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CUARTO COiNGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

RAMO DE HISTORIA. TEMA VI.

SOBRE LOS VIAJES APÓCRIFOS

DE

JUAN DE FUCA

Y DE

LORENZO FERRER MALDONADO,

RECOPILACIÓN Y ESTUDIO

POR

D. PEDRO DE NOVO Y COLSON,

TENIENTE DE NAVÍO, ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL DE LA HISTORIA, ETC.

CONTIENE TAMBIÉN ESTE LIBRO LA DISERTACIÓN DEL MISMO AUTOR

TITULADA

ULTIMA teoría SOBRE LA ATLANTIDA.

MADRID:

IMPRENTA DE FORTANET,

CALLE DE LA LIBERTAD, NXJM. 29. 18S1.

CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS. RAMO DE HISTORIA. TEMA VI.

SOBRE LOS VIAJES APÓCRIFOS

DE

JUAN DE FUCA

Y DE

LORENZO FERRER MALDONADO,

RECOPILACIÓN Y ESTUDIO

POR

D. PEDRO DE NOVO Y COLSON,

TENIENTE DE NAvfo, ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL DE LA HISTORIA, ETC.

CONTIENE TAMBIÉN ESTE LIBRO LA DISERTACIÓN DEL MISMO AUTOR

TITULADA

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA.

MADRID:

IMPRENTA DE FORTANET,

CALLE DE LA LIBERTAD, NUM. 29. 1881.

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A LA MEMORIA

DEL

EXCMO. SEÑOR MARQUES DE RUBALCAVA,

ALMIRANTE DE LA ARMADA,

En testimonio de eterna gratitud^

Pedro de Novo y Colson.

Congreso Internacional de Americanistas. Ma- drid, 1 8 8 1 . Junta Organizadora, Número 1 6. La Junta Organizadora del Congreso Internacional de Ameri- canistas de Madrid que ha de reunirse en Setiembre de i88i, deseosa de su mayor lucimiento, ha acordado solicitar el valioso concurso de V. y rogarle que se sirva dedicar al referido Congreso alguno de sus importantes estudios sobre el Continente descubierto por Colon. Dios guarde a V. muchos años. Madrid 3 de Febrero de 1880. C. El Conde de Toreno. Cesáreo Fernandez Duro, Secre- tario general. Sr, D, Pedro de Novo y Colson,

JUAN DE FUCA.

¿Son apócrifos los viajes de Juan de Fuca y de Maldo- nado? Este es uno de los temas elegidos por la Junta organizadora del Congreso de Americanistas, acaso por- que ha creido conveniente y aún necesario que Europa conozca de un modo preciso el criterio de nuestro país acerca de esos dos navegantes misteriosos tan combati- dos como apadrinados.

Y de no ser así, ¿qué otra idea hubiera guiado á la Junta organizadora? ¿La esperanza de que un bibliófilo sacara á luz nuevos y preciosos manuscritos sobre el asunto? No, porque se tiene el convencimiento material de que no existen entre los ya mil veces rebuscados archivos de la Península. ¿Entonces, será que solicite de las otras naciones datos probables é ignorados con que completar su estudio , disipar sus dudas y emitir su tesis? Tampoco es posible, porque de antiguo formularon dic- tamen sobre ello sabios eminentes é ilustres marinos

lO CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

interesados por honra nacional y por respeto propio en exponer verdades y argumentar con pruebas.

Faltaba, sin embargo, que todas estas juiciosas opi- niones fueran más conocidas, pues ciertos geógrafos imaginan aún que los españoles han creado fantásticos personajes que realizaron increíbles navegaciones. ¡ Cómo si tan escasos fueran nuestros timbres en la historia de los descubrimientos! Creemos, pues, que bajo este punto de vista es de mucha oportunidad el tema VI sometido á discusión y examen, así como el que nuestro trabajo debe reducirse á reproducir con exactitud lo más curioso que se ha escrito sobre los problemáticos viajes de Juan de Fuca y de Maldonado, comentarlos lo mejor posible y hacer constar en definitiva ante el Congreso de America- nistas cuál ha sido siempre la opinión de los doctos espa- ñoles. Desgraciadamente ocurre que las refutaciones más notables de estos doctos no son bastante conocidas, y en cambio gozan de gran publicidad relatos absurdos que por emulación poco noble han inventado gentes extrañas.

Hacía falta, repetimos, un libro que remediara esta injusticia y que recopilando en sus páginas todo lo conocido y lo ignorado, todo lo coleccionado y lo disper- so, todo lo inédito y lo publicado, sirviera de perpetuo testimonio, ó de punto de partida, si se quiere, para aquellos historiadores que en lo sucesivo mencionen á los citados navegantes.

Consecuentes en este propósito daremos á conocer

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. n

primero todo lo relativo á Juan de Fuca comenzando por la exposición de su viaje, según la escribe el inglés Mi- guel Lok y que copia Purchas sin comentarios. El capi- tán Burney lo intercala también en sus Viajes al mar Pacífico y añade algunas apreciaciones favorables. Dice así en su capítulo VIII del tomo II.

« Los imperfectos informes concernientes á todo asunto que excite mucho la pública atención, deben siempre ser origen de diversas y abundantes conjeturas; y de estas á la fábula hay muy poca distancia. Esto se demuestra en cuanto á las muchas relaciones y descripciones circuns- tanciadas que se dice haber sido hechas de una libre navegación por el Norte de América, las cuales han cir- culado sucesivamente desde el primer intento para verifi- carlo hasta nuestros dias. La última parte del siglo decimosexto fué un período por extremo favorable para estas relaciones ficticias , á lo cual contribuyó mucho , sin duda, el gran interés que inspiraban los viajes de Sir Martin Frobisher y del capitán John Davis. En algunos de estos relatos, aparece lo fabuloso mezclado con algo de verdad, que hace necesaria la investigación.

»E1 supuesto descubrimiento del Estrecho de Anian por Corte Real, ocasionó la creencia de un paso por el Norte de Aijjérica, conjetura muy probable que estaba fundada sobre un descubrimiento efectivo.

» En seguida aparece una relación que de ningún modo

12 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

es digna de respeto , la cual atribuía el descubrimiento de un paso á Andrés de Urdaneta; y el origen de tal creencia parece ser el haber encontrado entre los papeles de éste algunas opiniones concernientes á la existencia de un Estrecho del Norte, ocasionadas por el relato de un pasaje que habia sido descubierto por los franceses hacia el año de 1554.

5>En 1574, un piloto llamado Juan Fernandez de La- drillero , habitante de Nueva España y de más de sesenta años de edad, hizo una declaración testimoniada cuyo original se conserva en los archivos españoles. Esta de- claración refiere que existia un estrecho de comunicación á unas ochocientas leguas de Compostella: que fijé con otros compañeros á hacer su descubierta dentro de él, y que él mismo desembocó en donde los ingleses iban á pescar la parte oriental).

» No menos formalmente se da una cuenta , insertada en el Purchas, suscrita con el nombre del relator, que se llama Thomas Cowles, de Bedmester, en Somersetshire y fechada en Abril de 1579. Cowles dice que recibió in- formes de un Martin Chack, marinero portugués, haciendo constar que unos doce ó veinte y cuatro años antes (por- que el tiempo está expresado de un modo oscuro) el mismo Chack en un pequeño buque de 80 toneladas de carga, encontró un camino desde las Indias Portuguesas al través del Golfo de Newfoundland, el cual creia que estaba en latitud á los 59^ N.

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 13

> De la misma naturaleza que las anteriores es la rela- ción de una descubierta que se dice haber sido hecha por Lorenzo Ferrer Maldonado, el cual pretende que efectuó un viaje desde Lisboa á la costa de Labrador, en el año de 1588, y encontró un estrecho por donde la navega- ción de España para China podia efectuarse en tres meses.

» En la cuenta del viaje del capitán James Lancaster, emprendido por la Compañía Inglesa de las Indias, año de gracia lóoo i, hay una carta del dicho capitán Lancas- ter á sus empleados, escrita durante su retorno á casa, en la cual añade por vía de posdata: El pasaje para las Indias Orientales demora d los 62^ y medio por el Nord- este de la costa Americana. Esta posdata no parece ge- nuina, porque no tiene la menor conexión en ningún asunto de la carta misma, ni tampoco en circunstancia alguna del viaje, porque este fué trazado y ejecutado por el cabo de Buena Esperanza, tanto para la ida como para la vuelta.

» En 1592, se dice que Juan de Fuca hizo un viaje, saliendo de Nueva España, para el descubrimiento del Estrecho de Anian. Entre las muchas relaciones concer- nientes á un paso por el Noroeste, que tanto abundaban en el siglo xvi, parece ser la de este viaje la sola de cuya referencia pueda quedar hoy alguna duda; porque las demás, exceptuando el viaje de Corte Real, han sido totalmente destituidas de crédito é importancia por los descubrimientos posteriores. El relato del viaje de Juan

14 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

de Fuca ha sido conservado en el Purchas, como también objeto de mucha pesquisa, siendo todavía este punto niícy discutible entre los geógrafos. Lo que sigue está copiado del Purchas, sin alteración, excepto algunas supresiones de pequeños detalles.

<íNota hecha por mi y Michael Lok, mayor y respecto al estrecho de mar llamado comunmente Fretum Anian, en el mar del Sud, que atraviesa el paso Noroeste de la Meta Incógnita.

» Cuando yo estaba en Venecia, en Abril de 1596, llegó felizmente allí un viejo de unos sesenta años de edad, llamado vulgarmente Juan de Fuca, siendo su ver- dadero nombre Apostólos Valerianus, griego de nación y nacido en Cephalonia, de profesión marinero y antiguo piloto de naves. Este hombre, habiendo salido de Espa- ña, arribó primeramente á Ligorno, yendo luego á Flo- rencia, en donde se encontró con un John Dowglas, inglés, dispuesto para venir á Venecia á ser piloto de un buque veneciano destinado á Inglaterra, en compañía del cual hizo Fuca el viaje, llegando juntos á Venecia. Y John Dowglas, que ya me conocía de antes, me dio conocimiento de este piloto griego y le trajo á conversar conmigo. En largas conferencias que tuvimos, con pre- sencia de Dowglas, este piloto griego declaró en los idiomas italiano y español, tanto como sigue:

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 15

» Primeramente, dijo que habia estado en las Indias Occidentales de España cuarenta años y que habia na- vegado entre las muchas plazas de allá, al servicio de los españoles.

» Dijo también que él iba en el buque español que al volver de las islas Filipinas hacia Nueva España, fué ro- bado y preso en el cabo de California, por el capitán Candish, inglés, en donde el perdió sesenta mil ducados de su propia hacienda.

» Dijo después que él era el piloto de tres pequeñas naves que el virey de México armó con cien hombres á las ordenes de un capitán, españoles, para descubrir los Estrechos de Anian por toda la costa del mar del Sur y fortificar aquel estrecho con objeto de impedir el paso y diligencias de la nación inglesa, por temor de que pu- diese efectuar dicho paso por aquellos estrechos al mar del Sur. Y que á causa de un motin que ocurrió entre los soldados por la mala conducta de su capitán, se abandonó la empresa , volviendo los buques de California á Nueva España sin haber hecho nada en aquel viaje; y que después de su vuelta, habia sido castigado el capitán en México por la justicia.

» También dijo, que poco después de haber acabado tan maldito viaje, el mismo virey de México lo envió otra vez, en 1592, con una pequeña carabela y una pi- naza, armadas con marineros solamente, para seguir di- cho viaje de descubierta de los estrechos de Anian y el

1 6 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

paso por ellos hasta el mar que llaman del Norte, que es nuestro mar del Noroeste. Y que él siguió su curso en aquel viaje Oeste y Noroeste en el mar del Sur, todo á lo largo de la costa de Nova Spania y California y las Indias llamadas ahora Norte América (cuyo viaje me se- ñaló todo entero en un gran mapa y una carta que yo tenía y que puse ante él) hasta que llegó á la latitud de 47°; y que allí, notando que la tierra corría hacia el Norte y Nordeste con una ancha entrada de mar entre los 47 y 48° de latitud, se entró adentro, navegando por ella más de veinte dias, y encontró que aún la tierra se extendía algo al N. O., N. E. y Norte y también hacia el Este y S. E. y con mar mucho más ancho que á la entrada; y que él pasó por diversas islas en aquella nave- gación. Y que á la entrada de este referido estrecho, hay en su costa Noroeste un gran promontorio ó isla con un pináculo ó roca en espiral extremadamente alto, como si fuera un pilar sobrepuesto.

» Añadió , que él habia saltado en tierra en diferentes lugares, viendo allí algunas gentes vestidas con pieles de animales y que la tierra es muy feraz y rica en oro, pla- ta, perlas y otras cosas, como la Nueva España.

» Y dijo asimismo que habiendo él llegado de este modo hasta dentro del referido estrecho y después hasta dentro del mar del Norte, y encontrando que el mar era bastante ancho por todas partes teniendo unas treinta ó cuarenta leguas de anchura en la boca de los estrechos

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA.

por donde él entró, pensó que ya habia desempeñado bien su cometido, y que no estando armado para resistir la fuerza de los salvajes que pudieran caer sobre ellos, determinó volver, enderezando el rumbo hacia Nueva España, llegando á Acapulco, año de 1592, y esperando ser recompensado por el virey, por los servicios que hizo en el expresado viaje.

» También continuó diciendo, que después de entrar en México fué grandemente agasajado por el virey, el cual prometióle gran recompensa; pero que habiendo estado pretendiéndola dos años sin obtener nada que le satisfaciese, le dijo el virey que debería ser premiado en España por el rey mismo, muy grandemente, y le instó para que allá fuese, cuyo viaje emprendió.

> Siguió diciendo, que cuando llegó á España fué muy agasajado en la corte del rey; pero que después de larga estancia en ella, no pudo lograr ninguna satisfactoria recompensa tampoco. Y que por todo ello, al fin, aban- donó á España y se vino á Italia con objeto de retirarse á su casa otra vez á vivir entre sus parientes y paisanos, por ser ya viejo.

» Dijo también que él pensaba que la causa de haber sido tan mal pagado por los españoles, era el haberse éstos persuadido de que la nación inglesa habia ya aban- donado todas sus empresas de viajes para el descubri- miento del pasaje del Noroeste, por lo cual ellos no temian ya que viniesen por aquel camino al mar del Sur

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y que, por lo mismo, tampoco necesitaban los servicios del declarante.

» Añadió también, que habiendo sabido las nobles ideas de la reina de Inglaterra y su guerra contra los españoles y esperando que S. M. le hiciera justicia en cuanto á sus bienes, perdidos por el capitán Candish, él iría contento á Inglaterra y serviría á S. M. en un viaje para el perfecto descubrimiento del pasaje Noroeste al mar del Sur, si ella le proveia de una nave de cuarenta toneladas de carga y una pinaza y que él lo ejecutaría en el espacio de treinta dias, desde el uno al otro extremo del estrecho. Y me encareció á que en estos mismos tér- minos lo escribiese á Inglaterra.

»En vista de la conferencia tenida dos veces con el referido piloto griego, escribí en su consecuencia á Ingla- terra todo ello, dirigiéndome al antiguo y muy honorable Lord Tesorero Cecil y á Sir Walter Raleigh y á Master Richard Hakluyt, el famoso cosmógrafo, certificándoles todo lo expuesto. Y suplicábales que desembolsasen cien libras para llevará Inglaterra al citado piloto griego conmi- go, porque mi propia bolsa no podia soportar el gasto por aquel tiempo. Contestáronme que esta acción gustaba mu- cho y era grandemente deseada en Inglaterra; pero que el dinero no estaba pronto. Y por esto se frustró la empresa por entonces, aunque el antedicho piloto griego continuaba viviendo en Cephalonia, á cuyo punto marchó á los quince dias después de las conferencias que tuvimos en Venecia.

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 19

» Yo continuaba entretanto mis asuntos propios en Ve- necia y cuestionaba legalmente contra la compañía de comerciantes de Turquía, para cobrar la pensión que ha- bia devengado por ser su cónsul en Aleppo, la cual me retenian injustamente; y cuando yo estuviera en disposi- ción de volver á Inglaterra, pensé que podría entonces costear de mi propio bolsillo el viaje del expresado piloto griego y llevarlo conmigo. Con esta intención le escribí una carta desde Venecia, fechada en Julio de 1596.»

La carta dice así:

Al Mag.'° Stgr Capitán Ivan De Fvca Piloto de Yn- diaSy amigo mió ckarJ"° en Zefalonia.

Mvy honrado Sennor, siendo yo para bueluerme efi Inglatierra dentre de pocas mezes, y accuer dándome de lo trattado entre my y Vfn. en Venesia^ sobre el viagio de las Indias^ me ha parescido bien de scriuir esta carta a Vm. paraque si tengáis ánimo de andar conmigo^ puedais escribirme presto^ en que maniera queréis con- sertaros. Y puedais embiar mi vuestra carta, con esta nao Inglés que sta al Zante (sino halláis otra coientura meier) con el sobrescritto que diga y en casa del Sennor Eleazar Hycman Mercader Inglés, al tragetto de San Thomas en Venesia, Y Dios guarde la persona de Vm, Fecha en Venesia al primer dia de lulio, 15 gó. annos.

Amigo de Vm. Michael Lok Yngles,

20 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

« Y envié dicha carta de Venecia á Zante por el buque Choerubin. Poco después mandé una copia de ella por el buque Minyon y otra también más tarde por Manea Or- lando, patrón de la Nave Veneciana: A las cuales él con- testó escribiéndome á Venecia una carta, que no llegó á mis manos, y otra posteriormente, que recibí y copio en seguida:

Al YIL"'° Sig°'' Michael Loch Ingles, m casa del Sig."' Lasaro Mercader Inglés , al tragetto de San Thomas en Venesza,

Mvy Illustre Seg°'' , la carta de Vm, receui a 20 dia^ del Mese di Setiembre , por loqual veo Loche Vm. me manda y io tengho ánimo de complir Loche tengo promet- tido á Vm. y no solo yo, mas tengo vinte hombres para licuar conmigo, porche son hombres vaglientesj y assi estoi esperando por otra carta che atcise á Vm.. parache meembiais losdinieros che tengo escritto á Vm. Porche bien saue Vm. como io vine pouer, porche me glieuo Capitán Candis mas de sessanta mille ducados, como Vm. bien saue: embiandome lo dicho, iré á seruir á V7n. con todos mis compagneros. I no spero otra cosa mas . de la volun- tad é carta de Vm. I con tanto nos tro Sig.°'' Dios guarda la Ilustre persona de Vm. muchos annos.^=

De Ceffalonia d 24 de Setiembre de I¿g6.=

Amigo & seruitor de Vm,

IVAN FUCA.

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUGA. 2I

»Y dicha carta vino á mis manos en Venecia, el 1 6 de Noviembre de 1596; pero mi pleito con la compañía de Turkia no estaba acabado aun, por causa de las dili- gencias en contrario de Sir John Spencer en la corte de la reina de Inglaterra, procurando sacar libre su dinero, que yo habia obligado en Venecia á mi dicha pensión; y por eso mi propia bolsa no estaba todavía á disposición del piloto griego.

»Y en su consecuencia, esperando que mi pleito aca- base bien en breve tiempo, escribí otra carta á este piloto griego desde Venecia, fecha á' 20 de Noviembre de 1596, que él no recibió. Y también otra carta, en 24 de Enero de 1597, que llegó á sus manos. Y á esta me contestó escribiéndome una, fecha á 28 de Mayo de 1597 la cual recibí el i.° de Agosto por medio de Thomas Norden, mercader inglés que entonces vivia en Londres, en cuya carta me prometió él todavía ir conmigo á Ingla- terra para efectuar el dicho viaje de descubrimiento del paso Nordeste en el mar del Sur, si le mandaba el di- nero para sus gastos, que ya me habia pedido, y sin el cual me decia que no podia marchar, imposibilitado de hacer nada, cuando estaba en el buque Santa Anna^ que venia de China y fué robado en California. Posteriormente volví á escribirle otra carta desde Venecia, á la cual me contestó escribiéndome una en su lenguaje griego, fecha á 20 de Octubre de 1598, que aún conservo, y en la que otra vez me prometia ir conjnigo á Inglaterra y llevar á

22 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

cabo el referido viaje de descubrimiento del paso Nor- deste en el mar del Sud por los antedichos estrechos, que el llamaba Estrecho de Nova Spania , lo cual él decia que no era más que un viaje de treinta dias por los estre- chos, si yo le mandaba el dinero que primeramente me habia escrito para sus gastos. Cuyo dinero aún no podia yo enviarle, porque todavía no habia logrado recibir la pensión que la ya citada Compañía de Turquía debia de abonarme. Y de este modo pasó largo tiempo sin ulterior diligencia con él sobre este asunto.

» Sin embargo, cuando yo mismo estaba en Zante, en el mes de Junio de 1602, pensando en pasar de allí á In- glaterra por mar, porque ya entonces habia cobrado un poco de dinero de la Compañía de Turquía, por orden de los Lores del Consejo privado de Inglaterra, escribí otra carta á este piloto griego, á Cefalonia, requiriéndole que viniese á verme á Zante para ir conmigo á Inglater- ra; mas no obtuve á ella respuesta alguna, porque ya ha- bia muerto ó estaba próximo á morir de una enfermedad muy grave, según me dijeron mas tarde en Zante. Des- pués de lo cual me volví por mar de Zante á Venecia y desde allí me fui por tierra, atravesando Francia, á In- glaterra, adonde llegué en la Navidad del año 1602 con felicidad, á Dios gracias, después de diez años de ausen- cia y de pasar grandes molestias con los asuntos de la Compañía de Turquía, la cual me costó una gran suma de dinero, que aún no me ha satisfecho.»

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 23

Ahora continúa diciendo Burney:

« Contra la validez de la relación que antecede se ha objetado que ningún autor español de aquel tiempo ha hablado de Fuca ni de sus descubrimientos; como tam- poco semejante nombre, ni circunstancia alguna de tal descubrimiento ha sido hallada en el Archivo General de Indias, en Sevilla, que fué registrado en 1802 con este objeto especial. Habiendo quedado, pues, el relato con la sola autoridad de Mr. Michael Lok, ha sido totalmente rechazado por muchos.

»Sin embargo, debe observarse por otra parte, que no es Mr. Lok un nombre ó personalidad ficticia. Ha sido en Aleppo cónsul de los comerciantes ingleses que traficaban con Turquía, empleo de suficiente publicidad para que la persona que lo ocupase pudiera ser fácilmente creida por el tiempo en que se publicó en el Purchas (A. D. 1625) la susodicha relación. Existe hoy, asimismo, una tra- ducción inglesa, publicada en 161 2, de las últimas cinco Decadas de P. Mártir^ hecha por Michael Lok, que se supone debe ser el mismo autor que nos ocupa, por no ser el nombre común y por tratarse en ella también de los descubrimientos en América. Los que se han hecho en nuestros tiempos han suministrado poderosos argu- mentos d favor de la realidad del viaje de Fuca.

»Ha sido hallado un estrecho que existe en la costa occidental de América, cerca de los 48 grados de latitud

24 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Norte, del cual muchos grandes y profundos canales par- ten en casi todas direcciones; y parece extremadamente improbable y en verdad no se concibe con facilidad, que la mera fantasía ó conjetura pudiesen acertar en la descrip- ción de un estrecho correspondiendo tan esencialmente con la realidad, como en el pasaje siguiente, que dice: « encontrando una ancha entrada de mar entre los 47 »y 48 grados de latitud, él se aventuró en ella, nave- y> gando más de veinte dias , y vio que la tierra se exten- » dia algo todavía hacia el N. O., N. E. y Norte, y tam- » bien al Este y S. E.» Que la tierra era rica en oro y plata, se podia haber supuesto al ver las venas de mine- ral en ella. Muchas aserciones iguales se encuentran en los relatos de los primeros descubrimientos (exactas algu- nas veces) hechas con fundamentos no mejores. La an- chura de la entrada del estrecho no puede admitirse pro- piamente; pero, respecto á exageraciones se ha obser- vado con oportunidad que la relación no proviene inme- diatamente de Fuca y pudiera muy bien haberse añadido á ella unos detalles más en la trasmisión. Algunos de nuestros más notables geógrafos dan crédito á la realidad del viaje de Juan de Fuca^ sin extender por ello su creen- cia á todos los particulares de la noticia; y el estrecho que ha sido hallado en la costa occidental de América á los 48° 25' de latitud Norte, se distingue ahora con el nombre de Entrada ó Estrecho de Juan de Fuca. >

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 25

Con lo que antecede hemos dado á conocer cuanto se sabe sobre Juan de Fuca ; el único documento que de él hace mención; la sola noticia que ha servido de base para comentar su viaje extraordinario. Poco crédito hu- biera logrado en todo tiempo sin la importancia que re- vestía la personalidad de Mr. Lok.

Nuestro insigne escritor D. Martin F'ernandez de Na- varrete fué comisionado por el Gobierno para que rebus- case prolijamente los archivos y emitiera informe sobre la relación original ó sobre cualquier documento que se refiriese al piloto Juan de Fuca; como resultado de sus pesquisas escribió aquel ilustre erudito una memoria (i) extensa y discretísima, de la que trasladamos á continua- ción lo más esencial para nuestro propósito.

Dice Fernandez Navarrete:

« Ninguna noticia se halla en nuestros archivos é his- torias de este navegante y de sus descubrimientos. Los autores extranjeros que de él han hablado dicen que Juan de Fuca era griego, natural de Cefalonia, y su ver- dadero nombre Apostólos Valerianos. Ignórase por qué mudó este nombre en el de Juan de Fuca. Algunos opi- nan si habría sido dependiente de los Fúcares, comer- ciantes alemanes, conocidos en España en tiempo de

(i) Publicóse en la Colección de documentos inéditos para la Histo- ria de España, tomo xv.

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26 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Carlos V y Felipe II por sus inmensas riquezas, logradas con los varios asientos que tomaban con la Real Hacienda y en el comercio que hacian con nuestra nación ; y siendo amado y distinguido por ellos adoptaría su nombre, pues la poca variación que se nota de suprimir la r final, pudo consistir en la variedad de pronunciación y ortográ- fica de las lenguas del Norte respecto á las meridionales, ó en el poco conocimiento que llegó Fuca á tener de la española. En 1530 presentaron los Fúcares un memorial al Rey con varias proposiciones, para las cuales se ofi'e- cian al descubrimiento, población y fortificación de las islas y tierra que hay desde el estrecho de Magallanes hasta la tierra de Chincha y de Chiquilusmelares. De resultas de la respuesta dada por el Consejo dieron otro al año siguiente, con lo cual se combina que sirviese á los Fúcares, y que además sea cierto lo que dice el mismo Fuca de haber estado más de cuarenta años al servicio de España en calidad de marinero y piloto, de los cuales treinta habia servido en las Indias Occidenta- les. Contaba él mismo que en la nao de Acapulco, apre- sada por Cavendish habia perdido 60.000 ducados. Y aquí comienzan á encontrarse motivos para dudar de la veracidad y buena fe de Fuca, debiendo ser falso que le robasen tan enorme cantidad, puesto que en una decla- ración jurídica dada en Acapulco por el capitán de la nao al dia siguiente de su entrada en aquel puerto, y en otra hecha ante el presidente y oidores de la audiencia de

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUGA. 27

Guadalajara á 24 de Enero de 1588, por Antonio Sierra, natural de Sanlucar deBarrameda, embarcado en la misma nao, ninguna mención se hace de Juan de Fuca, ni de los 60.000 ducados que traia y perdió, siendo asi que se nombran muchas de las personas que venian y las riquezas y mercaderías que trasportaban, expresando cantidades mucho menores que la que suponía Fuca le pertenecía. » También contaba que habia sido empleado por el Virey de Méjico, como piloto de una expedición de tres buques, que bajo el mando de un capitán español envió con 100 hombres y soldados para descubrir por la costa del mar del Sur el estrecho de Anian y fortificarle, á fin de contener á los ingleses que se temia pasasen á infes- tar aquella mar; pero que habiéndose amotinado los sol- dados se malogró el viaje, y hubieron de regresar desde California á Nueva España, siendo de resultas castigado el capitán, cuya inicua conducta fué la causa principal de que se frustrase el éxito del viaje. Parece natural que este hecho, por ser tan público, no se hubiese borrado de la memoria de los habitantes de Méjico por una tradición continuada, y que habia de constar con mayor evidencia de los autos y procedimientos judiciales que precisamente debieron anteceder al castigo de este capitán; pero hasta ahora no se ha hallado documento alguno que apoye se- mejante noticia, como tampoco ninguna de las otras que refiere Fuca de sus propios sucesos.»

28 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Supuesto viaje de Juan de Fuca. Para reponerse en parte de este malogro, añadió Fuca, que en el año de 1592 el mismo Virey (éralo en este tiempo D. Luis de Velasco el II, que empezó á gobernar en 1590 y acabó en 1595) le volvió á enviar con una pequeña cara- bela y una lancha armada solo con marineros á verificar aquel descubrimiento y el paso á la otra mar; que siguió su derrota en aquel viaje al O. y al N. O. del mar del Sur y todo lo largo de la Nueva España, California y tierras más setentrionales , que después se llamaron Amé- rica del Norte; que habiendo visto que la tierra se pro- longaba al N. y N. E. con una ancha entrada de mar entre los 47^ y 48° de latitud, entró en ella y siguió su navegación por espacio de veinte dias, hallando que la tierra continuaba unas veces alN. O. N. E. yN. y otras al E. S. E. y que el mar era más ancho en dicha entrada; y proseguia diciendo que pasó por varias islas en su na- vegación. En la parte N. O. de la boca del estrecho, avistó un cabo muy notable que parecía isla, con un gran piná- culo ó roca piramidal; bajó á tierra en algunos puntos y vio alguna gente cubierta de pieles de animales, y halló una tierra muy fértil y rica en oro , plata , perlas y otras producciones, en todo parecidas á las de Nueva España. Habiendo penetrado hasta aquí en el estrecho, llegado al mar del N., y hallando á este bastante ancho por todas partes, y de treinta á cuarenta leguas en la embocadura del estrecho por donde entró, creyó haber cumplido del

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 29

todo SU comisión; y hallándose sin armas para resistir los ataques de los indios, regresó á Acapulco en el mismo año, con esperanza, decia, de ser bien premiado por el Virey á causa del servicio hecho en este viaje.

Parecía confirmarla la recepción que supone le hicie- ron en Méjico; pero pasaron dos años sin lograr cosa que le satisfaciese: por consejo del Virey, que le persuadió que en España se le recompensaría con magnificencia, em- prendió el viaje á la Península. En la corte íué recibido con muy buenas razones (al estilo español, dice la rela- ción); pero después de mucho tiempo perdido en preten- siones infiructuosas, creyendo que nada podría lograr, por que el gobierno español que sabia que los ingleses hablan abandonado todos sus viajes de descubrimientos del paso del N. O., y no recelaba que estos pasasen el mar del Sur, le eran inútiles sus servicios en este punto; se salió fiírti- vamente de España y se dirigió á Italia para regresar desde allí á su patria á descansar los últimos años de su vida en compañía de sus deudos.

» Desembarcó en Liorna, y desde allí fijé á Florencia, donde encontró á un tal Juan Dowglass, inglés, famoso marinero, que se disponía á ir á Venecia de piloto en un buque veneciano llamado la Ragasona, y juntos pasa- ron á esta última ciudad, donde por medio de Dowglas trabó relaciones con Miguel Lok, cónsul que habia sido de Alepo, quien seguia en Venecia un pleito con la com- pañía de mercaderes de Turquía y el caballero Juan

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Spencer, su director en Londres, sobre pago de los suel- dos devengados en su empleo. Con este Miguel Lok tuvo una conferencia en que le declaró todo lo que aca- bamos de referir, y dijo: que en atención á la mala re- compensa que habia recibido de los españoles, estaba pronto á ir á Inglaterra al servicio de la Reina Isabel, de cuyo generoso ánimo esperaba le indemnizaría de las pér- didas que le hizo sufrir el capitán Cavendish, y él en pago contribuiria al completo descubrimiento del paso del N. O. exponiendo su vida para su cumplimiento, si S. M. le proporcionaba un solo buque de cuarenta to- neladas y una pinaza. En treinta dias ofrecía ejecutar este viaje desde un extremo al otro del estrecho, y le suplicó que así lo escribiera á Inglaterra. En consecuencia de esta y otra conferencia que tuvo con Fuca, Lok escribió á Inglaterra al Lord tesorero Cecil, al caballero Walter Raleigh, y al famoso cosmógrafo Ricardo Hakluyt, infor- mándoles de todo y rogándoles adelantasen al piloto griego I oo libras para llevárselo consigo á Inglaterra, no pudiéndolo Lok hacer á sus expensas, porque el pleito tenia harto menoscabados sus intereses.

» Agradó en Inglaterra la propuesta ; pero no habiendo aprontado el dinero á los veinte dias de la segunda con- ferencia con Lok, abandonó Fuca á Venecia y partió para Cefalonia, su patria. Siguió Lok correspondencia con él, y esperanzado de salir bien del litigio, por haberse dignado los señores del Consejo privado de Inglaterra to-

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUGA. 31

mar en él conocimiento, creyó poder con sus propios me- dios llevarle á Inglaterra; y en 1596 le escribió desde Venecia á Zante una carta que le remitió por el buque Querubin, y otras después por otros medios, á las que contestó diciendo que no sólo estaba pronto á cumplir lo prometido, sino que tenia veinte hombres valientes dis- puestos á seguirle, pero que para todo necesitaba el di- nero que le tenia pedido. Esta carta recibió Lok en Ve- necia en I ó de Noviembre de 1596; y no habiéndose aún terminado su pleito á causa de la solicitud que hizo en Inglaterra al caballero Spencer, se halló imposibilitado de cumplir lo contratado con Fuca. Pasaron varios años en estas contestaciones, hasta que por último, hallándose Lok en Zante, en 1602, y teniendo cobrado algún dinero de la compañía de Turquía , escribió al piloto requirién- dole se reuniese con él en Zante para pasar juntos á Inglaterra, pero no tuvo contestación, y luego supo que ó habia muerto, ó estaba próximo á morir de una grave enfermedad en su patria.

Pruebas que existen contra la relación del via- je.— Esto es la historia de las aventuras y descubrimientos de Fuca, cuya noticia nos conservaron Lok y Dowglass. Es probable que aquel aventurero acosado por el hambre ó excitado por la codicia tratase de engañar á los ingleses con falsas relaciones, por -ver si conseguía protección y acrecentamiento. Sabia que á ningún pueblo habia lla- mado más la atención el conocimiento del abreviado paso

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CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

que á la nación inglesa, que envidiosa de las riquezas que á los españoles y portugueses proporcionaban sus descubrimientos, queria hallar nuevas vías por donde ad- quirir poder con que contrarestar su preponderancia. La Reina Isabel fué quien más alentó estos conatos, hon- rando á los que á ellos se aventuraban. Frobisher hizo con este objeto tres expediciones en aquel tiempo, y Davis otras tantas que por lo mismo que no dieron resultados satisfactorios , avivaron el deseo de encontrar nuevos me- dios de conseguir la empresa: por esto sin duda supuso Fuca haber hecho un viaje al descubrimiento del N. O. de la América, creyendo que nada como esto le habia de lograr la protección de la Reina de Inglaterra, ni propor- cionarle medio de mejorar de fortuna en sus Estados. Esta es la opinión mas probable según demostraremos luego. » Algunos sin embargo defienden la verdad del viaje, fundados en que los reconocimientos de este navegante, tienen mucha semejanza con los hechos últimamente en el estrecho que lleva su nombre, y juzgan que si en la rela- ción hay alguna inexactitud, debe atribuirse á que comu- nicado oralmente, los que nos le han trasmitido, por olvido de sus circunstancias, ó por malicia, la han adulterado. De esta opinión es Dalrimple, escritor célebre por sus conocimientos geográficos. Este autor y otros piensan que la entrada, que han encontrado recientemente los españoles por la cual en veinte y siete fueron llevados á la vecindad de la bahía de Hudson, corresponde á la que

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 33

halló Fuca; y aunque hay alguna diferencia en la latitud, creen que este error no puede influir en descrédito de la relación si se considera el valor á que suelen ascender los yerros de la estima, y la poca exactitud de medios que ofrecia el arte de navegar en el siglo xvi. Embocado el canal hasta la isla de Bonilla, donde ya se halla mayor anchura, se ven canales y tierras al N. O., al N. y N. E., y aun al S. E. de las bocas de Caamaño. Lo que Fuca creyó la boca de treinta ó cuarenta leguas que termina en el mar del N., juzgan que es la entrada al canal del Rosa- rio, antes de llegar á la punta de Cepeda; de donde supo- nen retrocedió el navegante. Para dar mayor fuerza á esta opinión, el comandante de una nave de comercio, dijo haber visto una roca piramidal por la latitud de 47^, 47'; desgraciadamente no hay cerca de esta roca ninguna abertura que pueda hacer creer que es la misma, vista por el piloto griego; pero para sostener su hipótesis, no hallan repugnancia en saltar por encima de esta diferen- cia, y suponen que la abertura está un poco más al Norte. »De este modo intenta conformar su derrota con el exacto conocimiento que se tiene hoy dia de aquellas re- giones. Pero esta conformidad desaparece si se ve el asunto de cerca, y los endebles fundamentos en que se sostiene esta opinión, se desmoronan en tocándolos. Un navegante célebre ( i ) que por mismo examinó aquellos

(i) Wancouver, Viajes, torpo iii, página _52i

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mares, observó al contrarío que la costa que se extiende entre los paralelos donde se coloca el estrecho de Fuca, está sin tal entrada ó cortadura, que los ríos del continente no presentan ninguna que se asemeje á la de Fuca, tal como la describe; y en fin que la que se llama estrecho de su nombre, en lugar de estar entre los 47^ y 48° está en los 48^ y 49° de latitud N. y no conduce á un mar Medi- terráneo, que sea mucho más espacioso. El error de un grado en latitud es demasiado grande para que pueda atribuirse á la ignorancia de su siglo, y á la inexactitud de las observaciones astronómicas de aquel tiempo; y si los defensores de Juan de Fuca se empeñasen en soste- nerlo, podrá respondérseles que Francisco Drake, que precedió á Fuca, jamás cayó en error tan considerable, y cuenta que los ingleses no estaban entonces más ade- lantados que los españoles en la cosmografia. La roca pira- midal nada puede probar, porque son muy comunes ro- cas de esta especie, no sólo en aquellas costas sino en muchas otras. Únese á esto la falta de verdad en la pin- tura del país que nos describe; pues lo supone fértil, cuando se hace notable por su esterilidad ; y rico y abun- dante en perlas, plata y oro, siendo así que es un terreno mísero en que apenas se conocen los metales preciosos, y se miran con grande estimación las conchas de Monterey.

