o 4 ada £b A JEFFERSON PATTERSON A A on == Sn pa ue MRS. VIAGE Á LAS REGIONES EQUINOCCIALES . pd NUEVO CONTINENTE. 11, M NETAS po A LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE, HECHO EN 1799 HASTA 1804, POR AL. DE HUMBOLDT Y A. BONPLAND, REDACTADO POR ALEJANDRO DE HUMBOLDT; CONTINUACION INDISPENSABLE AY, , ENSAYO POLITICO SOBRE EL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL MISMO AUTOR. A CON MAPAS GEOGRAFICOS Y FISICOS. UVAWVUIAAVVANQWVIAAVY VIV VA YY VU VAYA ANDA VYVWVY TOMO TERCERO. e PARIS, EN CASA DE ROSA, CALLE DE CHARTRES, N* 12, ; Antes gran patio del Palacio Real, y calle de Montpensier, no 5. —_ Y) Y GB — 1826. y ÍA JA UA dd VIAGE — A LAS REGIONES EQUINCCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE, LIBRO OCTAVO. CAPÍTULO DIEZ Y NUEVE. Confluencia de los rios Apure y Orinoco.— Montes de la Encaramada — Uruana. — Baraguan. — Carichana. Embocadura del Meta. — Isla Panumana. Al salir del rio Apure, nos: hallámos en un pais de un aspecto enteramente distinto. Una inmensa llanura de agua se extendia ante no- sotros como un lago á pérdida de vista. Las olas Blanquinosas se elevaban hasta muchos pies de altura por el choque de la brisa y de la corriente. Ya no oíamos los gritos agu- ur. E 1 9 -— LIBRO VIII. dos de las garzas , los flamencos ni otras aves que cruzaban el rio en largas filas: buscába- mos en vano alguna de estas tribus de pájaros nadadores , cuyas mañas industriosas varian en cada una; y aun la misma naturaleza parecia menos animada. Apénas podíamos distinguir en el hueco de las olas algunos cocodrilos gran- des que surcaban oblicuamente la superficie de las aguas, ayudados de sus largas colas. El ho- rizonte estaba limitado por una banda de sel- vas; pero ninguna de ellas se prolongaba hasta el recinto del rio; y las vastas playas, constan- iemente abrasadas por el sol, desiertas y áridas como las del mar, parecian de lejos unos ma- “res de aguas durmientes. Las orillas arenosas, lejos de determinar los límites del rio, los ha- cian inciertos , los ensanchaban ó recogian se- gun la variedad del juego de los rayos inflexibles. En estos rasgos del paisage, y en este carácter de soledad y grandeza, se reconoce el curso del Orinoco, uno de los rivs mas magestuosos del nuevo mundo. Las aguas, las tierras, todo ofrece: un aspecto característico é individual: el álveo del Orinoco no se parece á los del Ds > CAPÍTULO XIX. 3 Meta, Guaviare, Rio Negro y Amazona; y estas diferencias dependen no solamente de la an- chura ó de la rapidez de la corriente, sino de un conjunto de relaciones, que es mas fácil conocer hallándose en el sitio, que definir con precision. Soplaba un viento fresco del este nordeste. Pasámos la punta Curiquima, que es una masa aislada de granito cuarzoso, un pequeño pro- montorio de peñas redondas. El álveo del Ori- noco, en su actual estado de aguas bajas, te- nia 1906 toesas de ancho; pero esta anchura llega hasta 5517 toesas cuando la peña de Cu- riquima y la hacienda del capuchino se con- vierten en islas. Subimos desde luego hácia el sudoeste hasta la playa de los Indios guaricotos, situada en la orilla izquierda del Orinoco, y luego hácia el sud. Es tan ancho el rio, que las montañas de la Encaramada parecen salir del agua, y como si se las viese sobre el horizonte del mar: forman una cadena contínua dirijida del este al oeste; á medida que se aproxima. á ellas se hace el pais mucho mas pintoresco. Es- tos móntes son compuestos de peñascos enor- * 1 4 LIBRO VIT. mes de granito quebrados y amontonados unos sobre otras. Su division en peñascos. es efecto de la descomposicion. Lo qué particularmente contribuye á adornar la situacion de la Encara- mada, es la fuerza de la vegetacion que cubre los costados de las peñas sin dejar descubierto sino las cimas: creeríase ver unas ruinas anti- guas que sobresalen en medio de un bosque. Detuvímonos en el puerto de la Encaramada , que es una especie de embarcadero ó sitio donde se reunen los barcos: forma la orilla un pe- ñasco de 4o a 50 pies de altura; y se ven siem- pre las mismas peñas de granito amontonadas, así como se hallan en el Schneberg en Fran- conia, y en casi todas las montañas graníticas de Europa. Los nombres indios de la mision de San Luis de la Encaramada, son Guaja y Garamana: esta misión es un lugarcito fundado en 1749 por el padre jesuita Gili, autor de la Storia dell Orr- .noco, publicada en Roma. Este misionero muy instruido en las lenguas de los Indiós, ha vivido en aquella soledad durante diez y ocho años hasta la expulsion de los jesuitas. Para for- CAPÍTULO XIX! 5 marse una idea exacta del estado salvage de aquellos paises, bastará recordar que el padre Gili habla de Carichana, que está á 4o leguas de la Encaramada, como de un punto muy le- jano, y que nunca se atrevió á llegar hasta la primera catarata del rio, cuya descripcion ha osado emprender. En el puerto de la Encaramada hallámos Ca- ribes de Panapana: era un cacique que subia por el Orinoco en su piragua para tener parte en la famosa pesca de huevos de tortuga. Su pi- ragua era redonda hácia el fondo como un bongo, y seguida de una canoa mas chica, lla- mada curiara. Estaba sentado debajo de un toldo construido, asi como las velas, de hojas: de palmera, Su gravedad fria y silenciosa , y el respeto con que los suyos le trataban, anuncia- ban en él un personage importante. Por lo de- mas no se diferenciaba el cacique de los otros; todos estaban desnudos igualmente , armados de arco y flechas, y cubiertos de"onoto, que es la fécula colorante del rocou. El gefe, los cria- dos , los muebles, el barco y la vela, todo es- taba pintado de colorado. Estos Caribes son de 6 LIBRO VIIL. una estatura mucho mas atlética, y nos pare- ciéron mucho mas altos que los Indios que hasta entónces habiamos visto: sus cabellos li- sos y espesos estaban cortados sobre la frente como los de los monaguillos, sus cejas pinta- das de negro, y su mirar vivo y al mismo tiempo sombrio, daban á su fisonomía una expresion de dureza extraordinaria. No habiendo. visto hasta entónces sino los cráncos de algunos Ca- ribes de las islas Antillas, conservados en los gabinetes de Europa, nos sorprehendímos al en- contrar en estos Indios , que eran de raza pura, la frente mucho mas arqueada de lo que se nos habia pintado. Las mugerés muy grandes, pero muy asquerosas , llevaban en hombros sus cria- turas, cuyas piernas estaban ligadas de distan- cia en distancia con ligaduras muy anchas de tela de algodon, y sus carnes comprimidas fuera de los ligamentos estaban hinchadas en los in- tersticios. En general se observa que los Cari- bes son «tan cuidadosos en lo exterior de su adorno, como pueden serlo unos hombres des- mudos y pintados de colorado: ponen mucha importaucia en ciertas formas del cuerpo, y una 44 + CAPÍTULO XIX. 7 madre seria acusada de una culpable indiferen- cia hácia sus hijos, si por medios artificiales no procurase amoldarle las pantórrillas á la moda del pais. Como ninguno de nuestros Indios del Apure sabia la lengua caribe, no pudimos to- mar ningun conocimiento con el cacique de Panapana , sobre los acampamentos que se ha- cen en esta ocasion en muchas islas del Ori- noco para la cosecha de huevos de tortuga. Cerca de la Encaramada, está el rio divi- dido por una isla muy larga, Pasámos la noche en una ensenada peñascosa en frente de la boca del rio Cabullare, que se forma del Payara y del Atamaica, y algunas veces se le considéra como un brazo del Apure, porque comunica con este por el rio Arichuna. Hácia media noche se le- vantó un viento nordeste muy violento, que aunque no traia nubes, cubria de vapores la bóveda celeste: sintiéronse ráfagas tan fuertes que comenzámos á temer por la seguridad de muestra lancha. Durante toda esta Jornada no habíamos visto sino muy pocos cocodrilos, aun- que todos de una magnitud extraordinaria, de 20 4 2) pies : los Indios nos aseguraban que 5 LIBRO VIII, los cocodrilos jóvenes prefieren vivir en los pan- tanos y en los rios mas estrechos, y especial- mente se acumulan en los caños, de modo que podria decirse. de ellos lo que Abd-Aliatif dice de los cocodrilos del Nilo «que hormiguean como gusanos en las aguas bajas del rio, y al abrigo de las islas inhabitadas, » Continuando el 6 de abril de subir por el Orinoco, primero hácia el sud y luego hácia el sudoeste, divisámos la falda austral de la Serranía de ta Encaramada. La parte mas inmediata, al rio, no tiene mas de 140 á 160 toesas de altura; pero la Serranía parece eleva- disima, por sus faldas, rápidas , sus cimas pe- ñascosas y cortadas en prismas informes. Reú- nense estos montes álos del Mato, que dan orí- gen al rio Enchivero; los de Chaviripe se pro=- longan por las montañas graniticas del Corosal, de Amoco y del Murciélago, hácia el naci- miento del Everato ó del Ventuari. Por medio de estas montañas habitadas por Indios de un carácter dulce, aplicados á la agri- cultura, hizo pasar el general Iturriaga el ga- nado.vacuno destinado para el abastecimiento e CAPÍTULO XIX. | 9 de la nueva ciudad de San Fernando de Ata- bapo. Los habitantes de la Encaramada Mí tráron á los soldados españoles el camino del rio Manapiari que desemboca en el Ventuari. Descendiendo estos dos rios se llega al Orinoco y al Atabapo, sin pasar las grandes cataratas que ofrecen obstáculos casi invencibles para el transporte del ganado. El espiritu emprende- dor que tan eminentemente habia distinguido á los Castellanos, en tiempo del descubrimiento de la América, apareció de nuevo por algun tiempo en medie del siglo décimo octavo, cuando el rey don Fernando VÍ quiso conocer los verdade- ros limites de sus vastas posesiones, y que en los bosques de la Guyana, en aquellatierra de tradiciones tan fabulosas , la astucia de los In- dios hizo renacer la idea quimérica, de las rl- quezasdel Dorado, que tanto habian ocupado la imaginac jon de los primeros conquistadores. No puedo menos de citar aquí un hecho que no fué desconocido al padre Gili, y. de que se ha hablado varias veces, Gurante nuestra man- sion en las misiones del Orinoco. Los indige- nos de aquellas regiones han conservado la cre- 10 LIBRO VIII. encia de que «en el tiempo de las grandes aguas, «cuando sus padres se veian obligados á ir en «canoas para. libertarse de la inundacion gene- «ral, venian las olas del mar hasta batir contra «las peñas de la Encaramada. » Esta idea no se presenta aisladamente en solo el pueblo de los Tamanaques, sino que hace parte de un sistema de tradiciones históricas, cuyas nociones se hallan esparcidas entre los Maipures de las grandes cataratas , los Indios del rio Everato que desagua en el Caura, y en casi todas las tribus del alto Orinoco. Cuando se pregunta á los Tamanaques como ha sobrevivido el género humano 4 aquel catachismo extraordinario ó edad del agua de los Mejicanos, responden «que un hombre y una muger se salváron en «Jo alto de un monte llamado Tamanacu, situado «enlas orillas del Asiveru, y que habiendo arro- «jado tras si, y por encima de sus cabezas el «fruto de la palmera mauritia, viéron nacer de «los huesos de este fruto los hombres y muge- «res que pobláron de nuevo la tierra.» He aquí en toda su simplicidad, y entre pueblos salva= ges, una tradicion que los Griegos han ador- CAPÍTULO XIX. 11 nado con todos los encantos de la imaginacion. A algunas leguas de la Encaramada se eleva en medio de la sávana, una peña llamada Tepu- -mereme, Roca pintada, que ofrece figuras de animales y pinturas simbólicas semejantes á las que hemos visto bajando el Orinoco á poca dis- tancia y debajo de la Encaramada, cerca de la ciudad de Caycara. Semejantes peñas son lla- madas en Africa por los viageros piedras de fe- tiches; mas no me serviré de este nombre por- que el fetichismo no se conoce entre los In- dios del Orinoco, y porque las figuras de es- trellas, sol, tigres y cocodrilos que hemos visto trazadas en las peñas , en lugares hoy inhabi- tados, no parecen designar de ningun modo objetos del culto de estos pueblos. Entre las riberas del Casiquiare y del Orinoco, entre la Encaramada, el Capuchino y Caycara, se ha- llan á veces estas figuras geroglificas, á unas alturas muy grandes y sobre murallas de rocas, que no serian accesibles sino construyendo an- damios muy elevados. Cuando se pregunta á los indígenos como se han podido esculpir aquellas figuras, responden sonriéndose, y como con- 12 LIBRO VIT. tando un hecho que 'solo un extrangero, un blanco puede ignorar, «que á la época de las «grandes aguas iban sus padres en canoas hasta «aquellas alturas. » | Estas antiguas tradiciones del género hu- mano que hallamos esparcidas en la superficie: del globo, como restos de un vasto naufragio , son del mayor interes para el estudio filósofico de nuestra especie; semejantes á ciertas familias de vegetales que, á pesar de la diversidad de climas y la influencia de las alturas, conservan: la impresion de un tipo comun, asi las tradi-= ciones cosmogónicas de los pueblos ofrecen por todas partes una misma fisonomía, y unos ras ' gos de semejanza que nos llenan de admiracion. Tantas lenguas diversas que pertenecen á unas ramificaciones enteramente aisladas al parecer, nos transmiten los mismos hechos. El fondo de las tradiciones sobre las razas destruidas, no varia casi nunca; pero cada pueblo les da una tintura local. Panto en los grandes continentes como en las islas mas chicas del Océano paci- fico, siempre es la montaña mas elevada y mas inmediata, la en que se salváron los restos del CAPÍTULO XIX. 13 género humano , apareciendo este aconteci- miento tanto mas reciente, cuanto las naciones son mas incultas, y qué el conocimiento que tienen de sí mismas no data de una época muy remota. Cuando se estudian atentamente los mo- numentos mejicanos, anteriores á la descubierta del nuevo mundo, cuando se penetra en los bosques del Orinoco , y se advierte la pequeñez de los establecimientos europeos, suaislamiento | y el estado de las tribus que han quedado inde- pendientes, es imposible atribuir dichas analo- gías a la influencia de los misioneros, ni á la del cristianismo sobre las tradiciones naciona- les. Asimismo es poco verisimil que el aspecto de los cuerpos marinos, hallados en las cimas de las montañas, haya hecho nacer entre los púeblos del Orinoco la idea de aquellas gran- des inundaciones que han apagado por algun tiempo el gérmen de la vida orgánica sobre el globo. El pais que se extiende desde la orilla derecha del Orinoco hasta el Casiquiare y el Rio Negro, es un pais de rocas primitivas. He visto en él una pequeña formacion de asperon ú conglo- 14 LIBRO VIIL meracion, pero ninguna caliza secundaria, nin- guna traza de petrilicaciones. Un viento fresco nordeste nos condujo á vela llena, hácia la Boca de la toriuga : echámos pié á terra, á las once de la mañana, en una isla que los Indios de la mision de Uruana conside- ran como perteneciente á su propiedad, y que está colocada en medio del rio. Esta isla es cé-' lebre á causa de la pesca de tortugas, ó como allí dicen, la cosecha de huevos que se hace anualmente : encontrámos una reunion de mas de 300 Indios, acampados en cabañas construi- das de hojas de palmeras; ademas de los Guamos y los Otomacos de Uruana, que son mirados como dos razas salvages é intratables, habia Ca- ribes y otros Indios del bajo Orinoco. En medio de aquella confusa asamblea hallámos tambien - algunos hombres blancos, en especial puéperos ó mercaderes de Angostura, que habian remon- tado el rio para comprar á los indígenos el aceite de huevos de tortuga. Saliónos al encuentro el misionero de Uruana. que era natural de Alcala de Henares: sorprehen- dióle extraordinariamente nuestra aparicion, CAPÍTULO XIX. 1) y despues de haber admirado nuestros instru- mentos, nos hizo una descripcion exagerada de los sufrimientos á que estariamos expuestos si subíames el Orinoco mas arriba de las'catara- tas. El objeto de nuestro viage le pareció miste- rioso. « ¿Como se puede creer, nos decia, que « hayan vmds. abandonado su pais, por venir «4 este rio á que les devoren los mosquitos, y « á medir tierras que no les pertenecen? » Por fortuna estábamos provistos de recomendacio- nes del padre guardian de las misiones de San Francisco; y el cuñado del gobernador de Vari- nas, que nos acompañaba, hizo desaparecer las dudas que nuestro trage , nuestro acento y nues- tra llegada á aquella isla arenosa habian hecho nacer entre los blancos.Dímos la vuelta á la isla, acompañados del misionero y de un pulpero que se gloriaba de haber concurrido diez años al acampamento de los Indios y á la pesca de tor- tugas. col Hallámonos en un arenal enteramente plano. «Todo lo que alcanza la vista á lo largo de la «playa , nos dijéron, está lleno de huevos de A a « tortuga, cubiertos de un manto dearena.»Tenia UD 16 LIBRO VII. el misionero una vara larga en la mano, y nos hizo ver que sondando con aquella vara, se deter- mina la extension del rastro de huevos, así como el minador determina los límites de un depósito de marga, de hierro terroso ó de carbon detierra. Hundiendo la vara perpendicularmente, se siente, por la falta de resistencia que se advierte de repente, que se ha penetrado en la cavidad ó manto de tierra movida que contiené los hue- vos. Vimos que el rastro está esparcido con tal uniformidad , que la sonda se kalla ea un radio de 10 toesas al rededor de una señal dada; así es que se cuenta de los huevos por el terreno, al modo que un terreno de minas dividido por lotes y explotado con toda regularidad. Sin em- bargo elrastro de huevos estámuy lejos de cubrir toda la isla; y especialmente cesa en los parages donde el terreno se eleva repentinamente , por- que la tortuga tiene dificultad en trepar aquellas pequeñas eminencias. Yo recordé á nuestros guias las enfáticas descripciones del padre Gre- milla , que asegura que las playas del Orinoco contienen menos granos de arena que tortugas tiene el rio, y que estos animales impedirian la / CAPÍTULO XIX. 17 navegacion, silos tigres ylos hombres no mata- sen anualmente un crecido número. « Son ciren- tos de frailes, » decia en voz baja el pulpero de Angostura; pues como los frailes son los úni- cos viageros de aquel pais, llaman cuentos de frailes lo que en Europa llamaríamos cuentos de viageros ú de viejas. La grande tortuga 4rrau, huye de los sitios habitados por el hombre y frecuentados por los barcos, Es un animal tímido y receloso, que saca la cabeza fuera del agua y la vuelve á meter al menor ruido. Las playas donde parecen reunirse anualmente todas las tortugas del Orinoco estan situadas entre el confluente de este rio con el Apure y las grandes cataratas 0 Raudates, es de- cir, entre Cabruta y la mision de Atures; allí se hallan los tres pescaderos célebres de la En- caramada, 6 Boca del Cabullare, de Cucuruparu, ¿Boca de la tortuga, y el de Pararuma un poco mas abajo de Carichana. Parece que la tortuga Arrau no remonta las cataratas, y se nos ha ase- gurado que mas arriba de Atures y. Maipures no se hallan sino tortugas Terecayas.. La época en que la tortuga Arrau pone sus, 111. E 18 LIBRO - VIII. huevos coincide con la de las aguas mas bajas: comienza á crecer el Orinoco desde el equinoccio de primavera; las playas mas bajas se hallan descubiertas desde el fin de enero hasta el 20 6 25 de marzo. Desde el mes de enero salen por bandas las tortugas 4rraus, y se calientan al sol reposándose sobre la arena. Los Indios creen que es indispensable á la salud del animal un calor excesivo, y que la insolacion favorece la aovacion : en el mes de febrero se encuentran las Arraus una parte del dia en las playas; áprin- cipios de marzo se reunen las bandas dispersa- das, y nadan hácia las islas donde depositan sus huevos : es verisímil que la misma tor- tuga visite todos los años las mismas playas. En dicha época, pocos «dias antes de la aovacion, se ven parecer miles de aquellos animales, colo- cados en filas sobre los bordes de las islas de Cucúruparu,' Uruana y Pararuma, alargando el cuello y teniendo la cabeza fuera del agua, por ver si hay algo que temer de los tigres ó de los honibres. Los Indios, vivamente interesados en que nose dispersen las bandas y que la aova- cion se haga bien tranquilamente, ponen cen- CAPÍTULO XIX. 19 tinelas de distancia en distancia á lo largo de la ribera, que previenen á los barcos se mantengan en el medio del rio, y no ahuyenten con sus gri- tos á las tortugas. Estas hacen siempre su aova- cion durante la noche, y comienza luego de puesto el sol : con sus extremidades posteriores que son muy largas, socavan un hoyo de tres pies de diámetro y de dos pies de profundidad. Los Indios aseguran que para cerrar las arenas, las humedece la tortuga con su orina, y se cree apercibir el olor cuando se abre un agujero, ó como allí dicen, una nidada de huevos hecha recientemente. La necesidad de poner que sienten aquellos animales es tan urgente, que algunos individuos bajan á los hoyos hechos por otros, que no es- tan todavía cubiertos, y ponen otra nidada de huevos sobre la que ya habia. En este tumul- tuoso movimiento se rompe una cantidad muy considerable de huevos; el misionero nos hizo ver removiendo la arena en varios puntos que esta pérdida puede elevarse á un tercio de la co- secha total. La yema de los huevos malogrado ss Contribuye, desecándose, á cimentar laarena, y * 2 20 LIBRO VII. hemos hallado concreciones bastante volumino- sas de granos de cuarzo y cáscaras destrozadas. Es tan grande el número de tortugas que soca- van las playas durante la noche, que a la ma- ñana se sorprehenden muchasantes que concluya la postura; entónces se las ve hostigadas por la necesidad de poner sus huevos y la de cubrir los nidos para que el tigre nolos advierta; las que se han retardado, no conocen el peligro por sí mismas, y trabajan en presencia de los Indios que visitan las playas á la madrugada. Lláman - las tortugas tocas, y se las coge fácilmente á la mano, á pesar de la impetuosidad de sus mo- vimientos. | Los tres campamentos que forman los Indios en los parages indicados comienzan desde fines de marzo y principios de abril : la cosecha se hace de un modo uniforme , y con aquella re- gularidad que caracteriza todas las instituciones monásticas, Antes de la llegada de los misioneros, seaprovechaban los Indios mucho menos de una produccion que la naturaleza ha depositado con tanta abundancia; cada tribu revolviala playa á su modo , y se rompia inútilmente una cantidad CAPÍTULO XIX. 91 - de huevos muy considerable, porque no se ex- cavaba con precaucion, y por que 5e descúbrian mas huevos de los que podian recoger; era en fin una mina explotada por manos inhábiles. Los padres jesuitas tienen el honor de haber regularizado la elaboracion, y aunque los reli- giosos de San Francisco, que han sucedido á los jesuitas en las misiones del Orinoco, se glorian de haber seguido el ejemplo de sus predeceso- res, no hacen sin embargo todo lo que exigiria la prudencia. Los jesuitas no permitian que se ex- plotase toda la playa; dejaban uña parte in- tacta, temerosos de ver sino destruida, á lo me- nos muy desmembrada la raza de las tortugas Arraus. En el dia se excava sin reserva toda la playa, y asies que se advierte ser las cosechas cada año menos productivas. Luego que el campo está formado, el misio- nero de Uruana nombra su teniente ó comisa- vio, el cual divide en diferentes porciones el terreno donde los huevos se hallan, segun el, númeró de las tribus de Indios que han con- currido á tomar parte en la recoleccion. Todos son Indios de las misiones, tan desnudos y tan 22 LIBRO VIII, incultos como los de los bosques, pero les lla- man reducidos ó neófitos, porque frecuentan la iglesia al sonido de la campana, y porque han aprendido á arrodillarse á la consagracion. El comisionado del padre comienza sus opera-=- ciones examinando con la sonda, que es una vara larga 0 junco de bambú, hasta donde se ex- tiende el rastro de los huevos. Segun nuestras medidas, llega este hasta 120 pies de distancia de las orillas, y su profundidad media es de tres pies. El dicho comisionado coloca las se- ñales que indican el punto donde cada tribu deberá suspender sus trabajos. Oyese evaluar el producto de la cosecha de huevos, como el de un terreno bien cultivado; y se ha visto un es- pacio medido exactamente, de 120 pies de largo y 30 de ancho, dar cien jarras de aceite, cuyo valor es de 200 pesos fuertes. Los Indios excavan la tierra con las manos, ponen los huevos que recogen en unos cestitos llamados mappiri, los llevan al campamento, y los echan cn unos tornajos de madera largos y llenos de agua, en los cuales, despues de rotos y bien reyueltos con palas, los exponen al sol, GAPÍTULO- XIX. 23 hasta que la yema ó:. parte aceitosa se haya des-. prendido : segun va reuniéndose esta en la, su- ' perficie del agua, la sacan y la hacen hervir 4 fuego muy vivo; asegúrase que este aceite ani- mal, llamado por los Españoles manteca de tortugas ; por los Tamanaques, carapa; y por los Chaipures, túmi, se conserva tanto mejor cuanto mas fuerte es la ebullicion á que se le somete. Cuando está bien preparada es limpia, sin olor y apénas algo pajiza; los misioneros la comparan al mejoraceite de olivas, y la emplean, no solo para las lámparas, sino tambien para. preparar los alimentos, á los que no da ningun gusto desagradable. Sin embargo no es fácil pro- curarse un aceite de huevos bien purificado ; en general tiene un olor pútrido que proviene de laberse mezclado huevos en los cuales se ha- bian ya formado los tortuguillos por la accion del sol, y hemos experimentado este inconve- niente á nuestro regreso del Rio Negro, sirvién-. donos de una grasa líquida que estaba ya pú-. trida y ennegrecida. La playa de Uruana produce anualmente mil. botijas de manteca, de 1,000 á. 1,200 pulgadas. 9% | LIBRO vin. cúbicas cada una, ó veinte y cinco botellas : el precio de cada botija en la capital dela Guyana, llamada vulgarmente la Angostura, es de dos pesos á dos pesos y medio. Se puede sentar que el total producto de la cosecha, en las tres playas mencionadas, es de cinco mil botijás ; y como 200'huevos dan una limeta ó botella de áceite, sé necesitan 5,000 huevos para uña bo- tija: evaluando después á 100 0 116 huevos los que pone cada tortuga, y contando don que á lo menos un tercio se malogra ex' el moménto de la aovacion, sobre todo por las tortugas lo- cas, resulta que para haber anualmente 5,000 botijas de manteca , es necesario que 330,000 . tortugas Árraus, cuyó peso se eleva á 165,000 quintales, salgan á poner 33 millones de hue- vos en las tres playas donde se levanta la co- sechra. | Los resultados de estos cálculos son muy in- feriores á la realidad; muchas tortugas no po- nen mas que 67 ó 50 huevos; un gran número de ellas son devoradas por los jaguares al punto que salen del agua; los Indios se llevan muchos huevos para comerlos desecados al sol, y des- CAPÍTULO XIX. 25 truyen por descuido una infinidad al tiempo de recogerlos. La cantidad de huevos abiertos an- tes que el hombre pueda desenterrarlos es tan prodigiosa, que yo he visto, cerca del campa- mento de Uruana, hormigucar toda la ortlla del Orinoco de tortuguillos de una pulgada de diámetro que huian ton mucha dificultad de los muchachos indios. Si á estas cotisideraciones se añaden las de que no todas las tortugas 4rraus se reunen en las tres playas de los cámpamen- tos, y que hay muchas que no se han agregado á ninguná banda, y ponen algunas semanas mas tarde, será preciso admitir que el nú- mero de ellas que anualmente pone sus huevos en el bajo Orinoco, se acérca á un millon. Este número es muy considerable para un animal de tan gran tamaño, que pesa hasta medio quintal y á quien el hombre destruye tan cruelmente. Generalmente entre los animales, se multipli- can menos las especies grandes que las pe- queñas. La operacion de la resolucion de huevos y preparacion del aceite dura tres semanas; y esta cs la sola época en que las misiones secomunican 26 LIBRO VI, con Ja costa y los paises vecinos civilizados. Los religiosos de San Francisco que viven al sud de las cataratas, van á la cosecha de huevos, menos por procurarse aceite, que por ver, segun ellos dicen, caras blancas, y por saber si el rey ha- _bita el Escurial ó San Ildefonso; si los conven= tos continuan suprimidos en Francia, y sobre todo si el Turco se mantiene en tranquilidad. Estos son los únicos objetos que interesan á un fraile del Orinoco, sobre los cuales no pueden dar nociones bien exactas los mercaderes de Angostura que visitan aquellos campamentos. En aquellos paises tan remotos no se duda ja- mas de una noticia que leva un hombre blanco de la capital : dudar es casi razonar; ¿y como no hallar penoso ejercer su entendimiento, en un pais donde se pasa la vida en quejarse del calor y de las picadas de los mosquitos? Vimos conchas de grandes tortugas vaciadas por los tigres jaguares, los cuales las siguen en las playas donde debe verificarse la aovacion; las sorprehenden en la arena, y para devorarlas luego con comodidad las vuelven hácia ar- riba, en cuya situacion no pueden moverse ;, CAPÍTULO XIX. 27 como el jaguar vuelve muchas mas de las que come en una noche, los Indios se aprovechan á la mañana de su maligna ambicion. El tigre las persigue tambien en el agua cuando no estan en profundidad, y aun desentierra los huevos y es el mas cruel enemigo de los tortuguillos, asi como lo es el cocodrilo y el buitre galliná- ceo. El año anterior habia estado la isla de Pa- raruma tan infestada de cocodrilos durante: la recoleccion, que los Indios cogiéron diez y ocho en una sola noche, por medio de unos hierros encorbados y cebados con un trozo de carne de lamantino. Habiéndonos despedido del misionero de Uruana, que nos habia tratado con mucha cor- dialidad, nos hicimos á la vela, á cosa de las cuatro de la tarde, con un viento fresco que so- plaba por ráfagas; á la entrada de la noche hicí- mos alto en una isla árida situada en media del rio, cerca de la mision de Uruana, y cenámos con una hermosa claridad de luna, sentados sobre conchas de tortugas que habia esparci- das por la playa. ¡Cuan viva era nuestra satis- faccion de vernos unidos amistosamente en tan 28 LIBRO VIII. extraviados desiertos! Fué la noche calurosa en extremo, y el tormento de los mosquitos au- mentaba cada dia; acostámonos sobre unos cue- ros extendidos en tierra, por no hallar árboles en que colgar las hamacas. Sorprehendiónos el ver que en aquel sitio no impedia' nuestro fuego de que se nos acercasen los tigres, que pasaban á nado el brazo de rio que nos sepa- raba de tierra firme; á la madrugada oímos sus gritos de muy cerca pues habian venido al islote en que nos hallábamos. Durante la cosecha de huevos de tortugas, son mucho mas frecuentes los tigres en aquel pais, y mucho-mas atrevidos que en cualquiera otra época. El 7 de abril pasámos á nuestra derechá la embocadura del gran rio Arauca, célebre á causa de las muchas aves que en él se encuentran, y á nuestra izquierda la mision de Uruana, lla- mada vnigarmente la Concepcion de Urbana. Este lugarcillo, que cuenta 500 almas, fué fun-= dado por los jesuitas por los años de 1748, por medio de una reunion de Indios otomaques y caveres ó cafres. A nuestro regreso de Rio Ne- gro hemos visto con nuestros propios ojos CAPÍTULO XIX. 29 aquellos montones de tierra que comen los Oto- maques y que son el objeto de las mas vivas dis- cusiones en Europa. Medimos la anchura del Orinoco entre las islas llamadas de Uruana y de la Manteca, y hallamos que por las aguas altas ticne 2,674 toesas que hacen cerca de cuatro millas mari- nas; estábamos sin embargo á 194 leguas de su embocadura. La temperatura del agua en su superficie cerca de Uruana, era de 27” 8' del termómetro centigrado. La del rio Zaire ó Congo en Africa, á igual distancia del ecuador en el hemisferio austral, se halló por el capitan Tue- key no ser mas de 25* g 4 25% 6' en los meses de julio y agosto. Continuámos subiendo el Orinoco á la vela, pero nos quitaban el viento las tierras altas y arboleadas; otras veces las gargantas estrechas que hallábamos nos enviaban ráfagas violen- tas, pero de poca duracion: aumentábase el número de cocodrilos debajo del confluente del Arauca, y especialmente enfrente del lago de Capanaparo que se comunica con el Ori- noco, así como la laguna de Cabularito que se 0 LIBRO VI. comunica con este y con el Arauca. Los In- dios nos decian que' aquellos cocodrilos ve- nian de lo interior de las sávanas. Así que las primeras lluvias los despiertan de su letargo, se reunen en bandas y corren hácia el rio donde se dispersan de nuevo. En estos para- ges de la zona equinoccial, el aumento de hu- medad los reanima, al paso que en Gergia y en la Florida, bajo la zona templada, es el au- mento del calor lo que les hace salir de un es- tado de debilidad nerviosa y muscular, du- rante el cual está suspendida la actividad de su respiracion, ó á lo menos disminuida muy considerablemente. El tiempo de las grandes sequías , llamado impropiamente el verano de la zona tórrida, corresponde al invierno de la zona templada, y es un fenómeno fisioló- gico bastante curioso el de ver los atlligatores de la América setentrional sepultados por el exceso del frio en un sueño de invierno, á la misma época en que los cocodrilos de los lla- nos hacen su siesta de verano. Si fuese veri- simil que aquellos animales de una misma fa- milia hubiesen en otro tiempo habitado un | CAPÍTULO XIX 31 mismo pais setentrional, podríamos decir que avanzando hácia el ecuador, sienten igualmente la necesidad de reposarse, despues de un mo- vimiento muscular de 7 á 8 meses, y que con- servan bajo un cielo nuevo unas habitudes que parecen estar intimamente unidas á su organizacion. | Habiendo pasado la embocadura de los ca- nales que comunican con el lago de Capana- paro, entrámos en úna region del Orinoco, donde el álveo del rio se halla comprimido entre las montañas del Baraguan. El paso del Baraguan ofrece un punto bastante pintoresco: las peñas graníticas estan cortadas perpendicu- larmente, forman una línea de montes dirigida del noroeste al sudeste, y como el rio corta esta linea casi en ángulo recto, los picos de los montes se presentan á la manera de unos cucuruchos aislados; su elevacion no suele pa- sar de 120 toesas ; pero su posicion en medio de una pequeña llanura, sus cuestas escarpa- das y desprovistas de vegetales, les dan un ca- rácter imponente. En mitad del estrecho de Ba- raguan echámos pié á tierra para medir su an- LIBRO VIll, Ql N chura, que hallámos ser de 889 loesas: para concebir que este paso tiene el nombre de un estrecho, es necesario recordar que la anchura del rio desde Uruana hasta el confluente del Meta es ordinariamente de 1,500 á 2,500 toesas. En vano buscámos alguna planta en las cor- taduras de aquellas peñas escarpadas, que son como unas murallas y Ofrecen trazas de estra- tificacion, solo hallamos un tronco viejo de au- bletia tiburba de los frutos grandes en forma de manzanas, y una nueva especie de la fami- lia delos apocyneos ( 4lbamanda salicifotra). Pasámos la noche en la orilla oriental del Orino- co, al pié de una colina granítica, cerca del sitio donde en otro tiempo estuvo situada la mision de SanFrancisco de Regis. Hubiéramos querido ballar algun manantial en el Baraguan; el agua del rio tenia un olor de cieno y un gusto adul- zado muy desagradable. Tanto en el Orinoco como en el Apure ofrecen una grande diferen- cia las partes del rio en la playa mas árida ; tan pronto el agua es potable, como se la encuen- tra desagradable y como si estuviese cargada desubstancias gelatinosas. : CAPÍTULO XIX. 35 El $ de abril pasámos al este las emboca- duras dé los rios Suapare ó Sivapuri, y del Caáripo al oeste del Sinaruco: este último es el mas considerable despues del Arauca entre el Apure y el Meta. El Suapare, lleno de casca- das pequeñas, es célebre entre los Indios 4 causa de la cantidad de miel salvage que pro- ducen las selvas vecinas. | El g de abril por la mañana, llegánios 4 la playa de Pararuma, donde hallámos un cam- pamento de Indios semejante al que habíamos «visto en la Boca de la tortuga. Habianse reu- nido pára recoger los huevos y fabricar la man- teca, pero por desgracia se habian equivocado de muchos dias; los tortuguillos habian ya sa- lido de la cáscara, antes que los Indios hubie- sen formado su campo. Entre ellos habia al- gunos hombres blancos que habian venido de Angostura “para compra? la manteca; despues de habernos. molestado con sus quejas sobre la mala cosecha y sobre el destrozo que habian hecho los tigres en el momento de la aovation, nos condujéron debajo de un ajúpa, donde encontrámos sentados en tierra, jugando 4 los 1. 9 h S4 LIBRO VI. naipes y fumando en grandes pipas, á los frai= les misioneros de Carichana y de las cataratas. La reunion de Indios en Pararuma nos ofre- cia de nuevo aquel interes que pone el hom- bre civilizado en estudiar al hombre salvage, y “en observar los progresos sucesivos de nuestras facultades intelectuales. En aquella infancia de la sociedad, en aquella reunion de medios im- pasibles, taciturnos y silenciosos, apénas se puede reconocer el carácter primitivo de nues- tra especie. El salvage del Orimoco nos pareció tan sucio como el del Misisipi descrito por el viagero filósofo, que ha sabido mejor pintar el hombre bajo los diferentes climas *. La mayor parte de los misioneros del alto y bajo Orinoco, permiten á los Indios pintarse el cuerpo; y aunque con sentimiento, tenemos que decir que hay algunos que especulan sobre el triste estado de desnudez de los indi- genos. Ya que no pueden venderles telas y ves- tidos, hacen los frailes el comercio de pi- miento rojo, que es muy estimado de aquellos. Yo mismo he visto en sus cabañas, llamadas - 1. M. «le Volney. CAPÍTULO XIX. | 30 pomposamente conventos, depósitos de chicí, que venden hasta el precio de 16 reales vellon cada panecillo ú torta. Este pequeño comercio de chica se hace especialmente con las tribus del bajo Orinoco, donde el pais no produce la planta que da esta preciosa materia. Los Ca- ribes y los Otomaques se pintan con chaca la cabeza y los cabellos solamente, pero los Sali- vas tienen abundancia de este pimiento para pintarse todo el cuerpo. Cuando los misioneros envian por su cuenta á la Angostura sus car- samentos de cacao, tabaco y chiquichiqui del Rio Negro, no dejan de añadir algunas tortas de chica como un género muy escaso; algunas personas de raza europea emplean esta fécula desleida en agua como un excelente diurético. La costumbre de pintarse no es igualmente antigua eh todas las razas del Orinoco, sino que se ha extendido desde que la poderosa na- cion de los Caribes ha hecho frecuentes incur - siones en aquellos paises: los vencedores y los vencidos estaban igualmente desnudos, mas estos para agra dar al vencedor tuviéron qué pintarse como él. Divertiónos mucho en el Fo Id, ee 36 LIBRO VII. campo de Pararuma, el ver que las mugeres mas ancianas estaban mucho mas ocupadas en su adorno 'que las jóvenes. Especialmente ob- servámos una vieja de la nacion de los Otoma= ques, que se hacia frotar los cabellos con aceite de tortuga y pintarse las espaldas con onoto y caruto, en cuya operacion se empleaban sus dos hijas. Consistia su adorno en una especie de enrejado en líneas cruzadas negras sobre un rondo rojo, y en cada cuadradito que formaba esta celosia ponian un punto negro. Era una obra de paciencia increible, y fué tal que á nuestra vuelta de una larga herborizacion, to- davía la pintura no estaba á mitad. Áun parece mas extraño este adorno, si se considera que los rasgos y la figura son produ- cidos por los efectos de la pintura, y que esta se borra siempre que los Indios se exponen á las grandes lluvias. Hay naciones que solo se pintan para asistir á los festines ; otras es- tan continuamente pintadas y entre estas es mi- rado el uso del onoto como tan indispensable, que tanto los hombres como las mugeres, ten- drian acaso menos vergúenza de presentarse CAPÍTULO XFX. 3n | sin guayuco que sii pintura. Estos guayucos del Orinoco son en parte de corteza de árbol, y en parte de tela de algodon: los de los hom- bres son mas anchos que los de las mugeres, entre las cuales, segun dicen los misioneros, es menos vivo el sentimiento del pudor: una observacion semejante fué ya hecha por Cris- tobal Colomb. No siempre se eontentan los Indios con pin- tarse de un solo color; á veces imitan con la pintura la forma de los trages europeos de un modo el mas extravagante. En Pararuma ví- mos algunos que se hacian pintar una cha- queta azul con botones negros. Los misioneros nos han contado que los Guinaves del rio Caura tienen la costumbre de pintarse de rojo con el onoto, y de hacerse á lo largo del cuerpo unas rayas transversales, en las cuales aplican pajitas de mica plateado, de modo que al verlos de lejos se diria que llevan vestidos galoneados. Si los pueblos pintados hubieran sido examina- dos con tanta atencion como lós ¡pueblos ves- tidos, se hubiera reconocido que la mas fe- cunda imaginacion y el capricho mas voluble ¿9 y? 38 LIBRO VIT. han creado los usos de la pintura del mismo modo que los de los vestidos. El campamento de Pararuma nos ofreció la ocasion de examinar por la primera vez varios animales vivos que no habiamos visto hasta en- tonces sino en los gabinetes de Europa. Estos animalitos son un ramo de comercio de los misioneros que cambian el tabaco, la resina mani, el pimiento de chica, los gallitos, los titas , los capuchinos y otras especies de monos muy buscados en las costas, recibiendo en con- tra, telas, clavos, hachas, anzuelos y alfileres. Los gattitos ó gallos de roca, que se venden en Pararuma en unas jaulitas de petioleos de pal- mera, son mucho mas raros en las orillas del Orinoco y en todo el norte y el oeste de la Amé- rica equinoccial, que en la Guyana francesa: hasta ahora solo se han hallado cerca de la mi- sion de la Encaramada y en los raudales 0 ca- taratas de Maipures. Nosotros los hemos visto algunas veces á la mañana aparecer en medio de la espuma del rio, llamando á la hembra y peleando del mismo modo que nuestros gallos de Europa, torciendo la doble cresta movible CAPÍTULO XIX. 39 que tienen en la cabeza. Para conservar en nuestras colecciones el hermoso color de las ¿plumas en el gallito macho y adulto, no se le debe exponer á:la luz, porque su tintura pierde mucho mas fácilmente que en otros géneros de la familia de Jos gorriones. Los machos jóvenes tienen, asi como la mayor parte de las aves, la misma pluma ó librea de la madre. - Entre los monos que los Indios habian traido 4la feria de Pararuma, distinguimos muchas variedades del: sai, (Simia capucina) , per- tenecientes al pequeño grupo de monos llore-- nes, llamados mutechi en las colonias españo- las; de los marimondas * 0 ateles de vientre' rojo, y de los titis ó viuditas. Estas dos úl- timas especies llamáron particularmento nues- tra atencion, y las comprámos para enviarlas á Europa ”. El titi del Orinoco (Séimia sciu- rea), mal figurado' hasta ahora, aunque muy conocido en nuestras colecciones, se llama bi- * Simia belzebuth. > En Pararuma se compra un hermoso saimiri ó titi del Orinoco por 8 ó g pesos; el misionero paga un peso y "s medio al Indio que ha cogido y domesticado al mono. ) fo LIBRO VAL. titeni entre los Indios maipures, y, es' «muy. comun .en el sud de las cataratas. Tiene la cara blanca y una mancha pequeña negra azu- lada que le cubre.la boca y la nariz. Los titis mas elegantes de forma , y de color mas her- moso, vienen de las orillas. del Casiquiare.. Los! que, vienen de las del Guaviare son grandes y difíciles de. domesticar. Ningun mono hay que tenga la cara de un niño como el titi ; la misma expresion de inocencia, la; misma sonrisa. ma- ligna, la misma prontitud en pasar de la ale-, gría áila tristeza: sus grandes ojos se bañan en: lágrimas .en el mismo instante en que se ve; sobrecogido del temor.. Es muy goloso! por los insectos, y en especial por las arañas: la saga= cidad .de este/ animalito ¡es tal., que uno de los: que llevábamos en nuestra .canoa¡á. Ángos»; tura,, distinguia. perfectamente: las diferentes: planchas del Cuadro. elemental de'hastorio: natural de M. Cuvier. , Las láminas «de esta. obra no estan coloreadas, y sin embargo el titi adelantaba su manita creyendo coger una langosta ó una avispa cuando le presentábamos la undécima plancha en que estan las pinturas CAPÍTULO XIX. Qe de estos ¡iusectos, y permanecia ' indiferente cuando se le mostraban estampas de esquele- tos 0.de cabezas mamiferas. 5, El titi es un animalito muy timido y deli- cado,, y dificil transportarle á las costas de Caracas:ó.de Cumaná. A medida que salen de la region de los bosques y que entran en la delos llanos, se entristecen y abaten. No puede atribuirse, este cambio á la ligera diferencia de temperatura, antes parece depender de una mayor intensidad de la luz, de un menor grado.de humedad y de alguna propiedad quí- mica del aire de las costas. | El saimire ó titi del Orinoco, los ateles, los sajus. y Otras especies de cuadrumanos conoci- dos: ha. mucho tiempo en Europa, contrastan singularmente en su porte y sus habitudes con el macavahw que los misioneros llaman viudita. Este animalito tiene el pelo suave, lus- troso y de un negro hermoso. Su cara está cu- bierta de una máscara en forma cuadrada de un color blanquinoso que tira á azul, que le: cubre los ojos, la nariz y la boca. Es un mono muy raro y delicado que se encuentra en la (2 LIBRO" VIT. orilla derecha del Orinoco, en las montañas graniíticas detras de la mision de Santa Bárbara: tambien habita las orillas del Guaviare cerca de San Fernándo de Atabapo. Uno de ellos: hizo el viage con nosotros del Casiquiate y del Rio Negro pasando dos veces las cataratas. Desde la misma tarde comenzáron á cargar: la nueva piragua que se: nos destinaba, que: consistia, así como todas las canoas de los In- dios, en un tronco, de árbol ahuecado por me- dio del fuego y de: la: hacha: Tenia cincuenta pies de largo sobre tres de ancho; tres perso- nas no hubieran podido estar sentadas de una: á otra banda. Estas piraguas son tan ligeras y exigen una carga tan igualmente repartida, que cuando uno se quiere levantar por un ins- tante, tiene que advertir á los remeros 0 bo- gas, para que apoyen del lado opuesto. Sin esta precaucion entraría el agua por la banda inclinada: es difícil hacerse una justa idea de las incomodidades que se sufren en tan mise- rables embarcaciones. El to de abril á las diez de la mañana nos hi- -cimos á la vela; tuvimos mucha pena en acos- CAPÍTULO XIX. V 43 tumbrarnos á nuestra nueva piragua, que con- considerábamos como una nueva prision. La delantera del barco estaba ocupada por los In- dios remeros armados con sus pagarves de tres pies de largo en forma de cucharas. Van ente- ramente desnudos, sentados de dos en dos, y reman con una cadencia extraordinaria. Inten- tábamos á cada instante mejorar nuestra posi- -cion , pero obteniamos pocas ventajas. Mientras que uno de nosotros se tapaba la cabeza para preservarse de los mosquitos, otro quemaba leña verde debajo de un toldo ó tejadillo que nos habian formado de hojas de palmera, á fin de echar con el humo los insectos que se abri- gaban en él. El dolor en los ojos y el aumento del calor hacian ambos medios impracticables. Sin embargo los viageros soportan los males que les son ya habituales, con cierta alegría de carácter, ciertas consideraciones de convenien- cia mutua, y con un vivo interes por la natura- leza magestuosa de aquellos imponentes sitios. He entrado en estos pormenores para probar que, á pesar de nuestra buena voluntad, no hemos podido M. Bonpland é yo multiplicar 44 LIBRO VIT. Ñ nuestras observaciones, tanto como lo exigia el interes dé los objetos que nos rodeaban. -El Orinoco, lleno de islas, comienza á di vidirse en muchos brazos, de los cuales el mas horizontal queda en seco durante los meses dé enero y febrero. La anchura total del rio excede «le 2,900 4 3,000 toesas. Frente la isla Javanavo. divisámos al: estela boca del caño Aujacoa. En- tre este caño y el rio Paruasi ó Paruati, el pais es cada vez mas espeso. En medio de un bosque de palmeras, no lejos del Orinoco, se eleva un peñasco aislado y de un aspecto el mas pinto- resco. Es un pilar de granito, una masa prismá- tica cuyos flancos desnudos y escarpados tie- nen cerca de doscientos pies de altura; su cima, que sobresale de los árboles mas altos de la selya, termina en un banco de peña con super- ficie lisa y horizontal : otros árboles coronan esta cima que los misioneros llaman el pico ó mogote de Cocuyza. Sus contornos muy bien marcados y el grupo de árboles y arbustos que le sirve de remate se designan sobre el azul del cielo, á la manera de un bosque que se eleva: sobre otro bosque. CAPÍTULO XIX. - AB - Desde la boca del rio Paruasi se estrecha de nuevo el Orinoco; lleno de islotes y de peñascos graniticos, ofrece infinitas cascadas pequeñas, llamadas tos remolinos, que al primer aspecto pueden alarmar al viagero por el contínuo tor- bellino de las aguas; pero ño son peligrosas en ninguna estacion del año. El rio penetra en lo interior de las tierras y forma bahias muy es- paciosas; una de ellas, estrechada entre dos promontorios desnudos de vegetacion, se llama el puerto de Carichana. Pasámos la noche en el lugarcito del mismo nombre, donde fuimos recibidos en el convento, en virtud de la re- comendacion del buen misionero fray José An- tonio de Torre; quince dias habia que no ha- bíamos dormido bajo tejado. La mision de Ca- richana está situada á tres cuartos de legua del rio; sus Indios pertenecen a la nacion de los Sa- livas, y tienen un hablar nasal muy desagradable. ¿ El mas antiguo domicilio de la nacion saliva parece haber estado sobre la ribera occidental del Orinoco, entre el rio Vichada * y el Gua- Y La mision saliva ' sobre el rio Vichada , fué destruida por los Caribes. ( Cassart y Hist. gen., cap. XX. VI.) 46 LIBRO VIT. viare, así como entre el Meta y el Paute; hoy se hallan los Salivas no solo en Carichana sino tambien en las misiones de la provincia de Ca- sanare, en Cabapuna,, Guanapalo , Cabiuna y Macuco. En este último pueblo, fundado en 1730 por el padre jesuita fray Manuel Roman, se. eleva el número de habitantes á 1,300. Son los Salivas un pueblo sociable, suave, casi tí- mido y mas fácil, no diré á civilizar,sino á sub- yugar que las otras tribus del Orinoco; se han agregado facilmente á las misiones de los jesui- tas por substraerse á la dominacion delos Cari- bes; dichos padres en sus escritos elogian mu- cho su inteligencia y su docilidad. Los Salivas tienen mucho gusto por la música; desde los tiempos mas remotos se sirven de trompetas de barro cocido, de cuatro y cinco pies de largo, con varios ensanches en forma de bolas que comunican unos con otros por unos cañones estrechos ; estas trompetas dan un sonido en ex- tremo lúgubre. Los jesuitas cuitiváron con buen éxito el gusto de los Salivas por la música ins- trumental, y aun despues de la destruccion de la compañía han conservado los misioneros del “CAPÍTULO XIX. 45 rio Meta en San Miguel de Macua una buena música de iglesia y las escuelas de música para la juventud india. Un viagero , don José Cortés Madariaga, ha visto recientemente á los natu- rales que tocaban el violin, el violon, el trián= gulo, la guitarra y la flauta. Es tan prodigiosa la variedad de idiomas que se hablan en las riberas del Orinoco, del Meta, del Casiquiare y del Rio Negro, que un viagero, por grande que fuese su talento por las lenguas, no podria jamas aprender bastante para ha- cerse entender en la linea de rios navegables desde Angostura hasta el fortin de San Carlos del Rio Negro. Las inmediaciones de la mision de Carichana nos han parecido deliciosas ; el pueblo está si- tuado en una de aquellas llanuras cubiertas de gramíneas que, desde la Encaramada has ta mas arriba de las cataratas de Maipure, separan to- das las colinas de montes graníticos. El borde «le las selvas se presenta á lo lejos, el horizonte está limitado por montañas en parte desnudas y con cimas de peñascos que dora el sol poniente, y en parte cubiertas de vegetacion y de un color 48 LIBRO VIH. bajo y sombrío. Alejándose dos ú tres leguas dé la mision, se descubre en aquellas llanuras mezcladas de colinas granilicas una vegetacion tan rica como variada; y comparando el sitio de Carichana con el de todos los demas pueblos mas arriba de las cataratas grandes, admira uno la facilidad con que se recorre el pais sin seguir el curso de los rios, y sin verse detenido á cada: paso por la espesura de las selvas. M.Bonpland hizo algunas excursiones á caballo, que le sumi- nistráron una buena coleccion de plantas *. Solamente citaré el paraguatan, especie so- berbia de macrocnemum, cuya corteza tiñe en rojo *; el guaricanco de raiz venenosa *; el ja- caranda obtusifolia, y el jerrape 0 jape de los Indios salivas*, célebre en toda la Tierra Firme' 'Combretum , frangulce folium ; bignonia carichanensts ;, es b. Auviatilis; b. salicifolia ; hypericum eugeniazfolium ; convolvulus discolor, casearia capitata; Spacodia orino- A / censts; ; heliotropium cinercúm ; h. filiforme. 2 Macrocnemum tinctorium. 3 Ryania COCcinea, 4 Dipteriaodorata,ó baryosma tongo de Gaertner. El jape producecn Carichana una excelente madera de construzcion.. CAPÍTULO XIX. 91 que es tambien el momento mas distante del maximum del calor del dia precedente; luego estos sonidos de órgano que se oyen cuando se duerme con la cabeza apoyada sobre la peña, ¿no serian efecto de una corriente de aire que sale por las grietas? El 12 de abril partimos á las 4 de la mañana : el misionero preveia que tendriamos mucha pena en pasar los raudates y la embocadura del Meta. Los Indios remáron sin interrupcion doce ho- ras y media sin tomar otro alimento que yuca y bananos. Durante una distancia de 600 toesas, hallámos el álveo del rio todo lleno de rocas gra- níticas, á cuyo trecho llaman el raudat de Ca- raven. Pasámos por unos canales que no tenian cinco pies de ancho, y á veces nuestra piragua estaba cogida entre dos peñascos de granito. Se evitaban los pasos en que lasaguas se precipitan con un ruido espantoso; y.no hay ningun peligro inminente cuando se lleva un buen piloto indio, como teniamos nosotros: si la corriente era di- fícil á vencer, se echaban los rameros al agua, y ataban una cuerda á la punta de las peñas para remolear la piragua. Desde Cabruta hasta la embocadura del rio 4 92 LIBRO VII. Sinaruco, sobre una distancia de cerca de 2” de latitud , la orilla izquierda del Orinoco está enteramente inhabitada; pero al oeste del, raudat de Cariven, un hombre emprendedor, don Feliz Relinchon, ha reunido un lugarcito con los Indios jaruros y los Otomaques. Este ha sido un ensayo de civilizacion en que los frailes no han tenido ninguna influencia directa, por lo cual es inútil añadir que don Feliz vive en contínua guerra con los misioneros de la orilla derecha del Orinoco. | Remontando el rio, llegámos álas nueve delante del Meta, enfrente al sitio donde en otro tiempo estuvo situada la mision deSanta Teresa, fundada por los jesuitas. Es el Meta el mas considerable afluente del Orinoco, despues del Guaviare, y aun se le puede comparar al Danubio, no por la longitud de sucurso, sino por el volúmen de sus aguas : su profundidad media es de 36 pies, pero llega hasta 84; la reunion de los dos rios ofrece un aspecto muy imponente. | Pasámos dos horas en una roca que se halla en medio del. Orinoco, llamada la piedra de ta paciencia, porque las piraguas subiendd por el CAPÍTULO XIX. 49 á causa de su fruto aromático. Este fruto, que en Caracas se pone entre las ropas, así como en Europa se mezcla al tabaco de polvo con el nombre de hava de tonca ó tongo, és conside- rado como venenoso. En la provincia de Cumaná se ha extendido la falsa opinion de que el exce- lente licor que se fabrica en la Martinica debe su aroma particularmente al jape. 