J^'-■^^t'- 7tf^f U-} •* f . •»>■■ •" ¿'.v^kr^ »f»' " f, ' |Itbrarg ( VIAGE i LAS REGIONES EQUINOCCIALES I)SL NUEVO CONTINENTE. V. DE LA IMPRENTA. UE POCHABD. REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE, HECHO EN 1799 HASTA 1 8o4 , POR AL. DE HUMBOLDT Y A. BONPLAND, REDACTADO POR ALEJANDRO DE HUMBOLDT; «ONTINTl ACIÓN INDlSPENSABLli AL ENSAYO POLÍTICO SOBRE EL REINO DE L4 NUEVA ESPAÑA, POB KI. MISMO AUTOR. CON MAPAS GEOGRÁFICOS Y FÍSICOS. TOMO QUINTO. V^-^/U W^A/ V^/Wl'^/4/*i ^. "^ '^ ■^ VW% */^** vw* wv*» PAllIS, EN CASA DE ROSA, CALLE DE CHARTRES, N" 12, Antes ¡Jiau patio del Palacio Real , y calle de Montpensier, n" 5. 1826. 7 '■ "*' 12 kP fe^6 '.,/ .^ 1/ ^ VIAGE Á LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE. LIBRO NONO. CONTINUACIÓN AL CAPITULO VEINTE Y SEIS. Posibilidad y medio de hacer canales, para facilitar las co- municaciones entre las diversas provincias que componen la república de Colombia. — Bosquejo de un cuadro geo- gnóstico de la América meridional , al norte del Rio de las Amazonas y al este del meridiano de la Sierra Nevada de Mérida . JCiL gobierno de CoLombia, que ha recibido, hace poco , excelentes barómetros de la construcción de M. Fortin , podrá hacer preceder las nivela- ciones geodésicas , siempre lentas y costosas, por nivelaciones barom< tricas, cuyji precisiones 2 LIBRO IX. extrema bajo la zona tórrida. Me he asegurarlo que pueden pasarse en estas comarcas de algunas observaciones correspondientes, á causa de la maravillosa regularidad de las variaciones hora- rias , sin temer errores de 4 á 5 toesas. Los pun- tos que merecen ser mas atentamente examina- dos son los siguientes : el istmo de Huasacualco, entre el origen de los rios Chimalapa y el del Piso; el istmo de Nicaragua ', entre el lago de ♦ ' Si no se tratase aquí sino de canales de grande y de pe- queña navegación , aptos para vivificar el comercio inteiior, hubiera debido nombrar igualmente las costas de Verapaz y de Honduras. En el meridiano de Sonsonate, el Golfo Dulce entra mas de 20 leguas en las tierras , de suerte que la dis- tancia del pueblo de Zacapa (en la provincia de Chiquimala , cerca de la extremidad meridional del Golfo Dulce), de las costas del Océano Pacífico, no es sino de 21 leguas. Los rios del norte se aproximan á las aguas que las Cordilleras de Izalco y de Sacatepeques vierten en el Mar del Sur. Al este del Golfo Dulce^ en el partido de Comayagua , se hallan el Rio Grande de Molagua ó Rio de las bodegas de Gualan^ el rio Camalecon , el Ulua y el Lean, que son navegables, para grandes piraguas, una distancia de 3o 40 leguas en el in- terior de las tierras. Es muy probable que la Cordillera que forma aquí la punta de partición entre los dos mares eslc CAPÍTULO XXVI. 3 esle nombre y los volcanes aislados de Granada y de Bombacho; el istmo de Panamá , entre la Venta de Cruces y ei puerto de Panamá, en- tre el Rio Trinidad y el rio Caimito, éntrela bahía de Mandinga y el Ilio Juan Dia/, entre la ensenada de Anachacuna (al oeste del cabo Ti- burón) y el golfo de San Miguel, en que se pierde el rio Cliucunque ó Tuyra; ei istmo de Cupica, entre la costa del Mar del Sur y el de- saguadero del rio Naipi con el Atrato ; en ñn ei istmo dei Choco , entre el rio Quibdo, desa- guadero superior del Atrato, y el Rio San Juan de Charambira. Personas ejercitadas en las ob- servaciones precisas y simplemente provistas de barómetros , de instrumentos de reflejo y de guardatiempos, ó sean cronómetros, podrían eii pocos meses resolver unos problemas que inte- resan hace muchos siglos á todos los pueblos dividida por algunos valles transversales. La interesante obra que el S'" Juarros ha publicado en Goateraala nos enseña que el hermoso valle de Chimaltenango da á un tiempo sus aguas á las costas meridionales y septentrionales. Barcos de vapor avivarán algún dia el comercio sobre los rios Molagua y PoLochic. 4 LIBRO IX. comerciantes de los dos mundos. Si en la enu- meración de las comarcas que ofrecen ventajas para la unión de los dos mares , no he pasado en silencio el istmo del Choco , es decir, el terreno de fango platinífero que se extiende desde el Rio de San Juan de Charambira hasta el del Quibdo, es porque este punto es el único en que , desde 1788, existe una comunicación entre el Océano Atlántico y el Mar del Sur. El pequeño canal de la Raspadura, que un fraile, cura delNovita, hizo abrir por los Indios de su parroquia en un bar- ranco periódicamente lleno por las inundacio- nes naturales, facilita la navegación interior so- bre 75 leguas de largo entre la embocadura del Rio de San Juan sobre Neconama y la del Atrato, que tiene también los nombres de Rio Grande del Darien, Rio Dabeiba y Rio del Choco '. Es ^ Podría añadir el sinónimo de San Juan (del Norte) si no temiera hacer confundir el Atrato con el Rio San Juan (de Ni- caragua) y el Rio San Juan (de Charambira). El Rio Dabeiba viene del nombre de una muger guerrera que reinó , según los primeros escritores de la conquista, en las regiones mon- tañosas entre el Atrato y el origen del rio Sinu ( Zenu) , al norte de la ciudad de Antioquía. Según la obra de Petrus , capítulo XXVI. ' 5 por esta vía por donde, en las guerras que han precedido á la revolución de la Aniérica espa- ñola, han llegado á Cartagena de Indias consi- derables cantidades de cacao de Guayaquil. El canal de la Raspadura, cuyas primeras nocio- nes en Europa creo haberlas dado yo, solo ofrece paso á pequeños barcos, pero podría fácilmente ensancharse • si se le reuniesen los riachuelos mártir de Anghiera ( Üceánica\ \yÁ'^. 5i) , esta muger estaba confundida en una fábula mitológica local con una deidad de las altas montanas que lanzaba los rayos. Picconóccse en nuestros dias el nombre de Dabeiba en el de los montes Abibe ó Avidi dado á los Jltos del Viento, por 7° i5' de latitud al oeste de la boca del Espíritu Santo ó de las orillas dclCaura. ¿ Cual es el volcan de Ebojito que La Cruz y López colocan en comarcas casi desiertas entre el Rio San Jorce y los manantiales del rio Murri, afluente del Atrato? La existencia de este volcan me parece muy dudosa. ' Relación del estado del nuei'o leino de Granada, que hace el arzobispo obispo de Córdoba á su sucesor el cxc. S^ fray don Francisco Gil y Lemos , 1789, fol. 68 (ma- iiuscriio extendido pqr,;?l secretario del afxobispo virey, don Ignacio Ca.\ero). ^Jl6j)?esentacio/i que dirigió don José Ignacio Pombo al consulado de Cartagena , el i !^ de mayo 1817, sobre el reconociniienlo del Aíralo , Sinuj San Juan., 6 LIBRO IX. conocidos con los nombres del Caño de las Ani- mas , del Caliche y de Aguas Claras. Recipientes fol. 38 (manusGrilo). La barranca de la Raspadura (ó de Boca- chica) no recibe hoy día sino las aguas de Quebradas^ de Quia- docito , de Platinita y del Quiado. Según las nociones que he adquirido (en Honda y en Vuela, cerca de Cali) , de perso- nas empleadas en el comercio (rescate) de la pólvora de oro del Choco , el rio Quibdo , que comunica con el canal de la Mina de Raspadura , se reúne cerca del pueblo de Quibdo (vulgarmente llamado Zítara ) con el Piio de Zítara y el rio Andagucda; pero , según una carta manuscrita que acabo de recibir del Choco , y en la que el canal de la Raspadura (la- titud, 5° 2o') junta igualmente el Rio San Juan y el rio Quibdo, poco mas arriba de la Mina de las Animas, el pue- blo de Quibdo está colocado en el confluente del pequeño rio de este nombre con el rio Alrato, que 3 leguas mas ar- riba ha recibido, cerca de Lloro, el rio Andagueda. Desde su embocadura (lat. 4° 6'^) al sur de la punta de Charam- bira, el grande Rio de San Juan recibe sucesivamente, su- biendo hacia el N. N. E. , el rio Calima, el Rio del Nó (ar- riba del pueblo de Noanama) el rio Tamaña , que pasa cerca de Novita , el rio Iro, la Quebrada de San Pablo, y en fin, cerca del pueblo de Tado, el Rio de la Platina. La provincia del Choco no es habitada sino en los valles de estos rios : tiene tres comunicaciones de comercio , al norte con Carta- gena, por el Atrato, cuyas orillas están enteramente desiertas CAPÍTULO XXVT. 7 Ó arcas de agua y regueros alimenticios se es- tablecen fácilmente en un pais como el Choco, en que llueve durante todo el año, y donde el trueno se hace oir todos los días. No habién- dose publicado las observaciones barométricas desde los 6° 45' de latitud; al sur con Guayaquil; y, antes de 1786, con Valparaíso , por el Rio San Juan; al este, con la provincia de Popayan, por el Tambo de Calima y por Cali. Hay del Tadó á Noanama , bajando el Rio San Juan , un dia de camino ; de Noanama al Tambo de Calima (lat. 4" 1 2'j, 4 dias ; y de este á Cali ( lat. 3'* aS'}, en el valle del Caura , 5 dias , durante los que se atraviesa el Rio Dagua ó de San Buenaventura y la cordillera occidental de los Andes de Popayan. He entrado en estos pormenores de localidad, porque las cartas confunden el barranco de la ^.aspadura, que sirve do canal, con \os portagc.i ó arrastraderos de Ca- lima y de San Pablo. El arrastradero de San Pablo conduce tandñen al i'io Quibdo, pero algunas leguas mas arriba que la embocadura del canal de la Raspadura. El camino de este arrastradero de San Pablo es el que toman los géneros que se envían de Popayan por Cali , Tambo de Calima y Novita , al Choco del norte , es decir á Quibdo {Restripo Est. de Colombia en 1823, pág. 24). El geógrafo La Cruz llama todo el istmo entre los manantiales del rio Atrato y del Rio San Juan : Arrastradero del Toro. (Sobre la altura de la zona de ara, véase Semanario de S. Fe, tom. i,.pág. 19.^ 3 LIBRO IX. del S' de Caldas, ignoramos el punto de altura de partición entre San Pablo y el rio Quibdo : sabemos solamente que algunas lavaduras de oro se elevan en estos distritos hasta 56o á 4oo toesas sobre el nivel del Océano . y que jamas se encuentran á menos de 5o toesas. La posición del canal , en el interior del continente, su con- siderable distancia de las costas y los raudalitos y chorreras frecuentes de los rios que es pre- ciso subir y bajar para llegar de un mar á otro, desde el puerto de Charambira hasta el golfo del Darien , son obstáculos muy difíciles de vencer para establecer por medio del Choco una línea de navegación oceánica. Esta línea de navega- ción, sin dar lugar al paso de goletas de gran porte, no será menos digna de la atención de una sabia administración, pues que en ella vi- vificará el comercio interior entre Cartagena y la provincia de Quito , y entre el puerto de Sania Marta y el Perú. Al fin de esta discusión haremos notar que jamas el ministerio de Ma- drid ha mandado al virey de la Nueva Granada tapar ó cubrir el barranco de la Raspadura, ni castigar con pena de muerte á los que res- CAPITULO XXVI. () tableciesen un canal en el Choco , como se ase- ■ gura en una obra que se ha publicado úitinia- menle. Esta desconfiada política recordaría, es \erdad,la orden dada al virey, duranle mi per- manencia en América , de hacer arrancar las vi- ñas en las provincias internas; pero el odio que se tenia al cultivo de las viñas en las colonias se debia á la influencia de algunos negociantes de Cádiz, zelosos de lo que llamaban el antiguo monopolio, al paso que un pequeño barranco ó canal que atraviesa los bosques del Choco ha escapado mas fácilmente á la vigilancia del mi- nisterio y á la envidia de la metrópoli. Después de haber examinado las localidades de los diferentes puntos de partición , según los imperfectos informes que he podido reunir hasta aquí , fdta probar por la analogía de io que los hombres han ejecutado en el estado de nuestra civilización moderna, y la posibilidad de realizar una unión occániía en el nuevo mundo. A medida que los ¡)robíemas se hacen mas complicados y que dependen de xm gran número de elementos variables por.su natura- leza, es snas difícil ííjar el ^naximum de los f& LIBRO IX. esfuerzos que la inleligeiiciá y el poder físico de los pueblos están en estado de ejercer. Duraote millares de años, desde la desconocida época de la construcción de las pirámides de Gizen hasta la de nuestras flechas ó agujas góticas y de la cúpula de San Pedro ^ no han elevado los hombres edificio alguno que exceda d ; 45o pies; ¿pero se atreveria á concluir de este hecho que la arquitectura moderna no pueda pasar una al- tura que apenas iguala cuarenta veces á la de los edificios que construyen las hormigas blan^ cas? Si no se tratase mas que de canales de sec- ción media, que solo tuviesen de 3 á 6 pies de profundidad, y no sirviesen sino á la navega- ción interior, podria citar canales ejecutados hace mucho tiempoque traspasan picos de mon- tañas de 3oo á 58o pies de altura '. La Ingla- * Hé aquí los datos parciales para diez canales colocados según el orden de la altura de partición. Elevación de los punios NOMBRES DE LOS CANALES. <''" «l'vision en pie» ilí rk>. Cfínal del Languedoc ó del Mediodía. ( Largura, 122,480 toesas; profundidad media, 6 pies 2 pulg. ; número de esclusas , 62 ; gastos de construeion , del CAPÍTCCO \X\T. J * ferra sola, cuyos canales llenen una largura de 584 leguas marinas, tiene ig que atraviesan Elcvar.un .1<- los punto» CONTI^-UACION DE LOS NOMBRES BE LOS CANALES. de dWision cn pies da rey tiempo de Luis XrV, cerca de 16,280,000 francos, al curso actual de la moneda, 53 millones de ñ'ancos.) G. N. 582 Canal de Leominster. ( Largura, 37,7/15 toesas; gastos, 14 millones de francos.) P. N. 4*^^ Canal de Huddersfield. (Largura, i5,goo toesas; gastos , 6 '/a millones de francos.) P. N. ^og Canal de Lecds y Liverpool. (Larg., 106,700 toe- sas; número de esclusas, 91; gastos, 14,400,000 francos.) G. N« 404 Canal del Centro , entre la Saona y el Loira. (Lar- gara , 58,3oo toesas; profundidad, 5 pies, número de esclusas , 80 ; gastos , 1 1 millones de francos. ) G. N. 4o3 Canal del Grande Trun/, ó de Tiente y Mersey. (Largura, 272,000 toesas; profundidad, 4 á 5 pies, número de esclusas, 7 5; gastos, 9 millones de fran - cos.)G. N.. , 382 Canal de Grande Union. (Largura, 74,400 toe- sas; profundidad, 4 pies 3 pulgadas; número dees- clusíts, loi ; gastos, 48 millones de francos.) G. N. 370 Canal de Briare , construido en 1642, el mas an- tiguo de los canales de punto de división. (Largura, 12 I.IBRO IX. los punios de divisioo ciilio los rios de las cos- tas orientales y occideulales. Los ingenieros hace largo tiempo que han mirado tan poco 582 pies, es decir, la altura del bief de distribu- ción de INaurouse al canal del Mediodía , como el maxhnum que se pueda razonablemente espe- rar en este género de construcción hidráulica, que M. Perrooet , hombre célebre , consideró como muy practicable el proyecto del canal de Elevación do los puntos CONTINUACIÓN DE LOS NOMBP^ES DE LOS CANALES. de divi-ion • en jiii-s di lev. i4,5oo toesas; profundidad, 4 pies; número de es- clusas, 40; gastos, 10 millones de francos. G. N. 243 Canal de Fortk j Clyde. (Largura, 84,000 toesas; profundidad, 7 '/a pies; número de esclusas, 39; gastos, 10 núUones de francos. ) G. N. i55 Canal Caledonio. (Largura i8,5oo toesas; nú- mero de esclusas, 23; profundidad , 18 pies g pul- gadas ; gastos 19 millones de francos. ) G. N. 88 Se ha atiadido las iniciales de las palabras grande y pe- queña navegación , para distinguir los canales que, según el uso ingles, se clasifican así. Las esclusas de primera clase tie- nen á lo menos 64 pies de largura y 1 4 de anchura ; las esclusas de segunda clase tienen también 64 pies de lai'gura , pero solo 7 pies de anchura. El punto de división del canal de Alonsieur icnávü 190 pies sobre el nivel del Rhin. capítulo xwi. i 5 la Borgoña, entro la Yona y la Saoiia, que debía traspasar (cerca de Pouiliy) una altura de 621 pies sobre las bajas aguas de la Yona. Combi- nando los planos inclinados y los canjinos de hierro con las líneas de navegación, se ha con- seguido conducir en el canal de Monniouthshire , barcos á una elevación de mil pies ; pero seme- jantes obras, importantes por la prosperidad del comercio interior de un país, constituyen poco lo que podría llamarse canales de navegación oceánica. En la discusión que nos ocupa en este mo- mento se trata de comunicaciones de mar á mar por barcos que su forma y su tonelage hagan aptos al comercio de las Indias y de la China, Luego la industria de los pueblos de Europa nos ofrece ya dos ejemplos de estas comunica- ciones oceánicas ejecutadas sobre una muy grande escala, una en el canal del Eyder ó de! Holstein , y otra en el canal Caledonio, La pri- mera de estas obras, construida de 1777 á 178/1, reúne el Mar Báltico al Mar del Norte entre Kiei y Tonningen , no teniendo mas que seis ceda- zos de esclusas, y pasa por encima de un suelo l4 LIBRO IX. de 28 pies. Separa de la Alemania la parte con- tinental de la Dinamarca y hace inútil, para barcos de un porte mediano , los pasos por lo común peligrosos dei Categat y del Siind. Re- cibe barcos de i4o á 160 toneladas • que vienen de los puertos de Rusia y de Prusia, y que van á Inglaterra, al Mediterráneo, á Filadelfia , á la Habana y aun á la costa occidental de África. El calado de agua de estos barcos no es sino de ocho á diez pies '. Construidos generalmente en Holanda ó en el Mar Báltico, tienen las varen- gas muy chatas, y por consiguiente una gran capacidad sin calar mucho. El canal Caledonio , no la mas útil , pero ciertamente la mas mag- ' De 75 á 90 last. La capacidad de los busques chatos que caminan por canales de grande navegación en Inglaterra no es generalmente mas que de 40 á 60 toneladas ; y en el canal del Languedoc, los grandes barcos tienen 120 toneladas. La mayor parte de los géneros y mercaderías que se transportan en Inglaterra pueden reducirse bajo un pequeño volumen, y tomar todas las formas, como la ulla , el hierro y el ladrillo ; no sucede lo mismo con los barriles de vino y aceite. ' Los pies son siempre de la antigua medida de Francia , pies de rey, seis de los cuales hacen i m. 9/Í9, si lo con- trario no está indicado expresamente. CAPÍTULO XXVT. l5 RÍficaobra hidráulica emprendida hastahoydia, es un canal oceánico en toda la fuerza del tér- mino, llcuue, entreInvernessyelfuerteWilliams, el mar oriental de Escocia al mar occidental, en una garganta al través de la que la naturaleza mis- ma parece haber trazado la línea de unión. La parte navegable tiene 17 leguas (de 20 al grado) de largura , de las que 6 '/o solo son una excava- ción artificial; el resto forma una navegación natural sobre los lagos de Oich y Lochy separa- dos en otro tiempo por un suelo cascajoso. Este canal , que ha sido concluido en el espacio de 16 años, puede dar paso á fragatas de "ói cañones y á grandes barcos empleados para el comercio de los mares lejanos. Su profundidad media es de 18 pies 8 pulgadas , y su anchura á la línea del fondo de 47 píes. Las esclusas, en nú- mero de ao, tienen 160 pies de largo sobre 37 de ancho. Como en las vistas prácticas, expuestas al fin de este capítulo, no me dejo guiar sino por la analogía de los trabajos que los hombres han ejecutado ya, haré observar luego que la an- chura de los istmos de Cupica y de ¡Nicaragua, l6 LIBRO IX. en los que la punta de división es de una altura muy poco considerable, es casi la misina que la largura del terreno que atraviesa la parte arti- ficial del canal Caledonio. El istmo de Nicara- gua, por la posición de su lago interior y la comunicación de este lago con el Mar de las An- tillas al medio del Rio Sau Juan, presenta mu- chos visos de semejanza con esta garganta de la Alta Escocia, en que el rio de Ness forma una comunicación natural de los lagos (]e las mon- tañas con el golfo de Murray. En Nicaragua como en la Alta Escocia, no habría mas que atrir un estrecho asiento ó suelo; pues que si el Rio de San Juan ', en una gran parle de su curso, * Este punto, próximo á los cortes de madera de Campeche, habla llamado la atención del mundo comerciante larga tiempo antes do la publicación de la excelente obra sobre la Jamaica, de M. Bryan Edwardo (tom. V, pág. 2i3). Véase La B asuele ^ Mem. sobre el paso del Mar del Sur al Mar del Norte, pág. 7. La posibilidad del canal de Nicaragua es triple (como lo he expuesto en el Ensayo político) , sea del lago de Nicaragua al golfo de Papagayo , sea del este mismo lago al golfo de Nicoya, sea del lago de León ó Ma- nagua á la embocadura del Rio de Tosta ( y no del lago de León al golfo de Nicova , como lo dice el redactor, por otra CAPITULO XXVI. 1 '^ tiene como se asegura 3o ó 40 pies de profun-% didad, solóse necesitarla canalizar parcialmente con barras ó cortes laterales. En cuanto á la profundidad del canal oceá- nico proyectado en la América central, creo que aun podria ser menor que la del canal Caledonio. Tal es la innovación que han produ- cido los nuevos sistemas de comercio v de na- vegacion hace quince años , em la capacidad ó porte de los buques comunmente empleados en parte muy instruido, de la Biblioteca americana, 182 3, agosto, pág. 120). ¿Existe un rio que se dirige del lago do León al Océano Pacífico? Dudo de ello, aunque an'iguas cartas señalan comunicaciqpes entre los lagos y el mar (Nuev. Esp., tom. i, pág. i5). La distancia de la extremidad sudeste del lago de Nicaragua al golfo de Nicoya está muy diferentemente indicada (de aS á 48 millas) en la Carta de la America meridional de Arowsmith ^ y en la hermosa carta del Depósito de Madrid, que lleva el título : Mar de las Antillas , 1809. La anchura del istmo éntrela ribei'a oriental del lago de Nicaragua y el golfo del Papagayo es de 4 á 5 leguas marinas. El Rio San Juan tiene tres embocaduras; las dos mas pequeñas se llaman Taure y Ca7io Colorado. Una de las islas del lago Nicaragua, la de Ometep, tiene un volcan que dicen todavía encendido. V, 2 l8 LIBRO IX. éi cambio con Calcuta y Catitpn, que exami- nando con atención la lista. oficial de los que, durante dos años (desde julio de 1821 á junio de 1825), han hecho el comercio do Londres y Liverpool con la India y la China , se encuen- tran sobre un total de 2 16 buques, dos tercios délos cuales no llegaban á 600 toneladas, un cuarto entre 900 y 1,^00 toneladas, y un sép- timo de menos de 4oo. En Francia, en los puer- tos de Burdeos, Nantes y Habrá, el tonelage- medio de los buques, que hacen el comercio de la India , es de 55o toneladas. La naturaleza de las operaciones emprendidas con los mas re- mólos parages es la que determina la capacidad de los buques que se emplean al efecto. Así es que cuando quieren traerse añiles de Bengala puede p'^recer suficiente, y aun algunas veces preferible, enviar un buque de i5o á 200 to- neladas. El sistema de las pequeña'S expedicio- nes se sigue principalmente en ios Estados Uni- dos, en donde se conoce todas las ventajas de de un pronto cargamento de los buques y de una rápida circulación de los capitales. El porte medio de los buques americanos que van á la CAPITULO XXVI. 19 india, al rededor del cabo de Buena Esperanza , al Perú, y al rededor del de Hornos, es de 4oo toneladas; pero el de los balleneros del Mar del Sur solo es de 200 á 3oo. £11 la ^'^¿í'ica es- pañola se emplean, según una antigua costum- bre, en tiempo de paz, buques de mayor porte; y en Vera Cruz, por ejemplo, donde durante mi residencia en Méjico, entraban 120 á i5o buques que venían de España , su capacidad era generalmente d^e 5oo toneladas; pero en tiempo de guerra , se hacian expediciones para Cádiz de 5oo toneladas. Estos dalos prueban suficientemente que , ea el estado actual del comercio del mundo , un ca- nal de unión, tal como se proyecta án el Océano Atlántico y el Mar del Sur, es suficientemente grande si, porla forma desusecciony la capacidad de sus esclusas^ puede dar paeo á barcos de 5oo á 4oo toneladas. Este es el minimum del límite de las dimensiones , y el que la construcción del canal debe alcanzar ó tener. Este límite supone, según lo que hemos indicado mas arriba, una capacidad casi doble de la del canal del líois- lein , pero meiio'; que la del canal Caíedonio; 2* 20 LIBRO IX. eí primero recibe barcos de ijo Es preciso exceptuar sin embargo las costas del Perú , al sur de Lima, y las de Chile , en cuyo largo se sube muy difí- cilmente del norte al sur. Iríase mas rápidamente de Europa áValparaiso y á Arica por el cabo de Hornos que por el canal de Tsicaragua. Este no será ventajoso para el comercio délas costas occidentales al sur de Lima, sino cuando el cabotage se liaga con barcos de vapor. En su estado actual, el comerci o de la América del norte con la China se hace de tres modos : 1° los buques de los Estados Unidos, cargados de duros, Tan directamente de New Yorck ó de Boston á Cantón, por el cabo de Biiena Esperanza, para comprar allí té, ma- hon, sederías, porcelanas, etc. , y vuelven por el mismo ca- mino; 1° los buques son expedidos al rededor del cabo do Hornos , sea para la pesca de las focas y de los cachalotes en el Océano Pacífico, ó sea para visitar la costa nordeste de ¡a América : si no han adquirido bastantes pieles, toman ma- dera de sándalo y de ébano en la Polinesia : llevan todas estas producciones á Cantón ,.y vuelven por el cabo de Buena Espc- -lanza; Z^ otros buques hacen un comercio, de contrabando de muchos años, visitando sucesivamente Madera, el cabo de Buena Esperanza y la isla de Francia , ó la Nueva Gales me- ridional, algunos puertos de la América del sur y las i.slas del Océano Pacífico : doblan á la ida el cabo de Buena Es- peranza ó el de Hornos; pero como al fin de este largo viage tocan consfantcmente en Cantón, vuelven á los Estados Uni- v. 4 5o LIBRO IX. lados Unidos á Manilla , las expediciones hechas de Inglaterra y del Masachusets á la costa de los Forros ( costa noroeste) ó á las islas del Océano Pacífico para visitar después los mercados de Cantón y de Macao. Juntaré á estas consideraciones comerciales algunas vistas políticas sobre los efectos que puede producir la unión proyectada de los ma- res. Tal es el estado de la civilización moderna, que el comercio del mundo no puede sufrir grandes mudanzas sin que la organización de las sociedades se resienta de ello. Si consiguen cortar el istmo que reúne las dos Américas, el Asia oriental, hoy día aislada é inatacable, en- trará, á pesar suyo, en las mas íiiíimas relacio- nes con los pueblos de casta europea que habi- tan las riberas del Mar Atlántico. Parece que esta lengua de tierra , contra la que se estrella la corriente equinoccial, ha sido hace siglos el ba- luarte de la independencia de la China y del Ja- pon. Penetrando mas allá, la hiiaginacioa se fija dos por la extremidad austral de África. El corte del istmo influirla .podtrosaní ente sobre los dos últimos cauíiuos que Acabamos de traz,a. CAPÍTUO XXVI. 5 i en una lucha entre dos pueblos poderosos cau- sada por el deseo de aprovecharse exclusiva- mente de la nueva v¡a abierta al comercio de los dos mundos. Confieso que no son, ni mi confianza en la moderación de los gobiernos monárquicos y republicanos, ni la esperanza un poco adelantada á las veces en los progresos de las luces y en ei justo aprecio de los intereses, las causas que me aseguran sobre este temor. Si me abstengo de discutir acontecimientos po- líticos tan remotos, es para no entretener al lector del libre goce de una cosa que no existe todavía sino en los votos de algunos hombres interesados en el bien público. El lago de Nicaragua y el Rio San Juan, no pertenecen , como !o han afirmado algunas obras muy modernas, al territorio de la Nueva Gra- nada ; el lago está separado del territorio co- lombiano de Veragua por la provincia de Costa Rica, la mas meridional del antiguo reino de Goatemala. Las grandes obras que servirán á la unión de los mares, colocadas en un pais muy poco poblado , sobre lodo del lado del este, casi sobre ios confines de dos estados independientes 52 LIBRO IX. de América'cenlral y déla meridional, no podrán sacar socorro parasudefeDsamilitarsinod«iPiier- tobello y deCartageaa, dos fortalezas que se ha- llan al viento del castiUo de San Juan de Nicara- gua. Hay sin duda también un camino por tierra de Goatemala á León, pero la distancia es mas de i35 leguas. En el estado actual de cosas, no tanto las plazas fuertes como la miseria del pais, su falta de cultivo y la fuerza de la vegeta- ción, desde el Darien hasta los lo y 1 1 grados de latitud boreal , han hecho infructuosas las invasiones de un enemigo que desembarque inopinadamente sóbrelas costas orientales. Tra- tando esta cuestión importante, no podria apo- yarme sobre un testimonio mas respetable que el del general don José Espeleta que ha sido virey de la Nueva Granada hasta 1796. Este miülar experimentado, en una memoria manus- crita que poseo, y que está dirigida á su suce- sor el virey don Pedro de Mendinueta ' , se ex- presa así sobre la defensa del istmo de Panamá; «V. E. no ignora que el rey, nuestro señor, ha ' Relación del gobierno , parte IV, cap. III , foL 118, I22; i'¿'3 (manuscrito). CAPÍTULO XXVI» 55 hecho \isitar eslas vastas posesiones de Amé- rica por el brigadier Cramer. Este célebre in- geniero ha pesado los peligros que corremos todavía é indicado las fortificaciones que es me- nester oponer al enemigo! El istmo de Panamá es un objeto de la mayor importancia militar que V. E. no debe perder de vista un solo ins- tante. Esta importancia está fundada sobre su configuración geográfica y sobre la proximidad del Mar del Sur. Las baterías de San Fernando, de Santiago y de San Gerónimo, me parecen suficientes para la defensa del puerto. El fortin del Ciiagre , á la embocadura del rio de este nombre, es, seg4in creOj, el punto principal del istmo, siempre en la suposición mas natural que el ataque viene del norte; sin embargo ni la presa de Puertobello, ni la del forlia de San Lorenzo del Chagre no deciden de la posesión del istmo de Panamá. La verdadera defensa de este pais consiste en la dificultad que hallará toda expedición considerable para penetrar en el in- terior. Sobre las cosías meridionales, que están enteramente despobladas , la misma dificultad existe ya hasta para dos ó tres viajanlig aislados.» 