmente, las Coriláceas, las Juglandeas, las Miricáceas y las Platanáceas. No se ha .completado todavía la parte décima- quinta de la misma obra, próxima á terminarse, supuesto que compren- derá solamente las dicotiledóneas. Peal Academia de Medicina de Madrid.- Programa de los premios para el año 1866. Esta Academia abre concurso de premios sobre los dos puntos si- guientes: I. Adelantamientos de la anatomía en la primera mitad del siglo XIX, é influencia que esta ciencia haya ejercido y pueda ejercer en los progresos de la medicina. II. Sobre la diátesis; sus especies y caracteres distintivos. Para cada uno de estos puntos habrá un premio y un accessit. El premio consistirá en 2.000 rs. vn., una medalla de oro, diploma es- pecial, y el título de Socio corresponsal que se conferirá al autor de la Memoria si, no siéndolo anteriormente, reuniese las condiciones de Re- glamento. El accessit tendrá medalla de plata en igual forma, diploma especial y el título de Socio corresponsal, con las mismas condiciones. 57 PREMIO ALYAREZ ALCALA I. Exámen critico de la cirujia española en los siglos XIV y XV. II. Proyecto razonado de mas ordenanzas de policía sanitaria urbana. Para cada uno de estos puntos habrá un premio y un accessit. El premio consistirá en 3.000 rs. vn., diploma especial, y el título de Socio corresponsal, que se conferirá al autor de la Memoria si, no sién- dolo anteriormente, reuniese las condiciones de Reglamento. El accessit consistirá en un diploma especial y el título de Socio corres- ponsal, con las mismas condiciones. PREMIO OFRECIDO POR LOS SRES. BUSTOS Y LOQUE. Se conferirá un premio á la mejor Memoria bibliográfica ó critica , relativa a cirujano español D. Bartolomé Hidalgo de Agüero. Para este punto habrá un premio y un accessit. Consistirá el premio en la cantidad de 1.000 rs. vn., un diploma es- pecial y el título de Socio corresponsal, que se conferirá al autor de la Memoria si, no siéndolo anteriormente, reuniese las condiciones de Re- glamento. El accessit consistirá en un diploma especial y el título de Socio corres- ponsal, con las mismas condiciones. Estos premios se conferirán en la sesión pública de 1867 á los autores de las Memorias que los hubiesen merecido, á juicio de la Academia. Las Memorias que obtuvieren el premio se publicarán por esta Corpo- ración, entregándose á sus autores doscientos ejemplares. Las que obtu- vieren el accessit ó mención honorífica se publicarán si la Academia lo creyere conveniente. Las Memorias deberán estar escritas con letra clara, en español ó la- tín, y serán remitidas á la Secretaría de la Academia, sita en la Facultad de Medicina, antes del l.“ de setiembre de 1866, no trayendo firma ni rúbrica del autor, y sí solo un lema igual al del sobre de un pliego cerrado, que remitirán adjunto, el cual contendrá su firma. Los pliegos correspondientes á las Memorias premiadas se abrirán en la sesión pública del año 1867, inutilizándose los restantes, á no ser que fuesen reclamados oportunamente por los autores. Las Memorias premiadas serán propiedad de la Academia, y ninguna de las remitidas podrá retirarse del concurso. Madrid 29 de enero de 1865. =El Presidente, Marqués de San Gregorio. - El Secretario perpétuo, Matías Nielo Serrano , 58 Sociedad Económica Matritense. Programa de los premios que ofrece esta Sociedad, con arreglo á lo que previenen los estatutos, para el año 186o. EN AGRICULTURA. 1. ° Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria «sobre »él estado de la Agricultura Española, y medios que pueden adoptarse »para su mas pronto desarrollo.» 2. ° Título de Socio sin cargas al autor de la «memoria que proponga »el mejor medio de atender al reemplazo del ejército, satisfaciendo todas »las necesidades del Estado en este punto, sin acudir á las quintas. 8=° Medalla de oro al autor del mejor «catecismo ó cartilla^e Agri- cultura práctica para el uso de los labradores, y que pueda servir á las » escuelas de primera enseñanza.» 4.° Medalla de oro al autor de la mejor memoria «que demuestre cuá- »les de los arados conocidos nacionales y extranjeros satisfacen mas las condiciones mecánicas y perfección de la labor en las diferentes clases »de terreno.» EN ARTES. 1. ° Medalla de oro al que demuestre prácticamente el mejor sistema de aplicar la electricidad como agente motor, siempre que resulten ven- tajas económicas. 2. ° Medalla de plata al autor del mejor procedimiento de elaborar el pan con mas baratura, sin rebajar su calidad. 3.o Medalla de plata al autor del mejor sistema de bonificar los vinos españoles comunes ó de pasto. EN COMERCIO. 1. ° Título de Socio sin cargas y medalla de oro al autor de la mejor memoria «que examine los periodos de decadencia y prosperidad por que haya pasado nuestra marina mercante desde el último tercio del siglo pasado hasta nuestros dias, causas que en uno y otro caso hayan podido influir, y medios de llevarla al mayor desarrollo posible.» 2. ° Título de Socio sin cargas y medalla de oro al autor de la mejor memoria que demuestre ó proponga: «¿Qué medios se pueden esco- gitar para proporcionar en Europa con la mayor economía, las materias alimenticias de primera necesidad?» 3. ° Título de Socio sin cargas y medalla de oro al autor de la mejor memoria en la que se redacte la «Historia del desarrollo del crédito en España, sus tendencias, su porvenir, y medios de dirigirlo. » 59 ADVERTENCIAS. i.8 Las memorias que opten al 2.° premio en Comercio, podrán escri- birse en español, francés, inglés, portugués, italiano ó aleman, pues en cualquiera de estos idiomas serán admitidas por la Sociedad. 2. a El plazo para la presentación de las memorias será hasta 31 de octubre de 186o. 3. a Las memorias se han de presentar en la Secretaría de esta So- ciedad, calle del Turco, núm. 5, piso 2.°,. en pliego cerrado y sin firma, y en el sobre un lema cualquiera. Acompañará otro pliego con el mismo lema sellado y lacrado, conteniendo la firma del autor, y solo será abierto en caso de merecer su trabajo alguno de los premios. Los pliegos cuyas memorias no resulten premiadas, serán quemados en sesión pública el dia de la adjudicación de los premios. Madrid 8 de noviembre de 1864. = El Yice-Secretario general-, José jimeno Agius.= Es copia. =EI Secretario general, Santos. Hulla del Brasil. Hace algún tiempo se leía en diversos periódicos una estadística muy curiosa, acerca de la provisión de la hulla contenida en las entrañas de la tierra. Para los que llamándoles la atención el prodigioso consumo que se hace de este combustible, hayan podido temer que tales riquezas minerales lleguen algún dia á agotarse, la estadística en cuestión les ha asegurado completamente, permitiéndoles tranquilizarse sobre este punto. Véase un nuevo hecho á propósito para aumentar esta confianza. Hasta ahora el inmenso imperio del Brasil se surtía de hulla en el extranjero, ascendiendo la importación en este país á 230.000 toneladas. Un inglés, Nathaniel Grant, acaba de descubrir extensos criaderos de hulla: en efecto, viajando en 1862 por la provincia de Rio-Grande do Sul, hácia las fron- teras meridionales del Brasil, demostró la existencia de un depósito hu- llero en la cuenca de Jaguarao, y de sus dos afluentes la Candiota y el Tigre. Estas corrientes de agua, que atraviesan los terrenos hulleros, de- sembocan cerca de San Pedro, en un lago inmediato al Océano Atlántico, y podrán servir para hacer penetrar las embarcaciones encargadas de! trasporte hasta el centro mismo de la explotación. Según Mr. Nathaniel Grant, la calidad del combustible brasileño no desmerece en nada de las mejores hullas inglesas. Las islas del guano y sus habitantes. El Diario de los fa- bricantes de azúcar ( Zeitung für Zukerfábricantem), que se publica en Berlín bajo la dirección del doctor Mr. Laeffler, describe una visita hecha á las islas del guano; y de tan curiosa narración daremos á conocer los pasages mas importantes. Las islas Chinchas, constituidas por capas seculares de guano, se hallan situadas enfrente de Pisco, á 12 kilómetros de este puerto, y á 2S0 al sur de Callao, y de ellas saca la república del Perú uno de los principa- les recursos de su hacienda. Figurémonos tres enormes rocas cortadas á pico, azotadas por las olas del Océano, y cuyas anfractuosidades de- 60 saparecen bajo una masa gigantesca de excrementos de aves palmípedas; agréguense á esto las emanaciones amoniacales que se perciben á distan- cia, y podrá formarse una idea bastante exacta del grupo de estos tres islotes, privados de toda vegetación, calcinados por un sol tropical, y en los que no ha caido una gota de lluvia desde los tiempos del diluvio. El islote septentrional parece ser el mas rico de todos en la materia estercolácea; el del mediodía no está aún empezado á explotar; y el del centro, visitado por el viajero á que nos referimos, se halla en via de explotación. Para examinar mas de cerca tan inmenso monton de abono, toma- mos un bote, dice el viajero, y al acercarnos vimos millares de aves que echaron á volar, huyendo, y bandadas de pelícanos que se cernían sobre nuestras cabezas; observándose de cuando en cuando algunos que se de- jaban caer en el mar, como heridos por una bala, y después de sumerjirse un momento, volvían á aparecer con algunos peces que guardaban in- mediatamente en la espaciosa bolsa de su pico. Son estas aves, por de- cirlo así, las águilas del mar, como que acechan su presa desde las regio- nes mas altas; y por debajo se observan las paviotas, las golondrinas de mar, los cuervos marinos y otras palmípedas. En los puntos mas salientes de la costa se ve gravemente colocado el pájaro bobo, que los marineros llaman el pastor, por razón del plumage del dorso, que figura un trage negro, y por su collar, que forma una especie de corbata blanca, é igual- mente por su actitud de recogimiento. Tiene las patas muy cortas, é im- plantadas en la parte posterior del cuerpo, que es prolongado, y así no puede pasearse sobre la rivera: es por esto que sentado en la punta de una roca permanece inmóvil por espacio de horas enteras, y como absorto en profundas meditaciones, pareciendo tan completamente estraño á todo el mundo, que pudiera creerse bastante alargar la mano para cojerle; pero en el momento en que se aproximan á él se sumerge, dando la voltereta mas graciosa que puede imaginarse, en el agua, y sale á la superficie mucho mas lejos, siendo entre las aves la mejor nadadora. Cada islote tiene la forma de un cono truncado, y caminando se entierra uno hasta la rodilla en los restos excrementicios. El guano se halla de- positado por estratos: las capas inferiores, condensadas por la presión de las superiores, han adquirido un color rojo oscuro; la superior, de un tinte mas claro, está cubierta de una costra delgada de color amarillo pardusco, completamente desecada por el sol. La costra está surcada por las gale- rías en que las aves ponen y empollan sus huevos: de manera que el mismo sitio en que hacen su digestión, les sirve para propagar su especie. Casi es imposible poner el pie en este parage sin tropezar con nidos, lo cual advierten rudamente dando picotazos las aves que están en ellos. Los islotes solo están habitados por indios, que ayudan á cargar los buques: la mayor parte de ellos van desnudos, y solo algunos, que pudiéra- mos llamar la aristocracia, llevan un poncho viejo y unos calzones destro- zados; pero disfrutan de buena salud, aunque todos sus alimentos los toman sazonados con guano, ó sea impregnados de él. Trabajan por la noche, y se entretienen durante el dia en fumar ó dormir: algunas veces van á gastar su dinero á Pisco, bebiendo aguardiente 6 chicha, que es la cerveza do maiz. Son cerca de trescientos estos indígenas, y su aldea prin- 61 eipal se halla en el islote septentrional, componiéndose de unas cincuenta cabañas miserables, de las cuales solo la del gefe tiene una ventana. Sus muebles consisten en bancos de madera, algunos colchones delgados, y dos é tres cacerolas. El guano se echa en los buques por medio de pellejos ó largos sacos abiertos por los estremos, uno que llega á la cima del islote, y el otro que comunica con el fondo de la embarcación. El polvo esparcido durante esta operación es tan intenso que incomoda hasta á los ratones, y para preservarse de él se toma la precaución de taparse la nariz y la boca con una tira de estopa. Se necesitan lo menos tres diaspara cargar un buque grande, y aun los que mas acostumbrados están á tomar tabaco, se apre- suran á abandonar una atmósfera que hace estornudar á todos. Descubrimiento de un ave gigantesca que probablemente vive todavia en nuestro globo. Mr. Alidis ha presentado á la Sociedad Lineana de Londres un gran número de huesos, que componen casi por completo el esqueleto de un Moa , ave gigantesca de la Nueva-Ze- landa, cuya raza quizá no se haya estinguido. Estos huesos, como también los cartílagos, los tendones y ligamentos adheridos á ellos, se hallan en un estado de perfecta conservación. Los cartílagos de las articulaciones no están nada descompuestos, y varios de los tendones y ligamentos tienen cierta elasticidad. El esqueleto de que se trata fue hallado por unos gold- diggers (personas dedicadas á buscar el oro), sin describir bien en qué condiciones, cerca de Dunedin, en la isla Middle de la Nueva-Zelanda. Indudablemente el ave había muerto en su nido, y se han encontrado los huesos de algunas de las crias debajo de los del padre, enterrado todo en una arena movediza. Habiendo emitido el Doctor Hooker la opinión dé que los tejidos blandos del ave se habían conservado en el hielo como los elefantes fósiles de Siberia, se ha dicho que hasta ahora no se ha demos- trado que haya hielo en la Nueva-Zelanda; y según Mr. Huxlev, el ave de que se trata, debe haber muerto hace diez ó doce años. Añádase además, que lo interior de la Nueva-Zelanda solo se ha explorado imper- fectamente, y que siendo todas las aves de la tribu de los avestruces tan tímidas que huyen de la proximidad del hombre, es posible que algún dia se hallen ejemplares de Moa vivos, al lado de los cuales parezca el aves- truz como un ave muy pequeña. Sobre el aerópilo (nuevo órgano de las legumbres). Habiendo ob- servado Mr. Church, que durante la desecación de las legumbres pierden dichos frutos una considerable cantidad de agua, creyó al principio que esta se evaporaba al través de la membrana de cada fruto; pero exami- nando con algún cuidado la estructura de la cubierta, vió que existia cerca del estremo de la sutura ventral un pequeñísimo orificio de forma oval. Este pequeño órgano se nota con mucha facilidad en los frutos del haba, Faba vulgaris , y se observa igualmente bien en otras varias especies. Por dicha abertura oval es por donde sale la humedad interna de la semilla hasta que acaba de madurar; y esta disposición natural previene, según el autor, la rotura prematura de la legumbre antes de la completa madurez de la semilla. Acción del rayo sobre diferentes árboles. En la última reunión de la sociedad filosófica de Manchester, ha llamado Mr. Sidebo- 62 íham la atención de dicho cuerpo científico, sobre los efectos que ejerce el rayo en diferentes especies de árboles. El autor ha recojido cierto número de observaciones de árboles heridos por el rayo, sorprendién- dole que las hayas parecen librarse de su acción de una manera nota- ble, hasta el punto de poder decirse que nunca es herida un haya por el rayo. El siguiente cuadro demuestra la frecuencia respectiva con que, en 28 casos observados, han caido rayos en Inglaterra en diferentes es- pecies de árboles. Encina 9 veces. Alamo 7 Arce . . . 4 Sauce . 3 Castaño de Indias 1 Castaño común 1 Nogal 1 Espino albar • 1 Olmo — . . 1 Lo que principalmente choca en este cuadro, es que de los 28 casos solo exista uno en que hayan caido rayos en el olmo, pues sábese que esta especie se halla con mas prolusión esparcida que las demás que se citan. Con tal motivo Mr. Binney, observa que en esto influye la naturaleza del terreno; asi es que en ciertas localidades son mas desastrosas las tor- mentas que en otras. Como el. haya crece generalmente en terrenos secos y arenosos, siendo estos malos conductores de la electricidad, se hallan menos espuestos que los que son húmedos á sufrir las descargas eléctricas. Aclimatación. En el Boletín de la Sociedad de aclimatación, se halla un informe muy curioso de Mr. Eugenio Simón acerca del ganado lanar de China. Además del carnero ong-ti (corrupción de yang-ti, carnero de tierra) hace poco introducido en Europa, y que llama mucho la atención, hay en China otras varias especies no menos curiosas, entre las cuales puede distinguirse él ha-mi de cola de caballo, y el de cola de abanico, del cual se saca grasa cada año por la primavera como se hace con el ave-sebo; también existe el carnero de los desiertos de occidente, que tiene el tamaño de un asno pequeño, y que pesa de 80 á 100 kilogramos, y por último, el carnero corcobado. El carnero de los desiertos de occidente, se emplea con frecuencia para tiro en carruages de lujo; así es que frecuentemente se ve pasear á los emperadores en sus jardines en pequeños carros, tirados por los referidos animales, y además los hijos de personas distinguidas se pasean del mismo modo por lo interior de sus parques. También se encuentran á veces dice el Siécle, en las calles de Pekín, personas que van en una especie do sillones con ruedas, rodeados de sus parientes, llevando los carneros que conducen estos carruages adornados con cintas y flores, según la estación; su marcha es muy rápida, y tiran con gracia de tales vehículos 63 con tres ó cuatro ruedas, cuya forma es siempre muy elegante, pero que tienen poca altura. Los señores tártaros suelen poner una silla al carnero que eligen, y bien enseñado, hacen que monte en él su hijo en cuanto tiene tres ó cuatro años, para acostumbrarle al ejercicio del caballo. Tales prelimi- nares de equitación casi siempre producen buen resultado, porque el carnero es sumamente dócil, y su talla permite sostener al pequeño ginete por los dos lados. Cuando el niño se tiene por sí solo, hay un dia de regocijo en la familia. Envenenamiento por la anilina. Un periódico aleman refiere el hecho de un envenenamiento acaecido con la anilina. Un joven de diez y ocho años, que servia en casa de un droguero, se ocupó por es- pacio de dos meses en empaquetar colores de anilina, cuyo polvo, á pesar de haberse lavado repetidas veces, había teñido de color azul sus ma- nos, cara y cabellos: había debido respirar por consiguiente una gran cantidad, aunque á veces se puso un pañuelo en la boca para evitar tal inconveniente. Al poco tiempo le atacó un catarro pulmonar, á cuyos síntomas acompañaron bien pronto fenómenos estraños á esta enferme- dad, como por 'ejemplo gran abatimiento y propensión á síncopes, do- lores occipitales, dilatación de las pupilas, convulsiones clónicas de las cstremidades y de los músculos de la cara. Bien pronto se modificaron ventajosamente dichos síntomas, y el joven curó, aunque perdiendo el pelo. No es la primera vez que se indican accidentes producidos por la anilina; en Inglaterra se han observado envenenamientos debidos á esta sustancia. Varios observadores han hecho numerosos experimentos sobre los animales, entre otros el Doctor inglés Letheby, y los principales re- sultados á que ha llegado son los siguientes. La anilina pura obra como un enérgico narcótico; ejerce una acción irritante local sobre el estómago y los intestinos. El alcaloide puro es mas venenoso que las sales de anilina. La anilina produce en los animales convulsiones clónicas violentas y á veces tónicas que subsisten casi hasta la muerte; una disminución de la sensibilidad y un descenso de tempera- tura que aumentan hasta el fin. La acción sobre la respiración y sobre los latidos del corazón no se ha determinado bien; los músculos de la respiración participan de las con- vulsiones clónicas. En el caso de envenenamiento rápido, puede volver á encontrarse la anilina en los órganos; si el envenenamiento es lento, la sustancia se reduce en el cuerpo, y no se encuentra. Danza de semillas vegetales. Un propietario de San Francisco ha recibido últimamente de Méjico algunas semillas, que ofrecían uno de los fenómenos mas singulares , y que proceden de un árbol llamado en el país yerba de flecha. Echándolas en la tierra ó sobre una hoja de papel, se mueven primero lentamente en todos sentidos , después en- tran progresivamente en una especie de danza rápida y desordenada, asemejando enormes pulgas que saltasen sobre una placa de hierro caliente. La planta llamada yerba de flecha es por sí misma una curiosidad: el 64 zumo de sus hojas es un veneno sumamente violento, que emplean los indios Coshetill para mojar la punta de sus flechas, y la picadura es mortal. El herido se ve acometido repentinamente por extrañas convul- siones, se retuerce con contorsiones horribles, salta y se agita como si estuviera sometido á una corriente galvánica, y por último espira en el espacio de cincuenta á sesenta minutos. El fenómeno de la danza de las semillas se explica por la suposición de que estén cargadas de un fluido eléctrico concentrado, cuyo desar- rollo les imprime un movimiento continuo. Esta hipótesis se funda en un ejemplo: si se toma una bola de médula de saúco y se frota por bastante tiempo, se agita en el momento en que se deja y salta por algún tiempo, únicamente bajo la impulsión del fluido eléctrico. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rdiz. N.° 2.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Febrer o de 1865. ASTRONOMIA. Sobre las estrellas fugaces y sobre la altura de la atmósfera. (Cosmos, 7 enero 1864.) lil entendimiento humano es generalmente apasionado por las teorías; prefiere por lo común un sistema cualquiera en el cual se pueda fijar, á las dudas é incerlidumbres que no le satisfacen; y en vez de esperar á que hechos numerosos y rigurosamente discutidos vengan por sí mismos á establecerla base de una teoría natural, está generalmente dispuesto á lan- zar su fantasía y á resolver las cuestiones aun antes de cono- cer los elementos fundamentales. Esto es lo que ha sucedido para la determinación de la altura de la atmósfera. Los físicos, aplicando á la altura total la ley del decrecimiento de la densidad que se observa en las capas inferiores, indujeron inmediatamente que á unas quince leguas de elevación, el aire estaba tan enrarecido como bajo el recipiente de nuestras máquinas neumáticas, y en este punto colocaron los límites de la atmósfera. Esto es también lo que ha sucedido con el calor central del globo. Los geólogos, demostrando un aumento de 1 grado por cada 30 metros, indujeron que á 630.000 me- tros (rádio medio de la tierra), el foco central no mide menos de 200.000 grados de calor. Esto es lo que ha sucedido á cada TOMO XV. 66 momento, desde el origen de la historia de las ciencias; y el hombre aún no está curado de la ambición de los sistemas. Sin embargo, de hecho no sabemos absolutamente nada, ni del grado de elevación de la temperatura en el centro de la tierra, ni de la altura á que llega nuestra capa atmosférica. ¿Quién es capaz de decirnos que esta cubierta tenga una peri- feria circunscrita en valor absoluto, y que si el eter existe (otra teoría), no sea absolutamente imposible trazar la línea de demarcación en que el fluido atmosférico pierde su nom- bre para adquirir el de eter? Las observaciones que Mr. Quetelet ha hecho, recojidas y provocadas, pueden clasificarse entre los hechos más pre- ciosos que hay que registrar para el cjonocimiento de la natu- raleza de las estrellas fugaces, y para la determinación de la altura de la atmósfera. La división sistemática que general- mente se adopta entre los aerolitos, las bólidas y las estrellas fugaces, parece perder mucho de su importancia á conse- cuencia de las nuevas observaciones; porque algunos de di- chos cuerpos celestes, no pueden nombrarse con uno de estos nombres mejor que con otros. Es muy difícil explicarse la aparición de las estrellas fugaces que se llaman esporádicas, y que se ven con irregularidad cada dia, en todas direcciones y bajo todas las inclinaciones posibles. La cuestión de la altura de la atmósfera parece que está próxima á resolverse, ó al menos está fundada en otros térmi- nos; y las quince leguas que hasta ahora se suponían en el fluido aéreo, no forman mas que el grueso de las capas infe- riores. La parte superior, dice Mr. Quetelet, no debe tener necesariamente la misma composición y propiedades que reconocemos en la parte inferior; las estrellas fugaces son brillantes en una, y por el contrario se extinguen en otra;. y aun pudiera decirse que desaparecen enteramente, pues nin- gún observador puede asegurar, no solo que no ha tocado ninguna, sino que nunca ha examinado ninguna muy cerca. Hacia el límite de esta atmósfera con aquella en que vivimos, es donde generalmente se presentan las auroras boreales, que se extinguen como las estrellas fugaces, pasando en las regio- nes inferiores. Puede considerarse la atmósfera como dividida 67 en dos partes, una superior de una densidad muy pequeña, y que llamamos estable por oposición con la inferior, experi- mentando á la vez la acción directa del sol y la acción refle- jada por la tierra, que tenga sus partes cambiando de sitio unas con respecto de otras, á consecuencia de las dilataciones desiguales y de la influencia de los vientos, á las cuales lla- mamos atmósfera instable . Los movimientos inferiores se mo- difican y desaparecen elevándose hacia la atmósfera superior, en la cual suceden fenómenos de la física del globo, como por ejemplo las aurororas boreales, las estrellas fugaces y los grandes fenómenos magnéticos, que se manifiestan por las variaciones diurnas y mensuales de la aguja imantada. La elevación de las estrellas fugaces había hecho sospe- char á Sir John Herschel una especie de atmósfera superior á la atmósfera aérea, mas ligera y por decirlo así mas ígnea. Mr. H. A. Newton, de New-York, dice también: Debe ha- ber cierto género de atmósfera, que me parece que se ex- tiende hasta la altura de quinientas millas, hallándose cerca de esta elevación los rayos de la gran aurora boreal de se- tiembre de 1859. Mr. A. de la Rive creia también con Mr. Quetelet, que la atmósfera se eleva á una altura mucho mayor que la que generalmente se admite, y que esta altura es el sitio en que se verifican fenómenos que hace tiempo se consideran como extra-atmosféricos. Mr. Le-Verrier recordaba con este motivo en el Bolelin del Observatorio , que los astrónomos de París han hecho hace ocho años una serie de observaciones simultáneas en París y en Orleans, para llegar á la determinación de la altura de las estrellas fugaces. Se demostró la identidad de cinco ó seis de estos cuerpos; y todos estaban á distancias muy grandes, ha- llándose algunos á mas de cien leguas de altura. Tres astró- nomos observaban simultáneamente en París en condiciones que permitían una rigurosa exactitud. Como se ve, hay grandes probabilidades en favor de una elevación mayor de la atmósfera. En cuanto á su límite nada autoriza á fijarlo, aun aproximadamente, en un punto cual- quiera. La opinión de los físicos que se han dedicado á nuevas 68 investigaciones sobre las estrellas fugaces, ha sido favorable á su origen cósmico. Digan lo que quieran ciertos meteorolo- gistas, el origen atmosférico es enteramente improbable, y tan vacío como las régiones en que se originan sus meteoros. No terminaremos sin dar cuenta de la observación mas curiosa que en estos últimos tiempos se ha hecho, acerca de las bólidas y de las estrellas fugaces: nos referimos al fenó- meno observado por Mr. Julio Schmidt en Atenas, y referido del siguiente modo per Mr. Haidinger, de Viena. Dice este astrónomo, que es esta la primera vez que se observa una bólida de primer orden por medio de un teles- copio. Mr. Schmidt había establecido sobre el terrado de su casa, que se halla al pie del Lvkabellos, su investigador de cometas, que aumenta unos ocho diámetros, dispuesto comple- tamente para poderse dirigir en menos de tres segundos hácia cualquier punto del cielo. Ocupado en observar las es- trellas fugaces el 18 de octubre á 14 b 55 m, ó sea el 19 del mismo á las 2h y 5óm de la mañana, descubrió una estrella fugaz que caminaba con bastante lentitud, de cuarta magnitud poco mas ó menos, entre las constelaciones de la Liebre y de la Paloma. Dos segundos después ya era dicha estrella de segunda magnitud, y durante el tercero y cuarto segundo siguientes escedió á Sirio en esplendor, ofreciendo un tinte amarillo. Atravesó lentamente el Eridan hácia el Oeste, difundiendo una luz tan extraordinaria que todas las estrellas desapare- cían y que la ciudad de Atenas, el campo y el mar parecían iluminados con un fuego verdoso, destacándose la Acrópolis y el Partenon, cuyos contornos aparecían de un color gris mate verdoso, sobre el fondo del cielo de color verde dorado. Un segundo después formaba una bólida brillante, cuyo diá- metro apreciaba Mr. Schmidt poco mas ó menos en diez á quince minutos, en cuyo momento es cuando Mr. Smichdt, aproximando el ojo al telescopio, siguió á este meteoro en la duración de 14 segundos de tiempo muy contados; pero otra nueva sorpresa le esperaba en dicho momento, puesto que no se vió un solo cuerpo luminoso , sino que se distinguieron bien dos cuerpos brillantes de color verde amarillento, y en forma de gotas prolongadas. Al mayor le seguía de cerca otro 69 mas pequeño, y cada uno de ellos dejaba un rastro ó cola roja de bordes bien marcados: á arabos cuerpos acompaña- ban otros luminosos mas pequeños, cada uno con su rastro rojo, y distribuidos irregularmenle como chispas en la masa de la cola del meteoro. Mr. Schmidt da los cálculos de las dimensiones del meteoro, que nos parecen muy aproximados á las verdaderas magnitudes. El diámetro de los dos mayores núcleos se aprecia en 50 rr; los de las dos colas ó rastros prin- cipales en 30”; la distancia de las dos colas en T: supo- niendo la distancia igual á 20 leguas geográficas, y teniendo en cuenta la irradiación, tendríamos 55 pies para los núcleos y 50 para las colas. Los puntos exactos de la órbita, cuya extensión pasaba de 80°, eran; Para el principio... . 85° AH; — 31° declin. Para el fin 355° AH; — 14° declin. El metéoro se extinguió casi á la altura de 1 grado sobre el horizonte, sin descender detrás de las montañas de Styx ó de Kylene. Parecía consistir en cuatro ó cinco fragmentos de color rojo ofuscado, y no se percibió ruido alguno ni antes ni después de la desaparición del metéoro. Esta es seguramente una de las observaciones mas es- traordinarias que se han hecho desde hace mucho tiempo en esta clase de hechos. Si nada ha añadido á la solución del problema de la altura de la atmósfera, por lo menos ha con- firmado una cosa averiguada, á saber: que las estrellas fuga- ces se extinguen penetrando en las capas atmosféricas infe- riores. WVVMM CIENCIAS FISICAS. QUIMICA INDUSTRIAL. Preparación del bronce de aluminio: por MM. Sainte-Claire Deville y Debray. (Comptes rendus, abril 1864.) Un nuevo metal que se introduce en el uso común, no es únicamente útil por las cualidades que le son propias, sino también por las que puede hacer adquirir á los metales ya empleados, combinándose con ellos, y formando las aleacio- nes, que como se sabe, son los verdaderos metales de la industria. Las esperanzas que en este sentido hizo concebir el alumi- nio desde el origen de su descubrimiento, y á que han dado tanta importancia los trabajos de Mr. Henry Sainte-Claire Deville, su eminente inventor, no han decaído. Este metal tan notable, que por su inalterabilidad enteramente inesperada, y comparable á la de los metales preciosos , puede destinarse á tan grande número de usos generales, y que por su ligereza, igual á la del vidrio, es á propósito para otros especiales en los que no tendria reemplazo, puede también prestar muchí- simos servicios combinándose con el cobre, y contribuyendo á producir un bronce nuevo, notable por sus preciosas cuali- dades. 71 Una décima de estaño asociado con el cobre le comunica, como es sabido, propiedades nuevas, y le trasforma en el bronce, que los antiguos, que carecían de hierro, empleaban con este nombre para hacer sus instrumentos y sus armas, y del cual hacemos uso especialmente para vaciar estatuas, campanas y cañones. De bronce se fabrican también los coginetes en que juegan los tornillos de las máquinas, con el fin de disminuir el rozamiento y prevenir el desgaste. Pero la testura del bronce, que se hace poco homogéneo por la licua- ción, le impide forjarse, y produce con frecuencia una rugo- sidad contra el hierro, que ocasiona el desgaste, como también el reemplazo frecuente de los cojinetes de las máquinas rota- torias. Si el arte saca partido del bronce común para repro- ducir con bastante pureza por el moldeado las formas de la estatuaria, es con la condición de que se dejará su super- ficie de un aspecto mate y de un color dudoso, que se enne- grecerá y pondrá verdoso en contacto del aire y del agua, que también le alteran. Esta alterabilidad le comunica un olor sensible, aunque menor sin embargo que el del cobre, un sabor poco agradable, y ennegrecerá los dedos al ma- nejarlo. Pero sustituyendo al estaño un peso igual (ó sea un volu- men tres veces mayor) de aluminio, se produce, con un de- sarrollo de calor y de luz enérgicos, que son indicios de gran afinidad, una verdadera combinación metálica. Esta nueva aleación, incapaz de licuarse, es por lo tanto homo- génea en toda la masa, y desde luego capaz de forjarse, ad- quiriendo una tenacidad que solo ceda á la del hierro. Su grano fino y su dureza le hacen precioso para la construcción de coginetes, que no dan lugar á ninguna rugosidad, y pueden resistir el desgaste por tan largo tiempo que, á pesar de su mayor precio, el uso del bronce nuevo en todas las piezas que deben experimentar un roce continuo, ¡es ya mas económico que el del bronce común. Su textura, susceptible de un per- fecto pulimento, su color y su brillo, hacen de él un verdadero similor; y no hay duda de que una multitud de diversas indus- trias, como es en la joyería, y en la construcción de guarnicio- nes de carruages, pueden utilizarle con buen éxito, contribu- 72 yendo á ello su pequeña alterabilidad. En efecto, el aluminio, que contiene y que constituye la cuarta parte de su volúmen, le comunica una gran inalterabilidad para el aire, para el agua y para los agentes sulfurosos; así es que conserva mejor que cualquiera otra aleación de cobre su brillo y pulimento. No ennegrece los dedos al manejarlo; su olor y sabor son casi insensibles; y como los cuerpos grasos no le alteran nada y resiste á los líquidos acidulados por los ácidos orgánicos dé- biles, no puede menos de aumentar mucho el uso que ha empezado á hacerse de él en la economía doméstica. En In- glaterra se ha sacado partido de esta aleación para construir grandes recipientes á propósito para preparar sin peligro las jaleas de frutas ácidas; y lodo induce á creer que el empleo de esta aleación, que empieza á generalizarse alternando para fabricar objetos de uso doméstico, no podrá menos de au- mentarse, y que está llamado á desempeñar en nuestras mesas una gran parte del servicio que prestan los objetos de plata maciza ó plateados, podiendo el metal de que se trata des- gastarse hasta el fin, conservando siempre su primer aspecto, su completo brillo y todas sus cualidades primitivas. Algunos ensayos que se han hecho para la fabricación de ciertas armas, demuestran que el uso de este bronce, y aun de otro menos rico en aluminio, podría dar cañones que ser- virían por espacio de mucho mas tiempo que los cañones comunes. La Sociedad de emulación para reconocer y popu- larizar estas verdades, ha concedido á MM. Deville y Debray, que han dado á conocer esta preciosa aleación, la recompensa mayor que concede, que es una medalla de oro. 73 QUIMICA. Nueva sustancia albuminoidea contenida en la leche; tomado de una nota de MM. Millow y Commaille. (Comptes rendas, 8 agosto 1864.) En la leche de vaca dilatada en cuatro volúmenes de agua, se echa una centésima de ácido acético á 10°, se agita, y se forma un coágulo de caseína que se echa sobre un filtro. El líquido filtrado se calienta hasta la ebullición en un globo de vidrio que se agita continuamente, y se forma un nuevo coágulo dotado de las propiedades esteriores de la albúmina, v en el cual hemos hallado la misma cantidad de nitrógeno, 15,6 por 100. Separando el segundo coágulo por filtración cuando el líquido está todavía hirviendo, corre un suero perfectamente claro y poco común, cuyo líquido contiene la nueva sustancia albuminoidea, que provisionalmente llamaremos lactoproteina. Puede demostrarse inmediatamente su existencia echando en ella un poco del líquido nitro-mercúrico, que hemos indi- cado como el reactivo mas propio para descubrir la pre- sencia de sustancias albuminoideas. Dicho reactivo produce en el suero que acabamos de obtener un precipitado blanque- cino, que toma color rojo cuando se calienta la mezcla de ambos líquidos en un pequeño globo, ó en un tubo de vidrio cerrado por su estremo. Lo que distingue la lactoproteina es que no se coagula ni con el calor, ni con el ácido nítrico, ni con el bicloruro de mercurio, ni con la acccion combinada del ácido acético y del calor. El alcohol concentrado en gran exceso, altera muy poco el suero anterior. Concentrando este no se separa la lactopro- leina de los demás principios de la leche, sino que es arras- trada con ellos en la mayor parte de sus reacciones; y solo 74 hemos conseguido aislarla después de muchos ensayos infruc- tuosos, para lo cual hemos sacado partido de la propiedad que tiene esta nueva sustancia, de formar un compuesto inso- luble, que obre sobre la disolución ácida de nitrato de bióxido de mercurio. Se echa el líquido ácido de nitrato mercúrico en el suero anteriormente obtenido, mientras que se forma un precipi- tado; pero nunca se emplea mas que una pequeña cantidad de reactivo, porque la lactoproteina es poco abundante en la leche, y porque el precipitado que forma se disuelve en un exceso de reactivo. El precipitado es blanco, amorfo, insoluble en agua, en alcohol y eter; toma color amarillo, y algunas veces se enro- jece ligeramente secándole. Para purificarle se recoje sobre un filtro, se le lava primero con agua acidulada con una centésima de ácido nítrico, y después con agua pura, mientras esta arrastre bastante mercurio para tomar color con el hi- drógeno sulfurado. En seguida se rocia el precipitado con alcohol, y finalmente con eter; y empleando sucesivamente el alcohol con agua y el eter con alcohol, se desprende el preci- pitado con mucha facilidad del filtro, y se seca en un momento. El método de preparación que describimos sirve también para valuar la proporción de lactoproteina, pues la leche de vaca contiene siempre un peso variable de 2&r,90 á 3§r,49 por litro. La misma sustancia hemos hallado en la leche de cabra, de oveja, de burra y de muger. Nuestros experimentos son menos numerosos sobre estas diferentes especies de leches que sobre la de vaca, y nos han dado los números siguientes. Leche de cabra l&r,52 por litro. — de oveja 2 ,53 — de burra 3 ,28 — de muger 2 ,77 El precipitado formado en el suero por el nitrato mercú- rico, es el resultado de una combinación de lactoproteina y de bióxido de mercurio, que retiene por interposición algo de 75 nitrato mercúrico. Por repetidos experimentos nos hemos cer- ciorado, de que una disolución de albúmina á la que se haya añadido azúcar de leche y ácido acético, y después se haya coagulado por el calor, no daba después de filtrada ningún precipitado con el nitrato mercúrico. Para referir los números suministrados por la análisis á una fórmula sencilla, hemos tenido qne restar la cantidad de nitrato mercúrico debida á la interposición, con lo cual hemos llegado á la fórmula siguiente: C36HSl Az3018, HgO + (HgO, AzO3) Interpuesto. El grupo orgánico C36 H31 Az3 O18, que suponemos asociado con el bióxido de mercurio, ofrece una relación interesante con la sustancia estraida de los glóbulos del fermento por el ácido acético, cuya fórmula es C36 H2S, Az4 O15. Tenemos en efecto C36 H31 Az3 018=C36 H23 Az4 013 + AzH3 + 3H0 Materia proteica de los No debe olvidarse que la misma proteina puede represen- tarse por la fórmula C36H23Az4010. Debe haber pues en la leche un producto de oxidación de la proteina unida al amoniaco, y el compuesto nuevo que lla- mamos lactoproteina se combinaria con el bióxido de mer- curio. La interposición del nitrato mercúrico se ha demostrado disolviendo la lactoproteina mercúrica en la potasa pura, y haciendo actuar el sulfato de índigo sobre la disolución, que 76 se forma sin la menor precipitación de óxido mercúrico. La decoloración ha sido muy enérgica y además hemos visto confirmado el hecho de la interposición, empleando para pre- cipitar la lactoproteina el sulfato mercúrico, preparado con precauciones análogas á las que ya hemos indicado respecto del nitrato. El precipitado que forma el sulfato mercúrico se disuelve también en la potasa, pero la disolución no decolora una gota de sulfato de índigo. La cantidad del nitrógeno y del mercurio contenidos en la variedad de lactoproteina mercú- rica se conciba muy bien con la fórmula que hemos admitido, siempre que se tenga en cuenta una interposición de sulfato mercúrico, cuya existencia se demuestra por la cantidad de ácido sulfúrico que la análisis descubre en ella. No se puede conseguir quitar el sulfato interpuesto la- vando el precipitado con ácido sulfúrico diluido, pero se di- suelve poco á poco la lactoproteina mercúrica, y en la porción no disuelta se halla que la proporción de ácido sulfúrico aumenta, es decir, que el contacto prolongado basta para combinar la lactoproteina con el ácido sulfúrico, aun cuando este es muy débil. El mismo hecho es de presumir que se produzca con el ácido nítrico. Hemos tratado de aislar la lactoproteina, descomponiendo por el hidrógeno sulfurado el precipitado que produce el sulfato mercúrico: después de suspenso el precipitado en el agua y dé haber apurado la acción del hidrógeno sulfurado le hemos filtrado, y acto continuo se ha agitado por mucho tiempo con carbonato de barita, y se ha filtrado de nuevo. Evapo- rando este último líquido con precaución, se obtiene un pro- ducto de aspecto gomoso, en el que á nuestro parecer no se encuentra la propiedad característica de las sustancias albu- minoideas, la coloración roja por el líquido nitromercúrico. Es una de las particularidades mas notables de estas sustancias esencialmente proteicas; puede apreciarse bien el proteo que dejan en libertad, pero no se deja encadenar bajo la misma forma. Sin insistir demasiado sobre la existencia de la lactopro- teina, debemos sin embargo indicar que nuestras investiga- ciones y comparaciones han recaído sobre varias sustancias 77 albuminoideas. Por procedimientos análogos á los que acaban de descubrirse esperamos separarlas unas de otras, caracte- rizar mas claramente cada especie ó variedad, y llegar á comprender mejor su método de afinidad y sus metamor- fosis. Desde ahora indicamos y recomendamos, como un hecho general sumamente á propósito para facilitar su estudio, las lociones sucesivas con agua , alcohol y eter. De esta manera todas las sustancias albuminoideas se despegan con facilidad de los filtros y se desecan rápidamente sin ofrecer el menor vestigio de alteración: esta sencilla modificación hace que se pueda determinar su cantidad mas pronto, y de un modo tan seguro como en la mayor parte de las sustancias mine- rales. QUIMICA ORGANICA. Nuevo procedimiento para la preparación del yodhidrato de trmetilamina. Sabido es que la aldehida amoniacal, en atención á su composición, se desdobla con facilidad en contacto de dife- rentes sustancias inorgánicas, para dar origen á diversos pro- ductos artificiales, algunos interesantes bajo el punto de vista teórico. En este concepto fué puesta por Liebig y Wahler en pre- sencia del ácido sulfhídrico, y obtuvieron un nuevo alcaloide •oxigenado, la thialdina, en virtud de la siguiente reacción: 3(C4H402, NH3)+ 6SH = 6HO + 2SNH + C12H7N02 Aldehida amoniacal, Acido Agua. Sulfuro Thialdina. sulfhídrico. amónico. Del mismo modo la aldehida amoniacal en contacto del ácido selenhídrico ha producido la selenaldina. 78 Igualmente Redtenbacher ha visto que el sulfuro de car- bono obra sobre la aldehyda amoniacal, y produce la carba- thaldina por la reacción: C4H402,NH3 + S2C = 2H0 + C5HsNS2 Aldehida amoniacal. Sulfuro Agua. Carbathaldiua. de carbono. también nuevo alcaloide artificial, pero sulfurado, y en el que ya no existe oxígeno. Viendo con qué facilidad la aldehida amoniacal se des- compone en presencia del sulfhídrico, selenhídrico y sulfuro de carbono, era de esperar que efectuase lo mismo en con- tacto de los compuestos clorados, bromados y yodados de los radicales alcohólicos, y se obtuviera por este medio algún alcaloide artificial. Con este objeto hemos elegido el yoduro de metilo, prefiriéndole al cloruro y bromuro, por ser com- puesto mas estable, y como el bromuro, sus reacciones son siempre mas claras y sencillas que el cloruro correspon- diente. Se creyó que el radical metilo (C2H3) del yoduro susti- tuiría 1 equivalente del hidrógeno del amoniaco para for- mar un nuevo compuesto, unido al ácido yodhídrico, en virtud de la siguiente reacción: C4H402, NH3 + IC2H3 = CfiH902NIH, ó lo que es lo mismo: (H) (C2H3) C4H402N jHj-i-lC2H3=:C4H402NjH j+IH de manera que tratando este yodhidrato formado por el óxido argéntico, se produciría yoduro argéntico, agua y una sus- tancia compuesta de C6H902N, la que por analogía debiera ser una base orgánica. Siguiendo estas ideas, se ha tomado aldehida amoniacal 79 cristalizada, colocándola en un tubo de reactivo, añadiendo yoduro metílico y dejando la mezcla á la temperatura ordi- naria por espacio de ocho horas, al cabo de cuyo tiempo no se han notado fenómenos de reacción ni 'cambio de color al- guno, ni tampoco después de pasar veinticuatro horas, por lo que no habiendo acción en estas circunstancias se han variado, poniendo la mezcla en un tubo de vidrio que se ha cerrado por sus estreñios, y se ha sometido por seis horas á la tempe- ratura de 100° en baño maría, no advirtiéndose tampoco nin- gún signo que indicara que había reacción; solo después de cuarenta y ocho horas se han formado dos capas líquidas, la inferior rojiza y siruposa, y la superior menos densa y con los caracteres del yoduro metílico. En vista de no actuar estos cuerpos en las condiciones espresadas, se ha repetido la esperiencia, pero disolviendo los cristales de aldehida en un poco de alcohol concentrado, y añadiendo el yoduro de metilo, agitando la mezcla y deján- dola en un tubo á la temperatura ordinaria, no advirtiéndose nada al principio, pero sí después de cuatro horas, que se vió al líquido tomar color rojizo y aparecer cristales amari- llos, que fueron aumentando en número hasta el tercer dia. El mismo experimento efectuado en tubo cerrado y en baño maría a 100° por espacio de cinco horas, se notaron con él iguales fenómenos, solo que la formación de los cristales se efectuó en menos tiempo y en mayor cantidad sensible. Filtróse separadamente el contenido de los tubos para recojer los cristales, y se observaron ser pequeños prismas de cuatro caras, amarillentos, que dejan residuo negro sobre la lámina de platino, dan amoniaco calentados en presencia de la cal, y contienen yodo. Los líquidos obtenidos por la filtra- ción tienen color rojo, dejan también residuo carbonoso, dan amoniaco y se caracteriza el yodo, y evaporados en baño ma- ría dan nuevos cristales, de la misma naturaleza que ios anteriores. Lavado con alcohol y desecado el contenido de cada fil- tro, que pudiera ser yodhidrato de amoniaco, se han lomado 0gr, 083o, que se han disuelto en agua, acidulando con algunas gotas de ácido nítrico, adicionando después nitrato de plata 80 para precipitar completamente todo el yodo al estado de yo- duro argéntico, el cual recojido, lavado y fundido ha pesado 0er,1067, que representa 0er,057 de yodo, que corresponden á 68,2 de yodo en 100 partes de los cristales desecados. Si de la composición del yoduro amónico deducimos el yodo que existe en 100 partes de este compuesto, resultan 87,61, cantidad mayor que la encontrada. Suponiendo que el yoduro amónico está hidratado con 1 equivalente de agua, en este caso, calculando el yodo cor- respondiente á 100 partes, será 82,5, cantidad todavía mayor que la determinada directamente; de donde deduciremos que por la determinación del yodo no pueden considerarse estos cristales como yoduro amónico, ni el mismo monohidralado. Igualmente, si fuera yodhidrato de una nueva base or- gánica, que tuviera por fórmula C6H902N,1H, y en vista de ella se determina el yodo que habrá en 100 partes, resulta 62,65, cantidad que se aproxima mas que las anteriores á 68,2; no obstante, no es la que corresponde al compuesto que se debia esperar. Muy bien pudiera aún considerarse coma aldehida amo- niacal combinada con el yodo, siendo en este caso su com- posición C4H4O2N, I; pero calculado el yodo para 100 partes se ve que es 74,2, no siendo tampoco la cantidad hallada. En vista de estos resultados, contrarios al parecer á lo anteriormente dicho, y previendo que por haber puesto en las operaciones practicadas, unas veces yoduro- metílico en esceso y otras aldehida, fuese esta la causa de no obtener el compuesto buscado, no obstante que los cristales producidos en las diferentes operaciones eran idénticos, y daban 67,93 de yodo los unos y 68,6 del mismo cuerpo los otros, pudiera depender este resultado de no poner en proporciones conve- nientes los compuestos que reaccionan, y para ello, según resulta de la combinación que suponemos debe efectuarse, es necesario ponerlos en relación de 1 equivalente de cada uno, ó en 61 de aldehida amoniacal y 142,1 de yoduro metílico, ó en la proporción de 1 del primero para 2,32 del segundo , por lo cual hemos tomado 6 gramos de la aldehida y 14 gramos del yoduro metílico, colocándolos en 81 un tubo: añadiendo un poco de alcohol concentrado y cer- rando el extremo abierto del tubo se ha puesto en baño maría á 100° por espacio de dos horas, cuyo tiempo ha sido suficiente para empezar á enturbiarse el líquido y formarse los cristales, dejándolos veinticuatro horas, tiempo bastante para la completa cristalización; filtrando después, lavando y desecando los cristales obtenidos, estos son incoloros, insípi- dos, prismáticos como los anteriores, solubles en agua, con mas facilidad en la caliente que en la fria, é insolubles en alcohol concentrado. Calentados sobre lámina de platino dejan residuo negro de carbón; puestos con potasa y auxiliando la acción por el calor, desprenden amoniaco, carácter de que contienen nitrógeno ; y la disolución acuosa precipita en amarillo por el nitrato argéntico, debido al yodo que con- tiene. Determinando el yodo como anteriormente se ha indicado, resulta tener 68,269 en 100 de sustancia, cantidad análoga á la encontrada anteriormente; lo que nos demuestra que no es ninguno de los compuestos antes citados, y por tanto tampoco el cuerpo que esperábamos obtener: no quedando para conocer su verdadera composición sino el análisis ele- mental. Con este objeto se han tomado 0&r,481 de sustancia bien desecada, que se ha sometido á la combustión con el óxido cúprico, y obtenido 0&r,2357 de agua y 0sr,3286 de ácido carbónico, que corresponden para 100 partes á 18,627 de carbono y 15,443 de hidrógeno, que con el yodo encontrado componen 92,339, y la diferencia 7,661 deberá ser la suma del nitrógeno y oxígeno que contiene la sustancia sometida al análisis. Se ha pasado á la determinación cuantitativa del nitró- geno, tomando 0&r,329 de los cristales, que mezclados con la cal sodada y haciendo la combustión por el procedimiento de Will, se ha recogido un precipitado de cloro-platinato amónico, que después de bien lavado y desecado ha pesado Ob',4014, que deduciendo de su composición el peso de su equivalente resulta 223,2, en el que hay 14 de nitrógeno, y por consi- guiente 0sr, 02517 de este mismo cuerpo en el precipitado TOMO XV. 6 82 obtenido, que representan 7,6504 para 100 partes del cuerpo analizado, cuya cantidad adicionada á las anteriores da el siguiente resultado: C 18,6270 H 5,4430 1 68,2690 N 7,6504 99,9894 que, como se ve, es sensiblemente 100. De esta composición elemental se deduce, que el com- puesto analizado contiene los elementos carbono, hidrógeno, nitrógeno y yodo, siendo por consiguiente una sustancia pro- pilamínica, ó que carece de oxígeno, no siendo por lo tanto en ella el compuesto que se habia formulado. Si de la composición centesimal encontrada deducimos la fórmula empírica, resultará ser C3HsN0,sIo,s ó bien doble CeHtoNI, diferente de la que esperábamos obtener, C6H10NO2 en que no contiene el oxígeno y sí el yodo. Podría muy bien, en atención á su fórmula, considerarle como constituido de 3 equivalentes del radical metilo, reemplazando á 3 de hidrógeno de 1 equivalente de amo- niaco, en cuyo caso este hidrógeno hubiera formado ácido yodhídrico con el yodo que estaba unido al radical, y por tanto podríamos la fórmula empírica trasformarla en racional del modo siguiente: (C2 H3) C.H„NI= (? Ha N,IH, (C2 Hs) que por su composición sería el yodhidrato de trimetí- lámina. En efecto, si por la fórmula de este último compuesto se calculan las cantidades de sus elementos, y se comparan con 83 las encontradas por el análisis que liemos efectuado, ten- dremos. Calculado. Encontrado. 6 equivalentes de C= 36 19,24 18,6270 10 id. de H= 10 5,34 5,4430 1 id. de N== 14 7,48 7,6504 1 id. de I = 127,1 67,94 68,2690 187,1 100,00 99,9894 donde se ve que hay una pequeña diferencia entre lo calcula- do y encontrado, de 0,0106, debida á error de manipulación. Considerando el compuesto obtenido como el yodhidrato de trimetvlámina, se ha disuelto en poca agua y sometido á la destilación en presencia de la cal viva en esceso, y ha re- sultado un producto de las mismas propiedades que la trime- tilámina , el cual saturado con ácido sulfúrico diluido , ha dado un compuesto cristalino que se ha desecado, y lomado 0&r,3o6 disolviéndole en agua, y añadiendo un poco de ácido nítrico, se ha precipitado todo el ácido sulfúrico por un exceso de nitrato bárico, obteniendo sulfato de barita, que lavado, desecado y calcinado convenientemente ha pesado 0&r,3836, que contienen 0&r,1317 de ácido sulfúrico, que corresponde á 36,991 de este ácido en 100 de sulfato. Si se calcula el sul- fúrico que debe existir en 100 partes de sulfato de trimeti- lámina, resultan 37; donde vemos que coincide con la com- posición de esta sal, y que los cristales obtenidos primitiva- mente eran del yodhidrato de trimetilámina. La preparación del yodhidrato de trimetilámina exigía la presencia del amoniaco y del yoduro metílico, para que resultase el yodhidrato de dimetilámina, y este compuesto con nueva cantidad de amoniaco diese el cuerpo citado. Este procedimiento es largo, algo difícil, y es preciso operar sobre cantidades un poco considerables para obtenerle; al paso que por el que acabamos de esponer, poniendo como se ha visto 84 el yoduro metílico y la aldehida amoniacal con algo de alcohol, aun á la temperatura ordinaria se obtienen cristales que, lavados y desecados, fácilmente pueden dar la trimetilá- mina por cualquiera de los medios conocidos para aislar el ácido yodhídrico. Examinando las aguas madres en que ha cristalizado el compuesto referido, se observa que tienen color rojizo, que contienen yodo en esceso, dejan residuo de carbón sobre la lámina de platino, y destilando convenientemente en baño ma- ría y con termómetro, su columna mercurial se detiene á los puntos correspondientes de la ebullición del alcohol, alde- hida, y por último á la del yoduro metílico, dejando en la retorta un líquido negro y muy espeso. Si en virtud de todos los cuerpos que vemos se originan en esta operación, tratamos de representar por medio de una ecuación química la reacción y formación de los productos expresados, muy bien satisfará la siguiente: C4H4O2NH +3(ICaH8)= C6H9NIH + 2 IH + C4H4O2 Aldehida amoniacal. Yoduro Yodhidrato de Ac.yod- Aldehida. de metilo. trimetilámina. hídrico. donde vemos cómo se forman. el yodhidrato de trimetilámina, el ácido yodhídrico y la aldehida; la que una vez formada actuará, como reductora que es, sobre el ácido yodhídrico para dar alcohol y poner el yodo en libertad, lo que nos explica el color del líquido, y la presencia del alcohol, que debe adi- cionarse al que se puso como disolvente, y parte de la alde- hida producida, y del yoduro metílico que no ha entrado en la reacción. Habiendo estudiado de la manera expuesta la acción de la aldehida amoniacal en presencia del yoduro metílico , no dudamos, por las razones dichas, que en adelante se deberá seguir y utilizar esta reacción en la preparación del yodhi- drato de trimetilámina para la obtención del alcaloide artifi- cial volátil la trimetilámina. Madrid 8 de marzo de 186 $.z=Manuel Saenz Diez. METEOROLOGIA. Sobre la inversión diurna y nocturna de la temperatura hasta los límites de la atmósfera , y su repartición desde el hori- zonte hasta el zenit ; por D. Andrés Poey, Director del observatorio físico-meteorológico de la Habana. El objeto de este trabajo es fijar, por un método exacto, el hecho de la inversión diurna y nocturna de la temperatura, desde la zona de aire que se halla en contacto con el suelo, hasta las capas que limitan la atmósfera. La primera inves- tigación que se asemeja á esta, y de la cual solo tuve cono- cimiento después, es la que hizo Marc. Aug. Pictet desde 1778 á 1781 (1) con termómetros colgados: á él se debe por con- siguiente el conocimiento de dicha inversión, aunque en los límites de o á oO pies de altura sobre el suelo. Después Six, Cantorbery, Marcet, Bravais, Lottin, Rozet, Martins y otros han comprobado el enunciado de Pictet. Al principio me vi muy embarazado por falta de un aparato á propósito para tai género de observaciones; pero muy pronto tuve la feliz idea de valerme del galvanómetro y de la pila termo-eléctrica. Otra dificultad se me ofreció sin embargo, á saber, que la temperatura variaba constantemente en cada paralelo, en lon- gitud y latitud, por lo cual tomé tres alturas principales y equidistantes hacia el polo norte, el horizonte, 4o grados, y el zenit. Mi galvanómetro, construido por el hábil artista Gourgon, es sumamente sensible, como también la pila termo- eléctrica de doble cono de Mr. Ruhmkorff, que se halla montada sobre un pie paraláctico. Véanse ahora las conclu- siones á que he llegado durante dos años de observaciones, desde 1862 á 1864. 1. ° Estando el dia y la noche en calma y serenos, la aguja del galvanómetro se mantiene por el dia hácia los grados de calor, y por la noche hácia los del frió. 2. ° Por la mañana hay por consiguiente inversión de tem- (1) Ensayo sobre el fuego. Ginebra, 1790 pág. 179. 86 peratura del frió al calor y por la noche una segunda inver- sión en sentido contrario, del calor al frió. 3. ° Esta inversión no se verifica precisamente á la salida y puesta del sol, mas que cuando el cielo está enteramente descubierto y el estado atmosférico normal. Fuera de estas condiciones, la hora de la inversión anticipa, ó sigue la apa- rición y desaparición del sol de una manera muy variable. 4. ° La inversión se efectúa sucesivamente de un paralelo á otro, á contar desde el horizonte hasta llegar el zenit: por la mañana la región del horizonte es la que pasa la primera del frió al calor; después viene la situada á 45° de latitud, y sigue la del zenit; por la noche es el horizonte el que pasa de caliente á frió, después á los 45°, y por último el zenit. 5. ° Antes y después de salir y ponerse el sol, y prece- diendo á la inversión, hay un momento de equilibrio general en toda la estension del cielo, desde el horizonte hasta el zenit; equilibrio difícil de apreciar por las causas múltiples de perturbaciones locales, principalmente debidas al vapor de agua en suspensión en la atmósfera, á las temperaturas acci- dentales, y á la intensidad variable del viento. 6. ° Después del establecimiento definitivo de la inversión, se observa una marcha regular de la temperatura, la cual es siempre mas caliente en el horizonte, menos á 45°, é inferior todavía en el zenit, escepto cuando el sol á medio dia llega á este punto; entonces esta región hasta los 45°, es mas cálida que en el horizonte. Por la noche se conserva la misma rela- ción hácia el frió, es decir, menos fria en el horizonte, mas á 45° grados, y mas fria todavía en el zenit. 7. ° Bajo estas condiciones, cuanto mas puro es el azul del cielo y se halla fuertemente polarizado, mas seco el aire, mas alta la presión barométrica, y el viento es del norte, mas se inclina la aguja hácia el frió, sea cualquiera su posición de equilibrio por el dia ó la noche. En condiciones atmosfé- ricas inversas se dirije hácia el calor. 8. ° Hay sin embargo ciertas circunstancias que es menes- ter saber apreciar. Si, por ejemplo, estando el cielo puro so- breviene una especie de vapor elástico ó vesicular que le cu- bre de un velo mas ó menos denso, la aguja oscila del frió al 87 calor; pero si un momento después, como siempre sucede, da este vapor origen á cirros ligeros y trasparentes, en este caso la aguja se dirije hácia el frió. 9.° La apreciación de las variaciones de temperatura que las nubes experimentan, según la altura de la capa que ocupan y su constitución física, puede desde luego fácilmente apre- ciarse del modo siguiente: los cúmulos propiamente dichos y los cúmulo-estratos de verano son las nubes mas cálidas; si- guen después los fracto-cúmulos, esceplo cuando se manifies- tan después de una lluvia de tempestad, que son blanquecinos, muy rápidos y de bordes desgarrados, en cuyo caso participan de la temperatura baja esparcida en la atmósfera, y pueden ser tan frios como los cirros. Los cirro-cúmulos son después mas fríos que los cúmulos; y por último, los cirros todavía mas frios. El 25 de marzo de 1862 á las dos de la tarde, hice una observación muy curiosa; asistí á la formación de los cirros, sorprendí á la naturaleza, por decirlo así, en el hecho. El cielo estaba perfectamente claro; pero en diferentes puntos, sobre todo hácia el Este, el vapor elástico se reducia de repente al estado vesicular y se congelaba en seguida en forma de agu- jilas, formando un pequeño cirrus. Pues bien, durante esta trasformacion rápida, la aguja del galvanómetro me indicó tres grados diversos de temperatura; la parte azulada estaba fria, pero cuando se cubrió de vapores vesiculares estaba mas cálida; y por último, cuando el vapor se congeló, se quedó mucho mas fria que en el azul del cielo. l.° El máximum de desvío que he observado hácia el calor ó el frió ha sido 60° de la aguja galvanométrica. Las observaciones se repitieron bajo muy diversas condiciones meteorológicas en la ciudad y en el campo. La distribución de temperatura en el sentido de la latitud del horizonte al zenit, parecía seguir una progresión aritmética, mientras que en el sentido vertical, desde la tierra al cénit, era progresión geométrica. La nebulosidad del disco solar y del cielo influye de una manera prodigiosa sobre el estado térmico de las capas inferiores y superiores de la atmósfera, hasta tal punto que se obtienen instantáneamente desvíos considerables de temperatura. Por ejemplo, el paso de una nube bajo el disco 88 del sol, estando clara la parte visible del cielo, hace siempre bajar la temperatura^ por lo común de 20 á 60°. Si la nube pasa delante del cono de la pila, aumenta la temperatura ó disminuye según la condición de las vesículas acuosas ó con- geladas que la constituyen. Bajo un cielo tempestuoso ó uni- formemente cubierto por una gran humedad ó niebla, la aguja queda á cero en toda la extensión del cielo. Estos hechos podrían demostrar cuán ociosos son los cálcu- los fundados en décimas, centésimas ó milésimas de grado. Las líneas isotermas, isoquimenas é isoteras del globo dejan todavía mucho que desear, y así sucederá siempre, á pesar de la perfección de los métodos y de los termómetros, mientras que no se tenga en cuenta, no solo la nebulosidad del cielo sino también la del disco solar. Esto es á lo que se ha aten- dido en el observatorio de la Habana. ¿Puede admitirse para todo el año, que la temperatura media de los dias serenos sea sensiblemente la misma que la de los dias nebulosos ó cubiertos? Esta suposición ¿es tam- bién admisible respecto al estado higroscópico de la atmósfera, que produce el calor seco ó húmedo? ¿Sucede lo mismo res- pecto de las diversas propiedades de los vientos? Fácilmente podría concebirse , y las observaciones parecen demostrar hasta cierto punto un equilibrio, una compensación entre todas las fuerzas de la naturaleza, que obrasen en el ecuador y en los polos; pero dicho equilibrio ¿subsiste en el trascurso de un año en todos los paralelos intermedios en latitud y longitud? Esto es á nuestro parecer lo que no puede decidirse a prior i. Bacon (1) y otros observadores modernos habían notado también la elevación de temperatura por el paso de una nube por el zenit, y su descenso por su desaparición. Pedro Prevost esplica este hecho diciendo que el aire mas denso de las llanuras es permeable al calor radiante, que el de las re- giones superiores de la atmósfera lo es aún mucho mas ó mas bien transcaluroso; pero que el agua no lo es, ni el vapor vesicular: de modo que las nubes deben ser, según él, opacas (1) Noctes illustres stellis, ñeque illunes, frigidiores sunt noc- tibus nubilis. (Sylv. Sylv. cent. IX, S. 866.) 89 para el calor lo mismo que para la luz (1). Se ve por consi- guiente, que desde 1809 Prevost, lo mismo que hoy Mr. Tyn- dall (2), atribuía al vapor vesicular un poder absorbente y radiante para el calor, mucho mas considerable que el del aire y especialmente cuando está seco; opinión de que no parti- cipa Mr. Magnus (3). En la Habana sobre todo, y bajo la zona tórrida, es donde se puede comprobar este hecho en las con- diciones mas favorables para la producción natural del vapor de agua; allí donde el sol eleva del Océano prodigiosas canti- dades de vapores, que se desbordan en las altas regiones déla atmósfera de una y otra parte de los trópicos hasta los polos del mundo. Mr. Tyndall sostiene que el aire puede hallarse cargado de vapor de agua vesicular ó elástico, sin que el azul del cielo se altere y se haga menos puro; de manera que puede ser compatible que haya una gran trasparencia para la luz con una gran opacidad para el calor, y podría en este caso interceptarse la radiación terrestre á pesar de la perfecta tras- parencia del aire (4). Sin embargo, en mis experimentos gal - vanométricos acerca de la temperatura de las altas regiones de la atmósfera, y en mis estudios sobre la formación de las nubes y la polarización atmosférica, he llegado á conclusio- nes diametralmente opuestas. Siempre he observado por ejemplo, que cuanto mas seco es el aire y mas baja la tem- peratura, mas alta es la presión atmosférica, mas intenso el azul del cielo, mas fuerte la polarización y menos nubes hay en la atmósfera. En estas condiciones, el primer anuncio de un cambio de tiempo ó de una lluvia próxima es una especie de velo de vapor que cubre el cielo, hace subir el termóme- tro y bajar el barómetro, empaña el azul del firmamento, y debilita la polarización de la luz. Mr. Glaishen ha observado esta capa de vapor en sus ascensiones aerostáticas. (1) Du calorique rayonnant. Paris et Ginebra, 1809, p. 383. (2) Heat considered as a mode of motion. London, 1863, ó la traducción francesa del abate Moigno. París, 1864. (3) Poggendorffs Annalen para 1863 y 1864. (4) Obra citada, p. 390 de la edición inglesa, y 385 de la traducción francesa. 90 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre de 1864. Los 5 primeros dias de este mes fueron algo nebulosos, de pocas nubes, notablemente tranquilos y templados. El ba- rómetro osciló ligeramente alrededor de 712mm; pero el dia 6 comenzó á descender, y el 10 marcaba ya una presión de solos 701. En este intermedio las nieblas espesaron mucho, se encapotó de nubes el cielo, arreció levemente el viento, casi siempre del S. E., y comenzó á llover. El dia 11 experimentó el barómetro una subida, pequeña y de corta duración, pues el 14 señalaba 684nim de presión únicamente. El cielo en tanto siguió encapotado; el viento, del S. ahora, sopló á ratos con grande violencia; y continuó lloviendo ó lloviznando casi sin interrupción. En los dias 15 y 16 apenas varió el temporal de los precedentes, y en el 17 cayó una capa de nieve como de 5 centímetros de espesor, que subsistió todo el 18. En los 19 y 20, de viento variable y débil, volvió á elevarse el barómetro y cesaron las lluvias; pero las nieblas y nubes continuaron, y el temporal mejoró muy poco. Nebulosos y tranquilos, como los dos ó tres anteriores, fueron los 21 y 22; medianamente nuboso, algo revuelto y frió el 23, y muy ventoso y desapacible el 24. El 2o amane- ció nevando, con viento arremolinado del N. E., y de un modo desusado en Madrid; y así continuó y concluyó, lle- gando á caer una capa general de nieve de 30 á 35 centíme- tros de espesor (1). En los dias 26 y 27, muy fríos y nubosos, (1) El espesor de la capa de nieve era, por término medio, de unos 30 centímetros el dia 25 á las 3 de la tarde, y de unos 91 la nieve se congeló, y apénas comenzó el deshielo; pero en los 28 y 29 se rasgaron las nubes, y á las horas de sol la tempe- ratura se elevó hasta 15 y 16°. Por último, en los 30 y 31 volvió á entoldarse el cielo, y de nuevo comenzaron á for- marse densas nieblas. 35 al amanecer el 26. Pero la densidad diferia mucho en ambos dias, como demuestran los siguientes números. Peso de un cubo de nieve , no comprimida artificialmente, de 25 centímetros de lado. Dia 25, á las 2 t. 1145 gramos. 3 1120 6 n. 1455 9 1285 Dia 26, á las 8 m. 1665 11 2180 5 t. 1950 Adoptando 35 centímetros para altura de la capa de nieve, y para densidad la correspondiente á las 8 de la mañana del dia 26, unas 10 veces inferior á la del agua, el espesor de la capa líquida equivalente ascenderia á 35mm. DIAS. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 CUADRO BAROMETRO. TERMOMETRO. A. máx. A. mín. T J m T. máx. T. mín. mm mm 0 0 o 713,61 712,23 5,5 12,3 —0,2 713,93 713,40 0,0 11,9 1,0 713,85 713,05 7,2 15,6 0,6 713,66 712,80 5,5 13,6 0,1 713,05 711,02 3,6 10,0 —0,8 708,70 707,99 3,3 6,8 0,6 707,38 706,92 4,3 7,6 1,7 707,63 707,11 2,3 4,0 —2,8 705,07 702,95 5,9 8,1 1,8 703,06 702,04 6,3 8,3 3,8 705,20 704,17 6,7 8,8 5,0 702,43 700,87 6,1 8,8 3,5 698,01 691,09 4,5 6,3 2,3 688,28 686,17 3,3 6,1 0,2 698,77 695,40 5,4 7,6 0,3 702,25 701,50 5,2 9,5 2,5 700,68 699,67 0,8 1,9 -0,4 706,64 703,52 2,1 4,9 -1,0 712,36 710,31 1,3 4,8 -1,5 713,33 712,25 4,5 6,3 +0,5 710,53 709,45 4,1 7,0 —0,5 706,98 704,95 1,3 2,8 -0,5 704,05 703,42 1,1 5,7 —2,5 705,53 704,81 0,7 3,2 —2,6 703,47 702,55 —0,8 0,7 —4,2 703,52 702,59 0,3 4,4 -2,8 706,06 704,57 -0,7 5,9 -4,7 709,54 708,35 —2,6 3,5 —5,9 709,31 708,92 —3,9 2,7 -7,7 708,85 707,91 -2,8 2,0 -7,0 706,52 703,64 —0,2 2,7 —7,0 93 PRIMERO. PSICRO! Hm IIEIRO. 'J'n A m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOllET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS, 85 mm 5,8 mm 0,7 mm » N.E. 2 1 79 5,5 0,6 » E.S.E. 1 2 73 5,5 0,9 » S.E. 2 3 69 4,9 0,8 » S.S.E. 1 4 91 5,2 0,5 » S-N.O. 3 5 95 5,5 0,6 » S.S.E. 8 6 92 5,9 0,2 1,6 S.E. 9 7 99 5,4 0,0 1,0 S.E-S.O. 10 8 100 7,0 0,0 4,6 S.E 10 9 95 6,8 0,0 5,7 s.s.o. 10 10 97 7,1 0,4 3,5 s. 10 11 91 6,4 0,6 3,6 s.s.o. 7 12 97 6,1 0,9 2,7 s. 10 13 93 5,4 0,6 1,1 S. (var.) 8 14 84 5,6 1,0 0,4 Variable. 8 15 82 5,3 1,0 0,1 N.O. 5 16 99 4,8 0,0 8,4 S.S.O. 8 17 93 4,9 0,5 0,3 o.s.o. 4 18 99 6,0 0,3 » S. (var.) 8 19 99 6,3 0,3 » S. (var.) 10 20 100 6,2 0,2 0,3 S.S.O. 7 21 100 5,0 0,0 0,4 N.O. 10 22 94 4,7 0,5 » N.O. 4 23 86 3,9 0,0 » N.N.E. 3 24 100 4,3 0,0 37,0 N.E. 10 25 98 4,6 0,0 » N.E. 9 26 94 4,2 0,0 ,) Variable. 6 27 97 3,5 0,6 » S-N.O. 2 28 98 3,4 0,2 » N.O. 2 29 97 3,6 0,4 » N.N.O. 5 30 100 4,5 0,0 » N.N.O1. 10 31 94 CUADRO SEGUNDO BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Ain á las 6 m 709,43 700,19 705,75 705,11 Id. á las 9 709,84 701,09 706,32 705,77 Id. á las 12 709,15 700,71 705,45 705,11 Id. á las 3 t 708,30 700,28 705,11 704,58 Id. á las 6 708,37 700,54 705,35 704,77 Id. á las 9 n 708,62 700,79 705,47 704,97 Id. á las 12 708,63 700,57 705,11 704,78 A,„ 708,90 700,60 705,51 705,02 A. máx. observadas (1) 713,93 713,33 710,53 713,93 A. rain, observadas (2) 700,83 684,07 701,64 684,07 Oscilaciones extremas 13,10 29,26 8,89 29,86 Oin diurnas. 1,95 4,58 2,39 2,96 O. máx. (3) 4,24 13,84 5,76 13,84 O. rain. (4) 0,91 1,49 0,78 0,78 (1) Dias y horas de la Observación. . 2— 9 m. 20-9 m. 21—9 m. 2—9 m. (2) Id 9 — 12 n. 14—6 m. 23—3 t. 14-6 m. (3) Dias de la observación 9 13 31 13 (4) Id 7 16 29 29 (*) Ax = 704mm,95 + 0,32 sen. (x + 133° 44') + 0,40 sen. (2 x + 180° 0'). 95 CUADRO TERCERO. TERMOMETRO, 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tra á las 6 m 1°,9 2o, 4 —2o, 4 0o, 5 Id. á las 9 3 ,2 3 ,2 — 1 2 1 ,6 Id. á las 12 6 ,8 5 ,3 1 ,6 4 ,5 Id. á las 3 t 8 ,7 3 ,7 2 ,4 5 ,5 Id. á las 6 6 *3 4 ,2 0 ,0 3 ,4 Id. á las 9 n 5 ,0 3 ,7 —1 ,1 2 ,4 Id. á las 12 3 ,8 3 ,3 —1 ,8 1 ,7 Tm 5 ,1 4 ,0 —0 ,3 2 ,8 Oscilaciones 18 ,4 11 ,0 14 ,7 23 ,3 T. máx. al sol (1) 25 ,8 16 ,7 16 ,8 25 ,8 Id. á la sombra (2) 15 ,6 9 ,5 7 ,0 15 ,6 Diferencias medias 6,4 3 ,8 6,7 5 ,6 T. mín. del aire (3) —2 ,8 -1 ,6 — 7 ,7 -7 ,7 Id. por irradiación (4) —5 ,9 —4 ,2 -11 ,0 -11 ,0 Diferencias medias 2 ,6 1 ,8 1 ,9 2 ,1 Om diurnas 9 ,2 5 ,4 7 ,8 7 ,5 0. máx. (5) 15 ,0 7 ,3 10 ,6 15 ,0 0. mín. (6) 4 ,5 2 ,3 3 ,3 2 ,3 1) Dias de la observación 4 14 23 4 2) Id 3 16 21 3 3) Id 8 19 29 29 4) Id 8 18 29 29 5) Id 3 15 27 3 6) Id 10 17 22 17 O T. = 2°,60 + 2,12 sen. (x + 39° 16') + 0,86 sen. (2® + 39° 49'). 96 CUADRO CUARTO. a PSICROMETRO. 1.a década. i 2.a 3," Mes (*). Hra á las 6 m 94 97 100 97 Id. á las 9 93 96 98 96 Id. á las 12.., 85 92 95 91 Id. á las 3 t 81 89 93 87 Id. á las 6 84 92 94 90 Id. á las 9 n 88 93 99 94 Id. á las 12 91 94 98 95 H. media 88 93 97 93 (*) Hx = 93,l +4,0 sen. ( r-~ *3# ■ O a 02 c*o co oo T—i r-* 02 s ed 02" zo t-T ed Ed 00000000 uu CU 02 O E-t .W .W .O .O SK Ed Z .W .C/3 # O > ¿i có c ó ¿ 02 Ed O XOOOSSOGOt^rHO EJ ©1 ©1 CO OO ©1 ri ‘íH > PS Ed 02 PQ O Miguel Merino. 99 . / hs# Ir- so t-h r-^ 1 •0iqra9UOK[ O ©í oo -sí o 05 ©I CO l> -3* ©1 a t- r-« r- 1 05 oo so C© co <©> J rH 05 eo co 05^ SO ©1 *25 / •ajqnioo SC Ir-" ©f so O rH E— \ SO co ©I <=> Ir- t- r- i r-T OO co r- r-> m 05^ 1- rH so oo so \ •0jqoi0i'j9S crtT <©T oT hh' o CO T*"! \ «o )- hsH ©I > r-> t-> Ir- rH ©i ©i O o CO HSií co 1 so co co 05 V •0jqra0ioia o t"" os" t-T o" V* C© V r- r- so ' r- r-< eo 1 .i -ce c3 2 s £ © “ *o n 3 Q 2 Termómetro.— Escala centígrada. 100 •aiqaiatAOM ©1 <0 í© a© ra# «ía^o^wwosao^eiH^ 0 00 ©q rH «5 ©f rH í© r^OO ©T©To «O ©5 ©q rH rH ©q ©q rn c© ©q OTOSO. •ajqnpo ©s a© rn a© t8©^”®””8©."!8©.©5^ «© ©J c© C© ©q C© rr ©q !>> ©q C© ©5 rH rH r— C© C© ©q rH rH C© ♦aaqraaiias ©q t- 00 ©a a© ©q i©os©s©c©c©sq«©r^a©c©__r^„ * ~ < ~ ^ r r.® ©5 rr 00 ©©oo©r>©^«ji^i>9qoíH(?JH ©q«© ©q ©1 rH rH »a# C© r— •ojsoSy ©q rn ^ i> 0 a© a©a©a©®®r— ii©'®ooir''*©!„A_„ ©q ® ® 0 Í© *a« IH c© c© ©q ©q ©q ©q 0© Gqeonrivjs: rH VERANO. i •ofinf ©q ©qc© ©s rn o© 1 WH5© rn ©s wh ©5 «h ©q ^ os c© ©q ©q ©qo© ©q ©q rH rH ^ C© rH •oiunj* oo ©q ^ oo o© a© ^ o© ^ OO ©a 05 ©5 ai© ©I ©J L"> O OO rH ©q rH rH rH ©q ©V 50 ©'í© H HHH rH ©I ©I rH r-l C© ©q I •oiaiqaj ©5 o© í© 00 t> ® ©(MOeQvjlJflOOOOO©!^.- _>A* ^í© ® í© w ^©©©©IMOOWXWt-IHSIhI©! ©1 | ©q rH COH I oiaog; «s# O ©1 rH IH O «O » 1 ® ^ ‘at® ^CO a© ® £© ©HOi^^i^aeict'íSH rn ©I I ©1 rH C© ©1 I •aiquiaioiQ »ü# OOrH 1> rH ©1 I>MXW9)©1©ÍOWX«„,awi,a - •» - • ^ ~ ~ • .«©©®©©a© ©5 C© O ^ *5# i© ©5 ® O rH *5* ©q ©I ©I j ©q rH ©© ©q | eS © as a i— i 2’ñ O -Cd ts £3 • G s -o ® • n a a) cd _ « cd o ® ‘o w cd es S®, ©S. 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Anemómetro.— Frecuencia de los vientos J siendo su suma 1000. 103 AÑO. *sjf t'» ©1 ^ ( ©I I — co , <® t— ^ 8aqai8|A0{¿ ooooíooscocoo® rH co ' •aaqnioo 1 3 16 0 38 0 3 0 25 •aiquianas \ OíOOíOOOOCM SO VERANO. / oisoSy ®rHO©R®®o©l *— 1 ©1 JO ' oqnf COOO®CO®®®<-^ L- oianf oooooooooc© PRIMAVERA. OjÍBJVI 0t>0005000^ rH 6Ó ^eooeoT-í»®^ CO 'OZ.IE J\[ \ ®0®<0«-<®vjí<00 co co i INVIERNO. •OJ8.iq8,í 1 ^COtO®CO£OtH|>. CO . -o-iaug K^ICOCOCO^OfH«^ rH [ l 'Qjqaiaioia 15 4 1 47 3 3 1 11 ; W * H • O • O ^ ^ rvi rri ^ ^ 104 RESUMEN. Altura barométrica media 762,63 Id. máxima (dia 4 de diciembre) 777,60 Id. mínima (dia 20 de marzo) 741,44 Oscilación anual 36,16 Id. media id 20,71 Id. media en invierno 21,04 Id. media en primavera 21,99 Id. id. en verano 15,32 Id. id. en otoño 23,79 Id. id. diaria entre las 9 de la mañana y las 3 de la tarde.. |0,70 Temperatura media del año 15,62 Id. id. en invierno 9,12 Id. id. en primavera 15,69 Id. id. en verano 21,07 Id. id. en otoño 16,61 Id. máxima (dias 9 de agosto y 2 octubre) 36,5 Id. mínima (dia 5 de enero) —6,0 Oscilación media diaria: invierno 9,22 Id. id. id.: primavera 13,44 Id. id. id.: verano. 14,61 Id. id. id.: otoño 11,85 mm Lluvia en todo el año 1037,1 Id. en el dia 8 de mayo (máximum) 54,3 Dias de lluvia 150 Id. despejados 75 Id. nubosos 104 Id. cubiertos 187 Bilbao 24 de diciembre de 1864. = El Catedrático de Física del Instituto, Manuel Naveran. CIENCIAS NATURALES FISIOLOGIA GENERAL. Investigaciones sobre los microfitos y los microzoarios ; por el Dr. Mr. Lemaire. (Comptes rendus, 17 agosto 1864.) En el trabajo cuyo extracto voy á ofrecer, empiezo por resumir el estado de la discusión suscitada entre los hetero- genistas y los panspermistas. Muchos sabios exigen nuevos experimentos que aclaren esta cuestión, y por su parte los heterogenistas piden que en dicho estudio, enteramente fisio- lógico, no se emplee el ácido sulfúrico ni el fuego. Mis inves- tigaciones corresponden á estos deseos, porque he estudiado los microfitos y los microzoarios en el vapor atmosférico del agua condensado por el frió, cuyo vapor recojido en tubos cerrados he puesto en presencia de una gran cantidad de aire natural á la temperatura ambiente, examinando con el mi- croscopio su composición en el momento de condensarse y después. He tratado de buscar los microfitos y los microzoarios en el aire de Sologne, en París y en Romainville. Aire de Sologne. Elegí las cercanías de la aldea de Saint— Yiatre, llamada también Tremblerif, porque es donde con mas intensidad hacen estragos las fiebres palúdicas. Mi amigo el 106 profesor Gratiolet y yo, hemos hecho el experimento el 20 de julio último, desde las once á las cuatro, expuestos á un sol fuerte y á orillas de dos grandes estanques de diferente profundidad, pero que contenían mucho cieno; hallándose el menos profundo cubierto de juncos, de cañas y de nin- feas, etc., mientras que el otro solo las tiene en las orillas. Exhalan un olor pantanoso particular, que se percibe á gran distancia, y sin embargo su agua es clara: uno de ellos sirve de abrevadero, y el sabor de aquella es fastidioso, sin que tenga acción sobre los papeles de plomo, cúrcuma y tornasol. El vapor del agua se condensa á mas de 1 metro de distancia de la superficie de los dos estanques. En el momento de su condensación era incoloro y claro el líquido, y su olor y sabor parecidos á los del agua de los estanques, careciendo de acción sobre los papeles reactivos. Contenia esporas esféricas, ovoidales y fusiformes, y además un gran número de celdillas pálidas de diversas dimensiones. Encontramos en considerable cantidad pequeñísimos cuerpos semilrasparentes, de diversas formas, siendo esféricos, ovoi- dales, cilindricos regulares ó irregulares; cuerpos que, como diré después, me parecen capaces de reproducir los micrófitos y los microzoarios; y por último algunos cuerpos pardos que consideramos de origen vegetal, granos de almidón, polvo y cristales cúbicos. El líquido condensado se abandonó á la tem- peratura ambiente (23 á 30 grados centígrados) en presencia de un igual volumen de aire, en un frasco tapado. Examen microscópico. Quince horas después el olor pantanoso era mas pronunciado, y el líquido no ejercía acción alguna sobre los papeles reactivos , notándose que brotaban algunas celdillas. Hallamos en una sola gola de dicho líquido mas de 200 Bactérium termo. Cuarenta horas después estaba turbio el líquido, y había aumentado el número de las celdi- llas, siendo biyugadas algunas de ellas: contenia mas de un Bactérium, vibriones lineolados, Spirillum volutans y móna- das en tal cantidad que hormigueaban en el líquido. El nú- mero de los cuerpecillos semi-trasparentes de que he hablado había disminuido mucho, y seguramente hay una proporción entre la disminución de su número y el aumento del de los 107 micrófitos y microzoarios. Sesenta horas después el líquido, enturbiado por materias en suspensión á manera de nube, despedia un olor pútrido marcado: el depósito estaba entera- mente formado por Bacterium , vibriones, y Spirillum inmó- viles. Ademas de las esporas y de las celdillas aisladas ó unidas de dos en dos, encontramos estas reunidas en forma de rosario. Existían también tubos ramificados, mezclados con esporas que quizá les pertenecían: algunos cuerpos en forma de varilla, inmóviles y numerosos, formaban masas en- trelazadas. ¿Cuál podría ser la naturaleza de otros en mayor número que los anteriores, también inmóviles y que estaban aislados? Se parecían tanto á los Bacterium termo y á los vi- briones, que me inclino á creer que eran dichos animalillos inmóviles. Por último, los bacterios, vibriones, espirilas y mónadas en gran número efectuaban sus movimientos habi- tuales; y puede decirse que dos dias después de recojer el vapor de agua, se hallaba poblado de un mundo de micrófitos. A la vista de tan imprevisto resultado, ¿negarán todavía los heterogenistas la existencia de gérmenes en la atmósfera? Pero continuemos nuestro estudio, en el cual hay que exami- nar otras cuestiones. Desde el 4.° dia, el número de esporas, de celdillas y de tubos empezó á disminuir, y el 28 de julio no podía descubrirse con el microscopio la existencia de tan pequeños vegetales. El líquido no contenia mas que animali- llos, los cuales á su vez desaparecieron poco á poco, empe- zando por quedar en estado de inmovilidad. La desaparición de los bacterios, vibriones y spirilas tardó mas de 15 dias en verificarse; siguió la de las mónadas; y las especies peque- ñas fueron las que primero faltaron. En el dia, cerca de un mes después del experimento, solo algunas mónadas, aunque raras, existen en el líquido. Aire del Jardín de Plantas . Se recogió el vapor de agua el 27 de julio de dos á cuatro, haciendo un sol hermosa y en dos parages distintos, en el punto mas alto del anfiteatro de química, y á 2 metros de distancia del cesped de la pradera que se halla delante de este anfiteatro. En el momento de su condensación el agua estaba clara, era inodora, y no ejercía acción sobre los papeles reactivos. Contenia esporas ovoideas 108 y fusiformes, celdillas pálidas, y un gran número de cuerpe- cillos esféricos, ovales, cilindricos, semi-trasparentes, pare- cidos á aquellos cuya existencia hemos demostrado en Solog- ne. Además encontré en ella algunos granos de almidón, polvo en cantidad considerable, y cristales cúbicos. El líquido se sometió á la temperatura ambiente en presencia de doble volúmen de aire en un tubo cerrado, y la temperatura ha variado de 28 á 30 grados centígrados. Veinticuatro horas des- pués las celdillas presentaban pequeños propágulos, se había desarrollado una gran cantidad de Bacterium termo , vibrio- nes, lineólos, spirillum y mónadas; pero el número de los cuerpecillos semi-trasparentes había disminuido. Cuarenta y ocho horas después hallé las cosas en el mismo estado; el lí- quido se había enturbiado, y ofrecía un débil olor pútrido. El 31 de julio se advirtió un lijero depósito en forma de nube, que estaba enteramente formado por Bacterium y vibriones inmóviles; existían muchas mónadas de diversas especies y muy ágiles; los microfitos habían desaparecido; el olor pú- trido era muy marcado; y el líquido no tenia acción sobre los papeles reactivos. Desde este momento los bacterios, los vi- briones y las espirilas disminuyeron poco á poco, desapareció el mal olor, quedó el líquido claro, y el 16 de agosto no con- tenia mas que raras mónadas poco ágiles, algunos cuerpos semi-trasparentes, y polvo. El vapor recogido en la cúspide del anfiteatro, no contenia esporas; las celdillas eran menos numerosas, mas pequeñas que las anteriores; había menos polvo; pero se han recono- cido las mismas especies de animalillos en iguales épocas y en tan gran número. Aire de Bomainville. El experimento se ha hecho de in- tento el mismo dia que los anteriores, para comparar los resultados. Romainville, que se halla situado á 90° metros sobre el nivel del Sena, es el pais mas saludable del departa- mento de este nombre. El vapor de agua se recojió en dos parages, en el centro de grandes terrenos cultivados, á 2 metros de distancia del suelo, y en el terrado de una casa situada en medio de un gran jardín ; pero no presentaron diferencias apreciables. En el momento de la condensación, 109 independientemente del polvo y de diversos filamentos, con- tenía raras esporas ovoideas y un gran número de cuerpecillos semi-trasparentes, como los indicados en las demás observa- ciones. Veinticuatro horas después hallé algunas celdillas reu- nidas muy pequeñas, raros bacterios, vibriones y mónadas. A las cuarenta y ocho horas no encontré ni esporas ni celdi- llas; los bacterios y los vibriones estaban inmóviles; pero las mónadas, que eran bastante numerosas, demostraban gran agilidad. Desde este momento (29 de julio) hasta el 10 de agosto no hallé mas que mónadas, cuyo número disminuía cada dia; y actualmente (16 de agosto) solo he podido encon- trar algunas con mucho trabajo. Un hecho digno de observa- ción es que el líquido quedó claro, y no ofreció ni mal olor ni sabor perceptibles. Estas investigaciones me parecen suficientes para probar que en Sologne, donde reinan las fiebras palúdicas, contiene el aire una cantidad considerable de microfitos y de micro- zoarios, mientras que el de Romainville, que es pais muy sano, no ofrece mas que una pequeñísima proporción de estos diminutos séres. El aire del Jardín de Plantas se diferencia del de ambas localidades, pero se parece mucho al de So- logne. La posición particular de aquel establecimiento, que se halla inmediato al rio de Bievre, á los dos anfiteatros de anatomía, á un gran hospital, y que tiene dentro de su recinto un corral, un establo y aguas estancadas para las necesida- des del cultivo, todo lo cual constituye otras tantas causas de insalubridad, explica este resultado. Por otra parte, nunca se repetirá bastante que las sustancias orgánicas no son peligro- sas sino en tanto que contienen microfitos y microzoarios: los experimentos que tengo hechos con el ácido fénico, no dejan duda alguna sobre ello. Concluiré interpretando un hecho que he solido compro- bar en diversos experimentos, á saber, el orden con que han desaparecido los microfitos y los microzoarios. Los vegetales son los primeros que dejan de existir; siguen después los animalillos mas diminutos; y por último quedan solamente las mónadas: desaparecen las pequeñas especies, y permane- cen dueñas del terreno las mayores. ¿Qué debemos deducir 110 de eslas observaciones? Por mi parte creo que en el mundo aéreo suceden las cosas como en nuestro globo. Los vegetales sirven de alimento á los animalillos, y cuando se han consu- mido los mas pequeños, quedan en estado de inmovilidad, sirven de pasto á las mónadas, y por último se devoran entre sí, sobreviviendo solo las especies mayores por la ley del mas fuerte. Parece confirmar esta opinión el hecho de que en el vapor de agua recogido en Sologne, que era rico en micrófitos, los bacterios, vibriones y espirilas vivieron unos 15 dias, mientras que en el de Romainville, en que los micrófitos eran raros, desaparecieron los indicados animalillos al cabo de 3 dias. En el del Jardín de Plantas, con mas micrófitos que el último, los bacterios, los vibriones y las espirilas aún exis- tían 6 dias después de empezar el experimento. Eslas obser- vaciones me parecen conducentes para demostrar que en las fermentaciones espontáneas, las sustancias albuminoideas sir- ven de alimento á los infusorios. PALEONTOLOGIA. Noticia acerca de las nuevas observaciones relativas á la exis- tencia del hombre en el centro de la Francia , en una época en que dicha región se hallaba habitada por el rengífero y otros animales que no viven en ella en la actualidad: por MM. Lartet y Christy. ( Anuales des Sciences naturelles.) En confirmación de las observaciones comunicadas á la Academia en una de sus últimas sesiones, á propósito de las figuras de animales grabadas en los huesos que se encontra- ron en la cueva de Bruniquel, vengo en nombre propio, y en el de M. H. Christy, individuo de la sociedad geológica de Lon- 111 dres, á indicaros otros hechos de la misma naturaleza, limi- tándonos, sin embargo, á mencionar por ahora los descubri- mientos verificados por nosotros en los cinco últimos meses del año 1863, en la parte del antiguo Perigord que en el dia for- ma el distrito de Sarlat. En una de las grutas de esta región, que es la de Eyzies, lugar de Tayac, hemos visto, en una brecha que cubría el suelo formando un pavimento sin interrupción, una amalgama de fragmentos de huesos, cenizas, pedazos de carbón, astillas y trozos de pedernal tallados con diversos planos, aunque siempre en formas determinadas y por lo común repetidas, reunidos con otros utensilios y armas fabricadas con huesos ó cuernos de rengífero. Todo ello ha debido ser acarreado y consolidarse en la brecha en el estado primitivo del depósito, y antes de lodo movimiento del terreno, porque algunas séries de varias vértebras de rengífero y articulaciones de piezas múltiples, se encuentran sostenidas y conservadas exactamente en sus co- nexiones anatómicas: únicamente los huesos largos y con cavi- dades medulares se hallan desprendidos, y hendidos ó partidos en un plano uniforme, es decir, evidentemente para sacar de ellos la médula. Puede además comprobarse cuanto decimos, por otros observadores competentes, pues hemos tenido cui- dado de mandar que esta brecha se sacase en grandes placas, y después de haber depositado los mejores ejemplares en el museo de Perigueux y en las colecciones del Jardín de plantas de París, hemos dirigido á muchos museos de Francia y del eslrangero, pedazos bastante considerables para que pudiera reconocerse la exactitud de las observaciones que aquí ha- cemos. La gruta de Eyzies, cuya boca se halla á 35 metros sobre el nivel del rio mas inmediato, que es el Beune , contenia tam- bién muchos guijarros y pedazos de roca extraños á la cuenca de este pequeño rio, que han debido ser introducidos por el hombre. Algunos de dichos guijarros, bastante voluminosos, principalmente los de granito, están aplastados en un sentido con un contorno aproximadamente circular, y excavados por encima, presentando una cavidad mas ó menos profunda, que conserva vestigios de haber experimentado un roce reiterado. 112 También se hallaron en la gruta de Eyzies, numerosos fragmentos de una roca pizarrosa muy dura; y en dos placas de esta roca hemos podido descubrir figuras parciales de for- mas animales grabadas de perfil. Suponemos que son los pri- meros ejemplos que se han observado del grabado sobre pie- dra en la fase antigua del período humano, en que el rengífero habitaba todavía las regiones templadas de nuestra Europa actual (1). En una de estas placas, que ha llegado incompleta hasta nosotros por efecto de una antigua fractura, puede distinguirse el cuarto delantero de un cuadrúpedo, probablemente herbí- voro, y cuya cabeza debió estar armada de cuernos, á lo me- nos según lo que puede juzgarse por las líneas de grabado in- decisas, y poco penetrantes en esta roca, relativamente bas- tante dura. En la otra placa puede reconocerse con mas facilidad una cabeza, en la que se distinguen perfectamente las narices y la boca, que se halla entreabierta; pero cuyas líneas de perfil se hallan interrumpidas en la región frontal por una especie de obliteración, que resulta del roce en apariencia artificial, y posterior al grabado. Lateralmente y un poco delante , sobre la misma placa, se distingue el dibujo de una gran cuerna pal- meada que si en realidad correspondiese á dicha cabeza, nos conduciría, en efecto, á considerarla perteneciente á el alce. Además de los depósitos osíferos de lo interior de las caver- nas, que son tan numerosos en el Perigord, pueden también (1) Uno de nosotros reprodujo en 1861 algunas figuras de animales de esta misma época (Ann. des scienc. nat., 4.a serie, Zool., t. XV, pl. 13); pero uno de tales dibujos, que puede reconocerse como cabeza de oso, se halla grabado sobre cuerno de ciervo; otro también se halla grabado en un hueso de rumiante, y re- presenta dos animales enteros, que se ha creído poder asemejarse al rengífero. El último pedazo, que proviene de la gruta de Chaf- faut, concejo de Savigné (Vienne), lo ha depositado en el museo de Cluny Mr. Merimée en nombre de Mr. Joly-le-Terme, arqui- tecto de Saumur, y está acompañado de pedernales labrados y de huesos de rengífero de la misma procedencia. lia estudiarse acumulaciones análogas que se han aglomerado en los grandes tajos de las calizas cretáceas de esta región, y algunas veces simplemente resguardadas por picos de la roca que sobresalen mas ó menos. Dichos depósitos esteriores abundan también en pedernales labrados y en huesos partidos de animales (caballo, buey, cabra monlés, gamuza, rengífero, aves, peces, etc.), que indudablemente sirvieron para la ali- mentación de las poblaciones indígenas en el período antiguo de la edad de piedra; pero son raros en este sitio los restos de ciervo común, como también los de jabalí y liebre. Hemos hallado algunos dientes aislados del gigantesco ciervo de Irlan- da (Megaceros hibernicus), y placas desprendidas de los molares de elefante (E. primigenius ), del mismo modo que los habíamos observado en el centro de la 'antigua sepultura de Aurignac, sin poder esplicarnos para qué uso estaban destinadas dichas láminas dentarias tan aisladas (1). También en las estaciones esteriores hemos recogido los mas bellos pedernales labrados, particularmente en la Lauge- ria Alta, donde parece que había establecida una fábrica de las hermosas lanzas que tienen dos cortes, y los bordes ligera- mente undulados. Pero probablemente no hemos debido en- contrar mas que los restos de dicha fabricación, porque pocas piezas han aparecido enteras entre centenares de fragmentos que hemos podido sacar. Es creíble que en la Laugeria Baja, y á cosa de un medio kilómetro de la parte alta de las orillas del Yezere, debió ha- ber otra fábrica de armas y de herramientas de asta de ciervo, á juzgar por la enorme cantidad de restos de cuernas de dicho (1) Esto nos recuerda que en la gruta de Eyzies hemos ha- llado una porción de la cubierta cortical de una defensa de elefante, que tenia vestigios del trabajo humano. También hemos recogido un metacarpo correspondiente al dedo pequeño de un joven Felis de gran tamaño (Felis spelcea?), en que se ven ligeras cortaduras y numerosas rayas producidas por instrumento cor- tante, absolutamente iguales á las que se observan en los huesos del rengífero ó del caballo comidos por el hombre. 8 TOMO XV. 114 animal que se habían acumulado allí, conservando casi lodos señales de haberse aserrado, por haber corlado así las piezas destinadas para obrar. Allí especialmente es donde hemos podido encontrar, además de las flechas y harpones dentados que se hallan en casi todos los depósitos de esta edad, la gran variedad de utensilios que presentamos á la Academia, algu- nos de ellos, adornados con grabados elegantes, y de un trabajo verdaderamente admirable, atendiendo á los medios de ejecu- ción de que podian valerse poblaciones que no conocían el uso de los metales. Igualmente pueden verse agujas de cuerno de rengífero, aguzadas finamente por un estremo, y que en el otro llevan un agujero para poner en él un hilo cualquiera. También existen útiles provistos en su extremidad de dientes embotados, que hacen sospechar su uso para la cons- trucción de redes. Algunos dientes de diversos animales (lobo, buey), agujereados en su raíz, han debido servir de adorno, y lo mismo otros objetos dispuestos en forma de arracadas, al- gunas veces con la parle ebúrnea de los huesos del oido del caballo ó del buey. Otro objeto, hallado ya por uno de nosotros en la sepul- tura de Aurignac, y sobre el cual he debido guardar silencio por desconfianza del valor de una observación todavía única, se ha vuelto á presentar en las dos estaciones de Laugeria y de Eyzies. Es una primera falange hueca en ciertos herbívo- ros rumiantes, y que se encuentra abierta artificialmente por debajo, y un poco delante de su articulación metacarpiana ó melatarsiana: colocando el labio inferior en su cavidad articu- lar posterior, y soplando en seguida por el agujero, se obtie- ne un sonido agudo, análogo al que produce una llave aguje- reada de mediano tamaño. Indudablemente era un silbato común en aquellos pueblos cazadores, y hasta hoy hemos observado cuatro ejemplares, tres de los cuales están hechos con falanges de rengíferos, y el cuarto con una falange de gamuza. También en la Laugeria Baja, merced á la inteligente di- rección y minuciosas precauciones de M. A. Laganne, encar- gado de las excavaciones, hemos obtenido varias partes de astas de rengífero, que á pesar de estar alteradas por la anti- 115 güedad, conservan todavía en todo ó en parte figuras muy marcadas de animales. Algunas están simplemente grabadas ó delineadas sobre laespansion terminal de las prolongaciones frontales del rengífero; otras se hallan verdaderamente escul- pidas, bien en bajo relieve, bien abultadas ó en alto relieve sobre pedazos de las astas del mismo animal preparados con este objeto. En uno de estos planos, en el cual, por estar rolo, hace mucho tiempo ha desaparecido una parle del dibujo, se ven los contornos exactos y trazados con mano segura de la parle anterior del cuarto trasero de un gran herbívoro. Lo delgado de la cola, la poca flexión de los corvejones, y especialmente la posición muy anterior de la indicación del sexo masculino, hacen que no pueda suponerse que es el dibujo de un caballo, sino que son formas bovinas; pudiendo aun tal vez sospecharse, por la brusca elevación de la línea del lomo cerca déla cruz, que correspondan al Uro. Por desgracia, la interrupción del dibujo por la rotura del pedazo, se nota justamente en el punto en que debería empezar la cabellera ó crin característica de las especies del género bisonte. En un segundo plano mas eslenso, hemos hallado una forma evidentemente bovina, á juzgar por los corvejones y es- polones colocados detrás de la pezuña hendida: la cola en esta figura es mas gruesa, la línea del lomo se prolonga mas hori- zontalmente, y una papada lisa y colgante entre las patas an- teriores, indica mayor analogía con el buey propiamente dicho ( Bos primigenius ?): una rotura ha hecho desaparecer también la región de la cabeza, en que estaban los cuernos; y el artista, para utilizar las divisiones del empalme, ha debido dar al ani- mal una actitud violenta, que perjudica al efecto general del dibujo. El tercer plano, en que el grabado se conserva casi íntegro, representa un animal cuya cabeza está armada de dos cuernos que primero suben verlicalmente, y en seguida se encorvan para la parte de atrás hácia la punta: detrás de los cuernos se descubre una pequeña indicación de las orejas, y bajo la barba un mechón de pelo, particularidades que podrían hacer que se creyese que era una hembra de cabra montés, á no contrariarlo 110 el aspecto de la frente y lo grueso del cuello detrás de las orejas, lo cual parece desmentir tal semejanza. También en esta figura, el dibujante, sin que al parecer hubiera necesidad de ello, ha encojido las extremidades posteriores bajo el vien- tre del anima], de modo que las pezuñas marcadamente hen- didas están tocando con el abdomen. Entre las piezas esculpidas que provienen de la misma lo- calidad de la Laugeria Baja, citaremos un asta ó pica redon- deada, fabricada con cuerno de rengífero, y que termina por un extremo en punta de lanza con un gancho lateral dirigido hácia atrás; pero no puede decirse con certeza si era una her- ramienta, un arma, ó un signo de autoridad. Inmediatamente debajo del gancho se descubre grabada en medio relieve, sobre tres de las caras, una cabeza de caballo, con las orejas algo caídas y largas para dicha especie, pero no tanto que pueda suponerse representado un asno. Delante, y siempre en la pro- longación del astil, se ve otra cabeza de hocico puntiagudo, y armada de cuernos ramificados. Los mogotes basilares se ha- llan esculpidos hácia delante sobre la prolongación horizontal del asta; mientras que el asta y sus empalmes se hallan en dirección inversa hácia atrás. La forma adelgazada de la ca- beza, en la que no se ve indicación de hocico, la dilatación de uno de los mogotes basilares, y el conjunto general de esta figura, inducen á atribuirlo al rengífero mas bien que al cier- vo elafo. Delante del hocico de esta cabeza se halla también otra figura simplemente delineada, y que podría creerse que era una especie de pez. Hay otro pedazo capital, en que se revela especialmente el sentimiento del arte, sobre todo por la habilidad que ha em- pleado el artista en plegar las formas animales, sin violentar- las mucho, para las necesidades de un destino usual. Consiste en un puñal ó espada corta de cuerno de rengífero, y cuyo puño está enteramente formado por el cuerpo de un animal; las palas traseras están dobladas en la dirección de la hoja; las delanteras replegadas sin esfuerzo debajo del vientre; la cabeza, que tiene el hocico levantado en alto, forma con el lomo y las ancas una concavidad, que sirve para poder con mas facilidad empuñar esta arma por una mano necesariamen- 117 te mucho mas pequeña que las de nuestras razas europeas. La cabeza se halla armada de cuernos ramificados, que se en- cuentran aplicados á los lados del cuello, sin perjudicar en nada á la-prehension; pero han debido suprimírselos mogotes basilares. La oreja es mas pequeña que la del ciervo, y por su posición se halla también mas relacionada con la del rengí- fero; últimamente, el artista ha dejado subsistir bajo el empal- me una lámina delgada y desgarrada en su borde, que se asemeja bastante al mechón de pelos que en este sitio tiene el rengífero macho. Es sensible que este pedazo nos haya llegado en estado de un simple bosquejo, como puede juzgarse por el trabajo de la lámina, que está sin terminar, y por ciertos deta- lles de escultura apenas indicados. Ahora, si se necesitasen añadir nuevas pruebas á las ob- tenidas para considerar contemporáneos el hombre y el rengí- fero en las regiones que han llegado á ser la Francia central y meridional, podríamos mencionar que en muchos de los cuer- nos de dicho animal que se han hallado, se ha descubierto tener en las bases los cortes hechos para el desprendimiento *de la piel. También debemos llamar la atención sobre otros cortes trasversales que se observan con frecuencia en la parle baja de las canillas de nuestros rengíferos de las cavernas, y que han sido producidos por la sección de los tendones, hecha, como aun en el dia la practican los esquimales, con intención de partir dichos tendones y dividirlos en hilos, que sirven para coser las pieles de animales y hacer cuerdas sumamente fuertes. Por último, podríamos también manifestar una vérte- bra lumbar de rengífero, agujereada de parte á parte por un arma ó pedernal, que ha quedado engastado en el hueso, y retenido en él por una incrustación caliza. Además, como circunstancias arqueológicas propias para caracterizar el período del rengífero, nos limitaremos á men- cionar las siguientes: que de diez y ocho parajes en los cuales hemos descubierto la presencia de dicho animal sujeto á la acción humana, no hay uno siquiera en que hayamos obser- vado vestigios de pulimento en las armas de piedra; y sin em- bargo, hemos recojido á millares pedernales labrados en todas las variedades de tipos, y pasando por todos los grados de per- 118 lección del trabajo, desde la forma groseramente bosquejada de las hachas del diluvium de Abbeville y de Saint- Acheul, hasta las lanzas de facetas multiplicadas y de bordes delica- damente festoneados de los mejores tiempos de la edad de pie- dra en Dinamarca. En cuanto á la época en que el rengífero ha debido dejar de existir en nuestra Europa templada, no tenemos dato al- guno histórico ó de cronología positiva. El rengífero no fué co- nocido ni descrito claramente por autor alguno de la antigüe- dad. Cesar habla únicamente de oidas, como de un animal que todavía existia en alguna parle, en un bosque á cuyos lí- mites no se podía llegar aun después de una marcha de sesenta dias. No hemos reconocido el rengífero entre los animales re- presentados en las antiguas monedas de la Galia: tampoco he- mos visto sus huesos en las sepulturas llamadas célticas, en que con frecuencia se encuentran reunidos los restos de animales silvestres y domésticos, y entre los cuales hemos reconocido dos veces, en las cercanías de París, huesos de castor. No sabemos que el rengífero se haya encontrado todavía en las turbas de la Francia. MM. Garrigon y Filhol no le han indicado en cier- tas cavernas del Ariege, que han asimilado justamente por sus caracteres zoológicos, y también por la presencia de los ins- trumentos de piedra pulimentada, á las mas antiguas habita- ciones lacustres de Suiza. Sabido es que el rengífero falta igualmente hasta ahora en la fauna de las estacadas lacus- tres, y sin embargo, hemos podido estudiar sus restos pro- cedentes de una caverna de las inmediaciones, la del monte Saléve, donde la reunión de pedernales simplemente tallados, y de los mamíferos relativos al mismo período, se ha mani- festado en las mismas condiciones que en nuestras grutas del Perigord. Así es que bien la desaparición del rengífero de nuestra Europa templada sea el resultado de la extinción regional de esta especie, ó bien de su retirada por el desarrollo progresivo de las sociedades humanas, ó si se quiere consecuencia de los cambios en las condiciones climatéricas, no es menos proba- ble que esta desaparición se remonte á una fase de tiempos ante-históricos, que precedió á la introducción de las razas 119 domésticas y al uso de los metales de nuestra Europa oc- cidental. Observaciones sobre algunos resultados de las excavaciones prac- ticadas hace poco tiempo en la caverna de Bruniquel ; por MM. Milne Edwards y Lartet. ( Anuales des Sciences naturelles , 5.