'En las mi- siones se llama simaruba , nombre que puede causar graves errores, pues que el verdadero simaruba es una especie febrifuga del género casta, y no se encuentra en la Guyana española sino en el valle del rio Caura, donde los Indios paudacotes lo designan con el nombre de achec chars. e A El 11 de abril, á las dos de la tarde, parti- mos de Carichana; hallámos el curso del rio cada vez mas embarazado por los peñascos graníticos. Pasámos al oeste el caño Urupe, y luego el grande ¿escolló conocido «con el nombre de la piedra del tigre, donde es el rio tan profundo que no se alcanza el fondo con una sonda de 22 brazas. Hallámonos en la catarata de Cariven : y la impulsion del agua era tan fuerte, que con UI, 4 50 LIBRO VII. mucho trabajo pudimos echar pié á tierra. La peña granítica, sobre la cual pasámos la noche, es una de aquellas en que los viageros del Ori- noco han oido, de tiempo en tiempo, hácia el salir el sol, unos sonidos subterráneos semejantes á los de la música de un órgano : los misioneros llaman á estas piedras ltajas de música. Nuestro jóven piloto indio , que sabia hablar castellano, nos decia : «Eso es cosa de brujas. » Nosotros no hemos oido nunca esos sonidos misteriosos ni en Carichana vieja (que así se llamaba la peña en que nos hallábamos), ni en el alto Orinoco; pero segun las noticias dadas por testigos dignos de fe, no se podria negar la lexistencia de un fenómeno que parece depen- der de un cierto estado de la atmósfera. Los bancos de piedra estan llenos de grietas muy delgadas y profundas; aquellos durante el dia .se calientan hasta 48 y 50”; yo he hallado su temperatura en la superficie, durante la noche, de 39”, cuando la atmósfera ambiente estaba á los 28%. Fácilmente se concibe que la diferen- cia de temperatura entre el aire subterráneo y el exterior, llega á su maximum al nacer el sol, CAPÍTULO XIX. 55 á las fiebres tercianas, se han opuesto á la eje- cucion de este proyecto, de modo que de la Villa de san Carlos no ha existido otra cosa que unas armas pintadas en un gran pergamino y una enorme cruz plantada en la orilla del Me- ta. Los Guahivos, cuyo número, segun dicen, se eleva á muchos millares, se han hecho tan in- solentes, que á nuestro paso por Carichana ha- bian hecho decir al misionero que vendrian en balsas á quemarle el pueblo. Desde la embocadura del Meta nos pareció el Orinoco mas libre de escollos y peñascos ; navegámos por un canal de 500 toesas de ancho, sin que los Indios tuviesen que atoar la canoa, ni que empujarla á brazos, fatigándonos con sus gritos salvages. Ya era noche cuando nos hallámos frente el raudat de Tabajé, y no queriendo los Indios arriesgar el paso de la cata- rata, nos acostámos por tierra en un parage sumamente incómodo, sobre un banco de ro- ca inclinado de mas de 18”, que abrigaba en sus quebrazas una multitud de murciélagos. Toda la noche oímos de muy cerca los gritos del jaguar, á los que contestaba nuestro perro con 56 LIBRO VH. ahullidos prolongados. Yo esperaba las estrellas, pero en vano, pues el cielo estaba de una osbcu- ridad espantosa; el ruido sordo de las cascadas del Orinoco contrastaba con el de los truenos que resonaban á lo lejos por la parte de las selvas. El 13 de abril muy de madrugada pasámos los raudales de Tabajé, y desembarcamos de nuevo: El padre Zea, que nos acompañaba, quiso decir la misa en la nueva mision-de San Borja, esta- blecida dos años antes, en la cual hallámos seis casas babitadas por Guahivos no catequizados, que en nada se diferenciaban de los Indios sal- vages. Aquí observé nuevamente, así como en- tre los Salivas y los Macos, la poca uniformi- dad que ofrecen las facciones de los Indios del Orinoco. Su mirar es sombrio y triste, sin du- reza ni ferocidad. Aunque no tenian ninguna nocion de las prácticas de la religion cristiana, pues que el misionero de Carichana no celebra la misa en San Borja sino tres úÓ cuatro veces al año,*se comportaban en la iglesia con el mayor recogimiento y decencia. Los Indios aman la representacion y se someten al mo- CAPÍTULO XIX. 55 rio estan algunas veces dos dias para desviarse del torbellino de agua causado por este peñasco. En él pude establecer mis instrumentos. Las alturas de sol me diéron 7o* 4' 29” por la lon- gitud de la embocadura del Meta. Esta obser- vacion cronométrica prueba que por este punto la carta de la América meridional de Anville está casi exenta de error en longitud, mientras que el error es de un grado en latitud. El rio Meta que recorre las vastas llanuras de Casanare, y que es navegable hasta el pié de los Andes de la Nueva Granada, será de la mayor importancia política para los habitantes de la Guyana y de Venezuela. Desde el golfo triste y la boea del Dragon una flotilla puede remontar el Orinoco y el Meta hasta 15 Ó 20 leguas de distancia de Santa Fe de Bogota, y bajar por e] mismo camino las harinas de la Nueva Gra- nada. El Meta es como un canal de comunica- cion entreunos paises colocados bajo la misma latitud, pero que se diferencian tanto en sus produeciones como la Francia y el Senegal. Es- ta circunstancia hace importante el conoci- miento exacto del orígen de un rio tan mal fi- 54 LIBRO VII. gurado en nuestras mapas. El Meta procede de la reunion de dos ríos que bajan de Paramos, de Chingasa y de la Suma Paz; el primero es el , Rio Negro que recibe mas abajo al Pachaquiaro; el segundo es el Rio de Aguas Blancas ó Umadea, cuya reunion se verifica cerca del puerto de Marayal : desde el paso de la Cabulla, en que se deja el Rio Negro, hasta la capital de Santa Fe, no hay mas de 8 á 10 leguas. Desde los lugares de Xiramena y Cabullaro hasta los de Guanapalo y Santa Rosalia de Ca- bapuna, sobre una largura de 60 leguas, es- tan las orillas del Meta mucho mas habitadas que las del Orinoco. Hállanse catorce estable- cimientos cristianos en parte muy populosos ; pero desde los desagúes de los rios Panto y Casanare, en un trecho de mas de 50 leguas, está el Meta infestado de Guahivos salvages. A fin de contener las excursiones de estos Indios, habian formado los capuchinos que sucediéron á los jesuitas en el gobierno de las misiones del Orinoco, el proyecto de fundar una ciudad á la embocadura del Meta, bajo el nombre de la Villa de San Carlos ; mas la pereza y el temor VOVYUVVOVLVY VINE VUVILDLYIVOR VULVA UVUUYULAIIVAVIAIIIIUIDINAAUUVAY eV CAPITULO XX. Embocadura del rio Anaveni. — Pico de Unania. — Mision de Atures. — Catarata ou raudal de Mapara. — Islotes Surupamana y Virapuri. ——— AA Una cadena de montañas graníticas atra- viesa el rio Orinoco , dirigiéndose del mediodia al norte, y estrechándose dos veces en SU CUFSO, se estrella con estrépito contra las rocas que forman gradas, cascadas y diques transversales. Nada hay mas magestuoso ni mas imponente que el aspecto de estos lugares: ni el salto de Tequendama *, ni las grandes escenas de las Cordilleras, han podido disminuir la impre- sion que produjo en mí la primera vista de los raudales de Atures y de Maipures. Posicionán- dose cualquiera en una eminencia capaz de abrazar á la primera ojeada esta serie conti- nua de cataratas, este mantel inmenso de est puma y vapores, esclarecida por los rayos del * Cerca de Santa Fe de Bogota. » 60 : LIBRO VII. sol poniente, creeria ver suspendido el rio en el aire. pl Posiciones tan notables han debido, hace mu- chos siglos, fijar la atencion de los habitantes del nuevo mundo. Cuando Diego de Ordaz, Alfonso de Herrera y el intrépido Ralegh fon- deáron en la embocadura del Orinoco, tomá- ron conocimiento de las grandes cataratas por Indios que jamas las habian visitado, y aun las confundiéron con otras cascadas mas orienta- les. Por mas trabas que la fuerza de la vegeta- cion ponga, bajo la zona tórrida, en las co- municaciones entre los pucblos, todo lo que tiene relacion con el curso de los grandes rios, adquiere una celebridad que se propaga á distancias prodigiosas. El Orinoco, el Ama- zona y el Urugay atraviesan, como brazos de mar interiores y en distintas direcciones, una tierra cubierta de bosques y habitada por pue- blos en parte antropófagos. No hace doscien- tos años que la civilizacion y las benignas luces de ¡una religion mas humana han seguido las márgenes de estos canales antiguos, trazados por la naturaleza. Sin embargo el conocimiento de CAPÍTULO XIX. 99 mento á cualquier sujecion con tal que es- ten seguros de atraerse las miradas. Al tiempo de la comunion se hacian señas para anunciarse que el sacerdote iba á llevar el caliz á sus la- bios; fuera de este gesto, estuviéron siempre inmobiles y en una apatía impertubable. Esperáron estos Guahivos la noticia de nues-* tro regreso del Rio Negro por el Casiquiare, y cuando supiéron que habiamos llegado á la pri- mera catarata grande, que es la de Atures, se desertáron todos, y se huyéron á las sávanas al oeste del Orinoco. No hay una tribu mas dificil de fijar al suelo que los Guahivos ; mas quieren alimentarse con pescados podridos , escolopen- dras y gusanos, que cultivar un pequeño ter- reno : así log otros Indios proverbialmente di- cen que un Guahivo se come todo lo que existe dentro y fuera de la tierra. El tormento delos mosquitos aumentó cruel- mente á pesar de la diminucion del calor; ja- mas habiamos sufrido tanto como en San Borja; no se podia hablar ni descubrir la cara sin que viniesen insectos á la boca y á la nariz. Noso- iros extrañábamos que no estuviese el termó- 08 i LIBRO VII. metro á 33 0 36”, pues la extrema irritacion de la piel nos hizo creer que el aire estaba abrasado. Pasámos la noche en la playa de Guaripo : el temor de los peces caribes nos impidió bañar- nos, y no menos el de los cocodrilos que en aquel dia los habiamos visto de una magnitud extraordinaria, de 22 4 24 pies. El 14 de abril nos obligáron las picadas de los zancudos á partir á las cinco de la mañana; hay menos insectos en el manto de aire que re- posa inmediatamente sobre el rio que cerca del borde de la selva; detuvimonos para almorzar en la isla de Guachaco, y despues de haber pasado la boca del rio Parueni, mas allá del cual habi- tan los Indios, macos pasámos la noche en la isla de Panumaná. Es muy rica en plantas esta isla, y en ella se encuentran de nuevo aquellos pe- ñascos desnudos, aquellos grupos de melásto- mes, aquellos bosquecitos de arbustos cuya mez- cla nos había admirado tanto en las llanuras de Carichana. CAPÍTULO XX. 63 luando las tortuosidades con M. de la Condami- ne á un tercio de la distancia que corre en linea recta, es de doscientas sesenta leguas marnas; y el del alto Orinoco, suponiendo sus manian- tiales tres grados al oeste del Duida, abraza ciento sesenta y siete leguas. | Una tierra desconocida empieza del otro lado de las grandes cataratas, y es un pais en parte montañoso y en parte llano que recibe al mismo tiempo las avenidas del Amazona y del Orinoco. Por la facilidad de sus comunicaciones con el Rio Negro y el Gran Pará, parece pertenecer mas bien al Brasil que á las colonias españo- las. Ninguno de los misioneros que han des- crito el Orinoco antes que yo, y los padres Gu- milla, Gili y Caulin, han pasado del raudal de Maipures. Solo tres establecimientos cristianos hemos encentrado mas allá de las grandes ca- taratas en las márgenes del Orinoco, y en una extension de mas de cien leguas; y, aun estos establecimientos á penas contenian seis ú ocho personas blancas, es decir, de raza europea. Dejámos la isla de Panumaná á las cuatro de la mañana del 15 de abril, dos horas antes de 64 LIBRO VIL./ salir el sol; el cielo estaba casi cubierto , los relámpagos surcaban las grandes nubes á mas de cuarenta grados de elevacion, y nos'sorprehen- dimos de no oir el ruido del trueno: ¿seria acaso por la prodigiosa, altura de la tempestad? Los jaguares habian pasado, como de costum- bre, el brazo del Orinoco por el cual estába- mos separados de la orilla, pero oiamos sus gritos de muy cerca. Los Indios nos habian aconsejado durante la noche dejásemos el bi- vaque y nos retirásemos á una cabaña aban- donada que pertenecia á los conucos: de los habitantes de Atures, y ellos tuviéron cuidado de tapar la abertura de la puerta con tablas; precaucion que me pareció bastante superflua. Son tan numerosos los tigres cerca de las cata- ratas, que dos años antes , y en estos mismos conucos de Panumaná , volviendo un Indio á su cabaña á fines de la sesion de las lluvias, en- contró establecida en ella una hembra de estos animales con dos hijuelos. Los jaguares gustan retirarse en las ruinas abandonadas, é yo pienso que es generalmente mas prudente para un viagero aislado acamparse al raso entre dos fue- Jl CAPÍTULO XX. 61 los fenómenos extraordinarios, de las caidas de agua, de los fuegos volcánicos y de estas nieves que resisten á los ardores del verano, se ha- | bian propagado ya por mil circunstancias for- tuitas, mucho antes que la introduccion de la agricultura y que los cambios y mudanzas se hubiesen establecido entre hordus esparcidas y por lo comun enemigas. A trecientas leguas de las costas, en el.centro de la América meridio- nal, y en pueblos, cuyas: excursiones no exce- den de tres jornadas de distancia, se encuentra ya una nocion del Océano y palabras para de- signar una masa de agua salada que se extiende 4 perder la vista. Las dos grandes cataratas del Orinoco, cuya celebridad es tan extensa y tan antigua, son formadas por el paso del rio entre las mon- tañas de la Parima que los indigenos llaman Mapara y Quituna ; pero los misioneros han substituido á estos nombres los de Atures y Maipures , segun el nombre de las primeras tribus que ellos han reunido err las villas mas inmediatas. Las grandes cataratas son designa- das en las costas de Caracas con el simple nonm- 62 | LIBRO VIL. bre de dos raudates *, denominacion que re- cuerda que las demas caidas de agua, inclusos los raudales de Camiseta y Carichana, no son con- sideradas como dignas de atencion, si se com-= paran á las cataratas de Atures y de Maipures. Estas últimas, situadas entre los cinco y seis grados de latitud boreal, cien leguas al oeste de las Cordilleras de la Nueva Granada ?, en el meridiano de Puerto Cabello, solo distan doce leguas una de otra. Las grandes cataratas divi- den los establecimientos cristianos de la Gua- yana española en dos partes desiguales. Llá- manse misiones del Bajo Orinoco, las que es- tan situadas entre el raudal de Atures y la embocadura del rio; las misiones del 41to0-Or:- noco comprehenden las villas que se encuentran entre el raudal de Maipures y las montañas del Duida *. El curso del bajo Orinoco ,' va- * De la palabra castellana raudo, derivada de la latina rapidus. 2 Al oeste del Páramo de Zoraca, cerca de Tunanza,, ciu- dad de la Nueva Granada. 3 Misiones del Alto y Bajo Orinoco. Las misiones del Ca- siquiare no estan comprehendidas en esta evalucion, aunque este rio es un brazo del alto Orinoco. lá CAPÍTULO XX. 65 Os, que guarecerse en cabañas inhabitadas. Al dejar la isla de Panumaná percibimos en la orilla occidental del rio las lumbres de un campamento de Guaharibos salvages, y el misio- nero que nos acompañaba hizo tirar algunos tiros de escopeta al aire para intimidarlos, de- cia, y para hacerles conocer que nos hallába- mos en estado de defendernos. Al salir el sol pasámos la embocadura del rio Anaveni que baja de las montañas del este, cuyas riberas estan hoy desiertas; en tiempo de los jesuitas el padre Olmos habia establecido allí un pue- blo de Indios japuinos ó jaruros. Era tan grande el calor que hacia, que nos ¿Cetuvimos largo tiempo en un lugar AR de árboles para pescar con la caña, y nos costó mucho trabajo poder llevar los peces que pescámos. Llegá- mos muy tarde al pié de la gran catarata en una ensenada llamada el puerto inferior, y seguímos con bastante dificultad, y en una no- Che obscura, la estrecha senda que conduce á la mision de Atures, distante una legua de la márgen del rio, atravesando una llanura de pe- ñas de granito. MIE. - 5 56 LIBRO VIT. El pueblo de San Juan Nepomuceno de los Atures fué fundado en 1748 por el padre jesuita Francisco Gonzalez, que es el último establecimiento cristiano.que debe su orígen al órden de san Ignacio, subiendo el rio. Los es- tablecimientos mas meridionales, los del Ata- bapo, del Casiquiare y del Rio Negro, fuéron formados por los padres franciscos observan- tes. La catarata se llama, como hemos dicho arriba, Mapara, pero el nombre de la villa se deriva de el de la nacion de los Atures que en el dia se cree extinguida. Encontrámos la pequeña mision en el estado mas deplorable. Ln la época de la expedicion de Solano, llamada comunmente expedicion de los limites, contenia aun 520 Indios , pero á nuestro paso por las cataratas, solo habia 45; y el misionero nos aseguró que esta diminu- cion era cada año mas sensible. Se reuniéron en la primera fundacion de la mision Indios atures, maipures, meyepures, abanis y qui- rupas, pero nosotros solo encontrámos, en vez de estas tribus, Guahivos y algunas familias de la nacion de los Macos. Los Atures han desa- CAPÍTULO XX. 65 parecido casi totalmente, é ya no se les conoce sino por los sepulcros de la caverna de Ata- ruipe, que recuerda las sepulturas de los Guan- chos en Terenife. Entre los cuarto y octavo grados de latitud, no solamente separa el Orinoco el gran bosque de la Parima de las desnudas sávanas 0 llanu- ras del Apure, del Meta y del Guaviare, sino que forma tambien el límite entre hordas de costumbres muy diferentes. Al oeste andan errantes en llanuras desprovistas de árboles, los Guahivos, los Chiricoas y los Guamos, que son pueblos sucios, asquerosos y altaneros de su salvage independencia, muy difíciles de fi- jarse en un terreno, é incapaces de habituarse 4 trabajos regulares; por esta razon se les de- signa con el nombre de Indios andantes. Al este del Orinoco, entre los próximos manian- tiales del Caura, del Cataniapo y del Ventuari, viven los Macos, los Salivas, los Curacicanas, los Parecas y los Maquiritares, pueblos dóciles, pacificos , dedicados á la agricultura y fáciles á someterse á la disciplina de las misiones. El Indio de los llanos se diferencia del Indio de ¡ a 68 LIBRO VII. los bosques en el lenguage, en las costumbres y disposiciones intelectuales; uno y otro tienen ' un idioma que abunda en expresiones y frases vivas y agudas , pero el del primero es mas ás- pero, mas conciso y mas apasionado, al paso que el del segundo es mas dulce, mas difuso y mas lleno de expresiones desembarazadas. . La mision de Atures, como la mayor parte de las del Orinoco, situada entre las bocas del Apure y del Atabapo, se compone de dos cla- ses de gentes, á saber: de Indios monteros é Indios llaneros y andantes, llamados en otro tiempo nomados '. Fiebres epidémicas reinan allí con violencia á la entrada de las lluvias; - y en 1799 la mortandad fué muy grande en Carichana , en las márgenes del Meta y en el raudal de Atures. ¿Cuales son las causas de estas fiebres que reinan, durante una gran parte del año, en las "Empleo yo la palabra nomado como sinóbimo de errante ó andante, y no en su primitiva significzcion. Los pueblos errantes de la América (los de la' raza indigena se entiende) jamas son pastores : viven de la pesca, caza, de frutas y de la harinosa médula de los palmeros, etc. CAPÍTULO XX. 69 villas de Atures y de Maipures al rededor de las dos grandes cataratas del Orinoco, y que ha- cen estos lugares tan temibles al viagero euro- peo? mo son otras sin duda que la reunión de un gran calor á una humedad excesiva del aire, el mal alimento, y si es preciso creer á los in- digenos , las exhalaciones venenosas que se ele- van de los desnudos peñascos de los raudales. Esta opinion merece tanta mas atencion, cuanto que tiene relacion con un fenómeno físico que acaba de observarse en diferentes partes del globo, y que no ha sido hasta ahora suficiente- mente explicado. Las peñas ÚÓ rocas graníticas que el Orinoco baña periódicamente enlas ca- taratas y entre las misiones de Carichana y de Santa Bárbara, son lisas, negras y como barni- zadas de lápiz-plomo ó molibdena. La materia colorante no penetra en la piedra, que es un granito con unos granos que contiene algunos cristales aislados de anfibolia. lenoro yo si es con razon ó sin ella que se considera, en las misiones del Orinoco, la pro- ximidad de las peñas desnudas, y sobre todo la de las masas que tienen cortezas de carbono, / 70 LIBRO VII. de óxido de hierro y de magnesia , COMO NO- civa á la salud. El pueblo multiplica á su antojo las causas patogénicas, mas aun en la zona tórrida que en las otras zonas. Témese allí dormir al aire con la cara expuesta á los rayos de la luna llena; y aun se cree muy peligroso acostarse sobre los granitos próximos al rio, citando en su asercion muchos ejemplos de per- sonas que, despues de haber pasado la noche sobre estas desnudas y negras piedras, han despertado la mañana siguiente con una fuerte calentura. Sin dar enteramente fe á esta aser- cion de los misioneros y de los indigenos, he- mos evitado generalmente las tajas negras, y nos echábamos sobre las playas cubiertas de arenablanca, cuando noencontrábamos árboles sobre que suspender nuestras hamacas. «Entre las causas de la despobiacion de los, raudales no he contado yo la viruela; enfer- medad que, en otros puntos de América hace tan crueles estragos, que, llenos de espanto los indígenos *, queman sus cabañas, matan á sus " Por ejemplo los Indios mahas en los llanos del Misuri, segun la relacion de los viageros americanos Clark y Lewis. l CAPÍTULO XX. 71 hijos y renuncian á toda especie de asociacion. Xste azote es casi desconocido en las márgenes del alto Orinoco; y si por desgracia él llegase á penetrar allí, debe esperarse que sus efeetos serian contrabalanceados por la vacuna, cuyos beneficios se hacen sentir diariamente en las costas de la Tierra Firme. Lo que despuebla. los establecimientos cristianos, es la repugnan- cia de los Indios al régimen de las misiones, la insalubridad de un clima cálido y húmedo al mismo tiempo, el mal alimento, la: falta de cuidado en las enfermedades de los niños y la culpable costumbre de las madres de impedir su preñez por medio del uso de yerbas veneno-. sas. Esta costumbre disminuye el número de los nacimientos, y estas bebidas no alteran la salud para impedir á las mugeres jóvenes de ser madres á una edad mas avanzada. Este fe- nómeno , bastante notable bajo el aspecto fisio- lógico, ha llamado la atencion largo tiempo de los frailes misioneros. A las causas que acabamos de indicar se reunen otras de una naturaleza bien diferente. En cl colegio de las misiones del Piritu, esta=. 72 LIBRO VII. blecido en la Nueva Barcelona, se ha observado que comparando los pueblos indios situados en las márgenes de los rios, con los que se han construido en parages muy secos, se encuentra constantemente un exceso de nacimientos en los últimos. La costumbre de las mugeres in- dias de bañarse muchas veces por dia antes de salir y despues de ponerse el sol, en el mo- mento en que el aire es mas frio, parece debi- litar su constitucion. El padre guardian de los observantes, es- pantado de la despoblacion rápida de las dos villas situadas cerca de las cataratas, habia pro- puesto hace algunos años al gobernador de la provincia, que reside en Angostura, 'reempla- zase los Indios por negros. Es conocido que la raza africana resiste maravillosamente á los cli- mas ardientes y húmedos: una colonia de ne- gros libres lo pasa perfectamente en las malsa- nas orillas del Caura, y en la mision deSan Luis de Guaraguaraico , en donde hacen las mejores cosechas de maiz. El padre guardian quiso tras - plantar á las cataratas del Orinoco una parte de estos colonos negros, 6 comprar esclavos en las CAPÍTULO XX. 73 islas Antillas, reuniéndoles, como se ha hecho en el rio Caura, algunos negros fugitivos de Esquibo. Este proyecto, que hubiera tenido los mas felices resultados, recordaba , aunque en pequeño, las instituciones de Sierra Leona; y prometiendo*mejorar la condicion de los ne- gros, parecia atraer el cristianismo á su fin principal, que es el de proporcionar y favore- cer la felicidad y la libertad de las últimas cla- ses del pueblo; pero una piedad mal entendida hizo frustrar este proyecto. El gobernador res- pondió que «pues que no podia asegurarse la vida de los negros mas que la de los Indios, no era justo forzar á los primeros á que habi- tasen las villas de las cataratas.» La conserva- cion de estas misiones reposa hoy dia en dos familias de Guahivos y Macos, los únicos que ofrecen algunas señales de civilizacion y que gustan de la vida sedentaria. Si estas familias llegan á extinguirse, los demas Indios, impa- cientes ya del régimen de las misiones, aban- donarán al padre Zea , y los viageros, en un punto que puede considerarse como la llave del Orinoco, mo hallarán socorro alguno, ni TA LIBRO VII. ningun piloto que pueda pasar las canoas por medio de los raudales. La comunicacion entre el fortin del Rio Negro y la capital de la /An- gostura será, sino iuterrumpida, álo menos muy difícil. Conviene un conocimiento muy intimo de las localidades para arriesgarse en el laberinto de escollos y pequeños peñascos que obstruyen el hueco del rio en las inmedia- ciones de Atures y Maipures. / Mientras que los remeros trabajaban en yA carga de nuestra piragua, examinámos de cerca y por todas las partes en que el rio es abordable, el espantoso espectáculo de un rio tan grande cn- cajonado y como reducido á espuma. Trataré de pintar, no los sentimientos que experimen- támos, sino el aspecto de un sitio que es tan célebre en las posiciones del nuevo mundo. Desde su embocadura hasta el confluente del Avenani, en una extension de 260 leguas, la navegacion del Orinoco no está embarazada. Hay algunos escollos y remolinos de agua cerca de Muitaco en una ensenada que se llama Boca del infierno. Se encuentran raudalitos cerca CAPÍTULO XX. AS de Carichana y de San Borja ' ; pero en todos estos parages jamas está el rio atrancado ente- 'ramente, pues queda un canal por el cual ba- jan y suben los botes Ó canoas. En toda esta na- vegacion del bajo Orinoco, no conocen los viageros otro peligro que las balsas naturales formadas por los árboles que el rio desarraiga y arrastra en sus grandes crecidas ú avenidas. Despues de haber subido el Orinoco hasta mas allá del rio Avenani, se encuentran, entre las montañas de Uniana y Sipapu, las grandes cataratas de Mapara y Quiluna, Ó como mas comunmente dicen los misioneros, los raudales de Atures y Maipures. Estos portages ó arrastra- deros, que se extienden de una á otra orilla, ofre- cen en general un aspecto casi semejante; pues que son islas sin número, diques peñascosos, montones de granito hacinados y cubiertos de palmeros, entre los cuales se deshace cn espumas uno delos mayores rios delnuevo mundo. Del otro lado de Maipures y de la embocadura del caño | Camej1, está el Orinoco nuevamente libre de obs- * Los tres raudales de Marimara, de Cariven y de Tabajé que hemos descrito anteriormente. / 3 76 LIBRO VII. táculos en una extension de mas de 167 leguas, hasta cerca de sus nacimientos, es decir hasta el raudalito de los Guaharibos, al este del caño Chiguire y de las altas montañas de Yuma- riquin. Habiendo visitado la anchura y aguas de los dos rios del Orinoco y de las Amazonas, fuí sin- gularmente sorprehendido de las diferencias que ambos ofrecen en su curso desigualmente ex- tendido. El Amazona, que casi tiene g8o le- guas * marinas (de 20 al grado) de largo, pre- senta sus grandes caidas muy próximas á su origen, en el primer '/, de su largura total. En el Orinoco encontrámos las grandes caidas : M. de la Condamine, valuando las tortuosidades á un tercio del curso, como para el Orinoco, segun la costumbre de los hidrógrafos, da al Amazona 1,100 leguas y 500 al Ucayale (Yiage al Ecuador, pág. 189). Rectificando las longitudes de los manantiales del Apurimac , calculo yo, eon respecto al Ucayale , 360 leguas. Todo cuanto se ha contado en las obras geográficas sobre la largura relativa del curso de los rios es extremadamente inexacto, porque se han repetido evaluaciones hechas segun antiguos mapas, y porque han calculado las tortuosidades (el camino que hace una canoa, conducida por la corriente del medio) segun métodos muy diferentes. * CAPÍTULO XX. 97 en un punto mucho mas desfavorable á la na- vegacion, sino á la mitad, álo menos mucho mas del primer tercio de suanchura. No son las mon- tañas, ni los diferentes grados de las llanuras ó mesetas sobrepuestas, las que causan ó producen las cataratas, sino que son otros escalones sobre- puestos que los rios tienen que franquear des- pues de un largo y pacifico curso para precipi- tarse de grado en grado. Acabamos de ver que no se encuentran las grandes cataratas cerca del origen Ó nacimiento del Orinoco ni de las Amazonas, sino que, des- pues de un curso tranquilo y suave de mas de 160 leguas , desde el raudalito de los Guahari- bos al este de la Esmeralda, hasta las monta- ñas de Sipapu , se aumenta el rio con las aguas del Jao, del Ventuari, del Atabapo y del Gua- viare, y muda repentinamente su direccion pri- mitiva del este al oeste en la del sud al norte, y encuentra, atravesando el estrecho terres- tre *, en los llanos del Meta, los contrafuertes adelantados de la Cordillera de la Parima. Este * Este estrecho, de que ya hemos hablado muchas veces , está formado por las Cordilleras de los Andes de la Nueva Granada y la Cordillera de la Parima. 70 LIBRO Vil. : encuentro es la causa de cataratas mucho mas considerables y mas nocivas á la navegacion que todos los pongos del alto Marañon, pues que estan, como ya lo hemos visto, mas próximas proporcionalmente á la embocadura del rio. Entre las grandes cataratas del Orinoco , solo la mas septentrional es la que está de ambos la- dos adornada de altas montañas. El aspecto del paisage varia á cada paso en el terreno que con- fina con la catarata cerca de la mision ; y se en- cuentra alli, en un pequeño espacio, todo lo que la naturaleza tiene de mas áspero y mas sombrio con los mas hermosos campos, los mas risueños y pintorescos sitios. Las sávanas de Atures, cubiertas de yerbas finas y gramíneas, son verdaderos prados pa- recidos á los nuestros de Europa, que jamas son inundados por los rios, y que parecen aguar- dar la mano del hombre y como convidarle á rozarlos y cultivarlos. A pesar de su extension no ofrecen la monotonía de nuestros llanos , pues que las yerbas circundan y hermosean las rocas y piedras de granito. A la orilla de estas mismas -llanuras y de estas campiñas, se en- CAPÍTULO XX. 29 cuentran unas gargantas, apénas alumbradas por los rayos del sol, y barrancos en que el suelo húmedo, sobrecargado de arum de heli- conia y, de enredaderas, manifiesta á cada paso la salvage fecundidad de la naturaleza. Por todas partes y á raiz de la tierra se extienden aquellos bancos de granito, enteramente desnudos que yo he descrito en Carichana, y que eñ ninguna otra parte del mundo antiguo tienen una tan prodigiosa anchura como en el valle del Ori- noco. Precisamente alli donde brotan los ma- nantiales del seno de los peñascos, las verru- .carias, los psores y los liquenes se han fijado :sobre el granito descompuesto, y han formado ó acumulado un terreno; las euforbias , pepe- romias y otras plantas crasas han sucedido á las criptógamas; y hoy dia se ven arbustos siempre verdes, rhexias, y melástomos con purpúreas flores que forman algunos islotes de verdor en medio de los desiertos y pedragosos lanos. No me canso de repetirlo, la disposicion de estos parages, estos bosques de arbolitos con coriá- ceas y lustrosas hojas que estan esparcidas en - las sábanas, estos cristalinos arroyos, que por So LIBRO VII. medio de las peñas cavan el hueco por donde han de correr sus aguas, y serpentean sucesiva- mente sobre los fértiles llanos y sobre los ban- cos de granito, todo recuerda aqui lo que nues- tros jardines y plantaciones encierran de mas pintoresco y atractivo, y hace reconocer la in- dustria del hombre y las huellas ó señales de la agricultura en medio de aquellos sitios agrestes. Apénas se habia oido una ó dos veces el ruido de los truenos en Atures, cuando la vegetacion ofrecia ya por todas partes aquel aspecto de vi- gor, aquel brillo de color que solo se encuentra en las costas, al fin de la estacion de las aguas. Los árboles viejos estaban guarnecidos con soberbias orquideas *, banisterias amarillas, bignoniáceas con flores azules, peperomias , arum y pothos. Un solo tronco ofrece alli for- mas vegetales mas variadas que las que con- tiene en nuestros climas un espacio de terreno muy extenso. Cerca de la grande catarata hemos recogido esta hermosa especie de grimmia * * Cymbidium violaceum , habenaria angustifolia , etc. 2 Grimmia fontinaloides. Véase Hooker, Musci exotict. CAPÍTULO XX. "Bm con hojas de fontinalis que tanto ha llamado la atencion de los botánicos y que se halla pen- diente de las ramas de los elevados árboles. Entre los fanerógamos, las familias que domi- nan en los sitios poblados de árboles son las mi- mosáceas , los ficus, y las laurineas *. Este hecho es tanto mas caracteristico cuanto que , segun la observacion del M. Brown, parece que las laurineas faltan casi enteramente en el con- tinente opuesto, á saber en la Africa equinoc= cial. Las plantas que gustan la humedad ador- man las inmediaciones de la catarata; y en los 'humboldtiant, 1818,tab. IT. El sabio autor de la monografía de las jugermanias, M. Jackson Hooker ha tenido la bondad de publicar en Londres, á expensas suyas, y, con noble de- sinteres, toda la coleccion de las plantas criptógamas que M. Bonpland y yo hemos traido de las legiones equinocciales de América. 1 Las lauríneas de la region baja y cálida de la América equinoccial son las ocotea (por ejemplo , entre Carichana y San Fernando de Atabapo, ocotea lineata, ocotea cimba-= rum y ocotea javitonsis). Otras laurineas, las persea y las litsea parecen pertenecer á la region subalpina y templada - que se eleva á mas de 5oo ú 800 toesas sobre el nivel del mar. 111. 6 82 LIBRO VIT. llanos se encuentran grupos de heliconia y otras escitamineas con hojas anchas y lustrosas, bambúes y las tres palmas muricht, jagua, y vadgiat, formando cada una de ellas grupos separados. La murichi, ó mauricia con frutas escamosas, que es el famoso sagú de los Indios guaranos , es una verdadera planta social, y aun- que tiene las hojas palmeadas mo se mezcla con las que las tienen delgadas y rizadas, con el jagua que parece una especie de cocotero, ni con el vadgiat Ó cucurito que puede apro- ximarse al hermoso género oreodoxa. El cucu- rito, que es la palma mas extendida en las ca- taratas de Atures y Maipures, es muy notable por su porte; sus hojas,ó mas bien sus palmas, estan sobre un tronco de 80 á 100 pies de al- tura; su direccion es casi tan perpendicular en su juventud, como en su entero desenvolvi- miento ; solo las puntas son redobladas sobre si mismas, y forman el mas hermoso, mas tierno y mas fresco penacho verde. El cucu- rito y el seje, cuya fruta se parece al albari- coque, la oreodoxa regia, 0 palma real de la isla de Cuba, y el ceroxylon de los altos Andes E CAPÍTULO XX. 83 ofrecen las mas magestuosas formas que hemos visto entre las palmeras del nuevo imundo. A medida que se adelanta hácia la zona templada, las plantas de esta familia disminuyen en gran- dor y hermosura. ¡Que diferencia entre las es- pecies que acabamos de citar y la datilera del Oriente, que, para los pintores paisagistas de Europa, se ha hecho desgraciadamente el tipo del grupo de las palmeras! Las proteáceas *, las pitas, y la gran tribu de los cirios (Cactus), los crotones, los agares que habitan exclusivamente el nuevé'mundo, desa- parecen poco á poco luego que se sube el Ori- noco por mas arriba de las bocas del Apure y del Meta. Sin embargo la humedad y la sombra, mas bien que la distancia de las costas, pare- cen oponerse á las emigraciones de los cactus hácia el sud. Nosotros encontrámos verdaderos bosques mezclados de croton , cubriendo un gran espacio de terrenos áridos al este de los Andes, en la provincia de los Bracamoros, há- cia el alto Marañon. Los helechos arborizados parecen faltar enteramente cerca de las catara- * La Ropala que caracteriza la vegetacion de los llanos, 6”. 84 | LIBRO VIT. tas del Orinoco; y nosotros no hemos érton- trado especie alguna de ellos hasta San Fer- nando de Atabapo, es decir, hasta el confluente del Orinoco y del Guaviare. Habiendo ya acabado de examinar las inme- diaciones de Atures, me queda que hablar aun de los raudales que se hallan en una parte del valle, en donde por la profundidad del rio son sus márgenes casi inaccesibles, y solo en un muy corto número de puntos pudimos entrar en el Orinoco para bañarnos entre dos cataratas, en unas exiseñaMAs en que el agua sé remolina con lentitud. Las personas que han permane- cido en los Alpes, en los Pirineos, y aun en las. Cordilleras , tan celebradas por los rompimien- tos y los vestigios de destruccion que ofrecen á cada paso, tendrian mucha dificultad en figu- rarse, por una simple relacion, el estado de la excavacion, 0 profundidad del rio, que en una distancia mayor de mas de cinco millas está atra- vesado por innumerables diques de rocas, que son otras tantas presas y otras tantas compuer- tas parecidas á las del Dnieper que los antiguos designaban con el nombre de phragmosr. El es- > CAPÍTULO XX. | 85 pacio entre los diques peñascosos está lleno de islas de diferentes tamaños, unas, que son mon- tuosas, estan divididas en muchos mamelones de doscientas á trecientas toesas de largura y las otras son pequeñas y bajas como sim- ples escollos. Estas islas dividen el rio en tor- rentes numerosos que borbotan estrellándose contra las rocas; y todas estan adornadas de jagua y cucurito con hojas penachadas, for- “mando una masa de palmeras que se eleva en medio de la superficie espumosa de aguas. Los Indios á quienes se confian las piraguas para pasarlas vacias por entre los rauwdates , dis- tinguen cada grado, cada escalon y cada peña con un nombre particular; el primero que se encuentra, del lado del sud, es el salto del Pia- poco, y entre las islas Avaguri y Javariveni, se halla el raudat del Javarivent, en donde, á nuestro regreso del Rio Negro, pasámos algu- nas horas en medio de los raudales para espe- rar nuestra canoa, y en donde aparece una parte del rio enteramente seco; algunos pedrus- cos de granito estan amontonados como en las hacinas que hacen los neveros en Suiza de-= 86 LIBRO VII. lante de si; el rio se precipita en las cavérnas, en una de las cuales oímos nosotros correr el agua al mismo tiempo por encima de nuestras ca- bezas y por debajo de nuestros pies. El Orinoco está como dividido en una multitud de brazos ó torrentes, que cada uno de ellos trata de abrirse paso por medio de las peñas; y admira ciertamente la poca agua que se ve en la excava- cion del rio, la frecuencia de los chorros ó caidas subterráneas, y el ruido de las aguas que se estrellan espumando sobre las rocas ”. Es imposible hablarse de las cataratas del Ori- noco sin acordarse del modo que usaban en otro tiempo para bajar las cataratas del Nilo, y de que Séneca nos ha dejado una descrip cion verisímilmente mas poética que exacta. Solo citaré aqui el pasage que representa con fi- delidad lo que todos los dias puede verse en Atures, en Maipures y en algunos pongos del Amazona. «Dos hombres se embarcan en una ' navecilla, que uno de ellos gobierna, mientras que el otro arroja el agua á medida que ella se * Cuncta fremunt undis : ac multo murmure montis spu-' mens invictis canescit fluctibus amnts. ( PmarsaL, lib. XX, Ve 132. ) CAPÍTULO XX. 87 llena: traqueados largo tiempo por los rauda- les, remolinos y corrientes contrarias pasan por los canales mas estrechos, evitan los escollos y se precipitan con el rio entero. guiando la na- vecilla en su acelerada caida. El Orinoco, el Rio Negro y casi todos los afluentes del Amazona 0 Marañon , tienen caidas O raudales, ya porque atraviesan otras montañas en que nacen, Ó ya porque encuen- tran otras en la parte media de su curso. Si el Amazona , desde el Pongo de Manseriche (6 ha- blando con mas precision desde el Pongo de Tayuchuc) hasta su embocadura, no efrece cn mas de 750 leguas ningun movimiento tumul- tuoso de aguas; y debe esta gran ventaja á la constante direccion de su curso. Este rio corre del oeste al este en un vasto llano que forma como un valle longitudinal entre el grupo de montañas de la Parima y la gran masa de las del Brasil. Quedé sorprehendido cuando, por medidas indirectas, supe que los raudales del Orinoco cuyo murmullo se oye á mas de una legua de distancia, y que son tan eminentemente pinto- 89. LIBRO VIE. rescos por la distribucion variada de las aguas, de las palmeras y rocas, no tienen verisimil- mente en toda su anchura mas de 28 pies de. altura perpendicular. Reflexionando en ello se. _ve que es demasiado para raudales, al paso, que seria muy poco para una catarata aislada. Los que se ocupan en construcciones hidráuli- cas conocen el efecto que produce un banco. de 18.4 20 pulgadas. El rodeo de las aguas y sus. movimientos tumultuosos no dependen única- mente del grandor de las caidas parciales, y lo que determina la fuerza é impetuosidad de ellas, es la misma proximidad de las caidas, la pen- diente de los diques peñascosos, las planchas de reflexion que se entrechocan y sobreponen,, la forma de los islotes y escollos, la direccion, de las contracorrientes, y la estrechez y tortuo-= sidades de los canales por donde las aguas se abren un paso entre dos peñascos sobrepues- tos. De entre dos rios igualmente anchos, el que tiene caidas menos elevadas puede ofrecer algunas veces los mayores peligros y los mas jimpetuosos movimientos. Es muy probable que el rio pierda da volú=. | CAPÍTULO XX. 389 men en las cataratas, no solamente por causa de la evaporacion aumentada con la dispersion de las gotitas en la atmósfera, sino á causa de las filtraciones en las cavidades subterráneas. Sin embargo estas pérdidas no son muy sensi- bles cuando se compara la masa de agua que entra en el raudal con la que sale de él junto, a la embocadura del rio Anavenl. Los habitantes de Atures y Maipures, digan lo que quieran los misioneros en sus obras, no, estan mas tocados de sordera, por el ruido de las aguas de las grandes cataratas, que los Cata- dupes del Nilo. Cuando se oye este ruido en el ' llano que rodea la mision á mas de una legua de distancia, se cree estar cerca de una cordi- llera de rocas á flor de agua y de una costa donde rompe y se levanta el mar. El ruido es tres veces mayor de noche que de dia, y pro- porciona un encanto inexprimible á estos luga- res solitarios. Al anochecer del 16,.recibimos la noticia de que nuestra piragua habia pasado en menos de seis horas los raudales, y llegado en buen es- tado á una ensenada llamada el Puerto de go LIBRO VII. arriba, d Puerto de la Expedicion. « Vuestra piragua no se quebrará, porque no llevais géne- ros Ó mercancias y viajais con un misionero de los raudales, »nos dijo con malicia en el campa- mento de Pararuma un hombre bajo y moreno, que por su acento nos pareció Catalan, y que era un mercader de aceite de tortuga que trafi- caba con los Indios y no muy amigo de los misioneros. «Las embarcaciones de los Catata- nes son muy frágiles, añadió, st autorizados de una licencia del gobernador de la Guyana, y no de un permiso del presidente de las misiones, quieren hacer el comercio del otro lado de Atu- res y Maipures. Despues de habernos hecho per- der nuestras piraguas en los raudales, que son la Mave de las misiones del alto Orinoco, del Ca- siquiare y del Rio Negro, nos hiciéron volver á conducir por los ladios de Atures á Carichana y se nos obligó ú intimó renunciásemos á nues- tras negociaciones mercantiles. » Como historia= dor imparcial de los paises que he corrido, no adopto una opinion adelantada quizá con de- masiada ligereza. El actual misionero de los raudales es incapaz de ejercer las vejaciones CAPÍTULO XX. 91 de que se quejan los mercaderes catalanes; pero se pregunta ¿cual es el origen de este odio pro- fundo al régimen de las misiones, aun en las colonias españolas? Si solo se calumniase á los ricos, los misioneros del alto Orinoco podrian escapar de los tiros de la malignidad, porque no poseen un caballo, una cabra, ni una vaca, al paso que sus hermanos los capuchinos de las misiones de Carony tienen rebaños de 40,000 cabezas. No es pues contra la riqueza Ó como- didad de los observantes que se dirige el resen- timiento de la clase industriosa de los colo- nos, sino contra los principios exclusivos de su gobierno, contra esta obstinada tendencia á cerrar su territorio á los hombres blancos, y contra las trabas que ponen á la venta 0 per- muta de las producciones. El "pueblo se irrita en todas partes contra los monopolios , no s0- lamente contra los que influyen en el comer- cio y sobre las necesidades materiales de la vida, sino tambien contra el derecho que se abroga una casta, ó una parte de la sociedad , de educar solo la juventud ó de gobernar, por no decir civilizar, á los salvages. 92 LIBRO VIT. Los Indios atures son dóciles, moderados y: acostumbrados por el efecto de su pereza á las. mayores privaciones; pero. excitados en otro tiempo al trabajo por los. jesuitas, no carecian de alimento. Los padres cultivaban maiz, fri- soles y otras legumbres de Europa, plantaban al rededor de la villa naranjas dulces y tama-. rindos; poseian en las sávanas de Atures y Ca- richana de 20 á 3o mil cabezas de caballos y vacas: tenian á su servicio un gran número de esclavos y peones para cuidar sus ganados; y hoy dia solo cultivan una pequeña cantidad de yucas y bananas. La fertilidad del suelo es sin embargo tal, que yo he contado en Átures en un solo régimen de musa, hasta ciento ocho 1 frutos, bastando solo cuatro Ó cinco de ellos para el alimento diario de un hombre. La cul- tura del maiz está enteramente descuidada; los caballos y las vacas han desaparecido total- mente. Una parte de la costa inmediata al raudal conserva aun el nombre de Paso del ganado, mientras que los descendientes de es- tos mismos Indios que los jesuitas reuniéron en mision hablan de una bestia de cuernos CAPÍTULO XX. 93 como de un animal de raza perdida; y subiendo nosotros el Orinoco hácia San Carlos del Rio Negro vimos la úllima vaca en Carichana. Los padres de la observancia, que actualmente go- biernan estas vastas comarcas , nO sucediéron inmediatamente á los jesuitas; y durante un in- teregno de diez y ocho años, las misiones fué- ron de tiempo en tiempo visiladas por los ca- puchinos. Los agentes del gobierno secular han administrado bajo el nombre de comisarios regios las "quintas ó grangerias de los jesuitas con una culpable negligencia: matáron el ga- mado para vender sus pieles; muchas terneras fuéron comidas por los tigres y un mayor nú- mero de ellas pereció de resultas de las heridas hechas por los murciélagos de los raudales que son mas pequeños , pero mucho mas valientes que los delos (tanos. En tiempo de laexpedicion ' de los limites, se transportáron caballos de la Encaramada, de Carichana y de Atures hasta San José de Maravitanos, á las márgenes del Rio Negro, en que no podian los Portugueses proporcionárselos sino de inferior calidad y des- pues de una larga travesia por el rio de las 94 LIBRO VII... Amazonas y el Gran Pará. El ganado'de los je- | suitas ha desaparecido enteramente desde el año de 1795, quedando solo en el dia, como testigos de la antigua cultura de estas comarcas y de la industriosa actividad de los misioneros, algunos troncos de naranjos y tamarindos ais- - lados en las sávanas y rodeados de árboles sil- vestres. Los tigres Ó jaguares, que son menos peli- grosos para los ganados que los murciélagos, vienen hasta la villa de Atures á comerse los cochinos de los pobres Indios. El misionero nos citó un chocante ejemplo de la familiaridad de estos animales por otra parte tan feroces. Al- gunos meses antes de nuestra Jlegada, un ja- guar que creian jóven, aunque de grande esta- | tura, habia herido á un niño que jugaba con él; sirvome con seguridad de una expresion que debe parecer extraña, habiendo podido verificar en los mismos lugares unos hechos que no són sin interes para la historia de las costumbres de los animales. Un niño y una niña de ocho á nueve años, ambos Indios, estaban sentados en, la yerba cerca de la villa de Atures, en medio de «CAPÍTULO XX. 05 una sávana que nosotros hemos atravesado mu- chas veces: sobre las dos de la tarde, un ja- guar sale del bosque, se aproxima á los niños dando saltos al rededor de ellos y ocultándose unas veces entre las altas gramíneas, y saliendo otras con la cabeza baja y el cuerpo arqueado á la manera de nuestros gatos. El muchacho ig- noraba el peligro en que se hallaba, pero pa- reció conocerle en el momento en que el ja- guar le dió algunas patadas sobre la cabeza, que, aunque leves en el principio , fuéron sucesiva- mente mas fuertes; las uñas del jaguar hieren al muchacho, y la sangre corre con fuerza; la niña entónces tomauna rama de un árbol y castiga al animal que huye inmediatamente: á los gritos de los niños acuden los Indios y ven al jaguar retirarse dando brincos sin hacer semblante de ponerse en defensa. Nos trajéron al niño herido que parecia vivo é inteligente : la garra del jaguar le habia qui- tado la piel por bajo de la frente, y héchole una segunda cicatriz encima de la cabeza. ¿ Que quiere decir aquel exceso de alegría en un ani- mal que no es dificil de domar en nuestras ca- ) / 96 LIBRO VIL sas fieras, pero que en el estado salvage se muestra siempre bravió y cruel ? Si quiere ad- mitirse que, seguro él de su presa, jugaba con el niño como lo hacen nuestros gatos con los pájaros á quienes han cortado las alas, ¿como explicar la paciencia de un jaguar de grande tamaño que se ve perseguido por una niña ? Si el jaguar no estaba acosado por la hambre, ¿por- que se le ve aproximarse á los niños ? Hay co- sas misteriosas en los afectos y odios de los ani= males como lo manifiestan repetidos ejemplos, Nosotros hemos visto algunos leones matar tres ó cuatro perros que metiéron en sus jaulas, y acariciar desde luego un quinto que, menos tímido, cogia al rey de los animales por la me- lena. Hé aquí instintos cuyo secreto descono- cen los hombres. Se diria que la debilidad ins- pira tanto mas interes cuanto esta se manifiesta mas confiada. Acabamos de hablar de los puercos domés- ticos atacados por los jaguares. En estas regio- nes hay, ademas de los puercos comunes de raza europea , diversas especies de pecaris * ó 1 Cochinos ó puercos del monte. CAPÍTULO XX. 97 cochinos con glándulas lombarias, dos de las cuales son solamente conocidas de los natura- listas de Europa. Los Indios llaman en lengua maipure ( Dicotiles torquatus Cuv. ) chacha- ro, al paso que llaman apida á un cochino, que es mayor, pardusco, con quijada inferior y zona abdominal blancas. El chacharo criado en las casas se domestica como nuestros carneros y corzos , y recuerda, por la dulzura de sus cos- tumbres, las curiosas relaciones que los anató- micos han observado entre los pecaris y los ruminantes. El apida, que participa de la do- mesticidad de nuestros cochinos de Europa, marcha en grandes rebaños compuestos de mu- chos centenares de individuos, los cuales se anuucian desde lejos no solo por sus sordos y roncosgruñidos, sino tambien por la impetuosi- dad con que rompen los arbustos que encuen- tran. Advertido M. Bonpland por su guia indio, en una herborizacion, de ocultarse detras del tronco de un árbol, vió pasar á estos pecaris muy cerca de sí. El rebaño ó manada marchaba en columna cerrada, los machos adelante, y cada marrana acompañada de sus hijuelos. Los nr. q 99: LIBRO VII. chacharos tienen la carne floja y poco agra- dable, pero ofrecen sin embargo un alimento abundante á los indígenas , que los matan con unas lanzas atadas en cuerdas. Se nos ha asegu- rado en Átures que el tigre teme ser atacado y arrollado por estas manadas de cochinos salva- ges, y que, por no ser ahogado por ellos, trata de salvarse, subiéndose á un árbol. ¿ Es esto un cuento de los cazadores, ú la exposicion de un hecho bien observado ? Entre las monas que vimos en la mision de Atures, hallámos una nueva especie de la tribu Ñ de los sais y sajus que los Españoles america- nos llaman vulgarmente machais , que es el na- oua vapavi con pelo gris y cara azulada, con las orbitas y frente blancas como la nieve, lo que la hace distinguir, á primera vista, del sumva capucina , del simia apettla del sumra trepida y de otras monas lloronas, tan confusamente descritas hasta aquí. Este animalito es tan dó- cil como feo; y nosotros le hemos visto apode- rarse, todos los dias, en el paiio del misionero, de un cochino sobre el cual permanecia mon- tado desde la mañana á la noche corriendo las CAPÍTULO XX. 09 sávanas , subiéndose y paseándose tambien muy á menudo sobre un gran gato que habia sido criado con él en la casa del padre Zea. Despues de haber pasado dos dias cerca dela catarata de Átures, quedámos muy satisfechos de poder volver á cargar nuestra piragua y de- jar un sitio en que la temperatura del aire era generalmente durante el dia de 29%, y la noche de 26” del termómetro centigrado. La falta de concordancia entre los instrumentos y las sen- saciones debe atribuirse á la irritacion contí- nua que los mosquitos excitan en la piel. Una atmósfera llena de insectos venenosos parece siempre mas ardiente que no lo es efectiva- mente. El higrómetro de Saussure, observado como siempre á la sombra , marcaba á las tres de la tarde el minimum 78" 2”, y el maximum en la noche 81* 5'. Las cataratas y la espesura de los bosques contribuyen á aumentar la can- tidad de vapores contenida en el aire. Estába- mos sumamente atormentados durante el dia por los mosquitos y el jejen, moscas pequeñas ósimutlies venenosos, y por la noche por los zancudos , especie de grandes mosquitos que * ” ¿ 100 LIBRO, VIL. son temidos hasta de los indigenas. Comenzába- mos á tener muy hinchadas las manos, y la hinchazon aumentó de dia en dia hasta nuestra llegada á las márgenes del Temi. Los medios de que se valen allí para librarse de estos animales son muy extraordinarios. El buen misionero Bernardo Zea, que pasa su vida en los tormentos de los mosquitos, se habia construido cerca de la iglesia, sobre un tablado de troncos de pal- mas, una pequeña habitacion donde se respi- raba mas libremente, y á la cual subiamos no- sotros de noche para secar allí nuestras yerbas y redactar nuestro diario. El misionero habia observado con razon que los insectos abundan comunmente en la capa mas baja de la atmós- fera, que se acerca ála tierra, hasta unos 12 Ó 19 pies de altura. Los Indios de Maipures aban- donan la ciudad de noche para ir 4 dormir á los islotes en medio de las cataratas. Allí gozan de algun sosiego , pues que los mosquitos parecen huir de un aire sobrecargado de vapores; y. con efecto nosotros hemos encontrado siempre muchos menos en cualquier parte del medio del rio que en sus orillas; esta es la razon por : y sy es y CAPÍTULO XX. 101 la que se sufre tanto bajando el Orinoco, como cuando se sube en el bote. Las personas que no han navegado en los grandes rios de la América equinoccial, por ejemplo en el Orinoco ó en el Rio de la Magda- lena, mo podrán concebir cuan atormentado puede uno ser á cada paso de la vida y sin in- terrupcion por los insectos que vuelan en el aire, y como la multitud de estos animales puede hacer casi inhabitables algunas vastas regiones. Por mas acostumbrado que se esté á sufrir el do- lor sin quejarse , y por mas interes que se tenga en los exámenes y observaciones, es imposible dejar de ser constantemente distraido por los mosquitos, los zancudos , los jejen y los tem- praneros, que cubren las manos y la cara, que atraviesan los “vestidos con su aguijon y que introduciéndosé en las narices y la boca hacen to- ser y estornudar tan luego como se habla al aire libre. Así es que en las misiones del Ori- noco y en los pueblos situados en las márgenes del rio, y rodeados de bosques inmensos, la plaga de los mostcas ofrece una materia inago- table ála conservacion. Cuando por la mañana y 102 LIBRO VIH. se encuentran dos personas , se hacen estas pre- guntas: » ¿Que te han parecido los zancudos de noche ? ¿Como estamos hoy de mosquitos P Estas dos preguntas hacen recordar una fórmala de la cortesia china que indica el antiguo estado salvage del paisen quenació.Saludábanse en otro tiempo en el celeste ¿2mperto con las palabras siguientes : Pou-to-hou que quieren decir ¿ha- beis estado incomodado esta noche por las ser- pientes? Bieu pronto verémos que en las orillas de Toamini, en el Rio de la Magdalena , y sobre todo en el Choco, pais del oro y de la platina, podria añardirse el mismo cumplimiento chino sobre las serpientes al de los mosquitos. Este cs el lugar de hablar de la distribucion geográfica de los insectos tipulartios que ofre- cen fenómenos harto remarcables, la cual no parece depender únicamente del calor del clima, ni del exceso de humedad ó de la espesura de los bosques, sino de circunstancias locales di- fíciles de caracterizar. Puede decirse desde luego que el tormento de los mosquitos ó zancudos no es tan general bajo la zona tórrida como se cree generalmente. En las mesetas elevadas mas CAPÍTULO XX. 105 de 400 tocsas sobre el nivel del Océano, en las muy secas llanuras distantes de los grandes rios, por ejemplo, en Cumaná y en Calabozo, no hay sensiblemente mas maringuinos * que en Ja parte mas habitada de la Europa; pero se aumentan enormemente cn la Nueva Barcelona, y mas al oeste sobre la costa que se extiende hácia el cabo Codera. Entre el pequeño puerto del Higarote y la embocadura del rio Unare, los infelices habitantes acostumbran á tum- barse en el suelo y pasar la noche enterrados en la arena á tres ó cuatro pulgadas de pro- fundidad, dejando sola la cabeza fuera, que cubren tambien con un pañuelo. Súfrese de la picadura de los insectos, pero de una manera fácil á soportar, bajando el Orinoco, desde Ca- bruta hácia la Angostura, y subiéndole desde Cabruta hácia Uruana entre los 7? y 8” de lati- tud; pero cuando se pasa el estrecho de Bara- guan, al otro lado de la embocadura del rio Arauca, la escena muda de repente, y á partir de este punto ya no hay reposo para el via- * Especie de cinife de la América. xs 104 LIBRO VII. | gero. Si hay algunos recuerdos poéticos del Dante, se creeria haber entrado en la citta do- tente y leer en las rocas de granito del Baraguan estos memorables versos del tercer canto * : Noi sem venuti al luogo owio tPho detto Che tu vedrai le genti dolorose. _Las bajas capas de aire, desde el suelo hasta 15 Ó 20 pies de elevacion, estan llenas de insectos venenosos como de un vapor condensado. Po- niéndose en un sitio obscuro, por ejemplo, en las grutas de las cataratas formadas por masas de granito sobrepuestas, y dirigiendo los ojos hácia la abertura, aclarada por el sol, se ven nubes de mosquitos masó menos espesas, segun que estos animalitos en "sus movimientos lentos y caden- ciados se agrupan ó se dispersan. En la mision de San Borja se sufre mucho mas de los mosquitos queen Carichana, pero en los raudales de Atu- res y sobre iodo en Maipures, este dolor alcanza el último periodo. Dudo que haya en el orbe un pais donde el hombre esté expuesto en la esta- cion de las lluvias á mas crueles tormentos. Mas allá de 5” de latitud se sufre de las pica- " Inf. canto TI, 16. CAPÍTULO XxX. 105 duras, pero en el alto Orinoco son mas sensi- bles, porque el calor y la falta total de viento vuelven el aire mas ardiente y mas irritante á su contacto con la piel. «¡Con que comodidad debe vivirse en la luna, decia un Indio saliva al padre Gumilla; parece tan hermosa y tan clara que sin duda no ha- brá zancudos en ella.» ! Estas palabras que ex- primen la primera infancia de un pueblo son muy notables. En todas partes el satélite de la tierra es, para el salvage americano, la mansion de los bienaventurados y el pais de la abun- dancia. El Esquimo, que cuenta entre el nú- mero de sus riquézas una tabla de madera, un tronco de árbol arrojado por la corriente sobre una costa desnuda de vegetacion, ve en la luna llanos cubiertos de bosques; el Indio de las sel- vas del Orinoco, ve en ella prados ó sávanas, cuyos habitantes jamas son picados por los zan- cudos. Llegados al punto donde empiezan á verse las aguas de color de avellana, que se llaman ge- neralmente aguas negras, sobre las orillas del Atabapo, del Temi, del Tuamini y del Rio Ne- “106 LIBRO VIII. ero, gozámos de un reposo, mejor diria de una felicidad inesperada. Estos rios atraviesan, como el Orinoco, bosques espesos, pero los insectos tiputarios, así como los cocodrilos, huyen de la proximidad de las aguas negras. Estas aguas algo mas frias y quimicamente diferentes de las aguas blancas, ¿son contrarias á las larvas y á las ninfas delos teputarios y delos zancudos,que pueden considerarse como verdaderos animales acuáticos? Algunos pequeños rios, cuyas aguas son de color azul obscuro 0 de avellana, el To- paro, el Mataveni y el Zama hacen excepcion á la regla bastante general de la ausencia de los mosquitos sobre las aguas negras. Estos tres rios estan cubiertos de ellos, y los Indios mis- mos llamáron nuestra atencion sobre las cau- sas problemáticas de este fenómeno. Bajando el Rio Negro respirámos libremente en Maroa, en Davipe y en San Carlos, pueblos situados sobre los limites del Brasil ; pero este mejora- miento de nuestra posicion no duró mucho tiempo, y nuestros dolores volviéron á empezar á nuestra entrada en el Casiquiare. En la Esme- ralda y en la extremidad oriental del alto Ort- CAPÍTULO XX. 107 noco, donde acaba el mundo conocido de los Españoles, las nubes de mosquitos están cast tan espesas como en las grandes cataratas. Eu Man- davaca encontrámos á un viejo misionero que nos dijo con un tono triste que habia pasado ya en América sus veinte años de mosquitos , y nos rogó mirásemos atentamente sus piernas, para. que pudiésemos un dia decir «por attá (dela otra parte de los mares ) lo que sufren los pobres monges en los bosques del Casiquiare. » Acabo de mostrar, segun mis propias obser- vaciones, cuan variada está, en este laberinto de rios de aguas blancas y negras, la distribucion geográfica de los insectos venenosos. Lo que nos pareció muy notable, y que es un hecho cono- cido de todos los misioneros, es que las di- ferentes especies no se asocian, y á varias horas del dia pican especies distintas. Cada vez que muda la escena, y que, segun las sencillas expresiones de los misioneros , otros insectos «montan la guardia,» se goza algunos minutos y á veces de un cuarto de hora de reposo. Los insectos que desaparecen no son recmplazados al mismo instante por un número igual delos que 109 LIBRO VH, les suceden. Desde las seis y media de la ma- ñana hasta las cinco de la tarde el aire está lleno de mosquitos que no tienen, así como se halla referido en algunos viages, la forma de nues- tros mosquitos Ó cinifes *, pero si la de una mosquila, y son los sumutres de la familia de los nemóceres, del sistema de M. Latreille; su picadura es tan dolorosa como la de los stomo- xes ”, y deja un puntito en donde el aguijon ha penetrado en la piel, que esla sangre extravasada y coagulada, Una hora antes de ponerse el sol son reemplazados los mosquitos por una espe- cie de cinifes pequeñitos llamados temprane- ros * porque aparecen tambien al salir el sol; su presencia no dura mas de una hora y media, y desaparecen entre las seis y las sietede la tarde, : Culex pipiens. Esta diferencia entre mosquito (Simu- lium) y zancudo (Culex) existe en todas las colonias espa- nolas. Los mosquitos del Orinoco son los musticos , y los zancudos son los maringuines ó los que tienen las zancas largas. 2 Conops caicitrans. 3 Algunos pretenden que el zancudo es el mismo ¿empra- nero que vuelve de noche, despues de haberse escondido du- rante algun tiempo; pero yo dudo de esta identidad de espe- CAPÍTULO XX. 109 ó, como se dice vulgarmente, á las oraciones. - Despues de algunos minutos de reposo pican los zancudos, otra especie de cinife (Culea) con patas muy largas *. El zancudo cuya trom- petilla contiene un chupadero picante, causa los mas vivos dolores é hinc hazones que duran muchas semanas; su zumbido es parecido al de nuestros cinifes de Europa, pero mas fuerte y prolongado. Los Indios pretenden reconocer «por el canto» los zancudos y los tempraneros; estos son verdaderos 2nsectos crepuscutlarios, mientras que loszancudos son por lo com un in- sectos nocturnos que desaparecen al salir el sol, Durante el viage de Cartagena á Santa Fe de Bogota, hemos observado que entre Mompox y Honda en el valle del Rio Grande de la Magda- lena, en donde los zancudos obscurecen el aire desde lasocho de la tarde hasta la media noche, que disminuyen entónces y se ocultan durante cie. El doler causado por la picadura de los dos insectos me ha parecido bastante diferente. - Y Los zancudos del Orinoco que los Indios maipures lla- man antu, tienen el corselete verde obscuro, anillado de blanco, y los pies negruzcos con las extremidades blancas. 