54 LIBRO IX. Después de haber (iisculido la extensión de la superficie, la población, los productos y el comercio de las provincias unidas de Venezuela, tanto en su estado actual como en su aumento mas ó menos lejano, fáltame que hablar de las haciendas ó rentas del estado. Este objeto es de tal importancia política, que contiene una dé las primeras condiciones de la existencia de un gobierno : pero después de largas disensiones civiles , después de una guerra de trece años que ha hecho retrogradar la agricultura , estor- bado las relaciones de comercia y agotado los manauliales principales de la renta pública, solo podrá describirse un estado de cosas entera- mente transitorio y poco conforme á la riqueza natural del país. Para tomar un punto de par- tida mas seguro, para juzgar del estado de co- sas, cuando se hayan restablecido la confianza y la tranquilidad , es preciso volver de nuevo á la época que ha precedido ala revolución. De 1790 á 1796 el termino medio del producto liquido de todas las contribuciones, sin comprehender el de la renta del tabaco, era de 1,426,700 pe- sos fuertes. Añadiendo á esto 58&,5oo pesos- » CAPÍTULO XXVI. 5íJ ftiertos como producto neto de la renta del ta- baco , 6e encuentra que la renta de la capitanía general de Caracas^ descontando los gastos de recaudación, era de 2,01 5, ooo pesos fuertes. Esta renta ha ido en diminución á causa de los embarazos del comercio marítimo, en los últi- mos años del siglo XVIIl" y en los primeros del XIX°; pero desde 1807 basta 1810 subió es- ta renta á 2,5oo,ooo pesos fuertes, de los cuales percibieron las aduanas 1,200,000 pesos fuertes, la renta del tabaco 700,000 y la alcabala de tierra y mar /p^tO^^o» Todas estas cantidades han sido consumidas por los gastos de la admi- nistración ; ha habido algunas veces un sobrante líquido de 200,000 pesos fuertes que se han re- mitido al tesorero de Madrid ; pero los ejem- plos de estas remesas han sido sumamente ra- ros. Desde que Caracas no ha recibido el situado de Nueva España, se ha necesitado de tiempo en tiempo echar mano de las cajas igualmente po- bres de Santa Fe. La renta bruta de todas las provincias que forman hoy la república de Co- lombia ha subido, según mis informes, cu el momento de la revolución , á un maximun de seis millones y medio de pesos fuertes ' , de los *' Don José María del Castillo, en su parle ó informe al 56 LIBRO IX. cuales el gobierno de la metrópoli jamas ha percibido mas de un duodécimo. En mi Ensay o político he demostrado que las colonias espa- ñolas en América, en la época de la mayor acti- vidad del comercio y de las minas , han tenido una renta bruta de treinta y seis millones de pesos fuertes ; que la administración inte- rior de estas colonias ha absorvido cerca de veinte y nueve ^ y que solo de siete d ocho tniliones han entrado en el tesoro real de Madrid. Según estos datos, que están fundados en documentos oficiales, y cuya exactitud no ha sido puesta en duda hace quince años, admira ver atribuir tan á menudo todavía , en graves discusiones de economía política, los embara- zos de hacienda de la metrópoli á la emancipa- ción de las colonias. Los impuestos sobre las importaciones y las exportaciones son , en toda la América, el principal manantial de renta pú- blica. Este manantial se ha hecho progresiva- mente mas abundante desde que la corte ha pri- congroso de BogoUi (5 de mayo) no valúa anualmente las rentas ordinarias sino á 5 millones de pesos fuertes. CAPÍTULO XXVI. 57 vado á la compañía de Guipúzcoa del monopo- lio del comercio con Venezuela, compañía de la que, según la expresión extraña de una cé- dula real « todo el mundo podia hacer parte sin derogar á la nobleza y sin perder ni ho- nor ni reputación. » Si se hace presente á la memoria , que en estos últimos años solo la aduana de la Habana ha percibido mas de tres millones de pesos fuertes, y si se considera al mismo tiempo la extensión del territorio y la riqueza agrícola de Venezuela, no podría dudarse del aumento progresivo que va á tomar la renta pública en esta hermosa parte del mundo ; pero el cumplimiento de esta esperanza, y de todas las que acabamos de enunciar, depende del res- lablecimiento d^ la paz, de la sabiduría y de la estabilidad de las instituciones. He expuesto en este capítulo los elementos de estadística que he tenido ocasión de reutúr en mis viages y por mis relaciones no inter- rumpidas con los Españoles americanos. Histo- riador de las colonias , he presentado los hechos en toda su simplicidad , pues qne el estudio atento y exacto de estos licclios es el único me- 5^ Lir.no rjf. dio de alejar las vagas conjeturas y vanas decla- maciones. Esta marcha circunspecta se hace principalmente indispensable cuando debe te- merse ceder demasiado fácilmente á los presti- gios de la esperanza y de las antiguas afecciones. Las nuevas sociedades tienen , como la juven- tud, algo que encanta: conservan la frescura de los sentimientos, la franca é ingenua confianza y aun la credulidad; ofrecen á la imaginación un espectáculo mas aun atractivo que el triste humor y la desconfiada austeridad de estos ran- cios pueblos que parecen haberlo gastado todo, su felicidad , su esperanza y su fe. en la per fecti- bilidad humana. La grande lucha, durante la cual ha comba- tido Venezuela por su independencia, ha du'- rado mas de doce años ; época que, como la ma^ yor parte de los tormentos civiles, ha sido fe- cunda en heroismo, en acciones generosas y en culpables extravíos d^ pasiones exaltadas. El sentimiento del peligro común ha fortalecido los vínculos entre los hombres de diferentes ra- zas , que , extendidos en los llanos y dehesas de Cumaná ó aislados en las altas llanuras de Cun- CAPÍTULO XX VT. 5f) dinnmarcn , tienen tan diferente la organización física y moral como el clima en que viven. La metrópoli ha entrado muchas veces en posesión de algunos distritos; pero como las revolucio- nes renacen siempre con mas violencia cuando no pueden remediarse los males que las pro- ducen, estas conquistas no han sido mas que efímeras. Para facilitar y hacer mas enérgica la defensa se han reconcentrado los poderes y for- mado un vasto estado desde las bocas del Ori- noco hasta mas allá de los Andes de Kiobamba y de las costas ó márgenes del Amazona. La ca- pitanía general de Caracas ha sido reunida al vireinalo de la iNueva Granada , que había es- tado enteramente separado desde 1777. Esta reunión, que será siempre indispensable para la seguridad exterior , y esta centralización de poderes en un país seis veces mayor que Es- paña, han sido motivadas por combinaciones políticas. La marcha tranquila y sosegada del nuevo gobierno ha justificado la prudencia y sabiduría de estos motivos, y el congreso ha- llará menos obstáculos aun en la ejecución de sus benéficos proyectos para la industria GO LIBRO IX. nacional y la civilizaciou , á medida que pueda acor !ar mas libertad á las provincias y ha- cerlas conocer las ventajas que han conquis- tado con su sangre. Bajo toda forma de go- bierno ya establecido, así en las repúblicas como en las monarquías moderadas, deben sít proí^resivas las mejoras para ser saludables. La Nueva Andalucía, Curacas, Cundinamarca, Po- payan y Quilo, no se han hecho estados confe- derados i;;oino la Pensiivania , la Virginia y el Maryland. Sus juntas á íe/jistaturds provin- ciales están directamente sujetas id gobierno de la Colombia. Según el artículo i52 del acto constitucional , deben nombrarse por el presi- dente de ia república los intendentes de los de- partamentos y provincias. Es natural que tal dependencia no sea siempre en provecho de la libertad de los ayuntamientos ó municipalida- des que tiendan á discutir por sí mismos sus intereses locales, y que ella haya dispertado al- guna vez discusiones que podrían llamarse geo- gráficas. El antiguo reino de Quito, por ejem- plo , depende , purias costumbres y por la lengua ue sus inieblos montañeses ó serranos, del Peiú CAPÍTULO WVl, C)l y de la Nueva Granad;). Si Uiviese unn junta pv(f- 'vinciaí, si no dependiese d(íl congreso mas que en cuanto á los impuestos necesarios para la defensa y e! bienestar general de la Colom- bia , el sentimiento de una existencia política individual haria menos interesados á los habi- tantes en la elección ó silla del gobierno central. Esto mismo se aplica á la Nueva Andalucía ó á laGuayana , que son gobernadas por intendentes nombrados por el presidente. Puede decirse qiKí estas provincias se hallan hasta ahora en nna posición casi igual á la de los territorios de los Estados Unidos , cuya población es menor de 60,000 almas. Circunstancias particulares, que no podrán apreciarse con puntualidad en tan grande distancia, han hecho sin duda nece- saria una grande centralización en la adminis- tración civil: toda mudanza seria peligrosa mien^ tras haya enemigos exteriores; pero las formas propias y necesarias para la defensa no son*siem- pre las que favorecen suficientemente, después de la lucha , las libertades individuales y el de- senlace de la prosperidad pública. La misma historia nos prueba que cuando no se ha sabido 62 LIBRO IX. vencer con prudencia esta dificultad, ha sido mas de una vez el escollo donde se han estre- llado el entusiasmo y las afecciones de los pue- blos. Sin romperse los vínculos que deben unir las diferentes parles de la república de Colom- bia (Venezuela, la Nueva Granada y Quito j po- drá poco á poco repartirse una vida parcial ea este grande cuerpo político, no para dividirle, sino para aumentar su vigor. La poderosa unión de la América septentrión- nal ha quedado largo tiempo aislada sin tocar con estados que tuviesen instituciones análogas. Aunque, como hemos dicho mas arriba, los progresos que ella hace en la dirección del este al oeste estén considerablemente amortiguados en la orilla derecha del Misísipi , adelantará sin embargo sin descontinuar hacia las provincias internas de Méjico , y hallará en ellas otra raza., otras costumbres y un culto diferente. ¿ Perte- neciendo la corta población de estas provincias á otra federación nueva , podrá ser ó será en- vuelta por el torrente del este y transformada en un estado angloamericano, como los habitantes ele la Baja Luisiana? Un muy pra"jo Orinoco, al sur y sudeste en cl Rio Negro y Amazona , y el segundo asiento dividelos afluentes de la orilla derecha del Amazona y del Rio de la Plata. Li dirección de estas líneas de cumbres es tal, que si ellas es- tuviesen señaladas por cadenas de montañas, unirian e! grupo de la Pas sma con los Andes de Timana [Reiac. hist. T. Víll, y las mon- tañas del Brasil con el promon torio de los Andes de Sania Cruz de la Sierra, fie Cocha- bamba y del Potosí. INo enunciamos una supo- sición ían vaga, sino para que se comprehenda masfácilmentc la construcción dceslavasla parte del globo. Esta determinación de la Hainira en la intersección de dos planos poco inclinados , estos dos asientos cuya existencia no se ma- nifiesta, como en Volhinia , sino por el curso de las aguas, son paralelos á la cadena costera de V. 6 82 LIBRO IX. Venezuela ; y ofrecen , por decirlo así , dos siste- mas de contra ladera poco desenvueltos, dirigi- dos del oeste al este, entre el Guaviare y el Ca- queta, y entre el Mamore y el Pilcomayo. Es muy digno de notarse también que, en cl he- misferio meridional, la cordillera de los Andes envia hacia el este un inmenso contrafuerte , el promontorio de la Sierra Nevada de Cocha- bamba, adonde empieza la cima que se prolonga entre los afluentes del Madeira y del Paraguay , hacia el elevado grupo de las montañas del Brasil ó de Minas Geracs. Diríase de una cadena longitudinal ( los Andes ) á la que tres eslabo- ues transversales ( montañas del litoral de Ve- nezuela, montañas del Orinoco ó de la Parima y montañas del Brasil j inclinan á juntarse, sea por un grupo intermediario ( entre el lago de Valencia y Tocuyo) , ó sea por simples cimas formadas por la intersección de contraladeras en llanuras. De los tres llanos que comunican por estrechos terrestres , desde los del Bajo Orinoco, del Amazona y del Rio de la Plata ó de Buenos Aires, los dos extremos son dehes;is cubiertas de gramíneas, mientras que el llano CAPÍTULO XXVT. 85 ¡íilermediario, el del Amazona, es un bosque es- peso. En cuanto á los tíos estrechos que forman bandas dirigidas del norte al sur(del Apnreal Ca- queta ai través de la provincia de los Llanos, y del origen del Mamore al rio Piicomayo, al tra- vés de la provincia de los Mojos y Chiquitos), ofrecen llanos desnudos y herbosos como las llanuras de Caracas y de Buenos Aires. En el inmenso espacio de terreno al este de los Andes , que comprehende mas de 4?o,ooo le- guas marinas cuadradas, de las que 92,000 son de pais montañoso, no hay grupo alguno que se eleve hasta la región de las nieves per- petuas, ni aun que tenga la altura de 1^400 toesas. Esta declinación de las montañas en la región oriental del nuevo continente se extiende ' hasta 60° de latitud boreal , mientras que en la parte occidental, sobre la prolongación de l;i cordillera de los Andes, las mas altas puntas se elevan en Méjico ( laí. 18° Sg' ) á 2,'i'jo toesas , las Montanas Peñascosas ( lat. o'j" á 4^° ) ^ i.goo toesas. El grupo aislado de los Aleganis que corresponde, por su posición oriental y por su dirección, al grupo del Brasil no se eleva á 6* 84 LlP.PtO IX. mas de i,o4o loesas '. Las grandes cumbres^ que exceden la altura del Monte Blanco , na pertenecen pues sino á la cadena longitudi- nal que ribetea el Océano Pacífico, desde los 55° sur hasta los 68° norte, es decir, la cordil- lera de los Andes. El solo grupo aislado que compite con las cumbres nevadas de los Andes equinocciales y que tiene cerca de 3,ooo toesas, es la Sierra de Santa Marta que no está colo- cada al este de las (Cordilleras, sino entre la prolongación de dos de sus ramales , cuales son Mériday Veragua. Las Cordilleras que adornan el Mar délas Antillas, en la parte que designa- mos con el nombre de cadena litoral de Vene- zuela ^ no llegan á esta altura extraordinaria ( 2,4oo toesas ) que tienen en su prolongación hacia Chita y ¡Mérida. Considerando aislada- mente los grupos del este, los del litoral de Ve- nezuela , de la Parima y del Brasil, se les V(; disminuir del norte al sur. Las mas altas cimas de cada grupo son la Silla de Caracas ( i ,55o ' El punto culminante Je los Alcgauis es Motmnt AVas- hington, en el New Hamspliire , latit. /¡^° '/.„ el cual tiene ^ según el capitán Patridge, 6,634 pi^s ingleses. CAPÍTULO XXVI. 85 tocsas ), el pico de Duida ( i ,5oo toesas), el lla- columi y el Itambe ' (900 toesas). Pero, co- mo he observado ya en otro parage ^ , seria un error juzgar de la altura de una cadena de montañas tínica mente según la altura de las cimas mas elevadas. El pico de Ili malaya ', el mas exactamente medido, es 6^6 toesas mas alto que el Chimborazo, este 900 toesas mas alio que el Monte Blanco, y este 665 toesas mas alio que el pico de Nelhu '•. No dan estas dife- • Según ]a medida de MM. Spix y Martius, el Itambe Ja Yilla do Principe tiene 5,590 pies de altura. M^rtins , Fhy~ sognomie des PJlanzenrcichs in Brasilien. 1824 ? P^íí- ^■^• =■ Véase mi primera memoria sobre las mon lañas de la Iiulia en los Anales de química y de física ^ 1816 , tom. III, pág. 3 1 3. *E1 pico de Jewaliir, latit. 3o° 2'¿' ly", longit. 77° 35' 7" al oriente de Paris. Altura 4,o36 toesas , según MM. Hogd- son y Herbert. '^ Este pico , llamado también Anetlion ó Rlalaliita , ó pico oriental de Maladeta, es la mas alta cima de los Pirineos, la cual tiene 1,787 toesas de elevación, y excede por conse- cuencia de 40 toesas al Monte Perdido. (Vidal y Reboul , en los Anales de química , tom. V, pág. 234, y en el Diario de física; 1822, Dec,pág. 418. Cliarpenliet\, Ensayo sobre la constit. geognóst, de los Pirineos , pág. 823 , SSq.) 56 LIBRO IX. rencias las relaciones déla altiiramedia del Hí- malaya, délos Andes, de los Alpes y de los Pi- í-ineos , es decir, la altura de la espalda de ids montañas , sobre la cual se elevan picos, agujas ó cúpulas redondas. En la parte de esta espalda se practican los pasos que proporcionan una medida precisa del minimuiii de altura que tienen las grandes cadenas. Comparado el con- junto de mis medidasi, con las de IMoorcroft, Webb y Hodgson, de Saussure y de Piamond, evaluó la altura inedia de la cima del Hima- laya, entre Jos meridianos de '-5° y 77°, á 2,45o toesas ; do los Andes ' ( eu el Perú, en Quito • En el paso de Quindiu , entre el valle de la Magdalena y el del lio Caura , he encontrado el punto culminante (la Ga- rita de Páramo) a 1,798 toesas de altura absoluta, y es sin embargo uno de los puertos ó cumbres que se tiene por les menos elevados. Los pasos de los Andes de Guanacas, de Guanami y de Micuipampa tienen -2,300, i,7i3 y 1,817 toesas de altura sobre la superficie del Océano. El camino que atraviesa los Andes, entre Mendoza y Valparaiso, por los 33° de latit. sur, tiene también 1,987 toesas de altura. Véanse mis Ohserw asíron. , toin. I, pág. 3i2, 3i4, 3i6, y Caídas, seminario de Santa Fe de Bogotá, tom. I, pág. 8 y 38. No bago mención dely;«c/<'o del Assuaj, en donde be CAPÍTULO XXVI. 87 y en la Nueva Granada ), á i,85o loesas; de la cima de los Alpes y de los Pirineos á 1,1 5o toe- sas. La diferencia de la altura media de las Cor- dilleías ( entre los paralelos de 5** norte y 2° sur ) y de ios Alpes de la Suiza es por consi- guiente de 200 toesas mas pequeña que la de sus mas altas cumbres , y comparando los pa- sos de los Alpes, se ve que la elevación media de su cumbre es casi la misma, aunque el pico Nelhu tenga 600 loesas menos que el Monte Blanco y el Monte Rosa. Al contrario, entre el llimalaya ' y los Andes ( considerando estas pasado cerca dü la ladera de Cadlud, sobre una cresta de 2,42b toesas de elevación , porque es un paso por una punta transversal, que reúne dos cadenones paralelos entre sí. • Los pasos del Himalaya que conducen de la Tartaria cliina al Indostan (Nitee-Ghaut, Bamsaru, Cliatoulgliati, etc.) tienen de 2,400 á 2^700 de altura absoluta. En cuanto á la cima mas elevada del Himalaya, no be querido escogerla sino entre los picos que están situados entre los meridianos del lago Mana- sarowar y de Balaspore, que son los tínicos que ban sido medidos con mucha precisión por MM. Weblí , Hodgson y Herbert. [Jsiat. Research, tom. XIV, p. 187, 273; Edimb. Phil. Jourri., i823 , in-18, pág. 3i2.)No se conoce, dice ti 88 r-iHRo ix. cadenas en los limites que acabo de ¡tuücar), las diferencias entre la altura media de las ci- mas y la de las cumbres mas elevadas conser- van casi las mismas relaciones. Aplicando un ra- ciocinio análogo á los tres grupos de montañas que hemos hecho conocer, al este délos Andes, hallamos la altura media déla cadena del litoral de Venezuela de •j5o toesas, la de la Sierra Pa- rima de 5oo toesas , y la del grupo brasileño de 4^0 toesas; de donde se sigue que las mon* capitán Hodgvon, ninguna medida igualmente precisa al sud- este de lat. 3ü° 11', y long. 77° 3;'; pero es posible que bajo el meridiano de Gorukpur y en el de Tiungpur baya cimas mas elevadas todavía ; y se lia concluido en efecto , según ángulos tomados á muy largas distancias, que el pico Chainalai'i, cerca del cual lia pasado Tourner yendo á Tissu-Lumbu, y el pico Dhawalagiri al sur de Mustnng , cerca del nacimiento del Gunduck , ^tenían hasta 28,077 pies ingleses (/5,3go t.) de allui'a i^Jomn. of the voy. inslitut, 1821 , t. II, p. 222.) La medida del Dhawalagiri, por Webb, tan hábilmente dis- cutida por M. Colebroke , ha sido confirmada por M. Blake : pero í'n el cuadro presentado en esta memoria ^ he creido quesería mas prudente por el momento dar la preferencia al pico de Jewahir, medido por I\I. ílcrbert. Estas medidas serán discutidas en otro lucar. CAPÍTULO XXVÍ. 89 lañas de la región oriental de América del Sur, son, entre los trópicos, á la elevación media de los Andes como i á 5. lié aquí el resumen de algunos datos numéricos, cuya comparación ofrece ¡deas mas precisas sobre la estructura ' de las montañas en general. * Los puertos ó pasos indican el ininiíiiiiin de altura á que desciende la cumbre de las montañas en tal ó tal región ; luego, teniendo la vista sobre los principales pasos de los Alpes de la Suiza (puerto de Stigne, 1,26 j toesas; Terret, i.,igi t. ; Monte Genis, 1,060 toesas, Pequeño San Bernardo, 1,125 toesas; Grande San Bernardo, 1,246 toesas; Simplón, 1,029 toesas; San Gothard , i^oGS toesas; la Horca , 1,9.5a toesas), y sobre los de los Pirineos (Picade, i,2/|3 toesas ; Benasque, i,23i toesas; la Olere, 1,196 toesas ; Pinede , 1, 2!}i toesas; Gavarnic, 1,197 toesas; Cavíircro, i,i5i tcesas; Tournalet , 1,126 toesas\ seria difícil afirmar que la cumbre de los Pirineos es mas baja que la altara media de los Alpes de la Suiza {^Ramona ^ T'iage al Monte Perdido ^ P^tJ- ^-■''j' Lo que caracteriza esta última cadena, es la elevación relativa de las cimas, que es mucho menor en los Pirineos, en !<>s Andes y en el Himalaya : pues que, aun adoptando la medica del Dhawalagiri (4,3go toesas), no se encuentra, en cr.anto al Himalaya , sino la proporcioh de i : i , 7. 90 LICRO IX. B g a, — ' es « « lO co o fO O o C/3 H o w Q bajo cada zona, los mayores levantaniientos liari producido cúpulas de traqidte; el granitogneis y el micaesquita constituyen , en el grupo ca>s¡ aislado de la Sierra Nevada de Granada , el pico de Mulhacen ', como en las cadenas continuas ' Este pico, scguu la nivelación del S' Clcnicnle Rojai, capítulo XXVI. 9v> ríe los Alpes, de losPirine«s, y verosímil mente lambien del Ilimalaya ', constituyen las cum- bres de las crestas. Quizá estos fenómenos, dis- cordantes en apariencia , son los efectos de una misma causa : acaso los granitos , los gneis y todas estas pretendidas tnontañas primitivas neptunianas son debidas á fuerzas volcánicas así como los traquites , pero á fuerzas , cuya acción se asemeja menos á las de los volcanes todavía encendidos de nuestros dias, y que vo- mitan lavas que entran inmediatamente, en el momento de la erupción , en contacto con el aire atmosférico. ¡No me pertenece discutir aquí esta grande cuestión teórica. tiene 1,826 tocsas de altura sobre el nivel del mar; yes por con- secuencia 39 tocsas mas elevado que las montañas mas altas do los Pirineos (el pico granítico de Netliu), y 87 mas bajo que el pico traquítico de Tenerife. La Sierra Nevada de Granada forma un sistema de montañas de raicaesquita que pasa al gneis , y que contiene bancos de cufotides y de grunstein. Ve'ase la interesante noticia geognóstica de don José Rodrí- guez en los Añales de química , tom. XX , pág. <)8. • Para juzgar según las muestras de rocas cogidas en las gargantas y pasages de Himalaya , ó llevadas por los tor- rentes. g4 LIBRO IX. Después de haber examinado la estructura general de la América meridional , según consi- deraciones de la geognosia comparada , voy á hacer conocer separadamente los diferentes sistemas de montañas y de llanuras , cuyas mutuas relaciones tienen una influencia tan po- derosa sobre el estado de la industria y del co- mercio de los pueblos del nuevo continente. No daré sino una vista general de los sistemas colocados fuera de los límites de la región que hace el objeto especial de esta memoria. Como la geología está esencialmente fundada en el estudio de las relaciones de yuxtaposición y si- tio , no he podido tratar aisladamente de las ca- denas del litoral y de la Parima , sin hablar de los otros sistemas colocados al sur y al oeste de Venezuela. A. Sistemas de montanas. A. Cordilleras de los Andes. De todas las ca- denas del globo, esta es la mas continua, la mas larga , la mas constante en su dirección del sur al norte y al norte noroeste. Se apro- cAi'írtLO xxYi. 95 5¡ma desigualmente ( de 22° y 55° ) á los polos norte y sur. Su desenvolvimiento es de 2,800 á 5,000 leguas (de 20 al grado), largura que ¡guala la* distancia del cabo Finisterre, en Galicia, al cabo Nordeste ( Tschuktschoi-Noss ) del Asia. Poco menos déla mitad de esta cadena perte- nece á la América meridional de la que sigue, para decirlo así, las costas occidentales. Al norte de los istmos de Cupica y de Panamá, después de una enorme declinación , toma la apariencia de una cresta casi central, formando el dique peñascoso que reúne el grande continente de la América septentrional al continente del sur. Las bajas tierras al este de los Andes de Goate- mala y de la Nueva España parecen haber sido tragadas por las aguas, y forman hoy dia el suelo del Mar de las Antillas. Como mas allá del paralelo de la Florida , el continente se en- sancha de nuevo hacia el este, las Cordilleras de Durango y del Nuevo Méjico, así como lis Montañas Peñascosas que son la continuación de estas Cordilleras, parecen de nuevo también arrojadas hacia el oeste, es decir, hacia las cos- tas del Océano Pacífico , quedando sin embari'o 96 LIBRO IX. ocho Ó diez veces mas lejos de ellas que en el hemisferio austral. El escollo ó islote granítico de Diego Ramírez, al sur del cabo de Hornos, y las montañas que terminan ' á la emboca- dura del Rio de Mackensie ( lat. 69°, long. i3o° I ), mas de 12° al oeste de las Montañas ' Fijo lalongilud de la extremidad septentrional de la ca- dena de los Andes en las Rochy Mountains , según las cor • recciones que las observaciones del capitán Franklin han he- cho poner recientemente en la carta de RI, Mackensie. Los errores, por los 67° y Gg" de latitud, parecen de 4° á (i° en longitud : pero en el paralelo del lago de los Esclavos son casi nulos. (Embocadura del Rio de Mackensie, según Fran- klin, 128; según Mackensie; i35°, embocadura del Copprr jlfi«e iííVer, según Franklin , 11 5o "h-' ; según Mackensie y Hearne , 1 1 1» ; embocadura del Rio del Esclavo en el lago de este nombre , según Franklin , 1 1 a" 45'j y según Mackensie , ii3° al oeste de Gi-cemvích.) De estos datos resulta : 1° que las Montañas Peñascosas se encuentran bajo el paralelo de 60°, y GS", por 124 y isS" de longitud al oeste del meridiano de Paris; n." que la extremidad boreal de la cadena al este de la embocadura del Rio de Itlackensie está por los 1 3oo ao' de longitud ; y 3° que el grupo de las Montañas de Cobre está por los 118" y 119° de longitud, y 67^ y 68° delatitud. Franklin, Journ. lo the Polar Sea ^ G3S. CAPITULO xxvr. ♦ 97 flc'Grunsfcin ' conocidas bajo la dcnomlnaciojí de CopperMountains, y recientemente visitadas por el capitán Frankiin , pueden mirarse como las dos extremidades de los Andes. El pico colosal del San Elias y el delBeaulems (Mount-Fairwea- iher, del INuevo Norfoik, no pertenecen, para hablar claro, á la prolongación septentrional de la cordillera de los Andes, pero si á una cordi- llera paralela (á los Alpes Marítimos de ia costa noroeste) que se prolonga hacia. la península de la California , y que está ligada por cimas trans- versales y un terreno montuoso , entre los 45° y 53° de latitud, á los Andes del Nuevo Méjico [Rco/d Mountains ). En la América meridional ( y es á esta paríe del nuevo continente que está parlicularmeníe restricto mi cuadro geo- gnóstico), la anchura media de la cordillera de los Andes es de i8 á 22 leguas ^ No es ^ Véase una excelente memoria geognóstica de M. Richar- dson , en Franldin^ Journ. , pág. SaS. ' La poca anchura de esta inmensa cadena es un fenómeno muy digno de atención. Los Alpes de la Suiz.a se extienden en los Grisones y en el Tirol hasta 36 y 40 leguas de an- chura , sea en el meridiano del lago de Come y del cantón de Apenzel , ó sea en el meridiano de Bassano y de Tegernseo. V. ' 7 98 * LIBRO IX. sino en los nudos ó grupos de montañas , y en donde la cordillera se engruesa por con- trafuertes y se divide en muchos eslabones casi paralelos, que se juntan por intervalos ( por ejemplo, al sur del lago de Titicaca ) que tienen mas de 100 y 120 leguas de anchura en una dirección perpendicular á su eje. Los Andes de la América ineridionai bordan , hacia el oeste , las llanuras del Orinoco, del Amazona y del Rio de la Plata , semejantes á un muro peñascoso ( cresta de veta ) que hubiera sido elevado al través de una quebraja de i,5oo leguas de largo , y dirigida del sur al norte. Esta parte levantada ( si es permitido servirse de una expresión fundada sobre una hipótesis geognóstica ) tiene 58,900 leguas cuadradas de superficie entre el paralelo del cabo Pilar y del Choco septentrional. Para hacerse una idea de la variedad de rocas que este espacio puede ofrecer á las observaciones del viajante, es pre- ciso acordarse que los Pirineos , según las va- luaciones de M. de Charpentier no ocupan mas de 768 leguas cuadradas marinas. ' Cerca de 1,200 leguas cuadradas de Francia. CAPÍTULO \\\l. ■ Oí) El nom])r(í do Andes , en idioma quichua (idioma del Inca), que carece de los conso- nantes d, fy g, Antis ó Ante paréceme derivar de la voz peruana anta que significa cobre y metal en general. Se dice aun anlachacra , mi- na de cobre; antacuri, cobre mezclado con oro; puca anta, cobre ó metal rojo. Así como el grupo de los Montes Altai \ en los dialectos turcos, ha tomado la denominación de la pa- labra aüor ó ailin (oro), la Cordilleras han debido llamarse comarcas de cobre ó Anti-Suyu á causa de la abundancia del meíal que los Pe- ruanos emplean para sus ustensilios. El inca Garcilaso, hijo de una princesa peruana, que escribió con una grata simplicidad la historia de su pais natal en los primeros años de la con- quista, no da etimología alguna del nombre de los Andes. Se limita á oponer Jnti Suyu ú la región de las cimas cubiertas de nieves eter- nas (ritiscca) á las lianui^as ó Yuncas, es decir, á ¡a región baja del Perú. He pensado que la ' Klaproí/i, Asia poliglota , pag. 9.21. Me parece menos probable cpic la nación de ios Antis haya dado su nombre á las montañas del Perú. 100 IIBRO IX. etimología de la mas larga cadena del globo no debia ser sin ínteres por la geografía mineraló- gica. La estructura de la cordillera de los Andes , es decir, su disposición en muchos eslabones casi paralelos que se reúnen en nudos de ^non- tañas es muy notable. Nuestros mapas indican esta estructura de un modo imperfecto; y lo que La Condamine y Bougner habían adivinado de ella , durante su larga morada sobre la meseta de Quito, ha sido generalizado y mal interpre- tado por aquellos que han descrito toda la ca- dena según ol tipo de los Andes ecuatoriales. He aquí lo que he podido juntar de mas posi- tivo por mis propias averiguaciones y por una correspondencia activa de veinte años con los habitantes de la América española. El grupo de islas muy aproximadas, vulgarmente llamado Tierra de Fuego, en que empieza la cadena de los Andes, es una llapura desde el cabo del Espíritu Sanio hasta el canal San Sebastian. Al oeste de este canal , enlre el cabo San Valentino y el cabo Pilares, está el pais cubierto de-mon- tañas graníticas (desde el Morro de Santa Águeda CAPÍTULO XXVI. 101 hasla el cabo redondo) que tienen una capa caliza conchuda. Los navegantes han exagerado mu- cho la elevación de esas montañas de la Tierra de Fuego, entre las que parece haber un volcan todavía encendido. El S' de Churruca no ha hal- lado el pico occidental del cabo Pilares ( lat. 52° 45' sur ( sino de 218 toesas ^ Aun el cabo de Hornos no tiene probablemente mas de 5oo toesas "* de elevación. Sobre la orilla septentrio- nal del estrecho de Magallanes, la llanura se ex- tiende desde el cabo de las Vírgenes hasta el cabo Negro: en este cabo, la cordillera se eleva repentinamente y llena todo el espacio hasta el cabo Victoria (lat. 62° 22 ). La región entre el cabo de Hornos y la extremidad austral del con- tinente se semeja bastante al origen de los Piri- neos, entre el cabo Hondo ( cerca del golfo do Rosas ) y el puerto de Pertus. Ignórase la altu- ra de la cadena patagónica; parece sin embargo ' Relación del viage al c5lrcclio de Magallanes. Apen_, i7!)5> pág- 76. ^ Stile ve muy dislinlamcnte ú 6o millas de dislancia j lo que úi\ coulai' el efecto de la refracción lerrcstre le daría io8 toesas. 102 LIBRO IX. que al sur del paralelo de 48" ninguna cumbre ;ticanza todavía la elevación del Canigu (i,45o totísas) que está colocado cerca de la extrenii dad oriental de los Pirineos. En esta región aus- tral , en donde los veranos son tan cortos y tan fríos, el límite inferior de las nieves eternas de- be bajarse por lo menos tanto como en el he- misferio boreal, en Noruega, por los 63° y 64° de latitud , por consiguiente debajo de 8oo toesas '. La grande anchura de la banda de nie- ' Para poder formar uri juicio sobre el límite de las nieves, entre los 48° y 5i°, en las tierras patagónicas, me fundo so- bre la analogía del clima de las islas Maluinas (lat. Si" 25'^ , el único punto igualmente austral que conocíamos con pre- eisíón. Es verdad que la temperatura media del año entero en estás islas corresponde á la de Edimburgo (lat. 55° 71'} en el hemisferio boreal ; pero tales son las diferentes estaciones en los dos hemisferios, sobre una misma línea isoterme, que la temperatura media de los estíos es en Edimburgo de 14° 6', y en las islas Maluinas apenas llega á ii» l^. Luego la línea isoterme de ii" á 12° pasa, en nuestro hemisferio, sobre las costas orientales de la Westrobotnia , por los 64° de latitud , y se sabe que en estíos tan fríos corresponde una altura de nie- ves perpetuas de 75o á 800 toesas. Véíise mi Memoria sobro las lincas isolcrrnes , pág. 112. r,ArÍTi:LO xxvi. lo > ve, cuyas cimas patagónicas eslan envucilas, no justifica pues la idea que los viajantes se forman de su altura, por los 4^° de lat. sur. A medida que uno se adelanta hacia la isla de Ghiloe , las Cordilleras se aproximan á la costa. El archipiélago de los Chonos ó Huaylecas se presenta como el resto de un inmenso grupo de montaíias sumergidas por las aguas. Brazos de mar estrechos ( esteros ) llenan los valles mas bajos de los Andes, y recuerdan los fiords de la INoruega y del Groenland. Aquí es donde se ha- llan "^ colocados, del sur al norte, los Nevados de Maca ( lat. 45° 19' ) de Cuptana ( lat. 44° 58' ) de Yánteles (lat. 45° ^2'), del Corcovado de Chayapirca ( lat. 42° 52' ) y de Llebcan (lat. 41" 49' ). El pico de Cuptana , se eleva , como el de Tenerife , del centro de los mares , pero como apenas puede verse á 4o leguas de distancia, su elevación no puede llegar á 1 ,5oo toesas. El Cor- covado, sobre la costa del mismo continente , frente ala extremidad austral de la isla deChiioe ' Manuscritos y Cartas de don José de Moraleda. [ Véase también sir Charles Gicsecke , en Scoreshy. Voy. to Wesl- Greenland ^ pág. 467.) 104 LIBRO IX. parece tener mas de 1,950 toesas; es quizá la mas alta cima del globo entero, al sur del pa- raielo de 1^2" de latitud austral. Como al norte de San Carlos de Cliiloe, en toda la largura del Chile hasta el desierto de Aíacamo , liis bajas regiones occidentales no han sido absorvidas por las aguas, los Andes parecen allí mas dis- tantes de las costas. El abad Molina % siempre positivo en lo que está dudoso, asegura que las Cordilleras del Chile forman tres eslabones pa- ralelos, cuyo intermediario es el mas elevado ; pero para probar que esta división no es de nin- gún modo general , basta recordar la nivelación barométrica hecha por los S'^'^' Bauza y Es- pinosa, en 1794 j entre Mendoza y Santiago de Chilcc El camino que conduce de una de estas ciudades á otra se eleva poco á poco de 700 á 1 ,987 toesas; y luego que se ha pasado el cuello de los Andes [la cumbre, entre las misiones delRefugio, llamadas Calaveras '^ las Cuevas) se baja continuamente sin detenerse hasta cí valle tcm¿)iado de Santiago de Chile, cuyo íon- ' Sdggio , páj^. 