» Aunque todos estos argumentos prueban la falsedad de la relación, siendo posible que los errores consistiesen

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA 35

en la adulteración y falta de inteligencia de los que nos la han conservado, tratóse de examinar los archivos ge-. nerales y particulares del reino, donde á ser cierto el viaje, debian encontrarse noticias más exactas y positivas que rectificasen las que poseemos. No habiendo encon- trado ni aun por incidencia el autor de esta Memoria (que por su comisión de reconocer los archivos del reino para formar su colección de marina habia revuelto gran número de documentos y papeles inéditos) el nombre de Fuca en cuantos tenia reconocidos, escribió á su amigo D. Juan Agustín Cean Bermudez, encargado por S. M. del arreglo del archivo general de Indias de Sevilla, envíándole un interrogatorio muy circunstanciado para que ora por la serie cronológica de los sucesos, ora por el nombre de los personajes que mediaron en ellos y por los países y provincias que descubrieron, ó en que se hallaron, inda- gase las noticias que hubiese de éste y otros famosos na- vegantes y de sus celebradas empresas; pero Ceah des-, pues de haber registrado con la prolijidad y exactitud que acostumbraba todos los índices é inventarios del ar- chivo y las cartas y correspondencias de los años en que se supone dicho viaje, nada encontró que revelase su exis- tencia. Wancouver dice que preguntando á los oficiales que estaban en Nutka con Malaspina y Cuadra, asegura- ron que era la primera vez que oian hablar de estos descubrimientos, hechos en bajeles del Rey de EspañsC; y añade, que relativamente á Fuca, Fonte y otros naver

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gantes de esta especie sabían menos que los ingleses, según lo acreditaban algunas obras publicadas en Ingla- terra. iQué mayor prueba de la falsedad de estos viajes, que la ignorancia y falta de datos que acerca de ellos habia no sólo en España sino entre marinos y geógrafos instruidos que recorrían los países en que debieron apres- tarse.?

» Pero aún hay otra mayor prueba y es la inexistencia de la comunicación que pretende Fuca haber descubierto de un mar al otro por parajes exactísimamente reconoci- dos en el dia. La entrada de Juan de Fuca existe, si bien es falso que comunique con el mar Atlántico. El primero que la reconoció fué el capitán inglés Barklay que salió de Ostende en 1786 en un navio llamado ^B/ águila imperial, » A los dos años el Capitán Duncan visitó tam- bién esta boca y dio de ella una carta que en 1790 hizo grabar el célebre geógrafo de la compañía de Indias Ale- jandro Dalrimple. El mismo viaje hizo en 1789 el capi- tán Meares, que dijo habia penetrado más de treinta mi- llas por el estrecho, y luego le siguieron en la visita de aquellas costas Porblok, Dixon, Tipping, Collnet, Dow- glas y otros navegantes. M. Laperouse en Agosto de 1786 estuvo cerca de la embocadura del estrecho y si una espesa niebla y un golpe de mar no le hubieran obli- gado á pasar de largo hubiera sido el primero que volvió á hallar esta famosa entrada. Meares contaba que un ca- pitán americano que llamó Grey , y en seguida Kendrick,

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internándose en ella con el bajel Washington encontró un gran mar interior , y navegando en un gran archipiélago salió detrás de Nutka en latitud de 561° Esta relación apareció en Londres en 1790, acompañada de una carta con la supuesta derrota del Wassington\ pero no se le dio gran fe, puesto que publicando cuatro años después el geógrafo Arrowsmith un gran mapamundi en que trazó to- dos los nuevos descubrimientos, no puso los del capitán americano Dixon, tuvo algunas disputas con Meares, y descubrió muchas falsedades é inconsecuencias en sus narraciones; y como la mentira no puede estar mucho tiempo oculta, pues la Providencia se vale de los mas ex- traños medios para que se descubra, cuando en 1792 M. Wancouver reconocía aquellos parajes en busca del supuesto mar interior, encontró al mismo Gray que quedó sorprendido al saber las patrañas que tomando su nom- bre propalaban en Europa, y confesó que habia pene- trado cincuenta millas, cuando más, en el canal, retroce- diendo en seguida.

T> La marina española no quiso ser ociosa espectadora en una cuestión que interesaba á la geografía; y en 1790 y 91, registró el estrecho D. Francisco Elisa, comandante del establecimiento de San Lorenzo de Nutka. Un año antes, hallándose en este puerto el alférez de navio don Esteban Martínez, después de haber tomado posesión de él en nombre de S. M., recordó que en 1774, á su vuelta de su viaje al Norte, habia creido ver una entrada

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muy ancha por los 48° 20' de latitud. Comisionó un se- gundo piloto con la goleta Gertrudis^ para que se cer- ciorase de si existia ó no tal entrada, el cual volvió diciendo la habia hallado de veinte y una millas de ancho y que su medianía estaba 48° 30' de latitud, y 19° 28' al O. de San Blas. Dio parte á la superioridad, sospe- chando fuese éste el estrecho de Fuca de que los ma- rinos españoles no tenian hasta entonces más que vagas y confusísimas noticias, y esto motivó el que se comu- nicase orden á Elisa, para hacer practicar en él un re- conocimiento prolijo. Envió al alférez de navio don Manuel Quimper, mandando la balandra Princesa Real, que saliendo de Nutka el 3 1 de Mayo, reconoció el puerto de Claucaud, se internó después en el canal de Fuca, vi- sitó algunos puertos y parte de la costa, levantó planos, y se retiró el primero de Agosto por no permitirle los tiempos continuar los trabajos. Al año siguiente tuvo Elisa órdenes del virey para llevar á cabo este reconoci- miento que tenía suspensa la curiosidad de los geógrafos. » Después de un invierno riguroso en que padecieron mucho las tripulaciones de las dos fragatas de su mando, Concepción y Princesa, hasta el punto de tener que enviar esta última á los puertos de la Nueva-California, con 32^ enfermos que adolecían de escorbuto y otras graves do- lencias, salió de San Blas el 4 de Febrero de 1791 á socorrerle el paquebot del Rey San Carlos, al mando del alférez de navio D. Ramón Saavedra, llevando por piloto

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 39

á D. Juan Pantoja y Arriaga, y llegó á su destino á los cincuenta dias de navegación, habiendo experimentado vientos inconstantes, temporales con granizos y noches enteras de copiosas nevadas. Elisa que tenía mandado aparejar la fragata Concepción para hacer algunos recono- cimientos, luego que vio el paquebot determinó embar- carse en él, dejando en custodia de Nutka al mando de D. Ramón Saavedra la fragata, por ser de más respeto; pues armada en guerra montaba treinta cañones de á doce y ocho. El dia 3 de Mayo tenía Elisa presto el paquebot para darse á la vela , y reconocer en cumplimiento de las órdenes con que se hallaba toda -la costa septentrional desde el cabo de S. Elias, que se halla en los 60^, hasta el puerto de la Trinidad, que está en los 4 1 , con particu- laridad los puntos del cabo de S. Elias, entrada enBuca- reli, estrecho del almirante Fonte, puerto de Cayuela, boca de Carrasco, estrecho de Juan de Fuca, entrada de Heceta y puerto de la Trinidad. Para poder registrar los canales, senos y bocas donde no pudiera entrar el paque- bot, llevó consigo la goleta Saiita Saturnina^ por otro nombre la Horcasitas^ que tenía cubierta y podia resistir cuatro cañones de á tres al mando del segundo piloto don José María Narvaez. Ambas embarcaciones se espiaron el 4 de Mayo por la boca del puerto; pero un viento fresco de S. O. las obligó á fondear de nuevo. Salieron el 5 con terral del N. O. y luego con viento fresco del O. N. O. navegaron al S. O., procurando la conserva

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de la goleta que no podía aguantar vientos tan duros. Aunque la idea de Elisa fué salir para los 60*^ la dificul- tad de mantener la conserva de la goleta, y la utilidad de tener este buque para los reconocimientos, le determina- ron á arribar al puerto de Cayuela para reconocer el pe- dazo de costa que hay desde él al de la Trinidad. El dia 7 á las seis de la tarde fondo en Cayuela. Está el puerto en latitud N. 49"" 8' y 21° 27' O. de San Blas. El dia 10 á la una y media de la tarde se hizo á la vela la goleta para reconocer la boca del N. de este fondeadero, y al siguiente el piloto Pantoja con la lancha armada re- conoció la del N. O. La goleta volvió el 14 evacuada su comisión; y su capitán dijo no haber hallado en todo lo que anduvo ranchería alguna; y que habiendo entrado por la boca del N. navegó la vuelta del E. un brazo de mar de quince millas de largo y tres en lo más ancho; pero hallándole el fin retrocedió. Encontró próximos otros dos brazos que van por el Norte, uno de diez y ocho mi- llas de largo y cuatro y media de ancho, y otro de diez de largo y tres de ancho, terminando todos en las faldas de montañas cuyas cimas estaban cubiertas de nieve: el 1 8 se concluyó de levantar con el bote el plano de este fondeadero de Cayuela, que no puede llamarse puerto porque es sólo formado de varias islas, y está por algu- nas partes descubierto.

> El 19 volvió con la lancha el piloto , por término de ocho dias; y habiendo navegado por la boca y canal

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 41

del N. O. reconoció las boca de Saavedra que salen á la mar, y tienen cubiertas las entradas de islas y bajos; se dirigió de allí al seno de S. Juan Bautista, y habiendo navegado por el canal de San Antonio, descubrió el puerto de San Isidro é isla de San Pedro, y reconoció la bahía de San Rafael , que es en su interior un puerto muy resguardado con dos rancherías al E. y O. Los indios de este punto arrojaban flechas á los de la lancha, cuando para levantar el plano del puerto se acercaban á tierra, y los españoles se defendieron con la fusilería; pero rece- loso de esta hostilidad el piloto, hizo derrota por el canal de San Francisco sin acabar el plano ni tomar posesión. Los indios le siguieron en gran número con sus canoas. Al pasar por las bocas de San Saturnino vio otra gran ran- chería; siguiendo su derrota fondeó en una isleta, donde estuvo toda la noche en espectativa sobre las armas, y determinó retroceder y seguir descubriendo los brazos que le quedaban por el N. E. Sin embargo de verse acosado por los indios que sin atreverse á ofenderle, daban mu- chos y desentonados alaridos, levantó y situó el canal de San Juan Nepomuceno y las muchas islas que contiene, y en él descubrió los dilatados puertos de Güemes y Giral- de, que son tan resguardados como capaces, y tienen dos ríos de agua cristalina, el uno de ellos en extremo caudalo- so. Los naturales son semejantes á los de Nutka, aunque más aseados y tratables, y más suaves en sus costumbres pues no comen carne humana. El 20 de Mayo ordenó el

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comandante al capitán de la goleta fuese á reconocer con prolijidad el interior de la entrada de Carrasco^ cuya me- dianía está por los 48° 752' latitud N. y 20° 41' longi- tud O. de San Blas, y que concluido el reconocimiento fuese á reunirse con Elisa al punto de Córdoda, situado tres leguas del canal de Lope de Haro, dentro del estre- cho de Fuca.

> Los que quedaban en Cayuela dieron la vela el 2 2 , entraron en el estrecho el 20, y el 29 fondearon en el puerto de Córdoba, encontrando 16" 45' de varia- ción N. E. bien observada. Desde que embocaron el es- trecho vieron á sus costados multitud de canoas con mu- chos indios, con quienes trataron. Todos traian sus arcos y carcaxes con provisión de flechas; y viendo que los es- pañoles se internaban en él, les preguntaban dónde iban, y qué querían; manifestándoles con palabras y señas, que en el interior habia hombres muy malos, que hieren y matan con lanzas, flechas y macanas. Luego tuvieron ocasión de confirmar esta noticia ; porque el 31 á la ma- drugada, habiendo salido la lancha armada en guerra á explorar la boca é interiores del canal de Lope de Haro^ volvió manifestando no podia continuar la comisión por haberse visto sorprendida desde que entró en él por mu- chas canoas de indios, á quienes se vio precisada á hacer disparos, y que al mismo tiempo sin aterrase por el es- tampido de las armas de fuego concurría mucha indiada á tierra, echando canoas al agua, tocando alarma y re-

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partiendo flechas; con lo cual y con las noticias que ya tenían, tomaron la determinación de regresar. Así espe- raron al capitán de la goleta que vino el 11 de Junio, averiguado ser la entrada ó boca de Carrasco un gran archipiélago de islas pequeñas, que tiene de E. á O. seis leguas, y de N. á S. cuatro: tienen lo interior de la tierra dos brazos de mar de media legua de ancho, que se in- ternan mucho , los cuales sólo se pudieron explorar por la extensión de tres leguas por los temporales, la falta de víveres y los insultos de los indios, que eran guerreros y atrevidos. El 14 de Junio armadas la goleta y la lancha en guerra, con municiones, tropa y gente, fueron destina- dos á examinar el canal de Lope de Haro, para que to- mando cada embarcación una costa del canal concluyesen el reconocimiento en cuatro dias; pero sucedió al contra- rio , porque hallándose en un inmenso archipiélago de islas, cayos, rocas y bocanas, determinaron no separarse, pues de hacerlo de otro modo, sería fácil que no se en- contrasen en muchos dias. Fueron haciendo gran número de marcaciones y enfilaciones, y dejaron á la parte del O. varias bocanas y brazos formados al parecer de muchas islas, que no emprendieron reconocer por considerar ser necesarios muchos dias. Seguidos los reconocimientos hizo Elisa examinar parte de la costa al piloto D. José Narvaez, no pudiendo hacerlo por sí, á causa de haber caido enfermo. Nada se halló que conviniese con lo que Fuca suponía haber hecho, ni que diese una idea de la

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existencia del paso. Permanecieron en el canal hasta el dia y7 de Agosto, en que se vieron precisados á retirarse por tener ya escorbútica parte de la tripulación, y carecer de dietas que suministrarla. Aunque nada se habia visto que anunciase el paso, Elisa confundido y perplejo con aquel laberinto de canales, y temiendo que se hubiese es- capado á sus investigaciones alguno, que extendiéndose más que los otros proporcionase comunicación al otro mar, no se atrevió á separarse de la vulgar opinión; así es que vuelto á Nutka, escribió al Virey asegurándole < que el paso al Océano , que con tanto anhelo buscan sobre esta costa las naciones extranjeras, si es que lo hay, le parecía no hallarse por otra parte que por este gran canal.»

Todo lo escrito por D. Martin Fernandez Navarrete se refiere á una época relativamente lejana, en la que los reconocimientos efectuados en el estrecho de Fuca ó de Vancouver no hablan conseguido la perfección de nues- tros dias; hoy se halla fuera de toda duda su configura- ción topográfica. Sin embargo de esto, el mismo Sr. Na- varrete, en su examen y comentarios á los viajes de las goletas Sutil y Mejicana^ expresa la íntima convicción que adquirieron sus respectivos Comandantes de la no existencia del paso como resultado de las exploraciones efectuadas en todo aquel estrecho. Los dichos Coman- dantes Alcalá Galiano y Valdés añadieron en su relación

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FÜCA. 45

detalles que juzgaron de gran peso para confirmar como apócrifo el viaje de Juan de Fuca, tales como la esterili- dad y tristeza de las comarcas interiores del estrecho y su carencia de producciones terrestres y marinas, y más aún de los metales preciosos de que se las suponia abun- dantes.

Hoy, repetimos, no es necesario indicar que efectiva- mente el paso por aquel estrecho del Pacífico al Atlánti- co, ha sido siempre de todo punto imposible. No puede admitirse como probable el socorrido recurso de las con- vulsiones geológicas, porque se encontraría desmentido con los más recientes estudios de aquellos terrenos. Dé- bese, pues, negar en absoluto el viaje de Juan de Fuca tal y como él pretende haberlo realizado; pero ¿ debe ne- garse igualmente que este piloto haya descubierto el es- trecho que más tarde reconocieron Vancouver y otros muchos ilustres marinos ? ¿ Débese negar, si no la existen- cia de Juan de Fuca, al menos el que haya pasado gran parte de su vida al servicio de la Armada española.^ Creemos que no. Cierto es que no se conservan en nues- tros archivos documento ni escrito alguno en los que aparezca siquiera por casualidad el nombre de Juan de Fuca, y esto nos autoriza á dudar de la verosimilitud de su viaje en los puntos más capitales que de él refiere. No pudo ser nombrado por el Virey de Méjico piloto de una expedición de tres buques para descubrir nuevas tierras, porque hubiera constado como tal; no pudo haber perdido

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los 60.000 ducados que supone en el apresamiento de la nao de Acapulco, por las razones antes expresadas; no pudo, en fin, haber encontrado en el estrecho de su nombre una tierra fértil y rica en oro, plata y perlas, porque jamás en él han existido; pero creemos, si no probable, posible el que dirigiendo una pequeña carabela y una lancha armada se remontase hasta cerca de los 48 grados de latitud, que por error craso, comprensible en aquella época, fiaeran en realidad próximamente 49. Esto es todo lo que podemos conceder de verosímil á cuanto abarca la relación de Juan de Fuca. El embocó tal vez el canal que allí existe navegándolo algunas millas, y satis- fecho viró por redondo, confiando á su fantasía el comple- mento de una exploración extraordinaria. En efecto, cuando Juan de Fuca referia á Mr. Lok el resultado de su viaje, aún no se tenía conocimiento del estrecho indicado, y parece difícil que él lo adivinara en situación tan poco errónea. Lo que entonces entrevio, bien pudo antojársele camino verdadero que le hubiera conducido sin gran dificultad hasta el Océano Atlántico. Su discurso sustituyó á sus ojos, y describió como si hubiera visto lo que presumia, y tal vez lo que confiaba encontrar si pro- bara de nuevo fortuna.

No mencionamos la defensa que de él hace Flerieu en su introducción al Viaje de MarcJia7id^ porque carece hoy de toda lógica y de todo fundamento. No expresa- mos las varias opiniones de otros geógrafos, por lo vagas

SOBRE EL VIAJE DE JUAN DE FUCA. 47

é indecisas. Además, cualquiera que haya sido su grado de veracidad, el viaje de Juan de Fuca encierra un inte- rés muy secundario, puesto que en el caso más favorable hubiéramos de concederle la sola gloria del descubri- miento del estrecho que bojea la isla Vancotiver.

Ya se ha visto que cuando este estrecho era poco co- nocido y se prestaban á toda conjetura sus naturales lí- mites, de qué manera fué rechazado por apócrifo el viaje de Fuca , sobre todo en lo que se refiere á haber hallado un paso para el Atlántico.

Debemos, pues, terminar diciendo que en nuestros dias ha perdido todo interés la aclaración de lo que real- mente hizo el piloto griego, porque nos consta cuál pudo ser su máximo triunfo, y éste carece de importancia ab- soluta en la historia de los grandes descubrimientos.

LORENZO FERRER MALDONADO.

No diremos lo mismo respecto al pretendido viaje de Maldonado. La importancia de este viaje es tal, que de no ser apócrifo glorificaría su nombre, colocándolo á la altura de los descubridores más notables. Él hubiera rea- lizado en el siglo xvi una derrota del Atlántico al Pacífico por el Norte de América, ó sea el llamado paso del Ñor- oeste ^ navegación tantas veces emprendida por marinos de todas las naciones y no realizada hasta ahora, si bien el inglés Mac-Clure en 1850 adquirió el convencimiento de la existencia del paso. Merece, pues, mucha atención y estudio todo cuanto sobre este hecho se refiere, y es de justicia extremar su examen para conceder á Maldonado toda la gloria ó todo el ridículo que debe corresponder al que emprende y realiza tan extraordinaria exploración, ó al que inventa y miente con inaudito descaro.

Mucho se ha escrito y mucho se ha discutido ya sobre su viaje y sobre su persona, con tanto caudg,! de datos y

50 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

con presencia de documentos tan explícitos y concluyentes, que nuestra tarea ha de reducirse á una simple recopila- ción ordenada y á un comentario por demás sencillo y corto.

El primer escritor que dio á conocer en nuestro siglo con alguna amplitud el viaje de Maldonado, fué el Duque de Almodóvar, bajo el pseudónimo de Eduardo Malo de Luque en su obra Establecimientos ultramarinos de las ilaciones europeas. Este notable erudito examinó la rela- ción del citado viajero y no se atrevió á admitirla como auténtica ni como apócrifa.

Véase lo que dice en el tomo iv capítulo xxiv de la ci- tada obra:

Cerraremos este último capítulo con la noticia de la inédita relación de un viaje capaz de destruir cuanto se ha dicho en los cuatro capítulos precedentes sobre tan importantes y curiosísimos asuntos, como los que quedan ventilados.

»Esta es, la de un viaje del capitán D. Lorenzo Ferrer Maldonado en 1588, desde las costas de España al es- trecho de Anian, siendo su piloto Juan Martinez, natural del Algarve. Salió de Lisboa dirigiendo su rumbo por el Nordeste á la tierra de Labrador; y pasando el estre- cho de Davis logró desembocar á los 75 grados de lati- tud en el mar Glacial: bajó navegando al Oeste cuarta al Sudeste; y se halló en el estrecho de Anian, que se- gún su diario, dista de España 1.750 leguas por aquella

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 51

navegación, y desembocó en la mar del Sur á los 6o grados. A la ida hizo la travesía del estrecho en Febrero, y pasó su desembocadero en Marzo; por lo que padeció muchísimo frío, oscuridad y hielo en las orillas; pero ja- más halló la mar helada. A su regreso, que fué en Junio y Julio, gozó muy buen tiempo; y desde que cortó el círculo Ártico á los 66 grados y 30 minutos, hasta que le volvió á cortar en medio del estrecho de Labrador, jamás desapareció el sol del horizonte, y sintió bastante calor.

>E1 derrotero está circunstanciado con las correspon- dientes relaciones de las corrientes, de las mareas, de los fondos, de los vientos, de la vista de las costas de Asia, y de los rumbos y costas de América. En algunos puntos parece hallarse algo conforme con las observaciones del referido viaje de Cook; en otros difiere prodigiosamente: por ejemplo, pone el estrecho en 60 grados, cuando sa- bemos que está en los 66: diferencia bien notable.

»Es imposible combinar este viaje con los últimos que acaban de verse. No es fácil comprender cómo pudo el capitán Ferrer llegar á tanta altura por esta parte del globo, que se encuentra cerrado con inmensas moles de hielo. Es difícil señalar la desembocadura del estrecho según la misma relación; pues habla de dos bocas muy angostas, la de la parte del Norte, de medio cuarto de legua escaso de ancho, y la boca que sale al mar del Sur, de una anchura de más de cuarto de legua, y que se va abriendo sobre la costa. Circunstancia nada confor-.

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me y muy contraria de lo que es el estrecho, cuya menor anchura es de 13 leguas.

» Sólo pudiera darse salida á esta dificultad , diciendo que no íué el estrecho entendido de Anian por el que des- embocó Ferrer, sino algún rio que, cortando cierta porción de continente, le facilitó este paso; y quizá pudo ser la entrada de Norton, ó el rio Cook, ú otro paraje de estas latitudes que no han quedado exactamente reconocidos.

» El viaje de Ferrer //eva todos los caracteres de aziten- ticidad; no ha habido interés ni motivo para fingirle, ni se le notan aquellos reparos que se presentan en la apó- crifa relación del Almirante Fonte; no se ha impreso, y ha estado sepultado su M. S. entre el polvo de los Ar- chivos, siguiendo en esta parte la triste suerte de otros muchos, por negligencia, desaliño, ó acaso por principios adoptados por nuestro Gobierno en tiempos misteriosos.

» Parece que es poca objeción la que pudiera ponerse de hallarse nombrado el capitán D. Lorenzo Ferrer con el título de Don^ observando que en 1588 no estaban en uso los dones ^ aun entre personas nobles y muy califica- das, pues semejante distinción era muy rara; pero esta circunstancia no es suficiente para debilitar la autoridad de su relación; porque pudo el copiante ó algún interesa- do ó pródigo en ampliar honores, añadirle aquella calidad.

»No hay suficiente razón para dejar de suponer que es cierto este derrotero, cuyo circunstanciado extracto para en nuestro poder; no cabe la menor duda en que es evi-

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dente cuanto demuestran estotros últimos viajes, apoya- dos de las verídicas relaciones de los españoles, de las de los rusos, aunque se hallen acompañadas de varios errores geográficos, y de las de los mismos ingleses en sus repe- tidos exámenes por mar y tierra, así en la bahía de Hudson como en la de Baffin, y en la mayor altura posi- ble de navegación en las corridas longitudes.

» Juntos ambos supuestos, crecen á tal punto las dificul- tades para dar solución entre aquella autenticidad y esta evidencia^ que nos vemos en la dura necesidad de finali- zar nuestra tarea, dejando sumergido en dudas al lector. Pero mientras algún feliz viajero, algún excelente náuti- co, algún profundo físico ó algún sabio geógrafo aclare este problema, nos arrojaremos á decir que en el derro- tero de Ferrer pueden caber inexactitudes que nos con- fundan, equivocaciones que hayan alucinado á él mismo y á su versado piloto; que en la distancia de dos siglos las arenas pueden haber cerrado alguna entrada ó rio; que lo bajo de las playas pueden, en algún año extraordina- riamente lluvioso, haber abierto un paso que sólo fué mo- mentáneo y casual; que los volcanes con sus irrupciones; que algún terremoto ú otro fenómeno de los que produce la naturaleza y no conocemos bastante bien, pueden ha- ber hecho variar la posición de algunos terrenos, lagos ó ríos de aquellos oscuros países; que algún cometa ú otro' extraordinario acaecimiento ó meteoro, pudo haber des- hecho por algún tiempo gran parte de los hielos y dejado

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comunicable algún canal por donde logró entonces su tránsito aquel viajero; en fin, que cualquiera otra nove- dad en el globo, novedad que no alcanzamos á compren- der, pueda hacer compatibles la aute7iticidad y la eviden- cia que agitan nuestro ánimo. Por conclusión, nos ceñire- mos á hacer presente al lector, que con los referidos via- jes sabemos mucho, conocemos mucho nuestro globo, se han abierto nuevos manantiales de riquezas y conoci- mientos al comercio, á la navegación, á la fi'sica y á la moral; pero aún ignoramos mucho y nos queda mucho que saber, como que no somos más que humanos entes, todo polvo, todo tinieblas. »

Léase ahora la relación auténtica que existe en el ar- chivo del Excmo. Sr. Duque del Infantado, de la que se sacó copia en 1781 :

t Relación del descubrimiento del estrecho de Anian, que hice yo el capitán Lorenzo Ferrer Maldonado el afio J^SS y en la cual está la orden de la Navegación y la disposición del sitio y el modo de fortalecerle y asimis- m-o las utilidades de esta Navegación y y los dafios que de no hacerla se siguen.

Señor : » Ante todas cosas conviene saber cuáles son las como- didades que se pueden conseguir por la navegación del

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Estrecho de Anian al mar del Sur, y habiendo conside- rado la navegación que hasta ahora se ha tratado para las Filipinas, China y Japón y las otras partes de aquel mar, parece por buena cosmografía y geografía, que na- vegando por este estrecho se ahorra casi la mitad "del camino. Donde esto se conoce bien es en un globo ter- restre, ó en un mapa que tenga el polo por centro, y no en las cartas planas, las cuales, tan grande y dilatado muestran el punto del polo como es la línea de la equi- nocial, y por esta razón en ellas no puede parecer menor el un camino que el otro; y supuesto que esta doctrina quiere práctica visible, es excusado tratarla aquí; basta decir que por este estrecho se ahorra la mitad del cami- no, poco menos: fuera de que tiene otra comodidad mu- cho mayor, y es que de una embarcación se puede ir desde España á las Filipinas, y esto no puede ser por donde ahora se camina, por haber de desembarcar en la nueva España y caminar ciento y cincuenta leguas por tierra, y esto es causa que la más de la gente que se en- via á aquellas partes para los presidios y socorros, se quedan en la nueva España, ó cansados del mar, ó asi- dos á las delicias de aquellas tierras. Fuera de esto tiene otra notabilísima utilidad, y es que puede V. M., nave- gando toda la especiería (del Maluco y todo el Archipié- lago y otras partes), por este estrecho hacerse total Se- ñor de ella con mucha facilidad; porque almacenándola en la ciudad de Sevilla, le importará más de cinco millo-

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nes por año, obligando á muchas naciones que vengan á España por ella, y en su recompensa traigan abundante- mente todas las cosas necesarias á estos Reinos: con lo cual se excusará llevarse toda la plata que cada año viene de las Indias, poniendo al Reino en tanta necesidad. Asimismo se considera, que haciéndose este estrecho na- vegable se muda el trato y comercio que tiene la China con las Indias y se pasa á España; la cual comodidad al- canza á las Filipinas y á todas aquellas partes: porque el trato de la China con las Indias ha sido dañosísimo para España; tanto, que ha impedido la mayor parte del que solia tener, lo cual está probado con que VM. (por este respecto) tiene ahora estrechado el comercio que la China y Filipinas tienen con las Indias, tanto, que es im- posible sustentarse aquellas partes como es razón, para resistir sus enemigos, que son muchos, y de necesidad aquellos Reinos han de venir á disminución y no poderse sustentar, y por el contrario podrían por este camino y navegación crecer y aumentarse en tanto número y posi- bilidad (por sus riquezas) que traerían flotas en esta car- rera tan grandes como las que van á las Indias, trayendo á España mucha abundancia de riquezas de la gran China y Tartaria, y de otras partes que serian muy ba- ratas, porque de solo oro se puede traer dos millones cada año, en que se puede conseguir muy grande interés, porque el oro vale en la China menos de la mitad de lo que aquí vale, y junto con esto se trairán otras muchas

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cosas, las cuales ahora estos reinos se proveen de ellas de manos de sus propios enemigos; con lo cual se enri- quecen y cobran fuerzas para hacer guerra.

»Es de mucha consideración (asimismo), proveer de gente de guerra aquellas partes para la defensa de aque- llos Reinos y hacerlo con tanta facilidad, como por este camino se puede, con lo cual se impide que los enemigos se puedan hacer señores de ellos, como es posible hacer- se por falta de gente y socorro, y siendo Dios servido de que nosotros hagamos semejante navegación, se abre con ella una puerta por la cual se facilita la conversión de aquellos gentiles habitadores de aquellas partes, por cuyas almas quiso Dios padecer, que no es esta la menor, sino la mayor utilidad.

» Otras muchas puede ofrecer el discurso del tiempo, empero la más esencial de todas conocidamente, es pre- venir los grandes daños que podrían sobrevenir, por no reconocer el Estrecho de Anian y fortalecerle, porque siendo verdad que lo hay (como yo testifico haberlo vis- to), seria notabilísimo el daño que podría suceder si fuese hallado y fortalecido de los enemigos, los cuales con mu- cho cuidado desean hallarle, pues sabemos como el año pasado de 608 salieron unos navios de Inglaterra á le buscar. Porque siendo tomado de enemigos, pueden desde allí hacer muy grandes daños, que por la vecindad que tienen sus tierras con aquel Estrecho, les sería fácil cosa enviar por él una armada, la cual repartida de treinta en

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treinta naves, se enseñorearan de las tierras de la Nueva España y Perú; adonde publicando ancha conciencia y libertad de Indios , podría ser que muchos y aun todos se les viniesen á las manos, y de tal suerte encastillarse en todo aquel mar, que no teniendo por donde enviar breve socorro , quedasen por señores de él irremediablemente; y tanto se puede temer este peligro , que cuando no supié- ramos por cierta ciencia y vista de ojos tener esta entra- da el mar del Sur, la habiamos de buscar para fortale- cerla, ó para desengaño si no la hay y quedar sosegados los corazones sin temer este peligro, y aquí se advierte que si los enemigos no tienen hechos muy grandes da- ños en aquel mar, es por no tener todo el puerto que sea de consideración, como lo es el que tiene el Estrecho de Anian, según adelante se dirá, y porque ahora parece tratarse de semejante navegación por mandado de V. M. y su Consejo de Estado, y del modo de fortificar el Es- trecho, parece ser cosa al propósito hacer relación de las derrotas de la navegación, el sitio y puerto de aquella parte, con todos los discursos de mi viaje; y habiendo de comenzar por la navegación, se advierta á la doctrina si- guiente, según la cual, todo buen marinero la podría ha- cer.— Pártese de España y presupónese que es desde Lisboa, desde adonde conviene poner la proa al Nor- oeste por camino de 450 leguas, hasta llegar á los 60 grados de altura de Polo Ártico ; adonde se dará vista á la isla de Frislandia, antiguamente nombrada Tyle ó

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Tule. Es una isla poco menor que Irlanda, desde la cual se tome la vuelta del Oeste corriendo por los 6o grados de altura, por navegación de i8o leguas, hasta llegar á la tierra del Labrador, que es adonde comienza el estre- cho del Labrador, ó estrecho Davis, cuya entrada es bien ancha por más de treinta leguas, y la tierra que tie- ne á la parte del Labrador, que es al Oeste es baja, más la parte contraria, que es aquella de la cual se forma aquella boca del estrecho, es de montes muy altos; allí se muestran dos bocas, en medio de las cuales están aquellos montes altísimos, y la una de ellas corre al Les- nordeste y la otra al Noroeste, y así conviene dejar la que queda al Lesnordeste, que es la que está á la mano derecha mirando al Norte, porque esta boca la hacen la Grutlandia y unas islas por donde últimamente se torna al mar de la Frislandia, y á esta suerte tomando la otra boca se ha de poner la proa en el Noroeste entrando por aquel estrecho por camino de 8o leguas , hasta llegar á los 64 grados escasos de altura. Allí hace el estrecho otra vuelta al Norte por 1 20 leguas hasta llegar á los 72 grados de altura, y allí torna aquel estrecho á hacer otra vuelta al Noroeste, por la cual se ha de navegar 90 leguas hasta llegar á los 75 grados de altura algo esca- sos; con lo cual queda desembocado todo el estrecho del Labrador, que, como dicho es, comienza en 60 grados y acaba en 75, y tiene de largo 290 leguas, haciendo tres vueltas muy grandes, la primera y última se corren del

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Noroeste, Sueste, y la de enmedio de Norte Sur, y es por donde más angosto de 20 leguas y por donde más ancho de 40, y hace muchas calas, puertos y abrigos, que pueden ser socorro de cualquiera necesidad , y hasta los 73 grados pareció ser habitado de algunas gentes, porque en muchas partes de aquellas costas se vieron humos así de la una parte como de la otra. Paréceles á algunos inconsideradamente ser imposible navegar por tan grande altura de Polo. A esto se responde que los Anseáticos viven en 72 grados de altura, en cuyo puerto que es el de San Miguel, y en toda aquella bahía de San Nicolás entran todos los años casi mil naves de trato, las cuales para haber de pasar al mar de Flandes, de nece- sidad han de subir á 75 grados de altura, para dar la vuelta sobre la Finamarca.