110 LIBRO VIII. tres Ó cuatro horas, y queen fin , hácia las cuatro dela mañana, vuelven á montones con un apetito devorador. ¿Cual es la causa de estas alternati- vas de movimiento y de reposo? ¿Cánsanse estos animales por un vuelo prolongado? Muy raras veces se ven en el Orinoco verdaderos cinifes de dia, mientras que en el Rio de la Magdalena pican dia y noche, á excepcion desde las doce del dia á las dos de la tarde. Los zancudos de los dos rios son sin duda de diferentes espe- cies; los ojos compuestos de una de las espe- cies, ¿estan mas afectados por el brillo de la luz solar que los ojos de la otra? Los mosquitos se disminuyenen el nuevo con- tinente á medida que el agua disminuye y que se destruyen los bosques; pero los efectos de estas mudanzas son tan lentos como los pro- gresos de la agricultura. Las ciudades de An- gostura , de la Nueva Barcelona y de Mompox, donde, por falta de policía , las calles, las plazas mayores y el interior de los patios estan cubier- tos de malezas, son tristemente célebres por los zancudos que abundan en ellas. Los hombres nacidos en el pais, sean blancos, CAPÍTULO XX. 111 mulatos, negros 0 Indios, todos sufren de las pi- caduras de los insectos. Sin embargo, asi como el frio no hace inhabitable el norte de la Eu- ropa , asi los mosquitos no impiden á los hom- bres establecerse en los paises en que abundan, siempre que por su situacion y su forma de go- bierno ofrecen recursos á la agricultura y a la industrie. Los habitantes pasan su vida queján- dose de la plaga del insufrible tormento de las moscas ; sin embargo á pesár de estas contÍ- nuas quejas, no dejan de buscar, y aun con una especie de predileccion, laz ciudades comer- ciantes de Mompox, de Santa Marta y del Rio de la Hacha. Tal es la fuerza del hábito en los males que se sufren á cada instante del dia, que las tres misiones de San Borja, de Atures y de la Esmeralda, en donde, para servirme de la expresion hiperbólica de los frailes, hay me- nos aire que zancudos, llegarian á ser, sin duda alguna, florecientes ciudades, si el Ori- noco ofreciese á los colonos las mismas ventajas para el lrueque de sus producciones, como el Ohio y el bajo Misísipi. La abundancia de los insectos venenosos disiminuye, pero no detiene / 112 LIBRO VIH. enteramente los progresos de la populacion , y no impide álos blancos establecerse sino en los parages donde el estado comercial y político del pais no promete ventaja ninguna. Hemos visto ya que en Higarote , sobre las costas de Caracas, la gente de color duerme en- terrada en la arena. En los pueblos del Rio de la Magdalena, muchas veces los Indios nos han convidado á tendernos con ellos encima de cueros de bueyes, cerca de la iglesia en me- dio de la Plaza Mayor donde habian reunido todas las vacas.de las cercanias. La proximidad del ganado da en efecto algun reposo al hombre. Viendo los Indios del alto Orinoco y del Casi- quiare que M. Bonpland no podia preparar sus herbarios á causa del continuo tormento de los mosquitos, le convidáron á entrar en sus hor- nitos. Asi es como ellos llaman unos cuartitos sin puertas ni ventanas en los que, introducién- dose por una pequeña y baja abertura, encienden una hoguera de malezas verdes que produce mu- cho humo; y cuando por este medio han logrado echar fuera á los insectos, tapan la abertura del horno. La ausencia de los mosquitos es com- CAPÍTULO XX. 113 prada harto cara por el calor excesivo de un aire que no se renueva y por el humo de una antorcha de copal que alumbra el horno mien- tras que se está en él. M. Bonpland ha secado, con un valor y una paciencia muy digna de elo- gios, centenares de plantas, encerrado en los hornitos de los Indios. -Los blancos nacidos en la Ámérica equinoc- cial, y los Europeos que han permanecido largo tiempo en las misiones sobre la orilla de los bos- ques y de los grandes rios, sufren mucho mas que los Indios, pero infinitamente menos que los Europeos recien llegados. De la irritabilidad nerviosa del sistema dermoide depende la viva- cidad y la duracion de los dolores : esta irrita- bilidad se aumenta por el calor de los vestidos, por el uso de loslicoresalcoholicos, por cl hábito de rascar las llagas; en fin, y esta observacion fisiológica es el resultado de mi propia experien cia, por los baños demasiado reiterados. En los lugares en que la ausencia de los cocodrilos permite bañarse en el rio, hemos observado, M. Bonpland éyo, que el uso inmoderado de los baños calma en efecto el dolor de las anti: -JHo 8 114 LIBRO VII. guas picaduras de los zancudos , pero que hace tambien mucho mas sensibles las picaduras nue- vas. Bañándose mas de dos veces al dia se pone la piel en un estado de irritabilidad nerviosa tal que los Europeos no podrian formarse una idea exacta de ella. Diríase que todos los sentimien- tos se habian dirigido hácia los integumentos. Esta voracidad de los insectos en ciertos pa- rages, el encarnizamiento con que atacan á los hombres *, esta actividad de veneno variableen la misma especie , son hechos muy notables que encuentran sin embargo su analogía en las clases de los mas grandes animales. El cocodrilo de la Angostura persigue a los hombres; mientras que en la Nueva Barcelona y en el rio Neveri se ba- ñan tranquilamente en medio de estos reptiles carniceros. Los jaguares de Maturin, de Guma- Debe efectivamente admirar esta voracidad y apetito de sangre de estos pequeños insectos que se alimentan de sucos vegetales, y que viven en un pais casi enteramente inhabi- tado. « ¿Que comerian estos animales si no pasásemos por aqui? » dicen muy á menudo los criollos al atravesar unos lugares en que solo hay cocodrilos de un cuerpo escamoso y monos vellosos. CAPÍTULO XX. | 115 nacoa y del istmo de Panamá son cobardes en comparacion de los del alto Orinoco. Los In- dios saben muy bien que los monos de tal ó tal valle se domestican fácilmente, mientras que otros individuos de la misma especie cogidos en otros parages se dejan morir de hambre antes que someterse á la esclavitud ”. | El pueblo en América se ha hecho sistemas sobre la salubridad de losclimas y los fenómenos patológicos, así como los de Europa, y estos sistemas / como los nuestros, son diametral- : Hubiera podido añadir el ejemplo del escorpion de Cu- maná, que es muy difícil de distinguir de el de la isla de la Trinidad, dela Jamaica, de Cartagena de Indias y de Guaya- quil ; sin embargo , el primero no es mas temible que el scorpio europceus (del mediodia de la Francia), al paso que el segundo produce accidentes mucho mas peligrosos que el seorpio occitanus (de España y de Berbería). En Cartagena de Indias y en Guayaquil, la picadura del escorpion (ala- cran ) hace perder instantáneamente el uso de la palabra : y nótase muchas veces, durante quince ó diez y seis dias, una torpeza extraordinaria de lengua; pero si la persona es pi- cada en los musculos, tartamudea como si estuviese tocada de un accidente apoplético. 8* 116 LIBRO Vil. anente opuestos unos á otros, segun las provin- cias en que se divide el nueve continente. En el Rio dela Magdalena miran la frecuencia de los “mosquitos como incómoda, pero como muy sa- ludable. « Estos animales, dicen los habitantes, nos hacen pequeñas sangrias y nos preservan en un pais excesivamente cálido del tabardillo , de la fiebre escarlatina y otras enfermedades infla- matorias. » En el Orinoco, cuyas orillas son muy peligrosas para la salud , los enfermos acusan á los mosquitos de todos los males que pade-. cen. Estos insectos nacen de la corrupcion y la aumentan; vician y encienden la sangre. Seria inútil refutar aqui la creencia popular que con- sidera á los mosquitos como obrando saluda- blemente por sangrías locales; pues que en Europa misma no ignoran los habitantes de los paises pantanosos que los insectos irritan el sistema dermoide y exaltan sus funciones con el veneno que depositan en las llagas. Estos malhechores animales gustan mucho de suelos fértiles, cubiertos de vegetales, de aguas estancadas, y de un aire húmedo, que jamas es agitado por el viento; prefieren á los lugares des- CAPÍTULO XX. 117: cubiertos y libres, estas sombras, este grado me-- dio de luz, de calórico y de humedad qué , al mismo tiempo que favorece el juego delas afi- nidades químicas , acelera la putrefaccion de las substancias orgánicas, ¿ contribuyen los mos-- quitos á la insalubridad de la atmósfera? Lo que es menos incierto, y confirmado, por: decirlo asi, por experiencias diarias, es que en el Orinoco, en el Casiquiare, rio de Laura y en todas. partes donde el aire es malsano, la picadura de los mosquitos aumenta la disposicion delos órga- nos para recibir la impresion de las miasmas. Cuando, durante meses enteros, se está expuesto noche y dia á la plaga de los insectos, la irritacion- continua de la piel causa movimientos febriles ó calenturientos y deprime, por el efecto de este- antagonismo tan antiguamente reconocido entre - el sistema dermoide y el sistema gástrico , las funciones del estomago, Se empieza por digerir: con dificultad; la inflamacion cutánea provoca sudores copiosos; no se puede extinguir la sed; y á esta impaciencia, que aumenta siempre , sucede, en las personas de una constitucion dé- bil, un abatimiento de ánimo, durante el cual. 118 LIBRO VIH. todas las causas patogénicas obran con vio-. lencia. No son ya los peligros de la navegacion en pequeños canales, ni los Indios salvages ó las serpientes, ni los cocodrilos ú jaguares los que hacen temer álos Españoles el viage al Ori- noco, sino, como ellos dicen francamente «el sudar y las moscas.» Aguardemos que el hom- bre, cambiando la superficie del suelo, llegue á mudar poco á poco la constitucion de la at- mósfera : los insectos disminuirán cuando de- saparezcan los viejos árboles de los montes y bosques, y cuando, en estas desiertas regiones, se vean los rios poblados de aldeas y los llanos cubiertos de pastos y cosechas. Cualquiera que haya vivido largo tiempo en paises infestados por los mosquitos, habrá ex- perimentado , como nosotros, que no existe re- medio alguno radical contra la plaga de estos insectos. Los Indios, cubiertos de onoto, de tierra bolaria ' ó manteca de tortuga, se dan á cada instante fuertes manotadas en las espaldas, : Nombre de la especie de tierra que se usó antiguamente en Egipto para vidriar la loza, etc. (Vota del traductor.) CAPÍTULO XX. 119 brazos y muslos, como si su cuerpo no estu- viese pintado , lo que prueba en general que la pintura no preserva de las picaduras, ni aun | las alivia. Los Europeos reciente mente llegados al Orinoco, al Rio de la Magdalena, al de Gua- yaquil y al Chagre (cito los cuatro rios en que son mas temibles los insectos ), se cubren al principio la cara y las manos; pero experi- - mentando muy luego un insoportable calor, se fastidian de verse condenados á una completa inactividad, y concluyen por descubrirse. Nosotros hubiéramos podido servirnos en el Orinoco de los toldos 6 mosquiteros, acostán- donos en el suelo sobre pieles, ú en hamacas. El totdo es útil cuando forma al rededor de la cama una tienda tan bien cerrada, que no haya la menor abertura por donde pueda pasar un maringuin , pero esta condicion es muy dificil de llenar; y aun cuando se consigue (por ejem- plo, subiendo el Rio de la Magdalena donde se viaja con comodidad ), se está obligado, para no ahogarse de calor, á salir del toldo y pa- searse para respirar el aire libre. Un débil viento, el humo, y los olores fuertes casi tampoco ofre- 120 LIBRO VU. cen alivio alguno en los sitios en que los mos- quitos son muy numerosos y voraces. Se afirma, pero sin razon, que estos animalejos huyen del aroma particular que exhalan los cocodrilos. Digo sin razon, porque nosotros fuimos terri- blemente picados por ellos en Batallez, en el ca- mino de Cartagena de Indias 4 Honda, mientras disecámos un cocodrilo de once pies de largo, que infestaba toda la atmósfera del contorno. Los Indios recomiendan mucho las exhalaciones de la boñiga de vaca quemada. Los mosquitos desaparecen por algun tiempo cuando el viento es bien fuerte y acompañado de agua , pero pi- can muy cruelmente antes de la tempestad, so- bre todo cuando las explosiones eléctricas no son seguidas de copiosas lluvias. Todo lo que fluctua al rededor de la cara y de las manos contribuye á ahuyentar los insectos. «Cuanto mas os agiteis , menos seréis picados,» dicen los misioneros. El zancudo zumba largo tiempo antes de pararse para picar, pero cuando ha tomado confianza, cuando una vez ha co- menzado á fijar su aguijon y á hincharse chu- > (AE daando, se le puede tocar las alas sin que se , I CAPÍTULO XX. MN espante ; mientras chupa tiene las dos patas pos- teriores en el aire, y si se le deja picar sin in- comodarle, se está libre de toda hinchazon, y no se siente dolor alguno. No me justificaria de haber tratado este par- ticular tan minuciosamente, si no tuviese una “intima relacion con otras miras fisiológicas mas generales. Acabamos de ver que algunos insec- tos con alas, reunidos en sociedad, ocultando en su trompetilla un licor que irrita la piel, hacen casi inhabitables aquellas vastas comar- cas. Otros insectos, igualmente pequeños, los Termites (Comejen), por ejemplo, ponen obstá- culos á los progresos de la civilizacion en mu- chos parages cálidos y templados de la zona equinoccial; devoran el papel, el carton y el pergamino con una rapidez espantosa; y des- truyen los archivos y bibliotecas, asi es que se encuentran provincias enteras de la América es- pañola que no ofrecen documento alguno es- crito que tenga mas de cien años. ¿Que desen- rollo puede tomar la civilizacion de los pueblos, si nada les liga lo presente á lo pasado, si es menester renovar muchas veces Jos depósitos 122 LIBRO VI. de los conocimientos humanos, y si los monu- mentos del ingenio y de la razon no pueden transmitirse á la posteridad? Pero á medida que se sube hácia la llanura ú meseta de los Ándes, estos males desaparecen, y allí se respira un aire puro; los insectos no turban ya los trabajos del dia, ni el sueño en la noche; pueden reunirse los documentos nece- sarios en los archivos sin tener que quejarse de la voracidad de los termites; á doscientas toesas - de altura ya no se temen los zancudos ú mus- ticos. Los termites, muy frecuentes aun á 300 toesas de elevacion *, son muy raros en Méjico Santa Fe de Bogota y Quito. En estas grandes capitales, situadas á espaldas de las Cordilleras, se encuentran bibliotecas y archivos que el ilus- trado zelo de los habitantes se complace en au- mentar de dia en dia. Estas circunstancias, que no hago mas que indicar aqui, se reunen á otras que aseguran á la region alpina una pre- ponderancia moral sobre las bajas regiones de la * En Popayan los hay a la altura de gro toesas , tempera - tura media, pero son especies que no roen sino la madera. CAPÍTULO XX. 123 zona tórrida. Si, segun las tradiciones antiguas recogidas en los dos mundos, se admite que el hombre bajó de las montañas á los llanos en el tiempo de las catástrofes que precediéron al renovamiento de nuestra especie, puede admi- tirse com mucha mas seguridad que estas mon- tañas, cuna de tantos y tan diversos pueblos, quedarán para siempre, en la zona tórrida, siendo el centro de la civilizacion humana; y de sus fértiles y templadas mesetas, de aquellos islotes esparcidos en el Océano aéreo se propa- . garán las luces y los beneficios de las institu- ciones sociales en estos vastos bosques que se extienden al pié de los Andes y que estan ac- tualmente habitados por tribus, que por un efecto de la misma riqueza de la naturaleza se mantienen en la indolencia. , RAYA UVAAA VOY MARA MAA VA UVA AMARA NAUAARAUNAWARA LAA YAUIA VAR LANA MAA / CAPITULO XXI. Raudal de Garcita. — Maipures. — Cataratas de Quintuna. Embocadura del Vichada y del Zama.— Peñasco de Ari- cagua. — Siquita. Fuímos á alcanzar la piragua al Puerto de arriba sobre la catarata de Átures, enfrente de la embocadura del rio Cataniapo. Desde el estrecho camino que conduce al embarcadero vimos por la última vez el pico de Uniana, que parecia como una nube que se elevaba sobre el hori- zonte de los llanos. Los Indios guahivos andan errantes al pié de aquellas montañas y extien- den sus correrías hasta las riberas del Vichada sobre cuya derecha se nos enseño de lejos los peñascos Ó rocas que circundan la caverna de Ataruipe, pero no tuvimos tiempo para visitar aquel cementerio de la colonia destruida de los Indios atures, y nos fué tanto mas sensible, cuanto que el padre Zea no se cansaba de ha- blarnos de los esqueletos pintados de onoto, que contiene aquella caverna, los grandes vasos de CAPÍTULO XXI. 125 tierra cocida que parecian reunir los huesos de una misma familia, y otros muchos objetos cu- riosos que nos proponiíamos examinar á nuestro regreso del Rio Negro. Ocho Indios de Atures condujéron nuestra piragua por medio de los raudates, y quedáron muy contentos con el módico salario que se les dió, pues ganan muy poco en este oficio; y para formarse una idea justa de la miseria y falta de comercio en las misiones del Orinoco, diré que el misionero no habia visto en tres años pasar por la catarata, fuera de los barcos que envia anualmente el comandante de San Carlos del Rio Negro á la Angostura para buscar el sueldo de los"soldados, sino cinco piraguas del alto Orinoco destinadas á la recoleccion de los huevos de tortuga, y ocho canoas cargadas de géneros. Despues de tres horas de marcha llegamos en 17 de abril á nuestro barco sobre las once de la mañana. El padre Zea hizo embarcar con nuestros instrumentos las pocas provisiones que habia podido proporcionarse para el viage que con nosotros iba á hacer, y las cuales se 126 LIBRO VII. reducian á algunas especies de bananas, yuca y gallinas. En el mismo embarcadero pasámos la embocadura del Cataniapo , pequeño rio cuyas márgenes á tres jornadas del camino están ha- bitadas por los Macos Ó Piaroas que pertenecen 4 la grande familia de los pueblos salivas, cuya docilidad y mejores costumbres para los tra- bajos agrícolas hemos elogiado mas arriba. Embarcados de nuevo sobre el Orinoco, en- contrámos ya el rio libre de escollos; y despues de algunas horas pasámos el raudal de Garcita, cuyos raudalitos son fáciles de subir cuando las aguas estan muy elevadas. Preséntase al este una cadena de montañas llamada de Cumadami- narique, es de gneiss y no de granito estratifi- cado, y nos sorprehendió una serie de grandes agujeros que se distinguen á mas de 180 pies de altura sobre el nivel actual del Orinoco, y que parecen sin embargo los efectos de la corrosion de las aguas. En adelante verémos repetido este fenómeno casi á la misma altura,en las rocas que adornan las cataratas de Maipures, y á 50 leguas al este cerca de la embocadura del rio Jao; nosotros bivaqueámos en la orilla izquierda CAPÍTULO XXI. 127 del rio por bajo de la isla de Tomo. La noche fué hermosa y serena; pero la capa de mosqui- tos era tan espesa cerca del suelo, que no pude nivelar el horizonte artificial: perdi la obser- vacion de las estrellas; me hubiera sido muy ventajoso en este viage el estar munido de un horizonte de mercurio. A las tres de la mañana del 18 de abril par- timos de alli con el designio de llegar antes del anochecer á la catarata conocida con el nombre de raudal de dos Guahivos, á cuyo pié llegámos en efecto á las cinco de la tarde; pero estando muy embarazados para remontar la corriente y luchar contra una masa de agua que se precipita de un banco de gueiss de mu- chos pies de elevacion, un Indio se puso á na- dar para llegar á la roca que divide la catarata en dos partes y á cuya punta se ató una cuerda; y cuando la piragua estuvo bastante cerca y su- jetada, desembarcámos en el mismo raudal nuestros instrumentos, nuestras plantas secas y los pocos víveres que habiamos podido reco- ger en Atures. Notámos con sorpresa que la presa natural, por cima de la cual se precipita 128 LIBRO VII. el rio, ofrece un espacio seco. de una con- siderable extension en donde nos detuvímos para ver remontar la piragua. La roca de gneiss ofrece agujeros circulares, entre los cuales hay algunos que tienen hasta cuatro pies de profundidad y diez y ocho pul- gadas de ancho. Estos embudos contienen pie- dras de cuarzo y parecen formadas por el frote de unas masas rodadas y sometidas á la impul- sion de las aguas. Examinando atentamente el estrecho y pe- ñascoso dique sobre el cual nos habíamos es- tablecido, notámos que en su parte superior formaba pequeñas ensenadas donde el agua es- taba calma y cristalina; y tuvimos el gusto de bañarnos tranquila y cómodamente en medio del ruido de la catarata y de las exclamaciones y gritos de nuestros Indios. Entro en estos mi- nuciosos pormenores, porque al paso que ofre- cen una viva imágen de nuestro modo de viajar, manifiestan á los que quieren empren- der lejanas marchas que pueden proporcionarse placeres en todas las situaciones de la vida. Despues de una hora de espera é impacien- - CAPÍTULO XXI. 129 cia, vimos llegar en fin la piragua por cima del raudal. Volviéron á embarcarse nuestros ins- trumentos y provisiones, y nos «dimos priesa á dejar la roca de los Guahivos, dando principio á una navegacion que no quedó exenta de pe- ligros. Es preciso atravesar oblicuamente el rio que tiene 800 toesas de anchura, por un punto en que las aguas, atraidas por el declive: de la excavación, se dirigeo con una fuerza extraor- dinaria hácia la presa de donde se precipitan. Sorprehendiónos una fuerte tempestad que feliz- mente no fué acompañada de viento, pero el agualcala 4 cántaros. Ya hacia veinte minutos que se remaba: á toda fuerza, y el piloto nos ase- gurbaa siempre que, lejos de ganar contra la corriente, nos aproximábamos al raudal, é yo confieso francamente que estos imomentos de incertidumbre nos pareciéron muy largos. Los Indios se hablaban en secreto, como lo hacen siempre que se creen en una penosa posicion; pero redoblando sus esfuerzos llegámos sin ac- cidente al anochecer al puerto de Maipures. La noche estaba extremadamente obscura y sombría : teníamos aun que hacer dos horas ni. 9 130 LIBRO vil. de camino para llegar á la villa de Maipures, Aunque nosotros estábamos mojados hasta los huesos, marchámos desde luego sobre bancos de peladas y escurridizas rocas, despues en- trámosen un soto de palmas muy espeso, y nos fué preciso pasar dos veces, un riachuelo sobre troncos de árboles antes de llegar á la villa. El piloto indio, que se expresaba con bastante fa- cilidad en castellano, no cesaba de hablarnos de las culebras, serpientes de agua y ligres que podian atacarnos. Estas son, digámos asi, con- versaciones forzosas cuando se viaja con los im- dígenas. Los Indios creen hacerse mas necesa- rios y ganar la confianza del viagero europeo intimidándole. Llegados durante la noche á la mision de San José de Maipures, quedámos sumamente sorprehendidos del aspecto y soledad de estos lugares. Los Indios estaban profundamente dormidos, y solo se oian los graznidos de las aves nocturnas y el lejano ruido de la catarata. Permanecimos tres dias en Maipures, pequeña villa que fué fundada por don José: Solano en tiempo de la expedicion de los límites, y cuya CAPÍTULO XXI. 131 situacion es mas pintoresca, y aun podria de- cirse mas maravillosa todavía que la de Átures. El raudatl de Atures, que los Indios llaman Quituna, está formado , como todas las catara- tas, por la resistencia que encuentra el rio al abrirse un camino por medio de las rocas de una linea de cumbres ó por una cadena de mon-' tañas. ! Hé aquí el estado de la catarata en las dos épocas en que he podido examinarla al bajar y subir el rio. Esta catarata, como la de Mapara 0 de Atures, esta formada por un archipiélago de islas que, sobre una largura de J3oo toesas, llenan el hueco ó excavacion del rio, y porlos diques peñascosos que reunen estas islas. De es- tos diques ó presas naturales los de mas fama son el Purimarimi, el Manimi y el Salto de la Sardina : los nombro en el mismo órden en que les he visto seguirse del sud al norte. El último de estos tres grados ó diques tiene cerca de nueve pies de elevacion y forma por su an- chura una magnífica cascada. Repetiré sin em- bargo que el fracaso ó estrépito con que las aguas se precipitan, chocan entre sí y se estre- Xx O 132 LIBRO VIH. lan, no depende tanto de la altura absoluta de cada grado ni de cada dique transversal, como de la multitud de las contracorrientes, de los grupos de las islas y de los escollos que se encuentran al pié de los raudalitos Ó cas:a- das parciales, y del encógimiento de los cama- les, que solo dejan á la navegacion un paso libre de 20 á Jo pies. Para descubrir de un golpe de vista el gran carácter de estos lugares salvages, es preciso co- locarse sobre la pequeña montaña de Manimi, punta de granito que sale de la sá vana al norte de la iglesia de la mision, y que noes otra cosa sino la continuacion de las gradas ó diques de que se compone el raudalito de Manimi. He- mos visitado nosotros muchas veces aquella montaña, porque no se cansa la vista de este ex- traordinario espectáculo, oculto en uno de los rincones mas remotos del mundo. Llegando á la cima de la roca, los ojos miden repentina- mente un mantel de espuma de una milla de extension, de cuyo seno salen enormes masas de piedras negras como el hierro : las unas son especies de pezones agrupados de dos en dos y CAPÍTULO XXI. 153 parecidos.á colinas balsáticas, y las otras pare- cen torres, castillos 0 edificios arruinados: su color sombrio contrasta con el plateado brillo de la espuma de las aguas. Cada roca, cada is- lote está cubierto de vigorosos árboles reuni- dos por grupos. Ál pié de los conos ú pezones, y tan lejos como alcanza la vista, se observa una niebla espesa suspendida sobre el rio, por me- dio de la cual sobresale la copa de las altas pal- mas. ¿Que nombre dar á estos magestuosos ve- getales? Yo supongo que es el vadgiat, nueva especie del género oreodoxa , cuyo tronco tiene mas de ochenta pies de largo. La calma de la atmósfera y el tumultuoso movimiento de las aguas producen un contraste' que es propio de esta zona. Ni un pelo de aire agita aquí la frondosidad, ni la mas leve nube cubre el brillo de la bóveda azulada del cielo ; | una gran masa de luz esparcida por el aire refleja y alumbra la tierra poblada de plantas con lus- trosas hojas y el rio que se extiende á perder de vista. i La montaña de Manimi forma el límite orien- tal de un llano que ofrece para la historia de 154 LIBRO VII. la vegetacion, es decir, para su desenlace pro- gresivo en lugares desnudos y desiertos, los mismos fenómenos que hemos descrito arriba hablando del raudal de Atures. Las aguas re- cogen y amontonan tierra vegetal durante la es- tacion de las aguas sobre la roca granítica, cuyos desnudos bancos se extienden horizontal- mente. Estos islotes de tierra adornados de las mas hermosas y odoriferas plantas *, se parecen á los peñascos de granito cubiertos de flores que los habitantes de los Alpes llaman jardi- nes y que penetran los grandes hielos de la Sa- boya. En medio de las cataratas , sobre escollos * La vegetacion de Maipures está caracterizada con las plan- tas siguientes, cuya mayor parte han sido ya publicadas por MM. Bonpland y Kunth en la Voya gen. el spec. plantarum: jacaranda obtusifolia, ancistrocarpus maipurensis, unona aylopicides, euphorbia tenella, peperomia maipurensis, pothos angustatus , smilax malpurensis, oplismenus polys- tachius , poa maipurensis, eryocaulon umbellatum , psi- dium phylliroides (cuya fruta emplean los Indios para hacer refrescar), cenothera matpurensis, passiflora auriculata ; solanum platyphylum, aristolochia nummularifolía , melas- toma insectifera. Las ananas ó plátanos que se crian en las sávanas de Maipures son de un gusto exquisito. CAPÍTULO XXI. . | 139 de un acceso bastante difícil, vegeta la vainilla. M Bonpland ha recogido alií simientes en- vainadas, Óó sean granos muy olorosos de vail- villa y que eran de una extraordinaria largura. Reflexionando sobre los nombres de las mi- siones fundadas por los frailes españoles, pue- den cometerse algunos errores con respecto á los elementos de poblacion que ellos han em- pleado para su fundacion. Guando los jesuitas construyéron las dos villas de la Encaramada y Atures, lleváron Indios maipures, pero la mi- sion de este nombre no ha sido fundada por la reunion de Indios maipures, sino que debe su origen á los Indios guipanabis que son origi- narios de las orillas de Irimida y pertenecen , segun la analogía de las lenguas, con los Mai- pures, los Cabres, los Avanis y quizá los Pa- renis, á una misma rama de los pueblos del alto Orinoco. La mision era muy considerable de la parte del raudal de Maipures en tiempo de los padres jesuitas ; constaba de 600 habi- tantes y algunas familias de blancos, y bajo el régimen de los franciscanos observantes se re- dujéron á 6o. Es preciso concebir en general 156 LIBRO VIT. que, en esta parte de la Ámérica meridional, la'cultura ha disminuido desde 60 años acá, al paso que en las provincias inmediatas al mar enconirámos villas que cuentan dos Ó tres mil Indios. Los habitantes de Maipures son dóciles, sobrios y distinguidos por su mucho aseo. La mayor parte de los salvages del Orinoco no tie- nen esta inclinacion desordenada por los lico- res fuertes que se encuentra en la América del norte. Los Otomaques, los Jaruros , los Acha- guas y los Caribes se emborrachan sin duda muchas veces por el: uso iunmoderado de la Chiza y otras muchas bebidas fermentadas que ellos saben preparar con yuca, maiz y las dul- ces frutas de las palmas, pero los viageros, como de ordinario sucede, han generalizado lo que solo pertenece á las costumbres de álgunas tri- bus. Nosotros mismos no hemos podido conse- guir que algunos Guahivos, Macos ú Piaroas, que trabajaban por nosotros y que parecian ex- iremadamente fatigados, llegasen á probar una gota de aguardiente. Será necesaria una mas larga permanencia de Europeos en estas co- marcas para propagar en ellas los vicios que ya CAPÍTULO XXI. 137 son comunes entre los Indios del litoral. En- contrámos en lo interior de las cabañas de los naturales de Maipures un órdea y una limpieza que es dificil encontrar en las casas de los mi- si0Oneros. Estos naturales cultivan bananas é yuca, pero no maiz. Un peso de Oo á 70 libras, en tortas ó discos muy delgados, que es el pan del pais, - cuesta seis reales de plata; y tienen estos habi- tantes, como la mayor parle de los Indios del Orinoco, bebidas que pueden llamarse nutri- tivas. Una de ellas, muy célebre en aquellos pa- rages, es producida por una palma que se cria salvage en las inmediaciones de la mision y en las márgenes del Auvana. Este árbol es el seje: yo he valuado en un racemus el número de las flores á 44,000, y el de las frutas, cuya mayor parte caen sin madurar, á 800. Estas frutas, que son pequeñas drupas carnosas, se meten por algunos minutos en agua hirviente, á fin de que se separe el hueso de la parte parenquima- tosa del sacocarpo, que tiene un gusto dulce y que es molido y desleido en una grande va- sija llena de agua: lainfusion hecha á frio, pro- 138 LIBRO VII. duce un licor, cuyo gusto se parece al de la le- che de almendra, al cual añaden algunas veces papelon ó azúcar bruto. El misionero nos ase- guró que los naturales engordaban visiblemente durante dos ó tres meses que bebian el licor de seje, en el cual remojaban tortas de casava. Los piaches indios van á los bosques y tocan el botuto, que es su campana sagrada, bajo la palma seje; fiesta, dicen ellos, que celebran para obligar al árbol á dar una abundante co- secha al año siguiente. El pueblo paga esta ope- racion como se paga entre los. Mogoles , entre los Moros y en algunas naciones| mas cercanas á nosotros, los chamans, los marabus y otra clase de sacerdotes, ya para desterrar, por me- dio de palabras misticas Ó por rezos ú oracio- nes, las hormigas blancas y las langostas, ó ya para hacer cesar las copiosas y largas lluvias é intervenir en el órden de las estaciones. : Tengo en mi pueblo la fábrica de loza , decia el padre Zea conduciéndonos :á casa de una familia india, ocupada en cocer, al. descu- bierto y por medio de un fuego de malezas, grandes vasijas de barro de dos pies y medio CAPÍTULO XX. 13y de altura. Este ramo'de industria, que es pro- pio y peculiar de las diversas tribus de la gran familia de los Maipures, parece haber sido cul- _tivado por ellos desde un tiempo inmemorial, En los bosques y en cualquier parte distante de toda habitacion humana, y cavando un poco la tierra, se encuentran pedazos quebrados de vidriado y de loza pintada. El gusto de este gé- .nero de fabricacion parece haber sido comun en otro tiempo á los pueblos indígenas de las Américas. Al norte de Méjico, en las orillas del rio Gila, entre las ruinas de una villa azteca, en los Estados Unidos cerca de los túmudtos de los Miamis, en la Florida y eu toda parte en donde se encuentran algunos rastros de una autigua civilizacion, encubre el suelo algunos fragmen- tos de loza pintada; y admira ciertamente la extrema semejanza de los adornos que presen- tan. Los pueblos salvages y los pueblos civili- zados, que sus instituciones políticas y religio- sas condenan á copiarse siempre á sí mismos, se esfuerzan como por instinto á perpetuar las mismas formas, á conservar un tipo óÓ estilo particular, y á seguir los mótodos y los 110 LIBRO VIE. medios que han sido empleados por sus ante- pasados. Se han descubierto en la América del norte algunos vestigios de loza en lugares que ofrecen lineas de fortifica cion y recintos de vi- llas construidas por una nacion desconocida y enteramente extinguida. Las pinturas de esta loza tienen la mayor analogía con las que se ven ejecutar en nuestros dias á los naturales de la Luisiana y de la Florida. Los Indios de Maipu- res han pintado tambien á nuestra vista los adornos que hemos observado en la caverna Ataruipe en vasos que contenian huesos huma- nos. Estos son verdaderas grecas, meandritas, figuras de cocourilos, de monos, y de un gran cuadrúpedo que no he podido reconocer sin embargo de tener siempre la misma forma. Podria recordar aquí con este motivo una ca- beza con trompa de elefante que yo descubri en una antigua pintura mejicana del museo de Veletriz y podria arriesgar la hipótesis que el gran cuadrúpedo pintado en los vasos de los Maipures pertenece á otro pais, y que su tipo ha sido llevado en alguna grande emigración de los pueblos americanos del nordeste hácia el CAPITULO XXI. 1/41 sud y sudoeste; ¿pero como detenerse en con- jeturas tan vagas y tan inciertas? Me inclino mas bien á creer que los Indios del Orinoco han querido figurar un tapiro * (Danta), y que la representacion viciosa de un animal indige- na ha llegado á ser poco á poce uno de estos tipos que se han conservado. La poca maña y la casualidad producen muchas veces formas cuyo orígen discutimos gravemente nosotros, porque las creemos el efecto de una comibi- nacion de ideas y de una imitacion estudiada. Lo que los Maipures ejecutan con mas habi- lidad son las grecas con lineas rectas, diversa- mente combinadas y parecidas á las que encon- trámos en los vasos de la grande Grecia, en Jos edificios mejicanos de Mitla, y en las obras de tantos puebios que, sin comunicacion unos cun otros, encuentran un placer igualmente vivo en la repeticion simétrica delas mismas for- * Danta,en las colonias españolas donde la palabra tapiro es totalmente desconocida. En tamanaque, vartart; en mal- pure, hiema ; en mbaja (lengua del Choco), apolicanagiguaga; en mojo (lengua de las orillas del Mamore), samo; en chi- quico, oquitopaqus; y en guarani, mborebt. 142 | LIBRO VIT. mas. Los arabescos, los meandras y las grecas encantan nuestra vista, porque los elementos de que se componen las series se siguen en un órden rítmico, en el cual encuentra la vista, asi como en el enlace y vuelta periódica de las mismas formas, lo que los oidos distinguen en la sucesion cadenciada de los sonidos y harmonia. Luego¿ puede ponerse en duda que el senti- miento del ritmo se manifiesta en el hombre á la misma aurora de la civilizacion en los mas informes ensayos del canto y de la poesía ? Los naturales de Maipures, y principalmente las mugeres que fabrican la alfarería, purifican la arcilla lavándola reiteradamente, y reunién- dola en cilindros, trabajan con sus manos las vasijas muy grandes. El Indio americano no co- noce el torno de alfarero, que en los pueblos del oriente es de la mas remota antigúedad. No debe sorprehender que los misioneros no hayan hecho conocer á los indígenos del Orinoco esta máquina tan simple y tan útil, siempre que se tenga presente que tres siglos no han sido sufi- cientes para introducirla entre los indios de la península de Araya, que está enfrente del puerto. - CAPÍTULO XXI. 145 de Cumaná. Los colores de los Maipurcs son óxi- dos de hierro y de magnesia, sobre todo de los ocres amarillos y encarnados que se encuentran en los huecos del asperon. Ádoptan algunas ve- ces la fécula de bignonia chica despues de haber tenido expuestas á un fuego lento y flojo las vasijas. Cúbrese esta pintura con un barniz de algarrobo, que es la resina transparente de la hymeneea curbaril. Las grandes vasijas en que se conserva la chiza se llaman cuamacu, y las imas pequeñas mucra, de que los Españoles de la costa han hecho murcura. No son solamente los Maipures, sino tambien los Guaipunabis, los Caribes, los Otomaques y aun los Guamos, los que son conocidos en el Orinoco por la fa- bricacion de la loza pintada, la cual se extendía en otro tiempo hácia las márgenes del Amazona. Ya Orellana se asombró de los adornos pin- tados en la loza de los Omaguas, que en su tiempo eran una nacion numerosa y comer- ciante. Ántes de dejar estas trazas de una in- dustria naciente entre pueblos que comprehen- demos indistintamente bajo la denominacion de salvages, añadiré una observacion que puedo 144 LIBRO VII. dar alguna idea acerca de la historia de la civi- lizacion americana. En los Estados Unidos, al oeste de los montes Alleganis, principalmente entre el Ohio y las grandes lagunas del Canada , se encuentran harto bastantemente, cuando se cava la tierra, fragmentos de loza pintada mez- clados con herramientas en cobre. Estas mez- clas deben sorprehendernos en un pais cuyos naturales, en la primera llegada de los Europeos, ignoraban el uso de los metales. En los bosques de la América del sud, que se extienden desde el ecuador hasta el paralelo de 8* de latitud bo- real, es decir, desde el pié de los Andes hasta el Atlántico, se descubre esta misma loza pin- tada en los lugares mas desiertos; pero solo está reunida á pedazos de jade y á otras piedras du- ras artistamente agujercadas. Jamas se han en- contrado alli herramientas ni adornos metálicos, no obstante saberse en las montañas del litoral, y en la espalda de las Cordilleras, fundirse el oro y el cobre, y mezclarse este último metal con el estaño para hacer de él instrumentos cortantes. ¿Cual es la causa de este contraste entre la zona tórrida y la zona templada? Los incas del Perú % CAPÍTULO XXI. 145 habian llevado sus conquistas y sus guerras de religion hasta las orillas del Napo y del Ama- zona, en donde su lengua se habia propagado en un pequeño espacio de terreno ; pero la ci- vilizacion de los Peruanos, de los habitantes de Quito y de los Muiscas de la Nueva Granada, parece no haber influido sensiblemente en el estado moral de los pueblos de la Guyana. Hay mas; en la América del norte, entre el Ohio, el Miami y las lagunas, un pueblo desconocido , que autores sistemáticos querrian hacer descen- der de los Toltecas y Aztecas, ha construido en tierra, y aun algunas veces en piedras despro- vistas de cimientos, paredes Ó muros de 10 á 19 pies deaito, y de y 48,000 de largo. Estas cir- cunvalaciones problemáticas «contienen hasta 75 fanegas de terreno. En los llanos del Orinoco, como en los del Marieta, del Miami y del Ohio, el centro de una antigua civilizacion se encuentra al oeste en la espalda de las montañas, pero en el Orinoco y las comarcas entre este gran rio y el Amazona parecen no haber sido jamas habita- das por pueblos, cuyas construcciones hayan resistido.á las injurias del tiempo. Aun cuando + nI. 10 146 | LIBRO “vit. se encuentren allí grabadas sobre las mas duras rocas figuras simbólicas, sin embargo, al sud del 8* de latitud, no se han descubierto hasta ahora ui túmutos, ni circunvalacion, ni diques de tierra parecidos á los que se ven mas al norte en los llanos de Varinas y de Canagua. Tal es el contraste que se observa entre las partes orientales de las dos Américas, entre las que se extienden de la “Meseta, del Cundinamarca y de las montañas de Cayena hácia el Atlántico, y las que se prolongan desde los Andes de la Nueva España hácia los montes Alleganis. Algu- nos pueblos adelantados en la civilizacion, cuyos “vestigios descubrimos en las orillas del lago Te- guyo, y en las casas grandes del rio Gila, han podido enviar algunas tribus hácia cl este, en los campos abiertos del Misuri y del Ohio ; «¿onde reina un clima poco diferente del Nuevo Méjico; pero en la América meridional, donde el gran flujo de los pueblos ha continuado del "norte al sud, los que gozaban hacia largo tiem- po de una suave temperatura á espaldas de las “Cordilleras equinocciales, han temido sin duda bajar á unas llanuras ardientes, pobladas de bos- CAPÍTULO XXI. 147 ques é inundadas con las crecidas periódicas de los rios. Se concibe como , bajo la zona tórrida, la fuerza de la vegetacion, la naturaleza del suelo y del clima han embarazado á los indigenas en sus emigraciones por bandas numerosas, im- pedido los establecimientos que exigen un vasto espacio y perpetuado la miseria y el embrute- cimiento de las orillas aisladas. En nuestros dias la débil civilizacion introdu- cida porlos frailes sigue una marcha retrógaada. El padre Gili cuenta que, cuando la expedi- cion de los limites, la agricultura comenzaba á hacer progresos en las riberas del Orinoco, en donde el ganado, y particularmente las cabras, ] se habian multiplicado singularmente en Mai- pures. Nosotros ya no hemos encontrado en esta mision, ni en ningun otro pueblo del Ori- noco , vestigio alguno de ganado; las cabras han sido comidas por los tigres, y solo los puercos negros y blancos (estos últimos se llaman puer- cos franceses, porque se les cree venidos de las Antillas) han resistido á las persecuciones de las fieras. Vimos con grande interes, al rededor de las cabañas de los Indios, guacamayas 6 * 10 1101: NA | LIBRO ATI. aras domésticas que volaban en los campos, como nuestras palomas, que componen la mayor y mas magnífica especie de papagayo que hemos encon- trado en nuestros viages, la cual se llama cahuer y tiene inclusa, con la cola, dos pies y tres pulga- das de largo, y que igualmente la hemos obser- vado en las orillas del Atabapo, del Temi y del Rio Negro. La carne del cahuer que se come frecuentemente es negra y un poco dura. Estas guacamayas Ó aras, cuyo plumage brilla con los mas vivos colores de púrpura , de azul y de pajizo hacen un gran adorno en los corrales in- dios, 'y ¡no ceden en hermosura á los pavos reales ,:á los faisanes dorados, á los pauxis ni á las alectores ó pavas de monte y guacharacas. El uso de criar los papagayos , pájaros de una familia tan diferente de las galináceas, habia chocado ya á Cristobal Golomb, quien, cuando la descubierta de la América, habia visto en las islas Antillas, en vez de gallinas, aras 0 grandes papagayos que servian de ¡alimento 4 los na- turales. “Al rededor de la pequeña villa de Maipures vegeta un magnifico árbol de mas de 60 pies de 1 CAPÍTULO XXI. 149 altura , que los colonos llaman árbot ó fruta del burro. Esta es una nueva especie de unona que tiené el porte de la uvaria zeylanica de Aublet, y que yo habia llamado en otro tiempo uvaria febrifuga; sus ramas son derechas y se clevan en pirámide casi como las del álamo del Misisipi, falsamente llamado álamo ó chopo de Italia. Este árbol es célebre á causa del uso que se hace de sus aromáticas frutas, cuya infusion es un poderoso febrifugo. Los pobres misione- ros del Orinoco, que durante una gran parte del año sufren de tercianas , no viajan sin lle- var consigo un saquito lleno de las frutas del burro. Ya he notado en otra parte que bajo los trópicos se prefiere generalmente el uso de los aromas, por ejemplo el café fuerte, el croton cascarilla, ó los pericarpos de nuestra unona _aytopioides, álas cortezas astringentesdel chin- chona y del bonplandia trifotiata, que es la quina de la Angostura. El pueblo americano tiene las mas inveteradas preocupaciones contra cl uso de las diferentes especies de quina, y el mismo pais en que esté precioso remedio se cria trata de cortar las cáalenturas con infusio- 130 LIBRO VIH. | nes de seoparia dutcís y limonadas calientes preparadas con azúcar y limon silvestre, cuya corteza es tan aceitosa como aromática. Aunque el tiempo no mé fué nada favorable para las observaciones astronómicas, obtuve sin embargo el 20 de abril una buena serie de alturas correspondientes del sol, segun las cua- les el cronómetro dió.7o0* 37 33” por la longi- tud de la mision de Maipures; se halló la latitud por una estrella observada al norte de 5% 13 57”. Me será difícil describir cuantas: penas y tormentos han costado estas observaciones de noche. ín ninguna otra parte era mas densa la nube de mosquitos, que formaba ¿4 algunos pics del suelo un estrate particular y dé espesaba á medida que se aproximaba la luz para alum- brar el horizonte artificial. La mayor parte de los habitantes de Maipures dejan el pueblo para ir á dormir á los islotes, en medio de las cata- ratas, donde es mas pequeño el número de in- sectos; y otros hacen hogueras de malezas en sus cabañas y tienden sus hamacas. en medio del humo. El termómetro se sostenia de noche de 27 429, y de dia á Jo. CAPÍTULO XXI. 101 Despues de haber pasado dos dias y medio en el pueblo de Maipures, en las orillas de la gran catarata superior, nos embarcámos el 21 de abril 4 las dos de la tarde en la misma piragua que el misionero de Carichana nos habia cedido. Esta habia sufrido mucho por los choques con- tra los escollos y por la indolencia de los pi- lotos indios; pero mayores peligros la espera- ban aun. Debiásela arrastrar por tierra por medio de un istmo de 36,000 pies desde el rio Tuamini al Rio Negro, hacerla subir por el Casiquiare al Orinoco, y volver á pasar otravez los dos raudates. Examinámos el fondo y bor- des de la piragua, y la juzgámos bastante fuerte para resistir aun á este largo viage. Cuando se ha pasado las grandes cataratas se cree haber entrado en un nuevo mundo, y haber fran- queado la barrera que la naturaleza parece ha- ber elevado entre los paises civilizados de la costa y las comarcas salvages y desconocidas del interior. Yendo al embarcadero, cogimos en un árbol de hevea * una nueva especie de reneta, nota- Uno de los árboles cuya leche produce el cautchue. 192 LIBRO VIT. ble por sus hermosos colores; tenia el vientre, amarillo, el lomo y la cabeza de un beilo color púrpura veludada : una sola faja blanca atrave- saba el cuerpo desde la punta del hocico hasta las extremidades posteriores. Era una ranilla de dos pulgadas de largo , vecina de esta rana tincto- ria, cuya sangre (á lo que se asegura) impre- gnada en la piel de los papagayos , en los lu- gares en que la han arrancado las plumas, hace salir las muevas plumas taprvreadas , amarillas ó encarnadas. | | Reuniendo en el valle de Keri, por un canal de derivacion, los pequeños rios Camaji y To- paro, podria hacerse superíluo el paso de las. piraguas por medio de los raudales. La catarata de Maipures, presenta, por la naturaleza del suelo que la rodea, facilidades al efecto que se buscarian en vano en Átures. El canal tendria 2,850 0 1,560 toesas de largo, segun se quisiese comenzar cerca de las embocaduras de los dos pequeños rios, 0 mas inmediato al nacimiento de ellos. El declive ó pendiente general del ter- reno parece inclinado de 6 á y toesas del $. 5. E. al N.N. O., y el suelto del valle de Keri está ente- CAPÍTULO XXT. 153 ramente liso, á excepcion de un pequeño cer- rito, ó linea decumbrecitas, que separa,sobre el paralelo de la iglesia de Maipures, los dos afluen- tes opuestos en su curso. La ejecucion de este proyecto seria muy poco costosa estando for- mado el istmo en gran parte por un terreno de aluvion. Este canal, cuya anchura no deberia exceder de 10 pies, podria ser mirado como un brazo navegable del Orinoco; el cual no exigiria la construccion de ninguna esclusa, ni los barcos que se dirigen hácia el alto Orinoco serian maltratados, comólucede hoy, por el choque ó rozamiento contra las rocas ásperas y escabrosas del raudat, espiándolos 6 halándolos por me- dio de un cabo tendido por la proa, y evitán- dose por este medio una pérdida considerable de tiempo que se gasta en descargar los géneros. Embarcados en el Puerto de arriba, pasá- mos, aunque con trabajo, el raudal de Camaji, paso que es tenido por peligroso cuando las :guas estan elevadas. Al otro lado del raudal encontrámos la superficie del rio tan lisa como un hielo : bivaqueámos en una isla peñascosa , llamada Piedra Raton, que tiene cerca de tres 154 BIBRO VII: cuartos de legua de largo, y que ofrece aquel, aspecto extraordinario de una vegetacion na- ciente y aquellos grupos de arbustos esparcidos. en un suelo llano y pedregoso., de que hemos hablado muchas veces. Hice allí muchas obser- vaciones de estrellas durante la noche, y en=_ contré la latitud de esta isla de 5* 4/ y 51”, y su longitud de 7o* 37”. El rio me ofrecia las imá- genes de los astros por reflexion; y aun cuando nos encontrábamos en medio del Orinoco, la plaga de los mosquitos era tan espesa que no, tuve paciencia para calar el.horizonte artificial. Partimos de allí el 22 de abril, hora y media antes de salir el sol : la mañana estaba hú- meda, pero deliciosa. Ni un solo. pelo de aire se sentia, pues que al sud de Atures y de Mai- pures reina una perpétua calma : y en las orillas del Rio Negro, del Casiquiare, al pié del cerro Duida, y en la mision de Santa Bárbara, jamas hemos oido este temblor ó estremecimiento de las hojas que produce un encanto particular en los climas ardientes. Las tortuosidades de los rios , el abrigo de las montañas, la grande es- pesura de los bosques y las lluvias, que casi con- $ CAPÍTULO XXI. 195 tinuamente reinan á uno o dos grados de lati- : tud al norte del ecuador, contribuyen sin duda mucho, á este fenómeno que es particular á las misiones del Orinoco. En el aire fijo del alto Orinoco, las afini- dades quimicas obran mas poderosamente, y se forman en él miasmas malsanos. La insalu- _bridad del clima seria la misma en las orillas arboleadas del Amazona, si este rio, dirigido como el Niger del oeste al este, no siguiese en su prodigiosa largura una misma direccion , que es la de los vientos alisios. El valle del Ama- zona solo está cerrado en la extremidad occi- dental que se aproxima á la Cordillera de los Andes; y hácia el este, donde la brisa del mar llega hasta el nuevo continente, el litoral apé- nas está elevado algunos pies sobre el nivel del Atlántico. El alto Orinoco corre primeramente del este al oeste *, y despues del norte al sud; pero donde su curso es casi igual al del Ama- zona, un pais ,.extremadamente montuoso, el grupo de las "montañas de la Parima y de las 1 Propiamente del E. S. E. al O. N. O. 5% LIBRO Vil: Guyanas holandesa y francesa, le separan del Atlántico é impiden al viento de rotacion que . Hegueá la Esmeralda; este viento no comienza 4 sentirse con fuerza sino desde el confluente del Apure, en que el bajo Orinoco se dirige ;, del oeste al este, á una llanura abierta del lado del Atlántico; y de aqui resulta que el clima de esta parte del rio es menos mal sano que el del 'alto Orinoco. ap | A seis millas de distancia de la isla de Piedra Raton , pasámos al principio al este de la.em- bocadura del rio Sipapo , que los Indios Haman Tipapu, y despues al oeste de la embocadura del rio Vichada, cerca del cual algunas rocas, enteramente cubiertas por las aguas, forman una pequeña cascada ó un raudalito. El rio Siz papo viene de una cadena de montañas bastante considerables. Despues del pico que se eleva sobre la mision de la Esmeralda, los cerros de Sipapo me han parecido los mas altos de toda la Cordillera dela Parima; los cuales forman una muralla de rocas que se extienden hasta el llano, y cuya cresta, dirigida del S. S, E. al N. N. O., está recortada. CAPÍTULO XXI. M0 Detras deestas montañas del Sipapo es donde . Crucero, gefe poderoso de los Guaipunabis, tuvo su habitacion durante largo tiempo , despues de haber dejado con su horda guerrera los llanos entre el rio Inirida y el Chamochiquiuni. Nos han asegurado los Indios que los bosques . que: cubren al Sipapo abundan en vehuco de Maymure, quees una enredadera célebre entre los indígenas que la emplean en hacer canas- tillos, cestas y esteras; pero estos bosques son enteramente desconocidos. Desembarcámos en la embocadura del rio Vichada ú Visata para examinar las plantas de aquella comarca, la cual forma una posicion muy extraordinaria, pues que el bosque es poco espeso , y una innumerable cantidad de peque- ñas rocas se extienden en el llano y forman ma- cizos prismáticos, pilares en ruina, y torrecillas aisladas de 15 420 pies de alto. En el confluente del Vichada las rocas de granito, y lo que es mas notable todavia, el mismo suelo , estan cu- biertas de musgos y de líquenes, siendo estos últimos del porte de la cladonia pyxidata y del lichen rangiferinus, tan comunes en el 158 LIBRO VII. norte de Europa; nos costaba mucho persua-= dirnos estuviésemos elevados 100 toesas á lo me- nos sobre el nivel del Océano, á 5” de latitud , y en el centro de esta zona tórrida, que durante tanto tiempo se ha creido desnuda de plantas criptógamas. Reflexionábamos sobre lo poco que habia llovido hasta entónces, y nos admirá- bamos del hermoso verdor de aquellos bosques. Esta circunstancia caracteriza el valle del alto Orinoco; en la costa de Caracas y en los llanos se despojan los árboles de sus hojas en invier- no, y el suelo solo ofrece allí una yerba ama- rillenta y seca. En este mismo sitio tan pintoresco, descu- brió M. Bonpland muchos troncos del lau- rus cionnamomordes, especie de canela muy aromática, conocida en el Orinoco con el nom- bre de varimacu y de canelvla. Esta preciosa produccion se encuentra tambien en el valle del rio Caura , cerca de la Esmeralda y al este de las grandes cataratas. Parece que el padre jesuita, Francisco del Olmo, ha sido el primero que ha descubierto la canelilla en el pais de los Piaroas, cerca del nacimiento del Cataniapo. El CAPÍTULO XXI. 1599 misionero Gili, que no ha llegado hasta las re- giones que describo en este momento, parece confundir el varimacu ó guarimacu con la muyristica 6 arbol de la nuez muscada de Amé- rica. Estas cortezas y estas frutas aromáticas, la canela, la nuez muscada , el myrtus pumenta y*el taurus pucherí, se hubieran hecho obje- tos importantes de comercio, si la Europa, al tiempo del descubrimiento del nuevo mundo, no hubiese estado ya acostumbrada á las espe- cias y:á los aromas de la India. La canela del Orinoco y la de las misiones Andaquies, cuya cultura ha sido introducida por M. Mutis en la Mariquita *, son sin embargo menos aromálicas que la canela de Ceylan; y lo seria mucho me- nos aun, si estuviesen secas y preparadas por operaciones igualmente parecidas. El rio Vichada, que tiene un pequeño raudat -en su confluente con el Orinoco, me ha parecido, «despues del Meta y Guaviare, el mas considera- ble de los rios, que llegan del oeste , y sobre el «cual ningun Europeo ha navegado hace mas de 2 Ciudad de la Nueva Granada al oeste de Honda. 160 LIBRO VIT. ' cuarenta años. El padre Gumilla nos ha conser- vado el nombre de muchos jesuitas alemanes y españoles que, en 1734, pereciéron victimas de su zelo para la religion, á manos de los Caribes, en las orillas hoy dia desiertas de este rio. Bivaqueámos en la playa del Orinoco, en la embocadura del Zama , rio muy considerable, tan desconocido como el Vichada y cuyas aguas son negras. i Nadie conoce el vasto terreno que se extiende entre el Meta, el Vichada y el Guaviare á una legua de distancia de la orilla, el cual se cree habitado por Indios salvages de la tribu de los Chiricoas, que felizmente no construyen canoas. Cuando los Caribes y sus enemigos los Cafres recorrian estas regiones con sus flotillas de al- madias y piraguas, hubiera sido imprudente pasar la noche cerca de la embocadura de un rio procedente del oeste; pero hoy dia que los pe- queños establecimientos han alejado álos Indios independientes de las orillas del alto Orino- co, la soledad de estas regiones es tal que de Carichana á Javita, y de la Esmeralda á San Fernando de Atabapo, en una navegacion de CAPÍTULO XXI. 161 180 leguas, no encontrámos un solo barco. En la embocadura del rio Zama, entrámos en un sistema de rios que merece mucha aten- cion. El Zama, el Mataveni, el Atabapo, el Tua- mini, el Temi y el Guainia, tienen aguas ne- gras; es decir, que sus aguas vistas en grandes masas parecen obscuras como el café 0 de un negro verdoso, pero que sin embargo son las aguas mas hermosas, mas claras y mas agrada- bles al gusto. Ya he dicho arriba que los co= codrilos, y si no los zancudos á lo menos los mosquitos , huyen bastante generalmente de las aguas negras. Las del Mataveni examinadas en un vaso son bastante blancas, y las del Ata- bapo conservan un ligero tinte amarillento obs- curo; pero cuando el mas leve viento agita la superficie de estos rios negros las aguas pare- cen de un verde claro, como las de las lagunas de la Suiza; mas las del Zama , del Atabapo, v del Guainia son casi enteramente negras. Estos fenómenos son tan chocantes que los-Indios dis- tinguen por todas partes las aguas ñegras y blancas. Las primeras me han servidó muchas veces de “horizonte artificial, pues que ellas re- MI. 11 162 LIBRO VIT. flejan la imágen de los astros con uma lim- | pieza admirable. Las aguas negras y blancas es- tan tan extraordinariamente mezcladas -en los bosques y en las sávanas, que no se sabe á que debe atribuirse la causa de su coloracion. El Ca- siquiare, que desagua en el Rio Negro, tiene las aguas blancas como el Orinoco de donde sale. Dedos dos afluentes del Casiquiare , á saber, el Siapa y el Pacimoni, que estan muy inmediatos, el uno es blanco y el otro negro. A las tres de la mañana del 23 de abril sali- mos de la embocadura del rio Zama, cuyas márgenes estan cubiertas de un espeso bosque; pasámos desde luego la embocadura del Mata- veni y un islote, de una forma muy extraordi- naria que consiste en una roca granítica, cua- drada, que, á manera de un cofre, se eleva en medio de las aguas y que los misioneros llaman El Castillito, Unas fajas negras parecian indicar qué las altas crecidas del Orinoco no excedian en este punto de ocho pies y que las grandes crecidas observadas mas abajo son debidas á los afluentes que desembocan al norte de los rau- dales de Atures.y Maipures. Pasámos la noche CAPÍTULO XXI. 165 en la orilla derecha enfrente de las bocas del rio Siucurivapu, cerca de una roca llamada Aricagua, en donde una inmensa cantidad de murciélagos saliéron de las grietas y hendidu- ras de la roca y se cerniéron al rededor de nues- tras hamacas. Ya he hablado en otro parage del mal que hacen estos animales en los rebaños ; su número aumenta considerablemente en los años de sequedad *. Una copiosa lluvia nos obligó á reunirnos á nuestra piragua en la mañana del 2% de abril, y partir á las dos de la mañana despues de ha- ber perdido algunos libros, que no pudimos hallar en la obscuridad de la noche sobre la roca de Aricagua; pasámos las embocaduras del Uca- ta, del Arapa, y del Caranaveni, y á las cua- tro de la tarde desembarcámos en los conucos de Siquita , plantaciones de los Indios de la mision de San Fernando. Estas buenas gentes quisiéron detenernos en su casa, pero conti- | 1 En el Brasil, en la provincia del Ciara, causan tales es- tragos los murciélagos entre las vacas, que reducen á algn- nos ricos renteros al estado de la indigencia ( Corogr. bras., tom. TI, pág. 224). 