4, ''8, /,8, comparado á los inanuscritob (le M. JScc , botánico de Ja rspcclicion tic Makispina. CAPITULO XXVI. 105 do solo se eleva á 409 loesas sobre el nivel del Océano .La misma nivelación nos ha hecho co- nocer el minimuin de altura á que se sostiene en Chile, por los 55° de lat. austral, el límite inferior de las nieves , que no baja en verano á 2,000 toesas *. Creo poder concluir, según la analogía de las tnontafias nevadas de Méjico y de la Europa austral , y considerando la dife- rencia de las temperaturas estivales de los dos hemisferios, que no podría haber en Chile ver- daderos ?iei;aí/(?5, en el paralelo de Valdivila (lat. 40°) menores de 1,500 toesas , en el de Valpa- raíso (lat. 25°) menos de 2,000 toesas , en el de Copiatú ( lat. 27°) menos de 2,200 loesas de altura absoluta. Estos son números límites, y mí- nimum de elevación que debería tener, por di- ferentes grados de latitud, la punta de los An- des de Chile, para que sus cimas, mas ó menos agrupadas , excediesen la línea de las perpetuas nieves. Los resultados numéricos que acabo de consignar aquí , se fundan en las leyes de la dis- tribución del calor. Tienen hoy dia la misma ^ En ol Himalaya , sobre ¿a ¿culera incridional ^ on)pi(.z;tn va bs nieves , 3° mas del ecuador, á 1,970 toesas. 106 LIBRO IX. importancia que tenían en la época ya algo re- mota de mis viages en América, poique no existe niun solo nevado , cuya altura no haya sido determinada sobre el nivel del Océano , bien sea por una simple Tnedida geométrica ^ ó bien por ios medios combinados de medi- das barométricas y geométricas '. Entre los 55° y iS*" de latitud austral, entre los paralelos de Valparaíso y de Arica, se re- fuerzan ó aumentan los Andes hacia el este con tres notables barrancos, que son los de la Sierra de Córdova , de Salta y de los nevados de Co- chabamba. La Sierra de Córdova ( entre los^ 55° y 5i° latitud ) está atravesada en parte, y en parte costeada por los viageros que se diri- ' El empleo ó uso simultáneo de estos dos medios es abso- lutamente necesario donde no puede medirse una base al nivel del mai", ó ejecutar una nivelación desde la llanura en que se ha medido la base hasta las costas. La falta de baró- metros portátiles y la ignorancia del uso de los instrumentos de reflexión y de horizontes artificiales han disminuido en las altas montañas los progiesos de la geografía física y han da- ñado sobre todo á la hipsometría de los Andes délas mon- tañas peñascosas. CAPÍTULO XWI. ICJ gen (le Buenos Aires á Mendoza : es, por de- cirlo así, el promontorio mas meridional que se introduce en las pampas, hacia el meridiano de 65°; y da nacimiento al gran rio conocido con el nombre de Desaguadero de Mendoza , y se extiende desde San Juan de la Frontera y San Juan de la Punta hasla la ciudad de Córdova. El segundo contrafuerte, ia Sierra de Salla Jujui, cuya mayor anchura se encuentra bajo los 25° latitud, se ensancha progresivamente desde el valle de Cajamarcay desde San Miguel delTucuman hacia el Rio Vermejo (long-G/j"). Kn fin el tercer contrafuerte , que es el mas mages- tuoso de todos, la Sierra Nevada de Cocha- hamha y de Santa Cruz (de los 2 2° á los 1 7° | la- titud), se une al grupo de las montañas de Porco y forma el punto de partición [divortia aqua- rum) entre el Rio de las Amazonas y el de la Plata. Cachimayo y el Pilcomayo , que nacen entre Potosí , Talavera de la Puna y la Plata ó Chu- quisaca^ corren hacia el sudeste , mientras que el Parapiti y el Guapei ( Guapaix ó Rio de Mizque ) vierten sus aguas hacia el nordeste en el Mamore. La punta de partición ^ estando iOS LIBRO IX. colocada cerca de Ghayaata, al sur de Mizque, de Tomina y de Pomabamba, casi sobre la calda meridional de la Sierra de Cochabamba, por los 19° y 20° de latitud , el rio Guapei es forza- do de hacer el giro del grupo entero para llegar á las llanuras del Amazona, y casi lo mismo que hace en Europa el Poprad , aíluenle de la Vis^ tula, para llegar de la parte meridional de los Cárpales, delTalra, á las llanuras de la Polonia. He hecho ya observar mas arriba que en donde las montañas cesan (al oeste ' del meridiano de 66" i) la punta de partición de Cochabamba sube, hacia el nordeste, á los 16" de latitud, no formando, por la intersección de dos planos poco inclinados , sino un asiento en medio de las sávanas, y separando las aguas del Guapore, afluente del Madeira, de las del Aguapehi y Jau- ' Supongo, con el capitán Basilio Hall, d puerto de Valpa- raiso en los 71° 3i'al este de Grecnwich , y coloco Córdova 8° 40', Santa Cruz de la Sierra 7° 41' al ísle de Valparaíso. Las longiti-i! i indicadas en el texto , y constanteuicnte referidas en el meridiano del observatorio de París , no son tomadas 12 í embarcadero, al confluente del Imasa en donde unos troncos de chinchona , fáciles á transplan- tar á Cayena y á las Canarias, se aproximan al Amazona : pero en el famoso estrecho de Man- seriche , las rocas apenas tienen 4o toesas de ele- vación, y mas al este , las últimas colinas se ele- van cerca de Jeberos hacia la embocadura del rio Huallaga. Para no interrumpir la descripción de las Cordilleras, entre los i5° y 5° | de latitud , en- tre los nudos de montañas de Cuzco y de Loja , he pasado en silencio hasta ahora el ensancha- miento extraordinario que toman los An(!es cerca de Apolobamba. Como los manantiales del rio Beni se hallan en este contrafuerte que se prolonga hacia el norte mas allá del con- fluente de este rio con el Apurimac, designaré el grupo entero bajo el nombre de contrafuerte del Beni. He aquí lo que he sabido de mas se- guro sobre estas comarcas , por personas que han habitado largo tiempo Apolobamba , el Real de las minas de Pasco y el convento de Ocopa. A lo largo de toda la cadena oriental de Titicaca, desde La Paz hasta el nudo de líua- 5 2 9 Ur.RO IX, nuco (lat. 17" já 10° j) un terreno montuoso' muy ancho está pegado hacia el este á la caida de los Andes. No es un ensanchamiento de la cordillera oriental misma , sino unos contra- fuertes poco elevados que siguen el pié de los Andes como una penumbra, llenando todo el espacio entre el Bcni y el Pachitea. Una cadena de colinas adorna también la orilla oriental del Bcni bástalos 8° de latitud; pues según noticias muy exactas que me ha dado el padre Narciso Gilbar , los rios Coanache y Magua , dos afluen- tes del ücayali, desembocando (por los 6° y 7°^ de lat. ) vienen de un terreno montuoso entre el ücayali y el Javari. La existencia de este ter- reno por una longitud tan oriental (probable- mente long. r/j") es tanto mas notable cuaolo que, cuatro grados de latitud mas al norte, no se halla un peñasco ni una colina al este de .lo- beros ó déla embocadura del Huallaga (longi- tud 77'' 56'). Acabamos de ver que el contrafuerte del Beni, especie de ramal lateral, se pierde hacia los 8° de latitud: la cordillera entre ücayali y el Huallaga se termina bajo el paralelo de 7"" CAPITULO XXVI. 12 vi reuniéndose, al este de Lamas, al eslabón de Cha- chapoyas, prolongado enlrí; el Huallaga y el Amazona. En fin, este último eslabón ó cordi- llera que hemos designado también bajo el nom- bre de central, después de haber formado los raudalesylas cataratas del Amazona, entre To- mependa y San Borja, gira hacia el norte nor- oeste, y se junta al occidental, el deCajamarcas ó de los nevados de Pelagatos y Huaylillas , p;ira formar el gran mido de inontdñds de Laja. Esteno tiene mas que unaallura media de i,ooo á 1,200 toesas; su clima templado le hace parti- cularmente propio á la vegetación de los árbo- les de quina, cuyas mas hermosas especies cre- cen en las florestas célebres de Cajanuma y de Uritusinga , entre el rio de Zamora y el Cachi- yacu entre Tavacona y Guaocabamba. Muchos siglos antes que se conociese la quina de Popa- yan y de Santa Fe de Bogotá (lat. bor. 2° \i\ 5") de Huacarachuco, de Huamalies y deHuanuco (lat. meridional 9" á 11'') el nudo de montañas de Loja fué mirado como la sola región de la que podia sacarse la corteza febrífuga del cin- cliona. Este nudo ocupa el vasto terreno entre 124 LICRO IX. Guancabamba , Ayavaca, Orla, y las ciudades arruinadas de Zanfora y de Loyola , de los 5 | á los 5° I de latitud. Algunas cumbres (los pá- ramos de Alpachaca, de Saraguru, de Saba- nilla, Gueringa, Chulucanas, Guamani, Yamoca que he podido medir) se elevan de i ,58o á i ,72o toesas, pero ni aun se cubren esporádicamente de nieves, cuya caida no tiene lugar por esta la- titud , sino por cima y de 1 ,86o y de i ,900 toesas de altura absoluta. Hacia el este, bajando al Rio de Santiago y al rio de Charaaya , dos afluentes del Amazona , las montañas bajan rápidamente entre San Felipe, Matara y Jaén de Bracamoros , y no tienen ya mas de 3oo á 5oo loesas de ele- vación. Aproximándose á las montañas de micaesquita de Loja , hacia el norte, entre los páramos de Alpachaca y de Sarar (por los 5° i5' de lat. ) , eí nudo de montañas se ramifica en dos ramales que abrazan el valle longitudinal de Cuenca. Esta separación no dura sino sobre una largura de 1 2 leguas , pues por los 2° 27' de latitud , las dos cordilleras se reúnen de nuevo en el nudo delAsuay, grupo traquilico cuya meseta cerca CAPÍTULO XXVI. 1 25 de Cadlud tiene 2,4^8 toesas de altura , y entra casi en la región de las perpetuas nieves. Al nudo de montañas del Asuay, que ofrece un paso de ios Andes muy concurrido entre Cuenca y Quito, sucede (lat. 2"! á o" 4o' sur) otra partición de las Cordilleras hecha célebre por los trabajos de Bouguer y de La Conda- mina, que han colocado sus señales ya sobre una ya sobre otra de las dos cadenas. La orien- tal es la del Chimborazo (3j35o toesas) y del Carguairazo ; la occidental, la cadena del vol- can Sangay, délos Collanes y de Llanganate. La iiltima está quebrada por el rio Pastazn. El fondo de la llanura longitudinal que estos dos eslabones limitan desde Alausi hasta Llacta- canga, es poco mas elevado que el fondo de la llanura de Cuenca. Al norte de Llactacanga por los 0° 4o' de latitud, entre las cimas del Ili- niza (2,'-i'y toesas) ydelCotopaji (2,950 toesas) la primera de las cuales pertenece á la cadena del Chimborazo, la segunda ala del Sangay , se halla el nudo de Chisinche , especie de dique estrecho que cierra la llanura y divide las aguas entre el Océano Atlántico y el Mar del 126 LIBRO IX. Sur. El alto de Chisinche no tiene mas que 8o toesas de altura sobre las mesetas vecinas. Las aguas de su falda septentrional forman el Rio de San Pedro que, uniéndose al rio Pita, de- sagua en el Gualabamba ó Rio de las Esmeral- das. Las aguas de la falda meridional, que se de- signan mas particularmente bajo el nombre de cerro de Tiopullo, van al Rio de San Felipe y al Pastaza, afluente del Amazona. Mas allá de la cumbre de Chisinche, la bi- partición de las Cordilleras empieza de nuevo y continua desde o" ¿¡o' de latitud meridional hasta 0° 20'^de latitud boreal, es decir hasta el volcan de Imbabura cerca de la villa de Ibarra. La cordillera oriental presenta las cimas ne- vadas de Antisana (2,992 toesas), de Guamani, de Gayambe (0,070 toesas) y de Imbabura; la cordillera occidental, las del Corazón, de Ata- cazo , de Pichincha (2,491 toesas) y de Coto- cache (2,570 toesas). Éntreoslos dos eslabones que pueden mirarse como el suelo clásico de la astronomía del siglo XVII1°, se prolonga un valle, una parte del cual es nuevamente divi- dida longitudinalmente por las colinas de Ichim- CAPITULO XXVI, i 27 bio y de Poignasi. Al esle de estas colinas se ha- llan las mesetas de Paembo y de Chillo, y al oeste las de Quito, Iñaquito y Turubamba. El ecuador atraviesa la cumbre del nevado de Ca- yambe ' y el valle de Quilo en el pueblo de San Antonio de Lulumbaniba. Cuando se considera la poca masa del nudo del Asuay, y sobre todo «1 de Chisinche, se inclina á mirar los tres lla- nos de Cuenca, de Hambato y de Quito, como un solo valle largo (desde el páramo de Sarar hasta la villa de Ibarra) de 70 leguas marinas, ancho de 4 á 5 leguas , ofreciendo una di- rección general N. 8° E., y dividido por dos di- ques transversales, uno entre Alausi y Cuenca (por los 2" 27' de latitud austral) y el otro entre Machache y el Tambillo (por 0° 4<>')- En nin- guna parte de la cordillera de los Andes hay mas montañas colosales aproximadas unas de otras que al este y al oeste de esta vasta llanura de la provincia de Quito, un grado y medio al ' Las alturas del Cliiniborazo , del Piucupicliincha , del Ca- yambey del Anúsana , diferentes de la que refiere La Conda- mine en la inscripción del convento de los jesuítas de Quito, son los resultados de mis propias medidas geodésicas. 128 OBRO IX. sur y un cuarto de grado al norte del ecuador. Esta llanura, centro de la mas antigua civilización indígena, después de la Titicaca, remata, hacia el sur, en el nudo de las montañas de Loja y hacia el norte en la meseta de la provincia de los Pastos. En esta provincia, poco mas allá de la villa de Ibarra, entre las cimas nevadas de Cotoca- che y de Imbabura , las dos cordilleras de Quito se reúnen y forman un solo macizo que se ex- tiende hasta Meneses y Voisaco, de o" 21' lat. bor. á 1° i5'. Llamo este macizo, sobre el que se elevan los volcanes de Cumbal y de Chile, elnudo de las tnontañas de ios Pastos, á causa del nombre de la provincia que forma su cen- tro. El volcan de Pasto, cuya última erupción es del año 1 727 , se halla colocado al sur de Ye- noi , cerca del borde septentrional de este grupo, cuyas mesetas habitadas tienen mas de 1 ,60o toe- sas de elevación sobre el nivel del Océano. Es el Thibete de las regiones equinocciales del nuevo mundo. Al norte de la ciudad de Pasto ( lat. bor. 1° 1 5' long. 79° [\i) los Andes se dividen de nuevo en dos ramales para ceñir la meseta de Mamen- CAPlTütO XXYI. 129 doy y (3c Almaguer. La cordillera oriental en- cierra la siencga de Sebondoy (lago alpino que da nacimiento al Putumayo), los manantiales del lupura ó Caqueta y los páramos de Aponte y de Iscanse. La cordillera occidental, la í!íi Mamacondi, llamada en el pais cordillera de la costa á causa de su proximidad al litoral del Mar del Sur, es quebrantada por el gran rio de Palias que recibe el Guaitara, el Guachicon y el Quilquase. La meseta ó llanura interme- diaria está en parte ocupada por los páramos de Pitatumba y de Puruguay , y ofrece grandes desigualdades; la separación de los dos esla- bones me ha parecido poco distinta hasta al p.t- ralelo de Almaguer (lar. 1° 54', long. 79° i5'). La dirección general de los Andes, desde la ex- tremidad de la llanura de la provincia de Quito hasta cerca de Popayan , muda de N. 8" E. en N. 36° E., y sigue la dirección de las costas de Esmeralda y de Barbacoas. Sobre el paralelo de Almaguer, ó mas bien un poco al nordeste ' de esta ciudad , la constitii- 1 Véase mi carta del Rio Magdalena, lám. 24 del Jilas geográfico ^físico. V. 9 í 3o LTBRO IX. cion geológica dei terreno présenla mniíanzas muy notables. La cordillera que acabamos de designar bajo el nombre de oriental , la del lago de Sebondoy, se ensancha mucho entre Pansi- tara y la Ceja. El centro del páramo de (as Papas y de Socohoniáa lugar al nacimiento de los caudalosos ríos del Cauca y del Magdalena, y se divide por Jos 2° 5' de latitud en dos cordi- lleras al esto y al oeste de la Plata Vieja y de Timana. Estas dos cordiileras quedan casi pa- ralelas hasta los 5° de latitud, y orillan el valle longitudinal en el que serpentea el Rio Magda- lena. Llamaremos cordillera oriental de la NuevaGranada á laque se prolonga hacia San- ta Fe de Bogotá y la Sierra Nevada de Mérida, la este del Magdalena ; Cordillera central de ia Nueva Granada, á la que se dirige entre el Magdalena y el Cauca hacia Mariquita ;y cordi- iiera occidental de la Nueva Granada , á la que continua ia de ia costa del Al maguer y separa la madre del rio Cauca dtl terreno platinífero del Choco. Para mayor claridad po- dría también llamarse á la primera cordillera, que es la de la Suma Paz, según el grupo co- CAPÍXCLO XXVT. l5 t \obA d'c nioDlafiíií al sur de Sania Fe cíe Eogota quedespjcleln^ fagijas desde su ladera oriental hasla el rio IVÍcti. La segunda seria designada con el nombre de cordiilí ra de Giianacas ó de Quindhi á causa de los dos pasos céiebrcs do los Andes en el camino de Santa Fe de Bogotá' i\ Popayan , y la tercera seria la del Choco ó del íiloraL Algunas leguas ai sur de Popayan (lat. bor. 2"2i') al oeste (Jel páramo de Pautara V del volcan de Puracc, el nudo de las iiion- iaftas de Socohoni envía hacia el nordeste una cumbre ó punta de micaesquila que divide las aguas entre el Mar del Sur y el Mar de las An- tillas, vertiéndolas la ladera del norte al rio Cauca , y la ladera sur al rio de Palias. La tripartición de la parte de los Andes auc acabamos de señalar (lat. bor. i" | 2" [¿ ) re- cuerda al geógnosto la que se verifica en los ma- nantiales del Amazona en el nudo de iüs mon- tañas de Tluanucoy de Pasco (lat. ajjstr. 1 1°) : pero la mas elevada de las tres cordilleras que adornan el Amazona y el Huallaga es la occir dental ; mientras que de lastres de la Nueva Granada, la del Choco ó áx\ litoral es la me-* 9 102 LIBRO IX. nos elevada de todas. Por haberse ignorado esta Iriparticion de los Andes en la parte de la Amé- rica del sur que aproxima el rio Atrato y el istmo de Panamá, se han hecho tantos juicios erróneos sobre la posibilidad de un canal do unión entre los dos mares. La cadena oriental de los Andes de la Nueva Granada (sírvome de una denominación casi sistemática , pues el nombre de Andes es desco- nocido en los paises situados al norte del ecua- dor) la cadena oriental, repito, conserva durante algún tiempo su paralelismo conlas dos cadenas (las de Quindiu y del Choco) ; pero mas allá de Tunja ( lat. 5°|^) inclina mas hacia el nor- deste pasando repentinamente de la dirección N. 25" E. á la N. 45° E. Es como una veta que muda de paso ó dirección , y que va á juntar.-^c á la costa después de un morro extraordinario que experimenta por el agrupamiento de las montañas nevadas de Mcrida. La tripartición do las Cordilleras y sobre todo la separación de sus ramales influye poderosamente sobre la prospe- ridad de los pueblos de la Nueva Granada. L i diversidad de las mesetas y de los climas super- CAPÍTULO xwr. IJO puestos \i\ñn las prociucciones agrícolas como el carácter de los habitantes. Vivifica el camhio de las producciones, y renueva al norte del ecuador, sobre una vasta superficie, el cuadro de los valles ardientes y de las llanuras irlas y templadas del Perú. Es también digno de ser notado que , por la separación de uno de los ramales de las Cordilleras de Cundimarca y por el extravío de la cordillera de Bogotá hacia el nordeste, el grupo colosal de las montañas de Wérida, se ha hallado encerrado en el terri- torio de la antigua capitanía general de Vene- zuela , y que la continuación de un mismo ter- reno montuoso de Pamplona á Barquesimeto y Nirgua ha facilitado, por decirlo así , la reunión política del territorio colombiano. Durante todo el tiempo que la cordillera central (de Quin- diu) presenta cimas nevadas, ningún pico de la oriental (de la Suma Paz) se eleva, bajo los mismos paralelos, hasta el líaiite de las perpe- tuas nieves. Entre los 2° y 5" | de latitud , ni los páramos situados al este del Gigante y de rSeiva , ni las cimas déla Suma Paz, de Chin- gaza, de Guachaneque y de Zoraca^ se ele- 134 LlDPvO IX. van á mas de 1,900 á 2,000 toesas ; mientras que al norte del paralelo del páramo de Erve ' (lati- tud 5° 5') el último de los nevados de la cor- dillera central se descubre desde las cimas neva- das de C!r!ía(lat. 5"5o') y deMucuchies(lat. 8° 12') del eslabón orienlal.Resulta de esto que, des- de los 5" de latitud, las solas montañas que con- servan nieves durante todo el año son las Cor- dilleras deí este. Hay todavía mas : aunque la Sierra Nevada de Santa Marta no sea , propia- mente hablando, una continuación de los ne- vados de Chita y de Mucuchies (al oeste de Pa- tule y al este de Mérida), á lo menos se halla muy cerca de su meridiano. Llegados á la extremidad boreal de las Cordi- lleras comprehendidas entre el cabo de Hornos y el istmo de Panamá, nos limitaremos á indi- carlas mas altas cumbres de ios tres eslabones que se dividen en el mido de montañas deSo- cobonl y de ia punta del Roble ( lat. 1° 5o' — ü" 20'). Empiezo por el mas oriental, que es el dcTimana y el de la Suma Paz, que divídelos * Las iiílvcs nuc se llaman en Santa Fe ; 3ícs{í ele Heneo. cAriTULo xxvr. í55 afluentes del Magdalena y del Meta ; prolongase por los páramos de Ghingasa , Guachaneque, Zoroca, Toquillo (cerca de Labranza Grande), Chila , Almorzadero % Laura, Cacóla, Zumba- dor y Porqueras hacia la Sierra Nevada de Mé- rida. Estos páramos indican diez elevaciones par- ciales de las espaldas délas Cordilleras. La caída de la oriental es sumamente rápida por el lado del este, donde adorna el Meta y el Orinoco; al oeste la cordillera oriental es ensanchada por dos contrafuertes sobre los que están situadas las ciudades de Santa Fe de Bogotá, de Tunja, de Sogamozo y de Leiva. Son como mesetas apoyadas á la caida occidental , mesetas que tie- nen i,5oo ó i,4ootocsas de altura, y entre las que, ' Este páramo está situado entre el puente de Cliilagua y el pueblo de Tequia. El rio Chitaga entra en el Sagare , y el Tequia en el rio Sogamozo, Los páramos del Almorzadcro V Toquülo son los mas elevados entre las ci ñas que, en el camino de Mérida á Santa Fe de Bogotá, no entran en la re- gión de las nieves perpetuas. Los S"=' Ribero y Boussin- ganlt han encontrado que se pasa el páramo del i^ Imorzadero á 2,010 toesas , y el páramo de Caceta á 1,700 tocsas de al- tura. l36 LIBRO IX. la Bogotá (fondo de un antiguo lago) encierra en el campo de Gigantes , cerca de Suacha , hue- sos de mastodontes. La cordillera intermediaria ó central se di- rige al este de Popayan , por las altas llanuras de Malbasa , por los páramos de Guanacas , de Iluila, deSaveiillo, de Iraca, de Baraguan , de Toiima ^, de Ruiz y de Herveo , hacia la pro- vincia de Antioquía. Bajo los 5° iS'de latitud, esta cordillera, la sola que presenta restos re- cientes de un fuego volcánico en las cimas de Sotara y de Puracc, se ensancha considerable- mente hacia el oeste, y se reúne á la occidental, que hemos llamado del Choco , porque el ter- reno platinífero de esta provincia se halla sobre la caída opuesta al Océano Pacífico.] Por es!a reunión de dos cordilleras, la llannra^de la pro- vincia de Popayan está cerrada al norte de Car- tago Viejo; y el rio del Cauca , saliendo de las llanuras de Buga, está forzado, desde el sallo de San Antonio hasta la Boca del Espíritu Santo, ' El paso de la montcwd th QitiniUn , sobre el camino de Ibague ú Carlago, se encuentra enire los nevados de Tolinia Y de Baraííuan. rvinTULo XXVI. . uy áuranlc itn curso de í[0 á 5o legua?, á abrirse un camino al Iraves de las nioiilafiis. Como la cresta de la cordillera oriental sigue su direc- ción hacia el N. E. , la llanura del Magdalena» que es casi paralela á la del Cauca , se prolonga casi sin interrupción hacia el Monipoj. El es- trecho de Carare no es mas que una punta de peñascos que foruía un suelo cercndo de algu- nas colinas aisladas en la llanura , pero no el efecto de una verdadera reunión de dos cordi- lleras de montañas. La diferencia del nivel en- tre el fondo de las dos llanuras paralelas del Cauca y del Magdalena es muy notable. La pri- mera conserva entre Cali y Cartago 5oo á ¿'¡04 toesas ; la segunda , de Neiva á Anibalema , 2ü5 á j5o toesas de altura. Diríasc , según diferen- tes hipótesis geológicas, ó que las formaciones secundarias no se han acumulado á la misma espesura entre las cordilleras oriental y centra! que entre esta y la occidental, ó que los depó- silos se han hecho sobre fondos de peñascos primitivos desigualmente levantados al este y oeste do los Andes de Qaindiu. La diferencia media de eslas espesuras de formación ó de es- l58 IIBRO IX. tas alturas es de 3oo toesas. En cuanto úla punta peñascosa de, la angostura de Carare , parte del sudeste del contrafuerte de Muzo, por medio del que serpentea el Rio Negro. Por este contra- fuerte y por los que vienen del oeste, las cor- dilleras oriental y central se aproximan entre Nares, Honda y Mendales. En efecto la madre del Piio Magdalena eslá reducida, por los 5" y 5° 18', al este por las montañas del Sargento, y al oeste por contrafuertes unidos con las mon- tañas graníticas de Mariquita y de S.mta Ana. Este encogimiento de la madre del rio se baila bajo el mismo paralelo que el del Cauca, cerca del salto de San Antonio; pero en el nudo de las montañas de Antioquía, las cordilleras cen- tral y occidental se reúnen por sí mismas, mien- tras que entre Honda y Mendales las cimas de las cordilleras central y oriental quedan de Id modo distantes, que solo son los contrafuertes de cada sistema los que se aproximan y con- funden. También es digno de notarse que la cordillera central de la Nueva Granada ofreco la cima mas alta de los Andes en el hemisferio CAPÍTULO XXVI. i39 boreal. El pico de Tolima * (lat. 4° 4^')j cuyo nombre es casi desconocido en Europa y que he medido en 1801 , se eleva alo menos á 2,865 toesas de altura , y domina por consiguiente sobre el Imbabura y el Cotocache de la provin- cia de Quilo, sobre el Chiles de la meseta de los Pastos, sobre los dos volcanes de Popayan , y aun sobre los nevados de Méjico y el Monte San Elias de la América rusn. Eí pico de To- lima, cuya forma recuerda la del Cotopaji no cede quizá en altura sino á la cresta de la Sierra Nevada de Santa Marta , que debe considerarse como un sistema de montañas aislado. La cordillera oriental , llamada también ca~ dena del Choco y de la cosía (del Mar del Sur) , separa las provincias de Popayan y de Antioquía de las de Barbacoas, del Raposo y del Choco ; poco elevadaen general, si se le compara con la altura de las cordilleras central y oriental , opone sin embargo grandes trabas á las comunicacio- ' E! segundo rango de altura en el hemisferio boreal pa- rece ocupado por el nevado de Hulla (lat. 2° 5^'j, entre Wa- tuga y Quilicliao. El S' de Caldas le da 2,800 toes?.s. ( Véase el Semanario de Bogotá , tom. i, ¡¡ág. 6.) 1 |0 LIBRO IX. lies entre el valle áv. Cauca y el litoral ". En su 0 C ■■/! c — 30=- rt ^ -tí' rt ^ = a ^ Si i'S rt £ 0 -tí 0 o 'S •■d 4í rs 0 o; 0 J3 >-< "rt ! t" -tí 0 ra CA3 ti rt 1 u d o Si rt -§ 3 "o d 0 Q i "^ "s. t » 111 , a o — o a -;: ^ a 'í: N 0 0) rt ■tí 0 -3 0 0 di O i!§í 5 "rt ■3 '^ -s 0 0 á -í -S-S >. ¿ 2 o "rt >> oá M ^ rt « cS « • s 1 ^1 tí w >> s _a o i ^ i o 1 ^ I S o t- t- -tí ¿¡ J¡ c -3i >2 a 1 i O) rt 0 0 0 .9 f; o £ S C rj re ^ 3 o >~. h 5 s" > es s s >^ o fl N tu t. P- a -3 -3 ■3; -^ a « g .2 S» 0 . -tí 0 S (- H ;^ rt C 5 a 01 0 rt !-■ ^2 rt "Si 1 ° "ñ "rt ü? 5 'ü S 2 "ñ 0 a « a o, «J ü c . a _ 0 -tí - ■S a ^ 0 ■M 3 3 C J2 -o -3 -0 ^ SE I Jí j = -2- -0 ■0 -3 1 £w -a -tí b. "^^-^ ~° ■tí -tí 1 ,2 o o 5 a 3 " 0 2 ¿2 -3 0 -3 -O B S ^~* ^ 3 3 s 1 c •K Z íí s K K r • -i o o í. — 5 j T ■* 5, 2 1 1 ej & s i 1 1 1 [ í 1 •--r r. "0 o e «O ro i^ rJ 0 'n -• 0 g 0 iO íiO es n « M M '^ es 0 rt í a rt rt hj *-; « hJ J ^ HJ ^j J hJ 1 T T TyiádBgiS^aBMW 102 LIBRO IX. o 2 fl "o O ~ o o -^ o "O H O' *- O c ex o ^ 3S g ^ c -Sa il ?, Si 0,2 .2 - ^ 'i ?¡ á O -^ u ^JtS2Í^-«¿ o O g ^ (- ¿ (y ^^ rS S ^ t-( t!r o i «-S^ « medio de una cordillera lateral. He debido in- sistir sobre aquella forma arliculada de los Andes, sobre aquellos nudos ó crestas transver- sales, y sobre aquella larga serie de llanuras in- teriores , desde el Potosí, en el Alto Perú, hasta el salto de San Antonio, en la provincia de An- tioquía, porque en la continuaicon de los Andes, llamados Cordilleras del litoral de Venezuela , volveremos á hallar aquellos mismos diques transversales y aquellos mismos fenómenos. Las ramificaciones de los Andes y de todas las grandes masas de montañas en diferentes cor- dilleras merecen una- consideración particular, respecto á la altura mayor ó inferior á que se sos- tiene la profundidad de los llanos cerrados ó va- lles longitudinales. Los geólogos se han ocupado mucho mas hasta hoy dia de los estrechamien- tos sucesivos de estas llanuras, de su profundi- dad, comparada con los muros de roca que los adornan, y de la correspondencia entre los án- gulos entrantes y salientes, que del nivel que tiene el h.)ndo de los valles. Ninguna .medida precisa nos indica todavía la ailura absoluta de los tres llanos de Titicaca, de Jauja y del Alto ( i56 LinRo IX. Marañon ^ ; pero yo he tenido la ventaja de poder determinar los seis llanos ó valles longi- tudinales que se siguen, como por escalones, hacia el norte. El hondo del valle de Cuenca, en- tre los nudos ó cadenas de Loja y del Asuay, tiene i,55o loesas; e\ de Alausi y de Hambato, entre el nudojdel Asuay y la punta Chis'mcho 1020 toesas : el valle de Quito "^^ en su parte oriental, i,54o toesas, y 1,490 en la occidental; el llano de Almaguer, i,s6o toesas; el ^ del rio ' Me inclino á creer que la profundidad de la parte meridio- nal de la ancha hoja del alto Mara£ion, entre Huari y Huacara-- chuco, tiene por lómenos 3 5o toesas; pues que yo he encontrado l;is agiias medias de este rio, junto á Tomependa, elevada á 19/, toesas sobre el nivel del Océano; y según la analogía del curso del Magdalena , entre Neiva y la angostura de Carare, el alto Marañon puede tener, durante un curso de /»" de latitud , mas de i5o toesas de caída. ^ El valle de Quilo, Iñaquito y Turubamba debe ser con- siderado geognósticamente como un mismo valle con el de Puembo y Chillo. Las colinas interpuestas de íchimbio y de Poingasi cubren esta comunicación. ^ Para poder comparar este llano , que es la parte mas fértil de la provincia de Popayan y el de la Magdalena con los del antiguo conlinente , citaré aquí las llanuras Mysone (380' CAPÍ ri; LO XXVI, 157 Cauca, entre las altas planicies de Cali, Buga y Carlago, 5oo tocsas ; el valle del Magdalena, en- Ire Neiva y Honda, 200; entre Honda y !VIoni- poj, 100 de altura medía sobre el nivel del mar ". En esta región, sujeta á medidas preci- á 420 toesas) , del interior de la España (35o toesas), de la Suiza entre los Alpes y el Jura (270 toesas), y de la Suabia (i5o toesas). ' En la región de los Andes comprehendidos en los 4° de latitud meridional y los 2° de lat. bor. , los valles longitudi- nales , ú hondonadas encajonadas por cadenas paralelas , tienen muy regularmente entre 1,200 y i,5oo toesas de altura, mientras que los valles tiansversales son notables por su depresión, ó mas bien por el descenso rápido de su profon- didad. El fondo de Patias, dirigido del N. E. a! S. O. no tiene, por ejemplo, aun mas arriba de la reunión del rio Guachicon con el Quilquase,segunlasniedidasbarométricasdelS"' decaí- das, sino 35o toesas de altura absoluta, y, sin embargo, se halla ceñido á las mas altas cimas de los páramos de Pun- taurcu y Mamacondi Saliendo de las llanuras de la Lom- bardía, y penetrando en los Alpes del Tirol por una linca perpendicular al eje de la cadena, se hacen mas de 20 leg. marinas hacia el norte; y aun junto á Botzen, el fondo del valle del Adige y del Eysack no tiene mas que 182 toesas de altura absoluta , altura que no excede la de Milán mas que l58 LIBRO IX. sas,of rocen los diversos llanos, desde el eQAíadofí un descenso muy sensible hacia el norte. L;i elevación de los llanos ó valics encajonados me- rece en general una grande atención de parte de aquellos que reflexionan sobre las causas de la formación de estas hondonadas. No niego que las depresiones en las llanuras pueden ser alguna Tez el efecto de antiguas corrientes pelágicas ó de lentas corrosiones ; y aun yo creo que los valles transversales que parecen quebrazas han sido ensanchados por aguas corrientes ; pero estas hipótesis de corrosiones sucesivas podrán aplicarse con razón á las hondonadas, ó llanuras enteramente cerradas de Titicaca y de Méjico. Estos llanos, como los de Jauja, Cuenca y Al- de 117 toesas. Sin embargo, de Bofzcn á la Cresta de Bren- ifer (punto culminante de 746 toesas) no hay mas que 1 1 leg. El Valles es un valle longitudinal ; y en una nivelación baro- métrica , que he hecho muy recientemente de Paris á Ñapóles y á Berlin , he sido sorprehendido de hallar que , de Sien u Brigg, el fondo del valle no se eleve mas que á ■j.t.B ó 35o toes. de altura absoluta : es poco mas ó menos el nivel de las lla- nuras de la Suiza que, entre los Alpes y el Jura (por ejemplo, entre Berna, Thoun y Friburg^}, tienen de 274 á 3oo toesas CAPÍTULO XXVI. l5() Hiagiier , qiu? no pierden aguas sino por un emi- sario lateral y estrecho, son debidos á una caus i mas instantánea y mas íntimamente ligada al levantamiento de toda la cadena. Puede decirle que los fenómenos de las escapaduras ó cumbres estrechas de Serenthal y de la hondonada del Eysack en el Tirol , se repiten á cada paso y en escala mayor en las Cordilleras de la América equinoccial, en donde se cree reconocer estos hundimientos longitudinales , « estas hóveclns peñascosas que , para servirme de las expresio- ues de un gran geólogo % se quiebran cuan.