® serie, t I, n. 4.) Nuestro ilustrado amigo M. de Qualrefagues, ha tenido ya ocasión de llamar la atención de los naturalistas sobre el des- cubrimiento de huesos humanos en el suelo de una caverna, situada á orilla del Aveyron, cerca del antiguo castillo de Bru- niquel. El Vizconde de Laslic, propietario de dicha cueva, ha mandado practicar excavaciones con mucha actividad, y ha ob- tenido de este modo un grandísimo número de objetos muy in- teresantes, que ha sometido á nuestro exámen con motivo de haber visitado el castillo de Saleth, en el departamento de Tarn-y-Garona. Sería prematuro hablar por ahora de la ma- yor parle de las piezas recogidas; pero hay una de la cual de- bemos decir algunas palabras, porque suministra un nuevo elemento para el estudio de las cuestiones relativas á la histo- ria natural del hombre. Por la inspección del paraje, y por los resultados de las excavaciones hechas á presencia nuestra en la caverna de Bru- niquel, nos parece evidente que por mucho tiempo ha debido servir dicha gruta de habitación á hombres que no conocían ni el hierro ni el bronce, pero que eran muy hábiles en el arte de trabajar los huesos con instrumentos de piedra. En el suelo de la caverna se encuentra una enorme cantidad de fragmen- tos de huesos de rengíferos, bueyes y caballos, mezclados con muchísimos productos de una industria primitiva, y restos de varios esqueletos humanos. Pero en esta, como en otras locali- dades análogas en que se han observado hechos del mismo gé- 120 ñero, no es suficiente la mezcla de tales objetos en una capa de terreno, para demostrar que el hombre haya sido contem- poráneo de los referidos animales, pudiendo suponerse que el hundimiento de las armas, herramientas y huesos humanos haya sido debido á un movimiento del terreno en que se halla- sen depositados desde mucho antes los huesos de los animales de que se trata. La indicada mezcla parece que ha podido ve- rificarse por consiguiente en la época en que el rengífero ha cesado de habitar en la Europa templada, y que han llegado á reunirse en un mismo depósito, objetos de edades muy diver- sas. Para probar que el hombre haya sido contemporáneo del rengífero, se necesitan por tanto hechos de otro género; y en la colección formada por M. de Lastic en Bruniquel, hemos ob- servado una pieza que nos parece decisiva, y merece fijar la atención de la Academia. Efectivamente, entre los huesos labrados que se han en- contrado á una profundidad considerable en el suelo de la cueva, hay uno que tiene grabada, al lado de una cabeza de caballo perfectamente distinguible, otra de rengífero no menos caracterizada, y fácil de reconocer por la forma de los cuernos de que está armada la frente. El referido trabajo, cualquiera que sea su fecha, debe haber sido ejecutado en una época en que los habitantes de Bruniquel conocian al animal cuyo re- trato hicieron, y no podrían conocerlo si no vivía con ellos el rengífero en la región templada de Europa; no debiendo su- ponerse que en un período tan poco avanzado de la civiliza- ción, las poblaciones salvages de las orillas del Aveyron hu- biesen visto, y tomado por modelo de sus groseros adornos, un animal exótico relegado á las regiones circumpolares. Vemos por consiguiente en este grabado una prueba de la existencia del hombre en las Galias antes que el rengífero hubiese desaparecido de nuestras regiones; pero lodos los zoó- logos consideran como demostrado que la desaparición del referido cuadrúpedo de los bosques de la Galia, y su retirada hácia las regiones circumpolares, datan de una época que es anterior á los tiempos históricos: dedúcese que una época an- terior á todas aquellas cuyo recuerdo conserva la historia ó las tradiciones, es cuando la caverna de Bruniquel ha sido ha- 121 hitada por hombres, cuyo trabajo manual ha dado los resulta- dos de que acabamos de hablar. Nos abstenemos de toda conjetura relativa al tiempo pasa- do desde la desaparición del rengífero en las Galias, hasta el momento en que Julio César vino á explorar y conquistar este país. Efectivamente, las suposiciones de dicho género rara vez se fundan en bases bastantes sólidas para que puedan satisfa- cernos; pero la zoología comparada puede suministrarnos da- tos útiles, y por esta razón nos ha parecido conveniente regis- trar el hecho de que acabamos de dar cuenta; hecho cuyas consecuencias nos parecen indiscutibles. 122 Real Academia de Ciencias. — Elección de Señores Aca- démicos. Para ocupar una vacante de Académico numerario ocurrida en la sección de Ciencias naturales, ha sido elegido por la Academia el Sr. D. Casiano de Prado, Inspector general del cuerpo de ingenieros de minas; y para otra, ocurrida en la sección de Ciencias exactas, el Señor Don José Echegaray, Catedrático de Mecánica y cálculo infinitesimal en la escuela de ingenieros de caminos, canales y puertos. También ha sido nombrado Académico corresponsal de esta Corpo- ración el Sr. D. Nicolás Yaldés, Coronel del cuerpo de ingenieros del ejército. Procedimiento para conservar las carnes alimenticias, por John Morgan. Debe matarse al animal dándole un golpe en la cabeza, que atraviese el cerebro y le cause una muerte instantánea. En seguida se le abre el pecho por la mitad, descubriendo el corazón, y se hace una incisión, bien al lado derecho del mismo, bien en el ventrículo ó la aurícula derecha, é inmediatamente después otra en el ventrículo iz- quierdo, con lo cual sale al momento la sangre venosa del lado derecho y la sangre arterial del lado izquierdo. Cuando ha cesado de correr se introduce un tubo por el ventrículo izquierdo hasta la aorta, gran vaso que comunica con todo el cuerpo, y raiz del árbol circulatorio. El tubo bien fijado se pone en comunicación por medio de una llave con otro tubo flexible de veinte ó venticinco pies de largo, que termine en un tonel colocado á la mayor altura posible y que contenga una salmuera bien filtrada, á la cual se haya añadido nitrato de potasa (unos 4,543 litros de disolución para 50,782 kilóg.) Abriendo la llave correrá el líquido al corazón, atravesará todos los órganos circulatorios, en el corto espacio de cuatro ó cinco segundos en los carneros, los cerdos ú otros animales de igual tamaño, de nueve á doce segundos respecto de los bueyes, lim- piando los vasos capilares y preparándolos para la segunda operación, que se practica después de haber tapado la abertura hecha por el lado de- recho con unas pinzas. Luego se echan en el tonel los ingredientes definitivos, que á su vez penetran en el árbol de la circulación y lo llenan. El líquido hincha los vasos que están vacíos, y es absorbido por la carne que rodea los vasos capilares, y por los diversos tejidos del cuerpo, que quedan bien saturados de él. Bastan por lo que se ve algunos minutos para completar la operación sin necesidad de máquina, y sin gastos. Tres cuartos de hora después de la inyección puede hacerse trozos al animal, cuidando que no sean muy grandes ni muy gruesos, y colgándolos para que se sequen en un cuarto donde haya corriente de aire, mezclada si se quiere con algo de humo. Si la preparación se ha hecho en un buque, puede colgarse la carne en lo alto de un mástil; si se hace en tierra, puede ponerse en una chimenea ó en otro cualquier parage seco y bien aireado. 123 Aunque pueden inyectarse cualesquiera sustancias presentadoras, es preferible usar las que generalmente se emplean, á saber: salmuera, azúcar, salitre, nitrato de sosa, ácido fosfórico, especias, etc. Bastan la salmuera y el salitre para la conservación sencilla, y empleándolos se conserva un buey entero por 1 franco y 25 céntimos poco mas ó menos, y un carnero ó un cerdo por algunos sueldos. El líquido inyectado puede ser frió ó hirviendo: se emplea hirviendo en algunos casos, cuando por ejemplo haya de ponerse la carne después en salmuera. Penetrando el líquido caliente en la carne, coagula la albúmina, sin que pueda quitarla la salmuera. Antes de cocer la carne debe lavarse, limpiarse, y sumerjirse por algunas horas en agua, y en seguida puede guisarse, picarse ó asarse. Para hacer sopa con ella, ha de cortarse primero en pedazos muy pe- queños. Una de las ventajas del nuevo procedimiento es que no tiene nada de secreto: es fácil á los empleados de la administración vigilar todas las fases de la operación y cerciorarse de que los animales están sanos y la carne es de buena calidad; además la operación puede hacerse en verano ó en otoño, cuando los animales alimentados con yerba fresca están mu- cho mejores. Así que llegue un buque al puerto, puede prepararse la carne y con- servarse en el mismo sitio; haciéndose de esta manera la provisión en algunas horas con un aparato portátil, y á un precio sumamente módico. En enero de 1864 preparó Mr. Morgan 16 bueyes para el almirantazgo de Depteford, consiguiendo que en 24 horas, parte de la carne estuviese colocada en barriles como se acostumbra, otra puesta á secar bien en los sitios mejor acondicionados del patio , ó en el desvan que hay para secar el bizcocho, ó colgada en una chimenea; y en 30 de agosto del mismo año, á pesar del calor del verano, se vió que estaba perfectamente conservada. En junio y agosto del citado año preparó el mismo Mr. Morgan, en Rochefort, ante una comisión nombrada por el gobierno francés, bueyes y carneros en medio de los mas fuertes calores del verano, con éxito completo, aunque por medio de un aparato improvisado. Algunos meses después se comieron las carnes secas en guisados, beefsteaks y chuletas, resultando escelentes, especialmente los beefsteaks; también con ellas se hicieron sopas, y nada dejaban que desear. La carne conservada por los procedimientos que acabamos de indicar, bien sea seca ó añadiéndole azúcar, ácido fosfórico ó potasa, es conveniente para los marinos sanos ó enfermos; pero la mejor aplicación del descubrimiento de Mr. Morgan es sin duda la que puede hacerse con los bueyes del Paraguay y carne- ros de la Australia, cuya carne, que en el dia casi se pierde enteramente, podrá surtir nuestros mercados europeos. Plantas útiles. Según un autor aleman, el número de plantas útiles asciende á cerca de 12.000; pero debe añadirse que solo se han comple- tado tales investigaciones en algunas regiones de la tierra. Se conocen por lo menos 2.500 plantas económicas, entre las cuales se cuentan 1.100 frutas, bayas y semillas comestibles; 50 cereales; 40 semillas comestibles de gramíneas no cultivadas ; 23 de otras familias ; 260 rizomas comestibles, raíces y tubérculos; 37 cebollas; 420 hortalizas y ensaladas; 40 palmeras; 32 productoras de arrow-root; 31 de azúcar: y 40 de salep. 124 Se obtienen .bebidas alcohólicas de 200 vegetales, y' aromas de 226; hay 50 succédaneos del café y 129 del té. El tanino proviene de 140 vege- tales; la goma elástica de 96; la gutapercha de 7; la resina y las gomas balsámicas de 389; la cera de 10; la grasa y los aceites etéreos de 330. Además 88 plantas suministran potasa, sosa y yodo; 650, tinturas; 47, jabón: 250, fibras á propósito para tejidos; 44, papel; 48, materiales para cubrir techos; y 100 se utilizan para cañizos y tallares. En la construcción se emplean 740 especies, y se conocen 615 plantas venenosas. Según Endlicher, de las 279 familias naturales que se conocen, solo 18 parecen hasta ahora por completo desprovistas de utilidad. Cultivo de las alcachofas. Un distinguido aficionado á la agri- cultura, dice el Journal de Coutances, acaba de hacer un precioso descubri- miento respecto de las alcachofas, el cual recomendamos á nuestros lectores. Sabido es que las alcachofas tienen casi siempre el mismo tamaño, y se trata de que puedan obtener una magnitud enorme. Cuando se ha formado esta producción y llega á tomar poco mas ó menos las dimen- siones de un huevo, se hace en el tallo una profunda incisión para que por ella fluya libremente la savia sin que pueda llegar hasta las alcacho- fas: basta esto para que lleguen á tener el tamaño de 60 centímetros. Puede igualmente darse á todas las hojas las cualidades que solo poseen las interiores, y para llegar á este resultado debe cubrirse cada alca- chofa naciente con un gorrito de tela negra. Conócese en efecto que atando las ensaladas y preservándolas del sol es como se obtienen hojas blancas y tiernas: las alcachofas por este mismo procedimiento, estando á la sombra, constituirán una hortaliza tierna y sabrosa. Té hecho con las hojas del café. En una de las últimas se- siones de la sociedad Lineana de Londres, el Doctor Mr. 'Short ha pre- sentado á los miembros que asistieron, cuatro ejemplares de té fabricado con hojas de la planta del café, y de estos ejemplares, tres fueron pre- parados por el método empleado en Sumatra. Muy pronto debe proce- derse al análisis química de este curioso producto, y al estudio de sus propiedades nutritivas. Sobre las generaciones espontáneas. En la Academia de Ciencias de París se ha leído un informe de la comisión que había sido nombrada á principios del año anterior, para examinar los hechos anun- ciados por Mr. Pasteur, y combatidos por los partidarios de la doctrina de las generaciones espontáneas. Sábese que estos últimos , entre los cuales se cuentan MM. Ponchet, Joly y Musset, después de haber aceptado el debate ante la comisión, habiendo llegado á París en junio último, concluyeron por retirarse, pretestando que la Comisión rehusaba hacer los experimentos que ellos consideraban como propios para aclarar la cuestión debatida. Verdad es que la comisión no ha creído conveniente prestarse á la ejecución de un programa que estos señores habían pro- puesto; y ahora ha explicado los motivos que para ello tenia, á saber: que en su concepto los experimentos exigidos eran largos, difíciles, y no po- dían conducir á una conclusión definitiva. Otra cosa sucedía con los hechos anunciados por Mr. Pasteur: si éstos hechos están bien demos- trados, son decisivos, y suministran una explicación sumamente sencilla, de aquellos por los cuales los heterogenistas se creen Obligados á re- currir á una doctrina nueva, que por otra parte nada justifica. Era por 125 consiguiente natural que la comisión empezase su trabajo por la compro- bación de estos hechos. Viendo que los adversarios de Mr. Pasteur no se conformaban, y después de haber declarado los mismos que no asistirian á los experimentos de rectificación propuestos por la Comisión, esta no ha creido deber renunciar al encargo que la Academia le habia confiado. Así es que en el verano último, y hasta estos dias, ha continuado su exa- men, y recibido de Mr. Pasteur nuevos elementos para experiencias del mismo género; y habiendo hoy terminado el indicado examen, ha venido á dar cuenta á la Academia, en un informe sumamente minucioso, del cual nos contentaremos por ahora con decir, que el resultado es que todos los hechos anunciados por Mr. Pasteur se han reconocido como entera- mente exactos.. Después de la lectura del informe, se suscitó una discusión bastante acalorada sobre si las referidas conclusiones debían ser votadas por la- Academia, creyendo algunos que obrando así podría resultar algo contra- rio á los usos y también á las conveniencias de la misma , supuesto que era prejuzgar el valor de los trabajos propios de un individuo de la Academia: otros, por el contrario, creyeron que habiéndose nombrado uiía comisión con un fin especial, no podia dispensarse la votación acerca de las conclusiones del informe que se le habia encomendado, y que por otra parte, mediante petición de Mr. Pasteur es como se han sometido á informe de una comisión los hechos por él anunciados, y combatidos por los partidarios de la heterogenia. En último resultado, las conclusiones de la comisión se han puesto á votación y han sido adoptadas por la Academia. Sobre la causa física del periodo glacial, por Mr. E. Fran- kland. Casi todas las regiones elevadas del globo, ofrecen vestigios ine- quívocos de la permanencia de los hielos. Estos vestigios de erosión están indeleblemente grabados en los bloques de granito, de gneis y de caliza, de Noruega, de Escocia, de Inglaterra, etc. Las rocas acarneradas de dichos países, como las de otros muchos , no dejan duda alguna acerca de la existencia de los ventisqueros que llenaban en una época desconocida los valles de numerosas cordilleras: los ventisqueros de Suiza no son mas que débiles representantes de sus gigantescos rivales en otros tiempos. Un viaje por Noruega es lo que dio lugar á las observaciones de Mr. Fran- kland, cuyos resultados se han consignado en los Anuales de Poggendorff. Saliendo de Cristiama hacia el Cabo Norte, llama la atención del viajero el aspecto estrado de las rocas de gneis y de granito que erizan el litoral, cercando además las numerosas islas inmediatas. Dichas rocas, que defienden la costa noruega de las olas del Océano Atlántico, tienen de 302 á 400 metros de altura , son lisas hasta la cima, y presentan sus ángulos gastados, por lo cual quizá algún observador poco atento podría atribuir dicho estado á la acción de las olas; pero el agua no obra de la misma manera que el hielo sobre el granito y el gneis. En virtud de su composición química, el agua concluye por disolver las partes solubles, después de haber ablandado las rocas , que en este caso se ponen escabrosas , hendidas y celulosas , aspecto muy diverso del que produce la acción lenta de los ventisqueros. Así es que en una extensión de mas de 800 kilómetros, los fyords de la costa noruega ofrecen testimonios incontestables de la continuidad de los efectos del hielo. 126 Es un hecho notable que los lados situados hacia lo interior del conti- nente ofrezcan el aspecto liso tan característico. El mismo pulimento de las rocas se observa particularmente al Norte del cabo Nazé. Los estribos forman allí verdaderas montañas, cuyos picos agudos y fantásticos, contrastan con las cimas redondeadas de las mon- tañas mas aproximadas al Mediodía. Estos picos árticos, cuyo número aumenta hácia el círculo polar, han sido, á causa de su altura, excluidos de la acción erosiva del hielo, mientras que en su base y en sus pen- dientes, el mar de hielo ha dejado las señales características de su paso. Se han encontrado allí excavaciones notables, entre las cuales citaremos, por sus formas extrañas, las Siete Hermanas y los Jorghatten al Sur del círculo polar, el Hsestmanns exactamente bajo el círculo polar, los Folden y Vestfyords al Norte de este círculo. Las últimas excavaciones que hemos mencionado forman unos túneles naturales, que ha comparado R. Everest á las fauces de un enorme tiburón. Es muy importante indicar la dirección de los surcos de estas rocas acarneradas. Según Mr. Frankland, que se halla de acuerdo con Mr. Sil- jéstraem, la dirección dominante de dichas erosiones es Nordoeste, y va desde lo interior de las tierras al mar; pero á veces se halla alterada por la entrada de un fyord, ó por algún obstáculo que haya por la parte del mar. Debe admitirse por lo tanto que los hielos, causa de los surcos y de las rayas, han debido proceder, no de las regiones polares sino de lo interior, siguiendo la pendiente de las montañas. ¿De qué manera se forman tales ventisqueros? Diferentes hipótesis se han emitido para contestar á esta pregunta, entre las cuales citaremos la de MM. Tyndall y Frankland. Según estos físicos, los ventisqueros deben su origen á una verdadera destilación, y en tal hipótesis es considerado el mar como matraz ó evaporador, la cima de las montañas como reci- piente, y el aire seco de las regiones superiores de la atmósfera, como con- densador. Las investigaciones de Mr. Tyndall dan á conocer que el aire no opone obstáculo ninguno á la libre radiación del calórico del vapor acuoso condensado; pero para que el mar,'ó sea el matraz, haya podido suministrar por la evaporación una cantidad de vapor suíiciente para formar todos los ventisqueros de que parece haber estado primitivamente cubierto el globo, habria 'que suponer que la temperatura del mar era mas elevada en el periodo glacial que en el presente; suposición que es el complemento necesario de la hipótesis de un aparato destilatorio. Efectivamente, todos estos trabajos geológicos propenden á demostrar que el globo terrestre ó el fondo del océano , estaba en otro tiempo mas caliente que en la actualidad. Real Academia de Ciencias exactas , físicas y naturales. Programa de premios para 1866. Artículo l.° La Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales abre concurso público para adjudicar tres premios á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente, á juicio de la misma Academia, los temas siguientes: I. » Determinar el trabajo que pueden desarrollar diariamente , y sin alterar sus » condiciones de salud y fuerza , los motores animados que se emplean en una ó mas m » provincias de España , ya sea arrastrando pesos , ya llevándolos á lomo , ó ya «actuando en las máquinas; estableciendo la teoría que mas satisfactoriamente expli- oquelos efectos observados. En el caso del arrastre, discutir, fundándose en experi- mentos directos , la influencia de los diferentes modos de ejercer el tiro . II. » Descripción de los insectos que en España perjudican al olivo , vid , algarrobo y «frutales de pepita y hueso; con la historia de sus metamorfosis , épocas de su > aparición , daños que en sus diversos estados producen , y medios fáciles y seguros «de evitarlos ó remediarlos , aplicables al cultivo en grande. III. «describir las rocas de una provincia de España y la marcha progresiva de su « descomposición , determinando las causas que la producen, presentando la análisis « cuantitativa de la tierra vegetal formada de sus detritus; y cuando en todo ó en «parte hubiere sedimentos cristalinos, se analizarán mecánicamente para conocer las «diferentes especies minerales de que se compone el suelo, asi como la naturaleza y «circunstancias del subsuelo ó segunda capa del terreno; deduciendo de estos cono- « cimientos y demás circunstancias locales, las aplicaciones á la agricultura en general, «y con especialidad al cultivo de los árboles. « % Se esceptuan de esta descripción las provincias que foman los territo- rios de Asturias, Pontevedra, Vizcaya y Castellón de la Plana, por haber sido ya premiadas las Memorias respectivas en Igs años 1853, 1855, 1856 y 1857. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una colección de descripciones científicas de todas ó la ma- yor parte de las provincias de España, ha determinado repetir este tema en lo sucesivo todas cuantas veces le sea posible. 2. ° Se adjudicará también un accessit para cada uno de los objetos propuestos, al autor de la Memoria cuyo mérito se acerque mas al de las premiadas. 3. ° El premio, que será igual para cada tema, consistirá en seis mil reales de vellón y una medalla de oro. 4. ° El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5. ° El concurso quedará abierto desde el dia de la publicación de este programa en la Gaceta de Madrid, y cerrado en l.° de mayo de 1866, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Memorias que se presenten. 6. ° Podrán optar á los premios y á los accessits todos los que presenten Memorias según las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó es- trangeros, excepto los individuos numerarios de esta Corporación. 7. ° Las Memorias habrán de estar escritas en castellano, latín ó francés. 8. ° Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni indi- cación del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro también cerrado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y dentro ei nombre del autor y lugar de su residencia. 128 9. ° Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario de la Academia, quien dará recibo espresando el lema que los distingue. 10. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accessits , se abrirán acto continuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los proclamará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 11. En sesión pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los accessits , que recibirán los agraciados de mano del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar persona que los reciba en su nombre. 12. INo se devolverán las Memorias originales; sin embargo, podrán sa- car una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presenten el recibo dado por el Secretarios El Secretario perpetuo , Antonio Aguilar y Vela. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Roiz. N.° 3.'— REVISTA DE CIENCIAS.— Mano de 1863. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Sobre las ofuscaciones del Sol , atribuidas á la interposición de las estrellas fugaces; por Mr. Faye. Nuestro sabio colega Mr. Ch. Sainte-Claire-Deville ha citado, hace poco , una Memoria de Mr. Erman sobre la relación que podia existir entre la estrellas fugaces y ciertas variaciones de temperatura, observadas cada afio en la parte norte de Euro- pa. Mr. Erman no se ha limitado á esta ingeniosa compara- ción para darle el valor de una conformidad secular, entre el efecto y la causa expuesta, sino que ha tratado de referir á la misma causa las ofuscaciones del Sol de que hacen mención ciertas crónicas. Pero como el estudio de las estrellas fugaces ha progresado desde la aparición de esta Memoria, que data ya de un cuarto de siglo, algunas de las apreciaciones de Mr. Erman se hallan en contradicción con lo que hoy sabe- mos sobre este asunto: es útil, por consiguiente, indicar su parte débil; rindiendo siempre justo tributo al sábio aleman á quien la fisica del globo debe importantes descubrimientos. Mr. Erman refiere dos ofuscaciones de febrero, la del 28 del mismo de 1208 y la del 28 de 1206, además una preten- dida aparición de estrellas fugaces que se verificó en medio del dia,en 12 de febrero de 1106 (cómputo antiguo) (1). Para (1) Las estrellas fugaces de agosto, no pueden volverse á ver por nosotros en el nodo ascendente en febrero, por la misma 9 TOMO XV. 130 hacerlo coincidir con el paso de la Tierra por el nodo ascen- dente de las estrellas fugaces de agosto, el cual se hallaba en 1840 á los 187 grados de longitud heliocéntrica (equinoccio de 1800), Mr. Erman se ha visto obligado á atribuir á este nodo un movimiento retrógrado de 0o, 042 por año, lo cual le permite establecer la comparación siguiente, en que la pri- mera columna representa las longitudes heliocéntricas del nodo ascendente de las estrellas fugaces de agosto, calculadas con el movimiento de— 0°,042 por año, y la segunda indica las longitudes de la tierra en el momento de las ofuscaciones. Equinoccio de 1800. Fechas. Longitud del nodo. Longitud de la tierra. Diferencias. 1208 164° 173°, 5 + 9Ü,5 1206. ....... 164 174 + 10 1106. ....... 168 160 — 8 Tratándose de una especie de eclipse, se convendrá que son muy grandes semejantes diferencias, pero hay más. En la actualidad sabemos que no existe el movimiento retrógrado que Mr. Erman atribuyó á los nodos, con objeto de obtener la conformidad, bien poco satisfactoria, que acabo de citar, y que hace mas de mil años que la órbita de las estrellas fugaces de agosto corta la ecliplica en los mismos puntos. Esto es lo que he manifestado á la Academia en su sesión de 21 de se- gazón que no se ven en agosto en el hemisferio opuesto, al menos en Australia, en que los observadores ingleses han demostrado hace muchos años, la falta completa del fenómeno del 10 de agosto. Y como no se ha indicado aparición en febrero, debe deducirse que el anillo del 10 de agosto no corta la órbita terres- tre en su nodo ascendente. tai tiembre de 1863, presentando primero el cuadro siguiente, resultado de las observaciones del mes de agosto (1). Equinoccio de 1800. Fechas. Longitud del nodo ascendente. 1863. ................... 136°, 52' 1853. .................. 137 ,08 1850.. .................. 137 ,26 1849 137 ,17 1848. .................. 137 ,09 1842..... 137 ,20 Termino medio* . . . 137 ,12r He demostrado en seguida que las apariciones antiguas, cuyas fechas nos han conservado los anales chinos, desde 830 correspondían exactamente al valor correspondiente para el nodo descendente (31 7o, 12a), puesto que descontando el efecto de la precesión, para referir las mismas fechas á los mismos puntos de la órbita terrestre, se hallaba que todos estos fenó- menos se verificaban hácia el 10 de agosto, con la diferencia de 1 dia más ó ménos (ó sea 2 dias en 841). Pero como Mr. Newton, de los Estados Unidos, había hecho antes que yo el mismo cálculo, sin conocimiento mió, voy á reproducir aquí sus números, puesto que definitivamente á él le corres- ponde este importante descubrimiento. Son los siguientes, según el Moniteur scientífique del l.° de octubre de 1863. (1) Se trataba entonces del nodo descendente: los números se diferenciaban por consiguiente 180°, y además estaban referi- dos á otro equinoccio; tomo aquí el de Mr. Erman. Casi todos los números de este cuadro los he calculado yo mismo por medio de las observaciones de Mr. Coulvier-Gravier. m Equinoccio de 1850. Fechas Gregorianas. Autoridad. 830 26 julio 9,2 agosto Ed. Biot. 833 27 » 10,4 w 835 26 » 8,9 » 841 25 » 8,4 » 924 26 á 28 » 8,1 á 10,1 » i 925 27 á 28 » 8,8 á 9,8 » 926 27 » 8,6 » 933 25 á 30 » 5,8 á 10,8 » 1243 2 agosto 10,6 Herrik. 1451 5 » 10,0 Ed. Biot. 1842 10 » 10,3 Obs. mod. 1863 10 10,1 Obs. mod. Los mios no se diferenciaban apénas mas que en la omi- sión de la fecha 1243, que no conozco, y por otra manera de presentar la conformidad de los números. Estamos, por consiguiente, plenamente autorizados para desechar el movimiento atribuido á los nodos por Mr. Erman, y á comparar sus ofuscaciones con nuestra longitud, sensible- mente invariable de 137°. He aquí el resultado: Equinoccio de 1860. Fechas de las ofuscaciones. Longitud del nodo. Longitud de la Tierra. Diferencia. 1208 137° 173°, 5 36°, 5 1206 137 174 37 1106 137 160 23 133 Así puede deducirse, aun sin examinar el valor de los testimonios históricos, que no hay correlación entre estos dos órdenes de fenómenos. En cuanto á las ofuscaciones debidas, según Mr. Erman, á la interposición en mayo de las estrellas fugaces de no- viembre, se reducen á dos, una en 1706 y otra en 1547. Aquí Mr. Erman desprecia el movimiento de los nodos del anillo; pero resulta que las investigaciones de Mr. Newton (1) sobre este asunto asignan á tales nodos un movimiento di- recto (2) que difiere poco de la precesión, en valor absoluto, de unos 0o, 01 5; y cosa notable, empleando este movimiento coincide la longitud heliocéntrica de la tierra por medio de la ofuscación de 1547, con la del nodo ascendente del anillo. La primera es en efecto de 46°,38r, la segunda de 50°,40 — 3°,48 — 46°,52'. Habiendo, por consiguiente, mayor conformidad que lo que el mismo Mr. Erman suponía (excepto para el año 1706, en que la diferencia sube á mas de 2 grados), tuvimos que exa- minar los documentos originales. He aquí todo lo que se sabe acerca del fenómeno de 1706: el 12 de mayo á las diez de la mañana, el Sol se oscureció hasta tal punto que empezaron á aparecer murciélagos y (1) Si en la época en que escribía mi Memoria sobre las es- trellas fugaces ( Comptes rendus de 1863, t. LV11, p. 531 y siguien- tes), hubiese conocido el trabajo de Mr. Newton en los Estados Unidos, no hubiera acojido sobre el fenómeno de noviembre las dudas de que en el dia no participo. En efecto, Mr. Newton había justificado plenamente de antemano, por los documentos chinos, la atrevida predicción de Olbers sobre la vuelta en 1867 de las apariciones tan brillantes de 1799 y de 1833, predicción que ha comenzado á realizarse en noviembre último. (2) El movimiento directo de los nodos es compatible con la idea que hace mucho tiempo se ha formado del sentido del mo- vimiento de los asteroides de noviembre en sus órbitas : este último parece ser retrógrado, circunstancia seguramente muy sin- gular, y que apenas se encuentra más que en el mundo de los cometas. La inclinación del anillo sobre la eclíptica seria bas- 134 hubo precisión ele encender luces. Esía noticia está tomada de un médico aleman llamado Schnurrer (Historia de las enfer- medades del género humano) que la habia sacado de una crónica de Suavia. Pero todos se fijarán en hacernos notar que es poco probable que se haya verificado un fenómeno tan ex- traordinario en pleno siglo' XVIII, 100 años después del des- cubrimiento de los anteojos, sin haberse conocido y obser- vado más que en Suavia. Evidentemente ha debido ser un hecho de ofuscación enteramente local. La segunda ofuscación se verificó desde el 23 al 25 de abril de 1547, es decir, la víspera, el mismo dia y el siguiente de la batalla de Mühlberg, entre el emperador Carlos Y y el elector de Sajonia. Gemma Frisius refiere, dice Keplero (De stella nova , cap. XXIII), que en 1547 el Sol pareció empa- ñado por espacio de 3 dias, y no presentó mas que una luz mate y rojiza, tan debilitada que dejaba ver las estrellas en me- dio del dia. Escalígero y Buntingus hablan de él, uno en su libro De emendatione temporums el otro en la Cronología. Las palabras de Escalígero son las siguientes: Anno Chr . 1549, me puero annorum , Sol sudo coelo pallidus apparuit per solli- dum quatriduum á 22 de aprilis per totam Galliam , quod et per Germaniam et Britanniam accidisse constitit . Las de Bun- tante débil, las perturbaciones del rayo vector son considerables y tienen por período un tercio de siglo. En cuanto al anillo de agosto, cuyos nodos son seguramente inmóviles, su inclinación debe ser considerable, y la desigualdad periódica del radio vector parecía muy pequeña. Creo poder demostrar, por la sola determinación de los puntos de divergen- cia del 10 de agosto, que el eje mayor de este anillo coincide casi con la línea de los nodos. No deben admirar estas vacilaciones sobre algunos puntos, y de afirmaciones claramente formuladas sobre otros: la teoría de las estrellas fugaces está poco adelantada, y todavía no sabemos con exactitud más que lo que resulta casi inmediatamente de las observaciones más sencillas; pero esta teoría adelanta, y formará tarde ó temprano uno de los ramos más interesantes de la astro- nomía y de la mecánica celeste. 135 tingus son: 1546, 22 d. apr. et deinceps usque ad quatriduum Sol sereno coelo valde tristis, pallidus et obscurus apparuit per totam Germaniam , Galliam. Ambos eruditos no son testigos oculares, y aun el segundo se equivoca en un año. Respecto á Keplero, debe decirse que no observó el fenómeno como cree Mr. Erman (lo cual le hubiera dado otro valor), pues nació 24 años después de la batalla de Mühlberg. El único testigo ocular es Gemma Frisius, padre (su hijo citado por Keplero no tenia mas que, 11 años); era un médico eru- dito, muy conocido de los astrónomos por el descubrimiento de un anillo astronómico, su testimonio tiene por consiguiente cierto peso sin embargo de lo que hay de extraño en su aserción sobre la visibilidad de las estrellas enmedio del dia. Se com- prende por lo tanto que Keplero ha confiado demasiado en el dicho de Gemma Frisius, y ha deducido que la ofuscación se debía á la interposición de una materia cósmica in profundo igitur cethere próxima al sol Ínter hunc et tellurem quce » renda (1). Pero al testimonio único, y seguramente muy admirable de Gemma Frisius, puedo oponer el de otro testigo ocular particularmente interesado en no equivocarse acerca de la naturaleza del fenómeno; el de Carlos Y, que se quejaba ántes de la batalla, dice el historiador de la guerra germánica, sem- per se nebulce densitate infestan , quoties sibi cum hoste pug~ nandum sit. El mismo médico Schnurren, cuyo libro ha su- ministrado á Mr. Erman varias citas, cree según esto, que se trataba simplemente de una de las grandes nieblas secas que los meteorologistas alemanes llaman Hcehenrauch. jj Quizá Mr. Erman hubiera hecho bien en citar en su Memoria este pasaje y la opinión que acabo de referir. (1) Conf. Kepleri opera, ed. Friseh., vol. 11, texto y notas. La explicación de Keplero, única admisible si el hecho se comprobase con su circunstancia principal, no concuerda enteramente con una particularidad de la hipótesis de Mr. Erman, que supone en los anillos de las estrellas fugaces, una forma sensiblemente circular. 136 Viniendo ahora á las ofuscaciones en general, debo decir lo siguiente: aunque todavía podrían citarse lo ménos quince ejemplos del mismo género, empezando por el que siguió á la muerte de Cesar; y sabiendo que aun en los manuscritos me- jicanos actualmente en poder de la Comisión de Méjico, hay un pasaje que parece referirse á un fenómeno análogo al de 1547, creo que puede sériamente atribuirse á la interposición de los anillos de las estrellas fugaces. Una masa de cuerpos bastante apretada, bastante opaca, lo cual seguramente no sucede en el caso de los anillos para ocultar casi completa- mente el Sol, basta el punto de hacer aparecer las estrellas en medio del dia, como durante un verdadero eclipse total, digo que debería ser visible antes ó después del eclipse, como la misma luna y con un brillo igualmente considerable; porque no puede argüirse sobre este punto con la blanca luz zodiacal á través de la cual se descubren las menores estrellas. Por otra parte, semejantes hechos han debido llamar la atención de toda la humanidad, y dejar vestigios profundos en todos los recuerdos, en todas las crónicas de las diversas partes del mundo. Cuando se considera que aun en la actua- lidad, poblaciones enteras corren en auxilio del Sol, para espantar con sus gritos al dragón del eclipse ordinario; cuando se recuerda la ansiedad profunda que se apodera aun en el dia de los espectadores civilizados en un eclipse total, cuya duración rara vez pasa de 3 ó 4 minutos, puede juzgarse de la que se produciría sobre toda la tierra por un largo eclipse de 3 dias, estando el cielo despejado. ¿Se ha lijado también la atención en que no solo sería el Sol el que desaparecería de esta manera, sino también la Luna, de modo que la humani- dad perdería á la vez sus dos luminarias? Mis dudas, acerca del sentido que conviene dará las cortas narraciones de algu- nos cronistas, deben justificarse á los ojos de quien quiera to- marse el trabajo de recorrer la lista de las ofuscaciones, dada por Mr. de Humboldt en el III volúmen del Cosmos. En resúmen, una parte de los argumentos de Mr. Erman no resiste á la crítica actual: en cuanto á la otra que nuestro sábio colega Mr. Ch. Sainte-Claire-Deviile, acaba de reprodu- cir con nuevos argumentos, no tengo que manifestar mi opi- 137 nion, sino el deseo de que las observaciones lermomélricas del hemisferio austral, en las cuales creo que se ha ocupado ya Mr. Deville, vengan á confirmar los resultados de sus anterio- res investigaciones. Esta es una clase de prueba que fallaba por completo á la Memoria de Mr. Erman. Después de esta comunicación de Mr. Faye, manifestó Mr. Le Yerrier su satisfacción de que las investigaciones de su colega , tratasen de simplificar cuestiones importantes que interesaban á la constitución de nuestro sistema planetario. Respecto de la influencia que los pasos de asteroides puedan ejercer sobre el calor del globo, lo cual nada tiene de impo- sible, siente Mr. Le Verrier que los autores que se han ocu- pado en este asunto no hayan distinguido en sus estadísticas las diferentes causas que han podido ejercer influencia en los fenómenos. Es una regla en la actualidad, que ánles de tomar los medios, deben discutirse los números particulares para evitar toda ilusión. Mr. Le Yerrier desearia por consiguiente que su sabio colega Mr. Ch. Sainte-Deville se prestase á tomar en cuenta la dirección del viento, el estado del cielo, etc., pues únicamente de este modo llegaría á esclarecerse defini- tivamente la cuestión que de nuevo ha suscitado. Mr. Ch. Sainte-Claire Deville hace las observaciones si- guientes. Después de las observaciones que al principio de su Me- moria presentó nuestro sabio colega Mr. Faye, apénas es ne- cesario que insista acerca del verdadero carácter de la nota que he leído en la última sesión. He reproducido, en verdad, en pocas palabras y haciendo la historia de la cuestión, las conjeturas de Mr. Erman y Petil acerca de la interposición de los asteroides entre el Sol y la Tierra, que debe explicar según estos sábios, el frió periódico indicado en febrero y mayo; pero no he abordado este asunto ni me propongo abordarle, sintiendo que el tílulo de mi nota del 24 de mayo, haya podido dar lugar á dudas sobre el ver- dadero asunto de mi trabajo. Unicamente he querido reunir, en lo que me ha parecido que había concordancia, dos fenómenos naturales, las lluvias periódicas de asteroides y las perturbaciones también perió- 138 dicas de la temperatura del aire. Para tratar esta cuestión he seguido como naturalista la marcha generalmente adoptada por estos, y la que para la resolución de problemas del mismo género trazaron Humboldt, Arago y otros sabios ilustres que no quiero aquí citar. Creo que en la actualidad y en la me- teorología, este sistema de discusión empleado con 'discerni- miento, es el único que puede permitir, apreciar algún enlace entre los fenómenos y comprobar las influencias tan numero- sas y diversas que vienen á encontrarse y combatir en ellos. Respecto á las últimas observaciones presentadas por Mr. Le Verrier, reconozco con él la dificultad y los peligros de esta discusión, y en varios pasajes de mi nota del 24 de marzo insisto sobre que el fenómeno es quizá más complejo de lo que el principio parecía á los sábios físicos que han tenido el mérito de ser los primeros que llaman la atención sobre él. En mis notas siguientes, trataré de descubrir el verdadero carácter de la oscilación de que se compone. Nadie por otra parte está más dispuesto que yo, á acoger no solo con placer sino con verdadera gratitud todas las observaciones dictadas por el benévolo deseo de ilustrarse mútuamente, sobre todo cuando vienen de personas tan competentes como en semejante materia lo es mi sábio colega. CIENCIAS FISICAS. QUIMICA ORGANICA. Análisis de la leche. (L’Institut, 31 agosto 1864.) He aquí el resúmen de una memoria de MM. E. Millón y A. Commaille. Procedimiento de análisis . Estamos enteramente conven» cidos de la necesidad de añadir préviamente 1 volumen de agua conocido, á la leche que se analiza: sin esta precau- ción, la separación de las. materias albuminoideas viene á ser una operación lenta, laboriosa, y por lo común impracticable. Se miden por consiguiente 20 centímetros cúbicos de leche, se dilatan en 4 volúmenes de agua, y después se echan sobre ellos S ó 6 gotas de ácido acético á 10 grados. Se agita todo, para hacer bien la mezcla, é inmediatamente se forma un coá- gulo que nada libremente en la masa del líquido: este sumi- nistra la proporción de manteca y de caseína, y sirve para determinar la albúmina, la lactoproteina, el azúcar de leche y las sales. Se echa el coágulo sobre un filtro, por el cual pasa rápidamente el líquido, que se aparta. Se lava el coágulo tres ó cuatro veces sobre el mismo fil- tro, con la menor cantidad posible de agua, porque esta disuelve algunos vestigios de caseína; después del agua desti- lada se echa otra alcoholizada que marque 40 grados en el alcohómetro centesimal, y se tira todo el líquido que resulta 140 del lavado, bien sea alcohólico ó no. El contacto del agua alcoholizada contrae el coágulo, y permite separarle del filtro sin la menor pérdida. Coágulo. — Manteca y caseína . El coágulo desprendido del filtro se seca sobre papel de filtrar, y se dilata en alcohol anhidro: todo se echa sobre un filtro: el líquido que pasa se reemplaza por cler, al cual se añade de alcohol absoluto, y se continua lavando con esta mezcla mientras arrastre mate- ria grasa. Se reconoce que queda bien quitada, cuando el líquido etéreo que rebosa fuera del embudo, se evapora sin dejar el menor vestigio de residuo graso. La adición al eter de un poco de alcohol, es con objeto de impedir que corra con mucha rapidez el líquido, y por consiguiente para que se prolongue su contacto con la materia del cáseo. Manteca. Se reúnen los líquidos alcohólicos y etéreos en una cápsula de vidrio pesada: el calor del baño de maría basta para evaporar el líquido, y puede pesarse la manteca. Caseína. El residuo no disuelto por el alcohol anhidro y el eter se halla enteramente formado por la caseína, que con- tenia los 20 centímetros cúbicos de leche coagulada por el ácido acético: la evaporación rápida del eter, que moja este coágulo, produce al cabo de algunos minutos una caseína de un color blanco puro, seca, pulverulenta, y que puede pesarse sin la menor dificultad. En la leche de vaca no hemos obser- vado grandes diferencias en el peso de la caseína, á pesar de la diversidad de raza y de régimen, pues el peso de esta sus- tancia ha variado únicamente desde B3sr, 50 á 36sr,83 por cada litro. La caseína es, sin contradicción, el principio que menos varia en la composición de la leche, hecho que adquiere mucha importancia, considerando cuán difícil es imitar las propiedades de esta materia, y reemplazarla en la leche con algún fraude. Suero. — Albúmina, lactoproteina , azúcar de leche, cenizas. Se hacen 3 partes con el suero que por filtración se ha sepa- rado del coágulo: una sirve para determinar la albúmina y la lactoproteina, otra el azúcar de leche, y la tercera las cenizas. Albúmina. Se toman de 35 á 40 centímetros cúbicos de la totalidad del suero dilatado, y se hierve en un matraz de vi- 141 drio, agitándolo sin cesar para impedir que el coágulo produ- cido por el calor se adhiera á las paredes. Cuando empieza á hervir se echa sobre un filtro, y la albúmina coagulada se lava primero con agua, después con alcohol y últimamente con eter: se extiende el filtro, se quila el coágulo de una vez y se pone en un vidrio de reloj pesado, donde se deseca al va- por del agua hirviendo en un tiempo sumamente corto. Ope- rando como acabamos de indicar hemos visto que la leche de vaca contenia por término medio 5sr,25 de albúmina en cada litro: la de cabra 6sr,43, la de burra llsr,83, y por último, la de muger 0sr,88. Lactoproteina. El suero hervido y separado de la albú- mina, se reúne á las aguas de lavado de la misma operación: se echan en este líquido 2 ó 3 gotas de nitrato mercúrico, preparado con todas las precauciones que hemos indicado en la anterior comunicación. La materia protéica se combina con 1 equivalente de óxido de mercurio, HgO, formando un preci- pitado que se vuelve á disolver en un exceso de sal mercurial ó también de ácido nítrico. Se recoje esta combinación, se lava una vez con agua acidulada con una centésima de ácido nítrico , después con agua pura, mientras que el hidrógeno sulfurado produzca en ella algún color; luego con alcohol, y por último con un poco de eter. Se seca entonces con mu- cha facilidad el producto, se pesa, y se quitan 20 por 100 de óxido de mercurio: el resto da el peso de la lactoproteina. Azúcar de leche . En la segunda porción del suero se valúa el azúcar de leche, empleando el método de Mr. Barreswill, método tan usado en el dia, que sería ocioso describirle. Para determinar el valor del líquido cupro-potásico hemos tenido el mayor cuidado en preparar y purificar el azúcar de leche. Su potencia reductora la espresamos por 137,5, número deducido de ensayos muy numerosos; ó en otros términos, admitimos que 137,5 de azúcar de leche reducen exacta- mente el mismo volúmen de licor de Barreswill que 100 de azúcar de caña. Seis análisis de leche de vaca nos han dado un término medio de 44sr,24 de azúcar de leche por cada litro, con la diferencia de 41sr,G4 á 48°r,58 para los dos extremos. Cenizas . La tercera porción de suero debe representar un 142 volumen de unos 25 centímetros cúbicos, poco mas ó menos: se evapora en una cápsula de platino pesada, calentándolo primero á fuego directo hasta que queden las 1 partes del lí- quido, y terminando la operación en baño de maría. Cuando el peso del residuo no varía en dos pesadas sucesivas, se cal- cina sobre una lámpara de alcohol y se obtienen las cenizas. La incineración hecha en las condiciones anteriores no ofrece dificultad alguna. Hemos tratado de investigar si la caseina y la manteca arrastraban bastante materia salina para que fuese necesario tomarla en cuenta; pero su combustión no deja un peso de sal apreciable. Debemos observar, que el residuo procedente de la evapo- ración del suero contiene, antes de la incineración, indepen- dientemente de la albúmina, de la lactoproteina, del azúcar de leche y de las cenizas, diversos ácidos orgánicos cuyo peso puede apreciarse por diferencia, supuesto que todos los prin- cipios coexistentes se han determinado por una operación es- pecial, y no hemos tratado de valuarlos de otra manera. Aroma de la leche. Agitando la leche fresca con 3 ó 4 volúmenes de sulfuro de carbono puro, descubrimos un curioso resultado, á saber: que el sulfuro se separa dejando en reposo ambos líquidos sin haber disuelto la manteca, aun- que cargado de la materia aromática. Dejándolo evaporar espontáneamente, da un residuo untuoso , casi imponderable, que posee en alto grado el aroma contenido en el alimento del animal que produce la leche. Generalmente es un olor suave de yerba; pero algunas veces es también un olor desagrada- ble, debido á la ingestión de plantas nauseabundas, ó bien un olor á rancio, debido al estado del alimento. La leche de vaca es la única que ofrece esta particulari- dad; la de cabra, por ejemplo, no deja descubrir la naturaleza de la alimentación: el ligero residuo que la leche abandona al sulfuro de carbono queda completamente privado de olor; al menos esto es lo que hasta ahora hemos observado constan» temente. Color de la leche . Otro carácter propio de la leche de va- ca es el que se manifiesta cuando se verifica la separación de 143 la manteca en el lactobutirímelro: la materia grasa que nada en el tubo de ensayo en la superficie del líquido está siempre teñida de color amarillo, sin que hayamos observado excep- ción ninguna de este hecho, que sin embargo podría depender del género de alimentación. Pero también es constante que con las leches de cabra, de oveja, muger y de burra siempre hemos aislado una manteca perfectamente incolora. ECONOMIA DOMÉSTICA. De los efectos del calor para la conservación y mejora de los vinos: por Mr. de Vergnette-Lamotte. (Comptes rendus, l.° mayo 1865.) Varias veces hemos tenido ya ocasión de examinar cuál era la acción del calor sobre los vinos finos de Borgoña, ha- llándose limitada la temperatura á que se les exponía entre 35 y 70 grados centígrados. La análisis de los vinos que Mr. Coste envió en 1846 á Calcuta, y de los cuales se habia remitido cierto número de muestras, nos habia ofrecido el notable resultado de que la temperatura elevada que experi- mentaron en estos dos viajes cambió poco su composición; solo el color de los vinos se hallaba alterado, y no tenían el viso rojo violáceo que es característico en Borgoña, habiendo adquirido el tinte rojo amarillo de los vinos añejos. Cuando se publicaron estas investigaciones no se conocían los excelentes trabajos de Mr. Pasteur sobre los micodermos del vino, y apenas nos podíamos explicar cómo casi con el mismo estado químico podían ofrecer los vinos, sabores dife- rentes tan perceptibles; sin embargo, debemos añadir que todavía no se habia reconocido en el vino la presencia de la glicerina, y en el dia se sabe, por los trabajos de Mr. Pasteur 144 y los de Mr. Prat, que esta sustancia tiene una grandísima parte en el sabor de las bebidas alcohólicas. Nos parece que no deja de ofrecer interés la cuestión de investigar en qué se convierten por la acción del calor los micodermos que Mr. Pasteur(l)ha representado en la figura 8 de su Memoria. Los micodermos de la figura 7 , micodermos del amargo, no son los que más se temen en Borgoña. Hace mucho tiempo que se ha reconocido que los vinos quedan buenos y perfectos por espacio de 20 ó 30 años, y que cuando se vuelven amar- gos puede decirse que perecen como los viejos, que mueren después de una vida larga y brillante. En los vinos que acaban como hemos dicho, se encuentra abundantemente el fermento de la figura núm. 7; pero por lo común en el momento en que se cuidan los vinos, en el tercero ó cuarto año de su edad, presentan de repente un sabor dulzaino característico: des- pués adquieren un sabor conocido en el comercio con el nombre de gusto á cola de zorro , y dejan desprender algunas burbujas de ácido carbónico; por último, si no se corta el mal, que es muy grande, desde el principio, se descompone el tártaro, y queda en el vino acetato de potasa. Esta enfer- medad es la más grave y más temible para los labradores, y se la ha visto causar grandes estragos en el Beaujolais en 1859, y en el Mediodía en 1861. También en Borgoña han sido atacados por dicha enfermedad algunos vinos de 1858, de los mejores. Examinando el depósito de dichos vinos con el microscopio, con aumento de 500 á 600 diámetros, se en- contró en él en abundancia el micodermo núm. 8, de las figuras publicadas en la Memoria de Mr. Pasteur. Esta enfermedad se declara con frecuencia en el vino cuando está en botellas. Según la teoría nueva, hay que ad- mitir por consiguiente que todos los vinos tienen más ó ménos, desde que se ponen en los toneles, los gérmenes de dichos fer- (l) Véase la memoria de Mr. Pasteur, parte 2.a, publicada en el tomo 14, pág. 265 de esta Bevista de los progresos de las Ciencias. I4t> mentos, y que si los referidos micodermos pueden permane- cer en ellos largo tiempo en estado inerte, pueden también invadir con mucha rapidez los líquidos alcohólicos cuando se encuentran en condiciones favorables para su desarrollo. Los trasiegos frecuentes del vino, quitando el depósito en el cual se hallan los micodermos , favorecen singularmente la conservación del vino. Un frió de —12o, el alcohol, las sales, el tanino, los ácidos, el gas sulfuroso, el azufre en polvo y las resinas, tienen una acción eminentemente conservadora sobre los vinos de todas procedencias. El calor de una estufa es, como todos saben, también de grandísimo efecto para la conservación de las sustancias ve- getales. De esta acción del calor sobre los vinos trataremos en esta noticia. Nuestro objeto, al estudiar el modo de mejo- rar y de conservar los vinos por medio de los agentes exte- riores, ha sido siempre buscar esta conservación sin introducir en los líquidos alcohólicos ninguna sustancia extraña que alte- rase el sabor. Los micodermos del vino se hacen inertes cuando este se halla expuesto por -espacio de algún tiempo á una tempera- tura que no pase de 40 grados. Este resultado, que el exámen de los vinos procedentes de la India podía hacernos prever, se halla confirmado por los experimentos de que vamos á dar cuenta. Se pusieron cierto número de botellas que contenían vino de Borgoña rico á 12,80 por 100 de alcohol, de un her- moso color rojo violáceo, al calor de una estufa, cuya tem- peratura no pasó de 50 grados. Después se bajó á la cueva, y se comparó con el vino que no había experimentado la acción del calor , presentando entonces los caracteres siguientes: habia perdido su color rojo violáceo y su sabor de fruto; se asemejaba algo á los vinos de España. El vino conservado en la cueva empezaba á adquirir el sabor dulzaino de los enfer- mos, el color era violáceo, y los micodermos núm. 8 abunda- ban en el depósito. Estos micodermos, que también se halla- ban en el vino de la estufa, parecían menos organizados que en el vino que no se habia sometido á la acción del calor. Prolongando el experimento, se llega al cabo de un año á decolorar completamente el vino, y adquiere el tinte dorado, 10 TOMO XY. 146 que se llama en términos oenológicos color de tela de cebolla: la vasija queda cubierta de un depósito abundante, y el sabor de dicho vino es tan diferente del de los que perecen con los micodermos núm. 8, que creemos que nuestro procedimiento se halla destinado á preservarlos enteramente de la enfermedad que caracterizan. En efecto, hace mucho tiempo que hemos observado que los vinos que presentan un tinte violáceo se hallan mas expuestos á la enfermedad de que tratamos, y que se hacen mucho menos alterables cuando puede fijarse la ma- teria colorante en el frasco ó en el tonel. Por esto tenemos la convicción de que la enfermedad que caracteriza al micoder- mo núm. 8, empieza siempre por una alteración de la sus- tancia colorante. El calor no tiene por consiguiente sobre el vino, cuando está en botellas, la acción perjudicial que se le atribuye. Sin embargo, la cantidad de aire atmosférico que se halla en con- tacto con él debe ser tan pequeña como sea posible, pues de otro modo no tardaría en producirse la fermentación acética. Los vinos que han de quedar expuestos á la acción del calor no pueden taparse cuando las botellas están enteramente llenas. En efecto, la dilatación aparente de un vino rico en 12,80 por 100 de alcohol, es de 0,053 desde 0 á 100 grados. Si admitimos que la temperatura inicial del líquido cuando se ponga en las botellas sea 10°, y que puede llegar á ser de 40 en la estufa, el aumento de volumen será por consiguiente, representando por V este volúmen: EX 0,00053 X 30 = Px 0,0159. Pero siendo la cabida de las botellas comunes de 0Ht,80. el volumen del vino aumentará por consiguiente 0,0127. Dicha dilatación es muy considerable para que la com- presibilidad de la botella y del líquido puedan formar equili- brio si se tapa estando llena. Sucedería en este caso, ó que las botellas se romperían ó, como hemos visto en el concurso agrícola de París en 1860, que un domingo en que en el pa- lacio de la industria subió la temperatura á + 40°, estaban los tapones casi fuera de las botellas: basta dejar 3 centímetros 147 de espacio entre el tapón y el vino para evitar dicho inconve- niente. Cuando exponemos los vinos á la congelación, los gases que contienen se separan en parle, y cosa parecida es lo que aquí sucede. Después, al enfriarse los vinos, absorben los gases con los cuales se hallan en contacto, y definitivamente no queda en la botella mas que ácido carbónico y nitrógeno. El tratamiento de los vinos por el calor no es aplicable, entre los productos de Borgoña, mas que á los vinos en botellas. Si se hallan en toneles, las paredes de estos dejan penetrar el aire exterior, y con auxilio de los micodermos, no larda la fermentación acética en producirse en el líquido. En suma, resulta de este estudio que puede emplearse el calor con buen éxito en la conservación de los vinos: su acción sobre los micodermos parece muy eficaz cuando los vinos se hallan en botellas. A falta de una estufa, puede emplearse un granero caliente para hacer experimentar á los vinos el tra- tamiento del cual hemos obtenido tan notables resultados. En este caso se opera del modo siguiente. Se ponen los vinos en botellas en el mes de julio, no escogiendo nunca mas que los vinos añejos de 2 años lo menos, que hayan estado en toneles colocados todo el tiempo anterior en la cueva: las bo- tellas no deben taparse sino por medios mecánicos. Después de esta operación deben llevarse las botellas al depósito, y apilarlas, dejándolas allí por espacio de 2 meses, y bajándolas en seguida á la cueva, donde se conservan como de costumbre hasta que se despachan para el consumo. 148 QUIMICA APLICADA. Procedimiento práctico de conservación y mejora de los vinos: por Mr. L. Pasteur, (Comptes rendus, l.° mayo 1865.) He visto la comunicación que Mr. Boussingault ha diri- jido á la Academia en nombre de Mr. de Vergnetle-Lamotte, con tanto mayor interés cuanto que me ocupo en la investiga- ción de procedimientos prácticos de conservación de los vinos. En la primera série de estudios que he ofrecido á la Acá- • demia hace unos 18 meses, he llegado al resultado de que todas ¡as enfermedades de los vinos, ménos las que ahora i conozco, se hallan determinadas por el desarrollo de los vege- tales microscópicos de la naturaleza de los fermentos. Las investigaciones á que me he dedicado desde esta época, no solo me han confirmado en esta opinión, sino que me permi- ten anunciar en el dia que no existe, por decirlo así, un solo vino que no padezca alguna enfermedad en cierto grado, y que en un momento ú otro no haya experimentado la acción de los fermentos organizados de que hablo, especialmente de lo que he figurado en la lámina de mi primera comunicación con el número 8. Si este hecho no se ha descubierto hasta ahora por el mal sabor de los vinos, es porque para el propie- tario, lo mismo que para el consumidor, el vino no se reputa enfermo mas que cuando los productos nuevos desarrollados por los fermentos parásitos, se hallan en él en proporción relativamente considerable; pero que existían hace mucho tiempo en el vino, como los fermentos que le ocasionan. Así puede decirse que al poner el vino en botellas, con él se en- cierra el gérmen de su enfermedad. Para conservarle se nece- sita por consiguiente hallar el medio de matar dicho germen. A fin de conseguirlo he añadido sustancias químicas, con las cuales he obtenido interesantes resultados, pero que no me 149 han satisfecho completamente por diversos motivos. Por últi- mo, he ensayado la acción del calor, y creo haber llegado á un procedimiento muy práctico, que consiste simplemente en poner el vino á una temperatura comprendida entre 60 y 100 grados, en vasijas tapadas, por espacio de 1 ó 2 horas. La Academia comprenderá que es preciso esperar muchos años para juzgar semejante procedimiento en su aplica- ción industrial, porque el vino larda por lo común bastante en enfermar; así es que mi intención no ha sido por ahora hacer una publicación académica sobre este asunto. Me he limitado, á fin de fijar la fecha, á una publicidad de que ya me he valido, y que deja al hombre de ciencia toda la libertad de pensamiento y de acción en las investigaciones de esta naturaleza: hablo de un privilegio de invención. Aunque por ahora no quiero emitir un parecer definitivo sobre el valor industrial de mi procedimiento, puedo sin em- bargo dar á conocer á la Academia las circunstancias que hacen augurar bien de este nuevo medio de conservar los vinos. He hecho que muchas personas probasen el mismo vino calentado y sin calentar, y en lodos casos se ha dado la su- perioridad al primero. El vino que se ha calentado por espa- cio de algunas horas y después se ha enfriado resguardándole del aire, tiene más aroma, sabor más marcado y más hermoso color, sin haber perdido nada de su fuerza. Por otra parte, dicho vino adquiere bastante vigor, y es muy difícil que sufra alteración aun cuando se le coloque en las más desfavorables condiciones. La propiedad que tiene de envejecer bajo la in- fluencia del oxígeno del aire, no es comprometida por otra parle. En la comunicación he anunciado que recordaba á la Academia que el oxígeno del aire es el que hacia el vino. To- das mis anteriores investigaciones comprueban la exactitud de esta opinión. El interés que ofrecería un procedimiento mediante el cual pudiese envejecer el vino sin exponerle á que enfermase, es considerable. Desde que he empezado estos estudios, me ha sorprendido verdaderamente la prodigiosa cantidad de los vi- nos que se alteran en cada año, perdiendo la mayor parle de su valor; y tengo alguna confianza en el medio que acabo de 150 indicar para poner remedio á tal estado de cosas. Igualmente será fácil suspender, según se desee, la fermentación normal de ciertos vinos, de manera que conserven el dulce que pueda desearse. Para calentar el vino en las botellas me valgo del si- guiente procedimiento, muy sencillo y muy práctico. Después que el vino se ha puesto en la botella, se sujeta el tapón y se pone esta en una estufa de aire caliente, colocándola debajo. Puede llenarse enteramente sin que quede vestigio de aire, y entonces sucede lo siguiente: el vino se dilata y procura levantar el tapón; pero estando este sujeto la botella queda perfectamente tapada, no lo bastante sin em- bargo para que la porción de vino que echa fuera la dilata- ción salga por entre el tapón y las paredes del vaso. El bramante ó alambre no cede nunca, y he visto que no se rompe ni siquiera una botella, por poco cuidado que se tenga en conducir la temperatura de la estufa. Se aparta 1a. botella, se corta el alambre y se vuelve á colocar el tapón en el gollete, mientras se enfria el vino y se contrae: después se lacra el tapón y se concluye la operación. En una pieza de dimensiones relativamente pequeñas, y calentada con una estufa común, podría hacerse la operación con millares de botellas casi sin ningún gasto. Algunos de mis experimentos, particularmente los mas recientes, se han hecho con los vinos de Pomard de primera clase, que Mr. de Vergnelle-Lamotte había tenido la atención de poner generosamente á mi disposición. Aun en el dia re- mito á Mr. de Yergnette una caja con vinos calentados por espacio de media hora á 64 grados, y se ha convenido entre nosotros que se hará la prueba con largos intervalos, por com- paración con el mismo vino sin calentar, á fin de que poda- mos fijarnos bien ambos sobre el valor de mi procedimiento, Pero me apresuro á añadir que nuestros experimentos han sido enteramente independientes, y que en ninguna de mis cartas, ya numerosas, he indicado á nadie, y menos á Mr. de Vergnelte, mi modo de operar. En su propia experiencia es en la que ha fundado las ideas que le han conducido á experi- mentar la influencia de la temperatura sobre el vino. La Acá- 151 demia sabe que Mr. de Vergnette-Lamotte había ya emplea- do con mucho éxito el frío y la congelación para la mejora de los vinos, y me felicito en ver que su comunicación de hoy asegura en cierto modo las esperanzas que fundo en el pro- cedimiento que be tenido el honor de comunicar con esta ocasión á la Academia. METEOROLOGIA, Nuestro ilustrado corresponsal de Manila el P. Fr. Antonio Llanos ha remitido las observaciones que insertamos á con- tinuación. Observaciones meteorológicas verificadas en la torre del telé- grafo de Manila en todo el año 1864. PLUVIÓMETRO. Número MESES. de dias en que ha Cantidad llovido. de agua recogida. Metros. Enero 7 0,081 Febrero. 4 0,009 Marzo 2 0,004 Abril 0 0,000 Mayo 2 0,016 Junio................. 13 0,151 Julio 17 0,347 Agosto 17 0,280 152 Setiembre 21 0,312 Octubre 12 0,130 Noviembre. 7 0,042 Diciembre. 9 0,047 Sumas. ...» 111 1,419 De las observaciones practicadas desde 1859, resulta que por término medio llueve al año=dias 130,=melros 1,699, También resultan por término medio para cada mes del año, los dias y cantidad de lluvia que sigue: Enero. 5,6 días. 0,041 metros. Febrero. . ...... 6 0,042 Marzo. ......... 3,5 0,018 Abril 2,8 0,018 Mayo. ......... 7,8 0,070 Junio. . . ....... 14,8 0,177 Julio 20,3 0,295 Agosto. . ....... 18,2 0,379 Setiembre. ..... 25,5 0,352 Octubre 16,3 0,186 Noviembre 8,6 0,076 Diciembre. ..... 6,6 0,042 El año que más dias ha llovido entre todos los obser- vados, ha sido el 1863, que llovió 144 dias. El que ménos el 1864, que ha llovido 111 dias. El en que más cantidad de agua se ha recogido el 1860, que llovió 2 metros. El año más escaso ha sido el 1864, que ha llovido 1 metro 41. Respecto de los meses, el que ha tenido más dias de lluvia ha sido julio de 1862, que llovió en 26 dias. 153 El mes en que más cantidad de agua ha caído, es agosto de 1861, que llovió 76 centímetros, ó sea muy cerca de 1 vara. Los meses más escasos en días y cantidad de lluvia han sido abril de los años 1862 y 1864, que no ha llovido nada . Los meses pueden clasificarse de dos maneras: una se- gún la frecuencia con que en ellos se repiten las lluvias, y otra según la cantidad de agua que cae en cada uno, por término medio, conforme se expresa á continuación: Orden de los meses sesean el número de dias 0 que llueve en cada uno de ellos. Orden de los meses según la cantidad de agua que cae. Setiembre. Agosto. Julio. Setiembre. Agosto. Julio. Octubre. Octubre. Junio. Junio. Noviembre. Noviembre. Mayo. Mayo. Diciembre. Diciembre. Febrero. Febrero. Enero. Enero. Marzo. Marzo. Abril. Abril. i vientos que han reinado en todo el año, deducidos i observaciones diarias de mañana y tarde, son Del N. inclusive al E. N. E 244 Del E. id. al S. S. E.. . 175 Del Sur id. al 0. S. 0. . 83 35 173 134 Del O. id. al N. N. O. . Calma. 732 El orden de clasificación délos vientos, según la frecuencia con que han reinado en todo el referido año, es el siguiente: Calma ... 173 N. E 174 E 162 S. O. 69 O 32 E. N. E.. 37 N 17 N. N. E ......... 16 S. S. E 6 E. S. E. 3 S 5 S. S. O 3 O. S O 4 S.E 2 N. N. 0. 2 O. N. 0 1 732 Las observaciones que anteceden, aunque están hechas sin instrumentos, confirman la experiencia de que los vientos mas frecuentes corresponden en esta localidad al l.° y 3.° cuadrantes, y los mas escasos al 2.° y 4.° Comparadas estas observaciones con las del pluviómetro, se nota que las lluvias aumentan á medida que aumentan los vientos del 2.° y 4.° cuadrante, y disminuyen los opuestos; y 155 que las lluvias vuelven á decrecer cuando se entablan de nuevo los vientos comprendidos en los cuadrantes l.° y 3.° La monzon del S. O. parece ser mas corla que la del N. E. en la generalidad de los años. La mayor fuerza de la primera corresponde á fines de julio y principios de agosto, y la de la segunda entre enero y febrero. En el tránsito de la monzon del S. O. á la del N. E., se observa que las lluvias persisten por algunos dias, y llueve abundantemente estando ya entablados los vientos del primer cuadrante y el baróme- metro alto en extremo. Parece que este fenómeno deba tener relación con el estado de saturación de humedad en que queda la atmósfera por algún tiempo, y con el efecto que producen en ella los vientos, un tanto frios, del Norte; pero aun admitiendo esta hipótesis, queda sin explicación la subida del barómetro en muchos de estos casos y su inmovilidad en los demás. Es de notarse, que aun en el tiempo lluvioso suelen ser frecuentes, en algunas horas de la madrugada, los vientos del N. E., los cuales cambian con la fuerza del dia al O. ó S. O., al paso que en tiempo seco son rarísimos los vientos del tercer cuadrante, ni aun por cortos intervalos, y los cambios en esta última estación oscilan por lo general entre el N. y el E. 156 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de enero de 186F). Fué el primer dia de enero encapotado y lluvioso; varia- ble, y á ratos despejado, el 2; y revuelto el 3, en el cual pudo darse por terminado el deshielo de la nieve, caída en el 25 del mes anterior. Del 3 al 4 experimentó la columna barométrica un ascenso de 10mm, y el temporal entró en un período muy distinto del precedente, de calma ó ligera brisa del N., y de escarchas por la noche, neblinas por la mañana y ligeras nubes en el centro del dia, que se prolongó hasta el 10 inclusive. Desde el N. pasó al 0. el viento el dia 11, arreciando en lo sucesivo; comenzó á descender el barómetro con rapidez; se encapotó bastante el cielo, y lloviznó con frecuencia. Particularmente en los dias 14, 15, 16 y 17, el viento, del O. al S. O. siempre, sopló con mucha impetuosidad. En el 18, más tranquilo, cayó una ténue capa de nieve, de muy corta duración. El 19 fué bastante despejado y apacible. Y el 20, por el contrario, comenzó con escarcha y neblina, y concluyó encapotado y lloviendo. Continuó soplando el viento del S. O., casi sin interrup- ción y con bastante fuerza, desde el dia 21 al 27 inclusive; y en este tiempo oscilaron, la presión atmosférica entre 707 y 700mm, y la temperatura media entre 7 y 11°; se conservó en muy gran parte encapotado el cielo, y llovió ó lloviznó, aunque poco en cantidad, repetidas veces. Fresco, revuelto y variable fué el dia 28, y más todavía el 29, en el cual hasta llegaron á caer algunos copos de nieve, seguidos de una abundante lluvia. En el 30 volvió el viento al O., y como 157 á las 2 de la tarde cayó un fuerte aguacero, mezclado con granizo menudo, como de nube tempestuosa, descubriéndose algunos relámpagos por el S. E. al anochecer. Y el 31 se conservó encapotado, revuelto y lluvioso desde el principio hasta el final. 158 CXJ ADRO DIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO A m A. máx. A. niín. T 1 m T. máx. T. mín. 1 mm 691,12 mm 698,32 mm 696,61 0 2,3 0 5,4 0°2 2 702,04 704,94 698,34 2,5 5,3 — 0,9 3 702,70 705,07 701,62 5,1 10,3 — 0,4 4 712,03 714,16 709,14 0,7 11,3 2,1 5 714,98 716,10 714,24 4,9 10,8 0,3 6 714,84 713,92 714,19 4,8 11,0 —0,5 7 712,90 713,78 712,13 4,7 11,0 0,9 8 711,55 713,10 710,43 4,0 9,2 — 0,4 9 710,26 710,79 709,90 5,0 9,4 0,9 10 708,07 709,36 707,31 6,3 10,6 1,9 11 706,44 707,33 705,65 5,5 11,0 1,2 12 703,49 705,60 699,72 5,9 7,8 2,7 13 703,70 706,52 699,18 8,8 12,0 5,4 14 707,72 708,40 706,07 8,1 12,1 5,6 15 706,31 707,61 704,79 7,3 10,6 4,0 16 700,58 703,44 697,20 6,5 9,7 4,0 17 696,81 698,92 695,55 4,8 8,3 1,5 18 697,39 698,74 696,23 0,8 2,3 —0,3 19 702,45 703,95 700,56 2,2 6,4 -1,3 20 703,57 704,41 702,40 2,5 5,4 -1,8 21 700,88 702,30 699,98 8,3 10,5 3,1 22 705,23 706,52 703,47 7,6 10,7 5,2 23 705,34 706,01 703,62 9,9 12,9 5,6 24 707,47 707,86 706,19 11,1 13,2 8,5 25 705,60 707,28 703,57 9,3 12,1 6,8 26 699,60 701,81 698,11 10,2 14.2 6,2 27 698,33 699,19 697,55 7,8 11,0 5,8 28 699,74 703,29 696,73 4,7 9,8 0,0 29 703,80 705,07 701,61 2,9 6,5 -2,6 30 702,47 703,60 701,56 5,5 9,0 3,4 31 701,92 703,81 699,36 5,8 9,5 2,4 159 3pzriis¿l:e:ro. PSICROMETRO. ATMOMETRO. PLUVIOMET. ANEMOMETRO. Hm 'J'n A ni Evaporación. Lluvia. Viento. NÜRES. DIAS. 99 mm 5,3 mm 0,2 mm 3,9 s.s.o. 10 1 82 4,6 0,6 )) N.E. (var.) 3 2 84 5,6 1,3 » O. (var.) 6 3 77 5,0 0,8 » N. 0 4 90 5,9 0,3 » N. (calma.) 1 5 90 5,9 0,5 » N. (id.) 1 6 87 5,6 0,6 » N. (id.) 5 7 94 5,7 0,3 » N. 3 8 89 5,8 0,5 » N. 5 9 82 5,8 0,7 >> N. 8 10 93 6,3 0,5 » N-S.O. 4 11 93 6,4 0,6 0,4 s.o. 10 12 80 6,6 1,5 0,8 0. 8 13 86 7,0 1,9 » o.s.o. 5 14 73 5,6 2,8 » 0. 5 15 80 5,8 2 2 » o.s.o. 7 16 71 4,5 1Í9 » 0. 4 17 99 4,8 0,2 4,6 S.O. (var.) 9 18 83 4,5 0,7 » E. (var.) 2 19 97 5,3 1,3 3,8 S.O. 8 20 97 8,0 0,8 3,3 S.O. 9 21 90 7,0 0,9 0,1 s.o. 8 22 93 8,5 1,0 0,7 s.s.o. 10 23 94 9,2 0,8 0,4 o.s.o. 9 24 81 7,1 0,5 » s.s.o. 7 25 92 8,6 0,8 4,3 s.s.o. 7 26 94 7,2 1,0 1,4 o.s.o. 8 27 84 5,3 1,5 » Variable. 6 28 93 5,3 1,4 6,0 N.E-S.O. 7 29 85 5,7 1,5 2,3 O. 4 30 99 6,9 1,5 5,6 S.O. 10 31 160 CUADRO SEGUNDO Am á las 6 m. ...... . Id. á las 9 Id. á las 12. ....... . Id. á las 3 t. ....... . Id. á las 6 Id. á las 9 n. ....... . Id. á las 12 Am * A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2). Oscilaciones extremas. Oru diurnas O. máx. (3) O. mín. (4) (1) Dias y horas de la observación. . (2) Id.... (3) Dias de la observación (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 708,39 mm 702,84 mm 702,69 mm 704,58 709,05 703,38 703,08 705,10 708,51 703,11 703,07 704,84 708,02 702,63 702,25 704,23 708,46 702,71 702,58 704,52 709,08 702,77 702,80 704,82 709,03 702,48 702,84 704,72 708,65 702,85 702,76 704,69 716,10 708,40 707,86 716,10 696,61 695,55 696,73 695,55 19,49 12,85 11,13 20,55 2,82 3,76 3,18 3,25 6,60 7,34 6,56 7,34 0,89 1,68 1,64 0,89 5— 9 m. 14—9 n. 24-12 m. 3—9 m. 1- 6 t. 17-6 m. 28—6 m. 17-6 m. 2 13 28 13 9 11 27 9 (*) Ax = 704mm,64 + 0,11 sen. (x + 138° 490 + 0,37 sen. (2 x + 162° 33'). 161 CUADRO TERCERO. TERMOMETRO. 1.a década. 2.a 3.a ■Mes (*). Tm á las 6 m 1°,7 3o, 3 5o, 1 3», 4 Id. á las 9. .............. . 2 ,7 4,4 6 ,4 4 ,6 Id. á las 12 6 ,3 6 ,9 9 ,0 7 ,4 Id. á las 3 t. 8 ,8 7 ,5 9 ,6 8 ,7 Id. á las 6 5 ,8 5 ,5 8 ,4 6 ,6 Id. á las 9 n 4 ,0 4 ,9 7 ,4 5 ,5 Id. á las 12 3 .1 4 ,2 7 ,0 4 ,9 T . 4 ,6 5 ,2 7 ,6 S ,9 Oscilaciones 12 ,2 13 ,9 16 ,8 16 ,8 T. máx. al sol (1) 23 ,9 21 ,7 19 ,2 23 ,9 Id. á la sombra (2) 11 ,3 12 ,1 14 ,2 14 ,2 Diferencias medias 9 ,4 i 4 ,2 3 ,1 S ,5 T. mín. del aire (3) • . • > — 0 ,9 -1 ,8 —2 ,6 —2 ,6 Id. por irradiación (4) —5 ,0 -4,3 -7 ,6 -7 ,6 Diferencias medias 2 ,6 2 ,2 1 ,5 2 ,1 ✓ Üm diurnas 9 ,0 6 ,5 6 ,8 7 ,4 0. máx. (5) 11 ,5 9 ,8 9 ,8 11 ,8 0. mín. (6) 5 ,2 2 ,6 4 ,7 2 ,6 (1) Dias de la observación 6 11 25 6 (2) Id 4 14 26 26 (3) Id • • • 2 20 29 29 (4) Id 2 20 29 29 (5) Id 6 11 28 6 (6) Id 1 18 24 18 (*) Tx = 5o, 66 + 2,15 sen. (a? + 35° 46') + 0,91 sen. (2® + 37° 53'). tomo xv. 11 m CUADRO CUARTO. 1 PSICROMETRO. 1.a década. 2.a i ^ 3.a Mes (*). Hra á las 6 m — ........... 94 93 96 94 Id. á las 9. 90 86 95 91 Id. á las 12. .............. . 83 87 89 * 86 Id. á las 3 t.. ............. . .77 75 86 80 Id. á las 6.. . . , . ......... 84 86 88 86 Id. á las 9 o. . . . ... 92 84 90 88 Id. á las 12. ............. o 92 88 92 91 H. media 87 i 85 91 88 (*) Hx = 88,4 + 5,4 sen. (os -j- 213° 42') -j- 2,1 sen. (2 x + 202° SO')* i 1." década. 2.a 3.a Mes (*). á las 6 m. ...... . mm 4,8 mm 5,4 mm 6,4 mm 5,6 Id. á las 9. .............. . 5,0 5,4 7,0 5,8 Id. á las 12. ........... . | 5,8 6,3 7,7 6,6 Id. á las 3 t. ............. . 6,5 5,8 7,8 6,7 Id. á las 6..... | 5,8 5,9 7,3 6,4 Id. á las 9 n. ............. . 5,6 5,4 7,0 6,0 Id. á las 12. . 5,4 5,5 7,0 6,0 Tn media. ................. 5,6 5.7 7,2 6,2 O Tx=6Inm,13 + 0,50 sen. (a; + 35° 00 + 0,25 sen. (2 x -f 43° 22') . CUADRO QUINTO. Anemómetro.— Horas que reinaron los 8 vientos principales. 182 E... 38 24 E 13 s. 56 S. 0 278 0 112 N. 0 41 Dirección de la resultante 85° S. O. Intensidad (horas) 280 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera * Evaporación media. 1mm,0 Id. máxima (dia 15). . 2 ,8 Id. mínima (dias 1 y 18; ...... 0 ,2 Dias de lluvia . 14 Agua recogida — ........ . . 37mmí6 Id. en el dia 29 (máx.) . . 6 ,0 Dias despejados . . 3 Id. nubosos . 19 Id. cubiertos. 9 Dias de calma. ........ . . . . . 3 Id. de brisa. 6 Id. de viento 11 Id. de viento fuerte 11 CUADRO SEXTO. 164 •> «o CS «O •<^¡> o o «© S5 #o es s* «o O «o "es o «i s* <2 é=3 «* *H ®_® 0© SO 0© SO M £3 00 op ©í so" o©~ oo* so" S5 Q < Q ^ 91 C5 C5 co (N M ®l tí gj OOXOOOOJOiOOI^ £3 a o 1 ! gt^t''rHíOk’#OTH‘íji 35 j a so" ^ so ^jT «o t— * «© so" h ‘ H l < tí & H rHglCíOOOSflOÍ "«$ es C£3 soeoís^osor^íot^ o, s w H r-cooooooooscooo O ce S r-T ©í ©i l"« r-H ©í O* tí r^ooasoooo tí tí t- o r- i> ce O H o o a a z . w > c/3 # O . tí > ¡¿ CAÍ Z ce * tí K O fOfOtí^H^CSOSíO tí SO *-i 9U>91^ >■ tí tí ce tí O Miguel Merino. 165 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de enero de 1865, Ruscus aculealus, L. Alyssum maritiraum, Lam. Taraxacum Dens-leonis, Desf, Clemalis cirrhosa, L. Caléndula officinalis, L. Jasminum helerophyilum, Roxb. Vinca major, L. Verónica hederaefolia, L. Stellaria media, Smilli, Senecio vulgaris, L. Capsella Bursa pastoris, Moench. Bellis perennis, L. flore pleno. CIENCIAS NATURALES. ZOOLOGIA. Insectos nuevos ó poco conocidos de la fauna española: por D. Laureano Perez Arcas, catedrático de Zoologia en la Universidad de Madrid . PRIMERA PARTE. Núm. l.° — Carabus lineatus Déj. Con esta denominación describió el Conde Déjean en 1826 una especie, de la que solo había cojido dos ejemplares en el principado de Asturias durante la guerra de la Independen- cia; estos dos ejemplares fueron los únicos conocidos en el mundo científico durante muchísimo tiempo. En 1840, mi amigo Mr. Chevrolat describió en el perió- dico titulado Revue zoologique, pág. 10, una especie que Deyro- lle había encontrado en Portugal ó Galicia, pues no se indica localidad exacta, y le impuso el nombre de Carabus lateralis. Pero en la nota publicada en los Anuales de la Société ento - mologique de France , 1852, por Mr. A. Deyrolle, se dice que el Carabus lateralis Chevr., fué cojido por Mr. Narcisse Dey- rolle en la sierra de Tranquera, en Galicia; limitándose por lo demás á copiar la característica de Mr. Chevrolat, y á indicar su analogía con el Carabus Solieri Déj., y el Withei Deyr. El Sr% Kraatz insertó una nota en el Berliner entomolo- gische Zeitschrift del año 1860, en la que al hablar del Cara - 167 bus lineatus Déj. , pág. 60, dice que ha visto los dos ejempla- res de la colección de este ilustre naturalista, que pertenecen en la actualidad al Barón de Chaudoir, y que se diferencian del Carabus lateralis Chevr., por ser algo mas deprimidos, sensiblemente menos elevadas las costillas de los élitros, y menos marcados los puntos de los intervalos, manifestando al mismo tiempo la grande analogía que tienen con el Carabus splendens F., var. Troberti (Déj.), que se halla en Guipúzcoa. Don Francisco de los Ríos Naceiro, que con tanto celo ha recojido y dado á conocer las producciones naturales de Gali- cia, me envió esta especie, que recojí yo mismo con abundan- cia en un viaje á esta parle de la Península, de donde la re- cibí después en diversas ocasiones de mis amigos los Señores M. Velado y Seoane, con otros varios insectos del mismo pais. De esta manera he tenido á mi disposición gran número de ejemplares, he podido estudiar las variaciones que presenta esta especie, y adquirir la convicción de que la descrita por el Conde Déjean y por Mr. Chevrolat son una sola, que varia, como casi todas las del género, algún tanto en la coloración, por eso se dice en la característica de Déjean: thorace ..... vi- ridi áureo , mientras que en la de Chevrolat: thorace ceneo , nitenti, nigricante in dorso anticé et marginibus ; que varia también en ser mas ó menos deprimidos los élitros, y mas ó menos profundos los puntos de los intervalos, variaciones que se encuentran también en el Carabus auro-nitens F., y en otras especies análogas. De todas estas variedades poseo ejemplares, que indican el tránsito natural de unas á otras, y que no es posible consi- derarlas sino como la misma especie. Dos individuos remitidos de Portugal por mi buen amigo el Sr. Barón do Castello de Paiva, son los extremos de la serie en cuanto á la elevación de las costillas y profundidad de los puntos de los élitros; y en cuanto á la coloración, el de costillas mas elevadas y puntos mas profundos tiene el protórax verde-dorado, brillante, mientras que el otro es cobrizo con algo negruzco en la parte media. Por lo demás, los ejemplares frescos y recientemente transformados, suelen tener el protórax tai como lo describe Déjean en la pág. 117 del tomo 2.° de su Species générale des 168 coléoptéres. Por manera, que el Carabus lateralis Chevr. apé- nas puede decirse que sea una variedad del Carabus lineatus Déjean. En cuanto al Carabus Troberti (Déj .) Kraalz, es tan solo una variedad española del Carabus splendens F. , variedad abundante en Guipúzcoa, de donde la he recibido de D. Fer- nando Mieg, catedrático del Instituto de Bilbao, bien distinta del Carabus lineatus Déj., con la que sin embargo la han con- fundido algunos naturalistas. Núm. 2.° — Carabus macrocephalus Déj . También fué descrita esta especie, pág. 88, tomo 2.°, Spe - cies générales des coléoptéres , por un ejemplar encontrado en Asturias en la misma época, y durante muchísimo tiempo ha sido el único conocido en el mundo científico. Al volver Mr. Rambur de su viaje por Andalucía, encontró en Vizcaya un Carabus que denominó C . cantabricus , creyén- dolo nuevo, pero que no llegó á describir; siéndolo por primera vez en la Reme zoologique, 1840, pág. 9, por Mr. Chevrolat, según los ejemplares cojidos por Mr. Narcisse Dev rolle en la Sierra de Cañiza. La descripción del Carabus macrocephalus Déj., y del C. cantabricus Chevr. (locis citatis ), difieren principalmente en la coloración. En 1847 el Marqués de la Ferté-Senectére, publicó en los Anuales de la Société entomologique de France , pág. 450, una especie nueva del norte de Portugal, á que dió el nombre de Carabus Egesippii: leyendo atentamente la descripción, fun- dada en un solo ejemplar del sexo femenino, se advierte que solo difiere del Carabus macrocephalus Déj., por ser de un color negruzco en su mayor parte por encima, conservando todavía el color verde en los bordes del protórax y de los éli- tros, en las fóselas de la cabeza, etc., y en ser algo mas con- vexo. Conviene su descripción al Carabus cantabricus] Chevr., sobre todo, á los ejemplares que presentan salientes y desigua- les las estrías elevadas de los élitros, y solo difiere en el color de los bordes de estos y del protórax, que en ía especie des- 169 crila por Chevrolat, es azul ó violado, mientras que en el Ca - rabus Egesippii La F.-S. es verde. Mas no siendo estos carac- teres en el género Carabus suficientes para distinguir las es- pecies; encontrándose estas mismas variaciones en el Carabus purpurascens F., por ejemplo, y en algunos otros, fueron reu- nidas las dos en una sola por Kraalz, en el Berliner entorno - logische Zeitschrift , 1860, opinión admitida por el Sr. Schaum en su Catalogus coleopterorum Europeo , ed. 2.a Mr. A. Deyrolle en los Anuales de la Sociélé entomologique de Fr anee, 1852, pág. 243, se limita á copiar la descripción de Mr. Chevrolat del Carabus cantabricus, y á decirnos que el conocimiento del C. macrocephalus Déj. es debido á un solo ejemplar, añadiendo el Sr. Kraatz en la pág. 60 de la obra citada, que se halla dicho ejemplar en mal estado, por lo cual no da una descripción detallada del mismo. Don Joaquín González Hidalgo, ayudante de las cátedras de Historia natural en la Universidad central, en un viaje que hizo á Vizcaya, subió al monte Gorbea, y entre otros curiosos insectos que recojió allí y me cedió liberalmente, se encuentra un magnífico Carabus que no se hallaba en mi colección, y estudiado detenidamente vi que correspondía perfectamente á la descripción que da Déjean del C. macro- cephalus, y que tenia grandísima analogía con el C. cantabri- cus Chevr., difiriendo sin embargo en la coloración. El Conde Déjean solo encontró una hembra de esta especie: el ejemplar que yo poseo es macho, y por lo tanto me parece interesante el indicar las diferencias que advierto entre este y la descrip- ción del naturalista francés. Tiene dé longitud el ejemplar cojido por el Sr. Hidalgo 30mm, y 10mm en su mayor anchura, que corresponde á los tres quintos de la longitud de los élitros: la coloración es la indi- cada por el Conde Déjean, pero los reflejos verdosos están poco marcados, y la cabeza es casi negra; los ojos son muy salien- tes; los puntos del prolórax eslan bien marcados, y lo mismo sucede con la línea de enmedio, siendo los bordes laterales por debajo del mismo color que el pecho y el abdomen; en todo lo demás parece hecha la descripción por el ejemplar que poseo, y no es posible dudar que sea la misma especie. 170 Ahora bien, si se compara este ejemplar con algunas va- riedades del Carabus cantabricus Chevr., no se encuentra mas diferencia que la de la coloración, pues este es negro, con los márgenes del protórax y de los élitros violados casi siempre, carácter de poquísima importancia cuando se sabe que tales variaciones existen en una misma especie, según vivan sus individuos en los llanos ó en las montañas, en el norte ó en el sur, y por estas consideraciones se han reunido en una sola especie el Carabus bceticus Deyr., y el C. celtibéricas Germ., el Carabus fulgens Charp. y el C. purpurascens F.; y señalo esta especie porque es muy análoga al C. macrocephalus Déj. , por la forma del cuerpo, estrías de los élitros, etc., en cuyo grupo debiera colocarse, mas bien que con los Carabus Hel- wigii Schaum, helluo Déj., etc., con los que solo conviene en tener gruesa la cabeza. También este último, según que ha- bita en las llanuras ó en las cumbres de las montañas eleva- das, difiere por la coloración, sin que por esto sea posible for- mar especies diversas. Para terminar lo relativo á esta especie, debo consignar que el tipo ha sido descrito por el Sr. Schaufuss en los An- uales de la Société entomologique de France, 1862, pág. 309, con el nombre de Carabus brabeus , por ejemplares cojidos en la España occidental; por manera que la sinonimia de esta especie debe señalarse del modo siguiente: i . •. Carabus macrocephalus Déj, brabeus Schauf. Varietates : cantabricus Chevr, Egesippii La F.-S. Núm. 3. — Poecilus jErarius Coq . Fué descrita esta especie por primera vez según ejempla- res cojidos en Oran, pero se halla con mas ó menos abundan- cia en todas las posesiones francesas del norte de Africa. Mr. Gauthier des Cotíes recibió ejemplares de Cádiz, y yo 171 cojí uno hace algunos años en la Sierra de Guadarrama, cerca de Robledo de| Chávela, y últimamente otro cerca del Esco- rial; el primero presenta muy bien marcadas las dos losetas longitudinales á cada lado de la base del protórax, y solo tiene por la parte inferior algunos puntos en los epister— nos, en un espacio muy limitado y cerca del esternón, en vez de ser fuertemente punteado lodo él por debajo, como dice Mr. Coquerel en su descripción. El ejemplar cojido cerca del Escorial es negro por enci- ma, los puntos de la frente no son tan profundos, pero están mas marcados los de los élitros y los de los episternos; la loseta externa de la base del protórax, aun cuando muy bien marcada, no es tan larga y profunda como en el ejemplar de color bronceado. La descripción que da Mr. Fairmaire en su Faune ento - mologique frangaise , tomo 1, pág. 83 de la Feronia obscura Fairm., conviene perfectamente al ejemplar encontrado cerca del Escorial, solo que no habla de la puntuación de la frente, carácter que no puede admitirse se escapase á la sagacidad del autor; pero esta especie, tan variable en sus caracteres, ¿no lo sería también en la puntuación de la frente, según indican los ejemplares de mi colección? Mr. Claude Rey, que posee el ejemplar que sirvió á Mr. Fairmaire para la descripción, puede sacarnos de dudas, y en caso de que sea la misma especie, como es muy posible, debe llevar el nom- bre de Pcecilus obscurus Fairm., como mas antiguo, pasando á la sinonimia el de P. mrarius que le dió Mr. Coquerel en 1858. Núm. 4.— Platyderus lusitanicus Déj . Fué descrita esta especie con el nombre de Feronia lusi- tanica por el Conde Déjean en 1828, según ejemplares encon- trados en Portugal ; el Sr. Graells la volvió á describir en 1851, con el nombre de Argutor nemoralis, en las Memo- rias de la Academia de Ciencias de Madrid, tomo l.°, parte segunda, pág. 115, por ejemplares cojidos en Balsain; y el Sr. Schaufuss en la Reme et Magasin de Zoologie , 1862, 172 pág. 491, la describió de nuevo con el nombre de Platy derus varians , sin indicar localidad determinada. Núm. 5.— Haptoderijs montanellus Graells. En las Memorias de la Academia de Ciencias de Madrid , lomo l.°, parte segunda, pág. 117, describió el Sr. Graells esta especie, dándole el nombre de Argutor montanellus. El Sr. Schaufuss en la Revue et Magasin de Zoologie, 1862, pág. 491, describe el Ilaptoderus cantabricus , sin indicar loca- lidad determinada; pero poseo ejemplares del norte de España que en nada difieren del verdadero Haptoderus montanellus Graells, de la Sierra de Guadarrama. Núm. 6.— Pterostichüs (Tapinopterus) Azar m, species nova. Niger , nitidus, thorace cordato J posticé atrinqué profundé biimpresso , angulis posticis rectis ; elytris striatisf striis leviter punctatis; antennarum articulo tertio secundo duplo longiore , ultimo , palpis , tarsisque piceis . Especie muy notable del género Pterostichüs , y según mi opinión del subgénero Tapinopterus Schaum, á pesar de que casi todas las conocidas de este grupo tienen una sola estría á ca- da lado de la base del protórax, y dos puntos en el tercer in- térvalo de los élitros, de que esta carece; mas como no sean estos los caracteres que ha dado á esta división el sábio ale- mán, y le convengan perfectamente todos los demás, he creído debía comprenderla en ella, pues aun cuando el protórax cor- diforme la aproxima á los Tanythrix, como no es pelosa la cara superior de los tarsos, y tiene una sola estría en la márgen de los élitros después de la fila de gruesos puntos sobre la octava, en vez de dos que son los caracteres de mayor impor- tancia de este subgénero, no es posible incluirla en él. He dudado por algún tiempo si sería el Pterostichüs atra- mentarius Rosenh., descrito en la obra Die Thiere Andalu- siens, con tanta mas razón, cuanto que dice el autor que es afine, por la forma del prolórax, á la Feronia cdura Déj., que pertenece al subgénero Tanythrix; pero no es posible que sea 173 aquella especie, en atención á que dice Rosenhauer en su descripción del Pterostichus atramentarius que las dos im- presiones del prolórax son cortas, algo prolongada la externa y arredondeada la interna; que las estrías de los élitros son tinas y lisas, teniendo la segunda en su mitad posterior dos puntos gruesos, etc., y ninguno de estos caracteres se en- cuentra en la especie que describo; y si á esto se añade que el Pterostichus atramentarius Rosenh. es de la Sierra-Neva- da, y de la de Gredos el Pt. Azaree Per., puntos bastante distantes, y que no tienen una área de diseminación muy extensa las especies montanas de este género, quedará uno perfectamente convencido de que son especies diversas. Longitud 12mm, anchura mayor 4mm. Todo el cuerpo es de un color negro y brillante, excep- tuando los tarsos, que son de color pardo rojizo oscuro, y lo mismo los palpos y último artejo de las antenas; este en su mitad posterior así como el último artejo de los palpos maxi- lares y labiales, es mucho mas claro. Cabeza gruesa, oval, con dos impresiones longitudinales entre las antenas, unidas en la base por otra transversa mu- cho menos profunda y en forma de arco, cuya convexidad está dirigida hácia la parte posterior: dos puntos pilíferos en la márgen interna de cada ojo, el primero al tercio de la lon- gitud de este, el segundo cerca de su borde posterior; otro mucho mas profundo en el epistoma, cerca de sus ángulos anteriores. Palpos truncados en su extremidad. Antenas grue- sas, mas corlas que la cabeza y protórax reunidos, con los cuatro primeros artejos casi lampiños, los últimos pubescen- tes, lo cual les hace aparecer pardos; el primero tiene un punto pilífero en la parte superior, cerca del extremo, es el mas grueso de lodos y de igual longitud al tercero; el segundo es una mitad mas corto que este, y los demás van decreciendo en longitud hasta el último, que es mas largo que los anterio- res, exceptuando el primero y tercero. El protórax es ancho en su tercio anterior y estrecho en el posterior, lo cual le da una forma acorazonada ; sus ángulos 114 anteriores son obtusos, arredondeados é inclinados hácia abajo; los posteriores rectos ó algún tanto agudos ; el borde anterior escotado en arco regular, el posterior tiene tres cur- vaturas, la de en medio, mayor, es cóncava, y una á cada lado, menor, convexa. También lo es el protórax en su mitad anterior, y está fuertemente deprimido en su tercio posterior; la impresión anterior en arco de círculo es poco manifiesta; la línea media no llega á los bordes, está bien marcada y es mas profunda anterior y posteriormente que en el medio; las impresiones longitudinales de la base son profundas, la ex- terna, un poco mas corla que la interna, arranca de la misma base; toda la superficie se baila cubierta de estrías undulosas, muy poco perceptibles, y solo hay dos puntos pilíferos á cada lado sobre la márgen, uno en el tercio anterior, el otro en el mismo ángulo posterior. Los élitros forman los dos tercios de la longitud total, son ovales, algo prolongados, fuertemente marginados en la base y ligeramente escotados cerca de la punta. Las estrías son me- dianas, débilmente punteadas, pero bien visibles los puntos con el auxilio de la lente; en la octava bay varios puntos pilí- feros desde la base basta la escotadura, y también se ve otro sobre la séptima en este mismo sitio, pero faltan en el segundo intervalo. La parte inferior es lisa y brillante; los anillos abdomina- les tienen dos puntos pilíferos cada uno en su parte media cerca del borde posterior, y el último cuatro. Los pies son cortos, gruesos, poco dilatados en los machos los artejos de los anteriores. Patria. Cojí un solo $ en la Sierra de Gredos durante el mes de julio. Se distingue esta especie del Plerostichus extensus Déj., Duponcheli Déj. y laticornis Fairm. por tener dos impresio- nes á cada lado de la base del protórax, y del Pt. ambiguus Fairm., porque la impresión externa es profunda, por las már- genes del prolórax fuertemente arredondeadas, por las estrías punteadas, por tener liso el tercer intervalo, etc. 115 Núm. 7.— Philonthus escurialensis, species nova. Niger, nitidus; thorace , coxis anticis, femoribusque rufis, elytris nigro-cyaneis, abdominis segmentis quarto quintoque posticé rufescentibus; capite ovato; tlioracis series mediee quin- qué punctatce. Longitud 6mm — 7mm. De un color negro brillante, sobre todo en la cabeza; el prolórax en su totalidad, las caderas anteriores y todos los muslos hasta cerca de la rodilla, de un color rojo claro, los élitros negruzco-azulados ó verdosos, los anillos cuarto y quinto del abdomen rojizos en su parte posterior; las piernas, tarsos y extremos de los muslos de color de pez. Cabeza aovada, muy declive en el epistoma, con nume- rosos puntos poco profundos detrás de los ojos; antenas y palpos negros, aquellas mas cortas que la cabeza y el pro- tórax reunidos, delgadas en la base y aumentando sensible- mente su grueso hasta la punta ; los tres primeros artejos brillantes , los demás opacos por estar cubiertos por una densa pubescencia; el primero un poco mas largo que el ter- cero, el cual á su vez lo es mas que el segundo, el último casi escotado por encima, y ligeramente acuminado inferior- mente. La anchura del protórax está contenida vez y media en su longitud, y este es convexo, escotado anteriormente, los bordes laterales son convexos en la mitad anterior, ligera- mente cóncavos después hasta unirse insensiblemente con la base, que es fuertemente arredondeada. Las dos líneas ó series medias de puntos constan de cinco, el anterior muy cerca de la margen del protórax y separado del segundo y tercero que se hallan próximos el uno al otro, el quinto dista mas del cuarto que el primero del segundo; á los lados hay otros puntos sin orden, en corlo número, y varios otros se advierten en las márgenes laterales y posterior, siendo en esta mas nume- rosos. 