11 164 LIBRO VIL. nuámos subiendo contra la corriente, que era de cinco pies por segundo. Entrámos, en una noche obscura, en la embocadura del Guaviare, pasámos el puente en que el rio Atabapo se une al Guaviare, y llegámos á la mision despues de media noche; fuimos hospedados como siem- pre en el convento, es decir, en la casa del mi.- sionero, que, muy sorprehendido de nuestra inesperada visita, nos acogió con la mas amis- tosa hospitalidad. LOAVILVOA YVWLA YA LOALYUVVOW YAVNA YAVIVAWVS VIV UN YUI YAA VIV YA Uy As y y CAPÍTULO XXII. San Fernando de Atabapo. — San Baltasar. — Rio Temi y Tuamini.— Javita. — Portage ó arrastradero del Tuamini en el Rio Negro.. e EEE TI > Dejámos durante la noche, sin que lo echáse- mos de ver, las aguas del Orinoco, y al amane- cer'nos hallámos transportados, como en un pais nuevo , en las orillas de un rio, cuyo nom- bre no habiamos oido pronunciar y que debia conducirnos por el portage ó arrastradero del Pimichim al Rio Negro sobre las fronteras del Brasil. Haré presente á aquellos que desdeñan fijar la vista sobre mapas llenos de nombres di- ficiles de conservar en la memoria , que el Ori- noco se dirige desde su nacimiento, 6 álo menos desde la Esmeralda, hasta San Fernando de Ata- bapo , desde el este al oeste ; que desde San Fer- nando, donde se unen el Guaviare y el Atabapo, hasta la embocadura del rio Apure , corre del sud al norle formando las grandes cataratas; en 166. | LIBRO VII. AUREA fin que, desde la embocadura del Apure hasta la Angostura y costas del Océano, toma la di- reccion del oeste al este. En la primera parte de su curso, en donde el rio corre del este al - oeste , forma esta famosa division tan frecuen- temente contestada por los geógrafos y cuya po- sicion he podido yo determinar por observa- ciones astronómicas. El Casiquiare, que es un brazo del Orinoco dirigido del norte al sud, se une con el Guainia 0 Rio Negro que, á su vez, se incorpora tambien con el Marañon 0 Rio de las Amazonas. La navegacion mas natural para ir de la Angostura al Gran :Pará seria la de su- bir el Orinoco hasta cerca de la Esmeralda , ba- jando despues el Casiquiare, el Rio Negro y el Amazona; pero como el Rio Negro, en su curso superior , se arrima mucho á los manantiales ú origen de algunos rios que desembocan en el Orinoco cerca de San Fernando de Atabapo (en donde el Orinoco cambia su direccion del este al oeste, en la del sud al norte ), puede évitarse, para llegar al Rio Negro, el subir la parte del rio entre San Fernando y la Esmeralda. Déjase - el Orinoco, cerca de la mision de SanFernando:x CAPÍTULO XXII. 107 súbese el sistema de los pequeños rios negros (el Atabapo,.el Temi, y. el Tuamini), y se ha- cen llevar las piraguas, por medio de un istmo de 6,000 toesas de anchura, álas márgenes de un riachuelo (Caño Pimichim), que desem- boca en el Rio Negro. Este camino, que tomá- mos nosotros y que se frecuenta, especialmente desde que don Manuel Centurion era goberna- dor de la Guyana, es tan corto que un men- sagero lleva hoy los despachos de San Carlos del Rio Negro á la Angostura en 24 dias, al paso que en otro tiempo, subiendo el Casiquiare, se necesitaban 50 á 6o. Se puede por consecuencia: ir, por el Abatapo, del Amazona al Orinoco sin subir el Casiquiare tan temible á causa de la fuer- ,za de su corriente, de la falta de víveres y del tormento ó plaga de los mosquitos. . El misionero de San Fernando, 'en cuya casa quedámos dos dias, tiene el titulo de Presidente delas misiones del Orinoco. Los veinte y seis re- ligiosos establecidos en las orillas del Rio Negro, del Casiquiare, del Atabapo, del Caura y del Orinoco estan bajo sus órdenes, y él depende del guardian del convento de la Nueva Barcelona. 168 LIBRO VII. ó como se dice allí, del Colegio de ta purisima concepcion de propaganda fide. Su pueblo anunciaba algo mas de comodidad que los que habiamos hallado hasta entónces en nuestro camino, á pesar de que el número de los habi- tantes no excedia de 226. Ya he dicho muchas veces que las misiones próximas á las costas, que estan igualmente sumisas á los religiosos observantes, por ejemplo, el Pilar, Caigua, Huere y Cupapui, contienen de 1,800 á 2,000 , habitantes cada uno. Estas son villas mas gran- des y mas hermosas que las que ofrecen las partes mas cultivadas de Europa. Se nos ha asegurado que inmediatamente despues de la primera fun- dacion, la mision de San Fernando era mucho. mas populosa que hoy dia. Como hemos pasado allí dos veces, á nuestro regreso del Kio Negro ,, -reuniré aquí las observaciones que hemos hecho sobre un punto del Orinoco que podrá ser muy importante algun dia para el comercio y la in- dustria colonial. San Fernando de Atabapo está situada cerca del confluente de los tres grandes rios del Ori- noco, del Guaviare y del Atabapo, posicion muy CAPÍTULO XXI. 169 análoga á la de San Luis 0 del Nuevo Madrid en las incorporaciones del Misisipi con el Misuri y el Ohio. A medida que se vivifique el comer- cio en aquellas comarcas, atravesadas por in- mensos rios, las ciudades situadas en los con- fluentes serán necesariamente estaciones de los barcos, depósitos y almacenes de géneros y ver- daderos centros de la civilizacion. El padre Gu- milla confiesa que en su tiempo nadie conocia el curso del Orinoco sobre la embocadura del Guaviare; y añade ingenuamente que él mismo ha tenido que valerse de los habitantes de Ti-. mana y de Pasto para obtener algunas vagas no- ciones sobre el alto Orinoco. No busquemos, hoy dia en los Andes de Popayan informe al- guno sobre un rio que nace á espaldas del lado occidental de las montañas de Cayena. La expedicion de los límites, mandada por Iturriaga y Solano, nos hizo conocer. el verda- dero estado de las cosas ; Solano, que era el in- geniero geógrafo de esta expedicion , se adelantó en 1750 hasta la embocadura del Guaviare, despues de haber pasado las grandes tataratas;, reconoció que, para continuar subiendo el Ori- 170 LIBRO VII. noco, seria indispensable dirigirse hácia el este. y que este rio, en el punto de la grande infle- xion por 4*/4' de latitud, recibe las aguas del Guaviare, despues de haber este recogido, dos millas mas arriba, las del Atabapo. Interesado. Solano en aproximarse cuanto le fuese posible: á las posesiones portugtuesas, resolvió avanzar hácia el este, y en el confluente del Atabapo y del Guaviare encontró establecidos algunos In- dios de la belicosa nacion de los Guaipunabis, 4 quienes atrajo por medio de regalos, supo captar su voluntad y fundó.con ellos la mision de San Fernando, á la que, creyendo imponer: al gobierno de Madrid, la dió el nombre de: villa. Para hacer conocer la importancia polí- tica de esta fundacion, es preciso recordar aquí cual era en aquella época la balanza del poder entre las cortas tribus de los Indios de la Guyana. Al norte del otro lado de las cataratas, se encontraban los Caribes y Cabres ; en el alto Orinoco hácia el sud, los Guaipunabis; en el Rio Negro, los Manitivitanos y los Marepizanos., que eran las naciones preponderantes. La larga y obstinada resistencia que los Cabres, reunidos CAPÍTULO XXII. ami bajo un gefe valiente, hiciéron á los Caribes les fué muy funesta desde el año de 1720, Batiéron desde luego á sus enemigos junto á la boca del rio Caura. Un gran número de Caribes pere- ciéron en una huida precipitada entre los rau- dales de Torno y ta ¿sta del infierno ; los pri- sioneros fuéron devorados, y por una de estas astucias refinadas de crueldad que son comu- nes á los pueblos salvages de las dos Américas, . perdonáron la vida á un solo Caribe, que hicié- ron subir á un árbol para asistir á aquel bár- « baro espectáculo para que pudiese llevar la no- ticia á los vencidos. El triunfo de Tep, gefe de los Cabres, fué de muy poca duracion, porque volviendo los Caribes en si, cayéron sobre aquel- los en gran número , los destrozáron y solo de- járon algunos débiles restos de los Cabres antro- pófagos en las orillas del Guchivero. Cocui y Cuseru se hacian una guerra á muerte en el alto Orinoco cuando Solano llegó á la em- bocadura del Guaviare. El primero habia abra- zado el partido de los Portugueses, y el segundo, amigo de los jesuitas, les advertia siempre que los Manitivitanos se ponian en marcha contra ha 52 LIBRO VII. los establecimientos cristianos de Átures y de Carichana. Aunque Cuseru no se hizo cristiano sino pocos dias antes de su muerte, llevaba sin embargo en los combates un crucifijo pendiente de su cadera izquierda que los misioneros le ha- bian dado y por el cual se creia invulnerable. Recordaré aquí con este motivo una anécdota que pinta toda la violencia del carácter de este hombre. Estaba casado con la hija de un gefe indio del rio Temi. En un acceso de odio con- tra su suegro, declaró á su muger que iba á ba- tirse con él: la muger le:recordó el valor y fuerza extraordinaria de su padre, pero Cuseru, sin escuchar y sin proferir una palabra, cogió una flecha envenenada y le atravesó. el corazon. La “ildegada de una pequeña division de Españoles 1756, eclipsó la gloria del gefe de los Guaipuna- bis, que estando al punto de intentar una nueva lucha, llegáron los padres jesuitas, y le hiciéron ver que seria de su interes quedar en paz con los cristianos. Persuadido Cuseru comió á la mesa del general español, que le llenó de prome- sas y le convenció de la próxima «caida de sus enemigos, De rey que era quedó alcalde de la CAPÍTULO XXII. 193 villa, y consintió establecerse con los suyos en la nueva mision de San Fernando de Atabapo. Tal es comunmente el triste fin de estos gefes que los viageros y misioneros llaman principes im- dios. «En mi mision, decia el buen padre Gili, tengo cinco reyezuetos, á saber, los de Tama- naques, Avarigotes , Parecas, Guacas y Maipu- res, que en la iglesia los pongo en fila sobre un banco, pero siempre teniendo cuidado de dar el primer lugar á Monaiti, rey de los Tamanaques, porque me ayudo á fundar la villa y el cual es- taba muy ufano con esta distincion. » Guando el gefe de los Guaipunabis, Cuseru, vió pasar las tropas españolas por las cataratas, aconsejó á don José Solano esperase un año en- tero antes de formar el establecimiento en las riberas del Atabapo, y le predijo desgracias que no tardáron en realizarse. « Déjadme tra- bajar con los mios y cultivar las tierras, decia Cuseru á los padres jesuitas , yo plantaré yuca y tendréis con que alimentar en adelante á tanta gente.» Impaciente Solano de avanzar, no quiso escuchar los consejos del gefe indio, y los nue- vos habitantes de San Fernando sufriéron todos do LIBRO VII. los males que produce la escasez y el hambre. Enviáronse piraguas por el Meta y el Vichada para buscar y comprar á toda costa harinas y otros efectos de nueva Granada, pero habiendo llegado estas provisiones demasiado tarde, mu- chos Españoles é Indios fuéron víctimas de las enfermedades que la escasez y debilidad de las fuerzas morales causan en todos los 'climas. | Todavía se encuentran en San Fernando al- gunos vestigios de la antigua agricultura, en donde cada Indio conserva una pequeña plan- tacion de cacaoteros. Aunque los árboles pro- ducen allí abundantemente desde el quinto año, dejan de dar fruto antes que en los valles de Aragua. El haba, aunque pequeña, es de ex- celente calidad y vale seis reales de plata cada almude, y en las costas cuesta á lo menos de ochenta á cien reales; pero toda la mision apénas produce 960 almudes, 6 lo que es lo mismo 80 fanegas por año ; y como los religio- sos de las misiones del Orinoco y del Rio Negro hacen ellos solos, segun un antiguo abuso, el comercio'del cacao , el Indio no se encuentra estimulado para aumentar una cultura que no CAPÍTULO XXIH. 175 le ofrece casi ventaja alguna. No obstante de haber algunas sávanas y buenos pastos al rede- dor de San Fernando, no se encuentran sino siete ú ocho vacas, resto del considerable ga- nado que la expedicion de los límites habia con- ducido á aquellas comarcas. Sin embargo los Indios son alli algo mas civilizados que en el resto de las misiones. Encontrámos con grande admiracion nuestra un herrero de la raza de los indígenas. Lo que mas llama la atencion en la mision de San Fernando, y lo que da una fisonomía particular al paisage, es la palma pihiguao Ó pirijao, cuyo tronco, que está lleno de espinas, tiene sesenta pies de alto; sus hojas, aunque en forma de plumas, son muy delgadas, ondea- das y rizadas hácia las puntas. Nada hay mas extraordinario que los frutos de este árbol; cada régimen contiene de 50 á 80 de ellos, son ama- rillos, como las manzanas, purpureados á me- dida que maduran, de dos 0 tres pulgadas de grosor, y generalmente por aborto sin hueso interior. Entre las 80 ó go especies de palmas que son propias al nuevo continente, y cuya 176 | LIBRO VIL enumeracion he hecho ya en la Nova Genera plantarum equinochalium , no hay ninguna en que el. sarcocarpo esté desenvuelto de una manera tan extraordinaria. La fruta del pir2jao ofrece una materia harinosa, amarilla como la yema del huevo, algo dulce y muy nutritiva, que se come como la banana y la patata, co- cida, asada ó frita, y es un alimento tan sano como agradable. Los Indios y los misioneros no acaban nunca de elogiar á esta soberbia palma que podria llamarse palma-metlocoton y que hemos encontrado cultivada abundantemente en San Fernando, en San Baltasar y en Santa Bárbara, en cuantas partes donde nos hemos internado hácia el sud y hácia el este en todo lo largo de las orillas del Atabapo y del alto Orinoco. En estas regiones salvages viene in- voluntariamente á la memoria la asercion de Linné, que dice que la region de las palmas es la primera patria de nuestra ote y que el hombre es esencialmente patmivoro. Cuando se examinan las provisiones amontonadas en las cabañas de los Indios, se conoce que su ali- mento consiste durante muchos meses del año, CAPÍTULO XXII. , 177 tantó en la fruta del pirijaó, comio en la yuca y eh la banana ó plátano. Cada árbol produce de 150 á 200 frutas. Sán Fernando de Atabapo, San Carlos y San Francisco Solano són los establecimientos mas considerables entre las misiones del alto Orino- co. En el primeró, como' en los pueblos inme- diatos 4 San Baltasar y Javita', encontrámos las hertiiosás casas de los curas cubiertas de enre- daderas'ó vehuco , y circundadas de jardines. Los altos tróncos del pirijao hacian á nuestra vista el mas bello adorno' de'aquellas plantacio- nés. El padre presidente nos hizo la narracion animada' dé sus incursiones al rio Guaviare, re- cordáandoños cuan deseados son por lós Indios délas misiones los viages emprendidos « para ta conquista de las almas ,» á las cuales todo el mundo, hombres, mugeres y hasta los viejos désean' tener parte. Bajo el vano pretexto de perseguir á lós neófitos que han desertado del pueblo, roban los niños que pasan de ocho ó diez años y los distribuyen entre los Indios de las' misiones como esclavos 6 pottos. Los dia- rios de camino', que tan francamente nos ha nr. 12 178 | LIBRO VIH. comunicado el padre' Bartolomé Mancilla, con- tienen materiales geográficos muy preciosos, cuyo resúmen daré cuando trate de los prin- cipales afluentes del Orinoco, que son el Gua- viare, Ventuari, Meta, Caura y Caroni. Tan luego como se entra en el rio Atabapo todo muda de aspecto, la constitucion de la at- moósfera, el color de las aguas y la forma de los árboles que cubren la ribera. Ya no se sufre allí durante el dia la incomodidad de los mos- quitos; los zancudos son muy raros durante la noche, y del otro lado de la mision de San Fer- nando desaparecen enteramente estos insectos nocturnos. Las aguas del Orinoco son allí tur- ud % bias, cargadas de materias terrosas y extienden en las ensenadas, por la acumulacion de los cocodrilos muertos y otras materias corrompi- bles un olor de musco y Wulrarda! Para poder nosotros beber estas aguas nos vimos obligados muchas veces á colarlas. Las del Atabapo son por el contrario puras, agradables al paladar, sin olor ninguno, obscuras por reflexion y- algo amarillas por transmision: el pueblo las llama ligeras en oposicion con las aguas turbias CAPÍTULO XXXII. | 179 y pesadas del Orinoco. Su temperatura es gene- ralmente de 2? cuando se adelanta hácia la em- bocadura del rio Temi, de 3% mas fresca que la temperatura del alto Orinoco. Guando durante un año entero se está obligado á beber aguas cuya temperatura se eleva* 427” ó 28”, una dimi- nucion de temperatura de algunos grados pro- duce ya una sensacion muy agradable. Creo po- der atribuir esta diminucion de temperatura á la menor anchura del rio y á la falta de playas arenosas, cuyo calor es en el Orinoco, durante el dia, de mas de 50*á4 la espesa somibra de los bosques que atraviesan el Atabapo, el Temi, el Tuamini y el Guainia ó Rio Negro. Lo que prueba la extrema pureza de las aguas negras es su limpieza, su transparencia y la cla- ridad con que reflejan la imágen de los objetos que las rodean. Los mas pequeños peces se dis- _tinguen en ellas á una profundidad de 20 4 30 pies, y muchas veces se ve hasta el fondo del' rio. Nada es comparable á la hermosura y be- lleza de las orillas del Atabapo que sobrecar- 14 1 99 /), 6230 ¿ de Reaumur. 12 180 LIBRO VIL. gadas de vegetales , entre los cuales sobresalen las elevadas palmas. se reflejan en las aguas, del on El verde de la imágen. reflectada parete te- ner en ellas el,mismo, color que el objeto. visto directamente; tanto la:superficie del líquido es, homogénea ,; tersa, desnuda de, la, mezcla, de, arenas suspendidas, y de. los, restos orgánicos que forman, asperezas y estriadas. en, la, superfi- cie de,los,rios, menos limpios. El rio Atabapo desemboca enel Orinoco, segun la. opinion de los misioneros., en. medio de los. raudalitos;, pero yo pienso que él entra en el Guaviare y que con; este último nombre deberia designmarse la parte del rio, que se encuentra desde el Ori- noco hasta-la mision de San Fernando, El rio Guaviare, mucho mas ancho que el Atabapo,. tiene las aguas blancas, y se asemeja, por el as- pecto de sus riberas, por sus pájaros pescado- res, por sus peces, y. los grandes cocodrilos que: alimenta, mucho mas al Orinoco que la. parte de este último rio que viene de la Esmeralda. El rio Paragua, 0 la parte del Orinoco, que sube al este de la boca del Guaviare, tiene aguas mas limpias, mas transparentes y. mas CAPÍTULO XXIL. 181 puras que la parte del Orinoco debajo de San Fernando. Las del Guaviare por el contrario son blancas y turbias; y tienen el mismo gusto que las del Orinoco junto á las grandes catara- tas, segun el parecer de los Indios, cuyos ór- " ganos son muy delicados y muy experimenta- dos. Los grandes cocodrilos y los delfines, por otro ' nombre toninas, son igualmenle comunes en el rio Guaviare y en el bajo Orinoco; estos animales faltan enteramente, segun se nos ha asegurado , enel rio Paragua (.0 alto Orinoco entre San Fernando y la Esmeralda). ¡He aquí diferencias muy notables en la naturaleza de las aguas y la distribucion de los animales! Los Indios no dejan de citarlas cuando quieren pro- bar álos viageros que el alto Orinoco, al este de San Fernando, es un rio que entra en el Orinoco y que el verdadero origen de este debe buscarse en los manantiales ó nacimiento del Guaviare. La latitud de la mision de San Fernando me pareció 4? 2'48”; pero el padre Caulin la da en el mapa, que se funda en las observaciones de So- lano hechas en 1756, de 5” 1”; y la longitudes de 7030 16" 640" al este del meridiano deCumanz. 192 LIBRO VII. El rio del Atabapo ofrece un aspecto particu- lar; sus verdaderas orillas, formadas por llanu- ras 0 mesetas de 8 á 10 pies de altura, estan ocultas con una hilera de palmas y árboles pe- queños con troncos muy delgados , cuyas raices estan bañadas por las aguas. Desde el punto en que se deja el Orinoco hasta la mision de San Fernando hay muchos cocodrilos , cuya presen- cia indica, como Jo hemos dicho arriba, que esta parte del rio pertenece al Guaviare, y no al Atabapo, en el. cual por cima de la mision de San Fernando, no hay ya cocodrilos, pero sí al- gunas lavas, muchos delfines de agua dulce y ninguna lamantina. Enormes culebras de agua, que por su porte parecen al boa , son desgra- ciadamente muy comunes y muy peligrosas para los Indios que se bañan. En los primeros días las encontrámos nosotros de 12 á 14 pies de largo nadando al rededor de nuestra «piragua. Aunque los jaguares de las riberas del Atabapo y del Temi son grandes y muy bien manteni- dos, sin embargo se les cree menos audaciosos que los del Orinoco. | Los delfines 6 toninas jugaban tambien al - CAPÍTULO XXII. 183 fado de nuestra canoa; y segun la relacion de M. Colebrooke el delphinus gangeticus, que es el soplador de agua dulce del antiguo conti- nente, acompaña igualmente 4 los barcos que suben hácia Benares; pero desde este punto en - que el Ganges recibe las aguas saladas hay solo 200 leguas, al paso que desde el Atabapo hasta la embocadura del Orinoco hay mas. de 320. El 27 de abril al mediodia pasámos al este de la embocadura del pequeño rio de Ipuricha- pano y la punta granítica: conocida con el nombre de la piedra del tigre. Esta roca ais- lada, que solo tiene 6o pies de alto, goza de una. gran celebridad en aquellas comarcas. Despues de haber pasado el 28 los raudales de Guarinuma, nos enseñáron los Indios, en me-. dio del bosque sobre nuestra derecha, las rui- nas de la mision de Mendajari abandonada hace largo tiempo. En la orilla opuesta oriental, junto 4 la pequeña roca de Kemarumo, en medio de las plantaciones indias, un tronco gi- gantesco del bombax ceiba excitó nuestra cu- riosidad ; saltámos en tierra para medirle, y 184 LIBRO VII. hallámos que tenia 120 pies de altura, y 14 4 15 de diámetro. El aire era fresco el 29; no habia ya zancudos, pero el cielo estaba cubierto y sin estrellas. Nos detuvímos una gran parte del dia en buscar plantas, é ya era noche cuando llegámos á la mision de San Baltasar, 0 como dicen los frai- les, á la mision de la divina pastora de Bat- tasar de Atabapo. ¡Nos hospedámos en casa de un misionero catalan, hombre alegre y ama- ble, que aun en aquellas regiones desplegaba la actividad que caracteriza su proyincia. Habia plantado un hermoso jardin en que la higuera de Europa se hallaba reunida con la persea y el limonero de Mamei. El pueblo ofrecia aquella regularidad de construccion que en el norte de Alemania y en la América protestante , $e en- cuentra en las comunidades de los hermanos morayos. Las plantaciones de los Indios estaban alli mejor cuidadas que en las demas partes Continuámos el 3o de abril subiendo el Atabapo sobre una largura de cinco millas , y en vez de seguir este rio hácia su nacimiento al este, donde a toma el nombre de Atacayi, entrámos en el rio . Temi. CAPÍTULO XXI. 185 Este rio solo tiene 80 á go tocsas de anchura por cima de la embocadura del Guasacavi, y en cualquiera otro pais que la Guyana, seria un rio considerable. El aspecto del pais es muy uniforme, es una selva que cubre un terreno enteramente, llano. La hermosa palma pirijao con frutas de pérsico, alberchigo ó melocoton, | y una nueva especie de bache y mauritia con tronco lleno de. espinas, se elevan en medio de árboles mas pequeños y cuyo desenvolvimiento de la vegetacion parecia algo retardado ú atra- sado á causa de la larga inundacion. En cualquier parte en que el rio forma en- senadas, la selva está inundada en una exten- sion de mas de media legua cuadrada. Para evi- tar las tortuosidades del rio y acortar ó abre- viar el camino, se navega aquí de un modo muy extraordinario. Los Indios nos hiciéron dejar el rio: subimos hácia el sud por medio de la selva, por unas especies de sendas, es decir, por canales abiertos de cuatro :á cinco pies de ancho, y cuya profundidad no excede de media braza. Un ruido extraordinario, pro- ducido por una banda de toninas de cuatro 186 LIBRO VII. pies de largo que rodeaban nuestra canoa, nos sorprehendió en el sitio en donde el bosque era mas estrecho. Estos animales habian estado es- condidos bajo las ramas de un bombax cerba, y se escapáron por medio del bosque produ- ciendo estos chorros de agua y aire comprimi- dos que les ha hecho dar el nombre de sopta- dores ó fuelles. ¡Que espectáculo tan bizarro en medio de las tierras á 300 6 4oo leguas de la embocadura del Orinoco y Amazona ! Nos costó algun trabajo poder entrar á cosa de las cinco en el rio: pasámos la noche cerca de una peña que los misioneros llaman la pte- dra de Astor. El suelo ofrece siempre la misma: constitucion geológica desde la embocadura del Guaviare ; una vasta llanura granítita, en que de legua en legua la roca penetra el suelo y forma, no monticulos, sino pequeñas masas que parecen pilares ó edificios en ruina. | Desde el amanecer del 1? de mayo nos hicié- ron entrar en la selva inundada para evitar la fuerza de la corriente. Llegados á la union del Temi, cuyas aguas són igualmente negras, se- guímos este hácia el sudeste. Esta direccion CAPÍTULO XXI. 187 nos aproximaba á la mision de Javita que está fundada en las orillas del Tuamini, en cuyo cristiano establecimiento debíamos hallar los socorros necesarios para transportar nuestra pi- ragua por tierra hasta el Rio Negro, y no llegá- mos á San Antonio de Javita hasta las once de la mañana. Un accidente poco importante en sí mismo , pero que hace conocer la exce- siva timidez de los pequeños saguinos ó monos, nos habia retenido algun tiempo en la embo- cadura del Tuamini. Yl ruido que hacen los so- pladores habia de tal modo espantado álos mo- nos que úno de ellos se arrojó al agua, y como los animales de esta especie nadan muy mal, sin duda á causa de ser extremadamente flacos, nos costó mucho trabajo poderle salvar. Tuvímos la satisfaccion de encontrar en Ja- vita un fraile lleno de inteligencia, de razon y afabilidad, que nos obligó á quedar cuatro ó cinco dias en su casa. Esta dilacion era inevi- table para el transporte de nuestra piragua por medio del arrastradero del Pimichin. . En 1755, antes de la expedicion de los límites, mas conocida bajo el nombre de la expedicion 188 i LIBRO VIL de Solano, toda esta comarca, entre las misiones de Javita y San Baltazar, era mirada como depen- diente del Brasil. Los Portugueses se habian ade- lantado desde el Rio Negro, por el portage ó arrastradero del Caño Pimichin, hasta las már- genes del Temi.Un gefe indio llamado Javita, cé- Jebre por los valor y espiritu emprendedor, era el aliado de su Portugueses. Hacia sus incursiones hostiles desde el rioJupura ó Caqueta (uno de los grandes afluentes del Amazona), por el rio Uaupe y Xié, casi hasta las aguas negras del Temi y del Tuamini, á una distancia de mas de cien leguas. Estaba autorizado con una patente por la cual le era permitido « sacar Indios de los bosques para la conquista de las almas,» y se aprovechó ampliamente de esta permision; pero sus in- cursiones tenian un fin que no era enteramente espiritual, y sí el de hacer "poitos (esclavos ) para venderlos á los Portugueses. Cuando el se- gundo gefe de la expedicion de los límites , So- lano, llegó á San Fernando de Atabapo , hizo prender á Javita en una de sus incursiones á las orillas del Temi, tratóle con dulzura y llegó á aso- ciarle, por promesas que no fuéron cumplidas, CAPÍTULO XXIL. 189 á los:intereses del gobierno español. Los Portu- gueses, que ya habian formado algunos estable- cimientos sólidos en aquellas comarcas, fuéron rechazados hasta la parte inferior del Rio Ne- gro; y la mision de San Antonio, que se llama mas comunmente Javita segur el nombre de su fundador indio, fué transplantada mas al norte del nacimiento del Puamini, en el mismo lugar en que se halla: hoy establecida. Áun vivia el viejo capitan Javita' cuando pasámos nosotros: al Rio Negro; él'es, comohemos dicho, un In= dio. de mucho vigor de espirita y de cuerpo; se produce muy bién en castellano, y ha conser- vado siempre una cierta influencia en las nacio- nes vecinas. Nos ha seguido él en todas nuestras herborizaciones, y nos ha dado verbalmente mu- chos. infórmes- tarito mas útiles cuanto que los misioneros le:creen muy verídico. Nos ha asegu- rado que en se juventud' ha visto alimentarse de la carne humana á casi todas las tribus in- dias que habitan las! vastas regiones entre el alto: Orinoco:, el'Rio Negro, el Inirida y el Ju- pura. Los Daricavanas, los Puchirinavis, y los Manitivitanos parecen ser, segun él, las tribus pS 190 LIBRO VII. mas antropofagas, y juzga que este abominable uso dimana de un efecto de venganza entre ellos, pues que solo comen los enemigos hechos pri- sioneros en los combates. Los ejemplos, en que por efecto de crueldad un Indio come sus mas cercanos parientes, como su muger ó su que- rida que le han sido infieles, son como lo yeré- mos mas adelante, sumamente raros. Tampoco se conoce en las riberas del Orinoco la extrava- gante costumbre de los pueblos escitas y mesa- getas, de los Capanaguas del rio Ucayale y de los antiguos habitantes de las Antillas, de hon- rar á los muertos comiendo una parte de su ca- dáver, costumbre que solo tiene lugar, en los dos continentes, entre las naciones que tienen horror de la carne de un prisionero. El Indio de Haiti (Santo Domingo) hubiera creido faltar á la memoria de un pariente, si no hubiese echa- do en su bebida una porcioncita del cuerpo del difunto despues de haberla secado y redu- cido á polvo, como una momia de los Guan- - Chos. Este es bien el caso de decir con un poeta del Oriente « que el hombre es, entre todos los animales, el mas extravagante en sus costum- 4 4 CAPÍTULO XXI. 191 bres y el mas desarreglado en sus inclinaciones. El clima de San Antonio de Javita es extre- madamente llovioso; nos aseguró el misionero que habia visto muy frecuentemente llover cua- tro ó cinco meses sin interrupcion; la tempe- ratura es allí mas fresca que la de Maipures, pero mucho mas cálida que la de Guainia ó Kio Negro. El calor. diario, en el norte de las cata- ratas y en el de la embocadura del Meta, era ge- netilmeñta de 28 á 50” y el de la noche de 25* á 26» Esta diminucion de calor en las orillas del Atabapo, del Tuamini. y del Rio Negro, es debida sin duda á la larga ausencia del sol por un cielo constantemente nublado, y á la evapo- racion de un suelo húmedo. La mayor parte de los Indios de Javita que, en número de 160, pertenecen hoy dia á las na- cipnes de los Poamisanos, Echivanis y Paragi- nis, se ocupan en la construccion de canoas ó piraguas, que ellos fabrican con los troncos de una especie de laurel que los misioneros llaman sasafras y que ahuecan por medio del fuego y de la hacha. La madera de estos árboles,que tie- nen mas de 100 pies de alto, es pajiza, resi- -. 192 LIBRO VII. | nosa', casi incorruptible en el agua y de ar ólor muy agradable. Nosótros la hemos visto en San Fernando, en' Javita, y particularmente en la Esmeralda , en donde se construyén la mayor" parte de las piraguas del Orinoco, porqué los moñtes adyacentes ofrecen los mayores tróncos” de sasafras que se conocen. Págase 4 los Tadios á razon de un duro por cada vara ó media toesa del fornido dela pirágua, es decir, de la parte in- : ferior' y principal, qué és un trondo ya ahue= cado; de modo que la' madera y trabajo del car- pintéro por una canoa, ósea pirágúa de 16 varas de largo , cuésta diez y seis duros; pero'lós cla= | vos, el arreglo y adorios, com los cuales se agranda la piragua, cuestan álo ménos una can tidad doble. Yo he vistó' dar en él alto' Orinoco hasta '4o durós por uña de 48 pies de largó. La':selva, entre Javita y el Caño Pimichim ofrece uña: variedad inmensa de árboles gigan= tescos, ocoteas y verdaderos tawrus (el tercer” grupo de lauríneas, 4 saber, el persea, no ha 'sido' encontradosalvageó silvestre, sino de 1000 toesas' de altura) la amazona arborea * el retini= : Es una nueva especie del género tuligalea de Aublet. En CAPÍTULO XXII. 1193 phy llum secundiflorum, el curvana, el jacio, el iacifate, que tiene la madera encarnada, como el palo del Brasil, el guamufate con her- mosas hojas de calophylum , de siete ú ocho pulgadas de largo, el amyris caraña y el mani. Todos aquellos vegetales (á excepcion de nues- tro nuevo género de retiniphyllum) que tenian mas de 100 á 110 pies de altura, no echan de “sus troncos ramas sino hácia la copa, y tuvimos mucho trábajo para proporcionarnos hojas y flores de ellos. Estas herborizaciones nos causa- ban mas penas que satisfaccion, en medio de las riquezas de la naturaleza. Lo que pudímos recoger nos pareció de poco interes comparán- dolo con todo lo que no podíamos alcanzar. Hacia muchos meses que llovia sin cesar, y M. Bonpland perdió la mayor parte de las mues- estos mismos lugares vegetan la bignonia magnolicefolía , b. jasminifolia, solanum topiro, justicia pectoralis , fara— mea cymosa, piper javitensis, seleria hirtella , echites ja- vitensis , lindsea javitensis , y esta planta curiosa de la fa- milia de las verbenáceas que yo he dedicado á un sabio ilus- tre, M. Leopold de Buch, de cuyos primeros trabajos yo he participado. LIL. 13 e A LIBRO VII. tras que se esforzaba á secar por medio de un calor artificial. En aquellas selvas, en que no hay pinos, ni thuyas , ni taxodvum, ni aun un podocarpus, las resinas, los bálsamos y las gomas aromáti- cas son producidas por los moronobeas, los ici- cas, y los amyris. La cosecha de estas substan- cias gomosas y resinosas es un ramo de comer- cio en la villa de Javita. La resina mas célebre se llama mant ; nosotros hemos visto masas de ella del peso de muchos quintales parecidas á la colofania y al almáciga. El árbol que los Indios paragines llaman mans, y que M. Bonpland cree ser la moronobea coccinea, produce solo una pequeña cantidad de la materia empleada en el comercio de la Angostura. La mayor parte viene del mararo ó carana, que es un amyris. Es bastante notable que el nombre de mant, que Aublet ha'oido de boca de los Indios galibis de Cayena, haya sido encontrado por nosotros en Javita á ¿00 leguas de distancia de la Guyana francesa. La moronobea ó symphonia de Javita produce una resina pajiza, y la carana da una resina sumamente olorosa y blanca como la CAPÍTULO XXII. 195 nieve, pero que se vuelve amarilla donde está pegada á la parte interna de las viejas cortezas. Una pequeña canoa pasa en un dia ó dia y medio desde las aguas del Tuamini á las del Caño Pimichim, que desembocan en el Rio Ne- gro. Como nuestra piragua era muy grande y debia atravesar segunda vez las cataratas, nos fué preciso tomar medidas particulares para disminuir el ludimiento del fondo, por cuya razon el transporte duró mucho mas. Cuatro dias habian transcurrido sin que nuestra pira- gua hubiese llegado aun, y estábamos impacien- tes. «Nada os falta en mi mision, decia el padre Cerezo, teneis bananas y pescado; de noche no sois incomodados por los mosquitos, y cuanto mas tiempo quedeis aquí, mas probabilidad ten- dréis para observar las estrellas de mi pais. Si vuestra embarcacion se quiebra en el portage o arrastradero , darémos otra , é yo habré te- nido la satisfaccion de haber pasado algunas semanas con gente blanca y de razon. Cuando se examina con atencion esta parte de la América, se cree haberse transportado á aquellos primeros tiempos en que la tierra se Zo 19 196 . LIBRO VII. pobló de un año á otro, y se figura asistir al na- cimiento de las sociedades humanas. Vemos en el antiguo mundo que la, vida pastoril prepa- raba á los cazadores para la vida agrícola , y en el nuevo buscamos en vano aquellos desenvol- vimientos progresivos de la civilizacion, aquellos momentos de reposo y aquellas estaciones en la vida de los pueblos. El lujo de la vegetacion es- torba á los Indios en' sus cacerías, y la profun- didad de los rios, que durante meses enteros parecen brazos de mar, se opone á la pesca. Estas especies de rumiantes que constituyen la riqueza de los pueblos del antiguo mundo no se encuentran en el nuevo. El bisonte y el buey almizclado jamas han sido domesticados ; la multiplicacion de los llamas y guanacos no ha despertado alli las costumbres de la vida pasto- ril. En la zona templada , en las riberas del Mi- suri y en la llanura Ó meseta del Nuevo Mé- jico, el Americano no es cazador, pero en la zona tórrida y en los bosques de la Guyana, cultiva la yuca, bananas ó plátano, y algunas veces el maiz. Es tan admirable la fertilidad de la naturaleza que, siendo el campo del indígena CAPÍTULO XXI. 197 un puñado de tierra, para rozarle y benefi- -ciarle basta solo pegar'fuego á sus malezas, y para cultivarle solo se necesita arrojar en la tierra algunos granos ó retoños. Súbase con la imaginacion á los mas lejanos siglos en aquellos espesos bosques 0 selvas, y nos figurarémos las naciones sacando de la tierra la mayor parte de su alimento ; pero como esta tierra produce allí abundantemente en una pequeña extension y casi sin labor, debemos representarnos tambien estos mismos pueblos como mudando á me- nudo de domicilio á lo largo de una misma ri- bera. En efecto el indigena del Orinoco viaja aun hoy dia con sus semillas y transporta sus culturas ó conucos, como el Arabe transporta su tienda de campaña y muda de pasto. Il número de plantas que se encuentran salvages en medio de los bosques prueba las costum- bres nomadas en un pueblo agrícola. ¿Puede estarse sorprehendido que estas costumbres ha- gan perder casi todas las ventajas que resultan, bajo la zona tórrida, de las culturas estaciona- rias y de las cereales que exigen vastos terrenos y trabajos mas continuos? 198 LIBRO VII. Los pueblos del alto Orinoco , del Atabapo y del Inirida no tienen, como los antiguos Ger- manos y los Persas, otro culto que el de las fuerzas de la naturaleza. Llaman al buen princi- pio Cachimana, que esel Manitú y el Gran Es- piritu, que gobierna las estaciones y favorece las recolecciones de los frutos ó producciones. Al lado del Cachimana hay un prigeipio malo, Tolohiamo , que es menos poderoso, pero mas astulo, y mas activo. Guando los Indios de los montes visitan de tiempo en tiempo las mi- siones, les cuesta mucho poderse formar la idea de un templo y una imágen. «Estas pobres gen- tes, decia el misionero , solo gustan de las pro- cesiones exteriores, sobre todo las del campo. Cuando yo celebraba la fiesta patronal desan An- tonio de mi pueblo algunos habitantes de la Irini- da que asistiéron áia misa me dijéron:» Vuestro Dios está siempre“encerrado en una casa como sl fuese viejo y enfermo; cLauéstro está en el bosque, en el campo, y en los montes de Sipapu de donde vienen las lluvias.» En poblaciones mas numerosas, y por lo mismo algo menos bárba- ras, se forman sociedades religiosas de un modo CAPÍTULO XXIL. 199 muy extravagante. Algunos Indios pretenden estar mas instruidos que los demas en lo que toca á la divinidad, y es á ellos á quienes está - confiado este famoso botuto de que he ha- blado antes, y los que le hacen tocar bajo las pal-" mas para que produzcan copiosos frutos. Jn las orillas del Orinoco no existe idolo alguno como entre los pueblos que han permanecido fieles al primer culto de la naturaleza; pero el botuto, esta trompeta sagrada, se ha hecho entre ellos un objeto de veneracion. Para ser iniciado en los misterios del botuto es preciso ser de cos- tumbres puras y haber quedado soltero; los iniciados se sujetan á flagelaciones, ayunos y otros ejercicios penosos; solo hay un pequeño número de estas trompetas sagradas , pero la mas célebre de todas es la que está colocada en una colina cerca del confluente del Tomo y del Gainia, que, dicen ellos, se oye á un mismo tiempo en las riberas del Tuamini y en la mi- sion de San Miguel de Davipe á una distancia de 10 leguas. El padre Cerezo nos aseguró que los Indios hablan del botuto de lomo como de un objeto de yeneracion y de culto comun á 200 LIBRO VIL muchas poblaciones ó colonias inmediatas ; que colocan al rededor de la trompeta sagrada fru- tas y bebidas embriagantes, y que el Grande Espiritu (Cachimana) hace sonar por sí mismo el botuto, ú bien hace manifestar su voluntad por el que está encargado de la custodia del instrumento sagrado. Como estas truhanerías son antiquisimas (de los padres de nuestros pa- dres, dicen los Indios ), no debe espantar que hayan encontrado incrédulos; pero estos no manifiestan, sino por lo bajo, su modo de pen- sar acerca de los misterios del botuto. Es pro- hibido á las mugeres ver el instrumento mara- villoso ; son excluidas de todas las ceremonias del culto, y si una de ellas tiéne la desgracia de ver la trompeta , es muerta sin piedad. El mi- sionero nos contó que en 17098 habia tenido la dicha de salvar á una jóven India que fué acu- sada por ún amante vengativo y zeloso de ba- ber seguido, por un efecto de curiosidad, á los Indios que tocaban el bonito en las plantácio- nes. «No la hubieran muerto públicamente, de- cia el padre Cerezo, ¿pero como substraerla al fanatismo de los indígenas en uh pais en que es / CAPÍTULO XXI. 201 tan fácil dar veneno? La desgraciada jóven me habló de sus fundados temores , é yo la envié á , una de las misiones del bajo Orinoco. » Si los pueblos de la Guyana hubiesen quedado siendo los dueños de este vasto pais, si, sin ser estor- bados por los establecimientos cristianos, pu- diesen seguir libremente el desenvolvimiento de sus bárbaras instituciones, el culto del botuto llegaria sin duda á ser de alguna importancia política, y aquella sociedad misteriosa de ini- ciados, aquellos guardianes de la trompeta sa- grada se transformarian en una casta influyente de sacerdotes, y el oráculo del Tomo formaria pocoápoco un lazo entre los pueblos limitrofes. Asíes como la comunidad del culto (communta sacra), las ceremonias religiosas y los miste- rios han unido, pacificado y quizá civilizado tantos pueblos del antiguo continente. he El 4 de mayo por la noche se nos avisó que un Indio, que arrastraba nuestra piragua por el por- tage del Pimichim, habia sido picado por una culebra, el cual, á pesar de ser un hombre alto y fuerte, habia caido repentinamente sin cono- cimiento, y cuando se le trasladó á la mision 202 * LIBRO VIL | estaba en un estado muy peligroso, y las náu- seas, vértigos y congestiones hácia la cabeza si- guiéron á este estado de desmayo. En aquella época no se conocian todavía en aquellas regio- nes el vehuco de guaco, que M. Mutis ha hecho tan célebre, y que es el remedio mas eficaz contra la mordedura de las serpientes veneno- sas. Muchos Indios acudiéron á la cabaña del enfermo , que fué curado con la infusion de la raiz de mato. Inclínome á creer que esta es una apocimea , quizá la cerbera thevetía que los habitantes de Cumaná llaman lengua. de mato 0 contracutebra, de la cual se sirven tambien contra la mordedura de las serpientes. El 5 de mayo emprendimos nuestro, viage -para seguir á pié nuestra piragua, que al. fin habia llegado por el portage ó arrastradero ai Caño Pimichim,y nos fué preciso vadear un gran número de riachuelos. Estos pasages exi- gen algunas precauciones en razon de las cule- bras que abundan en los pantanos. Los Indios nos enseñáron sobre la greda húmeda el rastro ó huellas de los pequeños: osos negros que son tan comunes en las orillas del Temi, y quelos CAPÍTULO XXIT. 203 misioneros llaman osos carniceros para distin- guirlos del oso palmero y del oso hormiguero ó tamandoa. De estos animales, que son bue- nos para comer, los dos primeros se Aleida poniéndose derechos y sosteniéndose de pté. Los Indios llaman varaca al tamanocer de Buf- fon, que es iracundo y valiente, cosa harto ex- traordinaria en unanimal desdentado. Continuá- mos nuestro viage, y encontrámos algunos claros en el bosque que nos pareció tanto mas rico cuanto mas accesible se nos hacia. Recogímos en él nuevas especies de coffea (el grupo ame- ricano , con hojas paniculadas, forma probable- mente un género particular), el galega pisca- torum , de que los Indios se sirven, como del jacquinia, y de un compuesto del rio Temi, á modo de barbasco, para emborrachar los pe- ces; y en fin la enredadera , conocida en aque- | llas regiones con el nombre de vehuco de ma- vacure , que produce el famoso veneno curare; el cual no es ni un phyliantus , ni UN cortaria, como M. Willdenow habia pensado, pero, segun las observaciones de M. Kunth, es muy proba- blemente un strychnos. Si un viagero, favore- 204 | LIBRO VII. cido como nosotros lo habíamos sido por la hospitalidad de los misioneros, permaneciese un año en las riberas del Atabapo, del Tuamini y del Rio Negro, y otro año en las montañas de la Esmeralda y del alto Orinoco, triplicaria, á no dudarlo, el núméro de los géneros descritos por Aublet y por M. Richard. | Los árboles del bosque del Pimichim conser- van la altura gigantesca de 80 á 120 pies. Los lauríneos y los amyris son los que producen en aquellos ardientes climas la soberbia madera de construccion que, en la costa del nordeste de América, y en las montañas en que el termó- metro baja en invierno, á 20% cent. por bajo zero, se encuentra la familia de los coniferos. Tal es la prodigiosa fuerza de la vegetacion en todas las zonas y en todas las familias de plantas americanas que, bajo los 57” de latitud septen-- triona], en una misma línea isotherme con San Petersburgo y las islas Orkney, el pinus cana- densis ofrece troncos de 150 pies de alto, y de 6 de diámetro. El embarcadero del Pimichim esta rodeado de una pequeña plantacion de cacaoteros. Los CAPÍTULO XXIT. 205 N árboles son vigorosisimos, y alli, como en las riberas del Atabapo y del Guainia, estan carga- dos de flores y frutas en todas las estaciones. Comienzan á producir alli á los cuatro años; pero en las costas de Caracas no dan fruto hasta los seis ú ocho. El terreno de aquellos parages es arenoso Y pantanoso; pero las tierras ligeras del Tuamini y del Pimichim son sumamente productivas *. Cuando se reflexiona que el ca- ' Una extensionde 50 pies cuadrados , plantado dejatropha _ manihok (yuca), produce en Javita á los dos años en el peor terreno una cosecha de 6 tortas de casabe; y en la misma extension de un terreno inmediatamente bueno, produce, en catorce meses, una cosecha de y tortas. Al rededor de los grupos de mauritia (en los palmares morichales), que es un excelente suelo, hay todos los años en un espacio de 5o pies cuadrados una recoleccion de 13 á 14 tortas, que cada una pesa 37, de libra, y cada tres tortas valen generalmente un real de plata ó lg de un peso fuerte. Estos datos me parecen de alguna importancia si se quiere comparar la materia nu- tritiva que el hombre puede sacar en una misma extension de tierra, cubriéndola, bajo diferentes climas, de árboles de pan, de bananas ó plátanos, de jatropha ó yuca, de maiz ; patatas, arroz y cereales. La lentitud de las cosechas de la yuca, tiene, segun yo pienso, una benéfica influencia en las 206 LIBRO VIL. caotero es propio á los bosques de la Parima, al sud de los 6” de latitud septentrional, y que el clima húmedo del alto Orinoco conviene mu- cho mas á este precioso árbol que el aire de las provincias de Caracas y de Barcelona, que de año en año se hace mas seco, incomoda ver esta hermosa parte del mundo entre las manos de frayles que no fomentan ningun género de cultura. Solo las misiones de los observantes po- drian abastecer anualmente al comercio 50,000, fanegas * de cacao, cuyo valor en Europa as- cenderia á mas de seis millones de francos. Al rededor de los conucos del Pimichin vegeta en el estado salvage la ¿gua, árbol que se semeja al caryocar nuciferum , que se cultiva en las Guayanas holandesa y francesa, y que, con el almendron de mariquita (caryocar amygda- liferum), con la juvia de la Esmeralda (ber- tholletría excelsa) y geo ffrea del Amazona, pro- duce las mas estimadas almendras de la Amé- costumbres de los indígenas; los fija y apega al suelo, obli- gándolos á permanecer mas largo tiempo en un mismo sitio. ' Una fanega pesa 110 libras de Castilla : valuamos las cien libras a 120 francos. CAPÍTULO XXIL. 207 rica del sud. Allí no se hace comercio alguno de ¿gua , pero yo he visto llegar á las costas de la Tierra Firme buques procedentes de Dema- rury, cargados de frutas del caryocar tomen- tosum , que es la pequea tuberculosa de Au- blet. Estos árboles, que tienen hasta 100 pies de elevacion, ofrecen, por la hermosura de su corola y la multitud de sus estambres 0 hebri- llas , un aspecto magnifico. Despues de haber examinado bien el fondo de nuestra piragua nos embarcámos el 6 de mayo al salir el sol, y aunque la canoa se habia adel- gazado en el portage ó arrastradero, no habia sido sin embargo hendida ó abierta como sucede erdinariamente; y contabámos resistiria aun á la navegacion de 300 leguas que teníamos que hacer para bajar el Rio Negro, subir el Casiquiare, y volver á bajar el Orinoco hasta la Angostura. El Pimichin, que ellos llaman caño, tiene la an- chura del rio Sena; pero algunos arbolitos que se crian en el agua, corrosoles, anonas y acras, estrechan de tal modo el rio, que solo queda un canal abierto de 15420 toesas. Este caño, que es navegable durante todo el año, tiene un / 200 LIBRO Vil. solo raudad que es bastante difícil de subir, y cuyas orillas son bajas, pero peñascosas. Des- pues de haber seguido durante cuatro horas y media las tortuosidades de aquel estrecho ca- nal, entrámos en fin en el Rio Negro ?. Despues de tanto como habíamos sufrido hasta aquí, creo me será permitido hablar de la satisfaccion que experimentámos cuando llegá- mos á los afluentes del Amazona, despues de haber pasado el istmo que sépara dos grandes sistemas de rios, de habernos asegurado de poder llenar el mas importante objeto de nues- tro viage, que era el de determinar astronómi- camente el curso de este brazo del Orinoco que entra en el Rio Negro, y cuya existencia hace * En el mapa del Orinoco, que M. Surville ha hecho para la obra del P. Caulin, y que es el mas moderno de cuantos han precedido hasta mi Mapa itinerario, se ha confundido el Pimichim con el Itinivini ó Conorichite, que es un brazo del Casiquiare. La Cruz, que habia trabajado antes que Sur- ville en los materiales recogidos por Solano, ha conocido muy bien el Pimichim. Este es un punto muy importante para las comunicaciones de las misiones del Rio Negro con la parte de las costas en que se halla la cabeza del gobierno. CAPÍTULO XXIH.. 209 medio siglo ha sido negada por unos y aprobada por otros. Estas inhabitadas orillas del Casi- quiare, cubiertas de montes, y sin memoria de los tiempos pasados , ocupaban entónces mi imaginacion En aquel interior del nuevo con- tinente, casi se acostumbra uno á mirar al hom- bre como no esencial al órden de la naturaleza. La tierra está sobrecargada allí de vegetales; nada detiene el libre aumento ó progresos de estos, y una inmensa capa de terreno manifiesta la no interrumpida accion de las fuerzas orgá- nicas. Los cocodrilos y las boas son los dueños del rio : el jaguar, el pécari, la danta y las mo- nas atraviesan el monte sin temor y sin riesgo , y se establecen en él como en una antigua he- redad. Este aspecto de una naturaleza animada, en que el 'hombre no es nada, tiene algo de extraño y de triste. En el Océano y en las arenas de la Africa se acostumbra uno con trabajo, aunque en aquellos lugares en que nada re- cuerda nuestros campos, nuestros bosques nuestros rios, no admire tanto la vasta soledad que se atraviesa. IS TT. ' ¿ VUAYVE VUVY UVYVAILVULIVADMUAIDA LUV LLO UVA IA RUANDA UY Í CAPÍTULO XXIIL Ro Negro. — Límites del Brasil. — Casiquiare. — Ramifi- cacion ó separacion del Orinoco. El Rio Negro, comparado con el Amazona, con el Rio de la Plata y el Orinoco , no es máas que de segundo órden. Su posición ha sido ha- ce muchos siglos «le un gran interes politico pa- ra el gobierno español, porque: ofrece á una potencia rival, el Portugal, un paso fácil para introducirse en las misiones de la Guyana, y " para inquietar la capitanta general de Caracas en sus límites meridionales. La diferencia de tiempo y el grado de civilizacion de los pueblos se ha apoyado con la autoridad soberana del papa ú con los socorros de la astronomía. Como habia generalmente mas interes en prolongar la lucha que en terminarla, las ciencias náuticas y la geografía del nuevo continente son las que por sí solas aventajan en este interminable pro- | CAPÍTULO XXIIL. 211 ceso *. Todo el mundo tiene aun presente la in- fluencia que han tenido las bulas de los papas Nicolas V y Alejandro VI, el tralado de Tordesi- llas y la necesidad de fijar la línea de demarca- cion, el ardor con que se ha tratado resolver el problema de las longitudes, corregir las efe- mérides y perfeccionar los instrumentos. Guando los negocios del Paraguay y la posesion de la co- lonia del Sacramento llegáron á ser de grande importancia para las dos cortes de Madrid y Lisboa, se enviáron comisarios de limites al Orinoco, al Amazona y al Rio de la Plata. Al lado de gentes ociosas que llenaban los ar- chivos con protestaciones y sumarias habia tam- bien algunos ingenieros instruidos, y algunos_ oficiales de marina versados en los métodos, ca- paces de fijar lejos de las costas la posicion de los lugares. Lo poco que sabíamos hasta fines del siglo último, acerca dela geografía astronó- mica del interior del nuevo continente, se debe á hombres estimables y laboriosos, á los acadé- * Ulloa, Dissertac. histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcacion. Madrid, 1749, pág. 1. Salazar, De los | 2 e ZA progresos de la navegacion en España , pág. 115. 14 212 LIBRO VII. micos franceses y españoles que midiéron el meridiano de Quito, y á oficiales* que se diri- giéron de Valparaiso á Buenos Aires para uni: se: á la expedicion de Malaspina. El Rio Negro y el Jupura son dos afluentes del Amazona, comparables en largura al Da- nubio, y cuyas partes superiores pertenecen á los Españoles, al paso que las inferiores estan ocupadas por los Portugueses. En estos dos magestuosos rios, la poblacion se ha reunido donde está mas próxima al centro de la mas an- tigua civilizacion. Las orillas del alto Jupura 0 Caqueta han sido cultivadas por misioneros que han bajado de las Cordilleras de Popayan y de Neiva. Los establecimientos cristianos se han multiplicado muchísimo desde Mocoa hasta la embocadura del Caguan, mientras que los Portugueses apénas han fundado algunas aldeas en el bajo Jupura. Los Españoles no han po- dido rivalizar con sus vecittos en el Rio Negro. ¿Como estribarsejen una poblacion tan distante como la de la provincia de Caracas ? Montes y | * Don José de Espinosa y don Felipe Bauzá/ CAPÍTULO XXIH, 213 bosques casi desiertos separan , á 160 leguas de distancia, la parte cultivada del litoral de las cuatro misiones de Maroa, de Tomo, de Da- vipe y de San Carlos, las únicas que los frailes españoles de san Francisco han podido esta- blecer lo largo del Rio Negro. El régimen mili- tar, el sistema de presidios y capitanes pobla- dores ha prevalecido entre los Portugueses del Brasil sobre el régimen de los misioneros. El Gran Pará está sin duda muy distante ' de la em- bocadura del Rio Negro, pero la facilidad con que se navega sobre el Amazona, que se extiende como un inmenso canal en una misma direc- cion del este al oeste, ha permitido á la pobla- cion portuguesa de propargarse rápidamente - ¿lo largo del rio. Las márgenes del bajo Mara- ñon desde Vistosa hasta Serpa , igualmente que las del Rio Negro, desde Forte da Bara hasta San José de Maravitanas, estan adornadas de ricas culturas y cubiertas de un gran número de villas y aldeas de consideracion. Cuando al dejar las cuestas de Venezuela * En linea recta, de 150 leguas. 214 LIBRO VII. (donde, como en la Havana y en el resto de las islas, Antillas se ocupan diariamente de la po- lítica comercial de Europa ) se camina hácia el sud, se conoce que cada dia y con una rapidez extraordinaria se aleja unó de cuanto tiene re- lacion con la madre patria. Todo es allí de ún intereslocal, que, como dicen los religiosos, está reducido á los asuntos de la comunidad, « es- tas selvas que Dios nos manda habitar. » Este circulo de ideas algo estrecho , pero bastante triste, seensancha cuando se pasa del alto Ori- noco al Rio Negro y se aproxima á las fronteras del Brasil, en donde el demonio de la política europea parece ocupar todos los espíritus. El pais inmediáto, que se extiende del otro lado del Amazona, no se llama, en idioma de las misiones españolas, ni Brasil, ni caprtanta general del Gran Pará, sino el Portugat. Los Indios bronceados, y los mulatos que he visto su- bir de Barcelos al fortin español de San Carlos , son portugueses. Estas denominaciones se en- cuentran en la boca del pueblo hasta las costas de Cumaná. Si los Españoles y Portugueses, dos pue- CAPÍTULO XXIUI. 