ío son extendidas sobre un gran espacio y dej. ti hendiduras profundas y casi perpendiculares. » Si para completar el cuadro déla estructura de los Andes, desde la Tierra de Fuego has!a ■el mar polar boreal, pasamos los límites de la América meridional, vemos la cordillera ot ci- dental déla Nueva Granada, después de la grande depresión que ella sufre entre las bocas del Atra- to y el golfo de Cu pica , elevarsedc nuevo ( n il istmo de Panamá á 8o ó ico loesas de altura, ' Leopoldo de Budí , Cuadro del Tirol mejidíojial^ i?il>, pág. 8. l60 LIBRO IX. agrandarse hacia el oeste, en las cordilleras de Veragua y Salamanca % y extenderse por Goa- temala hasta los confines del Méjico. En este es- }>acio ella queda constantemente inmediata á las costas del Mar del Sur, dondedesde el golfo de INicoya hasta Soconusco ( lat. 9° i i6" ) , se en- cuentra una larga serie de volcanes ^ comun- ' Si es verdad , como lo aseguran los navegantes , que las montañas, colocadas en la extremidad N. O. de la república de Colombia , y conocidas bajo los nombres de Silla de Ve- ragua y Castillo del Choco (en el meridiano de la Boca del Toro y en la laguna Clilriqui), son visibles á 36 leguas de distancia, la elevación de sus cimas tendria cerca de 1,400 toesas , y se diferenciaría poco de la Silla de Caracas. ' Véase la lista de 21 volcanes de Goatemala, en parte apa- gados y en parte aun inflamados, que M. Arago y éo liemos «?ado en el Annuaire da burean des longitudes pour 1824 , pág. 175. Como ninguna montaña de Goatemala ha sido me- dida hasta aquí, es sumamente importante fijar aproximati- vamente la altura del volcan de agua, situado entre el volcan de Pacaya y el volcan de Fuego , llamado también el volcan (le Goatemala. El S^ de Juarros dice expresamente que este volcan que, por torrentes de aguas y de piedras, arruinó, el II de setiembre de i54i, la Ciudad Virja , ó Almolonga Ja antigua capita del país , que no debe confundirse con la Anticua Goatemala), conserva la nieve durante muchos meses CAPÍTIJLO XXVI. 161 mente aislados y aun algunas veces ligados á contrafuertes ó ramales laterales. Pasando el istmo de Tehuanlepcc <> de Huasacualco, sobre el territorio de Méjico, se man! ¡ene la cordillera de la Ainórica central, primero en la in- tendencia de Oajaca á igual distancia de los dos océanos, y después de los i8'f á los 2 1° de lati- tud , desde la Misífica hasta las minas de Zima- pan, se aproxin^a á las costas orientales ; y casi bajo el paralelo de la ciudad de Méjico, entre Tocula, Jalapa y Córdova, ya tiene su máxi- mum de altura. Allí es donde se elevan machas cimas colosales á 2,400 y 2,770 toesas. Mas al norte, la cadena llamada Sierra Madre ^ se dirige al N. 40° O. , hacia San Miguel el Grande y Guanajuato. Cerca de esta ultima ciudad ( lal. 21" o' i5"), donde se encuentran las mas ricas minas de plata del mundo conocido, toma una del año. Este fenómeno parece indicar una altura de mas de 1, 760 toesas (^Compendio de la historia de Guatemala , t. i, p. 72-85; t. 2, p. 53 1. Romesal, Historia de la provincia de San Vicente , libro 4, cap. 5.) ' En la parte N. E. de la antigua intendencia de Méjico , entre Cimapan, El Doctor élxmicuilpan.. * V. 11 l62 LIBRO IX, anchura extraordinaria, y se divide en tres ra- males. El mas oriental se adelanta hacia Char- cas y el Real de Catorce , y baja progresivamente (volviendo alN. E.) en el antiguo jreino de León, en la provincia de Cohahuica y Tejas. Estera- raal se prolonga desde el Rio Colorado de Tejas, atravesando el Arkansas (al este de Arkopolis ) , hacia el desagüe de los ríos Misísipi y Misuri (lat. 38" 5i'). En estos sitios toma el nombre'de ^nontañas de Ozark ^ , y tiene 5oo toesas de elevación. Un excelente observador, M. Edwin James , piensa que al oeste del Misísipi (lat. 44°" 46° ) los Wiscosan Hills, que se prolongan al N. N. E. hacia el Lago Superior, podrian ser muy bien una continuación de las montañas de Ozark. Su riqueza en metales parece caracteri- zarlas como una prolongación de la cordillera oriental de Méjico. Por lo que hace al ramal ó ' Ozark es al mismo tiempo el antiguo nombre de Arkansas y (le la tribu de los Indios quawpaws que habitan las orillas de este gran rio. El punto culminante de los montes Ozarh se encuentra por los 87° 7»'*^^ latit., entre el nacimiento del "White y Osage River. {Long. Exped. to the Rocki Mount. , 1823, lom. 2, p. 80, 409, 4-23.) CAPITULO XWr. lO.) cordillera cccideiiíal , ella ocupa una parle de la provincia de Guadalajara, y se prolonga por Culiapan, Arispe y los terrenos auríferos de la Primeria Alta y de la Sonora, hasta las márgenes del rio Gila ( lat. 55-54"), ^^^ *^'c las anti- guas habitaciones de los pueblos aztecas. Bien pronto veremos que este eslabón ó cordillera occidental parece ligada por contrafuertes que se adelantan , hacia el oeste , hasta los Alpes marítimos de la California. En fin la cordi- llera central de Anahuac, que es la mas elevada, sedirig^del sudoeste al nordeste, por Zacatecas, hacia Durango, y después del sur al norte, por Chihuahua, hacia el Nuevo Méjico; y loma su- cesivamente los nombres de Sierra de Acha , Sierra de los Mimbres, Sierra Verde y Sierra de las Grullas, y se reúne hacia los 29° y 5o° de lat., por contrafuertes, á las dos cordilleras la- terales de Tejas y la Sonora , lo cual hace mqs imperfecta la separación de ellas, que las trifur- caciones de los Andes en la América meridional. La parte de las Cordilleras del Méjico, que es mas rica en lonchas y vetas argentíferas , está comprehendida entre los paralelos de Oajacay de II* i64 r.icRo ix. Cosiquiriachi ( lat. i6"^ 29"), los solos terre- nos de producto ó ele aluvión que contienen oro esparcido aquí y allí se extienden todavía algu- nos grados mas hacia él norte *. Es un fenó- meno muy notable ver el oro de lavado, de Cinaloa y de la Sonora, como el de Barbacoas y del Choco, al sur y al norte del istmo de Pa- namá , uniformemente colocado al oeste de la cadena central , sobre el vertiente opuesto al Océano Pací/ico. Los vestigios de un fuego vol- cánico todavía activo, que no se habia manifes- tado en una distancia de 200 leguas , desde Pasto y Popayan hasta el golfo de Nicoya ( lat. 1" i 6"l;), se muestran frecuentemente sobre las costas occidentales de Guatemala (lat. 9° | 16") : cesan de nuevo en las montañas de granitogneis de Oajaca , y vuelven á parecer, quizá hacia el norte por la última vez, en la cordillera central de Anahuac entre los 18°^ y 19" | de lat., donde los volcanes de Tuxtla, de Orizába, de Popoca- ' Según la división de las minas de Méjico en grupos ( Véase mi Ensayo político, tom. 2 , las de Cosiquiria- chl , Batopilas y del Parral pertenecen al grupo de Chihua- hua , en la intendencia de Durango ó de la Nueva Vizcaya» * CAPÍTULO WVI. iGf) irjxll. íie Toluoa, de Jorullo y de Colima pa- re ccn coiocados sobre una grieta ^ que se ex- tiende del E.S. E. al O.N.O. de un océano á otro, Esta alineación de cimas, algunas de las cuales entran en v\ límite de las nieves perpetuas, y son las mas elevadas cimas que presentan las Cordilleras desde el pico de Toiima (lat. 4" 46' .bor. ), es casi |)erpendicular al eje grande de la cadena de Guatemala y de Anahuac dirigida constantCinePite hasta el paralelo de 27" N, /¡¿"K. Es, como lo he hecho observar mas arriba , un rasgo car.'.ctcrístico de todo el nudoó ení^ancha- micnto de las Cordilleras el ofrecer cumbres ' Sobre esla zona de volcanes y el ¡larak-lo de ¡as mas ü;Tan- des alturas de Nueva España, ya ho Jiablado en otra parte de €sta obra. Gl las alturas cruzadas de! capitán Basil-Hall (^£x- traits from á Jomual ivritlencn tlie coasts of Chile , Pcrit and Méjico ^ 1824, tom. 2, pág. ^^79), dan resultados igual- mente ciertos, tanto en longit. como en latit. , el volcan de Colima se encuentra al norte del paralelo de Puerto de Na- vidad por 19° 36' de lat., y, como el volcan de Tnxtla , sino fuera déla zona, alo menos fuera áA paralelo medio del fuego volcánico en Méjico, paraltlo que par.cc (:;icr cnUc \%" j<>' l66 LiBRO IX. cuyo ajjrijpaiilicnto es independiente de la di- rección general del eje. En la Nueva España el reverso mismo de las montañas forma llanuras muy elevadas que permiten á los carros rodar sobre /¡oo leguas de largura, desde la capital hasta Santa Fe y Taos, cerca de los manantiales del Rio del Norte. Esta inmensa meseta se sos- tiene constanlemente, por ig" y 24° i de lat., á 960 y 1 ,200 loesas de altura, es decir, á la altura de los pasos del Gran San Bernardo y del Splu- gen. Sobre el reverso de las Cordilleras deAna- huac, que disminuyen progresivamente de la ciudad de Méjico hacia Taos (límite boreal de las provincias internas), se encueníra una serie de llanuras ó hondonadas que esían separadas unas de otras por colinas, que llaman poco la atención del viajante , porque no se elevan mas* de 25o ú ^íoo toesas sobre las llanuras veci- nas. Estas hondonadas son, ya cerradas, como el valle do Tenochíiílan , donde se hallan gran- des lagos alpinos, ó ya ofrecen los restos de an- tiguos vestigios ó restos desprovistos de agua. Entre los 33' y 58" de latitud, e! Uio del Norte, en óu cur¿o superior, forma un gran vaSie ion- CAPÍTULO XXVI. . 167 gttudioal. La misma cadena central parece allí dividida en varias ringleras paralelas. Esta dis- posición continua hacia el norte, en las Monta- rías Peñascosas % donde, según los animosos trabajos del capitán Pike, del mayor Long y del doctor Edwin James, éntrelos paralelos áe5f y 41", algunas cimas, cubiertas de nieves eternas ( Spanish Peak , James Peak y Bighorne ) * , ' Los RocÁi Mountains lian sido designados en diferentes épocas con los nombres de Chyppewyan , Missouri, Colurn- bian, Caous, Stony, Shining y Sandy Mountains. (Véase Long., Expcd. , tom. 2, pág. 4o5.) » Estos picos, de granito anfibólico, no forman tres mon- tañas aisladas, sino que cada pico tiene muchas cimas puntea- gudas. Spanish Peak (latit. 37° ao', long. 106*^ 55') está si- tuado entre el origen del ramal septentrional de Canadtan River y el de Arkansas. Es quizá la Sierra de Taos de las an- tiguas cartas« 2,304. Véase la Relación del viage al estrecho de Fuka ^ 1803. Como el poco esmero que se ha puesto en la publicación del viage de Lapeyrouse es la causa de muchos errores que se hai) a|jri^buido falsamente á 1 ^4 LIBRO IX. los cuales, que es el Monte San Elias, iguala casi la altura del Cotopaji,y el otro, llamado la montaña de Buen Tienipo , la del Monte Santa Rosa. El primero excede en elevación á todas las cumbres de las Cordilleras del Méjico y de las Montañas Peñascosas, al norte del paralelo de 19''^: y aun es, en el hemisferio boreal, el punto culminante de todo el mundo común al norte de los 5o° de latitud. Hacia el nordeste de los picos de San Elias y de Buen Tiempo , la cadena de California toma una anchura extraor- dinaria ^ en el interior de la América rusa. Los volcanes aumentan en número, según que se adelanta hacia el oeste, en la península de Alas- ka y en las islas délos Zorros, en que el volcan ■ Ajagenda se eleva á 1,175 toesas * de altura sobre el nivel del Océano. Así es que la cadena de los Alpes marítimos de la California parece este ilustre y desgraciado navegante , seria importante veri- ficar la medida de la montaña San Elias sobre el manuscrito de los diarios de camino traidos á Francia. • Véase mi Ensayo político sobre la Nueva Espaíia^ t. I, pág. 549. » Según la medida de M. Kotzebue. CAPÍTULO XXVI. 1^5 minada por fuegos subterráneos en sus dos ex- tremidades, hacia el norte , por los 6° de lat., y hacia el sur* por los 28% en el volcan de las Vír- genes ^ . Si fuese cierto que las montañas de Ca- lifornia pertenecen al ramal occidental de los Andes de Anahuac, podría decirse que el fuego volcánico, aun activo, abandona la cordijlera central desde que se aleja de las costas , es decir, desde el volcan de Colima , y que se dirige este fuego al nordeste por la península de la Vieja California, por la montaña de San Elias y por la península de Alaska , hacia las islas Aleutes y el Kamschatka. Terminaré el cuadro de la estructura de los Andes recapitulando los hechos principales que caracterizan las Cordilleras al nordeste del Da- rien. Lat. 8° 11° Montañas del istmo de Pana- má, de Veragua y Costa Rica , débilmente unidas á la cordi- ' Volcan de las Vírgenes. La mas alta cima de la Vieja California, llamada el Cerro de la Giganta (700 toesas), pa- rece tanobien un volcan apagado. (Manuscrito del corontl Constanza.) ■ t^6 LIBRO IX. llera occidental de la Nueva Granada , que es la del Choco. Lat. 11" 1 6" Montañas de Nicaragua y de Guatemala; volcanes alineados N. 5o" O. , en gran parte acti- vos , desde el golfo de Nicoya hasta el volcan de Soconusco. Lat. 16° 18° Montañas de granitogneis de la provincia de Oajaca. Lat. 18" 1^ 19" I Nudo ó cadena de traquítica de Anahuac , pív-alelode los nevados y de los volcanes in- flamados del Méjico. Lat, 19" j no" Nudo ó grupo de montañas metalíferas de Gftanajuato y de Zacatecas. Lat. 2 r ^ 22' División de los Andes de Ana- huac en tres cordilleras. Cordillera oriental ( del Potosí y de Tejas ) continuada por las montañas de Ozark y Wis- ;, consan hasta la Laguna Superior. Cordillera central(deDurango, del Nuevo Mé- jico y de las Montañas Peñascosas), er\¿'iando ó despidiendo hacia el norte manantiales del Rio CAPÍTULO XXVI. \n^ Plnle (lal. /|2"), un ramal ( las Costas Negras) liácia el N. E., ensanchándose mucho entre los paralelos de 46" y 5o", y disminuyendo progre- sivamente á medida que él se aproxima al l\io deMackensie(lat. 68"). Cordillera occidental ( deCinaloa y de la So- nora ) que se une por contrafuertes (lat. 53°-54"; á los Alpes marítimos ó montañas de la Cali- fornia. No tenemos todavía medio alguno de juzgar con bastante precisión sobre la elevación de los Andes, al sur del nudo ó grupo ríe montañas de Loja ( lat, aust. S^-S" ); pero sabemos que al norte de este nudo, se elevan las Cordilleras cin- co veces sobre la magestuosa altura de 2,600 toesas. En el grupo de Quito , de 0° á 1" lat. aust. ( Chimborazo , Antisana , Cayambc, Cotopaji , Collanes, lliniza , Sanguai , Tiinguragua ). En ei grupo de Cundinamarca, lat. 4°| norte ( pico de Toiima , al norte de los Andes de Quin- diu ). En el grupo de Anahuac de 18° 59' á 19" 12' (Popocatepeti , ó Gran Yolcao de Méjico , y V. . 12 ]^8 IIBROIX. pico de Orizaba ). Si se consideran los Alpes ma- ríiimos, ó montañas de California y del Nuevo Norfolk, sea como una continuación del grupo occidental del Méjico , el de la Sonora , ó sea co- mo ligado por contrafuertes (laí. 48°) al grupo <íentral , el de las Montañas Peñascosas , puede añadirse á ios tres grupos precedentes : El grupo déla Ainérica rusa, lat. (6o°-7o°), montaña de San Elias. Sobre una extensión de 65" en latitud , no conozco hasta ahora mas que doce cimas de los Andes, que igualen la altura de 2,600 loesas, y excedan por consecuencia de i5o loesas la altura del Monte Blanco. De estas doce cimas hay solamente tres colocadas al norte del istmo de Panamá. Grupo aislado de las Montañas Nevadas de Santa Marta, En la enumeración de los diferen- tes sistemas (ie montañas, yo coloco este grupo antes de la cadena del litoral de Venezuela , no obstante que esta última , como prolongación septentrional de la cordillera de Cundinamarca, se liga inmediatamente á la cadena de los An- des. La Sierra Nevada de Santa Marta está en- cerrada entre dos brazos ó ramales diver- CAPITULO xxvr. 179 'gentes de los Andes, el de Bogotá y el del istmo de Panamá. Esta Sierra , semejante á una fortaleza ó castillo, se eleva repentinamenteen niediode las llanuras que desde el golfo del Darien, se extien- den por la embocadura del Magdalena hasta el lago de Maracaibo. Ya he dicho arriba el an- tiguo error de los geógrafos , según el cual esl(í grupo aislado de montañas cubiertas de nieves eternas ha sido considerado como la extremidad de las altas Cordilleras de Chita y dePamplonn. La cresta mas elevada de la Sierra Nevada do Santa Marta no tiene mas que tres á cuatro le- guas de largo, en la dirección del este al oeste , y está limitada ( á nueve leguas de distancia de la costa ) por los meridianos de los cabos de San Diego y San Agustin. Los puntos culminantes, llamados el Picacho y la Horqueta ^ , se en- cuentran situados cerca de la orilla occidental ' Según las observaciones del S' Fidalgo ( Tierra Firme , hoja tercera, Madrid, 1817), la Horqueta se encuentra si- tuada por latit. 10° 5i', y long. 670 29' Cádiz, suponiendo á Santa Marta long. 68° o' Cádiz; de donde resulta, si se adopta para este último puerto, con M. Ollmansj 76° 29' Parisjpara la Horqueta , 75° 58'Paris. 12* )8o LIBRO IX. del grupo; y están enleramente separados del pico de San Loroiízo, cubierto igualmente de nieves perpetuas, pero distante solamente cua- tro leguas del puerto de Santa Marta hacia el S. E. Este último pico le he visto yo desde las al- turas que circundan al pueblo de Turhaco *, al sur de Cartagena. Ninguna medida precisa nos ha hecho conocer hasta ahora la altura de la Sierra Nevada, que Dampierre habia ya nom- brado por una de las mas altas montañas del hemisferio boreal. Algunas combinaciones, fun- dadas sobre el máximum de distancia á que se ha visto este grupo desde el mar, le dan mas de 3,oo4 toesas de altura ^. Esta medida , á pesar de las incertidumbres de la refracción ' Pico de San Lorenzo, según Fidalgo , latit. 11° 6' 45", long. 67° 5o' Cádiz. Turbaco, según mis observaciones, latit. 10" 18' 5", long. 77° 41' 5i" P.nris, Los meridianos de Cádiz y Paris difieren de b" 37' 37".) '^ Pombo , Noticias varias sobre las quinas , 1814 1 P- 67 y 139. En esta obra, llena de conocimientos útiles , está indi- cada la lat. del pico San Lorenzo á los 10" 7' i5", en lugar de 1 1" 7' 1 5", error que es tanto mas peligroso, como el de la Horqueta, que es ll.-.raada allí, la Sierra mas avanzada al mar. CAPÍTULO XXVI. 18 1 ferrestre , dejarla menos que desear si hubiese sido hecha en el meridiano de la misma Hor- queta, y si los errores de la longitud de la nave no hiciesen mas incierta todavía la distancia en las cimas nevadas. La prueba directa del aisia^ miento del grupo de las montañas de Santa Marta se encuentra en el ardiente clima de los terrenos ó sean tierras calientes que le rodean, al este , hacia el rio Palomino ; al sur, hacia los lugares de Valencia, de Jesús y de Santa María de Angola , hacia el nacimiento del Rio César, hacia el valle de Upar, antiguamente conocido con el nombre déla Villa de los Reyes;y al oeste hacia el rio Aracataca ^ Varias débiles cura- bres y una serie de colinas indican tal vez una unión antigua de la Sierra Nevada de Santa Marta , de un lado por el alto de las Minas ^ ( al oeste de la laguna Zapatosa ) con las rocas fonolíticas y graníticas del Peñoa y del Banco ^; ' Mss. del general Cortés. ' Es una prolongación de la Sierra Nevada hacia el S. O. •"' Sobre las orillas del Rio Magdalena , un poco al norte de Tamalameque y del Regidor, cuya latitud he hallado á los »S" 3o', y su long. á 76" \V . l82 LIBRO IX. y por otro, por la Sierra de Perija con las mon- tañas de Chiligana y de Ocafia, que son los con- Irafuertes déla cordillera oriental de los Andes de la Nueva Granada. En esta úllima cordille- ra , las especies febrífugas de quina ( coroUis hirsutis, staminibus incíusis ) que mas se adelantan al N. E., son las de la Sierra Nevada de Mérida; pero de toda la América del Sur los verdaderos cinchona mas septentrionales se en- cuentran en la región templada de la Sierra Nevada de Santa Marta. Cadena del litoral de Venezuela. Este es el sistema de montañas, cuya configuración y di- rección han ejercido una influencia tan pode- rosa sobre el estado del cultivo y comercia de la antigua capitanía general de Venezuela. Dánsele los diferentes nombres de montañas de Coro, de Caracas, del Bergantín, de Barcelona, de Cumaná y de Paria ; pero todos ellos perte- necen á la misma cadena, cuya parte septentrio- nal sigue constantemente la costa del Mar de las Antillas. Seria superfluo recordar aquí de nuevo que este sistema de montañas , que tiene i6o le- CAPITULO XXVI. r8\> guas (le largo ' , es una prolongación de la cor- dillera oriental de los Alpes de Cundinaniarca» La unión ó enlace de la cadena del litoral con los Andes está inmediatamente, como lo está la de los Pirineos con las montañas de Asturias y de Galicia; no es el efecto de cadenas transver- sales como el enlace de los Pirineos con los Al- pes de la Suiza, por la Montaña Negra y los Ce- venes. Los puntos de unión, que tan nial han indicado las cortas hasta aquí, se encuentran entre Trujilío, Tocuyo, y la laguna de Valen- cia. Hé aquí los detalles de esta unión. Hemos notado mas arriba que la cordillera oriental de la Nueva Granada se prolonga id N. E. , tanto por la Sierra Nevada de Mérida , como por los cuatro páramos de Timotes , Ni- quitao, Becono y las Pvosas , cuya altura abso- luta no puede bajar de 1,400 á i,tíoo toesas. Des- })ues del páramo de las Rosas , que es mas (levado que los dos que le preceden , hay una gran depresión : é ya no se encuentra cadena ó cresta distinta , sino un terreno montuoso y al- ' Es mas que la doble anchura de lus Pirineos desde el cabo de Crouz hasla la punta de Figicra. i8:'f^ Linivo IX- tas llanuras que circundan ¡as ciudades de To- cuyo y de Barquesimelo. Ignoramos todavía la elevación del cerro del Altar, entre Tocuyo y Caranatacú, pero por las medidas modernas de los S"' Ribero y Boussingauit , sabemos que los parages mas habitados tienen 3oo ó 35o toesas de elevación sobre el nivel del Océano. Los lí- mites de terrenos montuosos entre Tocuyo y los valles de Arogaa son, al sur, los llanos de San Carlos , y al norte , el rio Tocuyo en el que entra el rio Siquisique. Del cerro del Altar ai N. E. siguen como puntos culminantes ' , pri- mero lis montañas de Santa María, entre Buria y Nirgua , y después el picacho de Nirgua, que se cree tener 600 pies de allura; en fin las Palo- meras y el Torito, entre Yaiencia y Nirgua. El punto de pariida del agua se prolonga del este ai oeste desde el Quibor hasta las altas sávanas de Londres, cerca de Santa llosa. Las aguas corren al norte hacia el Golfo Triste del Mar de las Anti- llas, y al sur hacia el Apure y el Orinoco. Todo este país montuoso que acabamos de dar á conocer, ' MLsiuju's úii general Corlfs. CAi'ÍTuro xxvi. 1 85 y por el cual la cadena (kí litoral de Caracas so une á las Cordilleras de Cundinamarca, ha gozado de alguna celebridad en Europa desde media- dos del siglo XV1°, porque la parle de granito- gneis, contenida entre el rio Tocuyo y el rio Yara- cui, ofrece las vetas auríferas de Buria y la mina de cobre de Aroa , que está aun en laboreo en nuestros dias. Si se traza por medio del grupo de montañas de Barquesimeto los muy próximos meridianos de Aroa, de JNirgua y de San Carlos , se observa que este grupo se une por el N. O. á la Sierra de Coro , llamada de Santa Lucía, por el N. E. á las montañas de Capadare , de Puerto- cabello y de Villa de Cura ; y forma, por decirlo asi, el muro oriental de esta vasta depresión cir- cular, cuyo centro es la laguna de Maracaibo, el cual está bordado al sur y oeste, por las mon- tañas de Mérida , de Ocaña , de Perija y de Santa i\Iarta. La cadena del litoral de Venezuela, cuya exis- tencia ya habia sido reconocida por Pedro, már- tir de Anghiera, ofrece, hacia su centro y al este, los mismos fenómenos de estructura que hemos señalado en los Andes del Perú y do la Nueva tSC) IIBRO IX. Ci tinada, á saber : !a división en muchas hilerns' paralelas y la frecuencia de las hondonadas ó valles longitudinales; pero como las irrupciones del Mar de las Antülis parecen haber tragado íinliquísimamenle una paríe de las montañas del litoral, las hileras ó cordilleras parciales so hallan interrumpidas, y algunos estanques han venido á ser golfos oceánicos. Para tomar en su totalidad la cordillera de Venezuela , es menester estudiar con cuidado la dirección y vueltas de la costa desde la Punta de Tucacas , al oeste de Puertocabello, hasta la Punta de la Galera de la isla de la Trinidad. Esta isla, la de los Testigos , de la Margarita y de la Tortuga constituyen , ( on los micaesquiías de la península de Araya , un mismo sistema de montañas. Las rocas gra- níticas que se manifiestan entre Buria, Duasca y Aroa % atraviesan el valle del rio Yaracui , y se aproximan al litoral, en que se prolongan . como una muralla continua , desde Puertoca- bello hasta al cabo Codera, Esta es una prolon- gación que forma una cadena septentrional de ' Al este de San Felipe en el nudo de montuiiaí ác To- cuyo y de Barijuosiiucto. CAPÍTULO XXVI. 187 lacoru'illera de Venezuela, que es la que seatra- viesa, yendo del sur al norle, sea de Valencia y de los valles de Aragua á Burburata y Turiamo, ó sea de Caracas á la Guaira. Manantiales cáli- dos ^ brotan de sus flancos, á saber : los de las ' Los otros manantiales cálidos de la cordillera del lito- ral, son los de San Juan, del Provisor, del Bergantín, del golfo de Cariaco , de Cuinacatar y de Irapa. Los S'" Ribero y Boussingault , que lian visitado las aguas termales de Hu- rlara en febrero de 1828, durante su -viage de Caracas á Santa Fe de Bogotá , han hallado el niaximun de ellas á 64*^ cent. En la misma estación solo las he hallado yo á 59'' 2. ¿Habrá influido acaso el gran temblor de tierra de 26 de marzo de 1812 sobre la temperatura de estos manantiales? Los hábiles químicos , que acabo de citar, se han admirado como yo de la gran pureza de las aguas cálidas que salen de las rocas primitivas déla hoya de Aragua. «Las del Onoto, que brotan á 35o toesas dj altura sobre el nivel del mar, no tienen ningún olor de hidrógeno sulfurado; pero tampoco tienen sabor ni se precipitan por el nitrate de plata ni por ningún reactivo. Evaporadas, dejan un residuo ina- preciable, que consiste en un poco de sílice y una traza de álcali. Sola tienen /, /," 5 de temperatura , y las bolitas de aire que se desprenden por intermitencia son en Onoto , como en las aguas termales de Mariara, de gas azote puto. Las aguas de Muriara (244 T.) tice en un dcbi! olor de h¡- I 88 LIBRO IX. Trincheras (90° 4) en su ladera septentrional ^ y los de Onoto y AJariara, de la meridional. Los primeros salen de un granito con granos muy regularmente estratificado, y los últimos de una roca ó peñasco de gneis. Lo que caracteriza mas principalmente la cadena ó cordillera septen- trional, es el contener la mas alta cima, no so- lamente del sistema de las montañas de Vene- zuela , sino de toda la América meridional , al este de los Andes. La cima oriental de la Silla de Caracas tiene , según mi medida barométrica hecha en 1800, la altura de i,35o ^ toesas. Los drógeno sulfurado; y por la evaporación dejan un ligero residuo que da acido carbónico, ácido sulfúrico , sosa , mag- nesia y cal : pero estas cantidades son tan pequeñas que ol agua está absolutamente sin sabor» ( Cartas de M. Boussin- gault á M. de Humboldt , en los Anales de física y química , Tom. XXVI p. 81. ) Durante todo el curso de mis viagcs no he encontrado sino los manantiales de Comangilias (junto á Guanajuato en Méjico) que sean mas cálidos que las aguas, termales de las Trinchi-ras situadas al sur de Puertocabello. Estas aguas de Comangilias brotan á 1,040 toesas de altura, y son igualmente notables por su pureza y su tempei'atura de gS'-* 3 cent. ' La Silla de Caracas es solo 80 toesas mas baja que el CAPÍTULO XXVI. l8() S'" Ribero y Boussingault han llevado, en 1822, un excelente barómetro de Fortín sobre esta misma cumbre, y han hallado i,55i | toesas;lo que prueba que, á pesar de los desmoronamien- tos que se han verificado en la Silla, durante el gran temblor de tierra de Caracas, ne se ha hundido ó disminuido esta monta de 5o á 60 tocsas, como se ha dicho falsamente en mu- chos diarios angloamericanos. Cuatro á cinco le- guas al sur de la cordillera septentrional , que es la de Mariara, de la Silla y del cabo Codera , se prolonga la cordillera meridional en una di- rección paralela, desde Guigise hasta la emboca- dura del rio Tuy , por la cuesta Yusma, el Gua- cimo , las montañas de Guiripa , de Ocumare y de Panaquire. Las latitudes de la villa de Cura Canigou en los Pirineos. Como Caracas, Santa Fe de Bogotá y Quito pueden ser considerados como las tres capitales de Colombia, recordaré aquí, para establecer una comparación precisa de la altura de estas tres ciudades rpie los habitantes de Caracas reconocen á un mismo tiempo, encima de la Silla que domina su ciudad, el nivel de los llanos de Bo- gotá y un punto de i5o toesas menos elevado qnc la plaza mayor de Quito. igO LIBRO IX. y de San Juan son muy falsas sobre nuestras carias que me han hecho conocer hi largura me- dia de toda la cordillera de Venezuela. Se puede contar diez á doce leguas ^ desde el verlientedel eslabonó cordillera septentrional que borda el Mar de las Aniiilas, hasta el del eslabón meridio- nal que borda el inmenso estanque de los lla- nos. Este iiltimo, designado también vagamente con el nombre de montañas del interior^ es mucho mas bajo que el septentrional ; y difícil- mente creo que la Sierra de Guayraima llegue á 1,200 toesas de altura, como me lo han afir- mado recientemente. Los dos eslabones parciales, el del interior y el que sigue la costa, están ligados por una cres- ta ó nudo de montañas conocido con el nom- bre de Altos de las Cocuisas (845 t. ) y del Higuerote (855 t. ) , entre los Teques y la Vic- toria , por los 69° 3o' y 69° 5o' de long. Al oeste de esta cresta se halla el estanque enteramente ' La anchura es muy considerable liácia el este, mirando el cerro de Flores (lat. g" a8') , al sudoeste de Parapara y de Ortiz , como colocado sobre la misma orilla de los llanos- de Calabozo. CAPÍTULO XXVI. 191 cerr.'