» Habiendo desembocado el estrecho del Labrador, se comienza á bajar de aquella altura, navegando al Oeste cuarta al Sudoeste por 350 leguas, y se llega á los 71 grados de altura; que es adonde en nuestro viaje al tiempo que volvimos descubrimos una tierra altísima, sin que se pudiera entender si era tierra firme ó isla, mas hacerse consideración que si es tierra firme será contra costa de la Nueva España. Desde esta tierra vista á 7 1 grados de altura, se ha de caminar la vuelta del Oes- sudoeste, por 440 leguas hasta bajar á los 60 grados, adonde ha de ser hallado el estrecho de Anian, con lo cual será observada la misma navegación que yo hice á

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lo menos desde la Frislandia, porque es de saber que yo partí de los Bacallaos en demanda de esta isla, por llevar necesidad de bastimentos, los cuales tomé en unas islas que están cerca de ella, llamadas Gelandillas, que siendo tres solamente, es habitada la una y las otras dos son pastos para los ganados de aquella gente, que es muy rústica, aunque parecían ser católicos cristianos. Tornan- do á nuestra navegación, digo según mi parecer, que será más acertado cuando se haya desembocado el estrecho del Labrador, costear toda la contracosta de la Nueva España, por dos razones: la una por entender qué pobla- ciones tiene, y la otra para buscar en ella escalas y re- fresco para las Armadas que por este camino han de na- vegar.

» Según la relación hecha, parece haber de España á la Frislandia 450 leguas, y desde allí al Labrador 130, á desembocar el estrecho suyo 290, que todas son 920 leguas, las cuales sumadas con 790 que hallamos desde la boca septentrional del estrecho del Labrador hasta el estrecho de Anian , hacen i . 7 1 o leguas , que tanto es lo que hay desde España al estrecho de Anian.

» El tiempo en que desembocamos el estrecho del La- brador, fué muy riguroso, por ser en los principios de Marzo , porque por el estrecho se navegó parte de Fe- brero; así padecimos grandísimos trabajos, de oscurida- des, frios y tormentas, porque el dia era breve en todo aquel tiempo, y el frío tan grande, que el agua del mar

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que salpicaba en el costado del navio se helaba de tal suerte, que parecía ser aquel navio hecho de cristal, y habia necesidad de picar los hielos porque se iban en- grosando de tal suerte, que algunas veces los hallamos de más de un palmo de grueso; y es grande yerro pensar que aquel mar se puede helar todo, porque como es grande y aquel estrecho de grandes corrientes, éstas y las grandes olas por su continuo movimiento no le dejan helarse; mas en las orillas y partes donde el mar está quieto, creo que se puede helar según pareció en nuestra nave, que el agua que salpicaba se helaba, solamente se sabe (y así nos fué dicho por aquellas gentes de las Ge- landillas), que un estrecho de mar que hay entre la Fris- landia y la Gruthlandia está helado la mayor parte del año, porque está en medio de grandes montes y cerros de la parte de la Frislandia altísimos, y no dan lugar á los rayos del sol, y por estar abrigados de altísimos montes no tiene combate de vientos que le inquieten sus aguas, y así el continuo sosiego le hace estar helado, como di- cho es, y no se puede navegar, y lo mismo es en la gran bahía. Mas cuando tornamos por aquel estrecho del La- brador, que fué por el mes de Junio y parte de Julio, siempre gozamos de continua claridad, y tanto, que cuando llegamos á cortar el círculo Ártico, que se hace en 66 grados y medio, comenzamos á no perder el sol de vista, ni jamás se cubrió por el horizonte, hasta que otra vez lo tornamos á cortar en medio el estrecho del Labrador,

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y así de la continuación del sol sobre el horizonte estaba el aire tan caliente, que nos causó más calor que el que hace en la parte que mayor es en España, mas no porque cuando nos poniamos al sol, sus rayos ofendiesen mucho, y siempre nos corrieron vientos largos del Norte, con los cuales se desembocó fácil y prestamente el estrecho del Labrador; verdad es que sus grandes corrientes de flujo y reflujo ayudan mucho al entrar y salir, aunque sean los vientos contrarios, porque allí como son muy continuos los del Norte, hay necesidad á la ida de España á Anian de valerse de las mareas, con la cual relación se concluye con lo que es las derrotas de esta navegación y sus ac- cidentes.

»E1 estrecho que descubrimos en 6o grados de altura, que está 1.7 1 o leguas de España, parece, según tradi- ción antigua, ser el que los cosmógrafos nombran en sus mapas de Anian, y si es verdad que lo es de necesidad, lo ha de hacer estrecho, de la una parte la Asia y de la otra la América, lo cual parece ser así según el discurso siguiente.

» Después que hubimos desembocado por el mar gran- de, fuimos costeando por la parte de la América por más de cien leguas, la proa en el Sueste, hasta llegar á los 55 grados de altura, en la cual costa no se halló población ni boca del mar que fuese indicio de otro estrecho por el cual pasando el mar del Sur al mar del Norte, pudiese aislar aquella parte, y de aquí se coligió ser toda aquella

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costa de la América, y que continuándola, podia llegar brevemente á Quivira y cabo Mendocino; dejamos esta parte, la cual (como dicho es) conocimos que se iba con- tinuando, y puesta la proa en el Oeste, caminamos cua- tro dias con un viento tasado, tal que se pudieran contar á 30 leguas por 'singladura; y habiendo caminado 120 leguas según esta fantasía y punto de la carta estimado (aunque de aquel mar no la teniamos), descubrimos una grandísima tierra, y de grandes sierras, con una larga y continuada costa, de la cual nos apartamos por convenir así á nuestro intento, siempre enmarados, navegando unas veces al Nordeste, otras al Nornordeste y otras al Norte, de adonde nos pareció (por mayor) que se corría aquella costa Nordeste, Sudueste. No pudimos conocer las cosas particulares de ella, por ir (como dicho es) tan enmarados, y así tan solamente puedo afirmar que tiene poblaciones hasta muy cerca del estrecho , porque en mu- chas partes se vieron salir muchos humos, y así según buena cosmografi'a, nos pareció ser tierra de Tártaros ó del Catai, y que á pocas leguas de aquella costa estaría la gran ciudad de Cambalu, metrópoli del gran Tártaro. Finalmente, siguiendo la dicha costa nos hallamos en la boca del mismo estrecho de Anian, por donde quince dias antes hablamos desembocado al mar grande, el cual reconocimos ser el del Sur, donde son Japón, China, Ma- lucas, India y Nueva Guinea con el descubrimiento del Capitán Quirós, y toda la costa de la Nueva España y Perú

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> En la boca que hace el estrecho por donde desemboca al mar del Sur, hay un puerto á la banda de la América, capaz de quinientas naves, aunque en cierta parte de él es desapacible y de mal surgidero á causa de las cor- rientes que en la marea que baja del Norte al Sur entran por la boca de él y baten fortísimamente en una parte que hace el puerto cerca de la boca, entrando en él á la mano derecha, porque se ha de entender que la boca del puerto está abierta al Norte, y entra haciendo una espira ó caracol. Pareció no haber sido tocado aquel puerto de pies humanos, digo sus orillas, porque en cierta parte de él tiene un remanso, en cuya orilla se hallaron infinidad de cascaras de huevos de las aves marítimas que á las orillas del mar suelen desovar, y estos pareció ser trai- dos de las corrientes del Norte, y eran en tan grande número, que hacian un muro de una vara de alto y ocho pasos de ancho. Hallóse en este puerto un rio de agua dulce, muy grande y tan fondable que se pudo entrar con nuestro navio á hacer agua en él , y me parece que pudiera entrar una nave de quinientas toneladas. La ma- yor parte de este puerto es arenisco, particularmente adonde se hace este rio, y adonde baten las corrientes; mas por la banda del Norte , tiene un abrigo de peñas cortadas, de más de dos picas en alto; en algunas partes, sobre las cuales se hace un sitio llano , largo y angosto, al cual circunda el mar, dejándole un poco de tierra firme por la banda del Este, en el cual sitio se puede hacer

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una grandísima población, y por ahora un fuerte, que será de mucha consideración. La tierra que es continente con este puerto, es muy apacible y tiene llanos grandísi- mos á la parte del Sueste, haciendo punto en el puerto, y estos son poblados de un monte bajo, que en algunas partes de él se hallaron romeros, los cuales llanos siendo desmontados, pueden servir de lindas labranzas y huer- tas, porque según su disposición se pueden regar la ma- yor parte de ellos, porque es de saber que aunque esta tierra está en 59 grados de altura de Polo, es de muy gracioso temperamento, porque todo aquello que está á la banda del Sur y le abrigan y defienden los montes que tiene á la banda del Norte, es muy templado, adonde el frío del invierno no es con exceso, sino muy moderado, porque siempre está descubierto á los rayos del sol y li- bre de los vientos del Norte, y solamente le soplan los del Sur cuando corren, que estos siempre son templados, y más allí que vienen por cima del mar, que es lo que suele hacer caliente el aire: el efecto fué conocido por los géneros de frutas que allí se hallaron , y es de considerar que aunque esta tierra está en tanta altura, no por eso dejará de ser muy buena de habitar, pues lo son otras muchas que corren por este paralelo, como es Edimbur- go, de Escocia, y los principios de la Suevia y Hapselia, y Riga, ciudades de la Livonia, Dublina de Hibernia y Nidrosia, ciudad de Noruega, y muchas partes de la Moscovia, y otras tierras muy buenas que son habitadas

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y tratadas y conocidas, que aunque están apartadas del calor de la costa, son de frío tolerable. El mayor dia de verano en esta tierra es de diez y ocho horas y media, y lo mismo la mayor noche del invierno, y por esta razón es la noche del verano de cinco horas y media y el dia de invierno de otras tantas. En el rio que entra en el puerto, y en otro que está más abajo á la banda del Sueste, hay muchos y grandísimos árboles, y los más de ellos frutales, de frutas buenas y algunas semejantes á las de España, como son manzanas, peras y ciruelas sil- vestres, y otras no conocidas de diversas formas; y así por no caer en algún grande peligro (como fuera posible), ordené á mi gente no comiesen de la fruta que primero no se hallase en alguna parte ser picada y comida de las aves, y con esto se conoció no haber fruta dañosa, y to- das las más de ellas eran pasadas en sus mismos árboles del año pasado, porque en aquella sazón no habia frutas maduras, por ser el tiempo que allí estuvimos parte de Abril y todo Mayo y parte de Junio; y así de conservarse las frutas de un año para otro pasadas en sus árboles, se conoció no haber sido su invierno muy riguroso. Hallá- ronse en un valle que el rio de abajo hace (que era hondo y parecia ser muy templado) vides de uvas silvestres, y lechías, que es una fruta sabrosa de la India que siempre se halla en tierras templadas. Por cima del puerto, mi- rando entre el Norte y el Este, por toda aquella cuarta de aguja, hay unos montes no muy altos, sino muy tra-

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tables y abundantes de todo género de caza, adonde se hallaron perdices y conejos algo diferentes de los de Es- paña, venados pintados de pintas blancas y negras sobre lo pardo, y por cuernos unas grandes palas, aunque al- gunos no las tenian; viéronse dos géneros de puercos, los unos como los que se crian en las Indias, que tienen en el espinazo el ombligo, aunque mayores, y los otros como los jabalíes de España grandísimos. Halláronse al- gunos búfalos y otros muchos animales, mas no se vio ninguno que fuese feroz. El mar es abundantísimo de pesca, y todo marisco muy bueno y sabroso, aunque ma- yor que el que acá conocemos, porque se tomaron can- grejos de media vara de través, siendo los de nuestras costas no mayores que la palma de la mano. La parte frontera que es á la banda del Asia ó Tartaria, tiene montes altísimos, tanto que en algunas partes de su ma- yor altura se sustenta la nieve todo el año, particular- mente aquellos que miran al Norte, y estos son tan mon- tuosos, ásperos y fragosos, que parece imposible poder- los tratar, y la mayor parte de sus árboles son pinos muy altos, los cuales nacen hasta en la orilla del mar. En la misma parte de la Asia, enfrente de la boca del puerto, se hace un remanso del agua del mar, adonde hay un cañaveral muy grande de carrizos que nacen dentro de la misma agua, cerca del cual hallamos ser la mayor pes- quera de todas aquellas partes. Allí se mataron muchos pescados y muy grandes, y algunos conocidos, como son

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corvinas, congrios, lenguados y otros semejantes, aunque mayores que los que por acá se hallan. Viéronse pasar algunas veces grandísimos pescados, los cuales iban del mar del Sur al mar del Norte, y entre estos se conocie- ron ballenas y bufadores y otros monstruos muy grandes, y pareció que la razón de hacer semejante tránsito era que siendo entrada de verano, dejaban las aguas calien- tes del mar del Sur por gozar de las frescas del mar del Norte.

El estrecho de Anian es de 1 5 leguas de largo, porque fácilmente se desemboca y pasa con una marea que dura seis horas, y estas mareas son allí recísimas excesiva- mente. Tiene seis vueltas en todo este largor, y las dos bocas que tiene de entrada y salida, se miran la una á la otra por línea de Norte Sur, digo, que están la una con la otra Norte Sur. La boca que tiene á la banda del Norte (que es por donde nosotros entramos) tiene menos de medio cuarto de legua de anchura, y de la una y otra parte tiene dos peñones cortados, aunque la peña que tiene á la parte del Asia es más alta y más pendiente que la otra, de tal suerte, que hace debajo de un abri- go, en tal modo, que ninguna cosa que cayese de la parte alta podría dar en el pié de ella. La boca que sale al mar del Sur por junto al puerto, es de más de un cuarto de legua de anchura, y desde allí se va siempre ensanchan- do y abriéndose aquellas dos costas. Tiene el estrecho en medio de sí, en el fin de la tercera vuelta , un grande pe-

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ñon Ó isleta hecha de una peña tajada, de tres estados de altura, poco más ó menos, y porque es en forma re- donda, muestra ser su diámetro de doscientos pasos , juz- gándola desde aparte, está distante de la tierra firme de la Asia un muy breve espacio; mas todo es de vajíos y arrecifes, y no se puede navegar sino con barcos; mas aquello que hay desde la isleta á la tierra firme frontera que cae á la banda de la América, es su anchura menos de medio cuarto de legua, y aunque su canal es tan fon- dable que dos naves y aun tres pueden pasar juntas por él, es hacia las orillas de vajíos, sobre los cuales con una fácil diligencia se puede levantar y fundar dos baluartes en angostando la canal á tiro de mosquete; sobre esta isleta ó sobre los vajíos que se podrían levantar, y sobre la contraria costa, se pueden hacer (como dicho es) dos baluartes, los cuales con la artillería podrán muy segura- mente guardar y defender el estrecho, y si las corrientes no fueran tan grandes, se le pudiera poner una cadena, que fuera de grande importancia, aunque ya se podría hacer con tal industria que pudiese sustentarse y resistir á las corrientes. La disposición del estrecho es en tal forma, que con tres atalayas que se miren la una á la otra, se puede descubrir 30 leguas dentro el mar del Norte, y con ahumadas dar aviso á los baluartes y al fuerte del puerto, si descubriesen navios, para que se les impida el paso si fuesen de enemigos, y teniendo en el puerto continuamente dos navios aprestados para seme-

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•jantes necesidades, podrán estos atravesarse entre los dos baluartes (que para todo tendrán tiempo, supuesto que el que quisiere entrar ha de esperar de necesidad á la marea) y allí entretener y embarazar á los navios enemi- gos, en el inter que los baluartes los cañonean y ponen á fondo, porque es de saber (como ya está dicho) que aunque vengan muchas naves enemigas, no podrán pasar más de dos ó tres por la canal, y si conviniere descubrir el mar del Sur (aunque pienso no ser necesario por aho- ra) tiene el estrecho dos montes altos, uno á la parte de la Asia y otro á la de la América, los cuales se miran el uno al otro, y ambos juntos al fuerte y á las atalayas, y estos descubren ambas las dos costas en contrario puesto cada uno, los cuales podrán dar aviso de todos los baje- les que se descubrieren por el mar del Sur para que se haga la prevención ya dicha, con lo cual será este estre- cho defendido, y solos los españoles lo podrán navegar con grande seguridad, y gozar de las grandes utilidades que promete, porque verdaderamente no yo qué pues- to hay en todo lo descubierto que así tenga correspon- dencia con casi todas las tierras del mundo, como éste, porque desde allí se puede navegar á todas ellas, y así se puede presumir que vendrá á hacerle el tiempo una grandísima y riquísima población.

» La boca del estrecho por la banda del Norte es difi- cilísima de conocer, porque tiene una costa continuada de Este Oeste, y las dos partes que hacen el estrecho se

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encubren la una con la otra, porque su entrada y vuelta primera se describe Nordeste Sudoeste, y no se deja ver desde el mar afuera, y por esta causa no es mucho que no se haya hallado de los que le han buscado; porque cuando nosotros llegamos á él, no le conocimos por al- gunos dias que allí estuvimos barloventeando por aquella costa, con tener una muy buena relación del Juan Marti- nez mi piloto, que era un portugués natural de Algarve, hombre muy viejo y de mucha experiencia; mas faltában- le las señales de aquellos montes, que son las que yo tomé y pinté para hacer otra segunda navegación si se me ofreciera, como creí ofrecérseme, porque aunque sa- biamos haberle de hallar en los 6o grados de altura, por ser aquella costa muy larga del Este Oeste, nos hizo estar en dudas, tanto que al piloto le pareció no haber llegado á él por más de cien leguas, según la fantasía de su derrota, y á me pareció que ya estábamos sobre él, como sucedió, que saltando en una chalupa á costear la orilla del mar, la misma corriente me embocó por el estrecho, con que fué conocido. La razón por donde me pareció haber llegado al estrecho, y estar sobre él, fueron las grandes corrientes que allí hallé , las cuales venían de la tierra y tornaban á ella, tanto que algunas veces, es- tando nuestro navio enmarado, y mar en través muy apartado de la costa, lo hallamos junto á ella, y otras veces estando junto á la tierra, lo hallábamos muy en- marado.

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 73

» Tienen aquellos montes junto al estrecho una peña al- tísima sobre un alto monte á la banda de la Asia, de co- lor blanca; y siendo la peña tajada y en forma inaccesi- ble, tiene en su mayor altura tres muy grandes árboles, que mirados de Norte Sur se ven bien distintos el uno del otro, y de la una y otra parte de esta altísima peña muestran los montes una perspectiva á manera de dos grandes sillares muy conocidos. Una legua de la boca del estrecho, á la banda del Oeste, hay un peñón alto y pelado, al cual circunda el mar, y en la hora que está la marea más baja, me parece que distará de la tierra firme cuatro picas de largo. A la banda del Este de la boca del estrecho , hay un grande y hermoso rio de linda agua y de muchos árboles, adonde hicimos agua, porque allí tiene un mediano abrigo, con dos grandes peñones que se hacen en una punta. Hay otro rio, una legua antes de llegar á este, de buena agua, aunque carece de árboles. Los montes que se descubren á la parte de la Asia (por esta banda del Norte), son altísimos mirados desde el mar del Norte, y tienen grandes arboledas; y llegado cerca, parece ser todo pinares; mas los montes de la. parte de la América son más bajos y de árboles menores; mas no parecia haber frutales en ninguna de estas dos partes.

» En el puerto adonde nuestra nave surgió (que es el. que está dicho en la boca del estrecho á la banda del Sur), estuvimos desde los principios de Abril hasta me-

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diado Junio, y en este tiempo vino por allí una nave grande de ochocientas toneladas, de la parte del mar del Sur á embocar por el estrecho, con la cual tuvimos oca- sión de ponernos en arma; y habiéndonos apaciguado los unos con los otros, tuvo aquella gente gusto de darnos algunas cosas de las que traían por carga y mercancía, que era mucha y toda conocidamente, ó la mayor parte de ella, eran cosas semejantes á las de la China, como son brocados, sedas, porcelanas, plumas, cajones, pie- dras, perlas y oro; y esta gente pareció ser Ansiáticos, que son los que habitan en la bahía de San Nicolás, ó en el puerto de San Miguel; y para mejor nos entender con ellos, nos fué forzoso hablar latin los que lo sabian, con muchos de ellos que lo sabian hablar, mas no pareció ser católicos, sino luteranos; decian venir de una ciudad muy grande, que estaba poco más de cien leguas del estre- cho, que aunque no me acuerdo bien de su nombre, me parece que la nombraban Roba, ó un nombre á este modo, la cual dijeron ser de un muy grande puerto y un río navegable, y que era sujeta al gran Can, porque di- jeron ser de Tartaria, y que en aquel puerto dejaban ellos otra nave de su misma patria. No pudimos infor- marnos más de esta gente, porque siempre procedieron con recato y poca confianza temiéndose de nuestra gente, y por esta causa nos dividimos los unos de los otros; y habiéndolos dejado cerca del estrecho, dentro del mar del Norte, nos venimos la vuelta de España, y es cosa

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muy de creer que estos fueron ansiáticos, porque como habitan en 72 grados de altura, les es cosa fácil y muy apropósito tratar este estrecho y navegación; y pues bas- tantem'ente queda hecha relación de todas las cosas par- ticulares de esta navegación, la disposición del sitio y su fortificación, y las utilidades que de semejante navega- ción se siguen, y los daños que de no hacerse se pueden ofrecer; parece ser cosa puesta en razón tratar cuáles sean las cosas que ha de prevenir la persona á quien le fuese encomendado este negocio, y saber los gastos que en semejantes prevenciones se pueden ofrecer, para que con esto tenga efecto el intento de V. M. y su Real ser- vicio.

» Prevenciones y gastos de este viaje. Primera- mente conviene hacer tres navios, la capitana de ciento y cincuenta toneladas, y los otros dos cada uno de á ciento, y estos, sean hechos con unos cajones debajo del agua, según la traza que para ello se dará á su tiempo, y con esto se excusa irse á fondo una nave aunque se abra por la parte de abajo, porque solamente se hinche de agua aquel cajón que responde á la rotura, y los de- más no, por ir todos calafateados, y también que si reci- biese algún bombardazo entre dos aguas, por donde el agua entrase, por allí tornará á salir, sin echarle á fondo como me consta por experiencia del mismo navio con que hice la dicha navegación y descubrimiento. Estos navios han de ser de contra costado y emplomados, he-

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ches con muchos y muy gruesos corbatones, y pernos muy largos, cuya forma ha de ser cerrados por la parte alta, digo metidos de bordo, y por la parte baja chatos y muy bien lastrados, y siendo fabricados en este modo, podrá cualquiera de ellos salir orceando contra el viento, si se hallare cerca de la tierra en alguna tormenta con viento travesía, que es el mayor peligro en que una nave se puede hallar, porque siempre estos navios son gran- des bolineros y pueden meterse del O cinco cuar- tas; y si por desgracia viniese á encallar en algún bajío (por ir por mares no conocidos), podrán salir mejor que otros, porque como son chatos de abajo, no se trastornan y pueden esperar socorro de los suyos y de la pleamar. > Asimismo conviene llevar dos lanchas, una armada y otra desarmada en madera, para armarla al tiempo de la necesidad, si la que va armada se perdiese, y éstas han de llevar remos para mejor llegar á sus navios en todos tiempos, ó hacer otras cosas que se puedan ofrecer, por- que esta lancha ha de ir cerca de la costa y á vista de los tres navios (los cuales siempre han de ir apartados cuatro leguas metidos á la mar) y les avise de todas las cosas particulares y señaladas que hallaren en la costa; y por esta razón conviene que su capitán sea hombre experto, hábil, animoso, prevenido y muy fiel; y esta lan- cha ha de ser tan grande, que pueda en una necesidad hacer veinte pipas de agua, la cual y los tres navios y la lancha desarmada todos envelados, y puesto á punto de

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navegar, bien enjarciados, costarán ocho mil ducados.

» Es bien llevar en estos navios seis piezas de artillería reforzadas para la amura, porque siendo ellos muy fuer- tes como dicho es, muy bien las podrán sustentar, y más atrás doce menores, las cuales diez y ocho piezas se re- partan en los tres navios, que costarán mil y quinientos ducados.

» Mas doscientos mosquetes á tres ducados cada uno, costarán seiscientos ducados.

» Mas ciento y cincuenta arcabuces para si se ofreciere saltar en tierra en alguna ocasión de muchas que se ofre- cen en los descubrimientos, á dos ducados cada arcabuz, valen trescientos ducados.

» Picas, pólvora, plomo, cuerda, bombas, artificios de fuego, balas de artillería y toda munición, seiscientos du- cados.

» Hay necesidad de tres pilotos, hombres cuerdos , fie- les, vigilantes y españoles, y sus ayudantes, y dos doce- nas de bonísimos marineros, que vayan repartidos por todos los tres navios, los cuales quedan de este viaje diestros para ser pilotos de esta carrera, y finalmente es bien llevar de toda suerte de gente, doscientos hombres, y que estos sean lo más que se pudiere hombres de mar, porque el marinero cuando es menester sirve de soldado, y el soldado no sabe en ninguna ocasión servir de mari- nero, todos los cuales se han de repartir en esta forma: que en la capitana vayan ochenta hombres, y en cada

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navio á cincuenta, y los veinte restantes en la lancha, para que si se ofreciere tomar el remo en las manos, haya gente para ello, y toda esta gente vaya pagada por un año, dándoles á los pilotos mil ducados á cada uno, y á todos los doscientos hombres á cuarenta y ocho duca- dos cada uno, que es á razón de cuatro ducados cada mes, que montan nueve mil y seiscientos ducados por un año.

» Y porque entre estos doscientos hombres hay aven- tajados oficiales de guerra y mar, y acompañados de los pilotos; me parece que podrán montar las ventajas de un año, tres mil ducados.

» Hánse de llevar respetos de jarcias, cables, áncoras, lona, brea, estopa y todo velamen, herramientas, clava- zón y telas de plomo para reparar algún daño de la arti- llería enemiga, que todo montará mil y quinientos du- cados.

» Mas doscientos ducados de hachotes de cera para el farol de la capitana y almiranta, que por ser en esta na- vegación los dias muy largos y las noches breves, no pongo más, pues es sin duda, que en muchos dias no se verá cubrir el sol.

» Repártanse en todas las naves doscientos ducados de botica.

»Y porque las cosas del mar son dudosas, es bien llevar bastimentos para dos años, porque á lo menos lo que es el vino puede servir á la vuelta, y así guardando

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 79

la orden de las raciones ordinarias, son necesarios para los tres navios dos mil y doscientos quintales de bizco- cho, que pagados á cuatro ducados, montan ocho mil ochocientos ducados.

» Y porque suele dañarse el bizcocho, y por esta falta venir la gente á padecer grandes trabajos ; es bien llevar cuatrocientos quintales de harina, que pagados á dos du- cados, montan ochocientos ducados.

» Las raciones del vino en dos años suman nueve mil ciento y veinticinco arrobas, que pagadas á razón de seis reales, hacen cuatro mil y novecientos y setenta y siete ducados.

»De toda carne, cecina, tocino y gallinas para los en- fermos, dos mil y quinientos ducados.

» Mas cuatrocientos ducados de todo pescado.

» De aceite, vinagre y legumbres seiscientos ducados.

» Mas trescientos ducados de queso.

» Mas cien ducados de sal, porque es de mucha impor- tancia llevar buena cantidad de ella, porque en las nece- sidades suele aprovechar que, ó bien tomando alguna gran cantidad de pescado (como suele acaecer) ó llegan- do adonde se pueda hacer alguna carne , con la sal se sustenta para todo el viaje.

» Todas las cuales dichas partidas y gastos suman cuarenta y siete mil y setenta y siete ducados, y esto es lo más que puede costar el despacho de estos navios, aunque dejo algunas cosas menudas que se pueden ofre-

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cer, y no se pueden excusar; y mirando bien se compra harto barato un beneficio tan grande, que es uno de los mayores que ahora se pueden ofrecer, y se excusan grandísimos daños como de no hacerse se podrían ofre- cer á los Reinos de V. M.; y finalmente es bien tomar todo lo que otro puede tomar y hacernos daño con ello, porque no yo poí* qué es bien hecho, que la parte des- cubierta y conocida por hombre español, la dejemos to- mar al extranjero, y más, si con ella nos puede dañar y hacer guerra, y no sólo esto, sino que si la toma, es sin duda que este tal le dará al demonio las mejores primi- cias de aquellos Reinos, que son las almas de sus natu- rales, sembrando entre ellos su mala y perversa secta, que todo este riesgo tiene desamparar esta navegación y dejarla á que la haga el enemigo, para que por ella se venga á apoderar de todos aquellos Reinos, y más fácil- mente de aquel nuevo descubrimiento de la Nueva Aus- trial, que siendo tan grande y tan dilatado como nos in- forman, aquel que se hiciera señor de él, lo será de todo el mar del Sur, y pues habiendo de caminar por tan lar- go y prolijo camino como es el del Cabo de Buena Es- peranza, han tenido medio los enemigos para tener en la India y en aquellas partes siete factorías (como se dice que las tienen hoy dia) y hecho fuerte en la isla de Ter- renate con tanto perjuicio de la Hacienda Real de Su Magestad, claro está de entender, que si hallaren este camino tan breve y puerto tan acomodado, que sería

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mucho mayor el daño que podrían hacer. Por lo cual pa- rece ser cosa más justa, atender al daño que puede suce- der de no tomar y fortalecer este estrecho, que no á los gastos que de hacerlo se pueden ofrecer; porque quien quisiere tener y gozar grandes haciendas, grandes y di- versos son los gastos que ha de tener y grandísimos los cuidados que ha de padecer. Finalmente, si V. M. se hi- ciere señor del mar, lo será de la tierra, y si no, con difi- cultad se podrá conservar lo que se posee, y esto digo como hombre que conozco mucho de las cosas del mar, y cuanto vale el imperio de ella, sin el cual es imposi- ble gozar el imperio de la tierra, y estas últimas razones basten para los que saben entender materia de Estado, y para que si hay quien se descuide, despierte y se ponga en vela, que pienso que son muchos los enemigos públi- cos y secretos, y muchas las naciones que aborrecen á España, y no diga nadie (como pienso que se ha dicho) que no hay dinero para hacer semejantes prevenciones, porque V. M. está necesitado, y si alguno lo dijere y ha- llare estar su Rey con necesidad, ayúdele con parte de su hacienda, y advierta que le estará mejor gastarla en esto, que por no hacerse, se la quite toda otro dia el ene- migo, que por mucho que él ponga, pondrá más el que se hiciere cargo de poner en ejecución un negocio tan arduo, que yo como marinero no ignoro cuan grande es, y cuántos peligros tiene, y sólo puede conocer esto el que supiere cuan grande es la braveza del mar del

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Norte y su grande inquietud. Es verdad que navegan- do de golfo, lanzado con tan buenos navios como para este efecto se han de hacer, no hay que temer al mar por muy bravo que sea, mas aquí se ha de costear por las razones atrás referidas, y el costear en un mar tan inquieto, es sumamente peligroso, y tanto que no habrá marinero á quien no haga temblar el corazón, sólo el pen- sarlo, y así me parece que si se hallare quien lo acepte, no lo pierdan de vista, porque si hay uno, creo que no habrá dos, y adviértese que semejante jornada no le pue- de ser de ningunos provechos al que la hiciere, sino de muchos trabajos, por lo que es aprovechamiento, no yo que lo tenga por esta primera vez, y no hay que con- fiar en que los enemigos no los han de hallar esta entra- da ú otra si la tiene el mar del Sur, pues sabemos que son muy marineros y tan animosos como yo para arro- jarse como yo me arrojé; y digo señor, que es tanto el cuidado que tienen de hallar alguna entrada, que tengo entendido por relación que de ello me hizo el capitán Baltasar de la Just, residente en Fonte Rabia, estando tratando conmigo de este particular á siete dias del mes de Julio de este año de 1 609 , cómo los franceses tienen hecho un fuerte en el Rio de Canadá, que está 300 le- guas metido la tierra adentro de los bacalaos, confiados de hallar desde allí entrada que pase al mar del Sur; digo esto, no porque entiendo que por allí puedan hallar entrada, porque es imposible que puedan atravesar aquel

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 83

rio más de mil leguas que hay de travesía, y también porque yo costeé casi todo lo que estaba por descubrir de la costa de la América por el mar del Sur, y no hallé ninguna entrada ni boca de rio que fuese de considera- ción. Mas dígolo, señor, porque se entiendan las grandes diligencias que hacen los enemigos para entrar.

» Asimismo se advierte, que si V.M. mandara hacer este descubrinliento , sea con secreto, y de tal suerte ordena- do, que los pliegos y la instrucción no los abra el cabo de los navios, hasta haber entrado cuarenta leguas á la mar, porque con esta disimulación se pueden desmentir las espías, fingiendo que se arma para otro efecto; y queriendo Dios que nos sea otra vez descubierto el estre- cho, conviene luego el primer año siguiente enviarlo á fortificar, porque se ha de entender ser cosa imposible que tanta gente como será en este descubrimiento hayan de callar tanto, y ser todos tan prudentes, que no se pu- blique esta navegación y sus derrotas, y siendo entendi- das de los enemigos, por ellas m.esmas lo buscarán y ha- llarán y fortificarán de tal suerte, que sea menester mu- cho y muchos gastos y hombres para quitárselo; y así conviene llevar esta mira desde el dia que se el des- pacho para descubrirlo. »

Cuando fué conocida en Europa esta relación de Mal- donado, encontró varios defensores en las más altas re-

84 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

giones científicas. Véase la Memoria que en 31 de No- viembre de 1790 leyó á la Academia de Ciencias de París uno de sus más respetables miembros:

« Memoria leida en la Academia de las ciencias de París por Mr. Buac/iCy Geógrafo mayor de S. M. Cristia- nishna.

» cerca de trescientos años que se conoce la impor- tancia del paso del N. O. de la América, siendo este el objeto de las frecuentes indagaciones de las naciones co- merciantes de Europa, y de un premio de 20.000 libras esterlinas ofrecidas por el Parlamento de Inglaterra á los navegantes nacionales que lleguen á descubrirlo.

» En vista de todas las tentativas que inútilmente se han hecho con este objeto y de los viajes que en estos últi- mos tiempos emprendieron, el célebre Cook con el fin de reconocer las costas del N. O. de la América, donde se suponía una de las bocas del paso; Mr. Youngo regis- trando de nuevo la bahía de Hudson, donde se creia la otra, y Mr. M. Hearne y Goumd cruzando desde la bahía de Hudson hasta los confines del mar Glacial, al través de las tierras donde se imaginaba un estrecho, cualquiera podría inclinarse á dudar de la existencia de la comunicación de ambos mares, y esta tal vez es la opinión general en el dia. A pesar de esto, asegurado de la confianza que inspira la verdad, paso á proponer á la Academia la relación de un navegante, que desde los

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principios en que empezó á cuestionarse, halló el paso del N. O. La relación de semejante descubrimiento es auténtica, los hechos que se citan en ella, de ningún modo se oponen á las circunstancias ciertas que hemos sabido de otros navegantes, y además nos informan de la verdad de otros muchos hechos que refieren diferentes autores, los cuales, como hasta ahora no se han podido compren- der, se han mirado como fabulosos ó como disputables. »Un navegante español llamado Lorenzo Ferrer de Maldonado, es el que en el año de 1588 descubrió el paso del N. O. que voy á describir, y la relación de semejante descubrimiento, se halla en una Memoria manuscrita que él mismo presentó al Rey de España en 1609, P^^"^ esti- mularlo á que repitiesen los navegantes este paso y se hiciesen dueños de él. El Sr. Mendoza, oficial de la Ma- rina de España, conocido de la Academia por sus luces y celo y encargado de la Corte de Madrid para formar un establecimiento semejante al que tenemos en Francia para la construcción de cartas marítimas, etc., es quien me comunicó una copia fiel de esta Memoria. Después de haberla leido y habiendo hecho conversación sobre ella, me la franqueó para que hiciese el uso que tuviese por conveniente. En tanto que el Sr. Mendoza se ocupa entre nosotros en juntar los objetos necesarios para su establecimiento, el Gobierno ha dispuesto que se reco- nozcan todos los archivos de España y se saquen de ellos las relaciones originales de antiguos viajeros y na-

86 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

vegantes españoles, y yo me atrevo á decir desde ahora que la geografía puede esperar los mayores auxilios de sus conocimientos y de su celo.

La Memoria del navegante español se titula Relación del descubrimie7ito del estrecho de Anian^ que yo el capi- tán Loí^enzo Ferrer de Maldonado hice el afio de mil quinie7itos ochenta y ocho , en la que se ve la derrota que es preciso seguir^ la disposicio7i local y vio do de fortifi- carle^ como también las utilidades qtie puede ocasionar el repetir una nueva expedicioii y los Í7iconvenientes qtie pudiera haber cíz 07nitirla. En dicha Memoria se halla trazada por el autor la derrota y un plano particular del estrecho de Anian, con dos vistas, una de la entrada y otra de la salida, las cuales igualmente delineó en dichos lugares, para facilitar su reconocimiento. Este plano y es- tas vistas, son las que tengo el honor de presentar hoy con mayor extensión á la Asamblea; pero como en el dia sólo puede ofrecer una idea de este descubrimiento, no haré más que manifestar la derrota que siguieron dichos navegantes en 1588, y hacer constar por ella la existen- cia del paso del N. O.

aquí la relación del navegante:

«Partiendo de España, v. gr. del puerto de Lisboa, >es preciso navegar al N. O. la distancia de 450 leguas » y hasta los 60° de latitud, desde donde se avistará la isla > de Frislandia; desde allí se camina á la costa del Labra-

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 87

» dor, donde comienza el estrecho del Labrador ó de Da- » vis; aquí hay dos entradas ó bocas, una que va al N. E. 5 y la otra al N. O. Se dejará en la derecha mirando al N. » la que va al N. E. Esta boca, está formada por la Groe- >> landia y sus islas, y vuelve á tomar la mar de Frislandia.