176 El escudete es grande, triangular, con el ángulo posterior arredondeado, y con la misma coloración y puntos que los élitros. Estos son poco mas largos que el tórax, punteados, y están cubiertos de pelitos cortos y rojizos, tienen un ligero surco cerca de la sutura, que hace aparecer á esta algún tanto ele- vada; el borde posterior es ligeramente ondeado. Los anillos del abdomen son pubescentes y punteados de una manera análoga á la de los élitros, y además tiene cada uno cuatro ó seis puntos colocados trasversalmente en su parte media, de los que salen pelos negros, gruesos y eriza- dos; se nota también un viso azulado ó verdoso análogo al de los élitros , pero menos perceptible que en estos; el quinto anillo en casi la totalidad y el cuarto en su tercio posterior son de un color rojo mas oscuro que el del protórax; el sesto semi-anillo abdominal de los machos tiene una depresión lon- gitudinal y una escotadura triangular profunda, en los que los tarsos anteriores se hallan también algo ensanchados. Patria. Habita en las praderas de ios montes del Escorial antes de llegar á la cumbre, en los meses de mayo, junio y julio. Esta especie es una de las que con mas facilidad se pueden distinguir entre las muchas que forman el género Philoníhus ; el tener cinco puntos en las series medias del protórax y el ser este rojo, hace que solo se pueda confundir con el Plúlon- thus melanocephalus Heer, de los Alpes suizos ; pero esta especie en opinión de Mr. de Marseul es solo una variedad del Philonthus vernalis Nordm., mas aun cuando no lo fuera, el color de los palpos, antenas y pies, así como el de los élitros, no permitiría nunca que se confundieran ambas especies; esto prescindiendo de otros caracteres de mas importancia, en cuya enumeración es muy parco por cierto el naturalista suizo. Núm. 8. — Pimelia castellana, species nova. Breviter ovalis , leviter convexa , thorace breviusculo, ad basim magis angustalo , ad latera tuber calato, medio sublevi- gato , leviterque punctato; elytris tubercidis majoribus minori - 177 busque medio rugís transversis junctis; quadricosiatis , coslis ómnibus prominentibus, dorsalibus sublevigatis , posticé tanlum tuberculatis , morginali lateralique crenulatis , tribus Ínter nis antrorsum obsoletis. Longitud 17mm—18mm, anchura llram. Cabeza oval, fuertemente punteada sobre todo en el episto- ma, estos puntos van siendo menores y más escasos conforme van estando situados más hácia la parte posterior; el epistoma está escotado anteriormente en arco de circulo; el labro es rugoso-punleado; las antenas son más cortas que la cabeza y el protórax reunidos, el tercer artejo es igual en longitud á los tres siguientes juntos. Protórax no muy largo, angostado anteriormente, pero más aún en la base, cubierto en los lados de numerosos tubérculos deprimidos, y liso en su parte media por encima, donde hay esparcidos algunos puntos poco profundos. Escudete en forma de T, ligeramente canaliculado en el medio. Elitros poco convexos, con cuatro costillas, de las que las tres internas desaparecen poco antes de llegar á la base, y la externa continúa hasta terminar en esta; la dorsal interna es la mas lisa, apenas se notan algunas desigualdades hácia su extremo posterior; la dorsal externa es más desigual y la más corta de todas, á no reunirse con la interna , en cuyo caso suelen prolongarse ambas para reunirse con la lateral; esta es crenulada en toda su extensión, y suele ser la más larga de todas y la más elevada; la marginal es más aguda que la an- terior, más fuertemente crenulada, y no se reúne con las de- más. Los tubérculos de los intervalos son desiguales, y están unidos por arrugas transversas, sobre todo en la parte dorsal anterior; posteriormente y á los lados decrecen en su magni- tud, y son ménos visibles las arrugas; en los ejemplares muy frescos se ve salir un pelilo de cada tubérculo, pero tan corto que apénas llegan los más largos á serlo tanto como la altura del tubérculo en que nacen. Toda la parte inferior está cubierta de tubérculos muy 12 TOMO XV. 178 desiguales, deprimidos los mayores. También se hallan cu- biertas las patas de otros menores y algún tanto oblongos: las piernas anteriores son triangulares y muy anchas, las inter- medias canaliculadas en toda la extensión de su cara supe- rior, las posteriores tan solo en la parte media. Patria. Madrid, Escorial, Valladolid, durante todo el año. Tiene esta especie grande analogía con la Pimelia incerta Sol., por la forma del protórax, costillas de los élitros, etc., pero se distingue por ser algo menor, de forma más arredon- deada, no tan salientes las costillas dorsales, muy desiguales los tubérculos de los élitros, y estos nunca llegan á ser vello- sos como sucede en la P. incerta Sol., merced á los largos pelitos que se insertan en los tubérculos, carácter de que no hablan Solier ni Kraatz, sin duda por no haber tenido á su disposición ejemplares en buen estado. Niim . 9.— Micrositus levis, species nova. Oblongas , convexas , leviter panctatas , niger, sab-nitidus ; ihorace panctato , ad latera sub-reticalato , angulis posticis obtusis; elytris latitadine paulo longioribus, posticé fortiter con- vexis , levigatis , sub-indistincté punctato-striatis , Ínter stiíiis lerlio, quinto , septimoque posticé elevatis. Longitud anchura 5y2mm. Oblongo, ancho, muy convexo, negro, poco brillante. Cabeza transversa, con una depresión bien marcada entre los ojos, y cubierta de puntos medianos separados unos de otros, y algún tanto oblongos los situados á la parte interna de los ojos. Protórax convexo, mas estrecho anteriormente que en la base, cubierto de puntos un poco más separados que los de la cabeza, redondos en su mayor parle, algo oblongos á los la- dos, lo cual hace que en este punto aparezca el protórax casi reticulado; borde anterior escotado, con un ligero surco inter- rumpido tan solo en el cuarto medio, y brevemente pestañoso en este punto; las márgenes laterales son elevadas contribu- 179 yendo con la convexidad del protórax á formar un pequeño canal además del surco que continúa desde el borde anterior y sigue sin interrupción por toda la base: dichos bordes late- rales forman una curva muy marcada en los dos tercios ante- riores, continuando desde este punto hasta los ángulos poste- riores, que son obtusos, casi en línea recta, pero con mucha oblicuidad. La base forma tres pequeñas escotaduras, la de enmedio es la menor , las laterales corresponden al quinto externo. Los élitros son muy convexos, sobre todo en su mitad pos- terior; su longitud excede en un quinto á la anchura mayor de ambos reunidos, que corresponde á su parle media; pare- cen lisos, pues los puntos son mucho rnénos perceptibles que en el protórax, y fallan los surcos ó estrías hundidas, tan frecuentes en las especies de este género. Con una lente de grande aumento se distingue sin embargo una finísima pun- tuación general, y algunos puntos mayores dispuestos en sé- ries , con muy poco orden, y confundidos á veces con los de- más, por lo cual es difícil el poderlos contar: la estría más próxima á la sutura es la más perceptible; en la parte poste- rior los intervalos tercero , quinto y séptimo son más anchos, elevados y convexos, y por lo tanto en este punto aparecen visibles las estrías intermedias, de las que la tercera se une á la cuarta, la quinta á la sesta, siendo los mas cortos los in- tervalos que quedan entre ellas; el tercero y séptimo se reúnen también, llegando unidos cerca de la punta del élitro. Parte inferior con surcos undulosos en los epislernos del protórax, el prosterno asurcado, formando el surco una espe- cie de fósela cuando se ensancha en su parte posterior; los epislernos del metatórax finamente tuberculosos, los dos pri- meros segmentos abdominales tienen surcos undulosos poco profundos, los tres restantes puntos numerosos y muy finos. Piernas intermedias fuertemente canaliculados con los bordes denticulados, las posteriores solo están acanaladas en los tres cuartos inferiores, la canal no es tan profunda, y los dienleci- llos de sus bordes no son tan agudos. Patria. Castilla la Yieja, en la Serróla cerca de Vil latoro. Se distingue fácilmente esta especie entre las demás que 180 conozco de este género (unas veinte), por su forma, la anchura y brevedad de los élitros, los puntos poco profundos, y sobre todo por la falta de estrías hundidas que se advierten en todas las demás. Núm. 10. — Timarcha baleárica, species nova . Oblonga , nigra , virescens vel violácea , parum nítida; ca- pite tlioraceque leviter punctatis , hoc anticé dilalato , posticé coarctato , lateribus marginatis , margine ad basim interrupto, elytris levibus, minutissimé alutaceis . Longitud 15mm, anchura 9mrn. Oblonga, negra, verdosa ó de color violado, convexa, lisa y poco brillante. Cabeza con una impresión ancha y poco profunda sobre eb epistoma y la frente, cubierta de puntos superficiales y poco numerosos; antenas largas con los seis primeros artejos lam- piños y del color general del cuerpo, los demás pubescentes, el último el mas largo de lodos. Protórax convexo, su longitud es igual á la mitad de su anchura mayor que corresponde á la parte media, ensanchado y fuertemente arredondeado en este punto, y muy angosto en la base: hay esparcidos algunos puntos mucho más superfi- ciales que los de la cabeza, de modo que son poco percepti- bles sobre todo en algunos machos. Todos los bordes tienen una márgen elevada y un surco por dentro; la anterior se con- tinúa sin interrupción con las laterales, pero estas desapare- cen en la angostura de la base, de modo que no llegan á unirse con la de esta: el borde anterior está fuertemente es- cotado, sus ángulos son salientes, agudos, con la punta arre- dondeada; la base es recta y sus ángulos un poco agudos. Escudete triangular, mas ancho que largo, liso, con la punta posterior hundida. Elitros poco convexos, estrechos en la punta, casi sin puntos, pues solo se distinguen bien dos filas que hay una á cada lado del repliegue marginal, el cual no llega hasta la 181 punta del élitro: todo lo demás está cubierto por una infinidad de tubérculos tan junios y diminutos que apénas se pueden distinguir con una fuerte lente, y por eso aparece esta parte del cuerpo con un aspecto sedoso, disposición que alguna vez se encuentra también en el tórax, aun cuando siempre ménos perceptible. Tienen además los élitros varios surcos undulosos muy superficiales. Parte inferior del mismo color que la superior, pero más brillante: los muslos en su base y las piernas en casi toda su extensión punteadas; los tarsos por debajo, lo mismo en las hembras que en los machos, están cubiertos enteramente de pelitos cortos y rojizos. El pigidio tiene un surco en el medio que no llega hasta abajo, y otro alrededor interrumpido en la parte media. Patria. La cojí en Mahon (Menorca) en el mes de marzo, el Sr. Hidalgo me la trajo de Alcudia de Mallorca, y se en- cuentra en todas las islas Baleares. Esta especie es parecida á la Timarcha intermedia H.-Sch., pero se distingue con facilidad por su estatura menor, la falta de puntos en los élitros, y por no llegar hasta la báselas márgenes laterales del prolórax; según me han asegurado, en el Catálogo del Conde Déjean se halla designada con el nom- bre de Timarcha viridis, mas como su coloración sea variable, he preferido adoptar el nombre específico de baleárica, que según parece le aplicó también Mr. Gorv, aunque sin descri- birla. Núm. 11. —Timarcha calceata, species nova. Oblongo-rotundata , punctala, nítida , nigra , femoribus tibiis - que ad médium rufis , thorace anticé rotundalo , posticé angus° tato , omnino margínalo. Longitud 9mra, anchura 6mm. Oblonga, ligeramente arredondeada, cubierta enteramente de puntos gruesos y profundos por encima, sobre todo en los élitros, más finos por debajo; brillante, negra, las piernas y muslos, ménos los extremos de ambos, de un color rojo. 182 Cabeza con una ancha impresión que se extiende desde el borde anterior del epistoma hasta la parte posterior de la frente, toda cubierta de puntos bien marcados y desiguales. Antenas cortas, gruesas; punteados y brillantes los seis pri- meros artejos, pubescentes y opacos los últimos. Protórax dos veces tan ancho como largo, fuertemente arredondeado anteriormente en los machos, y ménos en las hembras, estrecho posteriormente, con un surco poco pro- fundo pero bien marcado y continuo á todo alrededor, que separa una márgen estrecha en la base, más ancha en el borde anterior, y mucho más en los ángulos anteriores, que son ro- mos y no muy salientes, los posteriores casi rectos. Toda la superficie está cubierta de numerosos puntos mayores que los de la cabeza, y algo desiguales. Escudete triangular, más ancho que largo, con algunos puntos en toda su extensión. Elitros poco mas largos que anchos, cubiertos de nume- rosos y gruesos puntos que casi llegan á reunirse, y les dan un aspecto rugoso, dejando entre sí pequeños espacios eleva- dos sobre los que se notan escasos puntos mucho más finos; la sutura lisa y algo elevada posteriormente. Parte inferior punteada , brillante; los puntos son más es- casos y finos en el protórax; en todo lo demás, principalmente á los lados del abdomen, casi llegan á reunirse. Pigidio fina- mente marginado; con un ancho surco en la parte media que llega hasta la márgen. En los tarsos intermedios de las hem- bras queda en el primer artejo por debajo un espacio desnudo y brillante á lo largo de la parte media, y lo mismo sucede en la base del segundo y tercero. Patria. Los ejemplares que poseo, los cojí en Avila y en la Sierra de Gredos durante los meses de junio y julio. La forma del cuerpo, su tamaño y puntuación la dislin - guen suficientemente de algunas especies del norte de Africa, que tienen como esta los pies encarnados en todo ó en parte: la puntuación, forma y protórax enteramente marginado, im- piden que pueda confundirse con la Timarcha geniculata Germ., de Galicia y Portugal, que tiene los muslos encarna- dos en su parte media. 183 Núm. 12.— Timarcha fallax, species nova . Nigra , oblongo-ovalis , swpra convexa , punctata , thorace ad médium parim amplíalo, poslicé sub-constriclo , sulco continuo; elijtris punctis majoribus minoribusgue distantibus instruclis, pygidio margínalo, medio profundé sulcato. Longitud 13mm, anchura 9mm. Negra, oval-oblonga, convexa por encima, punteada. Cabeza con una impresión triangular sobre la frente, cuyo ángulo posterior se prolonga hasta el vértice por medio de una línea ligeramente hundida; toda ella está cubierta de puntos menores que los del prolórax, más iguales y numero- sos sobre lodo en el epistoma; antenas gruesas y largas, pun- teados y brillantes los seis primeros artejos, pubescentes los demás, el último el más largo de todos. Prolórax dos veces tan ancho como largo, dilatado late- ralmente en su tercio anterior, pero volviendo á estrechar desde este punto hasta la base, donde se nota á los lados una pequeña angostura; ángulos anteriores romos y poco salientes, los posteriores algo obtusos; á todo alrededor hay un surco fino, no interrumpido; por encima punteado, los puntos algo desiguales y en general un poco mayores que los de la cabeza; la márgen de la base finamente punteada. Escudete ancho, triangular, liso. Elitros cubiertos de gruesos y profundos puntos muy sepa- rados unos de otros; en los espacios intermedios hay algunos muy finos, visibles tan solo con el auxilio de la lente: también suele haber algunas arrugas, ó mejor desigualdades, que no están en relación con los puntos. Parte inferior punteada, y separados también unos puntos de otros; el pigidio marginado, con un surco en medio que no llega á la márgen. En las hembras ios tarsos todos por debajo tienen desnuda y brillante la parte media de los tres primeros artejos de los 184 tarsos, y los élitros no son tan brillantes como en los machos, porque el fondo ofrece una infinidad de pequeños tubérculos apenas perceptibles con los más fuertes lentes, ó lo que es lo mismo, son algo alutaceos. Observación. Una particularidad notable ofrece esta espe- cie en su coloración; los individuos que mueren al aire libre, conservan la que tenían cuando vivos, pero los que mueren ahogados en el espíritu de vino ó en un espacio estrecho y poco ventilado, cambian su coloren un bronceado brillante, sobre todo por encima, análogo al que presenta la Timarcha metallica F.; no he tenido ocasión de ver el efecto que relati- vamente á este fenómeno producen el éter, la bencina, el cloroformo ni el cianuro de potasio. Patria. He cojido en abundancia esta especie en Valencia, y también en Requena, ciudad situada ya en la meseta cen- tral perteneciente á Castilla la Nueva. Esta especie tiene alguna analogía con la Timarcha corla- ría F., pero se distingue fácilmente de ella por su protórax ensanchado anteriormente y más angosto en la base, por los puntos de los élitros más profundos y mucho ménos numero- sos, las antenas más largas; en las hembras el tercer artejo de los tarsos posteriores tiene casi toda la parte media despro- vista de pelo, mientras que en la T. corlaría F. hay solo un pequeño espacio que apenas llega á la mitad de la longi- tud, etc. Núm. 13. — Timarcha geniculata Germ. Mr. León Fairmaire ha descrito con otros insectos nuevos, en los Anuales de la Société entomologique de France , 1853, pág. 216 del Boletin, una Timarcha cojida en Galicia por Mr. Gougelet, dándole el nombre de Gougeletii; es en efecto esta especie abundante en Galicia, donde la cojí en 1856, pero era ya conocida de tiempo atrás en la ciencia, pues á fines del siglo pasado la recojió en Portugal el Conde de Hoffmann- segg, de donde la he recibido del $r. Barón do Castello de Paiva, y fué descrita por Germar en su lnsectorum specles novee , 1824, pág. 582, con el nombre de T. geniculata; para 185 convencerse de lo cual basta comparar las descripciones, á pesar de que los catálogos de Mr. ¡de Marseul y del Sr. Schaum ponen ambos nombres como pertenecientes á especies di- versas. Núm. 14. — Gastrophysa janthina Svffr. El Sr. Suffrian publicó esta especie en la Linncea entomoló- gica, tomo 5.°, pág. 240, año de 1851, por ejemplares coji- dos en Portugal por el Conde de Hoffmannsegg, que se con- servan en el Museo de Berlín. Posteriormente describió el Sr. Graells la misma especie en la Memoria de la comisión del mapa geológico , año 1858, pág. 138, con el nombre de Cola- plius Naceirii, por ejemplares remitidos de Galicia, donde es muy frecuente; pero no pertenece al género Colaphus , y sí al Gastrophysa. Núm. 15.— Colaphus Dufourii, species nova. Elongatus , sub-nitidus, crebré fortiterque pundatus , niger , labro , palpis , antennarum articulis quatuor primis , elytrorum limbo , pygidio, pedibusque rufo-luí eis. Longitud 8mm, anchura 5mm, Prolongado, casi brillante, cubierto de puntos gruesos, redondos y casi contiguos. Cabeza con una impresión triangular sobre la frente, más ó ménos marcada, negra, con el labro, los palpos y los cua- tro primeros artejos de las antenas rojizos. Protórax transverso, con los lados casi paralelos, y la base prolongada en su parte media , ángulos anteriores arredon- deados, los posteriores muy obtusos; cubierto de puntos más gruesos y numerosos que los de la cabeza; negro , á veces con una mancha longitudinal rojiza poco marcada en el medio de la base. Escudete negro, brillante, más largo que ancho, con algu- nos puntos hundidos muy escasos. 186 Elitros prolongados, acuminados posteriormente, cubier- tos de puntos ménos profundos y más separados que los del prolórax y cabeza; negros en el medio, con una margen á todo al rededor, inclusa la sutura, de color amarillo-rojizo. Parte inferior punteada, negra, el pigidio y los pies, mé- nos la base de las piernas y el último artejo de los tarsos, de color rojizo. Patria. Los pocos ejemplares que tengo, los he cogido en Madrid y en las Rozas en los meses de abril y mayo. Es muy afine esta especie al Colaphus ru/ifrons Oliv., del norte de Africa, pero se distingue con facilidad por su pun- tuación más profunda y numerosa; por la forma del protorax; por no ser alutáceos los élitros; por tener la cabeza negra, rojos los palpos y los cuatro primeros artejos de las antenas, el limbo de los élitros más estrecho, etc. Núm. 16.— Luperus sulphuripes Graells. El doctor Schaum y Mr. de Marseul en sus catálogos res- pectivos suprimen esta especie del Sr. Graells, reuniéndoia al Calomicrus foveolalus Rosenb, siguiendo la opinión de Mr. Jac- quelin du Val, que da como idénticas ambas especies en el primer cuaderno de sus Glanures entomologiques , p. 60. Pero leyendo con atención las descripciones es fácil convencerse de que son distintas: el Calomicrus foveolalus Rosenb. tiene dos grandes fosetas en el protórax, que fallan en el Luperus sul- phuripes Graells; este, por su segundo artejo de las antenas, mucho más corlo que el tercero, es un verdadero Luperus , al paso que el Calomicrus foveolalus Rosenb. tiene el primer ar- tejo tan largo como el segundo y tercero reunidos, los que por esto deben ser iguales ó casi iguales, y es de consiguiente un verdadero Calomicrus. El Luperus sulphuripes Graells no solo se encuentra en Guadarrama, donde lo cogí en abundancia, sino también en Galicia, según los ejemplares remitidos por mis amigos los Sres. Naceiro, L. Seoane y M. Velado. Madrid, mayo, 1865. 187 Conservación del hielo en pequeñas cantidades, por el l)r. Mr. Schwarz. Se pone el hielo, que se quiera conservar, en un plato, un tarro, etc., se cubre con otro plato, se coloca el tarro sobre un lecho de plumas ó una almohada, y encima se pone otro almohadón de plumas. Sábese que las plumas son malos conductores del calórico, y que concentran el calor del cuerpo humano, recalentándole por con- siguiente. Pero por la misma razón retienen el calor esterior é im- piden de esta manera que se derrita el hielo. No se formarán al derre- tirse mas que cantidades de agua muy insignificantes, que deberá tenerse cuidado de verter antes de usar el hielo. De esta manera se ha conservado en una temperatura de primavera para uso de un enfermo la cantidad de 3 kilogramos de hielo por espacio de 8 dias. Los hombres peludos de Yesso. En una de las sesiones de la Sociedad etnológica de Londres, leyó Mr. W. Martin Wood una memoria muy interesante acerca de los hombres peludos de la isla de Yesso, si- tuada al norte del imperio del Japón, y separada de Niphon por el pe- queño estrecho de Jongar. Los habitantes de dicha isla, conocidos en len- gua japonesa con los nombres de ainos ó mosinos , significando «pueblo peludo,» constituyen una raza degradada, perseguida, arrojada á la parle norte de la isla, en la cual puebla principalmente las ciudades de Mato- mai y Hako-dodi, al paso que la meridional se halla habitada por los japoneses. Toda la raza se compone de unas 100.000 almas, y la porción de isla que habita es fria y estéril: constituye un pueblo tímido, poco activo, torpe, y cuyo ánimo parece hallarse subyugado y abatido. Los hombres son generalmente bajos y gruesos, de una fuerza muscular considerable; sus cabellos forman sobre la cabeza una enorme masa espesa y ensorti- jada; su barba es muy larga, poblada, y generalmente negra, cubriendo casi toda su cara algunos pelos del mismo color. Las manos y brazos, como también las demás partes del cuerpo, se hallan cubiertas de una cantidad extraordinaria de pelos; el color de su piel es mas claro que el de los japoneses; su frente está muy desarrollada; y tienen los ojos negros, con una expresión tan dulce que modifica mucho su aspecto salvaje; las mugeres se pintan de azul alguna parte de la cara, especialmente los labios. Sin embargo, este pueblo extraño, dice Mr. Martin Wood, tiene su historia; conservándose entre ellos la tradición de que sus antepasados han debido ser los señores de los japoneses, ó sus iguales ; y aunque los pormenores de esta historia se hayan perdido, la tradición referida se 188 conserva de generación en generación, lo cual induce á creer que tal era su situación en el siglo VI antes de la era cristiana. El jardín de aclimatación del coronel von Siebold, en Leyden. Los muchos viajeros que habrán de cruzar la Holanda den- tro de muy poco, con motivo de la exposición universal de horticultura de Amsterdam, no dejarán de detenerse en el curioso jardin de aclimatación del doctor y coronel von Siebold, en Nippon, cerca de Leyden. Allí en efecto se encuentran reunidas las colecciones típicas de las plantas del Japón, que el célebre botánico viajero hace 45 años trajo de este vasto é interesante imperio. Así se ha granjeado la consideración y el aprecio público; pues á su infatigable ardor, á sus sacrificios pecuniarios y á su erudición vastísima se debe la introducción en Europa de mas de 800 especies interesantes, un gran número de las cuales producirá verdaderos beneficios á nuestras regiones occidentales. Basta recordar la col china (Pe-tsai); el dolichos soja , que suministra un alimento conocido y muy apreciado en la cocina japo- nesa con el nombre de miso; la bardana comestible; la aralia edulis; el poly- gonatum japonicum; el konjack; el níspero del Japón; el cilrus nobilis ; el naranjo que produce las naranjas llamadas mandarinas; el kaki; el nogal del Japón; los célebres robles cuyas hojas sirven de alimento á los gusanos de seda del mismo imperio; y otra multitud de árboles y de plantas ofici- nales, que llegarán á ser indispensables para nuestra civilización, cuando se hallen más extendidos. El jardin de Leyden es el depo'sito general, la sucursal del célebre jardin fundado por Mr. de Siebold en Desima en el Japón en 1825. Toda la flora de utilidad y de adorno japonesa ha sido sometida al cultivo expe- rimental en el propio país, bajo una latitud igual á la del cielo de Ho- landa; de modo que no es dudosa la aclimatación de las referidas plantas en nuestros climas, supuesto que han pasado por la doble experimenta- ción del trasporte y del cultivo europeo. Esta hermosa colección, que ofrece la mayor seguridad en cuanto á su procedencia, legitimidad y exacta denominación, la vende Mr. Siebold tcon ocasión déla exposición universal de Amsterdam. Necrología. Debemos rendir, dicen Les Mondes , un postrer tri- buto de amistad y de gratitud á tres sábios que hace poco han muerto, y cuya pérdida nos es tanto más sensible, cuanto que siempre les hemos merecido muchas atenciones. Mr. Valenciennes, de la Academia de Ciencias, sección de anatomía y de zoología, nació en París el 9 de abril de 1794, y ha muerto el dia 12 del último abril, después de una larga y penosa enfermedad del cerebro, que parecía sin embargo haber perdido su gravedad en el momento en que sufrió el último golpe. Mr. Decaisne ha hecho el elogio mas elocuente de su colega en dos palabras: Mr. Valenciennes ha sido amigo y colabo- rador del más ilustre naturalista de nuestra época, Jorge Cuvier, y por espacio de medio siglo, á la vez amigo y confidente de Alejandro Hum- boldt. Tales amistades honrarán siempre la memoria de nuestro malogrado colega. Mr. León Dufour, corresponsal de la Academia en la sección de ana- tomía y zoología, entomólogo muy eminente, anciano respetable de 85 años de edad, de ameno trato, de distinguidos modales, y qug había obte- 189 nido, por dos importantísimos trabajos que hizo en su dilatada vida* el premio Cuvier, ha muerto el dia 18 de abril en Saint -Sever (Landas). El doctor Mr. Hiffelsheim, sumamente emprendedor y activo, á quien se ofrecia un brillante porvenir, ha muerto á la edad de 37 años, después de una larga y dolorosa enfermedad, por consunción. Hace algunos meses que apenas podía ocultar su alegría al ver la acojida que habia merecido su teoría de las palpitaciones del corazón, y por el éxito que alcanzó su curso de aplicación de la electricidad á la medicina. Muerte del almirante Fitz-Roy. Nuestros lectores habrán sa- bido con sentimiento que el almirante Fitz-Roy, cuyo nombre se ha citado con frecuencia en el Cosmos, ha muerto el 16 de abril último en su residen- cia en Norwood, cerca de Londres. El almirante Fitz-Roy tenia la edad de 60 años, pero lo mas que representaba eran 50: era uno de los hombres más distinguidos de la Gran-Bretaña, y corresponsal del Instituto de Fran- cia. Sus trabajos acerca de meteorología, su escelente sistema para pro- nosticar el tiempo veinticuatro ó cuarenta y ocho horas antes, su célebre viaje con Darwin en el buque el Beagler etc., etc., habían hecho su nombre muy conocido para todos los amigos de la ciencia y el progreso. Hemos tenido la satisfacción de conocer personalmente al almirante Fitz-Roy hace algunos años, y con este motivo hemos visto en él uno de los hombres más atentos, un sábio como pocos. Las señales telegráficas que ordenaba hacer á los puertos cada vez que amenazaba una tempestad han salvado la vida á millares de pobres pescadores, y librado los cargamentos de gran valor de muchos buques. Tan grandes eran los estudios del almi- rante Fitz-Roy acerca de la meteorología , que será muy difícil , si no imposible, reemplazarle en un puesto tan honroso é importante para el Estado. Desde hace algunas semanas, los continuos trabajos del almirante Fitz-Roy habían ejercido una influencia perjudicial en su ánimo; así es que la razón habia abandonado esta gran' inteligencia, que en un mo- mento desgraciado quiso la muerte. Sobre el aceite de las semillas de algodonero. Mr. A. Adria- ni ha Comunicado al periódico el Chemical TSewsj algunas investigaciones acerca del aceite de las semillas de algodonero. Como hasta ahora esta planta se cultivaba únicamente para utilizar el algodón, no se habia pen- sado en estudiar el aceite que podían producir las semillas. Sabíase hace mucho tiempo que podía extraerse un aceite secante de estas semillas; pero se acostumbraba emplearlas como abono para el algodonero. En el dia, según lo que los periódicos dicen, se exportan de Inglaterra canti- dades considerables de aceite de las semillas de algodonero, para falsificar el aceite de olivas en Italia y en el mediodía de Francia; falsificación, sin embargo, muy fácil de reconocer. La torta, que queda después de la expresión del aceite constituye un alimento para los animales, algo infe- rior á la de las semillas de linaza. Quitado el algodón, las semillas del algodonero se hallan formadas, según el doctor Adriani, de 37,45 por 100 de envolturas y 62,55 de almendra: finamente pulverizadas y calentadas moderadamente, dan por expresión de 15 á 18 por 100 de aceite bruto, fuertemente teñido de color pardo, bastante turbio, y de la densidad de 0,93. Es un aceite secante, soluble en el éter, el sulfuro de carbono y la benzina, pero que no se disuelve sensiblemente en alcohol. Los álcalis le saponifican, obrando siempre sobre la materia colorante que le acom- 190 paña. El aceite bruto se solidifica á 2o 6 3o centígrados; en este estado bruto es propio para hacer jabones blandos ó duros, y para reemplazar el aceite de linaza en muchas circunstancias. El aceite purificado se pa- rece mucho en su sabor y aspecto al aceite de olivas; su densidad es = 0,926; el ácido nítrico lo solidifica completamente en 24 horas. Es sensible que el autor nada diga acerca de la purificación del aceite bruto, pero promete continuar sus investigaciones. Según los ejemplares que en estos últimos tiempos se han dirijido á los laboratorios, la purificación del aceite bruto nunca es completa, y queda siempre algo de la sustancia colorante rojo - parda , la cual puede descubrirse por los reactivos. Mr. Adriani nos dice que el aceite mas puro no parece ser mas que el ácido oléico más ó menos impuro. Sobre un nuevo gusano de seda de la América meri- dional, descubierto por los Sres. Herrera y A. Fauvety. Nacimiento en una granja experimental de Vincennes de un Bombyx Alias del Himalaya. Tomado de una noticia de Mr. F. E. Guerin-Meneville. Al remitir Mr. Fauvety á Mr. Gelot, agente comercial del Paraguay en París, algunos capullos vacíos, acumulados sobre las ramas de una especie de Mimosa, da las noticias siguientes. Este nuevo gusano de seda silvestre, cuyos capullos están abiertos naturalmente, existe en abundan- cia en las misiones Gorrentinas de la orilla derecha del Uruguay, en el 31° de latitud Sur, y se alimenta con las hojas del Espinillo , el cual, por el ejemplar de la hoja que he recibido y por el palo en que se hallan colocados los capullos, me parece que es la Mimosa famesiana en estado silvestre. Los 32 capullos que existen en las ramas pueden dar una idea de la inmensa abundancia de tales gusanos en los bosques en que se han recogido. Parece en efecto ser tan numerosos que, según la relación hecha verbalmente al Sr. Herrera , están los árboles cubiertos de ellos desde medio metro del suelo hasta 2 de altura: los gusanos son unas orugas de color de naranja con puntos negros, y el capullo que forman es de color anaranjado cuando está fresco, pero el sol y las lluvias le hacen perder su primitivo color. El capullo se halla siempre sobre la corteza del lado opuesto al sol. La forma y contestura del capullo, del cual tengo el honor de presentar á la Academia algunos ejemplares, y que se halla enteramente formado de una seda muy pura y muy fina, demuestran que dicha especie debe pertenecer al género Bombix de los autores, y comprenderse en uno de los muchos sub-géneros del grupo de los Bombicitos. Podemos hacer por consiguiente respecto de ella la siguiente caracterización provi- sional. Gusano de seda Uruguayo , Bombyx Fauvelyi. Oruga vellosa de color ama- rillo anaranjado con puntos negros. Capullos ovales, algo acuminados por ambos estremos, que se abren á manera de nasa por el lado corres- pondiente al punto por donde debe salir la mariposa , y de color ana- ranjado en estado fresco. Mr. Fauvety se propone enviar datos más completos con la mariposa, las orugas y los ejemplares de la Mimosa de que se alimentan, y anuncia que hará lo posible para procurar que lleguen á Francia capullos vivos y semillas, ó más bien huevecillos de dicha especie. Es de advertir que 191 los hermanos Duran t Savoyat han descubierto el mismo gusano de seda en la República Argentina, provincias de Santa Fé y Entre-Rios, pro- poniendo que se denomine Bombix platensis , y llaman semejantemente Mimosa platensis al Arognilo en que se cria. En la carta que remite con esta noticia, participa Mr. Guerin-Meneville que en el laboratorio de sericicultura comparada de la granja imperial de Vincennes, ha salido la mariposa de un Bombyx Atlas de uno de los 1G capullos que le remitió el capitán Mr. Hulton, sericicultor de Musorea, pequeña ciudad situada en una de las mesetas superiores del Himalaya. Este gigantesco Bombyx, el mayor de los lepidópteros conocidos, no se había observado nunca vivo en Europa, dice Mr. Guerin-Meneville, y su introducción en Francia ya sería un hecho del mayor interés para la zoología; pero el interés aumenta aún más, considerando que su enorme capullo, que pesa 9 gr., cuando el del gusano de seda común y el del ailanto no pesan más que 2, podría producirse en Francia y en Argelia, si se consiguiese aclimatar tan magnífica especie. Por el sábio Mr. Hulton se ha sabido que la oruga de dicho Bombyx se alimenta de las hojas del Berberís asiatica; y sabido es que las especies indianas de este género pro- cedentes de las montañas del Himalaya y de Nepaul, hace mucho que se hallan introducidas, y figuran en todos nuestros parques y jardines. Es sensible que empiecen tan tarde á abrirse los capullos, circunstancia que hace temible que por ahora no pueda aclimatarse el Bombyx Atlas; sin embargo, el gran descenso de temperatura que ha sobrevenido, per- mite esperar que los demás capullos no se abrirán este año, y pasarán el invierno, como suele suceder con nuestros Bombyx de Europa, sin salir las mariposas hasta principios del año próximo. llueva urticácea de Filipinas. El P. Fr. Antonio Llanos la describe en una reciente comunicación dirigida á esta Real Academia de Ciencias, rectificando lo anteriormente escrito sobre la misma planta, que es el Malulucban de la Flora de Filipinas, 2.a edición, pág. 133, especie poco conocida y antes colocada entre las timeleáceas por el mismo Padre Fr. Llanos. ( Memorias de la Real Academia de Ciencias de Madrid, tomo 4, pág. 509.) He aquí la descripción. Govanlesia Malulucban, Llanos. Frutex ligno albo, non lactescens, altitu- dine 2—3 ulnis, foliis alternis, exstipulatis, petiolo subdecurrentibus, lan- ceolatis, minute punctatis , glabris. Flores hermaphroditi vel aliquando subpolygami , abortu styli vel staminum parvi in racemis compositis. Racemi nunc solitarii , nunc íasciculati, axillares vel extraxillares. Calyx (viridis) tubo subcilindraceo, squamula suffulto, 5 vel rare 4—6 partitus, lobis patenlibus. Stamina saepe 5 vel rarissime 4—6 basi lobo- rum inserta et eisdem opposita ; filamenta brevia , linearía; antherae biloculares post aestivationem subsagittalae. Corola o. Germen superum, subglobosum, disco (viridi) sub 5 lobato cinctum; Stylus 1 brevissimus, capitato-íissus. Drupa elliptica, stigmate subpeltalo coronata (matura rubra) unilocularis, nuce conformi, basi tantum calycis persistentis tecta; endocarpio osseo fragili. Semen erectum, sive umbilico basi fructus respondens. Endopleura membranácea. Albumen carnosum. Embryo antitropus, infra apicem axi albuminis immersus; cotyledonibus 3«-4 lobis, foliaceis; radícula supera, cilindrica, basi rotundata verticem fructus spectanle. 192 El género está dedicado á D. Felipe Govantes, que mandó erigir una pirámide en Bulacan para perpetuar en Filipinas la memoria del Padre Fr. Blanco, autor de la Flora de aquellas islas. Acompañan á la descrip- ción inserta un buen dibujo, y algunas advertencias que se publicarán oportunamente. La rana campanera. El curioso batracio que lleva este nombre, y que es el Bombinator igneus, se halla descrito entre los reptiles de Es- candinavia en la obra de Mr. Wheelwright, titulada Diez años en Suecia* de que se ha dado cuenta últimamente. Es una pequeña rana de cerca de pulgada y media’, cuyas patas traseras solo tienen dos pulgadas de largo, y con el cuerpo de color gris pardo por encima, y amarillo rojizo por debajo, salpicado de pintas azules. Pertenece al género Bombinator , compuesto de ranas que parecen reunir muchos de los caracteres de las verdaderas ranas y de los sapos, y que viven principalmente en el agua. Dícese que la especie en cuestión la introdujo en Dinamarca uno lla- mado Geder Oxe, y en algunas localidades se conoce todavía con el nom- bre de rana de Geder Oxe. Ofrecen tales ranas la particularidad de que en la época del celo se parece su canto al sonido de las campanas; y como éste parte de cierta profundidad bajo la superficie del agua, asemeja al de las campanas que suenan á considerable distancia, aunque en realidad esten las ranas cerca del observador. A Linneo le llamó varias veces la atención dicha particularidad, y una tarde le pareció que el sonido que escuchaba era el de unas grandes campanas de una iglesia situada á media legua de distancia, siendo así que procedía de las. ranas que se hallaban en estanques muy cercanos ; pero el ruido era en efecto semejante al de aquellas. En el otoño se ve con frecuencia al Bombinator igneus sobre la tierra, y sus movimientos son entonces tan vivos como los de la rana común. Ciertamente nos parece que esta especie es bastante curiosa para que se deba tomar el trabajo de intentar su aclimatación. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Roiz. NV 4.° — REVISTA DE CIENCIAS. — Abril de 1865. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA» Investigaciones acerca de la naturaleza del sol; por MM. War~ ren de la Rué, Balfour Stewart y Benjamín Loewy. (Cosmos, 7 junio 1865.) Los astrónomos ingleses prosiguen sus laboriosas investi- gaciones sobre las apariencias solares, y las consecuencias que teóricamente se derivan de ellas. Solo por los esfuerzos com- binados de numerosos observadores, puede llegar la ciencia á resolver los muchísimos problemas que todavía la quedan: de modo que es conveniente no perder de vista ninguno de los ramos que constituyen el gran árbol del saber, que tan lenta- mente progresa. Los astrónomos que acabamos de citar han presentado á la sociedad real de Londres interesantes trabajos sobre la constitución física del sol, cues! ion de actualidad hace mucho, y que es bastante compleja para quedar todavía en el campo de la discusión. Después de haber ofrecido un rápido bosquejo del asunto, fijan los autores la naturaleza de los materiales que se han puesto á su disposición. En primer lugar, Mr. Carrington ha puesto con el mayor desinterés en sus manos lodos sus dibujos originales de manchas solares, que comprenden desde el mes de noviembre de 1853 hasta el de marzo de 1861, agregando á estos dibujos los que se tomaron con el heliógrafo de Kew, 13 TOMO XV. 194 Algunos de ellos se sacaron con este instrumento en el obser- vatorio de dicho punto durante los años 1858 y 1859, y en 1860 se empleó el mismo instrumento en España para la observa- ción del eclipse total. En 1861 se obtuvieron algunas repro- ducciones en Kew; desde febrero de 1862 á febrero de 1863 se hizo constante uso del instrumento en el observatorio privado de Mr. de la Rué (Cranford), y desde mayo de 1863 hasta hoy estuvo funcionando en Kew bajo la dirección del mismo as- trónomo. Después se construyó una tabla, de la cual pudo de- ducirse que el número de los grupos observados en Kew, desde junio á diciembre de 1863 inclusive, era 64, mientras que el de los observados por Mr. Schwabe (célebre observa- dor de Dessau, cuyos trabajos conocen nuestros lectores), era 69 para el mismo intérvalo. De la misma manera el número observado en Kew entre enero y noviembre de 1864 inclusive fue 109, mientras que en el mismo espacio de tiempo, Schwabe observó 126. Como se ve, el número de manchas observadas por este es superior al de Kew; pero es probable que apli- cándolas una corrección constante, ambas séries puedan con- cordar sin trabajo. Los autores se propusieron entonces resolver las cuestiones siguientes: 1. a La sombra de una mancha ¿se halla mas cerca del sol que la penumbra, ó en otros términos, corresponde á un nivel mas bajo? 2. a La fotosfera del astro que nos alumbra ¿debe conside- rarse como formada de una sustancia sólida ó líquida, ó bien es de una naturaleza gaseosa ó nebulosa? 3. a Las manchas (inclusa la sombra y la penumbra), ¿son fenómenos que existen bajo el nivel de la fotosfera solar, ó sobre él? Contestando á la primera pregunta, se demostró que si la sombra fuese apreciable sobre un nivel inferior al de la penum- bra, nos veríamos obligados á admitir una superposición apa- rente de la sombra sobre la penumbra por el lado mas pró- ximo al centro visual del disco. En efecto, tal es el fenómeno observado por Wilson, lo cual le indujo á creer que la som- bra estaba mas próxima al centro del sol que la penumbra. 195 Se construyeron después dos tablas, en las que se manifes- taba la disposición relativa de la sombra y la penumbra para cada mancha aulografiada en Kew, que podía servir con este objeto. En la primera de las tablas se estableció dicha disposición de izquierda á derecha, pues tal es la dirección en que avan- zan á través del disco, en virtud del movimiento de rotación; en el segundo se estableció dicha disposición en una dirección paralela á los círculos de longitudes solares, y no se conside- raron en esta tabla mas que las manchas situadas á una alta latitud solar. En la primera de estas tablas se demuestra que, tomando todos los casos en que es perceptible una superposición de la sombra sobre la derecha ó la izquierda, se hallan 86 por 100 en favor de la hipótesis de que la sombra está mas próxima del centro que la penumbra, y 14 por 100 contra esta hipóte- sis. Resulta igualmente del examen de la misma tabla, que lo- mando todas las manchas valuables y distribuyéndolas por zonas según su distancia al centro, la superposición es mayor cuando las manchas se hallan cerca del borde, y menor cuando se encuentran cerca del centro. Según la segunda tabla, en la cual únicamente se han considerado las manchas situadas á altas latitudes, se establece que tomando todos los casos en que la superposición de la sombra en alto ó en bajo es perceptible, existen 80,9 por 100 en favor de la hipótesis de que la sombra está mas próxima del centro que la penumbra, mientras que contra ella solo hay 19,1 por 100. El resultado de estas tablas es por consiguiente favorable á dicha hipótesis. Los autores se propusieron en seguida responder á la pre- gunta siguiente: «La fotosfera del astro que nos alumbra ¿debe considerarse como formada de una sustancia sólida ó líquida, ó bien es de una naturaleza gaseosa ó nebulosa? Se demostró que el gran brillo relativo de las fáculas cerca del borde, induce á creer que estas masas ocupan una gran elevación en la atmósfera solar; librándose por esta razón de una gran parte de la influencia absorbente, que. es mucho mas i 96 fuerte en la inmediación de los bordes. Esta conclusión se confirmó por ciertas vistas estereoscópicas obtenidas porMr.W. de la Rué, en las cuales las fáculas parecian muy elevadas. También se observó que las fáculas guardan por lo común el mismo aspecto durante varios dias, como si la materia de que se componen fuese susceptible de permanecer en estado de suspensión por espacio de algún tiempo. Se construyó después una tabla, que manifestaba la posi- ción relativa de las manchas solares y las fáculas que les acompañan, según todos los dibujos de Kew, susceptibles de servir para este exámen. Resulta de las comparaciones, que de 1137 casos, 584 manchas presentan sus fáculas entera ó casi enteramente so- bre el lado izquierdo, que 508 las ofrecieron casi igual- mente por ambos lados; mientras que solo 45 las manifesta- ron á la derecha. Es como si la materia luminosa lanzada de una región con una velocidad mayor absoluta de rotación, re- trocediese hácia Pa izquierda; y puede suponerse que la sus- tancia de las fáculas que acompañan á las manchas provenga de la región de la superficie solar que contiene la mancha, y que de esta manera ha sido privada de su brillo. Hay además un gran número de casos en que la mancha se ha rolo de la manera siguiente: un punto de sustancia lumi- nosa, del mismo brillo aparente que la fotosfera circundante, parece cruzar la sombra de una mancha desprovista completa- mente de penumbra. Hay razones suficientes para creer que este punto se halla encima de la mancha, pues si la sombra fuese una nube opaca y la penumbra otra semiopaca, hallán- dose ambas encima de la fotosfera solar, no es probable que la mancha se rompiese de tal manera que el observador no pu- diese descubrir ninguna penumbra que acompañase al punto luminoso. Por último, algunas porciones desprendidas de ma- teria luminosa parecen á veces moverse á través de una mancha, sin producir por ello ninguna alteración perma- nente. De estas consideraciones se infiere que la fotosfera laminosa no debe considerarse como compuesta de una pesada masa, ni de una sustancia líquida, sino que es más bien de la naturaleza 197 de los gases, de los vapores ó de las nubes, y que las manchas son fenómenos producidos bajo el nivel de la fotosfera del sol. La memoria termina por consideraciones teóricas más ó ménos probables. Puesto que la parle central ó profunda de una mancha es mucho menos luminosa que la fotosfera, puede deducirse indudablemente que la mancha tiene una tempera- tura inferior á la de la fotosfera, y si puede suponerse que toda la masa solar á este nivel tiene una temperatura más baja que ella, también podria deducirse que el calor de dicha llama venia de fuera, y no procedía de su propio seno. CIENCIAS FISICAS FISICA. Investigaciones acerca de los cambios de temperatura producidos por las mezclas de líquidos de naturaleza diversa; por MM. Bussy y Buignet. (Comptes rendus, 24 octubre 1864.) Hasta ahora han fijado poco su atención los químicos en las mezclas de los cuerpos líquidos en cuanto á los cambios de temperatura que les acompañan. Las nociones que sobre este asunto tienen se reducen á admitir en general, que cuando al mezclar dos líquidos se produce una elevación de temperatu- ra, es debido este resultado á la afinidad que tienen unos para con otros; que el calor que en tales circunstancias se produce disminuye con la afinidad hasta el punto de ser nulo en los líquidos que no manifiestan propensión á combinarse; y que en este último caso, y á falta de todo cambio de estado, no debe producirse ningún cambio termomélrico sensible. El estudio de los hechos no justifica esta apreciación, sino que por el contrario parece demostrar que independientemente de la acción química, á la cual se debe la producción del calor que puede manifestarse en la mezcla de los líquidos, hay una causa general que parece no haberse tenido en cuenta hasta ahora, y que propende á modificar los efectos caloríficos debi- dos á la afinidad; de tai manera que los cambios de tempera- tura no serán, como se supone, un efecto simple, sino en reali- 199 dad la residíante de dos causas que obran en sentido contrario, y producen una calor y otra frió. En una memoria acerca del ácido cianhídrico, leída á la Academia de Ciencias en la sesión del 2 de mayo de 1804, hemos ofrecido el primer ejemplo de un descenso notable de temperatura producido por la simple mezcla de los dos cuerpos líquidos, el ácido cianhídrico y el agua; descenso de temperatura que no va acompañado de ningún cambio de es- tado, de ningún aumento de volumen á los cuales pueda refe- rirse la pérdida de calor observado. Por el contrario, la mezcla de pesos iguales, que es en la que hemos obtenido el máximum de frió (9o, 75), ofrece las circunstancias mas á propósito, al menos en apariencia, para desarrollar el calor; así es que nos manifiesta una afinidad química entre ambos líquidos, afinidad que, sin ser enérgica, se descubre no obstante de una manera positiva por la pérdida de tensión que ofrece la mezcla, cuando se compara su punto de ebullición ó la fuerza elástica de su vapor con la de los cuerpos que le constituyen. Por otra parle, la mezcla hecha en las proporciones indicadas, ofrece una contracción de volumen de cerca de 6 por 100, condición que por sí misma es tai, que puede ser causa de la producción de calor. En presencia de ambas circunstancias, la afinidad química y la contracción de volumen, que las dos propenden á elevar la temperatura, trátase de saber cuál es la causa bastante pode- rosa "para neutralizar el efecto de estos manantiales de calor, y para producir frió en circunstancias en que todo parece contribuir á un efecto contrario. Antes de recordar la explica- ción que sobre esta cuestión hemos aventurado, hemos tratado de dilucidarla por nuevas observaciones. El estudio de estos nuevos hechos, dirigido al punto de vista del descenso de la temperatura y de los cambios de volúmen, es el que forma el asunto de la memoria. Los líquidos sobre los cuales hemos dirigido nuestras ob- servaciones, son líquidos simples, es decir, perfectamente ho- mogéneos, privados de toda materia extraña, mezclada ó disuella, que pueda ejercer influencia sobre los resultados. Sábese en efecto, que cuando un líquido, como por ejemplo el m agua, contiene sustancias disueltas, y particularmente sales, la disolución da origen por su mezcla con otros líquidos ó con agua pura, á cambios de temperatura. Mr. Person, que ha es- tudiado los fenómenos de este género, Anuales de Chimie et de Physigue , 3.a série, t. XXXIII, ha demostrado que ciertas diso- luciones salinas, como por ejemplo, las de nitrato de potasa y de sal marina, tomadas en un estado de concentración conveniente, dan un descenso de temperatura cuando se diluyen en agua; mientras que por el contrario otras, como la de cloruro cálcico, dan calor en las mismas condiciones; sin embargo, los hechos observados por Mr. Person, en los cuales los efectos caloríficos deben necesariamente referirse á una sustancia sólida que se mantenga en disolución en un líquido, son distintos délos que tratamos, que únicamente se refieren á la mezcla de dos líqui- dos simples. Han sido objeto de nuestro examen el agua, alcohol, éter, ácido acético, sulfuro de carbono, cloroformo y esencia de trementina; lijándonos particularmente en los que pueden ob- tenerse con facilidad perfectamente puros, y que ofrecen la doble condición de poder mezclarse en todas proporciones sin ejercer uno sobre otro una acción enérgica. También hemos excluido de nuestros experimentos todas las mezclas en las cuales una poderosa afinidad química, como por ejemplo la que existe entre el ácido sulfúrico y el agua, sea capaz de cu- brir, por la cantidad considerable de calor producido, lodos los efectos secundarios de menor intensidad debidos á las in- fluencias particulares que se tratase de apreciar. I . — Cambios de temperatura. Siendo la mayor parte de los líquidos que acabamos de enumerar muy volátiles, era indispensable evitar las causas de error que pudieran proceder de su evaporación en el momento de la mezcla. Así hemos buscado una disposición que nos per- mitiese efectuar esta mezcla en una atmósfera limitada. El aparato de que hemos hecho uso se compone de un frasco de vidrio delgado, soplado en forma de botella, y de una alargadera de cuello muy largo provista de una llave bien 201 trabajada. Ambas piezas se hallan ajustadas una sobre olía, y estando su parte superior unida por medio de un tubo de goma elástica, se echó uno de los líquidos en la botella y el otro en la alargadera, apreciando la temperatura de ambos lí- quidos por dos termómetros muy sensibles que podían com- pararse fácilmente. En el momento en que se estableció perfectamente el equilibrio de temperatura, y ambos líquidos se encontraron á la temperatura t del recinto, se abrió la llave de la alargade- ra. En el mismo instante se efectuó la mezcla, bastando una ligera agitación para que se verificase por completo la diso- lución. Se siguió entonces el movimiento del termómetro, ano- tando la temperatura 0, correspondiente al límite eslremo de dicho movimiento. La elevación ó el descenso de temperatura se daban por la diferencia 0 — t y t—0. Debiendo variar esta diferencia según la proporción rela- tiva de los líquidos que se hallan en presencia, hemos creído deber hacer primero una serie de experimentos en los cuales todas las mezclas se hallaran constituidas por volúmenes igua- les de líquidos. Los resultados que nos han dado han sido los siguientes: 50co alcohol. 50 sulfuro de carbono. . . 50 cloroformo 50 sulfuro de carbono. . 50 éter 50 sulfuro de carbono. . . 50 éter 50 alcohol 50 esencia de trementina 50 alcohol Temperatura inicial t. Temperatura de la mezcla 6 Cambio de temperatura t— e e— t j 21 °,90 16°, 80 — 5o, 90 | 21 ,60 16 ,60 — 5 ,00 j 21 .40 17 ,85 — 3 ,55 j 23 ,40 20 ,20 — 3 ,20 j 22 ,40 20 ,00 — 2 ,40 202 50 esencia de trementina.} i 21 ,60 19 ,40 — 2 ,20 50 sulfuro de carbono....) 50 ácido acético ) 16 ,00 14 ,80 — 1 ,20 50 agua destilada j 50 éter | 22 ,60 22 ,00 — 0 ,60 50 esencia de trementina. , 50 cloroformo. ...» ] 20 ,10 23 ,00 + 2 ,90 50 alcohol 50 alcohol i 22 ,00 29 ,30 + 7 .30 50 agua destilada 50 éter | 22 ,00 36 ,40 4-14 ,40 50 cloroformo J Por este cuadro se ve, que todos los líquidos ensayados, sin excepción, han dado lugar por su simple mezcla á un cambio de temperatura positivo ó negativo, sin el concurso de ningún cuerpo en disolución; cambio inherente por lo tanto al estado líquido de las sustancias con las cuales se hace el ex- perimento. Admitiendo con todos los físicos que la facultad que tienen ciertos líquidos de disolverse uno en otro, sea un grado par- ticular de afinidad química designado con el nombre de afinidad de disolución, hay razón para suponer que esta afinidad, cuando se ejerce, da lugar á una producción de calor. La consideración de las fuerzas elásticas de los vapores conduce á la misma su- posición: en efecto, todas nuestras mezclas, sin excepción, dan una tensión de vapor que, medida en el estado estático, es in- ferior á la suma de las tensiones de los elementos de la mez- cla, tomadas en las mismas condiciones de temperatura. Pero esta pérdida de fuerza elástica es por sí misma considerada por los físicos como un efecto de la afinidad. Mr. Y. Regnault, del cual lomamos este argumento, ha manifestado en sus ex- celentes investigaciones acerca de los vapores, que cuando dos líquidos simples se disuelven, el vapor de la mezcla tiene una tensión siempre menor que la suma de las tensiones que cor- responden á los dos líquidos separados; pero que no sucede lo 203 mismo cuando los líquidos no tienen acción uno sobre otro, como el sulfuro de carbono y el agua, en cuyo caso la tensión de vapor de la mezcla es sensiblemente igual á la suma de las tensiones aisladas. Seguramente hay en toda mezcla de dos líquidos que se di- suelven una causa de producción de calor, causa esencial- mente variable, que depende del grado de afinidad que ambos líquidos pueden tener uno con otro. Sin embargo, de las once mezclas que acabamos de indicar, tres únicamente han dado lugar á una elevación de temperatura: las otras ocho han pro- ducido frió. ¿A qué otra causa debe referirse la absorción de calor que puede también, en ciertos límites, contrabalancear y mucho mas los efectos de la afinidad? Con ocasión de nuestras precedentes investigaciones acerca del ácido cianhídrico, hemos dicho que creíamos que la ab- sorción de calor era debida á la difusión de ambos líquidos uno en el otro; los experimentos que referimos hoy nos pare- ce que pueden admitir la misma interpretación. Cuando los dos líquidos A y B se disuelven recíprocamente, por ejemplo, en volúmenes iguales, las moléculas del cuerpo A se hallan repartidas en toda la masa de la mezcla, es decir, en un vo- lumen doble, y lo mismo sucede con el cuerpo B. Se forma por consiguiente un trabajo interior, cuyo efecto es el de se- parar las moléculas del mismo nombre y diseminarlas entre las de nombre diferente; trabajo que será también producido por el calor tomado de los cuerpos mezclados. Como los líquidos hasta ahora observados han producido siempre calor al mezclarlos, pudiera creerse que la afinidad química era la única que efectuaba los cambios de tempera- tura, y que fuera del cambio de estado no podia ninguna otra causa contrarestar sus efectos. Las observaciones anteriores propenden, por el contrario, á establecer que en la mezcla de dos líquidos que se disuelven sin combinarse químicamente, lo regular es que se produzca frió, y la excepción que resulte calor. De hecho, ambas fuerzas, afinidad y difusión, se ponen en juego en todos los experimentos de este género; y si en algunos casos predomina la afinidad y produce la dirección de los cambios termométricos, no es menos cierto, sin embargo, 204 que sobre el resultado ejerce siempre influencia la difusión, Cometeríase, por consiguiente, un error grave si, al tratar de apreciar la débil afinidad que pudiese existir entre ambos lí- quidos, se creyese tener la medida completa de ella única- mente considerando la temperatura de la mezcla; y sucederia exactamente lo mismo que si se quisiese determinar la afini- dad de una sal para con el agua únicamente por el calor que produce al disolverse, sin tener en cuenta la que absorbe para cambiar de estado. En apoyo de lo que decimos , podemos citar muchos ejemplos sacados de nuestros propios experimentos. Por ejem- plo , vemos que el éter produce frió con el alcohol y el sulfuro de carbono, y si quisiésemos hallar en este cambio de temperatura la medida de la afinidad de estos últimos cuerpos para con el éter, deberia admitirse que dicha afi- nidad es negativa , ó por lo ménos nula. Pero los hechos protestan contra esta suposición; bastando solo la mezcla de estos cuerpos en todas proporciones, y la pérdida de ten- sión que experimentan , como prueba incontestable de su afinidad. Por otra parte, mientras que el éter produce frió con los cuerpos que acabamos de citar, produce calor con el agua, respecto de la cual parece que no tiene más que una débil afinidad, pues en efecto sábese que el agua apénas disuelve más que un décimo de su peso de éter, y sin embargo, esta débil cantidad de 10 por 100 basta, como lo hemos reconocido, para producir una elevación de temperatura de cerca de 3 grados. Influencia de las proporciones relativas. Los cambios de temperatura indicados en la tabla anterior corresponden ambos al caso en que los dos líquidos se hallen mezclados en volú- menes iguales, y no expresan necesariamente el máximum de efecto que puede obtenerse con estos líquidos. Hemos creido que podría ofrecer interés el determinar la influencia de las proporciones relativas para cada caso en par ticular; pero siendo esto objeto de un estudio largo y minu cioso, no hemos podido cumplirlo más que formando para los mismos líquidos un gran número de mezclas en proporciones variables, y sucesivamente en aumento de una á otra. Las 205 proporciones que corresponden al máximum de efecto para cada grupo de líquidos son las siguientes: Temperatura Cambio de Proporcioues relativas. Temperatura inicial de la mezcla temperatura t— 6 t. 0. 6— t. 1 eq. de alcohol 46sr,00\ 2 eq. de sulfuro de 21 °,60 15°, 70 —5°, 90 carbono 76 ,00 1 eq. de cloroformo. 50 B1/? eq. de sulfuro ,00) i 17 ,40 12 ,30 —5 ,10 de carbono 50 ,00/ 1 eq. de alcohol 30 I1/, eq. de éter 37 ,66^ ,00] ■18 ,70 15 ,10 —3 ,60 1 eq. de éter 39 iy2 eq. sulfuro de ,37) 18 ,00 14 ,40 —3 ,60 carbono, 60 ,63) 1 eq.de ácido acético. 76 2 eq. de agua 23 ,93 ,07, | 17 ,10 14 ,60 — 2 ,50 1 eq. de cloroformo. 39 4 eq. de alcohol. 0 . . 60 ,33 ,67 | 18 ,85 23 ,50 +4,65 1 eq. de alcohol. ... 29 12 eq. de agua.. ... 70 ,87 ,13 | 13 ,10 24 ,20 +9 ,10 Se ve, por consiguiente, que las cifras que expresan aquí los cambios de temperatura se diferencian poco de las que nos había ofrecido el cuadro anterior. Por una parte, las elevacio- nes ó descensos de temperatura no varían respecto de los mismos líquidos más que en límites poco extensos; y por otra, las proporciones que corresponden al máximum de efecto dis- tan en general poco de las que corresponden á la igualdad de volúmenes., Es evidente, no obstante, que el efecto producido por la mezcla de ambos líquidos, varía, como podía esperarse, según su proporción relativa. 206 Pero era difícil preveer que esta influencia pueda llegar en ciertos casos hasta cambiar completamente el sentido del fe- nómeno, y sin embargo así resulta de los experimentos si- guientes. Cuando se mezclan juntos 25 centímetros cúbicos de agua y 50 de alcohol, se obtiene como resultado de la mezcla una elevación de temperatura de 5o, 70; pero si en vez de añadir en una sola vez la totalidad del alcohol, se añade dicho líqui- do en dos, y se tiene cuidado de no hacer correr la segunda mitad sino hasta que la mezcla formada por la primera haya recobrado la temperatura ambiente, se observan entonces dos efectos sucesivos enteramente opuestos: la primera mezcla produce una elevación de temperatura de 7o, 30, mientras que el resultado de la segunda es un descenso de medio grado. Un fenómeno análogo, aunque inverso, se observa en la mezcla del ácido acético y el agua: hemos visto que mezclan- do 50 centímetros cúbicos de ambos líquidos, se obtenía un descenso de temperatura de Io, 20; pero si se añaden los 50 centímetros cúbicos de agua en dos partes, una de 15 centíme- tros cúbicos, que es la que corresponde al máximum de frió, y otra de 35, que forma el complemento de la primera, los dos efectos que sucesivamente se obtienen, se hallan también en un sentido opuesto. La mezcla formada por la primera adición de agua da lugar á un descenso de temperatura de 2o, 50; el que resulta de la segunda adición de agua, produce una elevación de medio grado. Son curiosos estos resultados, en cuanto separan los efectos debidos á la afinidad de los que corresponden á la difusión, y en cuanto ponen así en relieve para los mismos líquidos el predominio sucesivo y momentáneo de cada una de estas fuer- zas; pero en ninguna parte se marca mejor que en las mezclas de cloroformo y alcohol la influencia de sus proporciones re- lativas. Aquí, las cifras que descubren el cambio de sentido son tan marcadas y tan características, que no puede abrigarse la menor duda sobre su significación. Para formar una idea de la influencia de las proporciones relativas en el caso del alco- hol y el cloroformo, creemos deber reproducir la série de ex- 207 perimentos que hemos hecho con objeto de obtener el máxi trnim de efecto. 6 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 5 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 4 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 3 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 2 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . l^eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 1 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 2 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 3 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 4 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 5 eq. de alcohol. . . . 1 eq. de cloroformo. 6 eq. de alcohol. . . . 94sr,01 5 ,99 92 ,84) 7 ,16) 91 ,20) 8 ,80) 88 ,61 11 ,39 83 ,84 16 ,16 77 ,56) 22 ,44) 72 ,17 27 ,83 56 ,46 43 ,54 46 ,36 53 ,64 39 ,33 60 ,67 34 ,15 65 ,85 30 ,18) 69 ,82 ra inicial Temperatura de la mezcla 0. Cambio de temperatura t— 0 0 — t. 20',01 17°, 50 —2o, 50 20 ,00 17 ,40 —2 ,60 20 ,00 17 ,60 —2 ,40 20 ,00 17 ,80 —2 ,20 19 ,60 18 ,70 —0 ,90 19 ,80 19 ,80 0 ,90 •20 ,10 21 ,80 +1 ,70 •19 ,49 23 ,50 +4 ,10 18 ,45 23 ,00 +4 ,55 jl8 ,85 23 ,50 + 4 ,65 1 18 ,50 23 ,00 +4 ,50 ¡20 ,40 24 ,60 +4 ,20 Examinando este cuadro se observa á primera vista, que la mezcla del alcohol y de cloroformo permite obtener según se desee calor ó frió, desde 4o, 65 que expresan el máximum de 108 elevación, hasta á 2o, 6 que expresan el máximum de des- censo. La mezcla que contiene 77°, 5 por 100 de cloroformo, es la que corresponde al equilibrio exacto de ambas fuerzas; así es que el cambio termomélrico es completamente nulo: pero la mezcla formada de esta manera ofrece el singular ca- rácter de dar calor ó frió, según que se auméntela proporción relativa de uno ú otro de los elementos que la constituyen. Es evidente, por otra parte, que !a neutralidad térmica observada en esta mezcla, no espresa más que el resultado final de la operación, y que de ninguna manera implica la falta de ejercicio de las dos fuerzas que presiden á los movi alientos caloríficos. Observando con atención la marcha del termómetro mientras cae el alcohol, es fácil ver que no per- manece nunca estacionario. El mercurio desciende primero unos 2o, 5 poco más ó ménos, para volver en seguida á su punto de partida, en el cual se fija cuando va acabando de correr; por consiguiente ambas fuerzas obran en realidad en la mezcla, y la neutralidad observada no indica más que un perfecto estado dé equilibrio entre los efectos opuestos pro- ducidos por cada una de ellas. Influencia déla temperatura inicial . Hay una circunstancia que influye notablemente sobre los resultados, y es la tempe- ratura inicial que ambos líquidos tienen en el momento de su mezcla. Los experimentos que hemos referido se han hecho todos á la temperatura de la atmósfera, y los límites de esta temperatura han estado comprendidos entre 15 y 23 grados: sin embargo, hemos visto que si se efectuasen las mezclas á temperaturas sumamente distantes de dichos límites, no serian iguales los resultados obtenidos. Los efectos que pueden poder atribuirse á la difusión, es decir, el descenso de temperatura ó la producción de frió, parecen crecer á medida que se opera á una temperatura más elevada. Veamos los experimentos que autorizan dicha conclusión. l.° A la temperatura de + 14°, una mezcla de pesos iguales de ácido cianhídrico y de agua, da lugar á un des- censo de temperatura de + 9o, 75; efectuando la misma mez- cla, tomando ambos líquidos á 0o, el descenso observado no es más que de 6o, 40. 209 2. ° Mezclando volúmenes iguales de sulfuro de carbono y de alcohol, y tomando los dos líquidos á 21°, 60, el descenso de temperatura observado es de 5,°90. Repitiendo el mismo experimento y tomando los dos líquidos á 0o, no desciende el termómetro más que 3o, 3. ° Por último, hemos visto que mezclando 1 equivalente de ácido acético y 2 de agua, se oblenia un descenso de temperatura de 2o, 5, y que dicho descenso era el efecto má- ximo que podia obtenerse en ambos líquidos. Ahora debere- mos añadir que esto no es cierto más que respecto de la tem- peratura de 17°, 10, á la cual hemos hecho la operación, pues repitiendo el mismo experimento á la temperatura de 32,40, desciende inmediatamente el termómetro á 29°, señalando así un descenso de temperatura de 3o, 40. II. — Cambios de volumen. El estudio de los cambios de temperatura en las mezclas líquidas llevaba consigo necesariamente el de los cambios de volúmen. Interesaba por consiguiente investigar si el singular contraste que la mezcla de ácido cianhídrico y de agua nos habia ofrecido bajo este doble aspecto, se reproducirla en las nuevas mezclas que acabamos de formar. Hemos reconocido en primer lugar, que los cambios de vo- lúmen eran en general poco marcados para que la observa- ción directa en un tubo graduado permitiese demostrarlos, y con mayor razón obtener su medida. Hemos recurrido al mé- todo de las densidades, que permite llegar á una gran exacti- tud, siempre que se eviten los errores á que pueden conducir las diferencias de temperatura. La marcha que seguimos es la siguiente. Llamando d á la densidad del primer líquido, cuyo peso es p, y d' la del segundo, cuyo peso es p, es evidente que si no sucede ningún cambio en el momento de la mezcla, el volú- men de este después que haya recobrado la temperatura ini- cial será V. d d TOMO XV- 14 210 Por otra parte, Mamando 8 la densidad de la mezcla deter- minada por experiencia directa, y respecto de la misma tempe- ratura que aquella á que se han tomado las densidades d y dr , tendremos para el volumen de la mezcla una nueva determi- nación dada por la fórmula P + P* 6 Y . Este nuevo volumen Y será el volumen real, y según que sea mayor ó menor que V , indicará una dilatación ó una contracción en el volumen de los líquidos mezclados. La medida de dicha dilatación ó Y — V contracción será dada por la fórmula — — — para el primer V—Vf caso, y por la fórmula — y~ para el segundo. Tal es el método que hemos aplicado al estudio de los cambios de volumen en las diversas mezclas que anteriormen- te hemos examinado. Alcohol íj éter . Para dar una idea de los resultados obte- nidos y del grado de confianza que merecen, vamos á referir, para las mezclas formadas por el alcohol y éter, la série de los números que representan los cambios de volumen. Volumen teórico V . Volumen real V. Contracción V— Vr V lecl- deeler 1 112,84 3 eq. de alcohol ) 112,03 0,0070 1 eq. de éter 2 eq. de alcohol J | 83,82 83,20 0,0074 1 eq. de éter ] r/2 eq. de alcohol. . . . j 108,34 107,68 0,0079 1 eq. de éter ] 1 eq. de alcohol, ..... j ¡ 109,60 108,73 0,0080 21 1 1 eq. de alcohol ) iy2 eq. de éter j 90,24 89,42 0,0091 1 eq. de alcohol. j 2 eq. de éter i ! 107,41 106,51 0,0084 1 eq. de alcohol ¡ 2 eq. de éter j ! 106, 35 105,61 0,0070 1 eq. de alcohol ] 4 eq. de éter ' j 105,70 104,97 0,0069 1 eq. de alcohol ] 5 eq. de éter 1 | 105,26 104,62 0,0061 1 eq. de alcohol. , 6 eq. de éter J J 122,45 121,71 0,0060 De la comparación de estos números se deducen las con- secuencias siguientes: 1. a La mezcla de alcohol y éter dá siempre lugar á una contracción, cualesquiera que sean por otra parte las pro- porciones relativas de ambos líquidos. 2. a El máximum de contracción corresponde, lo mismo que el máximum de frió, á la mezcla formada por equivalentes de éter para 1 solo equivalente de alcohol, y no representa enteramente 1 centésima del volúmen teórico total. En las mezclas siguientes, y que han dado origen á séries de experimentos análogos á los que acabamos de referir, su- primiremos los pormenores de estos experimentos para no pre- sentar más que sus principales resultados. Eter y sulfuro de carbono. El cambio de volúmen que acompaña á la mezcla de ambos líquidos es muy poco marca- do, y consiste en una contracción, que para la mezcla en que llega á su máximum apénas pasa de 2 milésimas del volúmen teórico total. En la mezcla que hemos reconocido capaz de producir el máximum de frió, la contracción observada fue solo de 0,0007. Cloroformo y alcohol . Hemos visto que la mezcla de am- bos líquidos producía unas veces calor y otras frió. La expe- riencia demuestra que hay contracción en todos los casos, pero 212 que es mucho más marcada en las mezclas que producen calor que en las que producen frió. La mezcla de 5 equivalentes de cloroformo, que es la que ha dado el mayor descenso de tem- peratura, no hace más que dar lugar á una contracción de vo- lumen de media milésima, mientras que la mezcla de 4 equi- valentes de alcohol, que ha producido el máximum de calor, da una contracción que asciende á 3 milésimas. Alcohol y sulfuro de carbono. En todas las mezclas forma- das por el alcohol y sulfuro de carbono, hemos observado un aumento de volumen. El máximum de dicha dilatación se ha hallado que corresponde á la mezcla formada por U equiva- lentes de sulfuro de carbono para 1 equivalente de alcohol, ó para pesos sensiblemente iguales de ambos líquidos: el aumento de volumen representa en este caso cerca de la centésima del volúmen teórico total. En la mezcla que ha producido el máximum de frió, la di- latación observada no ha sido más que de 0,0075; no habien- do, por consiguiente coincidencia entre los dos efectos má- ximos. El aumento de volúmen que se manifiesta en la mezcla de alcohol y de sulfuro de carbono es un hecho digno de obser- vación, y que parece atestiguar la poca afinidad que existe en- Iré ambos líquidos. Hemos creído que ofrecería interés el ob- tener un nuevo dato acerca de este punto, por la observación T de las tensiones de vapor en los líquidos aislados y en su mez- cla. En efecto, los resultados que hemos obtenido demuestran, que en el caso de una mezcla de alcohol y de sulfuro de car- bono, la pérdida de fuerza elástica procedente de la acción di- solvente especial, es mucho más débil que la que se observa respecto de los demás líquidos en las mismas condiciones de temperatura y de proporciones relativas. Hé aquí por otra parte la tabla que expresa esta pérdida de tensión respecto de cuatro mezclas en proporciones diferen- tes de sulfuro de carbono y de alcohol. La temperatura en el momento de la observación fue de 19 grados. Representamos por F la suma de las tensiones que corresponden separada- mente al alcohol y sulfuro de carbono para esta temperatura de 19 grados, y por f la que ha presentado la mezcla por sí 213 misma en igual condición. — jJ- expresa en este caso la pér- dida de fuerza elástica en centésimas de la fuerza teórica total. 1 eq. de sulfuro de carbono. . . . 3 eq. de alcohol 38er| 138 ) Pérdida de tensión por i 00 F~f F 33,51 1 eq. de sulfuro de carbono 1 eq. de alcohol 38 i 46 ' 13,19 1*/. eq. de sulfuro de carbono. . 1 eq, de alcohol 46 ) 46 j 12,00 1 eq. de alcohol 6 eq. de sulfuro de carbono 46 | 228 j 4,82 De modo que cuando el alcohol y el sulfuro de carbono se hallan mezclados en proporciones iguales, la pérdida de fuerza elástica que proviene de su acción disolvente recíproca no es- ce de á la temperatura de 19° de las 12 centésimas de la fuer- za teórica total, ó de la fuerza elástica que ofrecería la mezcla si la acción disolvente fuese nula. No hemos visto otros líqui- dos en los cuales la pérdida de fuerza elástica fuese tan débil en las mismas condiciones de temperatura y de proporciones relativas. El examen de la tabla demuestra además que la pérdida de tensión disminuye, como era de esperar, á medida que au- menta la proporción del líquido más volátil en la mezcla; pero los números que expresan esta disminución son tales, que el sulfuro de carbono que contiene alcohol en cantidad menor que su peso tiene una tensión de vapor más considerable, y por consiguiente hierve más pronto que cuando está puro. En la última mezcla, en que el sulfuro de carbono conte- nia cerca de | de su peso de alcohol, la pérdida de fuerza 214 elástica se hizo tan pequeña que no llegó á las 5 centésimas de la fuerza teórica total. Es probable que si se continuara redu- ciendo la proporción de alcohol, se llegaría á obtener un valor de f muy próximo al de F , lo cual sería un resultado curiosí- simo, pues la ley física en que se apoya nuestra fórmula, y que hasta ahora no ha parecido aplicable más que á los líquidos que no ejercen ninguna acción disolvente sensible unos sobre otros, podría hallar aplicación en el caso del sulfuro de car- bono y del alcohol, es decir, en el caso de dos líquidos que se disuelven en todas proporciones. Como quiera que sea, la observación de las fuerzas elásti- cas en las mezclas de alcohol y de sulfuro de carbono, de- muestra cuán débil es la afinidad que se ejerce entre ambos líquidos. Acabamos de ver por otra parte, que no solo no hay contracción por el hecho de su mezcla, sino que aumenta el volúmen de un modo bastante marcado. Todo parece, por consiguiente, que se reúne para hacer mas patentes los efectos de la difusión; así vemos, refiriéndonos al cuadro de los des- censos de temperatura, que la mezcla de sulfuro de carbono y de alcohol es la que ha dado origen á mayor producción de frío. Cloroformo y sulfuro de carbono . La mezcla de estos dos líquidos da siempre un aumento de volúmen, pero menos mar- cado que en el caso anterior. El máximum corresponde á la mezcla formada por 3 equivalentes de sulfuro de carbono para 1 solo equivalente de cloroformo, y representa algo más de 6 mi- lésimas de volúmen teórico total. Como en el caso anterior, hemos determinado la pérdida de fuerza elástica experimentada por las mezclas en propor- ciones variables de ambos líquidos; pero hemos hallado que esta pérdida es mucho más considerable, lo cual indica que los efectos de la afinidad son mucho más marcados en las mismas proporciones relativas. Alcohol y agua . No tenemos que ocuparnos en los cambios de volúmen que suceden en la mezcla de ambos líquidos, atendiendo á que se han estudiado con cuidado, y que son per- fectamente conocidos. Sabido es que el máximum de concentración corresponde 215 á la mezcla formada por 6 equivalentes de agua para 1 de ai cohol; pero en el capítulo anterior hemos visto que el máximum de calor corresponde á 12 equivalentes de agua para 1 solo equivalente de calor, no habiendo, por consiguiente, coinciden- cia entre los dos máximos de efecto* Acido acético y agua. Sabido es que ambos líquidos se con- traen por su mezcla, y que la contracción máxima corresponde á la mezcla formada por 2 equivalentes de agua para 1 solo equivalente de ácido monohidratado. Aquí parece establecerse la coincidencia ftde los dos máximos, pues la mezcla de 2 equivalentes de agua es precisamente la que nos ha dado el máximum de frió. La consecuencia general que se desprende de todos nues- tros experimentos sobre los cambios de volumen, es que no existe ninguna relación directa entre la causa que los deter- mina y la que produce los cambios de temperatura. Verdad es que respecto de ciertos líquidos parece que ambos efectos si- guen una marcha paralela; pero esta coincidencia, que por otra parte consideramos como muy notable, no se ha presen- tado más que en casos muy limitados, y basta considerar que el mismo efecto termométrico coincide unas veces con una contracción, otras con un aumento de volumen, para reconocer que ambos fenómenos son independientes uno de otro, ó al menos que no se refieren directamente á la misma causa. Los experimentos presentados en esta memoria se hallan lejos de haber resuelto todos los puntos que se refieren á la difusión de los líquidos y á los demás efectos termométricos que produce. Quedan todavía muchos vacíos que llenar, lo cual nos proponemos hacer en un trabajo posterior; pero como estos estudios exijen por su naturaleza mucho tiempo, hemos creído deber. dar á conocer desde hoy los resultados de nues- tras primeras investigaciones acerca de este asunto. Pueden resumirse del modo siguiente: 1. ° Mezclando dos líquidos capaces de disolverse en todas proporciones, se observa constantemente un cambio fermome- I rico en el momento de la mezcla; unas veces se eleva la tem- peratura y otras desciende. 2. ° El efecto observado es siempre la resultante de dos 216 causas que obran simultáneamente y en sentido opuesto en todas las mezclas: una la afinidad que se ejerce entre las mo- léculas heterogéneas, y que produce calor; otra la difusión, que consiste en el movimiento que las moléculas homogéneas se ven obligadas á cumplir para repartirse en toda la masa, y que produce frió. 3. ° Cuando los dos líquidos que se mezclan no tienen más que una débil afinidad entre sí se hacen muy sensibles los efectos de la difusión, descubriéndose claramente su predo- minio por el descenso de temperatura. 4. ° La elevación ó el descenso de temperatura no varían solo según la naturaleza de los líquidos en que se opera, sino que varían también respecto de una misma mezcla, según la proporción relativa de los dos elementos que la constituyen. 5. ° La influencia de las proporciones relativas puede lle- gar hasta cambiar completamente el sentido del efecto termo- métrico, de modo que con los mismos líquidos se produzca unas veces calor y otras frió: o equivalentes de alcohol mezcla- dos con 1 equivalente de cloroformo, dan lugar á una eleva- ción de temperatura de 4°, 5 ; 5 equivalentes de cloroformo mezclados con 1 de alcohol, producen, por el contrario, un descenso de temperatura de 2o, 6. 6. ° La temperatura inicial de los dos líquidos que se mezclan influye de una manera muy sensible sobre el efecto termomé- trico que resulta de su mezcla. En general, los descensos de temperatura son más marcados cuanto mas elevada es aquella á que se opera. 7. ° Al mismo tiempo que experimentan un cambio de tem- peratura por el hecho de su mezcla, experimentan también los líquidos un cambio de volumen. Unas veces hay dilatación, como en el caso del alcohol mezclado con el sulfuro de carbo- no; y otras contracción, como en el del éter mezclado con el alcohol. 8. ° No existe relación aparente entre los cambios de volu- men y los de temperatura, sino que hay mezclas que se con- traen produciendo calor, y otras que lo verifican produciendo frió. Con motivo de la comunicación de Mr. Bussy, hizo presente 217 Mr. H. Sainte-Claire Deville, que hace mucho tiempo se ocupa en investigaciones que tienen alguna analogía con las de MM. Bussy y Buignel. Varios de los experimentos de Mr. Sainte-Claire Deville, particularmente los que se refieren al ácido acético (enfriamiento y contracción en contacto del agua), se mencionan brevemente en dos noticias que vieron la luz pública en 1860 en los Comptes rendus , t. I, p. 534 y 584. Cada uno de dichos experimentos, que son muy numerosos, conducen á la determinación del calórico específico y del coe- ficiente de dilatación de los cuerpos sobre los cuales se opera, y exigen cálculos tan sumamente largos que la Academia com- prenderá el tiempo que tiene que tardar en ellos el autor, y el deseo que Mr. Sainte-Claire Deville manifiesta de continuar su trabajo sin que se le acuse de indiscreción. Pero Mr. Bussy observa, contestando á Mr. Sainte-Claire Deville, que el trabajo cuyos resultados acaba de exponer no se ha hecho bajo el punto de vista en que se ha colocado su res- petable colega, pues dicho trabajo tenia por objeto demostrar, que el hecho singularísimo del enfriamiento, observado en la mezcla del ácido cianhídrico con el agua, no es un hecho ais- lado, sino que depende de una causa general que obre en todas las mezclas de dos líquidos de naturaleza diferente. Los resultados anunciados hoy no pueden ser un obstáculo para que Mr. Sainte-Claire Deville siga sus interesantes inves- tigaciones sobre el punto de que está en posesión. Mr. Pasteur, con motivo de las observaciones precedentes de Mr. Sainte-Claire Deville, cree deber llamar la atención acerca de una clase de fenómenos de descomposición que se efectúan con desprendimiento de calor, y que son los fenóme- nos de las fermentaciones propiamente dichas. Las descompo- siciones de tal naturaleza ofrecen bajo cierto punto de vista alguna analogía con los cuerpos explosivos, y sin embargo, uno de los caractéres mas marcados de las descomposiciones por fermentación es el de su prolongada duración. 218 METEOROLOGIA, Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de febrero de 1865. Extremadamente revueltos, y bastante anubarrados, ne- bulosos y húmedos fueron los tres primeros dias de febrero. En el siguiente, 4, se calmó el viento del 0. y S. O., que desde mediados de Enero venia soplando; y el o cambió un poco de dirección, inclinándose al N. O., arreciando de nue- vo y originando una baja sensible en la temperatura. Del último rumbo continuó soplando el dia 6, del 0. S. O. el 7, y otra vez del N. O. el 8, sin que se despejara lo atmósfera, ni desaparecieran la humedad y las nieblas de la época pre- cedente. El 9, por fin, pasó la veleta al N. E. y se rasgaron las nubes; y el 10, aunque ventoso y frió, fué dia despejado y bueno. El barómetro osciló durante lodo este período alre- dedor de 700mm en los 5 primeros dias, y entre 707 y 710 en los 5 últimos. Del 11 al 13, ambos inclusive, continuó soplando con alguna variabilidad el viento del N. E.; el barómetro descen- dió de nuevo á 700mm; comenzó á entoldarse de celajes y nubes el cielo, y se experimentó un intenso frió. El 14 pasó el viento al S. E., se cubrió por completo la atmósfera y llo- viznó; el 15 apenas se diferenció por ningún concepto del precedente; y el 10 fué dia variable, revuelto, nebuloso y húmedo. En el 17 ascendió la columna barométrica más de 8mn\ sopló con mucha fuerza el viento del 0., y las nubes se rasgaron; y los siguientes dias 18, 19 y 20, de viento indeciso y fuerte, generalmente del N. O. al N. E., fueron despejados y fríos. 219 En los 8 últimos dias del mes, bastante parecidos unos á otros, el barómetro fué descendiendo con lentitud desde 717 á 709mm; la temperatura, un poco extremada del dia á la noche, aumentó, por término medio, desde 4 á 10°; no llovió, y las nieblas se disiparon en las primeras horas de la maña- na; escasearon también las nubes; y el viento, muy ondu- lante entre el N. O. y N. E., sopló con fuerza, y á ratos, con mucha impetuosidad. DIAS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 220 CUADBO BAROMETRO. K A. máx. | A. mili. mm mm mm 702,57 705,30 699,25 701,29 ¡ 703,82 699,28 699,87 701,07 698,98 699,27 700,53 697,91 702,72 | 707,15 699,51 709,40 ! 710,20 708,83 709,36 ! 710,02 708,02 709,21 ¡ 710,20 708,37 707,47 ! 708,50 706,69 709,68 i 710,96 ! 706,81 707,82 709,94 706,19 703.87 705,66 702,30 700,90 701,92 699,38 702,69 704,08 701,77 702,37 703,88 700,58 699,69 700,84 698,39 706,15 710,61 702,22 712,03 712,79 711,55 707,54 709,26 706,34 709,84 713,01 707,38 716,10 717,26 714,57 716,44 716,93 715,40 716,36 716,90 715,73 712,57 715,28 710,58 712,02 712,71 711,67 710,52 711,80 709,36 711,71 712,54 710,69 709,37 712,22 708,04 TERMOMETRO. - ! Tm i T. máx. j T. mín. j i 10°5 0 14,7 0 i 6,5 10,4 13,2 6,0 6,9 9,1 4,5 3,3 6,6 —0,2 ! 5,0 9,8 0,6 5,9 10,2 2,0 9,6 13,7 4,0 9,2 13,7 3,6 11,3 17,6 6,0 4,9 8,5 0,7 3,2 11,0 -4,7 1,3 8,6 —4,0 1,6 6,0 —4,7 4,0 6,0 0,3 5,7 8,4 2,2 5,9 10,8 3,2 5,5 10,0 1,7 4,2 9,9 —2,2 5,7 11,2 -1,3 5,0 11,5 —0,5 3,9 10,0 —2,3 6,2 14,2 — 2,6 8,6 17,6 0,6 9,1 14,2 1,0 6,1 14,0 2,0 6,1 12,0 -1,8 10,0 17,3 1,4 10,3 17,4 1,1 221 e:r,i:m:e:r,o. PSICRO H„, .-■j? ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 19 mm 7.2 mm 1,9 mm » o.s.o. 5 1 91 8,6 0,7 0,1 s.s.o. 9 2 90 6,8 1,2 6,0 o.s.o. 7 3 95 5,5 0,4 » o.s.o. 7 4 75 4,8 2,4 » O.N.O. 4 5 86 5,9 1,6 » O.N.O. 6 6 73 6,4 1,9 » O.S.O. 4 7 92 8,1 1,2 » N.O. 8 8 80 8,0 2,3 » N.N.E. 5 9 63 4,2 3,2 » N.E. 1 10 68 3,8 2,8 » N.E. 2 11 72 3,6 2,3 » Variable. 0 12 74 3,7 1,4 » N.E. (var.) 4 13 81 5,0 1,0 » S.E. 10 14 85 5,8 0,7 0,3 E.S.E. 9 15 92 6,4 1,3 3,5 N.E-S.O. 6 16 78 5,2 1,9 )) O. 5 17 72 4,4 0,9 » O. (var.) 0 18 67 4,7 2,1 )) N.N.O. 3 19 69 4,3 2,9 )) N.N.E. 0 20 56 3,2 4,5 )) N.E. 0 21 59 4,1 3,5 )) N.E. 1 22 61 4,9 4,1 )) N.E-N.O. 1 23 61 5,2 3,0 » N.E-N.O. 6 24 67 4,6 3,6 » N, (var.) 2 25 73 5,1 2,2 O. (var.) 6 26 71 6,4 2,5 » N.O. 2 27 74 6,8 3,0 » O.S.O. 3 28 222 CUADRO SEGUNDO Ain á las 6 m. ....... Id. á las 9 Id. á las 12. . Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. Id. á las 12 A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2). Oscilaciones extremas. . Om diurnas O. máx. (3) O. mín. (4). ...... (1) Dias y horas de la observación.. (2) Id..... (3) Dias de la observación. . ........ (4) Id.. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 704,45 mm 705,26 mm 713,54 mm 707,34 705,11 705,77 713,97 707,88 705,29 705,38 713,70 707,73 704,76 704,48 712,55 706,88 704,87 704,81 712,58 707,05 705,47 705,54 712,96 707,63 705,64 705,79 712,71 707,72 705,08 705,29 713,14 707,46 710*96 713,01 716,90 716,90 697,91 698,39 708,04 697,91 13,05 14,62 8,86 18,99 3,41 3,59 2,45 3,20 6,05 8,39 4,70 8,39 1,37 1,24 1,04 1,04 10-12 n. 20-12 n. 23-9 m. 23—9 m. 4-6 t. 16-3 t. 28- 6 t. 4-6 t. 1 17 24 17 6 18 23 23 O Ax=707miI1,43 -f- 0,17 sen. (w +180° 0') + 0,44 sen. (2^+144° 10')- m CUADRO TERCERO. Tm á las 0 m. Id. á las 9.. . Id. á las 12. . Id. á las 3 t. Id. á las 6. . Id. á las 9 n. Id. á las 12. . Oscilaciones. T. máx. al sol (1).. Id. á la sombra (2). Diferencias medias. T. mín. del aire (3). . . Id. por irradiación (4). Diferencias medias Om diurnas. O. máx. (5). O. mín. (6). (1) Dias de la Observación. (2) Id (3) Id (4) Id " (5) Id. •' (6) id TERMÓMETRO 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). 5o, 5 0o, 2 0o, 8 2°, 2 6 ,5 2 ,3 4 ,8 4 ,5 9 ,5 6 ,7 11 ,6 9 ,1 11 ,1 8 ,4 13 ,3 10 ,8 8 ,5 5 ,9 9 ,8 7 ,9 7,0 3 ,7 7 ,2 5 ,9 5 ,8 2 ,3 5 ,3 4 ,4 7,7, 4 ,2 7 ,5 6 ,4 17 ,8 16 ,2 20 ,2 22 ,3 28 ,6 23 ,6 30 ,0 30 ,0 17 ,6 11 ,5 17 ,6 17 ,6 5 ,0 7 ,8 8 ,8 7 ,1 —0 ,2 ~4,7 —2 ,6 —4 ,7 — 4 ,3 -10 ,0 -7 ,5 -10 0 2 ,1 2 ,7 2 ,5 2 ,4 8 ,3 10 ,3 14 ,7 10 ,9 11 ,6 15 ,7 17 ,0 17 ,0 4 ,6 5 ,7 12 ,0 4 ,6 9 19 23 23 9 4 4 20 u y 13 n 23 22 21 9 y 23 11 y 13 11 9 n 23 23 3 14 25 3 (*) Tx=6”,00 + 3,80 sen. (* + 37» 17') + 1,22 sen. (2* + 43°#'). m CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes ('). Hm á las 6 m 96 92 93 94 Id. á las 9 89 85 76 84 Id. á las 12 76 70 53 68 Id. á las 3 t 73 63 48 62 Id. á las 6 79 68 54 68 Id. á las 9 n 81 74 63 73 Id. á las 1 2 84 j í i 80 70 79 H. media i 83 76 65 75 O Hx = 77,0-f 14,2 sen. (« + 202° 470 + 4,1 sen. (2 x + 248° 28'). 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm á las 6 m 6,6 4,3 4,6 5,2 Id. á las 9 0,4 4,7 6,0 6,4 Id. á las 12 6,8 6,3 5,6 6,9 Id. á las 3 t 7,3 5,1 6,6 6,0 Id. á las 6 6,6 i 4,6 4,9 6,4 Id. á las 9 n 6,2 4,4 4,8 5,2 Id. á las 12 5,9 4,4 4,7 5,0 Tn media 6,5 4,7 6,0 5,5 O T J = 8“™ ,Í2 -f 0,44 sen. (x + 69" 1 540 + 0,19 sen. (2 x + 25° 120. c/> ra as 5z5 225 CUADRO QUINTO, Anemómetro.— Horas que reinaron los 8 vientos principales . 56 E 182 13 E.¿ 50 S. . 27 S.O.. 133 O * 74 N. O 137 Dirección de la resultante. . . 35° N.O. Intensidad (horas) 154 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. Evaporación media 2mm,2 Id. máxima (dia 21) . , 4 ,5 Id. mínima (dia 4). . . * . . ¿ . . . . . 0 ,4 Dias de lluvia. ...*.< 4 Agua recogida. . . 9mm,9 Id. en el dia 3 (máx.) 6 ,0 Dias despejados 10 Id. nubosos. . . . . 14 Id. cubiertos. . 4 Dias de calma. 0 Id. de brisa 5 Id. de viento 12 Id- de viento fuerte 11 TOMO XV. 15 CUADRO SEXTO m :©• ~© o S¿ C/} c fj ¿ O) 9 Z O aoosofoowt^t^ 9 ***•<— ©i ^ co ©i ao ta- ce 9 ce as o Miguel Merino. 237 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de marzo de 1865. En la primera década. Mahonia di versifolia, Sweet. Hyacinlhus orientalis, L. Muscari racemosum. Mili. Narcissus incomparabilis, Curt. Narcissus Jonquilla, L. En la segunda década. Prunas Myrobalana, Desf. Holosteum umbellatum, L. Tulipa Gesneriana, L. Negundo fraxinifolium, Nuil. Fumaria ofíicinalis, L. Fumaria spicala, L En la tercera década . Frilillaria imperialis, L. Poa annua, L. Ulmus americana, L. Cornus mas, L. 238 Ribes alpinum, L. Ribes speciosum, Pursh. Ribes Uva-crispa, L. Kerria japónica, DC. Euphorbia nicaeensis, Alt. Diplotaxis virgata, DC. Forsythia viridissima, Lind!. Ornithogalum umbellatum, L. Nepeta Glechoma, Benth. Rhamnus Alaternus, L. Pyrus communis, L. Prunus domestica, L. Erodium cicutarium, Leman. CIENCIAS NATURALES FISIOLOGIA ANIMAL Observaciones sobre el aparato respiratorio de algunas aves; por Mr. Alf. Milne Edwards. (Annales des Sciences nat., marzo 1865.) Desde 1573, en cuya época demostró Coiter por primera vez que el aire, al introducirse en los pulmones de las aves, no se detiene en ellos, como sucede en los mamíferos, sino que se esparce en las diversas partes del cuerpo, ha sido objeto de muchos trabajos importantes su aparato respiratorio. Harvey, Perrault, Hunter, Camper, Cuvier, se han ocupado sucesiva- mente en esto; y en nuestros dias MM. Sappey (1), Natalis Gui- llot (2) y Lereboullet (3), han publicado acerca de los recep- táculos neumáticos de las aves, nuevas y profundas investiga- ciones. Sin embargo, quedan sobre este punto varias cuestio- nes acerca de las cuales no están acordes los naturalistas; y (1) Sappey, Recherches sur Vappareil respiratoire des oiseaux , en 4.°, 1847. (2) Natalis Guillot, Mémoire sur Vappareil respiratoire des oi- seaux. (3) Lereboullet, Anatomie comparée de Vappareil respiratoire dans les animaux vertébrés, 1838. 240 hace poco que el autor del tratado mas moderno de fisiología y anatomía comparadas (1), ha llamado la atención sobre los puntos discutibles. Una de las cuestiones que están sin decidir ó en tela de juicio, es la relativa á la disposición del aparato respiratorio de los pelícanos. Efectivamente, en 1730, disecando Merv, in- dividuo de la antigua Academia de Ciencias, una de estas grandes palmípedas, encontró aire entre los miembros y la piel (2); á fines del siglo pasado, Hunter apunló brevemente un hecho parecido; y posteriormente Mr. Owen (3) y Julio Verreaux (4) tuvieron ocasión de hacer observaciones aná- logas. Pero Mr. Sappey, que tanta autoridad tiene en semejante materia, juzga que la existencia de las celdillas aéreas sub- cutáneas es por lo menos muy problemática, y del mismo modo que Mr. Natalis Guillot, se inclina á creer que en las aves no penetra nunca el aire, ni en el tejido celular intermuscular, ni bajo la piel (o). En efecto, ha comprobado perfectamente que el aire contenido en las plumas de las aves no proviene del aparato pulmona!, como lo suponían Gerardi, Malacarne y Cu- vier; sino que llega directamente de fuera (6), y por consi- guiente podría creerse que Mery, y cuantos participan de su opinión relativamente á la extensión de los receptáculos neu- máticos del pelícano, hayan incurrido en error por algunas circunstancias accidentales. He aprovechado apresuradamente por lo tanto una ocasión que se me ha ofrecido de estudiar de nuevo este puntó par- ticular de la historia de la respiración de las aves. El Museo (1) Milne Edwards, Lecons sur l’anatomie et la physiologie com- parees, tomo 2, pág. 361, 1857. (2) Méry, Observation sur la peau d’un pelican. (Mem. de lAcad. des Sciences, 1730, pág 433. (3) Owen, Proceed. of the Zool. Soc. of London. 1835, pág. 9. (4) J. Verreaux, en Froley. Du travail dans l’air comprimé , 1863, pág. 72. (5) Sappey, op. cit. , pág. 70. (6) Id., ibid., pág. 80. m de historia natural debió en 1862, á las atenciones de Mr. Bo- court, varios pelícanos de Siam; y como estaban muertos re- cientemente, he podido estudiarlos antes de que se levantase la piel para las preparaciones taxidérmicas á que se destina- ban. El examen exterior de una de estas grandes aves bastó para poder observar una especie de crepitación muy marcada al comprimir la piel en diversos puntos, fenómeno que indi- caba la presencia en tales partes de un gas: pero con el fin de facilitar la comprobación de los hechos, se colocó el cuerpo del animal en una cuba de agua, sumergiéndolo completa- mente antes de practicar incisión alguna; después se practicó una pequeña abertura en la piel del ala, por la cual salie- ron inmediatamente del tejido sub-culáneo varias burbujas de gas. No puede haber por consiguiente duda alguna res- pecto á la existencia de un fluido aeriforme en los huecos del tejido conjuntivo que en aquella parte del cuerpo liga los tegumentos con los músculos; pero todavía podría tra- tarse de averiguar si dicho aire procedía de los pulmones. Para ello se introdujo una sonda en la traquearteria del pelí- cano, estando sumergido, y un ayudante sopló para llenar los pulmones, con lo cual se hinchó el cuerpo del ave como de ordinario en semejante circunstancia y se escaparon muchas burbujas de aire por la pequeña incisión hecha en la piel del ala: en 'seguida se hizo una ligadura en el punto por el cual salía el aire, y se practicó otra abertura en la piel del muslo. El resultado fue igual: el aire que se introducía en los pul- mones salia por este sitio, y variando la posición de las aber- turas artificiales dispuestas de esta manera, pude convencerme de que pasa libremente, desde los pulmones y las bolsas mem- branosas que siguen á dichos órganos, al tejido celular sub- cutáneo, no solo en las cercanías del tronco, sino hasta en los dedos de los piés y en el estremo de las alas. No son bolsas neumáticas análogas á aquellas de que están rodeados los pul- mones en todas las aves, las que se estienden bajo la piel del pelícano, sino mas bien mallas de un tejido celular sub-eulá~ neo ordinario, en las que el aire penetra, y esto por medio de comunicaciones análogas á las que permiten siempre el paso del aire desde las bolsas membranosas á lo interior de los 16 TOMO XV. 242 huesos. Estos resultados concuerdan perfectamente con los ob- tenidos por Mr. Owen; y multiplicando mis observaciones, me he cerciorado de que en ellas nada había de accidental. Así es que el aparato respiratorio del pelícano no está formado solo por los pulmones y sacos neumáticos, como el del gallo, pato y avestruz: el aire inspirado, después de atravesar dichos ór- ganos, penetra en casi todas las partes del cuerpo, y el ave en su estado normal está hinchada, como poco mas ó menos se hincha artificialmente el tejido sub-culáneo de los cadáveres de los animales destinados al matadero para darles apariencia de gordura. La cantidad de aire que el pelícano puede guardar deposi- tada de esta manera es enorme. Después de haber hinchado el cuerpo de una de dichas aves soplando en su traquearleria, y de haberle sumergido en una cuba de agua, recogí el gas que por la compresión salía de las aberturas practicadas en diver- sas partes de la piel, y obtuve por este procedimiento diez li- tros y medio, quedando, sin embargo, todavía alguno en los huecos del tejido celular sub-culáneo, como también en los pulmones y en lo interior de los huesos. La gran extensión del aparato neumático nos da la expli- cación de ciertas particularidades de las costumbres que los viajeros han solido observar en los pelícanos, los albatros y algunas otras aves pelágicas. Sábese que todas estas grandes pal- mípedas son capaces no solo de nadar con suma facilidad, sino también de flotar en la superficie del agua sin ejecutar ningún movimiento, y que pueden descansar y aun dormir sobre las olas de un mar agitado. Efectivamente, la cantidad de aire encerrada en su cuerpo las hace específicamente mas ligeras que el agua, y les permite llevar un peso considerable sin su- mergirse. Así, en un experimento que he hecho para explicar- me la influencia de esta circunstancia, el cadáver de uno de los pelícanos que en el aire pesaba 4 kilogramos 150, y que pré- viamente se había hinchado soplándolo, pudo cargarse con un peso de 10 kilogramos y medio, sin que esto impidiese que continuase sosteniéndose en el baño en que se habia colocado. De modo que el peso del cuerpo del animal casi ha podido triplicarse sin que cesase de flotar en la superficie del agua. 243 En un tántalo, que tomé como término de comparación, los receptáculos aéreos, como sucede por lo común, no se ex- tendían mas que hasta la base de los miembros, y no comuni- caban con las celdillas del tejido conjuntivo sub-cutáneo; de manera que la cantidad de aire susceptible de ser contenida en el cuerpo era mucho menor, y en un individuo que pesaba 1 kil. 8Q0, se verificó la sumersión, añadiendo un peso de 1 kil. 700. Un agamí que pesaba 0 kil. 950, se sumerjia en el agua cargándole un peso de 50 gramos, pero después de in- flarle sostenía sin sumergirse 400 gramos; una especie de pato del peso de 340 gramos, después de inflado solo se sumergió poniéndole un peso de 500 gramos, es decir, vez y media mas considerable que el suyo propio. No es el pelícano la única ave entre las palmípedas, que se diferencie de las demás aves comunes por la difusión de los receptáculos aéreos, sino que, como ha observado Mr. Owen, el pájaro bobo ofrece alguna analogía con aquel bajo este punto de vista; pero examinando uno procedente de la colección viva del Museo, he visto que las cavidades neumáticas sub-cutáneas no se hallan dispuestas del mismo modo que en el pelícano. En toda la región pectoral apenas está adherida la piel á los músculos sub-yacentes, y el aire se reúne en receptáculos grandísimos, y cuyos límites se marcan perfectamente. La can- tidad total de gas que he extraído del cuerpo de una de dichas aves, préviamenle hinchada por introducción de aire en la traquearteria, era de unos 3 litros. Linneo refiere, según Jacquin, que en el kamichi del Pa- raguay, ave correspondiente al orden de las zancudas, pero parecida á una gallinácea por la pesadez de sus formas, se ob- serva que los muslos están como hinchados, y que cruje la piel bajo la presión del dedo por razón de la presencia del aire en- tre dicha membrana y los músculos. Ultimamente he tenido ocasión de disecar una de dichas aves tan raras (1), y desde luego he reconocido la exactitud de la observación que acabo (1) Este kamichi ( Palamedea chavaría) había sido traído de Montevideo, y regalado al Museo por Mr. Lasseaux. m de referir, comprobando en seguida que la especie de enfisema indicado por Linneo, era debido á una disposición anatómica análoga á la que había estudiado antesen los pelícanos. Efec- tivamente, el aire que penetra en la traqu.éartéria se esparce en el tejido celular sub-cutáneo hasta la punta de las alas y el eslremo de los dedos de las patas, como también en la cabeza y en todo el tronco; pero en esta ave no hay grandes recep- táculos neumáticos entre la piel y los músculos del pecho y del abdomen, como en el pájaro bobo, y por consiguiente las mafias del tejido celular están apretadas, y á pesar de la ex- tensión de las cavidades que el aire ocupa, la cantidad de di- cho fluido que he podido recojer en las diversas partes del organismo, en un individuo cuyo volumen era el de una gruesa pava, no pasó de 1 litro poco mas ó menos. Debe también notarse, que se hallan poco desarrollados los sacos aeríferos propiamente dichos, que nacen de los pulmones, y están casi completamente contenidos en la grande cámara visceral. En suma, vemos que las dudas suscitadas por muchos ana- tómicos sobre la existencia de la difusión del aire en el tejido celular sub-cutáneo en el pelícano y otros animales de la mis- ma clase, no son fundadas, y que en las tres especies en que se había observado esta anomalía, como en las aves comunes, llega el aire á las partes periféricas del sistema respiratorio por intermedio de la traquearteria y de los pulmones. Es probable que una disposición anatómica análoga á aquella cuyo estu- dio acaba de ocuparme relativamente al pelícano y al pájaro bobo, se encuentre en otras aves de alta mar, tales como los albatros; pero hasta ahora no he tenido á mi disposición los individuos necesarios para hacer observaciones y resolver la cuestión. FISIOLOGIA. Investigaciones experimentales acerca de la cuestión de las generaciones espontáneas . Tomado de una nota de Mr. Fao- MENTEL. (Comptes rendas, l.