.do "" por el lago de Valencia ó de los valles ¿c Aragua; al este por el de Caracas y el rio Tuy. El fondo del primero de ellos tiene de 220 á aSotoesas de elevación, y el fondo del segundo, /|()o toesas sobre las aguas del Mar de las An- tillas. Hesnila de estas medidas que de los dos vaües longitudinales que encierra la cordillera del litoral, elinas occidental es el mas profundo, mientras que, en las llanuras vecinas del Apure ' Esta llanura contiene un pequeño sistema de rios inte- riores que no comunican con el Océano. En ¡a cadena me- ridional de la cordillera del litoral de Venezuela , ofrece , liácia el sudoeste, una depresión, tal que el rio Pao ha podido separarse de los afluentes ó desaguaderos de la laguna de T;i- cnrigua ó de Valencia. Hacia al este , el rio Tuy, que nace en la ladera occidental del nudo de montañas de las Cocuizas^ parece arrojarse desde luego en los valles de Aragua , pero las colinas de toba calcárea , que forman un asiento entre los Consejos y la Victoria, le obligan á tomar su curso al sudoeste. Para rectificar lo que se lia dicho mas arriba sobre la compo- sición de las aguas de la laguna de Valencia , haré presente aqui que los S"^ Ribero y Boussingault no han encontrado en ella vestigio alguno de nitrate de potasa , pero sí un Yaooo do carbonate de sosa y de magnesia, de muríate de sosa y de sulfate y carbonate de cal. 192 LIRRO IX. Y del Orinoco, ei pendiente del terreno inclina del oeste hacia el este; pero no se debe olvidar que la disposición particular del fondo de los dos, que están limitados por dos eslabones pa- ralelos, es un fenómeno local independiente de las causas de que depende el relieve general de un pais.El oriental de la cordillera de Venezuela no está cerrado coqio el de Valencia. Es en el nudo de las montañas de las Cocuisas y del Higue- roto que se forman , por el prolongamiento ha- cia el este de la Serranía de los Toques y de Ori- ])Oto , dos valles, los del rio Guayre y del rio Tuy. El primero encierra la ciudad de Caracas, y los dos se reúnen por debajo de Caurimare. El rio Tuy recorre ei resto del llano, del oeste ai este , hasta su embocadura que está situada al norte de las montañas de Panaquire. La hilera septentrional de las montañas del li- toral de Venezuela parece terminarse en el cabo Codera , pero esta interrupción no es sino apa- rente. La costa forma, hacia el este, sobre 35 leguas marinas de largura, una ensenada muy ■vasta , al fondo de la que se hallan la emboca- dura del rio Uñare y la rada de Nueva Barce- CAPÍTULO XXM. igS lona. Dirigida luego del oeste al este, según el paralelo de 10° 3^'^, entra otra vez hasta el para- lelo de 10° 6', y vuelve á tomar su antigua di- rección ( 10° jy'-io" 44' ) desde la extremidad oriental de la montaña de Paria y de la isla de la Trinidad. Resulta de esta situación de las costas, que la hilera de montañas que confina el litoral de las provincias de Caracas y de Bar- celona, entre los meridianos de 66° 52', y que he observado yo al sur de la bahía de Higuerote y al norte délos llanos del Pao y de Cachipo , de- be ser considerada como la continuación del eslabón ^meridional de Venezriela , que se liga hacia el oeste á las Sierras de Panaquire y de Ocumare. Puede decirse por coasiguiente que, entre el cabo Codera y Cariaco, cí eslabón inte- rior forma la costa misma. Esta hilera de monta- ñas, muy bajas y frecuentemente interrumpidas desdela embocadura del rio Tuy hasta la del rio ISeveri, se levanta bastante repentinamente al este de INueva Barcelona , primero en las islas peñascosas de Chimanas, y después en el cerro del Bergantín , que tiene probablemente mas de 800 toesas de elevación , pero cuya posición as- V. i3 194 LIBRO IX. tronómica y altura precisa son todavía igual- mente desconocidas '. Sobre el meridiano de Cumaná,el eslabón septentrional ( el del cabo Codera y de la Silla de Caracas ) vuelve á pa- recer. Las esquitas micc ^as de la península de Araya y de Maniquarez se juntan, por la cresta ó nudo de montañas de Meapire, al eslabón me- ridional, que es el de Panaquire, del Bergantín , del Turimiquiri, de Caripe y del Guácharo. He recordado en otro lugar como esta cresta , que no tiene 200 toesas de altura absoluta , ha impedido , en las antiguas revoluciones de nuestro planeta, la irrupción del Océano y la reunión de los golfos de Paria y de Cariaco. Al oeste del cabo Codera , está el eslabón sep- tentrional, compuesto de rocas graníticas primi- tivas, que presenta las mas altas cimas de toda la cordillera de Venezuela ; pero al este de este ca- bo, los puntos culminantes se hallan en el esla- bón meridional , compuesto de rocas calcáreas ' El pico de Cumanacoa, que las hermosas cartas del Depó- sito hidrográfico de Madrid colocan latit. io° 7', es quizá el Turimiquiri, pues que la ciudad de Cumanacoa está , según, jnis observaciones, por los 10° 16' 11". CAPÍTULO XXVI. 190 secundari as. Hemos visto mas arriba que el pico de Turimiquiri , apoyado en el Cocollar , tiene i,o5g toesas, mientras que el fondo de los al- tos valles del convento de Caripe y de la Guardia de San Agustin tiene 4^2 y 553 toesas de ele- vación absoluta. Al este de la cresta de Meapire, el eslabón meridional baja de repente hacia el rio Arco y el Guarapiche; pero , dejando la Tierra Firme, se le ve elevarse de nuevo sobre la costa meridional de la isla de la Trinidad , que no es sino una porción separada del conti- nente, y cuya costa norte ofrece indubitable- mente los restos del eslabón septentrional de Ve- nezuela , es decir, del de la montaña de Paria ( el Paraiso de Cristoval Colomb ) , de la penín- sula de Araya y de la Silla de Caracas. Las ob- servaciones de latitud que he hecho en la villa de Cura ( 10° 2*^ 47" ) > ^^ ^^ granja del Cocollar ( 10° 9' 57" ) y en el convento de Caripe (10° 10' i4")» comparadas con la posición mas an- tiguamente conocida de la costa meridional de la Trinidad ( lat. 10° 6' ) , prueban que el esla- bón meridional, al sur de los estanques ^ de • -De estas cuatro hoyas limitadas por cadenas paralelas , i5* 1C)6 LIBRO IX. Valencia y del Tuy . y de los golfos de Cariaco y de Paria , es todavía mas constante en su di- rección del oeste al este, que el eslabón septen- trional desde Puertocabello hasta Punta Galera. El límite meridional de ía cordillera del lito- ral de V enezuela es muy importante á conocer, porque determina el paralelo en que empiezan los llanos ó sávanas de Caracas, de Barcelona y de Cumaná. Los geógrafos que gustan copiar y hacer estereotípicas , durante siglos, las cade- nas de montañas y las ramificaciones de los rios que el capricho del diseñador ha hecho co- locar sobre algunas cartas muy conocidas, no dejan de figurar, entre los meridianos de Cara- cas y de Cumaná, dos cordilleras dirigidas del norte al sur hasta elS"! de latitud, y les dan los nombres de Cerros de Alta Cracia y del Ber- gantín '. Es querer hacer montañoso un terreno las dos primeras tienen el fondo de a'io y 460 toesas supe- rior, y las dos últimas de 3o á 40 inferior al nivel actual de los mares. Aguas cálidas brotan del fondo del golfo ú hoya de Cariaco , como sobre el continente del fondo del de Va- lencia. • Véaiise todas las cartas francesas, inglesas y alemanas CAPÍTULO XXVI. 197 <\p 25 leguas de anchura, en el que vanamenlt' se buscaría un otero de algunos pies de altura. Fijando los ojos sobre la isla de la Margarita, publicadas antesdela Carta de ColomhiaporM. BruéeniST.'i, para la cual se ha empleado una parte de los materiales que yo he recogido sobre la extensión y dirección de las cade- nas de montañas. El origen de este error que ya se encuentra en Nicolosio, Sansón (1669) y Delisle ( 1700) debe ser atri- buido á la costumbre de los primeros geógrafos do América, de agrandar, futra de la medida, la anchura de los Andes del Perú y de la Nueva Granada , y de llevarlos de tal modo ha- cia el este , que Quito se encontraba algunas veces colocado sobre el meridiano de Cumana , por cuyo medio los llanos de Venezuela fueron cubiertos de montañas que unian el gjiipo de la Parima con las cadenas del litoral de Caracas. Delisle pone junto á la hilera de montañas, que Sansón habia. dirigido del norte al sur, de Barcelona al Orinoco , el valle de Sayma; lo que prueba que tenia alguna noción confusa de las montañas de Caripe habitadas por los Indios chajmas. D'Anville , según las ideas sistemáticas sobre el origen de los It- rios, figura ima cresta entre los nacimientos de! Uñare , del Cuarapiche, del Pao y del Manapire. Este es el tipo que se ha seguido hasta nneslros dias, y del cual el mismo Surville no »e atrevió á desviar en la cai'ta que el construyó para la obra del padre Cauliu. 198 LIBRO IX. compuesta, como la península de Araya, de es- quita micácea y antiguamente ligada á esta pe- nínsula por el Morro de Chacopata y las islas de Coche y de Cubagua , se ve uno incitado á reco- nocer, en los dos grupos montuosos del Maca- nao y de la Vega de San Juan, los vestigios de un tercer eslabón de la cordillera del litoral de Venezuela. ¿Estos dos grupos de la isla de la Margarita, de los cuales el mas occidental seele- •va á mas de 600 toesas de altura, pertenecen á una cadena submarina que se prolonga, por la isla de la Tortuga , hacia la Sierra de Sania Lucía de Coro , sobre el paralelo de 1 1° ? ¿ Debe aun admitirse que , por los 1 1 " | y 1 2° | de lati- tud , un cuarto eslabón, el mas septentrional de todos, se haya dirigido en otro tiempo por los islotes de los Hermanos, por la Blanquilla , el Orchila,los Roques, Aves, Buen Aire , Curacao y Oruba, hacia el cabo Chichivacoa? Estos im- portantes problemas no podrán ser resueltos sino cuando esta cadena de islas, paralela á la costa , haya sido examinada por un geógnosto instruido. INo debe olvidarse que una grande irrupción del Océano parece haber Icnido lugar entre 1;« Tri- CAPÍTULO XXVI. 199 nidad y la Granada % y que en ninguna otra parte, en la larga serie de las Pequeñas Antillas, dos is- las vecinas se hallan tan distantes unas de otras. Reconócese el efecto de la corriente de rotación en la dirección de las costas de la Trinidad, co- mo en las de las provincias de Cumaná y de Ca- racas , entre el cabo Paria y Punta Araya , entre el cabo Codera y Puertocabello ^. Si al norte de la península de Araya, una parte del continente ha sido tragada por las aguas, es probable que el enorme bajo fondo que limita á Cubagua, Coche, la isla de la Margarita , los Frailes , la Sola y los Testigos señale la extensión y los circuitos de las ■* Se asegura que la Trinidad está atravesada en su parte septentrional por una cadena de esquita primitiva , y qt^e«\ Granada ofrece basaltos. Seria importante examinar de que roca está compuesta la isla de Tabago que me ha parecido de una blancura relumbrante , y sobre que punto comienza, yendo de la Trinidad hacia el norte, el sistema traquítico y trapcano de las islas Antillas. ^ ^ Pueden señalarse estos mismos efectos de la corriente ,jy estas mismas direcciones regulares E. y O. , enfílente de las costas de Tierra Firme , sobre el litoral de Puertorico , de Haiti ó Santo Domingo y la isla de Cuba, entro la Punta Maysi y el cabo Cruz. 200 LIBRO IX. tierras suRíergidas. Este bajo fondo, ó 'placer de 200 leguas cuadradas , no es bien conocido, en toda su extensión , sino de la tribu de los Guayqueries. Estos Indios le frecuentan á causa de la abundante pesca que ofrece en tiempo de bonanza. Se cree que el Gran Placer no está se- parado sino por algunos canales ó surcos mas profundos del banco de la Granada , que tiene casi la misma forma que la isla de ese nombre, del bajo fondo que se extiende semejante á un dique estrecho , de Tabago á la Granada , y que se reconoce por la baja de la temperatura del agua , en íin de los bajos fondos de los Roques y de Aves. No ignoro que hábiles navegantes niegan estas comunicaciones, porque consideran el fondo del mar bajo otro punto de vista que el geólogo. Las cartas marinas, apropiadas á las necesidades de la navegación , no indican ya los bancos que solo tienen 5o ó 60 brazas de agua: ¿ pero que es esta débil depresión leí suelo pa- ía el que trata de estudiar las desigualdades de la superficie del globo en su conjunto por debajo y por encima del nivel de los mares ? Los In- dios guayqueries, y en general todos los habí- CAPITULO XXVí. 201 tantes de las costas de Cunianá y de Barcelona están imhuidos de la idea que los bancos de la Margarita y de los Testigos disminuyen de agua de año en año ; piensan que, por cl trancurso de los siglos, el Morro de Chacopata , en la penín- sula de Araya , será reunido, por una lengua de tierra j á hs islas de Tobos y de Coche. La reti- rada parcial de las aguas, en las costas de Cuma- ná, es incontestable, y el fondo del mar se ha elevado ^ rn muchas <'pocas , por el efecto de los temblores de tierra ; pero lejos de estos fe- nómenos locales tan difíciles deexrdicar por la acción de las fuerzas volcánicas, por las mu- danzas en la dirección de las corrientes y por !a hinchazón de las aguas que son sus consecuen- cias necesarias, hay otros efectos que se m ,ni- fiestan á un mismo tiempo en muchos centena- res de leguas cuadradas. Grupos de las montañas de la parima. A !a necesidad de la geografía mineralógica pertenece designar con un solo nombre la totalidad de las nionlañas que forman un mismo sistema. Para ' Eii Suecia y en las islas Molucasi se tiene también la idea de un levantamiento progresivo y continuo de las tierras. Ü02 LIBRO IX. conseguir eslc objeto puede extendcrsesobre toda la cadena una denominación que solo pertenez- ca al grupo parcial, ó emplear un nombre que, por su novedad, no sea susceptible de dar lugar á los desprecios de la homonomía. Sábese cuan confusa ha quedado la olografía del Asia por la obstinación con que tan largo tiempo se han couservíido los nombres vagos de Mustag y Mu- sart ( propiamente Musur ). Los pueblos de las montañas designan cada grupo por una deno- minación particular, y generalmente una cade- na no es considerada como formando un con-r junto , sino donde se descubre de lejos limitan- do el horizonte de las llanuras. Bajo todas las zonas se encuentran repetidos los nombres de Monta/las Nevadas [B.\inLih\y a. , Im-áus) , Blan- cas (Alpes, Alb ) , Negras , Azules. La mayor parte de la Sierra Parinia está, por decirlo así, redondeada ó torneada por el Orinoco; he evi- tado sin embargo una denominación que haga alusión á esta circunstancia, porque el grupo de montañas que voy á dar á conocer se extiende al otro lado de las orillas del Orinoco , y se pro- longa hacia el sudoeste y hacia las riberas del CAPÍTULO XXVI. 203 Rio Negro y del Rio Branco hasta el paralelo de 1° j de lat. bor. El nombre geográfico delaPari- ma tiene la ventaja de recordar los mitos del Do- rado y estas altas montañas con que se rodeaba, desde el siglo XYI% la laguna de Parima. Los misioneros del Orinoco llaman todavía Parima á todo el vasto pais montañoso comprehendido en- tre los manantiales del Everato , del Orinoco , del Caroni,del rio Parima ^ (afluente del Rio Branco) y del Rupuniri ó Ropuniiwini, afluente del rio Esquibo. Este pais , que es una de las partes mas desconocidas de la América meridional, está cu- bierto de espesas selvas y de sávanas ó llanos, á la par habitado por Indios independientes y atravesado por rios , cuya navegación es peligrosa á causa de las barras y de las cata- ratas. El sistema de (as montañas de Parima separa las llanuras del Bajo Orinoco de las del Rio Negro y del Amazona ; ocupa un terreno de forma tra- ' El rio Parima, después de Laber recibido las aguas del Uricuera , se reúne al Tacutu para formar, junto al fortin de San Joaquin, el Rio Branco, que es uno de los afluentes del Rio Negro. 2o4 LIBl'.O IX. pezoide, comprehendido entre los paralelos de 3° y 8°, y los meredianos de 61° y 70° |. Solo indico aquí los límites del grupo mas elevado, porque bien pronto veremos que , hacia el sudeste , el pais montañoso, al mismo tiempo que desciende, se aproxima al ecuador y á las Guayanas fran- cesa y portugesa. La Sierra Parima se extiende mucho mas en la dirección N. 85°, y los grupos parciales en que ella se divide, hacia el oeste, si- guen bastante generalmente esta misma direc- ción. Es menos una cordillera ó una cadena continua en el sentido que se da á estas deno- minaciones, aplicándolas á los Andes y al Cau- caso , que un agrupamiento irrt'gular de mon- tañas separadas unas de otras por planicies y sávanas. Ho visitado yo la parte septentrional, occiden- tal y meridional de la Sierra Parima que, por su posición y por su extensión de mas de 26,000 le- guas cuadradas, merece ser sacada del olvido en que ha estado sepultada tan largo tiempo. Desde el confluente del Apure hasta el delta del Orinoco, queda ella constantemente distante do 3 <) 4 leguas de la orilla derecha del Gran CAPÍTULO XXVI. 20Í> Rio. Solo algunas puntas ó rocas de granitogneis, de esquita anfibóiica y de grunstein , se adelan- tan bástala madre del Orinoco, y causan los rau- dales del Torno y de la Boca del Infierno ^ Voy sucesivamente á nombrar, del N. N. E. al S. S. O. , las diferentes cadenas que hemos reco- nocido j\í. Bonplandéyo á medida que nos he- mos aproximado al ecuador y al Rio de las Amazonas. i°. La cadena mas septentrional de todo el sistema de las montañas de Parima nos ha parecido la que se prolonga (lat. 7° 4o') desde el rio Arui, en el meridiano de los rau- dales de Camiseta , detras de la ciudad de la Angostura, hacíala grande catarata del rio Ca- roni ylos manantiales del Imalaca. Esta cadena, que no tiene 3oo pies de altura, separa en las misiones de los capuchinos catalanes, éntrela ciudad de üpata , Cupapui y Santa María los ' A. la serie de estos peñascos avanzados pertenecen tam- bién los que penetran el suelo entre el rio Aguirre y el rio Barima : los peñascos graníticos y anfibólicos de la Vieja Gua- yana y de la ciudad de la Angostura, el cerro del Mono , al sudoeste de Muitaco , ó Real Corona ; el cerro de Taramuto, junto á la Alta Gracia , etc. 206 LIBRO IX. afluentes del Orinoco y los del río Cuyuni. 2°. Al oeste de los raudales de Camiseta (long. 67** 10') , las altas montañas no comienzan en el rio Caura sino por 7° 20' de latitud al sur de la misión de San Luis Guaraguaraico, donde causan los rau- dales de Mura. Esta cordillera se prolonga hácra el oeste por los manantiales del rio Cuchivero, los cerros del Mato , de la Cerbatana y de Ma- niapure , hasta Tepupano , grupo de peñascos graníticos de formas raras que rodean la Enca- ramada. Los puntos culminantes de esta cordi- llera (lat. 7° io'-7° 28') parecen colocados, se- gún las nociones que he lomado de los mismos Indios , cerca de los manantiales del Caño de la Tortuga. La cordiUera de ia Encaramada, que presenta algunas señalesdcoro, es también céle- bre en la mitología de los Tamanaques, pues que las antiguas tradiciones geogónicas se ligan d las rocas pintadas que ella encierra. El Ori- noco muda su dirección en'el confluente del Apu- re, estrellando se en una parte de la cordillera de la Encaramada : varios montecillos y peñascos, esparcidos en la llanura del Capuchino y al norte de Cabrula, pueden ser miradas, sea como los capItulo XXVI. 307 restos de un contrafuerte destruido, ó sea (en la hipótesis del origen ígneo de los granitos) como irrupciones y levantamientos parciales. No discutiré aquí la cuestión de saber si la cordilleramasseptentrional de todas, queesdela Angostura y de la gran caída del Caroni , es una continuación de la cordillera de la Encaramada. 5°. Navegando sobre el Orinoco, del norte al sur, se ven alternar al este pequeñas llanuras y cor- dilleras de las que solo se distinguen los perfi- les, es decir, los cortes perpendiculares á su eje longitudinal. Desde la misión de la Encara- mada hasta la embocadura del rio Zama , siete veces he contado de estas alternativas de sáva- nas y de altas montañas. Al sur de la isla de Cii- curuparu , se eleva luego la cordillera de Cha- viripe (lat. 7° 10') y se prolonga inclinándose hacia el sur (lat. 6" 20 -Q° l^o ) por los cerros del Corcsaí , de Amocoy del Murciélago hasta el Everato, que es un afluente del Gaura, forma allí los rauda les de Parú, yse liga á las altas ci- mas de Matacuna. 4". A la cordillera de Chavi- ripe sucede la del Baraguan (lat. 6° 5o'-n° 5'), célebre por el estrecho del Orinoco al que da su 208 LIBRO IX. nombre. E\Saraguaca ó la monlaña de üruana, compuesta de pedruscos de granito separados, puede mirarse como un contrafuerte septen- trional de la cordillera del Baraguan dirigido al sudoeste hacia el Siamacu y hacia las montañas (lat. 5° 5o') que separan los manantiales del Everato y del Caura , de los del Ventuari. 5°. Cor- dillera de Garichana y del Paruasi (lat. 6° 25') de un aspecto muy saivage, pero rodeado de hermosas praderías. Pilares de granito coro- nados con árboles, peñascos aislados de forma prismática (el Mogote de Cocuisa y el Marima- ruta ó Castillíto de los jesuítas) pertenecen á esta cordillera. 6°. Sobre la orilla occidental del Orinoco generalmente baja y llana , se eleva de repente el pico de Uniana de mas de 5,ooo pies de altura. Los contrafuertes ( lat. 5° oS'-S" 4o') que este pico envia hacia el este , son atravesa- dos por el Orinoco en la primera gran ca- tarata (la de Mapara ó de Atures); mas allá se reúnen, se elevan en cordilleras, y se prolon- gan hacia los manantiales del Cataniapo, hacia los raudales del Ventuari , situados al norte del confluente del Asisi ( lat. 5° i o') , y hacia el cerra CAPITULO XXVI. 20f) €uncvo. 7°. Cinco loguns al sur de Atures, so halLi la cordillera de Qiiitana ó de Maipii" res (lat. iS" i5') que forma el portazgo de la segunda gran catarata. Ninguna de las altas ci- mas de esta cordillera se halla colocada al oeste del Orinoco: ai este se elevan el Gunavami , el pico truncado de Caiitamini y el Jujamari, al cual el padre Gili atribuye una altura extraor- dinaria. 8°. La última cordillera que se observa «n la parle sudoeste de la Sierra Parima, está separada de la de Maipures por llanuras po- bladas de árboles ; estí» es la de los cerros de Sipapo (lat. 4" 5o') i muralla enorme dente- llada, detras de la cual se hallaba atrincherado , <íuando la expedición de Solano, el poderoso gefe de los Indios guaipunabis. La cordillera de Sipapo puede ser mirada como el principio ■de esta fila de altas montañas que bordan, á la distancia de algunas leguas, la orilla derecha del Orinoco, en donde el rio se dirige del S.E. al NO., éntrelas embocaduras del Ventuari, del Jao y del Pádamo (lat. 5" i5'). Largo tiempo ímtes de llegar ( si se sube el Orinoco por mas arriba de la catarata de Maipures ) al punto de v. i4 2 10 LIBRO IX. retroceso situado cerca de San Fernando de Atabapo, se ven alejarse las montañas de la ma- dre del rio; y desde la embocadura del Zama , no se halla en las llanuras sino rocas aisladas. La cordillera de Sipapo (si sin embargo quiere considerarse como haciendo parle de ella las al- tas cimas que siempre se ven al norte, nave- gando de Santa Bárbara á la Esmeralda ) forma el borde sudoeste del sistema de montañas de la Parima , entre los 70" f y 68" de longitud. Los geógnostos modernos han observado quelos pun- tos culminantes de un grupo son menos fre- cuentemente colocados á su centro que hacia una de sus extremidades , precediendo y anun- ciando, por decirlo así, una gran depresión de la cadena. Este fenómeno se halla repetido en el grupo de la Parima, cuyas mas altas cum- bres, el Duida y la Maraguaca, se hallan en la ringlera de montañas mas meridional , en donde comienzan las llanuras del Casiquiarey del Rio Negro. Estos llanos ó sávanas, que no están cubiertos de florestas sino en las inmediaciones de los rios, no ofrecen sin embargo esta continuación CAPITULO XXVI. 2 [ 1 uniforme que se observa en los líanos del Bajo Orinoco, del Meta y de Buenos Aires, que están interrumpidos porgruposde colinas (cerros de Daribapa 'j y por peñascos aislados de formas raras ^ que penetran el suelo y fijan de lejos la atención de los viageros. Estas masas graníticas, frecuentemente estratificadas, se semejan á pi- lares ó á edificios en ruinas. Las 'mismas fuer- zas, que han levantado el grupo entero de la Sierra Parima han obrado aquí y allí en las lla- nuras hasta mas allá del ecuador. La existencia de estos terromonteros y de estos montecillos esporádicos hace difícil la fijación precisa de los límites de un sistema, cuyas montañas no están colocadas longitudinalmente como sobre una vela. A medida que se avanza hacia la frontera ' Lat. 3", long. 69° 11' entre el Itinivini ó Conorichite y los manantiales del Tama, afluente del Macavi y del Atabapo. ' Piedra deKemarumo lat. 3° 20'), Piedra Guahiva, Pie_ dra de Astor sobre los bordes del Atabapo ; muro peñascoso deGuanari, con dos torrccitas junto á los raudales Cunani- vacari, Piedra de Culimacari (lat. 2° o' 4" , en las orillas del Casiquiare ; Glorieta de Cocuy (lat. i" //) y Piedra de Vinu- ij;ane en las márgenes del Rio Negro. ■4* 2J2 I.IRllO IXc ile la provincia porliígiicsa dol Rio Negro , ios peñascos elevados se hacen mas raros ; ti o se hal la mas que bancos ó diques de granitogiieis que causan raudales y cataratas en los ríos. Tal es la superficie del suelo entre los 68° f y 70" ~ de longitud, entre el meridiano de la ra- mificación del Orinoco y el de San Fernando de Alabapo : más lejos al oeste del alto E.io Negro, hacia los manantiales de este rio y de sus afluen- tes, el Xieyel Uaupes(lat. 1°- 2"|, long. ya^-^/f)» existe una pequeña meseta montuosa en la que tradiciones indias colocan iin^íaguna de oro, es decir, un lago ceñido de capas de terreros aurííeros*. En iMaroa, misión la mas occidental ' Según el diario de Acuña y el del padre Frilz , los Indios inanoas sacaban oro de las orillas del Yqiiiari ( Iguiare ó Iguare) , y hacían planchitas y hojas con él. Las notas ma- nuscritas de don Apolinario de la Fuente hacian también mención del oro del rio Uapes. No debe confundirse la la- guna riel 070,q ue se pretende haber hallado subiendo elUapes, [ lat. bor. o" /jo'] con otro lag^o dorado ( lat. mer. i" 10') que La Condamine llama Marahi ó Parahai {\ogua\) , que no es f>tra cosa mas que un terreno muchas veces inimdado , en tre el nacimiento del Jurubech (Urnbaji] y el del rio Marahi , afluente del Caqucta. CAPÍTULO XXVI. 2 1.) onlre las del Rio ¡Negro, me han asegurado los Indios queesle rio toma nacimienlo, igualmente que el Inirida (afluente del Guaviarej, á cinco jornadas de camino, en un pais cubierto de co- linas y de peñascos. En San Marcelino, los indí- genas conocen una sierra Tunuhi , colocada cerca de 5o leguas al oeste de su pueblo , entre el Xie y el Icanna. También M. de la Condamine lia sabido, por los Indios del Amazona, que el Quiquiari (Iquiari de los padres Acuña y Fritz) viene «de un pais de montañas y de minas.» Pues el Iquiari está colocado por el astrónomo francés, entre el ecuador y la embocadura del Xie (Ijie), lo que lo identifica con el Iquiare que cae en el Icanna. No se puede adelantar en el conocimiento geognóstico déla America, sin recurrir continuamente á averiguaciones de geoT grafía comparada. El sistema de montañas que provisionalmente llamaremos el de tnanantia- ies dei Rio Negro y del U aupes . y cuyos pun- ios culminantes no tienen probablemente loo á 120 toesas de altura, parece extenderse hacia el sur á la madre del rio Yupura , en donde las crestas peñascosas forman las cataratas del Kio 1 l4 LIBRO IX. til! ios Engaíios y el sallo í^raiide do Yupiira (de lat. austr. o" 4o' á lat. bor. o" a8'j, y Inicia el oeste al llano del Alto Guaviare. En el curso de este rio, 6o ó 70 leguas al oeste de San Fer- nando de Atabapo , se iiallan dos murallas de peñascos bordando el estrecho (casi latitud bo- real 5° 10', loug. 73°!) al que se fijó la excur- sión del padreMancilla.Esle misionero, subiendo el Guaviare, me ha dicho haber divisado cerca del estrecho (angostura) una esciena de mon- tañas limitando el horizonte al sur. Se ¡i;nora si, mas al oeste, estas montañas atraviesan el Gua- viare y se reúnen á los contrafuertes que envia, entre el rio Umadea y el rio Ariari , la cordillera oriental de la Nueva Granada hacia las sávanas de San Juan de los Llanos. Dudo mucho de esta comunicación con las del Amazona, sino por un estrecho terrestre especialmente reducido al este dfcl pais montuoso que rodea los manantiales del Rio Negro. Pero es mas probable que este pais montuoso (pequeño sistema de montañas, geognósticamente dependiente de la Sierra Pa- rima) forme como un islote en los llanos del Guaviare y del Yupura. El padre Pugnet. guar- rAPÍTULO \\V!. 25 5 «lian del convrnk) de San Fr;iiicis( o d(í Poi^a- yati, me ha aS(í.nirado no ha!)er hallado mas que sávaiias desjjrovíslas de árboles ^ queseex- tendiaii sin ver el fin, cuando iba de las misio- nes estableridas sobre el rio Caguán á Araino, j)ueblo situado sobre el rio Guayavero. La ca- dena de montañas, que muchos geógrafos mo- dernos ^, sin (luda para adornar sus cartas, co- locan entre el Meta y el Vichada , y que parece ligar los Ande» de la ¡Nueva Granada á la Sierra Parima, (;s puramente imaginaria. Acabamos de examinar el prolongainicnJo de la Sierra Parima al oeste hacia los manantiales del lUo Negro, pero nos resta aun seguir d mis- mogrupo en su dirección orií.'ut d. Las monta- ' ¿ Q"^^ cosa es la Selva Grande ó El Airico que colocan las cartas en aquellos parages? Todo el país entre el alto Ori- noco y las mi.«ioues de Coqueta es de tal modo desconocido, que las posesiones de San Juan de los Llanos, do Caguán , de Aramo y del confluente del río Fragua con el Yu- pura ó Caqueta, pueden ser falsas demás de un medio grado «n latitud. ' l*or ejemplo, el mapa giandc de !a Am'hica uierídional por Arrowsniilli. 2l6 LIBRO IX. ñas del Alio Orinoco, al este del raudal de los Guaharibos (iat. bor. i° i5', long. 67° 58' ), se reúnen á la cadena de Pacaraina (Pacarahina, Pacaraimo, Baracaina) que divide las aguas del Caroni y del Rio Branco,ycuyas esquitas micá- ceas, resplandecientes por su brillante plateado, han representado un papel tan importante en la fábula mitológica del Dorado de Ralegh. La parte de esta cadena que encierra los mananlia- ios del Orinoco no ha sido bastante explorada , p(;ro su prolongación mas oriental, entre el me- ridiuDO del puesto mililar de Guirior y el Ru- 2-)unuri, afluente del Esquibo, me es conocida ", ' Hé aquí la lista de los materiales inéditos sobre que se funda mi descripción de la parte oriental de la Sierra Parima: 1** diario de camino de Nicolás Hortsman (1740) hallado entre los papeles de d'Anville y comunicado por sus herede- i'osj 2* notas escritas ( 1778) y dictadas por Santos cuando pasó de las misiones del Caroni á los llanos del Rio Branco, atravesando la cadena de Pacaraina , que él llama Pacaraimo. Este manuscrito y el siguiente se conservan en los archivos de la Nueva Guayana, donde yo he sacado copia; 3° dia- jlo de camino de don Nicolás Rodríguez, amigo de Santos , desde Barceloneta hasta el confluente del rio Mao (Mahu) y Rio Branco. He construido un mapa sobre la exactísima in- CAPITULO XXVI. 21 J lanío por los viages de dos Españoles, don Anto- dicacion de los rumbos y distancias que contiene este pre- cioso manusciito; 4° dos mapas muy circunstanciados del capitán de fragata y astrónomo geógrafo de la comisión de límites, don Antonio Pires de Silva Pontes Lemey del ca- pitán de ingenieros don Ricardo Franco Almeida de Serra (1787 y 1804). Estos mapas manuscritos, que contienen todos los pormenores de la medida trigonométrica de las tortuosidades de los rios, nos han sido comunicados franca- mente á M. Lapie y á mí por el conde de Linhares. Puede aílriruu'se que el curso de muy pocos rios en Europa lia sido sujetoú operaciones mas minuciosas queeldelos rios Branco, U I aricuera , Tacutu y Maliu , y debe sentirse que en el es- tado actual de barbarie en que se encuentra todavía la geo- grafía de las comarcas mas vastas de las Américas española y jjortuguesa, la predilección de una exactitud tan rigorosa se haya dirigido sobre una región casi salvage y enteramente inhabitada; 5^ noticia del viage que don Fi'ancisco José Ro- dríguez Barata, teniente coronel del i*"^ regimiento de línea del Para, ha hecho como abanderado del mismo regimiento por el Rio Branco, el Tacutu y el Saiauru al rioRupunuri y Surinam , atravesando en 179J el arrastradero ó istmo que separa, al sur del cerro Cunucum, las hoyas del Piio Branco y del Esquibo. Debo esta noticia á la complacencia del ca- ballero de Brito, embajador de Portugal cerca de la corte de Francia. a i8 tJBRo ix. nio Sanios y Nicolás Rodríguez, como por los trabajos geodésicos de los portugueses Pontes y Álmeida. Dos portages ó arrastraderos poco concurridos entre el Rio Branco y el rio Es- quibo, llamados de Sarauru y del lago Aniucú, se hallan al sur de la cadena de Pacaraina , y fa- cilitan el camino de tierra , que conduce de la Villa del Rio Wegro ala Guayana holandesa ^ . Al contrario el portage entre el Rio Branco y el Caroni atraviesa la cumbre de la cadena de Pa- caraina misma. Sobre el vertiente septentrional de esta cadena nace el Anocapra (¿ Anucapara? Nocaprai) , afluente del Paraguamusi o Parava- musi; sobre el vertiente meridional, el Araicu- que que forma con el Uraricapara, sobre la mi- sión destruida de Santa Rosa (lat. 3° l\& , long. 6.5° lo') el famoso valle de las Inundaciones *. ' El arrastradero de la laguna Amucú, entre el Caño Pi- rara , afluente del rio Mahu, y el CañoTaravicuru ó Tauri- curu , está á lo leguas al norte del arrastradero de Sarauru. • El rio Uraricapara dcsriuboca en el Uraricuera, que el íiianuscrito de Rodriguez llama Curaricara y que puede ser considerado como el brazo occidental del Rio Branco, mien- tras que su brazo oriental es el de Tacutu, que recibe el Mahu. capíti;lo wvi. a 19 La cordillera principal, que parece tener poca anchura , se prolonga sobre una largura de 80 leguas , dei-deel portage ó arrastradero dil Ano- tapra (long. 65° 55') hasta la orilla izquierda del Rupunuri (long. 61° 5o' ) siguiendo los pa- ralelos de L\ L\ y 4° *2'- ^^' distinguen del oeste al este, las Uíontañas de Pacaraina, de Tipique, de Tauyana , donde nace el rio P.irima ( aflu» n- te del Uraricuera), de Tubachi , de los Cristales (lat. 5" 56', long. 62'' 5^' ) y de Canopiri. VA viagero español, Piodriguez, designa la parh; Ambos brazos se reúnen junto al forlin de San Juaquin dil Rio Branco. Los Españoks del Caroni comenzaron á pasar la cadena de Pacaraina y á introducirse en el territorio portugués en los años de 1770 y 1773, y han establecido allí sucesivamente las misiones de Santa Piosa , de San Juan Bau- tista de Cayacaya (Cadacada y San Antonio , Caulin p. 60. ) ; pero estas aldeas, ó mas bien estas reuniones de cabanas, han sido destruidas por los Portugueses. Las guerras entre las misiones vecinas de dos naciones rivales son desgracia- damente muy frecuentes en esta parte de América. La cirta de Pontos indica en la reunión del Paraguamusi y del rio Ta- ragua , afluente del Caroni (por lat. 4° 3,5'], el pueblo de San Vicente: es este punto donde se liaÜa d jiucbto militar es- paiiol de Cuirior. 