» Tomando la otra entrada, se hace derrota al N. O. » en un estrecho , el espacio ó distancia de 8o leguas y » hasta la altura de 64°. Aquí el estrecho vuelve al N., y » sigue esta dirección 120 leguas, hasta los 72°. Desde »este punto vuelve al N. O. siguiendo 90 leguas, y se allega á 75° de latitud, donde acaba el estrecho del La- » brador; éste tiene 290 leguas de longitud; su mayor an- » chura 40 leguas, y 20 la menor; encuéntranse en el, puer- ^ tos calas y abrigos que pueden servir en caso necesario, ^ y parece ser habitado hasta los 73°, á juzgar por los fue- » gos que se vieron en muchos parajes, tanto en una costa » como en la otra.

» Concluida el estrecho del Labrador, se navega del » O. I S. O. la distancia de 350 leguas hasta los 71°. A

> nuestro regreso, descubrimos por esta latitud una tierra ■!> muy elevada , que no pudimos averiguar si era tierra fir- :> me ó isla, sólo se pensó, que en caso de ser tierra fir- » me, debería ser la costa opuesta ája costa septentrional

> de Nueva España. Luego que se ve esta tierra y desde

> los 7 de latitud, es preciso correr al O. S. O. la distan- » cia de 440 leguas, y se arriba á la*altura de 60°, donde

> se debe hallar el estrecho de Anian : con esta instrucción.

88 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

> se logrará hacer la misma derrota que yo conseguí » desde la isla de Frislandia, que fué el punto de mi salida.

» Cuando llegamos á la salida del estrecho del Labra- » dor, hacia un tiempo muy riguroso; esto era á primeros » de Marzo. La travesía del estrecho fué en parte de Fe- » brero, por cuya razón padecimos mucho por la oscuridad, » por el frío tan intenso , por el agua de la mar que recha- » zaba contra el bajel, se helaba súbitamente, de manera » que el navio parecía de cristal: también tuvimos precisión » de aferrar las velas, las cuales en muchos parajes tenian » más de un palmo de espesor. El pensar que el mar de » que vamos hablando puede helarse del todo, es un error, » porque como es un estrecho muy ancho que tiene cor- » rientes muy violentas , éstas y las gruesas olas no le » permiten helarse por su movimiento continuo; y así me 3> persuado, que sólo puede helarse la orilla y en los para- »jes donde el agua está tranquila, á juzgar por lo que » pasaba en torno de nuestro navio.

» Cuando regresamos por el estrecho de Labrador, » que fué en el mes de Julio, disfrutábamos de una claridad » continua. Desde que llegamos al círculo polar por los :> 66° I de latitud, comenzamos á gozar del sol, el que no » nos faltó hasta que volvimos á pasar segunda vez este » círculo, que se halla hacia la mitad del estrecho. Con » motivo de tener continuamente el sol sobre el horizonte, » era tan cálido el aire, que sentíamos mucho más calor » que en España; pero de ningún modo nos incomodaba,

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 89

» á pesar de estar expuestos á los rayos del sol , porque » siempre logramos un viento fresco del N. , y al mismo » tiempo nos facilitó pasar con prontitud el estrecho del » Labrador.

» Según la tradición antigua, parece que el estrecho » que hemos descubierto por latitud de 60°, es el mismo y> que llaman los geógrafos en sus cartas, estrecho de y> Anian, y si esto es verdad, debe ser formado de un lado ^ por la Asia, y del otro por la América; esto es lo que » igualmente nos ha parecido verosímil, por la derrota que » hemos hecho en la mar del Sur, que es la que voy á re- » ferir.

» Luego que entramos en la mar grande, seguimos la » costa de la América el cabo del S. E. por más de cien » leguas, y hasta la latitud de 55° no se vio habitación al- »guna sobre esta costa, ni entrada, ni embocadura que » indicase algún otro paso de la mar del Sur á la del Nor- »te. Se creyó que esta costa era de la América, y que » continuando la derrota se llegaria en poco tiempo á la » Quiviza y al cabo Mendocino , que sabemos se halla en »esta misma costa; prolongada desde este punto ó de la » altura de 55°, navegamos al O. cuatro dias con un viento » fresco que podia hacernos caminar 30 leguas por dia: » después de haber andado 1 20 leguas, siguiendo la esti- » ma descubrimos una gran tierra de altas montañas , y » una costa larga y continua que dejamos por volver al » objeto principal de nuestro viaje.

go CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

» Nada pudimos averiguar en particular de esta tierra,

> á causa de las contradicciones que experimentamos á » nuestra vuelta, y sólo podemos asegurar, que se halla po- »blada hasta las cercanías del estrecho de Anian, por » donde hablamos embocado en el mar grande quince dias » antes que estuvimos en el del Sur.

» El estrecho de Anian tiene 1 5 leguas de largo; así »se le pasa fácilmente con seis horas de marea, que son » aquí violentas. La boca que mira al N. y por la que en- » tramos, no tiene un medio cuarto de legua de anchura; » la que mira al mar del Sur no llega á un cuarto de legua;

> en medio del estrecho hay un islote formado de rocas ■» escarpadas que angosta más el canal; en este sitio apé- » ñas hay un medio cuarto de legua de anchura , por lo » que no pueden pasar sino dos ó tres buques de frente. » La boca del estrecho al lado del N. es muy difícil de re- » conocer, porque la costa se extiende aquí E. O., y las » dos partes que la forman se ocultan una con otra, demo- » rando la entrada NE. SE. Por esto no es de admirar no » la hayan encontrado los que la han buscado. Cuando » nosotros llegamos , estuvimos bordeando algunos dias » cerca de ella, sin reconocerla, no obstante de tener una » relación exacta de Juan Martínez , mi piloto , que era un » portugués natural de Algarve, hombre anciano y muy » experimentado ; pero le faltaba la vista de las montañas s que yo tomé y dibujé para guiarme en otro viaje que la

> ocasión me presentase; así aunque estuvimos bien adver-

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 91

> tidos de que el estrecho estaba situado por 60° de lati- » tud, como la costa corre E. O. un tan largo espacio, que- >> damos algún tiempo en duda. El piloto, según la estima » de su derrota , creia hallarse á más de cien leguas ; á » me parecia que estábamos muy cerca, como en efecto se » verificó , pues que habiéndome embarcado en la chalupa » para costear la orilla del mar, la corriente me entró en el » estrecho y me lo hizo reconocer de este modo. Lo que » me hizo creer que habiamos llegado ó que nos hallába- » mos muy cerca, fué efecto de lo que yo advertí en las » corrientes de esta parte , las cuales venian de la costa, » adonde volvían seguidamente, de modo que nuestro bajel » aun estando muy en alta mar, se hallaba de repente ar- » rastrado á la costa, y desde allí era de nuevo arrojado » muy adentro del mar.

» Desde principios de Abril hasta mediados de Junio, » permanecimos en un puerto que hay en la boca del es- » trecho por la parte del mar del Sur. A este tiempo llegó » un bajel de ochocientas toneladas que venia del mar del » Sur á pasar el estrecho, y cuyo equipaje nos pareció de » estas ansiáticas que habitan la bahía de San Nicolás ó el » puerto de San Miguel; con motivo de recelarse de nos- » otros y al parecer temiéndonos mucho , no pudimos reci- » bir instrucción alguna de ellos; por consiguiente, nos se- » paramos habiéndolos dejado en el mar del Sur, y nos » aparejamos para regresar á España. »

92 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

»Este es el resultado del viaje y del descubrimiento que dice haber hecho el navegante español el año de 1588; en las particularidades que he omitido y que relacionaré en nuestras sesiones ó juntas privadas, se hallarán sufi- cientes pruebas de la existencia del paso y de los conoci- mientos del navegante; por ahora es mi designio, exami- nar la derrota que nos ha trazado y proponer algunas observaciones sobre las principales circunstancias de su descubrimiento.

» La derrota del navegante desde Lisboa á la isla de Frislandia y desde Frislandia al estrecho del Labrador, es la que nos dan los navegantes modernos desde Lisboa al cabo Farewell, en la entrada del estrecho de Hudson, donde se encuentran las mismas latitudes y las mismas distancias.

» El paso que después describe desde el Océano al mar del Sur, se compone, como hemos visto, de tres partes: primera, la travesía del estrecho del Labrador, que va desde el Océano al mar Glacial; segunda, la navegación ó camino de 700 leguas en el mar Glacial; tercera, la travesía del estrecho de Anian, que va desde el mar Glacial al mar del Sur.

»E1 estrecho del Labrador, donde el navegante pone 290 leguas de longitud ó extensión, se divide en tres partes, como es fácil de comprender. La primera, que dice ser de 80 leguas al N. O., es efectivamente el es- trecho de Hudson, desde su entrada hasta la bahía de

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 93

Hudson; esto es, las mismas demoras y la misma dis- tancia.

»En el año de 1588, todavía no se conocia la bahía de Hudson, ni tampoco pudo verla el navegante, porque si- guió la costa septentrional del estrecho, la cual siempre está más libre y menos embarazada de hielos.

»La segunda parte, que navegó al N. y cuya longitud se ha puesto de 120 leguas, se advierte también en el estrecho que avanza al N. de la bahía de Hudson, y que en las cartas inglesas se denomina Namelew Strait Strait indicover^ estrecho sin nombre donde todavía no se conoce más que una parte del lado del S. que ha sido vista por Bafin en 1616 y 1631, y por Thomas James en 1632. Estos navegantes, intentaron encontrar allí el paso que buscaban; pero se retiraron, asustados con los hielos que veian venir del N. Es de notar que Bafin, es- tando al S. de la entrada, y viendo que las mareas se di- rigian al N., sugirió de allí que habia un paso, y á conse- cuencia dio el nombre de cabo Confort á una punta de tierra, cerca de la que hizo su observación. Igualmente Fox ha inferido del crecido número de ballenas que se ven en la parte del N. O. de la bahía de Hudson, que debia haber en esta parte un paso al mar del Sur, lo que creyó hasta su muerte. Las cartas inglesas que se han publicado de cuarenta años á esta parte, hacen conme- moración de una comunicación entre el estrecho sin nom- bre y la bahía de Bafin, la cual como se halla ñindada

94 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

solamente en conjeturas, es verosímil haya impedido ha- cer nuevas indagaciones, tanto más cuanto los navegan- tes que han ido en busca del paso á la bahía de Bafin, no han hallado más que hielos en su parte del S. O., donde suponían la salida del estrecho sin nombre. Las cartas antiguas dan una anchura mucho menor á la bahía de Bafin que todas las modernas; la colocan menos al O. y la aproximan menos á la bahía de Hudson, y yo pien- so con MM. de Lislle y Danville, quienes la habian adop- tado, que merecen la preferencia.

» La tercera parte del estrecho del Labrador, ó la que termina en el mar Glacial, se halla en un territorio que todavía no conocemos; por* consiguiente, no contradice ninguna de las nociones que se nos han dado, antes bien me parece confirma lo que se ha visto sin mucho interés en una carta inserta en el Americum trawells^ y en una carta grande japonesa traida del Japón y depositada en el gabinete del difianto Hans-loane. De la carta del Ame- ricum trawells manifiesta una comunicación ó estrecho entre el Glacial y la bahía de Hudson, donde se ven las de Spurle y Turle dar á los dos puntos que forman la entrada de este estrecho del lado del mar Glacial. La carta japonesa, la cual nos manifiesta todavía desconoci- das las costas de la América septentrional, nos indica igualmente un estrecho por donde se comunica el mar Glacial con el Océano, y coloca este estrecho adonde nos ha conducido el navegante español. Por las indagaciones

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sabias de Mr, Gtuprés, sabemos que los chinos navega- ban antiguamente á las costas del N. O. de la América. También se sabe por Benjamín de Ttcdela^ autor judío del siglo XII, que los chinos conocieron el mar Glacial, al cual llamaban Nikpha; decian ellos, que los que entran en este mar no pueden salir, y que mueren después que se les acaban las provisiones. Seixas refiere en su Teatro Naval,, que en la bahía de Hudson se han hallado cascos de navios chinos; por esto podemos comprender, de dón- de tomaron los japoneses los conocimientos que ponen en sus cartas.

» El Trawells Americtmi,, no hace la menor expresión de los conocimientos que nos manifiesta la carta inserta en esta obra. Mr. de Brgondi^ quien en el año de 74 hizo indagaciones sobre este objeto, nos dice que el autor era un capitán inglés llamado Elmir^ y que habia recorrido una parte de las costas del mar Glacial al N. de la Amé- rica; nadie ha usado de estos conocimientos desde esta época, por no saber apreciarlos; pero hoy dia se puede creer que no carecen de fiandamento. Permítaseme citar aquí un artículo de la Gaceta de Londres, que al presente parecerá de más atención. En el dia 4 de Abril de 1769 se dice en ella que un oficial que habia montado navios de la compañía de Hudson, habia hallado poco hacia el paso deseado por el N. O. para ir á las Indias orientales; que habia pasado felizmente desde el estrecho de Lepul- se-Bay á otro por el que habia entrado en el Océano de

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Tartaria, y se añade que á instancias de la compañía de las Indias y de las de la bahía de Hudson, se habian des- aparecido repentinamente su diario y sus cartas, en el momento que iba á publicarlas.

» En el diario de sabios del mes de Noviembre de 1773 se halla igualmente una carta de Mr. la Lande, que dice que un navio danés, llamado la Corona del Norte y mandado por el barón Visfeld^ habia pasado el año de 1769 del Océano al mar Glacial, de éste al del Sur, de donde volvió á Europa por el estrecho de San Maire.

» Toda esta relación , unida al testimonio del navegante español, no dejan duda, á mi parecer, de la comunicación de la bahía de Hudson con el mar Glacial, y consiguiente el paso del N. O., del que esta comunicación hace la parte principal.

» La navegación del mar Glacial desde el estrecho del Labrador hasta la entrada del estrecho de Anian, tal vez parecerá difícil, pero no imposible, como se hubiera po- dido inferir de los viajes de Phipps y Cook; por la der- rota del navegante español, se ve que la costa declina hacia el S. á la salida del estrecho del Labrador, y que se halla á los 7 1 *^ de latitud , hacia la mitad de espacio que separa los dos estrechos: Mr. de Arjte ha hallado la embocadura del Rio de la Mina de Cobre por cerca de 71° 40', y Mr. Gound, en una carta de sus descubri- mientos presentada á la Academia en 1766 por Mr. de

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la Rochefocault ^ indica la embocadura del río Araboyer hacia los 65°. Este último no ha llegado hasta el mar Glacial, pero nos dice que parlamentó cerca del lago de Araborca con cuarenta de los naturales que viven á corta distancia de la costa; estos le confirmaron que en este mar habia flujo y reflujo, le aseguraron que no conocían ninguna tierra al N. y que habian visto muchas veces allí hielos flotantes; pero que la navegación de los rios que allí embocan, se hallaba franca desde principio del estío. También preguntó Mr. Gound á muchos salvajes que habian acompañado á Mr. Hearle en su viaje, y nos dice que le ocultaron las principales circunstancias de él, y que en el dia es prohibido á todos ir hacia el O. Lo mismo sin duda sucedió en el viaje de Mr. Young^ del que jamás se ha tenido conocimiento alguno, y al del capitán C/^/;^// pero en lo poco que nos enseña Mr. Gou7td, nos anuncia bastante, que el mar Glacial no es impracti- cable por la parte de la América.

» Sólo me resta hablar del estrecho por donde el nave- gante español pasó del mar del Sur al Glacial, y que él llamó estrecho de Anian. Según las cartas de su tiempo, se ve que este estrecho, que él pone por 60° de latitud, y al que no le da más que un cuarto de legua de anchu- ra, no puede ser el de Bering, que halló Cook á los 66° de latitud y de 1 5 leguas de anchura; luego hay otro es- trecho, que aún no conocemos, en esta parte del N. O. de la América, y por consiguiente de las islas, al lugar

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de las tierras que nosotros tenemos por una parte del continente.

» En efecto , esto es lo que nos indican muchas cartas de los rusos, y particularmente la que Mr. Sthachin pu- blicó de sus descubrimientos; se ve en ella una grande isla, á continuación de otras muchas pequeñas, situadas al E. del estrecho de Bering, separadas del continente de la América por otro estrecho.

» La relación del navegante ofrece aquí una gran difi- cultad que no puedo pasar en silencio. El cálculo de su derrota al salir del estrecho del Labrador; coloca el es- trecho de Anian al O. del de Bering y sobre la parte del N. E. del Asia, donde sabemos, por otro lado, que allí no hay estrecho; y así, es menester suponer que hay un error considerable de la estima que ha hecho de su derrota; no me atrevo, por consiguiente, á confiar poder determinar de un modo satisfactorio la posición de este estrecho, y sólo propongo como verosímil lo que voy á decir sobre esta materia.

»La latitud del estrecho de Anian, establecida ó fijada á los 60°, debe ser casi cierta respecto que estaba así in- dicada en la relación del piloto, que halló exacta el nave- gante, quien, por otra parte, permaneció allí mucho tiem- po para poder asegurarse. Esto supuesto, debe estar el estrecho hacia Shoal-Ness^ al O. del rio de Cook, ó hacia el monte de San Elias, al E. del mismo rio, porque estas son las únicas partes del lado de la América que se ha-

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lian en la latitud dicha. Los rusos han reconocido todas las inmediaciones de Shoal-Ness, como se ve en la última carta de sus descubrimientos, y no han hallado ningún estrecho; por consiguiente, estamos en la precisión de fijarnos en la cercanía del monte de San Elias. Por otra parte, se adoptará esta posición, considerando el camino que hizo el navegante á su salida del estrecho ó á su en- trada en el mar del Sur. Se advierte que navegó dirigién- dose al SE., y hasta los 55° de latitud, no puede estar sino la costa de la América, situada al SE. del monte de San Elias; del mismo modo la costa que halló á las 120 leguas al O. de la de la América, y que siguió en la di- rección del N. E. y hasta el puerto, no puede ser repre- sentada sino por la costa de Alaska y las tierras vecinas al rio de Cook. El navegante, ha supuesto que esta última costa era una parte de la Tartaria; pero por lo que él mismo dice bajo la fe de las cartas de su tiempo, y por- que habia supuesto que su estrecho era el que significa- ban estas cartas con nombre de Anian.

» Todavía me inclinaría á admitir esta posición del es- trecho, la consideración de las reclamaciones de la Espa- ña y de sus pretensiones sobre esta parte de la costa de América. No cabe duda en que los españoles han tenido conocimiento del estrecho , supuesto de que, independien- temente de la relación de nuestro navegante, se lee en Purchas, que habiendo estado Drak en el mar del Sur, quiso el virey de Méjico construir un fiíerte á la entrada

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del estrecho por la parte del mediodía, y que por casua- lidad pasó por allí el año de 1609 un bajel de Acapulco, el que vino á Lisboa. Con este motivo se reconoce la data de la Memoria de nuestro navegante y su proyecto de fortificar el estrecho. Las cartas antiguas, indicaban una continuación de costa de 1.700 leguas de extensión, que iban de la parte del S. de la California al Japón, y es verosímil que esto fuese el resultado de los primeros descubrimientos que se hicieron, y que después se ha su- primido porque no se conocia con fundamento, exten- diendo los españoles su derecho hasta Wilians Sotmd ó la entrada del Príncipe Guillermo, sin duda que lo han hecho con conocimiento de causa, y es de presumir que han querido incluir el estrecho en los límites que ellos han proclamado.

» En cuanto á los nuevos establecimientos que se forman en esta parte, tendremos en breve conocimientos ciertos; se sabe que los rusos han avanzado más allá de la ribera de Cook, y tal vez intentaran de nuevo su antigua nave- gación por el estrecho donde fueron vistos por nuestro navegante en 1588; también es verosímil no esperen á publicar los conocimientos que hoy en dia tienen del paso del N. O., sino el momento que se hallen asegurados de la posesión de esta parte de la América que disputan á los españoles.

» Se ha visto en la Memoria del navegante español, que su piloto tenía una relación exacta del paso del N. O., de

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donde se debe inferir, que semejante paso era ya conoci- do, se habia ya descubierto antes del año de 1588, épo- ca de su viaje. Él nos dice, que su piloto era portugués, viejo y muy experimentado; pero nosotros sabemos por Picrchas^ que un portugués llamado Martin Chaelle^ ha- bia descubierto en 1555 ^^ P^-so al mar Septentrional desde las Indias, que habia hecho una relación de su viaje, y que este paso se hallaba á los 59° de latitud, que, como se ve, es el estrecho descubierto por Ferrer.

» Un piloto inglés, llamado Thomas Cowley^ testificó por escrito en 1579 que habia leido la relación impresa en 1567; pero que después de este tiempo no la habia podido volver á ver, á causa de haber sido prohibidos y recogidos los ejemplares por orden del rey de Por- tugal, temiendo que este descubrimiento no acarrease algún perjuicio á su comercio.

» También se lee en Purchas, que este paso del mar del Sur al mar del Norte, fué confirmado por un portugués que aprisionaron los ingleses en tiempo de la reina Isa- bel; que otro portugués de Guinea habia hablado á For- bisheo, como habiéndolo pasado, y en fin, que era co- munmente conocido entre los pilotos de Lisboa.

» Después de todas estas consideraciones , me parece que se puede tener por un hecho constante, el descubri- miento que acabo de exponer del paso del N. O., busca- do después de tan largo tiempo. Para conservar la me- moria y asegurar la gloria á quien corresponde, he creido

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debía dar el nombre de Ferrer al estrecho descubierto por el navegante español, tanto más, cuanto es más in- cierto que esté allí el verdadero estrecho de Anian. De este modo llamaré al estrecho que hace la comunicación de la bahía de Hudson con el mar Glacial, y que hasta ahora se ha llamado estrecho sin nombre, Namlew-Strait. T> Sacando á luz este descubrimiento , he dado la solu- ción á un gran número de dificultades, que siendo verda- des interesantes, habian declinado á la clase de fabulosas, y en adelante harán leer con mayor interés la historia de las antiguas navegaciones; acaso habré destruido también las preocupaciones que se opondrían .todavía por mucho tiempo á los progresos de la navegación en los mares del Norte, y me atrevo á confiar, que el fin del siglo xviii añadirá el conocimiento de las tierras próximas al polo, y aun del polo mismo, á todos aquellos con que este si- glo ilustrado ha enriquecido la geografía. »

Esta acalorada y entusiasta defensa, tanto como poco preconcebida, alcanzó el eco que era de esperar, ocupan- do la atención de geógrafos y astrónomos muy notables, en Francia, Alemania, Italia é Inglaterra; pero á la vez que poníase en discusión y procurábase en principio con- ceder al español Maldonado la gloria de haber descu- bierto el paso del N. O., los doctos marinos é ilustres geógrafos españoles, protestaron de aquella inmerecida

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suposición, y por cuantos medios estuvieron á sus alcan- ces hicieron saber á Europa, que el viaje de Maldonado era una invención ridicula, y que en nuestro país se re- chazaba en absoluto toda opinión favorable, y más aún toda tesis concediendo á España la realización de tan glorioso descubrimiento.

Entre los marinos que con mayor caudal de lóg-ica y entendimiento, refutaron la Memoria de Buache, debe- mos citar al Capitán de fragata D. Ciríaco de Cevallos, al de igual clase D. Alejandro Malaspina, al Capitán de navio Fernandez Navarrete, y á otros varios distinguidos oficiales, cuyas disertaciones notables han logrado poquí- sima publicidad. No hay entre ellas gran diferencia de argumentación, como debe suponerse, porque la verdad es única. En el archivo del Depósito Hidrográfico de Madrid, existe el manuscrito de una de las más excelen- tes refutaciones á que hacemos referencia, la cual copiada á la letra desde el período más oportuno, dice así:

« Lorenzo Ferrer de Maldonado, geógrafo de Felipe II, estando sobre la costa de los Bacalaos escaso de bastimen- tos^ arribó por ellos d la isla de Frislandia y los tomó en unas islas llamadas Gelandillas ; sobre estos lugares ya, y como por el mes de Enero (según se deja conjetu- rar de su relación), se empeñó en descubrimientos al N., y subiendo por diversos canales hasta los 75° de altura,

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bajó después al S., saliendo por último al mar Pacífico entre los 59 y 60° de latitud. aquí la derrota que hizo Maldonado, ó la que traza para repetir su misma nave- gación, saliendo del puerto de Lisboa:

«Partiendo de España, v. gr. del puerto de Lisboa,

> es preciso navegar al N. O. la distancia de 450 leguas íy hasta los 60° de latitud, desde donde se avistará la » isla de Frislandia. Desde allí se caminan 1 80 leguas al » O. bajo del paralelo de 60° y se arriba á la costa del » Labrador ó de Davis. Aquí hay dos entradas ó bocas,

> una que va al E. NE., y otra al N. O.; se dejará á la

> derecha mirando al N. la que va al E. NE.; esta boca » está formada por la Groelandia y sus islas , y vuelve á » tomar la mar de Frislandia., tomando la otra boca que » hace derrota al N. O. en un estrecho, el espacio ó dis- » tancia de 80 leguas y hasta la altura de 64°. Aquí el » estrecho vuelve al N. y sigue esta dirección 1 20 leguas ^ hasta los 72°. Desde este punto vuelve otra vez al N. O., » siguiéndolo 90 leguas, y se llega á los 75° de latitud, » donde acaba el estrecho del Labrador. Este tiene 290 » leguas de longitud; su mayor anchura son 40 leguas, y » 20 la menor. Encuéntranse en él puertos, calas y abri- » gos que pueden servir en caso necesario , y parece ser » habitado hasta los 73°, á juzgar por los fiaegos que se » vieron allí en muchos parajes, tanto de una costa como

> de la otra.

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» Concluyendo el estrecho del Labrador, se navega »al O. I S. O. distancia de 350 leguas hasta los 75°. » Desde los 71° correr al O. S. O. la distancia de 440 » leguas, y se arriba á la altura de 60^, donde se debe y> hallar el estrecho de Anian. Con esta derrota se logra- » hacer la misma derrota que yo conseguí desde la isla » de Frislandia, que fué el punto de mi salida. El estre- » cho de Anian, que sale al mar del Sur-, tiene 1 5 leguas » de largo , así se le pasa fácilmente con seis horas de » una marea que aquí son muy violentas. »

Tal es la derrota que hizo Maldonado. Ni él dice, ni sabemos qué designios lo condujeron á la costa de los Bacalaos, ni si arribando á las Gelandillas, pensaba con- tinuar sus descubrimientos al N. De cualquiera manera que sea, su relación tiene caracteres claros de inverosí- mil y falsa. Los que sepan la historia de las navegacio- nes hechas por el N. O., esos decidirán, si es posible que el viajero español se empeñase en descubrimientos hasta los 75^ de latitud en la estación más cruda del invierno, por unos canales desconocidos y de corrientes violentas, y en meses donde la ausencia del sol, al paso que dismi- nuia todos los recursos del pilotaje, aumentaba con una noche perpetua los peligros de la misma navegación. Sa- bemos que la fortuna, el arrojo y la inteligencia continua- dos, producen efectos portentosos. Si Ferrer, conducido por causas inevitables á estos estrechos, los hubiera

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practicado con la felicidad que supone, no podríamos ne- gar un hecho entre los límites de lo posible; pero se ne- cesita un juicio incapaz de percibir la contradicción, para creer, que siendo Maldonado capaz de llevar á cima una derrota tan complicada y de calcular sus riesgos, fuese tan ignorante que la emprendiese en la época menos á propó- sito del año. ^Y en qué año? En el de 1588, cuando el arte en construir, bajeles y el de manejarlos estaba en la cuna, y cuando se ignoraban la mayor parte de los prin- cipios que forman hoy la seguridad de las navegaciones. El primero y tal vez el único argumento de los que, conducidos por el espíritu de singularizarse, han querido persuadir la autenticidad del viaje de Maldonado, consis- te en la conformidad de su derrota con nuestros conoci- mientos actuales sobre la geografía de estas regiones; veamos si existe tal conformidad. Supongamos que anda- das 450 leguas al N. O. desde el puerto de Lisboa, se encuentre con el cabo de Farewell, que hace la parte más Sur de la Groelandia; no es posible que navegando 180 leguas al O., se tropiece con el concurso de dos ca- nales, el uno con dirección al N. O.^ y al E. N. E. el otro. Si Ferrer entró por el canal de Hudson, como cree M. Buache, debió parecerle el canal de la derecha al N. I N. E. ó lo más al N. N. E., rumbo que dista mu- cho del E. N. E. cuando se trata de probar la verdad del viaje de Maldonado, únicamente por ser compatible su derrota con los conocimientos modernos.

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Toda la parte del viaje que corresponde á lugares que nadie ha visto, nadie puede contradecirle: si considera- mos al viajero español en el mar Pacífico, convenimos en que pudo correr al S. E. la costa de la América hasta los 55° de latitud; pero no es posible que navegando después en cuatro dias 120 leguas al O., tropezase con una gran tierra de altas jnontañas y tma costa larga y continua. Debemos suponer, que Maldonado partió del cabo de San Bartolomé, situado con poca diferencia en los 55°, y este cabo, dista 300 leguas de Alaska, que es su tierra más próxima por el Occidente.

Aun cuando pudieran explicarse estas dificultades que presenta la derrota de Maldonado, aun dando por de- mostrada su posibilidad, nunca puede inferirse de esta suposición que se hizo en efecto; esto es posible, luego esto sucedió; aquí una lógica, de que no creemos capaz á ningún geógrafo nacido más allá de los Pirineos. ^Qué testimonio nos asegura que la relación atribuida á Mal- donado no se escribió muchos años después? A más de que en 1609, cuando se dice que el viajero español pre- sentó su memorial, ya Frobisber habia reconocido la Groelandia y descubierto un canal que verosímilmente es el de Hudson; ya Juan Davis habia descubierto el estre- cho de su nombre, el de las Ballenas y los otros que for- ma la isla de Buena-fortuna con las otras islas inmediatas, y finalmente , ya James Lancaster y Jorge Weymout ha- blan hecho sus viajes, y se podian tener suficientes noti-

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cias sobre la situación y dirección de estos primeros ca- nales, para trazar una derrota que no contradijese la verdad en todas sus partes.

La proporción que se observa entre las latitudes de la derrota con los nombres y distancias de que se deducen, prueba en buena (i) cosmografía^ que Lorenzo Ferrer ignoraba los primeros elementos del pilotaje. Saliendo de los 60° de latitud y navegando 80 leguas al N. O., se llega á los 62° 49', y no á los 64; saliendo de los 64 y haciendo 1 20 leguas al N., se llega á los 70° y no á los 72, y así de todos los demás. No se crea que estas diferen- cias provienen de asignar á la legua una longitud diversa de la que nosotros asignamos; porque además de no obser- varse entre ellas una ley constante, si las distancias ante- cedentes no corresponden á sus latitudes por defecto, otras tampoco corresponden por exceso, como cuando ha- biendo salido de los 72°, dice que navegadas 90 leguas al N. O. llegó á los 75^. La conclusión del estrecho del Labrador está, según Maldonado, en 75° de latitud; pero según los rumbos y distancias de que se deduce esta latitud, en 72° solamente. La diferencia es bastante no- table para haberse escapado á los ojos de Mr. Buache.

Si las noticias de Maldonado son poco compatibles con las adquiridas posteriormente, y si su memorial contiene errores imperdonables á un marino y á un geógrafo de

(i) Locución de Maldonado.

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oficio, no son estas objeciones las únicas que se pueden proponer contra la realidad de su descubrimiento. Ha- blando nuestro viajero de la dificultad de helarse el es- trecho del Labrador á causa de la rapidez de sus cor- rientes, y de la magnitud de las olas, añade: en las ori- llas creo que se puede helar, según pareció e7i nuestra nave, que el agua que salpicada se helaba. La palabra creo^ manifiesta que Maldonado navegó distante de las orillas y hacia el centro del canal, porque si no, podría decir acertivamente si las orillas estaban ó no heladas. Pues, ¿cómo á tanta distancia pudo ver calas, puertos y fuegos sobre una y otra de las costas que forman el es- trecho del Labrador, y cómo pudo determinar que este estrecho tiene 40 leguas de ancho por donde más y 20 por donde menos? Que Maldonado hizo estos descubri- mientos á la ida, se infiere, no sólo del lugar de la rela- ción en que da su noticia, sino también de la forma en que la da. Del lugar, porque la coloca en su navegación por el estrecho del Labrador y antes de salir de él; por el modo , porque dice así: Y es por donde más angosto (el estrecho del Labrador) de 20 leguas y por donde más ancho de 40 leguas, y hacen muchos puertos, calas y abri- gos que pueden ser de socorro de cualquiera necesidad, y hasta los yj grados pareció ser habitado de algunas gen- tes, porque en muchas partes de aquellas costas se vieron fuegos, asi co7no la tma parte y la otra.

La proposición hasta, indica un fin de término cuyo

no CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

principio en los óo"^ ele latitud acaba de manifestar, no sólo los lugares sobre que se observaron calas, puertos, fuegos, etc., sino también el orden de camino en que se hicieron estas observaciones. Ahora, quisiera yo saber, si los dias de Febrero como se tienen por los 70 y 73° de latitud, son los más oportunos para reconocer calas á 10. ó más leguas de distancia. Por lo que hace á la posibili- dad ó imposibilidad de helarse el estrecho del Labrador, que se consulte á los que frecuentan la bahía de Hudson, cuya entrada sabemos que es impracticable por razón de los hielos la mayor parte del año.

Maldonado, que se extiende lo que no es preciso sobre las circunstancias menos importantes de su viaje, pudiera haberse explicado con más claridad en este y otros pun- tos importantes. No sabemos de qué modo hizo la nave- gación de estos canales; pero siendo los vientos del Nor- te casi comunes, según su propia confesión, y contrarios á la mayor parte de su viaje, se deja inferir que subiría por ellos haciendo uso de las corrientes, las cuales dice que son periódicas y siguen el orden de las mareas; esta circunstancia le haría fondear de seis en seis horas, por- que de otra manera perdería en un período lo que gana- ba en otro. Demos, según esto, por sentado, que el estre- cho del Labrador tiene en toda su extensión un fondo proporcionado para esta especie de maniobras. Pero, ¿es verosímil que un canal que corre de los 60 á los 75° de latitud por una extensión tan considerable de leguas, se

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haya navegado fondeando y levándose cada seis horas, en el mes de Febrero y en medio de las frecttentes tem- pestades y fíLriosas olas de que nos habla Maldonado? El inmenso frío que hacia helarse los golpes de mar sobre el costado del bajel y daba á las velas U7i palmo de espesor^ jj cuánta dificultad añadiría á estas maniobras , por su na- turaleza pesadas en los mares más benignos y en las cir- cunstancias más favorables? Todos estos inconvenientes crecen al grado de insuperables si nos acercamos al si- glo XVI, cuando ni las embarcaciones ni sus aparejos eran lo que son, y cuando la mecánica no habia suminis- trado todavía á la maniobra, esta multitud de auxilios que, simplificando los trabajos, disminuye la necesidad de fuerzas. Los marinos ejercitados en su oficio, y no los geógrafos puramente especulativos, quisiera yo que deci- dieran esta cuestión.

Pues, ^qué diremos del estrecho de Anian como lo pinta nuestro autor? Que el deseo no lo hubiera fingido más propio para ser navegado, poblado y fortificado. Si se hubiera consultado á Felipe III (que con designios fá- ciles de conseguir procuró averiguar la existencia del es- trecho) sobre las circunstancias que debia tener para ser enteramente conforme á sus ideas, hubiera dicho: Yo quiero que teniendo 1 5 leguas de longitud , pueda nave- garse en seis horas; que siendo él por su naturaleza an- gosto, se estreche más por una isla, sobre la cual cons- truiré un fuerte que cierre el paso al poder de todos los

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hombres; quiero atalayas distribuidas como con la mano, para hacer largas descubiertas; y aún no es esto todo. Se necesita un puerto cómodo y seguro en las inmedia- ciones del estrecho, ó en el estrecho mismo, y última- mente, son precisos un temperamento dulce y tierras pingües. Las últimas circunstancias no eran fáciles de combinar en latitudes tan elevadas; pero á todo ocurrió la imaginación del seudo-navegante. Puso montes por el N., llanos hacia el S., y con esta combinación encon- tró un suelo capaz de producir los frutos de las regiones templadas y un temperamento donde se propagasen las castas de los climas cálidos. aquí todo lo que hubiera deseado Felipe III, todo lo que inventó nuestro autor y todo lo que la naturaleza no quiso reunir en los 60^ de latitud. Los navegantes conducidos á estas costas por la codicia de las pieles, contradicen también esta relación, porque ninguno ha encontrado vestigios de los venados, puercos, conejos y los otros animales que vio con abun- dancia Ferrer. Verosímilmente, no estaban en el inventa- rio de nuestro viajero las nutrias y los osos, que siendo las especies más comunes sobre estos lugares, hubieran dado alguna verosimilitud y sostenido la ilusión de su novela. Las manzanas conservadas desde el año antece- dente, cuando los árboles debian tener ya flor para nue- vo fruto, es poco natural, y aquello de los consejos suge- ridos por Maldonado para hacer uso de las frutas sin riesgo, es una circunstancia que no quita ni pone á la

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verdad del suceso, pero que haría reir al mismo Herá- clito.