° agosto 1861.) Todo el tiempo que ha durado la discusión acerca de la antigua cuestión de las generaciones espontáneas, he presen- ciado desde lejos tan curioso debate, sin querer tomar parle en él, aunque hace más de 25 años que mis estudios micro- gráficos acerca de este asunto rae han permitido fijarme en una opinión determinada. En el dia, que los experimentadores se han retirado y probablemente no deben volver á entrar en liza, voy á dar conocimiento de un experimento que he hecho por primera vez en Estrasburgo hace 18 ó 20 años. La cuestión parece haberse simplificado en la actualidad: lo que en mi concepto separa á Mr. Pasleur de los heleroge- nistas, es la cantidad de aire contenida en los globos. MM. Ponchet, Joly y Musset censuran á Mr. Pasteur, porque pone su mezcla fermentescible en contacto con una pequeñí- sima cantidad de aire; y según ellos, si los globos confuviesen solamente 1 decímetro cúbico de aire, se obleudrian cons- tantemente y en todas partes producciones organizadas. El experimento que hice en otro tiempo, y cuyos detalles voy á dar, no permite semejantes objeciones, pues no es 1 centí- metro cúbico de aire el que pongo en contacto con la mezcla fermentescible, sino 1 metro, 2 metros cúbicos, etc. Mi apa- rato consiste en lo siguiente. Se llenan hasta las dos terceras parles seis recipientes de dos bocas: el primero con ácido sulfúrico; el segundo con ácido clorhídrico; el tercero con ácido nítrico rutilante ; el cuarto con agua destilada; el quinto con la mezcla fermentes- m cible; y el último, en fin, con mercurio. Entre el tercero y el cuarto se pone un tubo con amianto ó algodón cardado, y todo se une por medio de tubos que permiten al aire aspirado pol- la fuga del mercurio, pasar desde el primer vaso á los de- más. El que penetra en el primer globo, y que llega al quinto, ha atravesado por consiguiente el ácido sulfúrico, el clorhí- drico, el nítrico, el algodón y el agua pura; y al llegar al último globo ha debido ser privado de toda suslancia orgánica: y en efecto, si todas las bocas están bien enlodadas, puede dejarse funcionar el aparato por espacio de muchos meses sin que la mezcla del último globo experimente modificacio- nes apreciables. El éxito del experimento depende particularmente de la manera de operar: así es que antes de introducir la mezcla fermentescible en el frasco destinado á contenerla /es preciso hacer circular por todos los recipientes, durante cierto tiempo, una corriente de aire purificado, y después se introduce con prontitud en un tubo preparado para dicho efecto, que acabe de abrirse, la mezcla calentada en un globo de boca pequeña, cerrando inmediatamente el tubo. Observación de un sueño letárgico de largo período , y nuevas aplicaciones zoológicas de la teoría del sueño. Extracto de una memoria de Mr. Blandet. (Comptes rendus, 17 octubre 1864.) He tenido ocasión de observar tres veces en un mismo individuo el sueño de período largo. Mme. X...... alta y her- mosa muger de 24 años, había dormido por espacio de 48 dias seguidos á los 18 años, y durante 50 á los 20, después de su matrimonio en 1858: la desposada tuvo por consi» guíente una triste luna de miel, y en el espacio de estos 50 dias, 'guardó completa inmovilidad, insensibilidad y absti- 247 nencia , presentando un estado de contracción tal, que me vi obligado á sacarle un incisivo para introducir algunas cu» charadas de leche y de caldo, sus únicos alimentos. Por últi- mo, cuatro años después, el dia de Pascua de 1862, se la encontró dormida por la mañana, y no se despertó hasta la primavera siguiente, ó sea en marzo de 1863, á no ser por la interrupción que tuvo una sola vez tan largo sueño de un año, pues á los 8 dias de haberse dormido se despertó, bajó á casa de sus padres, se sentó á la mesa , comió, y volvió á caer definitivamente dormida sobre la silla. Era un singular y pro- fundo sueño, que no me atrevo á llamar catalepsia, palabra vacía de sentido, ni tampoco enfermedad mal definida, y con frecuencia simple suposición: mis honorables colégas MM. Se- galas, Dumeril, Darsonville, Puel , etc., pueden atestiguar la verdad de mi observación. Por espacio de un año entero, Mme. X renovó á mi presencia el letargo que presentaron otras dos jóvenes, Mac. Leod y Luisa Durand; es decir, la vida animal era nula, la vida orgánica buena , pero reducida al mínimum, con pulso lento, respiración casi insensible, evacua- ciones nulas, carnes hermosas y frescas, y hasta gordura, pero absoluta insensibilidad y contracción general. Tuve otra vez también que separar un incisivo para vencer la contracción de las mandíbulas; en la Luisa Durand hubo que arrancar un diente por la misma razón y poner los miembros inferiores en un aparato de fracturas para mantenerlos rectos é impedir su anquilosis. Se emplearon toda clase de excitantes al prin- cipio para despertarla, internos y externos, el ejercicio obli- gado, el paseo á la fuerza y en un carro, con la incomodidad consiguiente, y todo fué inútil. Con estos incesantes cuidados, el escelente padre de esta honrada familia contrajo un cán- cer del píloro que le arrebató en pocos meses, no pudiéndole hallar su querida hija menor al despertar. Su madre, que la cuidaba, contrajo también la afección cancerosa en un pecho, habiéndosela operado y curado antes que su hija desper- tase. Mejor enterado ya acerca de esta especie de sueño, rae guardaré bien en lo sucesivo de turbarlo, ni de combatir su saludable influencia, pues en los dos primeros accesos habia sido la terminación feliz de un delirio general anterior, y en 248 el tercero la de una gastritis de las más agudas é intensas, que le había precedido un mes antes. ¿Qué cosa es semejante sueño para gozar de tales inmunidades, para mantener la frescura y la gordura á pesar del ayuno de un año, y para juzgar y curar graves enfermedades? ¿Es por ventura el prin- cipio conservador, y aun la misma dinámica de la vida? Hay tres especies de sueño: diurno, anual, y metamórfico ó crisalidario. La segunda forma del sueño coincide, no con la revolución diurna, sino con la anual del globo; es el sueño del invierno. La invernación es el hecho de una causa aislada local: falta de las carótidas internas ó del ciego, magnitud del thymus ó del corazón, incoagulabilidad de la sangre, albu- minosidad de la bilis, anemia, hiperhemia, etc. No se debe al frió, pues el individuo que inverna se duerme á 15° cen- tígrados para despertarse á los 8 grados. No proviene de la falta de alimento, puesto que este abunda en el otoño y escasea en la primavera : el animal invernante se duerme al lado del alimento , en habitaciones calentadas y expuestas á la luz. El invierno parece ser la causa ocasional de la invernación, como la misma palabra lo indica : pero ¿por qué unos animales duermen y otros no? ¿Por qué los que más sien- ten el frió, velan, cuando los que están mejor cubiertos de pelo, como el oso y le marmota, duermen, y lo hacen algunos arvícolas, y no el de las nieves? Si la naturaleza adormece al animal para preservarle del frió, ¿por qué limitar este sueño á ciertos roedores? No lo necesitan estos animales, de monta- ñas altas y de estaciones rigurosas: tampoco tiene razón de ser la invernación en nuestros climas templados, donde ha degenerado debilitándose, en la muda, yen la emigración. No preserva de nada, no salva de nada, y sin embargo el he- cho existe. La invernación puede considerarse como un reslo, ó eco de algún fenómeno antiguo y general, que ha debido necesariamente producirse en los inviernos rigurosos de una época lejana, en que la animalidad hubiera sucumbido sin el entorpecimiento saludable en que la ha sumergido el principio de la vida. La invernación actual no es más que un efecto de la costumbre y de la periodicidad anual : se ha limitado á ciertas especies septentrionales, y acabará por extinguirse y m desaparecer. Tal es la lésis que hubiera sostenido yo ante la Academia, si hubiese tenido el honor de presentarme en con- curso para el premio propuesto en 1815 acerca de la causa primitiva de la invernación. TOXICOLOGIA. Envenenamiento por la aplicación de las hojas de tabaco sobre la piel. Noticia de Mr. Gallavardin , presentada por Mr. Bernard. (Comptes rendus, 1.® agosto 1864.) En la sesión del 11 de julio de 1864, el Dr. Namias ha comunicado á la Academia de ciencias una noticia en la cual refiere, «que un contrabandisla se ponía sobre su cuerpo desnudo hojas de tabaco, para no tener que pagar nada á la hacienda, y el tabaco mojado por el sudor , produjo un ver- dadero envenenamiento, que se curó mediante las bebidas al- cohólicas y el láudano.» Después de haber dicho que en este caso el tabaco produjo estremada debilidad del pulso, su pequenez, sudores fríos y desfallecimiento, añade Mr. Namias: «no tengo noticia de que haya sucedido otro caso semejante de envenenamiento por las hojas de tabaco aplicadas sobre la piel.» Sin embargo, he tratado de averiguar si la literatura mé- dica contaba otros hechos análogos, y he encontrado tres re- feridos en los periódicos de medicina en 1801, en 1844 y en 1854, que voy á recordar brevemente por su orden cronoló- gico. l.° Habiéndose cubierto el cuerpo de hojas de tabaco todos los húsares de un regimiento con objeto de defraudar á la hacienda, aunque todos eran grandes fumadores, experi- mentaron los síntomas siguientes: dolor de cabeza, vértigos y 250 vómitos. (Yon ÍIildenbrand , Journal der praktischen Arzenei- hunde und Wundarzneikumt von Hufeland , 1801, Bd. XIII, cah. I, p. 151.) 2. ° A consecuencia de la aplicación exlerna de las hojas de tabaco en una muger de 50 años, se observaron los fenó- menos siguientes de intoxicación: náuseas, vómitos espasmó- dicos, hipo, opresión y acceso de sofocación, postración exce- siva, frió en las extremidades, sudor frió y viscoso, miembros fríos y grau fatiga, pulso lento é intermitente. (De Meyern, Medicinische Zeitung vom Verein für Heilkunde in Preussen, 1844, n.° 8, p. 33.) 3. ° Habiendo aplicado algunas hojas secas de tabaco un- tadas de miel sobre los miembros de un labriego de 37 años de edad, robusto, pero que padecía un reumatismo crónico, se observaron los síntomas de intoxicación siguientes: dolor de cabeza, cara inyectada, vértigos, temblor de los miembros, náuseas, vómitos, pulso pequeño y algo acelerado. (Polk, Preussen Vereins Zeitung , 1854, 52.) Igualmente se han observado fenómenos de intoxicación: 1. ° Por la aplicación del zumo de tabaco sobre un exante- ma crónico del cuello. (Landerer.) 2. ° Por la aplicación externa del tabaco. (Truchses.) 3. ° Por fricciones hechas con el tabaco de fumar sobre las partes privadas de la piel. (Westrumb.) 4. ° Por la aplicación del zumo de tabaco sobre una úlcera tiñosa. (Walterhall.) 5. ° Por la aplicación de tabaco en polvo sobre una llaga del muslo. (Keshring.) 6. ° Por la aplicación de un linimento de manteca y tabaco sobre la cabeza de 3 niños atacados de tiña. (Keskring.) 7. ° Por haber envuelto los brazos, las manos, los muslos y piernas con trapos mojados en un fuerte cocimiento de ta- baco muy caliente. (Marrigues.) De las observaciones anteriores debe deducirse, que el ta- baco aplicado sobre la piel, denudada ó no, puede producir síntomas de intoxicación análogos á los que se observan en las personas que lo absorben por otras vias. VARIEDADES Sobre la gramínea llamada Dava en Filipinas. La Dava ó Mijo de Filipinas, que en la Flora de aquellas islas se considera igual al Mijo cultivado en Europa ( Panicum miliaceum, L.R porque su autor, el Padre Fr. Blanco, no vio la planta, ha llamado la atención del P. Fr. Llanos, corresponsal de esta Academia en Manila, y del estudio hecho se deduce que es en efecto una gramínea diferente. Pudiera en vista del dibujo remitido, creerse semejante á la Setaria itálica, Kunth, ó sea Panicum itali- cumt L., que se cultiva entre nosotros con el nombre de Panizo, y que algún autor coloca en el género Pennisetum; pero el P. Fr. Llanos, reco- nociendo perteneciente á este género la Dava de Filipinas, la refiere al Pennisetum alopecuroides, Spr-, que es el P. Linncei, Kunth, ó sea el Alopecurus indicus , L., especie dudosa y poco conocida desde los tiempos de Linneo, quien cita á Plukenet, t. 92, f. 5. Si á esta figura hubiéramos de atener- nos, y si la especie linneana fuese conforme á ella, difícilmente pudieran identificarse una y otra con la Dava de Filipinas: como quiera, la des- cripción del P. Fr. Llanos contribuirá á ilustrar este punto, y héla aqui para lograr el objeto. Pennisetum alopecuroides, Spr., foliis vaginantibus, vaginis orisque pilosis ensilormibus. Flores paniculati , paniculis coarctatis, spiciformibus , cilin- dricis, magniludine digiti, long. 1 decimetri et amplius. Calyx bifloras involucratus, setis multis, altitudine insequalibus, duplo flosculos supe- rantibus, bivalvis, valva altera basi squamula interiori aucta. Hermaphrod. Paleae 2 muticae, inaequales, inferior cóncava, superiorem amplectente. Stam. 3. Germen globosum. Stigmata penicilliformia. Corola neutra 1 val- vis. Cariopsis rotunda.— El autor advierte que Linneo determinó esta planta bajo el nombre de Alopecurus indicus, y que se cultiva en varias provincias, como Cebú, Batangas, Cavite y otras, y en el pueblo de Angat, en Bulacan. El grano es blanquecino. Experimentos sobre el desarrollo de las yemas; por Mr. P. Duchartre. Diversos botánicos han considerado que las yemas, cuyo desarrollo debe dar origen á los brotes anuales, constituyen cada una particularmente un individuo vegetal; de tal manera que una planta completa no es mas que la agregación de todos estos individuos reuni- dos en un conjunto único. ¿Pero esta individualidad orgánica en cuyo favor se hacen valer argumentos de tanto peso, lleva consigo la indivi- dualidad fisiológica? 0 en otros términos, ¿pueden las yemas vegetar y desarrollarse aisladamente, sin que ninguna de ellas ejerza influencia sobre el desarrollo de las inmediatas? Para experimentos de este género me ha parecido que la vid era la especie más ventajosa, porque la lon- gitud y flexibilidad de sus sarmientos permiten disponerla según lo exija la experimentación. Los hechos observados demuestran á mi parecer claramente la individualidad fisiológica de las yemas, y la influencia loca^ que ejerce el calor sobre el desarrollo de cada una en particular. Además, y fuera del objeto especial para el cual se han ejecutado, me parece que estos mismos experimentos suministran datos útiles para la dilucidación de algunas cuestiones interesantes de fisiología vegetal. l.° Generalmente se atribuye á la temperatura que la sávía toma del suelo una influencia notable sobre la marcha de la vegetación en las partes aéreas. Los ex- perimentos que acabo de referir no apoyan en mi concepto esta idea, puesto que demuestran que diferentes yemas de un mismo pie de vid se conducen absolutamente del mismo modo, bien provenga la sávia de un suelo frió ó de otro calentado artificialmente siempre que se haya expuesto á la misma temperatura del ambiente. Creo por consiguiente que la tem- peratura de la sávia no haya ejercido la menor influencia sobre las ye- mas. 2.° Los vegetales en los que la sávia está en movimiento, se ma- nifiestan por lo común más sensibles al frío, que aquellos en los cuales este líquido está casi en reposo. Era importante por lo tanto ver cómo se conducirían bajo la acción de las fuertes heladas los pies de vid sometidos á los experimentos, que parcialmente habían entrado en plena vegetación desde el principio de enero. El invierno de 1864 á 1865 fué muy favorable, para observaciones de este género: sus rigurosos fríos no han retrasado la vegetación de las partes de las vides que estaban en- cerradas en la estufa, y ha continuado el desarrollo en aquellas cuya sávia procedía de un suelo calentado, después de haber recorrido forzo- samente un gran trozo de sarmiento expuesto al aire frió, de un modo enteramente igual al observado en las que tomaban su alimento del ter- reno exterior expuesto á hielos persistentes. Sin embargo, ha ocurrido en estas circunstancias un hecho bastante importante y que debe llamar la atención : después de algunas noches muy frias, los brotes jóvenes, situados de manera que la sávia no podía llegar á ellos sin atravesar una porción de sarmiento expuesto á la acción de las heladas, han apa- recido marchitos por la mañana, como si el frió hubiese obrado mecá- nicamente sobre los tejidos que servían de conducto á este líquido, haciendo más débil su permeabilidad. Así es que aun hallándose los pies de vid en plena vegetación, han soportado fríos rigurosos, absoluta- mente lo mismo que los de los vidueños comunes que en gran número había cerca de aquellos en el jardín de Luxemburgo. 3.° No es fácil co- nocer la causa primera del desarrollo de la vegetación al principio de la primavera, sobre todo por la diversidad de acciones que parecen con- currir á este efecto único. Ante todo puede preguntarse si es la raiz la que, empezando á absor- ber con más abundancia en la tierra calentada por el suelo, produce el crecimiento de las yemas; ó bien si estas, escitadas por una temperatura más suave, obligan á la raiz á tomar del suelo los elementos de la sá- via que necesita. Me inclino á creer que en la naturaleza, lo mismo que en mis experimentos, deben las yemas sentir la influencia del calor, y por consiguiente entrar en actividad más temprana que las raíces, 253 para las cuales debe ser más bien una causa de retraso su situación en la profundidad del suelo. El cable telegráfico trasatlántico. En la actualidad van arro- lladas á bordo del Greal-Eastern unas 1.900 millas de cable, y muy pronto se cargarán en este gigantesco buque las 2.300 millas de la longitud total de él, á escepcion de los dos cabos que se lijan en la orilla, los cuales se están en fabricando en los talleres de Mr. W. T. Henley, en North-Woolwich. El extremo del cable trasatlántico es el mayor que se ha construido. Su interior se compone del cable principal que se halla rodeado de hilo de lana en suficiente cantidad para que pueda recibir 12 cuerdas de alambre de hierro, compuestas cada una de 3 hilos de cerca de un cuarto de pulgada de diámetro. El peso del cable completo es de cerca de 20 toneladas por milla: su diámetro 2J/4 pulgadas, se le hace disminuir gradualmente hasta su unión con el cable principal, en una longitud de más de 500 metros. Aún no se ha fijado en el puente del Great- Eastern la máquina para arrollar y desarrollar el cable, pero se ha colocado para ensayarla en los talleres de Enderley, en East-Greenwich. Su instalación á bordo empezará muy pronto; esperándose que el Great- Eastem podrá abandonar el Medway hácia el 25 de junio. La primera operación que hay que hacer es fijar el extremo del cable en la costa de Irlanda, lo cual se verificará por un buque particular de gran capacidad, y en el cual se arrollará tomándolo de los talleres de Henley. Se colocarán unas 20 millas de este cabo desde la isla Valencia, de modo que penetren en el agua hasta la profundidad de 500 brazas, y entonces el Great- Eastern unirá á esta punta el extremo de su cable, diri- giéndose hácia el Oeste, y llevando consigo la fortuna de dos vastas em- presas. El capitán Anderson, el más hábil comandante del servicio de la Compañía Cunard, ha sido elegido por unanimidad para mandar el Great - Eastern, distinción que puede temerse. El Almirantazgo ha dispuesto tam- bién otros dos navios, el Terrible y el Sphinx, el primero para indicar la ruta directa á través del Atlántico, pues en la brújula del Great-Eastern pro- bablemente habrá alteración por la influencia de la masa de hierro que llevará consigo, y el segundo, para prestar todos los servicios que sean necesarios. En la costa de Terra-Nova, el almirante Hope lleva instruc- ciones para destacar de la escuadra del Atlántico todos los buques que sean necesarios para auxiliar la operación cuando se aproximen á la bahía de la Trinidad. La fijación del cable por este lado se hará en Heart’s Contení por medio de un cabo de 8 millas de longitud que se sumerja á una profundidad de 200 brazas. El Great-Eastern empezará á de- sarrollar el cable hácia el 11 de julio, con una velocidad de seis nudos por hora, la cual se cree conseguir si se cumple el programa y todo marcha bien, pudiéndose esperar que se pongan en comunicación Europa y América ihácia el 26 de julio, por medio de un cable de 2.100 millas de longitud, cuyos gastos se han hecho en 1858. Efectos fisiológicos del tabaco, por el Dr. B. William Ri- chardson. Productos de la combustión del Tabaco. El autor describe un aparato, que realmente consiste en un fumador autómata, al cual por medio de un fuelle se le pueden hacer fumar pipas y cigarros de diferentes especies de tabaco, absorbiéndose á la vez el humo y sometiéndole al análisis. Los resultados de tales investigaciones le han conducido á la determinación de las sustancias siguientes, productos de la combustión del tabaco: 1° agua; 2.° carbono libre; 3.° amoniaco; 4.° ácido carbónico; S.° principio alcaloide llamado nicotina ; 6.° sustancia empireumática ; 7.° extracto amargo resinoso. Propiedades físicas de las partes constitutivas. El agua se halla en estado de vapor; el carbono en forma de pequeñas partículas suspendidas en el vapor de agua, y da al humo el color azul; el amoniaco en forma de gas combinado con el ácido carbónico; y el ácido carbónico, en parte libre y en parle combinado con el amoniaco. La nicotina es un cuerpo no volátil, un alcaloide que queda en la pipa; la sustancia empireumá- tica otro cuerpo volátil de naturaleza amoniacal, pero cuya verdadera composición se desconoce: es la que da al humo su olor particular; se adhiere fuertemenie á los tejidos de lana, y cuando está concentrada es casi intolerable. El extracto amargo es una sustancia resinosa de color oscuro y sumamente amarga , probablemente un cuerpo compuesto que tiene por base un alcaloide; no es volátil, y llega arrastrado al tubo de la pipa en forma fluida. Variaciones en las diferentes especies de tabaco. Existen grandísimas varia- ciones en las diversas especies de tabaco. El tabaco natural, que no ha experimentado fermentación, da muy poco carbono libre, mucho amo- niaco, mucho ácido carbónico, poca agua, nada de nicotina ó en cantidad excesivamente pequeña , una pequeñísima cantidad de vapor empireu- mático, y otra también pequeñísima de extracto amargo. El tabaco lalakieh da los mismos productos; el ojo de ave de Bristol ofrece grandes cantida- des de amoniaco y muy poca nicotina; el tabaco turco suministra mucho amoniaco; el shag da abundantemente todos los productos; y puede decirse otro tanto de los cigarros habanos puros. El cavendish varia considera- blemente: algunos ejemplares que se habían secado con rapidez, eran casi tan sencillos como el latakieh; otros, que estaban húmedos, han dado todos los productos en gran abundancia. El piglail suministra cada uno de los productos con mucha abundancia. Los cigarrilos suizos dan canti- dades enormes de amoniaco, y muy poco el manila. Efectos fisiológicos de los compuestos antes citados. El vapor de agua es ino- fensivo.* el carbono se adhiere á la membrana mucosa é irrita la garganta: el ácido carbónico es narcótico si se introduce en los pulmones; el amo- niaco deseca y ataca la membrana mucosa de la garganta, y aumenta la salivación; absorbido en la sangre la hace muy fluida, y produce cierta irregularidad en los corpúsculos de la misma; y cuando ha sido absorbido en gran cantidad, produce todavía la supresión de la secreción biliar y da color amarillo á la piel, escita y después disminuye la acción del cora- zón, y produce nauseas á los fumadores jóvenes. Parece que la sustancia empireumática es la mas negativa en sus efectos, pero da al humo del tabaco un sabor particular, lo cual hace tan desagradable el aliento de los fumadores de profesión. Los que fuman con limpieza no absorben casi nunca la nicotina, y únicamente afecta esta á los que fuman teniendo el cigarro en la boca, ó en pipas sucias saturadas de sustancia oleosa. Sus efectos, cuando es absorbida, son muy perjudiciales, pues produce palpitaciones, temblores é irregularidades en la acción del corazón, tem- blor é instabilidad de los músculos en general, y gran postración; pero no produce náuseas ni vómitos. El extracto amargo ocasiona náuseas y vómitos cuando es absorbido; él y la nicotina se reciben disueltos en la boca, y producen sus efectos, bien por la absorción directa de la misma, ó bien porque son tragados y trasportados al estómago imperceptible* mente. Modo de fumar. Resultan grandes diferencias del modo de fumar. Los que usan largas pipas de arcilla limpias, sienten únicamente los efectos de los cuerpos gaseosos y del carbono libre; las pipas de madera y las que tienen tubos de vidrio son perjudiciales, y mucho más las puntas de cigarro. Para tener completa seguridad debe arrojarse el cigarro cuando se ha quemado hasta la mitad, y todo cigarro debe fumarse con una boquilla porosa. Realmente, el fumar cigarros es mas perjudicial que fumar en cualquier clase de pipa: la mejor es la que se llama narguiller ó larga de arcilla, y después de esta la de espuma de mar. Una pipa de espuma de mar con la boquilla de ambar y el tubo de arcilla, suscep- tible de quitarse y sustituirse con otro, al precio de medio penique (5 céntimos), es la mas saludable que puede emplearse. No han producido resultado los ensayos que se han practicado para fabricar pipas que condensasen el aceite, debiendo ser demasiado grandes é incómodas para conseguir el efecto. No es de poca importancia para el fumador cuidar de la manera de hacerlo, pues aunque en fuerza de la práctica se habi- tué á fumar con una pipa corta y sucia, al fin no deja de causarle inco- modidad, sin producirle ninguna ventaja ni placer, á ménos que haya adquirido la costumbre de caer en un verdadero atolondramiento. Lo que se llama suave influencia del tabaco, puede conseguirse, sea con una pipa limpia y porosa, ó con un cigarro bien hecho, mejor que por un sistema mas violento ó peligroso: conviniendo que sea pasajero el mal producido. Desecación de las flores y conservación de sus colores naturales. Para conservar las flores secas con sus colores naturales, es preciso ante todo procurarse una caja con tapa de corredera: se le quita el fondo, y se pone inmediatamente bajo la tapa una tela metálica media- namente fina. Se busca en seguida casi tanta cantidad de arena como la caja pueda contener, y se tamiza para privarla de toda clase de polvo; se lava, y cuando está seca, se echa en un caldero, en el cual se calienta agitándolo todo constantemente, y echándole media libra de estearina por ciento de arena. Es menester cuidar de que la arena se mezcle en pro- porción igual con la estearina; pero no debe añadirse demasiada, porque calentándola en seguida se depositaría en el fondo y dañaría á las flores. Si se trata de secarlas sin hacerlas perder sus colores, se procede del modo siguiente: se pone la caja con la tapa hácia abajo, se echa sobre el tejido metálico cerca de una pulgada de espesor de arena preparada, y se colocan en seguida con precaución las flores que se quisieran con- servar, añadiendo sucesivamente toda la arena que se necesite para mantener las hojas y las ramas en su posición natural sin tocarse mu- tuamente, pero cuidando de que por todas partes se hallen rodeadas de arena. Llena la caja de esta manera se le aplica el fondo y se pone en un parage caliente, y con preferencia sobre un horno de tahona ó pastelería, dejándola poco más ó ménos por espacio de cuarenta y ocho horas. Se quita en seguida con mucha suavidad la corredera, dejando que caiga por el tamiz la arena á un recipiente colocado debajo, y si entre las hojas han quedado algunos granos de ella, se consigue qui- tarlos golpeando con cuidado las paredes de la caja. Las flores conser- van de esta manera perfectamente sus colores naturales, aunque esten enteramente desecadas, y con un poco de práctica podrá conseguirse suficiente destreza y calcular el tiempo que exije la desecación. Así constituyen ya las flores un artículo de comercio; pero pueden además hacerse con ellas ramilletes, coronas, etc., ocupación predilecta de las jóvenes y también de las señoras. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) =o» Editor responsable, Ricardo Rüiz. N.° 5.° — REVISTA DE CIENCIAS.— Í/ot/o de 1868. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. El Observatorio de París y sus astrónomos , desde su fundación hasta nuestros dias ; por Mr. Camilo Flammarion. (Cosmos, 26 julio 1865.) i. Cuando el curioso, parisiense ó provincial, se dirije á nues- lros magníficos boulevares, á nuestras extensas alamedas, ó á los jardines y bosquecillos que adornan hoy la antigua Lutecia, le dominan y cautivan las seducciones de un mundo dedicado por completo á rendir culto á las apariencias. La severidad de los monumentos que los siglos pasados nos han trasmitido , desaparece ante el brillo de los nuevos edificios: según la ley general, lo más brillante oculta lo más oscuro. La riqueza , la elegancia , el lujo que se ostentan en los paseos, por el dia y aún mejor por la noche; los ruidos interminables que pueblan la atmósfera; los alegres saludos, los diversos espectáculos que á cada paso se encuentran, lodo en fin se reúne en el confuso murmullo de la Babilonia moderna. Pero si dirigiendo su marcha al sur de la Capital, atravesando el Sena, y el clásico, ó por mejor decir, el romántico barrio Latino , detiene sus pasos bajo los verdes arcos del Luxemburgo, y sube hasta la alameda del Observa- torio, le parece que un país nuevo se ofrece á sus miradas. Esto no es París, y así es que los habitantes del barrio diceu 17 TOMO XV. cuando bajan al Sena, que van á París. En el fondo de la alameda silenciosa se levanta un edificio colosal, sombrío y severo, flanqueado por dos torrecillas, y cuya fachada no ha visto nunca el sol. Allí está en pie el Observatorio mudo y negro tan sólido ó más que la torre de Babel. Dando la vuelta se descubre, al través de los conventos del arrabal de Santiago, otra de sus fachadas; pues, como Jano, dios del calendario, este coloso tiene dos caras, una dirijida hácia la luz, y otra hacia la noche. La fachada re- cuerda el estilo de Luis XIY. Aunque siempre vela, el gigante parece dormido en medio de su barrio solitario; y supuesto que nuestros juicios generalmente se fundan en las apariencias, sucederá que el paseante dando vuelta á la ruidosa ciudad, olvidará bien pronto la sombra por la claridad, el silencio por el ruido, la soledad por la vida. El mundo adquirirá su impe- rio sobre sus pensamientos, detenidos por un momento; y cuando el edificio misterioso haya desaparecido de sus miradas, le reemplazarán, cautivando su atención, otros mucho más be- llos. Parece que ha atravesado en un instante por el país de la ciencia, y que ha vuelto al de la imaginación, mejor dis- puesto que nunca á rodearse de imágenes. Esta pequeña reflexión de un curioso, es la historia del éxito que las obras de imaginación obtienen, con perjuicio de las obras del saber. Todo el mundo se acuerda de Moliere y del Caballero al- deano, de la Fontaine y sus fábulas , de Yoltaire y de Cándido, de Lessage y de Gil Blas; pero ¿quién se acuerda de Auzout, de Picard, de Roemer, de los Maraldi, de La Hire, de La Caille, etc.? Estos autores no han hecho ménos que los pri- meros para el adelantamiento del espíritu humano; y sin embargo, durante su vida como después de su muerte, no re- cibieron más que una recompensa muy inferior á la que alcanzaron los literatos. Se ha observado el aislamiento á que se hallan condenados muchos sábios desconocidos como lo son sus obras solitarias; por el contrario, la popularidad aclama con trasporte las obras de imaginación. Estas merecen toda la preferencia del público, dice Mr. Maury, porque la imagina- ción se hace la favorita de nuestras facultades; halaga nuestras 259 pasiones, entretiene nuestras ilusiones, lisonjea nuestras es- peranzas y favorece nuestras antipatías. La razón que reina en las ciencias, tiene algo de impía y dura, á veces seca é imperiosa, que desagrada, ó al menos que cansa. Otra circuns- tancia añade popularidad á la literatura: la mitad del género humano, es decir, las mujeres, obedecen más á los caprichos de la imaginación que el otro sexo. Con pocas excepciones, las inteligencias femeninas, aun las más distinguidas, llegan á la verdad, no por la lógica sino por el sentimiento; todas tienen algo de artistas, y carecen del espíritu verdaderamente científico. Así sucede con la mayor parle de los hombres, que no reflexionan que el valor científico es el fondo de todo pro- greso, y que la literatura considerada en sí misma, sería una vana palabra si no tuviese por fundamento el juicio y la razón. No tenemos aquí que discutir si la ciencia podría hacer- se más agradable; si merece alguna parte de las censuras que suscita su aislamiento; y si los sábios no son séres in- completos, cuando se obstinan en guardar una reserva tan obstinada. Si su alma se dejase á veces llevar por el sen- timiento; si consintiesen en levantar los ojos hácia el cielo de la poesía, más biemque declarar doctoralmente que dicho cielo no es más que una tela de araña, quizá la humanidad reconocida escucharía su palabra civilizada con mayor aten- ción. Pero sin entrar en esta discusión, que nos llevaría muy lejos, debemos proclamar imparcialmente que los hombres de que acabamos de hablar no merecen el olvido en que se les va teniendo. Ellos vivieron en el origen de las ciencias posi- tivas, prepararon las vias, trazaron los surcos, inauguraron la era brillante del progreso de que hoy se gloría el espíritu hu- mano, Tienen por consiguiente el mérilo de haber dado los primeros pasos, y la mayor parle de ellos fueron operarios mucho más laboriosos que sus sucesores de hoy. Inspirados por un vivo deseo de instruirse, llevados por el anhelo de sa- ber, estudiaron, no para conseguir honores sino para apren- der; algunos de ellos no conocieron más ambición que la de penetrar los misterios de la naiuraleza, y esparcir los cono- cimientos útiles entre las masas del pueblo; otros no tuvieron 260 más aspiración que dedicar su vida á estudios tranquilos. La posteridad los ha olvidado. Desde luego nos parece que es interesante examinar en particular esta série de sabios, cada uno de los cuales ha he- cho adelantar algunos pasos la ciencia de las cosas celestes; juzgar su valor recíproco, ahora que han enmudecido los ecos que en otro tiempo despertaron; y tratar de saber si enton- ces, como ahora, la gloria ruidosa debe tener algún contacto necesario con el verdadero mérito. ¿No suministra la historia una enseñanza útil sobre los hombres y sus tiempos, y de es- ta apreciación relativa, puede desprenderse el elemento ab- soluto que constituye el valor del ánimo? Quizá este bosquejo de los representantes de la astronomía suscite alguna obje- ción ; quizá se nos pregunte desde luego si la historia del Observatorio y de sus astrónomos, comprende la de todos los astrónomos franceses; y si no hay fuera de esta série, ilustres ó, al ménos, sábios discípulos de Urania. Todavía no lo sabe- mos; pero las investigaciones siguientes, sin duda nos lo en- señarán. Si no hubiese astrónomos fuera del Observatorio, ten- dríamos á la vez la dicha de hacer la historia de un estable- cimiento y la de una ciencia: si los hubiese, conseguiríamos la ventaja de demostrar el valor exacto de una creación ofi- cial, y la manera con que ha sido regida, sus cualidades ó sus defectos, su utilidad ó sus inconvenientes. Empezamos imparcialmente nuestras investigaciones, dispuestos siempre á hacer justicia á las instituciones y á los hombres útiles; pero nos preparamos también para que se haga por sí misma la crítica de las cosas malas. Consideraciones particulares nos precisan ai estudio analítico del Observatorio y de sus indi- viduos. Nos parece que hay siempre en la contemplación his- tórica cierto aspecto curioso, producido por la sucesión de las cosas, y que la série de los hechos bastaría por sí sola para interesarnos. Generalmente nos agrada descender desde Fara- mundo á Luis XVI, desde San Pedro á Pió IX, siguiendo el encadenamiento secular de las obras humanas: los anillos de la cadena se tocan demasiado cerca para que nuestra atención pueda distraerse por falta de objeto; y la observación suce- siva le crea siempre un elemento nuevo. En virtud de un in- m terés análogo que concedemos á las antigüedades históricas, es como deseamos conocer la genealogía de los señores de un castillo feudal; como queremos saber por qué manos ha lle- gado hasta nosotros un objeto precioso que nos pertenece; y cómo, soñando al pie de las antiguas y derruidas torres, nos preguntamos cuántas generaciones han visto pasar y estin- guirse. Al penetrar hoy bajo las resonantes bóvedas del Ob- servatorio, deseamos saber con un interés aún más legítimo, qué pasos son los que han precedido á los nuestros; de qué experimentos han sido testigos estos gigantescos muros; quié- nes son los que subiendo por la estrecha espiral del norte ó sea por la escalera monumental, se pasearon por la plataforma, y dejando á sus pies el murmullo de los vivos, sondearon los mundos desconocidos que giran, en el dia como siempre, por la tranquila profundidad de los cielos. En la época en que se fundó el Observatorio de París, que fué en la segunda mitad del siglo XVI í, no existía aun la astronomía práctica de precisión. Verdad es que eran co- nocidas las grandes leyes del universo; ya el espíritu humano se había elevado sobre las apariencias engañosas, y había conquistado el verdadero sistema del mundo; pero la parte práctica de la ciencia vacia todavía en sus condiciones ele- mentales, y la teoría no había salido de un círculo de inicia- dos independientes. A mediados del siglo XVI murió Copér- nico, teniendo entre sus manos ya desfallecidas el primer ejemplar del libro De revolutionibus orbium cwlestium. Tycho- Brahe, Keplero y Galileo habían muerto en la primera mitad del siglo XVII, después de haber promulgado el segundo las leyes fundamentales de la nueva astronomía. Huygens y Hevelius llegaban á la decrepitud, pero Newton crecía. Era el siglo destinado á la afirmación de la verdadera ciencia, pero no hacia más que empezar esta era. Al mismo tiempo que avanzaba la aurora de la astrono- mía, se extinguía el crepúsculo de la astrología en sus últi- mos fulgores. Verdad es que todavía reinaban algunos astró- logos; pero su reinado, en otro tiempo absoluto, no era ya más que una ficción continua, y la pompa que quedaba á su po- derío, solo consistía en un aparato que no daba esplendor á la magestad que desaparecía, y solo era un vesligio de ella. Las gentes cultas empezaban á avergonzarse por la credulidad en esta ciencia misteriosa. El papa Sisto V había dado contra los astrólogos su motu proprio, el cual causó más efecto que las ordenanzas del preboste de París: se consultaba á los astrólogos ocultándose; y aunque Enrique IV había mandado venir públi- camente al astrólogo Lariviere cuando nació Luis XIII, en cambio, cuando Ana de Austria dió á luz á Luis XIY estuvo oculto en una habitación el astrólogo Marín, para sacar el horóscopo del futuro rey. Sin embargo, como en los siglos anteriores, hubo en este muchos procesos de hechicería, y fue- ron sentenciadas muchas personas á la hoguera, á la rueda, y al tormento de primero y segundo género. Los parlamentos castigaban siempre con rigor á los hechiceros, pues se decía que existían, como por mucho tiempo existirán. El mismo año de la fundación de la Academia de Ciencias se hacían todavía pronósticos como el siguiente. «Los que na* cen bajo ei signo de Mercurio tienen largos cabellos, cara larga, frente grande, ojos hermosos, nariz larga, dientes y dedos largos: son de mediana estatura, y delgados; apasionados por las artes, tanto liberales como mecánicas; y de tempera mentó cálido, seco y húmedo. Los que nacen bajo la influen- cia del Sol tienen cabeza grande, cabello crespo, ojos aza- franados y rojos, boca ancha, cuerpo carnoso; son blancos aunque mezclado el color con algo del de limón ó rojo, son devotos en apariencia, pero la mayor parte hipócritas y mal- vados. Saturno es también un planeta principal; pero pesa- do, frió, diurno, seco, nocturnal y malévolo, al cual se atri- buyen las fiebres largas, cuartanas y cuotidianas, la parálisis, la gota, abscesos, tumores, obstrucciones del hígado, ictericia, hemorroides dolorosas, hérnias, cólicos, etc....... Queremos prescindir del resto. En la misma época decía otro también. «Las conjunciones de Saturno con Mercurio producen muchos males (]); con (1) El Pronosticador caritativo, que trata de los movimientos, naturaleza y miradas, etc., por el Sr. de la Martiniere. París, 1066, m Marte ocasionan prisioneros de guerra, inclinan á hacer mo- neda falsa , y á asesinar al marido de la mujer que se ama; con la Luna hacen que se encierre á las personas en los calabozos para la magia y otras operaciones ocultas, con peligro de que mueran allí desesperadas, y hace que se casen los monjes (1), etc. No queremos abusar de la paciencia de nuestros lectores. Basta esto para que formen una idea de las miserias y nece- sidades de que blasonaba la astrología en la época á que nos referimos. La llamada ciencia judiciaria debía desacreditarse completamente ante las demostraciones evidentes de la astro- nomía, y muy pronto los astrónomos debían dejar de ele- varse, como Tvcho y Keplero, sobre los restos de la astro- logía, viéndose libres desde su cuna de sus tendencias. Par- ticularmente los cometas perdieron, no su prestigio sino su significación, merced á los descubrimientos de Halley y á los trabajos de Cassini. Encontrándolos el primero sujetos á las mismas leyes que los planetas, los privaba así de todo carác- ter de influencia en el destino de los sucesos humanos; ob- servando el segundo cierto dia que la predicción de un señor italiano no convenia con el suceso por una falta de cálculo, se libraba por sí mismo de toda credulidad. Hasta esta época se habia creído ver en los cometas signos de malos pre- sagios, y aun en el siglo último inspiraban un gran terror á los marineros normandos, aunque José de Maistre proclama también que la astrología no es absolutameute quimérica: cometas, planetas, conjunciones, figuras simbólicas, coinciden- cias cabalísticas, han caído, á Dios gracias, en el oscuro arsenal de los edificios desmembrados de la antigua ignorancia. La magia, la alquimia, pertenecen á prácticas fundadas sobre fenómenos fisiológicos y patológicos apénas vislumbrados entonces por los médicos; y sobre combinaciones cuyo análisis no se habia hecho por los químicos, conservarán todavía para la mayoría su poder y su prestigio. Pero la astrología está (1) La Geomancia y la Neomancia de los antiguos , por el Sr. de Salerno. París, 1688. 264 bien muerta, y de ello podemos congratularnos en el renaci- miento del siglo XVII. La ciencia experimental deja traslucir su valor; á ello la obligan la fuerza innata que posee, y la solidez de sus con- quistas futuras: dejándose de sueños se dirije á la realidad, apela á la observación; quiere en lo sucesivo que todas las páginas de los archivos del saber se escriban después de consultarla, y las primeras victorias que consigue, proclaman su necesidad. Por una coincidencia histórica providencial, la Francia tiene la dicha en esta época de tener á su cabeza hombres que comprenden la oportunidad de las conquistas científicas, y que se hallan en posición de darles soberana- mente cuanto necesitan. Llegamos al apogeo del siglo de Luis XIV, siglo justamente así apellidado, porque el gran rey, aunque fuese insignificante tanto en literatura como en cien- cia, y aunque se ostentase lleno de orgullo y de egoísmo sobre su brillante trono, tendrá siempre la gloria de haber escu- chado á Colbert, y de haber comprendido el porvenir reser- vado á las instituciones científicas. La creación de las Aca- demias, además de la Francesa y la del Observatorio, fueron uno de los primeros actos de su mayor edad. (Se continuará.) QUIMICA. Sobre una propiedad del azufre . Nota de MM. Montier y Dietzenbacher , presentada por Mr. Ch. Sainte-Glaire Deville. (Comptes rendus, 13 febrero 1865.) Ono de nosolros ha demostrado (1) que el azufre calentado 1 con de yodo, se vuelve, al enfriarse, blando, plástico, y en gran parle insoluble en el sulfuro de carbono. Acabamos de reconocer que varias sustancias orgánicas, la naftalina, la parafina, la creosota, el alcanfor y la esencia de trementina, modifican el azufre de la misma manera que el yodo. Calen- tado el azufre con un peso de estas diferentes sustancias, que 1 1 varia desde — - á — , se vacia de modo que forme una capa delgada sobre una placa de porcelana ó de vidrio, con lo cual después de frió se obtiene una pasta negra, blanda, plás- tica, dúctil, que pasa con mucha lentitud al estado ordinario del azufre duro y quebradizo. Algunas porciones de alcanfor (1) Comptes rendus, tomo 56, pág, 39. 2GG operan con facilidad la modificación del azufre. Por pequeña que sea la proporción de alcanfor empleado, aquel retiene mucho ménos todavía, y una parte del alcanfor se evapora durante el experimento. El azufre tratado por el sulfuro de carbono deja un residuo insoluble, cuyo peso puede elevarse hasta los dos tercios del de azufre, y produce octaedros de color rojo oscuro. Por el contrario, el aceite y la cera suministran un azufre blando, enteramente soluble en el sulfuro de carbono. La temperatura á que es preciso poner el azufre para obtener tales modificaciones, varia con la naturaleza de las sustancias que se agreguen á él: el alcanfor produce esta modificación á una temperatura de 230°, la cual se mide poniendo el globo en un baño de aceite; la naftalina y la esencia de trementina no producen esta modificación más que á una temperatura mucho más elevada, que no hemos podido medir. Hemos creido que el carbono de la sustancia orgánica de* sempeñaba el principal papel en esta modificación del azufre, y hemos examinado la acción del negro de humo, del carbón de azúcar y del vegetal sobre el azufre, calentando una parle de carbón con 1.000 de azufre. El resultado es el mismo que en los experimentos anteriores; blandura y plasticidad, ¿inso- lubilidad parcial en el sulfuro de carbono. El carbono dise- minado en la masa del azufre le comunica un color azul negruzco ó enteramente negro; si la cantidad es algo consi- derable, se produce con mucha lentitud el enfriamiento. El carbono modifica las propiedades del azufre á una tem- peratura de 270°. Calentando á esta temperatura, en el mismo baño de aceite, azufre solo y agregado con carbón, se observa una diferencia muy sensible: el azufre solo queda en estado viscoso, mientras que el que contiene carbón adquiere una gran fluidez. Calentando repelidas veces el azufre modificado por el carbono, y dejándole enfriar cada vez, se hacen mucho más sensibles las cualidades físicas particulares á esta modi- ficación. El carbono, las sustancias orgánicas ricas en él, el yodo y los cuerpos de la misma familia que se diseminan con la 267 mayor facilidad en el azufre fnndido á consecuencia del tem- ple, ¿abandonan lentamente calor al azufre, y este cuerpo adquiere de tal manera las propiedades físicas particulares, que persisten por un tiempo baslante dilatado? Si se aceptase esta opinión, podría compararse dicha ac- ción con la del carbono respeclo del hierro en las fundicio- nes y aceros; considérese ver en estas modificaciones del azufre de las fundiciones ó de los aceros de azufre , y en el carbono, el yodo y los cuerpos análogos, las sustancias acerantes del azufre. QUIMICA APLICADA * Nuevo método de valuación de los sul furos. Extracto de una nota de Mr. Yerstraet, presentada por Mr. Pelouze. Tenemos el honor de ofrecer á la Academia un nuevo método de valuación de los sulfuros por el nitrato de cobre amoniacal. Es importante conocer la valuación de los sulfuros alcali- nos en una multitud de operaciones industriales y comercia- les; conocimiento no menos necesario al consumidor que al fabricante. Así, en la compra de las potasas brutas indígenas que resultan de la calcinación de los residuos de las remolachas, es necesario que el refinador tenga á su disposición un método rápido de valuación de los sulfuros, á fin de cerciorarse de que el producto que compra, por su riqueza alcalina, medida por el alcalímetro, es más bien carbonato y no sulfuro potá- sico. El salitre está en el mismo caso. En la fabricación del carbonato de sosa por el procedi- miento de Leblanc, el conocimiento exacto de la cantidad de m los sulfuros contenidos en las diferentes operaciones, es indis- pensable á cada momento para dirigir bien el trabajo, pues la cualidad y la blancura de las sales dependen casi siempre de la calidad más ó ménos considerable de los sulfuros conte- nidos en la sosa bruta, ó que se han desarrollado durante la lixiviación, bajo la influencia de la temperatura y del tiempo más ó ménos prolongado durante el cual ha quedado la sosa en contacto con el disolvente. El conocimiento exacto de los sulfuros, es por consiguiente aquí de una necesidad absoluta. Pero una de las condiciones indispensables para que la valuación del sulfuro pueda hacerse ventajosamente en las fábricas, es que el procedimiento sea muy sencillo, fácil y rápido, y sobre todo, al alcance de los vigilantes, no teniendo todas las fábricas á su disposición químicos experimentados. Se han propuesto ya varios sistemas ; uno de los más rá- pidos es el de Mr. Leslelle, que valúa los sulfuros por medio del nitrato de plata amoniacal y en presencia de una canti- dad de Az H3 bastante grande para retener en disolución todas las sales de plata , además del sulfuro. Este procedimiento, aunque rápido, tiene sin embargo ligeros inconvenientes; en primer lugar, es difícil en el comercio procurarse plata fina, y ¡no hay en todas las fábricas químico capaz de prepararla; en segundo lugar son necesarias filtraciones sucesivas al fin de la operación, para juzgar exactamente de los últimos vestigios de sulfuro. Es imposible que, en manos inexpertas, no se ha- yan experimentado algunas pérdidas durante estas diversas filtraciones. Hemos tratado de evitar todos estos inconvenientes, á fin de poner el procedimiento al alcance de los vigilantes y de lodos los contramaestres, y esperamos haber llegado al objeto que nos habíamos propuesto. Para la preparación del líquido normal , hemos reempla- zado la plata por el cobre. La cantidad de cobre necesario para la valuación del sulfuro variará evidentemente, según la naturaleza del sulfuro que se podrá apreciar. Pero supongamos que se trata de la valuación del sulfuro de sodio. Gomo Mr. Pelouze lo ha demostrado en su Memoria sobre el método de valuación tan sencillo y tan exacto del cobre por 269 una disolución de sulfuro de sodio, el sulfuro de cobre que se produce por la doble descomposición que se verifica cuando se hace obrar una disolución de sulfuro de sodio sobre otra de nitrato de cobre amoniacal, á las temperaturas comprendidas entre 50 y 90°, no es el sulfuro CuS, correspondiente al mono- sulfuro de sodio NaS, sino más bien un oxisulfuro, CuO, 5 CuS. Para obtener una valuación exacta, será por consiguiente necesario operar siempre entre las temperaturas de 50 á 85 grados; cuyo resultado se obtendrá fácilmente aun durante la ebullición de los líquidos, teniendo cuidado de reemplazar de cuando en cuando el amoniaco que se desprende de ellos. Si el líquido es siempre amoniacal, la temperatura no pasará del término de 75°. Será fácil cerciorarse de ello, sumergiendo una ó dos veces el termómetro en el líquido. Antes de preparar el líquido normal, es preciso tener cui- dado de cerciorarse de la pureza de las sustancias que deben entrar en su composición. Se prepara disolviendo 9sr,737 de cobre en unos 40 gramos de ácido nítrico. La disolución, privada por la ebullición del ácido hiponítrico, se halla mez- clada con 180 á 200 gramos de amoniaco, y se añade agua de manera que se obtenga exactamente 1 litro de líquido. El cobre debe estar privado de metales extraños, y disol- verse completamente en el ácido nítrico sin dar ningún pre- cipitado con el amoniaco; y como indica también Mr. Pelouze, el precipitado de oxisulfuro CuO, 5 CuS, que se forma cuando se hace obrar en caliente una disolución de nitrato de cobre sobre otra de sulfuro de sodio, no debe tener acción sobre una pequeña cantidad de nitrato de cobre amoniacal, y si decolorase al líquido, sería un indicio de la presencia de metales extraños en el cobre. Ensayo de una sustancia que contenga sulfuro de sodio. La cantidad de sustancia que hay que tomar para hacer el ensayo, debe necesariamente variar según la misma cantidad de suh furo que esta sustancia contiene. Para obtener una determina- ción rigurosa, se debe en lo posible reducirla á una cantidad tal, que bajo un volumen dado de disolución, no contenga más que de 0&r,10 á 0sr,20 de sulfuro. Supongamos que se trate de la determinación del sulfuro 270 en una sosa bruta: se toman para el ensayo 10 gramos de sosa, que se pulverizan groseramente, y se tratan con 250 centí- metros de agua; se deja todo en digestión por espacio de cerca de una hora, agitándolo de cuando en cuando para activar y favorecer la disolución de las materias solubles. Se filtra para separar el residuo insoluble, y se toman para el ensayo 50 centímetros cúbicos del líquido filtrado, que represente 2 gra- mos de sosa bruta. Se introducen estos 50 centímetros cúbicos de disolución en un matraz pequeño de la capacidad de unos 150 centíme- tros cúbicos, y se añaden 25 á 30 gramos de amoniaco puro: se calienta el globo en una lámpara de alcohol hasta la ebu- llición, que en el amoniaco se manifiesta entre los 50 y 60°, entonces se echa en la disolución hirviendo, y por medio de una probeta graduada dividida en décimas de centímetro cúbico, la disolución normal de nitrato de cobre amoniacal. Se agita y se hierve de cuando en cuando para facilitar la reunión del depósito de oxisulfuro de cobre. Al fin de la ope- ración solo se echa el líquido normal gota á gola, y calentán- dolo después de cada adición. En este caso se perciben lije- ras nubes, primero negras y después amarillentas, que se elevan desde el fondo del globo para esparcirse en la masa del líquido. Cuanto más se acerca el término de la operación más lijeras son estas pequeñas nubes, y ménos coloreadas, por consecuencia de la menor cantidad de sulfuro de cobre que contienen. Inmediatamente que han desaparecido completa- mente estas pequeñas nubes, la disolución, bajo la influencia de una gota de líquido normal de cobre, adquiere una ligera tinta azul, que es el indicio del fin de la operación. No hay más que leer entonces sobre la probeta el número de divisio- nes de líquido normal empleado, para conocer exactamente la cantidad de sulfuro contenido en la sosa bruta. Suponga- mos que se hayan necesitado 6CC,5; como cada centímetro cúbico representa 0®r,01 de monosulfuro puro y seco, los 6ec,5 ó los 50 centímetros cúbicos de disolución de sosa, que representan 2 gramos de sustancia, que contienen 0er. 065 de sulfuro, equivalentes á 3,25 por 100. Nunca las sosas buenas contienen más que de 0,2 á 0,4 de sulfuro. 271 Se ve fácilmente cuándo el ensayo va á terminar, pues la disolución, que después de añadidas las primeras porciones del líquido normal había tomado un color verde sucio, y que se alteraba á consecuencia de la suspensión en el líquido del precipitado de oxisulfuro de cobre, se aclara inmediatamente: el sulfuro se deposita con más facilidad, y se reúne en el fondo del globo en ligeros copos negros. Con un poco de costumbre se llega fácilmente á apreciar y valuar cantidades de sulfuro excesivamente pequeñas, ó. cerca de Ü8r,001. El ensayo dura cerca de 8 á 10 minutos. Para simplificar también el procedimiento y hacerle más rápido, preparamos un líquido normal de sulfuro de sodio, de modo que 1 litro de él saturase exactamente otro de lí- quido normal de cobre. De este modo, si en un ensayo cual- quiera de sulfuro de sodio se excede del término de la preci- pitación, añadiendo demasiado líquido de cobre , es siempre fácil volver á la determinación exacta, y corregir el ensayo sin verse obligados á empezarle de nuevo. Valuación del sulfuro de potasio. La valuación del sulfuro de potasio se hace de la misma manera que la del sulfuro de sodio; pero en vez de emplear para la preparación del líquido normal de cobre 9sr,7B7 de cobre puro, no se emplearán más que 6e'‘,880. QUIMICA METALÚRGICA. Constitución del acero. (L’Institut, 14 junio 1865.) La Academia Real de Bélgica había propuesto un premio para esta cuestión: ¿Cuáles son los elementos esenciales que entran en la constitución de los diferentes aceros que produce m la industria, y cuáles las causas que Ies imprimen sus propie- dades características? Ya hemos dado á conocer el resultado de este concurso, anunciando que se había concedido el pre- mio al capitán Mr. Carón, cuyas investigaciones se han ex- puesto detalladamente en nuestro periódico. No obstante, nos parece de interés reproducir aquí el informe que se ha dado en la sección de ciencias, y cuyas conclusiones han servido de fundamento para conceder el premio. De las dos memorias que se habian presentado al con- curso, en la 1.a no había el autor comprendido la cuestión, y la comisión cree que no debe tener los conocimientos quími- cos necesarios para tratarla; por el contrario, la 2.a ha pare- cido una de las obras más notables, y Mr. Slass, uno de los comisionados nombrados para ser jueces del concurso, se ex- presa así respecto de ella. «Antes de entrar en el examen de la cuestión, expone el autor las investigaciones que han ocasionado dudas en el áni- mo de los químicos con motivo de la composición del acero. El capitán Mr. Carón había probado por experimentos muy exactos y hábilmente combinados, que en el procedimiento de cementación se produce el acero por la influencia de los cianuros que se forman en las cajas de cementación por la acción del nitrógeno sobre el carbón que contienen los álcalis. Mr. Fremy va más lejos, sentando la idea de que el nitrógeno no solo es necesario para la cementación industrial, porque sirve para trasportar el carbono en la masa ferruginosa, sino porque es cuerpo acerante. Según él, el nitrógeno forma parte de los elementos esenciales del acero; opinión que, como se ve, cambia radicalmente las que tenemos acerca de la com- posición de este cuerpo »La opinión de Mr. Fremy adquirió crédito entre muchos químicos, aunque no demostrase por medio de experimentos analíticos que al convertirse el hierro en acero adquiere nitrógeno, más de lo que Marchand ha demostrado que existe en ciertos hierros y ciertas fundiciones. Tal era el estado de nuestros conocimientos, cuando la Academia propuso como tema del concurso la cuestión del acero. «Entre los metalurgos que contradijeron la opinión de m Mr. Freray, y que la combatieron con pruebas en la mano, debe citarse la opinión del capilan Mr. Carón, cuyos estudios sobre el acero son indudablemente las investigaciones más notables de la metalurgia científica. Este sabio oficial demos- tró que el gas de los pantanos puede acerar el hierro dulce á falla del ázoe. Mac-Instosh habia demostrado ya la posi- bilidad de llegar á este resultado por medio del gas del alumbrado. «Con el fin de aclarar la intervención del nitrógeno en la aceración del hierro, el autor de la Memoria ha hecho experi- mentos directos, cuyos resultados no pueden dejar duda al- guna. Se corló una barra de hierro de Rusia en tres pedazos, el primero se conservó en estado natural, el segundo se ca- lentó en un cemento potásico, y el tercero en un cemento amoniacal. »De estos tres pedazos, préviamente limpios y limados en la superficie, se tomaron algunas virutas sacadas con una máquina de cepillar, las cuales contenían en nitrógeno lo siguiente: Núm. 1. Hierro sin preparación. Nitrógeno. 0,00011 Núm. 2. Id. con cemento potásico 0,00010 Núm. 3. Id. con cemento amoniacal. ...... 0,00030 «Los números 2 y 3 se fundieron y vaciaron, y después de haberse forjado y limpiado en la superficie, se tomaron algu- nas virutas, que se analizaron: Núm. 2. Fundido Nitrógeno. 0,00010 Núm. 3. Id 0,00011 «Por estos números se ve que el hierro cementado con la potasa no contiene más nitrógeno que el mismo hierro no ce- mentado: pero que el cementado con el amoniaco ha absorbido cierta cantidad de nitrógeno (como por lo demás lo baria el hierro calentado en el amoniaco). Además se observa que ambos aceros (el que tiene potasa y el de amoniaco) contienen, después de la fusión, casi la misma cantidad de nitrógeno y 18 TOMO XV. 274 esta cantidad es igual á la que contenia el hierro de que provenían. »Estos experimentos establecen definitivamente, que el hierro no toma nada del nitrógeno en medio del cual se veri- fica la transformación de este cuerpo en acero. De esta manera se desvanecen las consecuencias industriales que se habían deducido de la opinión de Mr. Fremy. »Bien sé que el sábio químico opone á esta conclusión que el mismo hierro contiene nitrógeno, y que este interviene con el carbono para constituir dicho metal en estado de acero. Aunque esta objeción no me parezca muy fundada, creo que debe examinarse si hay medio de producir el acero por medio de un compuesto de hierro, en el cual sea imposible la existencia del nitrógeno. Con este objeto he reducido algunos resortes de acero fino al estado de óxido de hierro magnético, haciendo pasar vapor de agua sobre los mismos calentados al rojo por un tubo de porcelana vidriado, y continuando la corriente de vapor mientras se desprendiese hidrógeno. También reduje á la temperatura del rojo oscuro muy in- tenso el óxido de hierro producido por medio del gas de los pantanos obtenido por la acción del calor en una mezcla de acetato de sodio y de hidrato de sodio y de calcio. El gas se ha purificado al hacerle pasar por ácido sulfúrico dilatado, y se ha desecado por el cloruro de calcio. «Durante el tiempo de la reducción, que duró siete horas, se formó vapor de agua y una mezcla de óxido y de anhídrida carbónica, y al terminar la operación, recojí dentro de agua fria la masa metálica producida. El exámen á que la sometí me demostró que se componía de tres partes distintas: la pri- mera, que estuvo espuesta por más tiempo á la corriente de gas tetrahiduro de carbono , estaba casi esclusivamente for- mada de fundición blanca , muy quebradiza y sumamente dura, que disminuyó sensiblemente recociéndola convenientemente; la segunda, constituida por acero de grano muy fino de gran dureza, que recociéndola adquirió flexibilidad y maleabilidad; y por último, la tercera por hierro casi muy puro. «Debe admitirse como cosa probada, que el nitrógeno no es un elemento constitutivo del acero. Aunque se encuentre en un m gran número de aceros, como lo han demostrado primero MM. Marchand, Boussingault y Bouis, y después MM. Grahaín Sluart y W. Baker, existe en ellos accidentalmente en estado de impureza, como en los hierros, en muchas fundiciones, y probablemente en otras sustancias metálicas. Sábese que el hierro es incapaz de unirse directamente con el nitrógeno: el autor de la memoria que analizo, atribuye con mucha razón la presencia de este cuerpo en tales metales á la existencia del titano, que se encuentra en los minerales que les producen; titano que cuando se reduce pasa al estado de nitruro, y en este estado se disuelve en las fundiciones, en los hierros y en los aceros. »En el segundo capítulo examina el autor la influencia de los Cuerpos que con más frecuencia se encuentran en el acero del comercio. Con tal objeto estudia sucesivamente la acción del carbono, del silicio, del boro, del azufre, del fósforo, de ciertos metales sobre el hierro, y demuestra que el carbono, el silicio y el boro no ejercen la misma influencia. Los car- buros de hierro se endurecen por el temple y se ablandan sensiblemente por el recocido: el siliciuro y el boruro de hierro se hallan desprovistos de esta propiedad, y además el silicio y el boro conducen al rojo el carbono de su combina- ción con el hierro, y después del enfriamiento de la masa, se halla casi lodo el carbono en estado de grafito. El azufre y el fósforo, ciertos metales, como por ejemplo el estaño, el zinc y el aluminio, que se unen con el hierro y no con el car- bono, obran sobre el carburo de hierro, como lo verifican el silicio y ,el boro. Estos hechos, de los cuales muchos son ad- quiridos hace tiempo por la ciencia, tienen una importancia mayor para el estudio del acero; después el autor de la me- moria se apoya largamente en ellos para explicar las -cuali- dades ó los defectos que ofrecen ciertos aceros del comercio. »El autor expone en seguida el papel que desempeñan ciertos metales, como por ejemplo el manganeso y el tungs- teno, que pueden unirse con el hierro al mismo tiempo que el carbono. Demuestra que estos cuerpos, que por sí mismos no tienen ninguna propiedad acerante, no excluyen este metaloide de las fundiciones, de los hierros y los aceros. Insiste sobre m ia acción del manganeso en las fundiciones grises. En efecto, introducido este metal en cantidades convenientes en dichos cuerpos, los trasforma en fundición blanca; y la razón es muy sencilla: porque determina al carbono que se halla en estado de libertad á entrar en verdadera combinación con los dos metales á la vez. Esta combinación no puede contrariarse por el enfriamiento, en contra de lo que se observa respecto de las fundiciones más puras, que dejan depositar por un en- friamiento conveniente, la mayor parte del carbono en estado de grafito. El papel del manganeso no se limita á esta acción: en una atmósfera oxidante elimina, arrastrándolos consigo, el silicio y el azufre, enemigos ambos irreconciliables del buen acero. »El conocimiento exacto de la influencia ejercida por el manganeso sobre la naturaleza de las fundiciones es debido al capitán Mr. Carón, que ha establecido analíticamente la causa de los hechos fijados hace mucho por la práctica indus- tria!. El uso, en la fabricación de las fundiciones destinadas á la preparación' del acero, de las pretendidas fundiciones ace- rantes de los metalurgos, que no son más que fundiciones manganesíferas, halla así su explicación racional, y de esta manera nos vemos libres de una palabra que jamás ha debido lomarse en boca de un químico. » Después de haber dado el autor la verdadera definición del acero, y haber juzgado las inexactas nociones introducidas muy modernamente en la ciencia con motivo de este cuerpo, examina por último su constitución y sus variedades indus- triales; estudiando con tal objeto la influencia de los agentes que se emplean para trabajar este metal, los cuales son el calor, el martillo, el temple y el recocido. Demuestra que el calor y las diferentes acciones mecánicas, imprimen cada una de las propiedades particulares al metal, y modifican al mismo tiempo su naturaleza física y química. «De manera que el acero templado, el templado y reco- cido en las circunstancias comunes, y el templado y mante- nido por espacio de mucho tiempo al rojo y enfriado después muy lentamente, se conducen de diverso modo por la acción de los ácidos. m » El acero templado intacto se disuelve en frió, como es sabido, en el ácido clorhídrico concentrado sin residuo carbo- noso: el mismo metal después de recocido deja un residuo carbonoso, soluble en caliente únicamente en el ácido clor- hídrico concentrado: el acero templado mantenido por espacio de mucho tiempo al calor rojo, y enfriado lentamente , deja un residuo carbonoso, insoluble aun en caliente en el ácido clorhídrico concentrado. .Es por consiguiente manifiesta la influencia del calor solo sobre el estado en que existe el carbono en el acero. Este metaloide combinado como está con el hierro en el acero templado y en el templado y reco- cido en las circunstancias comunes, se separa indudable- mente del hierro cuando se ha mantenido el acero por espa- cio de mucho tiempo al calor rojo, para no volverse á unir bajo la influencia del temple. »E1 martillado produce una acción inversa de la del calor, y rehace, en parte al menos, lo que el movimiento calorífico ha destruido: reduce el carbono al estado de combinación, ó al ménos á un estado tal que, bajo la influencia del temple, se combine el metaloide con el hierro. Los templados sucesivos obran como un martillado prolongado bien entendido, cuando la naturaleza del acero empleado es capaz de soportarle. »De todos estos hechos puede deducirse, dice el autor de la Memoria, que entre los agentes empleados en el trabajo del acero; los unos, como el calor demasiado elevado ó prolongado por mucho tiempo, propenden á producir la separación del hierro y del carbono; otros, como el martillado y el templado, pueden hasta cierto punto reformar la combinación destruida, ó al ménos reducir lodo el carbono á un estado tal que pueda combinarse con el hierro por la influencia de un temple bien hecho. »De este modo se explican las prácticas industriales en el trabajo de los aceros, y las observaciones conocidas con mo- tivo de la deterioración de este metal en el trabajo. »La mayor parte de los hechos que acabo de enunciar su- cintamente, han sido probados analíticamente por el capitán Mr. Carón en sus excelentes estudios sobre el acero. »E1 autor termina esta parte de su Memoria por la expo~ m sicion de los efectos producidos sobre el carburo de hierro del acero por los diferentes cuerpos que en él se encuentran accidentalmente y que con justa razón considera como extra- ños á su composición esencial. De aquí deduce las consecuen- cias lógicas de los principios que ha sentado en la segunda parte de su trabajo, con motivo de la influencia del silicio, del azufre y del fósforo sobre el carburo de hierro. He dicho antes que estos cuerpos tienen la propiedad de eliminar una porción del carbono del carburo de hierro, y que lo poco que dejan tiene mucha tendencia á separarse en estado grafitoso. Explica también los ensayos infructuosos de cementación de los hierros fuertemente silíceos, sulfurosos ó fosforosos, y la instabilidad de los aceros obtenidos por medio de estos malos hierros. Sábese en efecto que estos aceros se destruyen en las condiciones en que se conservan intactos los buenos. Tal es por consiguiente, según el autor, la causa primera de los aceros de mala calidad , y particularmente de los aceros silíceos; pues se reconoce que el azufre y el fósforo, además de la acción de eliminación que ejercen sobre el carbono, imprimen á los aceros los defectos que comunican al mismo hierro, defectos que son tan considerables, que los fabricantes de acero hacen todos los esfuerzos posibles para separarlos del metal que se proponen trasformar en acero. »E1 autor trata por último lo que debe entenderse por un buen acero. Demuestra que los aceros más estimados en el comercio son los más puros; no contienen nunca más que vestigios de silicio, de azufre ó de fósforo, y casi siempre ves- tigios de manganeso. »La falta de cantidades notables de materias que propen- den á eliminar el carbono, y la presencia de vestigios de man- ganeso que producen el efecto de retenerle, constituyen por consiguiente á su parecer la condición esencial de un buen acero. «Después de haber reflexionado maduramente sobre esta exposición, me parece imposible no participar de tal opinión. »La memoria termina por un resumen en el cual el autor recapitula los diferentes puntos que ha tratado: así demues- tra que la opinión emitida por Mr. Fremy respecto del nitro- 27!) geno como elemento esencial del acero no es fundada, pueslo que demuestra que el hierro, al pasar al estado de acero, no loma ningún vestigio de nitrógeno más del que ya contenia, aun cuando no contenga ninguno de los álcalis que han inter- venido con el nitrógeno para llevar el carbono al seno del hierro: atribuye la presencia de este nitrógeno en ciertos ace- ros, á la existencia de vestigios de nitruro ó de nitro- carburo de titano, que se encuentran en los hierros y en las fundicio- nes que sirven para la fabricación de los aceros. Según él, el acero se halla esencialmente compuesto de hierro y carbono, como hace mucho tiempo que está admitido, y debe sus cua- lidades ó defectos á dos causas diferentes, ligadas entre sí. 1. ° »Al estado del carbono en el metal. 2. ° «A la naturaleza del cuerpo ó cuerpos extraños que le manchan. «Siempre que un acero es bueno, su carbono puede, por la influencia del templado, combinarse con el hierro, y dar un metal duro y quebradizo, que por medio del recocido se hace flexible y elástico. «Cuando un acero se ve que es malo después de haberle calentado varias veces, es porque se ha quemado el carbono ó se ha separado del hierro, y entonces el temple no puede regenerar la combinación del hierro y del carbono. Esta separación es debida á la presencia de cuerpos extraños, y especialmente del silicio, que impide la combinación de ambos cuerpos. Dan además al metal propiedades ó defectos diferen- tes según la naturaleza y cantidad de impurezas que se hallan en él. «Tal es la análisis fiel de la memoria sometida á mi exá- men. Creo absolutamente exactos todos los hechos que se han consignado en ella, y participo enteramente de las opiniones que el autor ha deducido. Conocemos por lo tanto definitiva- mente la naturaleza de los buenos y los malos aceros; la in- dustria, por consiguiente, podrá conformarse en lo sucesivo con las deducciones seguras de la ciencia, en la fabricación y trabajo de este metal. «He dado á esta análisis mucha extensión, á fin de permi- tir a la Academia formarse por sí misma una opinión del 280 valor de este trabajo; he querido justificar así la proposición que tuve el honor de hacerla. En mi opinión, esta Memoria resuelve la cuestión según se ha propuesto, y todos los puntos oscuros se han dilucidado con un talento y sagacidad admi- rables. Incontestablemente es el resúmen coordinado de lar- gos y gloriosos trabajos, expuestos con una sencillez y cla- ridad que realzan doblemente su mérito. He dicho y repelido varias veces, que los elementos de la solución de los princi- pales problemas, tratados en esta Memoria, se han lomado de las magníficas investigaciones que el capitán Mr. Carón ha publicado sucesivamente hace cuatro años sobre el acero. »Se observa que el autor, para conformarse con las pres- cripciones del reglamento, que excluyen del concurso á los que se dan á conocer, de cualquiera manera que sea, ha dejado en una oscuridad calculada la cuestión de saber si está en su derecho empleando estas investigaciones para su trabajo, imitaré su reserva para no hacer imposible la misión que se me ha confiado, y me limito por consiguiente á proponer á la Academia, adjudicar la medalla de oro á la Memoria cuyo lema es: Citius emergit veritcis ex error e quám ex confusione. » METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de abril de 1865. La primera década de abril fué bastante anubarrada y revuelta, poco ó casi nada lluviosa, y generalmente templada. El barómetro experimentó un descenso de 8mm desde el dia !.° al 3, una subida de alguna mayor amplitud del 3 al 5, y frecuentes, aunque pequeñas, oscilaciones luego. El termo- 281 metro señaló la mínima temperatura en el dia 4, en cuya tarde lloviznó con viento frió del N. Y la veleta osciló entre el E. S. E. y el O. S. O. en los 2 primeros dias; pasó en los 3 y 4 al N. 0., N. y N. E.; se conservó en este último rumbo en los 5 y 6; y por fin , volvió á oscilar entre el S. E. y el S. O. La segunda década, no solo fué nubosa como la anterior, sino muy húmeda y lluviosa, algo tempestuosa en los dias 13 y 19, pero de temperatura bastante apacible. El barómetro descendió, sin interrupción casi, desde el dia 11, en que marcaba 710mm de presión, hasta el 18, en que señalaba 702. Y el viento, ondulante y débil, sopló generalmente del S„ S.O.yN. 0. En la tercera década se diferenció muy poco el temporal del que reinó en la segunda; habiendo continuado encapotado el cielo, y lloviendo ó lloviznando casi sin cesar. La tarde del 24 fué particularmente tempestuosa, pues á cosa de las cinco sobrevino de repente por el S. E. una nube, que se extendió con rapidez por lodo el cielo y despidió en breve tiempo un abundante aguacero, acompañado de truenos y relámpagos y algo de granizo menudo, y disipada la primera aparecieron otras dos nubes por el S. y S. O., que se corrieron hacia el O. y N. O., sin descargar en esta localidad. Las oscilaciones barométricas fueron en todo este tiempo de muy pequeña amplitud; la temperatura apénas difirió de la correspondiente a las dos décadas precedentes; y los vientos, nunca violentos aunque sí un poco fuertes al final, continuaron soplando del S. E., S. y S. O. DIAS. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 CUADRO 282 BAROMETRO. Am A. máx. A. míu. mm mm mm 710,83 712,00 709,92 705,36 708,12 703,06 702,28 702,91 701,31 705,51 710,23 703,16 712,74 714,32 710,05 711,90 714,09 710,23 708,30 709,94 706,85 707,45 709,11 706,25 710,15 711,85 709,11 709,95 711,39 708,22 709,70 710,38 708,78 708,11 709,64 706,97 705,71 706,67 704,69 704,69 705,32 703,85 705,53 706,19 704,41 703,22 704,97 701,79 703,01 703,90 702,30 702,76 703,98 701,87 705,16 705,78 704,46 704,50 705,68 703,54 702,16 702,58 701,51 702,53 704,15 701,79 707,13 708,98 705,58 708,97 709,72 708,17 708,83 709,59 707,74 708,62 709,34 707,43 706,76 708,20 704,77 704,67 705,00 704,44 704,08 704,64 703,34 705,99 706,69 705,33 TERMOMETRO. i T 1 m T. máx. T. mín. 0 11,1 19°7 0 0,7 13,2 19,9 5,0 10,4 16,7 6,0 7,1 12,7 3,2 11,3 18,4 2,2 14,7 21,9 5,0 14,5 22,3 5,8 12,7 18,9 7,2 13,1 17,5 7,0 12,7 19,5 5,8 12,2 17,0 7,8 15,5 23,5 6,7 12,7 16,4 9,0 13,0 16,9 10,3 14,6 21,9 8,8 12,9 16,8 9,7 13,3 18,9 7,0 14,0 21,9 6,5 15,6 23,8 8,6 12,5 15,0 9,6 11,5 15,2 9,8 10,6 13,2 8,2 12,4 18,2 7,0 13,5 20,2 9,1 15,6 20,4 10,2 16,9 22,4 8,8 17,2 24,8 10,4 12,4 19,3 9,9 12,3 17,0 8,4 13,3 17,2 9,3 •283 PRIMERO, PSICRO METRO. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. 1 NUBES. DIAS. 61 mm 6.1 mm 4,1 mm )> S.E-S.O. 2 1 59 6,6 4,0 » E.S.E. -0,8.0. 7 2 59 5,5 4,3 » O.N.O. 7 3 76 5,6 4,1 2,1 N.O-N.N.E 7 4 64 6,2 4,8 » N.E. 2 5 53 6,3 3,9 » N.E. 0 6 54 6,5 4,4 » N.E-S.S.O. 4 7 61 6,5 3,4 )) s.s.o. 10 8 63 6,9 2,6 ,) S. (var.) 9 9 65 7,0 4,2 » S.S.E. 8 10 84 8,8 1,5 0,9 S. 8 11 69 8,9 5,6 » S.S.O. 2 12 94 10,2 0,1 6,5 Variable. 10 13 95 10,6 0,6 6,9 S.O. 9 14 87 10,8 2,5 2,5 N.N.O. 9 15 92 10,2 0,9 8,4 S.S.E. 10 16 86 9,7 2,3 0,2 o.s.o. 4 17 84 9,9 3,0 » S.O. (var.) 8 18 71 9,2 3,6 0,3 N. N.E. -S.S.O. 7 19 95 10,3 0,2 7,2 S.S.E. 10 20 96 9,6 1,0 11,9 S.O. 10 21 96 9,2 1,2 9,7 N.N.O. 9 22 86 9,2 1,7 3.6 s.s.o. 9 23 91 10,3 2,5 12,1 s. 9 24 77 10,1 2,9 » s. 5 25 75 10,7 2,6 » S. (var.) 6 26 75 10,5 4,3 2,5 SE. 5 27 91 9,8 1,7 2,6 S. 7 28 90 9,5 2,2 0,4 O.S.O. 6 29 77 i 8,8 4,7 » O.S.O. 5 30 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*), mm mm mm mm Ain á las 6 m 708,92 705,77 705,98 706,89 Id. á las 9 709,22 706,04 706,23 707,16 id. á las 12 708,46 705,51 705,88 706,62 Id. á las 3 t, 707,35 704,49 705,31 705,72 Id. á las 6 707,30 704,46 705,47 705,75 Id. á las 9 n. ............ 708,72 705,23 706,38 706,78 Id. á las 12. 709,15 705,17 706,57 706,96 A,„ 708,45 705,24 705,97 706,55 A. máx. observadas (1) 714,32 710,38 709,72 714,32 A. mili, observadas (2) 701,31 701,79 701,51 701,31 Oscilaciones extremas 13,01 [ 8,59 8,21 13,01 Oiri diurnas I 3,58 1,98 1,88 2,48 0. máx. (3) 7,07 3,18 3,43 7,07 0. mín. (4). ............... 1,60 1,32 0,56 0,56 (1) Dias y horas de la observación. . 5—12 n. 11-9 m. 24-9 n. 5-12 n. (2) Id . ... ... 3 3 t. 16 — 6 t. 21— 3 t. 3— 3 L (3) Dias de la observación 4 16 27 4 (4) Id 3 19 28 28 O Ax=706lll,u,57 + 0,55 sen.(a; +200° 4') +0,44 sen. (4® + 148° 49')- m CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tm á las 6 m. . . . 5o, 8 9o, 6 10°, 4 8o, 6 Id. á las 9 11 ,2 13 ,3 13 ,7 12 ,7 Id. á las 12 16 ,0 16 ,1 16 ,2 16 ,1 Id. á las 3 t 17 ,3 17 ,3 16 ,8 17 ,1 Id. á las 6 14 ,6 15 ,0 14 ,2 14 ,6 Id. á las 9 n 10 ,9 12 ,8 12 ,3 12 ,0 Id. á las 12 8 ,8 11 ,3 11 ,5 10 ,5 12 ,1 13 ,6 13 ,6 13 ,1 Oscilaciones 21 ,6 17 ,3 17 ,8 24 ,1 T. máx. al sol (1) 30 ,6 34 ,7 33 ,8 34 ,7 Id. á la sombra (2) 22 ,3 23 ,8 24 ,8 24 ,8 Diferencias medias- 8 ,4 6 ,9 7 ,0 7 ,4 T. mín. del aire (3). 0 ,7 6 ,5 7 ,0 0 ,7 Id. por irradiación (4) —2 ,3 4 ,0 5,5 -2 3 Diferencias medias 2 ,6 1 A 1 ,1 1 ,7 Oin diurnas. 14 ,0 10 ,8 9 ,7 11 ,5 0. máx. (5) 19 ,0 16 ,8 14 ,4 19 ,0 0. mín. (6) 9 ,5 5 ,4 5 ,0 5,0 (1) Dias de la observación (2) Id..... (3) Id (4) Id 7 7 1 1 1 4 19 19 18 17 y 18 12 20 27 27 , 23 2fi 27 22 19 27 1 1 X 22 (6) Id . (*) Tx=12°,55 + 4,15 sen. (x -f 46° 51') +0,90 sen. (2a; + 73° 37'). 286 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*) . Hm á las 6 m 84 96 95 92 Id. á las 9.. 64 88 87 79 Id. á las 12 50 79 80 70 Id. á las 3 t 48 80 75 67 Id. á las 6 53 78 85 72 Id. á las 9 d 61 87 87 78 Id. á las 12 71 92 89 84 H. media 61 86 85 77 O Hx = 79,2 -j- 12,0 sen. (# + 219° 150 + 2,5 sen. (2 x + 274° 340. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm á las 6 m 5,8 8,6 8,9 7,8 Id. á las 9 6,4 10,0 10,0 8,8 Id. á las 12 6,7 10,6 10,7 9,4 Id. á las 3 t 7,0 11,4 10,4 9,6 Id. á las 6. 6,4 9,7 10,2 8,8 Id. á las 9 n. 5,8 9,6 9,2 8,2 Id. á las 12 6,0 9,1 9,0 8,0 Tn media 6,3 9,9 9,8 8,6 o TJ = 8»™ ,53 + 0,89 sen. (a? + 57° 230 + 0,23 sen. (2 x + 70° 00- c/a ra CUADRO QUINTO. Anemómetro.— Horas que reinaron los 8 vientos principales . .... 52 . E. 73 18 . E. . 82 Dirección de la resultante. . . 22° S.O. Intensidad (horas) 245 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . 209 S. 0 161 0 55 N. 0 70 Evaporación media. 2tBn\8 Id. máxima (dia 12) 5 ,6 Id. mínima (dia 13) 0 ,1 Dias de lluvia . , 16 Agua recogida 77nm\8 Id. en el dia 24 (máx.) 12 ,1 Dias despejados 4 Id. nubosos 14 Id. cubiertos 12 Dias de calma 0 Id. de brisa 6 Id. de viento 22 Id. de viento fuerte 2 CUADRO SEXTO m <*> o ■o * O os « §í O O «s "5S s* 1 1 cc a ^ri^íO®lrH|>rH tí a r-" ®í so so" o© r- so" t> z Q <5 O ^COOÍOS^SO^HCO a 5= oooi>«ooi>xr' a as z o gOlCO^sO^O 0© t"« aS a os" i— " oc os" es o© r« a H < tí a H tí ©O ©í ^ O© •ai oí -r-¡' a Cu r“i r—i t—i *rH th S a H ! i z ©OSOtísOOCOCOO© o aO©lOCOifCCi©^ GO ^ so" r-í" t^- r-" -s^ *=*" ©c a Ox-iOOOOOO tí CU r— r- ir- r-« r-* r- C/3 O Uh .H .W O .O z Sz; .W 'tú #o a £ ¡¿ cf) cri 7¿ c» a z o osoo©osoo©o©o© a .<< *■* <3^ >• tí a C/3 tí Q Miguel Merino. 289 n JARDIN BOTANICO DE IIADRID. Plantas floridas durante el mes de abril de 1865. En la primera década. Diclylra spectabiüs, DC, Viburnum Tinus, L. Viburnum Lantana, L. Cerastium arvense, L. Coronilla Emerus, L. Iris germánica, L. Syringa vulgaris, L. Syringa pérsica, L. Syringa josiksea, Jacq. Alyssum saxatile, L. Alyssum campestre, L. Isatis tinctoria, L . Erodium ciconium, Willd. En la segunda década . Poeonia mollis, Anders. Poeonia peregrina, Mili. Symphytum tauricum, Willd. Fraxinus excelsior, L. TOMO XV. 19 290 Aquilegia vulgaris, L. Ranunculus acris, L. Cydonia vnlgaris, Pers. Lilliospermum purpureo-coeruleum, L. Papaver Rhceas, L. Papaver hybridum, L. Lilhospermum arvense, L. Photinia serrulata, Lindl. Anacyclus toraentosus, DC. Celtis australis, L Juglans regia, L. Pavía flava, DC. Geranium pyrenaicum, L. Erodium hymenodes, Lherit. Cotula aurea, L. En la tercera década . Scilla peruviana, L. Jasminum fruticans, L. Phillyrea angustifolia, L. Berberís vulgaris, L. Helianthemum croceum, Pers. Melandrium dicline, Wiilk. Laurus nobilis, L. Coriaria myrtifolia, L. Acer monspessulanum, L. jEsculus Hippocaslanum, L. Cratsegus Aronia, Bosc. Asperugo procumbens, L. Lonicera tatarica, L. Evonymus lalifolius. Mili. Salvia verbenaca, L. Borrago ofíicinalis, L. Anchusa üalica, Retz. Linum perenne, L. 291 Fraxinus Ornus, L. Viburnum Opulus, L. Pinus Pinaster, L. Pinus alepensis, MÜL Ceraslium tomentosum, Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de mayo de 1865. Húmeda, lluviosa y generalmente tranquila fué la primera década de mayo. En los 3 primeros dias se conservó la at- mósfera turbia y anubarrada; sopló con mediana fuerza el viento, ora del S. O., ya del N. O., como sucedió en el resto del mes; osciló el barómetro alrededor de 708mm, y la tem- peratura llegó á 21°, 22° y 26° á la sombra, y hasta 30° y 35° al sol. En el 4 se encapotó casi por completo el cielo y comenzó á llover; y en los sucesivos, hasta el 9 inclusive, continuó lloviendo ó lloviznando, con viento suave del S. ó S. O., escasa presión, temperatura de 10° á 12°, y aspecto tempestuoso á veces. En el 10 se rasgaron accidentalmente las nubes, arreció el vienlo, aumentó la presión, y cesaron por breve término las lluvias. En la segunda década se conservó la atmósfera muy anu- barrada hasta el dia 17; sopló suavemente, y casi sin inter- rupción, el viento del S. O.; la presión osciló entre 704 y 706ram, y la temperatura media entre 13° y 18°, y lloviznó á menudo, habiéndose presentado en la larde del 14 una nube tempestuosa por el S. y S. E., que se disipó sin descargar por completo. En el dia 18, nuboso y variable, experimentó la presión un incremento de 4mm, y en el 19 pasó el viento al N. N. O. y N., y se despejó la atmósfera; pero en el si- guiente, 20, volvió á descender el barómetro, las nubes empañaron de nuevo gran parte del cielo, y de cinco á seis de la tarde cayó un aguacero tempestuoso ó aturbonado de alguna consideración. Los 5 primeros dias de la tercera década, y el 22 en par- ticular, continuaron siendo nubosos y algo tempestuosos, aun- 293 (¡ue apacibles. El 26 fué un (lia fosco y pesado por la ma- ñana, nuboso luego, tempestuoso de cinco á siete de la tarde, y muy lluvioso por la noche. En el 27, despejado y poco ménos caluroso que el anterior, se descubrieron reiterados y vivísimos relámpagos por el S., después de oscurecido. El 28 fué dia despejado y tranquilo. Pesado y tempestuoso desde el principio el 29, en cuya tarde cayeron en ménos de diez minutos más de 10mm de agua, que despidió una nube que del S. O. pasó al N. E., impulsada por un viento de aquella región, violentísimo. El 30 trascurrió variable y sin ofrecer carácter alguno particular; y en el 31 se reprodujeron hácia el S. los síntomas de próxima tempestad, tan comunes „ en los dias precedentes. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 294 OTT^,rxR,a BAROMETRO. TERMOMETRO. A m A. máx. A. míu. T 1 m T. máx. T. mín. mm 708,85 mm 709,57 mm 708,21 14°9 21/) 0 7,6 709,39 710,38 708,68 16,3 22,5 8,0 707,79 709,64 706,24 18,0 25,9 9,3 705,11 706,59 703,59 18,4 26,2 10,8 705,68 706,59 704,97 13,6 21,8 10,2 705,85 707,00 705,07 12,3 13,8 9,0 704,42 706,90 701.92 14/9 21,0 7,8 701,65 702,43 700,64 9,9 15,2 7,4 701,35 702,35 700,43 9,7 13,8 5,7 703,03 704,26 701,92 11,4 16,3 5,4 704,87 705,71 704,13 13,1 20,4 5,2 704,90 705,65 704,34 15,0 21,1 9,1 704,74 -705,88 703,42 17,8 24,4 9,7 704,96 705,40 704,28 16,3 22,3 10,2 704,89 705,50 704,07 12,8 17,7 8,2 705,73 706,34 705,12 14,7 22,1 4,8 705,20 706,06 704,61 14,1 17,1 9,4 709,29 711,37 707,69 16,4 25,1 9,8 711,04 712,26 709,95 17,3 23,8 9,0 706,79 708,60 705,40 16,5 26,5 8,3 706,24 707,10 705,10 18,3 27,0 9,5 706,78 707,87 705,90 18,1 27,0 10,5 709,19 710,05 708,58 16,7 23,2 8,6 709,61 710,91 708,55 20,0 27,8 9,8 707,25 708,90 705,88 22,8 30,5 13,0 706,73 708,68 705,05 21,1 31,0 15,0 706,88 707,56 706,06 20,9 27,3 13,0 708,53 709,21 707,99 22,1 28,7 10,4 708,60 709,56 707,74 23,6 31,8 14,5 707,42 708,93 705,68 24,8 32,9 15,8 704,26 706,09 702,45 21,9 29,2 15,2 EIRIIMIEIEtO PSICROMETRO. ATMOMETRO. PLUVIOMET. ANEMOMETRO. Hm Tn m Evaporación. Lluvia. Viento. NUBES. DIAS, 72 mm 8,8 mm 4,6 mm » o.s.o. 3 1 68 9,2 5,0 » s.o. 3 2 67 10,4 4,6 » S.S.O. -N.N.O. 7 3 61 9,7 5,8 » s.s.o. 8 4 95 11,1 0,9 14,9 s.s.o. 10 5 98 10,3 » 9,9 s. 10 6 83 10,4 1,9 0,2 s 7 7 93 8,5 2,3 6.8 o.s.o. 10 8 93 8,3 2,1 4,9 s.o. 10 9 80 8,1 2,7 » o.s.o. 6 10 78 8,6 4,2 s.o. 4 11 80 10,3 3,3 0,2 S.E.-S.O. 9 12 73 10,9 5,0 » s.s.o. o 0 13 79 10,8 2,8 9 9 o.s.o. 7 14 73 8,1 4,2 0,2 o.s.o. 3 15 75 9,4 4,5 » o.s.o. 5 16 8i ; 10,0 4,1 0,8 S.-N.N.O. 9 i 17 74 10,1 4,3 » o.s.o. 3 18 66 9,4 5,9 )) N.N.O. 0 19 77 10,6 3,7 1,1 N. (var.) i 20 70 10,8 5,0 » N E-S.S.O. 7 21 74 11,6 4,7 0,2 s 3 22 62 8,7 5,4 » O.S.O. 3 23 68 11,9 5,2 » Variable. 1 24 71 14,4 4,7 » S. 3 25 76 13,7 7,5 11,1 O.S.O. 8 26 72 13,1 4,7 0,3 S.S.O. (V.) 1 27 67 13,1 5,0 » O.S.O. 1 28 74 15,9 6,3 11,1 S.S.E. 4 29 71 16,5 4,8 s. 3 30 7o 14,5 3,1 » s.ó. 9 31 290 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. . 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Am á las 6 m. mm 705,92 mm 706,52 mm 707,93 mm 706,83 Id. á las 9 706,22 706,69 708,20 707,08 id. á las 12 705,54 706,27 707,64 706,52 Id. á las 3 l 704,68 705,70 706,66 705,71 Id. á las 6. 704,53 705,61 706,48 705,57 Id. á las 9 n 705,14 706,48 707,51 706,42 Id. á las 12 705,17 706,41 707,44 706,38 A. 705,31 706,24 707,41 706,36 A. máx. observadas (1) 710,38 712,26 710,91 712,26 A. rain, observadas (2) 700,43 703,42 702,45 700,43 Oscilaciones extremas 9,95 8,84 8,46 11,83 0 diurnas 2 40 1 97 2,35 2,25 0. máx. (3) 4,98 i,i y i 3,68 3,64 4,98 0. rain. (4). 1,36 1,12 1,22 1,12 (í) Dias y horas de la observación. 2-9 m. 19-6 m. 24—9 m. 19—6 m. (2) Id 9-6 t. 13-6 t. 31-12 n. 9-6 t. (8) Dias de la observación. ....... 7 18 31 7 (4) Id 1 14 28 14 (*) Ax = 706mtn,36 -j- 0,55 sen. (x + 175° SO') + 0,37 sen. (2 x -ft61° 50. CUADRO TERCERO. Tm á las 6 m Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 t. Id. á las 6 . . Id. á las 9 n. Id. á las 12. . T Oscilaciones T. raáx. al sol (1) Id. á la sombra (2). . . Diferencias medias. . . . T. mín. del aire (3). . . Id. por irradiación (4) Diferencias medias. . . . Orn diurnas.. O. máx. (5). 0. mín. (6).’ (L) Dias de la Observación (2) Id... (3) Id (4) Id..... (5) Id (6) Id TERMOMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes ( *)• 9o ,9 J0C \3 14° ,9 lio ,8 13 ,7 15 ,3 20 ,5 16 ,7 16 ,8 19 ,4 24 J 20 ,4 17 ,4 20 ,1 26 ,4 21 ,5 15 ,8 17 ,2 23 ,9 19 ,1 13 ,0 13 ,8 19 ,5 15 11 A 11 ,7 16 ,6 13 ,2 13 ,9 15 A 20 ,9 16 ,9 20 ,8 21 ,7 24 ,3 28 ,1 35 ,0 36 ,0 41 ,6 41 >6 26 ,2 26 ,5 32 ,9 32 ,9 5 8 ,3 7 ,5 7 ,2 5 ,4 4 ,8 8 ,6 4 ,8 3 ,5 1 ,9 6 ,0 1 ,9 1 ,4 1 ,7 1 ,8 1 ,6 11 ,6 13 ,7 16 ,5 14 ,0 16 ,6 18 ,2 18 ,3 18 ,3 4 ,8 7 ,7 14 ,0 4 ,8 3 18 80 30 4 20 80 30 10 16 23 16 10 16 23 16 3 20 28 28 6 17 31 6 O Tx = 16M7 + 5,16 sen. (® + 47° 45') + 0,70 sen. (2® + 81a45'). CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. ^ — - l>i¡ — 'i - — 1.a década. 2.a 3, 8 Mes (*). Hm á las 6 m 93 93 86 91 Id. á las 9. . 84 79 76 80 Id. á las 12 76 66 63 68 Id. á las 3 l 72 62 58 64 Sd. á las 6 74 70 62 69 Sd. á las 9 n 81 77 72 76 Id. á las 12, 86 84 79 83 0. media 81 76 71 76 (*) Hx = 77,6 + 13,2 sen. (a?-f- 215° 44') + 2,1 sen. (Zx + 253° 18')- 1." década. 2.a 3.a Mes (*). rom mal mm mm T” á las 6 m 8,4 8,8 11,0 9,5 Id. á las 9. . . . 9,8 10,2 13,8 11,4 Id. á las 12 10,7 11,0 14,7 12,2 Id. á las 3 t. 10,4 10,8 14,9 12,1 Id. á las 6. 9,8 10,2 13,9 11,4 Id. á las 9 n. 8,9 9,1 12,2 10,1 Id. alas 12. . 8,4 8,6 11,2 9,5 T® media. . 9,5 9,8 13,1 10,9 C) Tx=10ram,63 + 1,70 sen. (x + 60° 25') + 0,24 sen. (2 x + \ 19° 450.. 2 299 CUADRO QUINTO, Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. . E E. .. S. E. 47 17 0 51 S. .. s. o. 0... N. O 166 338 73 52 Dirección de la resultante.. . . 41° S. O. Intensidad (horas) 455 Evaporación, lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación inedia 4mm,l Id. máxima (dia 26) 7 ,5 Id. mínima (dia 5). O ,9 Dias de lluvia. 14 Agua recogida 63mm,9 Id. en el dia 5 (máx.). . 14 ,9 Dias despejados 4 Id. nubosos 18 Id. cubiertos 9 Dias de calma 6 Id. de brisa 14 Id. de viento 16 Id. de viento fuerte 1 CUADRO SEXTO, 300 e o * <«£> NO O S*. O o « *> cu «c «o o «o s© CO 00 CO ©1 -95 o - a C£ C© o© CO 00 co a CU T— 1 T-i Ti ri T^ T-9 S a H z ©1 00 CO 0© Ct O S-r^ t^OOCíO «3 S» * * «O CO SO SO oo a O o o o o o cc CU F- F- F- F- F- F- . W &3 0.0 5K .W c/3 O ¡¿ 259 ,700 1 [id 201 ,400 \ 8.a Serie. Id.................. í 210 ,100 Cerveza. 214 ,920 1 J 253 ,100 Comparando entre sí los resultados precedentes, se ve que el uso de las bebidas alcohólicas usuales se ha marcado cons- tantemente por una disminución considerable en la cantidad de ácido carbónico exhalado; y á pesar de las oscilaciones bastante grandes por una y otra parte, no se ha presentado 308 ningún experimento dudoso. Esta disminución, fijada por la duración de la experiencia, corresponde á los siguientes guarismos. 1.a Serie comparativa. Disminución. . . . 52sr,000 ó sea 20,03 2.a id. id 13 ,600 5,61 3.a id. id . 58 ,300 21,56 4.a id. id . 52 ,300 20,66 5.a id. id . 42 ,700 16,89 6.a id. id . 22 ,100 8,92 / 29 ,700 11,43 7.a. id. id . 58 ,300 22,44 ( 49 ,600 19,09 8.a id. id. . 40 ,180 17,71 En general, la disminución de ácido carbónico ha estado en proporción con la riqueza alcohólica de las bebidas em- pleadas. Esta correlación, y la semejanza de los resultados obtenidos con diversas bebidas, atestiguan suficientemente que deben su acción común al alcohol contenido. Sin embargo, para desvanecer todas las dudas hice una contra-prueba, tomando por la mañana en forma poco apetitosa 90 gramos de alcohol dilatado que marcaba 45° en el alcohómelro de Gay-Lussac, y obtuve el resultado siguiente. Peso de CO2 exhalado durante el experimento (cinco ho- ras), 230ss, 800. Comparando estos guarismos con los que figuran en la investigación hecha durante la abstinencia que ha dado el menor producto, se ve que existe también una disminución en la producción del ácido carbónico, representada por 9§s,500, ó sea 3,95 por 100. En un cierto numero de las investigaciones anteriores se han hecho las valuaciones comparativamente cada hora, para seguir más de cerca la intervención del alcohol en el acto de la nutrición. De las cifras obtenidas resulta, que se conduce como un agente perturbador bastante enérgico para hacer 309 variar en el espacio de una hora de 24 á 51 por 100 la can^ tidad de ácido carbónico exhalado. El máximum de la influen- cia alcohólica se verifica á las tres horas de la ingestión, poco más ó ménos, y parece quedar agolada dos horas des- pués. Valuación de la urea. La valuación de la urea se hizo con el nitrato de mercurio por el procedimiento de Mr. Millón; sus resultados no fueron muy significativos, y el uso de las bebidas alcohólicas no me ha parecido modificar la composi- ción de la orina, aunque aumenta su cantidad. Las bebidas alcohólicas tomadas en dosis moderadas, que podrían llamarse higiénicas, y en las condiciones habituales, disminuyen constantemente y en una proporción que varia de 5 á 22 por 100, según su riqueza, la cantidad de ácido car- bónico exhalado por los pulmones. Disminuyen por consi- guiente en la misma proporción la actividad de la oxidación intravascular y la producción de calor animal ; así es que ejercen una acción muy activa, aunque indirecta, sobre la nutrición, no aumentando la cantidad sino disminuyendo el gasto. Así se explica cómo su uso permite comer ménos, y sobre todo con menor frecuencia, y cómo pueden llenar exce- lentes indicaciones terapéuticas, de las cuales han pasado ya algunas á la práctica médica. Para concluir debo recordar, que sin tener en cuenta las explícitas menciones de Vierortd, de Lehmann, etc., dos ex- perimentadores, Edwards-Smith y Bockers, en el curso de interesantes investigaciones acerca de la respiración y la alimentación, han sido conducidos por su parte á la misma conclusión, de que el alcohol no es un alimento, y de que sostiene sin nutrir. 310 Nota sobre la acción fisiológica del ácido carbónico; por Mr. Demarquay. (Comptes rendus, 24 julio 1865.) Pocas sustancias hay cuya acción fisiológica haya sido més controvertida que la del ácido carbónico. Algo después de su descubrimiento, se consideró como relativamente inofensivo, y aun dotado de propiedades terapéuticas manifiestas cuando se inyecta en el recto ó en la vejiga, cuando se hace absor- ber por el estómago en disolución en el agua, y también cuando se hace respirar, aunque mezclado con cierta cantidad de aire; pero más larde, conocida ya exactamente su composi- ción, se ha mirado como más ó ménos tóxico, porque se tomaba en cuenta la acción de compuestos que suelen acompañar á su producción, como por ejemplo el óxido de carbono y los vapores alcohólicos, y también la acción de sustancias más complejas, cuya análisis, por delicada que sea, no podrá nunca hacer que se aprecie con exactitud su cantidad é importancia, como los miasmas y exhalaciones de toda clase que se produ- cen en la respiración pulmonal y cutánea. Los experimentos de Collard (de Martigny), reproducidos con tanta frecuencia para probar la acción tóxica del ácido carbónico, y tan poco discutidos, nos ha parecido que tienen errores; y los de Rolando, de Seguin y otros autores, no los creemos más decisivos. Así es que hemos creído útil volver á tratar esta cuestión, someterla á un nuevo exámen, y hacer de ella un estudio crítico y experimental. Para ello nos estimu- laban por otra parte las investigaciones de MM. Regnault, Reiset y Claudio Bernard, y sobre todo la utilidad terapéutica del uso de este gas, cuya inocuidad relativa era importante demostrar. Hemos hecho por lo tanto numerosos experimentos sobre los animales, sobre nosotros mismos y sobre nuestros discí- pulos, con objeto de estudiar los fenómenos fisiológicos pro- 311 ducidos por el ácido carbónico, para determinar más especial- mente qué cantidad de este gas puede contener una atmósfera artificial sin ser irrespirable, y mucho ménos tóxica, y por último, para examinar el grado de anestesia que puede obte- nerse por este medio. Todas estas cuestiones se hallan desarrolladas con los detalles que llevan consigo en nuestro Ensayo de pneumat ologia, que debe ver la luz pública inmediatamente; pero hemos creído útil presentar aquí las conclusiones de nuestro trabajo. 1. ° El ácido carbónico ejerce sobre la superficie del cuer- po una acción escitante, tanto más marcada cuanto más fina es la piel y está dotada de más sensibilidad. Las regiones peniana y perineal son más especialmente el asiento de esta acción. 2. ° La analgesia de la piel, cuando se obtiene , solo se pro- duce por la influencia de un chorro continuo de gas sobre una parte muy limitada del cuerpo. 3. ° La acción sobre los órganos de los sentidos, participa de la influencia general ejercida sobre el tegumento externo; por consiguiente produce excitación viva, exaltación del sen- sorio ó perturbación nerviosa, fenómenos generalmente muy fugaces. 4. ° Sobre las vias digestivas ejerce acción estimulante, que lleva consigo una ligera excitación neuro-vascular. 5. ° Inyectado en las venas es absorbido en gran cantidad y eliminado rápidamente, si la operación se conduce con las precauciones convenientes; ó bien obra mecánicamente, pro- duciendo una distensión considerable de las cavidades cardia- cas, y como consecuencia la muerte. (j.° Introducido en el organismo por las vias respiratorias, el ácido carbónico no produce los accidentes tóxicos que con frecuencia se le han atribuido: efectivamente, los mamíferos pueden respirarle por mucho tiempo sin que al parecer expe- rimenten malestar ; primero en la dosis de { ó \ para f ó f de aire atmosférico ó de oxígeno. En el hombre no acon- tecen alteraciones, que son muy leves por otra parte, sino al cabo de un tiempo variable, según el grado de suscep- tibilidad de los individuos; pero generalmente bastante largo 31 2 para que tenga lugar de producirse un efecto terapéutico, si se halla indicado el uso del gas. Además las lesiones que pro- duce la muerte con este gas, tanto en el hombre como en los animales, no se parecen á las que causa un agente tóxico con el que suele confundirse, esto es, el óxido de carbono. 7. ° La mayor parte de los accidentes producidos por el vapor de carbón, el aire encerrado, el vapor de las cubas en fermentación, que equivocadamente se atribuyen al ácido car- bónico, deben en gran parle achacarse al óxido de carbono, al hidrógeno sulfurado, á los vapores alcohólicos, ó á otros gases mal conocidos que se originan en estos casos. 8. ° El ácido carbónico es simplemente irrespirable, aunque no á la manera que el ázoe ó el hidrógeno, sin que por esto sea más nocivo que dichos gases. Consistiendo esencialmente la respiración en un cambio de gases entre la sangre y el aire, y no podiendo hacerse este cambio, como lo prueban las leyes físicas, más que entre gases de naturaleza diferente, es evidente que el ácido carbónico respirado puro pone un obs- táculo material á la función pulmonal, y por consiguiente pro- duce la asfixia. El ázoe y el hidrógeno, aunque impropios para desempeñar el papel de agentes vitales en la hematosis, aun- que irrespirables en una palabra, lo son sin embargo ménos que el ácido carbónico, porque diferenciándose por su natura- leza del gas que debe ser eliminado, puede hacerse el cambio en algunos momentos. 