2Ü0 LIBRO IX. oriental de la cordillera con el nombre de (^ui- iniropaca; pero como la descripción geognós- tica de un país uo puede hacer progresos sin la adopción de nombres generales, continuo á dar á toda aquella cordillera que liga las mon- tañas del Orinoco con las del interior de las- Guayanas holandesa y francesa , el nombre de Pacaraina que Ralegh y Keymis habían hecho conocer en Europa desde el fin del siglo XVP. El Rupunuri y el Esquibo componen esta cordi- llera; de suerte que, dedos afluentes, el Tava- ricuru y el Sibarona. uno nace sobre la falda sury el otro sobre la falda norte. A medida que uno se aproxima al Esquibo , las montañas to- man mas desenvolvimiento hacia el sudeste , y se extienden hasta mas allá de los 2° | de la- titud boreal. Es de este ratnal oriental ^ de ' Los puntos culminantes de este ramal oriental cslan del S. E. al iS. O : las Sierras de Curaucumu, Jiviri, Yaviarna, Parananibo , Uanarari y Puipe. Pienso que el grupo de las montañas de Cumucumu (Cum-Ucuamu) del mapa de Pon- tes , hecho sobfe los lugares , es el cerro del Dorado ó cerro Ucucuamude los diarios de Sanios, y el Acucuamo oriental, el del padre Caulin ( Corográíica , p. 176), entre el Mahu rAPiruro xxvi. 221 1 1 cordillera do Pacaraina que nace , cerc i del cerro Vasari , el Rio Rupunuri. Sobre \:\ orilla derecha del Rio Branco, en una latitud mas meridional todavía (entre 1° y 2° norte) , existe igualmente un terreno montuoso , en v[ que nacen, del este al oeste, el Caritamini, el Padaviri , el Cababuri (Cavaburis) y el Paci- nioni. Este ramal occidental de las montañas de Pacaraina separa el Rio Branco del a!lo Orinoco, cuyos manantiales no se hallan pro- bablemente al este del meridiano de 66" i5'; y se une á las montañas de Unturan y de Yu- mariquin, colocadas al S. E. do la misión de la Esmeralda \ Resulta del conjunto de estas y el Rupunuri. La isla Ip-^;/zf/cr«a , que Santos coloca en medio de la laguna Parima, recuerda el nombre del lago Amucn f Amucena , Amucii ) cuya existencia, ya anunciada por el cirujano Hortsman de Hildesheim , lia sido justificada por los viages mas recientes. ' Los Indios que habitan las orillas del Rio Branco han diclio al S' Pontes que el rio Mocajalii ó Cahuana que de- sagua en el Rio Branco por los 2° aC' de latitud, y que sol- ." nJ , long. i" 3C' al oeste del meridiano de Ca- yena , según el jnapa de la Guayana publicado en el Dej>ó- sito de la marina, 18 17. 3 Corografía brasilensr ^ Tom. II. pág. 297. - CAPÍTULO XXVI. 23 I Guayanas holandesa y Traucesa hasta 20 ó 26 le- guas de la costa. L'as numerosas cataratas de los ríos de Surinaní , de Maroni y de Oyapock prue- ban la extensión y el prolongamiento de puntas peñascosas; pero hasta ahora nada indica que haya en estas reglones ( como se han dado de- masiada prisa en anunciarlo algunas veces) lla- nuras continuas ó mesetas de algunos cente- nares de toesas de altura, propias al cultivo de las plantas de la zona templada. Acabo de reunir en un mismo cuadro gco- gnóstico todos los materiales que poseo sobre el sistema de m^ontañas de ia Parima. Su exten- sión es diez y nueve veces mayor que la de la Suiza entera; y aun considerando el grupo mon- tuoso de los manantiales del Rio Negro y del Xie como independiente ó aislado en medio de las llanuras, se halla todavía la largura de la Siena Parima ( entre Maipures y los manantia- les del Oyapock ) de S/jo leguas, y su nrayor anchura ( de los peñascos de Imataca , cerca del delta del Orinoco, al origen del rio Parú ) de i^o leguas. En el grupo de la Parima, como en el de las montañas del Asia central , entre 232 LIBRO IX. ilimalaya y el Altai, las cordilleras parciales son frecuentemente interrumpidas , y no ofrecen un paralelismo constante. Sin embargo, hacia el sudoeste ( entre el estrecho del Baraguan, la embocadura del rio Zama y la Esmeralda ) , las montañas están generalmente alineadas en la dirección N. 70° O. Tal es también la situa- ción de una costa lejana, la de las Guayanas portuguesa, francesa, holandesa é inglesa, des- de el cabo Norte hasla las bocas del Orinoco, y tal la dirección mediana del curso del Rio Ne- gro y del Yupura. Gusto de fijar la atención de los geólogos sobre los ángulos que hacen, en diferentes regiones de la América, las cordille,- ras parciales con los meridianos , porque sobre superficies menos extendidas, en Alemania, por ejemplo, se halla también esta coexisten- cia singular de grupos de montañas vecinas, que siguen leyes de dirección enteramente diferen- tes, aunque, en cada grupo, se observe aisla- damente la mayor uniformidad en la alineación de las cordilleras. El suelo sobre qye se levantan las montanas eslá ligeramente combado, c yo he encontrado, CAPITULO XXVI. 2.').) cnlre los 3" y 4' ^^^ latitud boreal , por medidas barométricas, elevados los llanos ó i6o á i8o loesas sobre el nivel del mar. Esta altura puede ser mirada como considerable, si se tiene pre- sente que, al pié délos Andes del Perú , en To- mopenda , á 900 leguas de distancia de las costas del Océano Atlántico, no se elevan los llanos del Amazona sino á 194 toesas. Lo que por otra parte caracteriza mas el grupo de montañas de la Parima, son las rocas de granito y granito- gneis que allí dominan, la falta total de las for- maciones secundarias calcáreas, y estos bancos de rocas desnudos (los Tsij de los desiertos chi- nos ), que, á flor de tierra, ocupan espacios in- mensos en las sávanas. Grupo de las montañas del brasil. Este grupo ha sido figurado hasta aquí en los mapas de una manera tan extrafu^ como las montañas dti la península iberia, del Asia menor y de la Per- sia. Se han confundido las mesetas templadas, y las verdaderas cadenas de 3oo á 5oo toesas de altura, con paises excesivamente cálidos y cuya superficie ondeada solo ofrece hileras de colinas diversamente agrupadas. Las excelentes medí- Íí54 LIBRO IX. das Barométricas del baroi de Eschwegc, direc-- tor general de las minas de oro de la provincia de Minas Geraes, y las observaciones hechas en diferentes partes del Brasil por el principe de Neuwied, por MM. Auguste de Saint-Hi- laire , Olfers, Spix , Pohl y Martiiis, han dado últimamente muchas luces sobre la corografía de la América , portuguesa. La región verdade- ramente montuosa del Brasil , aquella cuya al- tura media se eleva hasta 4oo toesas por lo me- nos , está comprehendida entre límites muy es- trechos casi entre los 18" y 28° de latitud austral; y parece no extenderse entre las provincias de Goyaz y Mato groso, mas allá de los 53° delon- gitud al oeste del meridiano de Paris. Cuando de un solo golpe de vista se mira la configuración oriental de las dos Américas, se ve que las costas del Brasil y de la Guayana , desde el cabo San Roque hasta la embocadura del Orinoco (dirigidas del S.E. al N. O.), corres- ponden alas del Labrador, como las cosías del San Roque hasta el Rio de la plata correspon- den á las de los Estados Unidos ^dií'ijicí'is del cabo S, O. al N. E. ) La cadena cíe los Allcganis. CAPÍTULO xxvr. 235 cstáopucslaácstos últimas cosías, como las cordi- lleras principales del Brasil están casi paralelas al litoral délas provincias de Pofto Scguro;, deRio Janeiro y de Rio Grande. Los Allcganis , com- puestos generalmente degrauwacke y de peñas de transi en b. CAPÍTULO XXVI. 281 paralelo de 24°; al nordeste, por los monleci- llos ^ que la Serra da Canaslra y los Campos Pareéis envían háeia la provincia del Paraguay; al oeste, por los Andes del Alto Perú y del Chile, y al noroeste^ por la punía de partición de las aguas, que se prolonga del contrafuerte de San- ta Cruz de la Sierra, por medio de los líanos de r Al sur de la villa de Cuyaba ,'ó mas bien al sur de rio Mboteti (Emboteten ó Mondego) se prolonga hacia el sur un pais montuoso conocido bajo el pomposo nombre de Cor- dilleras de Amambay, de San José y de Maracaju. Según la bellacarta manuscrita del antiguo vireinato del Rio déla Plata pordon Miguel de Lastaria en 1804, cuya comunicación debo al obsequioso interés de M.Malte-Brun, toda la parte septen- trional del Paraguay , entre la misión de Curuguafi ( lati- tud 24° 7= ) y los rios de Mboteti y Monice (Yaguari ) está llena de colinas. Los geógrafos figuran igualmente una ca- dena de montañas entre los 28° 34» i/^ de latitud en la pro- vincia Cisplatina del Brasil, cadena que, según ellos, separa los vertientes del Uraguay de los de Ja costa oriental. Pero estas pretendidas cordilleras no tienen probablemente más que 200 toesas de elevación. Comparando las carias de d'An- ville, Vare'a , Dobrizhoffer y de Azara , se ve que los pro- greses de la geografía han hecho desa])arecer poco á poco las montañas en aquellos parag6oo leguas cuadradas , cuya mitad son sávanas , es decir, prados cubiertos de gra- míneas. SECCIOIN II. Repartición general de los terrenos. Dirección é inclinación íle las capas. Altura relativa de las formaciones sobre el nivel del Océano. En la sección precedente hemos examinado las desigualdades de la superficie del suelo, es decir , la construcción general de las montañas y la forma de las llanuras" que estas montañas diversamente agrupadas dejan enlre sí. Los agrupamientos son ya lorujitudinales , por ban- das estrechas ó eadenas parecidas á velas que conservan su dirección á grandes distancias ( Andes, montañas del litoral de Venezuela, Serrado Mar del Brasil , y AHeganis de los Esta- dos Unidos ) , ó va por inasas de formas irre- gulares , en las que levantamientos parecen haber V. 39 ago OBRO IX. tenido lugar sobre un laberinto de grietas ó un montón de vetas ( Sierra Parima , Serra das Vertentes). Estos modos de formación ligados á una hipótesis de geognosia % que tiene la ven- taja de estar fundada en hechos observados en los tiempos históricos, caracíerizan de una ma- nera decidida las cadenas y los grupos de mon- tañas. Por otra parte, las consideraciones sobre el relieve de un pais son independientes de las que hacen conocer la naturaleza de los terrenos^ la heterogeneidad de las materias , y la super- posición de las rocas, la dirección é inclinación de las capas. Estas últimas serán expuestas en la segunda y tercera sección de esta memoria. Con respecto al relieve y encadenamiento de las desigualdades del suelo , la mitad del globo lunar está hoy dia casi mejor conocido que la mitad del globo terrestre , y la geología de las * Véanse las importantes y nuevas observaciones sobre el origen de las cadenas de montañas, que se encuentran ex- puestas en una obra digna de fijar la atención de los geólo- gos : Resáltate der neusten geogn. Forschungen des Herrn Lcopold von Buch , zusammongestellt und übersezt voa K. C. von Leonhard y p. 807, 338, 438, 470, 475, 5o6. CAPITULO XXVI. 291 formaciones , inaccesible para siempre á la as- tronomía física , si no se abandona á desvíos pe- ligrosos, adelanta muy lentamente aun en los países mas inmediatos á la Europa. Echando una mirada general sobre la consti- tución geológica de una cadena de montañas , pueden distinguirse cinco et-ementoi de direc- ción ^ confundidos demasiado frecuentemente en las obras de geognosía y de geografía física. Estos elementos son : ct ) El eje longitudinal de la cadena entera ; é" ) La línea que divide las aguas ( divortia aquarum ) ; y ) La línea de cumbres pasando pos los ina- xiína de altura ; íT ) La línea que separa en sección horizon- tal dos formaciones contiguas ; i ) La línea que sigue las fisuras de estrati- ficación. Esta distinción es tanto mas necesaria, cuanto que verisímilmente no existe sobre el globo cadena alguna que ofrezca un paralelismo perfecto de todas estas líneas de dirección. Eu los Pirineos, por ejemplo , «., C , 7 no coinciden; pero cT 7 e (es decir, las diferentes bandas de V »9' 292 lIBRü IX, formación que se rnaiiiriestati sucesivamente y la dirección de los estrales ) son sensiblemente paralelas á a, ó en la dirección de la cadena en- tera ". En las partes mas lejanas del globo, se encuentra tan á menudo un paralelismo perfecto enlre a y ?, que puede creerse que las causas que hísn determinado la dirección del eje (el ángulo b;)jo el cual este eje corta el meridiano ) están bastante generalmente ligadas á las que han de- terminado la dirección é inclinación de las ca- pas. Esta dirección de las capas ella misma es independiente de la délas bandas deformación ó de sus límites visibles en la superficie del suelo : las líneas J" y e se cruzan algunas veces, aun cuando una de ellas coincida con a ó con la dirección del eje longitudinal de la cadena en- tera. El relieve de un pais en un mapa no puede ' En los PirineoSj la dirección tlel eje longitudinal , y la de las formaciones que se manifiestan sucesivamente en la su- perficie del suelo , como por largas fajas, son N. 68"-73" O. Pero' como la línea de los máxima de cumbres no está en pa- ralelo coa el eje, resulta, según las excelentes observaciones de MM. Palassou , Ramond y Charpentier, que esta línea dtbe necesariamente pasar por formaciones u.uy uif^rentcs. CAPITULO xxvr. 29,) exprimirse con precisión, ni evitarse los juicios mas erróneos sobre la posición y superposición (le los lerrcnos , si no se ha comprehendido muy ciaramcnte las relaciones de las lineas de di- rección que acabamos de recordar. En la parte de la y\mérica meridional , que hace el objeto principal de esta memoria , y que está limitada al sur por el rio Aiwazona , como al oeste por el meridiano de las montañas ne- vadas (Sierra Nevada )de Mérida , las diferentes bandas ó zonas de formación ( J^) se hallan sen- siblemente paralelas en los ejes longitudinales ( a ) de las cadenas de montañas y de las llanu- ras interpuestas. Puede decirse en general que la zona granítica ( reuniendo bajo eéta deno- minación las rocas de granito, gneis y micaes- quita ) S'gue la dirección de la cordillera del litoral de Venezuela, y que pertenece exclu- sivamente á esta cordillera y al grupo de las montañas de la Parima , pues que no penetra, en la llanura del Bajo Orinoco, los terrenos secun- darios y terciarios. Resulta de esto que las mis- mas formaciones no constituyen la región de las llanuras y la de las montañas. 2q4 libro IX. Si fuera permitido juzgar de la estructura de toda Ja Sierra Parima , según la parte consi- derable que he examiaado sobre 6° de longitud y 4" de latitud , deberia creerse enteramente compuesta de granitogneis : he visto en ella al- gunas capas de grónstein y de esquita anfibó- lica , pero no micaesquita , ni ihonschiefer , ni bancos de calcáreo granado , aunque muchos fenómenos hacen muy probable la presencia de la primera de estas rocas al este de Maipures y en la cadena de Pacaraina. La constitución geo- lógica del grupo de la Parima es por consi- guiente mas simple todavía que la del grupo brasileño , en el que los granitos, gneis y mi- caesquilas están cubiertos de thonschiefer , de cuarzo cloritoso ( itacolumite ) , de grauwa- cke y de calcáreo de transición ; pero los dos grupos , como ya lo hemos recordado mas ar- riba, tienen de común entre sí la ausencia de un verdadero sistema de rocas secundarias, y en uno y otro no se encuentran mas que algu- nos fragmentos de asperón ó conglomerates. En la cordiUera del litoral de Venezuela, las formaciones graníticas son aun las que do- CAPÍTULO XXTI. 295 minan ; pero faltan hacia el este , sobre todo en ía cadena meridional, en donde se nota ( en las misiones de Caripe y al rededor del golfo de Cariaco) un grande amontonamiento de rocas calcáreas, secundariasy terciarias. Partiendo del punto en que la cordillera del litoral se junta á los Andes de la Nueva Granada ( long. 71°!), se hallan luego las montañas graníticas de Aroa y de San Felipe , entre los rios de Yaracui y Tucuyo \ Estas formaciones graníticas se ex- tienden al este de los dos lados de la llanura de los valles de Avagua, en la cadena septen- trional , hasta el cabo Codera; y en la meridio- nal , hasta las montañas ( altas sávanas ) del Ocumare. Después de la notable interrupción que prueba la cordillera del litoral en la pro- vincia de Barcelona , las rocas graníticas vuel- ven a manifestarse en la isla de la Margarita y en el istmo de Araya , y continúan quizá hast.x las Bocas del Drago ; pero al este del meridiano ' Notas manuscritas del general Cortés : mis propias ob- servaciones no comienzan sino en el meridiano de Puerloca- billo (long. 70" 37'j,y terminan en el del cerro de Meapire (long. 65" 5i'j jimto á Cariaco. 2[i6 LIBRO IX. del cabo Codera, no hay sino el grupo sep- tentrional que sea granítico ( de esquita mi- cácea) ; el meridional ( Morro de Nueva Barce- lona , archipiélago de las islas Caracas, cerro del Bergantín, cercanías de Cumanacoa , de Cocollar y Caripe j está enteramente compuesto de caliza secundaria y de asperón. Si, en el terreno granítico, que es aquí una formación muy complexa , se quiere distin- guir mineralógicamente entre las rocas de gra- nito, del gneis y micaesquita, es preciso tener presente , según mis observaciones locales , que el granito grueso , que no pasa al gneis , es muy raro en aquellas regiones. A las mon- tañas, que hacia el norte adornan la llanura del lago de Valencia , pertenece particular- mente esta calidad ; pues que las islas de este lago, en las montañas que avecinan la villa de Cura, y en todo el grupo septentrional, en- tre el meridiano de la Victoria y cabo Cordera, domina el gneis , alternando unas veces ( Silla de Caracas ) con el granito , ó pasando ( entre el Gangue y la vilia de Cura, en la montaña ^e Chacao ) al micaesquita , que es la roca mas capítulo XX Vi. PC) 7 frecuente en la península de A.raya y en il gr!i¡)o del Macanao que forma la parle occidenlai do la isla de la Margarita. El micaesquiía do la pe- nínsula de Araya pierde poco á poco, al oeste de Maquinares ( cerro de Cliuparuparu ), su brillo semimetálico ; se carga de carbono y se hace una esquifa arcillosa ó gredosa, y aun una ampélita. Las capas de caliza granuda son las mas comunes en la cordillera ó cadena primi- miliva septentrional ; y, lo que es mas notable todavía , es que ellas se encuentran en el gneis y no en el micaesquita. Al terreno granítico ó mas bien al gneis mi- caesquita de la cadena meridional está pegado un terreno de transición ,co\w\ine^lo de gruns- tein , de serpentina aníibólica , de caliza micá- cea y de esquita verde y carburada. La orilla mas meridional de este terreno está formada de rocas volcánicas. Entre Parapara , Orliz y el cerro de Flores ( lat. 9" 28' — 9" 5// ; long. 70° 2' — ^0° i5 ) varios fonolites y amigdaloides, que contienen pirogenes , han quebrado las capas del terreno de transición. Estas erupciones vol- cánicas se encuentran colocadas en 1 1 extensión 298 LIBRO IX. de los llanos, de este vasto mar interior que ha licuado en otro tiempo todo el espacio entre las cordilleras de Venezuela y de la Parima. llecordarémos con este motivo que, según las observaciones del mayor Long y del doctor Ja- mes, formaciones trapeanas ( dolerites y amig- daloides globulosos con pirogenes ) adornan también las llanuras del Misísipi hacia el oeste, en la ladera de las Montañas Peñascosas ^. Las antiguas rocas pirogénicas que he hallado cerca de Parapara , en donde se elevan como montecil- los con cimas redondas , son tanto mas notables , cuanto que hasta aquí no se han descubierto ningunas otras semejantes en toda la parte orien- tal de la América del Sur. El lazo íntimo que se observa en este terreno de Parapara, entre el grunstein y las serpentinas anfibólicas y amig- daloides, encierran cristales de pirogenes; la forma de los Morros de San Juan, que se elevan como cilindros sobre la meseta, y latextura gra- nuda de su calcárea rodeada de rocas trapeanas, • Manantial del Canndrnn Rircr, en el Pilo Colorado de rvalcliitoclie. Véase Long^ Expcd. , tomo II, pág. 91, 402. CAPITULO XXVI. 299 son objetos dignos de la atención del geólogo que ha estudiado, en el Tirol meridional y en Es- cocia , los efectos producidos por el contacto de los Porfirios pirogénicos *. El terreno calcáreo de la cordillera del lito- ral domina sobre todo , como ya lo hemos re- cordado , al este del cabo Uñare , en la cadena meridional, y se extiende hasta el golfo de Paria, frente la isla de la Trinidad , donde se encuen- tran los gipsos de Guire, que contienen el azu- fre. Me han asegurado igualmente en que la ca- dena septentrional , en la montaña de Paria y cerca de Campano, se encuentran formaciones calcáreas secundarias, y que estas formaciones solo empiezan á mostrarse al este de la cresta del peñasco ( cerro de Meapire ) que reúne el grupo calcáreo del Guácharo al grupo de mi- ' Leopold de Buch , Cuadro geológico del Tirol, p. 17. Acabo de saber por cartas muy recientes de M. Boussingault que estos singulares Morros de San Juan , ofreciendo un cal- cáreo con granos cristalinos y manantiales termales, son hue- cos y contienen inmensas grutas llenas de estalactitas , las cuales parecen haber sido habitadas en otro tiempo por los iudífrenas. .)00 T.IBRO i:ensrhn.ssidas de gneis, de micaesquita ó de calcáreo primitiN'o *. La Sierra Parima es uno de los terrenos gra- níticos mas extensos que existen sobre el glo- ' Suponiendo Nueva Valencia long. 70** 3^', y Villa Cii- ralonga 70" 5'. ' La caliza primitiva , tan coraun poi' todas partes en <.'i CAPITULO xxvr. .^2;) bo ' , pero el granito se manifiesta desnudo y solo, á un mismo tiempo, en los flancos de las montañas y en los llanos que las unen, en donde pasan muy comunmente al gneis. Cerca de la Encaramada, en el estrecho delBaraguan, y en las inmediaciones de la misión de la Es- meralda, se encuentra el granito mas constante en su composición granujosa y en formación independiente; y tanto él como el de las Mon- tañas Peñascosas ( lat. 58*-4o° ) de los Pirineos y del Tirol meridional contienen cristales y anfibolia *' diseminados en la masa, sin pasar por esto á la sienite. Estas modificaciones se micaesqnita y gneis , se encuentra en el granito de los gneis desde los Pirineos hasta el puerto de ó , y en las montañas del Labourd. [Charpentier, sobre la constitución geogn. de los Pirineos. ) » Para probar la extensión de la continuación de este tei- reno granítico basta ten er presente que M. Lechenault de la Tour ha recogido en el rio Mana, en la Guayana francesa, los mismos granitogneis (con un poco de anübolia) que he observado trecientas leguas mas al oeste, junto al confluente del Orinoco y del Giiaviare. ' Esta mezcla de anübolia en el granito de la cadena cos- tera de Venezuela no me ha chocado sino en la cumbi'e de la Silla de Caracas. 026 LIBRO IX. observan en las orillas del Orinoco , del Casi- quiare , del Atabapo y del Tuamini. La cumu- lación en montones que se encuentran en Eu- ropa sobre la cresta de las montañas graníticas ( Riesengebirge en Silesia , y Ochsenkopf en Franconia ) es principalmente notable en la parte N. O. de la Sierra Parima, entre Caycara , la Encaramada y Uruana , en las cataratas de Maipures y en la embocadura del rio Vichada; pero es dudoso si estas engastadas masas , que tienen la forma de cilindros, de paralelipípedos redondos en los bordes ó bolas de 4o ó 5o pies de diámetro, son el efecto de una lenta descomposición ó de un levantamiento violento é instantáneo. El granito de la parte sudeste de la Sierra Parima pasa algunas veces á la pegmatite ^ compuesta de feldespato laminar que contiene masas curvas de cuarzo cristalino. ' Schrif-granit. Estaos tina simple inodificat-ion do com- posición y textura del gi^á'ñito, pero \w es ni ami una capa subor- dinada. No debe confundirse la verdadeía pegmatite , ge- neralmente desnuda de mica, con \a'í piedras geográficas , llamadas allí /^íe¿/ra.v mapajas Ae\ Orinoco, que contienen íJStrias de mica verde obscuro diversamente contorneadas, CAPITULO XXVI. v->2 7 No he visto en capas subordinadas sino el gneis * , pero entre Javita , San Carlos del Rio Negro y el pico Duida, el granito está atrave- sado por diferentes vetas de diferentes edades, tapizadas de cristal de roca , de turmalina ne- gra y de piritas. Parece que estas vetas abiertas son mas comunes al este del pico Duida , en la Sierra Pacaraina, y particularmente etítre el Jurumu y Rupunuri ( afluentes del Rio Branco y del Esquibo) , en donde el viagero Horts- manu, en vez de diamantes ^ y esmeraldas, solo descubrió una mina ú horno de cristal de roca. El gneis predomina alo largo de la cordillera del litoral de Venezuela, con la apariencia deuna formación independiente en la cadena septen- ' Las arenas magnéticas délos ríos, que sin can la cadena granítica de la Encaramada, hacen sospechar la proximidad de algunas esquitas anfibólicas ó doríúcaa (hornbíend ó c.hlo- ritschiefer) , sea en capas en el granito, ó sea sobrepuestas á esta roca. ' Estas fábulas de diamantes son muy antiguas en la co^ta de Paria. Pedro Mártir refiere que á principios del siglo XVI un Español, llamado Andrés Morales, compró de un Indio de la costa de Paria " adamantetn mire pretiosiim^ dúos in- 39.S LIBRO IX. trional, desde el cerro de Chuao y el meridiano de Choroni hasta el cabo Codera; y en la meri- dionol , desde el meridiano de Guigue hasta la embocadura del rio Tuy. El cabo Codera, la grande masa de la Silla, del Galipano y del ter- reno entre la Guayra y Caracas, la llanura de Biienavista, los islotes del lago de Valencia, las montañas entre Guigue, María Magdalena y el cerro de Chacao , están compuestos de gneis ' ; sin embargo en medio de este terreno de gneis vuelven á parecer llenos de micaesquitas fre- cuentemente talcosos en el valle de Caurimare y en la antigua provincia de los Mariches ; en /antis digíd artículos longum , magni auíem pollicis arti- culum cequantem crassitudine , acutum utrobiqué et costis 8 nulchre forrnatis constantem .^>^íve\.enáiáo adamas juvenis pariensis resistía á la lima. Pedro Mártir le distingue de los topacios añadiendo: «offenderiint et topazios in littore,» e^ decir, en la costa de Paria, de Santa Marta y de Veragua. Véase Oceánica, Dec. 777 , Lib. IV. pág. 53. ' Se me ha asegurado que los islotes Orcliila y Los Frai- les están también compuestos de gneis. Curacao y Bonaire son calcáreos. La isla Oruba, en que se acaban de encontrar pepitas de oro nativo de un grosor considerable , ¿ será también prim iliva ? CAPITULO XXVI. 599 el Cabo Blanco, al oeste de la Guayra; cerca de Caracas y de Antimano, y sobre todo entre la mesa de Buenavista y los valles de Aragua, en Ja montaña de las Cocuizas y en la Hacienda del Tiiy. Éntrelos límites que acabamos de asignar al gneis, como roca predominante (long. 68° | - •JO j ) , el gneis pasa algunas veces al mica es- quita , mientras que la apariencia de un pasage al granito no se presenta sino en la sola cima de la Silla de Caracas ^ : seria necesario examinar todavía con mas cuidado que el que yo he po- dido tener, si el granito de las cimas del San Gothard y de la Silla de Caracas reposa efectiva- menta sobre el micaesquita y el gneis , ó si estos han penetrado simplemente las rocas, elevándose bajo la forma de agujas ó de domos. El gneis de la cordillera del litoral contiene, en la provincia de Caracas, casi exclusivamente granates, titanio rutiloy graíites diseminadosen la masa de la roca entera, bancos de calcáreo granudo y algunas vetas metalíferas. Yo no decidiré si la serpenti- na granilífera de la llanura de Buenavista está ' La Silla es una montaña de gneis como el pico Adam , en la isla Ccilanc, cuya altura es casi la misma. oyó XIBRO IX. intrpducidaen el gneis, ó si, sobrepuesta á esla roca , pertenece mas bien á una formación de leptinites parecida á la de Peniky deMittweyda, eaSajonia. En la parte de la Sierra Parimaé que hemos recorrido M, Bonpland yo, formael gneis una zona menos cortada y oscilada mas comunmen- te hacia el granito que hacia el micaesquita. Yo no he hallado granate alguno en el gneis de la Parima; y no podría ponerse en duda que el granitogneis del Orinoco no sea un poco aurí- fero en algunos puntos. El micesquita forma con la esquita arcillosa un terreno continuo en la cadena septentrional de la cordillera del litoral , desde la Punta de Araya hasta mas allá del meridiano de Cariaco, como también en la isla de la Margarita , el cual contiene en la península de Araya granates dise- minados en la masa, laycianites; y cuando pasa á la esquita arcillosa pequeñas capas de alumbre nativo. Del micaesquita que constituye una for- mación independiente, es preciso distinguir el micaesquita que está subordinado al terreno de gneis, al este del cabo Codera. Este micaesquita CAPÍTULO XXVI. 53 1 subordinado al gneis presenta, en el valle del Tuy , bancos de calcárao primitivo y pequeñas capas de ampélita gráfica ; entre el Cabo Blanco y Catia, capas de esquita clorítica, granilífera y anfibolia esquitosa ; y entre Caracas y Antinia- no , el fenómeno notable de vetas de gneis que engastan bolas de diorite ( grunstein ) gra- nitífera. Elmicaesquita no domina en la Sierra Parima sino en la parte mas oriental, en donde su brillo ha dado lugar á extraños errores. La esquita anfibólica de la Angostura y las masas de dio- \rite en bolas con capas concéntricas , cerca de Muitaco, parecen sobrepuestas, no al micaesqui- ta , pero sí inraediatamenle al granitogneis. Sin embargo no he podido reconocer distintamente si una porción de esta diorite piritosa estaba engastada, sobre las orillas del Orinoco , como en el fondo del mar cerca del Cabo Blanco, y en la montaña de Avila, en la misma roca que cu- bre. Vetas muy poderosas y de una marcha ir- regular toman á menudo el aspecto de capas, corlas, y las bolas de diorite, amontonadas en colinas, podrían muy bien, según la analogía de 352 LIBRO IX. tantos conos de basalto , haber salido sobre grietas. Los micaesquilas, las esquitas cloríticas y las rocas de anfibolia esquitosa , encierran arena magnética en las regiones tropicales de Ve- nezuela, como en las regiones mas boreales de Europa. Los granates están casi igualmente dise- minados en el gneis (Caracas), en el micaesquita (península de Araya),enla serpentina (Buenavis- ta) , en la esquita clorítica (Cabo Blanco, y en la diorite ó grunstein ( Antimano ) : mas abajo veremos parecer de nuevo estos granates en los Porfirios traquiticos que coronan la célebre mon- taña metalífera del Potosí y en las masas negras y pirogénicas del pequeño volcan de Yana ürcu, que está á espaldas del Chimborazo. El petróleo ( y este fenómeno es sin duda muy digno de atención) sale del terreno de micaes- quita en el golfo de Cariaco; ysimas al este, so- bre las riberas del Areo , y cerca de Cariaco , parece salir de formaciones calcáreas secunda- darias, es probablemente porque estas forma- ciones se hallan sobre el micaesquita. También los manantiales cálidos de Venezuela tienen su CAPÍTULO XXVI. 353 origen en las rocas primitivas, ó mas bien bajo de ellas , y se ven salir del granito ( las Trinche- ras), del gneis ( Mariara y Onoto ), y de las ro- cas calcáreas y arenáceas que cubren las rocas primitivas (Morros de San Juan, Bergantin, y Cariaco). Los temblores de tierra y las detona- ciones subterráneas, cuyo sitio se ha buscado sin razón en las montañas calcáreas de Cumaná, se hacen sentir con mas violencia en los terre- nos graníticos de Caracas y del Orinoco. Fenó- menos ígneos ( si acaso su existencia es bien pro- bada) son atribuidos por los pueblos á los picos graníticos del Duida y del GuaracOt como á la montaña calcárea del Cuchivano. Resulta del conjunto de estas observaciones que el granitogneis predomina en el inmenso grupo de las montañas de la Parima, como el gneismicaesquita en la cordillera del litoral ; que, en los dos sistemas, el terreno de granito , sin mezcla de gneis ni micaesquita no ocupa sino una muy pequeña extensión de pais, y que, en la cadena del litoral , las formaciones de esquita arcillosa [thonschiefer),de micaesquita, degne- isy