Se sabe que Felipe III, en consecuencia de informes dados á su padre sobre la existencia del estrecho de Anian (por donde se decia haber salido al mar Pacífico algunos pescadores de Terranova), mandó reconocer la costa occidental de la América desde el principio de la California hasta los 43° de latitud, dentro de cuyos lími- tes se suponia el estrecho. Ahora, si Ferrer Maldonado, geógrafo del Rey, hubiera salido en 1588 al mar del S. por el estrecho de Anian y los 60° de latitud, ¿hubiera mandado Felipe III buscar este mismo estrecho más abajo de los 43° el año de 1602, catorce después del re- greso de Maldonado á España? Suponemos que nuestro viajero manifestó á su vuelta los resultados de una expe- dición que no pudo costear; y si ocultó por entonces las noticias del estrecho de Anian, ^ cómo no las hizo presen- tes en 1603, cuando supo que salía Vizcaino á buscarlo? ¿Por qué las difirió seis años para comunicarlas al Rey en otra ocasión igual?

El año de 1Ó02 se comunicó también orden al Go- bernador de las Filipinas para dirigir otro viaje con los mismos objetos que el de Vizcaino. Esta repetición de tentativas, manifiesta la importancia que se daba en Es- paña al reconocimiento del estrecho de Anian; y si se considera la conformidad que tenian este género de em- presas con las disposiciones pacíficas de Felipe III, se co-

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nocerá que este Príncipe, no pudo escasear ningún gasto cuando se trataba de reconocer unos lugares cuya utilidad de posesión comprendia. Si sobre algunas noticias vagas aventuró la expedición de Vizcaino y quiso que se aven- turase otra desde Filipinas, ¿con cuánta más razón hubie- ra escuchado á Lorenzo Ferrer, que hablaba en el asunto de ciencia cierta y conocimiento práctico? Pues ¿cómo no fué atendido su memorial? Y si fué atendido, ¿cómo no se fortificó el estrecho ni se mandó practicar la navega- ción, siendo estos objetos de una utilidad tan recomen- dada por Ferrer, tan sabida del Rey y tan fácil de cono- cer por cualquiera? Yo no puedo creer que habiendo hecho Felipe III tantos esfuerzos para descubrir el estre- cho de Anian con el designio de navegado y fortificarlo, no hiciese ni uno ni otro cuando por las noticias de Fer- rer estuvo seguro de su existencia. Mientras Mr. Buache nos explica esta contradicción de Felipe III, veamos otra no menos clásica de nuestro navegante.

La boca N. del estrecho es muy difícil de reconocer según Maldonado, y de ningún modo podia comprobar mejor esta verdad que citando sus propios sucesos. Cuando nosotros llegamos, dice, no lo conocimos por al- gunos citas que allí estuvimos barloventeando por aquella costa con tener míiy buena relación de Jíian Martínez, primer piloto, que era de miicha experiencia , mas faltábanle las vistas que yo tomé, porqíie aunque sabía- mos saber se hallar el estrecho e7i los 6o grados de altu-

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ra por ser aquella costa mtty larga del E. O., nos hizo estar tanto en las dicdas, que al piloto le pareció no haber llegado d él por más de cien leguas según la fantasia de su derrota^ etc. Maldonado manifiesta claramente que ya su piloto Martinez habia hecho ó tenía noticia de la na- vegación del estrecho, cuya situación sobre poco más ó menos conocia. Pues, ¿cómo al principio del memorial se abroga el honor de su descubrimiento? Y si estaba ya descubierto y situado, ¿á qué fines se dirigia la expedi- ción de Ferrer cuando salió de las Gelandillas? Si estaba ya descubierto y situado, ¿para qué es proponer al Rey una primer expedición á descubrirlo y otra segunda ex- pedición á fortificarlo? Y qtieriendo Dios^ así habla Mal- donado , que e7i la priinera empresa nos sea descubierto el estrecho, co7iviene luego el año siguiente enviarlo á for- tificar. La primera de estas dos empresas parece super- fina cuando ya Ferrer habia hecho la navegación del estrecho, habia formado su plano, levantado su vista y determinado los lugares más propios para erigir la colo- nia y construir las fortalezas; pero aquí está el misterio del suceso. Lorenzo Ferrer ó el que tomó su nombre, es- taba convencido, lo mismo que Wood, Lancaster y otros muchos, de la existencia del estrecho; y para promover su inquisición, escribió el memorial dando por hecho cuanto pudo imaginar y conducia á sus intentos. Si esto no es así, se aproxima mucho á lo que pensaba el mismo Maldonado cuando dijo: Y si no supiéramos por vista de

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ojos tener esta entrada al mar del Sur ^ la habríamos de buscar, ó para fortificarla ó para desengaño si no la hay y quedar sosegados los corazones.

Todo lo dicho es nada en comparación de lo que si- gue; aún no hemos llegado al escándalo del memorial de Maldonado, á la noticia más fecunda en argumentación contra la verdad de su relación. Nuestro viajero tropezó en el estrecho de Anian con un bajel de 800 toneladas, cargado de brocados, sedas, porcelanas, plumas, perlas, oro y piedras; y bien que le cupiese parte de estos exqui- sitos géneros , no llegó á saber ni quiénes eran ni adonde iban. No obstante, por la naturaleza de la carga y por otros indicios creyó que procedian de China, que eran luteranos y se encaminaban á una ciudad anseática, junto á la bahía de San Nicolás ó puerto de San Miguel.

Si por el nombre genérico de Anseática entendemos una ciudad unida con otra para sostener cierto pacto mercantil, no es fácil determinar de cuál habla Maldona- do; pero en el dia sólo se conocen por ciudades anseáti- cas Lubeck, Rostock, Brema, Hamburgo, Cologne y Dantzick, á cuyo número se han reducido las 80 que for- maron otro tiempo la asociación conocida con el nombre de Ansa-teutónica. Después de esto, quisiera yo que nos dijera el Sr. Buache, cuál era de estas ciudades la que se hallaba por los 72° de latitud, cuál la que tenía conoci- miento y estaba en posesión del estrecho de Anian, y cuyo comercio reunia en su puerto hasta mil naves de

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 117

trato. Una ciudad así mercantil, una ciudad cuyo lujo ne- cesitaba recurrir á la industria del Oriente, no podia exis- tir sin concesiones con otras muchas de la Europa; pues ^cómo ni la tradición, ni la historia de ningún pueblo, con- serva la memoria de ella? Los que reconocieron la bahía de Hudson, los que tuvieron el arrojo de extender sus navegaciones hasta cerca del polo, los que descubrieron y subyugaron el Nuevo Mundo, todos estos pueblos, sin contradicción los más cultos y los más navegantes de la Europa, trabajaron inútilmente por averiguar la navega- ción al Asia. (¿Y en qué tiempo multiplicaron más sus es- fuerzos.^ A principios del siglo xvii, precisamente cuando existian dentro de la misma Europa las ciudades anseáti- cas, que no sólo habian descubierto ó conocían el camino breve por el Norte, sino que estaban en pública y pacífi- ca posesión de él. Ahora, ¿es esto verosímil? ¿Es creíble que siendo común la noticia del estrecho de Anian en una ciudad floreciente y conocida, no se difundiese á las naciones que buscaban con tanto ahinco el mismo es- trecho? (i).

(i) Por otra parte, navegando el estrecho de Anian buques tan grandes y tan ricamente interesados, ¿para qué es proponer á Feli- pe III las embarcaciones de 100 toneladas como las más propias para repetir esta misma navegación? Y aquí viene la disposición singular que debia darse á estos buques , cuando sólo se trataba de un camino seguro, conocido y frecuentado, de un camino que habia hecho el mismo Maldonado en la peor de las estaciones y con tanta facilidad.

Il8 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Si esto no es creíble, tampoco lo es más el silencio de todos relativamente á los descubrimientos, hechos an- tes de Ferrer y por Ferrer mismo. Este viajero navegó el estrecho de Anian en 1588; inmediato á este tiempo costearon los ingleses las tres expediciones de Juan Davis hacia el año 1585; la de Jorge Weymout en 1602, y á estas sucedieron las de Hudson y otras muchas. Los ho- landeses sentían también por estos años la necesidad de hacer los viajes al Oriente sin doblar el cabo de Buena Esperanza, pudiéndose asegurar que el año de 1588, se- ñala la época de los mayores esfuerzos para descubrir la navegación por el N. Estos esfuerzos tenian en especta- cion á toda la Europa, y sin embargo, ningún escritor nacional ó extranjero, coetáneo ó posterior, hace memo- ria del viaje de Maldonado. Para desvanecer esta invero- similitud, se dirá que debiendo Maldonado reservar una noticia cuyo sigilo podia importar á su nación, la reservó en efecto. Pero Maldonado no sigilaba tanto sus noticias, cuando consta de su propio memorial, que hizo conversa- ción del estrecho con Baltasar Just. Por otro lado, ¿á quién no se previene que nuestro viajero no hizo sólo sus descubrimientos? Y entre tantos como le debieron acom- pañar, i quién asegurará el secreto de una navegación tan extraordinaria y de un descubrimiento tan ruidoso? Nin- guno que sepa, cuan difícil es á los hombres ocultar Id que lisonjea su amor propio; ninguno que sepa, que el viajero mira como la primer recompensa de sus trabajos

SOBRE El, VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 119

el placer de contarlos; tal vez por este único placer aban- donó sus lares y se expuso á todos los males de la natu- raleza; las fatigas, los riesgos, y más que todo, las horas insoportables y monótonas del mar, apurarían al cabo su constancia si la vanidad no llegase á su socorro. Cuando parece que va á caer bajo el peso de sus males, entonces se reanima su entusiasmo, porque entonces se traslada al seno de su patria, entonces se supone rodeado de sus amigos que escuchan y admiran los sucesos de sus largas peregrinaciones, y entonces se dilata la esfera de su alma; desprecia la vicia, quisiera multiplicar los peligros, y ben- dice el dia que, abandonando la ternura del padre, el amor de la esposa y las delicias tranquilas de la sociedad, se aventuró á unos riesgos que debian adular tan dulce- mente su amor propio. Tanta extensión damos injusta- mente á la gloria, y tal es el imperio "que ejerce sobre el corazón humano.

Apenas se encuentra una sola reflexión, una sola no- ticia en el memorial de Maldonado, que no preste muchos y muy fuertes argumentos contra la realidad de su nave- gación. Nosotros nos limitaremos á las reflexiones he- chas, bastantes para probar que Maldonado se contradice en sus principios, que su derrota es incompatible con la parte mejor testificada de nuestra geografía, que es inve- rosímil su navegación del estrecho del Labrador, por el tiempo y las circunstancias en que la hizo, y últimamente que sólo dando por fabuloso su viaje se puede acordar

120 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

el ruido de sus descubrimientos con el silencio de todos los historiadores, y se puede conciliar la verdad con las relaciones de los navegantes modernos.

Después de todo lo dicho, no es fácil desentendernos ni podemos concebir, cómo en la historia de los Estable- cimientos Ultramarinos se califica el derrotero de Mal- donado de auténtico, de cierto y de evidente; de circuns- tanciado en las corrientes, en las mareas, en los fondos, en los vientos y en otros puntos de que Maldonado no habla ni siquiera por incidencia. No sabemos, por qué se dice que Cook dio por pura voluntariedad el nombre de Berings al estrecho que separa la América del Asia, cuando este estrecho no puede jamás confundirse con el que Lorenzo Ferrer llama de Anian. No sabemos cómo un cometa pudo cerrar este paso sin que las aguas del mar y el resto de ía naturaleza sintiesen los influjos, ni percibimos ninguna analogía entre el estrecho de Anian, como lo describe nuestro viajero, con la entrada de Nor- ton ó el rio de Cook. En esta historia no se pudo pres- cindir de la gloria que daba á la nación española el des- cubrimiento de Maldonado, y debemos confesar en honor de la justicia, que sólo un patriotismo demasiado ardiente pudo triunfar de la razon.de un escritor tan útil y tan apreciable como Eduardo Malo de Luque.

Si el memorial de Maldonado ha sido acogido con bondad de sus compatriotas, no ha tenido peor fortuna entre los extraños. Mr. Buache, primer geógrafo de S. M.

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. i2I

Cristianísima , pretendió probar en un discurso leído á la Academia Real de las Ciencias, que la relación del des- cubrimiento es auténtica, que los hechos citados en ella no se oponen á las circunstancias ciertas^ habidas de otras navegaciones^ y que además informan de la verdad de otros rmtchos hechos que rejiere^i diversos autores y hasta ahora no se han podido comprender ó se han mi- rado como fabulosos. El que coteje desapasionadamente la Memoria de Mr. Buache con nuestras reflexiones y con la misma relación de Maldonado, deslindará los funda- mentos de estas aserciones dictadas y sostenidas por el deseo de lucir y por el amor á los sistemas extraordina- rios y nuevos sistemas, tanto más nocivos, en cuanto traen ordinariamente consigo los grandes créditos de sus propios autores. ^Qué argumentos bastarían para contra- restar la autoridad de un individuo de la Sociedad más sabia y más respetable del Universo, si los reconocimien- tos de las corbetas Desctcbierta y Atrevida dejaran mo- tivo para nuevas discusiones sobre la existencia del es- trecho que reconoció Maldonado?

^jHasta cuándo abusarán de nuestra credulidad estos genios nacidos para dirigir al género humano y para ar- rastrar con sus opiniones las de todos los hombres? ¿Hasta cuándo se han de sacrificar á un bajo orgullo los derechos imprescriptibles y sagrados de la verdad ? Hasta que los hombres no sientan esta pasión de mismos que los degrada y los eleva alternativamente, que es á un

122 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

mismo tiempo el origen de todas *nuestras virtudes y de todos nuestros vicios.

El amor propio produjo los verdaderos principios de las ciencias, y el amor propio multiplicó estos sistemas absurdos, que con la apariencia de aclarar la verdad, la han envuelto para siempre entre tinieblas; sólo el amor propio pudo defender los descubrimientos de Bartolomé de Ponte y los de Lorenzo Ferrer de Maldonado, y el mismo furor de distinguirse elevó á Cook, á Colomb y á Magallanes sobre el alto pedestal de la inmortalidad. >

Para completar los datos más interesantes respecto al pretendido viaje de Maldonado y para el estudio de sus condiciones personales, sólo nos falta trascribir el examen historico-crítico debido á la autorizada pluma del Sr. Fer- nandez de Navarrete. Este examen le fué encargado por nuestro Gobierno, á consecuencia de la famosa Memoria de M. Buache, cuya refutación era indispensable; publi- cóse en el tomo xv de la Colección de documentos inédi- tos pa7^a la historia de España,

Léase lo más importante, que insertamos á conti- nuación:

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 123

EXAMEN

DEL

VIAJE DE LORENZO FERRER MALDONADO,

POR

FERNANDEZ DE NAVARRETE.

ESTADO DE LA CUESTIÓN DEL PASO CUANDO MALDONADO SUPUSO SU VIAJE.

A fines del siglo xvi tenían, como hemos visto, otro interés los españoles que las demás naciones en la reso- lución de este problema. Al tiempo que los ingleses porfiando en este hallazgo con repetidas expediciones, hablan hecho tantos descubrimientos en aquellas costas, Drak y Tomás Cavensdich, alterando la tranquilidad del mar Pacífico llenaban de terror nuestras posesiones y turbaban nuestra navegación en Filipinas. Unidas en Fe- lipe II las coronas de Portugal y Castilla, se acrecentaba en razón de tan extensos dominios el cuidado de su con- servación y seguridad. Si los ingleses haciendo practica- ble la navegación por el pretendido estrecho, hallando sin defensa todas las costas desde Acapulco á Culiacan, y sin población española las restantes desde Culiacan hacia el N., formaban sus establecimientos en ellas, nos privaban de todo el comercio y riquezas de ambas Indias, que hasta entonces nos habían hecho tan formidables.

124 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Estos recelos llamaban la atención de la corte de Madrid, y se formó una junta por los ministros del Rey, en la cual se trató que se impidiese la navegación, que así por la parte del N. E. como por la del N. O. se habia intenta- do para pasar el mar del Sur y costa de la China y Cathayo; enviando sobre ello particulares embajadores al Rey de Inglaterra, por continuar entonces los ingleses sus viajes porfiadamente para hallar salida al mar oriental. El fortificar el estrecho é impedir que por él navega- sen buques extranjeros, era para nosotros interés no me- nor en su descubrimiento que el de acortar la navegación á la China; y de estas circunstancias.se aprovechó Loren- zo Ferrer Maldonado para captar la atención del Gobier- no y del público de su nación. Supuso haber hecho un viaje desde Lisboa á las costas del Labrador en 1588 y haber atravesado un estrecho para el mar del Sur por donde podia navegarse desde España á la China y Ca- thayo en sólo tres meses. En esto siguió una opinión adoptada generalmente en su tiempo, pues entre otras autoridades tenemos la del maestro Pedro de Siria que escribia á fines del siglo xvi, y publicó su Arte de la ver- dadera navegación en 1602. Hablando este autor del mar Scytico, añade: « Es este mar muy tempestuoso, » y sólo en Junio y Julio navegable. Dícese también que »este mar ciñe la Nueva España por la parte del N., y » que entra el Océano por un estrecho de seis leguas que ;»hace la tierra del Labrador, provincia de Nueva-Espa-

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 125

» ña, con la isla de Gruntlanclia. Y tiénese por cierto que » desde España á la China se puede navegar por este » mar en tres meses. »

Antes que Siria y que la época del viaje de Maldona- do, habia impreso nuestro célebre hidrógrafo Andrés de Poza la traducción de un discurso hidrográfico del in- glés Guillermo Bourne sobre la navegación del Catha- yo, y otro propio sobre la misma materia. Bourne pro- pone cinco caminos para esta navegación, y contando uno de ellos el del paso del N. O. duda de su existencia, y supone que podrá haberlo entre la tierra del Labrador y Groenlandia; y en tal hipótesis traza la derrota que se deberla seguir. Poza se inclina más á la existencia del paso, fundándose en una observación propia, que es la de un flujo perpetuo que aun en los mares de España, Inglaterra é Irlanda se advertía de la parte del N. O. con gran levantamiento ó elevación de las aguas, lo cual atri- buye á la comunicación que cree entre el mar de la India y el Océano Atlántico por las costas del Labrador y Ter- ranova; pero añade que en latitudes mayores que 75° N. no hay cosa que se halle bien descubierta. Las razones de Poza, condenadas tanto tiempo al olvido, han teni- do mucho valor en el concepto de muchos, resucitadas como propias por algunos filósofos modernos.

Así es que Maldonado no presentaba en esta parte una novedad para su tiempo; y por más afianzar el éxito de su proyecto, aseguraba desde luego haber navegado

126 CONGRESO INTERNACIONx\L DE AMERICANISTAS.

personalmente por este estrecho, reuniendo á favor de su existencia cuantas razones le sugería la opinión gene- ral, y pintando el país con todos los coloridos más hala- güeños y las circunstancias más favorables que podian hacerlo ambicionar, para formar en él establecimientos y colonias.

. RESUMEN DEL VIAJE DE MALDONADO.

Saliendo de Lisboa y navegando al N. O. 460 leguas hasta llegar á los 60°, avistó la isla de Frislandia; y si- guiendo desde ella al O. por el paralelo de los 60° 180 leguas hasta la tierra del Labrador, comienza el estrecho de este nombre ó de Davis, cuya entrada es de más de 300 leguas, la tierra del O. baja y la opuesta de montes muy altos. Allí se muestran dos bocas: una corre al E. N. E., otra al N. O., y dejando aquella á la derecha mirando al N., tomó la del N. O., y siguiendo á este rumbo 80 leguas hasta llegar á los 64° escasos, donde hace el estrecho otra vuelta al N. por 120 leguas, hasta los 72° donde torna á hacer vuelta al N. O., por la cual navegó 90 leguas hasta los 75° algo escasos, con lo que queda desembocado todo el estrecho del Labrador, que donde más angosto tiene 20 leguas, y 40 donde más an- cho, haciendo muchos puertos, calas y abrigos; por los humos que se veian pareció habitado hasta los 73''. Des- de allí, navegando al O. ;| S. O. 350 leguas, llegó á los

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 127

71°, y luego á la vuelta del O. S. O. por 440 leguas bajó á los 60°, adonde se halla el estrecho de Anian. El tiempo en que desembocó el estrecho del Labrador era muy riguroso por ser en los principios de Marzo, habien- do navegado por él parte de Febrero; los fríos eran muy intensos, y el agua del mar que saltaba á la nave queda- ba helada; en Junio y Julio , cuando volvió por el mismo estrecho él y su tripulación, sintieron mucho calor. Ha- biendo desembocado en el mar del Sur, costeó por parte de la América mas de 100 leguas con la proa al S. E. hasta los 55°, no hallando indicio de otro estrecho. Dejó esta parte y navegó cuatro dias al O., como 120 leguas, descubriendo una grandísima tierra de grandes sierras, con una larga y continuada costa, de la cual se apartó navegando unas veces al N. E., otras al N. N. E, y otras al N., pareciénclole que. aquella costa se corría N. E. S. O., que estaba habitada y que sería tierra de tártaros ó del Catay. Siguiendo aquella costa se halló en el estrecho de Anian, por donde quince dias antes habia desembocado. En la boca que hace el estrecho hacia la mar del Sur, hay un buen puerto á la banda de la Amé- rica capaz de 500 naves, que parecia no tocado de pies humanos; y en él un rio de agua dulce, por el que pudie- ra entrar una nave de 500 toneladas. Esta tierra, aunque está en los 49°, es ele muy benigno temperamento; co- nocíase por las exquisitas frutas que se hallaron, peras, ciruelas, uvas y otras de España, y no conocidas, que

128 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

subsistían pasadas en los árboles desde el año anterior, lo que probó no haber sido el invierno muy riguroso. El estrecho de Anian tiene sólo 15 leguas de largo, por lo que se pasa fácilmente en una marea que dura seis horas; en medio de él hay una isleta que facilita hacer un fuerte para impedir invasiones; su disposición es de tal forma, que con tres atalayas se pueden descubrir más de 30 le- guas, y hacia el mar del Sur hay dos montes altos, uno á la parte del Asia y otro á la de América. La boca del estrecho es dificilísima de conocer, tanto, que el mismo Maldonado no la conoció, sin embargo de tener una bue- na relación del piloto Juan Martinez , hasta que andando en el bote reconociendo la costa, las corrientes se lo in- dicaron. Dice además Maldonado, que en el puerto don- de estuvo desde principios de Abril hasta mediados de Junio, vio entrar una nave anseática qué venia de la China; hace en seguida la exposición de las prevenciones y gastos que se necesitaban para la empresa que propo- nía; prosigue ponderando las ventajas de -adelantarse á las demás naciones en buscar y fortificar el paso, com- probándolo con lo que le dijo al Capitán de la Just, resi- dente en Fuenterrabía, estando tratando con él sobre este particular en 7 de Julio de 1609 (el mismo año que pre- sentó el memorial), de que los franceses habían hecho un fuerte en el rio del Canadá; y concluye recomendando el secreto con que debe disponerse esta expedición, para que no traten de frustrarla los extranjeros.

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 129

I ni.

CARÁCTER Y CIRCUNSTANCIAS DE LORENZO FERRER MALDONADO.

Cuando la crítica se ejerce sobre un autor cualquiera, hacen gran peso en la opinión de los hombres sensatos las noticias particulares de su educación, talento, juicio, carácter y circunstancias, porque cuanto más favorables son estas cualidades en un escritor, tanto más se capta el buen concepto y elogios de la posteridad. Al contra- rio, las obras de un hombre visionario, charlatán, igno- rante y novelero, siempre serán miradas con desprecio. Vistos los conocimientos que se tenian en tiempo de Maldonado del paso del N. O. y los motivos que pudie- ron inducirle á dar cierto aire ele importancia á su rela- ción, resta examinar su carácter antes de pasar al análisis de su Mcmo7^ia^ y las razones que se ofrecen contra su fidelidad y certidumbre.

Las noticias que nos han quedado de Maldonado tie- nen en apoyo de su veracidad y certeza toda la autoridad de uno de los escritores más juiciosos de su tiempo, de un caballero de alta calidad, erudito, discreto, de suma circunspección, y que conoció personalmente á Maldona- do en el tiempo mismo en que ocupaba la atención de la corte y la admiración de todas las gentes con sus extra- ordinarios proyectos y quiméricos descubrimientos. Tal es la autoridad de D, García de Silva y Figueroa, que

130 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

en el libro v de los Comentarios de la embajada que de parte del Rey de España D. Felipe III hizo al Rey Jaabas de Persia el año 1618 ^ no sólo expone las opi- niones de su tiempo sobre el paso del N. O., sino re- flexiona sobre ellas con delicado juicio y fino discerni- miento. Hablando entonces de los hombres noveleros y embaidores que persuadián con engaño la existencia de aquel paso, se explica en estos términos con referencia á Maldonado : « Pero sólo diré por ser á propósito del es- » trecho septentrional de que se ha hecho larga mención, » cómo hallándome en Madrid el año 1609, habia algu- » nos meses antes aparecido allí un hombre de nuestra na- » cion, no conocido de nadie mas de decir él que se habia » criado en Flandes y en algunas de las ciudades anseáti- •» cas, y que así mismo tenia gran práctica y conocimien- » to de las cosas de mar, de manera que con su industria » y trabajo habia descubierto el estrecho, tan deseado y » que con tanto cuidado buscaban entonces los ingleses. y> Y como en aquella Corte se comenzase á publicar esto, » mayormente que se ofrecía que dentro de tres meses » después que partiesen de España podrían llegar las j> naos á las Filipinas y Malucas , acudían muchos á él j> como á singular marinero; dando también á entender » que alcanzaba otros grandes secretos de naturaleza. » Con este favor popular se atrevió á dar memoriales á » algunos ministros , diciendo que por este estrecho po- > dian navegar las armadas de S. M. con mucho menos

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 131

» tiempo y costa, así á las partes susodichas como á las » demás de la India , afirmando que él había navegado » por todo el estrecho hasta salir á la costa de la China »y Japón, y que el canal era muy ancho, limpio y sin » impedimento alguno; y creyendo , como hombre tan ig- »norante, que se acreditaba más con alguna demostra- » cion del tal estrecho , dio muchos diseños de él en

> menos espacio que medio pliego de papel , no sólo ig- » norante, sino bestialísimamente , sin algún género de » propiedad y apariencia de las tierras y mares que allí » señalaba; pero en fin, fi^ié escuchado y admitido, y de » tanta mayor gana cuanto comenzó con este primer fa- »vor á descubrir de otros misterios mayores, diciendo 5> que él solo sabia del secreto para descifi:"ar la clavícula » de Salomón , con lo cual se venía á alcanzar y perfec- » clonar el verdadero lapis, nunca jamás enteramente ha- » Hado de los alquimistas en tantos siglos. Y aunque esta

> fábula con tan vulgar estilo y manera de hablar era » más para con risa menospreciarse que admitirse, en fin, » siendo cosas tan grandes las que prometía , como con- » vertir en oro los más bajos metales, se halló quien lue- » go le ayudase con casa competente y cantidad de dine- » ros para comenzar á poner en obra su fábrica : y como » todos estos miserables químicos , para más engañar á » los codiciosos de que se van aprovechando , alargan el » efeto de su obra diciendo que es menester mucho » tiempo para la trasmutación de los metales , este entre-

132 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

» tuvo á los que le favorecían y daban larga pensión más » de dos años , diciéndoles que ya aquel milagroso parto » estaba muy cerca y para salir á luz. En este ínterin, » que era en el mismo tiempo que Fonseca andaba tam- »bien publicando su aguja fija, como en la navegación

> del primer libro se ha dicho ya, un conocido mió me » llevó á mi posada á este gran marinero alquimista, como

> hombre raro y de alto ingenio, para que de experiencia » me certificase haber arriba de la tierra del Labrador y » Stotilant el estrecho referido, sabiendo que yo era de » opinión que no le hubiese. El nombre que entonces » publicaba tener no me acuerdo , mas de que le auto- » rizaba con la dignidad militar de Capitán, como muchos »de los tales engañadores suelen hacer, sin jamás haber » llevado pagas de un simple soldado; pero entró con » tanta gravedad y mesura, como si todo cuanto prome- » tia lo hubiese ya probado y hecho cierto; y no tratando » de la profesión de alquimia por no ser á mi propósito, » le pregunté en qué tiempo habia navegado por aquel » estrecho , y el que habia tardado en navegarle todo » hasta salir al mar Oriental, y asimismo en qué grados » estaba la entrada y salida de él. Respondió muy sose- »gado y confiado que la entrada estaba en 78^ y la sali- »da en 75°, y que lo habia navegado en poco más de » treinta dias por los meses de Noviembre y Diciem- » bre. Quedé admirado de tan desvergonzado dispa- »rate, y corrido de aquel amigo mió, no obstante que

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 133

» era muy práctico en su profesión , pero muy poco en la » navegación y cosmografía , aunque aficionado más que » medianamente á la trasmutación de los metales. Con » esto se acortó y acabó la conversación , y aunque este » hombre estuvo muchos meses más en Madrid, no lo vi » otra vez alguna. Pero como el marqués de Velada, ma- »yordomo mayor y del Consejo de Estado de S. M. Ca- » tólica, me mostrara uno de los designios suyos del es- » trecho de Anian, que tal nombre le habia puesto, y me » comunicase lo que trataba y lo mucho á que se ofrecía, » le desengañé diciéndole lo que sentia de la ignorancia 3>suya, y lo que de él se podia esperar, y de los demás » que tienen y han tenido aquella manera de vida. Este » alquimista desapareció y se fué ocultamente, sucedién- » dolé mejor que á otros de su profesión, que han pagado » con la vida sus embustes, porque no se trató más de él, » ni yo supe después en qué habia parado tampoco, como » de Fonseca su contemporáneo, en lo de la aguja fija.»

Aunque la exposición de D. García de Silva no nece- site de nuevos apoyos para dar á conocer el carácter no- velero de Maldonado, referiré otro proyecto suyo , por si ' fuese necesario para mayor convencimiento y satisfacción.

Precisamente por los años en que estuvo Maldonado en Madrid, cuando presentó la relación de su descubri- miento del estrecho de Anian , se trataba en el Consejo Real de las Indias del proyecto presentado por Luis de

134 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Fonseca, portugués, sobre la aguja fija y otras que llamaba vertical y regular de Leste á Oeste, de Norte Sur para hallarla longitud en el mar. Ofi-eciéronsele 6.000 ducados de renta perpetua al año, consignados, 2.000 en la Real hacienda, 2.000 en la avería y 2.000 en la coro- na de Portugal. Opúsose á esto el Dr. Juan Arias de Lo- yola, queriendo se tomase con él este asiento, manifes- tando que la propuesta que se hacia, ni era cierta, ni tenía ningún fundamento; solicitando se le atendiese á él con preferencia, pues con asiduo trabajo y larga especu- lación habia hallado la afij ación de la aguja y el método de hallar la longitud. Hicieron expediciones para ex- perimentar la propuesta de Fonseca, y entre tanto se dijo al Dr. Arias de Loyola que si aquella saliese incierta se admitirían sus dos proposiciones, ofreciéndosele en caso del buen éxito los mismos 6.000 ducados de renta perpetua anual, y otros 2.000 más de renta vitalicia. Frustrados efectivamente los proyectos de Fonseca por no corresponder las experiencias á sus esperanzas y pro- mesas, renovó sus instancias el Dr. Arias, y por Real cédula de 3 de Julio de 1 6 1 2 se le volvieron á asegurar los mismos premios, con tal que después de aprobadas sus proposiciones por la junta de guerra del Consejo de Indias, saliesen ciertas y verdaderas, experimentadas en los viajes á las Indias orientales y occidentales por las partes de ida y vuelta que pareciese á la junta, y salien- do todo á satisfacción de ella. El o-enio de Maldonado,

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 135

inclinado á proyectos vanos, pero extraordinarios, intentó también hallar por este medio un género de vida seguro y acomodado. Ofreció al Real Consejo de las Indias lo mismo que Fonsecay el Dr. Arias, prometiéndole 3.000 ducados de renta por la aguja fija y 2.000 por la longi- tud: gastáronse muchos inútilmente en experiencias, te- niendo en esto igual buena suerte que en lo de alquimis- ta, y acreditando en todo la superchería de su carácter, el desbarro de su imaginación y su poca solidez de prin- cipios, como tendremos todavía ocasión de manifestar más adelante.

En Archivo general de Indias hallamos otro docu- mento que confirmó nuestras ideas sobre el carácter de Maldonado. Por él consta que en la villa de Estepa, en 9 de Abril de 1 600 , se hizo cabeza de proceso contra un hombre forastero, que habia sido puesto en la cárcel de orden del marqués de dicha villa. Llamábase Pedro Mal- donado , y era vecino de Granada y natural de Guadix. Habia buscado á solas al marqués para darle con gran misterio una carta sin firma ni fecha que quería dar á en- tender la escribia un religioso, y que la llevaba su her- mano D. Francisco, hombre prudente y reservado para tratar verbalmente lo que conviniese. Decia que eran no- torios los pleitos del marqués, y la mucha justicia con que los litigaba, que él podría ayudar en ellos dándole los títulos que le faltasen , apoyando su razón con buenas escrituras que no fuesen bastantes á invalidarlas todas las

136 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

leyes del derecho; que todo se examinase por el marqués antes de darle un maravedí, y que si no saliese con las ventajas que deseaba, perdería él sus recompensas, que- dando por un necio y atrevido. En la misma carta habia como por muestra tres renglones y parte de otro escrito de letra á lo antiguo, muy maravillosa y á propósito para los títulos y escrituras ofrecidas. Supo todo esto la sala del Crimen de Granada; hizo llevar el proceso y el preso; tómesele á este la confesión, y en ella dijo era cuñado de Lorenzo Ferrer, casado con Doña Juana Ferrer, su her- mana; que él le dio dicha carta para que la llevase al marqués en secreto, sin decirle lo que contenia; pero éste declaró muy al contrario, y que cuando le habló Pedro Maldonado fué en conformidad al contenido de la carta, diciéndole que harían los títulos de nuevo. Finalmente, averiguado todo, declaró el preso ser la forma de la le- tra de su cuñado , aunque no conocia la de estilo antiguo. Hubo testigos de Granada que declararon contra Loren- zo Ferrer, y dijeron lo tenian por hombre de grande in- genio, que habia compuesto un libro muy curioso, que sabia muchas lenguas, y cantar, pintar y levantar figuras; que era gran retórico, latino y astrólogo, y que la letra de dicha carta se parecía á la suya; añadieron otras cosas particulares contra él de escrituras falsas; y, por fin, que se ausentó luego que supo que habian preso á su cuñado en Estepa. Este salió condenado á tormento, negó en él, y por sentencia de revista salió desterrado de Estepa y

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 137

de Granada en cinco leguas al contorno. Algún tiempo después, supo el fiscal que Lorenzo Ferrer estaba en Guadix, dióse orden de prenderlo, pero cuando llegó ha- cia tres ó cuatro dias que se habia ausentado, y así no pudo ser habido. Este hecho, tan solemnemente compro- bado, lo confirma el mismo Lorenzo Ferrer, que en una de las capitulaciones de su asiento hecho en 161 5 para el descubrimiento que prometia de la aguja fija y de la longitud en el mar, pide á S. M. se sobresea en la causa criminal que se le seguia en la sala del Crimen de Gra- nada. ¿Qué confianza y qué crédito podrá darse en vista de esto á las relaciones -y proyectos de un falsario y de un hombre tan criminal y perverso?

§ IV.

RAZONES QUE INDUCEN Á CALIFICAR DE APÓCRIFA LA RELACIÓN DE

MALDONADO.

Aunque la pintura y juicio del carácter de Maldonado sea suficiente por para desconfiar justamente de la ver- dad de todos sus escritos , lanzan ellos de tantas razo- nes en comprobación de lo mismo, que no se deben omi- tir algunas cuando se trata de inspirar un pleno conoci- miento sobre una verdad histórica.