9. ° Los fenómenos sumamente reales de anestesia obte- nidos por medio de este gas en varias especies de animales, no nos parece que pueden ser provocados en el hombre sin peligro de asfixia, según lo que acabamos de establecer y el resultado de nuestros experimentos sobre nosotros mismos. Creemos por lo tanto que sería cometer una grave impruden- cia querer, bajo la fe de una teoría por otra parte discutible, tratar de producir en el hombre la anestesia quirúrjica por medio de este gas. Observaremos por otra parte, que supo- niendo que la anestesia producida así fuese bastante com- pleta, sería muy fugaz para poderse utilizar en la práctica de las operaciones. MINERALOGIA. Sobre una nueva especie mineral del Cornouailles , la devillina. Noticia de Mr. F. Pisani, presentada por Mr. H. Sainte- Glaire Deville. (Comptes rendus, 14 noviembre 1864.) En el mismo yacimienlo que la langita se halla una sus- tancia de aspecto particular, de la cual me lia remitido algu- nos fragmentos Mr. Saemann para examinarlos. El nuevo mineral se distingue de la langita sobre todo por su color más claro, y su teslura laminar de brillo sedoso. En un ejemplar que he tenido á mi disposición después, forma esta sustancia una costra bastante gruesa, cubierta por la langita. Habiendo reconocido en este mineral una composición particular, que forma de él una especie distinta diferente de la langita y de la brocantita, propongo llamarla devillina , en honor de Mr. Henry Sainte -Claire Deville. La devillina forma costras por lo común tesláceas, com- puestas de una infinidad de laminitas cristalinas. Con el mi- croscopio polarizante se demuestra que posee la doble refrac- ción; pero como las láminas son sumamente pequeñas, no he podido determinar á qué sistema cristalino corresponden. Su fractura es fibroso-laminar, con brillo sedoso: en lo exte- rior de las costras la materia tiene un aspecto térreo. El color de la devillina es azul verdoso muy claro, y se destaca sobre el de la langita cuando ambas se hallan reunidas. Es muy blanda, se deshace fácilmente entre los dedos, los cuales man- cha al tocarla; y se adhiere fuertemente á la lengua. En el matraz da agua y toma color pardo; mediante el so- plete, sobre el carbón y con la sosa da un grano de cobre. Es insoluble en el agua, y los ácidos dilatados la disuelven fácilmente; también se disuelve en el amoniaco, sobre todo 314 cuando está dilatado; la disolución se altera por el oxalato de amoniaco, cuya reacción distingue inmediatamente la devillina de la langila. Como podrá verse por el análisis siguiente, la devillina es un sub-sulfalo de cobre, con cerca de 8 por 100 de cal, que sin duda reemplaza en parte al cobre, pues no he podido de- mostrar en ella una mezcla de yeso, bien con el microscopio polarizante á la luz paralela, bien quitándolo con agua. Ha dado por el análisis: Oxígeno. Relaciones. Acido sulfúrico ..... 23,65 14,1 3 Oxido de cobre 51,01 10,3 \ Cal 7,90 2,2 13,1 3 Protóxido de hierro. . . 2,77 0,6 ) Agua. ......... 16,60 14,7 3 101,93 Lo cual conduce á la fórmula: (Cu Ca Fe)3 S + 3 aq. La devillina difiere pues esencialmente de la brocantila y de la langita, en que forma un sulfato ménos básico con las proporciones 3 : 3 entre el oxígeno del ácido y el de las bases, mientras que en las demás, las proporciones son 3 : 4. Además contiene una cantidad notable de cal. VARIEDADES Procedimiento para fabricar la manteca. Tn medio pronto y fácil para fabricar la manteca, consiste en colocar la nata en un saco de tela, ni demasiado tino ni muy espeso; se ata el saco, y se mete en un agujero hecho en la tierra, de 40 á 50 centímetros de profundidad; se tapa en seguida el agujero, y se deja la nata por espacio de 25 horas; se saca después la nata muy endurecida, y se machaca con una mano de mortero de madera; se echa encima medio vaso de agua, y la man- teca se separa del suero. Es cuestión de dos minutos. Si fuese muy considerable la cantidad de nata, debería dejarse en tierra más de 25 horas; y en invierno, cuando la tierra está. helada, puede hacerse la operación con arena en una cueva. Este procedimiento nunca deja de producir efecto: no se hace en Normandía y el Berry la manteca de otra manera, pues se evita una pérdida de tiempo, dando la nata mucho producto; y además la manteca es excelente. Algunas perso- nas encierran el saco lleno de nata en otro, para evitar que la tierra esté demasiado en contacto con la manteca. Guano de los murciélagos. Mr. E. Hardy ha hecho el análisis de un guano de murciélagos que se encuentra en el pueblo de Chaux- les-Ports, á 16 kilómetros de Vesoul, en el suelo de una gruta pertene- ciente á Mr. de Beaufond, y conocida en el país con el nombre de Agu- jero de la Beaume. Vamos á dar á conocer los resultados de la mencionada análisis. En primer lugar diremos que la gruta de que se trata se halla abierta sobre la vertiente de una colina poblada de árboles, que cierra la orilla izquierda del Saona, á unos 10 metros sobre el nivel del rio. La boca tiene 6 metros de altura por 5 de ancho. Su anchura es de 2 á 3 metros y su altura media de 4, llegando en algunos puntos hasta 10 ó 15 metros. Su longitud no es más que de 381 metros por razón de recientes hun- dimientos. Las paredes se hallan formadas por bancos de piedra caliza. Dicha gruta, sumamente oscura, sirve de albergue á innumerables mur- ciélagos, que por el dia se agarran á la bóveda y á la parte superior de las paredes, saliendo por la noche al campo inmediato. La incesante permanencia de los referidos animales en tal sitio, ha cubierto todo el suelo de materias orgánicas de toda clase, las cuales se han ido acumu- lando en lo más hondo de la cueva, donde han formado una masa de algunos metros de grueso. Solo en la porción que en el dia es posible explorar, se calcula esta masa en cerca de 700 ú 800 metros cúbicos. 316 Este guano tiene mucha humedad en el momento de extraerlo, y se presenta en masas negras sin olor, ni acción sobre el tornasol. Por el análisis da los números siguientes: Guano Guano seco. Guano des- húmedo. compuesto . Sustancias orgánicas 22,8 23,0 10,83 Azoe en estado de amoniaco 5,1 8,7 0,87 Acido fosfórico 1,8 \ 2,4 Sílice Alúmina, peróxido de hierro, mate- 4,5 rias insolubles precipitadas por el amoniaco con el ácido fosfórico. . . . 3,4 [ Cal 1,8 } > 47,0 57,2 Magnesia Indicios. 1 Nitrato de potasa Sosa, litro reconocido por el análisis 0,3 j especial. Indicios. Acido carbónico y pérdida 2,5 ¡ 1,0 Agua..... 58,6 21,3 27,7 100,0 100,0 100,0 Estas materias, desecadas á 100°, dieron los resultados siguientes: Sustancias orgánicas 55,2 29,5 15,0 Azoe en estado de amoniaco 12,2 10,5 1,2 Fosfato de cal 8,3 ; | 60,0 | 7,5 Sustancias minerales 24,3 j 76,3 100,0 100,0 100,0 La composición de este guano corresponde á la composición media del de América, é indica que su uso como abono debe dar resultados ventajosos para la agricultura. Protección de las aves. Los delegados de las diferentes socieda- des protectoras de animales, reunidos en el congreso de Hamburgo en 1862 y en el de Viena en 1864, han tomado, después de una detenida discusión, algunas resoluciones con objeto de proteger los animales, y en este concepto, para la mejora de las costumbres y la propagación de sen- timientos más humanos entre todas las naciones. En estos dos congresos, donde se han reunido diputados de Inglaterra, Francia, Rusia, Noruega y 317 de todas las partes de Alemania y Suiza, se ha deliberado sobre mi asunto que se halla en relación íntima con la prosperidad de los pueblos, y se ha decidido dirijirse respetuosamente á los diversos gobiernos de Europa, para rogarles que. remedien los inconvenientes tan graves que les han obligado á reunirse. La petición se dirije principalmente á la protec- ción de las aves insectívoras, entre las cuales se cuentan casi todas las que cantan. Una observación universal, hecha en nuestros dias en casi iodos los países, demuestra hasta la evidencia que dichas familias de aves disminuyen de una manera alarmante, y de esta disminución resulta que los insectos que buscan su alimento en las plantas de los jardines, huertas y bosques, aumentan hasta tal punto que causan un gran perjuicio en bosques enteros y en plantaciones de todo género, perdiendo con esto , mucho la agricultura. Si no trata de evitarse con tanta prontitud como energía la disminu- ción de las aves insectívoras, el aumento siempre creciente de los insec- tos acarreará perjuicios incalculables en muchos países en la presente generación, y mucho más en las venideras. Solo las leyes, acompañadas de castigos en caso de contravención, pueden ser eíicaces, cuando no bas- tan los consejos ni se escucha la voz de la humanidad. Solo las leyes pue- den proteger á los animales contra la arbitrariedad, y librar á los hom- bres que tienen buen corazón del dolor de ver tantos malos tratamientos como sufren los animales; solo ellas pueden impedir también á ciertas! naturalezas endurecidas que se deshonren á sí propias y deshonren á la humanidad por actos tan groseros y arbitrarios. Tales son las razones principales que obligan á los que suscriben, en nombre de sus comitentes, á presentar al Gobierno francés una respetuosa esposicion. Acción del ozono sobre la germinación de las plantas. Hace poco que Mr. Carey Lea, de Filadelfia, ha hecho algunos experimen- tos sobre la influencia del ozono en la germinación. Puso las semillas bajo una campana con una pequeña cápsula que contenia permanganato de potasa (solo algunos granos) y ácido sulfúrico, lo cual bastó para producir una atmósfera muy cargada de ozono. Los experimentos de que se trata se hallan detallados en el Journal americain des Sciences y en el Chemical News. El resultado más notable á que ha llegado el autor, es que el ozono pa- rece impedir el desarrollo de las raíces, y que estas, por su influencia, se dirigen hácia arriba en vez de hacerlo hácia abajo, tomando color rosá- ceo en sus extremidades y dejando de crecer. Los experimentos se han hecho con semillas de trigo y de maiz, sumerjidas unas en la atmósfera ozonizada y otras en el aire común, para comparar. El autor observa tam- bién que el ozono impide que se desarrolle moho sobre las semillas hú- medas. En una atmósfera de ácido carbónico no ha podido verificarse la germinación de las semillas, según Mr. Lea, como tampoco en otra car- gada de vapores de éteres compuestos. El autor ha observado también que 0,3 por 100 de ácido oxálico ó de ácido pícrico disuelto en agua, im- piden completamente la germinación de las semillas. Mármoles parisienses. Conocido es el problema que Mr. Dupré ha resuelto, y las excelentes bolas de billar que ha logrado fabricar con un papel reducido á pasta y gelatina. La dureza y elasticidad del marfil artificial que se produce, son verdaderamente prodigiosas é inexplicables; pueden arrojarse las bolas, sin que se rompan, á la calle desde la parte más 3Í8 alta de un edificio muy elevado, golpearlas con un martillo sobre un yun- que, y aunque su precio es próximamente la tercera parte del de las bolas de marfil natural, se prestan á un servicio mucho más largo. Pero ahora con tan misteriosa pasta ha empezado Mr. Dupré á construir, con el nom- bre de marmol parisiense, láminas de embutidos muy ligeras y resistentes cuando están secas, fáciles de ablandar y de extender sobre objetos de las más complicadas formas, planos, circulares ó angulosos capaces de adherirse perfectamente, y susceptibles de tomar y conservar el más perfecto puli- mento; que una vez brillantes y lisas reproducen los tonos más admira- bles y estimados de los mármoles más preciosos, azul turquí, verde antiguo, brecha violácea, amarillo de Siena, lumaquela, brocatel, etc. Siempre que hemos podido presentar al público nuevos ejemplares de la admirable industria de Mr. Dupré, han excitado un entusiasmo universal. Hace poco tuvimos ocasión de vér en el núm. 23 de la calle de Traver- siere, en el arrabal de San Antonio (París), un cuerpo de biblioteca cons- truido con madera de roble é incrustado de mármoles parisienses de colores, que hacían excelente juego y muy buena vista. Tenemos la intima convicción de que esta nueva industria está destinada á recibir las más felices aplicaciones en lo interior de las iglesias y de las habitaciones mo- dernas, así como en los buques, y sobre todo en los trasatlánticos; y por nuestra parte deseamos sinceramente que la adopten los arquitectos, pues aumentará en grandísima proporción los recursos de ornamentación á un precio cómodo, y produciendo un gran efeeto. Costumbres de las cornejas. El 5 de marzo, dice Mr. Yian en la Revista de Zoología , me paseaba por un pequeño valle próximo á Meulan, en parte plantado de álamos viejos, en los cuales se anidan bandadas de cornejas hace muchos años, aunque parece que ya no trabajan en sus nidos. En uno de los álamos había siete de estas aves reunidas alrededor de un nido viejo, haciendo resonar el aire con sus gritos. De vez en cuando llegaba una corneja sola, se colocaba en el nido, y después se reunía otra con ella; dejándose caer algunos segundos después las dos aves, macho y hembra, en el acto de la cópula hasta la distancia de 3 ó 4 me- tros por debajo del nido, y dirigiéndose después volando hácia las lla- nuras. No todas las que llegaban eran igualmente aceptadas, y yo he visto llegar tres machos delante de la misma hembra, y marcharse sin tocarla: esta escena se renovó más de veinte veces en una misma hora, sin que nunca llegase á tener el nido más que dos aves al mismo tiempo. Por un momento creí que tales ceremonias habían terminado después del primer cuarto de hora, pues toda la bandada habia desapa- recido; pero algunos minutos después se colocaban siete cornejas alrede- dor del nido, y volvia á empezar la escena, durando hasta que me marché. Algunas horas después, viendo sobre las llanuras que dominan este valle un número considerable de cornejas, pregunté sobre ello á un aldeano, y me dijo: «Hoy es el gran dia de los cuervos , pues los del país, y quizá los de Francia se reúnen aquí todos los años en la misma época.» Desgraciadamente sus observaciones se reducían á esto. Confieso que me ha parecido asistir á las ceremonias del matrimonio de las. cornejas nacidas en el año anterior; en efecto nada faltaba en ellas, siete testigos, presentación de los futuros esposos, elección del marido, matrimonio, y viaje de los nuevos esposos. 319 Exploración botánica y flora de la provincia de Angola, Encargado por el gobierno portugués de la exploración científica de la provincia de Angola (Africa austral) el doctor Mr. Federico Welwitsch, director del jardín botánico de Lisboa, ha empleado cuatro años en rea- lizar tan penosa misión. Después de haber dedicado un año á visitar el litoral de la parte del Africa equinoccial, desde Quisembo en el norte de Ambriz hasta la desembocadura del Cuanza, en una extensión de más de 120 millas geográ- ficas, se adelantó progresivamente este intrépido naturalista por lo in- terior del continente en regiones hasta ahora desconocidas. Nada ha podido arredrar ni entibiar su celo; ni el clima, ni las enfermedades, ni los obstáculos debidos á la configuración del terreno y á los indígenas? lodo lo ha vencido y lo ha superado. De esta manera pudo subir, siguiendo el curso del Zenga ó Bengo, y llegó á la aldea principal del distrito de Golongo-Alto, llamada Sange, donde estableció su cuartel general, como centro de partida para dirigirse á las montañas escarpadas, y á las selvas vírgenes circundantes. Conti- nuando su viaje por la parte del Este, y después de haber atravesado el distrito de Ambara, llegó á Pungo-Audongo, punto que escogió como segundo centro de sus operaciones en lo interior, y exploró las orillas del gran rio Cuanza, las montañas de Pedras, de Ginga, las magníficas islas de Calemba, las vastas selvas situadas entre Quironda y Condo en las inmedia- ciones de la gran catarata; las salinas de Quitago, el rio Luxillo y el dis- trito de Cambamba. El territorio que recorrió comprende próximamente una superficie de 15.000 millas geográficas, que forman un triángulo cuya base descansa en el Océano Atlántico y cuyo vértice llega á Banza de Quisonda, situada en la orilla derecha del Cuanza y distante 250 millas de las costas. En este largo y laborioso viaje cogió Mr. Welwitsch 3.227 especies vegetales, pertenecientes á 166 familias, cuyo cuadro formó siguiendo el Genera de Endlicher. Sus observaciones le permitieron reconocer en la provincia de Angola tres regiones botánicas distintas. La región del litoral, cuya vegetación dominante la forman las plantas crasas ó espinosas, las euforbias arborescentes, las acacias, las capari- deas y los baobabs. La región montañosa, caracterizada por sus magestuosas selvas vírge- nes, sus heléchos, sus orquídeas, por una palmera tan útil como hermosa (el elais guineensis), y en general por la frescura y magnificencia de sus individuos. La región de las llanuras, que se distingue por la inmensa variedad de su vegetación, la elegancia de las especies, y particularmente por una multitud de plantas aromáticas y bulbosas, como también por el verdor magnífico de sus vastas praderas. Mr. Welwitsch considera esta zona como nueva para la flora del continente africano. La temperatura media anual de Angola apenas pasa de 28° centígrados, y la de la región délas llanuras puede fijarse en 21°. La primavera em- pieza en dichas regiones en el mes de setiembre, y con ella la estación de las lluvias. Después de estas generalidades expuestas en los Anales de las colonias de Portugal , el Doctor Welwitsch ha presentado el cuadro sistemático de las familias naturales de la flora de Angola, con el número de las especies de cada familia y su distribución proporcional en las tres regiones botánicas. Hace observar las especies que merecen llamar la atención por su belleza, su rareza ó su aplicación en la economía doméstica ó la medicina, las di- ferentes especies de gomas, resinas y leños suministrados por los árboles, y que pueden servir para el comercio, la construcción de las habitaciones ó bien la fabricación de instrumentos agrícolas. La flora del Africa tropical, tan rica y variada, no es- conocida hasta ahora más que por los trabajos de Brown, Hooker, Linley, Fríes, Afrelius, Schumacker, Thoninng y algunos mas. El programa publicado por Mr. Wel- witsch hace con mayor motivo desear la relación completa de su viaje científico, bajo latitudes en que brillan con toda la pompa tropical la Nym- phea lotus, la Gloriosa superba^ las palmeras, los bananeros, los magníficos representantes del Africa equinoccial pertenecientes á las anonáceas y á las cedreláceas, y por último, uno de los más hermosos descubrimientos del siglo en cuanto á especies vegetales, la Velwitschia mirabilis , descrita hace poco por Hooker. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rüiz. N.° 6.a— REVISTA DE CIENCIAS. — Junio de 1865. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. El Observatorio de París y sus astrónomos , desde su fundación hasta nuestros dias; por Mr. Camilo Flammarion. (Cosmos, 26 julio 1865 ) (i Continuación .) II. La fundación del Observatorio de París y la historia de sus primeros astrónomos están íntimamente relacionadas con la historia de la Academia de ciencias: así es que en cierto modo lo primero de que debemos hacer mención, es de la primitiva clase de matemáticas de esta célebre asociación. Es indispen- sable que empecemos á tratar del origen de esta sociedad, para lo cual nos servirá de guia en nuestra revista retrospectiva su reciente historiador Mr. Maury (1). La primera parte del siglo XVII ha sido caracterizada por un prodigioso movimiento científico. Las ciencias, que antes no eran cultivadas más que por algunos hombres aisla- dos, llegaron á ser objeto de las investigaciones y medita- ciones de una multitud de otros instruidos y laboriosos. (t) Las Academias anteriores, la antigua Academia de cien- cias. TOMO xv. 21 m En las matemáticas, el álgebra había abierto nuevos hori- zontes, y permitido generalizar las relaciones matemáticas, que antes no se aplicaban más que á casos particulares. Apli- cada á la geometría, llegó á ser en manos de Descartes un maravilloso instrumento para resolver los problemas rebeldes á la regla y al compás. Fermat agrandaba el dominio de la análisis. Desargues elevaba la perspectiva y el corte de pie- dras, que no habían sido hasta entonces más que un conjunto de procedimientos prácticos introducidos por los artistas, á la altura de una ciencia matemática. Neper inventaba los loga- ritmos; y la mecánica apreciada en sus leyes más abstractas, no era para el Holandés Stevin y el francés Blas Pascal más que un corolario de la geometría. Los principios de esta últi- ma ciencia, ya establecidos por los antiguos , se demostraban en Italia por Cavalleri y Viviani con más rigor, dedu- ciendo nuevas consecuencias. Desde Keplero la astronomía se elevó á las más sublimes regiones, asignando definitivamente las leyes á que se hallan sometidos los planetas. Los discípulos de Tycho-Brahe, contando á su cabeza á Longomontanus, con- tinuaron la série de operaciones que iban á permitirlos trazar las efemérides del firmamento. La física, gracias al método experimental y al uso de los aparatos, permitía explicar todos los fenómenos naturales. Galileo, Torricelli y su escuela en Italia; Roberto Boyle y Roberto Hooke en Inglaterra, y Huygens en Holanda, trabajaban cada uno por su parte en establecer los fundamentos de esta ciencia, en la cual inventaban los más ingeniosos instrumentos. Como se ve, en este movimiento científico, y á pesar del brillo de algunos de sus descubrimientos, no podía la Francia pretender el primer lugar, sino que hallaba poderosos rivales en Italia, Inglaterra y Alemania. Esta emulación entre los cuatro países más ilustrados del mundo, producía un recíproco cambio de trabajos y de ideas, empezándose á establecer entre los sábios, relaciones que sostenían su ardor y facilitaban sus observaciones. De esta manera se llegaba á realizar lo que los operarios entregados á sus propias fuerzas no hubieran podido emprender. Habíanse fundado, para consagrar y regu- larizar estas relaciones fecundas, academias de ciencias, en 323 que los sábios podían en sus sesiones periódicas comunicarse * sus apreciaciones respectivas, auxiliándose con mútuos conse- jos. En 1645 se fundó la Sociedad real en Oxford, y poco des- pués se llevó á Londres, donde sus trabajos adquirieron muy pronto una importancia que popularizó su nombre en toda Europa; en Alemania la Academia de curiosos de la natura- leza, que primeramente se estableció en una pequeña aldea de Baviera, empezó los trabajos que después tomó bajo su protec- ción el emperador Leopoldo I; por último, en Italia la Aca- demia florentina del cimento , que había instituido en 1657 el cardenal Leopoldo de Médicis , emprendía experimentos que han renovado diversos ramos de la física. La Francia tenia también su Academia de ciencias; pero en ella no había aún nada de oficial: era una sociedad de sábios y de aficionados , que hacia unos treinta años se reunian cada semana, para hablar de sus estudios y comuni- carse sus descubrimientos. Las reuniones se verificaron pri- mero en casa del magistrado Montmaur, y después en la de Melquisedech Thévenot, el cual era hombre sumamente cu- rioso, que se interesaba eu todo, y había estudiado historia, geografía, matemáticas, física, filosofía y lenguas: era viajero y gran coleccionador de manuscritos, y había observado las diversas regiones de la Europa, hojeando muchos libros. Nin- guno era por consiguiente más á propósito para dar actividad y vida á la sociedad de hombres especiales de la cual fué habi- tualmente el anfitrión. A esta Academia privada y libre pertene- cieron Descartes, Roberval, Blondel, Mersenne, Gassendi, Blas Pascal y su padre. Hobbes se presentó en 1640 en ella durante su permanencia en París, y allí le puso Mersenne en comunica- ción con Descartes. Buscando Colbert los medios más á pro- pósito para acelerar los progresos de nuestros conocimientos, comprendió los servicios que el Estado podia sacar de esta sociedad, y formó el proyecto de asegurar su duración, consti- tuyendo una institución real. También una reunión libre de escritores y de personas ilustradas había sujerido á Richelieu la idea de la Academia francesa ; y Colbert, dotado de un ingenio muy penetrante para poder adivinar el porvenir reservado á las ciencias, presintió las aplicaciones que algún 324 dia le deberían las artes y la industria, y midió de una ojeada la importancia práctica de las investigaciones que ape- nas tenian en su tiempo más que un carácter especulativo. Luis XIV aprobó su proyecto, y se fundó la Academia de ciencias (1666). Para componer el núcleo de la compañía que iba á figurar al lado de la Academia francesa, fueron designados los mate- máticos más célebres de París. Los 7 primeros elegidos fue- ron: Pedro de Carcavi, antiguo consejero del departamento de Tolosa y depositario de los papeles del gran geómetra Fermat; Huygens, que el rey acababa de llamar á París y quellevaba en Europa el cetro de las ciencias exactas; Roberval, digno rival de Descartes; Fremilo de Remy, hermaqo del poeta y autor de un Tratado de los cuadrados mágicos; Adriano Auzout, hábil astrónomo, á quien se debe la invención del micrómetro de hilo movible, cuya descripción publicó con Picard, que fué uno de los mejores astrónomos del siglo XVII, y también del número de los fundadores: Auzout es el pri- mero que espuso á Luis XIV la utilidad de construir un observatorio en París; y por último fué nombrado Ruot, in- geniero geógrafo del rey y prófesor de matemáticas de sus pages, astrónomo y geómetra, que solo ha dejado un débil rastro en la ciencia. Esta reunión de hombres laboriosos, de talentos distin- guidos, de inteligencias superiores, debía dedicarse en común y de una manera todavía más asidua que antes, al estu- dio de las cuestiones cuya solución prometía el cálculo ó la observación. El rey aseguraba la existencia de los académicos por medio de pensiones, y ponía liberalmente á su disposición un fondo destinado á atender á los gastos de sus experimentos y de sus instrumentos. Pero como era indispensable dar á la Academia preparadores y ayudantes en trabajos tan delicados y tan complejos, Colbert quiso agregar también á la compañía algunos jóvenes entusiastas , que se proponían dedicarse por completo á la carrera de las ciencias. Así es que desde esta época fueron agregados á la Academia Niquet, C. A, Couplet, Riches, Pivert y Delarove. El 22 de diciembre de 1666 abrió sus sesiones la asam- m blea en una de las salas de la Biblioteca del Rey, en la cual la instaló Carcari, que siendo primero bibliotecario de Colbert, había pasado á estar encargado de la custodia de este pre- cioso depósito literario, recien trasportado desde la calle del Harpe á la de Vivienne. Se dispuso que la Sociedad se reu- niese dos veces por semana; los matemáticos el miércoles, y los naturalistas y los fisiólogos, confundidos bajo la denomina- ción común de físicos, el sábado. Las reuniones tuvieron al principio un carácter enteramente privado, habiéndose guar- dado el mayor secreto sobre los trabajos de sus individuos: tanto es lo que se temía que los plagiarios se apropiasen sus descubrimientos. El rey eligió por secretario de la Aca- demia al orador J. B. Duhamel, sabio apreciable, á quien especialmente valió este honor su habilidad en manejar la lengua latina, pues generalmente se redactaban en latín las actas. Fontenelle, que escribió el prefacio y la primera historia de la Academia, de ciencias, habla así de esta reserva. «Se resolvió que no se revelaría nada de lo que se decia en la Academia, á ménos que la Sociedad consintiese en ello. Pero como es difícil que entre un gran número de académicos de- jase de haber alguno que confiase á algún amigo las opinio- nes ó descubrimientos nuevos que se hubieran propuesto en las sesiones, ha solido suceder con frecuencia, que lo que se había investigado por la Academia y guardado para publicarse dentro de cierto tiempo, le ha sido arrebatado por los estra- ños, que se han honrado con ello; pues á veces á las per- sonas versadas en ciertas materias no se necesita más que una palabra para hacerlas comprender toda la delicadeza de una invención, y quizá después la llevarán más lejos que los primeros autores. Esto es lo que hizo Galileo con los anteojos.» Y más adelante añade algunas frases en favor, cuya primera parle sin duda no hubiera sido enteramente de su agrado si hubiese sido él mismo inventor. «No importa mucho al público saber quién es el autor de una nueva inven- ción, siempre que sea útil, pero como sí le interesa necesaria- mente que haya invenciones nuevas, es menester conservar la 326 gloria á sus autores, que se ven escitados al trabajo por esía recompensa.» No es menester decir que para el autor de los Elogios 3 la historia de esta fundación es un escelente prelesto de cum- plimientos para todos, desde el rey hasta la nación. La Fran- cia debia, por todos títulos, tener una Academia de ciencias, y ya esta sociedad nacia por sí misma, como en un terreno naturalmente bien dispuesto. También, después que se con- cluyó la paz de los Pirineos, el rey creyó que su reino, forti- ficado por las conquistas que se le acababan de asegurar, no tenia necesidad más que de verse embellecido por las artes y las ciencias, y ordenó á Colbert que trabajase en su adelan- tamiento. De modo que no es el genio de Colbert el que abrió en Francia la era de las ciencias y las artes, sino el de Luis XIV; y aun puede decirse que la misma Providencia intervino en este asunto. Parece, dice el historiador, que el cielo quiso favorecer esta naciente sociedad de matemáticos , por dos eclipses que debian acaecer con 15 dias de diferencia uno de otro, que es el tiempo más corto en que pueden verse; y se sabe también cuán preciosos son los eclipses para los astrónomos, por todas las aplicaciones que de ellos deducen. Además, el primero, que era lunar, debia ser horizontal, fenómeno extraordinario, en que el sol y la luna se ven apa- rentemente al mismo tiempo sobre el horizonte; aunque en la realidad el uno esté debajo de este círculo, y el otro sobre él, y tanto que hasta ahora no se han observado más que tres eclipses horizontales, no porque este fenómeno sea raro, sino porque no puede durar más que muy poco tiempo , y porque ios dos astros al tocar al horizonte, están casi siempre cubier- tos de las nubes ó vapores.» Desgraciadamente, este eclipse de buen augurio fué tam- bién invisible por las nubes que cubrieron el horizonte de París el 16 de junio de 1666. Definitivamente, el reino celeste no tenia nada de favorable á las observaciones, cosa quizá demasiado significativa á los ojos de algún intérprete. El otro eclipse , que era naturalmente un eclipse de sol, se verificó el 2 de julio , y fué observado en casa de 327 Mr. Colberl por los matemáticos diados antes. Empezó á las cinco, cuarenta y tres minutos y veinte segundos (Je, la mañana, y todos los astrónomos estuvieron preparados obser- vando la inmersión: lo que apenas hacen hoy, porque no se gastan cumplimientos con astros con que tan familiarizados están. Bajo auspicios tan favorables, el gran rey, para asegurar á los académicos el reposo y el descanso de que necesitaban, les fijó pensiones que aún no han podido hacer desaparecer las guerras, en lo cual ha escedido su predilección por la Academia de ciencias, á la del cardenal Richeiieu por la Academia francesa, y á la de Carlos 11, rey de Inglaterra, por la Sociedad real de Londres. Quizá esta última sociedad tuvo por origen las reuniones de París, en las cuales habían sido recibidos algunos caballe- ros ingleses. Bajo la dominación de Cromwell se reunieron en Oxford; y afectos en secreto al rey legítimo, y resueltos á no lomar parte en los negocios presentes, se ocupaban en inte- reses políticos sin hacerse sospechosos al protector; por lo cual su origen es ciertamente ménos científico que el nuestro. No obs- tante, la ciencia dominó bien pronto, y cuando Carlos li subió al trono la volvió á atraer á Londres, recompensó por me- dio de privilegios la fidelidad que se le había guardado, y se dedicaron por completo los sabios á los estudios que antes les habían servido de pretesto. En su reinado se concluyó el observatorio de Greenwich, en el mes de agosto de 1676, nombrando primer director á Flamsteed; y este laborioso astrónomo se dedicó allí á las observaciones que forman la base del catálogo británico. Pero no anticipemos los sucesos, ni abandonémosla Fran- cia. Llegamos al año 1666, y á la adopción por el rey Luis XIV del proyecto de edificar un observatorio en las cercanías de la capital de Francia. 328 111. Cuando á ruegos de su ministro, el mismo año de la funda- ción de la Academia de ciencias, se decidió el rey á crear el Observatorio de París, no existia en Europa ningún estableci- miento nacional de esta clase. Reducidos en su mayor parle á sus recursos, los astrónomos de los diversos países se vieron obligados á valerse de instrumentos medianos y á colocarlos en sus casas, locales por lo común incómodos, que gene- ralmente carecían de solidez, y en los cuales no podían emprender ninguno de los trabajos sistemáticos y regulares que constituyen las bases de la ciencia. Sin embargo, Guillermo IV, Landgrave de Hesse, había mandado construir en 1561 un Observatorio sobre el castillo de Cassel, y le había enriquecido con instrumentos que le sirvieron para la formación del catálogo de novecientas estrellas que le debe la ciencia. El rey Federico de Dinamarca mandó construir en la isla de Huen , que había cedido á Tyche-Brahe un magnífico observatorio, donde el célebre astrónomo observó á fines del siglo XVI. Este observatorio era un verdadero castillo, construido sobre la llanura central de la isla á la distancia de 1 kilómetro del mar. Alrededor del maestro se for- mó una especie de colonia de discípulos astrónomos; Urania había poblado la ciudad de Uraniburgo, y el lujo ostentoso y las disposiciones tomadas para la observación se habian venido á reunir en este dominio verdaderamente real. Des- pués las escitaciones de Longomontanus determinaron á la Dinamarca á fundar el Observatorio de Copenhague, que empezado en 1632, se terminó en 1656. El autor de la Selenografía, el laborioso é incansable He- velio, había hecho construir en Dantzig sobre su propia mo- rada, en 1641, un Observatorio, teatro de todos sus trabajos. Hevelio, cuyas observaciones son no obstante tan rigurosas, es el último astrónomo que se ha obstinado en no valerse de m anteojos. Las alidadas de pínulas eran su único método para la medida de los ángulos y de las posiciones celestes. Pero de estos diversos Observatorios, y de algunos otros situados en Italia y Alemania , pertenecientes á ricos par- ticulares ó á algún dominio ducal, los más importantes, como los de Tycho y Hevelio, fueron destruidos, bien por la negli- gencia de los sucesores, por el fuego, ó también por la envi- dia; de modo que tenemos fundamento para decir que el Ob- servatorio de París es, en realidad, el primer establecimiento nacional de este género. Hemos visto que á Auzout es al que se debe la primera proposición oficial. Colbert, que sabia mejor que su soberano cuán superior es la gloria pacífica , debida á los trabajos del espíritu humano, á la terrible fundada sobre la con- quista de las armas, no quiso dejar sin terminar la red tan bien trazada para la fundación de reuniones científicas. En 1660 hizo que el rey de Francia firmase el proyecto de fundación de un Observatorio real. Coincidencia digna de observación es, que en el mismo año 1666 de la fundación de la Academia de ciencias, se descubrió la ley fundamental del sistema del mundo, la ley de la gravitación. Se encargó á los matemáticos, en compañía del célebre arquitecto Claudio Perrault, que hizo la columnata del Lou- vre, trazar el plan del establecimiento que se proyectaba. Pero podemos decir que, bien por deferencia ó por imposibi- lidad, dejaron al arquitecto una autoridad demasiado esclu- siva para la construcción de la nueva obra, pues el Observa- torio de París es más bien la obra de una junta de arquitec- tos, que la de una reunión de astrónomos. Las tendencias generales del reinado de Luis XIY hacian que el arquitecto del gobierno se forjase en su imaginación un edificio suntuoso, más bien que un retiro destinado á la simple observación de los fenómenos celestes; y aunque todavía no habia construido la columnata que le dió celebridad (1), se creyó él por sí solo (1) La fachada principal del Louvre se empezó en 1666 con arreglo á los planos de Claudio Perrault. que habia obtenido el 830 con más suficiencia que todos los astrónomos franceses reuni- dos; cuidándose mucho, como si esta fuera la principal cues- tión, de observar con gran cuidado las líneas arquitectónicas, y de no alterar en nada la armonía y la regularidad de las inasas, lo cual consiguió admirablemente. Adoptado el proyecto, decidido el plan y elejido el sitio favorablemente, se invitó á los astrónomos de la Academia de ciencias, á que trazasen sobre el terreno las bases del nuevo edificio. La Academia creyó conveniente orientar el Obser- vatorio de París. Razón tenia para ello, pero sin duda la Academia ignoraba que disposición tan natural en esta ocasión , era en otro tiempo de un uso general, y casi tan antiguo como el mundo. En consecuencia, en el solsticio del año, el 20 y el 21 de junio de 1667, los primeros individuos de la Academia de ciencias, entre los que se contaban Carcavi, Auzout, Picard, Huygens, Roberval y Buot se constituyeron en el arrabal de Saint -Jacques, sitio en que se había decidido construir el edificio, y terreno entonces erial como todos los de alrededor. Fué una fiesta científica, y se hicieron las observaciones con cierta especie de pompa y ceremonia. Habiendo llegado á la altura de Montrouge, empezaron por trazar una meridiana con todo el cuidado que el caso re- quería, y después tiraron ocho azimutes, que debían corres- ponder á los ángulos del edificio. Determinada la orientación de los muros principales y la de las diversas caras que el edificio debía tener, se observó la altura del polo, la declina- ción de la aguja imantada, y de esta manera se consagró el lugar elejido para levantar el templo; acuñándose además una primer lugar en el concurso. Se terminó el Louvre en cuatro años, porque Colbert empleó todos los medios para activar los trabajos, hasta el punto de que para tener más operarios se habia prohibido á los propietarios de París hacer ninguna cons- trucción; y para que no hubiese interrupción en el trabajo, se ha- bia conseguido que el arzobispo de París suprimiese varias fiestas. 331 medalla con la inscripción necesaria en semejante ocasiona Sic ilur ad astra ; inscripción que, como después lo hizo Cassini IV en su proyecto de erección de un nuevo observa- torio, podia haberse sustituido por la de Hic itur ad astra . La discusión del proyecto y el retraso que entonces como ahora suspendió su ejecución, hicieron que hasta el año si- guiente no pudieran empezarse los trabajos. En 1668 empe- zaron á echarse los enormes cimientos de piedra maciza de 27 metros de profundidad y más de 2 de grueso para los muros principales del edificio (1) ; necesitándose cerca de cuatro años para construir completamente el que fué concluido eo el mes de setiembre de 1671, y costó algo más de dos millo- nes de libras. ¿Quién podria dudar, dice Arago, que después de tan enor- me gasto no se hallase la Francia dolada de un Observatorio digno de ella y de la ciencia? Pero desengañémonos: el arqui- tecto habia trazado el plan del edificio sin consultar suficiente- mente á los observadores, y las reclamaciones de estos llegaron tardiamente ó no fueron atendidas. Además, los mismos astro» nomos de esta época no podian estar de acuerdo sobre la dis- posición que había que dar á un establecimiento de este gé- nero, porque era el momento en que los gnomos caían de su antiguo pedestal, y en que el arle de observar experimentaba la gran revolución de la óptica; por lo tanto no debe causar sorpresa si nos encontramos después con que el Observatorio de París, fué desde su construcción incapaz de servir para nada bueno en astronomía. Los cuatro muros principales se habían construido exac- tamente «mirando á las cuatro principales regiones del mun- do,» como decía Cassini; pero las tres torres salientes que se agregaron al ángulo oriental y occidental de la parle del mediodía, y enmedio de la cara septentrional, impedían el uso importante que hubiera podido hacerse de estas paredes. (1) De esta manera, la profundidad de los cimientos es la misma que la altura del edificio. La misma igualdad se observaba en el obelisco levantado y colocado en Roma por Augusto para servir de gnomon. 332 aplicando á ellas cuatro grandes cuartos de círculo, capaces por su magnitud de marcar distintamente, no solo los minu- tos sino también los segundos. Cassini quería que el mismo edificio del Observatorio fuese un gran instrumento, lo cual no pudo hacerse á causa de estas torres, que eran octógonas, y no tenían más que pequeños flancos cortados por puertas y ventanas. Por esto propuso primero que no se levantasen las torres más que hasta el segundo piso, y que encima se cons- truyese una gran sala cuadrada, con un corredor descubierto todo alrededor, para el uso de que acabamoa de hablar. Ob- servó que era una gran incomodidad no tener en el Observa- torio una gran sala desde la cual pudiese verse el cielo por todas partes: también le parecía necesaria una vasta pieza para hacer entrar el sol por una abertura, y trazar sobre el pavimento la descripción del camino diario de su imagen, lo cual debía servir, á su parecer, no solo de un cuadrante vasto y exacto, sino también de medio de observar las varia- ciones que pueden causar las refracciones á las diferentes horas del dia, y las que se verifican en el movimiento anual. Pero los que habían trabajado en el plano del Observatorio opinaban que se ejecutase conforme al primer boceto que ha- bían propuesto, y fué en vano que Cassini hiciese representa- ciones en este sentido, ni que el mismo Colberl fuese al Ob- servatorio para apoyar el proyecto del astrónomo. Adoptáronse por consiguiente los primeros planos; se ele- varon á la misma altura las torres y la sala grande, y en me- dio de la fachada meridional se dejó una pequeña ventana que daba á lo alto de la gran sala, proyectando tirar sobre el pavimento, no solo la línea meridiana sino también las líneas horarias. Como se temía que la fábrica nueva estuviese es- puesta á alguna variación ó resentimiento, como había sucedido en la parte oriental, en que había habido necesidad de volverá poner más bajos los cimientos, se aplazó el poner el pavimento de la sala grande hasta que cesase todo el efecto (1). Se pro- (1) La meridiana trazada sobre la longitud total de la gran sala lo ha sido en 1729; es una línea de cobre en la cual se hallan gra- badas todas las divisiones, y está sujeta sobre piedras que se han 333 vedó también cubrir esta sala con una plataforma bien sólida, sobre la cual podría levantarse un pabellón cuadrado aislado, desde el cual seria visible todo el cielo. También se pensó en que la torre septentrional no fuese octógona, como primero se habia proyectado, sino cuadrada, como en el dia se ve, para tener una superficie mayor que mirase al septentrión. Cassini propuso por último, que la torre septentrional se terminase por la parte alta por una sala abierta, por dos ventanas, una oriental y otra occidental, y por una puerta meridional; y que él todo fuese agujereado por una abertura redonda cubierta de una placa de cobre que se pudiese abrir y cerrar para las observaciones del zenit, precaviéndose del viento. Esta sala se llamó después pequeño Observatorio. La torre oriental quedó enteramente descubierta para el mismo uso, y en la fachada septentrional se dejó una larga hendidura, que sirvió para recibir y elevar á diversas alturas grandes objetivos, con los cuales se ha descubierto el más pequeño satélite de Saturno. La gran sala meridiana fué cu- bierta con una bóveda algo más elevada que la de la torre occidental. En medio de esta torre se dejó un espacio hueco, á propósito para colocar un gran hemisferio cóncavo, y poder observar en él el curso diario del sol por medio de la sombra de una bola elevada en su centro, que es el ins- trumento llamado por los antiguos escafo , y el mismo que Era- lóstenes hizo construir en Alejandría. En él debían marcarse por observación inmediata las trazas diarias de la imagen del sol en los solsticios, comparadas con las de los demás dias del año afectados de diferentes refracciones; trazas que dividi- das por puntos horarios por medio de un péndulo, hubieran dado á conocer la desigualdad de los arcos horarios causada por las refracciones de los rayos solares. Pero este instru- mento no llegó á construirse; aunque esperándolo habia hecho Cassini que se pusiese en aquel sitio un gran cuarto de círculo, construido por Gosselin y dividido con cuidado por colocado en 1730. Estas piedrás son tan blandas, que en nuestros primeros años Mr. Le Yerrier nos prohibía andar con el calzado ordinario, viéndonos obligados á usar zapatillas. 334 Lebas; pero un viento terrible le arrojó á tierra y le dejó inútil para las observaciones. En el mismo sitio se colocaron después vasijas de estaño para recoger la cantidad de lluvia que caia en diversas épocas del año, en que kacian el efecto de verdaderos pluviómetros. Más adelante Sedileau, después de haber seguido y publicado estos fenómenos por espacio de algunos años , quitó estas vasijas y las destinó á otros usos. En este mismo sitio se ve en el dia, en vez de un hemisferio hueco, la cúpula blanca accidental . (Se continuará.) CIENCIAS FISICAS QUIMICA, Sobre los fosfatos de latió; por Mr. Lamv (Comptes rendus, 10 abril 186?>.) En una Memoria que tuve el honor de presentar á la Aca- demia en diciembre de 1862, dije que el talio formaba con el ácido fosfórico un fosfato soluble, y que esta propiedad for- talecía cada vez más las razones que me movieron á colocar al nuevo metal más cerca del potasio que del plomo. Mr. Croo- kes, que repitió una parte de mis experimentos, comprobó la exactitud de este hecho, diciendo que el fosfato de talio era muy poco soluble, casi tres veces ménos á 100° que el pro tocloruro; y ha deducido de sus observaciones una consecuen- cia directamente opuesta á la mia. % Aunque estuviese seguro de obtener un fosfato de talio muy soluble, he creído no obstante que podría volver á em prender el estudio de este compuesto variando las condiciones de su preparación; y las investigaciones á que me he dedicado no solo han confirmado mis primeras indicaciones, sino que me han conducido á nuevos resultados, que tuve el honor de dar á conocer á la Academia en la Memoria indicada. El talio puede formar con el ácido fosfórico, no solo uno 336 sino varios fosfatos, la mayor parte muy solubles, y por lo ménos tan variados en su composición y propiedades como los compuestos correspondientes de los metales alcalinos. Efectivamente, he obtenido: Un fosfato néutro. .......... Un fosfato ácido Un fosfato básico Un pirofosfalo néutro.» Un pirofosfato ácido Por último, un métafosfato. . . PhO5, 2T10, HO + HO. phos tío, mo. PhO8, 3T10. PhO8, 2T10. PhO8, TIO, HO. PhO3, TIO. Los caracteres esenciales de estas sales y su método de preparación, son los siguientes: Todas son blancas, casi todas solubles en agua é insolubles en alcohol. Se distinguen de los fosfatos de los metales alca- linos, primero porque dan un precipitado blanco con el áci- do clorhídrico, y también, cosa digna de observarse, con el nítrico, siempre que sus disoluciones no estén ni muy calientes ni muy dilatadas. Además, los fosfatos y los pirofosfatos de (alio dan un precipitado blanco de fosfato tribásico con los álcalis, al paso que no precipitan con los carbonatos alcalinos, ni aun con los álcalis en presencia de dichos carbonatos. El fosfato de talio néutro, se obtiene saturando ácido fos- fórico común, á la temperatura de la ebullición, con carbonato de talio; y es tan soluble en agua, que su disolución puede adquirir la consistencia siruposa antes de cristalizar. Su reac- ción es alcalina, y bajo la influencia del calor pierde toda su agua, y se trasforma en una masa vitrea y trasparente de pirofosfato néutro de talio. El mismo fosfato puede producirse sin agua de cristaliza- ción; pero entonces ofrece la particularidad curiosa, como el prolóxido deshidratado, de perder en gran parle su solubi- lidad. Añadiendo á la sal anterior, ácido fosfórico hasta que la reacción sea marcadamente ácida, se obtiene el fosfato ácido de talio, muy soluble, y que cristaliza en hermosas placas na- 337 caradas. Por la influencia del calor puede dicha sal perder uno ó dos equivalentes del agua que contiene, y producir, bien pirofosfato ácido, ó melafosfalo de talio. El fosfato básico se prepara sencillamente echando un álcali, por ejemplo amoniaco, en uno de los dos fosfatos an- teriores. Dicha sal es muy poco soluble en agua; solo se funde á una temperatura próxima al rojo, y da por enfriamiento una masa cristalina blanca, cuya densidad se halla representada por 6, 8 ó 10 grados. La existencia de esta sal insoluble demuestra que el talio, en medio de muchas propiedades que le aproximan á los me- tales alcalinos, conserva siempre algún carácter común con los metales pesados. El pirofosfato neutro de talio, preparado como hemos dicho antes, es soluble, y cristaliza en forma de magníficos prismas oblicuos trasparentes. El pirofosfato ácido resulta de la acción convenientemente dirijida del calor sobre el fosfato ácido: es más soluble que el anterior. Por último, si se calcina el fosfato ácido de talio, ó el fos- fato amoniaco-tálico procedente de la acción del amoniaco sobre uno de los fosfatos anteriores, se obtiene el melafosfalo de talio, muy poco soluble en el primer caso y muy soluble en el segundo. Para completar la analogía del talio con los metales alca- linos, bajo el punto de vista de los compuestos oxigenados que forma con los cuerpos de la familia del fósforo, puedo añadir que existen arseniatos de talio solubles, que ofrecen los caracteres de los fosfatos correspondientes. La Memoria concluye con algunas consideraciones relati- vas á la clasificación del talio, que pido á la Academia que me permita resumir aquí. He creído desde el principio de mis investigaciones atri- buir al nuevo elemento un lugar al lado de los metales alca- linos; y Mr. Dumas, en su informe acerca de mis trabajos, ha sancionado esta clasificación con su autoridad. Por el contra-’ rio, en Inglaterra algunos sábios, y entre ellos Mr. Crookes en primera línea, han preferido establecer analogía entre el 22 TOMO XV. 338 lalioy los metales pesados, como el plomo (1). Los principales hechos cilados por este químico en favor de su opinión son: la insolubilidad de algunos compuestos, tales como el peróxido, el protocloruro, el yoduro, el sulfuro, el fosfato de talio; la facilidad con que se deshidrata el peróxido y pierde en gran, parle su solubilidad; el elevado peso atómico del metal; la pronta reducción de sus sales por el zinc; y en general, la ma- yor parte de sus propiedades físicas. Creo que esta opinión no puede sostenerse, y mucho ménos en la actualidad. En primer lugar, aunque sea cierto que el bromuro, el yoduro y el protocloruro de talio son casi inso- lubles, en cambio este metal forma cloruros superiores solu- bles, un fluoruro simple y otro doble con el silicio, igual- mente solubles. La pretendida insolubilidad del fosfato, que Mr. Crookes ha indicado en favor de su causa, le es entera- mente contraria, porque nada más característico que la ana- logía de los numerosos fosfatos solubles de talio con los com- puestos correspondientes de los metales alcalinos. En cuanto á las propiedades físicas, tienen una importan- cia secundaria en la clasificación; y por otra parte, hay tantas en favor de la alcalinidad del talio, como de la semejanza con el plomo. Pero lo que es mucho más importante para clasificar un cuerpo, es el conjunto de sus propiedades químicas más esen- ciales, más numerosas, y el isomorfismo. l3ajo este punto de vista, la insolubilidad de algunos compuestos y las propieda- des físicas invocadas antes, no pueden contraponerse á los argumentos siguientes. El hidrato de protóxido de talio es muy soluble en agua, fuertemente alcalino y cáustico, como la potasa: su carbonato es igualmente soluble y alcalino como el carbonato de potasa. Existen, como he dicho en mi Memoria, fosfatos y arsenialos de talio no ménos variados en su composición y sus propie- dades, que los compuestos análogos de los metales alcalinos: (i) On ihallium. ( Journal of the Chem. Society , 2.a serie, vol . 11, 1804. 339 el sulfato de talio es soluble, y posee la mayor parle de los caracteres del sulfato de potasa, y además es isomorfo con él; los alumbres de talio y los de potasio tienen una analogía de propiedades y un isomorfismo más absolutos, cuyo isomor- fismo continúa en los sulfalos dobles de la série magnesiana, en los paratartralos y los bitartratos. El talio forma, como los metales alcalinos, sales dobles, cuyo número aumenta cada dia á medida que se estudia más este curioso metal: no pro- duce ni sub-nitrato ni sub-acetalo, sino que su acetato, desti- lado con el ácido arsenioso, produce cacodilo, como el acetato de potasa. Por último, el talio goza, con los metales alcalinos, con esclusion de los demás metales, de la propiedad carac- terística de formar los compuestos que he llamado alcoholes tálicos. Prescindo de otras propiedades de menor importancia, tales como la rápida alteración al aire libre del nuevo ele- mento; su asociación en ciertas aguas minerales con los me- tales alcalinos; sus relaciones de atomicidad con estos; la in- solubilidad del cloruro doble que forma con el platino; la analogía observada entre sus sales orgánicas y las correspon- dientes de potasa, etc.: y apoyado en las consideraciones que anteceden, no puedo ménos de insistir en mantener al talio en el lugar que se le ha asignado primitivamente en la clasificación. 340 METEOROLOGIA. Besúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Beal Observatorio de Madrid en el mes de junio de 1865. Fué la primera década de este mes medianamenle nubosa, apacible por lo regular, poco húmeda y bastante calurosa. Desde el dia 2, el barómetro osciló entre 708 y 712mm, y des- de el 3 la temperatura media se conservó entre 20 y 24°. No llovió ningún dia , y el viento, muy variable ú ondulante, únicamente arreció en los dias 1 y 8. En este último abun- daron las nubes, y se manifestaron por el S. algunos síntomas de próxima tempestad. La segunda década fué más apacible aún que la primera; pero muy anubarrada, lluviosa y húmeda. Durante su tras- curso el barómetro osciló entre 705 y 710nim, y la tempera- tura media entre 16 y 25°, conservándose generalmente más baja que en el período anterior. Llovió casi todos los dias hasta el 17, y en abundancia en los 15, 17 y 20, entre re- lámpagos y truenos no muy intensos, y últimamente de un modo tranquilo, ó como de temporal ordinario. Continuó lloviendo todavía, con acompañamiento de true- nos y relámpagos, en los dias 21 y 22; pero en el 23 pasó la veleta del S. E. al N. E., se despejó en muy gran parte la atmósfera, y el temporal cambió de carácter. Del 22 al 26 se conservó despejado el cielo, y el barómetro osciló entre 708 y 71 1 mm ; la temperatura aumentó también, y disminuyó mu- 341 cho la humedad; y el viento continuó soplando suavemente del N. E. El 27 pasó la veleta al S. O., el barómetro comenzó á descender con rapidez, y principió á entoldarse el cielo; y en los dias 29 y 30, bastante nubosos y basta algo lluvioso el último, se desató un furioso viento del O., que sopló casi sin interrupción durante 24 ó 30 horas. DIAS. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 342 BAROMETRO. A. iuáx. A. míu. min aun mrn 704,00 706,24 702,25 708,79 710,23 707,41 710,83 711,47 710,25 710,29 711,57 708,93 709,88 710,99 708,45 710,21 711,19 709,18 709,79 710,69 708,76 710,87 711,90 709,21 711,05 712,28 709,64 709,45 710,86 707,91 708,13 709,21 707,08 706,99 707,76 705,91 708,17 709,11 707,36 709,12 709,82 708,25 708,89 709,44 708,09 706,76 707,74 705,76 707,41 708,35 706,31 706,98 708,47 705,96 706,06 707,15 705,22 708,81 709,52. 708,12 709,73 710,02 709,36 710,25 711,09 709,21 710,44 711,12 709,46 710,04 711,19 709,00 709,10 709,90 708,32 709,28 709,95 708,53 708,37 709,64 707,23 706,19 708,04 704,92 703,28 704,08 702,60 703,67 704,38 702,43 CUADRO TERMOMETRO. Tm T. ’máx. T. mín. 15*2 21/7 0 11,1 17,6 24,1 8,9 20,0 26,5 8,5 23,0 28,8 12,0 22,3 28,6 14,0 22,6 29,5 13,0 24,2 31,7 13,6 24,0 32,8 15,0 24,2 33,7 16,3 24,2 32,0 16,9 24,8 31,4 15,4 24,0 33,2 16,0 19,4 29,9 12,4 19,1 24,6 14,5 18,8 25,5 13,0 20,9 27,1 14,0 16,6 23,4 11,6 18,0 25,0 10,3 17,6 24,4 12,6 16,3 22,6 12,3 17,3 25,2 11,5 20,2 28,1 12,8 22,1 29,2 12,2 22,8 29,3 11,6 22,0 30,0 14,0 24,9 32,1 14,0 25,6 32,8 15,6 26,3 32,8 15,9 20,5 27,0 15,5 17,8 24,1 10,0 PSICRO Hm RETRO. T» ATMOHETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. mm mm mm 77 9.8 5,0 » s.o. 5 1 71 10,4 4,9 » o.s.o. 2 2 66 11,4 3,9 » S.S.O-N.O. 4 3 60 12,4 6,5 )) S.S.E. 2 4 51 9,9 6,8 » E. 0 5 58 11,7 7,2 N.E. 0 6 51 11,6 7,8 » * N. 5 7 53 11,5 6,7 » N. N.E. -S.S.E. 5 8 52 11,5 7,8 )) S.S.E. 5 9 52 11,5 6,9 » S. 3 10 52 12,2 8,1 » S.-O.N.O. 6 11 58 12,4 7,0 0,3 N.O. 6 12 68 11,4 4,8 1,4 N. -S.S.E. 6 13 78 12,8 2,5 0,9 E. (var.) 9 14 81 12,9 5,0 13,4 N.N.O. (v.) 7 15 70 12,7 3,1 » S.S.E. (v.) 7 16 87 12,0 7,1 15,0 N.N.O. (v.) 9 17 79 12,0 4,5 » E.S.E.-O.S.O, 7 18 77 11,4 2,7 0,4 S.E-O.N.O. 9 19 86 11,9 4,8 10,0 E.S.E. 10 20 81 11,8 3,7 3,7 E.S.E. 8 21 74 12,9 3,7 U S.E.(var.) 6 22 59 11,4 4,5 >, N.E. 2 23 50 10,2 7,1 >, N.E. 0 24 47 9,5 6,7 » N.E. 3 25 52 11,8 7,8 » N.E. (var.) 1 26 51 12,3 6,3 » S.O. (var.) 0 27 45 11,1 8,5 » O. 2 28 50 9,0 7,1 )) O.S.O. 5 29 54 1 8,0 7,1 0,3 0. 4 1 30 344 CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m. Id. á las 9 Id. á las 12 Id. a las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. Id. á las 12 K A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2). Oscilaciones extremas.. Oin diurnas. O. máx. (3) O. mín. (4). (t) Dias y horas de la observación. . (2) Id. (3) Dias de la observación (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 709,83 mm 708,02 mm 708,69 mm 708,84 710,09 708,32 708,76 709,06 709,63 707,75 708,31 708,36 708,81 706,91 707,51 707,74 708,53 707,07 707,19 707,60 709,47 708,05 707,77 708,43 709,90 708,00 708,02 708,64 709,47 707,73 708,04 708,41 712,28 709,82 711,19 712,28 702,25 705,22 702,43 702,23 10,03 4,60 8,76 10,03 2,54 1,85 1,84 2,08 3,99 2,51 3,12 3,99 1,22 1,35 0,66 0,66 o (6 m. y— 19 m. 14-9 m. 24-9 m. o 16 m. y 19 m. 1— 6 m. 19-3 t. 30-6 t. 1- 6 m. 1 18 28 1 3 15 21 21 O Ax=708mm,43 + 0,57 sen. ( x -j- 186° 1') +0,34 sen. (2a; + 146° 46'). 345 CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. l/década. 2.a 3.a les (*). Tm á las 6 m .......... . 10°, 1 16°. 5 16°, 4 16°, 3 Id. á las 9 21 ,9 20 ,4 21 ,7 21 ,3 Id. á las 12. .............. . 25 ,6 24 ,0 25 ,6 25 ,1 Id. á las 3 t. . . . . 26 ,6 23 ,4 26 ,8 25 ,6 Id. á las 6. ............... 24 ,8 19 ,8 25 ,0 23 ,2 Id. á las 9 n 19 ,8 16 ,9 20 ,4 19 ,0 Id. á las 12. .............. . 17 ,3 15 ,9 17 ,7 17 ,0 T 21 ,7 19 ,6 21 ,9 21 ,1 Oscilaciones 25 ,2 22 ,9 22 ,8 25 ,2 T. máx. al sol (1).. 42 ,6 43 ,8 43 ,8 43 ,8 Id. á la sombra (2). 33 ,7 33 ,2 32 ,8 33 ,7 Diferencias medias 9 ,0 9 ,3 8 ,9 9 ,1 T. mín. del aire (3). ........ 8 ,5 10 ,3 10 ,0 8 ,5 Id. por irradiación (4) 6 ,0 8 ,8 8,0 6 .0 Diferencias medias 1 ,2 1 ,0 2 ,0 1 ,3 Om diurnas 16 ,0 13 ,5 15 ,8 15 ,1 0. máx. (5) 18 ,1 17 ,5 18 ,1 18 ,1 0. mín. (6) 10 ,6 10 ,1 11 ,5 10 ,1 (1) Dias de la observación (2) Id . (3) Id (4) Id (8) Id (6) Id 4 9 3 3 7 12 12 18 18 13 14 27 27 v 28 30 30 20 29 12 y 27 9 3 3 7 y 26 14 (*) Tx=20°,35 + 5,29 sen. (a? +83° 33') + 0,63 sen. (2^ + 79° 3'). 346 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO, 1.a década. 2.a 3.“ Mes (*). Hm á las 6 ni. ............. 78 81 78 79 Id. á las 9 — ........ 63 75 57 65 Id. á las 12.. ....... . . 52 59 46 52 Id. á las 3 t.. 47 64 47 53 id. á las 6. ............... . 49 72 50 57 Id. á las 9 n. ............. . 58 81 53 64 id. á las 12. 67 83 63 71 H. media.. ................ 59 74 56 63 O Hx = 65, 1 -f 14,0 sen. ( x + 222* 50 + 3,4 sen. (2« + 285° 15') . i. “década. 2.a 3.a Mes (7. mm mm mm mm á las 6 m.. ............ . 10,6 11,2 10,8 10,9 Id. á las 9.. 12,2 13,0 11,1 12,1 Id. á las 12. 12,6 12,9 11,1 12,2 Id. á las 3 t. ............. . 11,9 13,5 12,1 12,5 id. á las 6. ............... . 11,5 12,2 11,6 11,8 Id. á las 9 n 9,7 11,5 9,2 10,1 Id. á las 12 9,7 10,9 9,6 10,1 TB media 11,2 12,2 10,8 11,4 (*) T J = Uraia ,24 -f- 1 ,31 sen. (a; + 78° 31') + 0,15 sen. (2 x + 328° 23'). * C/2 £33 sa 2 347 CUADRO QUINTO. Anemómetro.— Horas que reinaron los 8 vientos principales . 86 E 95 85 E 116 s. ...... 90 S. 0 ...... 104 0 N. 0 ...... 81 Dirección de la resultante. . . 49° S. E. Intensidad (horas). ......... 53 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media 5mm,9 Id. máxima (dia 28) 8 ,5 Id. mínima (dia 14). 2 ,5 Dias de lluvia 10 Agua recogida .. 46mm,5 Id. en el dia 17 (máx.). 15 ,0 Dias despejados 8 Id. nubosos 17 Id. cubiertos 5 Dias de calma 0 Id. de brisa 13 Id. de viento 13 Id. de viento fuerte. 4 CUADRO SEXTO 348 £* «i -C> O «<0 o <£> s* o o ce EsJ o^OD’OOhC’d CP U íOr-tsííO^^^fo z Q < O ©í^a^oooxo©! s a z o gO^^COCsOTHC 55 a ©í 0" -r-T oooa 3 s 00' os os os* os" O ^jT a© a 0-0000000 a a ce O £* .m .w 0 .0 ¡S K .H .có .O a |¿ C/3 C/3 J2¿ >■ ce a K o OOt^M^^^ Xt^ o «55 ^ 04 ÍO 0V5 -r- *— ¡> a a ce a a Miguel Merino. 349 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plañías floridas durante el mes de junio de 1865, En la primera década . Saponaria officinalis, L. Tilia platyphylla, VenL Ailanfhus glandulosa, Desf, Convolvulus tricolor, L. Convolvulus arvensis, L. Púnica Granatum, L. Majorana hortensis, Moench. Plumbago Larpentae, Lindl. Jasminum officinale, L. Cucubalus bacciferus, L. En la segunda década . Androsaemum officinale, All. Koelreuteria paniculala, Laxm. 350 Spiraea Lindleyana, Wall. Dipsacus fullonum, Mili. Galium rubioides, L. Actinomeris tetraptera, DC. Paliurus australis, Gsertn. Zizyphus vulgaris, Lam. Dahlia variabilis, Desf. Tradescantia erecta, Jacq. Verbena officinalis, L. Urtica cannabina, L. Urtica dioica, L. Teucrium hyrcanicum, L. Chelone barbata, Cav. Buddleia Lindleyana, Bot. Beg. Acanlhus mollis, L. Lappa raajor, Gsertn. Senecio Doria, L. Chenopodiura Botrys, L. Desmodium canadense, DC. Glycyrrbiza ecbinata, L. En la tercera década . Wisteria chinensis, DC. Pavía macrostachya, Herb. Am. Clematis Vilicella, L. Clemalis campaniflora, Brot. Nicoliana glauca, Graham. Chrysanlhemum coronarium, L. Cali iopsis Atkinsoniana, Hook. Thalia dealbala, Fras. Nvmphea alba, L. Poinciana Gilliesii, Hook» 351 Scabiosa alro-purpurea, L Zinnia elegans, Jaeq. Evonvmus japónicas, L. fil Berlandiera lexana, DC. Aconiíum Lycoclonum, L Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de julio de 1865. Comenzó el mes de julio con un dia despejado, no muy caluroso y algo revuelto, al cual siguieron otros dos, foscos, anubarrados y tempestuosos, caluroso el primero, y variable en este concepto y hasta fresco por la noche el ultimo. En el dia 4 se despejó mucho la atmósfera, y despejada continuó casi hasta el final de la década, bajóla influencia de un viento suave y poco ondulante del 0., con una temperatura media de 26 á 27°, y una presión barométrica de 706 á 709mm. En el dia 10 arreció el viento al amanecer y por la noche, y se ladeó hacia el N. N. O. Muy poco más accidentada que la primera década del mes fué la segunda. En el dia 11 se entoldó una buena parle del cielo; pero desde el 12 al 18, aunque onduló el viento y sopló con fuerza variable, y mayor que por el dia durante la noche, ni la presión cambió apenas, ni la temperatura, unos 2o supe- rior á la del período precedente, experimentó grandes ni re- pentinas oscilaciones, ni llovió, ni se descubrieron señales de próxima lluvia ó de tempestad por ningún punto del horizonte. En el dia 19 fué cuando se encapotó de nuevo, y en muy gran parte, el cielo, descendió el barómetro y sopló de con- tinuo un viento fuerte del O. S. 0.; y en el 20, más anubar- rado aún que el anterior, y á ratos muy ventoso también, hubo amagos de tempestad por la tarde, y descendió la temperatura, hasta hacerse desagradable, por la noche. Continuó siendo el temporal variable, nuboso y fresco por la noche en los dias 21, 22 y 23; y en el 24 comenzó á so- plar un viento largo del N. N. E., que subsistió hasta el 28 , 353 inclusive, y conservó limpio de nubes el cielo, arreciando no- tablemente Iras la postura del sol. Del N. E. pasó el viento al S. E. y S. O., y se. calmó mucho, el dia 29; y desde entonces aparecieron algunas nubes, disminuyó la presión, que en los precedentes dias llegó á 712mm, y aumentó la temperatura, aunque no con exceso. Al finalizar el mes, todavía se des- cubrían á la simple vista algunos campos ó corros de nieve en lo alto de la inmediata sierra de Guadarrama. TOMO XV. 23 354 CUADRO DIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO. A. máx. A. niín. T 1 m T. máx. T. mío. 1 mm 707,29 mm 708,17 mm 706,36 19*6 27 °9 o 7,3 2 707,15 709,23 704,72 23,0 31,6 12,7 3 708,59 709,46 708,02 20 2 26,5 14,2 4 709,69 710,23 709,06 Í3’9 32,4 13,3 5 708,98 710,58 707,71 27,0 34,8 16,6 6 706,05 707,81 704,28 27,6 35,3 17,7 7 707,02 707,46 706,39 26,3 32,4 17,6 8 707,90 708,45 707,31 27,5 35,1 17,3 9 706,86 707,81 705,68 26,7 33,4 16,7 10 707,47 708,45 706,52 24,7 32,8 15,1 11 706,97 707,56 705,99 25,8 32,8 15,6 12 708,21 708,93 707,41 27,0 34,8 17,0 13 707,71 708,98 706,64 28,7 37,6 16,8 14 706,86 707,94 705,60 29,2 37,2 18,6 15 707,28 708,35 706,49 28,8 36,5 18,2 16 707,25 707,71 706,75 29,2 36,4 19,2 17 708,10 708,70 707,43 26,2 31,8 17,8 18 706,08 707,86 704,23 25,2 32,2 14,3 19 702,36 703,59 701,56 23,2 28,4 15,1 20 702,97 705,12 701,49 17,2 23,1 15,4 . 21 707,97 709,00 706,77 19,6 26,5 10,3 22 708,44 709,46 707,41 23,1 30,8 11,9 23 708,53 709,29 707,48 25,2 32,9 15,0 24 709,52 711,29 708,42 25,4 32,3 16,8 25 711,34 712,23 710,25 23,5 30,8 12,8 26 711,10 712,13 709,74 23,9 31,5 14,5 27 710,14 711,39 709,00 23,5 30,0 14,7 28 708,96 710,23 707,54 25,3 34,2 16,1 29 708,41 709,64 707,31 27,6 36,4 16,5 30 707,80 709,18 706,59 27,4 36,1 18,3 31 704,83 705,93 703,77 26,1 32,3 17,7 355 PRIMERO. PSICROMETRO. ATMOMETRO. PLUVIOMET. ANEMOMETRO. Hra Jn x m Evaporación. Lluvia. Viento. NUBES. DIAS, 50 mm 8,3 mm 8,3 mm N.N.O. 0 1 50 11,9 7,2 0,3 N.-S. 5 2 76 13,4 4,7 1,8 o.s.o. 6 3 66 14,3 6,8 )) 0. 3 4 55 14,3 8,3 » S.O.-N.N.O. 2 5 52 13,7 9,4 » • s.s.o. 1 6 54 12,9 9,3 » o.s.o. 0 7 46 12,4 9,9 » 0. 0 8 43 10,9 11,2 » 0. 1 9 50 11,5 9,9 • N.N.O. 0 10 51 12,5 8,7 N.N.E. -O.S.O. 3 11 49 12,7 10,4 )) O.N.O. 0 12 51 14,6 9,7 )) N.O. (ver.) 1 13 51 14,6 10,7 )) O.N.O-N.E. 1 14 50 14,4 10,5 )) O.S.O. 0 15 51 15,0 10,1 » O. 0 16 39 9,4 11,9 » O.S.O. 0 17 39 8,8 10,6 ,) O.S.O.-N. 0 18 48 10,0 9,1 » O.S.O. 6 19 66 9,7 3,1 » O.S.O. 7 20 59 9,8 5,3 » O.N.O. 6 21 55 11,1 5,0 )) O. 2 22 52 12,1 9,2 » O. 3 23 52 12,3 10,5 » N.N.E. 2 24 48 9,9 9,4 » N.N.E. 0 25 50 10,8 9,6 „ N.N.E. 0 26 55 11,5 10,8 ») N.E. 0 27 56 13,0 9,8 )) N.E. 0 28 49 13,0 8,8 » N.E.-S.O. 0 29 54 14,5 7,8 » S.S.E. 3 30 53 13,0 9,8 S.E-O.S.O. 2 31 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. i .a década. 2.a 3.a Mes (*). ni m mui mrn tmn Ain á las 6 m. . . . . 708,23 706,90 709,44 708,23 Id. á las 9 708,48 707,01 709,64 708,42 Id. á las 12 708,07 706,92 709,09 708,06 Id. á las 3 t 707,15 706,09 708,17 707,14 Id. á las 6 706,78 705,52 707,78 706,73 Id. á las 9 n 707,33 705,99 708,72 707,39 Id. á las 12 706,85 706,32 708,92 707,73 A, 707,70 706,38 708,82 707,67 A. máx. observadas (1) 710,58 708,98 712,23 712,23 A. rain, observadas (2) 704,28 701,49 703,77 701,49 Oscilaciones extremas 6,30 7,49 8,46 10,74 0,n diurnas. 2,16 2,11 2,32 2,20 0. máx. (3) 4,51 3,63 2,87 4,51 0. rain. (4) 1,07 0,96 1,81 0,96 (1) Dias y horas de la observación. 5—9 m. 13—6 m. 25—9 m. 25—9 m. (2) Id 6-6 t. 20—6 m. 31-6 t. 20-6 m. (3) Dias de la observación 2 18 y 20 24 2 (i) Id 7 16 23 16 (*) Aj = 76 25 4 28 ,0 23 ,3 26 ,i 30 ,3 43 ,1 45 ,0 46 ,3 46 .3 35 ,8 37 ,6 36 >4 37 ,tí 7 ,4 6 ,9 8 ,4 7 ,6 7 ,3 14 ,3 10 ,3 7 ,3 5 ,3 9 ,8 7 ,7 5 .3 2 ,1 2 ,1 1 .9 2 ,0 17 .4 16 ,3 17 2 17 ,0 20 ,6 20 ,8 19 *9 20 ,8 12 ,3 7 ,7 14 ,6 7 ,7 5 13 29 29 G 13 29 13 1 18 21 1 1 18 21 1 1 13 29 13 8 20 31 20 O Tx = 24MG + 6,56 sen. (® + 41° 10') + 0,58 sen. (2® + 82°l'). 358 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3,° Mes (*). Hm á las 6 m 75 70 72 72 Id. á las 9. 59 54 58 57 id. á las 48 43 45 45 Id. á las 3 t 42 39 39 40 Id. á las 6 43 39 43 42 Id. á las 9 n 56 47 52 52 Id. á las 12. . 63 56 60 60 H. media 55 50 53 53 (*) 0^ = 55,0 + 16,3 sen. (a? + 210° 40') + 2,4 sen. (2 x + 284° 37'). 1." década. 2.a 3.a Mes (*). mm ram m rn inm Tm á las 6 m 11,5 11,8 10,8 11,3 Id. á las 9 13,3 13,2 12,4 12,9 Id. á las 12 13,4 13,0 12,8 13,1 Id. á las 3 t 12,8 13,5 12,5 13,0 Id. á las 6 12,4 12,1 12,4 12,3 Id. á las 9 n 11,9 11,0 11,5 11,5 Id. á las 12. 11,3 10,6 10,9 10,9 Ta media. 12,4 12,2 11,9 12,1 (*) T“=llram,96 + 1,27 sen. (a? + 72° 8') + 0,21 sen. (2 x + 152° 150 , 350 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos 'principales. 109 S 48 106 s. o 239 » 0 97 24 N. O. ....... 121 Dirección de la resultante 82° N. O. Intensidad (horas). 262 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera , Evaporación media 8mn),9 Id. máxima (dia 17) 11 ,0 Id. mínima (dia 20) 3 ,1 Días de lluvia. 2 Agua recogida 2mn\l Id. en el dia 3 (máx.) 1 ,8 Dias despejados 18 Id. nubosos 13 Id. cubiertos 0 Dias de calma 1 Id. de brisa 13 Id. de viento 13 Id. de viento fuerte 4 CUADRO SEXTO. 860 «o © o Ss* o 05 *05 s 05 <55 §s o O «s s> s*. 05 o o 05 © 05 s¡ o * 5** 05 J3 I* <5 r-4 «r-t O ©í fO ©í r-T O * CO ©í ©l ©f t- ^00 * *** t"« C© *siH 0© jC 50 íOtó^WíO gS© 05 05 00CD íO*J# St-t-T ^ COC©'©f^*-T TEMPERATURA. o - «. . CO CO ©1 ©I r>oo ©oot^ s co~ soT co ©f ©i ©i ©i ©i ©i ¿ CO ^ ©i a© o s© o grHOO ^ CO r-i 0© t- 0© c n s 05 crs * oo r-~ o©~ oo Ed «y# o o «o o o o o M-i Ph r- i "* r- t- t- r- i© t/J O H . W .w .6 .o Z rsy ^ w O , fcEJ > C/3 C/3 Z W3 Ed O «süW 5© Í i ^©00í©©l O -sj CO ©I T—l 0© ■*5p ©1 > C5 Miguel Merino. 361 JARDIN BOTANICO DE 1ADIIID. Plantas floridas durante el mes de julio de 1865. En la primera década. Althsea officinaüs, L. AUlisea cannabina, L. Teucrium Marum, L. Tripsacum dactyloides, L. Polygonum oriéntale, L. Ligustmm japonicum, Thunb. Hibiscus syriacus, L. Silene wolgensis, Bess. Ampelopsis hederacea, Miehx. Cissus orientalis, Lam. Biotia macrophylla, DC. Nelumbium luteum, Willd. En la segunda década. Solidago elliptica, Aií. Harpalium rigidum, Cass. Tanacetum vulgare, L. 362 Artemisia Absinlhium, L. Yilex Agnus-caslus, L. Garuleum pinnalifidum, DC. Grindelia lanceolala, Nutt. Rudbeckia speciosa, Schsd. Polymnia Uvedalia, Willd. Vernonia anthelminthica, Willd. Eupatorium sessilifolium, L. En la tercera década. Psoralea bracteala, L. Heliolropium európaeum, L. Pycnanlhemum lanceolatum, Pourr. Menlha cervina, L. Cestrum auriculalum, L’Heril. Chenopodium ambrosioides, L. Datura Stramonium, L. CIENCIAS NATURALES AGRICULTURA Sobre la composición de los quesos. Informe de Mr. Bous- singault, adoptado por la Sociedad imperial de Agricultura s acerca de una Memoria de Mr. Brassier. (Journal d’agriculture pratique, S abril 1865.) La leche está formada por glóbulos butirosos, suspensos en un líquido que tiene en disolución ó en emulsión tres principios inmediatos, dos de los cuales, el cáseo y la albúmina, son azoados, y el tercero, de aspecto de azúcar, blanco y cris- talino y de- sabor dulce, es lo que se llama lactina ó azúcar de leche. Cuando la leche queda en reposo á una temperatura que no pase de 12 grados, se separa en dos partes: la más ligera, que es la nata, en que dominan los glóbulos butirosos, nada en la otra, que es un líquido opalino de viso azulado, formado por lactina y cáseo, en el cual existe una corta cantidad de albúmina y algunos glóbulos de manteca, y al que se da el nombre de suero. Pero si, reunida la nata, se deja expuesto al aire por espacio de mucho tiempo, se ven poco á poco apa- recer en el seno del suero copos blancos que caen al fondo de la vasija, y constituyen la cuajada ó parle caseosa, que se hace insoluble por su unión con un ácido, que es el láctico, 304 resultado constante de una modificación experimentada por la ladina, cuando se halla en contacto del aire en presencia de sustancias azoadas. La masa se divide entonces en tres zonas perfectamente distintas; la nata, la cuajada, y el suero, líquido trasparente, ligeramente verdoso, ácido, y en el cual se en- cuentra la lactina, que pasa gradualmente al estado de ácido láctico al mismo tiempo que se observa la aparición de moho formado por mucedineas, y después la de vibriones. Termi- nada la precipitación del cáseo, el suero retiene la albúgina, que puede coagularse hirviéndolo. Si la exposición de la leche al aire se verifica, no á una temperatura inferior á 12°, como acaba de suponerse, sino á la de 25 á 30°, se realiza la acidificación de la lactina con mu- cha más rapidez, se corta la leche antes de que la nata tenga tiempo para subir á la superficie, y no quedan en- tonces más que dos zonas en vez de tres: la cuajada y el suero fuertemente ácidos, reteniendo siempre albúmina coagulable por el calor, y si la nata no aparece, es porque los glóbulos butirosos han sido arrastrados por cáseo coagulado. La teoría de la fabricación del queso se deduce en parte de los hechos que acaban de ser mencionados. El cáseo se convierte en cuajada por el desarrollo de un ácido ó por me- dio del cuajo. Haciendo que la leche se cuaje antes que haya subido la nata, se obtiene la materia primera de los quesos grasos; y por el contrario, coagulando la leche después de la ascensión y separación de la nata, se consigue la materia pri- mera de los quesos secos. Hay grandísima variedad de quesos, que se diferencian por su consistencia, sabor y edad, por los ingredientes que se les añaden, y sobre todo por las circunstancias de tempera- tura, humedad y sequedad , bajo cuya influencia envejecen; pero los procedimientos fundamentales de su fabricación son en todas partes los mismos, y consisten en lo siguiente. La coagulación del cáseo. La división de la cuajada. La eliminación del suero. Los quesos, sean grasos ó secos, se clasifican también en quesos de caldera cuando la cuajada ha sufrido cierta cocción, 3()5 y en quesos crudos, cuando la coagulación del cáseo por el cuajo se efeclúa á una temperatura que no exceda de la que tiene la leche recien ordeñada. De esta última clase, es decir, de los quesos crudos, pueden formarse tres categorías. 1. a Los quesos blandos y frescos. 2. ' Los quesos blandos y salados. 3. a Los quesos de pasta prensada y salada. Cuando el queso de esta última clase, del cual es tipo el de Roquefort, ha permanecido algún tiempo en la cueva y tiene adquirida cierta consistencia, se cubre de un moho blan- quecino: la vegetación criplogámica hace muy pronto rápidos progresos, y el queso se cubre de una borra muy espesa, for- mada de delgados filamentos flexibles del penicillum glaucum . Cuando se quita el moho, no tarda en volver á aparecer, y la costra, que primeramente era blanca, se cubre sucesivamente de una borra azul, y después de otra roja muy corta. Esto indica por lo menos esteriormenle el término más avanzado de la vida micodérmica, y es el indicio de la terminación de la primera fase de la fermentación caséica. Desde este periodo invaden lo interior de la pasta mucedineas de color blanco verdoso, produciendo en ella el marmoleado y enmohecido, que no aparecen espontáneamente hasta después que el queso haya pasado muchos meses en la cueva. Las escelentes investigaciones de Schwann , las más re- cientes de Pasteur, propenden afijar cada vez más, que las fer- mentaciones propiamente dichas, son correlativas de la pre- sencia y multiplicación de seres organizados. Por otra pai te, sábese en el dia sin la menor duda, que en los polvos exis- tentes en suspensión en la atmósfera, se encuentran esporas de las mucedineas y mohos, así como huevos de infusorios, verdaderas semillas de los fermentos. Pero como mientras pasa la cuajada cruda al estado de queso se observa constante- mente la aparición sucesiva de mohos, mucosidades y ani- malillos, al mismo tiempo que hay desarrollo de los ácidos grasos, cuyo conocimiento debemos á los excelentes trabajos de Mr. Chevreul, era natural atribuir las modificaciones del cáseo y de la manteca, á la invasión sucesiva ó simultánea de la vegetación criptogámica y de los animalillos microscópicos/ 366 y considerarlos como los principales agentes de la fermenta- ción caséica: tal era la opinión expuesta en 1862 por el mismo que esto escribe. En efecto, es sabido que la cuajada fresca- mente coagulada por el cuajo, é inmediatamente seca, podría preservarse de toda alteración; pero cuando todavía húmeda se expone á la acción del aire, como sucede en la prepara- ción de los quesos crudos, queda al momento sembrada de esporas, recibe huevos de infusorios, y bien pronto su super- ficie se ve invadida por moho, el penicillum glaucum , que primero es blanco, después azul verdoso y por último rojo, al mismo tiempo que se cubre de mucosidades, yen el líquido que rezuma se descubren vibriones que se agitan en todos sentidos. Cuando ha llegado más adelante la fermentación caséica, se observan en el queso: 1. ° Sales de amoniaco. 2. ° Fosfato de cal, que existía anteriormente en la leche. 3. ° Una sustancia blanca, formada por escamitas nacara- das, brillantes, soluble en agua y en alcohol, insoluble en éter, sin olor ni sabor, que es la leucina, producto constante de la putrefacción de la carne muscular. 4. ° Una sustancia de aspecto gomoso, soluble en agua, que tiene el sabor de la sustancia de carne. 5. ° Acido margárico y ácido oléico, ó sean los ácidos gra- sos de la manteca. 6. ° Una materia oleosa, amarillenta, inodora, muy fluida, más pesada que el agua, y tan acre, que una partícula de ella puesta en la lengua, levanta ampollas y produce una sensa- ción urente. Este aceite corrosivo ejerce una reacción acida, y sin duda á él se debe el sabor picante, el vigor que sazona los quesos, sobre todo los añejos, los cuales basta probarlos, según la expresión de Proust, para que la boca se llene de am- pollas. Tales son los principios que las criptógamas y los infuso- rios aíslan, desarrollan ó segregan, obrando como fermentos sobre los dos elementos insolubles y de poco sabor que domi- nan en la cuajada, el cáseo y la manteca. Su vegetación, su existencia en el seno de esta mezcla es la fermentación ca- 367 séica, cuyos efectos están subordinados á su duración é inten- sidad. En el estado actual de la ciencia, se halla generalmente adoptada la opinión de que las modificaciones que experimenta el queso cuando se hace añejo, son en parle debidas á las acciones vitales que se acaban de indicar; pero es preciso re- conocer que apenas se ha manifestado esta opinión, cuando se han exajerado singularmente sus consecuencias, despreciando la influencia de la temperatura, y olvidando que la reacción alcalina, persistiendo durante todo el tiempo que dura la fer- mentación caséica, debe producir y favorecer los fenómenos de oxidación ó de combustión lenta; todo lo cual hace mucho fué demostrado por Mr. Chevreul. Por esta razón Mr. Blondeau ha deducido, de análisis que no trato de discutir, la conclusión de que durante las modificaciones experimentadas por el que- so de Roquefort al hacerse añejo, la sustancia albuminoidea después de haber cedido á las criptógamas una fracción de sus elementos, asocia las demás en forma de sustancias grasas; ó en otros términos, que después de haber pasado un año en la cueva, el queso contiene más manteca que en estado fresco, lo que equivale á decir que el queso se trasforma en sustan - sias grasas por la influencia del moho. Después de la publicación del trabajo de Mr. Blondeau, ha hecho observar fundadamente nuestro colega Mr. Payen, que si llega á preponderar la proporción de sustancias grasas en el queso, proviene sin duda de la disminución de la lac- tina y del cáseo á consecuencia de la fermentación; y discu- tiendo varias análisis, ha reconocido que la proporción de cuerpos grasos contenida en los quesos, se halla en relación con la cantidad de manteca preexistente en la leche emplea- da para prepararlos. En la Memoria que la sociedad imperial de Agricultura ha sometido al exámen de su sección de ciencias físico-quí- micas, trata de investigar Mr. Brassier en qué se convierten los diversos principios inmediatos de la cuajada durante la fer- mentación caséica. La pérdida de peso experimentada por la sustancia á consecuencia de esta fermentación, ¿es debida á la destrucción parcial ó total de uno ó varios de estos principios? 368 O en una palabra, ¿cuáles son los que resisten y los que desa- parecen? ¿Cómo afirma Mr. Blondeau ha aumentado realmente la materia grasa mientras se hacía añejo el queso? Respecto á esta última cuestión, ha encontrado Mr. Brassier que no solo no aumenta esta sustancia, sino que disminuye en proporción muy notable: así resulta de las análisis hechas sobre quesos del mismo origen, y examinados en diferentes edades. La dificultad consistía en preparar un queso inicial bien homogéneo; y esto es lo que Mr. Brassier ha llegado á conse- guir, coagulando por medio del cuajo la leche privada de nata á la temperatura de 35°. El coágulo bien escurrido se sometió á una fuerte presión, y la pasta tenia entonces una consistencia dura y seca: amoldóse luego por medio de la prensa en cinco quesos, cada uno de los cuales pesaba 300 gramos. Se pusieron en una cueva suficientemente aireada á la temperatura constante de 10° cuatro de estos quesos, de los cuales dos se habían salado con 15 gramos de sal: el quinto se sometió al análisis valuando el agua, el cáseo, la manteca, la lactina, el amoniaco enteramente formado y las sustancias minerales. Dos meses después se examinaron dos de los que- sos que estaban en la cueva: hallábanse revestidos de una vegetación criptogámica blanca y sedosa; su pasta interior- mente era untuosa y blanda, y su olor bastante fuerte, pare- cido al del queso de Roqueforl. En el procedimiento analítico se ha hecho una modificación, porque debía valuarse la leu- cina que se había desarrollado; extrájose por medio de! al- cohol esta sustancia en cristales blancos nacarados, mezclados con sales amoniacales. Como debía esperarse, se ha demostrado que durante la desecación de los quesos hechos, quedan con el agua elimi- nada y que se ha recogido, vestigios de sales de amoniaco, aunque en cantidad bastante débil para no afectar sensible- mente la valuación de la humedad. La determinación del cáseo se ha comprobado por medio de la última análisis; pero Mr. Brassier ha encontrado siem- pre una proporción de ázoe algo menor que la que el cálculo indicaba, probablemente á causa de la circunstancia de que, á pesar de las precauciones tomadas para obtener el cáseo 369 puro, habian quedado cortas cantidades de manteca y de lac- tina, y quizá también, en el cáseo procedente de los quesos hechos, celulosa organizada por medio de los micodermos, sustancias que los disolventes no hubiesen podido separar. Para que puedan apreciarse fácilmente las modificaciones que la cuajada experimenta en su constitución durante la fermentación caséica, hemos reunido en un cuadro el resul- tado de las análisis hechas sobre queso sin salar. QUESO. Fresco. De 2 meses. De 4 id. De 7 ¡d. (1) Cáseo 9G&V21 838M0 85sr,01 67sr,06 Lactina. Leucina y princi- ] 11 ,46 0 ,00 0 ,00 0 ,00 pios solubles en alcohol ) 0 ,00 21 ,18 18 ,67 33 ,42 Sustancias grasas. . 66 ,78 56 ,31 46 ,92 39, 74 Sustancias minera- ' les J j 2 ,25 2 ,25 2 ,25 2 ,25 Amoniaco vestigios 1 ,85 1 ,95 3 ,22 Agua y pérdida.. . 123 ,00 67 ,31 59 ,20 56 ,06 Peso de los quesos. . 300 ,00 282 ,00 214 ,00 201 ,75 Antes de la fer~ ' mentación J i 300 ,00 300 ,00 300 ,00 Pérdida experimentada. 68 ,00 86 ,00 98 ,25 (1) El queso de 7 meses se había salado con 15 gramos de sal marina. Para que la comparación fuese más fácil, se ha restado de esta cantidad el peso de las sustancias minerales. 25 TOMO XV. 370 Estas largas y delicadas investigaciones, demuestran lodo el partido que puede sacarse de la aplicación del análisis á las cuestiones de tecnología agrícola. La sociedad imperial de Agricultura ha apreciado siempre en extremo los trabajos de esta naturaleza, cuando tienen lodos los caracteres de exac- titud que se hallan en la Memoria, cuyo examen se nos ha encomendado. Además, tomando en consideración la impor- tancia del asunto y las dificultades que el autor ha superado con habilidad, cábenos el honor de proponer que se conceda á Mr. Brassier una medalla de oro del valor de 500 francos. FISIOLOGIA COMPARADA Memoria sobre la demostración experimental de la producción de electricidad por nn aparato propio de los peces del gé- nero de las Raigas; por Mr. Charles Robín. (Comptes rendus, 24 julio 1865.) No es muy considerable el número de peces dolados de órganos eléctricos, pues los únicos en quienes se ha observado la existencia de aparatos electro-motores, son los cinco gé- neros que componen la familia de los Torpedos, que consta de unas diez y ocho especies, uno ó dos Gimnotos, dos Mor- miros y un Malapteruro: de modo que el descubrimiento de los órganos productores de electricidad, y del modo de em- plearlos las especies en que han permanecido desconocidos, se ha contado siempre entre los hechos importantes que regis- tra la ciencia. En una Memoria que tuve el honor de leer á la Academia de ciencias el 13 de mayo de 1846, di á conocer anatómica- mente un aparato que existe á los lados de la cola de las nu- 371 nierosas especies que componen el género Raya, dentro de los límites que le han señalado Dumeril y Cuvier. La identi- dad de su estructura con la de los órganos eléctricos de los Torpedos, me ha conducido á mirarlo como un verdadero aparato eléctrico el cual viene, por decirlo así, á estrechar los lazos zoológicos que hacen considerar á las Rayas y á los # Torpedos como pertenecientes á una misma familia de peces cartilaginosos; pero estas determinaciones, la una concerniente á un problema de anatomía y la otra á una cuestión de Zoología, carecían de solidez, en tanto que no se habían confirmado por la experiencia. El trabajo que me atrevo á comunicar á la Academia, tiene por objeto la demostración experimental de la existencia, en el aparato eléctrico de las Rayas, de una fun- ción análoga á la que desempeñan los órganos que tienen la misma estructura, y se encuentran hacia la cabeza de los Tor- pedos y en la cola del Gimnoto. Además, hasta ahora, la Zoo- logia contaba solamente los Torpedos entre los peces eléctricos que habitan en el mar, y los demás eran todos peces de agua dulce; por consiguiente, en lo sucesivo debe agregarse á ellos el gran género de las Rayas en su totalidad. Sábese que las Rayas se pescan generalmente á más de una hora de navegación de la costa, y no viven fuera del agua más de diez y ocho á veinte minutos1, siendo por consiguiente más difícil conservar vivos en depósitos estos peces que los demás, en razón de su forma y volumen. Por otra parle, es imposible practicar dentro del mar, y en barcos pescadores, los delicados experimentos que exijen las investigaciones electro-fisiológi- cas; así es que á pesar de haber hecho muchas tentativas, nunca había llegado hasta ahora á reunir todas las condicio- nes necesarias para su ejecución: pero tales condiciones se hallan en la actualidad felizmente reunidas, y á disposición de los hombres científicos, en los viveros de experimentación construidos en Coucarneau, con arreglo á los planos é indica- ciones debidas á la iniciativa de Mr. Coste. En los estanques y acuarios de dicho sitio, cuya agua se renueva constante- mente por el flujo y reflujo del mar, viven y se reproducen los peces é invertebrados de la mayor parle de las especies de nuestras costas, podiendo observarse sus costumbres en cada momento. Cuando los necesita el experimentador se vuelven a pescar, y en menos de un minuto son colocados en mesas destinadas al objeto en un eslenso laboratorio inmediato á los viveros. En estas investigaciones se necesitan por lo menos uno ó dos ayudantes, tanto para sostener al animal como para ob- servar los movimientos de la aguja del .galvanómetro, ó vigilar los de las ranas galvanoscópicas. El instrumento de que me be valido es un escelenle galvanómetro de Gourjon, reducido á 1300 vueltas: Mr. Ruhmkorff habia hecho astáticas las agujas. Condiciones para observar las descargas eléctricas en las Bayas. Dispuesto todo de manera que dos ó tres ranas gal- vanoscópicas se hallen en comunicación conveniente con la porción sub-culánea de uno de los órganos eléctricos, estando una de las láminas de platino encima del aparato, mientras que la otra se halle aplicada al mismo tiempo por debajo hacia el nivel de las aletas caudales, se observan los fenóme- nos siguientes. A veces hace la Raya violentos esfuerzos musculares para librarse, agita ó trata de agitar fuertemente sus aletas pec- torales, los miembros posteriores y la cola, que es preciso sujetar, como también los músculos dorsales. En las nueve décimas partes de los casos, no se verifica descarga eléctrica alguna mientras duran estos esfuerzos musculares, cuyo hecho han observado en 1833 en los Torpedos MM. Becquerel y Breschet; ningún movimiento se percibe en las ranas galva- noscópicas, ni se mueve tampoco la aguja, del galvanómetro; pero después de algunos segundos de reposo que siguen á es- tos esfuerzos, se produce una descarga, ó una sucesión de pequeñas descargas. Otras veces el animal permanece tran- quilo, ejecuta movimientos regulares respiratorios por espa- cio de tres ó cuatro minutos, y después forcejea como en el caso anterior, y el galvanómetro, como también las ranas gal- vanoscópicas, quedan inmóviles, y al cabo de algunos segun- dos de reposo tiene lugar una acción electro-motriz. No obs- tante, algunas veces también, después de tres ó cuatro mi- nutos de tranquilidad, el pez en vez de agitarse produce di 373 recia y voluntariamente una descarga, ó bien hace un violento esfuerzo de dilatación é inmediatamente de contracción de los músculos de la cavidad branquial, que al punto siguen á las acciones eléctricas. El reposo ó la agitación de que tratamos no van siempre seguidos de efectos electro-motores ; pero llegan á manifes- tarse en este caso pinchando los bordes de las aletas, picando lo interior de los respiraderos, tocando los ojos de la Raya, ó frotando la parte superior de la cabeza. De modo que el acto de inervación que partiendo de los centros nerviosos produce una descarga, es un acto voluntario como el que suscita las contracciones musculares, y es independiente de la acción mo- tora, aunque los nervios del aparato provengan, como los de los músculos que dirije la voluntad, de los hacecillos anlerio- | res de la médula espinal. Fenómenos de la descarga eléctrica del aparato de las Ra- | gas. Cualesquiera que sean las condiciones en que se verifi- que una descarga del aparato eléctrico, se descubre, fijando la atención, bien por un ligero movimiento de los globos oculares acompañado de contracción de la cavidad branquial, bien por ligeras contracciones que hacen vibrar y undular el borde de las aletas, y aquellas van siempre acompañadas de un pequeño movimiento de temblor de las aletas caudales, temblor que á veces solo es resultado de una acción electro- I motriz. Sabido es que algunos de estos fenómenos se observan también en los Torpedos simultáneamente con la producción I de una descarga eléctrica. Aplicando los dedos sobre la cola durante este temblor, se siente un ligero estremecimiento en toda su estension. En cuanto á los fenómenos eléctricos propiamente dichos, es de notar que se hacen sensibles por medio de las ranas galvanoscópicas, y á la vez ó separadamente por el galvanó- metro, en toda la extensión de la mitad posterior de la cola de las Rayas. Esta longitud corresponde á la porción del aparato que es sub-cuíánea, porque cesa de estar rodeada de la pro- longación caudal del músculo sacro-lumbar. Ninguna de estas manifestaciones se verifica cuando las ranas, ó el reóforo que cierra el circuito por el lado de la cola, toca la piel, hacia 374 el nivel de la porción del aparato que está rodeado de múscu- los, á ruónos que esta porción no quede descubierta. Los fenómenos eléctricos se hacen sensibles por la con- tracción única ó repetida rápidamente varias veces de las ra- nas galvanoscópicas, coincidiendo siempre con un movimiento repentino de la aguja del galvanómetro puesta á 90°, que choque contra el tope, cuando los peces no están todavía he- ridos ni sus fuerzas se hallan agotadas. La simultaneidad constante de estos dos modos reunidos de demostración de las acciones electro-motoras, es un hecho que merece fijar mucho la atención. Nunca se han manifestado los fenómenos exteriores indicados al principio de este pár- rafo, sin que haya al mismo tiempo contracción de las ranas en comunicación con la porción sub-cutánea del aparato, y movimiento relativamente brusco y rápido de la aguja del galvanómetro: las ranas galvanoscópicas colocadas en las demás partes del cuerpo , quedan inmóviles. Durante el uso aislado y alternativo de las ranas galvanoscópicas y del gal- vanómetro, siempre con estos fenómenos exteriores ó con algunos^de ellos, ha coincidido la contracción de los unos en el primer caso, y el movimiento de la aguja en el segundo. Resulta por consiguiente que el aparato eléctrico de las Ra- yas, lo mismo que el de los Torpedos y el de los Gimnolos, como las pilas ó baterías que se cargan por sí mismas, produce efectos físicos y efectos fisiológicos; pero los químicos obtenidos por mí, no son bastante marcados para que pueda mencionar- los. Por último, observaré que la intensidad de la descarga es proporcional á la masa del tejido del aparato que la produce, pues cuando por medio del reóforo colocado al lado del extre- mo inferior del órgano eléctrico, se comprende en el circuito una porción cada vez más pequeña de su extensión, el movi- miento de la aguja galvanomélrica es cada vez menor. No llega más que á 50 ó 60 grados cuando el circuito no com- prende más que de 6 á 8 centímetros de la longitud de este órgano. Tal es el resúmen de los hechos generales que he obser- vado; y pido permiso á la Academia para comunicarla en al- guna sesión próxima, otra série de resultados relativos: 375 1 .* Al sentido en que se verifica la descarga eléctrica. 2. ° A la situación de los polos del aparato. 3. ° A la influencia de la eterización, de la estricnina y del curare sobre cada descarga en particular, y sobre las causas de la falta de éxito en los experimentos. Por último, tengo que comparar el conjunto de estas inves- tigaciones con los hechos análogos observados por MM. Bec- querel, Faraday, Pouillet, Matteuci, Jobert de Lamballe y otros sábios, tanto sobre los Torpedos como sobre el G im- noto. BOTANICA. Sobre las relaciones sexuales entre las tres formas del Lythrum Salicaria. (Archiv. des scienc. phys., 20 mayo 1805.) Vaucher es el primero que indicó las tres formas del Ly- thrum Salicaria , y después también Wirgten ha tratado de ello detalladamente: se halla por consiguiente fuera de duda que las semillas de esta especie dan origen á individuos de tres formas distintas; y como estas tres formas se reproducen unas por otras, se las debe considerar como tres modificacio- nes de una sola y única especie. Mr. Darwin, guiado por sus precedentes investigaciones sobre el dimorfismo de los géneros Primula y Linum , ha descubierto entre las tres formas del Lythrum Salicaria , relaciones hasta ahora desconocidas. En primer lugar, se distinguen las tres formas de que se trata del modo siguiente. La flor de los Lythrum contiene un estilo y dos verticilos de estambres, cada uno compuesto de diez de ellos. Examinando varias flores, se observa que el estilo puede tener tres longitudes diferentes: hay flores 376 con estilo largo, otras con estilo mediano, y por último otras con estilo corto; y lo mismo sucede con los estambres, cuyas tres diferentes longitudes son respectivamente iguales á las tres del estilo. En cada flor hay siempre seis estambres de una longitud y seis de otra, combinados de tal manera que cada tamaño del estilo va siempre acompañado, en la misma flor, de estambres de las otras dos dimensiones. Hay por consiguiente: l.° flores de estilos largos, con estambres medianos y cortos: 2.° flores de estilos medianos con estambres largos y cortos; 3.° flores de estilos cortos con estambres largos y medianos. Tales son los caracteres distintivos de las tres formas del Lijthrum Sali- caria, que es una especie trimorfa, en el mismo grado que las especies de Prímula y Linum son dimorfas. Estas tres formas existen en proporción casi igual en toda Europa, y Mr. Dar- win ha tenido la curiosidad de determinar su fecundidad rela- tiva , como también la de los diversos cruzamientos en el número de diez y ocho, que pueden hacerse recíprocamente. Llama uniones legítimas las que se verifican entre un estilo y estambres de la misma longitud, y uniones ilegítimas las que tienen lugar entre un estilo y estambres de longitudes dife- rentes. Mide el grado de fecundidad de cada cruzamiento por el número de semillas contenidas, por término medio, en las cáp- sulas producidas. Como el color del polen no es el mismo en las tres clases de estambres, siempre resulta fácil reconocer en cada caso su procedencia. Dicho esto, véanse los principales resultados obtenidos por Mr. Darwin. l.° En la naturaleza, la fecundación del igthrum Salicaria se verifica casi siempre por intermedio de las abejas: los pies de dicha planta resguardados cuidadosamente fuera de la ac- ción de tales insectos se volvieron estériles, mientras que otros pies frecuentemente visitados por ellos, han producido siempre semillas fecundas. Examinando con una lente las abejas que revolotean sobre las flores del Lythrum , es fácil ver que acarrean una grandí- sima cantidad de polen procedente de las diferentes especies 377 ele estambres. También puede observarse que el polen de los estambres largos se deposita principalmente sobre la parle posterior del cuerpo de las abejas, mientras que el de los es- tambres medianos se deposita en su vientre y el de los estam- bres cortos sobre su cabeza, lo cual es bien claro que así ha- ya de suceder: una abeja de esta manera cargada de polen, deberá dejar el de los estambres largos sobre los estilos tam- bién largos, y el de los estambres medianos sobre los estilos medianos. Resulta por consiguiente que las abejas producirán casi siempre uniones legítimas. 2.° Las uniones legítimas son mucho más fecundas que las uniones ilegítimas. Con suficiente claridad puede advertirse esto en los cua- dros siguientes. Forma con largo estilo . Union legítima: 13 llores fecundadas por los estambres largos de la forma con estilo corlo. Union ilegítima: 14 ñores fecundadas por los estambres cortos de la forma con estilo medio. Número de semillas en cada cápsula 159 104 3 0 43 119 0 0 95 90 0 0 103 99 0 0 0 0 0 0 0 131 0 0 114 116 0 0 378 Forma con estilo mediano. Union legitima : 12 flores fecundadas por los estambres cortos de la forma con estilo corto. Union ilegítima : 13 flores fecundadas por los estambres largos de la forma con estilo corto. Número de semillas en cada cápsula . 112 109 130 143 143 124 100 143 33 12 104 141 130 86 113 113 14 29 6 17 2 113 9 79 132 128 0 Forma con estilo corto . Union legítima : 12 flores fecundadas por los estambres cortos de la forma con estilo largo. Union ilegítima: 10 flores fecundadas por los estambres largos de la forma con estilo mediano. Número de semillas en cada cápsula. 69 36 0 0 61 88 0 0 88 112 0 0 66 111 0 0 0 62 0 0 10 ,00 379 3. * Los cuadros anteriores demuestran también, que las uniones más fecundas son las uniones legítimas de las formas que tienen el estilo mediano, y que las uniones ilegítimas de esta misma forma son mucho ménos estériles que las ilegíti- mas de las demás formas. 4. ° Otros cuadros, que no citamos, para abreviar, de- muestran que las uniones legítimas é ilegítimas entre el estilo y los estambres de una misma flor, son casi siempre estériles. En resúmen, la especie Lythrum Salicaria es una asocia- ción de tres individuos femeninos y otros tres masculinos. Los masculinos se hallan agrupados dos á dos, de tres mane- ras diferentes con cada hembra; y cada una de estas casi esté- ril con sus dos machos propios, es muy fecunda con cada uno de los de las otras hembras. Por último, Mr. Darwin ha observado casos de trimorfis- mo en otras especies del género Lythrum , tales como los L. Graefferi, Thymi folia, Hyssopi folia, y del género Nwswa en la N. verticillata; pero no las ha sometido todavía á los mismos experimentos. GEOLOGIA. Sobre las ofüas de los Pirineos. Noticia dada por Mr. A. F. Nogués, y presentada por Mr. d'Archiac á la Academia de ciencias de París . (Comptes rendus, It setiembre 1885.) La noticia que Mr. Virlet d’Aousl publicó en los Comptes rendus, t. LYII, p. 332, nos ha inducido á escribir la Memo- ria que sometemos al juicio de la Academia. Al mismo tiem- po refutaremos la hipótesis, ya antigua, emitida por el sábio Dufrenoy acerca de la época del levantamiento de la ofila, y la que recientemente ha expuesto Mr. Yirlet sobre su orijen se- 380 dimenlario. En nuestra Memoria tratamos de demostrar: l.° que la ofita es una roca eruptiva, y no una roca sedimentaria inelamórfica; 2.° que no pertenece á la serie del trias; 3.° que ha habido varias épocas de erupciones ofílicas, anteriores al terreno terciario; 4.° que la ofila es una roca compleja, unas veces antibélica, otras pirogénica, parecida á varios tipos cono- cidos: diorita, anfibolila, Iherzol ita, espilita, pórfido; por con- siguiente, que pueden dividirse las ofitas en distintos grupos. La ofita y las rocas que generalmente existen unidas con ella, como por ejemplo el yeso, las margas yesosas ó ferrugi- nosas, y las calizas dolomílicas, se encuentran no solo en los Pirineos propiamente dichos, sino también en los países adya- centes, á una distancia considerable de la cadena de montañas, como en las Landas, los Bajos Pirineos ’y en Corbieres, for- mando por lo común cerrillos ó montecillos aislados, aplasta- dos, unas veces cónicos, otras prolongados, situados en las llanuras ó en los países montañosos, al pie de los Pirineos, ó por último en el fondo de los valles. Son las ofitas unas rocas verdosas, compactas, cristalinas ó amigdaloideas, compuestas de feldspato y de anfibol ó de piroxena, especies de pórfidos antibélicos ó piroxénicos en los cuales el anfibol encubre el feldspato: generalmente el anfibol se halla diseminado en cristales en medio de una pasta granu- gienta antibélica ó anfíbolo-feldspática. Las ofitas son rocas eruptivas, y para sostener tal proposi- ción nos fundamos: 1.° en sus caracteres físicos y estratigrá- íicos; 2.° en su composición; 3.° en la influencia que han ejercido al formarse sobre los depósitos estratificados; 4.