granito, sesucedendetal modo sobre una mis- 334 LIBRO IX. ma banda del este al oeste (ofreciendo una in- clinación muy uniforme y muy regular de sus estrates hacia el noroeste), que, según la hipó- tesis de una prolongación subterránea de los es- trates, el granito de los estrates , el granito de las Trincheras y del Rincón del Diablo, debiera creerse obre puesto al gneis de la villa de Cu- ra , de Buenavista y de Caracas, y este gneis so- obre puesto, á su turno, al micaesquitay al thons- chiefer de Manicarez y de Chuparuparn en la península de Araya. Ya he hecho sentir, en otra parte , que aquella hipótesis de una prolonga- ción, por decirio así, indefinida de cada roca, fundada sobre el ángulo de inclinación que presentan los estrates, cerca de la superficie del suelo, no es admisible, y que, según un racio- cinio semejante é igualmente aventurado , seria uno forzado á mirar las rocas primitivas de los Alpes de la Suiza como sobrepuestas á la formación de calcáreo compacto del Achsen- berg, y este calcáreo (¿de transición ó idéntico con eí zechstein?) como sobrepuesto álamo- lasa del terreno terciario. CAPÍTULO XXVI. 355 lí Formación de esquita arcillosa ( thouschiefer ) de Malpaso. Si , en el cuadro de las formaciones de Ve- nezuela, hubiese yo querido seguir la división recibida en terrenos primitivo , intermediario, secundario y terciario, hubiera podido dudar sobre el lugar que debe ocupar la última capa de los mícaesquitas de la península de Araya. Esta capa, en el arroyo del Robalo, pasa insensi- blemente de una esquita carburada y brillante á una verdadera ampélita. La dirección é inclina- ción de los estrates quedan las mismas , y el thonschiefer, que toma el aspecto de una roca de transición, no es sino una modificación de los micaesquitas primitivos de Manicarez , con- teniendo granates, cianites y titanio rutilo. Es- tos pasages insensibles del terreno primitivo al terreno de transición, por esquitas arcillosas, que se hacen carburadas, ofreciendo una posición concordante con los micaesquitas y los gneis , han sido también observados muchas veces en Europa por geólogos célebres. Aun puede po- nerse en duda la existencia de una formación 356 LIBRO IX. inóependiente de esquitas primitivas [urtfions- chiefer), es decir, de una formación que no es- tuviese inferiormente ligada con capas que con- tienen trozos de vegetales monocotyledones. El pequeño terreno del thonschiefer de Mal- paso (en la cadena meridional de la cordillera del litoral) está separado del gneismicaesquita por una formación coordinada de serpentina y de diorite. Está dividido en dos capas, cuya su- perior presenta esquilas verdes , esteatisas y mez- cladas deanfibolia ; y la inferior, esquitas azules negras muy fisiles y cruzadas por numerosas ve- tas de cuarzo. No he podido descubrir en él nin- guna capa fragmentaria, ni el hieseíschiefer ni la chiastolite. El Áíeselschiefer pertenece, en aquellos parages, á una formación calcárea que describiremos bien pronto. En cuanto ala chias- tolite (piedra de Santiago) he visto hermosas muestras, que los Indiosllevabancomo amuletos y que procedían de la Sierra Nevada de Mérída. Esta substancia se encuentra probablemente allí en una esquita de transición , pues que los S'" Ribero y Boussingault han observado rocas ¿e thonschiefer á 2,i20toesasde elevación en el CAPÍTULO XXVI. 537 páramo de Mucuchies yendo de Trujillo á Ma- rida ^ III. Formación de serpentina y diorite (grunstein de Juncalito). Hemos indicado mas arriba una cama de ser- pentina granatifera introducida en el gneis de Buenavista, ó quizá sobrepuesta á esta roca; aquí se trata de un verdadero terreno de ser- pentina alternando con la diorite, y que se ex- tiende desde el barranco de Tucutunemo hasta Juncalito. La diorite forma la mayor parte de este terreno ; es granuda, de un color negro verde, y desprovista de cuarzo : su masa está for- mada de pequeños cristales de feldespato entre- lazados con cristales de anfibolia. Esta roca de diorite se cubre en su superficie, por el efecto ' En Galicia, en España, he visto alternar el thonschiefer^ que contiene la chiastolite con el grauwache ; pero la chias- tolite pertenece indudablemente también á piedras que to- dos los geólogos han nombrado hasta ahora rocas pi'imiti- vas , á micaesquitas intercaladas como capas en el granito, y á un terreno de micaesquitas independiente. [ Chai-pentier , p. 143 y 193.) V. 22 55.8 LIBRO IX. úfi la dcscpmposicion , de una costra amarillenla parecida á la de los basaltos y dolerites. La ser- pentina de color verde aceitunado obscuro, con rotura pulida , mezclada de esteatile azulada y anfibolia, ofrece como casi todas las formacio- nes coordinadas de diorite y de serpentina (en Silesia, en el Fichtelgelirge, en el valle de Bai- gory , en los Pirineos , en la isla de Chipre , y en las Montañas de Cobre de la América circum- polar ) rastros de minerales de cobre. En el si- lio en donde la diorite en parte globular se pa- rece alas esquilas verdes de Malpaso, verdaderas capas de esquitas verdes se hallan metidas en la diorite. La hermosa sausurita que hemos visto en el Alto Orinoco, en manos de los indígenas, parece indicar la existencia de un terreno de en- folide sobrepuesto al granilogneis ó á lag es- quitas anfibólicas de la parle oriental de la Sierra Parima. IV. Calcáreo granudo y micáceo de los Morros de San Juan. Los Morros de San Juan se elevan en medio de un terreno de diorite, como torres en rui- nas. Están formados de un calcáreo gris verde , TAPÍTULO XXVI. 539 con textura mezclada de algunas pepitas de mi- ca, y desprovisto de conchas. En ellos se recono- cen masas de arcilla endurecida, negras, fisiles, cargadas de hierro , cubiertas dé una costra amarilla por descomposición, como hay en los basaltos y anfibolias. Un calcáreo compacto, con- teniendo fragmentos de conchas , está á espal- das del calcáreo granudo de los Morros de Saa Juan, cuyo interior es hueco. Es probable que examinando mejor este terreno extraordinario , entre la villa de Guía y Ortiz, en el que no he podido recoger muestras de rocas sino durante un solo dia , se descubrían muchos fenómenos análogos á los que M.Leopoldde Buchacaba de describir en el Tirol meridional. l\í. Boussin- gault , en una memoria muy instructiva que hace poco me ha dirigido , llama la roca de los Morros un « gneis calcarífero problemático. » Esla expresión parece probar que , en algunas partes , las hojas de mica toman una dirección uniforme , como en la dolomía verdosa del Val Toccía. Í22' j/fO LIBRO IX. V. Asperón feldespático del Orinoco. El terreno de granitogneis de la Sierra Pari- nia está cubierto por trozos ( entre la Encara- mada y el cítrecho delBaraguan como en la isla deGuachaco), en su parte occidental , de un as- perón moreno aceitunado que contiene granos de cuarzo y fragmentos de feldespato reunidos poivun cimento arcilloso y muy compacto. Este cimento, en la parte donde abunda, tiene una roturaconchoiday pasaal jaspe. Esta atrevesado por pequeñas vetas de mina de hierro moreno que se separan en láminas muy delgadas. La presencia del feldespato parece indicar que esta pequeña formación de asperón (la sola de to- das las formaciones secundarias que se conoce hasta hoy en la Sierra Parima) pertei^ece al as- perón rojo ullar * ; y he titubeado en reuniría al asperón de ios líanos, cuya antigüedad rela- tiva, hasta ahora , me parece menos probada. ' Eucuéntranse cristales dtí feldespato quebrados ó intac- tos en el tote liegende, ó asperón ullar de Turingia (Fries- leben geogn. , Arbeiten, Toni. IV, p. 82, 85, 96, 194 )• En Méjico he observado una formación de aglomérate feldespá- CAPÍTILO XXVÍ. 541 VI. Formación del asperón de los llanos de Calabozo. Hago suceder las formaciones en el orden en que he creído vislumbrarlas, según las primeras impresiones recibidas sobre los mismos lugares. Las esquitas óthonschiefer carburadas de la pe- nínsula de Araya ligan las rocas primitivas de granítogneis y de gneismicaesquita al terreno de transición (esquitas azules y verdes; diorite y serpentina mezclada de anfibolia ; calcáreo gra- nudo gris verdoso) de Malpaso, Tucutunenio y San Juan, Sobre este terreno de transición se apoyan, hacia el sur, los asperones de los llanos desprovistos de conchas y compuestos ( sávanas de Calabozo) de fragmentos redondos ^ de cuar- zo , de kíeselschiefer y de lídiana, que cimenta una arcilla ferruginosa morena aceitunada; y se hallan en él, fragmentos de madera en gran parte tico muy notable, sobrepuesta, y aun quizá enj^astada en el asperón rojo, cerca de Guanajuato, véase mi Ensayo polít., V mi obra sobre la posición de las rocas, p. 218. ' En Alemania varios asperones, que pertenecen indu- dablemente al rojo, encierran también (cerca de Wiederstedt, 34» LIBRO IX. monocotyledones y masas de hierro moreno» Algunas capas ( Mesa de Paja ) ofrecen granos de cuarzo muy finos : no he visto en él frag- mentos algunos de porfirio ni calcáreos. Estos inmensos terrenos de asperón que cubren los, llanos del Bajo Orinoco y del Amazona, mere- cen la mayor atención de los viageros. Farécense por su aspecto á las nagelfluhes ó almendrillas del terreno de molasa en el que faltan también frecuentemente (Schottwil y Diesbach , en Suiza) los trozos calcáreos: pero por su posición me han parecido tener mas bien conexión con el aspe* ron rojo. En ninguna parte pueden confundirse con los grauwacUes (rocas fragmentarias delran- eiiTuringia) piedrecitas y fragmentos redondos (Freisleben tom. IV, p. 77), y por esta razón les han designado aun con el nombre de nagelfluhe ( Meinícke , en el Natur/orschcr , St, 17, p. 48). No citaré la,s a'iraendrillas subordinadas á los perones rojos de los Pirineos, porque la edad de estos as- asperones desprovistos de ulla puede ser contestada (Char- pentier, p. A?.?)- Capas con granos de cuarzo redondos y muy finos están engastados en el tote liegen de Turingia {Freisieben, tom. IV. p. 97) y Alta Silesia. (Ochyhausen , Besch, von Oberschlesien, p. 119) CAPÍTULO XXVT. 545 sicion) que MM. Boussingault y Ribero ' hanlia- llado á lo largo de las Cordillerafs de la Nueva Granada adornando las sávanaá al oeste. La falta de fragmentos de granito, de gneis y deporfirio, como la frecuencia de maderas petrificadas ^ ' Estos viageros no solo han nivelado su camino por medio del barómetro, pero han determinado también ¡a po- sición de un gran número de jMintos por observacioñtjs me- ridianas del sol y de Caiiopea,y por el empleo de un guarda- tiempo ó cronómetro. Consignaré aquí algunas latitudes muy inciertas sobre nuestras cartas: Maracay lo" i5' 58"j San Carlos 9° 4o' ^^"i Barquesimelo 9° 54' 35"; Tocuyo 9" i5' 5i"-Trujillo 8° 59' 36'^; Pamplona 7° 17' 3". Siguen los nombres de las ciudades en donde MM. Boussingault, Pii- beroé yo hemos observado en diferentes épocas, pero no siempre en las mismas habitaciones. La primera latitud es la que yó he medido, la segunda la de los dos viageros que acabo de citar: Caracas, 10° 3o' So"- 10° 3o' 58"j Valencia, 10" 9' 56"- 1 o» 10' 34"; villa de Cura, 10' 2147"; 10° 3' 44"; San Juan de los Morros 9° 55' o"-9» 55'5o''j Honda 5" 11' 45"-5° 11' 20". M. Boussingault estima la latitud de Mé- ridaS» 16' o". =• El pueblo atribuye estas maderas al bowdichia virgiloi- des ó alcornoque (Véanse mis Nova Gen. y Spec. toni. III, P- ^77) y íi^ chaparo bovo (ihopala complicata). En Ve- uczuela como en Egipto se cree que las maderas pcUiíicu- 344 LIBRO IX, algunas veces dicolyledones¿ indican que estos as- perones pertenecen á formaciones mas recientes que llenan las llanuras entre las Cordilleras de la Parima y del litoral , como la molasa de Suiza llena el espacio entre el Jura y los Alpes? He discutido este problema en otra obra % pero los materiales recogidos hasta hoy dia son to- davía demasiado incompletos. No es fácil , cuan- do muchas formaciones no se han desenvuelto, juzgar de la edad de las rocas arenáceas. Aun en el suelo clásico de la geognosía , en Alemania, los observadores mas ejercitados no son confor- mes sobre el asperón de h Selva Negra y de todo el pais al sudoeste del Thuringer-Waldge- birge. M. Boussingault , que ha recorrido una parte de las sávanas de Venezuela mucho tiem- das se forman de nuestros dias. Debo hacer obseivar aquí que solo he hallado estas maderas dicotyledones petrificadas á la superficie del suelo , y no engastadas en el asperón de los llanos. Los troncos de árboles de 90 pies de largo en- cajados en el asperón rojo del Kifhauser (en Sajonia) son, según las investigaciones recientes de M. Buch , divididos en nudo y muy ciertamente monocotyledones. ' Sobre ¿a posición de las rocas en los dos hemisferios , p. 23o. CAPÍTULO XXVI. 345. po después que yo, ha juzgado que el aspé- ron de los llanos de San Carlos, el del valle de San Antonio de Cucuta y de las mesas de Bar- quesimeto, Tocuyo, Mérida y Trujillo, perté- uece á la formación de asperón rojo antiguo ó ullar. En efecto hay verdadera uUa cerca de Carache, al sudoeste del páramo de las Rosas. - Antes de haber examinado geognosticamenle una parte de estas inmensas llanuras de Amé- rica , hubiera podido creerse que su horizon- talidad uniforme y continua era debida á ter- renos de aluvión , ó á lo mas á terrenos arenosos terciarios. Las arenas que, en ios paises báili- cos y en todo el norte de la Alemania , cubren el calcáreo ordinario y la creta, parecen justificar estas ideas sistemáticas que no han faltado de extenderse sobre el Sahara y los llanos del Asia. Pero las observaciones que hemos podido reco- ger, bastan para probar que, en los dos mundos, las llanuras, las sávanasy los desiertos contie- nen á la vez un gran número de formaciones de diferentes edades, y que estas formaciones salen frecuentemente á luz sin estar cubiertas de de- pósitos de aluviones. El calcáreo jurásico , la 546 HBRO IX. sal gema (llanuras del Meta y de la Palagonia ) y el asperón ullar, se manifiestan en los Uanos de la América meridional , el cuadersandstein * ( desierto entre el Arkansas y el Cauadian River; Rio Píate), un terreno salífero, capas de ulla * (declivites de los Allcganis, riberas del Ohio), y el calcáreo de transición á trilobite^ (Misurí , * Long. Exped. Tom. II , p. 29^. La fisonomía de las rocas cortadas en muros y en pirámides, ó divididas en pedruzcos romboidales, parecen sin duda caracterizar el cuadersandstein; pero el asperón de la cuesta oriental de las Montañas Peñascosas , en donde el sabio viagero M. Ja- mes encontró manantiales salados con capas de gipso y no de ulla (L. c. , tora. II , p. 397, 404), parece pertenecer mas bien al asperón jaspeado. ' L. c., Tom. I, p. 1 5. Esta ulla cubre, como en la Bél- gica, inmediatamente al grauwacke, ó asperón de transi- ción. ' L. c. Tom. I, p. i47- El cacareo intermediario está cu- bierto , en las llanuras del Alto Misuii, con otro calcáreo secundario, que se cree jurásico , mientras que otro calcáreo rico en minerales de plomo, que yo hubiera creído mas an- tiguo aun que el calcáreo oolítico y análogo á la piedra franca, está, según M. James (L. c. Tom. II, p. 412), co- locado por encima de la formación del asperón mas reciente.. ¿Hiibrásído bien comprobada esta superposición? CAPÍTULO XXVI. 347 mas arriba de Coiincü Bluff), llenan las vastas llanuras de la Luisiana y del Canadá. Exami- nando las rocas que el infatigable Caillaud ha recogido en el desierto líbico y en el Oasis de Siwa , se reconocen asperones semejantes á losdeTebas 5 fragmentos de madera petrificada, dicotyledona (de 5o á 4© pies de largo), rudi- mentos de ramos y capas medulares concéntri- cas , que provienen acaso de un asperón terciario de lignites ' ; creta con espatanges y ananchites, calcáreo (jurásico ) de numulites en parte aga- lizadps; otro calcáreo de pequeños granos^ em- pleado en la construcción del templo de Júpiter Ammon(Omm Beydah); sal gema con azufre y betún. Estos ejemplos prueban bastante quelos llanos, las sávanasy los desiertos no ofrecen aque- * Formación de molasa, * M. de Buch piegunta con razón si este calcáreo esta- tuario , que se parece al mármol de Paros y al calcáreo he- cho granudo por el contacto coa los granitos sienéticos de Predazzo , es una caodificacion del calcáreo de numulites de Siwa. Las montañas primitivas, de donde se creerla sacado este mármol de pequeños granitos , si uno se dejase engañar por su apariencia granuda , están muy distantes del Oasis de 548; LIBRO IX. l!a uniformidad de rocas terciarias, que demasia- do generalmeDte se supone existir en ellos. ¿ Los hermosos pedazos de jasp'fjs listados, ó quijar - ros de Egypto, que M. Bonpland ha cogido en las sávanas de Barcelona (cerca de Curataqui- che) pertenecen al asperón de los llanos de Calabozo, ó á un terreno sobrepuesto á este asperón? La primera de estas comparaciones, aproximarla, según la analogía, las observacio- nes hechas en Egypto por M. de Rosiere. VII. Formación del calcáreo conipaclo de Cunianacoíi. Un calcáreo gris azulado compacto , casi des- provisto de pelrificaciones, frecuentemente atra- vesado por pequeñas vetas de cal carbonada, forma montañas muy escarpadas. Sus capas tie- nen la misma dirección é inclinación (Punta Delgada al este de Cumaná) que el micaesquita de Araya. En el punto en donde el flanco délas montañas calcáreas de la Nueva Andalucía es muy escarpado, se ve, como en el Achsenberg, cerca de Altorf , en Suiza, capas singularmente arqueadas ó contornadas. Las tintas del calcá- reo de Cumanacoa varian del gris negruzco, al CAPÍTULO xxvr. 3/J9 blanco azulado (Bordones, núcleo del cerro del Imposible, Cocollar, Turimiquiri, montaña de Santa María), y pasan algunas veces del compac- to al granudo. Encierra, como substancias ac- cidentaímente diseminadas en la masa, minas de hierro moreno , hierro espático y aun cristal de roca* ; como capas subordinadas , 1° nu- merosos estrates de margascarburadas y esquito- gas con piritas ( cerro del Guchivano, cerca de Cumanacoa); 2° asperón cuarzoso alternante con eslrates muy delgados de arcilla esquilosa (Quetepe, al sur de Cumaná , cerro del Impo- sible, mesa del Cocollar, cerro de Saca iManteca, cerca de Catuaro , con verisimilitud también la hondonada del Guardian de San Agustín , y el Purgatorio). Este asperón encierra manantiales, y generalmente no hace mas que cubrir el cal- cáreo de Cumanacoa ; pero algunas veces me ha parecido encajado en él ; 3° gipso con azufre (cerca de Guire en el Golfo Triste, sobre la costa de Paria.) Como no he examinado sobre los lu- gares la posición de este gipso blanco amarillento ' El zechstein de Gross-Cerner, en Tiiiingia, contiene ó engasta también cristal de roca. Freisleben , ToitIí III. p. 17. 35o tIBRO IX. y de pequeños granos, no puedo decidir con cer- teza sobre su edad relativa. Las solas petrificaciones de conchas que he encontrado en esta formación calcárea , son ua cúmulo de turbinites y trochites , sobre el flanco del Turimiquiri, á mas de 68o toesas de altura» y un cuerno de amon de 7 pulgadas de diáme- tro en la montaña de Santa María , al ñor -noru este de Caripe. En ninguna parte he visto el caicdreo de Cumanacoa , de que trato especial- mente en este artículo , sobre el asperón de ios Uanos ; si esta superposición tiene lugar, debe encontrarse al bajar de la mesa del Co- coUar hacia la de Amana. Sobre la costa me- ridional del golfo de Cariaco, la formación calcárea (Punta Delgada) cubre probablemente y sin que haya interposición de otra roca , el micaesquita, que pasa althonschiefercarburado. En la parte boreal del golfo , he visto distinta- mente esta formación esquitosa á una profundi- dad de 2 á 3 brazas dentro del mar. Los manan- tiales cálidos submarinos me han parecido salir del micaesquita , así como el petróleo de Maniquarez. Si queda dudas, enciiaulo á la roca CAPÍTULO XXVI. 35 1 á la que el calcáreo de Cutnanacoa esta inme- diatamente sobrepuesto , no hay ninguna en cuanto á las rocas que le cubren , tales que i* el calcáreo terciario de Cumaná , cerca de Punta Delgada y no el cerro de Meapire ; 2°el asperón de Quetepe y del Turimiquiri , que forma también capas en el calcáreo de Cumanacoa, y pertenece probablemente á este último terreno ; 5° el cal- cáreo de Caripe, que en el curso de esta obra hemos visto frecuentemente identificado con el calcáreo jurásico, y del que vamos hablar en el artículo que sigue inmediatamente. VIII. Formación del calcáreo compacto de Caripe. Bajando del Cuchillo de Guanaguana ha- cia el convento de Caripe á la formación calcá- rea gris azulado de Cumanacoa, se ve suce- der otra formación mas reciente, blanca , con rotura lisa , pulida ó imperfectamente conchoida y dividida en capas muy delgadas. Llamo prea- lablemente á esta, formación calcárea de Ca- ripe, á causa de la caverna de este nombre que está habitada por millares de aves nocturnas. Este calcáreo me ha parecido idéntico i^con el 352 LIBRO IX. calcáreo del Morro de Barcelona y de las islas Chimanas, que contiene pequeñas capas de kieselschieíbr negro (jaspe esquitoso), despro- visto de vetas de cuarzo, y quebrándose en frag- mentos de íorma paralelipípeda ; 2° con el cal- cáreo gris blanquizco, con rotura lisa, de Tisnao, que parece cubrir el asperón de los llanos. La formación del de Caripe se vueive á encontrar en la isla de Cuba ( entre la Habana y Batabano , entre el puerto de la Trinidad y el rio Guaura- bo) como en los islotes de los Caimanes. He descrito hasta aquí las formaciones de calcáreo ó caliza secundaria de la cadena del litoral sin darles nombres sistemáticos que puedan ligarlas á las formaciones de Euro- pa. Durante mi permanencia en Europa he tenido el calcáreo de Cumanacoa por zechs- tein ó calcáreo alpino y el de Caripe por cal- cáreo jurásico. Las margas carburadas ó lige- ramente bituminosas de Cumanacoa , análogas á las capas de esquitas bituminosas, que son muy numerosas * en los Alpes de la Baviera * Yo las he encontrado en los Andes peruanos, junto á Montan, á 1,600 toe?as de altura. CAPITULO XXVI. 355 uieritlional me han parecido caracterizar la pri- mera de estas formaciones , al paso que la res- plandeciente blancura del terreno cavernoso de Caripe y la forma del asiento ó colocación de estas rocas ,. que se alinean en murallas y en cornisas, me recuerdan vivamente el calcáreo jurásico deStreiJberg, enFranconia, ó deOiízow y de Krzeissowize, en la Alta Silesia. HayenVenc- y.uela una supresión de diferentes terrenos que separan en el antiguo continente el zechstciri del calcáreo del Jura, El asperón del Cocoiiar, con que está muchas veces cubierto el cal- cáreo de Cumanacoa, podria considerarse co- mo gris jaspeado', pero es mas probable que, alternando por capas con el calcáreo de Cuma- nacoa, sea algunas veces llevado al limite suí)c- rior á que pertenece : el zechstein de Europa contiene también asperón muy cuarzoso. Los dos terr'enos calcáreos de Cumanacoa y Caripe se suceden inmediatamente, como lo ha- cen el alpino y el jurásico en la ladera occidental delllanolmejicano, entre Sopilote, ¡Mescalay Te- huilotepec. Estas formaciones pasan quizá de un 1 á otra, de suerle que la Viltima no será si- v. .25 554 LIBRO IX. no un asiento 5upcrior del zechstein. Esta cu- bierta inmediata, esta supresión de terrenos interpuestos, esta simplicidad de estructura y esta ausencia de capas oolíticas han sido igual- mente observadas, por hábiles geólogos , en la Alta Silesia y en los Pirineos. Por otra parte la superposición inmediata del calcáreo de Cuma- nacoa sobre micaesquitas y thonschiefer de transición, la rareza de las petrificaciones , que aun no han sido suficientemente examinadas , y las capas de sílex que pasan á la piedra lidia- na , podrian hacer creer que los terrenos de Cumanacoa y Caripe son de una formación mucho mas antigua que las rocas secundarias. ]No debe admirarse que las dudas que se presen- tan al geólogo cuando debe pronunciar sobre la edad relativa del calcáreo de las altas inon- tafias^ bien sea en los Pirineos , en los Apeninos (ai sur del lago de Perugia ) ó bien en los Alpes de la Suiza , se extiendan también sobre los ter- renos calcáreos de las altas montañas de la Nueva Andalucía y por todas partes de América en dondeno se conoce distintamente la presencia el asperón rojo. CAriTULO XXVI. IX. Asperón del Bcrganlin. 555 Un asperón cuarzoso cubre entre Nueva Bar- celona y el cerro del Bergantín el calcáreo ju- rásico de Cumanacoa. ¿ Es una roca arenácea análoga al asperón verde , ó pertenece al del Cocollar ? En este ultimo caso su presencia pa* receria probar mas claramente aun que los cal-" careos de Cumanacoa y Caripe no sore sino dos hileras de un inistno sistema ., que alternan con el asperón, ya cuarzoso, ya esquitoso. X. Gipsos de los llanos de Vcaczuela Depósitos de gipso laminoso, conteniendo capas numerosas de margas, se encuentran, por tiras, en los llanos de Caracas y Barcelona, por ejemplo, en la llanura de San Diego, entre Oríiz y la Mesa de Paja., junto á la misión de Ca- chipo; los cuales me han parecido cubrir el calcáreo jurásico deTisnao, que es análogo al de Caripe; también se encuentran allímontoncilos de gipso fibroso. No he dado el nombre de /br- rnaciones al asperón del Orinoco^ al del Coqo- iiar , ai del Bergantín ni al de los llanos^ 25* 356 LIBRO IX. porque nada prueba hasta aquí \a independen- cia de estos terrenos arenáceos y gipsosos. Pre- sumo que algún dia se reconocerá que el gipso de ios llanos no solamente cubre el calcáreo ju- rásicodelosllanos, sino que tambienestá algunas veces impregnado en el calcáreo jurásico, como lo está el del Golfo Triste en el alpino de Cu- manacoa. ¿ Las grandes masas de azufre encon- tradas en capas enteramente arcillosas de los llanos ( Guayuta, valle de San Bonifacio, Buen Pastor y confluente del rio Pao con el Orinoco ) pertenecerán acaso á las margas del gipso de Ortiz ? Estas capas arcillosas merecen tanto mas la atención de los viageros, cuanto que las her- mosas observaciones de M.deBuchydeotros mu- chos geólogos célebres sóbrela cavernosidad del gipso, la irregularidad de la inclinación de sus eslrates y su posición parálela en las dos laderas delHarz y de la cadena de los Alpes, igualmente que la presencia simultánea del azufre, del hier- ro oligista ^ y de los vapores délos ácidos sulfu- rosos que han precedido á la formación del ' Gipso con hierro oligista en el asperón jaspeado, al sur dcDax (dcparlamento de las Laiidns'). CAPÍ i I LO xwi, 0;)^ ácido sulfúrico, parecen manifestar la acción de fuerzas que residen, á una grande profundi- dad, en el jnterior del globo. XI. Formación de arcilla niuriatífera (con betún y gijjso ojeado) de la península de Araya. Este terrenoofreceuna admirable analogía con c\ saizthonieérestein^arcAWsi muriatífera) que he hecho conocer, como acompañando en todas las zonas á la sal gema ". En las salinas de Araya habia llamado la atención de Pedro Mártir de Anghiera desde el principio del siglo XV1°, y es muy probable que facilitase el rompimiento de las tierras y la formación del golfo de Cariaco. Este es una arcilla gris de humo impregnada de pretróleo , mezclada de gipso laminoso y lenticular, y atravesada algunas veces por pe- queñas vetas de gipso fibroso : contiene , y co- mo engasta, masas angulosas y menos friables de arcilla parda obscura con rotura esquilosa y algunas veces conchoide ; el muriato de sosa se encuentra allí diseminado en partes casi in- ' Humholdt, Ensayo geognóstico , p. 241. Lconhard , Characteristik der Felsarícn, p. 36 :í. 358 LIBRO IX. visibles. Las relaciones do situación ó de super- posición de este terreno con las rocas terciarías no me han parecido bastante claras para que yo pudiese pronunciar con certeza sobre este elemento , que es el mas importante de la geo- nosía positiva. Las capas coordinadas de sal gema , de arcilla muriatiferd y de gipso ofrc- cen las mismas dificultados en los dos hemisfe- rio s:estas masas, quyas formas son muy irre- gulares presentan por todas partes vestigios de grandes trastornos : no están ellas jamas cu- biertas de formaciones independientes; y des- pués de haber creido, durante largo tiempo en el continente de la Europa, la sal gema exclu- sivamente propia al calcáreo alpino y al de tran- sición, se admite hoy dia mas comunmente aun, sea según razonamientos fundados sobre ana- logías, ó sea según suposiciones sobre la pro- longación délas capas, que«l verdadero lugar de la sal gema se encuentra en el asperón jas- peado ; pero aquella parece oscilar algunas ve-. ees de este hacia el muschel/ialk. En la primera de las dos incursiones que he hecho á la peniusula de Araya, me inclinaba % CAPÍTULO XXVI. 3'JC} silirar la arcilla muriatífera como subordinad.i al aglomérate ( de formación evidentemente terciaria ) del Barrigón y de la montaña del cas- tillo de Cumaná , porque, un poco al norte de este , había encontrado bancos de arcilla endu- recida ^ y conteniendo gipso laminoso introdu- cido en el terreno terciario. Yo creia que la ar- cilla muriatífera podía alternar con el montón calcáreo del Barrigón ; y muy próximo á las pequeñas cabanas que están situadas en frente de Macanao, me pareció que algunas rocas de este montón calcáreo penetraban los estrates de arcilla. En una segunda excursión á Mani- quarez y á las esquitas alüminíferas de Chaipa- ruparu , la ligazón entre el terreno terciario y la arcilla con el betún me pareció bastante pro- blemática. Examiné mas particularmente el si- tio de las peñas negras cerca del cerro de la Vela , al E. S. E. del castillo arruinado de Araya. El calcáreo de estas peñas ^ es compacto gris azulado , y casi desprovisto de petrificaciones. Me pareció mucho mas antiguo que el aglo- mérate terciario del Barrigón, y le vi cur ^ No niiuiatífcro y slu petróleo. 7)6o LIBRO IX. brir , en posición concordante, una arcilla es- quitóse bastante análoga á la murialífera. Gus- taba de comparar está última formación con las capas de marga carburada que encierra el calcáreo alpino de Cumanacoa. Según las ideas geognósticas mas extendidas hoy dia, la roca de las peñas negras podria mirarse como repre- sentando el muschelkalk ( calcáreo de Gotin- ga ) y la arcilla salífera y bituminosa de Araya como representando el asjt7ero?ijasy7eaí/(? : pero estos problemas no podrán ser resueltos , sino cuando se habrán emprendido verdaderos tra- bajos de minas en estas regiones. Algunos geó- logos, que creen que, en Italia,la sal gema penetra hasta en los terrenos superiores al calcáreo ju- rásico , y aun á la greda , serán inclinados á to- mar el calcáreo de las penas negras por una de aquellas capas de calcáreo compacto, despro- vistas de granos de cuarzo y de petrificaciones que se encuentran frecuentemente en medio del aglomérate terciaro del Barrigón y del castillo de Gumaná : la arcilla salífera de Araya les parecerá análoga , ya á la arciiía plástica CAPÍTULO XXVI. 36 1 de París ', ya á los bancos arcillosos { dief y tourtia) de asperón secundario dclignites, que, en Bélgica y Westfalia, encierran manantiales salados ^. Por difícil que sea distinguir aisla- damente las capas de marga y de arcilla, perte- necientes al asperón jaspeado, al muscheikaik, al cuadersandstein, al calcáreo jurásico, al as- perón secundario con W^míQ?, [green andiron sand ) , y al terreno terciario superior á la gre- da, pienso sin embargo que el betún que acom- paña por todas partes la sal gema, y mas á me- nudo aun los manantiales salados , caracteriza las arcillas muriatíferasde la península de Araya y de la isla de la Margarita , como ligadas á formaciones situadas debajo del terreno tercia- rio. No digo que sean anteriores keste terreno, pues, desde la publicación de las observaciones de M. Buch sobre el Tirol , no es permitido ya mirar lo que está debajo, en el espacio, como necesariamente anterior , en cuanto á la épo- ca de su formación. ' Asperón terciario con lignites c molasa de Argovia. * Notas manuscritas de MM. de Dechen y de Ocyhausen. (Véase también Buff^w Noggeralth , RheinluTid- ff^esphal. , Tomín, p. 53.) 