Desde luego aparece como una cosa extraña que sien- do tal la importancia del paso del N. O., y tal el empeño en descubrirlo, ningún autor de Indias haga mención del

138 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

viaje de Maldonado, en tiempo en que tanto se escribia sobre la historia de nuestros descubrimientos; prueba evidente, ó de que se ocultó á la diligente indagación de nuestros historiadores, ó que lo despreciaron como fabu- loso. Desde la época en que se supone hecho el viaje hasta el año de 1609 en que se presentó la relación de él y el proyecto de repetirlo, mediaron veintiún años, sin que en tan largo intervalo haya quien los insinúe ó refie- ra, siendo asunto que no podia estar oculto entre tantas personas como acompañaron á -Maldonado en su expedi- ción: silencio tanto más dificil de guardar, cuanto se acrecentaba el interés nuestro en asegurar las posesiones de ambas Indias por medio de este descubrimiento, am- bicionado y buscado entonces por muchas naciones euro- peas, como confiesa el mismo Maldonado.

Por otra parte, expresa éste en el encabezamiento de su Memoria que él hizo el descubrimiento del estrecho de Anian; y en el contexto de ella, hablando de la difi- cultad de reconocer una de las bocas ó entradas, dice que no pudieron reconocerla en algunos dias, á pesar de tener una muy buena relación de su piloto Juan Martinez, portugués, hombre muy viejo y de mucha experiencia, pero que no habia cuidado de sacar los diseños de aquel paraje. Luego el piloto Juan Martinez habia reconocido este estrecho antes que Maldonado. Ni podia, según el testimonio de este navegante, dejar de ser muy conocido en su tiempo, pues hallándose él fondeado en un puerto

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á la boca del estrecho por la parte del mar del Sur, vio embocar desde este mar una nave de 800 toneladas, que creyó ser de las ciudades anseáticas. Si el conocimiento de aquel paso le hubiese hecho tan frecuentado en 1588, ni podia sorprender la noticia de su existencia en 1609, ni granjear á Maldonado la gloria de ser su descubridor. En el afio 1526 publicó este viajante en Alcalá su Imagen del mundo sobre la esfera, cosmografía y geogra- fía teórica de plantas y arte de navegar^ cuya dedicato- ria, dirigida al arzobispo de Méjico, está firmada en Ma- drid en 20 de Marzo de 1623, esto es, treinta y cinco años después de su viaje, y catorce después de su pre- sentación y proyecto. Aun cuando la lectura y examen de esta obra no diese á conocer la extravagante y super- ficial instrucción de su autor, sólo la sencilla comparación de algunas de sus descripciones con otras que habia dado en la Memoria de su proyecto, manifiesta palpablemente la inconsecuencia é inexactitud que ofirecen las ideas que no se fiindan sobre la base inalterable de la verdad. En el capítulo 22 de la parte 2.^, pág. 92, hace la des- cripción de la América, y hablando de la costa desde Magallanes por el Rio de la Plata, Brasil, Cartagena y Nombre de Dios, continúa: « desde donde torna á la par- » te de Nueva-España por la Veracruz, San Juan de Lúa, » Tortugas, Florida, Bacallaos, Gran Baxá, tierra del » Labrador, y allí embocando por su estrecho corre hacia » el Oessudueste hasta el estrecho de Anian , á donde tor-

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> na d entrar en el mar del Sur. » Adviértese aquí una descripción contradictoria á la que habia dado en la re- lación de su viaje. El estrecho del Labrador corre, según su Imagen del 7mmdo, al O. S. O., hasta el estrecho de Anian, siendo cierto que en su Memoria presentada ase- gura que en este estrecho se navega al N. O. 90 leguas, luego al N. 120, y después torna al N. O. 90, donde ya se está en altura de 75° y término del estrecho del La- brador. Es verdad que el de Anian corre en su mayor parte en la dirección del O. S. O., según su relación; pero bien se ve que no es esto lo que quiere decir en la descripción de que se trata.

Otra circunstancia se debe extrañar en este lugar de su obra, y es que describiendo la costa de la América, y hablando de los estrechos del Labrador y de Anian y de su comunicación con el mar del Sur, no haga memo- ria de haber él navegado por ellos y descubierto este paso, puesto que ofreciendo las ventajas que exponia, era uno de los objetos que más debian satisfacer su ambición de gloria y de buen crédito.

Entre los infinitos reparos que se ofrecen al leer la re- lación de Maldonado, no deben pasarse en silencio los siguientes, pues son de sumo convencimiento para pro- bar que este aventurero jamás hizo tal viaje ni tuvo ideas del país que describía. Reducidas sus derrotas por los rumbos y distancias que expone, no resulta sino la latitud de 68"^ 39' al extremo del estrecho del Labrador, que él

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 141

hace subir hasta 75°. Supone que desembocado el estre- cho de Anian, y ya en el mar Pacífico, corrió al S. E. la costa de la América hasta los 55° de latitud, y que na- vegando luego en cuatro dias 120 leguas al O., tropezó con una gran tierra de altas montañas^ y íina costa lar- ga y contÍ7iita. El cabo de San Bartolomé está situado con poca diferencia en los 55°, y la tierra más próxima por el Occidente es Alaska, que dista 300 leguas: con que' se infiere que Maldonado no pudo reconocer en aquella dirección, y á la distancia de 120 leguas, la tierra alta y costa larga que nos dice.

Al desembocar el estrecho de Anian, y á su regreso, debió ver el monte de San Elias, cuya enorme altura de 2.650 toesas sobre el nivel del mar, lo hace visible á más de cuarenta y una leguas de distancia, siendo, por consiguiente, un objeto tan digno de atención como útil para los navegantes, pues que su conocimiento les facili- ta rectificar la situación de la nave. Sin embargo. Mal- donado no hace mención de él, al mismo tiempo que es tan minucioso y prolijo en describir la configuración y al- tura de las costas, y esto induce á creer que jamás des- embocó al mar del Sur, y que aun para forjar su relación no pudo adquirir noticia de uno de los montes más ele- vados del mundo.

Cuando á la ida tuvo que subir al extremo del estre- cho del Labrador, lo verificó con vientos contrarios, su- puesto que dice expresamente que siempre corrieron del

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Norte, y que allí son muy comunes. Fuéle preciso, por consiguiente, servirse de las mareas y de las corrientes, que son grandes en aquel estrecho, según él mismo ase- gura; pero siendo allí las corrientes periódicas , y siguien- do el mismo orden de las mareas, como dice igualmente, es claro que se vería precisado á fondear y levarse cada seis horas, al principio y fin de cada marea, para no per- der en una lo que habia ganado en la anterior. ^Pero el estrecho del Labrador tenía en toda su longitud y exten- sión fondo proporcionado para ello? ^Podría navegarse así tanto número de leguas en la altura de 60° á 75^ de latitud y en el mes de Febrero? ¿Serian fáciles tales ma- niobras de fondear y levarse cuando los golpes de mar se helaban sobre el costado del bajel ^ y el yelo daba d las velas un palmo de espesor? i Será creible que fondease en medio de un canal cuyas corrientes eran tan rápidas y violentas? Y si fondeó en las orillas ó en sus calas, ¿cómo es que en otra parte manifiesta no haberse acercado á las costas y haber navegado por medio del canal, dicien- do que en las orillas creta se pudiese helar el estrecho^ según pareció desde su nave?

Podrían acumularse otros reparos que aun los acérri- mos defensores de Maldonado no pueden conciliar con las noticias geográficas que se tienen hoy dia de las cos- tas setentrionales de América. M. Buache halla suma dificultad en establecer la posición del estrecho de Anian según el diario de Maldonado, y aunque, dice, es menes-

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 143

ter suponer un error considerable en la estima de su der- rota, propone, sin embargo, como verosímiles algunas razones que satisfacen poquísimo á quien las examina con crítica y discernimiento.

No puedo prescindir aquí de la noticia del viaje de Maldonado que se ha publicado modernamente por un autor español (i), por cuanto dice relación con cuanto va examinado en este artículo. Después de hacer un extrac- to muy conciso de aquella navegación, se hace cargo el redactor de las circunstancias que chocan en la relación y derrotero. Tales son las de subir á 75° de latitud N. en paraje del globo donde todo se halla cercado con in- mensas moles de hielo , y la dificultad de señalar la des- embocadura del estrecho según la posición que allí se le da. A pesar de estas dificultades, que deberían inducir á la desconfianza, y de parecerle imposible combinar este viaje con los últimos que acaban de verse, se asegura allí mismo que el de Maldonado lleva todos los caracte- res de autenticidad, que no ha habido interés ni motivo para fingirle, ni se le notan aquellos reparos que se pre- sentan en la apócrifa relación del almirante Fonte. Las reflexiones que van hechas manifiestan que tuvo Maldo- nado interés y motivo para fingir su diario, que no tiene caracteres de autenticidad aunque los tenga el manuscri-

(i) Véase el capítulo 24 del tomo iv de la Historia política de los Establecimientos ultramarinos délas naciones europeas , impreso en 1788.

144 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

to de ser contemporáneo, y que se le notan iguales ó mayores reparos que á la relación del almirante Fonte, pues los descubrimientos de éste los halla M. de L'Isle muy conformes á los hechos posteriormente por los ru- sos, y los de Maldonado no los puede conciliar ningún geógrafo con las exactas noticias que debemos hoy dia al esmero de tanto célebre navegante y al punto de per- fección á que han llegado las observaciones astronómicas que se han hecho en la mayor parte de los viajes em- prendidos en los siglos últimos.

Parécenme suficientes las razones insinuadas para cali- ficar de apócrifa la relación de Maldonado, El deseo de ser breve me hace omitir otras que produciría el examen de ella, así respecto á la situación geográfica de muchos puntos, como relativas á la temperatura de aquellos cli- mas que según él producen tan sabrosas y delicadas fru- tas como los climas más apacibles de la zona templada.

§ V.

EXAMEN DEL MANUSCRITO ORIGINAL QUE EXISTE EN CASA DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DUQUE DEL INFANTADO.

Según D. García de Silva, dio Maldonado memoriales á algunos ministros, afirmando habia navegado por el es- trecho de Anian, y diciendo que por él podian navegar las armas de S. M. con mucho menos tiempo y costa á la India Maluca y Filipinas, en demostración de lo cual

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 145

dio muchos diseños del estrecho en menos espacio que medio pliego de papel. También parece que el marqués de Velada, Mayordomo mayor y del Consejo de Estado de S. M., mostró á D. García de Silva uno de los desig- nios de Maldonado del estrecho de Anian, y le comunicó todo lo que se trataba y lo mucho que se ofrecía, prueba sin duda de que Maldonado se valió del marqués de la Velada para elevar al Rey su proyecto, y de que aquel caballero procedió cuerdamente aconsejándose antes con D. García de Silva, y apreciando su dictamen, pues no llegó á verificarse la expedición propuesta y proyectada. Sea lo que fiíere de estas conjeturas, lo cierto es que han desaparecido ó se han hecho rarísimos los memoria- les y diseños dados por Maldonado sobre su proyecto. D. Nicolás Antonio cita en su Biblioteca un ejemplar de la relación del descubrimiento del estrecho de Anian he- cho por Maldonado, que vio manuscrito en poder de don Gerónimo Mascareñas, del Consejo de Órdenes, después del de Portugal y entonces obispo de Segovia. El señor Barcia, según sus adiciones á la Biblioteca de Pinelo, no la pudo ver, y por lo mismo se refiere allí á lo que dice D. Nicolás Antonio. Así yacia oscurecido este viaje, hasta que el año 1775 un abate francés regaló un ejem- plar contemporáneo al duque del Infantado, en cuya casa intentaba entrar por ayo, advirtiéndole que acaso llegaría el dia en que conociese el aprecio que merecía aquel do- cumento. No he podido indagar cómo ó por dónde lo

146 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

hubo aquel extranjero; pero sea como fuere, el manus- crito es un tomo en 4.° delgado, de letra menuda, pero clara, de principios del siglo xvii, bien conservado, y cuyos diseños conforman con las circunstancias que nos ha conservado D. García de Silva, de los que repartia Maldonado. En el año 1781, tuvo noticia de este manus- crito el cosmógrafo mayor de Indias D. Juan Bautista Muñoz. Sacó una copia de él, y con este conocimiento reconoció después en los años siguientes los archivos de Simancas, Sevilla y otros del reino, sin encontrar en par- te alguna ni aun noticia, relación ú orden perteneciente á este viaje, y sólo en Simancas los- trabajos de Maldo- nado relativos al problema de longitud. De la copia de Muñoz sacó una el teniente de navio D. José Espinosa para servirse de ella en el viaje alrededor del mundo, que hizo bajo las órdenes de D. Alejandro Malaspina, y otra el capitán de fragata D. José de Mendoza, la cual ha servido en París á M. Buache para la composición de su Memoria. No de dónde sacó el circunstanciado ex- tracto que posee del mismo viaje el autor de los Esta- blecimientos tíltramarinos; pero por algunas circunstan- cias que refiere de él manifiesta que está copiado con poca exactitud, ó que difiere en ellas (bien que de poquí- sima monta) del original de casa del duque del Infanta- do, que acaso sería uno de los ejemplares del autor pre- sentados á los ministros de Felipe III. ¡Ojalá que con la misma seguridad con que se puede calificar la autenticidad

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 147

y antigüedad de este manuscrito, se pudiese afirmar la certeza de su relación y contenido!

g VI.

ESCRITORES QUE HAN HABLADO EN PRO Y EN CONTRA DE LA RELACIÓN DE MALDONADO. EXPEDICIÓN DE MALASPINA Á COMPROBARLA.

Con tanto reconocimiento prolijo de las costas seten- trionales del mar del Sur, y muy particularmente con los viajes de Bodega y el último de Cook, parece no habia lugar á la duda sobre la no existencia del pretendido paso; y aunque los ingleses fomentasen esta opinión, de- bia esto mirarse más como medios de acrecentar los inte- reses de la compañía de la bahía de Hudson , que como dictámenes fiandados de marineros y cosmógrafos. En tales circunstancias, llegó á manos de M. Buache, geó- grafo mayor de S. M. Cristianísima, la simple copia que acabamos de decir de la relación de Maldonado; y, ó sea por el prurito de la novedad, ó por la ligereza con que examinó aquel escrito, no sólo se persuadió de la verdad de su relato, sino que intentó persuadir lo mismo á la Europa sabia por medio de una Me^noria que leyó en 1 3 de Noviembre de 1790 á la Academia de Ciencias de París. Aun cuando el diario de Maldonado no ofreciese en abundantísimas pruebas para encontrar su falsedad, el examen que de él hace M. Buache, la dificultad que halla en combinar este descubrimiento con los conoci-

148 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

mientes que hoy día se tienen de aquellas costas, y en señalar la desembocadura del estrecho en el mar del Sur, serian siempre demostraciones y pruebas para creer ima- ginario y supuesto el viaje de 1588. De todos modos, la autoridad de Buache, y mucho más la del cuerpo en que se leyó, debia despertar la atención de las potencias na- vegantes, y mucho más de la nuestra, con tantos dere- chos y relaciones á aquel descubrimiento. Felizmente, el capitán de navio D. Alejandro Malaspina, comandante de las goletas Descubierta y Ah^evida^ con las cuales daba la vuelta al mundo, se hallaba en Acapulco y ofre- cía la oportunidad de comprobar por las derrotas de Maldonado la verdad de su descubrimiento, como en efecto lo hizo.

El viaje de Malaspina es el más brillante testimonio que á fines del siglo pasado dio nuestro Gobierno del laudable interés que se tomaba en aumentar los conoci- mientos de la ciencia de nuestro globo. Nada se escaseó para que la expedición tuviera el mejor éxito posible. Así es que de todos los países que visitaron las corbetas, que fueron Buenos-Aires y Rio de la Plata, costa Pata- gónica, Chiloe, Chile, Perú, reino de Quito y Santa Fe por el Océano; Panamá, costas y paises de Guatemala, costas é interior de Méjico, California y costa N. O., Fi- lipinas y establecimientos de los ingleses en la Nueva Holanda y algunas islas por el Pacífico; de todas se for- maron relaciones físicas y políticas. Recogiéronse además

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 149

muchos interesantes documentos para nuestra historia colonial y marítima; pues aunque, si se exceptúan Lima y Manila, en todos los demás puntos fué corta la mansión de las corbetas , hubo oficiales destinados á reconocer los archivos de los vireinatos y capitanías generales, que te- nian anticipadamente orden de fi-anquearles cuanto en ellos existiera.

Útil para el mundo y honroso para la nación española hubiera sido la publicación de este viaje, coordinado por los oficiales de la expedición y sabios que los acompaña- ron; pero por un trastorno de ideas inconcebible, las re- sultas de la desgracia, causa y prisión de su comandante Malaspina alcanzaron á una empresa que nada tenía que ver con sus supuestos crímenes, y en odio del autor ó jefe de la expedición, se sepultaron todos los trabajos propios de los hombres científicos y aplicados que llevó á sus órdenes. Mucho costó sacar de manos de los escri- banos y gentes que entendian en el proceso los diarios, derroteros y descripciones del viaje. El autor que comen- zó esta Memoria tuvo la satisfacción de contribuir eficaz- mente á lograrlo, á reunir cuantos papeles se pudo y de- positarlos en la Dirección de Hidrografía que se instituyó entonces, cuyas tareas debian comenzar por las cartas y demás trabajos marinos de esta expedición, en que ha- bían ido los Sres. Espinosa y Banzá, que se nombraron para formar aquel establecimiento. Publicáronse, en efec- to, varios planos y cartas; pero hubo la desgracia de que

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quedasen inéditas las del Panamá hasta 61° N., esto es, toda la costa Rica, la de Acapulco, California alta y baja y costa del N. O., que es lo que á nuestro asunto intere- sa. Quedáronse sin imprimir todos los derroteros y exce- lentes relaciones del viaje, llenas de luminosas observa- ciones astronómicas y mineralógicas, de descripciones físicas y políticas, y de nociones nuevas sobre la historia natural de los países recorridos. La mala suerte que cupo á todos los demás papeles, cupo también á los que cor- respondían á la expedición hecha para comprobar los su- puestos descubrimientos de Maldonado. Así es que ni vio la luz pública la noticia de los trabajos que en ella se emprendieron, ni la excelente Memoria que escribió Ma- laspina en vista de los parajes, que puede considerarse como una clara é incontestable refutación del escrito de Buache. En ella, después de manifestar la dificultad de encontrar la verdad en la ciencia geográfica, porque sus operaciones tienen que subdividirse entre el navegante, que suele abultar sus narraciones, y el sabio, que con la mayor libertad las admite ó desecha, y de dar alguna noticia del polo boreal, y de los principales navegantes que han reconocido las regiones que le están vecinas, manifiesta la necesidad de examinar este viaje, por la facilidad que tienen los geógrafos en adoptar las opinio- nes antiguas; presenta en él doce razones de incompati- bilidad, prueba evidente de ser fingido,, y da razón de los reconocimientos que arguyen contra la existencia del

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 151

paso. La práctica y los físicos reconocimientos dieron en este asunto los mismos resultados que ya habia previsto la teórica.

Las presentes observaciones coinciden en un todo con \2. Memoria de Malaspina, lo cual prueba la evidencia de la verdad; pues ni uno ni otro autor que escribian al mis- mo tiempo y á muchos centenares de leguas de distancia, pudieron ponerse de acuerdo, no teniendo noticia de sus respectivas tareas. Igual es también el juicio de D. Ciría- co Cevallos, quien en una Disertación que imprimió en Cádiz en 1798, juntamente con la traducción de la Me- moria de Buache, manifestó con fuerza de lógica y exce- lente doctrina la poca solidez de los argumentos con que éste sostenia su opinión favorable á Maldonado.

El haberse impreso este escrito parece que debia ha- berlo hecho conocido de la Europa;" pero no lo fué más que el de Malaspina y el presente, que quedaron inéditos, lo cual dio lugar á que el caballero Carlos Amoretti, sa- bio y diligente custodio de los tesoros de la Biblioteca de Milán, después de haber dado á luz el interesante viaje alrededor del mundo de Pigafeta, perdiera su tiem- po en traducir la relación de Maldonado, que encontró entre los manuscritos de la misma biblioteca, y en publi- carla con una disertación en su apoyo. El barón de Lin- denau tomó á su cuenta el refutarle, y en una erudita Memoria reprodujo la mayor parte de las razones dadas por los escritores españoles, cuyos escritos no conocia, y

152 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

presentó otras muy convincentes, sacadas de la as- tronomía y geografía, que él mismo reasume de este modo:

I .^ Maldonado da á la distancia que media entre la bahía de Baffin y el estrecho de Anian 790 millas, ó una diferencia de longitud de 144°; y no siendo la diferencia real sino de 82°, no se concibe cómo pudo equivocarse en 62°, ó, en otros términos, en 300 millas en un camino de 500; es, por lo tanto, imposible que Maldonado haya podido llegar al estrecho de Anian por el camino que supone.

2.^ La derrota de Maldonado desde el 71° hasta el 66° de latitud boreal, concebida en estos términos: desde el 7/° de latihid se vuelve d Oeste sudoeste^ nave- gando así por espacio de 440 leguas hasta llegar al 60'^; es imposible, pues, siguiendo este rumbo, hubiera pasa- do sobre una gran parte del continente de la América.

3.^ Es también imposible que Maldonado haya esta- do en el 66° de latitud boreal ó en el estrecho de Be- ring, pues no solamente repite él mismo tres veces que su punto de parada era en los 59° ó 60° de latitud, sino que la largura del dia allí en el mes de Junio , era de diez y ocho horas y media, lo que no puede suceder sino en una latitud de 59° á 60°.

4.^ Es no menos imposible que Maldonado haya po- dido estar sobre la costa del N. O. de la América, pues la distancia de las costas del Asia, bajo el paralelo de 55°,

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 153

es más de 300 millas, y la relación dice que llegó á ellas después de una navegación de 120 millas al O.

5.^ Los datos de Maldonado sobre el tiempo de su salida de la bahía de Baffin, de su llegada al Océano Pacífico, de su detención en la pretendida embocadura del estrecho de Bering, son enteramente falsos, porque es imposible que haya podido hacer un camino de 790 millas en doce ó quince dias de tiempo.

6.^ Es igualmente falso que la nave haya podido es- tar de vuelta en el estrecho del Labrador en el mes de Junio, y que en él se haya podido ver la puesta del sol, pues es evidente que esto no puede verificarse en tal es- tación y bajo un paralelo de 70 á 75"^.

Después de dar otros argumentos, fundados en la falta de conformidad de las descripciones y situación de para- jes con las de los navegantes más acreditados, llega á indicar el barón cuáles pudieron ser las fuentes en qiie bebió ideas para fabricar su embuste.

II

154 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Como ampliación á la Memoria del Sr. Fernandez de Navarrete, insertamos también las aclaraciones á que en la misma hace referencia, por considerarlas de sumo in- terés :

En los papeles públicos de donde se copió en la Gaceta de Madrid del martes i8 de Febrero de 1812. Núm. 4.^, página ig4^ columna 2^

Milán , 8 de Enero.

(Da razón de algunas obras nuevas publicadas última- mente en Italia, y luego en § aparte dice):

« Monseñor Amoretti, de esta ciudad, acaba de publicar »la relación del viaje del capitán Maldonado al rededor y> de la América del Norte. Es muy singular esta relación, » sacada de un manuscrito de la Biblioteca Real, la que » se dirige á probar que hay algunos pequeños mediter- » ráneos y estrechos en el Norte de la América en las la- » titudes en que se supone generalmente que el mar está » cubierto siempre de hielos ; al menos se cree en el dia » que es imposible la navegación por aquellas aguas. Los » sabios miraban , hace mucho tiempo , casi unánimemente » este viaje como fabuloso. ¿Monseñor Amoretti ha de- » mostrado completamente la autenticidad de la relación ^ que ha publicado? Esto es lo que tienen que discutir los » literatos. »

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO, 155

El barón de Lindenau , sabio alemán , refutó poderosa- mente la opinión de Monseñor Amoretti, y es de notar que sin tener noticia de las Memorias escritas por Malas- pina, Ceballos y Navarrete, ha convenido con ellos en las razones que alega; lo cual prueba lo fundada que es la opinión que defienden. El barón de Zach imprimió esta Memoria del de Lindenau en el tomo xxvi de su Coi'res- pondencia astronómica alemana; después á ruego de algu- nos literatos, que por ignorar el alemán carecian de las noticias de tan excelente escrito, la publicó traducida al francés en el tomo xii, núm'. vi, pág. 553 de su Corres- pondencia francesa ^ que publicaba en Genova, año 1825. D. Martin Fernandez Navarrete, escribió al barón de Zach el siguiente juicio de este escrito: «J'ai lu avec » plaisir la critique judicieuse de Mr. le Barón de Linde- »nau; elle prouve son instruction et son jugement plus » múr et plus réfléchi que celui des partisans de ce navi- » gateur et de ses prétendues découvertes. » Por ser bas- tante extensa y añadir poco á las otras Memorias que publicamos, no la damos aquí traducida; pero en cambio, para que los lectores puedan tener de ella alguna idea, así como de la obra en que el Sr. Amoretti contestó á ella, insertamos los siguientes artículos que sobre ambos escritos publicó la Biblioteca Británica.

156 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

SOBRE EL APÉNDICE AL VIAJE DE FERRER MALDONADO.

Milán, 18 1 3. (Biblioteca Británica, níím. 431 , Diciembre de 181 3, pdgs. 517 ^ 5^8. j

El caballero Carlos Amoretti dirige este escrito al ba- rón de Lindenau, que ha refutado su opinión sobre Mal- donado en una disertación publicada en alemán en Gotha en 1 8 1 2 ; y responde en él á las objeciones que ha puesto este autor á la veracidad del viajero español. Como toda esta discusión sea de gran interés no sólo por el fondo del asunto sino por el modo con que se ha tratado, convendrá que retrocediendo al principio de la cuestión, examinemos la obra que ha motivado los ataques de que ahora se defiende este sabio.

El Sr. Amoretti , animado de la aceptación que tuvo su publicación en italiano y francés del viaje de Pigafetta, sacó de la oscuridad otro viajero casi desconocido, pu- blicando en las mismas dos lenguas la relación de Maldo- nado, tal como existe manuscrito en la biblioteca que tiene á su cargo, y añadiéndole un discurso para probar su autenticidad y certidumbre. Este discurso ha dado lu- gar á la polémica, cuyo último escrito anunciamos. M. de Lindenau y otros , tratan á Maldonado de impostor , y su relación de pura novela. Cualquiera que sea el juicio que se

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 157

adopte, siempre queda en pié la utilidad del trabajo em- prendido por el sabio milanés. Sacar del polvo de las bi- bliotecas y dar al público manuscritos inéditos , es casi siempre hacerse benemérito de las letras; y siempre es ser- virlas útilmente y frecuentemente servir á la humanidad, difundir nueva luz sobre cuestiones que tocan á la geogra- fía y á la hidrografía. Muestra, pues, su sólido juicio el Sr. Amoretti , en la preferencia que ha dado á la publica- ción de viajes antiguos. Aun cuando la relación de Maldonado no fuese más que un cuento caprichoso, se verían en él las opiniones de su tiempo, y se sacaría á lo menos algún fruto de los debates interesantes á que ha dado lugar. Pero nosotros estamos lejos de rendirnos, y damos por el contrarío mucho peso á los ar- gumentos con que el autor las combate. No pudiéndolo seguir en todos sus pormenores, nos limitaremos á ex- tractar ligeramente la relación , y á citar algunos de los reparos principales á que ha dado lugar.

El diario de mar de Maldonado no es conocido, si bien fué visto por el bibliógrafo D. Nicolás Antonio, y posible que se encuentre algún dia. Entre tanto, es me- nester contentarse con la mención que de él hace el mis- mo Maldonado en un proyecto, que es el único monu- mento conocido de su viaje. Este proyecto presentado al Consejo de Lisboa, es el que el Sr. Amoretti ha encon- trado traducido y publicado. aquí el título: « Relación del descubrímiento del estrecho de Anian, hecho por mí,

158 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

el capitán Lorenzo Ferrer Maldonado el año 1588, en el cual se lee la orden de la navegación, la disposición del lugar, y la manera de fortificarlo. Trátase también de las ventajas de esta navegación, y de las pérdidas que resul- tarán de no hacerse señor de ellas. . . . . »

Indica la derrota que debe seguirse: á las 450 leguas al N. O. de Lisboa, pone la Isla de Frislandia, que ya no existe , aunque fiaé muy conocida de los navegantes anti- guos, y el Sr. Amoretti supone que ha sido sumergida de resultas de algún temblor de tierra. Hace luego el via- jero una sumaria descripción de allí al estrecho del La- brador: dice que después se navegó al O. | S. O. el es- pacio de 850 leguas, y se sube á la latitud de 71'', en donde descubrió una tierra muy alta. Su sabio comenta- dor supone que él designa aquí las montañas de la mina de cobre vistas por Hearne, ó las islas de la Ballena vis- tas por Mackenzie. De la vista de esta tierra se vuelve al O. S. O. , y se hacen así 440 leguas hasta los 60^, donde debe encontrarse el estrecho de Anian.

Aquí diremos algo sobre una dificultad puesta sobre la situación de este estrecho. Este está situado en los 66° y no en los 60"^; ^cómo un navegante que lo ha atravesado puede cometer semejante error? El Sr. Amoretti da á esto dos respuestas: i Tales errores no son raros entre los na- vegantes de este tiempo , que no tenian sino instrumentos muy imperfectos, y aún se pueden sacar ejemplos más recientes. 2."^ Maldonado participaba del error común, fun-

.SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 159

dado en las cartas que Martínez, su piloto, seguía; pero ya notó que estas cartas eran erróneas : aquí como se explica sobre este objeto. Aunque sabíamos que se debía hallar el estrecho á 60° de latitud boreal, siendo la costa en este paraje muy extendida del E. al O., nos hizo que- dar en duda. Parecía al piloto que faltaban aún más de 100 leguas, según la medida tomada en su derrota, pero á me parecía que estábamos ya, en lo que era así en efecto.

Maldonado describe la entrada del estrecho de que da además la carta.

En el mar del Sur tiene el encuentro de un bajel de 800 toneladas que viene de este mar á entrar en el es- trecho, cargado de mercaderías, como las que vienen de la China, á saber: brocados, sedas, porcelanas y plumas en grandes cajas. No entendiendo los que montaban este bajel el español, tuvieron que hablar en latín á las gentes de Maldonado ; parecían moscovitas ó anseáticos ; venían, según decían, de una ciudad bastante grande, pertene- ciente al Rey de Tartaria , distante del estrecho algo más de cíen leguas, etc.

Toda esta relación es muy contestada por el autor á quien corresponde el Sr. Amoretti: antes de decir nos- otros algo sobre las objeciones, concluiremos el extracto de la Memoria de Maldonado. (Sigue el extracto.)

Volviendo atrás, presentaremios rápidamente algunas objeciones hechas contra nuestro navegante. Su descríp-

1 6o CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

cien de la entrada N. del estrecho de Anian parece al Sr. Amoretti tener relaciones notables con las de los na- vegantes modernos; y es cierto que algunas circunstan- cias confirman esta aserción, entre otras, una roca aisla- da muy notable que ha sido mencionada así por Cook como por Maldonado. Pero es menester convenir que la carta del estrecho tal como la da este último, no se ase- meja en todo á la de Cook, ni á la de otro navegante acreditado. El Sr. Amoretti pone de acuerdo estas cartas discordantes con una suposición que apoya con muchos argumentos ingeniosos. Es menester notar que Maldona- do no da al estrecho sino media legua al N. y un octavo de legua al S., mientras que Cook hace esta anchura de 13 leguas; así, el primero pinta un estrecho largo y tor- tuoso, mientras que el segundo lo representa muy abier- to y exento de sinuosidad. Para conciliar esta diferencia, según el Sr. Amoretti, basta tener en consideración el tiempo y suponer que entre el siglo xvi y xviii ha habi- do en el estrecho alteraciones ó mudanzas notables. Estos trastornos deben ser atribuidos á temblores de tierra. Las razones que alega en favor de su hipótesis, son: I .^ Los muchos ejemplos que hay de introducciones del mar en la tierra. 2.° En el siglo xvi se descansaba en la isla de Frislandia; esta isla está en todas las cartas de aquel tiempo, y ya no existe. La misma causa, el mismo terremoto ó cualquiera otro análogo ha podido próxima- mente en el mismo interv^alo hacer desaparecer algunas

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. i6i

tierras del estrecho. 3."^ Maldonado nota que la costa de América sobre este estrecho es formada de tierras bajas, en lugar que la del Asia es muy alta y montuosa: estas tierras bajas deben ser las que él mar ha sumergido. Admitiendo este hecho, se deberá hallar esta parte de mar llena de bajos, y efectivamente, Cook nota que la parte navegable del estrecho forma un canal que tiene tan poca anchura, que se vio obligado á que sus navios navegasen uno tras otro, no pudiendo sin riesgo llevarlos de frente. Esto, dice el Sr. Amoretti, justifica al antiguo navegante: el canal por donde navegó Cook es el anti- guo; los bajos que le detuvieron, las tierras bajas que Maldonado describió tales como estaban en su tiempo. Otra objeción nace del encuentro del bajel que venia de la mar del Sur. No se encuentra la ciudad de Robr en Tartaria. Amoretti destruye esta objeción haciendo notar que el navegante advierte que no estaba seguro de ha- ber retenido bien el nombre, y recuerda uno ó dos que pudieran reemplazarle. Los moscovitas y los anseáticos no tenian navios de 800 toneladas; el sabio italiano, sin discutir esta aserción, observa que no es probable que un navegante distinguido como era Maldonado, hubiese, en un proyecto que se iba á someter á un consejo supe- rior, cometido un error tan fácil de desmentir, á no su- ponerse que era un impostor. Hace además notar, que no afirma Maldonado que fuese de moscovitas ó anseáti- cos, sino que le pareció que era así; añade que este bajel

1 62 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

venia de Tartaria con relación á los que en él iban , y sa- bemos por Marco Polo que sobre esta costa de Tartaria se hacia en su tiempo un gran comercio, y que él mismo habia navegado en un bajel de cuatro palos, que llevaba 2.600 hombres de tripulación.

No seguiremos más adelante con esta discusión, de la que sólo hemos querido dar alguna idea á nuestros lec- tores sin decidir sobre ella, pues para esto necesitaríamos tener á la vista todas las piezas del proceso.

«DIE GLAVBWURDÉGKEIT...» ES DECIR,

DEL GRADO DE CONFIANZA QUE MERECE LA RELACIÓN

DEL VIAJE DE MALDONADO Á LAS REGIONES SETENTRIONALES,

POR EL BARÓN DE LINDENAU.

Gotha 1812. (Biblioteca Británica ^ números 457-458 Enero de 1815. j

Cuando dimos cuenta del trabajo del Sr. Amoretti so- bre Maldonado, concluimos diciendo que no se podia for- mar un juicio definitivo sin tener á la vista cuanto con- cierne al asunto. No conociamos entonces el escrito cuyo título acabamos de leer sino por su refutación; ahora lo tenemos á la vista, y extractaremos de él cuanto conten- ga de notable...

El señor Barón de Lindenau comienza por hacer plena justicia al mérito de las indagaciones bibliográficas del

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 163

sabio milanés; extracta fielmente en seguida la relación que este sabio ha traducido y publicado, y discutiendo después los hechos que contiene, halla en ellos señales evidentes de falsedad.

Las objeciones principales son sacadas de la incompa- tibilidad de la relación con las distancias, y la naturaleza de los lugares que el viajero dice haber visitado. Maldo- nado , cuenta 1 44° de longitud entre la bahía de Baffins y el estrecho de Anian, mientras que esta distancia no es más que de 82°; coloca este estrecho en 60° de latitud, y está realmente en 66°, y describe este estrecho largo y angosto, cuando es ancho á la entrada, y de poca consi- deración su parte estrecha. En cuanto ala latitud, hemos visto que el Sr. Amoretti explica este error por el que habia cometido el piloto; pero esta solución de la dificul- tad no nos parece aplicable á la estimación de la largura del dia hecha por el viajero; estimación que determina exactamente el paralelo de 60°. Parece igualmente con- trario á todo lo que se conoce en estos parajes, suponer que se puedan encontrar en pocos dias y sin encontrar re- petidas montañas de hielo.

Independientemente de estas graves objeciones, fiínda- das inmediatamente sobre la situación de los lugares des- critos y su naturaleza, el señor Barón saca otras de al- gunas circunstancias particulares. Maldonado ha visto en el estrecho de Anian montes y bosques fi-ondosos, firutas y aun uvas. Cook y Sarytschews están acordes en que

164 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

allí no se ve ni un árbol, ni un matorral. Maldonado ha- bla de haber hallado ciertos animales , como búfalos , cer- dos y ciervos; Cook y Sarytschews no han visto seme- jantes animales, y por el contrario, estos últimos viajeros han visto allí caballos marinos y osos blancos, de que Maldonado nada dice.

El barón de Lindenau termina su disertación por una conjetura sobre el origen de esta relación, que contribuye á demostrar su falsedad; pudiendo considerarse como un argumento indirecto que viene en apoyo de los prece- dentes, y como una ilustración acerca del estado de los conocimientos geográficos en el siglo xvi.