210 blos que son limitrofes, se han hecho igual. mente vecinos en el nuevo continente , deben este estado de cosas, por no decir esta desven- taja, al espiritu emprendedor y á la valerosa ac- tividad que uno y otro desplegáron en la épo- ca de. su gloria militar y de su grandeza política. La lengua castellana se habla hoy dia en las dos Américas sobre una extension de 1,900 leguas de largura; sin embargo, considerando aparte la América meridional, se encuentra en ella la lengua portuguesa extendida en un mayor es- pacio de terreno y hablada por un menor nú- mero de individuos que la castellana. Diriase que el vinculo íntimo con que estan unidas las hermosas lenguas de Camoens y Lope de Vega no ha servido sino para alejar mas dos naciones vecinas á pesar suyo. Los odios nacionales no se modifican únicamente segun una diversidad de origen, de costumbres y progresos en la ci- vilizacion; en cualquier parte en que estan en «vigor se les debe considerar como el efecto de la posicion geográfica y de los intereses opuestos que de ellos resultan. Detéstanse algo menos cuando estan mas distantes, y cuando teniendo 216 LIBRO VII. lenguas radicalmente diferentes no se trata ni aun de ponerse en relacion. Los viageros que han recorrido la Nueva California , las provin- cias internas de Méjico y las fronteras sep- tentrionales del Brasil, se han admirado de es- tas diferencias en las disposiciones morales de los pueblos limítrofes. Este es el lugar de hablar de los manantiales del Rio Negro que han sido desde tan largo tiempo un objeto de contestacion entre los geógrafos. El interes que presenta esta cuestion no solamente es el que tiene relacion con el orí- gen de todo rio caudaloso, sino que depende de una multitud de cuestiones que abrazan las pretendidas separaciones del Gaqueta , las co- municaciones entre el Rio Negro y el Orinoco y el Mytho local del Dorado llamado en otro tiempo Enim ó Imperio del Grande Paytiti. Queriendo conservar en mi obra el carácter de una obra de ciencias, no debo temer tratar de los objetos sobre los cuales puedo lison- jearme de dar algunas luces, á saber, Jos ma- nantiales del Rio Negro y del Orinoco, su co- municacion con el Amazona , y el problema del CAPÍTULO XXI. 207 terreno aurifero, que tantas lágrimas y tanta sangre ha costado 4 los habitantes del nuevo mundo. Presentaré estas cuestiones á medida que mis diarios de ruta me conduzcan hácia los lugares en que mas las han agitado los mis- mos habitantes. | La certeza que han adquirido los geógrafos desde el siglo décimo sexto sobre la existencia de muchas ramificaciones y separaciones, y sobre la mutua dependencia de diversos sistemas de rios enla América meridional, les ha hecho ad- mitir una íntima dependencia entre los cinco vertientes mayores del Orinoco y del Amazona, á saber, el Guaviare, el Inirida, el Rio Negro, el Caqueta ó Hyapura y el Putumayo o Iza. Estas hipótesis, que nuestros mapas representan bajo «formas diferentes, han nacido unas en las mi- siones de los llanos, y otras á la espalda de la Cordillera de los Andes. Cuando se viaja de Santa Fe de Bogota por Fusagasuga á Popayan y a Pasto, se oye decir á los montañeses que los páramos de la Suma Paz, de Iscance y de Aponte dan nacimiento, por la colina oriental, á todos los rios que atraviesan las selvas de la 218 LIBRO VI. 2 Guyana entre cl Meta y el Putumayo. Como to- mah los afluentes por el tronco principal y pro- Jongan el curso de todos los rios hasta la cadena de las montañas, se confunde los nacimientos del Orinoco, del Rio Negro y del Guaviare. La extrema dificultad con quese baja la cuesta es- cabrosa de los Andes hácia el este, las trabas que una limitada politica ha puesto al comercio con los llanos del Meta, de San Juan y del Ca- guan, el poco interes que se tiene en seguir es- tos rios para explorar sus ramificaciones, todas estas circunstancias han aumentado las incer- tidumbres geográficas. Hé aqui lo que con certeza sabemos acerca de la posicion de los manantiales al pié de las Cordilleras, entre 4% 20 y 1910" de latitud norte. Detras del páramo de Suma Paz nace el rio de” aguas blancas que, con el Pachaquiaro ó Rio Negro de Apiay, forma el Meta: mas al sud es- tá el vio Ariari que es uno de los afluentes del Guaviare, cuya embocadura he visto yo cerca de San Fernando de Atabapo. Siguiendo la es- palda de la Cordillera hácia la ceja y el pára- mo de Aponte, se encuentra el rio Guyavero, X CAPÍTULO XXI, 219 que pasa cerca del pueblo de Aramo, y que se reune al Ariari, por bajo de cuyo confluente toman los dos rios el nombre de Guaviare. Al sudoeste del páramo de Aponte, al pié de las “montañas y cerca de Santa Rosa, nacen el rio Ca- queta y sobre la misma Cordillera el rio de Mo- coa , célebre en la historia de la conquista. Es- tos dos rios, que se reunen un poco mas arriba de la mision de San Agustin de Nieto, forman el Japura 0 Caqueta. Los manantiales del rio de Mocoa estan separados por el cerro del Por- tachuelo, montaña que se eleva sobre la mis- ma meseta de las Cordilleras, del lago Sienega que es el origen del rio Putumayo 0 Iza. Ki Meta, Guaviare, Caqueta y Putumayo son por consecuencia los únicos grandes rios que nacen inmediatamente de la ladera oriental de los An- des de Santa Fe, de Popayan y de Pasto. El Vi- chada, Zama, Inirida, el Rio Negro, el Uaup e y el Apoporis , que nuestros mapas hacen tambien subir al oeste hasta las montañas, nacen lejos de ellas, ya sea en las sávanas entre el Meta y el Guaviare, Ó ya sea en pais monta- ñoso que, segun los informes que los indigenas 220 LIBRO Vit. me han dado, comienza á cuatro ú cinco jor- nadas de distancia al oeste de las misiones de Ja- vita y de Moroa y se extiende por la Sierra Tunuhi del otro lado del Xie hácia las orillas del Isana. El clima del alto Guainia es menos cálido y quizá algo menos húmedo que el clima de las orillas del Tuamini. Yo he encontrado la tem- peratura del agua del Rio Negro en el mes de mayo de 23” y ¿siendo el aire, de dia, de 22%; y de noche, 21” 8' de del termómetro centigrado. Esta frescura de aguas, casi idéntica á la del rio Congo, es bien notable en esta proximidad del ecuador. El Orinoco, entre los cuatro y ocho grados de latitud, tiene generalmente de , 27 5 a. 295 de temperatura. Los manantiales que salen del granito, en Maipures, estan á 27" 8”. Esta diminucion de calor que se observa al aproximarse al ecuador está singularmente con- forme con las hipótesis de algunos físicos de la antigúedad; no hay sin embargo mas que un fenómeno local y menos debido/á la altura del terreno que á un cielo constantemente llovioso y nebuloso , á la humedad del suelo, á la espe- sura de los bosques, á la evaporacion de los ve- A ra CAPÍTULO XXIIL. 0 Y getales y á la falta de playas arenosas capaces de concentrar el calórico y comunicarle por medio del brillo. La influencia de un cielo cubierto de vapores se manifiesta cn la banda litoral del Perú, donde jamas llueve y donde el sol, durante una gran parte del año, en la época de la garua se presenta á la vista como el disco de la luna. Entre los paralelos de 10” y 12% de latitud austral, la temperatura media apénas es mas elevada que en Argel y en el Cairo, En las orillas del Rio Negro llueve casi todo el año, menos en los meses de diciembre y enero, y aun en la estacion de sequedad raramente se ve el azul del cielo durante dos 0 tres dias con- secutivos. En un tiempo sereno, el calor pa- rece tanto mas grande cuanto que en el resto del año, aunque la temperatura nocturna sea de 21*los habitantes se quejan del frio, durante la noche. He repetido en San Carlos las expe- riencias que habia hecho en Javita sobre la can- titad de agua llovediza que cae en un espacio de tiempo dado. Estas obsevaciones son impor- tantes para explicar las enormes crecidas de los rios inmediatos al ecuador, que durante largo: 222 LIBRO VIT. tiempo se ha creido recibian las aguas de nieve de las Cordilleras. He visto caer, en diferentes épocas , en el espacio de dos horas, 7, 5 lineas; en tres horas, 18 lineas; en nueve horas 48, a líneas. Como llueve sin interrupcion ( la lluvia es fina, pero muy densa ), he creido que la can- titad de agua que cae anualmente en estas sel- vas no puede ser menos de goá 100 pulgadas. La exactitud de esta valuacion, aunque parezca extraordinaria, ha sido confirmada por Jas ob- servaciones hechas con mucho esmero en el reino de Nueva-España por el coronel de inge- nieros M. de Costanzo. En los meses de ju- lio, agosto y setiembre de 1803, cayéron en Vera Cruz 35 pulgadas y 2 líneas ( pié de rey); y en todo el año.62 pulg. 2 lineas de agua llo- vediza. Sin embargo hay una gran diferencia entre el clima de las peladas y áridas costas de Méjico y el de los montes. En los meses de di- ciembre y enero no cae una gota de agua en las costas; y en los de febrero, abril y mayo solo llueve de 2 pulg. á 3 pulg. y 3 lín.; pero en San Carlos al contrario la atmósfera parece resol- verse en agua durante pueve á diez meses se- A CAPÍTULO XX1HL. 293 guidos. En estos climas húmedos se cubriria la tierra, en el espacio de un año, de una capa de agua de 8 pies de altura, si no hubiese en ellos evaporacion y destilacion de aguas. Estas lluvias ecuatoriales que alimentan los magestuosos rios de la América son acompañadas de explosiones eléctricas, y al paso que en la extremidad de es- le mismo continente y en la costa occidental de Groenland no se oye ni una sola vez el ruido del trueno. durante cinco ó seis años, las tem- pestades, cerca del ecuador, reinan casi diaria- mente. El color del agua del Rio Negro es mas obs- curo que el del Atabapo y del Tuamini. Yo mismo me he admirado al ver que la mezcla de las aguas blancas del Casiquiare altere tan poco el color de las que estan por bajo del fortin de San Carlos. El autor de la Corografía moder- na del Brastl dice con razon que el rio tiene un color de sucino donde es poco profundo, y ne- gro donde es sumamente hondo. El nombre de Curana que los indígenas dan al bajo Guainia significa tambien agua negra. La union del Guai- nia ó Rio Negro con el Amazona es considerada 224 LIBRO Vil. de talimportancia en el Gobierno del Gran Pará, que el Riode las Amazonas pierde su nombre al oeste del Rio Negro y toma el de Rio dos So- limoes, y al oeste del Ucayale el Amazona se llama Ro Maranhao. Las orillas del alto Guai- nia son generalmente mucho menos pobladas de pájaros pescadores que las del Casiquiare, del Meta y del Arauca, donde los naturalistas ornitólogos encontrarian con que enriquecer prodigiosamente las collecciones de Europa. Esta escasez de animales proviene sin duda de la falta de bancales y playas y de la calidad de las aguas negras que, en razon de su misma | pureza, ofrecen menos alimentos á los insectos acuáticos y á los peces. Á pesar de esta esca- sez los Indios de aquellas regiones se alimen- tan , en dos épocas del año, de los pájaros de paso que en sus dilatadas emigraciones descan- san en las aguas del Rio Negro. Cuando el Ori- noco comienza á experimentar sus primeras crecidas, es decir despues del equinoccio de la primavera, una cantitad innumerable de patos carreteros se dirigen desde los 8* y 3” de latitud boreal á los 1? y 4” de latitud austral hácia el CAPÍTULO XXIIL. 225 sud sudeste. Estos animales abandonan entónces el valle del Orinoco, sin duda porque la'pro- fundidad creciente de las aguas y la inundacion de las playas les impiden coger los peces, los insectos y los gusanos acuáticos, que se les mata por millares cuando vienen á atrevesar el Rio Negro. Yendo hácia el ecuador, estas aves son muy gordas y sabrosas; pero cuando, en el mes de setiembre, el Orinoco disminuye, los patos advertidos sea por la voz de los mas experi- mentados pájaros de paso, ó sea por este senti- miento interior que se llama instinto, porque mo se le sabe definir, vuelven del Amazona y del Rio Branco hácia el norte; en cuya época estan demasiado flacos para poder exci- tar el apetito de los Indios del Rio Negro; y es- capan con tanto mas facilidad á sus persecu- ciones, cuanto que estan acompañados de una especie de garza real (gavanes ) que ofrece un alimento excelente. Ásí es como los indigenas comen patos en marzo, y garzas en setiembre; pero no han sabido decirnos que es lo que su- cede de los gavanes en tiempo de las crecidas del Orinoco, y porque no acompañan á los pa- IM - ] 15 226 LIBRO VIII. tos carreteros en su emigracion del Orinoco al Rio Branco. Estos viages regulares de los pá- jaros de una á la otra parte de los trópicos, en una zona que ofrece durante todo el año una misma temperatura, son fenómenos bastante extraordinarios. Las costas meridionales de las islas Antillas reciben tambien todos los años, en la época de las inundaciones de los grandes rios de Tierra Firme, numerosas bandas de pájaros pescadores del Orinoco y de sus afluentes. Es preciso creer que las variaciones de sequedad y humedad influyen en la region equinoccial so- bre las costumbres de los.animales, como lo ha- cen en nuestros climas las grandes mudanzas de la temperatura. Los calores del estío y la caza de los insectos llaman á los colibrís en las par- tes septentrionales de los Estados Unidos y en el Canadá hasta hácia los paralelos de Paris y Ber- lin, del mismo modo que una mayor facilidad de la pesca atrae los pájaros palmipédes y los zancudos del norte hácia el sud, y del Orinoco hácia el Amazona. Nada es mas maravilloso, ni menos aclarado bajo el concepto geográfico, como la direccion, la extension y el término de os viages de los pájaros. CAPÍTULO XXIII. | 227 Tan luego como hubímos entrado por el Pi- michim en el Rio Negro y pasado la pequeña ca- tarata que se encuentra en cl confluente de los dos rios, descubrimos á un cuarto de legua de distancia la mision de Moroa. Este pueblo, que tiene 150 Indios, ofrece un aire de conve- niencia y de prosperidad que nos chocó agra- dablemente. Alli comprámos algunas hermosas especies vivas de tucan ( piapoco ), pájaro ani- moso, cuya inteligencia se desenvuelve como la de nuestros cuervos domésticos. Por cima de Moroa pasámos á nuestra derecha la emboca- dura del Aquio y la del Tomo. En las márgenes ' de este último rio habitan los Indios cheruvi- chahenas, de los cuales yo he visto algunas fami- lias en San Francisco Solano ; este rio es tam- bien notable por las comunicaciones clandestinas que proporciona con las posesiones portu= guesas. El Tomo se acerca al rio Guaicia (Xie), y la mision del Tomo recibe algunas veces, por esta via, á los Indios fugitivos del bajo Guainia. Llegámos despues de dos horas de navegacion desde la embocadura del Tomo á la pequeña mi- sion de San Miguel de Davipe, fundada en 1773, 19* 228 LIBRO VII. no por los religiosos, sino por un teniente de milicias llamado don Francisco Bobadilla. El padre Morillo, misionero del lugar, en cuya ca- sa pasámos algunas horas, nos recibió con mu- cha hospitalidad y aun nos ofreció vino de Ma- dera; pero nosotros hubiéramos preferido, como objeto de lujo de mesa, un poco de pan de tri- go; pues que la falta de este articulo es mucho mas sensible al cabo de algun ea que la de una bebida alcoholica. En Davipe comprámosalgunas provisiones so- bre todo gallinas y un lechoncillo. Esta compra era de un gran interes para nuestros Indios que hacia largo tiempo no habian comido carne, y nos apresuráron á partir para llegar con tiempo á la isla de Dapa, en donde debia matarse y asarse el cochinillo durante la noche. Un poco mas arriba de la mision de Davipe re- cibe el Rio Negro un brazo del Casiquiare, cuya existencia es un fenómeno bien notable en la historia de las ramificaciones de los rios. Este brazo sale del Casiquiare, al norte de Vasiva, con el nombre de Itinivini, y despues de haber atra- vesado sobre 25 leguas de largo un pais llano | CAPÍTULO XXI. 229 y casi enteramente desprovisto de habitantes , se arroja en el Rio Negro bajo el nombre de Co- norichite, el cual me ha parecido tener cerca de su embocadura mas de 120 toesas de anchura, y aumenta el volúmen de las aguas negras con una gran cantitad de aguas blancas. El rio Conorichite o ltinivini ha represen- tado en otro tiempo un papel muy importante en el comercio de esclavos que hacian los Portu- gueses en el territorio español. Los mercaderes ú comerciantes de esclavos subiéron por el Casi- quiare y el Caño Mee al Conorichite, y de allí condujéron sus piraguas por un portage ó ar- rastradero á las Rocherás de Manuteso para entraren el Atabapo, camino que he indicado yo en mi Mapa itinerario del Orinoco. Este abominable comercio ha durado hasta el año 1756, en que la expedicion de Solano y el esta- blecimiento de las misiones en las orillas del Kio Negro le han hecho cesar. ] Despues de haber dejado la embocadura del Conorichite y la mision de Davipe, llegámos al ponerse el sol á la isla de Dapa, situada en me- dio del rio en una posicion pintoresca, en la aj0 LIBRO VII. cual encontrámos, con grande admiracion nues- tra, algunos terrenos cultivados y una cabaña india en la cima de una pequeña colina. Cuatro indigenas estaban sentados al rededor de una hoguera de malezas comiendo una especie de masa blanca salpicada de motitas negras que excitó mncho nuestra curiosidad. Esta masa era lo que llaman vachacos y que se compone de gruesas hormigas, cuya parte posterior se pa- rece á una bolade manteca, que secan y curan al humo, y de que tenian aun muchos sacos colgados sobre la lumbre. Estas pobres gentes hacian poca atencion de nosotros , no obstante de haber en aquella estrecha cabaña mas de catorce personas que dormian en cueros en hamacas colocadas unas sobre otras; pero cuando el padre Zea llegó le recibiéron con grandes de- mostraciones de alegria. Hay en el Rio Negro á causa de la custodia de las fronteras un número mayor de militares que en las orillas del Ori- noco, y como en cualquier parte donde hay frai- les y soldados se disputan entre sí el poder so- bre los Indios , estos sin embargo son siempre mas adictos á los frailes. Preguntámos, por me- CAPÍTULO XXI. 231 dio. de un intérprete, á dos mugeres jóvenes que bajáron de su hamaca para prepararnos tortas de casabe , si el suelo de la isla era fértil, y nos respondiéron que aunque la tierra no producia yuca era sinembargo buena para las. horma- gas, y que no faltaba allí con que alimentarse. Estosvachacos proveen en efecto ála subsistencia de los. Indios en el Rio Negro y en el Guainia en donde no se comen. las hormigas por golosina, sino porque, segun la expresion de los misio- neros, la manteca de las hormigas ( la parte blanca del. abdomen ) es un alimento muy sub- stancial. Cuando las tortas de casabe estuviéron preparadas, el padre Zea, cuya calentura pare= cia mas bien excitar que disminuir el apetito, se hizo traer un saquito lleno de vachacos ahu- mados : mezcló los insectos machacados con la harina. de yuca y nos instó á probarla. Esto se parecia algo á.la manteca mezclada con miga de pan : y aunque la. yuca no tenia un gusto ácido sin embargo un resto de las preocupaciones eu- ropeas nos impidió suscribir á los elogios que el buen misionero daba álo que él llamaba un ex- celente pastel de hormigas. 232 LIBRO VIII. Mucho tiempo antes de rayar el alba dejámos la isla de Dapa, y á pesar de la rapidez de la corriente y el ahinco de nuestros remeros, tu- vimos doce horas de navegacion hasta llegar al fortin de San Carlos del Rio Negro, dejando á la izquierda la embocadura del Casiquiare, y 4 la derecha la pequeña isla de Cumarai. Nos hospedámos en San Carlos en casa del co- mandante del fuerte, que es un teniente de mi- licias. De lo alto de una galería ó azotea de la casa se gozaba de una vista muy agradable sobre tres larguisipnas islas cubiertas de una espesa ve- getacion. El rio se dirige tan rectamente del norte al sud como si su hueco hubiese sido ca- vado por la mano del hombre. El cielo constan- temente cubierto y nebuloso da dá aquellas comarcas un carácter grave y sombrio. Encon- trámos nosotros en el pueblo algunos troncos de juvia , que es el magestuoso vegetal que produce las almendras triangulares, llamadas en Europea almendras del Amazona, y que noso- tros hemos hecho conocer bajo el nombre de bertholletía excelsa. Los árboles que las produ- cen tienen, á los ocho años, 30 pies de altura. | CAPÍTULO XXIIL. | 855 Todo el aparato militar de esta frontera con- sistia en 17 hombres, diez de los cuales estaban destacados para la seguridad de los misioneros vecinos. Es tal alli la humedad del aire que no | habia cuatro fusiles en estado: de hacer fuego. Los Portugueses tienen en el fuerte de SanJosé de Maravitanos de 25 430 hombres mejor vestidos y mejor armados. En la mision de San Carlos solo encontrámos una garita, casa cuadrada fa- bricada de adobes que contenia seis piezas de campaña. El fortin, ó como dicen allí, el cas- tillo de San Felipe, está situado enfrente de San Carlos, en la orilla occidental del Rio Ne- gro. El comandante escrupulizaba enseñarnos la fortaleza á-M. Bonpland y á mi; bien es ver- dad que nuestros pasaportes expresaban la facultad de medir las montañas y hacer opera- ciones trigonométricas sobre el terreno, en cual- quier parte que yo lo juzgase á propósito , pero no el ver lugares fortificados. Toda la obra con- tenia 140 19 piezas de cañon,la mayor parte desmontadas y guardadas por dos soldados. Al rededor del fortin hay tres ó cuatro cabañas indias, que es lo que llaman el lugar 6 pueblo 25h LIBRO VIIL, de San Felipe; y para hacer créer al ministerio de Madrid cuanto se aumentan estos. estableci- mientos cristianos tienen para el pretendido pueblo registros separados de parroquia. Los viveres son excesivamente caros en las orillas del Rio Negro, porque no se cultiva sino muy poca yuca y bananas, y porque el rio ( co-. mo todos los de aguas negras y claras)tiene muy. pocos peces. Las mejores provisiones vienen de- los establecimientos portugueses del Rio Negro, donde reina mas industria y mas comodidad en- tre los Indios, y sin embargo el comercio con los Portugueses apénas es un objeto de impor- tacion de dos mil duros. Bajo un régimen di- ferente del que hemos hallado en aquellas comar- eas, producirá el Rio Negro añil, cacao, café,, maiz y arroz en abundancia. Como desde la embocadura del Rio Negro al Gran Pará se navega en 20 6 25 dias, no hu- biéramos necesitado mucho mas tiempo para bajar el Amazona hasta las costas del Brasil, que para volver, por el Casiquiare y el Ori- noco, á las costas septentrionales de Caracas. Supímos en San Carlos que nos era á la sazon CAPÍTULO XXIIL 235 muy difícil poder ir de los establecimientos españoles á los de los Portugueses, en razon de las circunstancias politicas; y solo á nuestro re- greso á Europa conocimos toda la extension del peligro á que nos hubiéramos expuieto , si hubiésemos avanzado hasta Barcelos. Se habta sabido en el Brasil, quinzá por los diarios, cuyo benéfico é indiscreto zelo ha sido funesto á los viageros, que yo habia ido á visitar las misiones del Kio Negro y examinar el canal natural que reune dos grandes sistemas de rios. Entre Jos Portugueses que encontrámos en San Carlos habia muchos militares que habian es- tado en Barcelos y enel GranPará. Voy á reunir aquí cuanto he podido saber acerca del curso del Rio Negro. Como se sube muy rara vez del Amazona, mas allá de la embocadura del Caba- buri, rio célebre por la cosecha de la zarzapar- rilla, todo cuanto se ha publicado últimamente sobre la geografía de aquellas regiones es su- mamente confuso. Bajando el Guainia ó Rio Negro, se pasa á la derecha el Caño Maliapo, y á la izquierda los Caños Dariba y Eny. A cinco le- - guas de distancia, por consiguiente casi por 1* 236 LIBRO VIII. 58" de latitud boreal, se encuentra la isla de San José quesereconoce provisionalmente (pues que en esteinterminable proceso de los límitestodo es provisional) como extremidad meridional de las posesiones españolas. Un poco mas abajo de es- ta isla, en un sitio en que hay muchos naran- jos que se han hecho salvages se manifiesta una pequena roca de 200 pies de elevacion con una caverna llamada por los misioneros la Glo- aieta de Gucuy, que recuerda memorias poco agradables, porque es alli donde Cucuy, el gefe de los Manitivitanos, de quien hemos hablado mas arriba ', tenia su serrallo de mugeres, y donde, para decirlo de una vez, por una predi- leccion particular, se comia las mas hermosas y mas gordas. Yo no dudo que Cucuy fuese algo antropófago; esto es, dice el padre Gili con la ingenuidad de un misionero americano, « una mala costumbre de estos pueblos por otra parte tan dóciles y tan buenos; » pero yo debo añia- 1 Aun se conserva en San Carlos un instrumento de mú- sica, una especie de tamboron, adornado con pinturas in- dias muy rústicas y toscas, que tienen relacion con las ha- zañas de Cucuy. CAPÍTULO XXIIL. . 237 dir en obsequio de la verdad que la tradicion del serrallo y de las orgias de Cucuy está mas propagada en el bajo Orinoco que en las ori- llas del Guainia. En San Carlos se desecha hasta la sospecha de una accion que de- grada la naturaleza ¿ Será acaso porque el hijo de Cucuy , que se ha hecho cristiano, y: que me ha parecido un hombre inteligente y civilizado,es hoy dia capitan de Indios en San Carlos? Mas abajo de la Glorieta siguen en el terri- torio portugues, el fuerte de San José de Ma- ravitanos, los pueblos de Joao Baptista Mabbe, San Marcelino, (próximo 'á la embocadura del Guaicia 6 Vexia de que ya hemos hablado muchas veces), Nossa Senhora da Guya, Boa- vista, cerca del rio Jeanna, San Felipe, San Joa- - quin de Coanne, en el confluente del famoso rio Guape, Calderon, San Miguel de Iparanna con un fortin, San Francisco de las Caculbaes, y en fin la fortaleza de San Gabriel de Cocho- eiras. Hago expresamente esta circunstanciada descripcion geográfica, para demostrar los es- tablecimientos que ha formado Portugal, aun 238 LIBRO VII. en esta parte lejana del Brasil. Se encuentran en el espacio de 25 leguas, once pueblos, y ade- mas conozco otros 19 sin contar las seis ciu- dades de Thomar, Moreira (junto al rio Deme- nene ó Uarraca , en donde habitaban antigua- mente los Indios guayannos), Barcelos y San Miguel del Rio Branco, cerca del rio del mismo nombre que ha hecho tan importante papel en las ficciones sobre el Dorado , Moura y Villa do Rio Negro. Las orillas de este solo rio que desagua en el Amazona , estan por consiguiente diez veces mas pobladas que todas las del alto Orinoco, Casiquiare, Átabapo y Rio Negro es- pañol; sin embargo, por efectos de las institu- ciones políticas, es mucho mas fértil el terreno y mayor la navegacion que ofrece el Rio Negro, conservando una misma direccion del nordeste al sudeste. Bajo el gobierno colonial de los Por- tugueses, dependen los Indios, á la par, de gefes políticos y militares, y de los frailes del Monte Carmelo; en este gobierno mixto, en que el po- der secular se conserva independiente, los frai- les de la observancia de san Francisco, que son los misioneros del Orinoco, reunen en una sola CAPÍTULO XXIII. 239 mano todos los poderes. Estos dos gobier- nos son muy pesados bajo muchos aspectos ; pero la pérdida de la libertad se compensa , en parte, con el poco mas de comodidad y civilizacion que ofrecen las colonias portu- guesas. En otra ocasion hablarémos del Rio Branco y del Padaviri, que será cuando hayamos llegado á esta mision; ahora nos ocuparémos del Caba= “buri, que es el tercero que desagua en Rio Ne- gro, y cuyas ramificaciones con el Casiquiare son igualmente importantes á la hidrografía y al comercio de la zarzaparrilla. "El Cababuri desemboca en el Rio N egro, cerca de la mision de Nossa Senhora das Caldas; pero los rios Ya y Demety, que son los que mas de- saguan en él, tienen tambien comunicaciones con el Cababuri, de manera que desde el fortin de San Gabriel de Cochoeiras hasta San Anto- nio da Castanheira, los Indios de las posesio= nes portuguesas pueden introducirse por el Ba- ria y el Pacimoni en territorio de las misiones. españolas. El objeto principal de las incursiones por el 2H40 LIBRO VIII. t rio Cababuri es la cosecha de zarzaparrilla y el fruto aromático del laurel pucheri (laurús pichurim). Se buscan estas preciosas produc= ciones hasta dos jornadas de la Esmeralda, á la orilla de un lago que está al norte del cerro Un- turan pasando en transportes desde Cimoni á Idapa , y desde este 4 Mavaca, próximo al lago de este nombre. La zarzaparrilla de|'estos pai- ses tiene fama en el Gran Pará, Angostura, Cu- maná, Nueva Barcelona y otros puntos de Tierra Firme, bajo la denominacion de zarza del Río Negro. Es la mas activa que se conoce, y se pre- fiere á la de la provincia de Caracas y monta- ñas de Mérida. La secan con sumo cuidado y la ponen de intento al humo para que sea mas ne- gra. Este vejuco «crece abundantemente en las faldas húmedas de las montañas de Unturan y Archivaquery. -M. de Candolle tiene razon para sospechar que diferentés especies de smi- lax se recogen con el nombre de zarzaparrilla, y nosotros hemos encontrado doce de las mismas, entre las que el smilax sifilítico del Casiquiare y el S. officinatis del Rio de la Magdalena * son 1 Véase nuestro Nov. Gen. , tom. 1, pág. 271. CAPÍTULO XXIHHL. | 2/1 los mas estimados por sus propiedades diuré- ticas. Como entre los blancos y las castas mix- tas las enfermedades sifilíticas son tan comu- nes como benignas en estos paises, la cantidad de zarzaparrilla empleada en las colonias. espa- ñolas para la medicina doméstica es muy con- siderable. Vemos en las obras de Clusius que al principio de la conquista la Europa extraia este benéfico medicamento de las costas meji- canas de Honduras” y del puerto de Guayaquil; pero en el dia el comercio de este género es mas activo en los puertos que tienen comunicacio- nes interiores con el Orinoco, Rio Negro y el Amazona. Vimos en manos de los Indios del Rio Negro. algunas de estas piedras verdes conocidas con el nombre de las amazonas, porque los indi- genas creen, segun una antigua tradicion, que vienen del pais de: «mugeres sin marido, (cougnantainsecuima ú mugeres que viven solas ) atkeambenano. » En San Carlos y sus pueblos vecinos, se nos pronunció el nombre * En Vera Cruz se exportan todavía cerca de 5,000 quin- tales por año. Véase mi Ensayo político, tom. 2, pág. 442. rr. 16 2 442 LIBRO VIII. del nacimiento del Orinoco, que se halla al este de:la Esmeralda, y en lis misiones de Caroni y Angostura, el nacimiento del Rio Branco, como el punto en donde estan situadas las piedras verdes. Estas indicaciones confirman la rela- cion de un soldado viejo de la: guarnicion de Cayena, quien , segun M. de la Condamine, aseguró que estas substancias minerales vienen del pars de las mugeres, al oeste de las corrien= tes del Oyapoc. La supersticion da una gran im- portancia á estas substancias minerales, que las llevan como remedio al cuello, porque salvan, segun la creencia popular, de todo mal de ner- vios, de las calenturas y de la picadura de las serpientes venenosas; asi es que han sido, hace muchos siglos, un objeto de comercio entre los” indigenas en el norte y sud del Orinoco. Los Caribes, que pueden considerarse como los Bu- karos del nuévó mundo, las han hecho cono- cer en las costas de la Guyana; y habiendo pa- sado sucesivamente estás mismas piedras, que son parecidas á la moneda que circula de na- cion á nacion en opuestas direcciones, es muy posible que no se aumente su cantidad, mas 1 CAPÍTULO XXUIL. 2453 bien porque se ignore donde se hallan, que porque las oculten. Generalmente se les da la forma de cilindros persepolitanos taladrados longitudinalmente y cubiertos de inscripciones y figuras, pero no son los Indios del dia, estos indígenas del Orinoco y del Amazona que ve- mos en el último grado de estolidez, los que han agujereado substancias tan duras y dádoles formas de animales y frutas. De esias obras, igualmente que las esmeraldas perforadas y es- culpidas, que se encuentran en las Cordilleras de la Nueva Granada y de Quito, se infiere que tuviéron anteriormente ilustracion. Los habi- tantes de estos paises , particularmente los de la region cálida, estan tan lejos de poder labrar hoy la dureza de la esmeralda, el jade, el fel- despato compacto y el cristal de roca, que han imaginado que la piedra verde sale blanda de la tierra y seen durece despues de haberla labrado. Enlos pueblos delos dos mundos en el primer grado de una civilizacion reciente , encontramos una particular predileccion por ciertas piedras, nosolo por lo útil que pueden ser al hombre por su solidez, y como instrumentos cortantes, sino | 16* 244 LIBRO VII. tambien por las substancias minerales, cuyo co- lor les hace creer que estan en relacion con las funciones orgánicas y aun con las incli- naciones del alma. Este antiguo culto á las pie- dras, y estas virtudes benéficas atribuidas al jade y al hematítes, son propias de los salvages de la América, como de estos habitantes de los montes de la Tracia que las venerables institu- ciones de Orféo y el orígen de los misterios nos prohiben considerar como tales. | * Este culto de las piedras se conserva por el ejercicio de otros cultos modernos, y lo que era el objeto de un homenage religioso se hace el de una confianza supersticiosa. Las piedras divinas se transforman en remedios que preser- van de todo género de males de alma y cuerpo. Aunque 500 leguas de distancia separan las ori- llas del Amazona y del Orinoco de la llanura mejicana, y aunque la historia no cuenta he- cho alguno que pueda haber unido los pueblos salvages de la Guyana á los civilizados de Ana- huac, el fraile Bernardo de Sahagun halló al principio de la conquista, guardadas en Cho- lula como reliquias , unas piedras verdes que » CAPÍTULO XXIHI. 245 habian pertenecido á Quetzalcohualt. Este per- sonage misterioso es el Budha de los Mejicanos; pareció en tiempo de los 'Toltecas, fundó las primeras congregaciones religiosas, y estableció un gobierno semejante al de Meroe y el Japon. La historia del jade ó de las piedras verdes de la Guyana está enteramente ligada con la de estas mugeres guerreras que los viageros del siglo XVI" han nombrado las amazonas del nuevo mundo. Aquí es donde debo explicarme con franqueza sobre una tradicion que tiene un as- pecto romanesco, estando yo tanto mas empe- ñado en ello, cuanto que M. de la Conda- mine afirma que las amazonas del rio Cayame han atravesado el Marañon para establecerse so- bre el Rio Negro. El gusto por lo maravilloso y el deseo de adornar las descripciones del nuevo continente con algunos rasgos de la antigúedad clásica, han contribuido sin duda á dar una grande importancia á las primeras relaciones de Orellana. Leyendo las obras de Vespucci, de Fernando Colomb, Geraldini, Oviedo, y Pedro Martir de Anghieri, se reconoce esta tendencia de los escritores del siglo XVI”, á buscar en los 246 LIBRO VILL. pueblos nuevamente descubiertos todo lo que los Griegos nos han enseñado sobre la primera edad del mundo y sobre las costumbres de los bárbaros Escitas y Africanos. | | Los testimonios recogidos por M. de la Condamine son muy notables; él los ha publi- cado con toda espicificacion, y me atreveré á añadir que, si este viagero paso en Francia é Inglaterra por hombre cuya curiosidad fué cons- tantemente la mas activa, es considerado en Quito, pais que él mismo ha descrito, como el hombre mas sincero y verídico. M. Riveiro, astrónomo portugues que ha recorrido, treinta años despues que M. de la Condaminme , el Amazona y los desaguaderos que por la parte del norte entran en él, ha confirmado en los mismos puntos, todo lo que el sabio Frances habia adelantado. Halló estas mismas tradiciones entre los Indios, y las ha recogido con tal imparcialidad, que no creo que las amazonas hayan formado una poblacion sepa- rada. No sabiendo lengua alguna de las que se hablan en el Orinoco y Kio Negro, no pude aprender nada de nuevo acerca de estas tradi- CAPÍTULO XXHL 217 iones populares de mugeres sin marido ni del origen de las piedras verdes, que pasan como artículo de fe ; sin embargo traeré á la me-. moria un testimonio moderno del padre Gili queno deja de tener fuerza. » Preguntando, dice este instruido misionero, áun Indio quaqua que naciomes habitaban el rio Guchivero, me nom- bró los Achirigotos, Pajuros y ¡Aikeambenanos. Como yo sabia la lengua tamanaca, comprendi al momento el sentido de esta última palabra, que está compuesta y significa Mugeres que vi- ven sotas. El Indio confirmó mi observacion, y contó que los Aikeambenanos eran una reu- nion demugeres que fabrican cerbatanas y otros instrumentos de guerra. No admiten eu su s0- ciedad, sino una vez al año, á los hombres de la macion vecina de Vokearos, á quienes despi- den regalándoles cerbatanas. Todos los niños varones son asesinados de tierna edad. » Esta:hus- toria está como estampada sobre las tradicio- nes que circulan entre los Indios de Marañon y los Caribes; sin embargo el Indio quaqua, de quien habla el padre Gili, ignoraba .el caste- llano; no habia tenido jamas comunicacion al- 248 LIBRO VII. guna con hombres blancos ni sabia ciertamente que al sud del Orinoco existiese otro rio que se llama Aikeambenanos 0 de las Amazonas. ¿Que-consecuencia sacarémos de esta rela- cion del antiguo misionero de la Encaramada? No sera la de que hay amazonas en las riberas del Cuchivero ; pero sí, que una gran porcion de mugeres, cansadas dela esclavitud á que las condenan los hombres, se han reunido como los negros fugitivos en un palenque, que el de- seo de conservar su independencia las ha hecho guerreras, y que han recibido de alguna horda vecina y amiga visitas, quizá con menos método que el que nos anuncia la tradicion. Basta que esta sociedad de mugeres haya adquirido al- guna fuerza en una parte de la Guyana, para que algunos acontecimientos muy sencillos, que han podido repetirse en diferentes lugares, ha- yan sido pintados de un modo uniforme y exa- gerado. - Pasámos tresnoches en San Carlos del Rio Ne- gro; cuento las noches porque las pasé despierto con la esperanza de aprovechar el paso de una estrella por el meridiano. Para no tener de que CAPÍTULO XXIIL. 249 arrepentirme , tenia siempre dispuestos los ins- trumentos para la observacion; pero no pude conseguir dobles alturas para concluir la lati- tud por el método de Douwes. Cargóse muestra piragua durante la noche del 10 de mayo, y nos embarcámos un poco an- tes de salir el sol para subir el Rio Negro hasta la embocadura del Casiquiare y para entregar- nos á investigaciones acerca del verdadero curso de este rio que une el Orinoco al Amazona. La mañana estaba hermosa, pero á proporcion que el calor se aumentaba empezaba el cielo á cu- brirse; y el aire está tan saturado con el agua en estos bosques, que los vapores vesiculares se hacen visibles con el mas leve aumento de la evaporacion en la superficie de la tierra. Como no se siente jamas la brisa, los bancales húme- dos no se reemplazan ni se renuevan con un aire mas seco. Este aspecto de un cielo cubierto nos entristecia cada dia mas. M. Bonpland perdia, por la mucha humedad, las plantas que habia recogido, é yo por mi parte temia encon- trarme en el valle del Casiquiare las nieblas del Rio Negro. Hace medio siglo que nadie dudaba 200 LIBRO VIII. ya en estas misiones de la comunicacion que existe entre dos grandes sistemas de rios: el ob- joto importante de nuestra navegacion se redu- cia á fijar por observaciones ¿stronómicas el curso del asiquiare, particularmente el punto de su entrada enel Rio Negro, y el de la division del Orinoco. Sin ver el sol y las estrellas no po- dia verificarse nuestro intento y nos hubiéra- mos expuesto inútilmente á largas y penosas privaciones. Nuestros compañeros hubieran querido volver por el Pimichim y los pequeños rios como el camino mas corto; pero M. Bon- pland prefirió, «como yo, persistir en el. plan de viage que nos habíamos propuesto, salvando las grandes cataratas. Habíamos hecho ya en una canoa ciento ochenta leguas, desde San Fer- nando de Apure á San Carlos (sobre el Apure, el Orinoco, Atabapo, Temi, Tuamini y el Kio Negro). Entrando en el Orinoco por el Gasi- quiare teniamos aun que navegar 20 leguas «de San Carlos á la Angostura. En este camino te- niamos que lidiar diez dias contra las corrientes, y todo lo demas teniamos que hacerlo bajando el Orinoco. Hubiera sido una cobardía temer % “ CAPÍTULO XXXIII. 291 un cielo obscuro y los mosquitos del Casi- quiare. Nuestro piloto indio, que poco hacia habia estado en Mandavaca, nos aseguraba de ver el sol y «estas grandes estrellas que destru- yen las nubes,» tan luego como hubiésemos salido de las aguas negras del Guaviare. Ejecu- támos pues nuestro proyecto de volver á San Fernando de Atabkapo por el Casiquiare, y afor- tunadamente para nuestras investigaciones, la prediccion del Indio se verificó. Las aguas blan- cas nos atrajéron poco á poco un cielo mas se- reno, estrellas , mosquitos y cocodrilos. Pasámos por las islas Zaruma y Mini 0 Mi- bita, cubiertas de una espesa vegetacion; y des- pues de haber subido los raudales de la piedra de Uinumane entrámos en el rio Casiquiare á echo millas de distancia del fortin de San Carlos. Encontrámos algunos líquenes sobre la roca Uinumane, al frente de la ista Chamanara, en la -orilla de los raudales; y como el Casiquiare cerca de su embocadura vuelve precipitada- mente del este al sudoeste, vimos en él por la primera vez este'brazo magestuoso del Orinoco en toda su anchura. Cerca de los raudales de 259 LIBRO VIII. Uinumane, su anchura es casi mayor que la del Kio Negro; y hasta encima de Vasiva la he en- contrado por todas partes de 250 á 280 toesas. La mision de San Francisco Solano, situada sobre la orilla izquierda del Casiquiare, fué nombrada así en honor de uno de los gefes de la expedicion de los limites, don José Solano, de quien hemos tenido muchas veces ocasion de hablar en esta obra. Este oficial instruido no ha pasado jamas de San Fernando de Ata- bapo, ni visto las aguas del Rio Negro, del Casi- quiare, ni las del Orinoco al este de la emboca- dura del Guaviare. Por una equivocacion fun- dada en la ignorancia que tenian algunos geó- grafos de la lengua española, han creido en- contrar en el célebre mapa de La Cruz Olme- dilla las huellas de un camino de 400 leguas de largo, por lo que quieren probar que don José Solano llegó al nacimiento del Oriñoco, á la la- guna Parima 0 Mar Blanco, á las riberas del Cababuri y del Uteta. La mision de San Fran- cisco se fundó, como la mayor parte de los es- tablecimientos cristianos al sud de las grandes cataratas del Orinoco, no por los frailes, sino CAPÍTULO XXIIL. 293 por la autoridad militar. Cuando la expedicion de dos límites se construyéron pueblos á me- dida que un subteniente ó un cabo avanzaba con su tropa. Una parte de los indigenas , por conservar su independencia, se retiráron sin combatir, y otros, cuyos mas poderosos gefes se habian ganado, se agregáron á las misiones. Los indigenas con quienes se estaba en paz, establecian sus labranzas al rededor de la casa fuerte , y los soldados los reunian al son de una bocina cuando temian ser atacados por algun enemigo. De este modo se hallaban los supues- tos diez y nueve establecimientos cristianos, fundados por don Antonio Santos en el camino _de la Esmeralda á Everato; y algunos destaca- mentos militares que no tenian influjo alguno sobre la civilizacion de los indígenas figuraban sobre los mapas y en las obras de los misione- ros como pueblos y redicciones apostólicas. La preponderancia militar se sostuvo sobre las riberas del Orinoco hasta 1785, en que cm- pezó el régimen de los religiosos de san Eran- cisco; y las pocas misiones fundadas, 0 antes bien, restablecidas desde esta época, se deben r 254 LIBRO VHL á los padres de la observancia, porque en el dia los soldados divididos en las misiones de- penden de los misioneros, ú á lo menos son considerados como tales segun las pretensiones de la gerarqguia eclesiástica. Losindios que encontrámos en San Francisco Solano eran Pacimonales y Cheruvichahenas, dos naciones enteramente diferentes. En una de las cabañas de los primeros hicimos la adquisicion de dos grandes y hermosas aves, de un toucan (piapoco) vecino de ramphastos, erythrorynchos, y del ana, especie de ara de 17 pulgadas de largo, con todo el cuerpo de color de púrpura, como el P. macao. Teníamos ya en nuestra piragua siete papagayos, dos gallos de roca (pipra), un motmot, dos guanes ó pavas de monte, dos manavirés (cercoleptes ú vi- verra caudivolvula) y ocho monos, á saber, dos ateles, dos titis, una viudita, dos du- ruculis ó monos nocturnos y el cacajao de cola corta. El padre Zea se quejaba de verse au- mentar todos los dias este corral de animales ambulantes. El toucan tiene las costumbres y la inteligencia del cuervo, y es un animal va- CAPÍTULO XXIUIL. 233 liente y fácil de domesticarse. Su largo y fuerte pico le sirve para defenderse de lejos. Se hace dueño de la casa y roba cuanto puede; gusta de bañarse muchas veces y pescar á la orilla del rio. El que habíamos comprado era muy jóven, y sin embargo se divertia durante la na- vegacion en impacientar a los cusicusis, monos nocturnos que son tristes y coléricos. No he com- prehendido como el toucan se ve obligado por la estructura de su pico, segun se dice en algunas obras de historia natural, á arrojar su alimento al aire para poderlo tragar. Es cierto que tiene bastante dificultad para levantarle del suelo; pero cuando ya se ha apoderado de él, lo le- vanta con la punta de su enorme pico, é incli- nando hácia atras la cabeza, lo tiene perpendi- cularmente hasta que lo ha tragado. Hace ges- tos tan extraordinarios cuando se prepara á be- ber, que los frailes dicen que él hace la señal de la cruz sobre el agua; y esta creencia popu- lar ha valido al toucan por parte de los crio- llos el nombre de Dios te de. La mayor parte de nuestros animales estaba encerrada en pequeñas jaulas de mimbre , y el 236 | LIBRO VIH. resto recorria todos los puntos de nuéstra pira- gua. Cuando se acercaba la lluvia, daban las aras espantosos gritos, el toucan quiso saltar para pescar ála ribera y los monos titis busca-= ban al padre Zea para refugiarse en las anchas mangas de san Francisco. Estas escenas se repe- tianá menudo y nos hacian olvidar los tormen- tos mosquitos. Por la noche en el bivaque se co- locaba en el centro un' grande cajon de cuero, Ó sea petaca, que encerraba nuestras provisio- nes, ademas de los instrumentos y jaulas de los animales; muestras hamacas estaban colgadas al rededor y mas lejos las de los Indios. El cír- culo exterior se formaba de fuegos encendidos para libertarse de los jaguares del bosque. Tal era la' disposicion de 'nuestro bivaque en las orillas del Casiquiare. El 11 de mayo salímos bastante tarde de la mision de San Francisco Solano para hacer nuestra pequeña jornada, y no quisímos sepa- rarnos de la embocadura del Casiquiare porque esperabámos observar durante la noche el paso de alguna estrella por el meridiano. La velocidad de la corriente era de 6, 3 pies V CAPÍTULO XXIII. 45» por segundo, y tuvimos que luchar contra las oleadas que formaban un grande clapotis en el raudal. Pusimos pié en tierra, y M. Bonpland descubrió á pocos pasos de la orilla un almen- dron*, Úú tronco de bertholletia excelsa. Los Indios nos aseguráron que se ignoraba en San Francisco Solano, Vasiva y la Esmeralda la exis- tencia de este precioso vegetal en las márgenes del Casiquiare, y no creian que un árbol de mas de 60 pies de altura pudiese haber "sido sem- brado accidentalmente por un viagero. Por ex- periencias hechas en San Carlos se sabe cuan difícil es la reproduccion del bertholletia, por lo leñoso de. su pericarpo y la facilidad conque se enrancia el aceite que encierra su almendra: Es posible que estetronco anunciase la existen- cia de algun bosque de este árbol en el interior de las tierras al este y nordeste ; lo que sabemos con certeza es que él es salvage sobre el paralelo de 3" en los cerros de Guanaya. Las orillas:del Casiquiare estan adornadas con el coco chiriva, cuyas:menudas hojas son pla- teadas por: la parte sor Javita: | nu. 17 258 LIBRO VII. Como la serenidad del tiempo nos. prometia una hermosa noche resolvímos preparar nues- tro bivaque á las cinco de la tarde junto á la piedra Culimacari, que es una roca granítica y aislada como todas las que acabo de describir entre Atabapo y Casiquiare, la cual se halla exactamente por los 2% o' /2” de latitud, y probablemente por los 69” 33" 50” de longi- tud.“ En dos memorias redactadas por mí y dirigidas,-una al capitan general de' Caracas, y otra al ministro secretario. de estado, el cabal- lero de Urquijo, he desérito todo cuanto tenian de interesante estas determinaciones astronó- micas con respecto al conocimiento de los lími- tes de las. colonias portuguesas. «Satisfechos de nuestras observaciones dejámos la roca: de Culimacari á la una y media de la noche del, 12 de mayo; y el tormento de los mosquitos, á que de nuevo nos habíamos ex- puesto , se aumentaba á proporciom.que nos ale- jábamos del Rio Negro. Aunque enel valle del Casiquiare no hay zancudos (culex), son mu- cho mas frecuentes y Thas venenosos los simu-= lies y demas insectos de la familia de los tipu- CAPÍTULO XXIII. 259 larios. Como teníamos todavía que pasar ocho noches al raso en este clima húmedo y mal sano antes de. llegar á.la mision de la Esme- ralda, se alegraba mucho el piloto en dirigir nuestra navegacion de modo que pudiésemos gozar de la hospitalidad del misionero de Man- davaca y, de algun abrigo en la villa de Va- siva. Mucho trabajo nos costó en subir contra la corriente que era de nueve pies, y aun en al- gunos puntos (donde lo he medido con preci- sion) de once pies y ocho pulgadas por segundo, lo que equivale á cerca de ocho millas por hora. Nuestro bivaque no estaba separado probable- mente tres leguas en línea recta de la mision de Mandayaca, y aunque no teníamos motivo para quejarnos de la actividad de nuestros remeros empleámos catorce horas en este corto pasage. Al salir el sol pasámos la embocadura del rio Pacimoni, que nace en un terreno montuoso y del confluente de tres pequeños rios * que los mapas de los misioneros pasan en silencio; sus aguas son negras, aunque no tanto como las de la laguna del Vasiya, que comunica tambien 1 Guajavaca, Moreje y Cachevaineri. * EA 200 | LIBRO VII. con el Casiquiare. Antes de llegar á la mision de Mandavaca pasámos unos raudales bastante tu- multuosos, y el pueblo, que tambien se llama Quirabuena , no tiene mas que sesenta natu- rales. El estado de estos establecimientos cris- tianos es generalmente tan miserable , que en todo el curso del Casiquiare, sobre, una lar- gura de So leguas, apénas se encuentran 200 ha- bitantes; pero las riberas de este rio eran mu- cho mas pobladas antes de la llegada de los misioneros. Los Indios se han retirado á los montes, hácia el este, porque las llanuras del oeste estan casi desiertas; y los naturales se ali- mentan de estas grandes hormigas de que he- mos hablado mas arriba. Estos insectos son tan estimados alli como lo son en el hemisferio austral las arañas de la tribu de los Epeiros,que hacen las delicias de los salvages de la Nueva Holanda. Fué en Mandavaca donde encontrá- mos este buen viejo misionero que habia pa- sado «veinte años con músticos en los bosques del Casiquiare, » y tenia las piernas tan atigradas que apénas se conocia el color de la blancura de su piel. Nos habló del aislamiento y de la CAPÍTULO XXUIL. 261 triste necesidad en que se hallaba de dejar im- punes en las dos misiones de Mandavaca y Va- siva los crímenes mas atroces. Hacia pocos años que en el último lugar un alcalde indio habia comido una de sus mugeres despues de haberla conducido á su conuco * y haberla alimentado bien para engordarla. La antropofagía de los pueblos de la Guyana no procede jamas de la falta de alimento, ni de las supersticiones del culto, como en las islas del Mar del Sud, sino de la venganza en general del vencedor y, como dicen los misioneros, de un apetito desorde- nado. La victoria sobre una horda enemiga se celebra con una comida en que se devoran al- gunas partes del cadáver de un prisionero. Otras veces se sorprehende una familia, 0 se quita la vida con una flecha envenenada á un enemigo que se encuentra por casualidad en los bosques, hacen pedazos el cadáver y lo llevan en triunfo á la cabaña. Estos mismos salvages detestan todo lo que no pertenece á su familia, ó su tribu; * Cabaña cercada de tierras cultivadas ; especie de casa de campo que los indigenas prefieren á la mansion de las mi- siones. 262 ! "LIBRO VIII. persiguen á los Indios de una poblacion vecina que viven en guerra con la suya, del mismo modo que nosotros perseguimos la caza. Cono= cen los deberés de familia y de parentesco, pero no los de la humanidad que suponen la con- ciencia de un vínculo general entre nuestros se- mejantes. Ningun movimiento de piedad les im- pide quitar la vida á las mugeres é hijos de una raza enemiga, y estos últimos son los que se co- men con preferencia en los banquetes dados al fin de un combate, ó de una incursion lejana. Sábese que la antropofagía y el hábito á los sacrificios humanos, que se hallan alli reunidos, se encuentran en todos los puntos del globo y en pueblos de razas diferentes; pero lo que mas llama la atencion en el estudio de la historia es el ver que los sacrificios humanos se conservan en medio de una civilizacion bastante adelan- tada, y que pueblos que se honran en devorar los prisioneros, no son siempre los mas estólidos y feroces. Esta observacion tiene*algo de triste y penoso, y no se ha ocultado á los misioneros que son bastante ilustrados para meditar acerca de las costumbres de las poblaciones inmedia- ” CAPÍTULO XXIHL. 263 tas. Los Cabres, Guaipunabis y Caribes han sido siempre mas poderosos é ilustrados que las de- mas hordas del Orinoco, y sin embargo los dos primeros son tan inclinados á la antropofagía , como los otros constantemente separados de ella. Es preciso distinguir con cuidado entre las di- ferentes ramas en que se divide la gran familiade los Caribes, que son tan numerosas como las delos Mongolos y Tártaros occidentales, ó Turco= manes. Los Caribes del continente que habitan las llanuras entre el bajo Orinoco, Rio Branco, Esquibo y el nacimiento del Oyapoc, tienen horror á la costumbre de devorar á los enemi- gos. Esta barbaridad no existia en el primer descubrimiento de América, sino en los Cari- bes de las islas Antillas, y son ellos los que han hecho sinónimas las palabras canibales,, cari- bes y antropófagos, dando lugar, por sus cruel- dades, á la promulgacion de la ley de 1504, por la que es permitido á los Españoles hacer esclavos á todos los Americanos de origen cari- be. Creo sin embargo que la antropofagía de los habitantes de las Antillas se ha exagerado dema- siadoenlos cuentos de los primeros viageros. 264 LIBRO. VIH. Má, Silos Caribes del Orinoco han tenido desde el principio del siglo XVI" diferentes costumbres que los de las Antillas, y si siempre se les ha acusado sin razon de antropofagía, es dificil atribuir esta diferencia á una mejora de su es- tado social. El contraste mas raro se observa en esta mezcla de pueblos, en que unos vi- ven de pescados, monos y hormigas, y otros se ocupan mas ó menos en cultivar, en fabri- car ó pintar loza de barro y tejer hamacas ó te- las de algodon. El carácter y costumbres de una nacion explican, al mismo tiempo que su lengua, el estado pasado y presente;solamente conociendo la historia entera de la civilizacion, ó la estoli- dez de una horda, y observando las sociedades en sus descubrimientos progresivos y diferentes estaciones de la vida, se podrá llegar á resolver problemas que el solo conocimiento de las re- laciones actuales no puede descubrir. « No podeis figuraros, decia el viejo misionero de Mandavaca, lo perversa quees esta familia de Indios; acojeréis, por ejemplo, gentes de una poblacion, en el pueblo que os parecerán afa- bles, honrados y buenos trabajadores; les per= CAPÍTULO XXIII. 265 mitiréis tomar parte en una incursion que ha- ceis para atraer los naturales, y tendréis mucho trabajo en impedirles que degúellen cuanto en- cuentren y escondan porciones de cadáveres. » Reflexionando sobre las costumbres de estos In- dios, es preciso asombrarse de la reunion de sen- timientos que parecen excluirse mutuamente, de esta potencia de los pueblos á no humanizarse sino parcialmente, y de la preponderancia de usos, preocupaciones y tradiciones sobre las afec- ciones del corazon. Teníamos en nuestra piragua un Indio fugitivo. del rio Guaicia, que en pocas semanas se habia civilizado bastante para sernos útil 4 disponer losinstrumentos necesarios para las observaciones de la noche. Manifestaba tanta dulzura como inteligencia, y teniamos deseos de aficionarle á servirnos; pero ¡ cual fué nuestro sentimiento cuando supimos hablando con él, por medio de un intérprete, «que la carne de los monos marimondos, aunque mas negruzca, le parecia tener el gusto de la carne humana! » Aseguraba que sus parientes (es decir la gente de su tribu) «preferian enel hombre y en el oso el interior de las manos, » y esta asercion fué 266 LIBRO VIIL. con demostraciones de una alegría salvage. Hi- cimos preguntar á este jóven, por otra parte so- segado y muy cariñoso en los pequeños servi- cios que nos hacia, si conservaba aun algunos deseos de comer de algun Indio cheruvichahe- na; y respondió sin turbarse «que viviendo en la mision, no comeria sino lo que viese comer álospadres. » Las reprehensiones hechas á los naturales sobre el abominable uso de que ha- blamos aquí no producen efecto alguno, y es lo mismo que si un brama del Gange, via- jando por Europa, nos reprehendiese de la'cos- tumbre de alimentarnos con la carne de los ani- males. El Cheruvichahena era, para el Indio del Guaicia, un ser que en nada se le parecia, y creia tan justo quitarle la vida, como quitársela á los jaguares del bosque. No comer sino lo que los padres comian, estando en la mision, era única- mente por respeto á ellos, peró cuando los na- turales vuelven á juntarse con los suyos, ó que se ven atacados por el hambre toman inmedia- tamente sus antiguas maneras de antropofagía. Nos hubiéramos sorprehendido de esta incons- tancia en los pueblos del Orinoco, si muchos | CAPÍTULO XXIHL. 2075 y muy terribles ejemplos no nos trajesen á la memoria lo que pasó en las grandes hambres de los pueblos civilizados. En el siglo X1I", se ex- tendió en Egipto la detestable costumbre de co- mer carne humana en todas las clases de la so- ciedad, prefiriendo con particularidad la de los médicos,á quienes tendian lazos extraordinarios. Gentes que tenian hambre fingian enfermeda- des, y los hacian llamar, no para consultarlos, sino para comérselos. Un historiador muy veri- dico, Abd-Allatif, nos contó como un uso que inspiró al principio horror y espanto fué mira- do despues con la mayor indiferencia ?. * Relacion del Egipto, por Abd-Allatif, médico de Bag- dad, traducida por M. Silo. de Sacy, pág. 360-37/. Cuando los pobres empezáron á comer carne humana , era tal el hor- ror y espanto quecausaban comidas tanextraordinarias, que estos crimenes eran el objeto de todas las conversaciones sin que se concluyese ó agotase la materia de ellas, pero se acos- tumbráron, y concibiéron despues tal gusto por tan detesta- bles manjares que se viéron á las gentes ricas, y de clases distinguidas, hacer de ellos su alimento ordinario, comerlos por regalo, y aun hacer provisiones. ¡Se inventáron diver- sos modos de condimentar esta carne, y una vez introducido el uso , sepropagó tanto en las provincias, que no hubo parte alguna en donde no se viesen repetidos ejemplares. Ya no 208 LIBRO VIII. Los Indios del Casiquiare, volviendo con fa- cilidad á sus usos bárbaros, descubren en las misiones inteligencia, algun amor al trabajo y - sobre todo una grande facilidad para explicarse en castellano. Se nos ha contado que los In- dios del Casiquiare y del Rio Negro son prefe- ridos en el bajo Orinoco y aun mas en la An- gostura, por su inteligencia y actividad, á los ha- bitantes de otras misiones. Los de Mandavaca son célebres entre las poblaciones de su ráza por la fabricacion del veneno curare, que no cede en fuerza al de la Esmeralda , y desgracia- a causaba sorpresa alguna, y el horror que se concibió al prin- cipio desapareció enteramente, sin que ya se oyese ni ha- blase mas que como una cosa indiferente y ordinaria. El furor de comerse unos á otros se hizo tan comun entre los pobres, que la mayor parte pereciéron de este modo. Los malvados usáron de todo género de astucias y picardías para sorpre- hender á loshombres y llevárselos á sus casas bajo falsos pre- textos, como sucedió á tres médicos que me veian frecuente - mente , y á un librero que me vendia libros, hombre de bas- tante edad y gordo, que cayó en sus redes, y solo se salvó por milagro. Todos estos hechos, que contamos como testigos oculares, los hemos visto por casualidad, porque evitámos ver á menudo unos espectáculos que nos causaban tanto horror, CAPÍTULO XXUI. 209 mente esta fabricacion ocupa mucho mas á los naturales que la agricultura, á pesar de ser ex- celente el terreno de las costas del Casiquiare en donde se encuentra una arena granítica ne- gruzca que está cubierta en las selvas de espesas camas de humus, y de una greda casi impene- trable al agua en lasorillas del rio: El suelo del Casiquiare parece mas fértil que el valle del Rio Negro en donde el maiz no prueba bien. El arroz, las habas, algodon, azúcar y el añil, dan abun- tes cosechas, en donde se ha ensayado su culti- vo. Nosotros mismos hemos visto el añil salvage al rededor de las misiones de San Miguel de Davipe , San Carlos y Mandavaca.” La humedad del aire y la abundancia de los insectos, que es consiguiente, oponen aquí, como en el Rio Negro , obstáculos casi invencibles á los nuevos cultivos, en donde ni aun con un cielo sereno y azul jamas hemos podido encon- trar el higrómetro de Duluc por bajo de 52". Por todas partes se hallan estas grandes hormi- gas que marchan por bandas cerradas y que di- | rigen tanto mas sus ataques contra las plantas - cultivadas, cuanto que estas son mas herbáceas 270 LIBRO VIIL. y jugosas, al paso que los bosques de aquellos parages solo ofrecen vegetales con troncos le- ñosos. Cuando algun misionero intenta culti- var ensaladas 0 algunas legumbres, se ve obli- gado, digamos así, á suspender la huerta en el aire, para cuyo objeto llena una canoa de tierra buena , y despues de haberla sembrado, la cuelga á cuatro pies del suelo por medio de unas cuerdas del coco chiquichiqui, ó bien la coloca sobre un andamio de madera hecho al efecto. Teniendo que luchar aun durante ocho dias contra las corrientes del Casiquiare, y siendo el pais que debiamos atravesar antes de llegar á San Fernando de Atabapo, de tal: modo de- sierto, que necesitábamos hacer una travesia de quince dias para hallar el misionero obser- vante de Santagbárbara, partimos de Mandavaca _álas dos y media de la mañana. Despues de seis horas de navegacion, pasámos al este la embo- cadura del Idapa ó Siapa, que nace en la mon- taña de Unturan, y ofrece muy próximo á su nacimiento un arrastradero contel rio Mavaca, uno de los desaguaderos del Orinoco, que tiene las aguas blancas y es la mitad menos ancho ) CAPÍTULO XXIIT. 