° por último, en su analogía con rocas indudablemente eruptivas de oiras regiones. Generalmente son productos eruptivos de estructura cris- talina, formados por sustancias que unas veces se hallan en cristales visibles yuxtapuestos y entrelazados, y otras en par- tículas cristalinas y microscópicas: se presentan en masas que no están claramente estratificadas; ó se intercalan en los ter- renos estratificados formando filones en cuña que corlan las capas , las cuales se alteran más ó ménos por su contacto. Con frecuencia dichas rocas ígneas, muestran en una mis- 381 nía masa el paso de una especie á otra ú oirás; por ejemplo, á la lherzolita, la diorila, la aníibolita, la amigdaloidea, la es- pilila, etc. Las otilas compactas y amigdaloideas de Corbieres y de los Pirineos nos ofrecen las mayores semejanzas petrológicas, mineralógicas y químicas con las espililas y las rocas piro- génicas del Yar. Eslas rocas eruptivas de la Provenza se pa- recen tanto á su vez á las espililas del Delfinado, que es fácil confundir unas con oirás. Además, las espililas amigdaloideas pasan á rocas compactas, granujientas, cristalinas, con piro- xena ó anfibol y hasta con dialaga, del mismo modo que las ofitas amigdaloideas lo hacen al estado de ofita compacta, granujienta, cristalina, á la diorita y á la lherzolita. Por con- siguiente las ofitas, las dioritas, las eufotidas, las lherzolitas, las espililas, las amigdaloideas son rocas eruptivas de un mismo grupo mineralógico y geológico. En nuestra Memoria demostramos: \.° que la erupción de la otila en su límite inferior, debe ser contemporánea del lias; 2.° que hubo un largo período de erupciones ofíticas, el cual empezó con el lias ó el trias y concluyó con el eoceno inferior; 3.° que en las Landas, los Pirineos y en Corbieres se verificaron erupciones de ofita antes de que se depositase la creta inferior de estas regiones; 4.° que el terreno cretáceo superior y el nummulítico fueron dislocados y agujereados por la ofita, y esto indica en el mar de los Pirineos una época última de erupción posterior á la formación de los sedimentos nummulílicos; 5.° que los terrenos terciarios posteriores al eo- ceno inferior no han sido de ninguna manera influidos por la ofila, y que por consiguiente la erupción de esta roca no excede en su límite superior del terreno de nummulitas; 6.° que la erupción ofítica puede muy bien referirse á la gran erupción serpentinosa, que ha dejado tan profundos vestigios de sus efectos en toda la cadena de los Alpes, en la llanura central de Francia y aun en los Pirineos. Las márgenes del Mediter- ráneo parecen haber sido el foco de mayor intensidad de tales erupciones de las rocas serpenlinosas ó magnesianas; y en efecto, se manifiestan no solo en el litoral francés, sino también especialmente en Italia, Grecia, Turquía y Africa. 382 El nombre de ofita ha sido dado por diversos geólogos á rocas de composición diversa, y que ciertamente pertenecen á varias especies distintas. Palasson ha designado con el nom- bre de ofita, la roca compleja que hemos observado en toda la estension de la cadena pirenaica. Este observador no ha des- conocido los caracteres anfibólicos de la mayor parlé de las otilas; pero las numerosas modificaciones que hemos notado en las ofitas de los Pirineos, nos han demostrado que el nom- bre con que se designan tales rocas no es ni científico ni exacto, y por consiguiente que no puede conservarse en el len- guaje de la ciencia. Efectivamente, el nombre de ojita en los Pirineos se aplica á rocas de forma y composición tan varia- das, y designa cosas tan desiguales, tan desemejantes y tan heterogéneas, que nadie, excepto Mr. Leymerie, sostiene en el dia dicha palabra. Si á las diferencias tan marcadas que pre- sentan las oíitas en diversos puntos, se agregan las diferen- cias que distinguen las rocas á que los geólogos han dado este nombre, se tendrán muchos motivos para desechar definitiva- mente de la terminología el nombre de oíila. Las rocas desig- nadas con este nombre comprenden lodos los tránsitos de la dioriía á las espilitas; y son por consiguiente anfibolilas, dio— ritas, hiperitas, therzolilas, pórfidos piroxénicos y también euritas. Las ofilas de Pouzac, de Uzer, del monte Mouné, de Rancie, y una parte de las mismas rocas de las Landas y de Corbieres, son dioritas; las de Gleon, de Santa Eugenia, etc., en Corbie- res, son espilitas bien caracterizadas; y las de las gargantas de Filón son euritas granitoideas. Las espilitas son rocas de tránsito: en los Alpes como en los Pirineos, se enlazan con las rocas cristalinas, de las cuales no son más que modificaciones físicas. VARIEDADES Sobre el llamado Eozoon eanadense. Muchas veces hemos tratado de saber qué es el famoso Eozoon eanadense, del cual han hablado los periódicos más de una vez en estos últimos dias. Una carta, publicada en el periódico The Reader, ha aclarado este misterio; y los autores de ella, MM. WiUiam King y Tomás Rowney, nos dicen que el Eozoon cana - dense es el animal que se supone haber formado las rocas de serpentina del Canadá. Los sábios que así lo han creido, sienten (en la carta á que me refiero) verse obligados, después de maduro exámen, á desechar la hipó- tesis en cuestión. La historia del Eozoon eanadense , que debería llamarse en lo sucesivo canardense, es la siguiente. Algunos sábios que en estos últi- mos tiempos se han ocupado en estudiar la estructura microscópica de la serpentina del Canadá, han llegado á la conclusión de que es de origen* orgánico, y que resulta de la acumulación de los restos de un foraminífero el Eozoon de que hablamos. Las eminentes autoridades que han contri- buido á que se reproduzca con tanta frecuencia esta absurda opinión, son Sir William Loyan, el Dr. Carpenter, Mr. Rupert Jones y otros; pero en cambio vienen ahora MM. King y Rowney de Galwon, en Irlanda, y para poder probar experimentalmente que las rocas serpentínicas del Canadá no son debidas á animalillos, someten al examen microscópico una roca serpentínica de Irlanda. De cualquier modo que sea, estos autores se han convencido de que lo tomado en las serpentinas por esqueletos de foraminíferos, consiste simplemente en los efectos de una cristalización en ciertas partes de la roca. Los foraminíferos se distinguen en general de las diatimeas y de los infusorios fósiles, porque su esqueleto es calizo , mien- tras que el de estos dos últimos grupos es silíceo. Pero la serpentina, que es un silicato de magnesia hidratado, ¿cómo puede hallarse formada de los restos de un animalillo de esqueleto calizo? Si MM. King y Rowney hu- bieran hecho esta sencilla reflexión, verían que no era necesario el examen microscópico de la roca irlandesa. El tabaco en la China. Según dicen de Pekín, el tabaco que allí se cultiva en gran cantidad, tiene grandes hojas escurridas y las flores de color de rosa: no está prohibido por la ley el cultivarlo. El célebre Endli- cher no se atreve á decidirse sobre el origen del tabaco chino.- debe creerse que no tenga patria diferente de la del tabaco de Europa, porque el uso del tabaco en polvo no data en la China más que de un centenar de años á esta parte, y el de la pipa no se ha generalizado hasta la época de 384 ía dinastía actual, antes de la cual había leyes que lo prohibían fumar á ios Chinos, sin duda porque era una moda nueva y extraña, introducida quizá por los primeros navegantes europeos: además se dice que ningún libro antiguo hace mención del tabaco. Hoy todos fuman, hombres y mu- jeres, y hasta á veces las niñas de 15 años: la mujer tártara no sale nunca de casa sin llevar en su mano ó colgada del traje una larga pipa, y una linda bolsa bordada para el tabaco y el eslabón; toda señora de categoría está acompañada de una criada, que no tiene más oíicio que llenar y encender la pipa de su ama. La yesca común de que se valen, se hace con las hojas secas y bien apretadas de una carduácea común en las montañas, las cuales mojan en agua de nitro, formando en seguida una especie de papel grosero; también se emplean con el mismo objeto las cabezas bien maduras de la anea ó espadaña. Los misioneros portugueses son los que han enseñado á los Chinos á preparar el tabaco para tomarlo en polvo impalpable, y hoy lo perfuman con agua de rosa, ó mejor con las flores del Mo-y-hoa (Diamela en Andalucía), óNyctanthes procedentes del mediodía, y que en Pekín solo se crian en estufa. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.“ 7.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Octubre de 1865. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. El Observatorio de París y sus astrónomos desde su fundación hasta nuestros dias; por Mr. Camilo Flammarion. (Cosmos, 26 julio 1865 ) (i Continuación .) Como hemos visto, y volviendo directamente á nuestro asun- to, el plan del edificio y del establecimiento en general fué grandiosamente concebido; proponiéndose reunir en el mismo sitio todo lo referente á las ciencias, y debiendo tener allí sus sesiones la Academia. El inmenso edificio que actualmente subsiste, distribuido en largas galerías y en exleusas salas de considerable elevación, estaba únicamente destinado á las observaciones astronómicas, y á servir de depósito de todas las máquinas y modelos de mecánica presentados á la Academia; debajo del terrazo que hay delante de la fachada meridio- nal del edificio, se habían empezado á construir hornillos y laboratorios de química; por último, todo alrededor del terreno en que está situado el Observatorio, se trataba de construir habitaciones particulares para todos los astrónomos de la Academia y los demás sábios agregados al estableci- miento proyectado. Pero no se hizo una parle de lo que se había proyectado hacer. En efecto, no podían tenerse las sesiones de la Aca- demia de ciencias en un paraje tan distante del centro de la TOMO XV. 2.r) 386 capital; la mezcla de los objetos de astronomía, de mecánica, de química, no podia causar más que embarazo y confusión; y por último, la reunión de todos los astrónomos observando en el mismo sitio, con los mismos instrumentos, hubiera sido quizá más perjudicial que útil á los progresos de la astronomía. Sin duda estas reflexiones unidas á otras circunstancias, dice Cassini III, hicieron cambiar el primer proyecto, y no se eje- cutó más que lo principal del edificio, reduciéndose á reunir los instrumentos de astronomía y algunos observadores. Pero no habiendo sido construido el edificio más que para salas de observación, hubo dificultad para construir en él un corlo número de habitaciones cómodas para los astrónomos de la Academia, v nunca han podido allí reunirse mas que tres ó cuatro al mismo tiempo. Pero debe decirse además , que el edificio no estaba mejor distribuido para su verdadero uso, que era el de las observaciones astronómicas. IV. Las bóvedas del Observatorio estaban abiertas todas, si- guiendo el mismo eje, hácia el centro del edificio, por un agujero circular que corresponde á un pozo que contiene una escalera espiral, por la cual puede bajarse hasta el fondo de las cuevas del Observatorio, cuyos cimientos, como hemos visto, son tan profundos como su elevación sobre el terreno. Desde el piso se podia ver el cielo á través de las bóvedas agujereadas de parle á parle; y este pozo hacia las veces de un gran instrumento para la observación de las estrellas fijas, próximas al zenit, utilizándose al mismo tiempo para medir el tiempo de la caí- da de los graves desde diversos pisos. El eje de esta gra- da espiral sirvió también, desde el tiempo de Cassini, para sostener grandes termómetros de agua, cuyas variaciones se observaban en diversos tiempos. Las cuevas, á las cuales se bajaba por estas escaleras, han servido para establecer que el termómetro no experimenta variación sensible á esta profun- didad, desde el mayor calor del verano hasta el mayor frió del invierno; de manera que el aire de las mismas cuevas 387 puede considerarse corno templado, y servir para arreglar el termómetro. Actualmente el pozo está cerrado en el primer piso y ro- deado de baluastradas, y las aberturas de las bóvedas han sido tapadas; el pavimento del primer piso continua 'sin interrup- ción; el pozo de Cassini no altera la elegancia de la galería, y pueden celebrarse las reuniones como en los salones de Krem- lin. ¿No es verdad que esto es un gran progreso? Un poco hácia el Este, delante de la puerta de la fachada meridional, la cual se elevó un piso más que la septentrio- nal, habia otro pozo cubierto con una piedra, enmedio de la cual hizo Cassini practicar una abertura correspondiente á las cuevas, que podia abrirse y cerrarse para los mismos ex- perimentos y observaciones que la escalera de las cuevas, donde habia más peligro de que estorbasen los curiosos. Des- pués de la revolución se tapó este pozo con el macizo que se estableció delante de esta puerta meridional para sostener el gran telescopio de 20 pies, cuando se le sacó de la bóveda en que se habia vuelto á colocar. La puerta meridional da á un extenso terrado, en que se colocaron pies que servian para elevar largos anteojos. Se llevó á este sitio la torre de madera de Marly, que en tiempo de Cassini sirvió para elevar los objetivos á alturas mucho ma- yores que la del Observatorio; y el terrado se sostuvo con una fuerte muralla, de la cual solo la parte occidental (en la línea meridiana) fué construida en tiempo de Cassini; terminándose la parle de Oriente y de Sur en la primera mitad del siglo XVIII. El edificio no estaba, como en nuestros dias, situado en el seno de la capital, rodeado de numerosas calles, y envuelto por el humo de las chimeneas, pues se hallaba al lado de Pa- rís, fuera del recinto primitivo y en medio del campo. Si fuera dado que Cassini pasase hoy por su calle, le causaría mucha admiración ver la perspectiva que se extiende desde el Ob- servatorio al Luxemburgo y hasta Monlmartre, por encima de este palacio, desde el boulevard de Sebastopol que va desde el Cercado de las Lilas al Palacio de Justicia, y continúa hasta la estación del ferro-carril de Estrasburgo. 388 Es muy interesante, en efecto, seguir los cambios que se han producido en los alrededores del Observatorio desde la construcción del edificio. Recordemos en primer lugar que el primitivo recinto, establecido en tiempo de Felipe Augusto, no se habia sensiblemente borrado en el reinado de Luis XIV. Desde la torre de Nesle, situada donde hoy se halla el Instituto, el recinto meridional, dejando fuera el sitio donde se halla la calle de Mazarino, seguía la dirección hasta el punto en que el lado oriental de esta calle deja de estar alineado, atravesaba la calle Dauphine, seguía la línea de la de Conlrasearpe y termi- naba en la de Saint- André-des-Arls, en la cual se hallaba la Puerta de Buci. Después, dejando fuera el Tribunal de Comer- cio, el muro terminaba en la calle de Cordeleros, hoy de la Escuela de Medicina, en el paraje en que se ve todavía la fuente de los Cordeleros, cerca de la cual estaba la Puerta del mismo nombre. El muro se dirijia en seguida hasta la extre- midad superior de la calle del Harpe, en el paraje en que to- davía se veia hace 5 años la fuente de San Miguel, hácia el extremo de la calle del Príncipe. Allí estaba entonces la Puerta del Infierno (derivado de Fert). Después se subía hasta el antiguo convento de los Jacobinos, hácia la mitad del es- pacio que separa la calle Soufflot del foso de Santiago, don- de se hallaba la puerta del mismo nombre. Comprendiendo la iglesia y los jardines de Santa Genoveva, llamada tam- bién Puerta de Nuestra Señora de los Campos, porque por ella se pasaba para ir al arrabal y al monasterio de este nombre, después de haber seguido la calle de la Estrapada y salvado la puerta Bordet, seguía el muro la dirección de la calle del foso de San Víctor, en la que algunas casas conservan todavía vestijios del recinto, atravesaba la cerca del colegio de Navarra, que hoy es la Escuela Politécnica, y descendía oblicuamente al Sena. Así es que contando des- de el Puente de las Arles al Oeste, desde el Odeon al Sur y desde la escuela Politécnica al Este, lodo formaba un campo en el siglo XIII. Así continuó por espacio de cuatro siglos, pues entonces, lo mismo que en el dia, se extendían las fortificaciones más allá de las aglomeraciones de casas, y tardaron mucho tiempo en llenarse los espacios vacíos 389 comprendidos en su interior. En tiempo del Rey Juan había ya tierras de labor y viñas comprendidas en este estrecho recinto, pero empezaban á lomar tierras los monasterios. En el siglo XIV se reparó el recinto que acabamos de describir sin cambiar nada en él, y en tiempo de Enrique IV se en- mendó la incuria de la Liga: el recinto meridional permane- ció lo mismo, pero el septentrional se aumentó mucho sucesi- vamente, marcándole por medio de las puertas de Nesle, del Delfinado, en la extremidad de la calle de este nombre, de Buci en el ángulo de la calle de Conlrascarpe y de la de Saint-André-des-Arts, de San Germán cerca de la fuente de Cordeleros, de San Miguel ó del Infierno, de Santiago de Borde! ó San Marcial, y de la Tournelle en el pretil de este nombre. Todas estas puertas fueron demolidas después de erigir el Observatorio, unas en 1673 y otras en 1684, y más allá de ellas había los arrabales que se formaron alrede- dor de los monasterios. En efecto, el Observatorio se hallaba en medio de un campo extenso, ocupado por monasterios diseminados, entre los cuales los principales de estos distritos eran los siguientes: Carmelitas descalzos, calle de Vaugirard ; Orden de Santiago arrabal de San Germán; Benedictinos ingleses, calle de San- tiago á la derecha del Observatorio; Capuchinos del arrabal de Santiago; Sacerdotes de la doctrina cristiana, un poco más abajo; Colegio de Clermont, en el mismo distrito; Seminario de los Treinta y tres mártires de Santa Genoveva; Fuldenses, de la calle del Infierno; Ursulinas, calle de Santiago; Visita- ción de Santa María, en la misma calle; Hijas del Calvario, calle de Vaugirard; Religiosas de Nuestra Señora de los Pra- dos, en la misma calle; Val-de-Grace, abadía real de los Be- nedictinos, sobre el valle de Bievre; el castillejo, cuya edifi- cación se concluyó algunos años antes del Observatorio, por la solicitud de Ana de Austria; Monjas fuldenses; la famosa aba- día de Puerto-Real, en la cual se colocó en 1801 la casa de Maternidad; Benedictinos de Nuestra Señora de Lieja en la calle de Cherche-Midi, un priorato de Nuestra Señora del Consuelo; y además algunos hospitales. No olvidemos los edi- ficios levantados en tiempo de Luis XIV: Oratorio, calle del 390 Infierno, 74; Nuestra Señora de los Bosques; los Seminarios de la calle de Postas y el de San Pedro y San Luis, entre la calle del Infierno y el Luxemburgo; Hospital de expósitos, etc. Se ve por consiguiente, de qué establecimientos empezaba á poblarse el distrito del Observatorio. Más distante que las antiguas posiciones mútuamente defendidas por la Universi- dad por la derecha y por la Abadía de San Germán por la izquierda, se hallaba en una región particularmente elejida por los conventos. Pero no olvidemos que el Observatorio miraba entonces al Sur y no al Norte, como parece hoy á simple vista, y por consiguiente volvia la espalda á París y sus conventos, extendiéndose delante de él la llanura solitaria que cerraban por el Oeste los bosques de Sceaux. La única contrariedad que había que experimentar, era el ruido de las campanas que todo el dia ponían en movimiento las iglesias y capillas; así es que hojeando los registros del Observatorio, sobre lodo á la hora del paso del sol por el meridiano, en- contramos irrevocablemente este paréntesis (ruido de cam- panas). Ya se había edificado el palacio de Luxemburgo, en el sitio que Catalina de Médicis había comprado en 1612 al duque de Epinay-Luxemburgo, y que empezó en 1615 San- tiago de Brosse. El jardín particular de este edificio no se extendía más allá del circuito actual; y lo que ahora es jardín, se hallaba ocupado por el convento de los Cartujos, fundado en el siglo XIII en medio y fuera de los muros de París, y en medio y á la izquierda de la gran alameda que va desde el Luxemburgo al Observatorio. En otro tiempo existía allí, co- mo perdido en las praderas, un antiguo castillo rodeado de altas murallas, objeto de glaciales terrores para los Parisien- ses, pues decían que estaba habitado por aparecidos; así es que para evitar el encuentro de los espíritus infernales, hasta se alejaban del camino de Issy, que pasaba al lado de él. Llamábase este edificio el castillo de Vauvert; y la frase pro- verbial «lléveos el diablo Yauvert» ó por corrupción «el dia- blo Auvert,» tiene este orijen. Los Cartujos le pidieron á San Luis, y edificaron en este sitio una hermosa iglesia bizantina, en la cual se veia la tumba de Juan de Luna, sobrino del 391 anlipapa Benedicto XIII, y los cuadros de los principales su- cesos de la vida de San Bruno, piulados por Lesueur. El pa- bellón que todavía se ve hoy en el semillero, y delante del cual se ha colocado la estatua del célebre pintor, marca el centro del convento de los Cartujos, que no media ménos de 60.000 toesas cuadradas de superficie en la época de la fun- dación del Observatorio, y que se encontraba entre este mo- numento y el Luxemburgo. El pequeño depósito de las aguas de Arcueil, que todavía se ve al Oeste, existia ya en esta época; y las aguas conducidas por el acueducto del mismo nombre llegaban allí para ali- mentar el Luxemburgo y las fuentes de la parte del Sur. Tal era la situación del Observatorio del arrabal de San- tiago, aislado en medio de una vasta extensión, y abierto al mediodía sobre un magnífico terreno, que después se tras- formó en jardín. La hermosa fachada dominaba esta llanura, como Versalles sus inmensos terrenos. Y. El arquitecto que dirigió la distribución del Observatorio no tenia más que una escasa nocion de la práctica de las ob- servaciones, y había consultado poco con los astrónomos acerca de las comodidades que debía procurarlos. Sin duda creyó que había hecho bastante en favor de la astronomía construyendo un extenso edificio muy elevado, de hermoso aspecto, y de un estilo arquitectónico sábio, severo y conve- niente á los ojos de la ciencia; pero nada de esto era lo que se necesitaba. La altura y extensión del edificio no eran más que un inconveniente, tanto más considerable cuanto que, en cualquier paraje que quisiera colocarse el observador, la masa del edificio robaba á la vista la mayor parte del cielo. A ménos de subir y quedar al aire descubierto, sobre la pla- taforma, no podía seguirse el curso de un astro elevado desde su salida á su postura; y para observar al oriente y al occi- dente, era menester trasportar un instrumento de un extremo á otro del edificio; además, las bóvedas macizas que cubrían 392 lodas las salas, no permitían descubrir el meridiano desde el zenit hasta el horizonte en ningún paraje del Observatorio; por último, no se había dispuesto un solo sitio desde donde pudieran tomarse las alturas correspondientes sin desarreglar considerablemente el instrumento (1). De cualquier modo que sea, el Observatorio con lodos sus defectos, permaneció en el mismo estado en que se hallaba hasta 1730, época en que los progresos y el estado de la astro- nomía práctica, exijian instrumentos más exactos, y dispuestos de otra manera que podían estarlo en el gran edificio donde se vieron precisados á construir exteriormente un pequeño gabinete, al cual por consiguiente se unieron otros varios que insensiblemente produjeron un Observatorio infinitamente más cómodo que el antiguo, cuyo edificio se abandonó desde enton- ces, y perdiendo cada dia más pudo utilizarse mucho ménos. En tiempo de Luis XY la Junta de edificación no hizo ningún reparo de los que se necesitaban para sostenerle y conser- varle; las aguas penetraron insensiblemente por lodas las bó- vedas, y las deterioraron hasta tal punto que, desprendiéndose y cayendo por todos los lados las piedras, se hizo inhabitable la mayor parte del edificio. Ya veremos después cómo se di- rijió este establecimiento. Al principio lodo marchaba lo me- (1) Hay opiniones muy discordes acerca del mérito del ar- quitecto del Observatorio. Citaremos únicamente dos de ellas: «La construcción, dice Mr. Biot, se abandonó ciegamente á la fantasía monumental de Claudio Perrault, que solo por esto bien merece todo lo malo que de él y su hermano Carlos dijo Boileau. Cons- truyó estúpidamente una gran masa cuadrada, etc.» El vasto saber y la penetrante curiosidad de Claudio Perrault, dice A. Maury, se dirijieron sucesivamente á todas las ciencias y todas las artes: arquitecto eminente, naturalista, físico, denigrado groseramente por Boileau, que tenia cien veces ménos talento que él, etc.» Por nuestra parte, creemos que Claudio Perrault era un ex- celente arquitecto y un mediano astrónomo, porque de los dos miembros del Instituto que acabamos de citar, el primero le niega y el segundo le concede todo. No incurramos en extremos con tanta ligereza. 393 jor posible por parle de los astrónomos: á pesar de la sensible insistencia de Perrault, la astronomía estaba mejor servida que nunca. Las expediciones enviadas para medir la tierra habían llamado mucho la atención, y los descubrimientos hechos en el espacio, apasionaron los ánimos en favor de la nueva ciencia. Nunca se la habia honrado más que en esta época, y las demás ciencias, lejos de perjudicar á su brillo, la servían más bien de realce, pues se hallaban muy lejos de adelantar tan rápidamente y de cautivar la atención de una manera' tan decisiva. La geometría, la física, la ana- tomía, la fisiología, la historia natural, estaban todavía en mantillas; pero en materia de astronomía, se caminaba de una á otra conquista. No pasaba ningún año, dice Mr. Maury, en que no diese lugar el cielo á un estudio profundo; y el anun- cio de estos fenómenos, visibles para lodos, excitaba una curio- sidad, para lo cual las demás ciencias no habían encontrado tan poderosos alimentos. Mientras que llegaba la época de concluirse el Real Observatorio, se reunían los astrónomos en el jardín de la Biblioteca del Rey, para hacer juntos sus obser- vaciones; y más adelante se establecieron pequeños observa- torios en diferentes barrios de París. Uno de ellos en la casa Soubise, otro en la de Clunv, otro en el Colegio Real, plaza de Cambray, y el cuarto en la abadía de Santa Genoveva; prescindiendo del observatorio de la casa de Soissons, que sir- vió para los astrólogos de Catalina de Médicis, pero que des- pués fué con frecuencia abandonado. Todavía mucho después hubo uno en la Escuela militar y en el Colegio Mazarino; el duque de Maine tuvo otro en su castillo de Sceaux; el mar- qués de Courtanvaux montó uno en Colombes, cerca de París, y el rey tuvo el suyo en el castillo de la Muette. Algunas ciudades de provincia tuvieron también sus observatorios: uno de ellos se encuentra en el siglo siguiente en Avignon, donde el padre Bonta se dedicó á sus observaciones de eclipses: en Marsella, donde observaron el P. Laval y de Chazelles; en Sens en el palacio del cardenal de Luynes; y otro en Tolosa, en que observaron con ardor dos corresponsales de la Academia, Garipuy padre é hijo. Establecido como acabamos de ver el gran edificio del 394 Observatorio, penetremos ahora en este primer templo eleva- do á la gloria más bien que al culto de Urania, y examine- mos los astrónomos que en él trabajaban. Todavía no había ninguna dirección, ningún reglamento; y en este estado conti- nuó por espacio de 100 años, dejándolo todo en una libertad tan grande como perjudicial. La misma Academia de ciencias no era entonces más que una reunión oficiosa, hasta que en 1699 le dieron un reglamento primitivo las cartas- patentes del rey. El Observatorio también quedó abandonado á sí mis- mo, y los matemáticos de la Academia fueron á él para obser- var, permaneciendo allí algunos, como vamos á ver. El primer astrónomo que habitó en el Observatorio fué el italiano Juan Domingo Cassini, con el cual haremos pronto gran conocimiento. Fué el primer Director y el gefe de una pequeña dinastía de sábios de gran longevidad, de los cua- les el último (Cassini IV) murió hace 20 años , esto es, en 1845. El hijo de este no fué astrónomo, y murió en 1832 siendo par de Francia, miembro del Instituto, y vice-presi- dente del tribunal de primera instancia del Sena. Cassini 1 tuvo su habitación en el Observatorio desde la conclusión de él en 1671. En 1673 fué instalado alli Picard al volver de la antigua residencia de Tycho-Brahe, y permaneció como el primero hasta su muerte. Auzout no tuvo nunca allí un alojamiento definitivo, ni tampoco Huygens, que permaneció en la Biblio- teca real hasta el momento de la revocación del edicto de Nantes (1685); regreso bien triste, que hacia volver á su pa- tria á los sábios á quienes la munificencia de otra edad había atraído á Francia. Couplet, que fué el primer tesorero perpé- luo de la Academia de ciencias, tuvo un departamento hácia la misma época que Picard, con la carga de «conservador del gabinete de las máquinas.» Por lo demás, no hubo nunca más que cuatro ó cinco habitantes en este extenso edificio, ni otras habitaciones; y todavía la mayor parte de ellas estaban muy húmedas, en razón del grueso colosal de los muros y de ha- llarse al norte del edificio. Hagamos ahora conocimiento más íntimo con estos astró- nomos que, según el rango de antigüedad que ocupan en la 395 ciencia astronómica francesa, podremos colocarlos en el orden siguiente: Auzout, Picard, Cassini, etc. Adriano Auzout nació en Rouen en 1630. Escribió sobre el cometa de 1664 y 1662, pero principalmente es conocido por sus cartas sobre los grandes anteojos, y sobre todo por la invención del micrómetro, y la aplicación de los anteojos á los instrumentos, para medir los ángulos. En estos dos descubri- mientos fué ayudado y aconsejado por Picard. Desde 1663 había pensado en suprimir el tubo de los largos anteojos, proponiéndose construirlos de 90, de 150 y aun de 300 pies. Hooke propuso otra cosa todavía mejor, que fué fijar an- teojos de 10.000 pies, y según él, la fuerza de estos anteojos hubiera sido más que suficiente para ver animales en la luna. Haciéndole Auzout ciertas objeciones relativas al grueso de los objetivos, respondió que en lodo caso no era necesario obtener un aumento capaz de manifestar los habitantes de la Luna, pero que bastaría que fuese lo suficiente para descu- brir la existencia de edificios ó de escuadras, y de aquí claro es que se deduciría la de los habitantes. Entre nosotros hay ríos bastante largos y anchos para poder ser vistos desde la Luna; y si dicho astro tuviese otros análogos, hu- biéramos podido distinguirlos. A fines del siglo último creyó Herschel descubrir un gran número de construcciones recien- tes, que se compararon con la gran muralla de la China; pero este muro no se ha vuelto á ver, y las líneas que Beer y Maedler han examinado, no son construcciones hechas por la mano del hombre. Los grandes anteojos de 600 pies, como por ejemplo ios de Auzout y Hartzaeker, eran un trabajo perdido y un esfuerzo sin utilidad. Se alargaba el foco sin aumentar el diámetro, y por consiguiente no se tenia más que la misma cantidad de luz. ¿Qué fuerza habría sido necesaria para levantar y dirijir fácilmente anteojos de este peso y de este tamaño, y qué es- pacio para moverlos en él? Nunca pudieron emplearse, dice Bailli, y había mucha dificultad para hacer mover los objeti- vos de 100 y de 136 pies, que Luis XIV habia mandado á Campani, y el de 122 pies que Huygens habia presentado á la Sociedad real. Un rádio de esta longitud es difícil de dirijir. 396 Cuando se trata de levantar uno de los extremos, y el ojo está colocado en el opuesto, es un estorbo el demasiado peso, y el viento un obstáculo; siendo sensible en tal longitud el menor cambio. Perrault, Lahire y Cassini propusieron diferentes me- dios para dominar tales instrumentos. El último empleó un mástil en el cual habia una polea con una cuerda cuyos dos extremos estaban alados al tubo del anteojo, y que servia para darle todas las inclinaciones. Bassal concibió la idea de dejar el anteojo horizontalmente y de enviar por medio de un espejo la imagen del objeto sobre el objetivo. Huygens, Auzoul y el mismo Cassini se decidieron á suprimir entera- mente el tubo, á elevar el objetivo á cierta altura, y á colo- carse por sí mismos en el foco con el ocular en la mano. Efec- tivamente, el tubo no es necesario para los anteojos, y el jue- go de los rayos se efectúa de la misma manera á falta suya. Pero basta una reflexión de un momento para vislumbrar las nuevas dificultades que lleva consigo este método á saber: permanecer en el foco con el ocular en la mano y seguir al astro en su movimiento , colocar los dos lentes sobre planos paralelos, no dejar distraerse por los objetos exteriores, no íátigarse demasiado pronto, etc. No se necesitaba tanto para demostrar que los inconvenientes de los grandes anteojos com- baten sus ventajas. En los antiguos micrómelros, el número de hilos fijos era considerable: se conocían sus distancias, y el movimiento que habia que dar al cursor para medir un diámetro no pasaba nunca de 1 á 2 líneas. Picard es el primero que ha teni- do que medir la distancia de los hilos por el microscopio. Auzout arregló las disposiciones que hoy todavía están en uso, relativamente á la situación del disco micrométrico con relación al objetivo del anteojo, etc. Cuando comunicó su invención á la Europa por medio de las Transacciones filosóficas , publicaciones esparcidas entonces como ahora en manos de lodos los sábios, la Inglaterra elevó una reclamación en favor de Gascoigne, astrónomo descono- cido del tiempo de Horrox y de Crablrée, arrebatado como ellos en la flor de su edad por el azote de las guerras civiles. En efecto, Gascoigne se habia valido del mismo micrómetro 391 que Auzoul y Picare! desde el año 1640. Pero es claro que esta prioridad no quita nada á la Francia del honor de la in- vención. Fué más bien óptico que astrónomo, -y en su desgra- ciada vida quizá hubiera podido haber más brillantes descu- brimientos que ilustraran su nombre. Murió en 1691. Llegamos al invisible centro de gravedad de los sábios de su época, al hombre laborioso que, no olvidándose más que de sí propio, se hallaba siempre al servicio de todos. El abate Picard, uno de los primeros astrónomos de la Academia de ciencias de París, de los más escrupulosos y exactos de su época, y sin contradicción el modelo de desin- terés científico, nació en La Fleche el 21 de julio de 1620. Era sacerdote, y prior de Rillé en Anjou, y se le encuentra históricamente por la primera vez observando con Gassendi el eclipse de sol del 25 de agosto de 1645. Después, reem- plazó á este filósofo en su cátedra de astronomía en el Cole- gio de Francia. Fué el primero que observó las estrellas en medio del día, é inauguró en Francia las observaciones meri- dianas, haciendo servir la hora del paso por el meridiano para la determinación délas ascensiones rectas. También fué el primero que aplicó ventajosamente los anteojos para los instrumentos divididos, y á él se deben métodos sin los cuales esta aplicación no hubiera producido ninguna utilidad para determinar lo que se llaman en astronomía errores de (pli - macion. Estas innovaciones datan del año 1668. El primer título que Picard tuvo para el aprecio y reco- nocimiento de los astrónomos, es en efecto la aplicación que hizo de los anteojos á la medida de los ángulos, y el plano que formó, en consecuencia de un nuevo sistema de observa- ciones, para determinar los sitios aparentes de todos los astros por sus pasos por el meridiano, por medio del péndulo nueva- mente inventado por Huygens. Este método, que se sigue todavía en el dia, da á sus dos autores, según las palabras de Delambre, una superioridad incontestable sobre todos los as- trónomos de esta época, sin ninguna excepción. Tal mérito, y el de una vida enteramente empleada en trabajos útiles, no puede sentirse ni apreciarse con justicia sino por los astróno- 398 raos; pero la obra por la cual se le cila con más frecuencia, y la que pareció más nueva y más brillante, fué su medida de la Tierra, ejecutada con los instrumentos de que fué inventor, y que aun sin hablar de los anteojos sustituidos á las simples pínulas, tenían sobre todos los que se emplearon para seme- jantes operaciones, las ventajas de un radio mayor, de una construcción más cuidadosa, y de una división más perfecta. Sabido es que Picard lomó como términos á Sourdou, cer- ca de Amiens, y Malvoisine, al sur de París; y que sus trián- gulos se establecieron sobre la base de Aillejuif á Juvisy. Para dar á su toesa una longitud constante la unió á un original, sacado de la misma naturaleza, para que fuese invariable y universal. «Para este efecto se determinó, con dos relojes de péndulo, la longitud del péndulo simple, del que cada vibra- ción era de 1 segundo de tiempo solar medio. Esta longitud se vió que era de 440,5 líneas. Picard suponía que el péndulo tenia la misma longitud para toda la tierra. Su medida se preservó de toda alteración, y se decidió que la longitud de la toesa de París y la del péndulo se conser- varan cuidadosamente en el magnífico Observatorio que S. M. hizo construir para el adelantamiento de la astronomía. El Observatorio se concluyó algunos años después, y Cas- sini, que fué nombrado director de él, vino á establecerse allí en 1671. Picard, que hubiera debido tener algunos derechos para ser preferido, dice Pelambre solo vino á habitar en él en 1673, permaneciendo hasta su muerte, y allí llevó sin duda su toesa y la longitud de su péndulo, los cuales no existen. ¿Có- mo se han perdido estos dos patrones que él tenia en tan alto aprecio? ¿Se olvidó Cassini de reclamarlos? Se ignora comple- tamente. Lalande referia que se había encontrado en el Obser- vatorio una regla que llevaba el nombre de Picard, dividida toda en pies, pulgadas y líneas, pero que no tenia más que cuatro pies, y por consiguiente no debía ser ninguno de los ejemplares que proyectó depositar en el Observatorio. Esta regla no se consideró más que como una simple barra de hierro, y como tal se empleó muchas veces en usos que hacían imposible su buena conservación. Cuando La Caille encontró en 1739 que la toesa de que se valia era más de 1 milésima 399 de larga, y se vió obligado á buscar la prueba de ello en una multitud de combinaciones, aproximaciones y cálculos, no es dudoso que no hizo entonces todas las investigaciones posibles en el Observatorio, donde permanecía en esta época, para ha- llar algunos monumentos de la primera medición de la tierra. Las cuatro reglas, cada una de 15 pies, de que se valieron J. Cassini y La Caille para la base de Juvisy, han desapare- cido también, y lo mismo sucede con las reglas de hierro con las que se compararon las de madera en Dunkerque, Yillers- bretonneaux, Bourges y Rodez, no quedando ningún vestigio de ellas. En 1671 Picard, acompañado de Yieillard, á quien había instruido en las observaciones astronómicas, partió para Ura- niburgo, donde el astrónomo visitó el antiguo Observatorio de Tycho-Brahe, y trabó conocimiento con Barlolin y Roemer. El primero le remitió las Observaciones de Tycho, cuyo manus- crito completo se halla actualmente en el Observatorio de Pa- rís. Yisitó la isla deHween, donde se había edificado en 1580 el Observatorio de Tycho, y demolido 20 años después. El ilustre observador se vió obligado á abandonarle en 1597, y los propietarios de él se propusieron no dejar piedra sobre piedra en este monumento espléndido, ilustrado por tantos operarios. Una gran parte de los escombros se habían tras- portado á diversos parajes; otra sirvió para construir una excelente habitación donde bajó á instalarse Picard. No quedaban más que esta hacienda, la granja y habi- taciones de los aldeanos; indicando solo el sitio donde es- tuvo el Observatorio, algunos restos de los cimientos. En la parte occidental mandó el viajero construir un Observatorio de tablas donde colocó sus instrumentos. Desde la puerta se veia á Copenhague, Malmoe, Lund, Landscrone, Helsim- bourg, Elseneur y el castillo de Cronebourg. Yeíanse las es- trellas hasta el horizonte, aunque el terreno no estuviese ele- vado más que 27 toesas sobre el mar. El Observatorio de Pa- rís, que se halla elevado 48 toesas, no tiene esta ventaja, y los vapores le impiden ver las estrellas hasta el horizonte. Picard midió los elementos geodésicos de su estación, azi- mut, péndulo y altura de polo, y la medida de dicha altura 400 le condujo después al descubrimiento del Observatorio. Desde una estación á otra, dice en su diario, la estrella polar expe- rimenta ciertas variaciones que Tycho no había observado, y que yo he visto por espacio de 10 años, á saber: que aunque la estrella polar se acerque conlínuamenle al polo cerca de 20", sucede no obstante, que á mediados de abril, la altura meridiana inferior de esta estrella parece menor algunos se- gundos que lo que pareció en el solsticio de invierno, en vez de ser mayor de 5"; y que después, en los meses de agosto y de setiembre, su altura meridiana superior se halla que es poco más ó ménos la misma que se había observado en invier- no, y aun algunas veces mayor, aunque hubiera debido dismi- nuirse de 10 á 15"; pero que, por último, á fines del año iodo se halla compensado , de modo que la estrella polar parece que está cerca de 20" más próxima del polo que lo que antes estaba. Por este pasaje se ve que en la altura de la polar hay variaciones sensibles, cuyo período es anual, y que no con- cuerdan ni con la paralaje ni con los cambios de refracción. Esta es la observación de la aberración. Cuando Roemer midió el primero la velocidad de la luz, apénas podría imaginarse, á pesar de la identidad del periodo anual, que su descubrimiento tuviese nada de común con las variaciones que por espacio de mucho tiempo habían inquie- tado á Picard, é indudablemente ocupado su atención con fre- cuencia. Las observaciones de Auzout y de Roemer, hechas en Pa- rís desde el tiempo de Picard, se han perdido. La Hire obser- vó después las ascensiones rectas en el gran cuarto de círculo mural, instrumento propuesto en vano por los primeros, y que no se estableció hasta 1683. El arco mural de Flamsteed, en el Observatorio de Greenvich, es de 1689. ¿Por qué no se ha construido el de París? Delambre responde, que Picard había cesado de ser el astrónomo de crédito, y que entonces se aca- baba la construcción del Observatorio, para el cual se habían hecho gastos inmensos y la mayor parte inútiles; que el alo- jamiento de Cassini había estado preparado en 1671, mientras que el de Picard solo lo fué en 1673; que por lo demás el 401 público, viendo los muros del Observatorio, se informaba poco de si este establecimiento suntuoso estaba provisto de los ins- trumentos más necesarios. Desde Catalina II se han visto cons- truir en Londres con grandes gastos los más hermosos ins- trumentos astronómicos y traerlos de San Petersburgo, desde donde las Gacelas de aquella época esparcieron la noticia por toda Europa. Conseguido el fin principal, se dejó á los ins- trumentos en sus cajas por espacio de 15 ó 20 años, sin que se pensase en sacar el menor partido de ellos, y aun sin expo- nerlos siquiera para que los viesen los aficionados. (Se continuará.) * -J CIENCIAS FISICAS. METEOROLOGIA. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de agosto de 1865. Durante la primera década de este mes no ocurrió fenó- meno alguno atmosférico que por su rareza merezca mención especial. El cielo se conservó ligeramente nuboso, y turbio ó calinoso el horizonte; soplaron con mediana fuerza y frecuente variabilidad los vientos del N. O. y S. O.; la temperatura experimentó un descenso sensible el dia 3, y un incremento en lo sucesivo hasta el dia 8, en que adquirió su máximo va- lor; y la columna barométrica, de 703, 5mm el dia 1, ascendió á 709 en el 3, se conservó casi estacionaria hasta el 7, y en los tres restantes descendió hasta 700ram. En la segunda década el cielo se conservó aún más despe- jado que en la primera; el viento, también más débil, sopló constantemente del N. O., O. ó S. O.; la temperatura fné algo más elevada, pero no ménos variable; y la presión atmosfé- rica ascendió en el dia 12 á 708mm, apenas pasó luego de 710, y quedó al final en 704. En la primera mitad de la tercera década permaneció la atmósfera bastante anubarrada, y el viento del S. O. sopló 403 con alguna fuerza; bajó la temperatura unos 4o con respecto á la observada en los cinco dias anteriores; y la presión os- ciló entre 702 y 705mm. Trascurrió el dia 26 encapotado y lloviznando; el 27 fuá parecidamente anubarrado y húmedo, y además pesado ó fatigoso; semejante al anterior por la ma- ñana, ventoso y lluvioso por la tarde, y despejado, húmedo y fresco, como dia muy avanzado del otoño, el 28; de niebla densa al amanecer, nebuloso hasta medio dia, y despejado y fresco por tarde y noche, el 29; y despejados, ventosos y fres- cos, como dias de otoño, los 30 y 31. En estos seis últimos dias el viento sopló al principio del N. O., y luego del S. O., S., S. y E., al final con bastante fuerza; la temperatura media apenas llegó á 20°; y la presión, creciente de continuo, pasó de 705 á 712mm. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 n 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 CUADRO ! BAROMETRO. TERMOMETRO. Am A. máx. A. mín. T J m T. máx. T. mín. mm mm mm 0 0 0 704,46 705,25 703,54 25,4 32,3 19,0 705,06 706,4! 704,38 22,1 27,8 16,5 708,21 708,83 707,43 20,6 29,1 11,7 708,76 709,49 707,76 22 2 31,0 13,2 707,67 709,31 706,11 2 M 34,8 15,8 708,03 708,90 706,85 25,3 34,2 17,8 708,03 709,44 706,77 27,4 35,7 17,6 705,04 707,94 702,43 28,6 37,7 18,4 701,74 702,40 700,76 26,0 33,5 19,7 701,71 703,09 700,05 25,6 33,9 17,2 705,02 707,13 702,96 22, 2 28,6 16,0 707,17 707,94 706,39 23Í 0 29,6 14,6 708,43 709,18 707,59 20,6 26,5 14,1 709,32 710,18 708,42 21,5 29,7 14,0 708,45 709,85 707,18 24,7 32,9 14,2 708,26 708,78 707,48 26,6 34,9 17,0 709,25 710,02 708,42 28,2 36,5 18,3 708,50 710,10 707,23 28,6 37,0 19,3 705,28 706,80 704,13 29,7 37,6 19,8 704,53 705,05 703,82 27,3 34,6 20,0 703,95 705,65 702,50 26,9 34,5 17,0 702,89 703,77 702,07 24,6 30,5 17,3 703,55 704,00 703,06 23,2 28,4 19,2 703,56 704,46 702,86 22,0 28,9 16,7 704,43 705,32 703,64 22,6 29,8 14,8 709,01 711,85 705,37 19,9 23,5 17,0 709,13 711,17 707,61 25,7 36,4 16,0 709,90 711,69 708,50 16,4 21,9 11,5 710,95 711,83 710,13 18,1 25,8 9,8 711,76 712,74 710,56 19,2 26,8 12,8 711,18 712,16 710,00 19,5 27,3 9,8 408 PBIMBRO. psicro Hm METRO- Tn ID ATMOMETRO. Evaporación. PLUVÍOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. OIAS. m m muí min 52 12,1 8,8 » O.N.O. '2 1 50 9,8 7,8 » O. 4 2 51 94 8,8 » N.O. 0 3 47 9,3 8,9 » N.N.O.-S. 0 4 56 14,1 7,1 » S. (var.) 5 5 56 13,1 *8,3 » S.O. 2 6 45 11,7 10,3 » O.-N. 0 7 45 12,8 9,6 N.-S.O. 0 8 48 11,8 8,9 )) S.O. (var.) 4 9 53 12,6 7,3 » S.S.O. 7 10 54 10,5 9,0 » o.s.o. 1 11 58 11,7 8,4 » o.s.o. 3 12 53 9,3 7,1 o.s.o. 5 13 57 10,8 7,1 0. 1 14 51 11,8 7,8 » 0. 1 15 51 12,5 8,1 » O.N.O. 1 16 48 13,4 8,7 » N.O. 0 17 50 14,5 7,8 » N.-S.O. 2 18 47 14,1 9,4 » S. 0 19 48 12,8 8,8 » O. 0 20 40 9,9 8,9 » o.s.o. 4 21 50 11,1 8,8 » S.O. 4 22 63 13,4 6,4 » S.O. 6 23 57 11,2 5,8 » o.s.o. 8 24 52 10,5 6,7 » o. 6 25 74 12,8 1,3 0,1 O.N.O. 9 26 67 16,5 5,2 » N.N.O. 8 27 87 11,8 3,6 4,3 S.O. 7 28 76 11,7 3,9 0,2 s. 3 29 63 10,5 5,8 » S.E. 0 30 57 9,5 7,9 » E. 0 31 406 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Ara á las 6 m 706,61 707,65 707,31 707,19 Id. á las 9. 706,90 708,20 707,83 707,66 Id. á las 12 706,30 707,61 707,46 707,13 Id. á las 3 t 705,21 706,79 706,69 706,25 Id. á las 6. 704,71 706,68 706,67 706,04 Id. á las 9 n 705,58 707,46 707,62 706,91 Id. á las 12 705,79 707,56 707,52 706,98 A.,n , . 705,87 707,42 707,30 706,88 A. máx. observadas (1) 709,49 710,18 712,74 712,74 A. mín. observadas (2) 700,05 702,96 702,07 700,05 Oscilaciones extremas 9,44 7,22 10,67 12,71 0[U diurnas 2,50 2,14 2,58 2,41 0. máx. (3) 5,51 4,17 6,48 6,48 O. mín. (4) 1,40 1,23 0,94 0,94 (1) Dias y horas de la Observación. 4—9 m. 14-9 m. 30—9 m. 30—9 m. (2) Id 10-6 t. 11—6 m. 22-6 t. 10-6 t. (3) Dias de la observación 8 11 26 26 (4) Id 3 20 23 23 (*) Ax = 706min,87 + 0,52 sen. (£ + 172° 20') + 0,44 sen. (2 a; + 1 49“ 56'). 407 CUADRO TERCERO. TERMOMETRO, ■ --- 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tra á las 6 m 17°, 7 17°, 6 16°, 4 17°, 2 Id. á las 9. 23 ,9 24 ,2 20 ,6 22 ,8 Id. á las 12 28 ,7 29 ,2 25 ,2 27 ,6 Id. á las 3 t 31 ,1 31 ,5 26 ,5 29 ,6 Id. á las 6. ..... 29 ,0 28 ,8 24 ,4 27 ,3 id. á las 9 n 23 ,4 24 ,1 20 ,4 22 .6 Id. á las 12 20 ,5 21 ,4 18 ,0 19 ,9 24 ,9 25 ,2 21 ,6 23 ,9 Oscilaciones 26 ,0 23 ,6 26 ,6 27 ,9 T. máx. al sol (1) 46 ,1 44 ,4 43 ,4 46 ,1 Id. á la sombra (2). ........ 37 ,7 37 ,6 36 ,4 37 ,7 Diferencias medias 8 ,0 6 ,2 5 ,9 6 ,7 T. mín. del aire (3) 11 ,7 14 ,0 9 ,8 9 ,8 Id. por irradiación (4) 9 ,3 10 ,2 7 ,4 7 ,4 Diferencias medias 2 ,8 2 ,9 2 ,6 2 ,8 Qm diurnas 16 ,3 16 ,1 13 ,8 15 ,3 O. máx. (5) 19 ,3 18 ,7 20 ,4 20 ,4 O- mín. (6).' 11 ,3 12 ,4 6 ,5 6 ,5 (1) Dias de la Observación 7 17-1 8 yl9 27 7 (2) Id 8 19 27 8 (3) Id 3 14 31 31 (4) Id 3 13 29 29 (5) Id 8 15 27 27 (6) Id 2 13 26 26 O Tx = 23°, 00 + 6,28 sen. (® + 41° 50') + 0,82 sen. (2a + 07° 48'). 408 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3 a Mes (*). Hm á las 6 m 73 73 78 75 Id. á las 9 58 55 65 60 Id. á las 12 43 42 53 47 Id. á las 3 t 39 39 54 44 Id. á las 6 42 43 56 47 Id. á las 9 n 46 51 62 54 Id. á las 12 51 59 69 60 H. media 50 52 62 55 (*) Hx = 57,2 + 14,8 sen. (x + 208° 39') + 3,98 sen. (2 x + 281° 350- 1." década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Tm á las 6 m. . . 11,1 11,0 10,9 11,0 Id. á las 9 12,9 12,4 11,8 12,3 Id. á las 12. 12,7 12,8 12,7 12,7 Id. á las 3 t 13,2 13,4 13,3 13,4 Id. á las 6 12,4 12,6 12,1 12,4 Id. á las 9 n 10,0 11,5 10,8 10,8 Id. á las 12 9,1 11,2 10,5 10,3 Tn media 11,6 12,1 11,7 11,8 (*) Tj= llmra,6í + 1,54 sen. (a? 4-67° 60 + 0,18 sen. (2 « + 333*260. 409 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. E É! Dirección de la resultante.. . . 71° S. O. Intensidad (horas) 365 55 0 37 40 S 81 S. O 249 0 121 N. O.... 161 Evaporación, lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media. 7mm,5 Id. máxima (dia 7) 10 ,3 Id. mínima (dia 26). 1 ,3 Dias de lluvia 3 Agua recogida 4mm,6 Id. en el dia 28 (máx.) 4 ,3 Dias despejados 14 Id. nubosos 14 Id. cubiertos 3 Dias de calma 1 Id. de brisa 8 Id. de viento 17 Id. de viento fuerte 5 CUADRO SEXTO. 410 j w O 50 Ci tí Oi tí ce ¡tí t-i T-(r(WWCO©l Z tí -51 tí 20 sOíNOhMOO g 20 títíl^^20íC Eá H Z O gCO E- CO 90 20 ^ 02 35 a^-T * cT «e* ©í ©í ^ r-T Z t rH n r-! tí H ◄ tí O H 0© OOOiMOl^ ■«! o - ^ ~ ~ » tí CM CO O C I"" ■ ¡z; . csj .c/5 . 0 ¿ C/2 C/3 ¿ ce tí Z o 0 « TH ©q CO *s¡H H CO o tí tí ce tí O Miguel Merino. 41 1 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de agosto de 1865, En la primera década . Sopfaora japónica, L. Eryngium multifidum, Sib. Kuhnia eupatorioides, Lana. Lythrum Salicaria, L. Inula viscosa, Ait. Aster cordifolius, L. Gynerium argenteum, Nees. Tithonia tageliflora, Desf. En la segunda década. Salvia pinnata, L. Aralia spinosa, L. Martynia formosa, Hort. Oxybaphus chilensis, Steud. Cosmos bipinnatus, Cav. En ia tercera década . Corrigiola littoralis, L, Grindelia inuloides, Willd. Anarrhinum oriéntale, Boiss. Erigeron spinulosum, Hook. Cleome púngeos, Willd. CIENCIAS NATURALES ZOOLOGIA. Insectos nuevos ó poco conocidos de la Fauna española: por D. Laureano Perez Arcas, catedrático de Zoologia en la Universidad de Madrid . SEGUNDA PARTE. Núm. 17. — Elmis carinatus, species nova . Niger, nitidus , punctatus; prothoracis lineis basi opiceque convergentibus , elytris punctato-striatis , post basim evidenter coarctatis , sutura et interstitiis quinto seplimoque posticé , quarlo anticé elevatis. Longitud 21/2mm, anchura V/2mm. Negro, brillante, cubierto de puntos desiguales en las di- ferentes parles del cuerpo. Cabeza con los puntos bastante densos; la frente separada del episloma por una línea recta que va de una á otra antena; estas tienen más gruesos los dos últimos artejos, siendo el dé- cimo algo más corlo que el undécimo. 414 Protórax casi tan largo como ancho en la base; los puntos, sobre todo en la parte media, más separados que en la ca- beza; está dividido á lo largo en tres porciones, délas que las laterales son más elevadas y estrechas que la del medio, y sus puntos se hallan más próximos, lo cual las hace aparecer ménos brillantes que aquella; las dos lineas longitudinales que las separan son convergentes en la base, pero mucho más en la parte anterior. Las márgenes laterales van ensan- chando hasta cerca de la mitad, desde donde vuelven á estre- char para separarse segunda vez cerca de la base, donde for- man un ángulo agudo y presenta el protórax su mayor an- chura; el borde anterior se prolonga en línea curva en su parte media; el posterior ó base es bisinuado, la prolongación media tiene á veces una pequeña fósela en la base del escu- dete, y es tan saliente como los ángulos. Escudete prolongado, paralelo ó un poco más ancho poste- riormente. Elitros dos veces y media más largos que el prolórax; van ensanchando en línea curva desde la base hasta el tercio pos- terior, donde se halla la mayor latitud del cuerpo, y desde aquí vuelven á estrechar rápidamente hasta la punta; después del tercio anterior presentan una depresión transversa, muy marcada, sobre todo detrás de la elevación del cuarto inter- valo y del callo humeral, que es muy saliente; estrías puntea- das, los puntos bastante gruesos y separados unos de otros; la sutura elevada posteriormente desde la depresión transversa de los élitros; también son elevados en la parte anterior, antes de esta depresión, el intervalo cuarto y los sesto y sétimo, estos solo en el punto en que forman el callo humeral; el sé- timo se eleva posteriormente, y más aún el quinto. Pies negros, los tarsos rojizos mirados al trasluz; ios mus- los anteriores cubiertos de pelitos cortos y rojizos en su ma- yor extensión, y lo mismo sucede en una parte de las pier- nas, y en toda la superficie inferior del cuerpo, si bien este último es carácter genérico y no específico. Patria. Vive debajo del agua, agarrado á las piedras su- mergidas, como las demás especies de su familia, en los ar- royos de Guadarrama, donde lo encontré en el mes de abril 415 en compañía del Elmis Maugetii Latr., que aún no había sido indicado de España. Pertenece esta especie á la segunda división que hace Erichson en su Naturgeschichte der Insecten Deutschlands, y se distingue fácilmente de los Elmis Volckmari Panz., Ger- mán Er., opacus Mti.ll. y Mülleri Er., por la sutura é inter- valos elevados; de los E . parallelopipedus Müll., angustatus Midi., pygmceus Midi., y subpar allelus Fairm,, porque estas especies solo tienen aquillados los lados de los élitros, y no la sutura ni el quinto intervalo; sin hablar del tamaño mucho mayor que en estas, en la especie que describo. Núm. 18. — Rhizotrogus neglectus, species nova. Oblongas , posticé parum dilatatus, punctatus , rufo-testa - ceus; capite obscuriore , epistomate late emarginato , fronte sub- rugosa, glabra , convexa nec carinata; antennis 10 -articulatis, clava funículo parum longiore $ , vel breviore ? ; prothorace glabro , lateribus ciliato, angulis posticis obtusis, rotundatis; scutello triangular i, lateribus grossé punctato; elytris sutura costisque duabus elevatis, tertia externa obsoleta ; pygidio grossé punctato , brevissimé piloso, ciliato; unguibus basi acuté den- tatis. Longitud 16mra, anchura 7mm. Oblongo, cilindrico, un poco ensanchado hacia el quinto posterior del cuerpo, sobre todo en las hembras, punteado, de un color rojo-lestáceo, algo oscuro en la cabeza, y más rojizo en el protórax. Cabeza transversa, el epistoma cubierto de puntos peque- ños, profundos, muy próximos, pero que no forman arrugas, anteriormente con una escotadura ancha y bien manifiesta, pestañoso por los pedios que nacen en su faz inferior, la már- gen ligeramente elevada en toda su extensión; está limitado posteriormente por una línea lisa, hundida , muy estrecha, recta en el medio y encorvada en sus extremos, que van á 416 terminar en la mitad del borde interno de los ojos; frente con» vexa, lampiña, los puntos en su parle anterior algo mayores que los del epistoma y casi confluentes, resultando de aquí arrugas longitudinales más ó ménos manifiestas, hacia atrás los puntos van siendo menores y más separados; no se notan ni vestigios de quilla. Antenas de diez artejos, la maza en los machos más larga que los seis precedentes reunidos, y más corta que estos en las hembras. Protórax doble más ancho que largo, cubierto de puntos mayores que los de la frente, y bien separados unos de otros; sus intervalos son lisos; en la parte media hay una línea poco elevada, sin puntos, interrumpida á veces; casi totalmente lampiño, pues solo se advierte en los lados una fila de pelos cortos y gruesos; anterior y posteriormente nacen otros más numerosos, pero en la faz inferior; los de adelante forman una franja estrecha sobre el vértice de la cabeza, y los de la base, mucho más largos, cubren la del escudete. El borde anterior tiene los ángulos obtusos, pero bien marcados; lateralmente se ensancha el protórax hasta un poco más allá de la mitad, forma aquí un ángulo muy obtuso y arredondeado para conti- nuar estrechando hasta la base; esta tiene poco profundas las sinuosidades, los ángulos muy abiertos, el lóbulo medio poco saliente. Escudete triangular, con el ángulo posterior arredondea- do; en sus lados se notan varios puntos sin orden y tanto ó más gruesos que los del protórax. Los élitros forman los dos tercios de la longitud total, y la suya contiene vez y media la anchura de ambos; su color más claro que el del prolórax, y apénas un poco más oscuro que el de las partes inferiores, sobre todo en los ejemplares fres- cos. Están cubiertos de puntos casi iguales á los del protórax, muy ralos, y de los que nacen pelitos amarillos, muy cortos y dirijidos hácia atrás; la sutura es elevada, va ensanchando insensiblemente desde el escudete hasta la mitad, volviendo á estrechar desde este punto hasta la extremidad; hay dos costi- llas bien manifiestas en cada élitro, la primera, ó más próxi- ma á la sutura, nace en el tercio interno de la base, es estre- cha en un principio, ensancha mucho después, y va á termi- 417 nar en la elevación posterior del élitro; la segunda tiene su origen cerca del callo humeral, es mucho más estrecha que la anterior y se pierde antes que ella; más exteriormente á la segunda se ven vestigios de una tercera, pero solo en la mi- tad posterior, obliterándose antes de llegar al extremo. Los bordes laterales son pestañosos como los del prolórax, para- lelos en el tercio anterior, ensanchando desde este punto hasta el quinto posterior, donde presenta este insecto su mayor anchura; la extremidad de los élitros es truncada. Partes inferiores amarillentas (1), con puntos desigua- les, no muy numerosos; el tórax y primer anillo abdominal cubiertos de pelos blancos, bastante largos; el pigidio con puntos poco profundos, más ó ménos próximos, mayores que los del protórax, y de los que salen pelitos muy cortos, apé- nas visibles, excepto algunos de la márgen, sobre todo en la parte inferior, que forman pestañas análogas á las del protó- rax y de los élitros. Pies anteriores fuertemente tridentados, así en los machos como en las hembras; las uñas tienen muy agudo y saliente el dientecilo de la base, y una escotadura que hay detrás de él, da origen á otro diente obtuso, mucho ménos saliente y más próximo á la base de la uña. ? Se distingue la hembra, como en muchas otras especies congéneres, por tener la maza de las antenas más corta que el macho, el vientre sin surco longitudinal en la base, los tarsos anteriores y posteriores iguales ó más cortos que las piernas respectivas. Patria. Se encuentra este insecto en el Escorial, donde lo he cogido varias veces en los meses de agosto y setiembre. Se distingue esta especie del Rhizotrogus sub-emarginatus Reiche, por su forma, por no ser largamente pestañoso el prolórax anteriormente ni en la base, por la puntuación del pigidio, etc.: del Rh. vicinus Muís., por su tamaño mayor, los (1) En los ejemplares que no se han secado pronto después' de muertos, aparece un color pardusco que invade el abdomen en una extensión mayor ó menor, y también á veces una parte de los pies. TOMO XV. 27 418 puntos del protórax menores y más densos, el episloma más anchamente escotado, la frente muy distinta, etc. Núm. 19.— -Rhizotrqgus lusitanicus GylL Mclolonlha lusitanica, GyllenhaL in Schónherr, Synony- mia insectorum, Appendix, p. 89 (1817). Monotropus angulicollis, Fairmaire , Annales de la Société entomologique de France, 1859, p. 152 du Bulletin, Se encuentra esta especie en Galicia, de donde me la re- mitió primero D. Francisco de los Ríos Naceiro, y después, en mayor abundancia, D. Gerónimo M. Velado. Presenta una notable particularidad este insecto, cual es el que los artejos tercero y cuarto de las antenas se sueldan con frecuencia, en términos de no verse ni vestigios de su separación, y enton- ces aparece este órgano compuesto de ocho artejos tan solo, como en el género Monotropus Erichs., del que se distingue aun en este caso por tener las uñas dentadas en la base, cuando en el Monotropus son lisas. ( Erichson , Naturgeschi- chte der Insecten Deutschlands , Coleóptera, Dritter Band, Seit. 658). Pero es de tan poca importancia este carácter en la espe- cie presente, que tengo en mi colección ejemplares en los que se han unido de la manera indicada, no solo el tercero y cuarto, sino también el quinto artejo de las antenas, y otros en los que la izquierda ofrece menor número de artejos que la derecha. En 1860 pude comparar en París esta especie con el ejemplar tipo que sirvió á Mr. Fairmaire para describir su Monotropus angulicollis , gracias á la amabilidad del autor; solo poseia yo entonces un ejemplar del Rhizotr ogus lusilani - cus GylL, remitido algunos años antes por el Si*. Naceiro, y las diferencias que advertí, consistían en que en la especie de Mr. Fairmaire el pigidio estaba más fuertemente punteado, la maza de las antenas era más larga, el cuarto artejo de las mismas más ancho en su extremo; pero habiendo podido ob~ 419 servar mayor número de individuos remitidos por el Sr. Ve- lado, creo que no pueden considerarse ambas sino como una sola especie. Núm. 20.— Cebrio Seoanei, species nova. $ Punctatus, fulvo-villosus. lestaceus , elytris rufis, capite prothoraceque nigris; antennis dimidiam longiludinem corporis wquantibus vel superantibus, serratis, ápice sub-furcalis; episto - mate declivi , non carinato; prothoracis angulis posticis m o di ce prodnctis . Longitud 15 mm, anchura 5mm. Punteado, velloso, de color amarillo-testáceo , los élitros más oscuros, la cabeza y el protórax negros. Cabeza fuertemente punteada, con una depresión profunda pero poco extensa entre los ojos; epistoma declive en su parle anterior, sin quilla; mandíbulas negras en toda su extensión; palpos y antenas del color general del cuerpo, estas apénas más largas que la mitad de la longitud total, aserradas desde el cuarto artejo, que es poco más largo que el primero; el último oblicuamente truncado, y formando con su apéndice una bifurcación pequeña, pero bien manifiesta. Protórax doble más ancho que largo, negro, cubierto de pun- tos algo menores pero más densos que los de la cabeza, y pro- visto de una vellosidad rojiza, lo mismo que esta; su borde anterior forma un ángulo obtuso, pero marcado; los laterales presentan su mayor convexidad en el tercio anterior, y forman con la base un ángulo poco saliente, algún tanto dirijido hácia afuera; esta tiene bien manifiestas las dos sinuosidades, y su parte media, arredondeada, es tanto ó más saliente que los ángulos posteriores. Escudete triangular, con el ángulo posterior arredondeado; cubierto de puntos muy finos. Forman los élitros las tres cuartas partes de la longitud total, y la anchura de ambos se halla contenida dos veces y 420 media en su longitud; con estrías poco profundas, cubiertos de puntos más finos y ménos densos que los del protórax; la márgen lateral presenta una sinuosidad muy poco profunda después del tercio anterior. Partes inferiores, excepto la cabeza y el protórax, de color rojo-testáceo, más claro que los élitros, las .rodillas y las pier- nas en su extremo inferior oscuras; penúltimo segmento dorsal obtusamente anguloso en su borde posterior, las dos divisio- nes del último con largos y numerosos pelitos en su extremo libre. ? Desconocida. Patria. Dedico esta especie al Sr. JD. Yictor López Seoane, celoso investigador de las producciones naturales de la Penín- sula, que ba enriquecido mi colección con muchas especies cu- riosas de insectos, entre las que se encuentran dos ejemplares de este Cebrio, cojidos en la aldea de Larache, cerca de Pon- tevedra. Pertenece esta especie á la primera sección que establece Mr. Jacquelin du Yal en la monografía de este género, y por tener poco salientes los ángulos posteriores del protórax, y casi iguales los artejos primero y cuarto de sus antenas, tiene ana- logía con el Cebrio corsicus du Y., y con el C. strictus Géné; pero la forma, longitud y coloración de las antenas le distin- guen suficientemente, como también de la mayor parte de las especies europeas de este género. Núm. 21. — Cebrio cordubensis, species nova. $ Punctatus, fulvo-villosus , testaceus, capite nigro, elylris castaneis, epist omate car inalo, spinis tibiarum anticarum ápice incurrís ; prothoracis angulis posticis parum productis . Longitud 14mm — 16mm, anchura 5mm — o*/2mm. Punteado, cubierto de pelos rojos, de color testáceo, con la cabeza negra y los élitros de color de castaña claro. Cebeza densa y fuertemente punteada, los puntos urabili- 421 cados, y dando origen cada uno á un pelito rojo, no muy largo, inclinado hacia atrás y arriba en la frente y en sentido contrario en el vértice; por encima y á los lados de un negro intenso, por debajo, sobre todo en la parte media, del color general del cuerpo; epistoma con una impresión triangular bien marcada, y fuertemente aquillado inferiormente. Mandí- bulas rojizas en la base, negras en la punta. Palpos testáceos. Antenas de color de castaña, el primer artejo testáceo, el se- gundo y tercero, así como los demás en su mitad inferior, generalmente algo más claros; su longitud equivale á la mi- tad de la del cuerpo, el tercer artejo un poco mayor que el segundo, y el primero casi igual al cuarto; pubescentes, pero no pestañosas por debajo; los (res primeros artejos están mu- cho ménos cubiertos de pelo que los restantes; el apéndice del último es cónico, y forma superiormente una línea recta con este. Protórax doble más ancho que largo, convexo, el borde anterior prolongado en arco de círculo sobre la cabeza, los laterales convexos anteriormente, ligeramente cóncavos ó casi rectos en la parte posterior para formar los ángulos de la base, que no son muy salientes; el borde posterior fuertemente bisi- nuado, con el lóbulo medio arredondeado ^ un poco elevado; todo él está cubierto de puntos ménos densos y más superfi- ciales que los de la cabeza, (á los lados y en la parte posterior son algo más profundos y próximos); cada uno da origen á un pelito rojo reclinado, y tan largo como los de la cabeza; en los ángulos posteriores se reúnen en forma de pincel ó simu- lan una espinita. Escudete cuadrilongo, plano ó ligeramente cóncavo, fina- mente punteado y cubierto de pelilos rojos. Elitros: la anchura mayor de ambos está contenida dos veces y media en su longitud, que forma las tres cuartas par- tes de la total; son estriados, con los intervalos algo convexos, sobre todo los de enmedio; están cubiertos de puntos iguales ó un poco más profundos que los del protórax, pero los peli- tos que nacen de ellos^son más cortos; el borde externo ofrece una sinuosidad bien marcada desde el metalórax hácia atrás, estrechando notablemente los élitros desde este punto; peí o m cambiando de dirección la curva al nivel del tercer anillo abdominal para formar el extremo arredondeado. Parte inferior del color general del cuerpo; las rodillas, extremidad y espinas de las piernas, como también las uñas, un poco más oscuras; los pelos del tórax más largos que los demás; las dos espinas de las piernas anteriores ligeramente encorvadas en la punta; el penúltimo arco dorsal arredon- deado posteriormente, y las dos piezas en que se halla dividido el último, largamente pestañosas en su extremidad. ? Longitud 15mm ( comprendido el oviscapto ). De color amarillo-testáceo, el protórax algo rojizo, y más todavía la cabeza: esta tiene la impresión triangular del epis- toma ménos profunda que en los machos, y lo mismo sucede con la puntuación general; la quilla 'del epistoma y la última mitad de las mandíbulas son negras. El prolórax tiene los bor- des laterales convexos en toda su extensión, los ángulos poste- riores arredondeados, y las sinuosidades de la base poco pro- fundas. Los élitros se extienden hasta el borde posterior del cuarto anillo, y cubren así las tres cuartas parles del abdo- men; son dehiscentes en sus cuatro quintos posteriores, y lige- ramente arredondeados en la extremidad; tiene siete estrías lisas cada uno, bien marcadas, y hay numerosos puntos, gruesos y poco profundos en los intervalos, de los que el quinto y sétimo son más estrechos que los demás. El oviscapto es negruzco en su extremo, deprimido, sus dos divisiones diver- gentes y poco agudas. Patria. Aparece esta especie al anochecer en el mes de julio en Córdoba, orillas del Guadalquivir, donde la cojí en 1862, y también la he recibido en diversas ocasiones del mismo punto, remitida por D. Fernando Amor y D. Bernardo Rosales. Tiene analogía esta especie con el Cebrio andalusicus du V., del que se distingue por la forma del protórax y la coloración de todo el cuerpo. Núm. 22. —Asida uibbicollis, species nova . í Desconocido. ? Oblonga , setulosa, terrulenta , nigra , opaca; prothorace incequali , posticé gibbo , basi profundé bisinuato, angulis posti- cis acutis 3 productis, lobo medio laté trúncalo; elytris basi prothorace angustioribus , bicostatis, coslis anticé redis , posticé reticulatis , propc apice-m evanescentibus ; pedibus brevibus, íibiis anticis aculé dentatis , posticis sursiim curvatis . Longitud 15 mm, anchura 7mm, Oblonga, con numerosos pelitos cortos y gruesos que retienen una espesa capa del terreno donde se ha Iras- formado, y que oculta el fondo del dérmalo-esqueleto; negra, opaca. Cabeza cubierta de puntos redondos, gruesos, no muy profundos, umbilicados, y muy próximos unos á otros; sutura frontal fuertemente deprimida, recta; las antenas se extienden tan solo hasta un poco más allá de la mitad del protórax. Este es doble más ancho que largo, las expansiones latera- les estrechas, y poco elevadas; toda la parte superior está cubierta de puntos semejantes á los de la cabeza, un poco menores, pero más densos, por lo que sus intervalos se con- vierten con frecuencia en pequeños tubérculos, mezclados con los puntos. La superficie es muy desigual; en la mitad poste- rior hay una elevación semicircular, dividida por un surco longitudinal poco profundo, y separada de un plano anterior por una curva, cuya concavidad se dirije hacia adelante; detrás de esta elevación hay una ligera depresión transversa sobre ei lóbulo medio, y otras dos, una á cada laclo, oblicuas y bastante profundas; en la parte anterior, á los lados del plano que hay delante de la elevación semicircular, se ad- vierten dos surcos poco profundos que caminan oblicuamente hasta terminar cerca de los ángulos anteriores, los cuales son m poco salientes; los bordes laterales son brevemente pestaño- sos, se ensanchan en línea curva hasta un poco más allá de la mitad, desde donde estrechan hasta la base casi en línea rec- ta; esta tiene dos profundas escotaduras en arco de círculo, el lóbulo medio es saliente y está truncado en línea recta, los ángulos son agudos, muy pronunciados, por ser tan profundas las escotaduras, dirigidos hacia atrás y un poco ménos saben- . tes que el lóbulo medio. Escudete pequeño, hundido. Los élitros constituyen más de dos tercios de la longitud total; su anchura es algo menor que la mitad de esta; la base, fuertemente marginada, sobre todo en su medio externo, es poco más estrecha que la del protórax; los bordes laterales, van ensanchando hasta el tercio posterior, donde ofrecen la mayor anchura. Están cubiertos de granulaciones muy finas y de pelitos cortos, más abundantes en las partes elevadas; la sutura es estrecha y poco saliente. Hay dos costillas bien mar- cadas, rectas en su tercio anterior, y fuertemente reticuladas posteriormente, llegando á unirse estas reticulaciones poco antes de desaparecer en la parte declive de los élitros: la pri- mera costilla tiene su origen en la misma márgen del élitro, y es bastante elevada; la externa un poco más abajo del án- gulo humeral, el cual es un poco saliente hácia afuera. En los intervalos, sobre lodo en la primera mitad, se advierten algunos pequeños tubérculos, ya aislados, ya unidos entre sí, y aun formando una pequeña costilla á los lados del escudete. Parte inferior un poco brillante; el tórax y los muslos cu- biertos de puntos umbilicados, las piernas y el abdomen de pequeños tubérculos; todos los tarsos son bastante más cortos que las piernas respectivas; de estas, las anteriores tienen muy agudo y pronunciado el diente externo; las posteriores se encorvan hácia arriba. Patria. Un solo ejemplar de Portugal , regalado por mi amigo D. Fernando Amor. Tiene esta especie grande analogía con la Asida corsica Lap., pero se distingue de ella, porque el protórax es más corto y presenta las elevaciones y depresiones indicadas, sus bordes laterales no forman una curva regular, las sinuosida- m des de la base son más profundas, los ángulos posteriores y lóbulo medio más salientes; los élitros más anchos en la base, más cortos, con solo dos costillas bien manifiestas, rectas al principio, etc. Núm. 23.— Asida Pazii, species nova . Asida elongata? Rambur, Faune de PAndalousie , 3eme livrais., pl. 20, f. 10 (non. 9). Elongato- oblonga, nigra , opaca , punclatissirna, pubescens , terrulenta; prothor ace lateribus explanato, ad médium cana - liculalo , basi profundé trisinuato ; elytris costis duabus externis ultra médium productis, interna abbreviata , tuber culis irre - gularibus el connexis instructis. Longitud 13 mm, anchura 6mm. Estrecha, prolongada, cubierta de pequeños puntos nu- merosos, de cada uno de los que sale un pelito corto; y con una capa del terreno donde se transforma, que oculta el fondo. Cabeza cubierta de puntos mayores que los del protórax; la separación entre la frente y el epistoma forma una línea hundida, bien marcada y curva, cuya convexidad mira hácia atrás; de su medio parte un surco que llega hasta el vértice de la cabeza. Las antenas se extienden hasta cerca de los án- gulos posteriores del protórax; todos los artejos están erizados de pelos bastante largos, de color amarillento claro; el ter- cero es más largo que los dos primeros reunidos, y casi tan largo como los cuarto y quinto, el noveno es igual á los dos siguientes juntos, el décimo doble más ancho que el anterior en su base, y el último arredondeado y mucho menor que el penúltimo. Protórax doble más ancho que largo; toda la parte supe- rior está cubierta de puntos tan próximos unos á otros, que los in tervalos quedan como otros tantos tubérculos aislados ó casi 426 aislados, pequeños en el centro, mayores, y con tendencia a formar arrugas en las dilataciones laterales; dos surcos se advierten también en esta parte, uno en curva concéntrica con el borde anterior y próximo á él, y otro longitudinal, bien marcado anterior y posteriormente, ligeramente interrumpido en su parle media; en el fondo de este surco se nota una línea poco elevada, que se extiende desde el borde anterior hasta el centro del protórax; los lados están fuertemente dila- tados, y son brevemente pestañosos, van ensanchando desde Sos ángulos anteriores, que son salientes, hasta los dos quintos posteriores, donde se halla la anchura mayor del cuerpo, y desde aquí vuelven á estrechar hasta los ánguios de la base, que están fuertemente dirigidos hácia atrás; la base ofrece tres sinuosidades, las laterales tienen su mayor profundidad hácia el quinto externo, la media, no tan ancha ni tan profunda, es- tá separada de ellas por una curva bien marcada. Escudete pequeño, hundido y punteado. Los élitros constituyen algo más de los dos tercios de la longitud total; están cubiertos de pequeños tubérculos, sobre todo en las partes salientes; la sutura se eleva un poco poste- riormente, y toda la parte media dorsal ofrece una infinidad de elevaciones, unidas irregularmente, aun cuando con ten- dencia á formar dos ó tres filas longitudinales; hácia la mitad de la base de cada élitro, y arrancando de ella misma, nace una costilla que no se prolonga más que unos dos milímetros; exleriormente á esta y un poco más abajo, correspondiendo al fondo de cada escotadura lateral de la base del protórax, nace otra costilla, que llega al tercio posterior, donde se encorva ligeramente hácia la sutura y desaparece; la tercera costilla nace debajo del ángulo humeral, cerca de la anterior, oblite- rándose también en el punto en que esta última lo verifica, sin encorvarse hácia adentro como ella; estas tres costillas están cubiertas , como las demás partes elevadas, por peque- ños tubérculos, pero no se hallan interrumpidas. La parte de los élitros que está debajo del reborde lateral tiene tubérculos medianos, muy separados unos de otros. La parte inferior es pubescente, está cubierta de puntos muy numerosos en el tórax y piés, y de tubérculos en los 427 anillos abdominales; las piernas anteriores tienen el diente externo largo y agudo, las posteriores se encorvan un poco hacia arriba. Patria. Andalucía; un solo ejemplar recojido por mi buen amigo D. Patricio María Paz y Membiela, á quien dedico esta especie con el mayor gusto, como débil muestra de mi reco- nocimiento, por la liberalidad con que ha enriquecido mi colección con tantas y lan interesantes especies de insectos de la Península. Mr. Rambur representa una Asida en la lámina 20, figu- ra 10; que forma parle de la entrega tercera de su Faune de l’Andalousie , publicada en enero de 1839, que debe ser la es- pecie que describo, ú otra muy afine, por la forma de la base del protórax, tan notable entre las de este género; pero no in- dica el dibujo (que no parece muy correcto) los surcos del protórax, ni las costillas de los élitros; además se comprenden en la lámina expresada la figura 9 y la 10 como de la misma especie con el nombre de Asida elongata, como si fuesen ma- cho y hembra, que ofrecerían entonces notabilísimas diferen- cias; pero he recibido de Granada otra especie que se refiere perfectamente á la figura 9, y no solo tengo machos, sino también una hembra, que solo difiere en lo que se distinguen en general todas las de este género. Como Mr. Rambur no ha publicado descripción de esta especie ni se ha hecho después mención de ella, no sé si fué acaso un error en el grabado el referir ambas figuras á una misma especie. Núm. 24. — Asida elongata ( Ramb .) Asida elongata, Rambur , Faune de l’Andalousie, 3erae livrais., pl. 20, f. 9 (non 10). Ovalo- oblonga, punclata , pubescens, lerrulenta, capite transversim impresso; prothorace convexo, cequali, laleribus valdé reflexis , basi bisinuato, lobo medio el angulis parum pro- ducios; elytris quadricostatis , costis Ínter ruptis, ante apicem evanescentibus . Longitud 11 mm — 12mm, anchura 5mm — 6mm, Aovado-prolongada, negra , con puntos pequeños y muy densos, de los que nacen pelilos de un color amarillo-dorado, y cubierta por una capa del terreno donde se transforma. Cabeza muy hundida en la sutura frontal, en términos que la frente y el epistoma en su mayor parte forman un plano in- clinado hácia este punto; el epistoma está ligeramente esco- tado en su borde anterior. Antenas largas, en los machos se extienden hasta los ángulos posteriores del protórax, en la hembras son un poco más cortas; están erizados de pelilos lar- gos lodos los artejos, de los que el tercero es más largo que el primero y segundo reunidos, y más corto que el cuarto y quin- to; el décimo más largo que ancho, el último más corto y estrecho que el anterior, truncado en la punta y de color más claro. Protórax más estrecho en el ápice que en la base, muy convexo superiormente, y con los bordes laterales ensancha- dos y fuertemente dirijidos hácia arriba; toda la superficie está cubierta de puntos menores que los de la cabeza, y que casi se locan unos á otros, por lo que la pubescencia en este punto es bastante espesa; el borde anterior está profunda- mente escotado, y sus ángulos son salientes; los laterales van ensanchando en línea curva hasta el quinto ó sesto posterior, desde donde principian á estrechar hasta los ángulos de la base, que son cortos y arredondeados en la punta; el borde posterior ofrece dos sinuosidades, cuyo fondo corresponde al punto en que se dirijen hácia arriba las expansiones laterales; el lóbulo medio es arredondeado y apénas tan saliente como los ángulos de la base. Escudete ancho, triangular. Elitros tres veces más largos que el protórax; se ensan- chan en línea curva desde la base, donde son un poco más anchos que la de este, hasta su tercio posterior, donde se ha- lla la mayor latitud del cuerpo; están cubiertos de puntos mucho más separados que los del protórax, excepto en las 429 elevaciones costiformes, en las que son muy numerosos y no se pueden ver sino quitando la espesa pubescencia que los cubre; estas son cuatro, la más próxima á la sutura es más bien una serie de tubérculos, que nace cerca de la base y desaparece en el quinto posterior; la que le sigue arranca de la base misma donde presenta su mayor elevación, pero desa- parece mucho antes que las demás; la tercera tiene su origen al nivel de la primera, sigue paralelamente á la segunda, diri- giéndose después un poco hacia la sutura, y se pierde donde la primera; la más externa nace después del primer cuarto del élitro, continua casi paralelamente á la tercera para desa- parecer donde esta, ó un poco antes; todas ellas se ven fre- cuentemente interrumpidas, ó son más ó ménos sinuosas. Parte inferior pubescente, y cubierta de pequeños puntos muy próximos unos á otros; los del protórax son mayores y se reúnen á veces formando arrugas oblicuas, sobre todo á los lados; el diente externo de las tibias anteriores es delgado y muy saliente ; las posteriores están ligeramente encorvadas para arriba. Se distingue la $ en esta especie por su anchura y con- vexidad mayores, los tarsos anteriores más cortos, y las cos- tillas de los élitros más sinuosas é interrumpidas, en términos de formar en ciertos puntos una especie de reticulación. Patria. Granada; remitida por D. Fernando Amor y Don Yictor López Seoane. El haberme enviado este último señor, macho y hembra de esta especie, me ha permitido rectificar la lámina citada de la Faune de VAndalousie de Mr. Rambur, en la que apa- rece representado el $ con el núm. 9, y con el núm. 10 y la misma denominación como si fuera el otro sexo, la Asida Pazii Per., ú otra especie muy afine. Ofrece este insecto bastante analogía con la Asida cincta Rosenh., pero carece de la gran depresión que presenta esta en el dorso de los élitros, la costilla tercera no es tan saliente, sucediendo la inversa con las otras, el protórax es más estre- cho anteriormente, etc. 430 JShim. 25. — Asida hespérica ( Rarnb .) Asida hespérica, ñambur, Faune de l’Andalousie, 3eme Hvrais., pl. 20, f. 1, 2. Elongata, subpar alíela, punctatissima , pubescens , terrulenta, brunnea; prolhoracis basi bisinuata, angulis posticis lobo medio longioribus; elytris bicostatis, costis rectis, levigatis , posticé abbreviaiis s interstitiis tuberculorum serie ornalis. Longitud $ 16mna — 17 mra, anchura 6 mm. íd. $ 1 7 mm — | $ mm ^ ¡g 7 mm . Larga y estrecha, casi paralela, de color pardo-rojizo oscuro, pubescente, y cubierta de numerosos puntos muy próximos unos á otros, y á veces con una capa del terreno donde se transforma. La cabeza tiene la puntuación más gruesa que las restan- tes partes del cuerpo, sobre lodo en el epistoma; en la sutura frontal hay una depresión muy marcada, la frente es convexa, con un lijero surco en su parte media, á veces apénas per- ceptible. Antenas delgadas, no se extienden ni en los machos ni en las hembras hasta los ángulos posteriores del protórax; están erizados de pelitos bastante largos todos sus artejos, de los que ei tercero es mayor que el primero y segundo reunidos, y más corto que el cuarto y quinto; el décimo triangular, tan largo como su mayor anchura; el último muy pequeño, arredon- deado, y de color más claro que los anteriores. Protórax doble más ancho que largo, convexo, con un ligero surco longitudinal más visible en los extremos, cubier- to de puntos muy densos, apénas menores que los de la cabeza, y con tendencia á la reticulación en los lados; en las expan- siones laterales, que son bastante anchas y están un poco dirijidas hácia arriba, los puntos son mayores, y sus interva- los constituyen tubérculos en séries oblicuas, poco regulares. El borde anterior, más estrecho que la base, está anchamente 431 escotado en arco de círculo, sus ángulos son salientes; los bordes laterales, pestañosos, forman una curva bastante re- gular, cuya mayor convexidad está un poco' detras del medio; hay dos sinuosidades en la base, muy anchas, y cuyo fondo corresponde al quinto externo de ellas; sus ángulos son mas salientes que el lóbulo medio, el cual es arredondeado. Escudete pequeño, opaco, cubierto en la base por nume- rosos pelitos dirigidos hácia atrás. Elitros poco convexos en los $ , algo más en las $ , más estrechos en la báse que el protórax, paralelos en aquellos en sus dos primeros tercios, apénas ensanchados después para terminar arredondeados; en las hembras ensanchan insensi- blemente desde la misma base hasta el tercio posterior, y su terminación es más aguda: toda la superficie del élitro está cubierta de puntos muy diminutos y densos, y de una pubes- cencia rojiza bastante larga; hay dos costillas bien marcadas, rectas y casi lisas; la más próxima á la sutura arranca de la misma base, es mas elevada y gruesa en su origen, é inclinada un poco hácia afuera, perdiéndose en la extremidad misma dei élitro; la mas externa nace á corta distancia de la base y ter- mina antes que la interna, si no se une con ella, como sucede con frecuencia; vestigios de otra tercera suele haber en la convexidad del élitro y su segunda mitad entre la costilla externa y el borde lateral; en los intervalos se notan séries poco regulares de tubérculos lisos, y tan próximos alguna vez que simulan otras costillas irregulares intermedias. El borde lateral es pestañoso, no muy saliente ni aun en la base, pero sigue sin interrupción hasta el extremo del élitro. Parle inferior pubescente, los pelitos más largos y nume- rosos en la parte media del tórax, cubierto de puntos, gruesos en este, mucho menores en el abdomen; piernas y tarsos un poco mas claros que el resto del cuerpo. La ? se distingue, además de los caracteres indicados y de los comunes á las demás especies congéneres, como el tener más cortos los tarsos anteriores y las antenas, por ser en ellas más agudo y prolongado el diente externo en las piernas ante- riores, y lo mismo los ángulos posteriores del prolórax. Patria. Este insecto es frecuente en Córdoba, de donde lo 432 recibí de Don Fernando Amor, y en Granada, donde lo cogió Don Víctor López Seoane. Especie bien distinta entre todas las demás del género por sus élitros pubescentes y no aterciopelados, las costillas rectas y lisas, y los tubérculos de sus intervalos: por su forma gene- ral y otros caracteres se aproxima á las Asida holosericea Germn, Ramburi Sol. (si es distinta de la anterior) y Clementei Per., pero es muy diversa de todas ellas. Mr. Rambur repre- senta con esta misma denominación en la lámina 20, figura 2, el $ , y la ? en la figura 1, pero no publicó descripción alguna. En el Catalogue des coléoptéres de Mr. de Marseul, se- gunda edición, está incluida esta especie en la primera sección del género, pero indudablemente pertenece á la segunda. Núm. 26.-— Asida Clementei, species nova . Asida Solien, Rambur, Faune de l'Andalousie, 2eme livrais., pl. 19, f. 3. (non Géné). Elongata, nigra, nítida , supra nigro-holosericea , thorace basi bisinuato, angulis parum productis, lobo medio tr meato; ehjtris bicostatis, costis rectis, levissimis, posticé coalitis. Varietas Lorcana. Infra fulvo-pubescens , elytris sub-gla - bris. Longitud $ 19mm — 20mm . anchura 7mra — 71/2mra. Id. ? 20mm — 22mm , id. 9mm . Prolongada, brillante, de color negro intenso, y cubierta de puntos de desigual magnitud, según las diversas partes del cuerpo. Cabeza con punios medianos y algo separados en la frente, mayores y mas próximos sobre el episloma, que se hace rugoso cerca del borde anterior, sobre el que se advierten dos fosetas transversas separadas por un pequeño intervalo; en la sutura frontal hay una fuerte depresión transversa; sobre la frente, entre los ojos, se hallan dos manchas mayores ó menores, 433 formadas por pelos negros aterciopelados. Las antenas en los machos se extienden hasta cerca de los ángulos posteriores del protorax, en las hembras alcanzan poco mas allá de la mitad de éste; lodos los artejos están erizados de pelos negros, grue- sos y no muy largos; el tercer artejo es un poco mayor que el primero y segundos reunidos, y mas cortos que los dos si- guientes juntos; el décimo es transverso, y lo mismo el último que es además muy pequeño. Protórax casi doble de ancho que largo; el borde anterior anchamente escotado, con los ángulos romos y poco salien- tes, las márgenes laterales son anchas; fuertemente arre- dondeadas y brevemente pestañosas: los ángulos de la base obtusos y no muy salientes, las sinuosidades anchas y poco profundas, el lóbulo medio truncado ó ligeramente es- cotado encima del escudete; la parle superior convexa, y cu- bierta de puntos oblongos que forman una reticulación, oculta casi siempre por pelitos negros muy abundantes, que dan origen al aterciopelado que ocupa casi todo el dorso, dejando visibles en los ejemplares frescos tan solo una línea media, ancha en la base, y dos espacios longitudinales á los lados, que son lampiños, lisos y brillantes; las expansiones laterales tam- bién carecen de pelo, y tienen algunos puntos gruesos y sepa- rados unos de otros. Escudete triangular, liso y brillante, con dos manchas ater- ciopeladas á los lados de la base. Elitros dos veces y media más largos que el protórax, más estrechos que este en la base, cubiertos en su mayor extensión de un aterciopelado bastante espeso, formado por pelitos muy cortos, iguales y de un negro intenso, exceptuando algunos á lo largo de la sutura, sobre todo á los lados del escudete, y en la extremidad de los élitros, que son amarillentos. La sutura es saliente, lisa y brillante, como también dos costillas, de las que la interna nace en la base misma y la externa un poco detrás del ángulo humeral, ambas se unen en el cuarto ó quinto posterior del élitro, y se continúan en un filete flexuoso que termina cerca del borde externo; el espacio que media entre este y la segunda costilla, carece del aterciopelado indicado en su mitad externa ó un poco más, en la que TOMO XV. 434 se advierten numerosos tubérculos muy desiguales en su tamaño. La parte inferior es negra, brillante, y cubierta de puntos bastante separados, y no muy desiguales en las diversas parles del cuerpo; los pelitos que la revisten son negros; las piernas posteriores apénas están encorvadas para arriba. La $ se distingue por su cuerpo mucho más convexo y ancho, sobre todo posteriormente; porque los artejos 7-9 de las antenas son tanto ó más anchos que largos, el protórax más estrecho que los élitros en su tercio posterior; esto además de las otras diferencias indicadas en la descripción, ó comunes á todas las especies congéneres. Variedad lorcana . Se distingue del tipo porque en el pro- tórax solo hay cuatro fajas longitudinales aterciopeladas, las laterales mucho más cortas que las de enmedio; los élitros son casi lampiños, los escasos pelitos que en ellos se advierten son rojizos en su mayor parte, y del mismo color son los de la parle inferior, los de la cabeza, algunos en el protórax, etc. La puntuación de estos dos últimos órganos es ménos densa que en el tipo, y la costilla externa de los élitros nace á ma- yor distancia de la base; pero esto no es constante, y se encuentra en algunos ejemplares el tránsito al tipo por la mayor abundancia de apéndices piliformes, los puntos más numerosos, etc. Patria. Es frecuente el tipo en la vega de Granada, orillas de los arroyos, á lo largo de los caminos, etc., de donde lo he recibido en abundancia de mi amigo D. Pedro Sainz, catedrá- tico de Historia Natural en aquella Universidad. La variedad se encuentra en Lorca, de donde me la remitió, con varios otros insectos curiosos, mi amigo D. Francisco Cánovas, cate- drático y secretario de aquel Instituto. Se distingue este insecto de la Asida Ramburi Sol. {hoto- sericea ? Germ.), por tener dos costillas en cada élitro (en esta no hay más que una), por ser aterciopelado casi todo el dorso del prolórax, este más ancho en los machos, las expansiones laterales menores, las sinuosidades de la base ménos pronun- ciadas, etc. Mr. Rambur representó un de esta especie en la lámi- 435 na 19, figura 3, que forma parte de la segunda entrega de su Faune de l'Andalousie, con la denominación de Asida Solieri, sin llegar á describirla; más aun cuando la hubiera descrito, no se podría conservar esta denominación, por haber publi- cado en el año 1835 el profesor de Turin, señor Géné, una especie de Cerdeña con el mismo nombre; y por esto la he dedicado á D. Simón de Hojas Clemente, que tanlo ilustró la historia natural de Andalucía, habiendo quedado por desgra- cia inéditas la mayor parte de las obras de tan eminente como modesto naturalista. Núm. 27. — Asida punctipenms, species nova. Oblonga, nigra , nítida, punctata s leviler pubescens, protho- race lateribus ciliato, modicé punctato, punctis pro fundís, ro- tundatis; elylris sub-costatis, profundé punctatis, nec tubercu- latis, eorum margine posticé sub-interrupto . Longitud 1 2 mm — 15 mn\ anchura 8mm. Oblonga, negra, brillante, sobre lodo en los élitros, y cubierta de puntos profundos, más ó ménos aproximados, de cada uno de los que sale un pelito corlo, ligeramente inclinado hacia atrás, y visible solo en ciertas posiciones del animal. Cabeza fuertemente punteada; ios puntos en el epistoma tan juntos que casi se locan y le dan un aspecto rugoso; en la separación de esta parte con la frente hay dos fóselas trans- versas, bastante profundas. Las antenas se extienden en los machos hasta el cuarto posterior del protórax, y solo hasta la mitad en las hembras; sus artejos son brillantes, y están eri- zados de pelos rojizos y bastante largos; el tercer artejo es más largo que el primero y segundo reunidos, y más corto que el cuarto y quinto; el noveno se ensancha hácia su extremo, pero es más largo que ancho; el penúltimo es transverso, más ancho que el anterior y escotado en el punto en que se ar- ticula con el último, que es arredondeado y mucho menor que m este. Los palpos maxilares son fuertemenle securiformes y de color de pez. El protórax está profundamente escotado en arco de círcu- lo en su borde anterior, los ángulos en este punto son muy salientes; las márgenes laterales van ensanchando en curva regular hasta el quinto ó sexto posterior, desde donde princi- pian á estrechar, aunque muy poco, hasta los ángulos de atrás, que son casi rectos, con la punta roma; la base es ligeramente bisinuada, el lóbulo medio no es más saliente que los ángulos, que lo son muy poco. La parle superior es convexa en el me- dio, anchamente marginada en los lados, y con un surco en la base mal limitado y poco profundo, á veces interrumpido; está cubierta de puntos redondos, bastante separados unos de otros en el medio, más aproximados en los lados, y que en las expansiones laterales se convierten en pequeñas excavaciones oblicuas, muy próximas, que les dan un aspecto ligeramente rugoso; en el canto mismo del borde hay una série de puntos tan próximos unos á otros que forman surco continuo, de don- de salen pelitos algo más largos que los demás, y que hacen pestañoso lateralmente el protórax. Escudete ancho, triangular, muy punteado, y opaco en la base, brillante y liso en la punta. Los élitros constituyen los dos tercios de la longitud total, forman un semi-óvalo prolongado, son convexos, y se distin- guen en ellos, aunque poco pronunciadas y mal determinadas, cuatro costillas ó un número mayor; carecen de tubérculos, tanto en el dorso como á los lados, y en vez de ellos se en- cuentran puntos profundos, mayores y más separados que los del prolórax, y repartidos con desigualdad, pues son nume- rosos hácia la base y ángulo humeral, en el dorso, sobre todo cerca de la sutura, son más escasos, y hácia la punta más pequeños y oblicuos. La márgen lateral es pestañosa, como los bordes laterales del protórax, poco saliente aun en el án- gulo humeral; desde aquí va decreciendo insensiblemente hasta el nivel del cuarto anillo abdominal, donde casi desa- parece, volviendo á presentarse poco después hasta la punta. Parte inferior más brillante y pubescente que la superior; el protórax punteado á lo largo únicamente en su tercio medio; 437 el diente externo de las piernas anteriores muy saliente, las posteriores ligeramente encorvadas hácia arriba; en el replie- gue inferior de los élitros hay algunos pequeños tubérculos producidos por los puntos oblicuos pilígeros de esta parte. La ? se distingue, como en muchas otras especies congé- neres, por tener el cuerpo más ancho y convexo, los pies de menor longitud, y los tarsos anteriores más cortos que las piernas, al paso que en los machos son iguales á estas. Patria. Extremadura, dos $ y una ? recojidos por Don Patricio María Paz y Membiela. Corresponde este especie á la segunda división, B. a. de la Monografía de Mr. Solier, y tiene analogía con la Asida c/rossa Sol., y sicula Sol., ambas de Sicilia, de las que, como de casi todas las demás de la subdivisión B se distingue, entre otros caracteres, por la carencia de tubérculos, y los puntos profundos y numerosos en los élitros. Niím. 28. — Asida gigas Duf. Describió Mr. Dufour en los Armales des Sciences nature - lies, 1820, t. 6, p. 309, una especie del género Asida; y como en aquel tiempo eran poco numerosas las que se conocian de este género que fuesen casi enteramente lisas, no es la des- cripción suficientemente detallada para distinguirla de otras descubiertas posteriormente, y así solo por la patria, tamaño y otras circunstancias análogas puede venirse en conocimiento de la especie que denominó el Presidente honorario de la So- ciedad entomológica de Francia. En dos puntos diversos de España dice este ilustre natura- lista que encontró la Asida gigas ; en los alrededores de Madrid, y en Valencia, en el sitio denominado la Dehesa de la Albu- fera. Ahora bien, en los alrededores de Madrid se encuentran dos especies de este grupo ó sección del género, que fueron descritas por Solier en el año 1836 en los Anuales de la Sa- cíele entomologique de France , con las denominaciones de Asida Goudoti la una, y As. granifera la otra. Esta es menor que la primera y mucho ménos frecuente, y se distingue fácilmente, 438 entre otros caracteres, por tener redondos los puntos del pro- tórax, al paso que en la As. Goudoli Sol. son oblongos, y for- man los intervalos una reticulación bien manifiesta: y teniendo en cuenta el tamaño que asigna Dufour á la Asida que des- cribe, se deduce que no fué al Asida granifera Sol. la que re- cogió en los alrededores de Madrid. Mr. Solier, que confiesa desconocer los trabajos de Mr. Du- four, indica si su Asida levis podría ser la As. gigas Duf.; pero son muy diversas: la As . levis Sol., de Cartagena y Mur- cia, tiene los élitros más lisos, la forma y puntuación del pro- tórax diversas, etc. En una excursión que hice á Valencia en el mes de mayo de 1863, recorrí la Dehesa de la Albufera con el objeto de ver si encontraba en este punto la As. Goudoli Sol., que creía yo entonces sinónimo de As. gigas Duf., y fui tan afortunado en mis investigaciones, que encontré hasta siete individuos, pero no de la Asida Goudoli Sol., sino de otra especie que me era desconocida, y de tamaño mayor que esta. La comparé con la descripción de Dufour, y vi que á ellas mejor que á la de los alrededores de Madrid podría referirse, por la semejanza que encuentra el autor entre esta y el Blaps similis Latr., por su tamaño de siete á ocho líneas (mis ejemplares tienen de 19 mm a 20 mm), y también la figura 3 de la lámina 96, que la repre- senta, aunque poco exacta, conviene más á los ejemplares de Valencia que á los de esta corte. Dice Mr. Dufour que encontró un solo ejemplar en los al- rededores de Madrid, y siete ú ocho en Valencia: ¿no pudiera suceder que un primer exámen lijero de estos objetos le hi- ciese suponer que eran idénticos, y que después perdiera el insecto cojido en Madrid doce años antes de describirlo? En los alrededores de esta villa puede asegurarse que no se en- cuentra la especie de la Dehesa de la Albufera; y como á primera vista hay cierta analogía entre la As. Goudoti Sol. y gigas Duf., distintas sin embargo por la puntuación del pro- tórax, convexidad, forma general, etc., de aquí mi opinión, de que su sinonimia debe establecerse del modo siguiente: 1.a Asida gigas Duf., Valencia, en la Dehesa de la Al- bufera. 439 2.a Asida Goudoti Sol., Madrid, Rivas, Escorial, La Granja, Navarredonda, Yalladolid, Espinosa de Henares, Al- hama de Aragón, La Alberca, Peña de Francia, Batuecas, etc. Asida gigas Duf. ( partim ), Madrid. Nota. Escrito lo que antecede he visto una lista de insec- tos recojidos en Yalladolid por Mr. Bellier de la Chavignerie, é inserta en el Boletin de los Anuales de la Société entomologi- que de France, 1865, 2me trimestre , p. 29, en la que se menciona entre otras especies recojidas en este punto la Asida gigas Duf.; pero este señor y Mr. Chevrolat me trajeron una cajila con los insectos más notables que habían recojido en Valladolid, entre los que se encuentran dos ejemplares de la Asida Goudoti Sol., no mencionada en la lista expresada, pero ninguno de la verdadera Asida gigas Duf., que, como antes he manifestado, se encuentra en sitios arenosos y orillas del mar. Núm. 29.