Ignórase quién ha descubierto el estrecho de Anian, ni cuál es el origen de este nombre ; pero desde el siglo xvi las cartas atestiguan su existencia, y desde entonces la indagación de un paso al mar del Sur por esta vía, vino á ser un objeto de emulación éntrelos pueblos navegado- res. El pensamiento de que podia ser hallado por otros (entre ellos por Frobisher y Davis), fué tal vez lo que empeñó á Maldonado á fingir que lo había hallado él mismo. En 1542 el Japón fué descubierto por los portu- gueses. Desde 1588 habia nociones sobre los canales de los mares del Japón , y es posible que Maldonado tuviese á la vista alguna relación portuguesa de estos viajes cuando compuso la suya. Todo lo que él dice del país, de sus producciones, del clima, de la forma del estrecho que describe, se aplica mejor al Japón que al estrecho de

SOBRE EL VIAJE DE LORENZO MALDONADO. 165

Bering. Pero desde aquel tiempo se confundió con el estrecho de Anian, el que se suponia y colocaba entre Sachalin y la Tartaria, y se estimaba la distancia en lon- gitud de la bahía de Baffin al estrecho de Anian, preci- samente como la ha estimado Maldonado. El señor barón lo prueba con muchas citas; otro tanto puede decirse de la latitud.

RESUMEN

El lector que haya seguido atentamente todo lo ex- presado por los notables eruditos y comentaristas que contiene esta recopilación, ya habrá adquirido el con- vencimiento de que el dicho Lorenzo Ferrer Maldonado fué un charlatán, un embaucador, cualquier cosa, en fin, menos navegante.

Para dar mayor prueba á estos calificativos, nos pro- pusimos insertar como remate digno de su poco envidia- da referencia, un documento que contiene la causa que se le formó en Guadix por estafador, cuyo documento tuvo ocasión de examinar el Sr. Fernandez de Navarrete y sacar copia de él en el Archivo de Indias de Sevilla. Pero de esta copia no tenemos noticia, y cónstanos hoy que el original que según Navarrete existia en aquel Ar- chivo entre los documentos llevados de Simancas, rotu- lados. Junta de guerra del Consejo de Indias^ después de registrados escrupulosamente dichos legajos, nada se expresa en ellos de la causa que se le siguió en Gua- dix á Ferrer Maldonado. Al mismo tiempo, no podemos dudar de la veracidad del Sr. Navarrete, por lo cual su- ponemos que se haya extraviado ó lo hayan introducido

1 68 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

bajo distinta rotulación de la que indicaba aquel erudito.

Pero no es de absoluta necesidad la presencia de esta prueba acusadora, porque aun prescindiendo de los ma- los antecedentes de Ferrer Maldonado, sobran motivos poderosos para rechazar en absoluto como apócrifa su debatida navegación.

Creemos, como todos sus comentaristas españoles, que las invenciones ridiculas y los relatos absurdos de com- patriotas nuestros, contribuirían á menoscabar las verda- deras glorias adquiridas, y á desmentir la merecida fama de discretos y veraces que gozan nuestros historiadores.

Por eso declaramos nuestro firme convencimiento de que la relación de Maldonado no admite defensa alguna, ni se halla resquicio en ella para dudar de que es apócri- fo y falso todo lo que contiene, y terminamos diciendo con el sabio Navarrete: que el que desee se conserven en toda su pureza y dignidad las gloriosas hazañas de los conquistadores del Nuevo Mundo y las atrevidas nave- gaciones de nuestros viajeros^ no pueden mirar con indi- ferencia las invenciones ridiculas y acreditadas fuera de España que nos achaca^i con sobrada liberalidad los mismos extranjeros y qtie menoscabando el mérito de lo que es cierto é incontestable , sacan armas de todo para sacrificar á nuestra nación y diidar de su buena fe y de sus verdaderas glorias.

FIN

NOTA.

Debemos á la amabilidad del ilustrado Capitán de fra- gata D. Francisco Carrasco, nuestro distinguido amigo y jefe, el poder insertar á continuación varios apéndices curiosos referentes á las gestiones de Maldonado. Estos son los únicos documentos que mencionan á este falso descubridor, y que existian inéditos en el Archivo ge- neral de Indias.

APÉNDICE i.^

EL REY.

Por quanto Abiendo ofrecido el Capitán Lorenzo Ferrer Maldonado de dar los secretos de la Aguja fixa y nauegacion del este a oeste en quatro propusiciones. La primera. La Aguxa fixa en línea recta á los polos del mundo, permane- ciendo en su fixacion por todos los meridianos del.=::La se-

lyo CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

gunda, que con la Aguxa fixa y la baria regular dar á cono- cido , el punto fixo y arte para conozer Los grados de la longi- tud^ de tal forma que por cada grado de baria^ion muestra uno de la longitud nauegando no solo por la equino^ial, sino por todos los paralelos y alturas del polo ártico y a qual- quiera de los treinta y dos rumbos demostrados en la Aguja y carta de marear. = La tercera, un instrumento para sacar precisamente en la mar línea meridiana para con el examinar siempre que sea necesario la fixa^ion de la Aguxa y conocer los grados de la baria^ion de la barca, sin que para esto aya necesidad de la Aguxa fixa, y de tal suerte obrado que con solo este instrumento y la aguja baria se pueda sacar el pun- to de los grados de la longitud precisamente. = La quarta, Visto por los de mi junta de guerra .de Indias y la demos- tración de ynstrumentos que en ella hizo. Y consultadoseme. Considerando lo mucho que conuiene sacar a luz negocio tan ymportante, e tenido por bien de dar la presente por la qual prometo y aseguro por mi palabra Real al dicho Capi- tán Lorenzo Ferrer Maldonado que sacando á luz los decre- tos de las dichas propusi^iones que a ofrezido es a sauer. La aguxa fixa en todos los meridianos del mundo y el punto fixo de la longitud de la nauegacion del este a oeste á qual- quier ora del dia y de noche sin sol ni estrella y el secreto de la nauegacion del este a oeste en todas las oras con sol^ como queda declarado en las dichas propusi^iones y saliendo cierta y uerdadera, abiendose echo las experiencias en las nauega- ciones délas Indias orientales y occidentales, y por tierra y por las partes de ida y buelta que a la dicha mi junta de Guerra pareciere á su satisfa^ion de ella, y para empegar á ponerlo en exercicio se a ofrecido dicho Lorenzo Ferrer Maldonado enbarcarse en la flota que se apresta para la prouincia de Tierra firme y dando echas las demás expe-

APÉNDICES. 171

riencias por su persona ó por otra en su nombre, y siendo los dichos secretos é ynstrumentos con que se an de execu- tar tales que puedan aprouechar dellos los pilotos y gente que de ordinario anda en la mar y después berificados aprobados por la dicha mi Junta de Guerra Le aré merced y mandaré situar y consignar como desde agora lo ofrezco tres mil ducados de renta por lo que toca al secreto de la Aguxa fixa, y todos los ynstrumentos pertenecientes al uso

della, y otros dos mil ducados por lo que toca al

punto fixo de la longitud de la nauegacion del este á oeste, reglas é ynstrumentos pertenecientes á el. Todos cinco mil ducados de renta en cada un año para el y sus herederos y sub^esores, y de los que del tuuieren titulo y causa, situado lo uno y lo otro a su satisfa^ion y de todo ello le mandaré dar y despachar Luego que como dicho es estuuieren apro- uadas las dichas propusi^iones. Los priuilegios de la dicha renta con las clausulas fuerzas y firmezas necesarias para su entero cumplimiento y «i los miembros de la Hacienda don- de una ó mas ueces se consignaren los dichos cinco mil du- cados Tuuieren quiebra ó disminución por qualquier causa que sub^eda se ayan de mudar á otros donde se paguen puntualmente, y para la seguridad dello mando dar y di la presente firmada de mi mano y refrendada de mi ynfrascrito

Secretario fecha en a ... de .... de mili y

seiscientos quince años.

172 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 2.«

AÑO DE 1616.

Auiendo visto la demostración del aguja fixa y propuesto al Capitán Lorenzo Ferrer las dificultades que se pudieron ofrecer en razón del toque y afij ación del aguja, a parecido cossa berisimil que el toque que hizo y afij ación sera cierto y para hazer desto la esperiencia que conuiene nos parece que para que pueda conseguirse el fin .que se pretende, tanto para la nauegacion de la yndia Oriental como de las Ociden- tales, que el Capitán Ferrer con dos pilotos portugueses y dos castellanos y persona de confianza que sepa sacar línea meridiana, en todas partes y tierras que tomaren y conocer si la aguja esta fija en la mar y tierra y lo que baria, labaria, y para esto conbendra se embarquen en Cádiz en una cara- vela de cinquenta toneladas, y partiendo de allí tomen tierra en cauo Cantin y cauo de agua, yslas de Canarias y cauo berde, sierra lisa miña Santome, angola y corriendo la costa hasta doblar el cauo de buena esperanza y el de las agujas y boluer al NE., corriendo la costa de Batal asta el cauo de las Corrientes y de alli asta los bajos de la yndia, y de allí boluer á la ysla de Santa elena, y de allí atrauesar a buenos ayres corriendo toda la costa del brasil asta la tierra firme, la de Cartagena y Onduras asta San Juan delua, y de alli boluer corriendo la costa de la florida asta el cauo de los Mártires, y de alli atrauesar el cauo de San Antón corriendo las costas del Sur de la ysla de Cuba y dando el tiempo lu-

APÉNDICES.

173

gar ponerse sobre los bajos de la Serrana y Serranilla y de alli boluer á la costa de Cuba corriéndola al nordeste asta la ysla de Santo Domingo y yslas de Barlobento y de alli a la bermuda y alli al cauo cañaueral y dando la buelta de las flores y terceras a de correr al este la buelta de españa sin mudar derrota asta tocar en las costas de Portugal y estas son las yslas y parajes Donde conuiene hazer las obserbacio- nes con los ynstrumentos y ynstruciones que se les dieren, porque si fuesen en flotas ó galeones no se podría hazer la esperiencia en tantas partes y que abracase de una vez Las nauegaciones de yndias orientales y ocidentales y saliendo la esperiencia como promete en esta nauegacion quedara bien probada su yntencion y dando á entender á los pilotos con la claridad que conuiene el modo de hazer estas obserua- ciones parece lo abra complido y asi lo firmamos en Ma- drid, etc., á 19 de Henero 16 16.

J. Bapt. Laraña. José Francisco de Garnica.

Lucas Guillen. El Dr. Iñ. Cedillo.

Hay un decreto fuera que dice: «Que se haga la ynstru- cion. En esta Confremidad.»

174 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 3.«

SEÑOR :

El capitán Lorencio Ferrer Maldonado, dice

que del Secretario Juan Ruiz de Contreras tiene

entendido como V. M. a mandado que abiendo

cumplido en lo que tiene ofrecido de aguja

sueid^o de íoTqua^ fixa y punto fixo de longitud se le hará merced

renta escudos desde , . «i i i i -r» -r»

el dia que por tes- QC CUÍCO mil Qucados dc Keuta rerpetua con-

timoniü del serui- /• i i t^ a

cío constare hauer lormc cstaua promctido al Dotor-Arias, y que

salido desta corte á i j i i n i -vt t^ ~ ^

hacer su viaje. abiendo Qc yr en la nota de JNueua España a hacer la Esperiencia, se le diesen de entreteni- miento quarenta Escudos al mes desde El dia que tratase de Embarcarse y porque ya no Es pusible En esta flota hasta la de tierra firme y El Esta ocupado En cosas del seruicio de V. M. asi en la fábrica de ynstrumentos como En otras cosas necesarias al cumplimiento de lo que tiene prometido. Pide y suplica á V. M. se le haga merced de mandar que se le den los dichos quarenta Escudos de Entretenimientos desde oy en adelante hasta aber cumplido con la satisfa^ion y Esperiencia que Espera dar, que en Esto V. M. le hará muy gran merced. Otro sij pide y suplica á V. M. le haga merced de le mandar dar su cédula Real de

APÉNDICES.

175

siguro para que no se le haga ningún Estorbo ni ympedi mentó por parte de las justicias so- bre El negocio que paso Entre su cuñado Pe- dro Maldonado y el Marqués de Estepa ni En otra manera alguna que aunque no se halle culpado En el no se tiene por siguro de la malicia de sus Enemigos que podrian ynquie- tarle y dibertirle de los Estudios que trata del seruicio de V. M., que En esto Reciuira muy grande merced.

que se proueerá lo que conuenga.

Y escriuase una carta de parte déla Junta al Sr. Presi- dente de Granada diciendole lo que a pedido, y que ti- niendo considera- ción al estado que escriuió que el ne- gocio tenia ya la ymportancia de las cossas que ofrece el Capitán Ferrer so- bre que a hecho al- gunas demostracio- nes que prometen esperancas del efec- to, a parescido que durante el tiempo que se ocupare en lasexperienciasque S. M. tiene resuel- to que haga se po- dra sobreseer con- tra el en este casso, siendo como es tan antiguo y retar- dado.

176 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 4.

MUY PODEROSO SEÑOR*.

El Capitán Lorencio Ferrer Maldonado suplica á V. A. le haga merced de le mandar despachar y que la ayuda de costa que se le ubiere de dar sea considerando que se le mandan por la ynstru^ion nauegar diez mil leguas y las mas costeando, que Es negocio de muy grande peligro y que el por servir a S. M. y hacer lo que mas conuiene á su Real seruicio lo hace con grande gusto; y porque el dinero que se le mandara dar lo a menester en esta corte para salir della y ordenar su camino, y asimismo para hacer ynstru- mentos por aber aqui quien les haga y en Siuilla no, suplica á V. A. mande que se le den aqui, pues ay de adonde po- dérsele dar, que En esto se le hará muy grande merced.

Muy poderoso señor. El Capitán Ferrer Maldonado.

SSa le de S. M.

APÉNDICES. 177

APÉNDICE s.^

MUY PODEROSO SEÑOR*.

V. S. Aduierta que muchos an tratado sobre esto del Aguja fixa, y no se a visto hasta ahora sahr cossa alguna, Quanto mas que no esta en afixation del Aguja la mas ym- portancia en la nauegacion, lo mas ymportante y necessario es dar los grados de longitud pre^issos nauegando como los de Latitud, que si el Capitán Ferrer ofrece lo uno y lo otro sin sol y sin estrella es una grandiossisima cossa, lo qual no se puede estimar. El que da los grados de longitud nauegan- do no tiene necessidad sauer las leguas que corre la nao en qualquier rumbo de viento, sino las leguas que da el grado de Longitud del paralelo donde esta, y assi no se a de hazer casso de las agujas marcadas en las cartas de marear ni de las mismas cartas en plano, porque ademas que ellas son falsas por muchas maneras, también se ve que se ex- tienden en el dicho plano los paralelos tanto como los círcu- los mayores mas que se saue que en qualquier Parte del mundo que este una nao esta siempre la proa y la Popa di- rigida en parte decir en lo mayor Respeto al centro de gra- uedad, y assi todas las cartas en plano no son de prouecho ni las agujas pintadas en ellas para quien saue dar los grados de longitud no tiene necessidad dellas.

Por un ynstrumento circular que esta puesto entre las dos agujas con un omon en el centro, parece tener sus dificulta- des en tierra, quanto más en mar. La mayor es que en la

178 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

mar por tomar el bertical del sol y su altura por el, Por bien que sea anibelado y equilibrado con la agitación de la Nao, caminando alargara y acortara las sombras, concretense después estas medidas. Lo propio se puede dezir de las agujas y con mucho mas por ser ynstrumentos tan frágiles como seue y experimentan todos los dias que nunca catan verdad sino estando en su patria, fuera de allí no ay que buscarles medida ni concierto, siempre se agitan á Una par- te y á otra y afecta. Preguntad a todos los Generales y al- mirantes y pilotos mas prácticos en este arte de nauegar lo que les parece y que ynstrumentos son las agujas y de sus effectos, que ay mucho que dezir, y de los que licuaron de Fonseca dirán que seguridad ay en ellos. Mas supuesto que den Aguja que por todo el mundo directamente mirase al polo y otra aguja como suponen tocada fiscamente fuese va- riando los grados Regularmente de longitud que fuese ca- minando. Concierten esta variación en la afixacion supuesto casso que fuesen costas en tierra firme sin mouimiento que harán por los ynconuenientes del mouimiento continuo de la Nao y mucho mas que se pudiera de^ir. Mas los grados de las variaciones de la aguja son muy diferentes de los de la Longitud, y si por ellos se huuiesen de guiar no es obra que tuuiere fin ni concierto, ni en que se pudieren dar por muchas Razones. Mas que la aguja tengan ocho partes afec- tas bese al contrario, porque partiendo del Meridiano de la ysla del Cuerbo adonde sea fixa no se torne á fixar en todo el espacio del camino que hacen hasta las Indias Ocidentales y aun mucho mas alia en la mar del Sur, que son muchissi- mas mas de quarenta y cinco grados de longitud, porque llegan á mas de nouenta. Que si fuesse assi que tuuiesse la aguja ocho partes affectas entre si, y quales auian de ser equi distantes unas de otras de quarenta y cinco grados de

APÉNDICES.

179

Longitud mas que aya punto ninguno atractiuo fuera de los polos del mundo, no lo ay porque lo que caussa las bariacio- nes dellas no es mas de apartarse á la parte Oriental o Oci- dental de las partes afectas por caussas que se pudieran De- ducir. Mas supuesto que fissicamente se tocase una aguja que tuuiese Respeto a alguna parte ó punto. La tal aguja no acudirá allegando a su patria a la parte afecta, y aunque fuese tal que la quitasen todas sus passiones el mouimiento y agitación diuersa de la Nao, qualquier balance ó equilibrio que tenga si daua lugar de señalar un puesto precisso y cier- to tan delicado como el de la longitud quanto que más que ellas nunca están quedas, sienpre ynquietas por las cossas sobredichas demás que tienen en Tantos Otros en conoci- mientos, como lo uemos en las ordinarias qual sera las fixas que oy dicen unos y mañana otro. Respeto de los acidentes como sea deuer la uerdad que dicen. Mas tomen media do- cena dellas tocadas de un mismo toque, dirán diuersamente, ora sea acidentalmente ó de otra manera, por ser ynstru- mento tan achacosso y auerse de seruir del en partes tan aci- dentales a la qual de todas estas sea de arimar para que le diga la verdad.

No se trata de la posibilidad ó ymposibilidad dello, por- que todo puede ser allanando por todo las dificultades e yn- conuenientes que se hallan, porque ay otro punto que se pudiera decir mas delicado que todo lo de supra, mas podra decir que en ello esta el motus faciendi y que es alli todo el secreto saberlo; solamente se apuntan estas dificultades sobre el casso.

Nota. Este escrito, doblado en forma de carta, tiene este rótulo en el frente: «El Capitán francés en racon del aguja fixa.^

1 8o CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 6."

ESTRECHO DE ANIAN Ó DE FERRER MALDONADO.

«Esta Real Audiencia [de Guadalajara ó Nueva Galicia] da cuenta a V. M. de algunas cosas que convienen para bien deste reino y servicio de V. M. Y lo que yo tengo de que dar cuenta es que yo tuve noticia los dias pasados como se habia visto unos navios en la costa de la mar del Sur en el mes de Noviembre próximo pasado, de lo cual mande hacer información y otras diligencias, y las envió con esta a V. M. Di aviso al virey; tienelo por burla, pero yo tengo tanto cui- dado como si fuera de veras y he sido informado que hay estrecho desta mar del Sur a la del Norte e que se puede na- vegar muy bien como lo dice Juan Fernandez Ladrillero, piloto desta costa muy antiguo, cuyo dicho asimismo va con esta. Suplico a V. M. lo mande azer, y si el dicho estre- cho se puede navegar por el pueden haber pasado franceses ó ingleses y haberse poblado en parte lejos de aqui, que no pudiésemos tener noticia y fortificarse de manera que cuando se viniese a entender estuviesen señoreados en toda la mar del Sur. Y para esto agora andan mirando los puertos y costa por saber si se hace algún armada contra ellos, y no quieren saltar en tierra por no ser conocidos, y si no han pasado navios por el dicho estrecho no hay duda sino que los testigos dicen verdad de haberlos visto; y es cosa que causa grandísima admiración en este reino y no se entiende lo que sea. Demás de las diligencias que van en esta, he en-

APÉNDICES. iSi

viado un barco grande que hay solo en toda la costa que la vaya a correr y costear y me traiga relación de todo lo que viere para darla á V. M.; y si hobiese de que se hará navio y en todo tengo el cuidado que debo, sin haber gastado cosa de la Hacienda de V. M. Es cosa que me desvela, y el virey como esta desviado e lejos tienelo por burla, como he dicho; yo estoy muy cerca e dame pena y cuidado.»

Capítulo de carta de el Dr. horozco, presd. del Audiencia de Nueva Galicia a S. M. De Guadalajara i.° de Marzo de 1575. Original. [Arch. de Indias. Audiencia de Guadalajara, Cartas y exp. de p. y ord. de dicha Audiencia. 1534-1576.]

1 82 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 7.°

Juan Martínez. 12 Julio 161 2.

SEÑOR :

Muchos siglos a que se desuelan agudos ingenios buscando un modo para sauer lo que se nauega por el este y no lo an hallado, estos 4 años han acudido algunos a ofrecello y an pe- dido señaladas mercedes y no an hecho nada, quiso Dios que en muy poco estudio por faltarme los libros y el tiempo aunque con mucho trauajo hallase un medio para medir el este y el sur y la variación de las agujas tres puntos, y digo cuatro hasta aora deseados y no auidos, y porque no se en- tienda que por auer poco estudio abra poco fundamento, y digo porque es verdad y lo prouare que no a abido ni abra quien alcance mas ni tanto por los otros para medir el mar y tierra, di un memorial a V. M. en alcana y estoi aqui ande antes de la media cuaresma con una tra^a que se hi^o por orden del real consejo de indias, vio la mia persona y es cosa que a menester mas ojo, pareció que hiciese el ynstrumento ó aguardase el fin del doctor Arias que tiene ofrecido esto mas copiosamente sino se ubiera de atender mas que al pro- uecho ya lo uuiera dejado aunque soy pobre por uer que ba largo y por estar ya muy gastado, pero es necesario atender al decir de muchas personas que aguardan el fin deste ynge- nio por ser cosa tan deseada a V. M. supplica se haga el ynstrumento, pues tiene tan poca obra y tanta grandeva y se me de una ayuda de costa entretanto y bisto que a gastado bien premiesse la obra ó no se premie.

APÉNDICES. 183

APÉNDICE 8

NAVEGACIÓN. I580.

Copia de un papel que se hallo entre los que tenia fray Martin de Rada después de muerto y lo trajo el padre Ortega que va a España y le dio el padre Buiga^ del qual le hube yo.

Un vizcayno natural de Sant Sebastian, hombre de bien llamado Joannes de Ribas me dixo / andando el á las valle- nas En terranoua en altura de sesenta ó sesenta y dos grados do comyen^a la gran baya / que en el cabo de grato cree

sera corriendo hacia el Oeste habia el arado mas de

sesenta leguas / que vino el año de cinquenta poco mas ó menos un Capitán francés llamado Jaques casta yendo por la misma cauce a descubrir hallo un estrecho que tenia de pasada no más que cinco leguas y es ancho / una y dos y en partes tres leguas y corriendo la contracosta de la florida hasta el Susueste como 8o leguas hallo un Rio muy grande y en él infinidad de canoas / este vizcayno dixo hauerlo vis- to quando volvió y hablado muchas veces con el.

Y en que cinco ó seis años antes auian unos bretones des- de la punta del bretón que estará como 8o leguas al Oeste, casi de la punta de cauallo que esta en 49 grados y el decía que cinquenta y dos, desde ay corriendo el norueste como

184 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

cien leguas, toparon el dicho estrecho por cuya Relación unos portugueses Vinieron á la India y a la China, y desde hodico dicen que en 45 dias llegaron á Lisboa, y creyendo que el Rey les haria mercedes, dieron dello quenta y los hecho pressos y murieron en la prisión el piloto y el maestre y Uno de los portugueses que venian en aquella nao. Vino después a la nueua Spaña y después con Francisco de Ibarra fue al descubrimiento de cópala y pretendió descubrir el estrecho sino que no se concertaron, a do tomo con este dicho Por- tugués el Vizcayno amistad y supo del todo en particular y decia que del cabo bretón yendo al norueste hasta topar con la tierra firme, corriesen después costeando la costa ó cabo hacia el sudueste que ansi corre aquella costa y ansi toparian con la entrada aunque parece era muy pequeña, pero es grande y ondable y saliendo á esta mar de la china que corre la costa hacia la china / o al / oes, sudueste dicen que á la boca del estrecho ansi hacia la mar del sur como a la del norte ay rhuchas ysletas aunque mas Rales son las que están a la mar del norte viniendo de china, fuera de que costeando no Pueden herrar el estrecho / dio de señal que a mano yz- quierda que está la tierra firme de china, es la tierra mas alta y con arboleda de Pinos, y de esa otra parte mas baxa sin arboledas / dicen que en el estrecho no les seruira el biento, pero las corrientes los meterán y sacaran.

Dicen que todos los que ponen yslas de caballos, toda es una ysla grande sino es algunos ysletes que están pegados á la dicha ysla y tierra firme y esto hasta cabo grata que estara en 62 grados por do es canal muy hondable para en- trar en la gran baya y dizen que estara la punta de caballos en 50 grados, corriendo por allí la costa desta ysla grande hazia el / Oeste casi hazia el cabo bretón como 80 leguas y la que ponen en las cartas Punta de buena vista que es en la

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mesma ysla grande, esta mas ^erca de la punta de caballos que de cabo de grata.

Dizen ser cosa muy aueriguada y cierta ansi entre Vizcaí- nos como entre franc^eses de los que por alli andan hauer este estrecho.

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l86 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

APÉNDICE 9.^

Be Flandes ha recluido Su Magestad essos dos papeles sobre cierta navegación que se ha descubierto por el norte Weest para el mar del Sur^ y manda que V . S. los haga ver en el consejo de Indias en la Junta de guerra y por las demás per- sonas^ platicas de aquella materia que le pareciere ^ y que se consulte á Su Magestad lo que conuiniere acerca della. Dios guarde a V, S. en Madrid a 2^ de Xetiembre t6ii. El Duque,

I. Auisos venidos de Zelanda y encaminados á cierto mercader residente en Amberes a 5 de Noviembre de 16 11.

El descubrimiento del passaje por el norte Weest va cier- to y lo confirman de ynglaterra amigos de confianza, y los yngleses queria ahora encubrir la cosa por hazerse dueños del dicho pasaje y excluir las otras naciones. Pero es tarde, porque ya el mondo lo saue y algunos han partido de aqui para Inglaterra (personas de marca) por ynformarse de to- das particularidades y poder ellos mismos ymbiar nauios de aqui con fundamento hacia las dichas partes, y assi se puede creer que quanto antes saldrá de aqui gran numero de baxe- les hacia alia, y esto no es marauillar, pues ay aqui una co- dicia y hambre general para hallar nueuas nauegaciones y viajes de donde nos pueda venir prouecho, por ser el pays tan llenos de dineros, de mercaderes, de nauios y de gente mareante, y auer el verano passado la mayor parte de los

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nauios y marineros, quedado sin ha^er nada por falta de no saber adonde yr. La compañía de las Indias orientales que reside aqui puede solo (conforme á su priuilegio) nauegar la mitad del mondo, por donde la generalidad padece mucho, y ahora que se ofrece esta otra navegación, en la qual dicha compañía de las Indias no tiene que veer, todos al^an las orejas, y comienzan á respirar, de manera que destos payses abra gran nauegacion para essas partes.

Las nueuas mas particulares que he tenido del passaje del norte Weest son estas. Sir Thomas haker armador ynglés y de la compañía de las Indias orientales en ynglaterra, escriue esto en sustancia / en quanto toca al passo por el norte Weest hacia la China, la mar del Sur, las felippinas, México, Perú, etc., ya se ha hallado en el norte Weest por su maes- tro Hudson, el qual ha descubierto un estrecho largo de 200 leguas, por donde hauiendo passado se ha hallado en el gran, spacioso y turbulento mar océano y auria podido yr / a / ha^ia las Molucas / ó / México / ó / Perú / ó / China / ó / Jopan como uuiera querido sino le faltaran los viueres / ó / vituallas, la qual falta le for^o a voluer, y añade á esto estamos ya de yntencion de aderec^ar buen numero de nauios y proseguir vivamente aquel passo y assi podremos yr a la parte con el Rey de Spaña en los ricos payses y Islas del mar del Sur, y en effeto parece que aderezan ya secretamen- te y baxo de mano algunos baxeles, para preuenir las otras naciones. Antes he creído que los arrendadores, que quiere de^ir los que tienen en arrendamiento las alcaualas y tholas, del Rey de Inglaterra auian armado que hallo el dicho passo; pero ay yerro en esto, porque la compañía de las Indias orientales ha armado el nauio, que ha hecho esta gran obra, y ha stado fuera diez y ocho meses y ynuernado en el estre- cho, once hombres y entre ellos el Capitán Hudson murie-

1 88 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

ron. El diurnal del dicho Hudson y juntamente sus cartas están en manos de Sir Thomas Smits Gouernador de la Compañía de las Indias Orientales en Inglaterra, hasta ago- ra no puedo descubrir otra cosa sino que han hallado el passo a la embocadura del estrecho de Davis llamado Sum- lers nilet, por el qual son ya algunos años un capitán ingles, evaimont, nauegó cien leguas y también fue forjado de bol- uer por falta de vituallas. Cae cerca de6i /o/ 61 grados. y lo han hallado en harto buen clima, Todavia estoy aguar- dando por horas con gradissimo desseo mas particularidad y teniéndola se la anisare a V. M., caso que obiere algo mas de lo que digo.

ÚLTIMA teoría SOBRE LA ATLANTIDA.

ÚLTIMA TEORÍA

SOBRE

LA ATLÁNTIDA,

£L TENIENTE DE NAVÍO

D. PEDRO DE NOVO Y GOLSON

DISERTACIÓN

leída EN LA REUNIÓN DE LA SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE MADRID

EL 15 DE ABRIL DE I879.

Señores

No puedo menos de asombrarme ante las conquistas que en muy breve período ha realizado la ciencia geo- gráfica. La importancia de esta ciencia crece y se desar- rolla con no menos impulso que sus hermanas , merced al sabio, al explorador y al mártir, que le consagran sus trabajos, sus investigadores espíritus y muchas veces hasta la vida. Igualmente las naciones ponen el sello á su cultura fomentando esta ciencia, y las Sociedades geo- gráficas revelan con arreglo á su esplendor y grandeza propias, el grado de ilustración y progreso de que gozan sus patrias respectivas. Porque, ,: quién ignora que la geografia de este siglo se extiende y abarca todas las

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ciencias? Ya no parte el explorador á través de los bos- ques y desiertos, ganoso de guerreros triunfos ni de ricos botines; ya el osado navegante no busca en lejanas pla- yas el oro de sus arenas ni las perlas de sus rocas.

Hoy el viajero de mar y tierra, tan audaz como el de otros tiempos, pero mucho más humano y más profundo, penetra en las selvas vírgenes ó en los círculos polares para rasgar nuevos velos á la naturaleza, para descubrir nuevos arcanos, para enriquecer, en fin, las páginas de la geografía. Y el geólogo, el físico, el botánico, el historia- dor, el arqueólogo y el estadista vivamente interesados, acuden á escuchar de boca del sabio explorador cuando vuelve de sus viajes, todo lo que á sus propias ciencias se refiere. Las Sociedades geográficas son, pues, los cen- tros donde se agrupan todos los hombres dedicados á muy diversos estudios, y por eso repito que deben ser consideradas como el mejor barómetro de la cultura y progreso de las naciones.

He dicho que causan admiración las conquistas que en muy breve tiempo ha realizado la geografía, pero también asombra el gran número de problemas que que- dan por resolver. Estos problemas pueden dividirse en dos géneros enteramente distintos. Los unos de segura solución para el porvenir más ó menos lejano, y los otros de solución quizás eternamente dudosa. Con los primeros me refiero á los descubrimientos emprendidos, pero no terminados del centro de África, del paso del N. O.

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA. 195

del mar libre Boreal, etc., y con los segundos hago indi- cación de sucesos importantísimos (no menos para la geografía que para la historia), los cuales acaecidos en épocas muy remotas, han llegado á nuestra noticia en- vueltos en la oscuridad de las tradiciones, y muy debati- dos hasta hoy, pero sin solución alguna positiva.

El más debatido, curioso é importante de estos pro- blemas, es el que trata de la real ó fabulosa existencia de la isla llamada Atlántida. No hay ejemplo en la geo- grafía de más encontrados pareceres y opuestas hipóte- sis. Así es que después de estudiarlas todas, queda la duda en pié y el ánimo perplejo, aunque poseído de una inexplicable tristeza ó agitación extraña, no muy distinta que la del juez obligado á fallar, oidas ambas partes, y sin exacto convencimiento de cuál tiene razón.

El geógrafo de este siglo, acostumbrado á grandes investigaciones, no debia conformarse con añadir á tan bello asunto una hipótesis más; esto fuera poco honroso, hoy que la geología y la física le ofrecen poderosa ayuda para estudios suficientemente amplios y profundos que le podian conducir á una solución definitiva de este pro- blema.

¿Existió la Atlántida ó no? Si existió, ¡jqué parte del globo ocupaba? ^Cuál era su superficie? ¿Cuál la raza de sus habitantes? ¿Cuáles, en fin, su civilización, costum- bres, etc.?

Pero, ¿acaso es digno de tan grande interés el cono-

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cimiento exacto de lo que fué la famosa Atlántida? Con- viene recordar aquí al ilustrado auditorio, las versiones y noticias que tenemos sobre esta isla ó continente, des- aparecido bajo las aguas desde hace miles de años, y no dudo que entonces los menos predispuestos á retrospec- tivas indagaciones, ambicionaran para su patria la gloria de descifrar este misterio geográfico.

Según el filósofo griego llamado Aristocles, y umver- salmente conocido por Platón, no muy lejos y enfrente del estrecho de Hércules, se hallaba en tiempos remotí- simos una gran isla mayor tal vez que el África y Euro- pa, cuyo fértil suelo, templado clima,' frondosos bosques y ricos metales, preciosos dones todos de la Providencia, hermanaban con los menos preciosos que el espíritu hu- mano habia sabido derramar sobre aquel país; tales eran su comercio floreciente, su patriarcal gobierno, su sabia organización ^y verdadero culto por las ciencias y las artes.

Hallábase la isla dividida en diez comarcas cuyos re- yes gobernaban con independencia, pero sujetos á una estrecha alianza para hacer la guerra contra extranjeras naciones, así como también estaban coaligados para mantener entre ellos una paz inquebrantable. Gracias á ésta y á otras muchas cláusulas juiciosas, lograron alcan- zar los atlantes (que así se llamaban) la más firme rique- za y alto prestigio en lo interior de sus reinos, y en io exterior consiguieron dominar con sus ejércitos y escua-

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA. 197

dras, las islas circunvecinas , todo el Sur de Europa hasta Tirrenia y la Libia y el Egipto; pero fueron rechazados por los atenienses , único pueblo que con su valor opuso un dique á las invasiones de aquellos guerreros.

Platón añade, detallando el grado de civilización que habian alcanzado en Atlántida, que esta comarca estaba surcada por profundos canales que conduelan fácilmente las flotas á través de las selvas y campiñas hasta la falda de suntuosas poblaciones, cuyos palacios y monumentos eran modelos de arquitectura, y cuyos gimnasios, hipó- dromos, templos y almacenes, no tenian rivales en el mundo. Durante muchos siglos, este dichoso país supo gozar de su fortuna, pero al cabo se entregó á los vicios, y quizás por castigo de los dioses sufrió un horrible ter- remoto que en una sola noche le sumergió entero bajo las aguas del Océano.

Doscientos años antes que Platón escribiese el Cri- tias y el Tinieo^ el legislador de Grecia, el sabio Solón, habia comenzado un poema épico sobre las guerras que mantuvo su patria contra los atlantes, formidables ene- migos llegados del Occidente; pero desde muchos siglos antes que naciera Solón, ya celebraban los atenienses, en una de sus fiestas, el recuerdo de las victorias obtenidas contra aquel gran imperio; y, en fin, hasta los sacerdotes egipcios de remotísima época, mencionaban á Atlántida, coincidiendo en el fondo sus noticias con las que Platón hizo públicas en sus célebres diálogos.

igS CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Además de los ligeramente expresados, son innume- rables los geógrafos, historiadores y eruditos, que han discurrido sobre el mismo tema, suponiendo algunos fa- buloso cuento todo lo que á los atlantes se refiere, inde- cisos otros en admitirlo ó no como cosa verdadera, y otros, en fin, que son los más, convencidos de que una tradición tan bien conservada en diferentes países, y sos- tenida por tan varías autoridades, debe tener su funda- mento en la realidad.