271 que el Pacimoni , cuyas aguas son negras. Los mosquitos, y sobre todo las hormigas, nos hiciéron dejar la orilla del raudal del Ca- nuri, en donde hicimos noche antes de la dos de la mañana del 14 de mayo. Á medida que nos adelantábamos, el rio era tan estrecho y sus márgenes tan pantanosas, que M. Blonpand tuvo mucha pena para poder llegar al pié de un tronco de carolinea princeps, cargado de her- mosas y grandes flores de color de púrpura, cuyo árbol hace el mejor y mas bello adorno de aquellos bosques y los del Rio Negro. Durante el dia examinámos muchas veces la temperatura del :Casiquiare ,'cuya agua no tenia en su su- perficie sino 24” (cuando el aire estaba á 25" 6”), -quees casi la:temperatura media del Rio Negro, pero 4* 4 5” menos que el Orinoco. Despues de haber pasado al oeste la embocadura del Caño Caterico que tiene las aguas negras y de una transparencia extraordinaria, dejámos la ma- dre del rio:para abordar á»una isla en que está establecida:la mision de Vasiva. La falta de aire contribuye mucho para hacerpernicioso el clima de estos paises. 272 LIBRO VIII. Despues de haber pasado el punto en que el Itinivini se separa del Casiquiare para tomar su curso al oeste hácia las colinas graniticas del Daripabo, encontrámos las pantanosas orillas del rio guarnecidas de bambúes. Estas gramíi- neas, como árboles, suben hasta 20 pies de al- tura; su caña está constantemente combada por la punta, y es una especie de bambusa con ho- jas muy anchas. La bambusa latifolia, que pa- rece pertenecer á las hoyas del alto Orinoco, del Casiquiare y del Amazona, es una planta social como todas las de la familia de las nas- toides. Nuestro primer bivaque encima del Vasiva fué establecido con facilidad: encontrámos un rincon de tierra seco y libre de arbustos al sud del Caño Curamuni, en un lugar en que vímos monos capuchinos , conocidos por su negra barba y aire triste y bravío, pasearse lentamente sobre las ramas horizontales de un genipa. Las cinco noches siguientes fuéron penosas á me- dida que nos.aproximábamos á la ramificacion del Orinoco. El lujo de la vegetacion se aumenta de tal modo, que no puede uno formarse una CAPÍTULO XXI. 273 justa idea de él, aun cuando se esté acostum- brado á ver los bosques entre los trópicos. No se encuentra allí playa alguna, y una sola em- palizada forma la orilla del rio. Se ve un canal de doscientas toesas de ancho que está cercado de dos enormes paredes entapizadas de bejucos y ramas. Muchas veces intentámos arrimarnos 4 ellas, pero sin poder salir de nuestra piragua. Al ponerse el sol costeámos la orilla por es- pacio de una hora con el objeto de descubrir, no diré un raso porque no existia, sino un sitio menos cerrado ú espeso en que á fuerza de ha- cha y trabajo pudiesen nuestros Indios ganar un terreno suficiente para establecer un biva- que de doce á trece personas, pues que nos era imposible pasar la noche en la piragua. Los mosquitos que nos atormentaban de dia, se amontonaban de noche bajo el toldo, es decir bajo un techo cubierto de hojas de palmas que nos servia de abrigo contra la lluvia. Jamas habia- mos tenido las manos yla cara tanhinchadas; y el padre Zea, que hasta entonces se habiaalabado de sqrmas gordos y masferoceslos mosquitos en sus misiones de las Cataratas, convino en fin en que » Hu. | 18 274 | LIBRO VIII. las picaduras delos insectos del Casiquiare eran mas dolorosas que todas cuantas él habia sen- tido. A pesar de hallarnos en medio de un es- peso bosque , tuvímos una dificultad muy grande en hallar leña para hacer fuego, porque en aquellas regiones ecuatoriales en que llueve siempre, las ramas de los árboles están tan lle- nas de jugo que no quieren arder. El 18 de mayo al anochecer dejenlstiano un sitio en que la orilla del rio está guarnecida de cacaoteros salvages, cuya haba es pequeña y amarga. Los Indios del monte chupan la pulpa y arrojan la parte interior, que las recogen los de las misiones para venderlas á los que no son muy delicados en la fabricacion de su choco- late. « Este es el puerto del cacao, decia el pi- loto, en donde duermen tos padres cuando van á la Esmeralda á comprar cerbatanas y ¿u- vias (las almendras sabrosas del bertholletia).» Sin embargo no hay cinco canoas que pasan anualmente por el Casiquiare; y desde Maipu- res, es decir, hacia un mes no habíamos en- contrado alma viviente sobre los rios que su- biamos, que no fuese en la vecindad mas in- - CAPITULO XXI1I. 295 ' mediata á las misiones del sud del lago Durac- tumuni, y dormimos en un bosque de palmas. Llovia á cántaros; pero como los pothos, los arum y los bejucos formaban un enrejado na- tural tan espeso , nos encontrábamos al abrigo como bajo un techo de ramaje. Los Indios, co- locados á la orilla del rio, habian establecido, entrelazando heliconias y otros musáceos una especie de techo que cubria sus hamacas. Nues- tros fuegos alumbraban á 50 6 60 pies de alto al tronco de las palmas, á los bejucos cargados de flores, y estas columnas de humo blanquizo que subian rectas hácia el cielo presentabañ un espectáculo magnífico, pero para gozar de él apaciblemente hubiera sido preciso respirar “ un aire libre de insectos. De todos los tormentos físicos, los que mas desaniman son los que, uniformes en su dura- cion, no pueden ser combatidos sino por una larga paciencia. Es probable que M. Bon- pland haya recogido en las exhalaciones de los bosques del Casiquiare el orígen de la cruel en- fermedad á que estuvo parasucumbir á nuestra llegada á la Angostura. Afortunadamente para 16* 276 LIBRO VIT. él y para mí, no conocimos el peligro que le amenazaba. La vista del rio y el zumbido de los músticos mos parecian un poco mo- nótonos; pero un resto de alegría natural nos hizo encontrar alivios en medio de tan largos fastidios. Descubrimos que comiendo pequeñas porciones de cacao molido sin azúcar y be- biendo mucha agua del rio conseguíamos apa- gar el apetito por muchas horas. Las hormigas y los mosquitos nos ocupaban mas que la hu- medad y la falta de alimento. A pesar de las pri- vaciones á que hemos estado expuestos durante nuestras correrías en las Cordilleras, la nave- gacion de Mandavaca á la Esmeralda nos ha parecido siempre la época mas penosa de nues- tra vida en América. Aconsejo á los viageros no preferir el camino del Casiquiare al del Ata- bapo, sino tienen una gran curiosidad de ver por. si mismos la grande division del Orinoco. Pasámos la noche del 20 de mayo, última de nuestra navegacion del Casiquiare, cerca de la division del Orinoco, y tuvímos alguna esperanza de poder hacer alguna observacion astronómica, porque las estrellas filantes de un grandor ex- - CAPÍTULO XXIIL. 295 traordinario eran visibles al traves de los va- pores que cubrian el cielo. Las nubes se cof densaban de nuevo, y. no vimos los meteoros ni las verdaderas estrellas que a con pa hacia muchos dias. Se nos habia anunciado que encontraríamos en la Esmeralda insectos «mas crueles y vora- ces» aun que en el brazo del Orinoco que aca- bábamos de subir, y á pesar de esta espera, teníamos el placer de la esperanza que nos ofre- cia dormir en un punto habitado y hacer algun ejercicio herborizando. Nuestra satisfaccion se turbó en el último bivaque del Casiquiare, y me atrevo á contar un hecho que, sin ser de un grande interes para el lector, puede á lo me- vos consignarse en un diario que pinte los in- cidentes de una navegacion al traves de un pais salvage. Nos acostámos á la orilla de un bosque, y á media noche nos advirtiéron los Indios que se oian de muy cerca los gritos del jaguar, y que venian de lo alto de los árboles vecinos. Es tal la espesura de los bosques de estos paises, que apénas se encuentra en ellos otros animales que los que trepan y seencaraman sobre los ár- 278 LIBRO VILI. boles, como los cuadrumanos, los cercoleptos, viverros y diversas especies del género felis.Como nuestros fuegos estaban bien alumbrados y que porun efecto de un largo hábito se llega uno á tranquilizar ( podria decir sistemáticamente) hasta de peligros que no son quiméricos, hici- mos poquisima atencion de los gritos de los ja= guares. El olor y ladrido de nuestro perro (de los de la mayor casta de perros de presa) era quien los atraia, el cual empezaba por ladrar in- mediatamente; pero cuando se aproximaba el tigre ahullaba y se ocultaba bajo nuestras ha- macas como pidiéndonos socorro. En nuestros bivaques en las orillas del rio Apure, nos acos- tumbrámos á estas alternativas de valor y miedo en un animal que era jóven, dulce y extrema- damente cariñoso; ¡pero cual fué nuestra pena cuando nos anunciáron los Indios que el perro habia desaparecido! No podia dudarse que eran los jaguares los que se le habian llevado, pues que acaso él, no oyendo los gritos , se separaria de los fuegos al lado de la playa, ó quizá tam- bien nosotros no oyésemos los gemidos del perro porque estábamos sepultados en el mas CAPÍTULO XXHII. 279 profundo sueño. Los habitantes de las orillas del Orinoco y el Rio dela Magdalenanos hanafirmado muchas veces que los jaguares mas viejos (por consiguiente que han cazado de noche muchos años) son bastante astutos é intrépidos para coger los animales del medio del hivaque apre- tándoles el pescuezo para que no griten. Águar- dámos una parte de la noche con la esperanza de que el perro se hubiese extraviado. Tres dias despues volvimos á la misma playa y olmos de nuevo los gritos de los jaguares, porque estos animales tienen predileccion por ciertos luga- res , pero nuestras pesquisas fuéron inútiles. El perro que nos habia acompañado desde Caracas , y que nadando se habia libertado tantas veces de la persecucion de los cocodrilos, fué devo- rado en el bosque. No hago mencion de este incidente sino porque da alguna idea sobre las astucias de estos gatazos de piel con pintas. Entrámos de nuevo el 21 demayo en la ma- dre del Orinoco, tres leguas mas arriba de la mision de la Esmeralda, y hacia un mes que habiamos dejado este rio cerca de “la emboca- dura del Guaviare. Nos faltaban aun 7%0 millas 280 LIBRO VIII. que navegar hasta la Angostura, pero la conside- racion deque era á favor de la corriente dulcifica- ba nuestras penas.Descendiendo los grandes rios se sigue el 1hatweg (medio dela madre) porelcen- tro, endonde hay pocos mosquitos, yes necesario, al volver á subir para aprovecharse de las hoyas corrientes, mantenerse cerca de la orilla en donde la proximidad del bosque y el detritus de las substancias orgánicas arrojadas sobre las playas, amontonan los insectos tipularios. El punto de la célebre division del Orinoco ofrece tambien una vista imponente. Se ven al- tas montañas graníticas que se elevan sobre la orilla septentrional,-entre las cuales se descu- bre á lo lejos el Maraguaca y el Duida. No hay montañas en la márgen izquierda del Orinoco al este y oeste de la division hasta enfrente de la embocadura del Tamatama, que es en donde está colocada la roca Guaraco que,se dice,arroja llamas de cuando en cuando en la estacion de las lluvias. En los sitios en que el Orinoco no está rodeado de montañas y llega á la abertura de un valle, ó mas bien á una depresion que termina en el Rio Negro, se divide en dos bra- CAPÍTULO XXHI. k 231 z0s. El tronco principal, que es el rio Paragua de los Indios, continua su curso hácia el oeste y nordeste, contorneando el grupo de monta- ñas de la Parima, y el que forma la comunicacion con el Amazona se arroja en las llanuras, cuyo declive general está inclinado hácia elsud; pero los planos parciales van á parar al Casiquiare hacia el sudoeste en la hoya del Rio Negro hácia el sudeste. Un fenómeno tan raro en apariencia, y que yo he verificado en los mismos sitios, merece una particular atencion, tanto mas digna cuanto que puede dar alguna luz sobre hechos análogos que se cree haber sido observados en el interior del Africa. Concluiré este capítulo . con algunas consideracionesgenerales acerca del sistema hidráutico de la Guyana española, y probaré con ejemplos sacados del antiguo con- tinente que esta division, que por tanto tiempo ha asombrado á los geógrafos cuando han tra- zado los mapas de América, es el efecto de un concurso de circunstancias que, aunque raras, no se presentan menos en uno y otro he- misferio. Acostumbrados á no considerar los rios de 292 LIBRO VIH. Europa sino en la parte de sus cursos en que estan encerrados entre dos líneas de árboles y por consiguiente encajonados :en los valles ú hondonadas, y olvidando que ios obstáculos que ponen los desaguaderos en donde los reci- pientes principales son mas bien débiles alturas de contradeclives que cadenas de montañas, tene- mos la pena de concebir la existencia simultá- nea deestas tortuosidades, de estas divisiones y de estas comunicaciones de los rios' del nuevo mundo. Este vasto continente es mas notableaun por la extension y uniformidad de sus llanuras que porla elevacion gigantesca de suscordilleras. Fenómenos que observamos en nuestro hemis- ferio sobre las costas del Océano ó en los llanos de Bactriana al rededor de los mares interiores de Aral y el Caspio, se vuelven á encontrar en América á tres 0 cuatrocientas leguas dedis- tancia de lacmmbocadura delos rios. Los pequeños riachuelos que serpentean en nuestras prade- rias (las mas perfectas de nuestras llanuras) pueden ofrecer una debil imágen de esta com- plicacion de reuniones y divisiones; pero no queriendo detenerse en tan pequeños objetos, CAPÍTULO XXIH. 285 llama mas la atencion el contraste que la ana- logía de Jos sistemas hidráulicos de los dos mundos. La idea de que el Rhin pudiese dar un brazo al Danubio, el Vistula al Oder y el Sena al Loira, parece á primera vista tan ab- surda, que al mismo tiempo que no dudamos ya de la real y efectiva comunicacion entre el Orinoco y el Amazona, queremos 'aun que se nos pruebe la posibilidad de lo que existe. Volviendo a subir por el delta del Orinoco hácia Angostura y el confluente del rio Apure, se deja constantemente á su izquierda la alta cadena de montañas de la Parima. Lejos de formar esta cadena (como han creido muchos geógrafos célebres) un asiento que separa las dos madres del Orinoco y del Amazona, ofrece al contrario sobre su:reverso meridional el na- cimiento del primero de estos rios. El Orinoco (igual al Arno en la célebre voltata entre Bi- bieno y Ponta Sieve) delinea tres cuartas partes de un óvalo, cuyo grande eje está dirigido en sentido de un paralelo y rodea un grupo de montañas que de sus reversos opuestos le envia igualmente sus aguas.. Desde los valles alpinos I 284 | LIBRO VIH. de Maraguaca, corre el rio hácia el oeste y oeste nordeste, como si debiese desembocar en el Mar delSud; despues cerca del confluente del Guaviare empieza á inclinarse háciael norte , y sigue la direccion de un meridiano hasta la em- bocadura del Apure, que es un segundo punto de retroceso. En esta parte de la corriente llena el Orinoco una especie de canal, formado por el feble declive que desciende de la cadena le- jana de los Andes de la Nueva Granada , y del contradeclive extremamente corto que se le- vanta al este hácia la costa tajada de las mon- tañas de la Parima. Esta disposicion del terre- no es causa de que los mayores desaguaderos del Orinoco sean los del oeste. Estando el re- cipiente principal muy aproximado á las mon- tañas de Parima, que rodea de sud á norte (como si debiese dirigirse hácia Portocabello, en las costas septentrionales de Venezuela ), se encuentra- su madre obstruida por las rocas. En la region de las grandes cataratas, el rio bramando, se abre un paso por medio de los contrafuertes que se adelantan hácia el oeste, de modo que en el estrecho terrestre, entre las CAPÍTULO XXILL 285 Cordilleras de la Nueva Granada y la Sierra Pa- rima, las rócas que cercan la orilla occidental pertenecen á esta sierra. Cerca del confluente del rio Apure, se ve mudar la direccion del Orinoco por segunda vez, y casi de repente del sud al norte en oeste al este, del mismo modo que se ha visto al confluente del Guaviare se- ñalar el punto en que el curso hácia el oeste se mudó precipitadamente en direccion al norte. En estas dos variaciones no es solo el impulso de las aguas de los desaguaderos el que deter- mina la direccion del recipiente principal, sino tambien una disposicion particular de los de- clives y contradeclives que influyen al mismo tiempo sobre la direccion de los vertientes ó rios secundarios, y aun“sobre la del Orinoco. Se bus- carian en vano sobre estos puntos de retroceso, tan importantes al geógrafo,algunas montañas ú colinas queimpidiesen al Rio Grande continuar su curso primero. En la embocadura del Gua- viare no hay ninguna; y cerca del confluente del Apure la pequeña colina de Cabruta no ha in- fluido sobre la direccion del Orinoco. Estas va- riaciones de direccion son el efecto de causas 286 LIBRO VII. mas generales, y resultan dela disposición de los grandes declives: que componen en la superficie polyédrica delas llanuras.Las cadenas delas mon- tañas no seelevan , como paredes, sobre planos horizontales, y sus macizos mas ó menos prismáti- cos estan sostenidos siempre porterreños que se prolongan en declives mas menos inclinados hácia el thalweg del rio. Por esta razon las lla- nuras vuelven á levantarse hácia las montañas que los rios no baten con violencia, y ademas sienten, por decirlo asi, el influjo de estas li- neas de cumbres á muy largas . distancias. Los geógrafos, que han estudiado la topografía en la naturaleza y han ejecutado nivelaciones sobre el terreno , no se asombrarán de ver que en los mapas cuya escala no permite la explicacion de los declives de 3% á 5”, nada indique material- mente las causas de las grandes inflexiones de los rios. Desde el confluente del Apure hasta su embocadura sobre la costa oriental de América, corre el Orinoco en un sentido paralelo, pero contrario al de su primera direccion; su thabweg está formado alli al norte por un declive casi -imperceptible que se levanta hácia la cadena CAPÍTULO XXIIL. + ¡209 costera de Venezuela, y al sud por el contrade- clive corto y rápido quese apoya en la Sierra Pa- rima. Poresta disposicion particular del terreno, el Orinoco rodea un mismo grupo de montañas graniticas al sud, al oeste y al norte : y despues de un curso de 1390 millas (ág5o t.) se en- cuentra á 300 millas de su orígen. Es un rio cuya embocadura está situada á cerca de 2? en el meridiano de su nacimiento. El curso del Orinoco, cuyo cuadro acabamos de trazar rápidamente , ofrece tres particulari- dades muy dignas de atencion: 1* la constancia con que está arrimado al grupo de montañas que rodea al sud, al oeste y norte; 2* la posi- cion de su nacimiento en un terreno que debia pertenecer á las madres del Rio Negro y del Amazona; 3* su division enviando un brazo á otro sistema de rios. Segun las ideas pura- mente teóricas, podria admitirse que los rios al salir de los valles alpinos, en cuyas cimas naciéron, deben alejarse rápidamente de las montañas, siguiendo un plan mas ó menos in- clinado, cuyo mayor declive sea perpendicular al grande eje de la cadena ó de la linea de cum- 288 LIBRO VIII. bres principales.Semejante suposicion seria con- traria álo que observamos enlos magestuosos rios de la India y de la China. Es un rasgo 'caracte- rístico de estos rios, el seguir á su salida de las montañas un curso paralelo á la cadena. Las llanuras, cuyos declives se levantan hácia las montañas, toman á su pié formas irregulares. Muchas veces la naturaleza de las rocas hojea- das, y la direccion de las capas paralelas á la de las grandes cadenas, pueden ser la causa del fenómeno que discutimos; pero como el gra- nito de la Sierra Parima está casi siempre en masa y sin estraficar , la proximidad en que ve- mos al Orinoco seguir los contornos de este grupo de montañas indica una depresion de terreno que toca á un fenómeno geológico ma- yor, y á una causa que está acaso ligada con la misma formacion de las cordilleras. En los mares y lagos interiores, los puntos mas pro- fundos son aquellos en que las costas estan mas elevadas y mas tajadas. Descendiendo el Orinoco desde la Esmeralda hasta la Angostura se des- cubren siempre (cuando se nayega hácia el oeste, norte y este), sobre una distancia de 250 le- CAPÍTULO XXIIL. 289 guas, montañas muy elevadas á la orilla dere- cha, y llanuras á la izquierda que se extienden hasta perderse de vista. La línea de las mayo- res profundidades y los maxima de depresion se encuentran por consiguiente al mismo pié de la Cordillera sobre los ámbitos de la Sierra Parima. | Otra particularidad que llama nuestra aten- cion á primera vista en el curso del Orinoco, es que la madre de este rio parece confundirse en su principio con la del Amazona. Mirando la ' carta se ve el alto Orinoco atravesar, de este á oeste, la misma llanura que corre el Amazona en sentido paralelo, pero contrario, es decir, del oeste al este. Esta identidad de madre no es -sino aparente, y es preciso tener presente que las grandes superficies deterreno que llamamos llanuras tienen sus valles como las montañas. Cada llano se compone de diferentes sistemas de declives alternativos, y estos sistemas se en- cuentran separados por cumbres ó picos secun- darios que, por ser poco elevados, apénas se ven. Una llanura contínua y cubierta de bosques llena el vasto espacio , entre los 3? *f, de lati- III. pl | 19 290 LIBRO VIII. tud boreal, y los 14? de latitud austral, entre la Cordillera de Parima, la de Chiquitos y el Brasil. Hasta el paralelo del nacimiento del rio Temi, sobre una superficie de 204,000 leguas cuadradas, todas las aguas vienen al recipiente principal del Amazona 5 pero mas al norte, por una: disposicion particular del terreno, sobre una superficie que no tiene 1,500 leguas cua- dradas, el Orinoco forma un sistema hidráulico particular. La llanura central de la América del sud comprehende por consiguiente dos madres de rios, una de las cuales es el conjunto de todas las superficies de los terrenos circunve- cinos, cuyas lineas de mayor declive vienen á parar al thatweg , es decir, á la depresion lon- gitudinal que forma la madre del recipiente principal. En el corto espacio de los 68* y 70” de longitud, recibe el Orinoco las aguas que fluyen del declive meridional de la Cordillera de Parima, pero los desaguaderos que surgen en este mismo declive, al este del meridiano de 68”, entre el monte Maraguaca y las montañas de la Guyana portuguesa , llegan al Amazona. En este inmenso valle ecuatorial, en lo largo de - CAPITULO XXIIL. 291 Bo leguas solamente, es en donde varios planos situados inmediatamente al pié de la Cordillera de Parima tienen líneas de mayor declive que conducen fuera del valle, primero' al norte y despues al este. | He llegado á la tercera particularidad que se observa enel curso del alio Orinoco, á esta di- vision cuya existencia se habia puesto en duda en el momento de mi partida para América (divergium amnis ). Esta separacion se halla, segun las observaciones astronómicas que hice en la mision de la Esmeralda , por 3* 10” de latitud boreal, y 68* 37" de longitud al oeste del meridiano de Paris. Me han preguntado, ámi regreso del Ori- noco, si creia que el canal del Casiquiare po- dria cerrarse con terrenos sucesiyos, y que los dos mayores sistemas de rios de la América equinoccial llegarian con el tiempo á aislarse * enteramente. Diré en primer lugar, “que el Casiquiare, en su estado actual, no es, como dicen los poetas del Latium, placidus et mi- tissimus amnis : ni apénas se parece á este errans tanguido flumine Cocytus:, pues que 19" 292 - LIBRO“ VIII. en la mayor parte de su curso tiene la excesiva ligereza de 6 á 8 pies por segundo; pero no es de temer que llene enteramente una madre que tiene muchos centenares de toesas de ancho. La existencia de este brazo del alto Orinoco es un fenómeno demasiado grande para que las pe- queñas mudanzas que vemos hacerse en la su- perficie del globo puedan hacerle desaparecer, ni aun modificarle considerablemente. Despues de haber considerado la division del Orinoco, bajo la relacion de hidrografía com- parada , me queda que exponer sucintamente la historia del descubrimiento de este extraor- dinario fenómeno. | Como el Rio de las Amazonas ha sido fre- cuentado por los Portugueses y Españoles mu- cho tiempo antes que el alto Orinoco fuese co- nocido de estas naciones rivales, las primeras ideas indeterminadas de la union de dos rios han venido á Europa de la embocadura del Rio Negro. Los conquistadores y muchos historia- dores, como Herrera, fray Pedro Simon y el pa- dre Garcia, confundiéron bajo los nombres de Rio Grande y Mar Dulce, el Orinoco y el Mara- CAPÍTULO XXI. 293 ñon. El nombre del primero de estos rios se halla aun en la famosa carta de América de Diego Rivero, hecha en 1529. Las expediciones de Orellana (1540) y de Lope de Aguirre (1560) no diéron conocimiento alguno de la division del Orinoco; pero la rapidezcon que Aguirre llegó á la isla de la Margarita ha hecho creer durante mucho tiempo que, en lugar de salir por una de las grandes bocas del Amazona, ha- bia llegado al mar por alguna comunicacion interior de los rios. El jesuita Acuña ha soste- nido esta hipótesis, que no es conforme con los resultados de las investigaciones que he he- cho en las obras de los primeros historiadores de la conquista. « No es creible, dijo este mi- sionero, que Dios permitiese que un tirano tuviese la ventaja de descubrir la embocadura del Marañon.» Acuña supone que Aguirre llegó al mar por el Rio de Felipe, y que este rio « se encuentra á algunas leguas distante del cabo Norte. » M. de la Condamine, durante su memo- rable navegacion sobre el Rio de las Ama- zonas, recogió cuidadosamente un gran número 204 LIBRO VIII. de pruebas de esta comunicacion de los rios. La mas decisiva entre ellas, le pareció entonces el testimonio de una India cauriacani á quien ha- bia hablado, y que desde las orillas del Orinoco (mision de Pararuma) habia venido en una canoa al Gran Pará. Antes que M. de la Conda- mine volviese 4 su patria, el viage del padre Manuel Roman, y. el encuentro casual de los mi- sioneros del Orinoco y del Amazona, pusiéron fuera de duda el hecho, de que Acuña habia tenido el primer conocimiento. Las incursiones emprendidas desde media- dos del siglo XV11”, para procurarse esclavos, condujéron á los Portugueses poco á poco des- de el Rio Negro , por el Casiquiare, á la madre de un gran rio que no sabian fuese el alto Ori- noco. Un campo volante compuesto de la tropa de rescate favorecia este comercio inhumano. Despues de haber incitado á los naturales á ha- cerse la guerra , se rescatáron los prisioneros; y para dar una apariencia de equidad al tráfi- co, acompañáron algunos religiosos á la tropa de rescate para examinar «si los que vendian los esclavos tenian el derecho habiéndolos he- CAPÍTULO XXIII. 295 cho prisioneros en guerra abierta. » Desde el año de 1737, estos viages de los Portugueses en el alto Orinoco fuéron muy frecuentes. El de- seo de cambiar esclavos ( poitos ) por hachas, anzuelos y géneros de vidrio empeñaba á las tri- bus indias á hacerse la guerra unas á otras. Los Guipunavos, conducidos por su valiente y cruel gefe Macapu, bajaban de las orillas del Inirida hácia el confluente del Atabapo y del Orinoco, y vendian los prisioneros, dice el mi- sionero Gili, que no podian comer. Los jesuitas del bajo Orinoco se inquietáron de este estado de cosas, y el superior de las misiones españo- las, el padre Roman,amigo intimo de Gumilla, tomó la resolucion animosa de atravesar las _ grandes cataratas y visitar los Guipunavos, sin hacerse escoltar por soldados españoles. Salió el 4 de febrero de 1744 de Carichana, y ha- biendo llegado al confluente dei Guaviare , del Atabapo y del Orinoco,en donde este último rio muda repentinamente su curso de este á oeste en otro de sud a norte, vió álo lejos una pira- gua lan grande como la suya y llena de gentes vestidas á la europea. Hizo colocar en señal de 296 | LIBRO VIII. paz, y segun la costumbre de los misioneros que navegan en un pais desconocido, el crucifijo á la proa de su embarcacion. Los blancos ( eran Portugueses comerciantes de esclavos del Rio Negro ) reconociéron con señales de alegría el hábito de la órden de san Ignacio. Se sorpre- hendiéron al saber que el rio sobre que habia tenido lugar el encuentro era el Orinoco, y lle- váronal padre Roman por el Casiquiareálos es- tablecimientos brasilienses sobre el Rio Negro. El superior delas misiones españolas fué forzado á detenerse cerca del campo volante de la banda de rescate hasta la llegada del jesuita portugues Avogadri , que habia ido á negocios al Gran Pará. Pué por este camino y por el conducto del Casiquiare y del alto Orinoco por donde volvió el padre Manuel Roman con sus Indios sa- livas á Pararum un poco al norte de la Cari- chana, despues de siete meses de ausencia, y él es el primer hombre blanco que vino del Rio Negro, y por consiguiente de la hoya del Ama- zona, sin hacer pasar sus canoas por ningun / portage, á la del bajo Orinoco. La noticia de este viage extraordinario se ex- CAPÍTULO XXIIL. 297 tendió con tal rapidez, que M. de la Con- damine pudo anunciarle en una sesion pública de la academia, siete meses despues del regreso del padre Roman á Pararuma. « La comunica- cion del Orinoco y Amazona recientemente des- cubierta, dice, puede pasar por un descubri- miento en geografía, pues aunque es verdad que la union de estos rios está marcada en los antiguos mapas, segun los informes dados por Acuña, todos los geógrafos modernos la habian suprimido, como de acuerdo, en las nuevas cartas. No es.la primera vez que se ha creido fabuloso lo que era positivo; que se ha criticado demasiado, y que esta comunicacion ha sido tratada tambien como quimérica por los que deben estar mejor instruidos de suexistencia. » Desde el viage del padre Roman en 1744 nadie en la Guyana española, ni en las costas de Gu- maná y Caracas ha puesto en duda la existencia del Casiquiare, ni la division del Orinoco. El mismo padre Gumilla, que fué encontrado por Bouguer en Cartagena de Indias, confesó que se habia engañado , y poco tiempo antes de su muerte leyó al padre Gili un suplemento á su 298 LIBRO VIII. historia del Orinoco , destinado para una nueva edicion, en el cual referia alegremente el modo con que habia sido desengañado. La expedicion de los límites de Iturriaga y Solano es la que ha hecho conocer circunstanciadamente la geogra= fía del alto Orinoco y la ramificacion y union de este rio con el Rio Negro. En 1756 se esta- bleció Solano en el confluente del Atabapo; y desde entonces los comisarios españoles y por- tugueses pasáron muy á menudo con sus pira- guas por el Casiquiare desde el bajo Orinoco al Rio Negro para visitarse en sus cuarteles ge- nerales de Cabruta y Mariva. Desde 1767 vinié- ron todos los años dos ú tres piraguas del for- tin de San Carlos, por la division del Orinoco, á la Angostura á buscar sal y la paga para la tropa. Estos viages de la hoya de un rio á otro, por el canal natural del Casiquiare, ya no fijan en el dia la atencion de los colonos mas que en las orillas del Sena la arribada de los barcos que descienden el Loira por el canal de Orleans. Despues que yo he dejado las márgenes del Orinoco y del Amazona se preparó una nueva era para el estado social de los pueblos del oc- CAPÍTULO XXIIL. 209 cidente. A los furores de las disensiones civiles sucediéron los beneficios de la paz y un des- cubrimiento mas libre de las artes industriales. Esta division del Orinoco y este istmo del Tua- mini, tan fácil de pasar por un canal artificial, fijaron la vista de la Europa comerciante. El Casiquiare , ancho como el Rhin, y cuyo curso tiene 180 millas de largo, no formará ya en vano una línea navegable entre dos hoyas de rios que tienen una su perficie de 190,000 leguas cuadra- das. Losgranos de la Nueva Granada serán condu- cidos por ellosá las orillas del Rio Negro, y desde el nacimiento del Napo y del Ucayale, desde los Andes de Quito y alto Perú se irá en bateles á las bocas del Orinoco, sobre una distancia igual á la de Tombouctou hasta Marsella. Un pais nueve á diez veces mayor que España, y enrique- cido con producciones muy variadas, es nave- gable en todo sentido por el intermedio de un canal natural dei Casiquiare y la ramificacion de los rios. Un fenómeno que algun dia será tan importante para las relaciones políticas de los pueblos merecia sin duda ser examinado con cuidado. LAW WWW LOAWVUVVOVYVADVY VIVIA YUI VUVWIIDNIOYIUAYVIUVYILADIIIYNAVA INVADIDA Yu CAPÍTULO XXIV. Alto Orinoco desde la Esmeralda hasta el confluente del Guaviare. — Segundo paso por medio de las cataratas de Atures y Maipures. — Bajo Orinoco entre la embocadura del rio Apure y Angostura, capital de la Guyana espa- nola. Fáltame hablar del establecimiento cristiano mas aislado y separado del alto Orinoco. Al frente del punto en que se hace la division so- bre la orilla derecha del rio, se eleva en anfitea- tro el grupo granítico del Duida. Esta montaña, que los misioneros llaman un volcan, tiene muy cerca de 8,000 pies de altura;está cortada á pico al sud yal este y ofrece un aspecto muy im- ponente. Su cumbre está desnuda y pedregosa, | pero por todas partes en donde los declives menos rápidos estan cubiertos de mantillo, apa- recen vastos bosques, como colgados, sobre los costados del Duida; al pié de ella está colocada la mision de la Esmeralda, que es un lugarejo de CAPÍTULO XXIV. Í01 ochenta habitantes. Unallanura deliciosa, bañada por riachuelos de aguas negras, pero limpias, le rodea y es una verdadera pradera, en la que se crian pequeños bosques de palma mauritia, que es el sagutero de América. Mas cerca de la montaña, 47,300 toesas de la cruz de la mision, la pradera se cambia en prado de ganados. Cu- bre la extension inferior de la Cordillera , y se encuentran allí piñas grandes de un olor deli- cioso. Esta especie de bromelia crece siempre aislada, entre las gramíneas * como nuestro colchicum autumnal, mientras que el karatas, otra especie del mismo género, es allí una planta social como nuestros matorrales y araudanos. Las piñas de la Esmeralda son célebres en toda la Guyana , y asi en América como en Europa, hay para distintos frutos ciertos paises en que llegan á su mas alto grado de perfeccion. Es preciso haber comido zapotes (achras) en la isla de la Margarita, 0 en Cumaná; chilimoyas (bien diferentes del corosal y anona de las An- "Las inmediaciones de la Esmeralda abundan en gramíneas y Ciperáceas ; tales comio setaria composita , paspalum con- Jugatum , pariana campestris, mariscus levis, juncus Auri- bundus , elionorus ciliarts , cheestos pora capitata. 302 | LIBRO VIII. tillas) en Loja del Perú; granadillas ó parechas en Caracas, y piñas en la Esmeralda, ó la isla de Cuba, para no encontrar exagerados los elo- gios que los primeros viageros han hecho de la excelencia delas producciones de la zona tórrida. Las piñas hacen el adorno de los campos cerca de la Habana, en donde se encuentran plan- tadas en filas paralelas: sobre los costados del Duida hermosean el césped de los prados, ele- vando sus frutos amarillos, coronados de hojas plateadas , sobre las seteria, el paspalum y algu- nas ciperáceas. Esta planta que los Indios del Orinoco llamañi anacurua se ha propagado, desde el siglo XV1", en el interior dela China; y hace poco que algunos viageros ingleses la han encontrado con otras plantas indubitablemente americanas ( conel maiz, yuca, papayo, tabaco y el pimiento) sobre las orillas del rio Congo en Africa. En la Esmeralda no hay misionero; y el reli- gioso que dice la misa en este lugarcillo reside en Santa Bárbara, distante mas de 5o leguas. Necesita cuatro dias para subir el rio, y por esta razon no va sino cuatro 0 cinco veces al año. Fui- CAPÍTULO XXIV. 303 mos perfectamente recibidos por un viejo mili- tar, que nos creyó mercaderes catalanes, que ibamos á hacer comercio á las misiones. Viendo los lios de papel destinados á secar nuestras plantas se sonrió de nuestra ignorancia. « Venis á un pais, decia, en que vuestras mercaderías no tienen venta. Áqui apénas se escribe; las hojas secas del maiz, plátano y vijaho (heliconia ), nos sirven , como el papel en Europa , para cubrir agujas, anzuelos y otros objetos que se quie- ren guardar con cuidado. » Este viejo reunia la autoridad civil y eclesiástica. Enseñaba no el . catecismo sino el rosario álos niños ; tocaba las campanas para divertirse, é inclinado por un ardiente zelo al servicio de la iglesia, se servia algunas veces de su báculo de chantre que no gustaba mucho á los naturales. A pesar de lo pequeño que es la mision de la Esmeralda, se hablan en ella tres lenguas indias que son, la idapaminara, catarapeña y maquiritana. Esta última domina en el alto Ori- noco, desde el confluente del Ventuari hasta el del Pádamo, como domina en el bajo la caribe; en las cercanias dei confluente del Apure la oto- 304 LIBRO VIII. maque ; en las grandes cataratas la tamanaque y maipure ; y sobre las orillas del Rio Negro la maravitana,que son las cinco. ó seis lenguas que estan mas en uso. Nossorprehendió en la Esme- ralda encontrar zambos, mulatos y otras gentes de color que, por vanidad, se llaman Españoles y se creen blancos porque no son rojizos, como los Indios. Estas gentes viven en la mas espan- tosa desnudez, y la mayor parte se compone de desterrados. Por fundar aceleradamente colo- nias en el interior del pais, en donde se queria prohibir la entrada á los Portugueses, Solano habia recogido en los llanos, y hasta en la isla de la Margarita, vagos y malhechores que la justicia habia perseguido hasta entónces inútilmente, y los hacia volver á subir el Orinoco para reunir- los á los desgraciados Indios que se habian co- gido en los bosques. Un error mineralógico dió celebridad á4 la Esmeralda. Los granitos de Duida y Maraguaca encierran en venas abier- tas hermosos cristales de roca, unos de un gran transparente, y otros colorados por la clo- rita ó mezclados de actinola, que se habian te- nido diamante s y esmeraldas. CAPÍTULO XXIV. 305 La colonia de la Esmeralda habia sido fun- dada segun los principios de la nueva Holanda, pero no fué gobernada con la misma sabidur ia. % Como los colonos americanos estaban separa-- dos de su suelo natal, se dispersaban por bos- ques interpolados de prados , tomando los unos el camino del norte, hácia el Caura y el Caroni, y los otros ganando al sud las posesiones portu- guesas. De este modo desapareció la celebridad de esta villa y de las minas de esmeraldas de Duida en pocos años, y la Esmeralda, por la extraordinaria cantidad de insectos que empa- nan el aire en todas las estaciones del año, fué mirada entre los religiosos como un lugar de destierro y de maldicion, y si, con una pobla- cion de doce á quince familias, es considerada en el dia como una espantosa morada, no bus- quemos la causa sino en la falta de cultura, la distancia de otros paises habitados y la grande abundancia de los músticos. La posicion del a mision es muy pintoresca, y el campo que la rodea es agradable y fértil. Jamas he visto tá- maras tan grandes; elañil, azúcar y cacao ven- drian en abundancia, pero no se dan la moles- 1 Il | 20 300 LIBRO VII. tia de cultivarlos. Hay hermosos pastos al rede- dor del cerro Duida, y si los observantes del colegio de Piritú tuviesen parte de la industria de los capuchinos catalanes establecidos sobre Jas orillas del Caroni, se verian errantes nume- rosos rebaños entre Cunucunumo y Pádamo. En el estado actual de cosas, no se encuentra una vaca ni un Caballo ; y los habitantes, vícti- mas de su indolencia , estan muchas veces re- ducidos á comer perniles de monos aluates y harina de las espinas de peces, de que tendré ocasion de hablar mas adelante. Solo cultivan al- go de yuca y plátanos; y cuando la pesca no es abundante, los habitantes de un pais tan favo- recido por la naturaleza estan expuestos á las mas crueles privaciones. Es probable que este vasto pais no quede siempre condenado al abandono en que se le ha tenido hasta el dia por el desarreglo de la administracion monacal y el espiritu de mo- nopolio que caracteriza las corporaciones; y se puede pronosticar cuales serán los puntos del Orinoco en que la industria y el comercio van á tomar la mayor actividad. La poblacion se CAPÍTULO XXIV. 307 encuentra, bajo todas las zonas, en las emboca- duras de los rios ; y el del Apure, por donde se exportan las producciones de las provincias de Varinas y Mérida, va á dar una gran impor- tancia á la villa de CGabruta; rivalizará con la de San Fernando, en donde hasta ahora se ha concentrado todo el comercio, y mas arriba se formará un nuevo establecimiento en el con- fluente del Meta que, por los llanos de Casa- naro, comunicará con la Nueva Granada.Las dos misiones de las Cataratas se engrandecerán á causa de la actividad que reparte sobre este punto el transporte de las piraguas, porque un clima malsano y húmedo, y la excesiva abun- dancia de mosquitos, no pondrán ya obstáculos á los progresos de la cultura en el Orinoco, tan luego como un vivo interes mercantil llame allí nuevos colonos. - San Fernando de Atabapo, Javita, San Carlos y la Esmeralda parecen destinados ( por su po- sicion en la embocadura del Guaviare, en el portage entre Tuamini y Rio Negro, en el con- fluente del Casiquiare , y en el punto de la divi- sion del alto Orinoco) 4 un aumento conside- + 20 308 LIBRO VIIL. rable de poblacion y prosperidad. Será de estos paises fértiles, aunque incultos, que recorren el Guallaga, el Amazona y.el Orinoco, como del istmo de Panamá, del lago de Nicaragua y del rio Huasacualco, que ofrecen una comunicacion entre los dos mares. | La Esmeralda es el punto mas célebre del Orinoco para la fabricacion del veneno activo que se emplea en la guerra, en la caza, y lo que mas sorprehende es que lo aplican, como remedio, contra las indisposiciones gástricas. El veneno de los Ticunas del Amazona, el upas- tiente de Java, y el curare de la Guyana son las substancias mas perniciosas que se conocen, y hácia fines del siglo XVI”, Ralegh habia. ya oido pronunciar el nombre de urari, como el de una substancia vegetal, con la que se enve- nenaban las flechas. Sin embargo ningun cono- cimiento “cierto, acerea de este veneno, habia legado (4 Europa. Los misioneros Gumilla y Gili no habian podido penetrar en los paises en que se fabrica el curare. Gumilla aseguraba « que esta fabricacion encubre un gran miste- rio; que el ingrediente principal procede de una / CAPÍTULO XXIV. 909 planta subterránea, tuberosa, que no arroja ja- mas hojas, y que es la raiz por excelencia, raiz de si misma; que las exhalaciones venenosas que se elevan de las calderas hacian perecer las mugeres viejas (las mas inútiles), que buscaban para cuidar esta operacion; y en fin quelos ju- gos vegetales no estan bastante concentrados hasta que algunas gotas ejerzan, á cierta distan- cia, una accion repulsiva de la sangre. Para hacer la prueba se hace un Indio una pequeña herida, moja una flecha en el curare líquido , se la aproxima á la dicha herida, y si hace vol- ver á entrar la sangre en los vasos sin haber te- nido contacto con ellos, se juzga el veneno su- ficientemente concentrado. » No me detendré en refutar estos cuentos populares, recogidos por el padre Gumilla. ¿Como podia dudar este mi- sionero de la accion del curare, á cierta dis- tancia, si no dudaba de las propiedades de una planta cuyas hojas hacen vomitar ó purgan, con solo arrancarlas de su árbol por arriba ó por abajo nm 1 «Llamo la atencion de los fisicos sobre el frailecillo ó la $10 LIBRO VIII. Cuando llegámos á la Esmeralda, la mayor - parte de los Indios volvian de una excursion que habian hecho al este, mas allá del rio Pá- damo, para recoger juvias ú frutos de bertho- lletia, y el bejuco que da el curare; tuvímos la afortunada casualidad de encontrar un Indio viejo que preparaba el veneno curare con las plantas recientemente cogidas, y era el químico del lugar. Hallámos en su casa calderas grandes de greda, destinadas á la coccion de los jugos vegetales ; algunos vasos de menos profundidad favorecian la evaporacion por la superficie que presentaban, y unas hojas de plátano, rolladas en cucuruchos , servian para filtrar líquidos, mas ó menos cargados de substancias esponjo- sas. En esta cabaña reinaba el mayor órden y limpieza, y estaba seguramente transformada en un elaboratorio de quimica. Este Indio, que tuatua. Cuantas hojas se comiere, tantas evacuaciones ha de expeler. Si se arranca las hojas tirando hácia abajo, cada hoja causa una evacuacion; si se Jas arranca hácia arriba, causan vómitos, y si se arrancan unas por arriba, y otras hacia abajo, concurre uno y otro efecto.» ( Gumilla, t. IM, pag. 298. Caulin, pág. 29.) CAPÍTULO XXIV. 311 debia instruirnos, es conocido en la mision bajo el nombre de amo del veneno curare, y tenia el aire afectado y pedante de que se acu- saba'en otro tiempo á los boticarios europeos. « Sé, decia él, que los blancos tienen el secreto de fabricar jabon , y este polvo negro que tiene la falta de hacer ruido y espantar los animales si no se les mata. El curare, que propagamos de padre á hijo, es superior á todo lo que sabeis hacer mas allá delos mares. Este es el jugo de una yerba que mata sin ruido, y sin que se sepa donde ha salido el golpe. » Esta operacion química, á la que el amo del curare daba tanta importancia, nos parecia la -cosa mas sencilla. Se da al hejuco, de que se sir- ven en la Esmeralda para la preparacion del ve- neno, el mismo nombre que en los bosques de Javita, y es el del bejuco de mavacure, que se coge abundantemente al este de la mision sobre la orilla izquierda del Orinoco, mas allá del rio Amaguaca, en los terrenos montuosos y graní- ticos de Guanaya é Yumariquin. Aunque jos ma- _nojos de bejuco que encontrámos en la cabaña del Indio estuviesen enteramente sin hojas no 312 LIBRO VIIT. “+ nos queda duda alguna que proceden de la mis- _ma planta de la familia de las strychneas (pró- ximas al rouhamon de Aublet) que habiámos examinado en el bosque de Pimichim *. Sé em- SAC! , . . . * Voy á insertar aquí la descripcion del curare ó bejuco de mavacure, sacada de un manuscrito, aun inédito , de mi sabio colaborador M. Kunth, miembro corresponsal del instituto. « Ramuzr lignosi, oppositi ramulo altero abor- «tivoteretiusculi, fuscencenti tomentosi inter petiolos lineola « pilosa notati, gemmula aut processu filiformi , (peduns. « culo ?) terminati. FoLra opposita , breviter petiolata , ovato «oblonga , acuminata, integerrima, reticulato triplinervia , « nervo medio subtus prominente, membranacea, ciliata, «utrinque glabra, nervo medio, fuscencenti tomentoso , «lacte viridia subtus pallidiora, 1 Y, pollici longi, 8-9 li- «neas lata. Perior1 lineam longi, tomentosi, inarticulal1.» M. Kunth añade : « El curaré no puede ser una espe- cie del género phillantus, porque las hojas de este son alternas y provistas de dos orejuelas, mientras que las del curare son opuestas, y sin señal de orejuelas. La idea de M. Willdenow, sobre que el curare pertenece al género coriaria, cuyas bayas solas son venenosas, no puede tampoco admitirse. Las hojas del coriaria son algo carnudas y algunas veces alternas , y las del curare son membranosas y constan- temente opuestas entre sí. Los pendientes en el coriaria estan claramente artículados con los ramos y caen fácilmente en las muestras desecadas, y el curare al contrario no presenta artí- culacion alguna. Los pequeños gemmulos, de que hace men- cion M. de Jussieu, hablando del coriaria en sus fami- e o CAPÍTULO XXIV. 319 plea indiferentemente el mavacure fresco ó de- secado despues de algunas semanas. El jugo del bejuco recien cogido no esta considerado como venenoso 3 y acaso no obra de un modo sensible sino cuando está fuertemente reconcentrado, yes la corteza, con una parte de la albura,la que encierra este terrible veneno. Se raspan con un cuchillo ramas de mavacure de 4 ó 5 líneas de diámetro, y quitada la corteza se aplasta bien, y se reduce á hebritas muy delgadas sobre una piedra de moler yuca. Siendo amarillo el jugo venenoso, toda esta masa estoposa toma el mismo color, la cual se echa en un embudo de g pulgadas de alto, y 4 del ancho perforado. lias de plantas, no se encuentran en el curare, y por último, los ramitos son angulosos en el coriaria y cilínáricos en el curare. Tienen en este una tendencia á prolongarse en Uje- ritas, como sucede en el rouhamon de Aublet (la siostoma Willd.). A este último género aproximaria yo el curare, por- que los verdaderos strychnos parece que pertenecen exclusi- vamente á las Indias orientales. En el curare seencuentra una línca de pelo corto entre cada par de petiolos; y este carác- ter observado mucho tiempo hace en las strychneas, queson conocidas por sus mortales propiedades, es de un peso en la aproximacion que creemos estar en derecho de hacer entre plantas tan vencnosas. 314 | LIBRO VHL. Este embudo era, de todos los instrumentos del elaboratorio indio, el que mas nos ala- baba el amo: del veneno, preguntándonos si habiamos visto jamas por allá (es decir en Eu- ropa) alguna cosa que pudiese compararse á su embudo, que no era sino una hoja de plátano rollada en cucurucho sobre sí misma, y colo- cado en otro mas fuerte de hojas de coco : todo este aparato estaba sostenido por un ligero an- damio de petiolos y rhachis de palmera. Se da principio á una infusion en frio derramando agua sobre la materia esponjosa , que es la corteza molida del mavacure, filtra un agua amari- llenta-por espacio de muchas horas gota á gota al traves del embudo de hoja, y esta agua fil- trada es el licor venenoso, pero sin fuerza hasta que está reconcentrado por la evaporacion en un gran vaso de greda, como sucede con los melotes. El Indio nos instaba muchas veces á que probásemos el licor, y por el gusto mas ú menos amargo , se conoce si la reconcentracion por el fuego ha sido excesiva. No hay peligro al- guno en esta operacion, y el curare no es per- nicioso sino cuando entra inmediatamente en CAPÍTULO XXIV. 315 contacto con la sangre; ni tampoco hacen daño los vapores que despiden las calderas, digan lo que quieran los misioneros del Orinoco. Fon- tana, en sus experiencias acerca del veneno de los Ticunas del Rio de las Amazonas, ha probado, hace mucho tiempo, que los vapores proce- dentes de este veneno, cuando estan sobre car- bones encendidos, pueden ser respirados sin cuidado alguno, y que es falso, como lo ha anunciado M. de la Condamine, que mugeres indias, condenadas á muerte, hayan perecido por vapores del veneno de los Ticunas. El jugo mas reconcentrado del mavacure no es bastante espeso para pegarse á las flechas: para dar cuerpo al veneno, se pone en la infu- sion reconcentrada otro jugo vegetal extrema- damente viscoso y extraido de un árbol de hojas anchas que se llama kiracaguero. Como este ár- bol crece á muy larga distancia de la Esme- ralda, y que en aquella época no tenia flores ni frutos, no estamos en el caso de poder de- terminarle como botánicos. He hablado mu- chas veces de la fatalidad que aleja del exámen de los viageros los vegetales mas interesantes, 316 e LIBRO VIII. mientras que miles de otros, cuyas propie- dades químicas se ignoran, se presentan car- gados de flores y frutos. Cuando se viaja rápi- damente, apénas se ve, aun bajo los trópicos, en donde la florescencia de las plantas leñosas es tan larga, la octava parte de vegetales que presentan las partes esenciales de la fructifica- cion. El poder determinar, no diré la familia, sino el género ó especie, está por consiguiente , en razon de 1 4 8, y se concibe que el descré- dito se hace conocer mas vivamente cuando nos priva del conocimiento intimo de los objetos que ofrecen otro interes que el de la botánica descriptiva. En el momento en que el jugo viscoso del ár- bol kiracaguero se vacia en el licor venenoso ' bien reconcentrado y mantenido en ebullicion, se pone negro y se coagula en una masa de la consistencia de la brea 0 jarabe espeso; esta es la masa del curare del tráfico. Cuando se oye decir á los Indios que el kiracaguero es tan ne- cesario á la fabricacion del veneno, como el be- juco de mavacure, puede caerse en un error, suponiendo que el primero encierre tambien CAPÍTULO XXI. | 31: algun principio muy pernicioso , mientras que no sirve (como sucederia con el algarrobo y otra cualquier substancia gomosa) sino á dar mas cuerpo al jugo reconcentrado del curare. La mudanza del color que experimenta la mez- cla se debe á la descomposicion de un hidruro de carbono. El hidrógeno se quema y el car- bono se queda al descubierto. Se vende el cu- rare en frutos de crescentia, pero como su pre- paracion está en las manos de un pequeño nú- mero de familias y que la cantidad de veneno que está pegada á cada flecha es infinitamente pequeña,el curare de primera ealidad dela Esme- ralda y Mandavaca se vende á un precio extre- madamente subido; he visto pagar por dos on- zas de 5 á 6 francos. Cuando está desecada esta substancia se parece al opio; pero atrae con mu- cha fuerza la humedad cuando se exponeal aire. Su gusto es de un amargo agradable, y lo hemos probado muchas yeces en pequeñas porciones M. Bonpland é yo. No hay peligro alguno en tomarlo estando seguro de que no se sangra de los labios ú las encias; y en las experien- cias recientes que M. Mangili ha hecho sobre el $18 LIBRO VI. veneno de la víbora, uno de los asistentes tomó toda la cantidad que pudo extraerse de cuatro viboras grandes de Italia sin haber tenido por esto novedad alguna. Los Indios miran el curare tomado interiormente como un excelente esto- macal; y el mismo veneno preparado por los Indios piraoas y salivas, aunque bastante céle- bre, no es tan estimado como el de la Esme- ralda. Las operaciones de la fabricacion casi pa- recen ser las mismas en todas partes, pero no hay una prueba de que los diferentes venenos vendidos bajo el mismo nombre del Orinoco y Amazona, sean idénticos y procedentes de las mismas plantas. Tambien el S" Orfila, en su excelente obra de tosigología general , ha sepa- rado muy juiciosamente, el woorara dela Gu- - yana holandesa, el curare del Orinoco, el ti- cuna del Amazona, y todas estas substancias que se han reunido demasiado indeterminada- mente bajo el nombre de venenos americanos. Acaso algun dia se encontrará un mismo prin- cipio alcalino semejante á la morphina del opio y la vauquelina de los strychnos en plantas ve- nenosas que pertenecen á diferentes géneros. CAPÍTULO XXIV. 319 En el Orinoco se distingue el curare de raiz del de bejuco. No hemos visto preparar sino el se- —gundo; el primero es mas débil y menos esti- mado. En el Rio de las Amazonas aprendimos 4 conocer los venenos de los Indios ticunas , yaguas, pevas y gibaros, que procediendo de la misma planta no se diferencian acaso, sino en la preparacion mas ó menos cuidada. El tósigo de los Ticunas, á que M. de la Con- damine ha dado tanta celebridad en Europa, y que se empieza á publicar con alguna impro- piedad bajo el nombre de ticuna , procede de un bejuco qne crece en la isla de Mormorote en el alto Marañon. Este tósigo se debe en parte á los ndi os ticunas que quedáron indepen- dientes sobre el territorio español cerca del na- cimiento del Yacarico; y tambien á los Indios de la misma tribu que habitan la mision portu- guesa de Loreto. Como en estos climas los ve- nenos son indispensables á los pueblos que vi- ven de la caza, los misioneros del Orinoco y el Amazona hacen poca oposicion á este género de fabricacion. Sobre las orillas del Orinoco apé- nas se come una gallina que no haya sido muerta 390 LIBRO VIH. por la flecha envenenada, y aun los misioneros creen que la carne de los animales no es buena sino por este medio. Atacado de tercianas el pa- dre Zea que nosacompañaba, todas las mañanas se hacia traer á su hamaca+una flecha, con que mataba la gallina que sedestinaba á nuestra co- mida, y no hubiera confiado á otros una operación á que, á pesar de su estado habitual de debilidad, daba él la mayor importancia. Las grandes aves, por ejemplo, la pava de monte o un hoco (alector) herido en el muslo mueren á los 2 6 3 minutos; y son necesarios 10 Ó 12 para que muera un cerdo ó un pécari. El Indio viejo conocido por el amo del ve- neno' se lisonmjeaba del inleres con que noso- tros habiamos seguido sus operaciones quími- cas, y nos consideraba bastante inteligentes para no dudar que sabiamos hacer jabon, arte que , despues de la fabricacion del curare, le pare- cia una de las mas beilas invenciones del espi- ritu humano. Cuando se yació el veneno liquido en los vasos destinados á recibirle, acompañá- mos al Indio á la fiesta de tas juvias, euya co- secha se celebra con danzas y excesos de la mas CAPÍTULO XXIV. 321 salvage borrachera. La cabaña, en que sereunen losindigenas por espacio de muchos dias, ofrecia un aspecto muy particular. No habia mesa ni bancos, pero si grandes monos asados y enne- grecidos con el humo, que estaban colocados si- métricamente y apoyados contra la pared. Eran de estos marimondos y de estos monos barbudos que se llaman capuchinos, y que no deben con- fundirse con el machi ó sai (simia capucina de Buffon). El modo de asar estos animales an- tropoformes, contribuye singularmente á que su aspecto sea desagradable á los ojos del hombre civilizado. ) Vimos bailar á los Indios, y su danza es tanto mas monotona cuanto que las mugeres no bai- lan. Los hombres jóvenes y viejos se cogen por las manos para formar un círculo y dar vueltas a derecha é izquierda por-*spacio de dos horas con la mayor gravedad y silencio, haciendo la música, las mas veces, los que bailan. Débiles sonidos de una serie de cañas de diferente lar- gura forman un acompañamiento lento y triste, y para hacer el compas el primer bailarin do- bla las dos rodillas de un modo acompasado. , mí, 21 322 LIBRO VIIL. Algunas veces se paran todos en su sitio, y eje- cutan pequeños movimientos oscilatorios, in- clinando el cuerpo de un lado á otro. Estas ca- ñas, colocadas en una misma linea y unidas unas á otras, se parecen á la flauta de Pan, tal como la vemos representada en las procesiones de Baco, sobre los jarrones de la Gran Grecia. Es seguramente una idea muy sencilla, y al alcance de todos los pueblos, el reunir cañas de dife- rente largura y hacerlas sonar sucesivamente pasándolas por los labios. Vimos en la cabaña destinada al festin mu- chas producciones vegetales que los Indios ha- bian traido de las montañas de Guyana y que fijaron nuestra atencion. No me ocuparé aqui sino del fruto del juvia, de las cañas de tan pro- digiosa largura y de las camisas hechas de la corteza de marima. El almendron ó ¿juvia, uno de los mas magestuosos árboles de los bos- ques del nuevo mundo, era casi desconocido antes de nuestro viáge al Rio Negro. Empieza ya á encontrarse á cuatro jornadas de distancia al este de la Esmeralda, entre el Pádamo y el Ocamo, al pié del cerro Mapaya, sobre la orilla > CAPÍTULO XXIV. 323- derecha del Orinoco, y aun es mas abundante sobre la izquierda, en el cerro Guanaja, entre el rio Amaguaca y el Gebeta. Los habitantes de Esmeralda nos han asegurado que, avanzando por encima del Geheta y Chiquira, el juvia y el cacao son tan comunes, que los Indios salvages (los Guaicas y Guaharibos blancos) no alteran las cosechas hechas por los indios de las misio- nes, niles envidian ninguna de las produccio- nes con que la naturaleza ha enriquecido su propio suelo. En los establecimientos del alto Orinoco no se ha intentado casi la propagacion de los almendrones, pues se opone á ello la pereza, mas que la rapidez con que se errancia el aceite en los granos amigdatiformes; solo hemos encontrado tres árboles en la mision de San Carlos y dos en la Esmeralda, cuyos ma- gestuosos troncos de ocho á diez años no ha- bian aun arrojado flores. He dicho mas arriba que M. Bonpland ha descubierto almendrones entre los árbcles que cubren las orillas del Ca- siquiare cerca de los raudales de Cananivacari. - El Vovus Orbis de Juan de Laet, en que he encontrado el primer conocimiento del árbol 21* 324 | LIBRO VII. de la vaca, ofrece tambien una descripcion. y una figura muy exacta del grano de bertholle- tia. Laet le llama totocke y hace mencion del drupa que encierra las almendras dándole el grandor de una cabeza humana. El peso de este fruto es tan enorme, dice, que los salvages apé- nas se atreven á entrar en los bosques sin cu- brirse la cabeza y las