362 LIBRO IX. El belun y el petróleo salen todavía hoy, como, lo hemos visto mas arriba, del micaesquila ; es- tas substancias son arrojadas, cada vez que el ter- reno (entre Cumaná, Cariaco y el Ga//b Triste) es conmovido por fuerzas subterráneas. Pues, es á este mismo terreno primitivo que está so- brepuesta, en la península de Araya y en la isla de la Margarita , la arcilla salífera impregnada de betún , casi lo mismo que en Calabra la sal gema se muestra por trozos en las hondonadas ceñidas por terrenos de granito y de gneis \ ¿Estas circunstancias sirven para apoyar el siste- ma ingenioso ^ según el que todas las forma- ciones coordinadas de gipso, de azufre, de be- tún y de sal gema ( constantemente anhidre ) son debidas á derramamientos hechos por medio de aberturas que han atravesado la costra oxidada de nuestro planeta y penetrado hasta el sitio de la acción volcánica? Las enormes masas de mu- ríale de sosa ( clorure de sodiuní ) vomitadas 1 Melogranif desc. geolog. di Aspromonte , i823^ p. 2 56, 276, 287 ' Breislach , Geología , Tom. I, p. 35o. Boué sobre los^ Alpes, p. 17. CAÍÍTÜIO XXVI. 363 recientemente por el Vesubio ', las pequeñas ve- tas de aquella sal que he visto á menudo atra- vesar las lavas litoides mas recientes, y cuyo origen ( por sublimación ) parece semejante á la del hierro oligista depuesto en estas mismas hendiduras ^ , los bancos de sal gema y de ar- cilla salífera que ofrece el terreno traquitico, en las llanuras del Perú y al rededor del volcan de los Andes de Quito ^, son muy dignos de fijar la atención de los geólogos que quieren discutir el origen de las formaciones. En el cuadro que trazo aqui, me limito ala simple enumeración de los fenómenos de posición^ indicando al mismo tiempo algunas vistas teóricas , según las que los observadores , colocados en circuns- tancias mas ventajosas que las en que me ha- llaba yo, podrán dirigir sus averiguaciones. ' Laugier y Gaillard , en \o?, Anales del Mus.; año V, 11° 12 , p. 435. Las masas airojadas cu 1822 eran tan con- siderables , que los habitantes de algunos pueblos al rededor del Vesubio las recogieron, é hicieron provisión de ellas paca su uso doméstico. ' Gai-Lusac, sobre la acción de los volcanes, en los Ana- les de química , Tom. XXII, p. ^18. 2 Véase mi Ensayo geognósiico, p. 25i. 364 LIBRO IX. XII. Aglomérate calcáreo del Barrigón, del castillo de Gu- anana y de los alrededores de Puertocabello. Esta es una formación muy complexa que presenta aquella mezcla y aquella vuelta perió- dica de calcáreo compacto, de asperón cuarzoso y de aglomérales (brechas calcáreas) que carac- terizan mas particularmente, bajo todas las zo- nas, el terreno terciario , y forma la montaña del castillo de San Antonio , cerca de la ciudad de Cumaná, así como la extremidad sudoeste déla península deAraya, el cerro deMeapire, al sur de Cariaco, y los contornos de Puertocabello. Contiene T un calcáreo cotnpacto generalmen- te gris blanquizco ó blanco amarillento (cerro del Barrigón ) . del que algunos bancos muy del- gados están enteramente desprovistos de petri- ficaciones, mientras que otros están compuestos de cardites, ostraciles, pectens y restos de polipe- ros litofites ; 2° un mármol ó brecha en el que una innumerable canlidadde conchas pelágicas se encuentra mezclada con granos de cuarzo aglutinados por un cimento de carbonate de cal; 5° un asperón calcáreo con granos de cuarzo redondos muy finos ( Punta Arenas , al oeste CAPÍTULO XXVI. 365 del pueblo de Maniquarez ), conteniendo pe- dazos de mina de hierro; 4° bancos de marga y de arcilla esquitosa, desprovista de pepitas de mica, pero conteniendo selenites y gipso lami- noso : estos bancos de arcilla me han parecido formar constantemente las capas inferiores. A este mismo terreno terciario pertenecen también las tobas calcáreas ( formación de agua de los valles de Aragua , junto á la Victoria, y la roca fragmentaria del Cabo Blanco, al oeste del puerto de la Guayra. No me atrevo á designar este úl- timo por el nombre da nagel/lhune, pues que este nombre indica fragmeiilos redondos, al paso que los del Cabo Blanco son generalmente angulosos y se componen de gneis, de cuarzo y hnlina y de esquita clorilosa , reunidos por un cimento Cíí/careo, el cual contiene arena magné- tica ', madreporitasy restos de conchas bivalvas pelágicas, y los diferentes pedazos de terreno ter- ciario que he encontrado en la cadena del litoral deVenezuela, en los dos vertientes déla cordillera septentrional, parecen sobrepuestos, cerca de ' I.a arena magnética es debida sin duda á la esquita que forma en estos parages el fondo del mar. 366 LIBRO IX. Cumaná (entre Bordones y Punta Delgada), en el cerro de Meapire, al calcáreo (alpino) de Cuma- iiacoa ; entre Puertocabello y el rio Guayguaza , lo mismo que en los valles de Aragua , al gra- nito; sobre el decliveoccidental de la colina que forma el Cabo Blanco , al gneis ; en la penín- sula de Araya, á la arcilla salífera; este ulti- mo modo de situación no es quizá sino una simple aposición \ Si se quiere colocar los di- ferentes miembros de la serie terciaria según la edad de su formación, debe mirarse, creo , como mas antiguo, el marinólo brecha del Cabo Blanco con fragmentos de rocas primitivas, y hacer suceder á esla brecha el ca/cá7'e<9 ar^end- ceo del castillo de Cumaná desprovisto de sílex córneo , pero por otra parte bastante aná- logo al calcáreo (común) de Parisyal terreno de agua dulce de la Victoria. El gipso arcilloso mezclado de brechas calcáreas con mndrepo- ras, cardilesy ostras, que yo heencontrado entre Cartagena de Indias y el cerro de la Popa^ y las calcáreas igualmente recientes de la Gran ' An-uicht auffagerung, sogiin el lenguage preciso ele los geólogos de mi pr.tria. CAPÍTULO XXVI. 067 Tierra de la Guadalupe y de la Barbuda * ( calcáreas llenas de conchas pelágicas que parecen á las que viven en el Mar de las Anti- llas ), prueban que el terreno terciario (terreno de sedimento superior ) se extiende muy lejos hacia el oeste y norte. Estas recientes formaciones, tan ricas en res- tos decuerpos organizados, ofrecen á losviageros familiarizados con los caracteres zoológicos de las rocas, un vasto campo que cultivar. Exami- nar estos restos en las capas sobrepuestas como por pisos unas á otras, es estudiar los faunos de diferentes eí/at/es y compararlos entre sí. La geografía de los animales traza los límites en el espacio, según la diversidad de H>s climas que determinan el estado actual déla vegetación so- bre nuestro planeta.*La geología de los cuerpos organizados es por el contrario un fragmento de la historia de ia naturaieza , tomando ía palabra /míorm en su acepción propia, que des- ' Moreau de Jonnes, hist. fís. de las Antillas francesas, Tom. I, p. 564. Brongníart , descr. gcológ. de las inmedia- ciones de Paris , 1822, p. 201. 563 LIBRO IX. cribe los habitantes de la tierra, segua la suce- sión de los tiempos. En los Museos pueden re- conocerse los géneros y las especies , pero los faunos de las diferentes edades, el predominio de ciertas conchas, las relaciones numéricas que caracterizan el reino animal y la vegetación de/i¿- gar ó de una época, deben ser estudiados en presencia misma de las formaciones. Me ha parecido ^ desde largo tiempo que bajo los tró- picos, como en la zona templada, las conchas imivalvas son mas numerosas (en especies) que las bivalvas. Por esta superioridad en número, el inundo orgánico fósil, ofrece, bajo todas las latitudes, una analogía mas con las conchas inlertropicqi^es que viven hoy dia en el seno de los mares. En efecto, M. Defrance, en una obra ^ llena de ideas nievas ¿ingeniosas, no solo reconoce este mismo predominio de las univalvas en el número de los géneros, pero recuerda también que, de 5,5oo especies fósiles de conchas univalvas, bivalvas y dividas , que ' Ensayo geognósíico p. 42. ' Estado de los cuerpos organizados fósiles ^ iSa/J , pa- irinns 5i 125. CAPÍTULO XXVI. 569 contienen sus ricas colecciones, hay 3, 066 uni- valvas , 2108 bivalvas, y 526 dividirlas; de suerte que las univalvas fósiles son á las bival- vas como 3 : 2. XIII. Formación de amigdaloides pirogénico y de fonolites entre Ortiz y el Cerro de Flores. Coloco al fin de las formaciones de Venezuela el terreno de amigdaloide pirogénica y de fono- lite (porphyrschiefer), no como las solas rocas que miro como pirogénicas, pero como aquellas cuyo origen enteramente volcánico es proba- blemente posterior al terreno terciario. Este resultado no es debido á las observaciones que he hecho en el declive meridional de la cordi- llera del litoral, entre los Morros de San Juan , Parapara y los ilanos de Calabozo. En esta re- gión, otras circunstancias locales conducirían mas bien á mirar las amigdaloides de Ortiz, co- mo ligadas al sistema de rocas de transición (serpentina anfibólica, diorites, y esquitas car- buradas de Malpaso) que he descrito mas arri- ba : pero la erupción de los traquites , al través de las rocas posteriores á la creta en las Luganeas v. 24 Ó'JO LIKRO IX. y (11 otras partes de Europa, junto ai fenómeno de la ausencia total de fragmentos de porfirio pirogénico , de Iraquites, de basalto y de fono- lite ^ en los conglomérales ó rocas fragmenta- rias anteriores á los terrenos terciarios mas re- cientes, hace probable que la aparición de las rocas trapeanas en la superíicie del suelo sea el efecto de una de las últimas revoluciones de nuestro planeta, aun en donde la erupción ha tenido lugar por grietas (vetas) que atraviesan el granitogneis ó de las rocas de transición, no cubiertas por formaciones secundarias y ter- ciarias. El pequeño terreno volcánico de Ortiz (lati- tud 9° 2 8'-9° 56') forma la antigua ribera de la vasta llanuraú hoya de los f¿¿i?ií?s de Venezuela; no está compuesto , en los puntos en donde he po- dido examirnarlo, sino de dos especies de rocas, ' Los fragmentos de estas rocas solo aparecen en las to- bas ó aglomerates que pertenecen esencialmente al terreno basáltico, ó que rodean los volcanes mas recientes. Cada for- mación volcánica se cubre con sus breclias , que son los efec- tos de la misma erupción. [Leopold von Buch , Rcsiiltnm gfogn. Forsch, , p. 3ii. ) CAPITULO XXVI. 5-1 á saber : de amigdaloidc y de fonolite. La amij^- daloide azul pardusca contiene cristales resque- brajados de pirogenes y de misotipes. Forma bo- las con capas concéntricas cuyo centro aplastado es casi tan duro como el basalto, y no ae distingue en ella, ni divina, ni anfiboiia alguna. Antes de mostrarse como un terreno independiente y de levantarse en pequeñas colinas cónicas , la amig- daloidc parece alternar , por capas, con la misma diorite que hemos visto mas arriba mezclada á la esquita carburada y á la serpentina anfibóliciu Estas ligazones íntimas de rocas, tan diferentes en apariencia y tan propias para embarazar el geó- logo, dan un gran interés ú los nlrededores de Ortiz. Si las masas de diorite y de amigdaloide, que nos parecen capas, son vetas muy poderosas^, pueden creerse formadas y levantadas simullá- neamente. Conocemos hoy día dos formaciones de amigdaloide, una, la mas común, está su- bordinada al terreno basáltico; y la otra, mu- cho mas rara '^ , pertenece al porfirio pirogé- ' Se encuentran ejemplos de esta última en Norue::'aíVaj- dckullen, junto á Skeen), en las montañas deThunngervvald, en el Tirol meridional, en Ilefeld en Harz, cuBolaños, en Méjico, etc. 24* 3^2 LIBRO IX. nico*. La amigdaloide de Ortiz se paree*» , por sus caracteres oriclognósticos, á laprimera de es- tas formaciones y sorprehende casi el encontrarla apoyada, no al basalto, pero sí á la fonolite *, roca eminentemente feldespática, en la que se hallan también algunos cristales de anfibolia, muy po- cas veces pirogenes y nunca olivina. El cerro de Flores es una colina cubierta de pedruzcos tabularlos de fonolite gris verdosa , encajando cristales alargados (no resquebrados) de feldes- pato vitreo , enteramente análogo á la fonolite delMiltelgebirge. Está ceñida de amigdaloide pi- rogénica ; en la profundidad se la vería sin duda salir inmediatamente del granitogneis, como la fonolite del Biliner-Stein y en Bohemia, que encierra fragmentos de gneis encajados en su masa. ' Porfirios negros de M. de Buch. ^ Hay fonolites del terreno balsático (las mas antigua- mente conocidas) y fonolites del terreno traquítico (Andes del Méjico ). Véase mi Ensayo geogn. , p. 347. Las primeras son generalmente superiores al basalto; y en esta reunión, el de- senvolvimiento extraordinario del feldespato, y la falta de pirogenes, me han parecido siempre fenómenos muy no- tables. CAPÍTULO XXVI. 573 ¿ Existe en la América meridional otro grupo de rocas, designadas con preferencia bajo el nombre de rocas volcánicas, queesten tan distan- tes de la cadena de los Andes, y tan avanzadas hacia el este, como el grupo que borda los llanos de Calabozo? Yo lo dudo, á lo menos en cuanto á la parte del continente, situada al norte del Amazona. He llamado mucho la atención de los geólogos sobre la ausencia del porfirio pirogéni- co, deltraquites, del basalto y de las lavas (coloco estas formaciones según su edad relativa en toda la América, al este de las Cordilleras. La existencia del traquites no ha sido contestada en la Sierra Nevada de Mérida, que une los Andes con la cadena del litoral de Venezuela. Diríase que, según la formación de las rocas primitivas , el fuego volcánico no ha podido manifestarse en la América oriental. Acasola menor riqueza y la me- nor frecuencia de vetas argentíferas, observadas en estas mismas regiones, dependen de fenómenos volcánicos mas recientes *. M. de Eschewege ha visto en el Brasil algunas capas ( vetas ) de dio- rite , pero no traquites, basalto, ni dolerites ' Véase mi Ensayo geognóstico , p. 118 y 120. .)74 LIBRO IX. jíi aniigdaloides, y se asombró tanto de ver, en las inmediaciones de Rio Janeiro, una masa aislada de fonolite, enteramente parecida á ia (!e Bohemia penetrar el terreno de gneis ^. Inclinóme á creer que la América , al este de los Andes, tendria volcanes activos si, cerca del litoral de Venezuela , de la Guayana y del Brasil, la serie dé las rocas primitivas fuese inter- rumpida por traquites , que son los que, por sus hendiduras y bocas abiertas , parecen esta- blecer esta comunicación permanente entre ia superficie del suelo y el interior del globo, que es la condición indispensable de la existencia de un volcan. Si, desde la costa de Paria por los granitogneis de la Silla de Caracas, por el as- perón rojo de Barquesimeto y del Tocuyo , por las montañas esquitosas de la Sierra Nevada de Mérida y la cordillera oriental de Cundinamar- ca, se dirige uno sobre Popayan y sobre Pasto, tomando el rumbo del oeste y sudoeste, se en- cuentran en la immcdiacion de estas dos ciuda- des las primeras bocas volcánicas aun inflamadas de los Andes, que son las mas septentrioiKiles ' Notas manuscritas del barón de Eschwege. CAPÍTULO XXVI. o7;> de toda la América del sur : añadamos que se encuentran estas cráteras en el mismo sitio, en que comienzan las Cordilleras á ofrecer Ira- quites en una distancia de 18 á 25 leguas de las costas actuales del Océano Pacífico \ Comu- nicaciones permanentes ó á lo menos renacien- tes en épocas muy próximas entre la atmósfera y el interior del globo, no se han conservado sino á lo largo de esta inmensa hendidura ó que braza sobre que se han levantado las Cordilleras; pero las fuerzas volcánicas subterráneas no ma- nifiestan menos actividad en la América oriental, conmoviendo el suelo, en la cordillera del lito- ral de Venezuela y en el grupo de la Parima ^. Al describir los fenómenos que han acompa- ' Creo que las primeras hipótesis sobre la analogía entre la actividad de los volcanes y la proxiraidad del mar, están detalladas en una obra muy elocuente y poco conocida de! cardenal Bembo : JEtna dialogus ( Véanse también Opera omnia Pelr. Cembi , Tom. III p. 60); y en Vicenti Aliarii Crucii Vesuvius ardens, i632,p. 164 y 235. ' Véase la obra clásica de M. Hoff , sobre las esferas de oscilación y los limites de los temblores de tierra, titulada : Geschichte dernat. Verande runden der Eidoherjlache, 1824 Tom. II, p. 5 16. Jji) LIBRO IX. nado el gran temblor de tierra de Caracas * del 26 de marzo de 1813, he hecho mención de las detonaciones que se oyeron , en diferentes épocas , on las montañas enteramente graníticas del Orinoco. De las fuerzas elásticas que agitan el suelo , volcanes aun activos , manantiales cálidos y sulfurosos conteniendo algunas veces ácido fluórico , la presencia del asfalto y del nafto en terrenos primitivos , todo nos conduce hasta este interior de nuestro planeta , cuya alta temperatura se hace sentir hasta en nues- tras mas profundas minas, y que, desde Heráclito de Efeso y Anaxagoras de Clazomenes hasta el platonismo de los tiempos modernos , ha sido ' He expuesto en otra parte la influencia que esta gran catástrofe ha ejercido sobre la contrarevolucion que el par- tido realista hizo en aquella época en Venezuela. Nada es mas curioso que la negociación que entabló, el 5 de abril, el gobierno republicano, establecido en Valencia, en los va- lles de Aragua, con el arzobispo Prat (don Narciso Coll y Prat ) para empeñarle á publicar una carta pastoral, capaz di sosegar al pueblo , en cuanto á la cólera de la divinidad. Querria bien permitirse al arzobispo declarar «que la justi- cia divina á lo mas ha querido castigar á los vicios mora- les, sin que el terremoto tenga conexión alguna con los sis- temas y reformas políticas de Venezuela.» Después de esta CAPÍTULO XXVI. 377 como el lugar ó asiento de las grandes agilaeio- iies del globo. El cuadro que acabo de trazar ofrece casi todas las formaciones que se conocen en la parte de Europa y que han servido de tipo á la geognosía positiva ; y ( s el fruto de diez y seis meses de trabajo , muchas veces interrumpido por otras ocupaciones. Las formaciones del por- firio cuarcífero , pirogénico y de traquites, las de grauwacke, de muschelkalk y de cuader- sandsteiü, frecuentes hacia el oeste, no se han reconocido aun en Venezuela ; ni lampocó en el sistema de las rocas secundarias del antiguo continente, el muschelkalk y el ciiadérsandstein están siempre limpiamente desenvueltos ; y muchas veces por la frecuencia de sus margas se les encuentra confundidos con los asientos inferiores del calcáreo jurásico. El muschelkalk es casi ' un manojo de ecrinilcs, y los cuader- rara correspondencia el arzobispo perdió la libertad. (Véanse los documentos oficiales publicados cnPedrode Ujquinaona, Relación documentada del trastorno de las provincias de Ve- nezuela^ 1820 , Toni. I, p. 72-8'3.) ^ Véanse las reflexiones juiciosas de M. Boué, en su Me- moña sobre los Alpes, p. 24- 070 LIBRO IX. sandstein (pues que hay sin duda muchos y supe- riores al calcáreo de grifites ) , me parecen re- presentar las capas arenáceas de los asientos inferiores del calcáreo jurásico. He creido deber dar un gran desenvolvimiento ó desenlace á la descripción geognóstica de la América del sur, no solamente pgr causa del interés de las nove- dades, que inspira el estudio de Isís formaciones en las regiones equinocciales , sino particular- mente en razón de los esfuerzos hpnrosos , in- tentados últimamente en Europa, para vivificar y extender el laboreo y beneficio de las minas en las Cordilleras de Colombia, Méjico, Chile y Buenos Aires , para cuyo objeto se han reunido grandes fondos. Cuanto mas la confianza pú- blica agrande y consolide estas empresas, de las que los dos continentes podrán sacar ventajas reales, tanto mas es del deber de los que poseen un conocimiento local de aquellas regiones, el publicar materiales capaces de hacer apreciarla riqueza relativa de los sitios de minerales en las diversas partes de la América española. Falla mucho para que el suceso de ias asociaciones para ci lahoreo de (as minas y el de los tra- CAPÍTULO XXVI. 079 bajos ordenados por los gobiernos libres depen- dan linicamente de la perfección de las máqui- nas empleadas para el agote de las aguas y para la extracción de los minerales , de la distribu- tion regular y económica de las obras subterrá- neas, de las mejoras en la preparación, el amalgamación y fundición : este suceso de- pende también del conocimiento profundo de los diferentes terrenos sobrepuestos. La prác- tica del arte del minero está intimamente ligada con los progresos de la geognosía; y puede pro- barse que se han gastado locamente en la Amé- rica equinoccial muchos millones de pesos fuertes , á causa de esta profunda ignorancia de la naturaleza de las formaciones y del sitio de las rocas, con que se dirigían los trabajos de investigación. No son ya hoy los metales pre- ciosos los que deben fijar solos la atención de las nuevas asociaciones de tuinas : la mul- tiplicación de las máquinas de vapor hará indispensable, en donde la leña no es abun- dante ó de un fácil transporte, el ocuparse al mismo tiempo del descubrimiento de la uUa ó de las iignites. Bajo este punto de vista , el 38o LIBRO IX. preciso conocimiento del asperón rojo ó del de la ulla ú hornaguera , del cuadersandstein y de la molasa ( formación terciaria de lignites ) , muchas veces cubierta de basaltos y de doleri- tes, tiene una grande importancia práctica. Será difícil al minero europeo, recientemente desem- barcado, orientarse en paises de un aspecto nuevo y donde las mismas formaciones cubren inmensas extensiones. Me lisonjeo que el tra- bajo que publico en este momento, igualmente que e\ Ensayo político sobre Nueva España y mi obra sobre la situación de la rocas en los dos hemisferios . contribuirán á disminuir estos obstáculos; porque contienen, por decirlo asi , el prit.ier reconocimiento geognóstico de los lugares , cuyas riquezas subterráneas atraen la atención de los pueblos comerciantes, y servirán á clasificar las nociones mas precisas que otras indagaciones ulteriores añadan á mis trabajos. La república de Colombia ofrece, en sus lími- tes actuales , un vasto campo al espíritu em- prendedor del minero. El oro, la platina, la plata, el mercurio, el cobre, la sal gema, el CAPÍTULO XXVI. 38 1 azufre y el alumbre pueden ser objetos de laboreos importantes. Solo laproduccion del oro había subido ya, antes de la época de las disensiones civiles , un año con otro á 2o,5oo marcos de Castilla, que es casi la mitad de la cantidad que produce toda la América española, cantidad que influye tanto mas poderosamente sobre las proporciones variables entre el valor del oro y de 1» plata, cuanto que la extracción del primero de estos dos metales ha disminuido en el Brasil, desde 4o años á esta parte , con una rapidez extraordinaria. El quinto (derecho que el gobierno exige sobre el oro de lavado) que era en la capitanía de Minas Geraes , en 1^56, 1761 y 1767, de 1 18, 102 , y de 85 ar- robas de oró de 32 libras castellanas, ha caído, según las notas manuscritas que me han sido confiadas por el barón de Eschwege , director general de las minas del Brasil , en 1800, 181 3 y 1818, á 3o, 20, y 9 arrobas dé oro, teniendo cada una de ellas en Rio Janeiro un valor de i5,ooo cruzados. Según estas evaluaciones, la producción anual del oro del Brasil, prescin- diendo de la exportación fraudulenta, ha sido. 382 LIBRO IX. á mediados del siglo XV ÍIP, en 1 os años de la ma- yor riqueza de lavados^ de i3,2oo libras, y en nuestros días, desde 1817 hasta 1 820, de me- nos de 12,00. La extracción del oro ha cesado enteramente en la provincia de San Paolo ; en la de Goyaz era , en 1 790 , de 1 ,606 libras , y en 1819, apenas era de i5o. En la provincia de Mato Groso es casi enteramente nula, de suer- te que M. de Eschwege cree que todo el pro- ducto del oro del Brasil no pasa en el dia de 600,000 cruzados. Insisto sobre estos resulta- dos precisos, porque confundiendo las diversas épocas de la riqueza y pobreza de los lavados del Brasil, se afirma todavía, en todas las obras que tratan de los metales preciosos, que la Amé- rica portuguesa hace refluir anualmente en Eu- ropa una cantidad de oro equivalente á 4 w^ií- lones de pesos fuertes ^ Si, como el valor co- ^ El error es décuplo [Eschwege, Journal von Brasilien, Tom. I, p. 218); y es probable que desde 45 años, el pro- ducto de oro brasileño, pagando el quinto, no se lia ele- vado á 5,5oo kilogramas. En otro tiempo tomé parte en el mismo error con todos los escritores de economía política , admitiendo, según una memoria, por otra parte muy instruc- CAPÍTULO XXVI. 535 mercial , el del oro en grano y en polvo es ma- yor en la república de Colombia, que el de los t iva del S^ Correa de Serra , que el quinto era todavía en 1 8 1 o ( en lugar de 28 arrobas ó 879 kil.) , de 5i,200 onzas portu- guesas ó 1,435 kil.; lo que suponía un producto de7,i65 kil. Los indicios muy exactos, dados según dos manuscritos por- tugueses sobie los lavados de oro de Minas Geraes, Minas Novas y Goyaz en el Bullion Reportfor the HouseofCom- rnons , 1 8 10, acc. 29, no llegan sino al año 1794, en e quo el quinto do ouro del Brasil era de 53 arrobas, lo que indica wn^^odinclo [pagando el quinto) de mas de 3,900 kil. En la importante obra de M Tookc [on high and low Prices , p. ij , 2 ), según M. Jacob, á 1,736,000 pesos' fuertes, mien- tras que, según los documentos oficiales que poseo, el téi- mino medio del quinto de estos diez años no se ha elevado mas que á i5 arrobas, ó aun producto por quinquenio de 1,195 kilogramas ó 755, 000 pesos fuertes. M. John AUcn , habia ya recoi'dadoal Comniittee ofthe Bullion Repon en sus notas cffticas sobre el cuadro de M. Brongniart, que la b;iia del producto de los lavados de oro en el Brasil , habia sido muy rápida desde 1794 (Report, p. 44) > y las nociones dadas por M. Auguste de Saint-Hilaire indican este mismo abandono de las minas de oro del Brasil. Los anti- guos mineros se hacen labradores (Hist. de las plantas mas notables del Brasil y del Paraguay,' 1824, introd. , p. ix y xxxiij ). El valor de una arroba de oro es de i5,ooo cru- zados del Brasil (cada cruzado vale 10 reales vellón). Se- gún M. Franzini la onza portuguesa es igual á 0,028 kil. , y 8 onzas hacen i marco, 2 marcos hacen 1 arratel, y 32 ar- rateles hacen una arroba. 584 LIBRO IX. otros metales , no por eso estos son menos dig- nos de fijar la atención del gobierno y de los particulares. Las minas argentíferas de Santa Ana, de la Manta , del Santo Cristo, de las Lajas, de Pamplona, del Sapo y de la Vega de Supia, hacen concebir grandesesperanzas, y larapidezde las comunicaciones entre las costas de la Colom- bia y las de la Europa dan un interés á las minas de cobre de Venezuela y de la Nueva Granada. Los metales son una mercancía comprada al precio del trabajo ; de «líos proviene una parte de la riqueza comercial del pais que los produce , y su extracción vivifica la industria en los terre- nos mas áridos y mas montuosos. Como los pro- vechos de las minas son muchas veces ^regu- lares por su naturaleza, y como una interi'up- ' cion de los trabajos subterráneos , al mismo tiempo que causa pérdidas irreparables, traba y entorpece los planes de una sabia y prudente administración, el sistema de asociación , que acaba de aplicarse en Inglaterra á las riquezas metálicas del nuevo mundo, tendrá los resulta- dos mas felices, si estas asociaciones son de arga duración , si dan su confianza á hombres CAPÍTULO XXVI. 585 que al conocimiento práctico del arte del mi- nero reúnan los de la mecánica y de la química moderna ; si no desdeñan las luces que se ha- llan extendidas en la misma América entre los hombres que han seguido los trabajos de laboreo, talante y amalgamación ; y en fin si ellas saben premunirse contra las seducciones que nacen siempre de la esperanza exagerada del lucro. En lajearla de Colombia que publico en este momento , se encuentran indicados los límites^ tales como estaban cuando el congreso ha fijado, conforme 'á¿los artículos 85 y gS de la constitu- ción, la división en departamentos y provincias, valuando al mismo tiempo las poblaciones res- pectivas de que depende el número de los re- presentantes. Estas valuaciones oficiales son para los ocho departamentos como siguen : 176,000 almas , para el Orinoco; 4^0,000, á Venezuela ; 162,000 , á Zulia ; /^l\l[,ooo , á Boyaca ; Sy 1 ,00o , áCundinamarca; 191 ,00o, áCauca; 239, 3oo, ala Magdalena y 90,000, á Guayaquil. Estas valuacio- nes son casi iguales alas que yo he dado anterior- mente, según la Gaceta de Colovibia del 1 o de fe- brero de 1822: pero difieren un poco en cuanto á 25 586 LIBRO IX. Jos departamentos de Quito ( 516,071 ) y del Istmo ( 90,825). El primero comprehendia en 1822 siete provincias , á saber: Quito, Quijos y Macas; su población 354 74^ , almas, Jaén . 9,000; Maynas, 56, 000 ; Cuenca, 89,343 j y Loja, 26,980. El departamento del Istmo está dividido en dos provincias , á saber, Panamá : 68,625 , y Veragua, 52,200 : total de Colombia 2,711 , 296 almas. Esta valuación oficial , que no está fundada sobre ningún padrón directo coincide, menos-^ , con la en que yo me he fijado. Según un decreto del congreso de Bogotá del 25 de Junio 1824, se compone el territorio de la provincia de Colombia de 12 departamen- tos,que comprehenden 38 provincias en la forma que manifiesta el estado siguiente. \% Departam*. ó Distritos. Capitales. Provincias. Orinoco. Venezuela. Apure. ÍCumaná. Barcelona. Margarita, ^ Guayana. í Caracas, j Carabolo. ( Varinas. j Apure. Cuuianá. Caracas Varinas. CAPITULO XXVI. 387 12 Departam*. ó Distritos. Capitales. Provincias. Zulia. Boya Cundinamarca. Magdalena. Cauca. Istmo. Ecuador. Asuay. Guayaquil. ÍMaracaibo Coro. Mérida. \ Trujillo. / Tunja. I Pamplona. j Socorro. ' Casanare. ' Bogotá. Antioquía. Mariquita. ^ Neiva. Cartagena. S'" Marta. Rio Hacha. Popayan. Choco. Pasto. Buenaven - tura. Panamá. Veragua. Pichincha. Imbubura. Chimbo - razo. Cuenca. Loja. Jaén. Maynas. Guayaquí Manabi. Maracaibo. Tunja. Bogóla. Sania Fe de Bo- góla, la aotigua resi- dencia delvirey del nuevo reino de Gra- nada, y noel pueblo de Bogotá llamado hoj FoDsá. Cartagena. Popayan. Panamá. Quito. Cuenca. / I Guayaquil. Antes de la revolución délas colonias, toda la 388 LIBRO IX. costa de los Mosquitos, desde el cabo Gracias á Dios hasta el rio Chagre , inclusa la isla de San Andrés, había sido separada por la real cédula del 5o de noviembre de i8o3, de la capitanía general de Guatemala y unida á la Nueva Gra- nada. En cuanto al grandor medio de un de- partamento de Colombia, se encuentran 7,700 leguas cuadradas marinas ; y el de una provin- cia, 2/100 leguas cuadradas: uno de los doce nuevos departamentos de Colombia excede por consecuencia 33 veces y una de sus 38 provin- cias excede 12 vécesela extensión media de un departamento de Francia. La población media de uno de los de la Colombia, cuya superficie es duplicada á la de Portugal , es de 252 ,000 al- mas, es decir, la mitad menos que la población media de un departamento de Francia. Vene- zuela, es decir, la antigua capitanía general de Ca- racas, tiene casi la mitad de la superficie de la pre- sidencia actual de Bengala, pero su población relativa es 36 veces mas pequeña. Nada es mas chocante que esta diferencia entre la antigua ci- vilización de la India, y estas regiones de la Amé- rica del sur, en donde el género humano parece CAPÍTULO XXVI. 389 como una colonia recientemente establecida. En los estados de población que presenta el her- mosomapa del Indoslan, publicado por M. Carry en 1824, bajo los auspicios del coronel Valen- tín Blacker, gefe de los ingenieros geógrafos en Calcuta, se da á las posesiones inglesas y á los aliados de la Gran Bretaña 1 23, 000, 000, de almas á saber: territorio británico en la India, 83,000,000 y á los aliados y tributarios , 40,000,000. Los estados que habia considerado , con M. Hamilton, como independientes, se han hecho aliados de la compañia. FIN. >9o índice DE LOS capítulos del tomo quinto. LIBRO NONO. Pág. i CONTINUACIÓN AL CAPÍTULO VEINTE Y SUS. Posibilidad y medio de hacer canales, para facilitar las comunicaciones entre las diversas provincias que componen la república de Colombia. — Bosquejo de un cuadro geognóstico de la A.mérica meri- dional , al norte del Rio de las Amazonas y al este del meridiano de la Sierra Nevada de Mérida. id Sección I. — Configuración del pais. — Desigualdades del suelo. — Cadenas y grupos de montañas.— Puntas ó alturas de partición. ^Llanuras ó lla- nos. 75 Sección II. — Repartición general de los terrenos, — Dirección é inclinación de las capas. — Altura relativa de las formaciones sobre el nivel del Océano. 289 Sección III. — Naturaleza de las rocas. — Edad rela- tiva y superposición délas formaciones. — Ter- reno primitivo de transición, secundario, ter- ciario y volcánico. 3i6 FIN DEL ÍNDICE DEL TOMO QUINTO. parís : IMPRENTA DE E. POCHABD , calle del Pot-de-Fer, n" 14. :^^^r^\ V^ NORTHEASTERN UNIVERSITY LIBRARIES DUPL 3 9358 01412149 2 J • líVt- i i '^ .V^ '^ f^éi W~ 9 18_^604 2j Humboldtv-AIexGnder- ¡Viage a las regiones c-íquinoccir;les < nuevo continente hecho en 1799, loOG, '. 1302, 1803 y 1804 por A. es Humboldt y 220102 V.5 -^zy NORTHEASTERN UNIVERSITY LIBRARIES 3 9358 01412149 2 -, S '■: " " " ■#'.. •?;> .i* '% fc> ;*•:•' <(* v. ■# -^ • ' -Í:V , i » » i T ií]