Entre los incrédulos ó detractores más antiguos, ci- taré á Numenio que volvió el siglo ii, y Jamblico el si- glo III, de los cuales el primero era cristiano, y el segun- do temible enemigo del cristianismo, lo que no impedia que fuesen ambos neo-platónicos, y que, con arreglo á las tendencias bien conocidas de esta secta filosófica, no viesen en la Atlántida de Platón sino parabólicas ó mís- ticas ficciones.

Lo mismo decimos de Proclo y demás discípulos de la dicha escuela alejandrina, excepto, sin embargo, del célebre Filón y alguno otro.

En la Edad Media no puedo hacer mención de nin- guno cuya autoridad sea bastante, ó cuyas negativas aduzcan pruebas siquiera vagas; pero en la época presen- te, necesario me es consignar los respetables nombres de Malte Brun, Niklés, Gosselin y Letronne, que consideran de todo punto fabulosa la existencia de la Atlántida.

Pasaré en silencio los que ni la niegan ni la afirman,

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA. 199

para citar en compensación algunos de los innumerables que no han dudado jamás de ella, ó que han aducido en su favor pruebas muy convincentes y argumentos muy sólidos. Sin embargo, no todos han sido razonables al interpretar el texto de Platón, pues olvidando que este filósofo colocaba la isla frente al estrecho de Hércules y en medio de un inmenso mar, el noruego Rudbeck pretende que la famosa Atlántida era la misma Noruega; otro escandinavo la supone en Palestina; el etimologista Letreille la finge en Persia, y el alemán Kirchmaier la imagina en el centro del Zahara, cuando este desierto fué un dilatado golfo: hipótesis que han logrado todas poca fortuna.

Pero me resta mencionar la más osada, emitida pri- mero por Francisco López de Gomara, para quien la Atlántida no era sino el Nuevo Mundo. Con posterioridad á este español han afirmado lo mismo muy notables eru- ditos y geógrafos, y más adelante se verá que dichas hi- pótesis sobre América, sin embargo de ser inadmisibles, estaban basadas en lógicas razones y vehementes indicios de difícil refutación; indicios que sólo sirven hoy para ro- bustecer la última de las teorías que conocemos sobre la Atlántida, y que cual digna hija del siglo xix, se presen- ta al combate escudada, no con la fe y la tradición, sino con las luces de la ciencia; no con las galas de la fanta- sía, sino con el ropaje severo y majestuoso de la crítica moderna. Ya no se invoca la autoridad de los antiguos

200 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

como argumento, ni como tales se aplican las vagas con- jeturas. M. Mentelle, miembro fundador del Instituto de París, y poco más tarde M. Bory de Saint Vicent, han deducido que la Atlántida ocupaba toda la extensión del Océano en que se hallan comprendidas las islas Azores, la Madera, las Canarias y las de Cabo- Verde, superficie tan considerable por lo menos como la mitad de Europa; pero esta teoría, la última que se ha emitido y la prime- ra que, como he dicho antes, acude á la lucha sostenida por la ciencia y sancionada ya por muchos votos, con ru- bor lo confieso, señores, á la vez que me aclaraba mil dudas, abría en mi humilde pero libre criterio, el campo de otra teoría semejante en su principio, pero muy dife- rente en puntos capitales y relacionados con problemas muy debatidos de la historia geográfica.

Indeciso estaba y temeroso de mismo, cuando llegó á mis manos, gracias á la amabilidad del sabio geógrafo español Sr. Coello, una obra de M. Gaffarel titulada Estudios sobre las relaciones de América y el antiguo Continente ^ que es quizás la más moderna y sin duda alguna la que con más erudición, profundidad, buen sentido y mejor sistema, ha disertado sobre todo lo que concierne á la Atlántida. Es la teoría de M. Gaííarel muy semejante á la de Bory de Saint Vicent, pero más perfecta, y reúne tal arte y brillantez, tanta gala de ar- gumentación, tal tesoro de datos y tan irrebatibles testi- monios, que después de estudiada su teoría, apenas que-

ULTIMA teoría SOBRE LA ATLANTIDA. 201

dan fuerzas para negarla ni aun para rebatirla. Esta será, sin embargo, la teoría, y éste el distinguido autor á quien con más fe que nunca me decido á refutar en ciertos puntos capitales. Séame, pues, permitido acometer la empresa, rogando antes á los señores que me escuchan, que no la consideren como un alarde de osadía, sino como el buen deseo de un humilde que contribuye con su óbolo, infinitesimal donativo, al engrandecimiento de la riqueza geográfica.

Creo que la forma más justa, leal y conveniente para conseguir mi objeto, debe ser la de desarrollar á grandes rasgos la teoría de M. Gafíarel, conservando su vigor científico, y luego que haya sembrado su atractivo pode- roso en muchos ánimos, aventurar yo mis argumentos, que si entonces logran pareceros acertados, será induda- ble prueba de su verosimilitud.

M. Gaffarel, después de copiar el texto de Platón y darnos una detallada noticia de todas las celebridades que se han ocupado de la Atlántida, comienza por aseve- rar que la desaparición bajo las aguas de una isla exten- sísima, es muy factible aun dentro de la época histórica: < en efecto, pueden citarse en la antigüedad, dice el autor, cataclismos que ofrecen grande analogía con el que sufrió la Atlántida. Prueba de ello cuando la Propontide y el Ponto Euxino se enseñorearon sobre vastos llanos de la Europa y el Asia, y el mar se abrió una senda á través del Helesponto y del Quersoneso Címbrico; así como

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cuando separó la Sicilia de la Italia, Chipre de la Siria, Eubea de la Beocia, ó bien sumergió á Hélice y Bura en el golfo de Corinto, la mayor parte de la isla de Cos y la mitad de Tindaris cercano á Mileto. El mar Negro se abrió comunicación con el Bosforo de Tracia, y el Caspio y el lago Aral también se comunicaron. Y en fin, en me- dio del mar Esfco se sumergfió un Continente llamado Letonia. » Todos estos fenómenos han ocurrido en la época histórica; pero aun en la época moderna cita el autor algunos otros que no reproduzco por ser de menos notoriedad que el ocurrido en la isla de Sumbawa, por ejemplo, cuando en 1815, á causa de un terremoto, su- frió alteración tan grande en un radio de trescientas le- guas, que el suelo quedó cubierto por más de diez metros de agua, dejando en cambio completamente en seco los buques de alto bordo que estaban anclados en sus bahías; pereciendo, como era lógico, cerca de los ochenta mil habitantes que contenia aquella comarca. «No está, por tanto, en contradicción con las reglas de la crítica, que un cataclismo semejante pudo haber hecho desaparecer una isla ó por lo menos una parte de ella , cuyas dimen- siones quizá hayan sido exageradas. Varios sabios como Brosses, Forster, Dumont d'Urville, Broca, Moussy, etc., piensan que en otro tiempo existia un gran Continente en el mar Pacífico, determinado por los numerosos ar- chipiélagos que hoy lo pueblan. Esta no es más que una hipótesis, pero muy legítima. Con mayor razón podia ha-

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA. 203

ber existido en el Océano Atlántico una gran isla, de la cual las Antillas y las Azores fueran hoy como los últimos testimonios. Un trastorno de tal magnitud, tal vez no pertenezca á la época histórica (dice M. Gaífarel). Pla- tón mismo lo fija como ocurrido nueve mil años antes que él naciera, pero esta no es una razón para negarlo. El hombre antes del diluvio habia logrado seguramente una civilización muy avanzada. Sin recurrir á los millares de siglos de la cronología india ó china, los descubri- mientos de M. Baucher de Perthes, los recientes traba- jos de Lubbock, Morlot, Thunsen, Merillet, Lehon y los productos de la industria antidiluviana expuestos en el palacio del Campo de Marte el año 1867, prueban que el hombre conocía las artes y habia llegado ya á un gra- do de civilización muy notable antes del gran cataclismo que renovó su historia hace ya seis mil años. »

Fundándose luego el autor en los testimonios geológi- cos que prueban debió existir una fácil comunicación en- tre Europa y América después del nacimiento del hom- bre, anota la probabilidad de que aquella comunicación se realizase á través de un continente formado por las Azores, las Canarias y las Antillas, cuyo continente pare- ce estar* indicado en las mejores cartas de la cuenca ó fondo del mar por una vasta llanura apenas cubierta de agua, dice M. Gaffarel, y la cual se halla circunscrita por el triángulo que forman los tres archipiélagos. « Este continente se ve contorneado por un rio marítimo, el

204 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Gulf-Stream , que baña sus costas. ¿No estaría, pues, allí el sitio de la Atlántida?» Cita también en su apoyo el hecho bien sabido de que el mar de las Antillas y las vecinas tierras conservan la huella de un gigantesco tras- torno que cambió el aspecto de esta parte del Nuevo Mundo en una época relativamente moderna; y no sólo por los estudios geológicos, sino por las tradiciones loca- les, sábese que todo el archipiélago que en forma de se- micírculo se extiende desde el Orinoco al Yucatán, esto es, desde la Trinidad á Cuba, son los restos de tierras sumergidas que componian parte del continente. Pasan- do después á las otras islas que subsisten aún en medio del Océano, como los últimos vestigios de la destruida Atlántida, indica las convulsiones volcánicas que se han manifestado en sus recintos ó en sus límites, ocurriendo la más reciente el año 1867, cuando entre las islas Gra- ciosa y Tercera de las Azores apareció un inmenso crá- ter, arrojando piedras y enormes masas de lava.

«Fenómenos parecidos deben reproducirse con fre- cuencia; pero no son observados, porque los marinos si- guen rumbos fijos en sus navegaciones y por rareza cru- zan inmensos espacios del mar, vírgenes de toda sonda y todo estudio. Dios sabe si en esas inexploradas inmen- sidades se encontraría el secreto de la Atlántida. Esto acontece con el mar de Sargazo, que imperfectamente se conoce y cuya superficie, equivalente á la de Francia, se halla cubierta de hierbas marinas que jamás alteran su

ÚLTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLANTIDA. 205

situación, lo que parece indicar la presencia de terrenos sumergidos. Así, pues, tanto el Océano como las costas americanas y los archipiélagos , han conservado las hue- llas del cataclismo que hizo desaparecer el famoso conti- nente. »

Pretende M. Gaffarel que donde mejor se puede estu- diar á los antiguos atlantes es en las Canarias; pero aña- de él mismo: « Por desgracia todos los aventureros que sucesivamente han ocupado estas islas modificaron los caracteres distintivos de sus habitantes al punto de que hoy quedan muy pocos tipos primitivos aun entre los Guauchos; pero, sin embargo, son suficientes para con- vencernos de su originalidad. Así su color oscuro, su ca- rencia de barbas, su idioma, no parecido á ningún otro, y el uso de los geroglíficos y de los signos astronómicos, la forma piramidal empleada para las tumbas y los mo- numentos públicos; la institución de las vírgenes sacerdo- tisas, los honores tributados á la agricultura, su pasión por la música y el canto, su placer por la danza y los ejercicios corporales, todo induce á afirmar que los Guau- chos eran los restos de una nación más instruida, de un pueblo más numeroso y más civilizado; y según dice Bory de Saint Vicent, reunidos como por milagro alrede- dor de los cráteres destructores, después de la sumersión de la Atlántida, se trasmitieron largo tiempo la historia de sus infortunios, llegando á creer que todo el universo habia desaparecido del mismo modo que su isla, salvan-

206 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

dose ellos solos de una destrucción general. Así es que, temerosos de otro inmediato cataclismo, abandonaron el cultivo de las artes y de las ciencias.»

He terminado la exposición de la teoría de M. Gaíifa- rel, y debo entrar ahora en lo que mayor interés encier- ra, pues fundándose en las innegables analogías y seme- janzas de lenguas, religiones, monumentos, costumbres, formas de escritura ó ideas astronómicas que existian entre los americanos, iberos, etruscos y egipcios, llega á explicarnos estas misteriosas analogías por la presencia del Continente Atlántico, cuya costa occidental llegaba al Nuevo Mundo y la oriental á Europa y África.

Estoy enteramente de acuerdo con todos los testimo- nios que M. Gaífarel aduce en su favor valiéndose de es- tas analogías, aunque parezcan que pueden combatir la hipótesis que luego os presentaré; pero lejos de temerlo, deseo ampliar con mayores datos de los que á continua- ción expresa el citado autor, las pruebas de que efectiva- mente las razas del nuevo y antiguo mundo tuvieron co- municación más fácil ó más cómoda que la del estrecho de Bering:

« Cuando los europeos abordaron América , dice M. Gafíarel, solamente los imperios de Méjico y Perú estaban florecientes; el resto del país no presentaba sino una confusa aglomeración de poblaciones salvajes, indis- ciplinadas y sin nacionalidad; pero es indudable que á este estado de barbarie habia precedido una civilización

ULTIMA TEORÍA SOBRE LA ATLÁNTIDA. 207

asombrosa. La época en que estos pueblos americanos llegaron á tal grado do esplendor, es imposible determi- narla. En Yucatán, comarca muy árida donde la vegeta- ción escasea, una capa de humus de 40 centímetros tapi- za un viejo camino que conduce á Izamal. ¡Qué serie de siglos han sido necesarios para producir estos detritus! Alguno de los numerosos túmulos que se han encontrado en la América del Norte son tan antiguos, que los ríos han tenido tiempo de socavar sus terraplenes inferiores y de retirarse en seguida de nuevo á más de un kilómetro después de haber minado y destruido una parte de las obras. Indudablemente en una época desconocida, pero antiquísima, vivia en América una raza fuerte, enérgica, industriosa, que ya los españoles no alcanzaron, y de la que ni aun los mismos indígenas tenian exacta idea : cree- mos, pues, que un fenómeno análogo al de Europa se operó en la América , pues así como en aquella, á los dias de esplendor de la civilización antigua sucedió la barba- rie de los siglos de hierro. En fin, cuando podamos des- cifrar los ilegibles geroglíficos de Yucatán y de Méjico, esos manuscritos misteriosos que desafian aún nuestra curiosidad, quizá entonces conozcamos la historia de la vieja América, y este pretendido Nuevo Mundo merecerá llamarse antiguo, pues sus habitantes hablan mantenido frecuentes relaciones con nuestros más remotos antepa- sados. »

Una de sus tradiciones, referida por M. Brasseur de

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Bourbourg, me ha asombrado (dice el autor), á causa de la extraña analogía que ofrece con la Atlántida. En otro tiempo , un imperio situado en la América central , estaba gobernado por dos reyes, jueces supremos que tenian bajo sus órdenes á otros diez , soberanos cada uno de un gran reino, y formaban entre ellos una especie de consejo que decidia en los negocios comunes; poco á poco extendie- ron su dominación por el mundo, pero acaeció un terre- moto y todos desaparecieron.

« Si ahora cambiásemos los nombres, encontraríamos el mito platónico... Esta coincidencia puede ser fortuita, pero es muy singular; parece, pues,- probable, que los atlantes ocuparon la América, que fundaron allí grandes imperios, y que sus descendientes, aunque degenerados, son todos los indígenas que forman, como se sabe, una raza especial, la raza roja, cuyos congéneres se encuen- tran también en nuestro continente. Vamos á intentar el probarlo comparando las costumbres, las religiones, las lenguas , los monumentos y las tradiciones de los pueblos americanos, y la de ciertos pueblos, cuyo origen miste- rioso es uno de los problemas más arduos de la antropo- logía y de la historia. »

Señores: temo extenderme demasiado, y puesto que por otra parte están suficientemente demostradas en el mundo científico estas analogías, cuya clave nos ofrecen Bory de Saint Vicent y M. Gaffarel, me permitiré pre- guntaros si no revisten verdadera importancia para la geo-

ULTIMA teoría SOBRE LA ATLANTIDA.

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grafía, todos los pasos y todos los esfuerzos que se diri- jan á comprobar la existencia de esa isla ó continente de cuyo suelo tal vez son originarios pueblos antiquísimos, y de donde, según Bailly, se derivaron todas las ciencias. Hoy que la geología nos ha dado á conocer con visos de acierto los trastornos de nuestro mundo , desde las épocas primitiva á la cuaternaria, reconstruyendo toda la fauna y la flora que correspondió á esta última; hoy que casi con exactitud nos ha revelado la edad de las montañas y las huellas del hombre antidiluviano, ¡¿no os entristece que todavía permanezca envuelto en el misterio esa her- mosa fantasma demasiado entrevista para no ser real, y cuyo sepulcro debe hallarse en el fondo del Océano y al alcance tal vez de nuestro examen? ¿Será que la geología y la física se muestran sordas á toda excitación, porque después de una simple ojeada á las hipótesis que existen sobre la Atlántida, las juzgan desmentidas por los positi- vos conocimientos ? Si en esto consiste y es necesario for- mular una nueva hipótesis que se atenga á lo más verosí- mil y á la que sirva de base lo ya sancionado, entonces yo me atrevería humildemente á aventurar como princi- pio, que la situación de la Atlántida no ocupaba esa in- mensa superficie del Océano que limitan las Azores, las Canarias y las Antillas , porque cualquiera que hubiese sido la causa del cataclismo , sus efectos aparecerían hoy retratados más de relieve en la cuenca del mar donde se cree sumergida. No es una planicie poco fondo, como

2IO CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

supone M. Gaffarel, la que allí se dibuja; por el contra- río, sitios abarca y muy extensos, donde se leen las ma- yores profundidades que ha conseguido el aparato de Brooke. Fijándose en esta objeción, se apresura á expli- carla M. Gaffarel diciendo, que en el fondo del mar como sobre la superficie de los continentes, se operan perpe- tuos cambios. Prescindo de lo elástico y socorrido que es este argumento para admitirle, pero no así la suposición de Bory de Saint Vicent de que los fragmentos menos compactos de la tierra sumergida, fueran arrastrados por las corrientes, pues es sabido que las corrientes y contra- corrientes más hondas no exceden.de i.ooo metros, y que entre ellas y el lecho del mar existe siempre una masa de agua tranquila. ¿ Pero cómo han de efectuarse acarreos en las grandes profundidades, si allí domina la calma é inmovilidad absolutas? Si allí, como ha demos- trado Maury, es tan completo el reposo de las aguas que no pueden mover una sola partícula de arena de los lechos de piedra esparcidos por el fondo del mar!

A la vista tengo las excelentes cartas de Maury y de Stieler sobre las cuales una simple inspección nos de- muestra que entre las Canarias y las Antillas tiene el Océano mayor fondo que entre Inglaterra y Terranova; pues siguiendo la sección vertical menos ventajosa para nuestro aserto, hallamos que entre estas dos últimas re- giones su braceaje fluctúa de 4.000 metros á 4.200 y 4.900; en cambio una sección semejante entre Canarias

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y las Antillas ,. varía desde 4.000 á 5.000, 3.000, 5.000 y 6.000 metros.

Preciso sería convenir por estos datos, en que para la desaparición de la Atlántida no fué suficiente un terre- moto general , sino que fué necesario un desquiciamiento horrible en la corteza sólida, que abriendo inmenso abis- mo, sepultara al continente desde sus bases hasta su su- perficie,-y á tal profundidad, que quedara hoy esta su- perficie cubierta por 6.000 metros de agua. Un cataclis- mo semejante hubiera tenido consecuencias espantosas para el resto del mundo, y lo menos que podemos pre- guntar, es hasta qué punto alteraría el nivel del Océano esa masa de agua equivalente al volumen de la tierra su- mergida, no ya bajo el mar, sino bajo su profundo lecho. ^Cómo hubiera pasado desapercibido un trastorno digno por su magnitud de la época terciaria, sino suponiéndolo causa y origen de uno de esos muchos diluvios parciales que la tradición engloba en uno sólo llamado universal? Pero esta hipótesis no puede ser admisible tratándose de la Atlántida , cuyas relaciones con los demás pueblos son de época posterior á la de los últimos cataclismos que afli- gieron á la humanidad.

Respecto á esa gran superficie cubierta de hierbas ma- rinas llamada el mar de Sargazo, y de cuya agrupación eterna deducen los citados autores, posibles misterios y nuevos indicios, podemos asegurarles que el mar de Sargazo no es menos conocido que cualquiera otro. Sé,-

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bese que su profundidad es de las mayores, y que sus hierbas provienen de la vegetación de su fondo, las cuales desprendidas por solas y menos densas que el agua, suben hasta la superficie y la tapizan semejando una pradera. Pero, ^por qué no cambian jamás de situación? ¿Por qué desde remotos tiempos ocupan estas hierbas el mismo espacio ? ¿ Cómo los vientos y huracanes no las ar- rastran y diseminan? Es muy sencillo; porque el mar de Sargazo se halla encerrado dentro del circuito continuo que forma la gran corriente ecuatorial y la corriente de golfo ó Gulf-Stream.

¿Dónde, pues, debemos colocar ala famosa Atlántida? Respondan por las citadas cartas de Maury y Stieler. Su inspección nos indica que no muy lejos y enfrente del estrecho de Hércules, existe un gran banco sobre el cual se asientan las Azores. Su superficie excede de 16.000 le- guas cuadradas, ó sea poco menos que la península ibé- rica y toda esa superficie podría compararse con una roca depositada en arenosa playa, sobre cuyas ondas tranqui- las asomaran algunos picachos. En efecto, si con las son- das recorremos todo su contorno, hallamos cortado á cantil el peñascoso banco , y si medimos la elevación de sus bordes sobre el lecho del mar que le rodea, nos acusa una cifra variable de 400 á i.ooo metros; es decir, que si el nivel del mar descendiese hasta dejar descubierta di- cha superficie, veríamos que formaba una gran isla, cuyas costas bañaría el Océano con aquellos i .000 metros de

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profundidad. Verdaderamente es extraña esta condición, pero más extraña sin duda que la superficie del citado banco lejos de ser plana, sea tan quebrada y desigual, que deba compararse mejor que á la aislada roca, á una roca partida en cien fi^agmentos, ó á una aglomeración de enormes piedras como las que suelen verse al pié de un ruinoso paredón. Por eso el escandallo sumergido á distancias de legua en legua, acusa ora lOO brazas, ora 600, según que tropiece ó descanse sobre la cumbre de un peñasco ó en la vecina ladera. Todo parece acreditar que allí se ha operado un quebrantamiento cuyo origen no es difícil suponer en vista de los testimonios que pe- riódicamente vienen á revelarlo. Parece que para aquella volcánica región no han cesado las amenazas ni aun des- pués de su exterminio. Citaremos en su prueba el violento terremoto que en 1638 conmovió el archipiélago, sur- giendo del mar una isla inmediata á la de San Miguel, cuya extensión pasaba de dos leguas, y su altitud de 150 metros. Por efecto de igual convulsión en 1719, sur- gió cercana á la Terceira, otra isla ó volcan de tan con- siderable altura, que los buques la divisaban desde ocho leguas de distancia. Tres años estuvo esta isla en erup- ción constante, luego bajó hasta el nivel del Océano,' donde se mantuvo algunos meses y desapareció por últi- mo en el abismo. En 181 1, después de un fuerte sacudi- miento, apareció no lejos de San Miguel otro nuevo vol- can á flor de agua que arrojaba piedras á centenares de

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metros ; desapareció á los pocos dias , pero en el mismo año se reprodujo más cercano á la costa, dando origen á un islote que después de mucho tiempo desapareció igual- mente.

Con lo expuesto basta para deducir que hace muchos siglos, cuando la corteza terreste era menos sólida, pudo un terremoto desquiciar á la famosa Atlántida, cuya su- perficie no excedia de las 16.000 leguas cuadradas que mide el banco de las Azores. ¿Fué posible este trastorno, sin que produjera alteración general en la vecina Europa? Creemos que sí, porque no se trata ya de un continente que se abisma en inmensas profundidades, sino de una isla que se quebraja ó rompe y se derrumba á los terre- nos inferiores , quedando en su lugar un archipiélago que palpita ó late y todas sus enormes ruinas aglomeradas que de tiempo en tiempo asoman, rugen y desaparecen, como diciéndole al mundo : ¡ mírame y cree ; aquí se hun- dió la Atlántida!

Pero si la Atlántida no llegaba á América ni aun á las Canarias, ^icómo explicarnos las tradiciones de estos últi- mos isleños y los positivos lazos que existían entre el nuevo y antiguo mundo? Para responder á estas objecio- nes, séame permitida una hipótesis verosímil. Se sabe que la dirección de los terremotos es muy varia, pero ocurre con harta frecuencia (dice Malte-Brun), que la esfera de su revolución abarca al parecer una cuarta parte del globo, como por ejemplo, el terremoto de Lisboa, que se sintió

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en Groenlandia, en Noruega y en África, ^jqué extraño fuera, pues, que el que arruinó á la Atlántida, se exten- diera á las Canarias, separándolas entonces del Conti- nente africano y hasta América quizás, sumergiendo sus valles más profundos? ¿No sería entonces también cuando la primitiva Gades quedó sepultada bajo el mar? No la Gades fenicia, sino la que conocemos desde niños los hijos de este pueblo por tradición, y porque al pié mismo de sus murallas se descubren aún rotas columnas y labradas ruinas. Y, ^cómo pudieran dudarlo los que en el pasado siglo vieron aparecer ante sus ojos la ciudad antigua, cuando refluyendo las aguas que inundaron la cortadura^ dejaron en seco una parte de la bahía?

Por recientes estudios geológicos, se sabe que en efecto las Canarias estaban unidas al África; así se expli- can esas afinidades que existen entre sus habitantes pri- mitivos y los del vecino continente, y del mismo modo queda explicado que dichos isleños se creyeran los únicos hombres salvados de un cataclismo universal.

Pero nos falta responder satisfactoriamente á esta pre- gunta. Siendo la Atlántida igual á la península ibérica y hallándose sus límites occidentales tan lejos del Nuevo - Mundo, ^icómo pudieron comunicarse con él? Ni los bu- ques, ni los marinos de aquel tiempo, hubieran realizado tan grande empresa. Es indudable. Aquellos marinos, sa- liendo de la Atlántida, no hubieran arribado jamás á un puerto americano, pero, es casi seguro que una flota, sa-

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lida de América, pudo arribar fácilmente á la Atlántida, y esto no por la fortaleza de sus buques, no por sus co- nocimientos náuticos , no por sus propias voluntades, sino arrastrados con velocidad horaria de cuatro millas por la gra7i corriente de golfo , por ese eterno vehículo que acorta en cinco dias las navegaciones á Europa, por ese rico venero de calórico, por ese rio caudaloso que atra- viesa el Océano y que cercano á las Azores se divide en tres ramales siguiendo dos hacia el Norte y continuando el otro hasta rodear como perfecto anillo los límites de este Archipiélago. Una flota de americanos, en sus tiem- pos más brillantes, se aventuró á cualquiera travesía, y presos en la cercana corriente, lucharon sin fruto por al- canzar la costa, pues sus remos eran ineficaces y no po- seían el secreto de ceñir con sus velas. En pocos dias lle- garon á las playas de una gran isla que quizás estaba de- sierta, y la poblaron, estableciendo en ella las costumbres, gobierno, lengua y civilización de su perdida patria. Inú- tiles tentativas les demostraron que era imposible navegar al Occidente y volvieron las proas hacia Europa , pisando el suelo turdetano (hoy andaluz), y derramándose por la costa septentrional del África. Allí fundaron imperios y multiplicaron su raza, que con el trascurso de los siglos fué modificándose bajo los diversos climas y con las ex- trañas mezclas, pero conservando esas afinidades y ana- logías que son hoy la confusión de los antropólogos. ¿Habré ido demasiado lejos? Veamos, ¿qué se sabe del

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origen de los egipcios? El más conocido de los historia- dores, dice: Á pesar de la pretendida antigüedad de los egipcios, todo demuestra que recibieron de otro país la población y la cultura... » y más adelante añade, refirién- dose á los testimonios de su remota magnificencia: < Aquellos montes de piedras labradas ; aquellas inmen- sas figuras de animales y de hombres; aquellos palacios de gigantes, erigidos al descubierto, ó edificados debajo de tierra; aquellas páginas de historia escritas para la eternidad en caracteres misteriosos, detienen al hombre y lo inducen á preguntar de dónde vino este pueblo ex- traordinario, de dónde proceden sus artes, cuáles fijeron las creaciones debidas á la íntima inteligencia y al profijn- do amor de la ciencia que le eran característicos , de dónde, en fin, tomó su estabilidad política. »

Hasta hoy es un misterio el origen de los egipcios. Oiga- mos ahora lo que dice D. Modesto Lafijente sobre el orí- gen de los iberos, nuestros primeros padres.

« Confesamos ingenuamente que después de haber con- sultado con el interés de quien busca de buena fe la ver- dad, cuantos autores antiguos hemos podido haber, que supiéramos hubiesen tratado las cosas de España, des- pués de haber evacuado muchas citas con gran escrupu- losidad y consumo de tiempo , no nos ha sido posible en- contrar segura brújula y norte cierto por donde guiarnos en las oscuras investigaciones acerca de los pobladores primitivos de nuestra nación; antes bien, hemos tenido

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momentos de turbarse nuestra imaginación, cuando la hemos engolfado en este laberinto de dudas sin salida ra- zonable , tropezando siempre , ó con relaciones que llevan marcado el sello de la fábula, ó con noticias que por con- fesión de los mismos autores se asientan en livianos y fla- cos fundamentos... Un pasaje del historiador de los judíos Josefo , ha dado lugar á que algunos de nuestros historia- dores hayan afirmado como cosa segura, que Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé , fué el primer hombre que vino á España. En primer lugar, el historiador judío escribió más de mil años después del suceso ; en segundo lugar no expresa el fundamento de su aserción ; en tercer lugar no asegura que Túbal viniera á España, sino que señaló su asiento á los tubelinos ó iberos ; en cuarto lugar, es de suponer que se referia á los iberos asiáticos, situados al pié del Cáucaso, no á los iberos españoles. Creemos, por tanto, que está muy lejos de ser cierta la venida de Tú- bal á España. •»

Vemos, pues, que según nuestro erudito historiador nada se sabe del origen de los iberos , pero Estrabon men- ciona, refiriéndose á los turdetanos, que hablaban un idio- ma desconocido y cultivado hacía seis mil años, y Cantú, en su disertación etnográfica, nos cita á los dichos turde- tanos, cuya civilización era asombrosa, poseyendo anti- guos monumentos de poesía é historia, y un alfabeto particular, del que aún no se conocen todos los elemen- tos, por más que muchos doctos se hayan dedicado á su

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estudio á fin de explicar las inscripciones ibéricas encon- tradas en piedras, planchas metálicas, vasos de barro y medallas que, con la lengua vasca, constituyen los únicos monumentos que nos han quedado de aquellos pueblos célebres.

El mismo historiador en su filología comparada dice: « Lenguas puestas á la mayor distancia una de otra, ma- nifiestan á veces la más singular uniformidad de gramá- tica, y, sin embargo, no por eso están reputadas como afines entre sí. Por ejemplo, el vascuence presenta ana- logías muy curiosas con varias lenguas americanas, como la falta precisamente de las mismas letras , la tendencia á unir siempre las mismas consonantes , y una complicación semejante en el sistema de las conjugaciones por medio de sílabas que expresan varias modificaciones del verbo simple; en lo cual también se parece á los dialectos del Sudoeste de África. *

No quiero citar, por creerlo realmente sin fundamento, el largo catálogo y cronología de treinta reyes que refie- ren haberse sucedido en el gobierno de España en remo- tísimas épocas, nombrándose entre ellos á Gerion, Hís- palo, Atlas, etc. El padre Mariana, aunque poco crédulo sobre este punto, se creyó en el deber de mencionarlo, y así nos dice en un capítulo de su libro primero : « Se puede recibir como cosa verdadera, que Sículo, hijo de Atlante, después que su padre partió de España, le suce- dió en todo su reino. »

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Señores: el temor de agotar vuestra indulgencia me obliga á ser lo más conciso posible en lo que me resta de- cir. Con mayor espacio de tiempo disponible hubiera adu- cido muchísimas citas en corroboración de que los egip- cios, iberos y etruscos fueron pueblos originarios de la Atlántida, y los atlantes á su vez, fueron originarios de la América. ¿Pero de dónde vinieron los americanos? i Nada induce á creer (dice César Cantú) que América saliese del mar posteriormente, ni que posteriormente llegase allí la humana estirpe y quizás las comunicacio- nes de aquella raza con las otras, precedieron á los tiem- pos en que se separaron los mogoles, los indios y los tungusos. »

No se acierta á explicar este autor las portentosas se- mejanzas entre los etruscos, egipcios y americanos, sino por frecuentes emigraciones del Norte de Asia , pero con- fiesa que aquellos emigrantes debieron encontrar una gente anterior y que no bastaron para alterar la especie. Lo que más confusión le origina es lo inexplicable de que en aquel hemisferio hubiese animales particulares (la gran mayoría) no conocidos antes en el antiguo. Esta circuns- tancia me induciría á pensar que así como tales especies de animales no protegidos por Noé lograron salvarse del universal diluvio, también pudieron salvarse con ellos al- gunos hombres que habitaban en la apartada América. De este modo podrían explicarse problemas infinitos y contestar á los historiadores que llenos de asombro ex-

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claman : « j Cómo creer que las naciones civilizadas de la primitiva América procediesen de las hordas salvajes del Nordeste de Asia , ó que partiendo de los países meridio- nales de ésta, hayan atravesado las regiones heladas sin dejar tras ningún vestigio! ¿Cómo fijar sino en incon- cebible lejanísima época, la construcción de esos túmulos y monumentos gigantes y de esas ciudades enterradas bajo los bosques vírgenes que por dos veces han sido de- vastados y vueltos á enmarañarse? ¿Cómo explicarnos lo ignorantes que se hallaban del origen de estas ruinas los americanos que vivieron en los tiempos de Colon? ¿Cuán- tos centenares de siglos han permanecido sepultados esos vasos artísticos y enormes , esas efigies delicadamente mo- deladas, esas armas y medallas de piedra ó cobre, esas tumbas que guardaban restos bien conservados de hom- bres y mujeres cuyos cráneos, según el doctor Waren, son diferentes de los nuestros, como también de los de los indios actuales y hasta de las demás naciones conocidas? Mientras mejores luces no iluminen la oscuridad de aquellos tiempos, nada de lo establecido se opone á la hipótesis de que los americanos pasaran á la Atlántida y que los tripulantes de una sola flota que jamás hubieran podido regresar á su país, ñieran suficientes para mul- tiplicarse y trasplantar á Europa el sello de su raza y de sus costumbres, permaneciendo, sin embargo, en lo suce- sivo sin comunicación firecuente los pueblos civilizados de ambos hemisferios.

222 CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.

Hemos tratado de probar lo inverosímil que era supo- ner á la Atlántida mayores dimensiones que las que pa- rece indicarle la misma naturaleza en el estudio del Océa- no. No insistiré sobre la facilidad de una travesía efec- tuada casi por obra y gracia del Gulf-Stream, porque todos los señores que me escuchan conocen muy bien las asombrosas propiedades de esta gran corriente, y se- guro estoy que juzgarán dicho argumento como el más positivo de todos los que he expuesto en favor de mi teoría.

Réstame añadir, que si bien Platón supone á la Atlán- tida mayor que el África y el Asia, se desmiente poco después para fijarle 3.000 estadios de longitud con pro- porcionada anchura, cuyas dimensiones son casi iguales al banco de las Azores, y aunque poco importa este dato, valga para aquellos que quieren atenerse á lo autorizado por Platón.

Una duda se ofrece todavía. El terremoto que des- quició la Atlántida , hizo perecer forzosamente á todos los seres que la poblaban, así es, que el archipiélago de las Azores se halló deshabitado en absoluto; ¿pero es posi- ble que si aquellas islas formaron parte de la citada co- marca, no se encontrase en su recinto vestigio alguno de la presencia del hombre? En efecto, no es posible, y asom- bro grande fué para los portugueses hallar en la solitaria isla del Corvo (la más lejana de todas), sobre terraple- nadas cimas , una estatua ecuestre, que con el brazo levan-

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tado y el dedo extendido, señalaba al Occidente. Tam- bién hallaron monedas de indescifrable época, que algu- gunos han creido fenicias ó cirenáicas, sin embargo de ser positivo que estos pueblos no tuvieron jamás remoto conocimiento de dichas islas.

Si coincidencias tan extrañas merecieran algún dia la atención de los geógrafos , y si posteriores adelantos per- mitieran al hombre descender 300 brazas bajo el mar, acaso sus atónitos ojos registraran sobre las quebradas rocas que sustentan las Azores, y entre revueltos escom- bros, profundas grutas y selvas de madréporas, ya una pirámide partida cubierta de testáceos, ya una escultura envuelta en el verdoso limo, ya una columna horadada, ya un ídolo de basalto, ya un cono que sirvió de cúspide á los fragmentos del sagrado teocal, y entonces surgiría del seno de aquellos mares la historia de la famosa At- lántida, no tan castigada en su orgullo por verse sumer- gida, cuanto por hallarse olvidada del inundo moderno y desposeida de sus conquistados laureles, como fuente y origen que fué de la primitiva civilización.

He dicho.

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