espaldas con un broquel de madera muy sólido. Se venden en Portugal é Inglaterra los granos triangulares del juvia, bajo un nombre indeterminado de castañas ó nueces del Brasil y el Amazona : y se ha creido durante mucho tiempo que, semejantes al fruto del pekea, nacian aisladamente sobre pediculos. Los habitantes del Gran Pará hacen despues de un siglo un comercio bastanteactivo. Los envian directamente, ya á Europa, ya á Cayena en don- de son conocidos por el nombre de touka. El célebre botánico, el S* Correa de Serra, nos ha dicho que el árbol cs abundante en los bos- ques cercanos á Macapa en la embocadura del Amazona; que allí le dan el nombre de Capu- caya, y que los habitantes recogen sus almen- dras como las del lechytis para exprimir el aceite. CAPÍTULO XXIV. 32) Un cargamento de almendras de juvias que has bia entrado en Habra, fué capturado por un corsario en 1807, y sirvió para el mismo uso. El árbol que produce las castañas del Brasil no tiene en general sino dos ó tres pies de diá- metro, pero su altura es de 100 á 120 pies: su traza no es como la del mamea, el caimitier y otros muchos árboles de los trópicos , cuyas ramas (como en los laureles de la zona tem- plada) se elevan derechos hácia el cielo. En el bertholletia, los ramos estan abiertos , son lar- gos, casi desnudos hácia la basa, y cargadas sus puntas de frondosás copas muy unidas. No he- mos visto en flor este árbol magestuoso , que no da flores hasta los quince años, y estas apa - recen de fines de marzo hasta principios de abril. Los frutos maduran á fines de mayo, y algunos troncos los conservan hasta el mes de agosto. Como estos frutos son del grandor de la cabeza de un niño, muchas veces de 12 á 13 pulga- das de diámetro, hacen un enorme ruido al caer de las puntas de los árboles. Nada conozco mas á propósito para hacer admirar el poder de las fuerzas orgánicas en la zona equinoccial que 320 LIBRO VIH. el aspecto de estos grandes pericarpos leñosos, por ejemplo, del coco de mar (lodoicea) entre los monocotyledones, y dell bertholetia y el le- chylis entre los dicotyledones. Entre los trópicos el bertholletia forma en menos de 5o á 60 dias un pericarpo, cuya parte leñosa tiene media pulgada de grueso, y cuesta -mucho trabajo cortarle aun con los instrumen- tos mejor preparados. Los monos capuchinos (simia chiropotes) aman singularmente las cas- tañas del Brasil, y el ruido que hacen los gra- nos cuando se mueve el fruto para caer del ár- bol, excita hasta al mas alto grado el apetito de estos animales. Su gusto es extremadamente agradable cuando aun “están frescos, pero el aceite de que abundan y que los hace tan úti- les á las artes, se enrancia con facilidad; mas á pesar de que en el alto Orinoco comímos mu- chas veces, por falta de alimento, cantidades considerables de estas almendras, no tuvimos jamas un mal resultado. La frecuencia del juvia al este de la Esme- ralda parece indicar que la Flora del Amazona empieza en la parte del alto Orinoco que se ex- CAPÍTULO XXIV, 327 tiende al sud de las montañas; y es, por decirlo asi, una nueva prueba de la reunion de dos ma- dres de rios. M. Bonpland ha expuesto muy bien los medios que debian emplearse para multiplicar el bertholletia excelsa, sobre las orillas del Orinoco, del Apure, del Meta y en toda la provincia de Venezuela. Seria preciso amontonar en los puntos en que crece natural- mente este árbol, millares de granos cuya ger- minacion hubiese ya empezado, y colocarlos en un semillero sobre cajones llenos de la misma tierra en que empezáron su vegetacion. Las plantas tiernas, abrigadas contra los rayos del sol por medio de las hojas músaceas ú de cocos, podrian transportarse en piraguas ú sobre al- madias. De este modo hemos conseguido llevar un gran número de plantas muy raras, por ejemplo el coumarouna odora ó el haba de tunga, de las cataratas del Orinoco á la Angos- tura, y repetirlas en las plantaciones que las ro- deaban. Una de las cuatro piraguas con que los In- dios habian ido á la recoleccion “de las ¿uvias, estaba llena en gran parte de esta especie de ca- 328 LIBRO VII. ñas (cárice ) de las que se han hecho cerbatanas. Tenian 15 á 17 pies de largo, y no se distinguia sin embargo vestigio de nudo alguno que sir- viese á la inserción de las hojas y los ramos. Estaban perfectamente derechas , lisas por fuera y enteramente cilíndricas. Estas cárices proce- den del pié de las montañas de Yumariquin y Guanaya y son muy estimadas aun mas allá del Orinoco, bajo el nombre de cañas de la Esme- ralda. Un cazador conserva por toda su vida la misma cerbatana, alaba su ligereza, su exacti- tud y pulidez, como nosotros alabamos las mis- mas calidades en nuestras armas de fuego. ¿Gual puede ser la planta monocotyledona que da tan admirables cañas? En el festin á que asistímos, las mugeres es- taban excluidas del baile y de toda recreacion pública, y se ocupan tristemente en servir á los hombres mono asado, bebidas fermentadas y cogollos del palmito. No cito esta última pro- duccion que tiene el gusto de nuestras coliflo- res, sino porque -en ningun pais hemos visto masas de tan prodigioso grandor. Las hojas que no estan descubiertas se confunden con el tierno CAPÍTULO XXIV. 3209 tronco, que tiene 6 pies de largo sobre cinco pulgadas de diámetro. Otra substancia que es mucho mas nutritiva, sale del reino animal, y es la harina de pescado. En todo el alto Ori- noco hacen los Indios freir el pescado, lo se- can al sol y lo reducen á polvo sin separar las espinas. He visto masas de 50 á 6o libras de ha- rima que se parece á la de yuca, y cuando se quiere comer se le echa agua para reducirla á pasta. La abundancia de pescado ha hecho ima- ginar en todos los climas los mismos medios de conservacion. Plinio y Diodoro han hecho la descripcion del pan de pescado de los ichthyo- fagos habitantes del golfo pérsico y de las cos- tas del Mar Rojo. En la Esmeralda, como en todas las demas * misiones, los Indios que no han querido bauti- zarse y que estan solamente agregados á la po- blacion viven en poligamia. El número de mu- geres varia mucho en todas las tribus; y el ma- yor es el de las delos Caribes y todas las naciones que han conservado mucho tiempoel hábito de llevarse las jóvenes de las poblaciones vecinas. Las mugeres viven en una especie de esclavitud 330 LIBRO VII. igual á la de la mayor parte de las naciones muy embrutecidas, y como los maridos estan en pleno goce del poder absoluto, no se oye queja alguna en su presencia. Reina una calma apa- rente en la casa, y las mugeres se apresuran: todas á prevenir los deseos de un señor exi- gente y tosco, y cuidan indistintamente sus hijos y los de sus rivales. Como todo el peso del tra- bajo cae sobre estas desgraciadas mugeres no es extraño que haya naciones en que su número sea muy corto. Cuando un Indio que vive en poligamia se hace cristiano, los misioneros le fuerzan á esco- ger entre sus mugeres la que mas quiera guar- dar y á repudiar á las demas. Este momento es demasiado crítico, porque el nuevo convertido encuentra en las mugeres que debe abandonar Jas mas preciosas cualidades. La una entiende de jardinería y del cultivo de hortaliza; otra sabe preparar el chiza, bebida emborracbadora que da la raiz del yuca; y todas al fin le pare- cen igualmente necasarias. Algunas veces el de- seo de conservar las mugeres tiene mas fuerza sobre el Indio que la adhesion al cristianismo; CAPÍTULO XXIV. 353 1 pero las mas veces el marido prefiere someterse á la eleccion del misionero como á una ciega fatalidad. Los Indios que viajan al este de la Esmeralda desde el mes de mayo hasta el de agosto, para recoger las producciones vegetales de las mon- tañas de Yumariquin, son precisamente los que nos diéron conocimientos precisos sobre el curso del Orinoco al este de la mision. Esta parte de mi carta ¡tineraria es enteramente di- ferente de las que la han precedido. Empezaré la descripcion de aquellos paises por el grupo granítico del Duida que está bordado al oeste . o . “ d por el rio Tamutana , y al este por el rio Grua- 13 , po, y eu cuya falda nos detuvimos por algun tiempo. Entre estos dos desaguaderos del Ori- noco, enmedio de los morichales 0 bosques de palmeras mauritia que rodean la Esmeralda , desciende el rio Sodomoni, célebre por la ex- celencia de los ananas que crecen sobre sus. orillas. He medido el 22 de mayo, en un prado que se extiende al pié del Duida, una base de 475 metros de largo, y el ángulo bajo el que + 20») la cima de la montaña parece á la distancia de ) Y 392 LIBRO VIII. 19, 927 metros es aun de q”. Una medida trigo- nométrica, hecha con cuidado, me ha dado en cuanto al Duida (es decir, por el pico mas elevado que está al sudoeste del cerro Mara- guaca) 2,179 metros ó 1,118 toesas sobre la lla- nura de la Esmeralda. Su altura sobre el nivel del Océano está problablemente cerca de 1,300 toesas; digo probablemente, porque tuve la des- gracia de quebrar mi barómetro antes de llegar a la Esmeralda. | El cerro Duida no la cede en altura , sino muy poco (apénas 80 á 100 toesas ), en la punta del San Gothard y en la Silla de Caracas, sobre el litoral de Venezuela. Por esta razon es consi- derado en estos paises como una montaña colo- sal, celebridad que nos da una idea precisa de la altura media de la Sierra Parima, y de todas las montañas de la América oriental. Al este de la Sierra Nevada de Mérida, como al sudeste del páramo de las Rosas , ninguno de los eslabones O cordilleras que se extienden en el sentido pa- ralelo llega á la altura de la cresta central de los Pirineos. “La cima granítica del Duida está tan perpen- Pp po CAPÍTULO XXIV. 333 dicularmente cortada, que los Indios no han podido llegar á ella; y se sabe que las monta- ñas menos elevadas son muchas veces las mas inaccesibles. A la entrada y salida de la esta- cion de las lluvias se ven en la cima de! Duida pequeñas llamas que parecen mudar de pues- to; y silas aserciones de los naturales son ver- daderas , es probable que en el Duida exista al- guna causa subterránea que produzca dichas llamas. El granito del cerro Duida está Heno de ve- nas abiertas en parte, y de cristales de cuarzo y piritas. Algunas emanaciones gaseosas € in- flamables (sea de hidrógeno O de nafta) pue- den abrirse paso al traves de estas venas. El fuego se manifiesta cuando el suelo, fuerte- mente calentado por los ardores del sol, recibe las primeras lluvias, ó cuando despues de gran- des aguaceros la tierra empieza á secarse. La primera causa de estos fenómenos igneos está á' inmensas profundidas, debajo de las rocas se- cundarias en las primitivas formaciones; las llu- vias y la descomposicion del agua atmosférica no hacen en ellas sino un papel secundario. 354 LIBRO VIII. Las fuentes mas calientes del mundo salen in-= mediatamente del graniio. El petróleo sale del micaesquita, y detonaciones espantosas se han oido en la Eucamarada entre los rios Arauca y Cu- chivero, en medio del terreno granítico del Ori- noco y la Sierra Parima. Aquí, como sobre to- de el globo, el hogar de los volcanes está en los terrenos mas antiguos, y parece que existe una conformidad intima entre los grandes fenó- menos que sublevan y derriten la costra de nuestro planeta, y entre estos meteoros ígneos que se presentan de tiempo en tiempo en la su- perficie, y que, por su pequeñez, se quieren atribuir al solo influjo de la atmósfera. El Duida, aunque inferior á la altura quele da la creencia popular, es sin embargo el punto cul- minante de todo el grupo de montañas que sepa- ran la madre del bajo Orinoco dela del Amazona. Al este del Duida, se distinguen por su ele- vacion sobre la orilla derecha del Orinoco, el Maravaca, 0 Sierra Maraguaca entre el rio Cau- rimoni y el Pádamo; y sobre la izquierda las montañas de Guanaya é Yumariquin, entre los rios Amaguaca y Geheta. CAPÍTULO XXIV. $35 Se puede subir sin peligro el Orinoco desde la Esmeralda hasta las, cataratas ocupadas por los Indios guaicas que impiden todo "progreso ulterior de los Españoles, y es una navegacion de seis dias y medio. Kn esta travesia tiene el Orinoco tres ó cuatrocientas toesas de ancho, y los desaguaderos de la orilla derecha son mas frecuentes, porque el rio está cercado por aquella parte de las altas montañas del Duida y Mara- guaca, sobre que se amontonan las nubes, mientras que la orilla izquierda está baja y con- tigua a la llanura, cuyo declive general se in- clina al sudoeste : unos soberbios montes de madera para construccion cubren las cordil- leras septentrionales. El acrecentamiento de los vegetales es tal en este clima ardiente y constan- temente húmedo, que el bombax ceiba tiene en él troncos de 16 pies de diámetro. El rio Páda- mo 0 Pátamo, por el que los misioneros del alto Orinoco comunicaban en otro tiempo con los del rio Caura, se ha hecho una fuente de er- rores para los geografos. En lagran carta de La Cruz, un pequeño desaguadero del Orinoco, al oeste de la division, está indicado como rio 336 LIBRO VII. Pádamo, y el verdadero rio de este nombre le llama rio Maquiritari. Saliendo de su emboca- dura,que es de una anchura bastante considera- ble, llegan los Indios en dia y medio al rio Mava= ca, que nace en las altas montañas de Unturan de que hemos hablado mas arriba. El portage ó arrastradero entre el nacimiento de esté desa- guadero y el del Idapa d Siapa, ha dado lugar a la fábula de una comunicacion de este con el alto Orinoco. El rio Mavaca comunica con un lago, sobre cuyas orillas vienen los Portu= gueses del Rio Negro, sin que los vean los Es- pañoles de la Esmeralda, á recoger los granos aromáticos del laurus pucheri, conocidos en el comercio bajo los nombres de haba pichurim y de toda especie. Entre los confluentes del, Pádamo y del Mavaca, el Orinoco recibe al norte el Ocamo en que desagua el rio Mata- cona, y en cuyo nacimiento viven los Indios guainaros que son mucho menos bronceados - ó atezados que los demas habitantes de estos paises. Esta tribu es una de las que llaman los misi)neros Indios blancos y sobre los que pronto daré conocimientos mas detallados. Cerca de la CAPÍTULO XXIV. 353 emboeadura del Ocamo, se indica á los viage- ros una roca que esla maravilla del pais. Es 'un granito notable por la disposicion particular del mica negro que forma pequeñas venas ramifi- cadas : los Españoles llaman á esta roca piedra Mapaya ( piedra mapamundi ). El pequeño fragmento que me he procurado indicaba una roca estratificada, rica en feldespato blanco, y encierra, ademas de las pepitas de mica colo- cadas en grupos por estrías y diversamente con- torneadas, algunos cristales de anfibolia. No es un sienite, sino problablemente un granito de nueva formacion análogo á aquellos á que per- tenecen los granitos estamniferos ( hyalomic tos ) y los pegmatitos ó granitos gráficos. Pasado el confluente del Mavaca disminuye el Orinoco repentinamente su anchura y profun- didad , y llega á ser tortuoso como un torrente alpino. Sus dos orillas estan rodeadas de mon- tañas, y el número de desaguaderos del sud se aumenta considerablemente; sin embargo Ja cordillera del norte queda la mas elevada. De la boca del Mavaca al rio Géheta hay dos dias de camino , porque la navegacion es muy incó- 111. 22 330 LIBRO VIII. moda; y muchas veces por falta de agua es pré- ciso arrastrar la piragua lo largo de lá ribera. Sobre esta distancia, los desaguaderos del sud son el Daracapo y Amaguaca, y cercan, al oeste y al este, las montañas de Guanaya y de Yumariquin, en donde se cogen los frutos del bertholletia (castañas del Marañon ). Son las montañas del norte las que disminuyen su ele- yacion progresivamente desde el cerro Mara- guaca, que desciende el rio Manaviche. A me- dida que se sube el Orinoco , los chorros y re- molinos se hacen mas ó menos frecuentes ; á la izquierda se pasa el Caño Chiguire habitado por los Guaicas , otra de las tribus de Indios blancos;y 4 dos leguas de distancia, está la embocadura del Geheta, donde se halla una grande catarata. Un dique de rocas graníticas atraviesa el Orinoco, y estas son las columnas de Hércules, mas allá de las que ningun blanco ha podido penetrar. Parece que este punto, co- nocido bajo el nombre de gran raudal de Gua- haribos, está á*/,¿de grado al oeste de la Esme- ralda, y por consigujente al 67* 38” de longitud. Una expedicion militar, que el comandante del CAPÍTULO XXIV. 359 fortin de San Carlos, don Francisco Bovadilla, habia emprendido para descubrir el nacimiento del Orinoco, proporcionó conocimientos mu- cho mas circunstanciados, acerca de las cata ratas de los Guaharibos. Este comandante ha- bia sabido que algunos negros fugitivos de la Guyana holandesa , se habian mezclado, ade- lantándose hácia el oeste ( mas allá del istmo que separa el nacimiento del rio Caroni y Rio Bran- co ), con los Indiosindependientes. Intentó una entrada sin el permiso del gobernador; y el deseo de procurarse esclavos africanos, mas úti- les para el trabajo que los de raza bronceada, se excedió en zelo por los progresos de la geogra- fía. He tenido ocasion de preguntar, en la Esme- ralda y Rio Negro, á muchos militares inteli- gentes que habian hecho parte de esta expedi- cion , y supe que Bovadilla llegó sin dificultad hasta el raudal de abajo que está al frente del Ge- hetaz pero que habiéndose adelantado hasta el pié del dique de rocas que forma la grande cata- rata, fué atacado inopinadamente, mientras al- morzabar , por los Indios guaharibos y guaicas, dos tribus guerreras y célebres por la actividad * 22 340 LIBRO VIE. del curare con que envenenan sus flechas. Los Indios ocupaban las rocas que se elevan ' en medio del rio, y viendo á los Españoles sin ar- cos é ignorando absolutamente que hubiese ar- mas de fuego, provocáron á hombres que creian desarmados. Muchos de los blancos fué- ron heridos peligrosamente, y Bovadilla se vió forzado á combatir. Hubo una horrorosa carni- cería entre los naturales ; pero no se encontró negro alguno holandes, de los que se creian refu- giados en estos puntos. A pesar de una batalla tan fácil de ganar, no se atreviéron les Españo- les á avanzar hácia el este en un pais montuoso por todo el largo de un rio profundamente encallejonado. Los Guaharibos blancos han establecido un puente de bejucos por encima de la catarata, apoyándole sobre rocas que se elevan , como su-. cede generalmente en los pongos del alto Ma- rañon , en medio de la madre del rio. La exis- tencia de este puente *, que conocen todos los. * Se pasa tambien dos veces el Amazona sobre puentes de madera, cerca de su nacimiento, en el lago Lauricocha, pri- mero al norte de Chavin., y despues encima del confluente / CAPÍTULO XXIV. 541 habitantes de la Esmeralda, parece demostrar que el Orinoco está muy estrecho en este punto. Los Indios no le dan generalmente mas que 200 ó 500 pies de anchura, y dicen que por encima del raudal de los Guaharibos no es ya un rio sino un riachuelo; frai Juan Gonzalez, reli- gioso muy instruido y que habia visitado estos mismos paises, me aseguraba que el Orinoco, hasta el punto en donde no se conoce ya su curso ulterior, conserva aun dos terceras partes de la anchura del Rio Negro cerca de San Carlos. Esta opinion me parece menos probable pero re- fiero lo que he podido recoger sin afirmar po- sitivamente cosa alguna. Sé por las grandes pre- cauciones de que me ha valido, cuan fácil es engañarse sobre las dimensiones de las madres de los rios. En todossus puntos, parecen mas Ó menos anchos, segun las montañas ó llanuras quelos rodean, libres de islotes 6 llenos de peñas- cos despues de largas secas, y ademas está el Orinoco como el curso del Gange, que no es co- del Rio de Aguamiras. Estos dos. onénias , que son los únicos que se encuentran sobre el mas grande de los rios conocidos hasta el dia, sellaman puente de Quivil!a y de Cuancaybamba. 342 LIBRO VII. nocido al norte de Gangoutra, en cuyo punto, por su poca anchura, se cree muy cerca de su nacimiento. - ' | | | Daré aqui algunas luces sobre estas tribus de Indios enanos y blanquecinos, que algunas an- tiguas tradiciones colocan, hace siglos, cerca del nacimiento del Orinoco. He tenido ocasion de verlos en la Esmeralda, y puedo afirmar que se ha exagerado igualmente la talla corta:de los Guaicas y la blancura de los Guaharibos, que el padre Caulin llama Guaribas blancos. Los Guaicas, que yo mismo he medido, tenian una talla mediana de / pies y 7 48 pulgadas (antigua medida de Francia). Se asegura que toda la tribu es de esta misma talla; pero es preciso tener presente que lo que aquí se llama una tribu, no constituye, hablando con propiedad, sino una sola familia. La exclusion de todo en- lace extrangero contribuye á perpetuar las va- riedades y aberraciones de un signo comun. Despues de los Guaicas , los Guainaros y los Puñavos son los Indios de talla mas pequeña; y es muy notable que todos estos pueblos se ha- len próximos á los Caribes, que son de una CAPÍTULO XXIV. 343. talla singularmente alta. Unos y otros habitan el mismo clima y se alimentan de los mismos: comestibles, y son sin duda las variedades de raza las que han preexistido al establecimiento de estas tribus (grandes y pequeñas, blanqueci= nas y morenas obscuras) en un mismo pais. Las cuatro naciones mas blancas del Alto Orinoco mehan parecido los Guaharibos del rio Geheta, los Guanaros del Ocamo, los Guaicas del Caño Chiquire y los Miquiritaros del nacimiento del -Pádamo, Jao y Ventuari. Los Españoles han for- * jado dos hipótesis muy arriesgadas para expli- car la impresion de ver naturales de cutis blan= quecino bajo un cielo abrasador, y en el centro de naciones que le tienen muy obscuro. Unos han querido probar que los Holandeses de Su- rinam y del rio Esquibo pudiéron mezclarse á los Guaharibos y 4los Guainaros ; y otros por odio á los capuchinos del Caroni y los obser- vantes del Orinoco quieren que estos Indios blanquecinos sean lo que, en Dalmacia, se Hama muso de frate , hijos cuya legitimidad es sos- pechosa. En uno y otro caso, los Indios blan- cos serian mestizos, hijos de India y blanco, y 544 LIBRO VII. habiendo yo visio millares de mestizos, puedo asegurar que esta comparacion no tiene el me- nor viso de exactitud. Los individuos de las tri- bus blanquecinas, que hemos tenido ocasion de examinar, tienen las facciones chatas, la esta- tura derecha y los cabellos negros, calidades que caracterizan á los demas Indios, y seria im- posible considerarlos como raza mixta semejante 4 los descendientes de los indígenas y los Euro- peos. Algunos de ellos son al mismo tiempo muy pequeños, y otros tienen la talla ordinaria de los Indios bronceados, pero no son débiles, en- fermizos, ni albinos, y solo se diferencian de las razas bronceadas en la piel que es algo mas ate- zada, El conjunto de estos fenómenos merece tanta : mayor atencion cuanto que se presentan en esta extensa rama de pueblos americanos opuestos en general á la circumpolar y la de los Esqui- mox-Tchugaces, cuyos hijos son blancos y no tienen el cutis amarillento sino por el influjo del aire y la humedad. Las hordas que viven en la Guyana , en medio de los bosques mas espe- sos, son generalmente menos atezadas que las Qu CAPÍTULO XXIV. 34 que habitan las playas del Orinoco y se entregan al trabajo de la pesca; pero esta corta diferencia, que se presenta igualmente en Europa entre los artesanos de las ciudades y los cultivadores del campo Ó pescadores de las costas, no explica de ningun modo el problema de los Indios blancos, ni la existencia de estas tribus ameri- canas de cutis mestizo. Estos se hallan rodeados de otros Indios del monte que son morenos rojizos , aunque estan expuestos en el dia á las mismas influencias fisicas. Las causas de estos fenómenos son muy antiguas, y dirémos con Tacito : Est durans originas vts. Estas tribus de piel blanquecina, que hemos visto en la mision de la Esmeralda, habitan una parte del pais montuoso que se extiende entre el nacimiento de seis desaguaderos en el Ori- noco, entre el Pádamo, Jao, Ventuari, Erevato, Arui y el Paragua. Los misioneros españoles y portugueses tienen la costumbre de desi- gnar este pais con mas particularidad por el nombre de la Parima. Aqui, como en otros mu- chos paises de la América española, los salvages han reconquistado lo que la civilizacion, ó por 346 LIBRO VIH. mejor decir, lo que los misioneros, que son los precursores de ella , les habian tomado. La ex= pedicion de los límites de Solano, y el zelo ex- travagante de un gobernador de la Guyana por el descubrimiento del Dorado, habiaa hecho recibir en el último medio siglo XV 111”, á algunos individuos el espiritu de empresas que earacte= rizaba á los Castellanos , cuando se descubrió la América. Costeando el rio Pádamo se habia reconocido, al traves de bosques y prados; un camino de diez jornadas, desde la Esmeralda hasta el nacimiento del Ventuari, y en otras dos se habia llegado desde este mismo nacimiento por el Everato á las misiones del rio Gaura. Dos hombres inteligentes y atrevidos , don Antonio Santos y el capitan Barreto, habian establecido una cadena de puestos militares, con la ayuda de los Miquiritaros , sobre esta línea de la lKs- meralda al rio Evcrato, que consistia en casas fuertesdedospisos, guarnecidas de cañonescon pedreros, que he descrito mas arriba, y que figuraban como 19 poblaciones sobre las car- tas publicadas en Madrid. Los soldados aban- donados á si mismos ejercian-todo género de CAPÍTULO XXIV. 347 vejaciones sobre Jos naturales, (Indios de paz) que tenian sus labranzas al rededor de las casas fuertes; y como estas vejaciones eran menos metódicas, es decir, peor combinadas que aque- llas á que los Indios se acostumbran poco á poco en las misiones, se ligáron muchas tribus en 1776 contra los Españoles, y en una misma noche fuéron atacados todos los puestos mili- tares sobre una línea de cerca de 5o leguas. Quemáron las casas , fuéron degollados muchos soldados, y un cortisimo número se salvó por la piedad de las mugeres indias. Se habla aun con horror de esta expedicion nocturna que, concertada en el mayor secreto, fué ejecutada con esta conformidad que los naturales de las dos Américas , diestros para encubrir en su pe- cho pasiones rencorosas, saben aprovechar en todo lo que conviene á sus intereses comunes. Desde el año de 1776 no se ha pensado resta- blecer el camino de tierra que conduce del alto al bajo Orinoco , y ningun blanco ha podido ir de la Esmeralda al Everato. Sin embargo es cierto que en estos terrenos montuosos, entre el naci- miento del Pádamo y el Ventuari (cerca de los ' N 349 LIBRO VII. puntos que los Indios llaman Aurichapa, Ichua” na é Irique), hay una gran parte de un clima templado y pastos para alimentar un gran nú- mero de bestias. Los puestos militares fuéron en otro tiempo muy útiles para impedir las in- cursiones de los Caribes que cogian de tiempo en tiempo esclavos, aunque en corto número, entre el Everato y el Pádamo; y hubieran resis- tido á los ataques de los naturales, si en lugar de dejarlos aislados y absolutamente depen- dientes de los militares, los hubiesen transfor- mado en poblaciones y gobernado como á pue- blos de Indios neófitos. Dejámos la mision de la Esmeralda el 25 de mayo; y sin estar enfermos nos sentíamos todos en un estado de languidez y debilidad causado por el tormento de los insectos, el mal alimento y la larga navegacion en canoas estrechas y hú- medas. No hemos llegado á subir el Orinoco mas allá de la embocadura del rio Guapo, y lo habria- mos hecho si hubiésemos podido intentar llegar nacimiento de este rio, desde el cual hasta el raudal de los Guaharibos hay 15 leguas. En esta catarata, que se pasa por un puente de bejuco, CARÍTULO XXIV. 349 hay Indios apostados, armados con arcos y fle- chas, é impiden que los blancos, 0 los que vie- nen de su territorio, adelanten hácia el oeste. ¿Como hubiéramos podido esperar pasar un puente en que el comandante del Rio Negro , don Francisco Bovadilla, se vió forzado á dete- nerse, cuando acompañado de sus soldados trató de penetrar mas allá del Geheta? La car- nicería que se hizo entónces entre los naturales, los ha hecho mas desconfiados y mas renco- rosos contra los habitantes de las misiones. Un corto destacamento de soldados que saliese de la Angostura 0 el Rio Negro bastaria para resistir á los Guaharibos, Guaicas y Caribes , cuyo número y fuerza se exagera igualmente; y esta expedicion podria dirigirse de la Esme- ralda, sea hácia el este por el. rio Garoni, y el Paragua hácia el sudoeste, 0 sea enfin por el rio Padaviri, Rio Branco y el Uraricuera, hácia el nordeste. jad El fuerte portugues de San Joaquin , sobre la izquierda del Rio Branco, cerca del confluente del Tacutu, seria otro punto de salida favora-=. blemente situado; y lo recomiendo , porque 350 LIBRO VIII. ignoro si se ha destruido ya la mision de Santa Rosa, establecida mas al oeste sobre las brillas del Urariapara,bajo el gobierno de don Manuel Centurion , cuando la fundacion de la ciudad de Guirior. Se llegaria con mas seguridad al naci- miento del Orinoco siguiendo el curso del Pa- ragua, al oeste del puesto militar de Guirior, situado en las misiones de los capuchinos cata- lanes , 6 bien avanzando hácia el oeste del fuerte portugues de San Joaquin, en el valle del rio Uraricuera. Las observaciones de longitud que he hecho en la Esmeralda podrán facilitar esta averiguación, como lo he expuesto en una me- moria dirigida al ministerio español bajo el rei- nado de Carlos IV. Si el grande y útil establecimiento de las mi- siones americanas experimentase poco á:poco la ejecucion de las disposiciones y reformas que muchos obispos han pedido, y si en lugar de- reclutar misioneros á la aventura en los con- ventos de España, se educasen jóvenes religio- sos en seminarios 6 colegios de misionés funda- dos en América, las expediciones militares que propongo serian útiles, CAPÍTULO XXIV. 351 Los establecimientos monásticos han exten- dido en la parte equinoccial del nuevo mundo, asi como en el norte de Europa, el orígen de la vida social. Forman aun en el dia un vasto re- cinto al rededor de las posesiones europeas; y cualesquiera que sean los abusos que se hayan introducido en unas instituciones en que todos los poderes se encuentran 'confundidos en uno solo, seria dificil reemplazarlos por otros que, sin presentar inconvenientes mucho mas gra- ves, fuesen tambien poco costosos y conformes al flema silencioso de los indigenas. Volveré sobre estos establecimientos cristianos, cuya im- portancia política no está bien reconocida en Europa; y basta recordar aquí quelos que estan mas separados de la costa son en el dia los mas descuidados. Los religiosos se encuentran en una profunda miseria; y ocupados de su sub- sistencia, trabajando sin cesar en colocarse en alguna mision mas próxima á gentes blancas y razonables, no dan paso alguno hácia adelante. Sus progresos serian rápidos si se asignase (á ejemplo de los jesuitas) socorros extraordinarios á las misiones mas lejanas, y se co:ocasen en 302 LIBRO VIII. Guirior, San Luis del Everato y la Esmeralda , como puestos los mas avanzados, los religiosos mas animosos , mas inteligentes y mas versados en las lenguas indias. Lo poco que queda por descubrir en el Orinoco (probablemente es un espacio de 25 leguas) será muy pronto recono- cido; en las dos Américas, los misioneros llegan á todas partes los primeros, porque encuentran proporciones que faltan á los demas viageros. « Os alabais de vuestras correrias mas allá del lago superior,decia un Indio del Orinoco á unos comerciantes de pieles de los Estados Unidos; y no os acordais que los vestidos negros han pasado ya, y os han enseñado el camino del po- niente. » Nuestra piragua no estuvo pronta á recibirnos hasta las tres de la tarde, y en el momento de' embarcarnos nos rodeáron todos los habitantes que se llamaban blancos y de raza española. Estas pobres gentes nos suplicáron con las mas ardientes instancias que procurásemos alcanzar del gobernador de Angostura su vuelta á los lla- nos, d que si:se les negaba esta gracia, lostras- _ladasen á las misiones del Rio Negro, pais mas d CAPÍTULO XXIV. 555 fresco y mas libre de insectos. Efectivamente defendi la causa de estos proscriptos en una relacion que hice al gobierno sobre el estado industrial y comercial de estos paises, pero los pasos que dí fuéron infructuosos. Mis compañeros de viage estaban de acuerdo en que la Esmeralda era el punto donde mas se sufria el tormento de los mosquitos, sobre las orillas del Casiquiare, y aun sobre las dos mi- siones de las Grandes Cataratas; mas yo, como menos sensible que ellos á la alta temperatura del aire, hallé que la irritacion producida pr los insectos era menor en la Esmeralda que en la entrada del alto Orinoco. Haciamos uso de licores refrigerantes, y tomábamos á menudo el zumo del limon y aun mas el de la piña, que calman conocidamente la comezon de las anti- guas picaduras, y que, sin disminuir la hincha- zon, mitigan el dolor. _ El tiempo estaba borrascoso á nuestra par- tida de la Esmeralda y la cima del Duida cu- bierta de nubes; pero este cúmulo de vapores tan negros y tan fuertemente condensados se sostenia aun á 900 toesas de altura sobre las MEL. 29 554 LIBRO VIII. llanuras circunvecinas. La borrasca se sostenia al rededor de la cima del Duida, y no descen- dia al valle del Orinoco, en el cual no hemos experimentado aquellas fuertes explosiones que tantoasustan, en la estacion de las lluvias casi todas las noches, al viagero en el Rio de la Mag- dalena , subiendo de Cartagena á Honda. A las cuatro horas de navegacion bajando el Orinoco, llegámos al punto de la division , y nuestro bivaque fué establecido sobre la misma playa del Casiquiare en donde pocos dias antes, segun toda probabilidad, los jaguares nos ha- bian cogido nuestro gran perro. Todas las inda- gaciones hechas por los Indios para descubrir algunos vestigios de este animal fuéron inútiles. Los jaguares ' que son extremadamente fre- “Esta frecuencia de grandes jaguares es bastante reparable en un pais en donde no hay ganados. Los tigres del alto Ori- noco tienen una vida miserable en comparacion de los de las pampas de Buenos Aires, llanos de Caracas, y otras lla- nuras cubiertas de rebaños de bestias con cuernos. Se matan anualmente en las colonias españolas mas de 4,000 jaguares, de los cuales muchos tienen el grandor medio del tigre real de Asia. Buenos Aires solamente exportaba en mucho tiempo 2,000 pieles de jaguares por año, que los manguiteros de Eu- ropa llaman pieles de la gran pantera. CAPÍTULO XXIV. 339 cuentes en aquellos paises entre el cerro Ma- raguaca, el Unturan y las orillas del Pamoni, nos gritáron toda la noche, y allí tambien se encuentra el tigre negro * cuyas pieles he visto yo en la Esmeralda. Este animal, célebre por su fuerza y ferocidad, parece ser mayor que el jaguar comun. Las manchas negras son apénas perceptibles sobre el fondo parduzco de su piel. Los Indios aseguran que los tigres negros son niuy raros; que no se mezclan jamas con los ja- guares comunes y que forman una raza dife- rente. Se han visto en el Paraguay diversos al.- binos de jaguares; porque estos animales, que .se podrian llamar la bella pantera de América, tienen algunas veces las manchas tan pálidas que casi no se conocen sobre un fondo entera- mente blanco. En los jaguares negros sucede lo contrario, pues el color del fondo es el que hace desaparecer las manchas. Seria preciso vivir 1 Gmelin ha señalado este animal bajo el nombre de felis discolor. Es preciso no confundirle con el leon grande ameri- cano, felis concolor, que es muy diferente del leon pequeño (puma) de los Andes de Quito (Lin., Sy st. nat., tom. 1,p.79- Cuvier, Reino animal, tom. 1, pág. 160). 23 356 LIBRO VII. mucho tiempo en aquellos paises y poder acom- pañar á los Indios de la Esmeralda en la peli- grosa caza de tigres, para poder pronunciar con certeza entre las variedades y especies. En todos los mamiferos , y principalmente en la nume- rosa familia de los monos, se debe, á lo que erco, fijar menos la atencion sobre la mudanza de un color á otro en algunos individuos, que sobre el hábito de los animales á aislarse y for- mar bandas separadas. El 2/ de mayo dejámos nuestro bivaque antes de salir el sol. En una ensenada peñascosa que habia sido la morada de los Indios durimundis, el olor aromático de los vegetales era tan fuerte, que nos incomodaba aunque acostados al raso, y teniendo ya nosotros el sistema nervioso muy poco irritable por la costumbre de una vida expuesta á las fatigas. No pudimos descubrir cuales eran las flores que repartian tanto aroma, porque el bosque era impenetrable : M. Bon- pland creia que grandes copas de pancratium y algunas olras plantas liliaceas , se hallaban ocultas en algunos pantanos próximos; y des- cendiendo el Orinoco á faver de la corriente, CAPÍTULO XXIV. 357 pasámos inmediatamente la embocadura del ¿rio Cunucunumo, y despues el Guanami y el Puruname. Las dos orillas del rio principal se hallan enteramente desiertas ; hácia el norte se ven montañas elevadas, y una inmensa llanura seextiende al sud hasta perderse de vista, mas allá del nacimiento del Alacavi, que un poco mas abajo toma el nombre de Atabapo. Es se- guramente muy triste y penoso el aspecto de un rio sobre el que no se encuentra ni aun una pi- ragua pescadora. Los Abirianos y los Miriqui- taros , poblaciones independientes, viven en este pais montuoso; pero en los prados próximos, cercados por el Casiquiare, Atabapo, Orinoco y Kio Negro, no.se ve en el dia vestigio alguno de habitacion humana. Digo en el dia, porque: aqui, como en otras partes de la Guyana, se hallan algunas figuras groseras representando el sol, la luna y animales, trazadas en las mas duras rocas de granito, y afirman la existencia anterior de un pueblo muy diferente de los que hemos conocido sobre las orillas del Orinoco. Segun la relacion de los indigenas y misioneros mas inteligentes, estas señales simbólicas se pa- 338 LIBRO VII. recen enteramente á carácteres que hemos visto cien leguas mas al norte cerca de Caycara en frente de la embocadura del rio Apure. Aun llaman mas la atencion los restos de una antigua labranza que ocupan un grande espacio, y hacen un raro contraste con la estolidez en que vemos, despues de la conquista, á todas las hordas de las regiones calientes y orientales de la América del sud. Adelantando por las lla- nuras del Casiquiare y del Conorichite, 140 le- guas hácia al este, se encuentran tambien rocas con figuras simbólicas, entre los nacimientos del Rio Branco y rio Esquibo. Acabo de veri- ficar este hecho, queme parece extremadamente curioso, en el diario del viagero Hortsmann, del que tengo á la vista una copia de la mano del célebre d'Anville. Este viagero, que he te- nido ocasion de nombrar muchas veces en el curso deesta obra, subió el Rupunuvini, uno de los desaguaderos del Esquibo. En el mismo sitio en que el rio lleno de pequeñas cascadas serpentea entre las montañas de Macarana, en- contró antes de Hegar al lago Ámucu varias ro- cas cubiertas de figuras, ó como él decia, varias CAPÍTULO XXIV. 339. letras; pero no debemos nosotros tomar literal- mente esta palabra ftetras. Tambien nos han en- señado junto á la roca Culimacari, sobre las orillas del Casiquiare, en el puerto de Caycara y en el bajo Orinoco, algunas señales que se creen carácteres alineados, pero que en reali- dad no son sino figuras informes representando los cuerpos celestes, tigres, cocodrilos, boas é instrumentos que servian á la fabricacion de la harina de yuca. Era imposible reconocer en las rocas pintadas (es la palabra con que los indi.- genas señalan estas moles cargadas de figuras ) una colocacion simétrica de carácteres media-. namente rayados. Las señales halladas por el misionero fray Ramon Bueno en las montañas de Uruana se parecen mas á los carácteres al- fabéticos, y sin embargo estos mismos carácte- res que yo he discutido en otra parte dejan aun muchas dudas. Cualquiera que sea el sentido de estas figuras 0 el objeto con que se trazáron sobre el granito, merecen el interes de los que se ocupan en la historia filosófica de nuestra especie. Viajando porlas costas de Caracas hácia el ecuador, puede 518 LIBRO VII. el viagero creer que este gónero de monunien- tos es peculiar á la cadena de montañas de la En- caramada , pues se encuentran en el puerto de Sedeño cerca de Caycara, en San Rafael del Ca-, puchino, frente á Cabruta, y casi por todas par- tes en que la roca granítica penetra el suelo del prado que se extiende desde el cerro de Curi- quima hacia las orillas del Caura. Los pueblos de la raza tamanaque, antiguos habitantes de estos paises, tenian una mitología local de las tradiciones que tienen relacion con estás rocas esculpidas. 4mativaca, el padre de los Tama- naques, es decir el creador del género humano (cada pueblo se considera el primero entre los demas ), llegó en una barca al momento de la grande inundacion, que se llama ta edad del agua, cuando las olas del Océano se estrella- ban en el interior de las tierras contra las mon- tañas de la Encaramada. Todos los Tamanaques -se ahogáron, á excepcion de un hombre y una muger que se salváron sobre una montaña cerca de las orillas del Asiveru, que los Espa- ñoles llaman Cuchivero, y la cual es el 4rarat de los pueblos arameos ó semiticos, el Tlaloc CAPÍTULO: XX1V. el oColhuacan de los Mejicanos. 4matiraci, vias jando en su barca, grabó las figuras de la luna y el sol sobre la roca pintada (Tepamereme) de la Encaramada. Diversas peñas de granito, apo= yadas unas sobre otras y formando una especie de caverna, se llaman aun en el dia la casa ú morada del grande abuelo de los Tamanaques. Se enseña igualmente cerca de esta caverna, en las llanuras de Maita, una gran piedra que era, dicen los indígenas , un instrumento de música, MNamado caza de tambor de Amativaca. Harémos presente con este motivo que este heroico personage tenia un hermano, V och, que le ayudó á dar á la superficie de la tierra la misma forma que tiene en la actualidad. Los Ta- manaques cuentan que los dos hermanos, en su sistema de perfeccion, querian arreglar desde Juego el Orinoco de tal modo que se pudiese siempre seguir el hilo del agua para bajar y su- bir el rio, esperando por este medio ahorrar á los hombres el trabajo de'servirse de remos para ir hácia el nacimiento del rio; pero por mas grande que fuese el poderio de estos regenera- dores del mundo, jamas pudiéron conseguir 362 LIBRO VIH. su empresa de dar una doble pendiente al Ort- noco, y se vieron obligados árenunciar á un pro” blema hidráulico tan extravagante. 4matliwaca tuvo dos hijas con un gusto muy decidido para los viages; la tradicion dice, sin duda en el es- tilo figurado, que las quebró las piernas para hacerlas sedentarias y obligarlas á poblar la tierra de los Tamanaques ; y despues de haberlo arreglado todo en América de este lado de la grande agua, se embarcó 4mativaca de nuevo y «volvió ála otra orilla, » al mismo sitio de donde habia venido. Desde que los indígenas ven llegar á los misioneros se imaginan que la Europa está situada en esta otra orila, y uno de ellos pregunió al padre Gili si habia visto por allá al gran Amalivaca, á este padre de los 'Tamanaques que ha cubierto las rocas de figuras simbólicas. Estas nociones de un gran catachismo; estos, dos entes libertados sobre la cima de una mon- taña que llevan tras si los frutos de la palma mauritia, para poblar de nuevo el mundo; esta divinidad nacional, 4malivaca, que llega por agua de una tierra lejana, que prescribe leyes CAPÍTULO XXIV. 3563 ála naturaleza y obliga á los pueblos á renun- ciar á sus emigraciones; y estos rasgos diversos de sistema de creencia tan antiguos, son muy dignos de fijar nuestra atencion. Cuanto se nos cuenta en el día de los Tamanaques y tribus que hablan lenguas análogas á la tamanaque, lo tie- nen sin duda de otros pueblos que han habitado estas mismas regiones antes que ellos. El nom- bre de Amalivaca está extendido sobre un es- pacio de mas de 5,000 leguas cuadradas y se vuelve á encontrar como designando cel padre de los hombres (nuestro grande abuelo ) hasta entre las naciones caribes, cuyo idioma no se, parece al tamanaque mas que el alemanalgriego, persa y sanscrit. 4matliwaca no es primitiva- mente el grande espiritu y el viejo del cielo, este ser invisible, cuyo culto nace del de las fuer- zas de la naturaleza, cuando los pueblos se elevan insensiblemente al sentimiento de su uni- dad, sino mas bien un personage de los tiem- pos heroicos, un hombre que viniendo de lejos ha vivido en la tierra delos Tamanaques y Cari- bes, grabado rasgos simbólicos sobre las ro- cas y desaparecido para irse mas allá del JON LIBRO VHE. Océano á paises que habia habitado antigua? mente. El antropomorfismo de la divinidad tiene dos principios diametralmente opuestos, pero esta oposicion no resulta precisamente de sus diferentes grados de ilustracion , sino de las disposiones de los pueblos inclinados unos á la mistica y otros dominados por los sentidos y las impresiones exteriores. Amalivaca era un ex- trangero como Manco-Capac, Bochica y Quet- zalcohualt, estos hombres extraordinarios que en la parte alpina ó civilizada de América, so- bre las llanuras del Perú, Nueva Granada y Ana- huac, han: organizado la sociedad civil, arre- glado el órden de los sacrificios y fundado las congregaciones religiosas. El mejicano Quetzal- cohualt, cuyos descendientes creia reconocer Montezuma en los compañeros de Cortes, ofrece una semejanza mas con Amalivaca, que es el personage mitológico de la América bárbara, 6 de las llanuras de la zona tórrida. Avanzando cn edad el gran sacerdote de Tula dejó el pais de Anahuac, que habia llenado de milagros ,para volver á un pais desconocido llamado Tlalpallan. Cuando el fraile Bernardo Negó á Méjico, se le CAPÍTULO XXIV. 303 Hhiciéron exactamente las mismas preguntas que doscientos años antes se habian hecho al misionero Gili en los bosques del Orinoco, y se quiso saber si venia de ta otra orilla de los paises adonde se habia retirado Quetzalcohualt. Las llanuras del este de la América septentrio- nal no ofrecen sino estas circunvalaciones ex- traordinarias que traen á la memoria los campos fortificados de los pueblos errantes antiguos y modernos de Asia. Entre el Orinoco y el Ama- zona no he oido hablar de una pared de tierra, de un vestigio de dique, ni de un túmulo sepul- cral; las rocas solamente nos demuestran sobre una grande extension de pais rasgos groseros que en tiempos desconocidos la mano del hom- bre ha trazado conformándose con las tradicio- nes religiosas. Cuando los habitantes de las dos Américas miren con menos desden el suelo que los alimenta, se multiplicarán á nuestra vista, de dia en dia, los vestigios de los siglos anteriores. Se repartirá una débil luz sobre la historia de los pueblos bárbaros , y sobre estas rocas escar- padas que nos dicen y demuestran que varias regiones desiertas eu el dia, fuéron pobladas 366 LIBRO VIH. en Otro tiempo por castas de hombres mas ac- tivos é inteligentes. | Lo que podria referirse de nuestra navegacion desde la Esmeralda hasta la embocadura del Atabapo, se reduciria á una numeracion árida de rios y lugares inhabitados. Del 24 al 27 de mayo no hicimos noche sino dos veces en tier- ra; la primera pasando al sereno, en el con- fluente del rio Jao ,y la otra encima de la mision de Santa Bárbara en la isla de Minisi. Como el Orinoco está alli libre de escollos, el piloto in- dio nos hizo navegar toda la noche abandonando la piragua al corriente del rio. Mi mapa entre el Jao y el Ventuari está por consiguiente poco exacta en lo que tiene relacion con las vueltas de este rio entre el Jao y el Ventuari. Quitando el tiempo que nos detuvimos en la orilla para componer el arroz y los plátanos que nos ser- vian de alimento, no tardámos sino 23 hcras desde.la Esmeralda hasta Santa Bárbara. Esta mi- sion está situada algun tanto al oeste de la em- bocadura del rio Ventuari o Venetuari que fué examinada por el padre Francisco Valor. Hallá- mos en este pueblecito de 120 habitantes algu- CAPÍTULO XXIV. 397 nas señales de industria, cuyos productos apé- nas servian á los indígenas, porque solo se apro- vechaban de ellos los frailes y el convento. Se nos aseguró que una gran lámpara de plata ma- ciza comprada á expensas de los neófitos debia enviarse á Madrid. Es precisocreer que cuando llegase, se pensaria tambien en vestir á los In- dios, _procurarles instrumentos de agricul- tura y reunir sus hijos en una escuela, Al pié de las montañas que rodean á Santa Bárbara hay pastos de menos substancia que en la Esmeralda, pero superiores á los de San Fer- nando de Atabapo. El césped es alli corto y bu- pido; sin embargo la capa superficial de la tierra noofrece sino arena granítica seca y árida. Estos poco fértiles prados de las orillas del Guaviare , del Meta y alto Orinoco estan igual- mente privados del mantillo que abunda en los bosques de los alrededores y de la cama espesa de arcilla que cubre las peñas areniscas de los llanos ó sávanas de Venezuela. Unas sensitivas pequeñas contribuyen bajo esta zona, á engor- dar el ganado, pero hay muy pocas entre el rio Jao y la embocadura del Guaviare. 368 “LIBRO VHL. En las pocas horas que nos detuvímos en la mision de Santa Bárbara obtuvimos nociones bastante exactas acerca del rio Ventuari que, despues del Guaviare, me ha parecido el mas considerable de todos los desaguaderos del alto Orinoco. Estas orillas, ocupadas antiguamente por los Maipures, estan pobladas, aun el dia, por un gran número de naciones independien- tes. Subiendo por la boca del Ventuari, que forima un delta cubierto de palmas, se encuen- tra á tres jornadas de camino, al este, el Cama- ruita y el Parú, dos desaguaderos que nacen al pié de las altas montañas de Cuneva. Mas arriba al oeste , se encuentran el Mariata y el Manipia- ro, habitados por los Indios macos, y curaci- canas, y esta última nacion es notable por el zelo con que se dedica al cultivo del algodon. El rio Manipiario, uno de los brazos del Ven- tuari, seacerca hácia su nacimiento á estas al- tas montañas cuyo reverso septentrional da orí- gen al Cuchivero y forma una prolongacion de la Cordillera de Baraguan ,en donde el padre Gili coloca la ttanura det Siamacu alabando su clima templado. El curso superior del rio CAPÍTULO XXIV. 569, Ventuari mas allá del confluente del Asisi y los grandes raudales es casi desconocido, La proxi- midad entre los desaguaderos del Caroni, Cau- ra y Ventuari, ha dado lugar, hace siglos, á la aparicion de los Caribes sobre las orillas del Orinoco, y algunas bandas de este pueblo guerrero y comerciante subian del rio Caroni por el Paragua al nacimiento del Paruspa. Un. transporte ó arrastradero los conducia al Cha- _varro, desaguadero oriental del rio Caura; des- cendian luego con sus piraguas á este desagua= dero, y despues al mismo Caura, hasta la embo- cadura del Everato. Remontando este hasta el sudoeste , y atravesando durante tres dias unas vastas praderas , entraban por el Manipiaro en el gran rio Ventuari. Por el Caroni, Caura, Pedaco y Ventuari,, que son los cuatro desaguaderos mayores que á su derecha recibe el magestuoso rio del Ori= moco, penetró la civilizacion europea en este pais de bosques y montañas que tiene una superficie de 10,600: leguas cuadradas, y que está rodea= - do por dicho rio , al norte, oeste y sud. Los ca- puchinos de Cataluña y observantes de Audalu- 20 | 24 370 LIBRO VIII, cía y Valencia han hecho ya establecimientos en los valles del Caroni y Caura; era natural que los desaguaderos del Orinoco, como mas próximos á la costa y region cultivada de Ve- nezuela, fuesen los primeros á recibir misio- neros y con ellos los principios de la vida social. En 1797, los establecimientos de los capuchi- nos en el rio Caroni encertaban ya 16,600 In= dios que habitaban, pacificamente en los pue- blos; pero en el rio Caura no habia en aquella época, bajo el régimen delos observantes, se- gun los partes oficiales, sino 64o. Esta dife- rencia procede de la vasta extension y de la ex- celencia de los pastos en las orillas det Caroní, Upatu y Cuyuni, de la proximidad de las bocas del Orinoco y la capital de la Guyana álas mi- siones de los capuchinos, y en fin del régimen interior de actividad industrial y espíritu mer- cantil de los frailes catalanes. Al Caroni y Caura, que corren hácta el norle, corresponden dos grandes desaguaderos del alto Orinoco queen- vian sus aguas hácia'el sud, y son'el Pádamo y el Ventuari;, sobre'cuyas' orillas no'sé'ha"edifil cado niun solo pueblo hasta ahora, sin entbáa r2ó UN CAPÍTULO XXIV. 971 de que uno y otro ofrecen á la agricultura y eco- nomía pastoril unas ventajas que se buscarian en vano en el valle del gran rio de que son tri- butarios. En el centro de estos paises salvages, en que en mucho tiempo todavía no habrá ctros caminos sino los rios, todos los proyectos de ci- vilizacion deben estar fundados sobre el conoci= miento íntimo del sistema hidráutico y la im- portancia relativa de los desaguaderos. El 26 de mayo por la mañana dejámos el pueblecito de Santa Bárbara, en donde encon- trámos muchos Indios de la Esmeralda que el misionero habia hecho venir bien á pesar suyo, para construirle una casa de dos pisos. Disfrutánios todo el día la vista de las bellas montañas de Sipapo que se presentaban á dis- tancia de mas de 18 leguas hácia el norte nor- deste. La vegetacion de las orillas del Orinoco es singularmente variada en este pais, y los he- con las palmas de la llanura. Pasámos al sereno la noche en la isla de Minisi, y despues de ha- | ber. pasado las embocaduras de los pequeños rios Quejanuma y Masao, llegámos el 27 de I1x* 2.4 Sy i LIBRO VII mayo á San Fernando de Atabapo. Hacia un mes que nos habíamos alojado en la misma casa del gran presidente de las misiones cuando íba- mos al Rio Negro. Entonces nos dirigimos há- cia el sud por el Atabáapo y el Temi, y ahora volviamos del lado de oeste, habiendo hecho un largo rodeo por el Casiquiare y el alto Ori- noco. Mientras esta larga ausencia, concibió el presidente de las misiones grandes inquietudes sobre el verdadero objeto de nuestro viage , s0- bre mis relaciones con el alto clero de España y sobre el conocimiento que habia adquirido del estado de las misiones. En el momento de nuestra marcha para Angostura, capital de la Guyana me instó con el mayor empeño 4 que le dejase un escrito en el que diese testimonio del buen órden que reinaba en los estableci- mientos cristianos del Orinoco y la dulzura con que los indigenas eran tratados. Semejante paso de parte del superior, motivado por un zelo laudabilisimo para el bien de su órden, no dejó de embarazarme, y le respondi que el testi- monio de un viagero nacido en el seno de la iglesia calvinista no podria tener influjo algu- CAPÍTULO XXIV. $75 no, en las interminables quejas que dividen casi por todas partes en el nuevo mundo los dos po- deres, secular y eclesiástico. Le hice ver que ha- llándome á doscientas leguas de las costas, en el centro de las misiones, y como dicen cen mala intencion los habitantes de Cumaná, en poder de los fratvtes, el escrito que nosotros compon- driamos en las orillas del Atabapo no pareceria un acto -libremente consentido por mi parte. El presidente no se asustó de haber dado la hos- pitalidad á un calvinista, y creo haber sido el primero que haya visitado las misiones de San Francisco , bien que los misioneros en América no pueden ser acusados de intolerancia. Dejó de insistir el presidente en el escrito que yo debia firmar, y nos aprevechámos de los pocos mo- mentos que nos quedaban para hablar con franqueza del estado del pais, y de la esperanza de hacer participar á los Indios de los benefi- cios de la civilizacion Solo un dia estuvimos en San Fernando de Atabapo, á pesar de que este pueblecito, embe- llecido por la palma pihiguao , nos pareció una morada deliciosa. Diversos pauxis domésticos 354 | | LIBRO VIH. rodeaban las cabañas de los Indios, y en una de ellas vímos unmono extremadamente raro que habita las orillas del Guaviare. .Es el caparro que he hecho conocer en mis Observaciones de zootogía y analomía comparada , y que M. Geofroy cree formar un nuevo género (la- golhrix ) entre los ateles y louaetes. El pelo de este mono es del color gris de marta y de una suavidad extremada al tocarle. El caparro se distingue ademas por su cabeza redonda y una expresion de fisonomía dulce y agradable. Salimos el 27 de mayo de San Fernando, y llegámos, á favor de la rápida corriente del Ori- noco, en menos de siete horas 4 la embocadura del rio Mataveni : pasámos la noche al raso mas arriba dela roca granítica £f Castúllilo, quese eleva en medio del rio y que recuerda por su forma el Mausethurne del Rhin al frente de Bingen. Aqui, como en las orillas del Atabapo, llamó nuestra atencion la vista de una especie de drosera que tiene toda la traza del de Euro- pa. El Orinoco creció conocidamente por la no- che, y la corriente demasiado acelerada nos llevó, en diez horas desde la embocadura del Matavent CAPÍTULO XXIV. 375 á la gran catarata superior de Maipures ó Qui- tuna; la distancia reconocida fué de 13 leguas. El paso de la piragua por la grande catarata nos detuvo dos dias en Maipures, y el padre Bernardo Zea, misionero de los Raudales, que nos habia acompañado al Rio Negro, quiso, aunque enfermo, conducirnos aun con sus Ín- dios hasta Atures. | El 31 de mayo pasámos los raudales de los Guahivos y de Garcita. Las islas que se elevan enmedio de las aguas del rio , presentaban la mas agradable verdura, y las lluvias del in- vierno habian descubierto los espatos de la palma vadgirar cuyas hojas suben derechas há- cia el cielo. No se cansa la vista sobre estos puntos en que los árboles y las rocas dan al pai- sage aquel grande y severo carácter que se ad- mira en los fondos de los cuadros del Titien y Poussin. Desembarcámos, poco antes de po- nerse el sol, en la orilla oriental del Orinoco, en el Puerto de la Expedicion para visitar la ca- verna de Ataruipe, de la que he hablado mas arriba y que parece ser el lugar del sepuicro de toda uba nacion destruida, Trataré de hacer la 376 LIBRO VIII, descripcion de esta caverna célebre entre los indigenas. Se sube con pena y aun con peligro una roca de granito escarpada y enteramente desnuda. _Apénas habíamos llegado á la 'cima de la mon- taña , cuando nos asombrámos del aspecto ex- traordinario que presenta el pais al rededor. La madre espumosa de las aguas está llena de un archipiélago de Islas cubiertas de palmas: há- cia el oeste, á la orilla izquierda del Orinoco, se extienden los prados del Meta y Casanare, y era como un mar verde, cuyo horizonte nebuloso se aclaraba con los rayos del sol queiba á ponerse. La parte mas lejana del valle está cubierta de un espeso bosque 5 y en este punto sombrío y solitario se abre la caverna de Ataruipe sobre el declive de una montaña escarpada, que puede llamarse con mas propiedad una roca voleada, en la que las aguas han hecho una grande con- cavidad, cuando en las antiguas revoluciones de nuestro planeta llegaban á su altura. En estese- pulcro de toda una poblacion consumida con- támos en poco tiempo 600 esqueletos bien con- servados, y tan regularmente colocados que hu» CAPÍTULO XXLV. 977 biera sido difícil engañarnos sobre su número. Cada esqueleto reposa en una especie de batea hecha de pediculos de coco. Estas bateas que los indígenas llaman maptiros tienen la forma de un saco cuadrado. Su grandor es propor- cionado á la edad de los muertos, y las hay tambien para los niños que mueren al tiempo de nacer. Las hemos visto de 10 pulgadas y hasta 3 pies y 4 pulgadas de largo. Todos estos esqueletos enroscados en sí mismos es- tan tan enteros que no les falta una cos- tilla ni una falange. Los huesos los prepara- ban de tres modos distintos, blanqueándolos al aire y al sol, tiñéndolos de encarnado con el onoto, materia colorante sacada del bixa ore- llana, Ó como verdaderas momias barnizán- dolos con resinas de olor y cubriéndolos con hojas de heliconia y platano. Cerca de los ma- prros Ó cestas, se encuentran vasos de arcilla á medio cocer que contienen los huesos de toda una familia. Los mayores de estos vasos Ó urnas fúnebres tienen tres pies de alto y cuatro pies y tres pulgadas de largo. Su color es gris ver- doso, de forma ovalada y bastante agradable á la LIBRO VHE. la vista: las asas figuran cocodrilos:ú serpien- tes, el borde guarnecido de meandros, labe- rintos y grecas en líneas rectas diferentemente combinadas. Estas pinturas se encuentran bajo todas las zonas, en los pueblos. mas distintos unos Ge otros, sea con respecto al punto que ocupan sobre el globo, ú por el grado de civi- lización á que se han clevado. Corre una tradicion entre los Indios guahi- vos, segun la que los belicosos Atures, persegui- dos por los Caribes, se salváron sobre las rocas que se hallan en medio de las grandes cataratas, y que fué aili donde esta nacion numerosa en otro tiempo, se aniquiló poco á poco, igual. mente que su legua. Las últimas familias de los Atures existian aun en 1767, época del mi- sionCro Gili; y cuando nosotros viajábamos por aquellas regiones se enseñaba en Maipures un viejo papagayo, de quicn aseguraban los habi- tantes que nada podia comprenderse de cuanto decia, porque hablaba la lengua de los Átures. . En la caverna de Ataruipe tomámos va- r.05 cráneos, el esqueleto de un niño de seis a sicie años y dos de hombres adulios de la na- CAPÍTULO XXIV. 359 cion de los Atures : todos estos huesos, en parte pintados de encarnado y otros barnizados con resinas odoriferas, estaban encerrados en las mismas canastas que acabamos de describir, cuyos huesos formaban casi una carga de ma- cho. Como conocíamos la aversion supersti- ciosa que manifiestan los indigenas á los cadá- veres desde quelos han enterrado, tuvimos mu- cho cuidado de cubrir las canastas con esteras nuevas; pero por desgracia nuestra la penetra- cion de los Indios y la extremada delicadeza de sus sentidos hiciéron inútiles estas precau- ciones. En todos los puntos en que nos detu- vimos , pertenecientes á las misiones de los Ca- ribes, en medio de los llanos entre Angostura y Nueva Barcelona, se reuniéron los indígenas al rededor de nuestros machos para admirar los monos que habiamos comprado en el Orinoco; y estas buenas gentes apénas tocaban nuestras cargas cuando anunciaban la próxima pérdida de la bestia que llevaba el muerto. Por mas que les decíamos que se engañaban en sus conje- turas, y que las canastas encerraban huesos de cocodrilos y lamantinos, persistian ellos repi- / 380 LIBRO VII. tiendo que olian la resina que estaba en los es- queletos y que eran de sus, abuelos. Fué pre- ciso hacer intervenir la autoridad de los reli- giosos para vencer la aversion de los indígenas y procurarnos machos de remuda. Uno de los cráneos que habíamos tomado en la caverna de Ataruipe ha sido delineado en la bella obra que mi antiguo maestro, M. Blumenbach, ha publi- cado sobre las variedades de la especie humana. Los esqueletos de los Indios se perdiéron sobre la costa de Africa, asi como tambien una parte considerable de nuestras colecciones, en un naufragio que privó de la vida 4 muestro amigo y compañero de viage, fray Juan Gonzalez , jó- ven religioso del órden de san Francisco. Nos separámos en silencio de la caverna de Ataruipe : la noche estaba calma y serena como generalmente sucede bajo la zona tórrida. Las estrellas brillaban con una luz dulce y planeta- ria, y su centelleo apénas se conocia en el ho- rizonte, que parecia alumbrado por las grandes nebulosas del hemisferio austral, y una multi- tud innumerable de insectos arrojaba en el aire una luz rojiza. El sol estorbado por los árboles CAPITULO: XXIV. 581 relucia con estos fuegos vivos y movibles, como si los astros del firmamento se hubiesen desga- jado sobre el prado; y al dejar la caverna nos detuvimos muchas veces para admirar la her- mosura de este punto extraordinario. La vai- nilla odorifera y festones de bignmonia decora- ban su entrada, y sobre la cumbre de la colina las guias de lós cocos se balanceaban extreme- ciéndose. ' Parece que al norte de las cataratas en el es- trecho del Baraguan, hay cavernas semejantes á las que acabo de describir, y no he sabido este hecho hasta mi vuelta, porque los pilotos in- dios no nos habláron de ellas chando llegámos al dicho estrecho. Estos sepulcros han dado sin duda lugar á un mito * de los Otomaques, por el que las rocas graníticas y aisladas del Bara- guan , cuyas formas parecen muy raras, son mi- radas como los abuelos y antiguos gefes de la tribu. El uso de separar los huesos de la carne, practicado hace mucho tiempo por los Masa- getas, se ha conservado en muchos puntos de las orillas del Orinoco. Se asegura tambien, y 1 Fábula supersticiosa. 