— Micrositüs Paivj:, species nova. Ovalis-oblongus, convexus, punctatus , niger, infra nitidus, supra sub-opacus; capite punctato, punctis profundis, approxi- matis, sutura frontali indistincta; prothorace incequali , dense punctato , lateribus rotundalo, basi leviter trisinuato , margine non interrupto; elylris punctato- striatis , interstiliis punctatis tr ansver seque plicatis vel rugosis, terlio, quinto septimoque pos- ticé elevalis, subcarinatis ; tibiis posticis et intermediis ultra médium sulcatis; prosterno canaliculato et marginato. Longitud 10 mm — 11 mm, anchura 5mm. Oval, prolongado, convexo, cubierto de puntos más ó mé- nos densos según las diversas partes del cuerpo, negro, casi opaco por encima, sobre todo en la cabeza y el prolórax, bri- llante por debajo. Cabeza cubierta de puntos medianamente profundos, densos y con tendencia á la reticulación en la parte media de la frente, en la que se advierten también dos ó cuatro fosetas 440 longitudinales, poco profundas y mal limitadas; sutura frontal indistinta; epistoma con dos fosetas mayores y más profundas que las frontales, una á cada lado de su escotadura media; algunas otras depresiones presenta á veces la cabeza, pero que no son constantes como las indicadas. Antenas cortas, alcan- zan tan solo á la mitad de los lados del protórax; su tercer artejo es más largo que el primero, y más corto que el cuarto y quinto reunidos; los cinco últimos transversos; el undécimo un poco más claro que los anteriores. Protórax transverso, convexo, con algunas depresiones irregulares, poco profundas y variables de uno á otro ejem- plar; son más constantes dos en el borde anterior detrás de los ojos, y otras dos en la base encima de las sinuosidades latera- les; está cubierto de puntos lan^grandes y densos como los de la cabeza, con una débil tendencia á formar reticulación, so- bre todo cerca de los lados; el borde anterior anchamente esco- tado en arco de círculo, acompañado de un surco que desa- parece en el cuarto medio, pero donde todavía continua el borde siendo brillante y ménos punteado como en los lados; los bordes laterales se ensanchan en curva regular, presen- tando su mayor latitud un poco detrás de la mitad, ligera- mente sinuados cerca de los ángulos posteriores, que son obtu- sos pero bien marcados y con un pequeño diente hácia afuera; la base es débilmente trisinuada, la sinuosidad media es tanto ó más profunda que las laterales, márgen basilar no inter- rumpida, un poco más ancha encima de estas sinuosidades. Escudete semicircular, brillante, con los puntos bastante separados. Los élitros constituyen los tres quintos de la longitud total, y la de ellos excede apénas en un quinto á su latitud; son un poco declives á lo largo en su parte anterior, y en la posterior bajan casi perpendicularmente; su base es más ancha que la del protórax, aumenta poco su latitud hasta la mitad, para terminar obtusamente arredondeados. Cada uno tiene siete estrías, pues falta la yuxta-escutelar; estas son punteadas, los puntos colocados con poca regularidad, y en la cuarta suele haber unos treinta: los intervalos son mediana- mente convexos, con puntos menores que los de las estrías y 411 separados unos de otros; se hallan casi interrumpidos por ar- rugas transversas bien marcadas; la sutura es un poco elevada en la parte posterior, pero son más salientes y ligeramente aquillados en el mismo punto los intervalos tercero, quinto y sétimo, y también algún tanto el octavo. Las estrías cuarta y quinta son las más cortas y generalmente no se unen; la ter- cera se junta con la sexta, la primera y segunda son subter- minales ó se reúnen con las más externas. El borde lateral solo es visible inmediatamente detrás del ángulo humeral. Parte inferior brillante, punteada; en el protórax los pun- tos casi se reúnen formando surcos longitudinales; el pros- terno es finamente marginado y asurcado anteriormente, convirtiéndose el surco en una foseta ancha y profunda en la parte posterior. Piernas anteriores denticuladas en su borde externo, dilatadas en su parte inferior y externa en un lóbulo arredondeado; su anchura en este punto es igual á la mitad de su longitud; las intermedias y posteriores canaliculadas en el dorso hasta más allá de la mitad, los bordes del canal finamente aserrados ó denticulados; todas ellas en la mitad inferior son ásperas, merced á los tubérculos que hay mez- clados con los puntos. Los anillos del abdomen tienen puntos menores y más claros que los de las demás partes; en e! primer anillo y á los lados del segundo y tercero se ven algu- nos surcos muy finos y lijeramente flexuosos mezclados con los puntos. Patria. Dedico esta especie al Excmo. Sr. Barón de Cas- tello de Paiva, distinguido naturalista portugués, que la des- cubrió en los alrededores de Lisboa, y que ha enriquecido mi colección entomológica con muchas especies interesantes de Portugal, de la isla de la Madera y de las Canarias. Se distingue bien esta especie entre las demás del género por los intervalos de los élitros interrumpidos por arrugas transversas. Por sus piernas anteriores inermes, los ángulos posteriores del protórax pronunciados, la base de este débil- mente sinuada, y los intervalos tercero, quinto y sétimo sa- lientes en la parte posterior, tiene analogía con el Micrositus ulyssiponensis Germ., y obesus Muís., pero los puntos mayo- res, así como las arrugas transversas de los élitros, la hacen 442 reconocer al momento. Otra hay en Argel que tiene este últi- mo carácter, el Micrositus plicatus Luc., pero es casi liso el protórax superior é inferiormente, y fuertemente bisinuado en la base, de mayor tamaño, etc. Niim. 30. — Timarcha rugipennis, species nova. Rotundata , sub-hemisphwrica , nigra , Ínter dum coerulescens , antennarum basi pedibusque nigris , violaceis vel cy aneis, forlitcr denseque punctata; prothorace marginato, margine haud Ínter - rupto , lateribus anticé valdé rotundato-ampliato , ad basim constricto; ekjtris crebré rugoso-punctatis , interstitiis elevatis , punctisque minutissimis notatis; pygidio marginato. Longitud 9mm — 13mn\ anchura 6ram--9mm. Arredondeada, casi hemisférica, negra, á veces con un viso azulado, los pies y los seis primeros artejos de las ante- nas casi siempre azulados ó color de violeta; cubierta de pun- tos desiguales, profundos y densos. La cabeza los tiene casi confluentes; en el episloma hay una depresión triangular, mal limitada y más hundida en los lados que en el centro; en la frente una línea longitudinal hundida, poco perceptible en muchos casos. Antenas bastante más largas que la cabeza y el protórax reunidos; los seis pri- meros artejos son brillantes, con puntos poco numerosos, de los que salen pelilos bastante largos; los cinco últimos, más gruesos que los anteriores, están cubiertos de una pubescen- cia densa, negra y opaca, que no permite ver el color del fon- do, solo el sétimo en la base suele parecerse á los que le preceden, el último es acuminado, y tanto ó más largo que el primero. Protórax transverso, su longitud es menor que la mitad de su mayor anchura; está cubierto de puntos gruesos y profun- dos, algo desiguales, poco confluentes; en los intervalos, que son elevados, se advierten puntos menores y ménos profundos en corto número; á todo alrededor se nota un lijero surco que 443 separa una margen externa, estrecha, pero bien marcada. El borde anterior está anchamente escotado en arco de círculo, sus ángulos son poco salientes; los lados se dilatan notable» mente en su tercio anterior, desde donde sigue arredondeán- dose hasta cerca de los ángulos posteriores, donde de repente cambian de dirección, y se hacen rectos; la base es mucho más estrecha que el borde anterior, el surco, aunque fino, no se halla interrumpido; sus ángulos son lijeramente obtusos y se hallan fuertemente inclinados hácia abajo. Escudete doble más ancho que largo, triangular, brillan- te, con algunos puntos medianos á los lados. Los élitros son poco más largos que la anchura de ambos reunidos, su longitud es algo mayor que los dos tercios de la total; están cubiertos por puntos gruesos, profundos, confluen- tes, que dan origen á numerosas arrugas, tan próximas que los intervalos que las separan no son ordinariamente más an- chos que ellas; sobre estos intervalos se ven puntos pequeños, poco profundos y muy separados unos de otros. Parte inferior negra, punteada; los puntos en el tórax casi confluentes, en el abdomen más separados; el pigidio con un surco alrededor, interrumpido á veces en la parte media, ó que se separa en este punto para unirse con el surco longitu- dinal, que es bastante ancho. Pies negros, azulados ó color de violeta; los muslos con puntos muy separados; en los ma- chos los tres, primeros artejos de los tarsos están muy dilata- dos, y cubiertos por debajo de pelos rojizos; en las hembras son muy delgados y solo tienen una faja pelosa muy estrecha á uno y otro lado, la parte media es lampiña y brillante. Patria. Es la especie más frecuente en Castilla la Nueva; se encuentra en el Escorial, Madrid, Aranjuez, Villatobas, Daimiel, donde la he cojido en casi todos los meses del año, pues únicamente en julio y agosto he dejado de encontrarla. Tengo en mi colección dos ejemplares de Córdoba, remitidos por D. Fernando Amor, y uno de Murcia por mi buen amigo, D. Angel Guirao, Director de aquel Instituto, que son un poco mayores que los de Castilla, el surco del pigidio está interrumpido en la parle media, y el protórax y los élitros son finamente aluláceos; pero como este último carácter principia 444 á presentarse, aunque poco marcado, en algunas hembras co- jidas en los alrededores de Madrid, y la forma del protórax, escultura de los élitros, etc., son idénticos, no puedo consi- derarlos sino como de la misma especie. Según Mr. Reiche, el ejemplar de Murcia pertenece á la Timarcha cribraria del catálogo del Conde Déjean. Especie bien distinta de todas las demás de su grupo por la grande anchura del protórax en su tercio anterior, y por las numerosas y profundas arrugas punteadas de sus élitros; tiene analogía con la Timarcha hispánica H. Sch., de Castilla la Vieja, que también se halla en la cordillera de Guadarra- ma, aunque con ménos frecuencia; pero la forma del protórax no permite confundirlas; no es tan prolongada la Timarcha rugipennis Per., sus élitros son más escabrosos, el surco de la base del protórax nunca se halla interrumpido, etc., y estos mismos caracteres la distinguen de la Timarcha coriaria F., y sinuatocollis Fairm., con las que ofrece mucha ménos analogía. Madrid, octubre, 1865. 445 Fabricación de los azúcares. En una de las últimas sesiones de la Sociedad Imperial y central de Agricultura, Mr. Payen, con motivo de las íntimas relaciones que existen entre la agricultura y la fabricación de los azúcares, creyó deber llamar particularmente la atención de la Socie- dad, sobre el feliz pensamiento que ha tenido D. Alvaro Reinoso, químico de la Habana y aventajado discípulo de nuestras escuelas nacionales, de sustituir la acción del frió á la del calor en la concentración de los jarabes, el zumo de caña y el de remolacha. Actualmente han llegado á ser muy comunes y económicas las má- quinas de hacer hielo: la combustión de 1 kilogramo de carbón basta para congelar 12 kilogramos de agua, mientras que con el mismo kilogramo no pueden evaporarse por término medio más que 6 kilógramos de agua. La ventaja en favor de la congelación es por consiguiente de cerca de la mi- tad; y por otra parte se ha aplicado con éxito á la concentración del agua de mar, para extraer de ella las sales de sosa, de potasa y de magnesia que contiene, y de las aguas minerales para reducirlas al menor volumen po- sible sin hacerlas perder nada de su virtud; é igualmente á la misma puriticacion del agua de mar, para despojarla de todos sus principios sa- linos y hacerla potable. Sin embargo, el agua de mar privada de sales y las aguas minerales concentradas, se hallan lejos de tener el valor comer- cial [del azúcar, y de poder soportar los gastos de un tratamiento dispen- dioso en igual grado. Era llegado por consiguiente el tiempo de tratar los zumos azucarados por el enfriamiento artificial, en vez de someterlos á la acción del calor, que los descompone, ó aumenta considerablemente la proporción de azúcar incristalizable. Mr. Payen es el primero que vió los resultados de los ex- perimentos hechos en pequeño por D. Alvaro Reinoso, y pudo conven- cerse de que jarabes capaces de marcar 5 ó 6 grados en el areómetro de Beaumé, se convierten, mediante la congelación favorecida por el movi- miento, ó dirijida por una acción manual análoga á la que emplean los reposteros para hacer el sorbete llamado de granito , en jarabe que mar- ca 25° y en agua casi pura que produce el hielo al derretirse, después que el azúcar se ha separado por la acción centrífuga de la turbina ó el es- fuerzo de la prensa. El hábil químico habanero, que ha adquirido un nombre popular en las colonias españolas por la publicación de dos obras muy apreciadas, á saber: los Estudios progresivos sobre diversas materias científicas agrícolas é industriales y el Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar , concluye en este momento sus investigaciones prácticas acerca del mejor método de tal aplicación del frió, y organiza también experimentos en grande, que Mr. Payen se compromete á no desatender, en unión de sus ilustres colegas de la Aca- demia de ciencias, MM. Dumas, Pelouze y Peligot, para que sean objeto de un detallado informe destinado á la Sociedad de agricultura. Mr. Chevreul, en nombre de la corporación que presidia, dio gracias á D. Alvaro Reinoso por la comunicación que habia dirijido por inter- medio del Secretario perpétuo, y tomó acta de la promesa que en su nom- bre acababa de hacerse. Muerto de Sir Villiam Hooker. Sir William Jackson Hooker, director del jardin botánico de Ketv, y que por espacio de muchos años ha sido uno de los más célebres botánicos, ha muerto hace poco á la edad de 80 años. Nació este sábio en la ciudad de Norwich en 1785, y manifestó desde muy joven una afición decidida por los estudios botánicos, que al íin le hizo conseguir la cátedra de botánica en la Universidad de Glascow, posición que después dejó para ser director del extenso establecimiento de Kew. Sir William Hooker fué individuo de casi todas las sociedades científicas de Inglaterra, del continente y de América. En 1835 se le elevó al rango de caballero en razón de sus investigaciones científicas, y en 1845, la Universidad de Oxford le dió el título honorífico de doctor en derecho civil (título, sea dicho de paso, bastante curioso para un natura- lista). W'illiam Hooker, es el autor de la Flora británica , de la Flora borealü americana, de la parte botánica del viaje por las regiones polares del al- mirante Beechy, y de otras muchas obras muy apreciadas. Su nombre vivirá por mucho tiempo en la memoria de todos los botánicos y de los naturalistas viajeros, como también en la de sus numerosos amigos. Feliz- mente parece que la afición á los estudios botánicos subsiste entre los hijos de William Hooker, pues el doctor J. Hooker, actualmente agregado al establecimiento de Kew, hace muchos años que ha adquirido un nom- bre distinguido en la ciencia, siguiendo las huellas tan honrosamente tra- zadas por su padre. Nueva mecha para las lámparas de aceite de esquisto ó de petróleo. La nueva mecha consiste simplemente en un pedazo de yesca; cuesta 5 ó 10 céntimos, y puede durar un año. Nada más fácil que adaptar la referida mecha á una lámpara cualquiera, y renovarla si se ne- cesita: basta para ello cortar en un pedazo de yesca una lengüeta de una anchura conveniente, y bastante larga para que pueda sumergirse siempre por su extremo inferior hasta el fondo del depósito. Se fija en seguida en el tubo, que se mueve por medio de la llave, habiendo tenido antes la precaución de coser en las dos orillas un alambre, que no debe pasar de la parte inferior del tubo ni sobresalir .mucho por la superior. Para la lámpara de mechero redondo, se emplea un pedazo de yesca de tal tamaño que pueda envolver totalmente el tubo por su parte superior, y sea susceptible de suministrar la parte combustible de la mecha. Cuando se consume el pedazo de yesca, se reemplaza con otro, que se cose del mismo modo sin tocar á la porción que baja hasta el fondo del depósito. Esta mecha ha sido inventada por el abate Mr. Mathieu, párroco de Dommartin. Electricidad en las mariposas. Mr. Nicolás Wagner ha hecho un estudio fisiológico, que además interesa á los físicos. En efecto, este sabio naturalista ha reconocido y demostrado experimentalmenle, que la electricidad ejerce una manifiesta influencia sobre la constitución de los pigmentos de los insectos, y también sobre la forma de sus alas. Para sus experimentos, eligió los insectos, por ser animales que por una parte presentan la mayor variedad en la disposición de los pigmentos, y por otra ofrecen menos complicación que las aves, teniendo el sistema circu- latorio como bosquejado por decirlo así; y se valió con este objeto de una especie de mariposa diurna, la llamada de la ortiga. Operando, sea con las corrientes de inducción producidas por un carrete débil, ó con las corrientes continuas producidas por 1, 2 y 3 pares de Grove, se obtienen los principales resultados siguientes. Las corrientes más fuertes destruyen, desorganizan, según su grado de intensidad, primero el pigmento, des- pués las escamas, y por último la membrana misma del ala, produciendo en ella agujeros más ó ménos grandes. Las corrientes de menor inten- sidad cambian los matices, trasformando generalmente el color rojo en naranjado y el negro en rojo. Las corrientes constantes producen la formación del pigmento negro. En cuanto á las modificaciones producidas en la forma de las alas, el autor ha obtenido en algunos individuos bordes enteramente rectos, en vez de presentarse sinuosos, como lo son natural- mente en las especies del género; de modo que la electricidad en estos diversos casos se ha conducido como agente desorganizador, ocasionando una especie de atrofia en el desarrollo de la membrana del ala. Comparando Mr. Wagner la variación de las manchas conseguidas artificialmente con las que se hallan en la naturaleza, deduce que en ambos casos, la causa de tales variaciones es la misma; esto es, la elec- tricidad: y operando con todas las precauciones necesarias para las in- vestigaciones relativas al desprendimiento de la electricidad, ha recono- cido la existencia de corrientes fijas en las alas de los insectos. La más enérgica de estas corrientes parte de la base del ala, en dirección del borde exterior, siguiendo el nervio medio. Este es un resultado tan curioso como imprevisto; y si Mr. Wagner persevera en tal orden de investigaciones, llegará seguramente á conclusiones capitales. La pólvora privada de su propiedad explosiva. Concíbese fácilmente que seria una cosa muy útil en ciertas circunstancias, conse- guir que no fuese inflamable la pólvora común, y poder hacerla reco- brar, según se quisiera, sus propiedades balísticas. Este problema, que más de una vez se ha suscitado tratándose de trasportar grandes masas de pólvora, lo ha resuelto perfectamente en estos últimos tiempos un Lábil experimentador ciego, Mr. Gale, de Londres. Los resultados obte- nidos han sido tan satisfactorios, que el autor ha pedido privilegio por su procedimiento, que es por otra parte, como todas las buenas inven- ciones, sumamente sencillo. Mr. Gale acaba de repetir sus experimentos en gran escala, ante una reunión de personas de posición en la sociedad, los cuales se han maravillado al ver que la mejor pólvora de guerra quedaba enteramente inofensiva, y después de algunos minutos volvía á recobrar su estado ordinario, pudiendo experimentar alternativamente ambos tratamientos tantas veces como se quisiera. El autor ha llegado á este interesante resultado de la manera siguiente. Sábese hace ya mucho tiempo que mezclando con la pólvora otras diversas sustancias, puede modificarse su inflamabilidad, y aun quitarle completamente su propiedad 448 explosiva. Se habían ensayado el carbón, la arena, etc.; y aun parece que la mezcla de carbón pulverizado la había recomendado ya en el Cosmos un sabio francés. Pero los dos cuerpos citados ofrecen incon- venientes en la práctica, pues no teniendo todos los granos de arena la misma magnitud, es difícil, si no imposible, separarlos completamente de la pólvora cuando quiera hacerse uso de ella; y la misma objeción se ha ocurrido respecto del carbón, que además condensa la humedad, y puede por tanto humedecer la pólvora. La sustancia que Mr. Gale, em- plea es simplemente vidrio pulverizado lo más finamente posible, y mucho más fino que la misma pólvora. Con partes iguales de pólvora y de vidrio pulverizado, se modifica singularmente la inflamabilidad de la misma; y con 2 ó 3 partes de vidrio pulverizado para 1 de pólvora, el efecto es mucho más marcado todavía; pero para que la pólvora quede enteramente inerteJ es decir, para quitarle por completo la propiedad de inflamarse repentinamente y de producir explosión; para poder, por ejemplo, apagar el fuego en su foco, basta tomar 1 parte de pólvora y 4 de vidrio pulverizado, y mezclarlas bien. En un tonel de pólvora preparada de esta manera puede introducirse impunemente un tizón hecho ascua, y para que la pólvora recobre sus propiedades balísticas primitivas, basta, como se ve, tamizarla, con lo cual pasa el vidrio pul- verizado y queda la pólvora en el tamiz. Convenia dar alguna extensión á esta noticia, porque los experimentos públicos practicados por Mr. Gale hace poco tiempo, han dado los mejores resultados, é inducen á esperar que se haya resuelto completamente el problema. (Por lo no firmado, Ricardo Rmz.) Editor responsable, Ricardo Rdiz. N.* 8.°— REVISTA DE CIENCIAS. —Noviembre de 1865. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. El Observatorio de París y sus astrónomos desde su fundación hasta nuestros dias ; por Mr. Camilo Flammarion. (Cosmos, 26 julio 1865 ) ( Continuación .) Picard se valió de pínulas como los demás astrónomos; pero desde 1667 principió á emplear anteojos, empezándose en el 2 de noviembre de este año á aplicarlos á los instru- mentos destinados á la medida de los ángulos, lo cual es un gran hecho en la ciencia de observación. Es muy extraor- dinario, como observa Bailly, que la aplicación de los anteo- jos á los instrumentos de astronomía, aunque de una utilidad sensible, no fuese generalmente adoptada; pues esta aplica- ción, digna de elogio, fué combatida por las mismas razones de utilidad que debían hacerla adoptar: daba un medio más fácil y seguro de señalar sobre el disco de un astro y asegura- ba la dirección de la vista; pero se creía que las alidadas y las pínulas eran más exactas. El célebre astrónomo y los gran- des observadores se obstinaban en conservarlas. Hevelio se hallaba á la cabeza de los opositores, aunque era en efecto el mayor observador de Europa, y había muerto sin mirar nunca por un anteojo, pues rechazaba el nuevo perfecciona- miento como inútil, pretendiendo probarlo por la exactitud TOMO XV. 29 450 de sus observaciones. Decíase también que adoptando el nuevo método parecían condenarse los antiguos, que no guardarían conformidad con los que se siguiesen ahora; y por cierto que era singular razón para rechazarlos el conservar medios im- perfectos, para guardar la uniformidad del saber ó de la igno- rancia, A estos motivos se mezclaban otros enteramente per- sonales. Siempre se estima algo (y con frecuencia mucho) cuanto se tiene: Hevelio poseía la más hermosa colección de instrumentos antiguos que se han visto en Europa desde la época de Tycho; y varios se encontraban en análogas condi- ciones. En Francia no hubo el sentimiento de sacrificar los antiguos instrumentos, porque no los había. «Señor, decía Auzout á Luis XIV en 1664, es una desgracia que no haya un instrumento en París ni en lodo el reino, á lo ménos que yo sepa, del cual pueda fiarme para tomar precisamente la altura de polo.» Los primeros instrumentos perfeccionados antes de ser construidos, fueron un sextante de seis pies, y un cuarto de círculo de nueve pies y medio de radio, provis- tos de anteojos. VI. En 1672, Picard midió la oblicuidad de la eclíptica, ha- llando que era de 23° 29' 0"; restando de esta medida 96" por los 193 años que nos separan de esta época, tendremos 23° 27' 24" para la nuestra. Había también observado por la primera vez las variaciones de Mira Ceti , ó estrella del cuello de la ballena. En 1673 vino á habitar en el Observatorio, y el 9 de julio de este mismo año se hicieron las primeras ob- servaciones de alturas correspondientes. En 1678 obtuvo del rey el permiso de fundar el Conoci- miento de los tiempos , primera publicación oficial de este gé- nero, de la que apareció el primer volumen en 1679, y que ha continuado sin interrupción, llevando hasta hoy casi dos si- glos. Después de Picard continuaron la redacción de esta co- lección Lefevre, Lieutand, Maraldi, Lalande, Jeaural, Mecbain y la Oficina de longitudes. 451 Continuáronse sus observaciones basta el 11 de setiembre de 1682: las de La Hire empezaron en el año 1678: y hasta 1681 se hicieron en la puerta Montmartre. Desde 1683, el mismo observó en el cuarto de círculo mural que se hallaba en el muro de la torre oriental del Observatorio, y del cual determinó definitivamente la posición en el plano meridiano, con algunos segundos poco más ó ménos. Picard murió el 12 de octubre de 1682, á la edad de 62 años. Seis semanas antes de su muerte, observó también el hermoso cometa de 1682, y el 22, el 26 y el 29 de agosto tomó las distancias de varias estrellas; siendo estas las últimas observaciones que hizo. En el elogio que Condorcet ha hecho de Picard, cita como único rasgo conocido en la vida de este hombre, su amistad con Roemer, al que trajo á Francia, teniendo ménos en cuenta el interés de su propia reputación que el placer de dar á su patria un hombre que le fuera útil, y no abrigando nunca el temor de tener un rival ocupado en el mismo asunto, que pu- diera amenguar su gloria. La reflexión es justa; pero Condor- cet podía dar otra prueba más concluyente que Delambre aña- dió á la anterior. Probablemente Picard no consideraba, á Roemer más que como un joven de grandes esperanzas las cuales se complacía en desarrollar, por ser discípulo suyo. Pudo agregarse á un colaborador útil, recomendarle á Colbert, hacerle entrar en la Academia, atraer sobre él los beneficios de Luis XIV: en esto hacia lo que hacen muchos sábios; pero todavía hizo más; y cuando tantos motivos tenia para conside- rarse como el primer astrónomo de Francia, cuando era el que más valia y el que gozaba de más crédito, utilizó su valimiento para atraer á Francia á Cassini que tenia una re- putación ya enteramente formada, y que según todas las apariencias, debia obtener las preferencias que en Francia se conceden siempre á los extranjeros. Hé aquí lo que particu- larmente hay que alabar en Picard y quizá lamentarse de ello: hé aquí lo que ha hecho, y semejantes ejemplos son tan raros que bien puede asegurarse que no habrá otro igual. Tanto más podemos insistir en este hecho, cuanto que no se ha hecho justicia al desinterés de Picard. El ingenioso autor 452 de los Elogios de los académicos , que mejor que nadie podía poner este hecho en evidencia, olvida enteramente á Picard por Colbert y después á Colbert por Luis XIV. Mr. Colbert, que según las órdenes del rey habia formado la Academia de Ciencias en 1666, deseó que Cassini fuese corresponsal de ella; pero bien pronto la pasión que tenia por la gloria del Estado no se contentó con esto, y le propuso venir á Francia. Vil. No tratando de ofender á S. M. el rey de Francia, podía decirse que Cassini es con respecto á Picard lo que los mosqueteros de Luis XIV respecto de los granaderos del imperio; por un lado el fausto brillante, por otro el vigor infatigable. Juan Domingo Cassini nació en Perinaldo, en el Condado de Niza, y en sus primeros años se ocupó en poesía y después en la astrología judiciaria; pero muy pronto abandonó, quizá por escrúpulos religiosos, las investigaciones en que le habia iniciado Pico de la Mirándula, dedicándose enteramente á la astronomía, «cuyos más sólidos encantos le habían impresio- nado.» A la edad de 25 años le elijió el Senado de Bolonia para desempeñar en la Universidad de esta ciudad la primera cátedra de astronomía. En 1652 observó en unión del mar- qués de Malvassa, su protector, un cometa que pasó por el zenit de su ciudad, y desde el año siguiente dedicó al duque de Madrid un tratado, en el cual conservando las ideas anti- guas que consideran á los cometas como exhalaciones de la tierra, se esforzaba en demostrar que son astros sometidos como los planetas á las leyes del mundo. Esta obra comenzó su reputación, al mismo tiempo que se oponía á las últimas tendencias de la astrología; y puede observarse desde este principio que Cassini se ocupó siempre en los asuntos que interesaban más fuertemente la atención ó escitaban más vi- vamente la curiosidad. Cuando en 1664 se trazó pomposa- mente en Roma, delante de la reina Cristina de Suecia, el arco de círculo que un cometa debía seguir sobre un globo celesle, 453 en que se habian marcado dos posiciones, hizo lo que cual- quier bachiller podría hacer, y no obstante produjo un efecto enteramente incomparable. Para comprobar el calendario gregoriano y examinar por la disminución comparada de la velocidad y de la magnitud, si el sol era realmente más pe- queño en el solsticio de verano que en el de invierno, volvió á trazar la meridiana que el dominico Ignacio Dante habia tra- zado en Santa Petrona, en Bolonia, en 1575, y obtuvo también aquí un resultado que todos pudieron apreciar. Por estas ob- servaciones concluyó sus tablas del sol, y por ellas reconoció también que las refracciones no se detenían á 45° como habia dicho Tycho, sino que continuaban disminuyendo gradual- mente hasta el zenit. Su celebridad hizo juzgar al papa Alejandro VII, que nin- gún otro seria más capaz que él para las operaciones cientí- ficas más variadas: y le hizo descender de la región de los astros para determinar las causas y efectos de las frecuentes inundaciones del Pó. Fué árbitro entre Bolonia y Ferrara, y se le elevó á la superintendencia de las aguas del Estado. Después se trató de ciencia militar, y también se dirigie- ron á él; dándole el hermano de Alejandro VI, la superinten- dencia de las fortificaciones del fuerte Urbano. En seguida, el papa le ofreció entrar en el estado eclesiástico, dejándole vislumbrar en perspectiva el capelo de cardenal ; pero esta vez rehusó el astrónomo. El cometa de 1665 le proporcionó una nueva ocasión de completar sus estudios, respecto de estos astros todavía mis- teriosos. La efemérides de Auzout, que le fue presentada por la reina de Suecia, vino á confirmar su primera determina- ción. En este mismo año descubrió en una comisión que tuvo en Toscana, la rotación de Júpiter en nueve horas y cincuenta y seis minutos (Fontenelle dice seis y cincuenta y seis minutos, lo cual es sin duda una errata de imprenta). El mundo de Jú- piter interesaba, como es sabido, á los grandes y á los peque- ños, puesto que después de la época de Galileo nos daba la imájen lejana de la tierra y de la luna; su movimiento venia en confirmación del de la tierra, todavía indeciso; v este des- cubrimiento llevó hasta las naciones vecinas el nombre de su 454 feliz autor. En 1668 dió las primeras efemérides de los astros de Médicis y del tiempo de sus eclipses. Picard las observó y rindió un entusiasta homenaje al astrónomo italiano, lo cual fué lo que dió el mayor brillo en Francia al nombre de Cassini. El hizo, dice Fontenelle, respecto de cuatro lunas extrañas, muy distantes de nosotros, conocidas desde hacia muy poco tiempo , lo mismo que todos los astrónomos de 24 siglos habían hecho con mucho trabajo respecto de la luna. Desde esta época puede decirse que se escribió de una ma- nera brillante el nombre de Cassini en los Anales de la astro- nomía francesa. Se erigió el Observatorio, y se convino en colocar á su cabeza un nombre ilustre; pero reconociéndose Picard como inferior al astrónomo italiano para la representa- ción oficial, habló en este sentido al ministro. El rey, que ya había llamado á Francia á ilustres sabios extranjeros, recibió con placer la proposición, y se dirigió con este objeto al go- bierno papal. Cassini vino en triunfo á París. Escuchémosle al referir sus impresiones de viaje. «Salí de Roma el 15 de octubre de 1668, colmado de ho- nores y gracias por el Pontífice Clemente IX, y tomé el ca- mino de Florencia con la embajadora de Bolonia. En los con- fines de los Estados de la Iglesia, encontré varias personas que me esperaban para recibir las instrucciones que tenia que darles sobre la ejecución de los tratados que acaban de fir- marse con Toscana. Continué en seguida mi camino hasta Florencia, donde llegué el 20 muy temprano. La señora em- bajadora no quiso detenerse en la ciudad, y pasando por ella me esperó en la puerta opuesta. Yo fui á ofrecer mis respetos al Gran Duque que inmediatamente hizo venir á Mr. Viviani y á Mr. Auzout, uno de los individuos elegidos por la Acade- mia, que me traía cartas de Francia, y el plano del Observa- torio real que el rey de Francia habia mandado construir para las observaciones astronómicas, y en el cual me pareció que se habia atendido por lo ménos tanto á la magnificencia como á la comodidad de las observaciones. Mucho antes de mi par- tida de Roma supe con agradable sorpresa por Mr. Yaillant, célebre médico y anticuario, que S. M. Luis XIV deseaba que viniese á Francia, y casi al mismo tiempo habia sabido por 455 cartas, que el primer ministro del duque de Módena estaba encargado de negociar este asunto.» De vuelta á Bolonia, supo Gassini que el Papa habia con- sentido en su viaje á Francia, y habia dispuesto que durante su ausencia, se le conservasen los sueldos de los cargos que desempeñaba. Colbert le envió además 1.000 escudos para su viaje, y le aseguró una pensión anual de, 9.000 libras, mien- tras permaneciese en Francia. El astrónomo salió de Bolonia el 25 de febrero, llegó á París el 4 de abril, y fue presentado por Colbert al rey al siguiente dia; confirmándose en el acto de recibirle las promesas que anteriormente se le habían hecho. «Su Magestad me hizo el honor de decirme que estaba persuadido de que me dedicaría con sumo cuidado al adelan- tamiento de las ciencias, y expresó que su designio era que la Francia llegase á ser tan floreciente é ilustrada por las cien- cias, como por las armas. Tanto me cautivaron las bondades de S. M. y la manera que tuvo de tratarme, que no pensé des- de entonces en volver á Italia, donde habia dejado casa y criados. Estuve en la reunión que se celebraba en la Biblio- teca del Rey, donde fui muy bien recibido por Mr. Carcavi y el abate Gallois que era el secretario. Recibí también grandes distinciones por parte de Mr. Picard, de Mr. Huyghens, con el cual habia estado antes en correspondencia, y de Mr. Mariotte que se dedicaba á experimentos físicos. «Colbert encargó á Mr. Perrault, veedor de obras, que me facilitase un alojamiento en las galenas del Louvre hasta que se hallase el Observatorio en estado de ser habitado, que me procurase todo lo que se necesitase, y me enseñára lo que hu- biese de más curioso en París. Le debo muchas atenciones por la manera delicada con que cumplió estas órdenes. Su hermano, médico y arquitecto que habia trabajado en el plano del Observatorio, cuya construcción seguía, me dió grandes pruebas de amistad y me invitó para los experimentos físicos que hacia con objeto de comunicarlos á la Academia.» Pero sobre todas estas demostraciones de amistad y de aprecio, estaban las atenciones del rey. Escuchemos también al autor de las Memorias. «Tenia el honor de ver con frecuencia al rey que se com- 456 placía en oir hablar de las observaciones astronómicas. Su Majestad tuvo la bondad de fijarme hora para que fuese á su cámara, y le hablase de mis proyectos de aplicar la astrono- mía al perfeccionamiento de la geografía y de la navegación: por su parte la reina, que asistió algunas veces á estas con- versaciones, deseó oirme también particularmente y me reci- bió con extraordinaria amabilidad. Los mismos honores me dispensaron el Duque de Orleans y su esposa su Alteza Real, que tenia gran entusiasmo por las observaciones astronómicas, y que por este motivo me recibió siempre favorablemente.» El protejido, fué también conducido á casa del Príncipe, del Duque, su hijo, que le hacia ir siempre que le veia en la corte, y del Delfín, que le daba grandes pruebas de amis- tad, etc. El papa reclamó su astrónomo y el rey de Francia le dis- putó, hablando en buenos términos parlamentarios, con lo cual Cassini llegó á tener más valía á los ojos de lodos y se quedó en Francia. Entonces empezó á hablar en francés y á escribir también en la lengua de su patria adoptiva, haciendo tantos progresos, que sobre ellos le dirijió muchos cumplidos el rey. Escribió en latin sus primeras observaciones acerca de las manchas del sol; pero como se tradujeron mal, resolvió no publicar nada más que en francés, y al año siguiente per- mitió que se le naturalizase. Cassini no debía habitar el Observatorio hasta fines de año; pero se adelantó por motivo de sus observaciones sobre las manchas del sol. En efecto, estas observaciones hicieron en el mundo sábio y en la corte, más ruido que ningún otro des- cubrimiento, como puede verse por la relación del mismo Cassini. «Después del descubrimiento que hicieron de las manchas del sol Galileo y otros astrónomos, entre los cuales debe con- tarse al P. Schneider/que con este motivo publicó una grande y excelente obra hácia 1625, trascurrieron después muchos años sin que se tratara de esto. Me hallaba en París en 1671 antes que el Observatorio se hallase en estado de ser habitado. En consecuencia, para hacer cómodamente algunas observa- ciones astronómicas, había alquilado una casa y un jardín en 457 Ville l’Evéque, poco distantes de la parte occidental de París, v en una casa próxima se habia instalado mi ayudante Mr. Couplet. Por primera vez descubrí las manchas del sol, cuya descripción hice y fue enviada á Fontainebleau, donde se hallaba el rey. Por las observaciones de varios dias, deter- miné la velocidad de su movimiento aparente, del cual esta- blecí una teoría que me sirvió para predecir que estas man- chas volverían á aparecer en los mismos sitios del disco del sol, después de una revolución de 27 dias.» Indudablemente esía observación era muy sencilla; pero como la predicción tuvo naturalmente un éxito completo, toda la corte quedó entusiasmada con ello. El mismo Colbert se puso á observar las manchas en su jardín, y después escribió á Roma para pedir á Campani sus famosos objetivos. El ita- liano envió un anteojo que costó 1.000 escudos, y los objeti- vos fueron dirijidos al Observatorio; pero Cassini los volvió á remitir el año siguiente á Roma, para complacer á la reina Cristina de Suecia, que también reclamaba al brillante astró- nomo, y queria construir para él un Observatorio en el pala- cio Riasi en la Langara. Puede decirse, como paréntesis, que los objetivos que llevan actualmente en el Observatorio el nombre de Campani, no son de él, sino probablemente de Borelli, de Huyghens ó de Hartsoeker. Se reprendió á los empresarios porque no adelantaban más en la construcción de las habitaciones, y en efecto se consiguió que estuvieran preparadas desde el 14 de setiembre, viniendo á habitar á ellas el primer director «un poco antes de que saliesen las manchas del disco del sol.» En la persona de Cassini han pretendido muchos fisiólogos distinguir más bien los rasgos del cortesano que los del astró- nomo, y quizá en esto consistiría el secreto de su brillante ilus- tración. Sin hablar de sus diarios ofrecimientos, y de las fre- cuentes entrevistas que tenia en la corle, conversaciones cuyo texto no ha llegado hasta nosotros, pero cuyo resultado es ca- racterístico , presentaremos únicamente á la curiosidad de nuestros lectores, algunos ejemplos de la manera con que trataba oficialmente con el gran rey, cuando anunciaba al mundo sus descubrimientos. 458 En un opúsculo de 20 páginas, titulado Descubrimiento de dos planetas nuevos alrededor de Saturno , hay como prelimi- nar la siguiente suave dedicatoria. «¡Cuánto en vidiaria á V. M. el gran Alejandro, que según se cuenta derramó dos veces lágrimas, una de ellas cuando vió sus conquistas limitadas por el Océano y otra cuando supo por boca de un filósofo, que había una infinidad de mundos, de los cuales ni uno solo había conquistado! La antigüedad no conoció más que siete planetas, este siglo ha descubierto cinco, y ahora aparecen otros dos, para completar el número de ca- torce, que tiene el honor unido al nombre augusto de Luis. Cualquiera que sea la naturaleza de estos mundos, el derecho de descubridor da ya dos á V. M., cuyas conquistas no pu- diendo encerrarse en los límites de la tierra, se extienden ya á las más sublimes regiones de los cielos.» ¿Qué ha de decirse al ver tanta adulación? ¿La vanidad del sabio halagaba también la del soberano que le había nom- brado director de su Observatorio? Cuando Cassini pudo agre- gar otros dos satélites á los de que tratamos, se acuñó una medalla en conmemoración con la inscripción siguiente: Salel- lites Saturni primum cogniti. Nada se había acuñado, dice Delambre, cuando Picard aplicando los anteojos á los sectores y á los cuartos de círculo, se valió de ellos para medir la tierra. Sin duda Picard, más á propósito para estar al frente de un Observatorio, era mucho peor para cortesano. viii. Véase de qué manera ofrece Cassini á Luis XIV los saté- lites de Júpiter. «Galileo, dice con motivo de su último descubrimiento, dió á los satélites de Júpiter el nombre de sidera Mediccea, y siendo los de Saturno más elevados todavía y más difíciles de descubrir, no son indignos de llevar el nombre de Luis el Grande, supuesto que se han descubierto en el glorioso reinado de S. M., por los extraordinarios auxilios que su magnificencia suministra á los astrónomos de su Observatorio. Podemos por 459 consiguiente llamarlos sidera Ludoicea, sin temor de que la posteridad nos atribuya el error en que han caído algunos astrónomos en cosas parecidas en el reinado anterior, ni que el tiempo pueda destruir los monumentos ilustres de la gloria del rey, que serán más duraderos todavía que los mármoles y bronces que hoy se elevan con tanto brillo y justicia á la inmortalidad de su nombre.» Con este motivo podemos decir , que el italiano no se atrevió nunca francamente á declararse partidario del sistema de Copérnico, y que sin cesar se refiere al de Ptolomeo, siem- pre en favor en la gerarquía eclesiástica. «Los copernicanos , dice él, no conocían antes de este siglo, en toda la naturaleza, más que un solo satélite; en la actualidad conocen uno de la tierra, cuatro de Júpiter y cinco de Saturno, que forman en su sistema otras tantas lunas, etc.» Esta presunción de gloria, puede explicar algunos de los errores que han quedado unidos á su nombre, como por ejem- plo los siguientes: Colocaba la tierra en el centro del Universo. Del cometa de 1652, sostenia que era de formación re- ciente, y compuesto de emanaciones procedentes de la tierra y de los demás planetas, y pretendía que el destino de estos as- tros era reavivar, entre los hombres, la afición á la astrono- mía. Tenia también la idea extraña de colocar en Sirio el centro de los movimientos del cometa de 1664. Por desgracia desechó la explicación que Roemer dió de ciertas irregularidades en los eclipses de los satélites de Júpi- ter, que resultan de la velocidad de la luz. Cassini cometió el error de atribuirse con mucha ligereza el honor de haber dirijido las medidas de la tierra, ejecutadas por Picard. Estas medidas se fundan en teoría sobre operacio- nes conocidas desde la más remota antigüedad, y su mérito corresponde al que sobre el terreno ha determinado la lon- gitud de las bases, formado los triángulos y obtenido las latitudes de los puntos extremos. Deberemos también añadir con Arago, que arrastrado por el ciego deseo de que su nombre permaneciese unido á un descubrimiento que podía hacer llegar su reputación hasta la 460 mas remota posteridad, propuso inconsideradamente sustituir á las órbitas elípticas de Keplero, una curva nueva que se llamó Casinoidea. El escultor á quien es debida la hermosa estatua que se admira en la galería del primer piso del Observatorio, tuvo la desgraciada idea de trazar la casinoidea sobre el cartón que Gassini tiene en la mano. Pero todos estos errores pasaron, y debemos atribuirlos al tiempo, á la educación y á la sociedad. Si, como tantos otros, Gassini rindió al gran rey respetos á que en nuestros dias no estamos acostumbrados, debemos considerar sin embargo, que este rey era su bienhechor. Obr,ando con justicia por otra parte, al discutir el valor intrínseco de un hombre que quizá se ha cometido la equivocación de colocarle en el nec pluribus impar , debemos también ser igualmente justos respecto del otro, reconociendo los títulos de gratitud que la posteridad le debe. . Lo que indudablemente pertenece á Domingo Gassini, dice Delambre, son sus descubrimientos sobre la rotación de Ve- nus, de Marte y Júpiter y los cuatro satélites de Saturno; co- sas todas que son realmente curiosas, pero que principalmente se deben á tener buenos anteojos, buena vista, mucho celo y paciencia, y un gran deseo de nombre. Pero se dirá: ¿por qué Gassini ha gozado de una reputación tan universal? ¿Por qué ha sido él solo más alabado que todos los astrónomos juntos, al ménos durante su vida? Desde luego diremos que en él había mucho que alabar; que era laborioso; que incesantemente tenia excitada la atención pública; y que por lo común no empleaba más que medios extraordinarios, como por ejemplo, su gnomon y sus largos anteojos, y que llamado á Francia como un hombre sin el cual era difícil poderse pasar, se acos- tumbraron todos fácilmente á creerle superior á aquellos que habían querido unirse á él. Vino á constituir una especie de conquista por la cual se elogiaba mucho al monarca, y todos los elogios que se le dirijian eran alabanzas indirectas para el rey. Ofrecía á Luis XIV todos sus descubrimientos; era el astrónomo más favorecido de la corte; y no se necesitaba tanto para darle una reputación más popular que la de ningún otro sabio. Todos comprendían sin dificultad los descubrimientos 461 de Cassini: Júpiter gira sobre su eje en nueve horas y cin- cuenta y seis minutos. Venus en veintitrés y veinte, Marte en veinticuatro y cuarenta , Saturno en cuatro, aunque nadie hasta entonces le había visto. En el fondo, todas estas noveda- des no eran fenómenos absolutamente aislados, sino cosas infinitamente curiosas que lodos los astrónomos tienen la dicha de saber, pero que podrían prescindir de ellas sin que en nada se perjudicase al progreso de la verdadera astronomía. Lalande hace de Cassini un elogio único. Cassini fué uno de esos hombres raros, dice, que parecen producidos por la naturaleza para dar á las ciencias una nueva faz: la astrono- mía, aumentada y perfeccionada en todas sus parles por los descubrimientos de Cassini, experimentó en sus manos una de las más admirables revoluciones. Este gran hombre forma la principal gloria del reinado de Luis XIV en esta parte, y el nombre de Cassini es casi sinónimo en Francia del de creador de la astronomía. (Se continuará.) CIENCIAS FÍSICAS. QUIMICA APLICADA. Sobre los depósitos que se forman en los vinos ; por Mr. L* Pasteur. (Comptes rendus, 29 mayo 1865.) Una de las principales cualidades que deben tener los vinos, es que sean perfectamente claros. He estudiado atentamente los depósitos que se forman en los vinos, y creo que son solo de tres especies, las cuales voy á examinar. La primera especie, bien conocida, es debida á cristales de bilarlrato de potasa, de tartrato néutro de cal, ó de una mez- cla de ambas sales. Esta clase de depósitos no se adhieren á las paredes de las botellas, sino que son bastante pesados pa- ra reunirse en pequeño volumen, por el reposo de algunos minutos. Solo en casos excepcionales, muy poco frecuentes, existe el bitarlrato de potasa en cristales lijeros y sedosos, muy delgados, que para posarse exijen un tiempo algo mayor. Considerados bajo el punto de vista físico estos depósitos son de poca importancia, y químicamente, su influencia sobre la 463 composición y calidades del vino no tiene, por decirlo así ninguna, porque es muy poco sensible. La segunda especie de depósitos, que se confunde con fre- cuencia con la anterior, pero que es enteramente distinta, es debida á esas sustancias de color oscuro que cubren las pare- des de las botellas, particularmente en la mitad que mira al suelo, cuando estas se tienen colocadas horizontalmente. Se hallan formados estos depósitos, por la materia colorante pri- mitivamente disuelta, y que poco á poco se hace insoluble por efecto de la oxidación, como diremos después. Dicha materia colorante se presenta, mirándola con el microscopio, bajo tres estados físicos muy distintos: 1. ° En hojilas traslucientes, de color amarillo par- dusco más ó ménos oscuro, y algunas veces con un viso violáceo. 2. ° Otras veces en granulaciones , en pequeñas masas amorfas, apretadas unas contra otras, y que forman una capa adhesiva de color rojo pardo ó violáceo. 3. ° Estas granulaciones toman con frecuencia una estruc- tura tan regular que podría creerse que se tienen á la vista celdillas organizadas; tan perfecta es su esfericidad. Por eso muchas personas que han tratado de reconocer al microscopio los fermentos de las enfermedades de los vinos, se han visto engañadas á causa de esta estructura, y han tomado estos gló- bulos por cuerpos vivos. Con frecuencia se suelen encontrar reunidos estos tres es- tados físicos de la materia colorante que se hace insoluble. Las hojas traslucientes se hallan generalmente cubiertas, al ménos en ciertos sitios, por granulaciones amorfas ó de aspecto organizado; y estos dos últimos estados de la materia colorante se hallan también asociados uno á otro en proporciones varia- bles. Los depósitos de que tratamos, cualquiera que sea su es- tado, se hallan generalmente adheridos á las paredes de los vasos, circunstancia importante, que permite sacar el vino claro hasta las últimas gotas. Bajo el punto de vista físico, debe decirse que esta segunda especie de depósitos es también poco importe. En cuanto al 464 cambio de composición que de ellos resulta para el vino, pue- de decirse que su presencia corresponde generalmente á una fase de mejora gradual , aunque vaya acompañada de una disminución progresiva del color, lo cual no ofrece inconve- nientes si el depósito de color no es muy marcado. De cual- quier modo que sea, ofrece interés el que esta especie de depósito se produzca en los toneles; y puede conseguirse em- pleando un procedimiento de conservación de vinos que re- cientemente he indicado, y que según los ensayos que he in- tentado, es tan aplicable al vino en toneles como al vino embotellado. Es muy importante conocer las causas ocasionales de las dos especies de depósitos de que acabo de hablar. Respecto de los cristales de tártaro, es fácil conocer que pueden oca- sionarlos simples cambios en la temperatura, unidos á las modificaciones que con el tiempo experimenta en su com- posición el vino, y no deben preocupar nada. En cuanto á los depósitos de la segunda especie, creo poder decir que su principal y quizá única causa es debida á una fijación del gas oxígeno, que hace insoluble la materia colorante. He aquí los experimentos que pueden servir de fundamento para esta opinión. Llenando por completo, ó solo parcialmente, tubos de vidrio blanco con diversas especies de vinos, dejándolos después de cerrados á la lámpara en condiciones variables de tempera- tura y de luz, y reproduciendo el ensayo un gran número de veces con cada especie de vino, sucede efectivamente que los tubos llenos en parte de líquido, ó el vino que se halla en con- tacto de volúmenes de aire variable, pueden dar orijen á los mycoderrna vini ó á los mycoderma aceti , si no se ha calentado el vino. Apartados estos tubos porque no servían para el gé- nero particular de estudios que me proponía, se conservaban solo aquellos en que el vino se hallaba sometido á la acción oxidante directa del oxígeno del aire. Supuesto lo que hemos dicho, veamos los fenómenos que presentaron los tubos conservados. Cuando se llenan parcial- mente los tubos, prescindiendo de que se produzcan fermentos organizados, da orijen el vino á depósitos de sustancia colo- 465 rante, que reproducen con toda fidelidad al microscopio, y por los agentes químicos, todas las propiedades y los aspectos de los depósitos de la segunda especie; no siendo posible vacilar sobre la identidad de naturaleza de estos diversos depósitos, y probablemente sobre sus causas respectivas. La análisis del aire de los tubos, hecha en diversas épocas durante la for- mación de los depósitos, demuestra que estos guardan siem- pre correlación con una notable absorción de gas oxígeno, tanto más marcada cuanto más abundantes son los depósitos. Si los tubos están llenos de vino, es decir, si el aire no puede intervenir sino como agente de oxidación directa, no se forma el menor depósito aun cuando los tubos se hallen expuestos á la luz viva del sol por espacio de varios meses. Pero la luz, unida á la acción del oxígeno, tiene una influencia considera- ble sobre la rapidez de formación de estos depósitos. En la oscuridad, y aun en una oscuridad incompleta, se producen con mucha lentitud. Según los resultados de mis experimentos, me inclino á creer que los depósitos que he llamado de la segunda clase, y que se originan en los toneles ó en las botellas, son debidos á la acción del oxígeno del aire introducido en el vino, bien por los poros de la madera ó de los tapones, bien en el mo~ mentó de trasegarlo, por disolución del aire. A medida que se forman los depósitos en los tubos de los experimentos anteriores, se debilita el color del vino, y cada vez más, hasta desaparecer casi por completo; bastan algunos dias si el experimento se hace á la luz. El vino toma un aro- ma sui generis , de una intensidad particular y 'algo acarame- lado, que seguramente es el sabor especial de los vinos que han viajado. Así es que, á mi parecer, se interpreta mal la influencia de los viajes sobre el vino, pues estoy persuadido de que los cambios que se observan, deben atribuirse más bien á la acción del oxígeno del aire, que á la elevación de la temperatura. Dos circunstancias favorecen la introducción del oxígeno durante el viaje á las Indias; una evaporación más rápida en la superficie de las duelas, y sobre todo los choques del líquido contra las paredes, que obran no como agitación, sino como causa de las variaciones bruscas y sin cesar repe- TOMO XV. 30 466 tidas de la presión interior, de lo cual resulta una salida de gas ázoe y ácido carbónico y una entrada de aire por los poros de la madera, mucho más activa que en el caso en que el vino se halle abandonado en reposo en una cueva fria. Es fácil hacer el experimento: el vino encerrado en vasijas her- méticamente lapadas, no se modifica sensiblemente, no ad- quiere el sabor especial, ni forma depósitos; y en las botellas el efecto es mucho ménos marcado que en los toneles. Debo añadir que los vinos á la temperatura de 60, 70 á 80 grados no adquieren nunca el sabor especial ni forman depósitos. Por el contrario, la trasparencia del vino aumenta con esta opera- ción, excepto en algunos vinos muy nuevos. Pasando á la tercera clase de los depósitos que forman los vinos, debo decir que es muy perjudicial y peligrosa, pues se halla constituida por vegetaciones criptogámicas sobre las cua- les he llamado la atención de la Academia, y que á mi parecer son la causa exclusiva de las enfermedades y de todas las al- teraciones de los vinos, que se designan con los nombres de enfermedad de la pousse, de la graisse, del amargo y de la acidez. Las referidas vegetaciones no se adhieren nunca á las paredes de la botella ó del tonel, á ménos que no hayan sido cubiertas desde su formación por los depósitos de la se- gunda especie, y como aprisionadas por ellos, lo cual es muy raro. Son cuerpecitos tan lijeros que se elevan á la menor agitación de la vasija, resultando que el líquido se enturbia, y ocupan un volúmen relativamente considerable. Bajo el punto de vista físico es muy perjudicial su presencia, pues ocasionan grandes pérdidas en el momento en que se tras- vasan ó se sacan de las botellas. Y como por otra parle los fermentos, tanto por los principios que trasforman como por las sustancias nuevas que desarrollan, destruyen las mejores cualidades de los vinos, no es exageración afirmar que el mal que ocasionan es incalculable, principalmente si se tiene en cuenta que la mayor parle de los vinos se hallan bajo la influencia de estas producciones organizadas. Creo poder asegurar que el excesivo precio del vino, principalmente de los grandes vinos, tiene por causa indirecta la existencia de estos fermentos, pues á ellos se debe en gran parte el precio 467 de la mano de obra, en los cuidados que el vino exije en la actualidad. A creer los datos que me ha trasmitido un hábil comerciante inglés, las esperanzas sobre la extensión del co- mercio de los vinos franceses desde el tratado con Inglaterra, no han dado hasta ahora los resultados que se presumian, á causa de las enfermedades á que están sujetos más allá del Estrecho. Si son exactos los principios que he expuesto acerca de la vinificación, y que se resumen por una parte en la influencia bienhechora é indispensable del oxígeno del aire y por otra en la perjudicial de diversas vegetaciones criptogámicas, la per- fección en la fabricación de los vinos debe consistir en aban- donar el vino en los toneles hasta el momento en que se con- sidere que ya está hecho, y después en las botellas; sin que en ningún período le perjudiquen las enfermedades ó los depósi- tos, y rechazando todas las prácticas del ouillage , de los tras- vases frecuentes, del vinage , y del uso del Veso en los vinos. Espero que podrá llegarse fácil y prontamente á este resul- tado, por medio del procedimiento de conservación de que hace poco he hablado á la Academia. FÍSICA DEL GLOBO. De la acción eléctrica de las aguas minerales sulfurosas de Borne y de Eaux-Chaudes. Noticia de Mr. B. Schnepp. (Comptes rendus, 29 mayo 1865.) Antes de estudiar ios fenómenos eléctricos que resultan de la acción de estas aguas sobre la economía viva, es importante observar el estado eléctrico del organismo vivo, y precisar 468 la fuerza electro-motriz de las aguas minerales. Estas inves- tigaciones parlen de los principios de electro -química tan claramente formulados por Mr. Becquerel , padre, y confir- mados por MM. Faraday, Matteucci, de Bois-Reymond, Buff, etc. La primera série de experimentos se ha hecho poniendo dos electrodos de platino en relación con un galvanómetro, y aplicando ambos electrodos sobre diferentes partes del cuer- po; he observado, como Mr. Donné lo habia hecho, que los líquidos del organismo podian por su reacción mutua pro- ducir efectos eléctricos. Si los dos electrodos se sumerjen en el depósito de las aguas minerales sulfurosas de Bonne y de Eaux- Chandes, no se manifiesta corriente eléctrica; pero recibiendo sobre la lá- mina de platino de uno de los electrodos las grandes burbu- jas de gas que se desprenden, se producen corrientes que en la fuente Yieille de Bonne van desde el gas al agua, y en la de Esquirelte de Eaux-Chaudes desde el agua al gas: en el primer caso el gas desempeña el papel de una base, y en el segundo el de un ácido. El gas de las aguas de Bonne parece ser ázoe casi puro; el de Eaux-Chaudes debe ser una mezcla diferente. Estos efectos complejos pueden proceder del roza- miento de los gases contra el líquido, y del mismo líquido contra las láminas. Poniendo en comunicación el agua de estos manantiales y la roca ó la tierra inmediata por medio del galvanómetro, se obtienen corrientes que van siempre desde el agua al suelo, lo que confirma esta ley de Mr. Becquerel: «El agua y la tierra adyacente se hallan constantemente en dos estados eléc- tricos contrarios.» Por otra parte, he observado la existencia de corrientes semejantes entre el agua de lluvia, recibiendo esta sobre la lámina de platino de uno de los electrodos, y el suelo en el que está enterrado el otro electrodo. El agua de lluvia y la de pozo contenidas en cubetas de vidrio, y que comuniquen por una mecha de algodón, producen una cor- riente que indica que el agua de lluvia desempeña el papel de ácido con respecto á la otra. Entre dos cantidades iguales de la misma agua de lluvia, una calentada á 39° y otra que se 469 halle á la temperatura ambiente de 17°, 8, se manifiesta una corriente que indica que el agua más caliente desempeña el papel de la base. Lo mismo sucede entre el agua mineral sul- furosa de Bonne y el agua común: esta desempeña el papel de un ácido, y es positiva. En contra de las aserciones de Mr. Scoutelten, el agua mineral sulfurosa de Bonne, trasportada y conservada en bo- tellas aun por espacio de muchos años, da origen á corrien- tes eléctricas cuando se llena la boca de ella y se pone en co- municación con el hueco de la mano cerrada: el agua sulfu- rosa adquiere siempre electricidad negativa. En el mismo sen- tido se forman las corrientes cuando el agua trasportada se pone en comunicación con el agua de lluvia, á igualdad de temperatura ó á temperaturas diferentes, como también cuan- do el agua trasportada contenida en la boca, se pone en comu- nicación con orina ó con sudor. De los anteriores experimentos, y de otros que aquí no pueden referirse, creo deber deducir: 1. ° Que las aguas minerales sulfurosas de Bonne y de Eaux-Chaudes no contienen electricidad libre, sino que se manifiestan efectos eléctricos cuando se ponen en comunica- ción estas aguas con los gases que se escapan de ellas, como también con el suelo; y esto en razón de acciones químicas y de rozamientos en general muy complejos. 2. ° Que la acción de estas aguas naturales sobre los líqui- dos de la economía, da origen á corrientes que indican que el agua mineral ha adquirido una electricidad negativa; pero des- pués de haber sido modificada por su contacto con el aire, adquiere en las mismas circunstancias la electricidad posi- tiva. 3. ° Las aguas de rio, de manantial que no sea mineral, las aguas saladas y las de lluvia, producen sobre la economía viva fenómenos eléctricos como las aguas minerales sulfuro- sas, obrando en lo exterior ó en lo interior; y no puede por tanto deducirse lógicamente que haya una acción eléctrica especial de las aguas minerales, y ménos todavía atribuir la acción terapéutica de estas aguas á la sola fuerza electro- motriz. 470 4.* Que las aguas minerales de Bonne, trasportadas y con- servadas, producen por su reacción sobre la piel y los líquidos de la economía viva, los mismos fenómenos eléctricos que las aguas tomadas en el mismo manantial . HIGIENE PÚBLICA. Composición de los vasos de estaño del servicio de los hospita- les militares; por Mr. F. Roussin, farmacéutico mayor de primera clase . (Comptes rendus, 28 setiembre 4865.) Los vasos metálicos que comunmente se emplean para los soldados, bien en los cuarteles bien en los hospitales, pueden dividirse en dos clases: 1.a los vasos de hierro ó de cobre (jar- ros, gamellas, marmitas de cocina, etc.), á los cuales se pre- serva de la oxidación dándoles una capa delgada de metal inofensivo, como por ejemplo el estaño; 2.a los vasos del ser- vicio de los hospitales (ollas y botes de tisana, vasos de beber, escudillas, etc.), llamados vasos de estaño, que se fabrican con aleaciones muy variables. Desde el principio, y aun todavía en estos últimos años, el estaño que servia para el estañado de los vasos de hierro ó de cobre, contenia siempre gran- dísimas cantidades de plomo, que variaban desde 10 hasta 25 y aun 40 por ciento. Según decían los industriales, era abso- lutamente imposible estañar con el estaño puro llamado estaño fino, y se resistían, no sabemos si por convicción ó cálculo, á hacer ensayos para ello. Nada, sin embargo, más infun- dado que esto, pues algunos experimentos decisivos ejecutados 471 en el Val-de-Grace, y las declaraciones de fabricantes honrados, hicieron comprender que todas estas eran afirmaciones intere- sadas. En el dia, la administración militar no vacila en pro- hibir todo estañado que no se haga con estaño puro, y la ex- periencia de muchos años no deja duda alguna acerca de los buenos resultados y la eficacia de esta medida. La cuestión de los vasos de aleación, llamados vasos de estaño, del servi- cio délos hospitales militares, era más delicada y ofrecia di- ficultades de otra clase. La administración militar llegó pri- mero, á fuerza de cuidados y vigilancia, á uniformar y reducir considerablemente las proporciones de plomo introducidas en las aleaciones por los estañeros; y por fin hace algunos años que en los pliegos de condiciones se exije para los vasos, que tengan una 'proporción de estaño de 90 por 100, y solo 10 por 100 de plomo. ¿Son en realidad estos guarismos el último límite del progreso? ¿No sería posible hacer todavía más, y sustraer, si no la totalidad al ménos una buena parte de este último décimo? La administración militar cree que es útil estudiar esta cuestión, y nos ha confiado el hacer este trabajo; pareciéndonos muy oportuno resumir aquí los prin- cipales resultados y conclusiones. Con fecha 10 de junio de 1864, se me comunicó una or- den del ministerio, proponiéndome que procediese al estudio de las tres cuestiones siguientes: 1.a ¿Es posible fabricar con estaño puro los utensilios para uso de los enfermos, y los que se emplean en las boticas de los hospitales militares? En caso afirmativo, propóngase una serie completa de utensilios para uso de los enfermos. 2.a En caso de contestarse negativamente á la primera pregunta, ¿cuánta debe ser la proporción de alea- ción indispensable para la fabricación de estos vasos? 3.a ¿Será posible reducir al estado de estaño puro, el estaño viejo que existe en el depósito central de los hospitales militares, y qué operación debe hacerse para obtener tal resultado? indicar el gasto en 100 kilogramos de estaño. No es dudoso para nadie que la mayor parte de las sus- tancias alimenticias sólidas ó líquidas, ácidas ó no ácidas, se convierten en tóxicas si permanecen por espacio de mucho tiempo en recipientes de plomo. La intoxicación de los com- m puestos plúmbicos que se originan, y penetran en seguida en la economía, pueden, según las dosis ingeridas, la duración del envenenamiento y la resistencia de la persona, recorrer todos los grados, desde los síntomas lijeros y las alteraciones funcio- nales, hasta la muerte. La misma agua común corriente ó es- tacionada mucho tiempo en tubos ó vasos de plomo, puede disolver grandes cantidades de este metal, y producir los más graves accidentes; siendo los efectos todavía mucho más mar- cados con el agua de lluvia. Todos están conformes acerca de este punto. El estaño metálico no ofrece ninguno de estos peligros; además de que resiste mucho á la disolución en los líquidos salinos y ácidos, los compuestos que podría formar en este caso, no parecen ofrecer ningún peligro apre- ciable. En 5 cubiletes de estaño (aleación de 15 por 100 de plomo) después de haberlos limpiado cuidadosamente por su parte interior y puesta su superficie muy brillante, se echaron los líquidos siguientes: primero, una mezcla de 100 gramos de agua y 4 de sal de cocina; segundo, una mezcla de 100 gramos de agua y 1 gramo de ácido azólico; tercero, una mez- cla de 100 gramos de agua y 1 gramo de ácido tártrico; cuarto, una mezcla de 110 gramos de agua y 10 de vinagre común; quinto, una mezcla de 100 gramos de agua destilada y 20 de azúcar blanca. Dos dias después, lodos estos líquidos contenían plomo en disolución, y varios en cantidad muy con- siderable. Los mismos experimentos practicados con vasos de alea- ción de 10 por 100 de plomo, descubrieron una proporción de plomo, menor es verdad, pero todavía muy apreciable, en los líquidos. De estos hechos resulta, que en contra de lo que se lee en varios tratados de química, el estaño no preci- pita un átomo de plomo de las disoluciones de este metal, y por consecuencia parece que puede decirse con fijeza, que la presencia del estaño en nada puede impedir la disolución del plomo de las aleaciones, y oponerse á su introducción en la economía. Tomé todas las precauciones convenientes para fabricar vasijas de estaño puro, y responder de esta manera á la pri- mera pregunta del despacho ministerial del 10 de junio 473 de 1864. Para ello se fundió y vació, en los moldes tipos adoptados por la administración militar, estaño de Banka, que es el más puro del comercio; y los diversos vasos que de esta manera se obtuvieron se tornearon y acabaron por los procedimientos que habilualmente siguen los estañeros. En realidad el estaño puro se vacia tan bien como el aleado, y se tornea con la misma facilidad. Los vasos de estaño puro se ejecutan rápidamente, y acreditan bastante la comodidad de la fabricación. Son ménos duros y resistentes que los que se fabrican con estaño aleado con el plomo, y basta un choque violento ó una presión moderada para deformarlos muchísimo. ¿Cuál es la proporción mínima de plomo, y suficiente para dar á estos vasos la necesaria dureza? Para contestar á esta segunda parte del programa, hice varios ensayos y mezclas en diversas proporciones, de las cuales resulta que una aleación de 5 por 100, es decir, que contenga 95 partes de estaño puro y 5 de plomo, satisface lo más completamente posible á las dobles exigencias de la higiene y de la conservación del ma- terial. La aleación de 5 por 100 de plomo satisface también á las condiciones higiénicas: diversos experimentos me han demostrado que la pequeña cantidad de plomo que contiene, suficiente para asegurar su solidez, resiste muy bien á la diso- lución en las'condiciones en que son atacadas las disoluciones de 15 y aun de 10 por 100. Habiendo echado en tres cubile- tes, uno de aleación de 15 por 100, otro de 10 y el tercero de 5 por 100, un volumen igual de un líquido compuesto de 100 parles de agua, 4 de sal común y 10 de vinagre puro, resultó que al cabo de doce horas, los líquidos de los dos pri- meros vasos contenían ya una proporción muy grande de plomo, mientras que el del tercero (aleación de 5 por 100) no tenia vestigios de él; á las veinticuatro horas aún se mar- caban más las diferencias; y á las cuarenta y ocho, el líquido contenido en el vaso de 5 por 100, convenientemente calcinado y tratado con el ácido nítrico, apénas se teñia ligeramente de color pardo con el hidrógeno sulfurado, mientras que los otros dos, sometidos al mismo tratamiento, daban un abundante pre- cipitado negro. Tales resultados hablan más alto que todo co- 474 mentario ó reflexión teórica; y no vacilo en proponer á la ad- ministración militar que adopte la aleación de 5 por 100 de plomo. Respecto del estaño antiguo de los depósitos militares puede fijarse, por medio de una análisis química esmerada- mente hecha, la proporción de estaño puro que se le debe agregar para reducir toda la masa de aleación á la ley de 5 por 100, y en este caso la administración militar puede ha- cer que se compre en el comercio la cantidad de estaño puro que indica el cálculo, y que se proceda con la conveniente vi- gilancia á la fusión y exacta mezcla de la aleación definitiva, sacando inmediatamente un ejemplar tipo, remitiendo después la masa á los estañeros para que vacien y torneen los vasos que la convengan, y sin tener ya más que pagar los gastos de la fabricación. Creemos muy útil terminar este artículo por la exposición del método que hay que seguir para el exámen de las aleacio- nes de estaño del comercio, y especialmente del de los vasos llamados de estaño, del servicio de los hospitales militares. Por medio de un instrumento de acero que puede ser un cu- chillo ó un raspador, se saca en forma de virutas ó de lima- duras cierta porción de materia, tomada de diversos sitios de los vasos. A medida que se desprenden las virutas se reco- jen en una hoja de papel blanco ó en una espaciosa cápsula de porcelana, y entonces se pesa con la mayor exactitud en la balanza de precisión un gramo de ellas, inlroduciéndolas en seguida en un matracito de vidrio de 100 á 150 centímetros cúbicos. Se echan en pequeñas cantidades 8 ó 10 gramos de ácido nítrico puro y concentrado, en el matraz, se declara una viva efervescencia, y el matraz se llena de vapores rutilantes. Cuando ya parece que ha terminado toda la reacción, se hierve el líquido hasta que toda la masa se trasforme en un polvo blanco, que no se formen vapores rojos, y que se haya volati- lizado el mayor exceso de ácido. Entonces se echan en el ma- traz 15 centímetros cúbicos de agua destilada tibia, se agita para favorecer la disolución de las partes solubles y se echa poco á poco sobre un pequeño filtro de papel de Berzelius, de 8 ó 10 centímetros cuadrados todo lo más. Cuando lodo el lí- 475 quido ha pasado se agita el matraz, y se echan sobre el fil- tro 5 centímetros cúbicos de agua destilada, para quitar las últimas partículas de polvo y de los líquidos adherentes. El lavado se repite hasta que los líquidos filtrados dejen de ofre- cer una reacción acida, y en las dos últimas veces es impor- tante llenar casi completamente el filtro con agua destilada, para disolver y arrastrar las últimas porciones salinas que suben por la acción de la capilaridad, y se concentran en la parte superior del papel. Si quedan algunos átomos de ácido estánnico adheridos al papel, se emplean las barbas de una pluma para desprenderlos y hacerlos caer en el líquido. Este lavado puede dar lugar á observaciones importantes; porque en efecto, si los primeros líquidos que pasan son azules ó ver- des, puede sospecharse la presencia del cobre ; si las aguas filtradas ponen túrbios los primeros líquidos que han pasado y forman un precipitado blanco, es generalmente indicio de la presencia del bismuto en la aleación, ó de que se ha empleado un ácido nítrico que contenia ácido clorhídrico. Concluido lodo el lavado se recojen cuidadosamente los líquidos filtrados, y se coloca sobre una capa de papel secador el filtro de papel Berzelius, teniendo cuidado de conservarle doblado para que no se caiga nada de lo que contenga. Después se seca, bien en baño de maría ó bien en la estufa, y cuando está seco se de- posita en una capsulila de porcelana, después de haberle re- ducido entre los dedos al menor volúmen. La cápsula se pone en la llama de una fuerte lámpara de alcohol, ó de un mechero de Bunsen, hasta la combustión completa del filtro y desapa- rición de toda partícula carbonosa. Queda entonces un residuo pulverulento, de aspecto ama- rillo, que se enfria, y se pesa en la balanza de precisión. Si el aspecto del residuo calcinado, ó cualquiera otra causa, pudie- sen hacer temer una reducción parcial del ácido estánnico, se- ría indispensable echar algunas gotas de ácido nítrico sobre el residuo sospechoso, y calcinarle nuevamente antes de pe- sarle. La fórmula del óxido de estaño, el conocimiento de los equivalentes y una simple proporción, dan inmediatamente el peso del estaño puro. Ejemplo : el peso del ácido eslánnico hallado es 0«r,94 ; su 476 fórmula es, Sn O2; el equivalente del estaño es 735,5; el del oxígeno 100; el del ácido eslánnico 935,5. La proporción siguiente da el peso de estaño puro corres- pondiente á 0er,94 de ácido eslánnico: 935,5 : 735,5 : : 0sr,94 : x = 0&r, 73 estaño. Conocida la proporción de estaño contenida en la aleación, falta determinar la cantidad de plomo, el cual existe por com- pleto en estado de nitrato en los líquidos filtrados. Se reúnen estos líquidos en un vaso de precipitados, y después de haber- les añadido 1 octavo de su volumen de alcohol puro de 85°, se les añaden 30 ó 40 gotas de ácido sulfúrico puro. Si existe plomo, se forma inmediatamente un precipitado blanco, más ó niénos abundante, que se recoje al cabo de algunas horas sobre un filtro pequeño de papel Berzelius pesado de antemano. Se lava el precipitado sobre el filtro, aun con agua alcoho- lizada hasta 1 octavo, y cuando el agua que resulta del lavado no ofrece ninguna acidez, se seca el filtro en la estufa de Gay- Lussac. Cuando ya no pierde nada en la balanza se pesa defi- nitivamente, y el peso del sulfato de plomo que contiene per- mite descubrir, por medio de una simple proporción, la canti- dad de plomo puro que contiene. Por ejemplo: el peso del sulfato de plomo hallado es 0gl\39, el equivalente del plo- mo 1294,5, el del azufre 200, el del oxígeno 100, el del sul falo de plomo 1894,5. La siguiente proporción da el peso de plomo puro corres- pondiente á 0sr,39 del sulfato de plomo hallado: 1894,5 : 0gr,39 : : 1294,5 : x = 0gr,27 de plomo. Cuando una aleación no contiene más que plomo y estaño, la suma de los pesos sucesivos de estaño y de plomo obteni- dos por la análisis, debe reproducir exactamente el peso de 1 gramo, lo cual es una de las mejores comprobaciones de la misma análisis. P. D. M. Jeannel propone un procedimiento muy sencillo para demostrar la presencia ó falta del plomo en el estañado 477 de los utensilios de estaño, que se reduce á tratar 5 decigra- mos del metal dividido en raspaduras, por un exceso de ácido nítrico dilatado en 1 tercio de su peso de agua, hervirlo todo hasta su completa disolución, y agregar al líquido filtrado, un cristal de yoduro de potasio. Con que el líquido contenga úni- camente 1 diezmilésima 'de plomo, se formará un precipitado amarillo que no desaparecerá con un exceso de amoniaco. 478 METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de setiembre de 1865. La primera década de setiembre fué un poco nubosa y variable, más calurosa hacia la mitad y el fin que al principio, y apacible ó de viento suave, ondulante del S. E. al S. 0. Durante su trascurso, lloviznó en los dias 3, 8 y 9, foscos y tempestuosos. Y la presión atmosférica experimentó pequeñas oscilaciones, habiéndose conservado entre 707 y 714mm, ó unos 4mru sobre la media del año. Desde los dias 11 al 18 se mantuvo despejado el cielo, y un poco turbio ó calinoso el horizonte; el viento, habitual- mente del S. ó S. E., sopló con ménos fuerza aún que en los dias anteriores; aumentó la temperatura, hasta el punto de confundirse con la observada en la primera quincena de julio ó á mediados de agosto; y la presión, de 711mm, apenas varió 2mH\ por exceso ó defecto, de un dia para otro. En el 19 se entoldó parcialmente el cielo, y el 20 presentaron ya algunas nubes aspecto tempestuoso. Tan despejada y seca como la segunda década, fué la ter- cera anubarrada, húmeda, tempestuosa y lluviosa, especial- mente en los dias 22, 24, 26 y 30. Las primeras nubes, car- gadas de lluvia, aparecieron en el dia 22 por el N. E., con dirección hacia el S. 0.; pero superiormente se descubrió bien pronto otra gran masa de nubes, que se movían en di- rección opuesta con extremada rapidez. En la larde del 26, mientras llovía y tronaba en diversos puntos del cielo, se 479 despejó un poco por el O. y se formó un magnífico arco iris doble, que subsistió hasta 2 ó 3 minutos después de la ocul- tación del sol bajo del horizonte sensible. Y en la mañana muy lluviosa del 30 saltó una violenta ráfaga de viento S. O., sin que superiormente cesara de soplar el S. E., de manera que las nubes se arremolinaron hacia el N. E., formando una masa oscura, de aspecto imponente y poco común en nuestro clima. Durante este último período del mes el barómetro ex- perimentó frecuentes oscilaciones, aunque de corta amplitud todas; el termómetro descendió súbitamente, entre los dias 21 y 22, de 6 á 8o; y el viento, del S. E., S. ó S. 0. por lo re- gular, solo por incidencia sopló con impetuosidad notable. DIAS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 480 CUADRO BAROMETRO. K A. máx. A. mui. mm mm mm 710,91 711,98 709,94 710,53 711,70 709,23 711,06 712,84 709,85 710,08 710,94 709,06 710,34 711,52 708,88 709,01 710,76 707,84 707,85 709,08 706,59 709,07 710,76 707,59 711,30 712,31 710,28 713,04 714,28 711,96 713,99 715,58 712,74 711,49 713,58 710,03 709,18 710,20 708,13 710,98 711,77 710,13 711,27 712,31 710,43 710,41 711,52 709,31 710,80 711,75 709,82 711,65 712,51 710,71 711,95 713,38 711,12 711,20 712,41 710,43 708,64 710,63 707,26 706,25 706,85 705,35 708,07 709,95 706,62 712,59 713,71 710,96 712,00 713,32 711,04 710,15 711,19 709,16 709,84 710,43 709,13 710,37 711,19 709,57 708,36 709,85 707,20 704,87 705,73 703,90 TERMOMETRO. T 1 m T. máx. T. mín. 22?0 29*5 11?8 24,6 34,0 14,0 22,7 30,4 16,0 24,9 33,0 15,8 23,5 33,1 16,4 23,9 33,5 15,0 24,5 34,0 16,4 24,9 33,0 17,6 25,0 33,8 18,1 26,0 34,7 17,6 26,3 34,6 17,8 26,4 34,8 17,8 25,0 33,7 17,8 25,0 33,8 16,8 26,1 34,8 16,8 25,6 33,2 17,8 24,0 32,7 16,5 23,7 31,8 16,2 24,4 33,2 15,9 23,5 34,5 15,5 23,1 32,1 16,0 14,5 19,2 11,3 19,9 26,3 12,4 19,7 26,0 15,0 18,7 22,6 15,4 16,6 21,6 14,1 17,2 24,2 12,0 17,5 22,6 13,0 17,9 22,7 13,0 14,0 17,2 11,0 481 PRIMERO. PSICROMETRO. ATMOMETRO. PLUVIOMET. ANEMOMETRO. Hm T 1 m Evaporación. Lluvia. Viento. NUBES. DIAS. 55 mm 10.8 mm 10,3 mm » E.S.E. 0 1 47 10,3 7,1 » S.S.E. 0 2 69 14,0 3,4 0,3 S.-S.O. 5 3 61 14,0 6,1 » s. 2 4 68 14,6 5,7 » S.-N. 3 5 67 14,2 6,1 » S.S.E. 2 6 65 14,8 5,6 » s.s.o. 4 7 63 14,8 4,8 1,0 S.S.E. 5 8 68 16,0 5,1 0,6 Variable. 5 9 61 15,2 6,9 » S.S.E. 1 10 51 13,0 7,1 » S.E.-N. 1 11 57 14,7 6,0 » N.N.O. 0 12 57 13,4 5,9 » S.E. 0 13 61 14,3 5,0 » S. 0 14 60 15,0 5,6 » S. 0 15 51 11,8 7,4 » S.E. 1 16 58 12,8 5,5 » E.S.E. 1 17 58 12,5 5,1 » S.S.E. 0 18 58 13,4 5,5 >, S. 2 19 57 12,5 5,7 » O. 3 20 61 12,7 5,5 » N.N.O. 3 21 91 11,1 3,4 14,5 ENE. 10 22 82 14,0 2,6 0,7 S.E. 6 23 82 14,0 1,2 » S.S.O. 8 24 90 14,5 4,2 6,3 S.S.E. 7 25 92 12,9 2,7 17,4 S.E. (var.) 9 26 87 12,8 1,9 » S.E-N.E. 6 27 82 12,2 1,8 » S.E. 8 28 81 12,4 2,1 » S.E. 6 29 93 11,0 1,4 10,2 S.E.-N. O. 10 30 TOMO XV. 31 m CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m — Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 f, Id. á las 6 Id. á las 9 n Id. á las 12 K A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2) Oscilaciones extremas. ...... Oin diurnas. .... ....... O. máx. (3) O. mín. (4) (t) Dias y horas de la observación.. (2) Id (3) Dias de la observación ... (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 710,83 mm 712,03 mm 709,38 mm 710,75 711,42 712,49 709,89 711,27 710,49 711,63 709,39 710,50 709,27 710,46 708,49 709,40 709,20 710,31 708,44 709,32 710,33 710,82 709,18 710,11 710,70 711,29 709,03 710,34 710,32 711,29 709,11 710,24 714,28 715,58 713,71 715,58 706,59 708,13 703,90 703,90 7,69 7,45 9,81 11,68 2,50 2,22 2,27 2,33 3,17 3,55 3,37 3,55 1,88 1,64 1,30 1,30 10-12 n. 11-9 m. 24-12 n. 11-9 m. 7-6 t. 13-3 t. 30-12 n. 30-12 n. 8 12 21 12 4 14 27 27 O Ax=710mm,24 + 0,72 sen.(a+172°0') +0,48 sen. (2a; + l.ri6°39'). 483 CUADRO TERCERO. 1.a década. TEBUÓl 2.* IETR0. 3.a Mes (*), Tm á las 6 m n°,i 17°. 6 14°, 8 16°, 5 Id. á las 9 22 .0 23 ,5 17 ,7 21 ,0 Id. á las 12 28 ,0 30 ,2 20 ,8 26 ,4 Id. á las 3 t 31 ,1 31 ,7 21 ,6 28 ,1 Id. á las 6 27 ,4 27 ,6 18 ,4 24 ,5 Id. á las 9 n 22 ,9 23 ,5 16 ,6 21 ,0 Id. á las 12 20 ,9 21 ,0 15 ,5 19 ,1 Tm 24 ,2 25 ,0 17 ,9 22 ,4 Oscilaciones 22 ,9 19 ,3 21 ,1 23 ,8 T. máx. al sol (1) 44 ,4 45 ,1 41 ,6 45 ,1 Id. á la sombra (2) 34 ,7 34 ,8 32 ,1 34 ,8 Diferencias medias 9 ,2 9 ,9 8 ,9 9 ,3 T. mín. del aire (3). .... 11 ,8 15 ,5 11 ,0 11 ,0 Id. por irradiación (4) 10 ,0 14 ,4 10 ,6 10 50 Diferencias medias 1 ,1 1 ,7 1 ,1 1 ,5 Om diurnas 17 ,0 16 ,8 10 ,1 14 ,7 0. máx. (5) 20 ,0 19 ,0 16 ,1 20 ,0 0. mín. (6) 14 ,4 15 ,4 6,2 6 ,2 (1) Dias de la Observación (2) Id (3) Id (4) Id (5) Id (6) Id 10 10 1 1 2 3 te *-i t® t® i®^ ^ 05 O O I-* 21 21 30 22 21 30 n 12 y 15 30 1 2 30 (*) Tx=21°,71 + 5,45 sen. (x +43° 44') + 1,36 sen. (2a; + 55# 28'). 484 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década- 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m , 78 72 90 80 Id. á las 9 71 63 85 73 Id. á las 12 56 52 79 62 Id. á las 3 t 51 45 77 57 Id. á las 6 53 50 80 61 Id. á las 9 n 61 57 88 69 Id. á las 12. 65 60 88 71 H. media 62 57 84 68 O Hx = 68,7 + 10,0 sen. (a? + 208° 60 + 3,0 sen. (2 x + 223° 36'). 1.a década. 2.a 3.a Mes ('), mm mm mm mm á las 6 m 11,4 10,7 11,3 11,1 Id. á las 9 14,0 13,6 12,8 13,5 Id. á las 12 15,9 16,5 14,6 15,6 Id. á las 3 t. 16,7 15,6 14,6 15,6 Id. á las 6 14,4 13,5 12,4 13,4 Id. á las 9 n. 12,6 12,3 12,2 12,4 Id. á las 12 12,0 11,1 11,5 11,5 Tn media 13,9 13,3 12,8 13,3 (*) Tj = 13m™ ,0 1 + 2,40 sen. (a? + 59° 10') + 0,68 sen. (2 x + 77° 12'). Cfl P3 ^2» 485 CUADRO QUINTO. Anemómetro.— Aforas que reinaron los 8 vientos ‘principales . 54 S 37 s. 0 42 0 296 N. 0 Dirección de la resultante. . . 29° S. E. Intensidad (horas) 387 Evaporación , //wma y estado general de la atmósfera . Evaporación media 4mm,9 Id. máxima (dia 1) 10 ,3 Id. mínima (dia 24) 1 ,2 Dias de lluvia. . , 8 Agua recogida . < . 51mm,0 Id. en el dia 26 (máx.). ....... 17 ,4 Dias despejados 12 Id. nubosos 14 Id. cubiertos. 4 Dias de calma. 0 Id. de brisa 17 Id. de viento 13 Id. de viento fuerte 0 CUADRO SEXTO 486 8 o • •» Oí :© o V» o os os s #o o o s> fe. «c -O O «O e s •2 ■8 v. a t» w COOOCS^CO^SA*- A » ff© ir**" CO ©í S¿ có c/3 ¿ ce A as o *-- A A ce A O Miguel Merino. 487 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de setiembre de 1 865 En la primera década. Oxybaphus Cervanlesii, Lag. Linaria origanifolia, DC. Alraphaxis spinosa, L. Aster multiflorus, Ait. Aster virgatus, Moench. Aster Novi-Belgii, L. En la segunda década . Aster spectabilis, Ait. Colchicum autumnale, L. Verbena bonariensis, L. Verbena scabrida, Vahl. Inula graveolens, Desf. Solanum radicans, L. En la tercera década . Scabiosa tenuisecta, Jord. Achyranthes crispa, Desf. Mariscus Jacquini, H. B. Senecio rosmarinifolius, L. fil. Hermannia plicata, All. Sphseroclinium nigellsefolium, Schultz, 488 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de octubre de 1865. Muy escasa variedad de caractéres ofreció la primera dé- cada de este mes, generalmente encapotada y lluviosa, tem- pestuosa en la tarde del 4, y revuelta en los dias 7, 9 y 10. El viento, del S. O. por lo regular y excepcionalmente del S. E., sopló con mediana fuerza, salvo en los tres últimos dias citados, en los cuales arreció, aunque poco y con inconstancia. La presión barométrica fluctuó alrededor de 705mra en los cinco primeros dias, y de 700 en los cinco posteriores. Y la temperatura media, poco distinta en los varios dias de este período, osciló entre 13°, 5 y 17°, 7. La segunda década se descompone en dos períodos casi iguales, dotados de caractéres meteorológicos diversos. En el primero, desde el dia 11 al 16, se conservó la atmósfera, ó totalmente despejada, ó cubierta de nubes ligeras y celajes ténues, y por lo regular tranquila, ó agitada, á lo sumo, por una brisa inconstante y débil. Amaneció el suelo cubierto de rocío, y hasta de escarcha en algunos sitios, en los dias 14 y 15, y ménos en el 16; rocío que en las primeras horas de la mañana se evaporó y convirtió en una neblina general y baja. Y en el segundo volvió á encapotarse el cielo, á soplar con violencia, aunque á ratos únicamente, el S. O., y á llo- ver, muy en particular en el dia 18. La presión barométrica mínima fué en este dia de 691 ,84mm, ó [cerca de 20mro más baja que la máxima del 15. En toda la década, ménos en el dia 18, excepcional también en esto, la temperatura media osciló entre 11°, 6 y 13°, 8. En la tercera década fueron dias encapotados y lluviosos los 21 y 22; indeciso y revuelto el 23; completamente despe- jado y apacible el 24; algo nebuloso y nuboso el 25; y enea- 489 potados, muy húmedos y ventosos los restantes hasta el 30. lín la noche del 30 se despejó, por fin, el cielo, y se depositó un abundante rocío; y en el 31 experimentó la temperatura un descenso muy sensible. Las oscilaciones del barómetro fueron en todo este período bastante menores que en el pre- cedente. 490 OTT ADRO DIAS. ¡ ~ BAROMETRO. TERMOMETRO. Am A. máx. A. niíu. T Am T. máx. T. mín. mm mm mm 0 0 0 1 702,17 703,31 700,61 15,2 18,6 11,8 2 705,57 706,95 704,10 16,8 22,1 11,1 3 707,48 708,30 706,92 17,7 24,7 10,8 4 705,95 707,20 704,82 17,5 22,9 12,9 5 704,15 705,99 702,45 16,5 22,8 12,8 6 702,54 704,00 701,56 15,5 22,0 9,6 7 700,93 701,21 700,43 14,0 15,7 11,8 8 698,13 700,10 696,08 13,5 14,9 12,2 9 698,84 699,36 697,78 13,4 15,8 10,7 10 700,59 702,50 699,41 13,9 19,7 10,5 11 705,43 706,44 704,03 13,7 18,7 9,5 12 705,28 706,62 703,47 13,7 17,8 8,3 13 703,20 705,75 701,79 13,6 19,5 7,7 14 707,88 708,32 706,87 12,8 19,5 4,3 15 708,84 711,32 707,94 13,4 21,3 6,4 16 706,73 708,22 705,15 13,7 20,4 5,8 17 702,08 704,16 699,31 12,4 16,6 8,2 18 693,89 696,99 691,84 9,8 13,3 6,3 19 702,63 704,08 699,92 11,6 16,7 6,8 20 704,83 705,91 703,62 13,8 17,2 9,4 21 703,04 705,63 700,61 16,6 22,3 12,8 22 700,84 701,59 700,20 11,0 14,8 7,3 23 705,51 708,17 702,58 12,3 17,5 7,0 24 711,06 712,06 709,39 13,2 21,5 6,0 25 711,44 712,21 710,86 15, 1 22,6 7,0 26 709,05 710,76 707,15 14,3 19,0 8,0 27 705,31 705,96 704,36 13,9 17,2 10,8 28 707,88 708,80 707,13 12,5 17,8 8,8 29 707,70 708,88 706,69 12,9 18,6 6,0 30 705,31 705,83 704,82 11,9 16,2 7,1 31 705,53 706,04 704,70 8,6 14,2 3,5 491 PRIMERO. PSICR01 Hm IETR0. Tn A ni ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. | Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 94 n 12,0 rain 5,7 ra m 6,3 s.s.o. 9 1 ; 86 12,2 1,2 0,2 s.o. 4 2 82 12,3 2,4 » S.S.E. 5 3 88 13,2 2.8 15,8 E.S.E. 10 4 86 11,9 2,3 5,6 O.S.O. 7 5 91 11,9 1,5 » S. (var.) 8 6 95 11,3 0,3 11,5 S.S.E. 10 7 97 11,1 0,8 9,2 S.S.O. 9 8 90 10,2 0,7 0,6 O.S.O. 10 9 83 9,9 2,5 0,4 O.S.O. 4 10 78 9,2 2,3 » N.O. 4 11 85 9,9 2,0 » O.S.O. 6 12 78 9,1 2,6 0,2 O.N.O. 4 13 72 8,0 1,9 N.O. (var.) 0 14 81 9,2 2,0 » Variable. 3 15 84 ! 9,8 2,0 » Variable. 4 16 95 ! 10,2 1,1 » S.S.O. 8 17 87 ! 7,9 1,1 9,0 O.S.O. 6 18 81 8,4 1,7 » O.S.O. 5 19 95 11,2 0,8 0,4 S.O. 9 20 88 12,4 1,2 » s.s.o. 10 ¡ 21 93 9,2 0,7 4,4 s.o. 8 ! 22 81 8,8 2,1 » O.S.O. 4 23 88 10,0 1,4 » Variable. 0 24 83 10,4 1,9 » N.O. (var.) 1 25 90 10,8 0,9 )) Variable. 7 26 79 9,5 3,1 » S.O. 6 27 72 7,8 2,4 » O.N.O. 5 28 95 10,5 1,3 » S.S.O. 6 29 87 9,1 1,0 1,0 O.S.O. 7 30 1 75 6,3 2,5 * 0. 3 31 492 CUADRO SEGUNDO BAROMETRO. Am á las 6 m. ...... . Id. á las 9 Id. á las 12. ... .- Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n Id. á las 12 Afi, A. máx. observadas (1) A. rain, observadas (2). Oscilaciones extremas. Oin diurnas O. máx. (3) O. rain. (4) (1) Dias y horas de la observación. (2) Id..., (3) Dias de la observación (4) Id 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 702,78 mm 703,78 mm 706,51 mm 704,43 703,24 704,43 707,01 704,96 702,70 704,03 706,77 704,57 701,95 703,55 706,18 703,97 702,20 704,00 706,39 704,27 702,64 704,46 706,76 704,69 702,94 704,31 706,62 704,68 702,64 704,08 706,61 704,51 708,30 708,32 712,21 712,21 696,08 691,84 700,20 691,84 12,22 16,48 12,01 20,37 2,48 3,39 2,49 2,78 4,02 5,15 5,59 5,59 0,78 1,45 1,01 0,78 3- 9 m. 8-12 n. l4il2n. 18-9 m. 25-9 m. 22-3 t. 25-9 m. 18-9 m. 8 18 23 23 7 14 30 7 (*) Ax = 704mm,47 + 0,14 sen. (® + 197°6') + 0,40 sen. (2 £ + 159a ISO. 493 CUADRO TERCERO. Tm á las 6 m Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 t. Id. á las 6. . Id. á las 9 n. Id. á las 12. T . L m Oscilaciones T. máx. al sol (1) Id. á la sombra (2). . . Diferencias medias T. mín. del aire (3). . . Id. por irradiación (4) Diferencias medias. . . . Om diurnas. O. máx. (5) O. mín. (6). (1) Dias de la observación (2) Id (3) Id (4) Id (5) Id (6) Id TERMOMETRO, 1.a década. 2.a 3." Mes (*). 12°, 3 9°,1 10°, 0 10», 5 15 ,3 11 ,9 12 ,1 13 ,1 18 ,0 15 ,7 16 ,0 16 ,6 18 ,7 16 ,9 16 ,8 17 ,4 15 ,7 13 ,8 13 ,5 14 ,3 14 ,3 11 ,9 11 ,5 12 ,5 13 A 10 ,8 10 ,6 11 ,6 15 ,4 12 ,9 12 ,9 13 ,7 15 ,1 17 ,0 19 ,1 21 ,2 35 ,4 31 ,2 35 ,7 35 ,7 24 ,7 21 ,3 22 ,6 24 ,7 5 ,9 6 ,2 6 ,6 6 ,2 9 ,6 4 ,3 3 ,5 3 ,5 7 ,1 3 ,9 1 ,3 1 ,3 1 ,4 2 ,4 1 ,6 1 .7 8 ,5 10 ,8 10 ,7 10 ,0 13 ,9 15 ,2 15 ,6 15 ,6 2 ,7 7 ,0 7 ,5 2 ,7 3 15 25 25 3 15 25 3 6 14 31 31 6 16 31 31 3 14 25 25 8 18 22 8 O Tx = 13°,34 + 3,24 sen. (® + 50° 46') + 1,07 sen. (2a; + 52B36'). 494 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. i 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m 96 92 93 93 Id. á las 9 92 87 90 90 Id. á las 12 85 80 81 82 Id. á las 3 t 83 77 11 79 Id. á las 6 85 77 82 81 Id. á las 9 n 92 84 83 86 Id. á las 12 91 89 86 88 H. inedia 89 84 85 86 (*) Hx = 86,4 + 6,6 sen. (a? + 208° 53') + 1,94 sen. {%x + 214°31'). 1.* década. 2 a 3.a Mes (*). mm nam mm mm T^j á las 6 ni 10,3 8,0 8,7 9,0 Id. á las 9. 11,9 9,1 9,6 10,2 Id. á las 12 13,0 10,6 11,0 11,5 Id. á las 3 t. . . 13,3 10,9 11,0 11,7 Id. á las 6 11,3 9,1 9,5 9,9 Id. á las 9 n 11,1 8,8 8,6 9,5 Id. á las 12. . 10,4 8,6 8,3 9,1 Tn media 11,6 9,3 9,5 10,1 (*) T;=9mm,97 + 1,36 sen. (« + 63° 26') + 0,49 sen. (2 x + 59° 14'). 495 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales (1). N 18 s 118 N. E 20 S. 0 259 E 28 0 170 S. E 44 N. 0 87 Dirección de la resultante. ... 55° S. O. Intensidad (horas) 418 Dirección de la resultante. ... 55° S. O. Intensidad (horas) 418 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media lmm,8 Id. máxima (dia 1) 5 ,7 Id. mínima (dia 7) 0 ,3 Dias de lluvia 13 Agua recogida 64mm,0 Id. en el dia 4 (máx.). 15 ,8 Dias despejados 3 Id. nubosos. 19 Id. cubiertos 9 Dias de calma 1 Id. de brisa 10 Id. de viento 9 Id. de viento fuerte 11 (1) Estos números deben considerarse únicamente como aproximados á la verdad, pues durante una mitad del mes, ó desde el dia 5 al 20, el anemómetro estuvo descompuesto, y las observaciones se hicieron cada tres horas con una veleta portátil y muy sensible. En aquel tiempo, sin embargo, soplaron con tanta constancia los vientos del S. al O , que el error de cuenta puede despreciarse. CUADRO SEXTO. 496 <=?: ;o os ss o o «3 «o "O O «o Í3 o -2 <» V. <2 , 1 w •*H 00 ^ ©1 SO tH aO SO PQ a ©f O SfiT 0© L"-* CO z Q ◄ O •^^C5|T-OOe©*C® s oo cí oe oo oí oo ao a a K O i gcí co o co 33 a«oo©«^ O Oí o©" z; r^ri rH r< H *< CS a H •4* rHC0 0 05 0ís#yí JO es ©f oo -3# r" *3sT *ssT ©f ©í a CU t— i rr^nrinn S a H ¿ COtóíOaOOaOiOi O E©COeí i> ir" i" r* w o H . w . w .O .o 25 a > N N. E S. S s. 0 N. «3 a o W <» rH 5© 00 00 O mH o th co f- so ©* ¡> es a en a o Miguel Merino. 497 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de octubre de 1865. Cedrus Deodara, Loud. Ximenesia encelioides, Cav. Centaurea depressa, M. B. Pyrelhrura sinense, Sabin. Pyrethrum indicum, Cass. Parietaria crética, L. Crocus sativus, L. Cyathula tomentosa, Moq. Campánula rolundifolia, L. Ambrosia bipinnata, Cerv. Urtica nivea, L. Sesleria elongata, Host. Bulbine floribunda, Host. Suseda altissima, Pall. Salsola flavescens, Cav. TOMO XV. 32 CIENCIAS NATURALES. ECONOMIA RURAL. Observaciones sobre la enfermedad de los gusanos de seda ; por Mr. L. Pasteur. (Comptes rendus, 25 setiembre 1865.) Accediendo á los deseos de nuestro ilustre colega Mr. Du- mas, el señor ministro de Agricultura me ha encargado de estudiar las enfermedades, que hace algunos años diezman á los gusanos de seda. Tal prueba de confianza, para la cual no me creo con suficientes títulos, me dejó por el momento su- mamente perplejo, y necesité que Mr. Dumas insistiese con sumas atenciones para determinarme á intentar, sin prepara- ción alguna, el examen de tan delicada cuestión. En el dia han cambiado enteramente las cosas. La impre- sión que lie experimentado en los parajes mismos en que la enfermedad se ensaña con toda su fuerza, é indudablemente también, la pasión que se apodera del espíritu del hombre de ciencia, á la vista de los misterios de la naturaleza, me han inspirado, por el contrario, el vivo deseo de proseguir mis primeros estudios, los cuales acabo de terminar, y de ellos voy á dar sucinta cuenta á la Academia. El 7 de junio llegué á Alais, sin conocer la enfermedad de los gusanos de seda más que por las sabias publicaciones de 499 Mr. de Quatrefages; y por tanto necesito reclamar la indul- gencia de la Academia, pues tengo que exponerla muchas du- das, creyendo que en un asunto tan grave no debe haber amor propio en el autor, y que importa principalmente abrir en lo posible nuevas vias á las futuras investigaciones. Me había llamado particularmente la atención una cosa en la lectura de los trabajos de Mr. de Quatrefages; á saber, la existencia en los cuerpos de los gusanos enfermos de cor- púsculos microscópicos, considerados por muchos autores como un indicio de la enfermedad; aunque todavía reina una gran oscuridad sobre la naturaleza, significación y utilidad práctica que pueda sacarse de la presencia ó de la falta de estos cuer- pecillos singulares. No pudiendo dedicar más que algunas se- manas á mis investigaciones, porque se acercaba la época de la terminación de la cria, resolví ocuparme exclusivamente en el exámen de las cuestiones suscitadas por la existencia de estos corpúsculos. Mi primer cuidado, desde el momento en que se me ins- taló en una habitación destinada á la crianza, en las cercanías de Alais, fué aprender á reconocerlos y distinguirlos, lo cual es sumamente fácil. Bien pronto observé, siguiendo á todas las personas que se han ocupado en su estudio, que en ciertos gusanos incapaces de subir á las hojas, existen estos cor- púsculos profusamente en la materia adiposa que hay bajo la piel, como también en los órganos de la seda, mientras que en otros gusanos de aspecto sano no se manifestaron clara- mente. El resultado fué el mismo respecto de las crisálidas y mariposas, y generalmente la existencia abundante de los corpúsculos, coincidía con un evidente estado de alteración de los individuos sometidos al exámen microscópico. Los gusanos fuertemente marcados con manchas negras irregulares, que han sugerido á Mr. de Quatrefages dar á la afección el nombre d e pebrina ó enfermedad de la mancha, contenían un prodigioso número de estos corpúsculos, y sucedía lo mismo con las mariposas de alas arrugadas y manchadas. Poco á poco he adquirido el convencimiento, de que efectivamente la presencia de los corpúsculos debe considerarse como un signo físico de la enfermedad reinante: no obstante, es esta 500 una opinión en la que conviene tanto adquirir completa certidumbre, que tengo la intención de buscar nuevos hechos que la confirmen. No basta apoyarla en pruebas pe- rentorias, pues si esta base careciese de la solidez necesaria, todo lo que voy á decir no tendría, por decirlo así, valor alguno. Mientras yo seguía mis investigaciones, vino á fijar toda mi atención una notable circunstancia. En la estancia en que yo habia instalado mis observaciones microscópicas se hallaban dos camadas, una al terminar, y otra en la que exis- tían gusanos que pasaban de la cuarta muda y debían subir á las hojas dentro de pocos dias. La primera camada procedía de semilla del Japón, garan tida con el sello de la Sociedad de aclimatación; la otra pro- venia también de semillas japonesas, pero que habían sido suministradas por un comerciante del pais. En una palabra, la primera habia prosperado, presentaba un excelente aspecto, y empezaba produciendo 3o kilogramos de capullos; la segunda, por el contrario, lo ofrecía muy malo, viéndose en ella gusa- nos desmedrados, débiles, lustrosos, que carecían de vigor y comían sin apetito: efectivamente, la cosecha de capullos fué casi nula. Pero lo singular es, que examinando con el microscopio una multitud de crisálidas y de mariposas de la camada que llenaba de alegría á su propietario, encontré, puede decirse constantemente, los corpúsculos de que se trata, mientras que el examen de los gusanos de la mala, solo los presentaba excepcionalmente. Me costó mucho trabajo encontrar un solo gusano que tuviese corpúsculos, aunque me fijara en los que se hallaban atacados de las afecciones hace mucho tiempo conocidas y arriba indicadas. ¿Eran accidentales estos hechos, y propios únicamente de los individuos de estas dos crianzas? De ningún modo, pues á medida que multipliqué mis observaciones microscópicas so- bre individuos de otras camadas, tomaron los referidos hechos un carácter todavía más general; y desde luego me creo au- torizado para decir, que una crianza puede ir mal sin presen- tar los gusanos el carácter físico de los corpúsculos, y al con- 501 trario ir bien otra, teniendo casi todas las mariposas , aun las más hermosas, los mismos corpúsculos. Compréndese fácilmente todo el interés que debía ofrecer el estudio de los capullos de la camada mala. Desde su apa- rición me apresuré á observarlos, y sucesivamente en sus di- versas edades; primero los gusanos mientras hilaban, después las crisálidas, y por último las mariposas. Entre los gusanos que hilaban su seda, muchos continuaban sin manifestar ni manchas ni corpúsculos; otros, bastante raros, tenian manchas sin corpúsculos, ó con más frecuencia corpúsculos sin man- chas, pero eran muy frecuentes en las crisálidas, sobre todo en las de alguna edad. Por último, ni una sola de las mari- posas estaba privada de ellas y las presentaban con profusión. ¿No debe deducirse de estos hechos, l.° que si los gusanos de la segunda y mala crianza no tenian corpúsculos, llevaban sin embargo en sí mismos la constitución fisiológica enfermiza que debía hacerlos aparecer después abundantemente, 2.