382 LIBRO VIII. , con mucha probabilidad, que los Guaraones po- nen bajo el agua los cadáveres en redes de pes- car. Los pececitos caribes serra-salmos, de los que hemos visto por todas partes tan innu- merable cantidad , deyoran en pocos diasla car- ne muscular y preparan el esqueleto. Se ve que esta Operacion no se puede hacer sino en luga- res en donde no son comunes los cocodrilos ; y algunas poblaciones, por ejemplo los Tama- naques, tienen la costumbre de asolar los cam- pos del difunto y cortar los árboles que ha plan- tado. Dicen «que la vista de los objetos que han pertenecido á sus parientes les entristece, » y estiman mas destruir los recuerdos que con- servarlos. Estos efectos de la sensibilidad in- dia perjudican, mucho á la agricultura , y los frailes se oponen con vigor á las prácticas su- persticiosas que los naturales convertidos. al cristianismo conservan en las misiones. En los puntos en que las rocas granilicas no ofrecen estas grandes concavidades, debidas ¿la descomposicion 0 al hacinamiento de preduscos, los Indios confían el cadáver ala tierra; y la ha- maca (chinchorro), especie de red en la que ha CAPÍTULO XXIV. 385 dormido el difunto durante su vida, le sirve de ataud. Se aprieta esta red fuertemente al rede- dor del cuerpo, se abre un hoyo en su cabaña misma y se deposita en él el muerto. Este es el método mas usado segun la relacion del misio- nero Gili y lo que he sabido de la boca del pa- dre Zea. No creo que exista un túmulo en la Guyana, ni aun en las llanuras del Casiquiare y Esquibo, ni que tampoco se encuentre en los prados de Varinas y Canadá al este de los Ale- ganis *. Parece por otra parte bastante nota- ble que, á pesar de la extrema abundancia de monte en estos paises, los naturales del Orinoco tienen'tan poca costumbre como los antiguos Escitas en quemar los cadáveres. No forman hogueras sino despues de un combate, cuando el número de muertos es muy considerable, y 2 En una caverna de los Estados Unidos se han descubierto recientemente momias ó esqueletos encerrados en canastas.Se* cree queison pertenecientes á una raza de hombres análoga á la de las islas de Sandwich. La descripcion de estos sepu!- cros (Bibl. untv. agosto 1817, p. 335) ofrece algunas relacio- nes con la que acabo de dar sobre los sepulcros de Ataruipe. «Los! misioneros de los Estados Unidos se quejan del mal olor, que reparten los Nanticoks , cuando viajan con los hue- sos de sus antepasados. (Filad., Hist. trans. 1819, t. 1,p.75. 384 LIBRO VIII. de este modo los Parecas quemáron en 1948, no solamente los cuerpos de sus enemigos los Tamanaques, sino tambien los de sus parientes que quedáron sobre el campo de batalla. Los Indios de la América del sud, como todos los pueblos que viven en el estado de la naturaleza son muy afectos á los lugares en que reposan los huesos de sus padres; y este sentimiento, que un grande escritor ha pintado de una manera tan penetrante, se ha conservado en todo su vi- gor primitivo entre los Chinos. Estos hombres entre los que todo es producto del arte, por no: decir de la mas antigua ilustracion, no mudan de morada sin llevar consigo los huesos de sus antepasados, y en las orillas de los grandes rios, se ven depositados los féretros que deben ser conducidos en barcos con los muebles de la fa- milia á una provincia lejana, Estas traslaciones de huesos, en otro tiempo mas comunes aun entre los salvages de la América del norte, no se practican entre las tribus de la Guyana: tam- . poco estos pueblos son errantes como los que viven exclusivamente de la caza. No nos detu- vimos en la mision de Atures sino el tiempo CAPÍTULO XXIV. 385 necesario para el paso de la piragua al traves de la grande catarata. Nos despedimos del mi- sionero Bernardo Zea, que quedó en AÁtures, despues de habernos acompañado por espacio de dos meses y participado de todas nuestras penalidades. Nos atrevímos á pasar Ja segunda mitad del raudal de Atures en nuestra piragua y encontrámos en seco una porcion considera- ble del Orinoco, porque el rio se haabierto una salida por canales subterráneos. En estos luga- res solitarios es donde hace su nido el gallo de pluma dorada (pipra rubicola), una de las mas hermosas aves de los trópicos, y asi nos de- tuvímos en el raudalito de Canucari, debido al amontonamiento de enormes predruscos de granito. Entre estos hay muchos spheroides de 5 46 pies de diámetro que se encuentran apilados de modo que forman cavernas espa- ciosas. Entrámos en una de ellas para recoger confervas que tapizaban las grietas y las pare- des húmedas de la roca. Este punto ofrecia una de las mas extraordinarias escenas de la natu- “aleza que hemos encontrado en las orillas del Orinoco. El rio hacia cerrer sus aguas por en-. nu. 29 386 LIBRO VIL. cima de nuestras cabezas; pero á la entrada de la caverna se podia estar en seco al abrigo de una ancha cascada de agua que se precipitaba en arco por encima de un arrastradero. Nues- tra canoa debia seguir la orilla oriental de una isla estrecha para volvernos á tomar despues de un largo rodeo, y pasámos hora y media en vanas esperanzas; se acercaba la noche. y con ella una espantosa borrasca: llovia á cántaros, é ya empezábamos á temer que nuestra frágil canoa se hubiese estrellado contra las rocas, y que los Indios, conforme á su indiferencia por los majes de otro, se hubiesen vuelto á. la mi- sion. M. Bonpland resolvió dejarme solo en la isla con don Nicolas Soto y atravesar á nado los brazos del rio que separan los diques graníticos, con la esperanza de llegar al bosque y buscar socorro del padre Zea en Atures. ¡Cuanto nos costó hacerle abandonar tan atrevida empresa! Los monos que hacia un mes llevábamos con nosotros habian sido colocados en la punta de nuestra isla. Mojados por la lluvia de la borrasca y sensibles á la menor bajada de temperatura, daban gritos los mas lamentables, y atrajéron CAPÍTULO XXIV. 387 por su presencia dos cocodrilos, cuya grosura y “color aplomado anunciaban la mayoredad. Al fin de tan larga espera Jlegáron los Indios al caer el dia. Afortunadamente nuestra piragua no habia tenido quiebra alguna; y en menos de media hora se hallaban ya embarcados nuestros instru- mentos,nuestras provisiones y uestros animales. Navegámos una parte de la noche para esta- blecer de nuevo nuestro bivaque en la isla de Panumaná. Pasámos , sin entrar en ella, la nueva mision de San Borja, y supimos con mu- cho sentimiento, algunos dias despues, que la pequeña colonia de los Indios guahivos habia huido al monte por el quimérico miedo de que nosotros los arrebatásemos para venderlos como portos O esclavos. Despues de haber pasado los raudales de Tabajó y el de Cariben, cerca de la embocadura del gran rio Meta, llegámos sin no- vedad á Carichana, en donde M. Bonpland tuvo la satisfaccion de disecar un lamantino de mas de g pies de largo. Era una hembra cuya carne se pa- recia á la del buey : ya he hablado en otra parte de la pesca de éste cetáceo herbívoro. Los Indios piraoas, de los que algunas familias habitan a5* 509 LIBRO VUL. la mision de Carichana, detestan este animal hasta el punto de ocultarse por no verse forza- dos á tocarle cuando le traian á nuestra cabaña. - La morada que hicimos en Carichana nos fué muy útil para reposar de nuestras fatigas. M. Bon- pland, que llevaba consigo elgérmen de una cruel enfermedad, tenia ciertamente necesidad de re- poso ¿ pero como el delta del desaguadero, com- prehendido entre la Horeda y el Paruasi , está cubierto de la vegetacion mas rica, no pudo resistir al deseo de hacer largas herborizacio- nes, mojándose muchas veces al dia. Hallámos en la casa del misionero los agasajos mas com- pletos, y se nos procuró harina de maiz y leche. Las vacas la tienen en abundancia en las bajas regiones de la zona tórrida, y por todas partes se encuentran buenos pastos. Insisto en esta verdad, porque las circunstancias locales han divulgado, en el archipiélago indio, la preocu- pacion de mirar los climas calientes como con- trarios á la secrecion de la leche. Descendimos el Orinoco en dos dias, de Ca- richana á la mision de Uruana, habiendo atra- vesado de nuevo el célebre estrecho de Bara- CAPÍTULO XXIV. 389 guan. En Unaguana tuvimos algunas obscrva- ciones de estrellas, y encontré la latitud de la mision 7* S'5 pero los resultados de las diferen- tes estrellas dejaban una duda de mas de 1”. La vube de mosquitos que cubria el sol era tan espesa, que no pude calar el horizonte artificial. La situacion de la mision de Uruana es muy pintoresca, y el pueblecito indio estáarrimado á una alta montaña granílica. Las rocas en forma de pilares sobresalen por todas partes del bosque y dominan la punta de los árboles mas eleva- dos. El Orinoco no ofrece en parte alguna un aspecto mas magestuoso, sino cuando se le con- templa desde la cabaña del misionero fray lKa- moñ Bueno. Su anchura es de mas de 2,600 toe- sas, y el resto se dirige hácia el este, sia ningun rodeo, semejante á un vasto canal. Dos islas lar- gas y estrechas (la de Uruana é isla vieja de la Manteca)contribuyená dar extension á la madre del rio, y sin embargo las orillas son paralelas, sin que se pueda decir que el Orinoco está divi- dido:en muchos brazos. La mision está habitada por los Otomaques, poblacion estolida, pero que presenta uno de los fenómenos de fisiología 390 LIBRO VII. mas extraordinarios.Los Otomaques comen tier- ra, es decir, tragan todos los dias y por mucho espacio, cantidades muy considerables para apa- gar la hambre sin que se altere su salud. Este he- cho incontestable ha sido despues de mi regreso 4 Europa el objeto «le acaloradas contestaciones por haberse confundido dos aserciones muy di- ferentes ; la de comer tierra y la de alimentarse con ella. Aunque no nos hayamos podido de- tener mas que un solo dia en Uruana, este corto espacio de tiempo bastó para instruirnos de la preparacion de la poya (0 bolitas de tierra), para examinar las provisiones que los naturales se habian procurado y para delerminar, la can- tidad que tragan en 24 horas. Por otra parte los Otomaques no son el solo pueblo del Orinoco que mira la arcilla como un alimento. Se ven tambien algunos vestigios de este apetito desar- reglado en los Guamos; v entre los confluen- tes del Meta y el Apure todos hablan de geo= fagía como cosa conocida antiguamente. Los habitantes de Uruana pertenecen á es- tos pueblos de los prados (Todiofndaires] que mas difíciles de civilizarse que los pueblos del ÓN CAPÍTULO XXIV. 391 bosque (Indios del monte) tienen una indife- rencia muy pronunciada al cultivo de las tierras y viven casi exclusivamente de la caza y pesca. Son hombres de una complexion física fuertí- sima, pero feos, feroces , vengativos y muy apasionados á los licores fermentalos. Son ani- males omnivoros hasta el mas alto grado, y los demas Indios, que los miran como bárbaros, tienen la costumbre de decir: «No hay cosa al- guna asquerosa que no la coma un Otomaque. » Mientras que las aguas del Orinoco y sus desa- guaderos estan bajas, los Otomaques se alimen- tan de pescados y tortugas, y matan los prime- «ros con asombrosa destreza, traspasándoles con uns flecha cuando se presentan en la superficie del agua. Desde que los rios experimentan es- tas crecidas que, en la América del sud , en Egipto y en Nubia, se atribuyen por error á la licuacion de las nieves, siendo periódicas en toda la zona tórrida, cesa casi enteramente la pesca, y es tan difícil procurarse pescado en los rios cuando son profundos, como en la mar navegando en' plena mar. En la época de es- tas inundaciones que duran dos ó tres meses, 392 LIBRO VHL. es cuando los Otomaques tragan cantidades ex- traordinarias de tierra : nosotros hemos visto en sus cabañas montones de bolitas colocadas en pirámides de tres 0 cuatro pies de altura y cinco ó seis pulgadas de diámetro. La tierra que. comen los Otomaques, es una greda muy fina y grasienta; tiene un color gris amarillento y cuando se quema un poco al fuego, ofrece la corteza un color que tira á rojo á causa del óxido de hierro que contiene. Hemos traido una pequeña cantidad de la misma tierra que los ludios tenian prevenida para su poca provision , de invierno. Si los Indios comen tierra por ne- cesidad durante dos meses (y de /, á /, delibra. en 24 horas ), no dejan por eso de regalarse bien el resto del año. Todos los dias de la estacion de seca, mientras la pesca es mas abundante, los indios raspan sus bolitas de poya y mezclan un poco de arcilla á sus alimentos; y lo que mas asombra, es que mientras tragan tales canti- dades de tierra no se enflaquecen los Otoma- ques. Al contrario estan robustisimos y no tie- nen el vientre tirante ni levantado. El misionero fray Ramon Bueno asegura que jamas ha no- A CAPÍTULO XXIV. 39) tado alteracion alguna en la salud de los natu- rales, en las épocas de las grandes crecidas del Orinoco. En todas partes bajo la zona tórrida he obser- vado que un gran número de niños , mugeres y aun hombres, tienen un deseo irresistible de comer tierra, no la que sea alcalina Ó caliza para neutralizar, como se dice vulgarmente, Ju- gos ácidos, sino una arcilla grasienta que des- pide un olor fuerte. Se ven muchas veces obli- gados á atar las manos á los niños ó encerrarlos para impedirles que coman tierra cuando cesa la lluvia. En el pueblecito de Branco, sobre las orillas del Rio de la Magdalena, he visto que las mugeres indias que hacen vidriado comen con- tinuamente grandes porciones de greda, y sin estar preñadas afirmaban «que la tierra era un alimento que no les hacia daño.» En otras po- blaciones de América enferman los hombres pronto y se echan á perder cuando se abandonan á la manía de comer arcilla 0 greda. En la mision deS. Borja encontrámos una niña india de la na- cion guahiva que estaba flaca como un esqueleto, y su madre nos dijo por medio de un intérprete 394 LIBRO VII. que este estado horroroso de deterioro era una consecuencia de un apetito desarreglado. Hacia cuatro .meses que la niña no queria tomar otro alimento sino la tierra de greda. No hay sin em- bargo mas que 25 leguas de San Borja á la mi- sion de Uruana, habitada por esta tribu de Oto- maques, que, por efecto deun hábito adqui- rido sin duda progresivamente, comen la tierra sin tener malos resultados. Me parece muy pro- bable que, cuando la falta de alimentos nutriti- vos obliga á los Otomaques y habitantes de la Nueva Caledonia 4 comer arcilla y galajía una parte del año, ocasionan estas tierras en la pre- paracion digestiva de estos pueblos una fuerte secrecion de jugos gástricos y pancreáticos. Las observaciones que hice sobre las orillas del Ori- noco han sido confirmadas recientemente por las experiencias directas de dos jóvenes fisiolo- gistas, MM. Hipolito Cloquet y Breschet. Co- miéron , despues de haberse hecho ganar por la hambre, hasta cinco onzas de un talco tama- nario verde, plateado y muy flexible. Su ape- tito quedo plenamente satisfecho, y no tuviéron daño alguno por este alimento á que sus órga- e CAPÍTULO XXIV. 39) nos no estaban habituados. Se sabe que en el oriente se hace aun en el dia mucho uso de las tierras bolares y sigiladas de Lemnos, que vie- nen á ser una arcilla mezclada del óxido de hierro. Los que trabajan en Alemania en las canteras de piedra areniza, taladas en las mon- tañas de Kiffhauser, ponen sobre el pan , en lu- gar de manteca, una arcilla finisima que llaman steinbutter, manieca de piedra , y la encuen- tran singularmente gustosa y fácil de digerir. El estado de perfecta salud que gozan los Otomaques, en el tiempo en que hacen pocos movimientos musculares y se someten á un re- gimen tan extraordinario, es un fenómeno difícil de explicar, y no puede atribuirse sino al há- bito prolongado de generaciones á generaciones. El hombre puede acostumbrarse á una abs- tinencia extraordinaria y poco dolorosa, si em- plea substancias tónicas 6 estimulantes (diversos medicamentos de pequeñas cantidades de opio, betel. tabaco, hojas de coca), 0 si carga perió- dicamente su estómago de materias terrosas é insípidas, que por sí mismas no pueden nu- trirle. En un cocodrilo de 11 pies de largo que 3990 LIBRO VIE: | disecámos en Bataliez M. Bonpland é yo, sobre las orillas del Kio de la Magdalena, observámos que el estómago de este réptil contenia peces medio digeridos y fragmentos redondos de gra- nito de 3,0 4 pulgadas de diámetro. Los Indios han forjado la hipótesis absurda de que estos animales perezosos desean aumentar su peso para zambullirse mas fácilmente, pero yo pienso que cargan su estómago de piedras gruesas para estimular una secrecion abundante de jugo gástrico. Las experiencias de M. Magendie hacen probabilisima esta explicacion. El pueblecito de Uruana es mas difícil de go- bernar que la mayor parte de otras misiones. Los Otomaques son 'inquietos, alborotadores y desenfrenados ch sus pasiones. Áman con ex- ceso los licores fermentados de yuca, maiz y vino del coco; y sé ponen tamibien en tal estado de borrachera, que puede llamarse demencia por el uso del polvo de niopo. Recogen las lar- gas cáscaras de una mimosácea que hemos he- cho conocer bajo el nombre de acacia niopo; la hacen pedazos, humedecen y hacen fermentar. Cuando los granos ablandados empiezan á po- CAPÍTULO XXIV. 397 nersenegros, los amasan como una pasta; y des- pues de haber mezclado harina de yuca y cal sacada de la concha de una amputarid exponen toda la masa á un fuego vivisimo, sobre unas parrillas de madera muy dura. Cuando la pasta se endurece toma la forma de tortitas, y para servirse se reducen á polvo fino que se coloca sobre un plato de cinco ó seis pulgadas de ancho. El Otomaque, tomando con su mano derecha el mango de este plato, respira y sorbe el niopo por medio de un huéso de ave con dos condue- tos y cuyas extremidades se apoyan en las dos ventanas de la nariz. Este hueso, sin el que el Olomaque no creeria poder tomar esta especie de tabaco de polvo, tiene 7 pulgadas de largo, y me ha parecido ser el tarso de un grande zancudo. He enviado este polvo con todos sus preparativos singulares á M. de Fourcroy en Paris, y se halló tan estimulante, que las mas pequeñas porciones hiciéron estornudar á los que no estaban acostumbrados a su uso. El ver- dadero tabaco herbáceo (porque los misioneros suelen llamar al niopo d curupa tabaco de hoja) se cultiva desde tiempo immemorial por todos 398 LIBRO > VI. los pueblos indígenas dei Orinoco, y se ha en- contrado tambien en la época de la conquista el uso:de fumar igualmente extendido en las dos Américas. ) | Los Tamanaques y Maipures de la Guyana cu- bren los cigarros con hoja de maiz, como lo ha- cian ya los Mejicanos cuando llegó Gortés,. y los Españoles, por imitacion; «han substituido el papel. Los ladios pobres de. los bosques del Orinoco saben tambien como los grandes seño- res de la corte de Montezuma que el humo del tabaco es un excelente narcótico, y le emplean no solamente para dormir la siesta , sino tam- bien para llegar á este estado de quietismo, que llaman con tanta sencillez sueño á ojos abiertos ó del dia. En todas las misiones de la América me ha parecido extremadamente raro el uso del tabaco, y en la Nueva España, con el mayor sentimiento, del fisco, los indígenas, que casi todos descienden de la última clase del pueblo azteca, no fuman absolutamente, El padre Gili afirma que los Indios del bajo Orinoco no co- nocen el uso de mascar tabaco : dudo de la ver- dad de esta asercion, porque me han dicho que CAPÍTULO XXIV. 3909 los Sercucumas del Everato y del Caura, vecinos de los Taparitos blanquecinos, comen tabaco picado, é impregnado de algunos jugos muy estimulantes para prepararse al combute. De las cuatro especies de nicociana cultivadas en Eu- ropa (N. tabacum, N. rustica, Ñ. paniculata, y ÑN. glutinosa), no hemos visto en el estado salvage sino las dos últimas; pero la nicociana lolaxencis y la N. andicola, que he hallado á es- paldas de los Andes á 1,850 toesas de elevacion, casi á la altura del pico de Tenerife, son muy se- mejantes á la N. tabacum yála NM. rustica *. El total de este género es casi exclusivamente ame- ricano, y el mayor número de especies me ha parecido pertenecer á la region montuosa y tem- plada de los trópicos. _Noes de Virginia ni de la América meridional, como se encuentra por error en algunas obras de agricultura y botánica, sino de la provincia 1 Los Españoles habian aprendido á conocer el tabaco en las islas Antillas desde últimos del siglo XVIo. He hecho observar (tom. 3, pág. 78) que el cultivo de esta planta narcótica ha precedido mas de 120 á 1/0 años, en Europa, al de la bené- fica patata. Cuando Ralegh llevó, en 1584, el tabaco de Vir- ginia á Inglaterra, habia ya en Portugal campos enteros. 400 LIBRO VII. mejicana de Yucatan, de donde ha recibido la Europa las primeras semillas del tabaco hácia el año de 1559. El célebre Ralegh, que mas ha alabado la fecundidad de las orillas del Orinoco, es tambien el que mas ha contribuido á intro- ducir entre los pueblos del norte la costumbre de fumar. Al fin del siglo XV1" se quejaban ya amargamente en Inglaterra «de esta imitacion de las costumbres de un pueblo salvage; y se temia que á fuerza de fumar tabaco, Angto-. rum corpora ni barbarorum naturam dege- nerent. *» Guando los Otomaques de Uruana, por el uso del niopo (su tabaco en hoja) y de licores fer- mentados, se ponian en estado de borrachera, que duraba muchos dias, se mataban unos á otros sin combatir. Los mas rencorosos enve- nenaban la uña de su dedo pulgar con el cu- rare, y segun el testimonio del misionero, la simple impresion de esta uña envenenada puede ser mortal, si es activo el curare, y si él se mez- * Se fumaba por la nariz , mientras que en la corte de Mon- tezuma se tenia con una mano la pipa, ycon la otra se cu- brian las narices pera tapar mas fácilmente el humoc (Life of Ralegh, tom. 1, pág. 82.) - "3 Y Y/ CAPÍTULO XXIV. (401 cla inmediatamente en la masa de la sangre. Encontrámos en Urua,, en las cabañas indias , la misma substancia vegetal (yesca de hormigas) que habiamos aprendido á conocer en las Gran- des Cataratas, y que se ha empleado en restañar la sangre. Esta yesca, que con mas propiedad de- bia llamarse nido de hormigas, es muy deseada en una region cuyos habitantes no tienen el ca- rácter pacifico. Una nueva especie de hormigas con un verde hermoso de esmeralda ( formica spinocollis) reune, para que le sirva de habi- tacion, un vello ó pelo amarillento muy suave al tacto, sobre las hojas de una melastomácea. No dudo que la yesca de hormigas del alto Orinoco (el animal no se encuentra, segun se asegura, sino al sud de Atures) será algun dia un objeto de comercio. Esta materia es muy su- perior al nido de hormigas de Cayena que se emplea en los hospitales de Europa, pero que rara vez se encuentra. Dejámos con pena (el 7 de junio) al padre Ra- mon Bueno, y fué en los paises que acabábamos de recorrer, entre el Meta, el Arauca, Apure, endonde en tiempo delas primeras expediciones mn. 26 (402 LIBRO VMI. al Orinoco, por ejemplo en la:dde Alonso de Her- rera (en 1535) seencontráron perros mudos, que los naturales llamaban mayos y aurios. Puede ser que los perros que hemos visto en el Orinoco desciendan de los que:los Españoles trajéron á las costas de Caracas; pero ¡no es menos cierto . que en el Perú, en la Nueva*Granada y la Gu- yana existia antes de la conquista una 'raza de perros semejantes á los nuestros delos rebaños tanares. El al(co de los naturales del Perú, y en general todos los perros que hemos encontrado en los paises mas salvages de la América del sud, ladran con mucha frecuencia; sin em- bargo los *prinveros historiadores hablan todos de pérros mudos que existen aun en el Canadá; y lo'que me parece mas digno de atencion, es que la variedad muda era la que se comia de preferencia en Méjico y el Orinoco. La costumbre de comer en el dia la carne de perro es enteramente desconocida en las ori- llas del Orinoco; pero como es una costumbre tártara, extendida en toda la parte oriental del Asia, me parece de un grande interes para la his- toria de los pueblos el haber justificado que se ARSS CAPÍTULO XXIV. 403 hallaba en otro tiempo en las regiones calientes de la Guyana y:en:la llanura de Méjico. Obser- varé tambien que en los confines-de la provin- cia de Durango , á la extremidad septentrional de la Nueva España, los Indios cumanchos han conservado el hábito de cargar sus tiendas de cueros de búfalos sobre el lomo de los grandes perros que los acompañan en sus emigracio- nes. Se sabe que el destino del perro , como bestia de carga y destiro, .esigualmente comun cerca del lago de los Esclavos en Siberia. Insisto sobre estosrasgos de conformidad en las cos- tumbres de los pueblos porque son de algun peso, cuando no estan aislados y se ligan á ana- logías que ofrecen la estructura de las ienguas, la division del tiempo, las creencias y las ins- $e tituciones religiosas. ) Dormimos al raso en la isla de. Cucuruparu, llamada tambien Playade ta Tortuga, porque los Indios de Uruana van allí á recoger los hue- vos delas tortugas; al este de esta isla está la embocadura del Caño de la Tortuga que baja de las nrontañas de la Cerbatana, cubiertas conti- nuamente de nubes eléctricas. Nos han asegu- 26* 404 LIBRO VIII. rado los Indios que los alrededores de esta pe- queña mision abundan en nutrias de pelo muy fino, llamadas por los Españoles perros de agua, y en lagartos de dos patas. Todo este pais ac- cesible, entre el rio Cuchivero y el estrecho del Baraguan, merece la vista de un zoologista ins- truido. El lagarto desprovisto de remos poste- riores es acaso una especie de sirena diferente del siren lacertina de la Carolina; y si fuese un sorign ó un verdadero bimano (chirotes Cuv.), los naturales no lo hubieran comparado á un lagarto. Ademas de las tortugas arauw, que he descrito mas arriba circunstanciadamente, las orillas del Orinoco alimentan una innumerable cantidad de otras tortugas de tierra llamadas morocor, que enlosgrandes calores del verano se ocuitan bajó las piedres Ó dentro de agujeros que hacen ellas mismas, y pasan de ¿ste modo sin tomar alimento alguno hasta que notan que la humedad de las primeras aguas penetra la tierra. Solo nueve dias de navegacion tuvimos desde la isla de Cucuraparu hasta la capital de la Gu- yana, llamada vulgarmente la Angostura, y aun- que hay cerca de 95 leguas rara vez dormimos t CAPÍTULO XXIV. 405 en tierra: el tormento de los mosquitos cedia conocidamente á medida que nos aproximába- mos á dicha ciudad. El 8 de junio llegámos á un hato, llamado San Rafael del Capuchino, que se halla enfrente de la embocadura del rio Apure. La posicion de esta hacienda 0 hato colocada en el punto en que el Orinoco muda su curso del oeste al este, es muy pintoresca. Varias rocas graní- ticas se elevan á manera de islotes en medio de extensas praderias: desde sus cumbres des- cubrímos hácia el norte los llanos de Calabozo que circundaban el horizonte. El dueño de este hato era un Frances que vivia entre sus nume- rosos rebaños , el cual aunque hacia cuarenta años habia dejado su pais y olvidado sulenguage manifestaba un sumo placer en saber venlamos de él y queria pasásemos algunos dias en su casa. Las revoluciones politicas ocurridas en Europa durante este periodo, le eran casi des- conocidas. Aunque esta hacienda dista solo algunas millas de las ciudades de Caycara y Ca- bruta, nuestro huésped se v ela aislado comple- tamente una parte del año. El Capuchino /06 LIBRO VII. forma isla por las inundaciones del A purey del Orinoco y no puede comunicarse con las: gran- jerías Ó hatos inmediatos sino por medio de canoas. El. 9 de junio. por la mañana encontrámos un gran número de barcos cargados de mercan- cias que subian á la vela el Orinoco para entrar en el Apure. Este es un: camino de comercio muy frecuentado entre la Angostura y el puerto de Torunos en la provincia de: Varinas. Nues- tro compañero de viage don: Nicolas Soto, cu= ñado del gobernador de la. provincia, tomó la misma direccion para volverse:al seno de su fa- milia. Muchos meses: se pierden en luchar, en la época de las grandes crecidas, contra las.cor- rientes del Orinoco, Apure y Rio de Santo Do- mingó. Los barqueros seven obligados áamarrar sus embarcaciones á troncos de árboles y lle- varlas al remolque; y en las vueltas y revuel- tas del rio se» pasan dos: 0 tres dias sin:¡adelantar “doscientas Ó trecientas toesas. Desde mi vuelta á Europa las comunicaciones entre la embo- cadura del Orinoco y las provincias situadas sobre el reverso oriental de las montañas de CAPÍTULO XXIV. 407 Mérida, Pamplona y Santa Fe de Bogota, se han hecho mucho mas activas; debe esperarse que los barcos. de vapor facilitarán estas largas navegaciones- sobre el bajo Orinoco, Apure, Portuguesa, Rio de Santo Domingo, Orivanto, Meta y Guaviare, y podrán formarse, como en las orillas de los rios grandes de los Estados Uni- dos, depósitos de madera cortada al abrigo de tinglados. Estas precauciones. serán tanto mas necesarias, cuanto que en los paises.que hemos recorrido no es fácil procurarse combustibies secos y capaces para mantener un fuego activo bajo la caldera de una máquina de vapor. So- bre San: Rafael del Capuchino, á la, derecha, llegámos á la villa de Caycara cerca de una ense- nada que se llama Puerto Sedeño reducido á un corto número de casas que leva el pomposo. uombre de villa. Alta Gracia, Ciudad de la Pie- dra, Real Corona, Borbon y todas las, ciudades que se encueniran , entre la embocadura del Apure y Angostura son igualmente miserables. En el cerro del Tirano, junto á Caycara, se ha- lan esculpidas las figuras del sol y la, luna de las que he hablado mas arriba. «Es la obra de los 408 LIBRO VILT. . . Y . : * E viejos (es decir, de nuestros padres)» dicen los naturales. Se asegura que en una roca separada - de la ribera , llamada Tecoma,. se encuentran figuras simbólicas hasta cien pies de altura. Los Indios conocian en otro tiempo un camino que conducia por tierra de Caycara á Demerary y Es- quibo , y por el cual habian venido al lago Amucú estos pueblos que esculpiéron las. fi- guras descritas por el viagero Hortsmann. Al frente de Caycara, sobre la orilla sepien-' trional del Orinoco está colocada la mision de Cabruta y fundada, como puesto avanzado con- tra los Caribes, en 1740 por el jesuita Rotella; y por espacio de muchos siglos tuviéron los In- dios en este mismo punto un pueblecito cono- cido con el nombre de Cabritú. No se tenia idea alguna de la direccion de un camino que pu- diese conducir por tierra á Nueva Valencia y Caracas que creian á una inmensa distancia; una. muger fué la primera que atravesó los ]la- nos para venir de la villa de San Juan Bau- tista del Pao á Cabruta. El padre Gili cuenta que doña María Bargas estaba tan apasionada por los jesuitas, que intentó ella misma descu-. pis: CAPÍTULO XXIV. 409 brir el camino de las misiones, y asombró su llegada á Cabruta por el norte, Se fijó al lado de los padres de san Ignacio y murió: en sus es- _tablecimientos sobre las orillas del Orinoco. Desde esta época, la parte meridional de los llanos ha sido considerablemente poblada, y el camino que conduce de los valles de Aragua, por Calabozo, á San Fernando de Apure y á Ca- bruta es muy frecuentado en el dia. Este nrismo punto escogió, en 1754, el gefe de la famosa ex- pedicion de los limites para establecer almace- nes de madera y construir las embarcaciones necesarias al transporte de la tropa destinada al alto Orinoco. Por la mañana nos embarcámos en Caycara, y abandonados al corriente del Orinoco pasá- mos inmediatamente la embocabura del rio Cuchivero, en donde una antigua tradicion coloca los 4Arkeambenanos ú mugeres sin ma- rido , y despues el pueblecito Alta Gracia -que lleva el nombre de una ciudad española. A me- dida que se acerca uno á la ciudad , se ve que la poblacion se aumenta considerabiemente ; se encuentran pocos Indios, pero blancos , negros 410 LIBRO VIH. y hombres de castas mixtas. Ki número de ne-- gros no es muy considerable, y desgraciada- mente aqui como en todas partes la dureza de los señores no les proporciona un tratamiento mas humano ni mas favorable á su conserva- cion. El S" V...acababa de ser condenado á cua= tro años de prision y cien duros de multa por haber en un acceso de cólera atado porlas pier- nas á una negra á la cola de su caballo y ha- berla arrastrado á galope en un prado hasta que espiró de dolor; pero tengo el consuelo de anun- ciar que la audiencia fué generalmente vitupe- rada por no haber castigado. con mas severidad tan atroz accion. Habiendo dormido el 10 de junio en una isla en medio del rio (creo ser la que el padre Cau- lin llama Acarú), pasámos la: embocadura del rio: Caura, uno de los tres mayores desaguade- ros que recibe el bajo Orinoco. su derecha. Como durante mi permanencia en las misiones de San Francisco he podido reunir muchos ma- teriales geográficos sobre el Caura, he delí- neado una carta particular. Todos los estabte- cimientos cristianos se encuentran en el dia muy | CAPÍTULO XXIV. 411 próximos á la embocadura del rio; y las pobla- ciones de San Pedro, Aripao , Urbani y Guara- guaraico se siguen á una distancia de pocas le- guas: La primera, que es la mas populosa, no tiene sino 250 almas, y la de San Luis de Gua- raguaraico es una colonia de negros puestos en libertad ó fugitivos del Esquíbo que merece ser animada por el gobierno. Él terreno del pico Gaura, virgenen gran parte, es extremadamente fértil y tiene pastos para mas de 15,000 bue- yes; pero los pobres habitantes no tienen ca- ballo alguno ni bestias de cuernos. Mas de ?/¿ de las orillas del Caura estan desiertas ú ocupadas por las tribus independientes y salvages, La ma- dre del rio se encuentra angostada dos veces por las rocas, y alli es en donde se encuentran los raudales de Mura y Para 0 Parú que tiene un portage ó arrastradero por no poderse cru- zar con piraguas. El valle de Caura puede llegar algun dia á ser muy interesante por la riqueza de sus produc- ciones y por las comunicaciones que ofrece con el rio Ventuari, Caroni y Cuyuni. He ex- puesto mas arriba la importancia de los cuatro ICAO | “LIBRO VIII. desaguaderos que el Orinoco recibe de las mon- tañas de la Parima. Cerca de la embocadura del Caura , entre las poblaciones de San Pedro de Alcántara y San Francisco de Aripao, fué en donde se formó en 1790, de resultas de un tem- bior de tierra, un pequeño lago de 400 toesas de diámetro: una porcion del bosque de Ari- pao se profundizó 3o á 100 pies bajo el nivel de las tierras confinantes. El 11 de junio llegámos por la orilla derecha del Orinoco al Puerto de los Frailes , distante tres leguas de la Ciudad de la Piedra, para to- mar las alturas del sol. Mas lejos entre las ciu- dades de la Piedra y Muitaco ó Real Corona, se encuentran el Torno y la Boca del Infierno, dos obstáculos que temian en otro tiempo los na- vegantes. El Orinoco muda de repente su direc- cion : corre primero al este, y á poca distancia, sobre el Caño Marapiche que, desembocando en la orilla septentrional, divide una isla el rio en dos brazos. Pasámos sin dificultad al sud de esta isla; y hácia el norte una cadena de pe- queñas rocas medio cubiertas por las aguas forma remolinos y raudales. Alli mismo es Y E | CAPÍTULO XXIV. dió: donde se llama Boca del Infierno y el rau- dal de Camiseta. Las. primeras . expediciones de Diego de Ordaz (1531) y Alonso de Her- rera (1535) han dado mucha celebridad á este arrastradero. No se conocian entónces las gran- des cataratas de Atures y Maipures; y las em- barcaciones pesadas (bergantines) con que se obstinaban en subir el rio, hacian dificultosisi- mo el paso por los raudales; pero ya no se teme subir y bajar en todo tiempo el Orinoco desde sus bocas hasta el confluente del Apure y del Meta. Las únicas cascadas que se encuentran en este intervalo, son las de Torno 0 Camiseta, Marimara y Cariven ó Carichana vieja. La na- vegacion del bajo Orinoco, entre las bocas y la provincia de Varinas, no cs penosa sino por la fuerza de la corriente ; la madre no ofrece tam- poco en ninguna parte mas dificultades que las que presenta el Danubio entre Viena y Lintz; ni ya se encuentran penosos arrastraderos ni ver- daderas cataratas hasta la parte de arriba del Meta. El alto Orinoco forma tambien con el Ca- siquiare y el Rio Negro un sistema particular de rios que será mucho tiempo desconocido á b4x4 LIBRO VIII. la.industria dela Angostura y litoral de Caracas. Fuímos á pasar la noche á una vasta playa si- tuada en la orilla austral del Orinoco cerca del meridiano del pueblecito de Muitaco :0 Real Corona, y hallé por tres estrellas la latitud de 8” o' 26”, y la longitud de '67* 5” 19”. La pro- ximidad de las altas montañas de Araguacais hace que Muitaco sea uno de los puntos mas sanos del bajo Orinoco. Iturriaga fijó en el su residencia en 1756 para descansar de las fati- gas de la expedicion de los límites; y como atribuia su convalecencia á este clima mas caliente que húmedo, el pueblecito de Real Corona tomó el nombre de «Puerto Sano. Bajando el Orinoco mas hácia el este dejáuros al norte la embocadura del rio Pao y al'sud la del Aruy. A medida que avanzába mos era menos rápida la corriente del Orinoco, y yo medí muchas veces una base á lo largo de la playa ¿para re- sólver el tiempo que gastaban los cuerpos flo- tantes en correr una distancia conocida. En- cima de Alta Gracia , cerca de la embocadura del rio Ujape, encontré la rapidez del Orinoco Ñ CAPÍTULO XXIV. 415 á 2*),, pies por segundo, y entre Muitaco y Bor= bon estaba á 1 ?/,.. Muitaco fué el último punto «en que dormi- mos al raso, porque las dos noches que aun nos faltaban para llegar á la Angostura que era el iérmino de nuestro viage, las pasámos nave- gando en medio del thalweg de un gran rio extremadamente suave y en donde nada hay que lemer sino aqueilas almadias naturales que forman los árbóles desarraigados por .el. rio cuando sale de madre, y en las cuales se en- callan las piraguas enlas noches obscuras como sobre los bajos fondos 0 bancales. | Me sería dificil pintar la satisfaccion que tu- vimos al desembarcar en Angostura, capital de la Guyana española. Las incomodidades á que se expone el que navega en pequeños barcos no pueden compararse con las que se experimen- tan cuando , bajo un cielo ardiente rodeado de un enjambre de mosquitos, se está tendido por espacio de meses enteros en una piragua que por su movimiento no permite el menor ejer- cicio corporal. Habiamos hecho en 573 dias un viage de 500 leguas (de 20 al grado), sobre los 416 LIBRO VIH. cinco rios grandes del Apure, Orinoco, Ataba- po, Rio Negro y Casiquiare, en cuyo vasto espacio encontrámos un muy pequeño número de luga- res habitados. Con la vida que hicimos en los montes, no se hallaban muy decentes nuestras caras ni vestidos ; sin embargo nos presentámos M. Bonpland é yo á don Felipe de Iriarte, gober- nador de la provincia de la Guyana, quien nos recibió del modo mas obsequioso y atento, ha- ciéndonos an en casa del secretario de la intendencia; pero como veníamos de un pais casi desierto nos sorprehendió el movimiento de una ciudad que no pasa de 600 almas. Admirá- *" Indicaré aqui para bien de las personas que habitan estos paises las distancias itinerarias siguientes : de S. Fernando de Apure á Cabruta 37, leguas; de Cabruta ó del confluente del Orinoco y del Apure áJavita 120; de Javita áS. Carlos del Rio Negro 30 ; de S. Carlos á la Esmeralda 70 ; de la Esmeralda á Angostura 250. Suponiendo el nacimiento del Orinoco á 3o leguas al este de la Esmeralda, se encuentra que el curso del alto Orinoco sobre el raudal de Maipures comprehende 175 leguas, y el bajo Orinoco (de Maipures á las bocas) 260. Sesun estas valuaciones, las sinuosidades ó recodos de los rios estan “supuestas, con M. de la Condamine, á */. de la distan- cia directa. CAPÍTULO XXIV. 417 mos lo que ofrecen y proporcionan la indus- tria y el comercio á las comodidades del 3: bre civilizado : las modestas habitaciones nos parecian magníficas, y todas las personas que nos hablaban llenas de talento. Las largas pri- vaciones dan valor á los mas pequeños goces, y no me es posible manifestar el placer con que vimos poner pan de trigo sobre la mesa del gobernador. Acaso no tendré razon de recor- dar sensaciones que solo son propias de los que | han emprendido largos viages. Es verdad que se goza de la dicha de volverse á ver en medio de la civilizacion, pero. esta dura poco, si se co- nocen bien las maravillas con que la naturaleza | ha hermoseado la zona tórrida. El recuerdo de las fatigas desaparece inmediatamente, y no bien se ha llegado á las costas habitadas por co- lonos europeos, cuando se forma el proyecto de volver al interior de las tierras. Una funesta circunstancia nos obligó:á dete- nernós ún mes entero en la ciudad de Angos- tura. Los primeros dias de nuestra llegada nos sentimos cansados y débiles, aunque en un es- tado perfecto de salud. M. Bonpland empezó á II. 27 418 LIBRO VII. examinar el corto número de plantas que pudo salve de la influencia de un clima tan hú- medo, é yo me dediqué á figurar por observa- ciones astronómicas la longitud de la capital : como tambien la inclinacion de la aguja de ma- rear; pero todos estos trabajos fuéron interrum- pidos por haber sido atacados los dos, casi á un mismo tiempo, de una enfermedad que en mi compañero tomó el carácter de una fiebre ata- jica. Reinaba á la sazon en Angostura un aire muy sano; y como el único criado que había- mos traido de Cumaná sintió tambien los sín- tomas del mismo mal, las personas que tan cuidadosamente nos asistian no dudaban hu- biésemos adquirido el taphus en los húmedos montes del Casiquiare. Es muy comun á los via- gerosno conocerlos efectos delos miasmas hasta - el momento en que, deteniéndose en una at- mósfera mas pura, empiezan á gozar algun re- * Encontré en Santo Tomas de la Nueva Guyana, vulgar- mente llamada Angostura ó el Estrecho, cerca de la catedral, por 32 8! 117 delat. y 660 15! 21” delong. La ciudad no está por consiguiente sino o* 15 al este del meridiano del castillo - de San Antonio de Cumaná. CAPÍTULO XXIV. 4 19 poso. Una cierta intension del espíritu puede suspender por alguntiempo la accion de las cau- sas patognomónicas. Como nuestro criado mu- lato habia sufrido los aguaceros mucho mas que nosotros, la enfermedad se manifestó en él con una rapidez horrorosa, perdiendo de tal modo sus fuerzas, que á los nueve dias se nos anunció su muerte: pero felizmente fué solo un estado de desfallecimiento que fué seguido de una cri- sis saludable. Yo fui atacado en la misma época por una fiebre agudisima ; me hiciéron tomar en medio del acceso un mejunge de miel y ex- tracto de quina del Caroni, remedio muy ala- bado en el pais por los misioneros capuchinos; y aunque la calentura se aumentó por la no- che, me dejó al dia siguiente. El estado de -M. Bonpland era alarmante, y tuvimos gran- des inquietudes por él durante muchas sema- nas; pero afortunadamente conservo el enfermo bastante fuerza para curarse á sí mismo, y pre- firió otros medios mas dulces y análogos á su constitucion que el extracto de la quina del Ca roni. La fiebre era contmmua; y como sucede casi siempre bajo los trópicos, una complica- 27% 420 LIBRO VIT. cion de disentería agravó los sintomas. En todo el curso de esta dolorosa enfermedad desplegó M. Bonpland el valor y la dulzura de carácter que jamas le han abandonado en las mas peno- sas situaciones. Yo tenia grandes inquietudes, pues habia muerto cerca de Angostura el bo- tánico Loefling, discípulo de Linné, victima de su zelo por los progresos de las ciencias naturales. No habiamos pasado aun un año en la zona tórrida, y me acordaba de cuanto habia leido en Europa acerca de los peligros del aire que se respira en los bosques. En lugar de subir el Orinoco, podriamos habernos detenido algunos meses en los climas templados y saludables de la Sierra Nevada de Mérida. Era yo el que ha- bía elegido el camino de los rios, y el peligro en que se hallaba mi compañero de viage. se pre- sentaba á mi espiritu como una funesta con- secuencia de esta imprudente eleccion. Despues de haber llegado en pocos dias á un grado de acerbacion extraordinaria, la fiebre tomó un carácter menos alarmante, y la infla- macion cedió. al uso de.los emolientes sacados de plantas malváceas. Los sidas y los meloquias E DARIO AA e A CAPÍTULO XXIV. 421 tienen propiedades singularmente activas bajo la zona tórrida, y sin embargo la convalecencia del enfermo fué muy lenta, como sucede siem- pre con los Europeos que no estan enteramente aclimatados. La estacion de las lluvias se ade- lantaba; y para volver sobre las costas de CGu- maná era preciso atravesár de nuevo los llanos en que, al centro de los terrenos medio inun- dados, se encuentra.rara vez abrigo ni otro ali- mento quela carne enjugada al sol; y por no ex- poner á M. Bonpland á una recaida peligrosa, resolvimos detenernos en Angostura hasta el 10 de julio. Pasámos una parte de este tiempo en una plantación que estaba cerca y en la que se cultivaban manquinos y plantas para pan, y es- tas habian llegado en 10 años á mas de 4o pies de altura. Medimos muchas hojas de artocar- pus de tres pies de largo y 18 pulgadas de ancho, dimension admirable en los vegetales de la familia de las dicotyledones. Concluiré este capítulo con una descripcion sucinta de la Guyana española (provincia de la Guyana) que hace parte de la antigua capitanía general de Caracas. mm, (22 LIBRO VIT. Tres villas han Hevado sucesivamente desde el siglo XVI" el nombre de Santo Tomé de ta Guyana. La primera estaba colocada en frente: de la isla de Fajardo, en el confluente del Ca- roni y el Orinoco, y es la que destruyéron los. - Holandeses bajo el mando del capitan Adriano. Jauson en 1979; la 2, fundada por Antonio de: Berrio en 1591, cerca de 12 leguas al este de la. boca del Caroni, hizo una animosa resistencia á sir Walter Ralegh, que los escritores espa- ñoles de la conquista no conocian sino bajo el nombre del corsario Réali; y la 3” que es en el dia la capital de la provincia, se halla 52 le- guas al oeste del confluente del Caroni. Esta: fué principiada en 1764 en tiempo del gober- nador don Joaquin Moreno de Mendoza ,. y se distingue en los actos públicos de la segunda, llamada vulgarmente El Castillo de las Forta- tezas y la Vieja Guyana , por el nombre de Santo Tomé de ta Nueva Guyana; pero como este es demasiado largo se le ha substituido en la vida comun el de 4ngostura'.Los habitantes de : Se ha conocido en Europa la existencia de la ciudad de Angostura por el comercio que hacen los Catalanes. con la CAPÍTULO XXIV. 425 estos paises tienen dificultad de conocer sobre nuestras cartas enSantiago de Leon y Santo Tomé las dos capitales de Venezuela y la Guyana. Angostura, de quien he indicado mas arriba, - conforme áobservaciones astronómicas , la posi- cion de longitud y latitud, está á la espalda de una colina de esquita anfibolica sin vegetacion. Las calles están bien alineadas y la mayor parte paralelas- al curso del rio. Muchas casas estan fundadas sobre la roca enteramente descubierta y aquí, como en Carichana y otros muchos puntos de las misiones, se mira como perjudicial á la salud la accion que ejercen sobre la atmosfera las capas negras y pedregosas enardecidas por los rayos del sol; pero yo creo que se debe te- mer mas las aguas detenidas en las lagunas y anegadizos que se extienden detras de la ciudad quína del Caroni que es la corteza benéfica de la bonplandia trifoliata. Algunos acontecimientos políticos muy recientes han hecho | muy familiares álos que se interesan en lalucha delas colonias. y la metrópoli, los nombres de las pequeñas ciudades de An. gostura y Calabozo , y aun de San Fernando de Apure. En las cartas de Gumilla y de d'Anville el raudal de Camiseta se llama Angostura. , 424 LIBRO VIH. hácia el sudeste. Las casas de Angostura son altas , agradables y la mayor parte de piedra, pero sus alrededores ofrecen puntos poco va-= riados ; sin embargo las vistas del rio que for- ma un vasto canal, dirigido del sudeste al nor- deste, son singularmente imponentes. He hecho. con mucho cuidado dos medidas trigonomé-. tricas, una en el mismo estrecho, entre los dos fortines de San Gabriel y San Rafael, y otra al este de Angostura en el gran paseo de la Ala- meda, cerca del embarcadero del ganado, de las. cuales resulta que el minimum de ancho de la primera es de 580 toesas, y el de la segunda de 490. Estas anchuras son 4 0 3 veces mayo- res que la del Sena cerca del Jardin de las Plan- tas, y sin embargo es esta parte del Orinoco la que se llama un estrecho. En las grandes crecidas se inundan los muelles y sucede que los hombresimprudentes son vic- timas de los cocodrilos. Estos animales, por la estructura de su laringe, su hueso hioydes y los pliegues de su lengua, pueden asir su presa bajo el agua , pero no tragarla ; y cuando algun hombre desaparece,'se ve generalmente, á pocas. * CAPÍTULO XXIV. 425 horas de haber tenido lugar la desgracia, pre- sentarse estos animales en una playa 4 comerse su presa. El número de individuos que perecen _anualmente víctimas de su imprudencia y de la ferocidad de los réptiles, es mucho mayor que lo que se cree en Europa, sobre todo en las poblaciones en que los terrenos que las rodean son muchas veces inundados. Los mismos co- codrilos se mantienen mucho tiempo en un - mismo punto, y cada año son mas atrevidos, si por desgra cia han tomado el gusto á la carne humana; ademas es tal su travesura que es muy difícil matarlos. La bala no penetra su piel y el golpe no es mortal si no le recibe en su gran boca ó debajo del sobaco. Los Indios, que apé- nas conocen el uso de las armas de fuego, ata- can al cocodrilo con lanzas cuando ya se halla enganchado en los hierros corvos, cebados con carne y amarrados á un árbol, pero no se acer- can á él hasta que ya está rendido á los es- fuerzos que ha hecho para desembarazarse del hierro clavado en su quijada superior. No es probable que pueda libertarse jamas de coco- drilos un pais en que un laberinto de rios sin 426 LIBRO VII. número trae todos los dias nuevas bandas del reverso oriental de los Andes, por el Meta y Apure, hácia las costas de la Guyana española ,, y lo único que podria conseguirse por los pro- gresos de la civilizacion seria acobardarlos y: hostigarlos. Los riberanos del Orinoco y sus desaguaderos: hablan todos los dias de los peligros á que es- tan expuestos, y han observado la marcha de. los cocodrilos del mismo modo que el torero ha estudiado la del toro. Calculan de antemano: los movimientos del animal, sus medios de ataque y el grado de su atrevimiento; y cuando se ven asaltados, ponen en práctica la presen- cia de espiritu y resignacion que caracterizan ú los Indios zambos, y en general á los hombres de color, todo lo que se les ha aconsejado desde su niñez. En paises en que la naturaleza es tan poderosa y terrible se encuentra el hom- bre preparado continuamente al peligro; y lo que mas asombra, en los paises trastornados por los temblores de tierra, sobre el terreno de la provincia de Quito, es ver mugeres que pertenecen á las clases mas elevadas de la so- O CAPÍTULO XXIV. 4 27 ciedad, desplegar eu medio del peligro esta misma sangre fria é intrepidez meditada. Citaré un solo ejemplo en apoyo de esta aser- cion. El 4 de febrero de 1779, cuando 33,000 Indios pereciéron en pocos minutos, una madre jóven se salvó y á sus hijos, gritándoles que extendiesen los brazos al momento en que el suelo resquebrajado iba á tragarlos. Cuando manifestáron á esta muger animosa el asombro que inspiraba su extraordinaria presencia de alma, respondió con mucha sencillez: « He oido decir en mi infancia: si el temblor de tierra os sorprehende en el interior de una casa, colo- caos bajo una puerta que comunique de un cuarto á otro; si estais en aire pleno y aperci- bis que se abre el suelo debajo de vosotros, ex- tended vuestros brazos y tratad de apoyaros sobre los bordes de la resquebraja.» Así es que, en los paises salvages Ó expuestos á frecuentes - trastornos, se prepara el hombre á luchar con los animales del bosque, á librarse de la bo- caza del cocodrilo y salvarse del conflicto de los elementos. FIN DEL TOMO TERCERO. r Ñ l Si ñ A ES 5 01e DN PTA 4 / ' ELA a 5 ñ A TA y e / ts MNR 4 rail ' 4 ' E , A O 5 E - 1 ( y ” 3 o A E od *x (él ¿ ” Y ' poko Me Me Jas AS AAN JE E ar Em A pa NO P » ' ' ¿ y > 2 »y a 1 07 , Al ñ y 0 Aa Ca K ] y = alle A y e % LA) a A o el ne iS ' = ! , 7) Ñ UN ; YA A di A Le , o A eN a Cid dei 7 ? > t) Y A y 4 p ey A ; AR Ñ Es $ ys A Erie - e A . 4 1, e , As N ) le ; y y ó K NV A Ñ » y Tí y ñ Ñ Í p , 1 ( ) Ñ TA : y E de SA : Hur) Ñ Y * pe y pe A ONE DS ll á p A ; UA ] da 4 Ñ A % ñ a a Ñ La ( VUVU VUVUVVA AA VUVYRA VA GG VUVA UM VVVUYVVUVUA UVA UV UY MAA UV VU UA) ww - INDICE DE LOS CAPITULOS DEL TOMO TERCERO. E y AA Á LIBRO SÉPTIMO. | pág. Cap. XIX. Confluencia de los rios Apure y Ori- noco.— Montes de la Encaramada. — Urua- na. — Baraguan. — Carichana. Emboca- dura del Meta. — Isla Panumaná. Car. XX. Embocadura del rio Anaveni. — Pico de Unania. — Mision de Atures. — Catarata ó raudal de Mapara. — Islotes Surupamana y Virapuri. Car. XXI. Raudal de Garcita. — Maipures. — Gataratas de Quintuna. Embocadura del Vichada y del Zama. — Peñasco de Arica- gua. — Siquita. Car. XXII. San Fernando de Atabapo. — San Baltasar. — Kio Temi y Tuamini. — Javita. — Portage ó arrastradero del Tuamini en el Rio Negro. 1d. 99 12% 1605 430 TABLA. Car. XXI. Rio Negro. — Limites del Brasil. — Casiquiare. — Ramificacion ó separacion del Orinoco. 210 Car. XXIV. Alto Orinoco desde la Esmeralda hasta el confluente del Guaviare. — Segundo paso por medio de las cataratas de Átures y Maipures. — Bajo Orinoco entre la emboca- dura del rio Apure y Angostura, capital de la Guyana española. 300 PARIS : IMPRENTA DE E. POCHARD, calle del Pot-de-Fer, n* 14. rf MENA Y de Davip , me han asegurado que los mangri='" > tales o nacunientos del Guatma “ y del Inwida estan inmediatos y que se encontraban ado. 5, Jornadas al nordeste de la embo- e A O po as " $0 ¡MAROA- qe O dura del cano Limeñtn, ' É EE | qe + Ni áloca del Bi hs de Davipe*: ' OS Favaqueado el Indios Cheruyvichahena A de los cuales yo he virto. algunas -——— familias enla Mirón de san Lran-. : cusco Solano, += 5 = 30 £ unado ent ares por FL Lorson.en sb. ler. EXPLICACION DE LAS SEÑA Morin fora edinda de faras cabañas de Indins Jrion dertracia - + Y Tinnro Cala n l centra dex trrrva colina por laz dignas, ¡iD 0 Pa, hi ” A E mA aiaralaciónes en lo de tempe Tre la roland Urraco LEAN de > Diab by eblimla por Y Mimenns tomo. p LOT y = 2%, % 4 tl O Las aquas del Bio, Lama -N39 el Ta delia E von meras E h. e Frrequcado % E E pucndo el srl (E Ná, ida del Tigre Tudios Paniabos. jsremiica ai lada AAN la res set A E des a LAS rr a y eat elas q las lr Erta Manara Facrgui | Arquer la biñadar Nate yd dimictes) —ebellincó ilolitda poro, a IM arta rusticas A SE d o ida z A IN Litros iia de da grande que estan cobro de a | la sae Aura: hereghfoao:—Lagas que nene ! a DM [o fine encontra 3d Vda: mada ul modesto a embs ¡dara del caña Púnchin. = E Portigueses lo que nta Lis hace la frontera. 37 ÓN SÍ frlald Canerá Ficaguezd 3d po ez 7 [6% A 3 | | MAPA TTINERARIO o DEL CURSODEL ORINOCO, DEL ATABAPO DE CASTIOUTARE DEL RIO. NEGRO QUE OFRECE a ramificacion del Orinoeo y su comunicacion con el AS Rio de las Amazonas. | lecho en dae fuimos sitáas en ¿looser Carobseriecnes astronómiars 05 | POR M. ALEJANDRO DE HUMBOLDT Sabado el Bis Palena Harta on origen ds dins dela Esmeralda hanticgalo Edie dias el Fis aaa pa 8 Leo en copa margen los Mo balde par pa na Ceger laz comas del A Lion de Unturaa Lutz ELE Y ah den iia dee Dibejado por dde Pembeld en Quita odos y tomimido en Teri poe LE Lazo da. x o "4 dl "y FET, A sl $ e Y h A A E, An Ja ¡.? on E