° que no es en el gusano donde deben buscarse los corpúsculos, indicio de la debilidad del animal, sino en la crisálida, á cierta edad, y mejor todavía en la mariposa? Indudablemente, la constitución de un gusano puede ser bastante mala para que ya en tal estado se manifiesten con abundancia los cor- púsculos y no pueda hilar su seda; pero me ha parecido que en cierto modo era esto una excepción, y que con frecuencia los gusanos están enfermos sin existir signo físico que lo in- dique, sucediendo lo mismo con las crisálidas en los primeros dias de su existencia; y que el carácter de la presencia de los corpúsculos viene á ser un indicio manifiesto de la enfer- medad, cuando se busca en las crisálidas de edad y principal- mente en las mariposas. Bajo el aspecto industrial, la enfermedad solo es temible cuando el gusano está bastante debilitado para que pueda ha- cer su capullo, y en rigor poco importaría que afectase al ani- mal cualquiera enfermedad, si siempre pudiesen salir las ma- riposas. ¿No es lo lógico por otra parte admitir que el gusano esta- rá más enfermo desde el principio y más distante después de poder formar su capullo , cuando provenga de semilla proce- m denle de padres más cargados de corpúsculos en el momento de reproducirse? Prescindiendo del razonamiento, todos los hechos me han parecido conducir á esta apreciación, y llego también á creer que la enfermedad afecta con preferencia á la crisálida y mariposa; quiero decir, que en esta edad del animal es cuando se manifiesta más visiblemente, y es más peligrosa para su prosperidad. Compréndese en efecto toda la diferencia que debe existir entre una semilla suministrada por padres cuyo cuerpo esté lleno de una producción anormal, y la que provenga de otros en que falte esta producción, ó don- de esté poco desarrollada para no haber alterado sensible- mente los tejidos ó los humores de la economía. Los hechos y consideraciones precedentes me inducen á creer, en contra de las miras que han dirijido los ensayos de curación intentados hasta ahora, que más bien debe tratarse de la crisálida que del mismo gusano, si quiere llegarse á fortificar la constitución de este, y hacerlo apto para recorrer sin grave accidente todas las fases de su vida. La salud de la crisálida, si así puedo expresarme, es la que reclama el uso de ciertos remedios; circunstancia feliz, supuesto que la crisá- lida encerrada en su capullo es, por decirlo así, un cuerpo inerte, á pesar de la importancia de los actos fisiológicos que desempeña, y bajo cierto punto de vista se presta mucho me- jor que el gusano á diversos experimentos. Estas nuevas apreciaciones permiten , ademas, formarse acerca de la calidad de las semillas, ideas que creo más justas y más prácticas que las difundidas en el dia. ¿Es la semilla enferma la que contiene los corpúsculos y la sana la que no los contiene? Ciertamente, el huevo aislado que ofrece cor- púsculos está muy enfermo; pero me he convencido por medio de multiplicados estudios microscópicos sobre las semillas anuales y polivollinas, deque una semilla puede estar enferma sin contener un solo corpúsculo, y presumo ser esto lo que generalmente sucede. Me inclino á admitir que la semilla enferma procede toda de mariposas que tengan corpúsculos: si están poco cargadas de ellos, la semilla producirá gusanos que no los manifestarán, ó solo excepcionalmente al fin de su vida, y la crianza podrá 503 dar buenos resultados; pero si la semilla proviene de padres, cuyos tejidos ó humores nutritivos han debido suministrar los principios necesarios para el desarrollo de una cantidad con- siderable de corpúsculos, participará demasiado de su consti- tución, y quizá desde Ja primera edad del gusano se acusará el mal por los corpúsculos ó por todos los síntomas más ó mé- nos difíciles de caracterizar, que hacen suponer que una crianza no dará buenos resultados. Si en un mismo paraje se reuniese una multitud de niños nacidos de padres enfermos de tisis pulmonal, crecerian más ó ménos enfermos; pero ma- nifestarían en grados y en edades diversas los tubérculos pul- monales, signo cierto de su mala constitución: lo mismo su- cede poco más ó ménos con los gusanos de seda (1). Si estos principios son verdaderos, si he observado bien los hechos en que se apoyan, debe haber un medio infalible de obtener una semilla privada absolutamente de toda consti- tución enferma originaria; resultado precioso, industrialmenle hablando, supuesto que las semillas sanas dan siempre una cosecha el primer año, aun en las localidades más experimen- tadas. Dicho medio debe consistir en aislar, en el momento de la fecundación, cada par masculino y femenino, y después de la unión de ambos sexos, habrá de apartarse la hembra para que ponga la semilla, abriendo aquella en seguida, como tam- bién el macho, para buscar en ambos los corpúsculos. Si se ve que faltan lo mismo en la una que en el otro, se numerará la semilla, conservándola como absolutamente pura, debiendo criarla en el año siguiente con cuidados particulares; pero existirán semillas en diversos grados de enfermedad, según la abundancia mayor ó menor de los corpúsculos en los indivi- duos masculino y femenino, que las hayan producido. A pesar de lo adelantada que estaba la cria y la fecunda- ción, en el momento en que mis estudios me habían conducido á practicar los ensayos, he podido aplicar este método nuevo (1) Deseo, sin embargo, dar á entender que hablo como pro- fano en la ciencia, cuando establezco comparaciones entre los hechos que he observado y las enfermedades humanas. 504 de procurarse semillas puras; pero el mal estaba tan general- mente esparcido, que se necesitaron más de ocho dias de in- vestigaciones microscópicas asiduas para encontrar en un centenar de mariposas escogidas, dos ó tres pares privados de corpúsculos (1). Hubiera querido tratar aquí de la naturaleza de los cor- púsculos, pero este asunto exije observaciones más extensas que las que he podido hacer; sin embargo, me atrevo á decir que mi opinión actual es, no ser animales ni vegetales los corpúsculos (2), sino cuerpos más ó ménos análogos á las granulaciones de las celdillas cancerosas ó de los tubérculos pulmonales. Bajo el punto de vista de una clasificación metó- dica, deberían colocarse más bien al lado de los glóbulos del puso de los de la sangre, ó mejor de los granillos de almidón, antes que al lado de los infusorios ó del moho. No me ha pa- recido que estén libres, en el cuerpo del animal, como los autores dicen, sino contenidos más bien en celdillas de volú- menes muy variables, de paredes muy flojas, y que empiezan á aparecer desde su origen en el tejido muscular que hay bajo la piel del gusano ó de la mariposa, ó muy cerca de él. Si se encuentran en todas parles, y más generalmente libres y esparcidos en los líquidos y en los tejidos, es porque la presión de los cristales que se emplean en las observaciones micros- cópicas, rompe las- paredes de las celdillas en que se hallan contenidos, y pueden en este caso esparcirse irreguiarmenle por todos lados. (1) Debo indicar aquí un hecho notable. Los principales re- sultados de la presente noticia, se comunicaron á la Comisión agrícola de Alais el 26 de junio último. MM. André y Rollin, que asistían á la reunión, tuvieron la idea de traer de Anduze cinco hembras de una raza del país, criadas al aire libre y todavía vivas, aunque habian puesto sus semillas hacia quince dias. Sometí es- tas mariposas en una sesión al exámen microscópico, y cuatro de ellas no ofrecían señales de corpúsculos, debiendo añadir que otras criadas también al aire libre los presentaban. Estas me las había remitido Mr. Laupies. (2) Opinión que ya emitió por primera vez Mr. Ciccone, 505 Resumiendo diré, que si mis primeros estudios tienen la exactitud que he tratado de darles, y si en ellos no hay alguna ilusión que dependa del poco tiempo empleado, pueden for- mularse sucintamente en las dos conclusiones siguientes, que en mi concepto ofrecen novedad: 1. a La crisálida más bien que el gusano debe someterse á los ensayos de remedios propios para combatir el mal y detener sus progresos. Desde luego ocurren multitud de ideas para modificar experimentalmenle las condiciones vitales de la crisálida en su capullo, y á este fin dirijiré mis observa- ciones en el año próximo, si se producen mejores semillas. 2. a Debe considerarse solamente como semilla pura la nacida de padres privados de corpúsculos, aplicando para pro- curársela el medio descrito en esta noticia; medio sencillo, aunque todavía más científico que industrial. Vuelvo á decir, que cuanto he manifestado supone que los corpúsculos pueden considerarse como el criterio de la enfer- medad del insecto; opinión que afortunadamente es la de la mayor parte de los sábios italianos que han estudiado el mal, y especialmente la del célebre entomólogo Comalia. Observaciones relativas á la enfermedad de los gusanos de seda; por Mr. E. Mouline. (Comptes rendus, 4 setiembre 1865.) Cuando se trata de estudiar el arte de criar los gusanos de seda, no se encuentran, aun en los mejores autores, investiga- ciones suficienlemente profundas sobre su reproducción; de manera que á mi parecer, falta dilucidar la cuestión de saber cuánto es el tiempo que conviene dejar para la unión sexual de las mariposas. El conde Dándolo dice, que deben separarse las maripo- sas al cabo de seis horas, sin dar más explicaciones satisfac- 506 lorias, y Mr. Robinet se conlenta con manifestar lo siguiente. «La cuestión de saber cuánto debe durar la unión sexual para asegurar la fecundación de todos los huevos, ha sido objeto de muchas observaciones; resultando de ellas que se necesita una hora por lo ménos, aunque la costumbre es dejar trascurrir unas seis horas.» Verdad es que la fecundación se asegura por la unión de una hora ; ¿pero los gusanos que nazcan serán tan robustos como si la cópula hubiese durado doce ó veinticuatro horas? Esta es otra cuestión que tampoco carece de importancia. Si examinamos con el microscopio el licor seminal de una mariposa, hallamos en él millares de zoospermos, en cantidad infinitamente superior á la de los huevos que debe poner una hembra. Por otra parte, es fácil reconocer que después de haber puesto la hembra, no ha conservado en su interior gota alguna de líquido seminal, y que por consiguiente lo ha repar- tido por completo entre los huevos, que lo han absorbido por endósmosis. Como la cantidad de licor seminal suministrado por la mariposa, guarda relación con la duración de la có- pula, resulta que cuanto más largo sea este acto, más absor- berán los huevos y más considerable será el número de los zoospermos que penetran en ellos. ¿Entre todos los referidos zoospermos, es uno solo el des- tinado á formar el embrión y los demás perecen? No creo esto probable, aunque entiendo que es la hipótesis admitida. Al penetrar en el huevo, lodos los zoospermos se hallan en con- diciones iguales, y me parece preferible suponer que contri- buyen cada uno por su parte á formar el gusano, apoderán- dose de ciertos glóbulos grasos del líquido y reuniéndose en seguida en la región superior. Muchas consideraciones inducen á creerlo así. En efecto, calculando aproximadamente el volumen de un zoospermo visto con el microscopio, y comparándolo con el de un em- brión de ocho dias, se reconoce que este último es por lo mé- nos un millón de veces mayor que el primero, y puede dedu- cirse de aquí muy bien, que para explicar semejante desarro- llo se necesita el concurso de cierto número de zoospermos. Además, el zoospermo no tiene la forma de un gusano: es 507 redondo; y si se abren delicadamente los huevos poco tiempo después de puestos, y cuando empiezan á tomar un tinte rojizo, no se encuentra en ellos un embrión que tenga forma deter- minada, sino una masa de materia sanguinolenta adherida por varios puntos á la cáscara, y que parece más bien el resul- tado de una aglomeración que el desarrollo de un animalillo. El vehículo de los zoospermos ó sea el mismo licor seminal, es absorbido igualmente por el huevo, y debe contribuir á modificar su contenido, que, como se sabe, se hace viscoso después de la fecundación. Deduzco por consiguiente, que si basta un poco de licor es- perraático para dar la vida, también se necesita cierta canti- dad para constituir un sér vigoroso. La práctica diaria lo confirma en las demás razas domésticas, pues se tiene cuidado de que los garañones no cubran con frecuencia. Creo poder afirmar en vista de todo, que no es necesario separar las ma- riposas después de seis horas de cópula, sino más bien dejar- las unidas lodo el tiempo que sea posible para no debilitar la raza. Otras consideraciones hay que tienden á demostrar la misma tésis: generalmente en los animales, la hembra no re- cibe al macho una vez fecundada; y por lo tanto, si después de haber separado dos mariposas al cabo de seis horas de estar reunidas se las junta otra vez, y se ve que se unen sexual- mente de nuevo, es prueba bien evidente de que la naturaleza no se halla satisfecha, y de que un verdadero instinto inclina á la hembra á una segunda cópula, debiéndose adoptar bajo este punto de vista la manera de conducirse los pueblos orien- tales. También á mi parecer es muy importante atender á la temperatura, aunque por lo común y con grave error se acos- tumbran á poner las mariposas en habitaciones frescas. Para pasar por todas sus metamorfosis necesita el gusano de seda una cantidad de calor determinada; de manera que si se coloca en un medio relativamente frió, requiere la cria más tiempo que si se le proporcionase la temperatura de su pais originario. Mr. Robinet, fundándose en que para animar la semilla se 508 necesita la temperatura de 25°, ha dicho con razón, que es necesario mantener esta temperatura mientras dura la cria; y yo he visto la confirmación práctica de ello al hilar la seda, pues los capullos de los gusanos criados con rapidez, dan mucha más seda y de mejor calidad que aquellos cuya cria ha sido demasiado lenta. Desgraciadamente esto no se ha te- nido muy en cuenta, y rara vez hay en las estancias una tem- peratura mayor de 20°, pues generalmente no pasa de 16 á 18, en lo cual también cabe alguna culpa á los fabricantes de instrumentos físicos, porque en los termómetros ponen enfrente de la indicación de los 20° las palabras gusanos de seda , y los propietarios se alienen á esto con confianza. Creo imposible curar los gusanos enfermos por medio de medicamentos: he ensayado muchas sustancias , sin obtener de ellas resultado apreciable, y lo atribuyo á que el gusano está demasiado grave cuando aparecen las manchas, no exis- tiendo bases de apreciación suficientes cuando la infección se halla todavía en el primer grado, y además la vida del gusano es demasiado corla. Sin embargo, para guiar á los criadores he hallado un medio muy sencillo de demostrar los primeros ataques de la enfermedad antes de que aparezcan las manchas y sin auxilio del microscopio. Mr. de Quatrefages habia reconocido, que cuando un gu- sano ó una crisálida están atacados de la pebrina , su sangre pardea, lomando algunas veces un viso de color violado-ne- gruzco bastante intenso; pero no habla de las hembras, y al parecer ha hecho sus observaciones solamente en los gusanos manchados; pero yo he reconocido este mismo fenómeno en muchos gusanos, en los cuales no pude descubrir, por medio del microscopio, ningún principio de mancha; aunque en las hembras es donde se produce el hecho con mayor evidencia. Cuando se corta con unas tijeras en dos una mariposa hembra, sale del abdomen, con los huevecillos, un poco de sangre amarilla que al cabo de algunos minutos pardea en contado del aire, y adquiere un viso tanto más oscuro cuanto más intensa sea la enfermedad. Este carácter lo he observado en un gran número de hembras de la raza del Japón, que ex- leriormente parecían muy sanas y hermosas, y procedían de 509 crias, en las cuales no he podido descubrir ningún vestigio de enfermedad, y en que los machos no tenían mancha alguna en las alas. De las anteriores consideraciones creo poder deducir, que para obtener buenas cosechas y semilla sana, es esencial: 1. ° Dejar que la unión sexual de las mariposas se prolon- gue lodo el tiempo posible, y para ello vigilarlas de una ma- nera constante, cuidando de reunirlas que accidentalmente se separen. 2. ° Someter los gusanosa una temperatura de 25°, dándo- les alimento en proporción. 3. ° Mantener á dicha temperatura los capullos que han de suministrar semilla y las mariposas que de ellos salgan. 4. ° Suspender la obtención de la semilla, si el líquido contenido en el abdomen de las primeras hembras que salen pardea en contacto del aire. 510 Sobre la variación del plumaje de las aves. La hipótesis de Darwin, que tiende á probar la unidad de origen en las formas orgá- nicas que se suceden, y sus interesantes experiencias sobre la prodigiosa variabilidad de las especies, son debatidas hoy con entusiasmo por todos los zoólogos europeos más eminentes, defendiendo aquella unos, é im- pugnándola otros. Mr. Tegetmeier, ardiente partidario de la hipótesis Darwiniana, no- tando el gran influjo que deben tener en esta cuestión el número de experiencias que se hagan y la exactitud de ellas, se propone manifestar las que se han observado sobre la variación del plumaje de las aves , en una comunicación que trasladaremos, creyéndola útil para esclarecer esta cuestión. Mr. Tegetmeier ha sido excitado á esto al ver el descuido de los más notables naturalistas, que desdeñan los fecundos manantiales de ilustra- ción suministrados por el estudio de las variaciones que se producen en nuestros animales domésticos, como perros, palomas, gallinas, etc.; tales experiencias pueden hacerse con facilidad á voluntad del observador, sometiéndolas á circunstancias especiales y determinadas, que lleven, aunque sea lentamente, á la percepción de las leyes que regulan la varia- bilidad de las especies; conocimiento que una vez adquirido, podrá con- ducirnos en su sentir á determinar de un modo seguro la verdad ó el error de la hipótesis de Darwin. Para esta elección artificial no ha descuidado Tegetmeier informarse de los criadores de gallos de Spitaldfield, y de los aficionados á las luchas gallísticas de Notthingham, los cuales le han suministrado abundantes y preciosos datos. Inútil creemos decir que en el dia se hacen numerosos trabajos en el mismo sentido, y se acumulan inmensos materiales de de- fensa al lado de la hipótesis que tiende á probar la unidad de origen entre todas las especies, estudiando las causas que modifican la estructura del organismo, para darse razón de su diferencia y variaciones. Sentados estos lijeros antecedentes, vamos á trasladar la comunicación de Teget- meier. En el número perteneciente al mes de enero del año 1863, del Obser- vador intelectual, apareció una noticia de algunas aves que tienen la epider- mis y el 'periostio negros : se conocen entre las nuestras caseras con el nom- bre de aves de seda, y son las descritas por Temmink en su historia 511 natural de las palomas y gallináceas, bajo el título de Coq á duvet ó Gallus lanatus. Estas aves, de las cuales poseo varios ejemplares, son traídas de algunas partes del Asia Oriental y del Archipiélago de las Indias: tienen un gran tamaño, y lo más notable que presentan es la epidermis y el periostio, de un color azulado oscuro; pero la carne es blanca, y según hace notar Temmink, su sabor es más agradable que el de las otras aves domésticas: el plumaje sobresale por ser muy suave y velloso. En Francia é Inglaterra las nombran sencillamente por su semejanza con la seda, pues presentan las barbillas de cada pluma iguales á las más largas de las primarias y secundarias de las alas. He observado que cuando estas aves se cruzan con otras variedades, las mestizas resultantes se caracterizan por su epidermis y periostio oscuros, y que el plumaje toma un tinte y carácter propios. El aspecto repugnante de las carnes no se ha notado hasta que se emplearon como alimento: es seguro por lo demás que esta raza mestiza, que tanto llama la atención hoy, es la descrita por Temmink con el nombre de gallo negro ó Gallus Moño. ¿Existe entre las especies de gallináceas silvestres que conocemos, algún ejemplo de esa circunstancia peculiar y extraña en el plumaje? La cuestión podrá resolverse el dia en que se estudie más la causa originaria de esta generación, al parecer anómala, pues las inves- tigaciones hechas hasta hoy van aclarando lentamente las dudas que existían sobre ella. En la actualidad poseo una gallina de Cochinchina que tiene todo el plumaje esparcido, formando una cubierta compacta, y semejante por su apariencia á la piel de un gato ó de un conejo oscuro ó ceniciento. Esta par- ticularidad se hace notable desde las barbas de la pluma: las barbillas son derechas en lugar de ser ondeadas, ó están entrelazadas unas con otras. Mr. C. Walker de Norwood ha sacado de ellas unas lindas fotografías, reproducidas después: una sobre todo ha sido grabada con maestría, y en ella puede observarse con exactitud su estructura particular, y los bellísimos filamentos que forman una capa exterior ó envoltura semejante á las trenzas tinas del cabello. Es evidente que un ave de tan lijero plumaje no puede emprender fácilmente el vuelo, por lo que se ve reducida á la condición del avestruz, ó á la de algunas otras clasificadas por Cuvier entre las brevipennes. Las noticias que hemos adquirido sobre el origen de este singular ani- mal son las siguientes. Hace algunos años se obtuvo de unas gallinas chinas una variedad no conocida hasta entonces, sin que, como sucede con frecuencia, pudiera explicarse la causa productora de aquella modi- ficación: se ensayó cruzarla con otras de la misma raza cuyo plumaje presentara más analogía con el de aquella variedad, y continuando las experiencias se obtuvo definitivamente la cria de las gallinas cochinchi- nas llamadas de seda. Así pues estas aves provienen de una variedad permanente, y determinada por medio de la elección artificial. Si consideramos ahora esta variedad en su estado libre en la natu- raleza, del cual la elección artificial es un remedo en pequeño, com- prenderemos fácilmente que el no perpetuarse es debido á que, teniendo un tamaño regular y viéndose desposeída de medios de defensa, ó incapa- citada para la huida por su plumaje finísimo, seria con facilidad presa de los animales carnívoros, y por esto no podría perpetuarse en su líber- 512 tad natural. En confirmación de ello haremos notar, que ninguna ave de gran tamaño, con un plumaje semejante que le imposibilite volar, se ha conservado mucho: se exceptúa de la regla el Apteryx australis , Shaw, de la Nueva Zelandia. Hay otras que, imposibilitadas para el vuelo, son fuertes para la de- fensa y la carrera, como el avestruz y el casuario, cuyas plumas son tam- bién sueltas y sedosas. Los partidarios de la teoría de Darwin sobre el origen de las especies comprenderán que el hecho referido la comprueba algún tanto, por más que se necesiten más estudios y ensayos sobre otras especies de aves, á fin de llegar á establecer datos positivos para demostrar la verdad de aquella. ( Tomado del Intelectual Observer, por A. M. .4.) (Por lo no firmado, Ricardo Rüiz.) Editor responsable, Ricardo Rüiz. N.” 9.“— REVISTA DE CIENCIAS. — Diciembre de 1865. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. El Observatorio de París y sus astrónomos desde su fundación hasta nuestros dias; por Mr. Camilo Flammarion. (Cosmos, 26 julio 1865.) (' Continuación .) Reproducimos esta afirmación, para manifestar cuán hon- rado es el nombre de Cassini entre los astrónomos; pero debe- mos observar con Delambre, que hay exajeracion en ello. Debe restablecerse el equilibrio, y rehabilitar á los que pare- cen eclipsados por él. La revolución en astronomía ha sido hecha por Copérnico; por las leyes de Keplero, que por otra parle ha creado todos los métodos de cálculo; por el péndulo de Huvgens; por los micrómetros de Auzout y de Picard; por los sectores y el mural de este último; por su método de las alturas correspondientes; por el anteojo meridiano de Roemer: y Cassini nos parece extraño á estas importantes innovaciones. Su camino es diferente, y ha brillado en su esfera. No le rehusemos los elogios que ha merecido; pero apreciémosle, concediéndole un lugar distinguido en trabajos y descubrimien- tos quizá ménos brillantes, pero de una utilidad mayor y más durable, y que prueban por lo ménos tanta sagacidad como la suya. J. R. Biol, aprecia de la manera siguiente las posiciones recíprocas de Picard y de Cassini en la época de la fundación 33 TOMO XV. 514 del Observatorio, y no parece vacilar acerca de la superioridad científica del primero; hallándose admirablemente conforme con Delambre sobre este punto. La astronomía de precisión, dice, hubiera podido nacer entonces en Francia en manos de Picard y de Roemer. Su apa- rición estaba entonces más próxima que en ninguna otra parte. Picard acaba de dar á las observaciones nocturnas y diurnas una extensión, una facilidad y una exactitud enteramente nuevas, en virtud de dos invenciones de inmensa trascenden- cia, aunque no fuesen más que combinaciones de ideas ante- riormente adquiridas, como sucede casi siempre. La primera era haber aplicado los anteojos á la medida de los ángulos visuales, lo cual permitía observar las alturas y los pasos de los astros por el meridiano, tanto de noche como de dia ; la segunda haber sabido combinar el uso de los instrumentos provistos de limbos fijos, con las indicaciones de los péndulos, y poder medir de este modo las diferencias de ascensión recta de los astros, por los intervalos de tiempo trascurrido entre sus pasos por un mismo hilo, tendido en el foco del anteojo. Este es precisamente el método que los astrónomos emplean hoy generalmente debido á este astrónomo. Picard habia sentado además los principios de las rectificaciones que exijen los instrumentos astronómicos, y los habia practi- cado.con tanto cuidado como éxito. En las primeras reuniones de la Academia de Ciencias de París en 1669, presentó el plan general de los trabajos que habia que emprender para perfeccionar la astronomía; mencionando como objetos de primera importancia la formación de nuevos catálogos de estrellas, la reforma de las tablas del sol, y el establecimiento de una tabla de refracciones, asociada á las indicaciones del termómetro y á circunstancias meteorológicas; lo cual Newton no pudo obtener de Flamsteed más que 25 años después. Pi- card pedia para esto instrumentos mejorados, que no se le dieron nunca, y solo con los que tenia, por defectuosos que fuesen, 10 años de observaciones constantes le habían hecho descubrir, que la estrella polar oscila anualmente en una amplitud de arco, de cerca de 20" alrededor de su altura media. 515 Era este el primer indicio del fenómeno de la aberración de la luz, cuya ley general fué hallada por Pradley 60 años después, En 1671, Picard hizo un viaje á Dinamarca para vi- sitar las ruinas del Observatorio de Tycho-Brahe, y descubrir la dirección de su meridiana. Allí encontró en casa de Erasmo Barlholin, á un joven de 27 años, dotado de singular ingenio para la observación, al cual tomó de ayudante; y después, habiendo tenido ocasión de experimentar cuánto valia, le llevó á Francia, hizo que se le admitiese individuo de la Academia, y permaneció siempre unido á él, no solo por los vínculos del saber sino por los lazos de la amistad. Este joven era Hans Boemer, que 4 años después descubrió la propagación suce- siva de la luz, rindiendo un justo tributo á la sábia corpora- ción que le había acojido. A estos dos hombres, Picard y Roemer, es á quienes debía haberse confiado la creación de la astronomía de observación en Francia, sin intervenir en ella de otra manera que para poner en sus manos los medios de ejecución que solicitaban. Lejos de esto, no solo no se les consultó, sino que se hizo lodo lo contrario á sus miras. En primer lugar la construcción del nuevo observatorio se aban- donó, como hemos dicho, á la fantasía monumental del ar- quitecto Claudio Perrault. 80 años después amenazaba ar- ruinarse aquella gran masa: las dos fachadas del este y del mediodía se habían hundido, perdiendo su aplomo, y produ- ciendo la rotura de las plataformas y de las bóvedas que la infiltración de las aguas iba socavando, sin que se hubiese tra- tado de reparar nada, por espacio de 50 años. No fué esto solo: en la abnegación de su celo por la astronomía, propuso Picard á Colbert que se trajese á Francia á Domingo Cassini, como á un hombre de genio superior; y en efecto, se le llamó. Era realmente hombre de gran talento, no solo astrónomo profundo y hábil, sino que poseía conocimientos generales, como la mayor parte de los sábios italianos de aquel tiempo. Los empleos importantes que habia desempeñado en la construc- ción de las fortificaciones y en los aprovechamientos de aguas que le confiaron diversos Estados de Italia, le habían proporcionado grandes relaciones con importantes personajes, con algunos príncipes y con el mismo Papa, y le habían en- 516 señado el lenguaje cortesano, para ol que manifestó mucha disposición. Habiendo hecho ya personalmente pequeñísimos descubri- mientos sobre los movimientos y la física de los cuerpos celes- tes, de los que pueden hacerse por sí solos y sin auxilio de na- die, y que con facilidad podrían entender el rey y la reina, no dejaba perder la ocasión de llamarles la atención sobre ellos, y de esponerlos á su vista. Muy hábil por sí propio, lo era también para apoderarse de las ideas de otro y confundirlas con las suyas. Fácil es de concebir por lo tanto el prestigio que un hombre semejante, y especialmente estranjero, debía al- canzar en la corte de Luis XIV, pues sabia agradar y causar admiración al propio tiempo. Muchas veces fué admitido á la presencia del rey, de la reina y de los demás miembros de la familia real, para hablarles, tanto de astronomía general como de la continuación de sus descubrimientos, que siempre ponía á las plantas del monarca con las formas de una adulación entusiasta. Observaba los eclipses y las manchas del sol en presencia de Colbert y de los señores de la corte, tan sorpren- didos como encantados de verlos tan bien como él. ¿Qué debían parecer en comparación suya dos modestos sábios. como Pi- eard y Roemer, ni qué podían esperar en el porvenir que pudiese igualar á tal presente? La consecuencia era inevitable. Cassini fué nombrado Director del Observatorio, y recompen- sado con un sueldo espléndido: los otros dos fueron desprecia- dos y olvidados. Picard no obtuvo más que, en los últimos años de su vida, un cuarto de círculo de hierro de cinco pies de ra- dio, que en vano pedia hacia mucho tiempo para establecerle fijamente en el plano del meridiano. Este es el origen de nues- tros círculos murales actuales. Roemer y él le fijaron, siguiendo aquella dirección, y suspendiéndolo en la fachada oriental del gran edificio, muy mal resguardado, que llegó á ser el verda- dero Observatorio. Hasta entonces se observaban las alturas de los astros por las ventanas de las salas interiores, ó sobre los terrados, con cuartos de círculo portátiles, que tenían por lo ménos tres pies de radio. Picard murió en 1682. Un año an- tes Roemer había sido vuelto á llamar á Dinamarca, donde continuó desarrollando su maravillosa aptitud para perfeccio- 517 uar los instrumentos y los métodos de observación. Pero el honor de crear la astronomía de conjunto, la de precisión y de medida, fué enteramente perdido para la Francia. Donde me- jor puede verse la idea que Cassini habia sabido dar de su mérito, es en el elogio que de él hace Fonlenelle. El inge- nioso secretario le felicita con un candor admirable, por fri- volidades dichas con un aplomo que no puede imaginarse; por ejemplo, por haber pronosticado al rey en presencia de toda la corte, el camino que debia seguir un cometa que él no ha- bía observado más que una vez , que es lo mismo que pronosti- car á dónde se dirije un pájaro que va volando. «Estaba ver- daderamente predestinado, añade, para hacer predicciones semejantes á las testas coronadas.»» Gracias en su nombre. Fontenelle no podia preveer que esta alabanza, tan Finamente hecha, se convertiria algún dia, con razón, en un sangriento sarcasmo, porque en efecto, ella pinta al hombre mejor de lo que hubiese podido creer. Bastante hemos dicho sobre el paralelo de ambos astróno- mos. Aproximémonos un poco más á sus colegas, y observé- moslos particularmente. IX. Roemer . — Observatorio de Copenhague. — Incendio. — Invención del anteojo meridiano. — Descubrimiento de la velocidad de la luz. — Roemer en su patria. — Adopción del calendario gregoriano por Dinamarca. Al mismo tiempo que existían el brillante Cassini y el la- borioso Picard, habia en el Observatorio un observador más joven, que habitaba como ellos un ala de este templo consa- grado á la gloria de Urania, y dedicaba á la observación la mayor parte de las noches y los dias. Este joven era Olayo Roe- mer, que Picard habia traído de Uraniburgo en 1672. Nació el 25 de setiembre de 1644, y tenia por consiguiente 28 años 518 en esta época, en que fué nombrado individuo de la Academia de Ciencias y del Observatorio, instituciones unidas todavía una á otra: y al año siguiente tuvo, como su protector, habi- tación en el mismo establecimiento , donde permaneció por espacio de más de 9 años, haciendo su última observación en París en el solsticio de verano del 21 de junio de 1681. De las numerosas obras compuestas por Roemer, no queda más que la publicada en 1735 por Horrebow, su discípulo, titulada Bassis Astronomice. En esta obra se halla la descripción del Observatorio de Copenhague. Véanse los detalles que pueden interesar á nues- tros lectores. Después que abandonó Tycho la isla de Hueen , mandó construir Cristian IV, en Copenhague, la torre redonda astro- nómica, que podia pasar por la octava maravilla del mundo, situada enfrente del Colegio real, y que tenia la altura de 115 pies y 3 pulgadas, ocupando 111 el muro sólido, y el resto la balaustrada. Su diámetro era de 48 pies y 4 pulgadas. En el eje de la torre habia un cilindro de 12 pies y 6 pulgadas de diámetro exterior, y de 4 pies y una pulgada interior. Entre este cilindro y el muro se hallaba una rampa abovedada, cuyo menor grueso era de 2 pies y 2*/2 pulgadas. En la parte superior estaban instalados los astrónomos, como tam- bién los instrumentos. Después de dar siete vueltas y me- dia, se llegaba á una escalera que conducía á las habita- ciones y al Observatorio. Cada vuelta era de 122 pies; la altura 12 pies y 3y2 pulgadas; y la pendiente era de 5o 47'. En 1716, el czar Pedro I subió varias veces por ella á caballo , y la emperatriz Catalina en un carruaje con seis caballos. En la torre se hallaba el globo de Tycho, que se volvió á traer de Alemania en 1632, el cual fué destruido en el des- graciado incendio de 20 de octubre de 1728; de modo que no quedaba más que el meridiano, el eje de hierro, y algunos fragmentos de láminas de cobre. Se veia en ella también el sextante de 6 pies de Longomontanus. En 1716, el czar Pedro habia observado los pasos de las estrellas por el meridiano. La comparación de los tres hilos 519 demostraba que sus observaciones se hallaban acordes en * medio segundo. La ecuatorial de Roemer, sin hablar del eje ni del circulo ecuatorial, que son de esencia de este instrumento, se com- ponia de dos anteojos de ángulos rectos, que giraban en el plano de un círculo horario, al rededor de un eje hueco y có- nico que les era común. Con uno de estos anteojos se podía mirar al astro, con el otro á un círculo de declinación, en cuyo centro y plano giraba, y que se hallaba colocado en lo alto del eje polar. A este segundo anteojo le designó con el nom- bre de microscopio, y tenia en su foco tres hilos horarios, y otros tres paralelos al ecuador. Hemos visto que la torre astronómica tenia 115 pies (del Rhin) de altura. Era por consiguiente, como observa Delam- bre, un Observatorio muy incómodo, en que el observador y sus instrumentos se veian muy expuestos cuando había vien- tos impetuosos. Al ocurrir el incendio se halló un inconve- niente todavía mayor, pues fué imposible desocuparla cuando se empezó á prender fuego, y perecieron todos los manus- critos con los instrumentos. La pérdida de estos podía repa- rarse; pero respecto de los manuscritos, no había medio de reemplazarlos. Roemer pensó en formar un Observatorio par- ticular, y dedicó á ello una parle de su casa, esto es, una ha- bitación que solo se hallaba á 13 pies sobre el suelo, poniendo en ella un anteojo meridiano, cuyo eje estaba 5 pies más alto que el pavimento. Hemos visto que Picard había colocado en el Observatorio de París un anteojo casi lijo en el plano del meridiano; pero podía hacerse poco uso de él, y era muy arriesgado generalizarlo, por cuya razón el mismo astrónomo le reemplazó con un cuarto de círculo, lijando mejor su plano en el meridiano. 60 anos después vióse á Halley abandonar el anteojo que se había construido siguiendo el modelo del de Roemer, para limitarse al círculo mural construido por Graham. Es posible, y aun diremos que muy probable, que Roemer no hiciese más que imitar y perfeccionar una idea de Picard; introduciéndose después en el instrumento que mandó construir las más importantes mejoras. No observando más que por una ventana, Roemer no veia más que la tercera parle 520 del meridiano, y no podía volver su anteojo, ni al punto norte del horizonte, ni al polo, ni tampoco al zenit, ni proporcio- narse ninguna de las comprobaciones fundamentales que con lanta facilidad se obtienen en el dia, y que constituyen la se- guridad de este instrumento. Se ve que el anteojo meridiano de esta primera construc- ción tenia, para los pasos del meridiano, los mismos inconve- nientes casi que el mural, y que daba mucho peor las alturas meridianas. Quizá estas han sido las razones que han impe- dido á los astrónomos de París continuar su uso, y tal vez Roemer no se ha inclinado á mandarlo construir, más que por la razón única de que el muro de su habitación era obli- cuo con el meridiano, y no podía colocar en él un cuarto de círculo, ni aun el anteojo mural de Picard. Hácia la mitad de la longitud del anteojo había una lin- terna cuya luz, al pasar por una abertura practicada por el objetivo, se reflejaba de modo que iluminase lo interior del tubo. El reflector estaba más distante del objetivo en la pro- longación del tubo, que se obtenía mayor por medio de otro de cartón, para observar á Mercurio ó á los astros cuya luz era demasiado débil en el crepúsculo. Horrebow había trasportado este anteojo á la torre en 1715, y se había valido de él para muchos millares de observaciones que se contenían en catorce volúmenes que perecieron en el incendio de 1728, con todos los registros de Roemer. Horrebow refiere las observaciones de Roemer, y anuncia que este se preparaba á una observación más precisa de Sirio y Vega, en el equinoccio de setiembre de 1710, cuando los dolorosos sufrimientos del mal de piedra le pusieron al borde del sepulcro, precisamente la antevíspera del equi- noccio. Guando Horrebow estaba escribiendo el anterior capítulo, percibió un rumor lúgubre bajo sus ventanas: era el ruido de tambores y campanas, el tumulto espantoso de la multitud, el toque de rebato que avisaba el incendio del Observatorio. Habitaba lejos del edificio que se quemaba, y podía creerse en seguridad ; pero el incendio hacia espantosos progresos, y m casas más (lisiantes que la suya eran ya presa de Sas llamas. Las materias inflamadas que caian sobre el tejado, le quema- ron sus vestidos. Acababa su mujer de dar á luz un niño, y al salir fuera del edificio sus ocho hijos, la mayor parte desnu- dos, se perdió la nodriza que llevaba al recien nacido, y no se la pudo encontrar hasta después de tres semanas. El se quedó con su mujer y su hijo mayor, que tenia 16 años, é hizo que le llevasen á la sala de la Academia y á la torre, sus libros, sus muebles, y sobre todo sus observaciones astronó- micas. Aunque se había quitado la armadura que cubría eí Observatorio superior, no impidió esta precaución que conti- nuase ganando terreno el fuego. Horrebow quiso salvar sus libros y los manuscritos de la Academia, y para recojerlos arrojó colchones por la ventana; pero se los llevaron los la- drones. Viendo que su casa'eslaba ardiendo, y que su mujer, á pesar de su debilidad, se había marchado en busca de sus hijos, cojió solo una gran cartera que contenía algunos de sus manuscritos, y ocho láminas de cobre para la misma obra; siendo esto todo cuanto pudo salvar. Dice que refiere todos estos detalles para disculparse de haber dejado quemar los manuscritos de Roemer, y ciertamente que nadie cometerá la injusticia de acusarle por ello. Cerca de 70 años después, añade Delambre, hemos visto en París á Mr. Bugge, astró- nomo Real de Dinamarca, que también había perdido por el fuego sus libros, sus manuscritos y todas sus observaciones, cuando se verificó el bombardeo de la ciudad por los Ingleses. En medio de su desgracia se felicita Horrebow por haber salvado la disertación empezada por Roemer, y presume que ella hubiera podido decidir la cuestión del movimiento de la tierra. El incendio de que hemos hablado sucedió el 20 de octu- bre de 1728, en cuya época el discípulo de Roemer redactaba la narración cuyos puntos importantes acabamos de referir. Roemer murió en 1710, á la edad de 70 años, cuando aún se hallaba continuando sus trabajos. Habitaba en Dinamarca desde 1685 y su nombre se ha inmortalizado por su gran descubrimiento de la propagación de la luz , que publicó en cuanto llegó á Francia. Hasta entonces se había tenido por instantánea la velocidad de la luz; los antiguos creían que esta velocidad era infinita; y aun Descartes en el siglo XVII así lo juzgaba: pero Bacon fué el primero que enunció la idea de que la luz emplea un tiempo dado para propagarse. Si, por ejemplo, se prende una llama en el terrado del Observatorio, un observador colocado en la colina de Montmartre creerá que la ve en el momento mismo en que se enciende; pero no sucede así, y el astrónomo dinamarqués es el primero que ha demostrado que la luz no se propaga instantánea, sino suce- sivamente. Las observaciones del primer satélite de Júpiter, hechas por Roemer en unión de Cassini, indicaron una desigualdad, que por algún tiempo los dos sábios observadores se hallaban conformes en atribuir á la propagación sucesiva de la luz. Este había construido tablas del movimiento de los satélites, que servían para predecir la vuelta de sus eclipses: fenóme- nos útiles á la navegación. Roemer observó que las épocas en que se observaba realmente, bien el principio, bien el fin de los eclipses, no estaban siempre enteramente conformes con estas tablas: unas veces se adelantaba el fenómeno más que lo que la predicción señalaba , y otras se retrasaba. Además, esta aceleración tiene siempre lugar cuando Júpiter se halla próximo á su oposición; es decir, al mismo lado del Sol que la Tierra, por consiguiente en su posición más cercana á noso- tros. El retraso, por el contrario, se verificaba en las épocas de la conjunción, es decir, cuando Júpiter se halla al otro lado del Sol con respecto á la Tierra, por consiguiente en su posición más distante. Pero estas diverjencias se explican admitiendo que no vemos estos eclipses en el momento mismo en que suceden, sino algún tiempo después: en otros térmi- nos, hay que admitir que el rayo luminoso que nos es enviado por los satélites del astro de Jove no nos llega instantáneamente, sino que tarda cierto tiempo en llegar, tanto mayor cuanto más distantes se hallen estos satélites de nosotros. Cassini, que había dado primero esta explicación, la dese- chó bien pronto; pero Roemer sostuvo su exactitud, y unió de esta manera su nombre á uno de los más grandes descubri- mientos de que puede gloriarse la astronomía moderna. El 22 m de noviembre de 1675, el astrónomo dió parte de su explica- ción á la Academia de Ciencias. En el dia, el nombre de Roemer va unido ínmorlalmente al nombre mismo de la luz, y la importancia de su descubri- miento ha aumentado de una á otra época. En su tiempo ape- nas se hablaba de ello. Es curiosa observación, que él mismo descuidó de aplicar á la teoría de los otros tres satélites de Júpiter su explicación relativa al primero, y dejó subsistir la objeción de Cassini, que se fundaba en la irregularidad del movimiento de estos tres satélites. Además, no trató de llegar á un gran rigor en la valuación de esta velocidad, y se detuvo en valuaciones aproximadas. Fijaba en catorce minutos y diez segundos el tiempo que la luz emplea en salvar el intervalo que separa el Sol de la Tierra. Huygens cree que es veintidós minutos para el diámetro y once para el radio. Du Hamel dice casi media hora para este mismo diámetro. Se sabe que en realidad el tiempo empleado por la luz para llegar á nosotros desde el Sol, es ocho minutos y diez y ocho segundos. Una invención digna de figurar al lado del descubrimiento anterior en los anales de la astronomía práctica, es la del anteojo meridiano, de que antes hemos hablado. Al astrónomo dinamarqués se debe este instrumento, que es hoy el primero del arsenal astronómico. Igualmente se le debe un ingenioso micrómetro, de cuya invención participa con su antiguo é íntimo amigo. Verdad es que La Hire, su sucesor en el Obser- vatorio, desprecia su mérito, y declara formalmente que «el mejor de los micrómetros es el de Picard, porque tiene su bastidor movible y sobre un resorte muy fuerte que le em- puja siempre contra la punta del tornillo, que sirve para adelantar ó retirar el bastidor, y al mismo tiempo el hilo que lleva;» pero La Hire no deja perder ninguna ocasión de reba- jar la gloria de Roemer, por lo cual algunas veces hay que desconfiar de los dichos de los sucesores aun entre los mismos astrónomos. La revocación del edicto de Nantes privó á la Francia de este astrónomo, como la había privado de Huygens y de tantos otros hombres laboriosos. El rey de Dinamarca, Federico III, le recibió con gran favor, confiriéndole el título de profesor 324 real. Además de dejarle en el Observatorio de Copenhague, fue nombrado consejero de Estado y primer magistrado. Así es que los países vecinos se aprovecharon de la debilidad de un rey que ya era viejo. Me haré cargo aquí no obstante de una duda: la última observación de Roemer en Francia es de 1681, y la revoca- ción del edicto de Enrique IV es solo de octubre de 1683, por consiguiente me parece que el astrónomo debió entrar en su país antes de dicha revocación y de las vejaciones que la precedieron. Con motivo de los cargos de que el gobierno dinamar- qués invistió al astrónomo, hace Condorcet una reflexión que merece referirse. Federico felizmente era superior á la preocupación tan común en las cortes, de que los sabios son incapaces de de- sempeñar cargos de la administración; como si la costumbre de buscar la verdad no pudiese seguir la rutina que se ad- quiere en los empleos subalternos. No obstante, si se confunde el espíritu de intriga con el de negocios, y el arte de engañar ú oprimir á los hombres con el de gobernarlos, hay razón para creer que los sábios no son propios para ello, y que un alma que por espacio de mucho tiempo se ha alimentado con el amor de la verdad y la gloria, apénas puede sentir la necesi- dad, ni adquirir la costumbre de la mezcla de falsedad y de bajeza, que se adornan con el nombre de habilidad. No debe olvidarse que á la influencia de Roemer se debe la introducción del calendario gregoriano en Dinamarca, el mismo año en que ocurrió la muerte de este astrónomo. Por un alarde de dogmatismo que no se explica en nuestros dias, los protestantes rechazaron por espacio de mucho tiempo la corrección hecha en el calendario, por razón de que el autor de esta corrección era un Papa. Y en nuestros dias aún se pre- gunta, por qué la Rusia se obstina en conservar doce dias de retraso sobre el resto de Europa. A no ser testigos de las ins- tituciones modernas adoptadas en el centro de esta nación, nos veríamos autorizados para creer que estos doce dias indican un retraso infinitamente mayor en su marcha hacia el progreso. 525 Volviendo á Roemer, diremos que en 1695 este sabio pre- sentaba, según el uso establecido, el almanaque del año al rey Cristian. Tuvo con este príncipe una larga conversación acerca de la naturaleza y la constitución de los calendarios juliano y gregoriano: y cuando en 1696 Roemer vino de nue- vo á presentar el anuario, el rey se encargó de hacerle en su propio nombre, pero con el consentimiento tácito del goberna- dor dinamarqués, proposiciones para la corle de Suecia. Sa- bido es que, en general, los protestantes estaban descontentos de la reforma, y que la diferencia de ambos usos era un origen de dificultades que siempre se reproducían. Roemer envió por consiguiente una nota al comisionado Luxdorph para exponerle que Dinamarca estaba dispuesta á recibir el calendario gregoriano, y para inducirle á sondear las dis- posiciones del gobierno sueco. El enviado respondió que ha- bía hecho ya esfuerzos inútiles, y que para obtener mayor éxito convendría que Roemer se dirigiese al profesor de ma- temáticas de Upsal, Andrés Spola. Efectivamente, se le autorizó á entrar en negociaciones sobre este asunto con los profeso- res de matemáticas del país, que habían conservado el calen- dario juliano. Roemer publicó una Memoria, en la cual demostraba que la reforma se había hecho necesaria, y que era indispensable ponerse de acuerdo para adoptar un solo calendario. El lla- mado Spola propuso un tercero; pero esto no era simplificar las cosas. Por último, el rey de Dinamarca mandó que en 1710 no tuviese el mes de febrero más que 18 dias, al cabo de los cuales se pasase al l.° de marzo, y que fuese la Pascua el 11 de abril. Esto es lo que ha hecho Roemer en pró de ¡a astronomía, y muchos hubo más agasajados que él en Francia, que no han hecho tanto en favor de ella. (Se continuará.) CIENCIAS FISICAS. QUIMICA INDUSTRIAL. Esposicion universal de 1862. — Informe sobre los productos químicos industriales [Clase II, Sección A), por Mr. A. W. Hofmann, presidente de la Sociedad química de Londres . FÓSFORO. Después de haber demostrado que el fósforo es una de las sustancias más esparcidas en los tres reinos de la naturaleza (animal, mineral y vejetal), el autor bosqueja rápidamente la historia de esta sustancia desde la época (1669) en que Brandt, alquimista de Hamburgo, hizo accidentalmente su descubrimiento, destilando la orina con carbón en polvo. De- muestra que desde esta época ha sido objeto el fósforo de incesantes investigaciones por parle de los sábios, que se han dedicado á estudiar su naturaleza, sus propiedades, orígenes y procedimientos de preparación. El éxito ha coronado sus esfuerzos, y el magnífico descubrimiento hecho en nuestra época, de la aplicación y manera de utilizar esta sustancia para obtener según se desee, y especialmente por frotación, fuego y luz, no ha contribuido poco á dar un gran impulso á su fabricación, que en efecto, en estos últimos años se ha generalizado tanto, que con razón puede colocarse entre las más importantes. 527 Exactamente un siglo después del descubrimiento del fósforo, Gahn demostró en 1779, que este elemento era uno de los principios constitutivos de los huesos. Seis años des- pués, Scheele aprovechó esta observación para fundar en ella el siguiente procedimiento para prepararlo. Después de haber calcinado hasta el rojo blanco los huesos, los disolvió en ácido nítrico diluido, poniéndolos para ello en el líquido por espacio de algunos dias, y de la disolución obtenida de esta manera precipitó la cal añadiendo ácido sulfúrico; en seguida evaporó el líquido filtrado, y quitando cuidadosamente una nueva can- tidad de sulfato de cal que se depositaba durante esta evapo- ración, obtuvo por último un líquido siruposo, que mezclado con carbón en polvo y sometido á la destilación ígnea, pro- ducía fósforo libre. Este procedimiento, publicado por primera vez en 1775 en la Gaceta sanitaria de Bouillon, fué simplificado después por Nicolás y Pelletier (1), que descompusieron directamente con ácido sulfúrico diluido, los huesos calcinados y pulveriza- dos. Las cantidades de fósforo preparadas por este procedi- miento eran poco considerables, y un gran número de quí- micos franceses y alemanes, como por ejemplo Chaptal, Crell, Richler y otros, hicieron esfuerzos para hallar procedimientos más económicos de preparación; pero todos estos métodos se parecían en principio al de Nicolás y Pelletier, diferencián- dose solo por las proporciones de los huesos y de ácido sulfú- rico empleadas. Por último, Fourcroy y Vauquelin (2) determinaron las proporciones exactas de ácido sulfúrico indispensables para la descomposición completa del fosfato de cal de los huesos, y pudieron, por consiguiente, indicar el procedimiento más ven- tajoso para la fabricación del fósforo. Después varios químicos han indicado otros métodos; principalmente Berzelius (1) y (1) Nicolás y Pelletier, Journal de physique, XI y XXVIlh (2) Fourcroy y Vauquelin, Journal de pharmacie , 1, n.° 9. (3) Berzelius, Journal Chim. Phys. III, 30. 328 Woehler (1); pero aunque se fundan en reacciones químicas muy sencillas, todos ban ofrecido diíicullades prácticas, que impiden que se adopten en la fabricación industrial FABRICACION MODERNA Y APLICACIONES DEL FOSFORO. Procedimiento de Nicolás y Pellelier. Hasta hoy la ex- periencia ha demostrado la superioridad de este procedi- miento, que continua empleándose, salvo algunas lijeras mo- dificaciones indicadas por recientes descubrimientos. Consiste en principio en la reducción del fosfato monocálcico por el carbono. Estando formados esencialmente los huesos calcina- dos que constituyen la materia primera de la fabricación del fósforo, por el fosfato tricálcico, es necesario empezar por con- vertir este fosfato neutro en sal acida, lo cual se efectúa por medio del ácido sulfúrico, que separa de la cal al fosfato tri- cálcico. Suponiendo que el producto de la calcinación de los hue- sos se halle únicamente formado por fosfato tricálcico, la reac- ción puede representarse de la manera siguiente: Ca3 PO4 + H2 SO4 = Ca H2 PO4 + Ca9 SO4. Calentada la disolución de fosfato monocálcico, concen- trada hasta la consistencia de jarabe, eliminada la pequeña cantidad de fosfato tricálcico que se separa, y calcinado el residuo al rojo, se desprende el agua básica del fosfato ácido de cal, y queda un residuo de melafosfato de calcio (fosfato monocálcico). Esta sal se mezcla con carbón vegetal, y lodo ello se calienta á una temperatura muy elevada, en cuyo caso se produce fósforo á consecuencia de la reducción por el car- bón de una cantidad de fósforo tal, que se reproduce fosfato (4) Woehler, Poggcnd. Ann. Phys ;. X Vil , 178. 529 tricálcico; es decir, absolutamente el mismo compuesto que ha servido de punto de partida á las reacciones sucesivas. 3 Ca PO3 + C3 = Ca3 PO4 + 5 CO + P\ ~ Los detalles relativos á las diferentes operaciones indica- das aquí varían hasta cierto punto, según las condiciones industriales particulares de cada fábrica; pero en cuanto á las bases fundamentales de la operación, la fabricación del fósforo puede resumirse en cuatro fases, que son: 1. ° Calcinación de los huesos. 2. ° Descomposición, por el ácido sulfúrico, de las cenizas pulverizadas de los huesos que resultan de la calcinación, y mezcla de la disolución concentrada con carbón vegetal (pre- paración de la masa). 3. ° Destilación del fósforo en los hornos de galera. 4. ° Purificación, almacenado y empaquetado del fósforo. Según el cálculo, el producto dado por este método debía subir á 11 por 100 del peso de los huesos calcinados, y en efecto se obtiene cuando las operaciones se ejecutan con mu- cho cuidado; pero por otra parte los gastos de la destilación, comprendiendo en ellos el gran consumo de combustible y las pérdidas que resultan de las frecuentes roturas de las retortas de barro, suben á más de la mitad del gasto total. Aunque estos inconvenientes hayan constantemente exci- tado la atención y el cuidado de los fabricantes, ha sido im- posible remediarlos. Los progresos en la fabricación que se han realizado en estos últimos 20 años, casi se han limitado á perfeccionar los procedimientos de purificación. Por otra parte, los fabricantes han procurado, por el uso racional de los productos secundarios, disminuir las pérdidas inevitables que lleva consigo la fabricación. En contra de lo que en otro tiempo sucedía, han tenido cuidado en nuestros dias, no solo de recojer todos los productos utilizables que se pueden sacar de la primera materia, sino también de pre- parar por sí mismos los reactivos necesarios para sacar de ellos el fósforo. La operación generalmente se conduce del siguiente modo. TOMO XV. 34 530 Se privan primero ios huesos frescos de la materia grasa, hirviéndolos con agua, y quilando ó decantando el líquido graso que sobrenade. Después de desgrasados los huesos se tratan de cualquiera de los dos modos siguientes: unas veces se extrae la materia gelatinosa por medio del vapor recalen- tado, y la sustancia férrea insoluble que resulta como residuo, después de secada y calcinada se emplea en la fabricación del fósforo; otras veces se tratan y se apuran los huesos por medio del ácido clorhídrico dilatado y frió. La suslaucia car- tilaginosa que no se disuelve en estas condiciones, se utiliza para la preparación de la gelatina. La disolución clorhídrica acida de los huesos se precipita á su vez con una lechada de cal, ó mejor con carbonato de amoniaco no purificado. El fos- fato tricálcico obtenido de esta manera, después de haberle calcinado hasta el rojo, queda dispuesto para emplearse en la preparación del fósforo. Otra manera de operar consiste en someter los huesos frescos á la destilación seca, con lo que resultan sales amo- niacales y negro animal, que se utiliza primero en fabricas de refinar azúcar, y que en seguida se vuelve á las de fósforo cuando ha perdido su actividad. Procedimienlo de Mr . Cary-Mantrand. Exponiendo una mezcla de huesos calcinados y de carbón vejetal, hasta la temperatura del rojo, á la acción de una corriente de ácido clorhídrico gaseoso, todo el fósforo contenido en los huesos queda libre, según Mr. Cary-Mantrand, y la reacción que se produce se representa por la ecuación: Ca3 PO4 + C4 + 3 HC1 = 3 Ca Cl + 4 CO + H3 + P . Veamos el procedimiento que Mr. Cary-Mantrand ha fun- dado en esta reacción, y por el cual ha obtenido un privilejio en Francia é Inglaterra (1). Los huesos enteros y calcinados hasta el blanco se tratan (1) Cary-Mantrand. — Cometes rendus, 1854, p. 864, patente núm. 1166, 25 de mayo de 1854. 531 con ácido clorhídrico concentrado, hasta que se convierten en una especie de pasta, la cual se mezcla en seguida con sufi- ciente cantidad de carbón vejetal pulverizado, hasta que se apodere del oxígeno del ácido fosfórico y forme óxido de car- bono. Se evapora la mezcla hasta sequedad, y se introduce en retortas de barro refractario, cubiertas por la parte inferior de un barniz, y colocadas horizontaimenle en un horno de reverbero. Las retortas se llenan hasta las tres cuartas partes y sus dos extremos abiertos se ponen en comunicación, el primero con un aparato que desprenda ácido clohíd rico, y el segundo con una alargadera de cobre que se sumerja en un recipiente en que haya agua. En cuanto la temperatura es su- ficientemente elevada, se hace pasar la corriente de ácido clorhídrico, y se forma cloruro de cálcio y ácido fosfórico re- ducido por el carbón; desprendiéndose vapores de fósforo y de óxido de carbono. Los primeros se condensan en el agua del depósito, que absorbe al mismo tiempo el exceso de ácido clorhídrico gaseoso, y cuando ya no se desprende más óxido de carbono, queda terminada la operación. Lo que queda en las retortas se compone de carbón y de cloruro de cálcio, que puede descomponerse por el ácido sulfúrico, á fin de dejar libre el ácido clorhídrico, que en esle caso servirá para la operación siguiente. En cuanto al agua del depósito que queda ácida por el ácido clorhídrico en exceso, sirve para desagre- gar una nueva cantidad de huesos calcinados. Según Mr. Carv-Mantrand, pueden también emplearse los huesos calcinados en polvo, con los cuales se mezcla carbón pulverizado, exponiéndolos después directamente á la acción del gas clorhídrico; pero ejecutando el procedimiento indi- cado, es más económico utilizar la disolución procedente de la condensación del gas clorhídrico en el agua del depósito, y economizar por consiguiente los gastos de pulverización de los huesos calcinados. Procedimiento de Mr, Hugo - Fleck (1). El método pro- (1) Elugo-FIeck. Verbesserler Verfahren der Phosphorfabrication. Leipzig, 1855. 532 puesto por Mr. Fleek, que dió á conocer en una Memoria pu- blicada el año 1856, está fundado por una parte en la solubi- lidad del fosfato tricálcico en el ácico clorhídrico, y por otra parte en la posibilidad de separarle de esta disolución ácida en forma de fosfato ácido de cal. Por este método, 100 libras de huesos frescos suministran de 6 á 7 libras de fósforo y de 10 á 20 libras de gelatina, mientras que el procedimiento ordinario no da más que de 4 á 5 libras de fósforo. Se ponen en maceracion huesos convenientemente limpios, machacados, y privados en lo posible de los cuerpos grasos con ácido clorhídrico dilatado, de manera que se produzca cloruro de cálcio y fosfato ácido de cal (CaO. 2HO. PhOB). Se continúa la maceracion hasta separar en lo posible toda la sal térrea, para que quede solo el cartílago. Se lava el residuo con agua, se echa en agua de cal y se lava de nuevo, pu- diendo emplearse ya para la fabricación de la gelatina, que se obtiene así muy pura y muy clara. Se evapora el líquido, que contiene el cloruro de cálcio y el fosfato ácido de cal. La operación se practica en vasos de barro vidriados, porque los vasos metálicos no ofrecen una resistencia suficiente á la acción del líquido ácido. Se calientan los vasos evaporatorios con el calor del horno de fósforo, y se continúa la evaporación hasta que el líquido marque 38°Beau- mé. Se apartan entonces del fuego, dejándolos enfriar; bien pronto el bifosfalo de cal se deposita en hermosos cristales, y se obtiene una nueva cantidad evaporando el agua madre y dejándola enfriar. El ácido fosfórico que contiene todavía el agua madre de la segunda cristalización, se obtiene saturán- dole con una lechada de cal, de modo que se precipite el fos- fato neutro, que se trata en seguida con ácido clorhídrico, al mismo tiempo que los residuos de las retortas. Se priva de su agua madre el fosfato de cal, que á causa de su solubilidad no puede lavarse, bien apretándole entre lienzos, bien colo- cándole en placas porosas, bajo las cuales se produce un va- cío imperfecto, de manera que la presión atmosférica obliga al agua madre á pasar al través de la placa, y queda por últi- mo la sal en forma de una masa anacarada, que cruje entre 533 Jos dedos: se calienta y se mezcla con la cuarta parle de su peso de carbón en polvo, se pasa por un tamiz, y se introduce en retortas. Para las retortas recomienda el autor cilindros de arci- lla, que se colocan lo mismo que las retortas de las fábricas de gases, poniendo cinco en cada horno. Los tubos de cinco retortas de cada batería terminan en un recipiente común que tiene la forma de una mufla, y está colocado en un con- ducto por el cual pase una corriente de agua. El primer reci- piente comunica con otro dispuesto de la misma manera, y como combustible se emplea el cok ó la hulla. Si no se ha privado al bifosfalo de cal de su agua madre, como esta con- tiene cloruro de cálcio, produce durante la calcinación ácido clorhídrico y se obtiene un producto menor en fósforo. La mezcla de fosfato de cal y de carbón que queda en las retor- tas, se quema y reduce á cenizas sobre placas de hierro, que se unen al fósforo y se calientan con su llama. El fosfato que de esta manera se obtiene como residuo, se mezcla con el que se produce por la neutralización del agua madre, y se trata todo con ácido clorhídrico. De esta manera se obtiene nuevo cloruro de cálcio y fosfato ácido de cal: se separa este último y se emplea en la fabricación del fósforo, con lo cual se saca de los huesos todo el fósforo que contienen, á excep- ción de las pérdidas inevitables. El cartílago separado de los huesos por la acción del ácido clorhídrico, como se ha dicho antes, se cubre de agua, y se expone á una corriente de vapor hasta que la disolución cons- tituya una jalea concentrada; se echa después en moldes, y se deja enfriar y solidificar: el fosfato de cal que queda en las membranas da á la gelatina un aspecto lechoso, que se suele aumentar añadiéndola albavalde, y que se vende después con el nombre de gelatina privilegiada. Las objeciones contra el uso de la gelatina de los huesos obtenida por los ácidos, pro- vienen de que se emplean ácidos muy concentrados. Valién- dose de ácido muriático á T Beaumé y de un calor moderado, y neutralizándolo en seguida con agua de cal (y no con le- chada de cal), no se verifica descomposición de los tejidos animales, ni disminución en el producto total. Hirviéndolo 534 por mucho más tiempo, se producen mayores males, recono- ciéndose ahora que el tratamiento por el vapor es preferible para la producción de la gelatina. Purificación del fósforo. Para quitar al fósforo bruto sus impurezas (óxidos de fósforo, fósforo rojo amorfo, etc.), se operaba antes, bien por filtración mecánica, ó por presiona través de una piel, ó por una nueva destilación; pero estos tres métodos ofrecían inconvenientes, que han sido causa de que en el dia la mayor parte de las fábricas empleen el pro- cedimiento indicado por Mr. Woehler. Este procedimiento, que tiene la ventaja de ser económico, consiste en añadir al fós- foro bruto fundido, una mezcla de bicromato de potasa y ácido sulfúrico. El fósforo rojo parece oxidarse el primero, las impurezas suben á la superficie en forma de espuma, y el fósforo puro, perfectamente incoloro y trasparente, queda en el fondo del vaso. El mismo químico, cita también el método de purificación de Reich, que consiste en hervir fósforo en bruto con una disolución de potasa ó de sosa caustica; pero parece que no se ha adoptado en la práctica, aunque se le consideraba á propósito para dar un producto muy puro. Modo de moldear, empaquetar y almacenar el fósforo . El método primitivo de moldear el fósforo, que era tan peligroso y consistía en aspirar con la boca el fósforo líquido por medio de tubos de vidrio, se ha reemplazado completamente con el ingenioso aparato inventado por Mr. Seuberl (1). Sin embargo, algunos fabricantes prescinden de la operación larga y fasti- diosa de reducir el fósforo á barritas, y le introducen en el comercio en tortas de la forma de las vasijas en que se despa- cha, llenándolas lo más posible. Este método disminuye los gastos de empaquetado y trasporte. Mr. Hoffmann dice algo sobre las precauciones especiales que exijen la manera de empaquetar y almacenar el fósforo en razón de su gran inflamabilidad, y de la influencia deterio- rante que ejerce sobre él la luz. Añade que Mr. C. Kessler propone empaquetarle en barriles ó toneles de madera llenos (1) Seubert, Ann. Chim. Phys. XLIX, 346. 535 de agua (echando en ella un poco de alcohol, para impedir la congelación durante los fríos del invierno), cubriéndolos en seguida con pez, y envolviéndolos con paja uniformemente, y por último con una lela ordinaria. De este modo pueden trasportarse 150 ó 200 kilógr. de fósforo con seguridad y economía. Desarrollo de la fabricación del fósforo. La industria de las pajuelas químicas es la que absorbe más fósforo, y tiene más importancia en el continente (sobre todo en Alemania) que en Inglaterra (1). Puede formarse una idea de la impor- tancia de esta fabricación, examinando la fábrica de MM. Coig- net de Lyon, que no produce ménos de 7.000 kilog. de fósforo cada mes. Una de las fábricas más importantes es la de MM. Albright y Wilson, en Oldbury. El precio del fósforo es, sin embargo, muy bajo. Desde diez ducados y medio la onza que tenia en 1730, bajó en 1838 a 25 fr. el kilóg., y en el dia cuesta á 5 fr. 50 el kilogramo. FÓSFORO AMORFO. Historia del orijen del fósforo amorfo . Al ilustre Berze- lius se deben las primeras indicaciones sobre esta importante modificación del fósforo: él fué quien primero observó que el fósforo común, bajo la influencia de la luz coloreada, adquiere un viso rojo, y pierde al mismo tiempo la propiedad de fosfo- rescer en la oscuridad, sin que su peso se altere. Posterior- mente en 1844, Mr. Emilio Kopp (2), preparando el éter yodhí- drico por el tratamiento del alcohol por medio del yodo y del fósforo, observó la modificación roja del fósforo, describiéndole como amorfo, insípido é inodoro, muy poco oxidable á la temperatura común y aun al calor del baño de maría, y que podía nuevamente pasar al estado de fósforo común por la (1) Véase Bulletin de la Soc . de encour., 2.a série, t. IX, 1862, p. 50. (2) Kopp (E.), Comples rendus, XVIII, 871. 536 destilación seca. Estos resultados fueron confirmados por Ber- zelius (1) y Marchand (2). Para esta parte de la historia, se refiere Mr. Hoffmann á una Memoria de Mr. Nicklés ( Journal de pharmacie et de Chi- me, 1862, p. 389), como también á un trabajo publicado en 1848 por el profesor Mr. Schroelter en los Anuales de Poggendorf (L. XXXI, p. 276); pero debe observarse que cuando este último anunció la curiosa modificación del fós- foro, habia sido ya anteriormente indicada por Mr. Kopp, en una época en que, por decirlo así, pasó desapercibida, por hallarse referida en una memoria que versaba sobre un asunto en apariencia enteramente diverso. En esta época Mr. Schroelter dió á conocer que el fósforo rojo podía pre- pararse con el fósforo común, no solo por la acción de la luz, sino con más rapidez exponiendo este por espacio de cuarenta ó cincuenta horas, en una atmósfera privada de oxíjeno, á una temperatura próxima á su punto de ebullición. Propiedades químicas . Las propiedades químicas del fós- foro rojo amorfo difieren tanto de las del fósforo común, que le dan el aspecto de una sustancia enteramente diversa. Ge- neralmente el fósforo rojo se halla en forma de pedazos irre- gulares, quebradizos, con fractura concoidea, y que presentan todos los matices, desde el rojo del carmín hasta el rojo pardo oscuro; no se inflama por su exposición al aire, ni por fric- ción, ni por percusión; no luce en la oscuridad, y es conside- rado como inalterable al aire á la temperatura ordinaria (3). (1) Berzelius, Rapport annuel, 1846, p. 435. (2) Marchand, Journal für praktrische Chemie, 1844, XXXI11, 182. (3) Según las observaciones de Personne (Comptes rendus, XLV, 113), el fósforo amorfo se oxida lentamente por su exposición al aire, produciendo un líquido ácido, que contiene ácidos fosfórico y fosforoso, cuya oxidación parece favorecerse por la presencia de la humedad. Otras observaciones semejantes se han publicado por el Dr. Jorge Wilson, ya difunto. ( Pharm . Journ ., 1858, XVII, 410.) Los experimentos hechos por el informante sobre el fósforo amorfo del comercio, le han permitido comprobar la veracidad de estos hechos. 537 Puede machacarse con oirás sustancias, tales, por ejemplo, como el nitro, el azúcar, etc. , sin producir detonación. No se inflama por sí solo al aire sin adquirir la temperatura de 240“ C. Además es muy poco soluble en los disolventes del fósforo común, tales como por ejemplo el sulfuro de carbono, el aceite de esquisto, el petróleo, etc.; y por último, no posee la volatilidad del fósforo común. Mr. Hoffmann observa, que á estas propiedades debe el ser inofensivo, y que su descubrimiento se ha acojido con el mayor interés por los que, como los fabricantes de pajuelas químicas, emplean el fósforo común, y exponen sin cesar sus obreros á las influencias tóxicas de este último, que orijina la terrible enfermedad del hueso de la mandíbula inferior, cono- cida con el nombre de fosfonecrosis. Fabricación y purificación del fósforo amorfo. El infor- mante atribuye el mérito del establecimiento de la fabricación del fósforo amorfo á Mr. A. Albright, de Birmingham, que al pedir el privilejio en 1851, describió completamente el apa- rato empleado ahora para esta trasformacion. El procedi- miento de Mr. Albright consiste en colocar el fósforo en una caldera á propósito, y elevar la temperatura á 240° centígra- dos, manteniéndola constante por espacio de 8 á 10 dias. El fósforo (pie resulta se pulveriza en agua, y se coloca sobre un filtro, echando encima bisulfuro de carbono en cantidad que cubra constantemente el fósforo, hasta que pase el líquido sin contener nada de fósforo ordinario; el restante se calienta en ácido carbónico para quitarle el olor del bisulfuro, y des- pués de seco, está preparado (1). Se han propuesto diferentes procedimientos para purificar el fósforo amorfo, es decir, para privarle de la pequeña can- tidad de fósforo común que contiene todavía después de una primera preparación. El que se empleó primero es el que se (1) Pueden verse más detalles de esta fabricación en el Bulle - tin de la Société d'cncouragement, 2.a serie, L VII, p. 5G0. Puede igualmente consultarse el Dinglers Polylechn Journ ., CXX1V, 271, y Rictiardson y Watts, Tecnología química, t. I, part. 4. 538 acaba de describir, que consiste en la filtración del fósforo rojo en bruto con bisulfuro de carbono: pero este medio ofrece bastante peligro, á causa de la gran masa de líquido tan emi- nentemente inflamable que se necesitaba emplear (1). Para obviar este grave inconveniente, propone Mr. Nicklés (2) simplemente humedecer el fósforo amorfo con bisulfuro de carbono, y dilatar en seguida lodo en un líquido de una den- sidad menor que la del fósforo amorfo (2,106), pero mayor que la de una disolución de fósforo común (1,83) en el bisul- furo de carbono. Una disolución de cloruro de calcio de 1,26 á 1,38, cuyo peso específico es 30 á 40° B., llena perfecta- mente este objeto. Calentando la mezcla, el bisulfuro de car- bono cargado de fósforo común sube á la superficie del lí- quido, y puede separarse con facilidad. Mr. Coignet (3) en 1859, ha dado á conocer que sometía el fósforo rojo en bruto á la acción de una disolución de sosa cáustica hirviendo, que disuelve el fósforo común , convir- liéndole en hipofosfilo de sodio soluble, con desprendimiento de gas hidrógeno fosforado; y cuando ha cesado este des^ prendimiento, se lava con agua el residuo pulverizado, y se seca. Uso y 'precio del fósforo amorfo. La sustitución del fósforo amorfo al fósforo común, ha tenido y tiene aún que luchar con dificultades imprevistas. MM. Albright y Wilson informaron al Jurado, que desde hace 11 años que emprendieron la fabricación, no han podido producir más que 5 toneladas de fósforo amorfo. Por el con- trario, MM. Coignet producen mucho más, y dicen que uno solo de sus aparatos, puede trasformar á la vez varios quin- tales de fósforo común. (1) Mr. E. Kopp añade, que el bisulfuro de carbono cargado de fósforo, se hace algunas veces espontáneamente inflamable al aire. (2) Nicklés, Journ, pharm. (3), XXIX, 334. (3) Coignet, Précis de Chimie industrielle de Payen, 11, 551. 539 El precio es en Inglaterra el de 5 fr. la libra (ó sea algo más de 11 fr. el kilóg.) FABRICACION DE PAJUELAS QUÍMICAS- Parte histórica anterior á 1855, y progresos que desde esta época se han realizado . Para todos los detalles históricos remite el autor al informe sobre la exposición de 1851 (1), como tam- bién al trabajo del profesor Mr. Slass, que figura en el infor- me oíicial de la exposición de 1855 (2). Observa la inmensa extensión que ha adquirido la fabricación de las pajuelas quí- micas preparadas con el fósforo común, é indica que los fabri- cantes austríacos se distinguen de los demás por la excelencia y elegancia de forma de sus productos. La prontitud con que se inflaman sus cerillas, su combustión regular, la falla de detonaciones, de proyecciones de materias inflamadas, y del olor tan desagradable del ácido sulfuroso, las hacen conside- rar con justa razón, como las más cómodas y perfectas entre todas las que se usan. Se sabe que la composición de las pajuelas químicas no es la misma en todos los países, y que la preparación de la pasta varía con la naturaleza del clima. Por ejemplo, en Inglaterra contiene una gran porción de clorato de po- tasa, que da lugar á proyecciones de materias inflamadas» mientras que contiene poco fósforo, á causa de la humedad que reina de una manera casi permanente, cuya humedad es la que obliga á introducir en la mezcla ciertas sustancias destinadas á darla más consistencia, y á impedir que se des- prenda. (1) Informe de los jurados. Informe sobre la clase XXIX; fa- bricaciones diversas, por W. de la Rué y A. W. Hoffmann. Y. Pajuelas químicas, p. 632. (2) Informe del Jurado internacional, I, 507. 540 Las proporciones generalmente usadas son las siguientes: Agua 4 partes en peso. Cola. . 2 Fósforo r/2 á 2 Clorato de potasa 4á5 Polvo de vidrio 3 á 4 En general se proscribe en Alemania el clorato de potasa, pero es mucho mayor la proporción del fósforo, lo cual obliga a tener las cerillas resguardadas del contacto del aire. Una de las mezclas indicadas por Mr. Boltger es la siguiente: Fósforo Nitrato de potasa Cola fina Ocre rojo Esmalte 4 partes en peso. 10 0 5 2 Una de las particularidades de la fabricación alemana, consiste en la preparación de los pequeños cilindros de ma- dera que forman las pajuelas, y á este resultado se llega por medio de las placas de acero con cierto número de agujeros de bordes cortantes, que sirven de hileras, y al través de las cuales se hacen pasar los pedazos de madera. Para las cerillas de fósforo amorfo, de que es inventor Mr. Lundstrom, emplea la composición siguiente en la fábri- ca de Joukoping, en Suecia. | Clorato de potasa 6 partes. Pasta de las cerillas.. Sulfuro de antimonio 2 á 3 ( Cola 1 Vasta del frotador, pre- parado antes con una capa de arena esten- dija con cola /Fósforo amorfo ) Sulfuro de antimonio ó peró- I xido de manganeso ^Cola. 10 partes. 8 3 á 6 Quizá no existe industria cuyos elementos estadísticos produzcan cifras tan extraordinarias como las de la fabricación de los fósforos. En Inglaterra en donde esta industria no tiene la importancia que ha adquirido en otros países: la única fá- brica de MM. Dixon, que es la de Newton-Heath, emplea más de 400 personas, cuyas tres cuartas partes trabajan en los ta- lleres. Hay siempre provisión de maderas por un valor de 200 á 250.000 francos. Cada semana se consume 1 tonelada de azufre, y por año 12 de cola y de 4 á 5 toneladas de clorato de potasa. Todas las semanas se fabrican lo ménos 43.000.000 de cerillas, ó sea cada año un total de 2.236.000.000. En Londres hay sierras mecánicas, que trabajan especialmente para preparar la madera en pajuelas, y algunas en solo un año corlan más de 400 gruesas piezas de madera. Cada semana se producen de 12 á 15.000 gruesas de cajas, lo que indica solo para Londres un producto anual de cerca de 5.000.000.000 de cerillas. Una libra de fósforo (0k, 453) es suficiente para 1.000.000 de cerillas alemanas, y para 600.000 cerillas inglesas. El con- sumo anual del clorato de potasa en Inglaterra sube á 26 to- neladas de 1.015 kilog.; el del fósforo es de 6 toneladas, que al precio de 3fr,12 la libra (ó sean 6fr,90 el kilog.), represen- tan un valor de más de 42.000 fr. Además do la fabricación indígena, se trae «una gran cantidad de pajuelas extranjeras; así es que en 1854, la ciudad de Hamburgo importaba ya por sí sola más de 500.000 fr. En el dia un solo comerciante de Londres compra lodos los años en el extranjero más de media tonelada de cajas; y la Suecia produce por lo mé- nos 1.500 toneladas en cada año. Se ha calculado que la importación total hecha en el Reino Unido, podía represen- tarse por una cifra diaria de 200 millones de pajuelas, lo cual da en cada año un valor de U/a millones de francos. El consumo en cada dia es de 250 millones de cerillas, ó sea más de 8 cerillas por cabeza, y en Bélgica 9. También en Francia es bastante importante la fabricación. Solo París emplea 1 millar de obreros en producir cada año más de 1.000 millones de cajas, que valen 180.000 fr. En Suecia apénas hay más que 6 fábricas, una de las cuales 542 tenia en 1848, 400 operarios, que fabricaban de 8 á 10 millones de pajuelas cada dia. Donde más desarrollo ha tomado esta industria, es en Austria. Así es que la fábrica de Mr. Pollak en Yiena y la de Mr. Furlh en Bohemia, consumen anualmente cerca de 20 toneladas de fósforo, y no emplean ménos de 6.000 obreros. Como 1 libra de fósforo basta para más de 1 millón de pajuelas, se deduce que los dos fabricantes producen la inau- dita cifra de 45.000.000.000 de ellas. Solo en 1849 han salido del puerto de Trieste más de 200 toneladas, y en este año la producción total para lodo el imperio fué de 2.500 toneladas. No es ménos curioso el precio sumamente reducido á que se ha llegado para las cajas de pajuelas. Mr. Furlh las vende á 0fr,10 la docena, y cada una de ellas contiene 80 fósforos. Pero todavía es más en Prusia, pues Mr. Poter Har- rass de Suhl las vende á 0fr,20 cada ciento, ó sean 2.000 ce- rillas por 5 céntimos de franco. Perfección en los procedimientos. Una perfección impor- tante en la preparación de las cerillas por frotación, consiste en reducir al mínimum la proporción de fósforo que entra en la masa inflamable, á cuyo resultado se llega poniendo la sus- tancia en estado de estremada división. De este modo la fa- bricación se hace más económica, y el olor tan desagradable del fósforo es mucho ménos sensible cuando se encienden las cerillas. Para obtener semejante estado de división , es un buen método el del profesor R. Wagner (1), recomendado hace poco por Mr. G. Walger, y que consiste en preparar la masa inflamable con fósforo disuelto en bisulfuro de carbono. Este método tiene la ventaja, no solo de realizar una división mo- lecular perfecta del fósforo; sino también, lo que es más im- portante, permitir preparar la masa sin emplear el calor. Según las investigaciones á que sobre este asunto se ha dedicado Mr. E. Mack (2), puede decirse que por medio de este sencillo (1) Wagners Jahresber, I, 1855, 503. (2) Mack, Verhandlungen des Vereins filr Naturkunde in Pres- burgf 1858, I, 17. 543 artificio, se llega á reducir la proporción de fósforo á ‘/8oo del que generalmente se emplea. El precio poco elevado á que en el dia se obtiene el bisulfuro de carbono debe favorecer la adopción del método de Mr. AVagner, que nunca se recomen- dará lo bastante á los fabricantes. MM. C. Puscher (1) y Th. Reinsch (2) han propuesto por su parte, sustituir al fósforo puro el sulfuro de fósforo (PS); pero solo la experiencia puede decidir sobre el valor de esta sustitución. Cerillas anhigrométricas. Para garantir antes en lo posi- ble las pajuelas químicas contra la humedad del aire, se las daba, según Preshel, una capa de barniz. Hace poco que Mr. 1. Ginskv (3) ha propuesto, para conseguir el mismo fin, cubrir las cabezas con una capa delgada de sulfuro de plomo, sumerjiéndolas en una disolución dilatada de acetato ó de ni- trato de plomo, y exponiéndolas en estado húmedo á la acción del hidrógeno sulfurado. Esta clase de pajuelas son las que se hallan en el comercio con la denominación impropia de ce- rillas galvánicas ( galvanized lucifers). Cerillas privadas de azufre. Los esfuerzos que se han intentado para evitar en lo posible el uso del azufre, em- pleado hasta ahora para comunicar á la madera la combustión producida por la masa inflamable, constituyen otra fase de progreso en la fabricación. Al principio, se reemplazó el azu- fre por la cera, el ácido esteárico ó la resina en las cerillas más caras; pero posteriormente esta sustitución se ha eslen- dido á las calidades ordinarias, y sobre lodo á las que se fa- brican en Alemania. Cerillas de parafina de Letchford. Las cerillas privilegia- das en Inglaterra con el nombre de Letchford (4), y en las (1) Puscher. Dingl. PolyU Journ. CLV1, 214. Véase también el Bullelin de la Société d’encour., 2.a serie, Vil, 032. (2) Reinsch, Further Gewer bezeitung, 1856, p. 56. (3) Ginsky, Dingl. Polyt. Journ. CLV1, 399. (4) Letchford (R. M.), patente núm. 1338, 29 de mayo de 1861. 544 que las sustancias de que acabamos de hablar se reemplazan por medio de la parafina ó del aceile de parafina, merecen una mención especial. Se distinguen por la regularidad de su combustión y por la facilidad de su venta; pero lo mismo que casi todas las cerillas de madera de fabricación inglesa, care- cen de elegancia en su forma. Precio módico actual de las pajuelas químicas. En estos últimos tiempos ha bajado el precio de las cerillas fosfóricas de una manera extraordinaria. Así es que en Yiena (Austria), por ejemplo, una caja de 50 paquetes (conteniendo cada pa- quete 70 cerillas, ó sea en total 3.500) no cuesta más que 35 kreuzers , es decir, cada 100 de cerillas 1 kreuzer, ó cerca de 1 farlhing (0fr,0242, poco más de 3 maravedís) y son tan bue- nas como las de forma elegante. Fósforo de Bode . Entre las formas tan variadas de ceri- llas que se fabrican con el fósforo común, se han visto en la Exposición caj ¡las porláliles muy elegantes é ingeniosa- mente combinadas, que conlenian yesca química. En estos pe- queños aparatos, procedentes de la fábrica de Mr .F. M. Bode, la composición inflamable, que es la misma que en las cerillas comunes, se halla dividida en granos del tamaño de un grano de mijo, y dispuesto cada uno de ellos de manera que basía una simple frotación para prender el fósforo. Como dichos fósforos no dan llama no pueden servir más que para los fu- madores, para los cuales ofrecen la ventaja de que no se apa- gan aun á pesar del viento y de la lluvia, ventaja que debe favorecer su consumo. inconvenientes que se atribuyen á las pajuelas químicas comunes . Contra el uso del fósforo común para la fabricación de las cerillas, se han suscitado muchas objeciones. Con este motivo, Mr. Hoffmann entra en consideraciones, recordando los muchos casos de incendio (1) y de envenenamiento que (1) Véase en el Bulletin de la Société d'encour., 2.a serie, t. X, p. 145, el informe dirijido al Senado por Mr. Dumas sobre una petición de las compañías de seguros, para que se prohiba la fa- bricación de las pajuelas químicas con pasta de fósforo común. 545 han ocurrido desde que se ha generalizado el uso de las cerillas; y en cuanto á la fabricación, recuerda que el manejo del fósforo es sumamente peligroso para todos los obreros, aun para los que solo están encargados de colocarlos en las cajas. Cerillas de fósforo amorfo ó fósforo rojo. El descubri- miento del fósforo amorfo parece ofrecer un medio fácil de remediar los inconvenientes que resultan de la fabricación y del uso de las cerillas de pasta de fósforo común. Ya en 1850, varios fabricantes habían hecho cerillas, en las que se había sustituido el fósforo amorfo en la pasta al fósforo común; y debe recordarse que MM. Dixon hijo y compañía de Manches- ter (1), habían enviado ejemplares de ella á la exposición uni- versal de 1851: pero acojida con disfavor por el público, no tardó en desaparecer del mercado esta clase de cerillas, á las que se acusaba de no ser fácilmente inflamables, y sobre todo de chispear al encenderse. Cerillas con frotador de fósforo amorfo. Tratando de ob- viar los inconvenientes que se observaban en las nuevas ceri- llas, Mr. Preshel de Yiena, se valió de la idea que Mr. Boelt- ger había emitido en 1848, y que consistía en preparar cerillas de frotación que no ardían más que frotándolas sobre una superficie preparada de una manera especial. En 1854, Mr. Preshel empezó á generalizar las cerillas de esta clase, que no contenían ninguna especie de fósforo, sino que se ha- llaban encerradas en una caja provista exteriormente de fro- tadores preparados con fósforo amorfo. La exposición universal de París, que se verificó el año siguiente, presentaba varios ejemplares, procedentes no solo de su fábrica, sino también de las de Mr. Furth de Schüttenhofen y de Mr. Lundstrom, de Jaenkaeping. Estas cerillas, aunque privadas de todos los in- convenientes que tienen las de fósforo común, no se encienden con tanta facilidad ni seguridad como las demás; su combus- tión es ménos tranquila y más ruidosa; y además, los frotado- (1) Informe de los jurados, p. 45 y 035. TOMO xv. 35 546 res se ponen húmedos, y acaban por perder su actividad antes que se agote la provisión de los fósforos. Así es que el público, acostumbrado á las pajuelas químicas comunes, que tan fácil- mente se encienden sobre una superficie áspera cualquiera, no pudo decidirse á adoptar los nuevos fósforos, y los fabri- cantes de que hemos hablado se vieron obligados, á pesar de toda su habilidad, á renunciar á los perfeccionamientos que habian intentado. Sin embargo, los defectos que se atribuían al nuevo gé- nero de cerillas, no eran bastante grandes para que definiti- vamente se escluyesen, y se debe esperar poder remediar- los perfeccionando á la vez las cerillas y el frotador. Esto es lo que hace cinco años se proponen varios fabricantes franceses, y merced á perseverantes esfuerzos, han llegado á popularizar hasta cierto punto el género de cerillas de que tratamos. Debe contarse entre ellos á MM. Coignet, herma- nos y compañía, de Lyon, que hemos dicho que hacían una importante fabricación de fósforo amorfo, y que preparan por el sistema de Boeltger excelentes cerillas, que se venden con el nombre de cerillas higiénicas de seguridad con fósforo amorfo. Debemos añadir, que en 1855 ya se vendían cerillas de esta clase en cajitas de madera, procedentes de las fábricas de MM. Sebold de Durlach y Rapp de Baden-Baden, haciendo de ellas un gran comercio en Suiza; y que, por último, en In- glaterra MM. Bryani y May (1), han adquirido un privilejio para la fabricación de cerillas según el sistema Boeltger. Cerillas andróginas. Bajo este nombre presentaron MM. De- vil liers y G. Dalemagne (2), en 1859, cerillas de fósforo amorfo , que pueden clasificarse de cierto modo entre las cerillas anteriores de frotador especial y las cerillas químicas (1) May (F.), patente núm. 1854, 15 de agosto de 1855. (2) Devilliers y Dalemagne, Technologiste, diciembre de 1859, p. 140, y Bulletin de la Société d’cncour., 2.a serie, t. V, 502, Vi, 670, y X, 253. 547 comunes. La cerilla andrógina lleva en uno de sus extre- mos, pasta de clorato de potasa sin fósforo, mientras que la otra está barnizada de fósforo amorfo, y representa por con- siguiente el frotador. De aqui se deduce, que para valerse de él se necesita romper la cerilla, reservando la mayor cola en el extremo que lleva el clorato de potasa, y después frotar ambos extremos uno contra otra. Esla variedad de cerillas no figuraba en la exposición de 1862, y parece que no se tomó en consideración. Cerillas instantáneas de Áchleitner. Mr. L. Achleiner, de Salzbourg (Alemania), se ha ocupado también en las cerillas de fósforo amorfo. Las que había expuesto, y que estaban en cajas, presentaban la ingeniosa particularidad de que bastaba sacar bruscamente una cerilla de la caja para que saliese en- cendida, lo cual se debía á un artificio del frotador interior, el cual se compone de un papel barnizado de fósforo amorfo y arrollado en espiral, de modo que las cerillas cojidas en las vueltas, se someten á la frotación en cuanto se separan de su posición. El redactor del informe describe latamente esta invención, que basta simplemente enunciarla para que se comprenda. Porvenir de las cerillas de fósforo amorfo. En el estado actual de la cuestión, cree Mr. Hoffmann que los resultados ya realizados por MM. Coignet, Achleitner y otros, demues- tran la posibilidad del uso del fósforo amorfo, con la condición de favorecer su inflamación por el contacto de materias más ricas en oxígeno que el aire atmosférico, como por ejemplo, con el clorato de potasa, indudablemente no se inflama con facilidad por la acción sola del calor; pero no es esto bastante razón para deducir de aquí, que las cerillas en cuya prepara- ción entre deben encenderse con dificultad, si, como hacen esperar los datos suministrados por el profesor Mr. Schroeller, solo basta proporcionar bien los elementos de la pasta, y sobre todo dar á estas proporciones una uniformidad inva- riable. Cerillas químicas sin fósforo , Al terminar el redactor del informe, cita varios ensayos de fabricación de cerillas, en las que no entra nada de fósforo; entre otras las de MM. Hochs- 548 taelter (1), Luz (2), Canouil (3), Vandaux y Paignon (4), Rim- mer, Gunther, etc. Aunque todavía estos ensayos no hayan sido seguidos de resultados prácticos, apoyándose Mr. Hof- raann en experimentos muy detenidos hechos en este sentido por Mr. Wiederhold (5), hace resaltar toda la importancia de esta cuestión. Efectivamente, la supresión del uso del fósforo hará desaparecer todos los inconvenientes y todos los peligros indicados, al mismo tiempo que permitirá dedicar á la agri- cultura la enorme cantidad de huesos que absorbe la fabrica- ción de un producto tan esparcido como este. (1) Bochslaetten, Genie industriel, marzo, 1857, p. 124. (2) Luz, Wrirtemberg Sewerb, 1858, núm. 53. (3) Canouil, Compt. rend., XLVII, 1268. Génie industriel , 1859, p. 51, y Bull. de la Soc. de encour., 2.a série, t. Y, 518, y VI, 671 , (4) Paignon, Précis de chim. industr. de Payen, t. II, p. 738. (5) Wiederhold. Preparación de cerillas con cloruro de pota- sio é hiposulfito de plomo. DingL Polyt. Journ. CLVI., 221, 268, CLXIII, 203, 269. METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de noviembre de 1865. En dos períodos distintos, de la misma duración casi, pue- de considerarse descompuesta la primera década de este mes: uno poco nuboso, regularmente apacible, fresco, de escarchas frecuentes y algo nebuloso; y otro posterior, encapotado, llu- vioso, revuelto, y aunque no con exceso, más templado que el precedente. En los cuatro primeros dias osciló la columna barométrica entre 710 y 706mm, y alrededor de 700 en los seis restantes. La temperatura máxima ascendió en los cinco primeros dias á 15°, y la mínima descendió hasta 0o; redu- ciéndose notablemente la diferencia de una á otra en lo suce- sivo. Y el viento, del N. E. por lo común, sopló en (oda la década con muy escasa fuerza, excepto en los dias 1, 9 y 10. La segunda década fué generalmente templada, muy nu- bosa, tranquila y húmeda. Llovió, duranle su trascurso, en los dias 11, 14 y 20; lloviznó en otros varios; y por la noche, ó al amanecer, casi siempre se notó la presencia de la niebla, y muy en particular en el dia 19. La presión barométrica se conservó constante y elevada. Y el viento, muy débil, sopló del N. E. al principio, del S. E. más tarde, y del S. y S. O. ai fin. En la tercera década reinó sin interrupción un temporal furioso de lluvias y vientos, estos del S. al O. y de intensidad poco común. Entre dos y tres de la tarde del dia 25 sopló por breves momentos el S. O. como un verdadero liuracan, y cayeron 3 milímetros de agua en otros tantos minutos de tiempo. La atmósfera permaneció en todo este período com- pletamente encapotada; indecisa y baja la presión atmosférica; y tan elevada y constante como en la década anterior la tem- peratura. OTT ADRO OIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO. Am A. máx. A. rain. T 1 m i | T. raáx. T. mín. mm mm mm 0 0 0 1 707,82 709,06 706,67 7,3 13,4 3,0 2 709,01 710,15 707,86 6,7 13,3 0,8 3 707,09 707,56 706,49 7,5 15,6 —0,3 4 707,12 708,32 706,39 7,7 15,0 1,2 5 704,11 706,01 702,58 6,5 13,2 —0,3 6 702,47 703,11 702,12 7,1 9,0 3,2 7 700,98 701,66 699,58 7,1 9,0 5,0 8 701,63 702,63 700,84 5,3 10,6 0,2 9 699,56 701,36 698,34 5,5 6,8 3,0 10 702,76 705,68 699,46 6,7 8,4 3,0 11 708,72 710,43 706,54 9,8 12,2 3,2 12 710,68 711,62 709,85 8,7 12 0 6,0 13 709,22 709,74 708,68 10,5 12,7 7,3 14 712,15 713,88 710,08 11,2 14,6 6,4 15 715,22 715,86 714,37 11,2 15,0 8,2 16 714,77 . 716,25 713,18 10,4 15,7 7,2 17 713,51 713,91 713,02 8,1 12,0 3,8 18 713,56 714,80 713,03 9,1 15,3 2,7 19 711,33 712,97 710,13 7,2 10,5 3,1 20 707,71 708,60 706,42 10,7 14,6 6,3 21 705,89 706,29 705,50 11,0 14,5 8,0 22 706,03 706,67 705,58 12,4 14,4 9,4 23 703,29 704,97 701,87 12,2 16,4 8,0 24 704,70 704,97 704,10 8,6 13,2 4,8 25 697,17 699,38 695,95 9,7 12,9 4,5 26 702,22 705,00 698,14 7,1 10,2 5,3 27 705,48 707,33 703,77 6,8 10.1 2,5 28 706,88 707,76 704,59 8,3 10,3 5,6 29 705,02 706,26 703,64 10,1 11,1 5,4 30 704,06 705,10 703,06 10,5 13,1 8,4 eejcüvieeo PSIC1U Hm METRO. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS 77 mm 5.8 mm 2,3 mm » N.O. 2 1 82 6,1 1,0 » Variable. 3 2 84 6,5 1.8 » ENE. 2 3 81 6,5 1,5 » N.E. 0 4 86 6,3 1.3 » N.E.-S.O. 4 5 92 7,0 0,4 1,7 N.E. 10 6 98 7,4 0,4 6,9 N.E. 10 7 87 o,7 1,0 » N.N.E.-S-O. 5 8 93 6,2 0,1 10,2 N.E. 10 9 6,6 2,7 21,0 N.E. 10 10 98 8,8 0,4 4,9 N.E. 9 11 96 8,1 0,3 0,2 Variable. 9 12 95 9,0 0,3 » N.E. 8 13 93 9,3 0,3 2,6 N.E.-S.E. 10 14 91 9,0 0,6 0,9 N.E.-S.E. 8 15 87 8,1 0,6 » S.S.E. 3 16 93 7,6 0,3 » S.E.-N. 7 17 91 7,8 2,0 » S. 3 18 98 7,5 0,7 0,4 S.O. 8 19 95 9,1 1,0 3,2 S.S.O. 7 20 94 9,2 1,0 » S.O. 10 21 95 10,2 0,1 1,5 S.O. 10 22 82 8,6 1,6 0,5 s. 6 23 94 7,9 0,7 0,6 S.S.O. 7 24 95 8,5 2,8 14,5 o.s.o. 10 25 90 6,8 1,3 7,0 S.O. 8 26 92 6,8 1,7 5,7 S.S.O. 9 27 90 7,4 1,6 0,8 S.S.O. 8 28 99 9,1 0,0 14,4 S.S.O. 10 29 94 8,9 3,1 7,6 S.E. 10 30 552 CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m Id. á las 9 Id. á las 12 Id. a las 3 í, . ............ Id. á las 6 Id. á las 9 n Id. á las 12 K A. máx. observadas (1). . .. A. rain, observadas (2) Oscilaciones extremas Om diurnas . O. máx. (3) O. mín. (4). . . (1) Dias y horas de la observación. (2) Id (3) Dias de la observación (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*).' mm 704,26 mm 711,55 mm 703,92 mm 706,58 704,75 712,26 704,51 707,17 704,22 711,84 704,21 706,76 703,77 711,17 703,75 706,23 703,89 711,45 703,94 706,42 704,34 711,86 704,14 706,78 704,28 711,68 704,04 706,67 704,21 711,69 704,07 706,66 710,15 716,25 707,76 716,25 698,34 706,42 695,95 695,95 11,81 9,83 11,81 20,30 2,52 2,28 2,75 2,52 0,22 3,89 6,86 6,86 0,99 0,89 0,87 0,87 2— 9 m. 16—9 m. 28-9 n. 16-9 m. 9-12 n. 20-12 n. 25-3 t. 25-3 t. 10 11 26 26 6 17 24 24 (*) Ax=706mm,6L +0,14 sen. (x +143° 38') +0,38 sen. (Zx+ 163° 0'). 553 CUADRO TERCERO. 1.a década. TERMO! 2.a METRO. 3.a Mes (*). Tm á las 0 m. ............ . 3°,1 7o, 8 8o, 2 6o, 2 Id. á las 9 5 ,7 8 ,8 9 ,5 8 ,0 Id. á las 12 10 ,1 11 ,7 11 ,3 11 ,0 Id. á las 3 t 10 ,4 12 ,7 11 ,6 11 ,6 Id. á las 6 7 ,2 10 ,1 9 ,7 9 ,0 Id. á las 9 n 5 .9 9 ,0 8 ,9 7 ,9 Id. á las 12 4 ,8 8 ,3 8 ,5 7 ,2 Tm 6,7 9 ,7 9 ,7 8 ,7 Oscilaciones 15 ,9 13 ,0 13 ,9 16 ,7 T. máx. al sol (1) 27 ,9 28 ,9 23 ,4 28 ,9 Id. a la sombra (2) 15 ,6 15 ,7 16 ,4 16 ,4 Diferencias medias 6 ,7 7 ,1 4 ,1 5 ,9 T. mín. del aire (3) . ....... — 0 ,3 2 ,7 2 ,5 -0 ,3 Id. por irradiación (4) -3 ,7 1 ,9 1 ,o — 3 ,7 Diferencias medias 1 ,9 1 ,0 0 ,7 1 ,2 Oin diurnas 9 ,6 8 ,0 6 ,4 8 ,0 0. máx. (5) 15 ,9 12 r6 8 ,4 15 ,9 0. mín. (6) 4 ,0 5 ,4 4 ,7 4 ,0 (1) Dias de la Observación (2) Id (3) id (4) Id (8) Id (G) Id.. 4 3 3 y 5 5 3 7 16 16 18 18 18 13 23 y 30 23 27 27 23,24,23 28 y 30 16 23 3 v 3 5 3 7 O Tx=8°,43 + 2,44 sen. (x +49° 30') + 0,94 sen. (2a; + 54° 6')- 55 i CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hin á las 6 m 92 97 96 95 Id. á las 9 91 97 96 95 Id. á las 1 2 82 91 89 87 Id. á las 3 t 79 86 84 83 Id. á las 6 85 93 90 90 Id. á las 9 n 88 96 96 93 Id. á las 12. 91 95 97 94 H. media 87 94 93 91 (*) Hx = 91,3 -+■ 4,81 sen. (a? + 225°0') + 3,13 sen. (2 x + 196° 42'). ' 1." década. 2.a 3.a Mes (*). ni m ram mm mm Tm á las 6 m 5,3 7,4 7,9 6,9 Id. á las 9. 6,2 8,2 8,6 7,7 Id. á las 12 7,5 9,3 8,9 8,6 Id. á las 3 t 7,4 9,4 8,5 8,4 Id. á las 6 6,5 8,6 8,1 7,7 Id. á las 9 n. 6,1 8,3 8,2 7,5 Id. á las 12. . 5,9 8,9 8,1 7,3 Ta media. . 6,4 8,4 8,3 7,7 (*) T°=7ram,02 + 0,79 sen. {x + 33° 16') + 0,31 sen. (2 x + 84° 28')- P3 2 25 000 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — /Toras que reinaron los 8 vientos principales . 28 s 100 215 S. 0 197 16 0 21 103 N. 0 40 Dirección de la resultante.. . . 27° S. O. Intensidad (horas) 117 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media lmm,l Id. máxima (dia 30) 3 ,1 Id. mínima (dia 29) O ,0 Dias de lluvia 19 Agua recogida 104mm,6 Id. en el dia 10 (máx.) 21 ,0 Dias despejados 1 Id. nubosos 14 Id. cubiertos 15 Dias de calma 6 Id. de brisa 12 Id. de viento 6 Id. de viento fuerte. 6 CUADRO SEXTO. 556 «<0 53 'O • "o v. o «c S£ .O O « S> *r> "O O c<3 55 *5 "53 O ■2 S^ a t-cooocoas«oo©^ *«í i> r^ ooW o ©{ OíM^(NOW©Ci ©a©o iOíCiOJ t' gíCíOCOr'^OOOrí a o r- «D O© ©O 20 r-« o ^©r^oo^©so©<3q5© © r« í® o © x © t- ©COCrH^lrH^O SfO ^5»0CC t- S 05 5© 5© o" *sí 5© l ^> O© ooo<—oooo r- t- t- t" r- r- t- r- .H . W .O .O S5 .W c/2 O . c/5 c/i có ¡a ¡Z5 o G OS Es3 OOh©OíO©l^r< 5© C© C© 5© r-i T—i c/5 £0 © Miguel Merino. J4KDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de noviembre de 1865. Salvia Verbenaca, L. Alyssum maritimum, L. Capsella Bursa pastoris, Moench Caléndula arvensis, L. Caléndula micrantha, Guss. Viola odorata, L. Campánula rapunculoides, L Lupinus speciosus, H. Erf. Lupinus elegans, H. B. Arbutus Unedo, L. Ó0¡ oo 06 a 'So -o ph o s* o O -M O J >g< 1 •aiqraauoM • *5* so oo so 00 05 O OO O <=> o" «o “5 ©1 SO IT" ^ ©i r-H 1 ^ 1 ^ I/- ' -ajqnioo \ j. 757.83 766,54 742.83 23,71 0,58 27 18 •aiqai9jia§ 765.63 770,92 757.63 13,29 1,05 11 30 VERANO. •oisogy SO ©1 E"* SO 1~" *S# *5# OS — ^ _ S ^ ° CO f— 1 i- r- i— *°!lnf ^ so so o so ' *5* ® P- ^ 2 22 22 ® «* ©* so t" SO <— 1 t— Ir- t— _ •oianf i ^ r- Os oo so ^ co^ so so" o SO «s¿T o 50 SO r- 3© O PRIMAVERA. •o£i?R[ co so oo oo o V# OO SO ©J 05 O co" 1-r o 2 . o> so t- so ^ r- r- ir- quqv 762,36 773,19 755,94 17,25 1,09 5 17 *OZ.lRR[ 762,05 778,92 749,29 29,63 0,54 3 19 INVIERNO. •oiaaqaj r- oo ©a so ® >!Í ífi >!# ©J l> «=*" I'' os" oo" O f£ so r- ^ ©i ^ r- r- r- •0J3U3 758,98 ¡ 773,56 749,10 24,46 0,51 6 27 ' •aiqinaioia 05 OO ©5 so 05 C5 05 OS O ©5 ' ' r- __r __r ©^ ^ SO t- *sr* CO t- r- £-> re Zl CO re «3 en £ 53 s .£ £ '© o re g re 05 £ £ 'O ’s .© O es .5 .re re _© re a> £ £ ro "O *d 2 o co O 2 «3 Q ■a Termómetro. — Escala centígrada . 559 OTOÑO. •9jqai0IAON 30 © © a© 03 IT" °o n°j nw n8^0® co©coeoa3oo©'x=#a©©ir'''©i ©i x— o-i ©i xre xre co ©i ' -aaqnioo SO x— 1 O 03 --------- "lí? 95559505 (30003©^©ínf0«-0í - -re xre r- CO ®1 ©1 T-í re *lí Oí X— i x— 1 •aaquiaiiag oo a© o © x— co *t°® °® C.C.ÍV,;3C.:0 (N»s#C ^l>reco(íUO!ax©CíCreCTre91 (?l «í re (M Oí X- rexjjlfOrer- , as &3 •oisoSy OO r- 50 OO (fJSííOlxJírec^oí®^.. , „ . reaooiíooo^^xrtoiocoi x— ©ICO ©leirerereoí xre l -oiunf © * a© oo t" co -a* oooo o^ínre^oíoo^^oí 0 ^ o ^re tt OO 03 03* ©" CO~ t"3© ÍO OO ©í -re xre xr xre ¡ ©ICO ©1 CO x—i 1 X— < « ] •oaaaqav] o re* ao oo co 03 ire 30 so co l- ©o a© co © ©1 :í5 ©3©l©líOre*re*©©3x— COCO xre T-i ©1 | ©1 x— i xre ©1 ©I | 1 1 •oaaaa | 03 SO re* X— SO re* tre^OO S£5 CO ©1 CO 03 © © SO © ^ qq ^ ^ ©Tco'©"' so so ao" oo co* © xre so' ©i ©i ©i ©i T-i ©1 ©1 re co ©1 | •aiqraaioiQ ©1 so © © oo ©1 ao©oooocoa©ao©cos©e© „ --• . - ao »^fi so 00©©C5COCO©— x©3x— i ©| x— 1 j X— X— CO x-1 | ss • 2 o "O c n ® « * o a o E • o a- o co CO • O 03 xr> . a _ -ct¡ "O 3i p -—a b fo « Sa2c «■S.S.2 ®g«S « * ’ |.¡.| i 3i 'o SSS» i s§ o “ -Ct ce ce ® 03 a >4 12 ’ re. ffl 03 '03 £ -s . 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En conclusión, puedo valerme para fabricar mis espejos metalizados . de vidrio de cualquier clase que sea, aun del que se emplea para las botellas; y la economía de la fabricación es tan grande en este sistema de metalizado, que puedo hacer 40 por 100 de rebaja en el precio de los cristales obtenidos por el sistema común. Efectivamente, los espejos a'ctuaios escojidos sin defecto y de un vidrio puro, deben nivelarse y pulimentarse por ambos lados, trabajo muy costoso y muy largo, mientras que puedo operar sobre el vidrio más defectuoso, de un valor ínfimo, pulimentado solo por el lado que se metalice, economizando así 75 por 100 del precio del vidrio, 50 por 100 del trabajo de pulimento y 50 por 100 del metalizado. (Por lo no firmado, Ricardo Roiz.) 1 aUH 1889 ■O* Editor responsable, Ricardo Roiz.